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CONTENIDO
Sinopsis ............................................. 5
Capítulo 1 ........................................... 7
Capítulo 2 .......................................... 18
Capítulo 3 .......................................... 34
Capítulo 4 .......................................... 41
La casi noche ....................................... 54
Capítulo 5 .......................................... 59
Capítulo 6 .......................................... 62
Capítulo 7 .......................................... 74
Capítulo 8 .......................................... 85
Capítulo 9 .......................................... 95
Capítulo 10 ........................................ 106
Capítulo 11 ........................................ 108
Capítulo 12 ........................................ 119
Capítulo 13 ........................................ 126
Capítulo 14 ........................................ 138
Capítulo 15 ........................................ 145
Capítulo 16 ........................................ 151
Capítulo 17 ........................................ 162
Capítulo 18 ........................................ 170
Capítulo 19 ........................................ 178
Capítulo 20 ........................................ 180
Capítulo 21 ........................................ 188
Capítulo 22 ........................................ 192
Capítulo 23 ........................................ 199
Capítulo 24 ........................................ 205
Capítulo 25 ........................................ 212
Capítulo 26 ........................................ 215
Capítulo 27 ........................................ 222
Capítulo 28 ........................................ 230
Capítulo 29 ........................................ 241
Epílogo ............................................ 252
SINOPSIS
Cuando una psíquica le dice a Natalie Nixon que su vida está a punto de ser
alterada por un extraño misterioso, ella se ríe. Después de todo, tiene todo lo que
siempre ha deseado: una cafetería exitosa, el novio perfecto y las llaves de la casa
de sus sueños.

¿Quién podría hacer que ella quiera desechar todo eso?

Entonces Miles Haas vuelve a la ciudad.

Pero él no es un extraño, se conocen desde niños. Además, solo está aquí


durante el verano, sigue siendo un desvergonzado mujeriego, y se gana la vida
escribiendo artículos para una revista para hombres con títulos como “¿Deberías
follar a la hija del jefe? Un diagrama de flujo” y “Sexo anal para principiantes: Guía
de campo”.

Él no es el hombre de sus sueños, y ella no está dispuesta a abandonar todo por


lo que tan duro ha trabajado solo por un poco de diversión. Excepto que él la hace
reír como nadie más, huele a cielo y se ve sexy como el infierno en esas gafas
derrite-bragas.
Dime, ¿qué planeas hacer con tu única salvaje y
preciosa vida?

Mary Oliver
CAPÍTULO 1

Culpo al vodka.

Mis hermanas y yo salimos a celebrar: Jillian, la hermana mayor terminó su


residencia pediátrica y consiguió un trabajo, Skylar, la hermana del medio, estaba
recientemente comprometida y planeando una boda en otoño, y yo acababa de
mudarme a la adorable casa de mis sueños. Eran solo las ocho en punto, pero
habíamos consumido tres martinis cada una en la última hora y media. Como no
comimos nada más que las aceitunas rellenas en nuestros cócteles, estábamos
funcionando en algún lugar entre ‘Shhhh. No le digas a nadie que estoy borracha’ y
‘Oops, me perdí el taburete’.

Nos las arreglamos para salir por la puerta, lado a lado con los brazos unidos, y
estoy bastante segura de que todos en el lugar se alegraron de ver que nos íbamos,
ya que todo era muy gracioso para nosotras y nuestra risa se había vuelto cada vez
más fuerte y desagradable.

—Necesitamos un Uber —anunció Jillian, sin aliento por reírse. Su cabello era
un desastre, cuando llegó al bar, estaba en un bonito moño, pero varias rondas de
forcejeo de brazo lo aflojaron. También derramó algo en la parte delantera de su
blusa color melocotón, justo en el pezón izquierdo. Parecía que estaba goteando—.
De ninguna manera ninguna de nosotras puede conducir.

—Necesitamos comida —le dije—. Caminemos hacia O’Malley para una


hamburguesa.

—Buena idea. —Hipeó Skylar—. Entonces llamaré a Sebastián para que nos
recoja.

—¿Ush?

Le di un codazo cuando comenzamos a caminar por la acera las tres a la par.


Pero mi lengua se sentía un poco adormecida también.
—¡Oye, mira! —Jillian dejó de caminar, pero como todavía estábamos
conectadas, tiramos de ella unos pasos más y ella tropezó—. ¿Es eso real?

Desenredando su brazo del mío, señaló la segunda planta de un viejo edificio


victoriano de ladrillos.

Levanté la vista y entrecerré los ojos ante el cartel pintado a mano con letras en
la ventana.

MEDIUM PSIQUICA

¡LECTURA GRATIS!

¡ABIERTO HASTA TARDE ESTA NOCHE!

Skylar se quedó sin aliento.

—¡Vamos a hacerlo! ¡Vamos por una lectura psíquica!

—No, me muero de hambre.

Y mi vejiga estaba repentinamente en su máxima capacidad. ¿Cómo no lo noté


hace tres minutos? El vodka era insidioso.

—Bueno, quiero hacerlo.

Miró a su alrededor por un camino hacia el edificio y se dirigió hacia una


estrecha puerta de madera entre dos fachadas.

—¡Sky, ya estás comprometida! No necesitas saber tu futuro. El ‘Felices para


Siempre’, es El Fin.

Salté de un pie al otro e intenté no pensar en lagos, ríos y en las cascadas


brotando, por supuesto era todo lo que podía pensar.

Skylar abrió la puerta y me miró por encima del hombro.

—Así que tú obtienes la lectura gratis. Tal vez ella te dirá si Dan la va a cagar o
salir de la olla.

—Dan y yo ya planeamos comprometernos este año. No necesito una psíquica


para eso.

—¿Lo hicieron? —Poniendo los ojos en blanco, continuó—: Dios, ustedes son
tan aburridas. Bien, ¡tal vez verá a un alto, oscuro y guapo extraño en el horizonte
para Jillian!
—Estoy dentro.

Jillian se dirigió directamente a la puerta y se deslizó a través de ella.

Gimiendo, me rendí y la seguí. Si dos de nosotras queríamos algo, la tercera


siempre terminaba rindiéndose. No significaba que tenía la intención de dejarlo
pasar acerca de comprometernos. Hacía que las cosas fueran un poco anti-
climáticas si todos supieran que venía... nada como la improvisada propuesta de
avión de Sebastián a Skylar. Pero entonces, Skylar era una chica improvisada. Yo
más bien era una planificadora, y me gustaba el saber, pero no saber... la adicional
anticipación de cada cita que hemos tenido este verano. Cada vez que me visto,
pienso: ¿Será esto lo que usaré cuando diga que sí?

Porque, por supuesto, diría que sí, así es como termina una historia de amor.
Habíamos estado juntos durante diez años con un solo mal momento el verano
pasado cuando descubrí una foto de una polla en su teléfono. No estaba
fisgoneando, fue un accidente. Estaba buscando una foto que él me tomó en la cena
de mi cumpleaños, revisando inocentemente sus fotos, y ahí estaba.
Definitivamente era su basura, y sabía que no me la envió a mí, así que me sentí
justificada al mirar sus textos después de eso. ¿Por qué tomar una foto de tu polla a
menos que se la envíes a alguien, verdad? Dan es un poco autoindulgente y egoísta
a veces, pero no pensé que tomaría esa foto solo por diversión.

Efectivamente, se la envió a una chica en el trabajo, en medio de toda una ola


de actividades de coqueteo. Cuando lo confronté, admitió algunas “indiscreciones
menores”, cuyos detalles no quise saber. Dijo que no durmieron juntos, pidió
perdón, y prometió esforzarse más, y después de pensarlo, lo perdoné y seguimos
adelante.

Después de todo, diez años era mucho tiempo, y odiaba pensar que lo
desperdiciamos si no íbamos a hacer que las cosas funcionaran a largo plazo. Todas
las relaciones llevan trabajo. Además, lo amaba y él me amaba. Nos conocíamos
por dentro y por fuera. Estábamos cómodos juntos, teníamos los mismos sueños
para el futuro, teníamos el mismo gusto en música, deportes y comida para llevar.
Esas eran cosas importantes, ¿verdad? Probablemente las personas se casaban por
peores razones. Dan y yo éramos compatibles. Cómodo. Ciertamente, no tan
apasionados como antes, y menos candentes que Skylar y Sebastián, pero después
de diez años juntos, ¿es posible mantener eso?

Me hacía esa pregunta mucho.

Mucho.

—Vamos, Nat. ¡Será divertido! —Skylar me golpeó en la espalda cuando la


pasé—. Vive un poco, ¿por qué no? Siempre eres tan jodidamente sensible.
—No estoy siendo sensible, estoy teniendo hambre. Pero bien, lo que sea.
Espero que la psíquica tenga un baño; de lo contrario, veo pantalones mojados en
mi futuro. —Marchando por la puerta, seguí a Jillian por la estrecha escalera que
había más allá—. Huele a orina de gato aquí —susurré. Al menos traté de susurrar,
pero todavía estaba ebria por lo que salió un poco más fuerte de lo que pretendía, y
Jillian me calló.

En lo alto de la escalera había dos puertas. El de la derecha decía 2B, pero el de


la izquierda tenía un letrero:

Madam Psuka

Psíquica, Medium, Clarividente, Intuitiva.

Lecturas de la palma, Análisis de sueños, Canalización Espiritual y Numerología

PRIMERA LECTURA GRATIS

* No incluye Canalización espiritual.

Jillian suspiró.

—Malditos espíritus. Tan caro todo el tiempo.

Me reí, cruzando mis piernas en el tobillo y apretando mis muslos.

—Se acabó. Nadie hace chistes hasta que encuentre un baño.

—¿Crees que pronuncias esa P en su nombre? —preguntó Skylar—. Como,


¿Madame Puh-suka?

—No. —Jillian miró a Skylar con lo que nosotros llamamos ‘Tú eres tonta y yo
tengo cara de Doctor’—. No dices puh-síquico, ¿verdad? —De repente, miró hacia
el gran lugar húmedo en su teta—. Mierda. ¿Cuándo pasó eso?

Gimiendo en agonía, incluso mientras reía, doblé mis rodillas y acuné mi


entrepierna cuando Jillian toco la puerta.

—Me voy a mojar. Soy completamente puh-seria.

Inmediatamente la puerta se abrió y un olor acre y ahumado se extendió por el


pasillo. La mujer que abrió la puerta no se parecía en nada a lo que imaginé que se
vería a un médium psíquico: sin turbante púrpura, joyas de oro macizas o falda con
volantes. De hecho, se parecía más a una presentadora nocturna: lacio cabello
rubio, demasiado maquillaje, gafas de pasta. Estaba descalza y usaba jeans y una
blusa negra fluida.

—Bienvenidas —dijo con un acento grueso. Al menos sonaba como una


médium. Miró cada una de nuestras caras cuando intentamos dejar de reírnos y
mostrarnos presentables, lo cual no fue tan fácil ya que todavía estaba sosteniendo
mi entrepierna, Jillian estaba tratando de cubrir su pezón izquierdo y Skylar
hipeó—. Hm. Tres hermanas.

Skylar me golpeó en la espalda, como si estuviera impresionada, pero pensé


que nos parecíamos lo suficiente como para que alguien pudiera decir que
estábamos relacionadas, a pesar de que Jillian era morena y se parecía más a
nuestro padre, alta y delgada, mientras que Skylar y yo éramos rubias y con curvas
como nuestra mamá.

—Soy Madame Psuka —dijo grandiosamente, pronunciando la P. Con el


rabillo del ojo, vi a Skylar pinchar a Jillian en el hombro— ¿Les gustaría una
lectura esta noche? —Los ojos de Madam Psuka se estrecharon—. Estoy
obteniendo una muy fuerte energía de ustedes.

—Sí.

Skylar unió sus manos.

—Estupendo. Por favor, entren.

La mujer se hizo a un lado y entramos en una pequeña sala delantera con poca
luz. Estaba a punto de preguntar por el baño cuando el color, la textura y el calor
me bombardearon. Las paredes estaban cubiertas de tapices, alfombras y mantas en
cada tono y patrón imaginables. Las ventanas que daban a la calle estaban cubiertas
con docenas de bufandas en tonos brillantes, varias de las cuales se agitaban a
principios de la brisa del verano. Frente a ellas había una mesa redonda cubierta
con una tela marroquí con una silla a cada lado. El suelo estaba cubierto por
alfombras persas en tonos rubí, oro y coral, y grandes almohadas cuadradas en azul
real, rosa intenso, verde lima y estampado de leopardo se alineaban en las paredes.
En todas las superficies disponibles no cubiertas con libros, y algunas veces incluso
encima de los libros, las velas brillaban, la mayoría dentro de linternas, pero
algunas en soportes de vidrio o simplemente colocadas en un plato. Desde el techo
colgaban hileras de abalorios de cuentas y dijes, y otras baratijas, cruzando el estilo
de tendedero de la habitación, y en las dos esquinas delanteras había enormes
plantas verdes. Mis orbitas oculares dolían.

—Guau —dijo Skylar, girando en un círculo lento—. Esto es increíble.


—Gracias —respondió Madame Psuka, aunque la forma extranjera en que
pronunció “th” el sonido hizo que suene más como tanque1, lo cual era muy
apropiado esta noche. Ella cerró la puerta—. No he estado aquí mucho tiempo,
pero trato de hacer el espacio mío.

—Es hermoso —derramó Skylar, luego hipeó—. Me encantan todos los colores
y patrones juntos. Muy bohemio.

Le hice una mueca a Jillian y ella arrugó la nariz. Ella y yo teníamos un gusto
más discreto que nuestra fashionista hermana mediana.

—¿Qué es ese olor? —preguntó Jillian.

—Se está quemando salvia. Acabo de terminar de difuminar.

Madam Psuka sonaba complacida con su persona.

—¿Qué es difuminar?

—Es una práctica antigua para eliminar la energía negativa y purificar un


espacio. Tienen mucha suerte de ser mi primera lectura después del proceso. —
Hizo un gesto hacia la alfombra—. Por favor tomen asiento.

—¿Puedo usar su baño? —le pregunté, moviéndome incómodamente.

—Por supuesto. Está justo allí.

Señaló hacia la pequeña cocina, y encontré el baño justo enfrente. No había


puerta, solo una cortina de cuentas, pero en este punto no me importaba. Después
de liberarme de lo que parecían cincuenta tarros de pis por cada onza de vodka que
consumí, me lavé las manos y me uní a mis hermanas y a Madame Psuka en la
alfombra, donde todas estaban sentadas con las piernas cruzadas en un círculo
como en la hora del cuento en la biblioteca.

—¡Ella va a hacer una breve lectura para cada una de nosotras! —chilló Skylar.

—Normalmente, solo hago una lectura por grupo de forma gratuita —explicó
Madam Psuka—. Pero la energía es tan buena esta noche que siento que los
espíritus me piden ser generosa.

—Espere. ¿Hay espíritus aquí en esta habitación? —preguntó Jillian, mirando


por encima del hombro.

1
En inglés gracias= thank you, la médium pronuncia tank you = tanque.
—Por supuesto. —Madame Psuka le dio a mi hermana mayor una mirada de
tu eres tonta yo soy médium—. Los espíritus siempre están entre nosotros.

Una sensación de escalofrío me recorrió la espalda, a pesar del calor en el


apartamento por todas las alfombras, mantas y velas. De inmediato lo sacudí.
¡Contrólate! No hay tal cosa como espíritus o fantasmas o incluso psíquicos. Todo esto es solo
por diversión.

—Entonces, ¿quién es la primera?

Madame Psuka miró de una hermana a la siguiente.

—Yo —dijo Jillian, acercándose a la médium—. Soy la mayor, así que debería
ir primero.

Skylar y yo intercambiamos una mirada. ¿Cuántas veces habíamos oído eso


antes?

Madame Psuka asintió y tomó la mano de Jillian entre las suyas. Cerró los
ojos, respiró profundamente y pareció concentrarse muy fuerte.

—¿Debo pensar en algo en particular? —preguntó Jillian, y me dolió un poco el


corazón. Sabía lo mal que ella quería conocer a alguien.

—Relájate. Deja que tu mente divague naturalmente. Deja que la energía de la


vida fluya a través de ti.

Jillian cerró los ojos y la habitación se quedó en silencio por un momento, el


único sonido fue el chisporroteo de las velas y la respiración de la médium. Su nariz
hizo una especie de silbido, y tuve que esconder mi cara en mi hombro para no
reírme.

Entonces ella habló.

—¿Estás sucio2?

Por un momento, estuve a punto de reírme hasta que me di cuenta de que


quería decir treinta, pero no pronunciaba las th’s muy bien. Aun así, tuve que
esconder mi cara en mi hombro para sofocar la risa.

—Sí. —Jillian sonaba sorprendida—. Tengo treinta. Y solo estaba pensando en


mi edad.

2
Escuchan ¿Are you dirty?, pero dice ¿Are you Thirty?, que en español ¿estás en los treinta?
—Y eres una cuidadora, no, algo más fuerte. Eres un sanador.

Skylar se quedó sin aliento y mi mandíbula se abrió. ¿Habíamos dicho algo


sobre que Jilly fuera pediatra? No pensé que lo hubiéramos hecho. ¿Podría esta
mujer haber adivinado?

—Eres fuerte, simpática, generosa —habló Madame Psuka con confianza, en


un inglés increíblemente bueno, considerando que no era su primer idioma—.
Siempre dispuesta a llevar más que tu parte justa de la carga. Eres leal y confiable.
A menudo eres crítica con los demás, pero muy dura contigo misma. Tienes
tendencia a ser controladora y, a veces, te entrometes, especialmente si crees que
sabes lo que es mejor. —Madame Psuka hizo una pausa y abrió un ojo—. ¿Es esto
correcto?

—Sí —dijimos juntas Skylar y yo.

Jillian nos miró mientras la médium continuaba.

—Valoras la sabiduría y la compasión por encima de todo.

—Gracias —dijo Jillian, moviéndose un poco—. ¿Hay algo más? ¿Algo sobre
mi carrera? ¿O mi vida amorosa?

—No puedo dirigir la energía —dijo Madam Psuka—. Se revela por propia
cuenta. —Se quedó en silencio por un momento—. Pero sí veo niños. Muchos
niños.

—¿Muchos? —dijo Jillian, sus ojos se agrandaron—. ¿Cuántos?

—Cientos.

Skylar se rio.

—Probablemente sean tus pacientes, Jilly Bean.

—Oh. —Los hombros de Jillian se hundieron, y retiró su mano—. Bien.

Sentí pena por ella y extendí la mano para darle una palmadita en el hombro
cuando se deslizó hacia atrás para sentarse a mi lado. Realmente no habíamos
hablado de eso, pero tal vez la boda de Skylar era algo difícil para Jillian. Era la
mayor y la más tradicional, y probablemente pensó que sería la primera en casarse.
Definitivamente ella hablaba de eso más a medida que crecíamos. Y ahora Dan y
yo seríamos los siguientes, y...
—¿Siguiente? —preguntó Madam Psuka, irritándome un poco. También me
estaba mirando. Era como si hubiera escuchado que estaba pensando y estaba
burlándose de mí con la palabra.

—¡Yo! —chilló Skylar, arrastrándose para sentarse directamente frente a


Madame Psuka y estirando su mano.

—Hmmm.

La médium cerró los ojos y volvió a respirar. Mientras tanto, mi estómago


comenzó a gruñir como loco.

—Eres creativa y expresiva. Tu energía es brillante, cálida, efervescente y


espumosa.

Ojos cerrados, Skylar sonrió, y Jillian y yo intercambiamos un giro de ojos.


¿Cuántas veces hemos escuchado a las personas hablando sobre nuestra hermana
efervescente y reina de belleza? Menos mal que no estábamos pagando por esto.

—Valoras la armonía, la belleza, el placer, y disfrutas compartiendo tus


talentos con el mundo que te rodea. Vives la vida al máximo, a menudo sin
atención más allá del presente. Me estoy dando cuenta de que no eres buena con el
dinero.

Resoplé, y Skylar suspiró.

—Eso es verdad —admitió—. Pero estoy trabajando en ello.

—El amor romántico es muy fuerte influencia en tu vida en este momento, y


seguirá siéndolo. Su energía te rodea de manera casi protectora.

—Me voy a casar —dijo Skylar sin aliento—. Este otoño.

—¡Skylar! Se supone que no debes decirle eso. —Jillian levantó una mano—.
Se supone que debe adivinarlo.

Madame Psuka se rio entre dientes.

—Podría haberlo adivinado. Obviamente hay un vínculo muy fuerte entre


ellos.

—¿Algo más? —dijo con entusiasmo Skylar.

—Solo la sensación de calma. Creo que estás entrando en una nueva fase de tu
vida que será duradera, pacífica y feliz.
Skylar prácticamente flotó de regreso a su lugar en la alfombra.

—Tu turno, Nat.

Me escabullí frente a la médium y extendí mi mano.

—Una escéptica.

Madame Psuka me evaluó correctamente.

—Tal vez soy un poco escéptica —admití—. ¿Pero qué diablos? Estoy aquí.

Tomó mi mano y la sostuvo entre las suyas, cerrando los ojos e inhalando
profundamente. En unos segundos, sentí una especie de sensación de zumbido en
mi brazo, y fue más que un poco desconcertante. Mientras mis dos hermanas
habían cerrado los ojos durante sus lecturas, mantuve los míos abiertos.

—Eres organizada, planificadora, administradora. Eres dedicada e idealista. Lo


qué concibes en tu mente, puedes lograrlo porque eres práctica, talentosa y
dispuesta a trabajar. Sabes cómo hacer un trabajo. Pero puedes parecer terca porque
una vez que tomas una decisión, la sigues hasta el final, bien o mal.

—Guau —dijo Skylar sin aliento—. Eso es tan correcto.

Me erizó un poco. Seguir adelante no era ser terca; eso era tenacidad.

—Debes tener cuidado de no quedar demasiado atrapada en la rutina diaria, ya


que podrías perder oportunidades que... oh. Oh, Dios mío.

Madame Psuka frunció el ceño y apretó mi mano con más fuerza.

—¿Qué? —Mi corazón latió con algunos erráticos latidos—. ¿Que ves?

—Es... —murmuró algo en otro idioma, tal vez Polaco—. Es un caos total.
Como si toda tu vida estuviera al revés.

—¿Qué? —habló Jillian detrás de mí—. ¿Por qué?

Madam Psuka volvió la cabeza hacia un lado, con la frente fruncida.

—Por el hombre.

—Espera, ¿hombre en general? ¿Cómo la humanidad? —pregunté.

—No. Vun hombre.


—¿Vun hombre? —repitió Jillian. —¿Qué es eso?

—Un hombre —aclaré, aliviando la tensión entre mis omóplatos. Quiero decir,
duh. Era la inminente propuesta, por supuesto. Eso era mi novio de diez años.

—¿Su nombre es Dan? —soltó Skylar.

—No sé su nombre. —Ella abrió los ojos y me miró—. Y tú tampoco. Él es un


extraño.

Jillian chasqueó la lengua.

—Oh, eso es tan injusto. ¿Natalie se queda con el apuesto extraño?

—No. No seas ridícula. —Retiré mi mano de Madame Psuka y me puse de


pie—. Muchas gracias por las lecturas, pero deberíamos irnos ahora.

—Son muy bienvenidas. Espero que regresen otra vez.

Se levantó, al igual que mis hermanas.

Nos despedimos y volvimos a bajar las escaleras. Jillian melancólica, Skylar


soñadora, y yo determinada a no permitir que una falsa patraña arruinara mi
noche. ¿Un extraño iba a cambiar mi vida? ¿Qué demonios? ¡No había manera!
Trabajé demasiado duro para llegar a donde estaba, tenía todo lo que siempre había
querido delante de mí, y ningún extraño, guapo o no, iba a cambiar eso.

Aun así.

No pude parar de pensar.


CAPÍTULO 2

—Eso fue divertido —dijo Skaylar cuando estábamos sentadas en O’Malley’s


veinte minutos más tarde. Ella estaba en frente de Jillian y de mí, sentada con las
piernas cruzadas en el taburete.

—Eso fue absurdo. —Levanté mi agua y bebí, a pesar que estaba algo tentada a
pedir otro trago—. Ella realmente no sabe qué va a pasar con cualquiera de
nosotras.

—¡Ella podría! —discutió Jillian—. Parece como que adivinó todas las cosas
sobre nosotros.

Me giré hacia ella.

—Vamos, eres doctora. Tú crees en la ciencia, no en la magia.

—¿No puedo también creer en la magia? —preguntó con nostalgia—. También


me gusta. Ella realmente le dio en el blanco con todas nuestras personalidades.

—Tal vez —concedí—, pero sabía que tú eras la mayor, así pudo haber solo
arrojado mucho del hijo mayor en ti. Y ¿qué tan difícil es decir de esta Brillante
McCaraDestellante que ella es hermosa y feliz?

Brillante McCaraDestellante arrugó una servilleta y me la lanzó.

—Agua fiestas. Vamos, se supone que estamos celebrando esta noche.

Suspiré.

—Lo siento, lo siento. Tienes razón.

La camarera llegó y colocó tres platos llenos con tres gordas y jugosas
hamburguesas con queso y gruesas papas fritas cortadas a mano. Mi boca se hizo
agua.
—Estoy pensando en intentar hacer la dieta paleo este verano para perder algo
de peso para la boda —anunció Skylar esto justo antes de enterrarle el diente al
blanco pan de su hamburguesa.

—¡Ja! La seguirás menos de un día. —Jillian sirvió cátsup en su plato—.


Créeme. La intenté la semana pasada. No duré ni la mañana.

—¿Por qué necesitarías intentarla? —La miré con incredulidad—. No tienes ni


un gramo extra en ti.

Skylar y yo siempre estuvimos celosas del cuerpo delgado natural de Jillian.


Nadaba incontables kilómetros cada semana para mantener fuera los kilos extras de
mi pequeño y curvilíneo cuerpo.

—Para sentirme mejor. —Se encogió de hombros—. He escuchado a las


personas decir que se sienten increíbles en la dieta paleo, pero no es realista para
mí. Me gusta mucho el pan. Y la pasta. Y el vino.

—Sí, el vino podría ser un asunto para mí, trabajando para un viñedo y todo
eso. —Skylar bajó su hamburguesa y sumergió una papa frita en el charco de cátsup
de Jillian—. Tal vez lo repensaré. Entonces vamos a hablar sobre el guapo extraño
de Natalie. —Sus ojos se abrieron más con deleite—. ¿Quién podría ser?

—Ella no dijo que fuera un guapo extraño, solamente dijo que era un extraño.
—Me estiré para alcanzar la mostaza y serví un poco encima del pan superior—. Y
eso fue un cargamento de pura mierda.

—Tú no sabes eso. ¿Qué si no lo es? —Skylar agitó una papa hacia mí, una
gota de cátsup cayendo sobre la mesa—. Todo lo demás que dijo sobre ti dio en el
clavo.

Recoloqué el pan y le di una gran mordida, masticando lentamente mientras


reflexionaba sobre eso. ¿Fue cierto lo que dijo sobre mí? ¿Que una vez que tomo
una decisión la sigo hasta el final, ya sea esté bien o no? Y de todas formas, ¿no era
eso admirable? ¿Por qué era tan molesto ver más allá de tus metas? Estaba donde
me encontraba en la vida por determinación y trabajo duro. A los veintiséis años,
era una empresaria exitosa quien comenzó su propio pequeño negocio y lo
manejaba diariamente; una leal novia para mi primer amor; y una dueña de un
hogar gracias a las sabias inversiones y frugal vida.

Entonces ¿por qué eran tan inquietantes las palabras de Madam Psuka?

—Tal vez ‘al revés’ no sea algo malo —dije esperanzadoramente—. Tal vez
solo estén viniendo grandes cambios.
—Eso es verdad. —Asintió entusiastamente Jillian—. Ella no dijo que el caos
fuera malo o algo así. Y nadie puede sortear el caos como tú, Nat.

—Gracias.

Le di una sonrisa agradecida.

—Un buen caos puede inclusive ser divertido —intervino Skylar—. Como
comprometerte y planear una boda. O renovar tu nueva casa, eso va a ser un
proyecto enorme.

Fruncí el ceño hacia ella.

—No necesita tanta renovación, no realmente.

Los ojos de Skylar se entrecerraron.

—Natalie. Tienes un comedor pintado con esponja. No.

—Y el papel tapiz en la habitación de invitados es horrible —agregó Jillian—.


Perdona si soy entrometida.

—Y ese esténcil de hiedra en la cocina. —Skylar se estremeció.

—Eso no me molesta mucho. La habitación principal y el baño son perfectos.


Y no tengo dinero para rehacer todo de una sola vez, de todas formas.

—¿Qué sobre Dan? ¿No podría estar ayudando con esos gastos? Asumiendo
que se está mudando ahí —murmuró ella en voz baja.

—Él se mudará allí eventualmente. —Me encogí de hombros—. Pero primero


tiene que vender su condominio, y lo ha vuelto hipotecar para invertir en el puerto
deportivo. El dinero es escaso para él ahora mismo. Además, me gusta tener el
lugar para mí sola por un tiempo. Y me lo puedo permitir. Me siento bien por eso.

Skylar extendió su mano sobre su pecho.

—Está bien, pero por favor déjame ayudarte en esa cocina. Tiraremos ese papel
y lo pintaremos. No puedo manejar la hiedra.

Jillian se rio.

—También ayudaré, cuando pueda. Mis horas serán mucho mejores que antes.
Casi humano, creo.
—Bueno. Entonces puedes registrarte para ese lugar de citas en línea del que te
hablé.

Skylar le dirigió a Jillian una mirada de suficiencia antes de terminar su


hamburguesa.

Jillian suspiró, tomó su vaso de agua y volvió a dejarlo.

—¿Alguien lista para otra bebida?

—Sí —dijimos Skylar y yo al unísono. Pedimos copas de vino de Abelard


Vineyards, donde Skylar trabajaba y planeaba casarse, y brindamos por nuestros
éxitos una vez más.

—Por Skylar, que tu boda sea el evento más hermoso que haya visto esta
ciudad —dijo Jillian con la copa de cristal levantada.

—Por Jilly Bean, que tus futuros pacientes aprecien la suerte que tienen de
tener el mejor médico del mundo —dije, chocando mi copa contra la de ella.

—Por Natalie, que siempre abra la puerta de su nueva casa a guapos extraños.
—Los ojos de Skylar brillaron maliciosamente mientras tocaba su copa con las
nuestras—. A veces un poco de caos es algo bueno.

***

Unos días después, me estaba alistando para el trabajo cuando mi teléfono


vibró en el tocador del baño. Sorprendida, bajé la mirada mientras terminaba de
colocar la liga en mi coleta. Eran las cuatro de la mañana. ¿A quién conocía que
incluso estuviera levantado a esta hora?

Miles Haas llamando, se leía en la pantalla.

Parpadeé.

¿Miles Haas ya estaba levantado? Probablemente está de camino a su casa de un bar


o una fiesta o de la habitación de alguna chica quien piensa que él la llamará mañana.
Apuesto que me marcó borracho por error. Hizo eso la última vez que hablamos, hace
cerca de un año antes, pero no lo admitió hasta después de que pasamos cerca de
una hora al teléfono. Además ya iba tarde, estaba corta de personal hoy, y no hice
los muffins para la multitud de la cafetería y conseguir avanzar las ensaladas para el
almuerzo. La temporada de turistas estaba en pleno apogeo, y los comensales ayer
me desplumaron. No tenía tiempo para una charla matutina con Miles Haas.

Aun así, tomé su llamada. Siempre lo hice.


—¿Hola?

—¿Ya te casaste?

El descarado pero juguetón tono de su voz desbloqueo los veinte años de


valiosos recuerdos. La casa en el árbol, el charco de lodo, el algodón pegajoso,
recuerdos de veranos que pasé en la casa de verano de su familia en la península de
Old Mission, donde crecí.

Sonreí.

—No.

—Bueno. Ese tipo era un tonto. Él no te merecía.

—Todavía estamos juntos, Miles.

—¿Todavía? Jesús. Eso es aún peor.

Miles y Dan compartían una intensa aversión mutua, lo que nunca entendí, ya
que nunca hubo nada romántico entre Miles y yo.

Bueno, excepto por esa noche.

La casi noche.

—¿Entonces qué hay de nuevo? ¿Te has vuelto a emborrachar?

En el espejo, noté que mis mejillas se habían vuelto rosadas.

—Estoy perfectamente sobrio, gracias.

—¿Entonces por qué me llamas a las cuatro de la mañana?

—Estoy aburrido de la chica que me está haciendo sexo oral.

—Oh, Dios mío. —Cerré los ojos con fuerza—. Por favor, dime que en
realidad no hay una chica que te está haciendo sexo oral.

Eso no estaba totalmente fuera de discusión: Miles escribía en un blog


increíblemente popular llamado ‘Sexo y el Tipo Soltero’, así como artículos para
revistas para hombres, artículos con títulos como “¿Deberías follar a la hija del jefe?
Con diagrama de flujo” y “Sexo anal para principiantes: Guía de campo”.
Ocasionalmente escribía sobre temas distintos del sexo, pero su marca se basaba en
su despreocupada, inconformista vida de mujeriego. Y ese enfoque incluía muchos
acostones, sexo anal y mamadas.
—No, solamente te estoy molestando.

—Bien.

—Ella está atada en el sótano ahora.

—Oh Jesús.

—¿Vas a trabajar?

Suspiré.

—Sí. Ya debería estar allí.

—Estoy en el pueblo.

—¿Lo estás? —Me giré y me incliné sobre el tocador. No podía recordar la


última vez que había visto a Miles en persona, tal vez ¿dos años? Él se fue a la
universidad y escuela de graduados en algún lugar del este y luego se mudó con
mucha frecuencia, pero no había regresado aquí muy a menudo. La última vez que
hablamos, estaba viviendo en Detroit—. ¿En casa de tu familia?

—Sí. ¿Estás ocupada más tarde?

No lo había pensado por un segundo, hoy era jueves, lo que quería decir que
Dan tenía su liga de tenis después del trabajo y yo natación en el gimnasio, pero
después siempre nos encontrábamos para cenar. No nos habíamos visto realmente
mucho esta semana. ¿Podía cancelar una cita pre pactada, por Miles, sin causar
tensión?

—No estoy segura —contesté con evasivas—. ¿A qué hora?

—A la hora que sea.

—Déjame revisar algo. Te mandaré un mensaje de texto esta tarde.

—Bien. Tendré otra ronda aquí con Svetlana, y te veré en unas horas.

—¿Svetlana?

—Sí, ella es ucraniana, algún tipo de acróbata. No sé qué mierda está diciendo
la mitad del tiempo, pero maldición, ella es flexible. Tal vez te enviaré una foto.

—NO. —Lo ha hecho antes, y tuve que eliminar la foto rápidamente antes de
que Dan la descubriera—. No te atrevas. Estoy colgando.
Acabé la llamada y rápidamente terminé de arreglarme para el trabajo. En los
diez minutos hacia Coffee Darling, la pequeña cafetería que abrí hace tres años en
el centro, los recuerdos sobre esos veranos de “nosotros-contra-el-mundo” cuando
Miles y yo éramos cercanos. La propiedad de su familia bordeaba la granja de
cerezas de mi familia, y por tanto tiempo como puedo recordar esperaba con ansias
esas ocho semanas que pasábamos juntos mientras su familia estaba de visita desde
su hogar en las afueras de Chicago. Un hijo único, un año mayor que yo, pero
como cinco años menos maduro, y creciendo en una casa con solo hermanas, me
gustaba la idea de pasar el rato con un niño.

Y a diferencia de mi hermana Jillian que parecía gusano de biblioteca o de la


reina del desfile Skylar, no me gustaba nada más cuando era niña que correr afuera
y ensuciarme, trepar a los árboles, nadar en la piscina de su familia o en la bahía.
Como estudiantes de primaria, jugamos a piratas, espías o zombis. Como
preadolescentes, tuvimos carreras de natación y concursos de pesca y fuimos juntos
a la feria del condado, comiendo comida de carnaval pegajosa y montando Zipper o
Round Up hasta que estuviéramos enfermos y mareados. Y lo extraño fue que, tan
cercanos como éramos todos esos veranos, nunca hablamos durante el año escolar.
Pero cuando él llegaba a fines de junio para las vacaciones, era como si nunca
hubiéramos estado separados.

Las cosas cambiaron un poco el verano después de cumplir los dieciséis años,
cuando repentinamente era alto y de voz profunda, y su cuerpo adquirió las curvas
musculares y las líneas de un hombre adulto. Su rostro también cambió: era más
anguloso, más fuerte en la mandíbula y pómulos, y con boca más llena. “Miles es
tan guapo, ¿verdad?” comentaría mi madre. Yo pondría los ojos en blanco, porque
ella no era la única mujer que se había dado cuenta. De repente, Miles era el amor
platónico de todas las chicas, un papel que disfrutaba, enrollándose con cada chica
guapa con pulso, incluido un puñado de mis amigas.

Secretamente, estaba de acuerdo con mi madre: Miles era guapo, pero su ego
no necesitaba ningún impulso de mi parte. Cuando pasábamos el rato como
adolescentes, soporté su juvenil y sucio sentido del humor, y levanté la nariz ante su
coqueteo, haciéndole saber que no estaba impresionada. Luego me enamoré de
Dan, lo que Miles no entendía en absoluto; no solo pensaba que Dan era un
imbécil, sino que pensaba que las relaciones en general eran estúpidas y me decía
repetidamente que me estaba perdiendo toda la diversión.

Cuando me detuve detrás de la tienda y estacioné mi auto, recordé su último


verano aquí, después de graduarse de la preparatoria. Había estado de mal humor y
distante hacia el final, no como él mismo en absoluto. Cuando le pregunté, solo
dijo que tenía muchas cosas en la cabeza, con irse a la universidad en unas pocas
semanas.
Su última noche en el pueblo, vino a despedirse, y el recuerdo de esa caliente
noche húmeda regresó a mí con sorprendente claridad. Por varios segundos,
contuve mi aliento, recordando cómo vino a mi ventana en medio de la noche,
cómo el calor húmedo cubrió mi piel cuando salí a hablar con él, cómo el aire
crepitaba con la electricidad de una tormenta de verano que se acercaba. Habían
pasado nueve años, pero recordaba cada palabra que pronunció allí en la oscuridad,
aún podía escuchar el sonido grave y crudo de su voz, el trueno rodando
suavemente en la distancia. Nunca le dije a nadie sobre esa noche, ni Miles ni yo
hablamos de ello otra vez. No es que haya pasado algo...

Pero nosotros casi.

Nosotros casi.

Caminé alrededor de la cuadra hacia el frente de la tienda, y me detuve en seco


al ver a alguien apoyado contra la puerta. Mi corazón se aceleró de inmediato por
el miedo, la calle aún estaba oscura a estas horas de la mañana, y no estaba
acostumbrada a ver a nadie más que a los corredores ocasionales. Este era un
hombre con una sudadera con capucha y jeans.

—Ya era hora —dijo.

Yo conocía esa voz.

—¿Miles? ¿Qué diablos? —Mi mano sobre corazón, volví a caminar hacia él—.
Me asustaste hasta la muerte. Pensé que me estrangularías o algo así.

Se alejó de la puerta y se mantuvo de pie, con los pies separados, las manos en
los bolsillos.

—Oye, estoy dispuesto. Si te gusta ese tipo de cosas.

Rodé los ojos.

—Um, no.

Pero por un loco segundo, lo imaginé con sus manos alrededor del cuello de
una chica mientras la follaba. Apuesto a que lo ha hecho. Probablemente esté en esas cosas.
No me repugna ni nada, de hecho, de alguna manera me excitaba, pero Dan y yo
éramos bastante vainillas, y eso estaba bien. Él sabía cómo hacerme venir, al
menos. Los orgasmos eran orgasmos, ¿verdad?

No es que hubiera tenido uno en un tiempo. Uno que no fue auto inducido, de
todos modos.
Deja de pensar en los orgasmos.

Cuando llegué a Miles, me paré frente a él. Era alto y delgado, con el cabello
castaño que era corto en la parte posterior y los lados, un poco más largo y
desordenado en la parte superior. Aun juvenilmente guapo, llevaba gafas negras
con marcos gruesos y una sonrisa satisfecha.

—Llegas tarde.

—Sí, alguien me llamó a las cuatro de la mañana y me mantuvo hablando por


teléfono durante diez minutos.

—Qué idiota.

—Totalmente. —Sonreí, alcanzándolo—.Ven aquí, idiota.

Fue solo un abrazo, y significaba uno de esos abrazos de amigos donde solo tus
hombros se tocan, pero tan pronto como sus brazos me rodearon, me acercó para
que mis senos se presionaran contra su pecho y nuestros torsos se tocaran. Algo
revoloteó de nuevo dentro de mí, haciendo sonar una campana de advertencia en
mi cabeza.

Retrocede, está oscuro y él es lindo, y si alguien te ve abrazándose aquí de esta manera, la


noticia podría circular. Además, se siente un poco bien, y ¿cómo te sentirías al saber que Dan
abraza así a las mujeres y se entusiasma?

Lo solté y di un paso atrás, manoseando mis llaves. Por alguna razón, no pude
reconocer la correcta, a pesar de que había abierto esta tienda prácticamente todas
las mañanas durante los últimos tres años. Finalmente logré ponerla en mis dedos y
abrí la puerta.

—Entra. Prepararé un poco de café.

Después de cerrar la puerta de nuevo detrás de nosotros, encendí todas las


luces. Normalmente, no lo hacía hasta que se acercaba la hora de apertura, pero la
posibilidad de estar sola con Miles en la oscuridad o incluso en la penumbra me
hacía sentir un poco nerviosa. No habíamos estado solos en la oscuridad desde...

¿Qué demonios? Ya basta. Él es tu amigo. Sí, él es un coqueteo, pero coquetea con todo el
mundo.

No, ¡él tiene relaciones sexuales con todo el mundo! ¡Y escribe sobre ello!

Correcto. Miles Haas no era para mí.


Dan era para mí. El buen viejo y familiar Dan, el vendedor de botes. Tal vez no
era perfecto, pero era mío. Nuestras vidas estaban sincronizadas. Nuestras metas
para el futuro alineadas.

Vaya, eso suena muy poco sexy.

Frunciendo el ceño, pongo el café, precalenté los hornos y comencé a hacer la


mezcla para los panecillos de fresa en la cocina mientras Miles vagaba por la
cafetería. No era muy grande, podía sentar a ocho en la barra y dieciséis en las
pequeñas mesas alienadas en la pared opuesta. Larga y angosta, la cafetería estaba
en el lado derecho de una vieja tienda centenaria que fue dividida en dos. Mantuve
el viejo piso de madera y el alto techo, y por suerte para mí, el lugar era una
cafetería antes de que yo comprara el negocio, remodelado y revitalizado. La
carpintería y el revestimiento de madera estaban pintados de un verde grisáceo
suave, las paredes de arriba eran de un blanco cremoso, y la encimera, mi gran
derroche, era un magnífico mármol con vetas plateadas.

—Felicidades, Natalie. —Miles apareció en el arco abierto de la cocina y se


apoyó en ella—. Este es un lugar hermoso.

—Gracias. Estoy orgullosa de esto.

Vertí la masa en dos moldes para muffins. Olvidé lo azules que son sus ojos.

—Debes estarlo.

—Se útil y sirve un poco de café para nosotros, ¿eh? Entonces puedes volver a
sentarte aquí mientras preparo el menú del almuerzo.

—¿Lo cambias todos los días?

—No todos los días. Esto varía. —Metí la charola de panecillos en un horno y
saqué dos bandejas de rollos de canela sin hornear de la nevera. Normalmente tenía
un chef de repostería/gerente adjunto por las mañanas, pero él pidió un fin de
semana largo y se iba a ir hoy y mañana, así que me quedé ayer hasta tarde para
recuperar la masa y preparar los rollos para hornear—. Utilizo muchos productos
locales e ingredientes, así que cambio el menú según lo que esté en temporada y
disponible. En este momento es temporada de fresas. ¡Y ruibarbo! Estoy haciendo
un pastel de ruibarbo más tarde hoy. ¿Te gusta el ruibarbo?

—No lo sé. —Miles colocó una taza de café cerca de mí y se recostó contra el
mostrador, levantando los labios hacia la suya—. Pero me encanta comer pastel.
¿Puedo probar el tuyo?
Dejé de desenvolver la lámina de plástico de las bandejas y lo fulminé con la
mirada. Sobre el borde de su taza, sus ojos bailaban con alegría.

—Será mejor que estés hablando de ruibarbo o te estoy echando.

—Jesús. Tan sensible. —Tomó un sorbo de nuevo—. Me gustan las fotos en la


pared allí. ¿Los que tienen el texto superpuesto? ¿Esa es Skylar?

—Sí. Tomé esas.

Se detuvo con su café a medio camino de la boca.

—Cállate la boca. ¿Hiciste eso?

El orgullo me hizo sonreír.

—Sí. Estuve comprando con Skylar en este antiguo establo de antigüedades el


otoño pasado, y encontré esta vieja revista de mil novecientos treinta y ocho que
contenía todos estos consejos de citas para chicas, como ‘Por favor, adula a tu cita
al hablar sobre sus temas favoritos’ o ‘Nunca te sientes incómodamente o parezcas
aburrida en una cita, incluso si lo es’. Estábamos riendo. —Metí las dos bandejas de
rollos en el segundo horno y puse un temporizador—. Siempre me ha gustado
tomar fotos, y tuve la idea de que sería divertido crear una serie de fotos modernas
con una cita del consejo en la parte superior.

—Eso es correcto. Había olvidado cuanto te gusta tomar fotos. Solías hacernos
esas presentaciones de diapositivas. —Tomó otro sorbo de café—. Esas ahí son
geniales. ¿Las vendes?

—¿Venderlas? —Hice una mueca—. Nah. Es solo por diversión. Pero encontré
otro artículo de mil ochocientos noventa y cuatro con consejos para novias, y
quiero hacer otra serie. Es increíble lo que las personas les dijeron a las mujeres,
como ‘Las esposas inteligentes están en alerta por nuevos y mejores métodos para
negarse a sus amorosos esposos’.

Miles soltó una carcajada.

—Amorosos. Grandiosa palabra.

—Desearía tener un esposo para esa serie de fotos pero dudo que pueda hacer
que Sebastián lo haga.

—¿Quién es Sebastián?

—El prometido de Skylar. Se casan este otoño.


Él asintió.

—¿Entonces porque no se han amarrado tú y el siempre demasiado amoroso


Dan?

—Dan no es demasiado amoroso —dije a la defensiva.

Se suponía que fuera un cumplido para Dan, pero no salió así. Y me recordó de
nuevo sobre la ausencia de calor sexual en nuestra relación, de hecho, no hemos
tenido relaciones en dos meses. Pero este no era un hecho que quisiera compartir
con Miles.

—Ah. El fuego se extinguió, ¿eh?

Asintió conocedoramente y bebió de nuevo.

—No, hay un montón de fuego, no que sea de tu incumbencia. —Mi tono se


había vuelto cortante—. Solo quiero decir que las cosas están bien. Cómodas.

—¿Cómodas?

—Sí. Eso es lo que sucede cuando dos personas están comprometidas y juntas
por un largo tiempo, lo cual tú no sabrías.

—Llévame ahí —dijo fácilmente.

Pero yo estaba agitada.

—Mira, solo porque tú hagas de tu forma de vida escribir sobre tus locas
escapadas sexuales no quiere decir que la vida sexual de todos los demás sea
aburrida. —Con movimientos bruscos, comienzo a sacar ingredientes y a hacer la
ensalada de pollo al curry, golpeando cosas contra la encimera—. Dan y yo
tenemos un grandioso fuego, si realmente quieres saber.

—Bien.

—Caliente y explosivo fuego.

Dejé caer pesadamente el tazón para hacer la mezcla.

—Brillante.

Me giré hacia él y vi la expresión divertida en su rostro.

—¿Qué es tan gracioso?


—Nada. Estoy feliz por ti y tu fuego.

Colocando una mano en mi cadera, incliné la cabeza.

—¿Viniste aquí a las cinco de la mañana solo para divertirte a mis costillas?

—No. Pero no voy a mentir, es seguro que le agrega un extra.

—De todas formas, ¿qué estás haciendo en el pueblo? —Saqué un cuchillo del
bloque y comencé a picar las pechugas de pollo previamente marinadas—. ¿No hay
suficientes mujeres para atormentar en el área del metro de Detroit? O tal vez te has
cansado de ese suministro y ya estás en otra ciudad.

—Sigo en Detroit. Y no atormento a las mujeres. Las adoro.

—Varias a la vez, apuesto.

Él se encogió de hombros.

—Ocasionalmente. Pero oye, todas saben el trato. Es solo por diversión.

Habiendo estado solamente con Dan, no podía imaginarme cómo sería tener
sexo con personas al azar fuera de una relación, pero la vida sexual de Miles me
fascinaba de una manera un tanto aturdida.

—Sí, lo sé. He leído todo sobre esto.

Dejé un puñado de pollo en un tazón grande.

—¿Lees mis cosas?

Sonaba sorprendido.

Mi turno para encogerme de hombros.

—De vez en cuando. Me gustó especialmente el de ir a una mazmorra sexual


por tu cumpleaños.

—Ni siquiera tuve relaciones sexuales allí.

—Lo sé, pero tú... hiciste otras cosas. Cosas locas.

Negué con la cabeza mientras recordaba haber leído lo que le pidió a la


dominatriz que le hiciera. Me sorprendí mucho cuando leí su relato, y en secreto lo
releía una docena de veces. ¿Eso me hacía una pervertida?
—Fue un poco loco. Y un poco doloroso. —Se estremeció y ajustó la
entrepierna de sus pantalones—. Nunca ates las pelotas de alguien a un gancho en
la pared y luego te arrastres desnuda delante de él.

Resoplé.

—Por favor. Yo no hago esas cosas.

—¿Qué quieres decir con “esas cosas”? ¿Qué hay de malo en jugar un poco?

—Nada, si te gusta ese tipo de cosas.

Traté de sonar despectiva.

—Dios mío. Tan crítica.

—No te estoy juzgando, Miles, solo estoy diciendo que no estoy en las cosas
raras de la forma que tú lo estás.

—Apuesto a que te gustaría. Apuesto a que hay una pequeña pervertida en ti


que simplemente se muere por salir.

Mi estómago se revolvió.

—¿Qué? No seas ridículo. Soy una persona normal.

—La gente normal puede ser pervertida, Nat. Te lo estoy diciendo. Te lo estás
perdiendo. —Su voz se silenció—. Y apuesto a que una parte de ti, en el fondo,
tiene curiosidad. —Hizo una pausa, acercándose a mí, con un tono bajo y serio—.
Me gustaría llegar a esa parte profunda de ti.

Me quedé quieta, mi piel picaba con calor. ¿Qué demonios estaba pasando
aquí?

Se echó a reír.

—Deberías ver tu cara en este momento.

Juntando mis labios, me concentré en cortar pollo nuevamente, pero mi visión


se nubló por un momento y casi me rebano un dedo.

—Suficiente. Aún no me has dicho qué estás haciendo aquí.

Para mi alivio, se alejó y se apoyó contra el mostrador de nuevo.


—Estoy trabajando. Estoy escribiendo un artículo sobre el sexo en lugares
encantados, y recordé el viejo asilo cerca de aquí. Conduje ayer y me colé allí para
tomar algunas fotos anoche. Luego salí un poco para ver si aparecía algún
fantasma.

—Buscando un encuentro sexual sobrenatural, ¿eh?

—No necesariamente, pero eso sería genial. Me follaría totalmente a un


fantasma si ella fuera caliente.

Negando con la cabeza, saqué de la nevera un frasco de mayonesa casera al


curry y lo vertí sobre el pollo.

—Enfermo. Y ridículo.

—¿Qué, no crees en los fantasmas?

—No. Pero tuve una lectura psíquica hace unos días. —Mezclando la
mayonesa y el pollo con una cuchara grande de madera, negué con la cabeza al
recordar a nuestra ‘Noche de Salida de Hermanas’ alimentada con vodka—. De
Madame Psuka.

—¿Oh, sí? —Miles sonó interesado—. ¿Qué te dijo?

—Un montón de mierda sobre mi vida siendo puesta de cabeza por un extraño.
Un hombre.

—Tal vez sea yo.

Miles sonaba feliz sobre ello.

Puse mis ojos en blanco, dándole un codazo así podía alcanzar el dispensar de
emplayado del cajón.

—No eres tú. Ella dijo que era un extraño. Dijo que ni siquiera conozco su
nombre.

Él hizo una pausa.

—Te apuesto que no sabes mi nombre.

—¿Qué? —Me detuve de lo que estaba haciendo y levanté mi mirada hacia él,
perpleja—. Sí, lo sé. Es Miles… —Pero no pude pensar en su segundo nombre.
¿Qué demonios era esto?

Él negó con la cabeza.


—Miles es mi apellido. ¿Sabes cuál es mi primer nombre?

Jadeé.

—Espera. ¿Miles no es tu nombre?

—Nop. Es Edward.

Se veía presumido.

—¿Edward? —repetí, como si fuera el nombre más absurdo del universo—. No


te creo.

Bajando la taza de café, sacó su billetera de su bolsillo trasero y sacó su


licencia.

—Mira.

Y ahí estaba. Su nombre completo, dirección, y datos vitales justo enseguida de


su sonrisa boba. Negué con la cabeza. ¿Quién demonios sonríe en la foto de su
licencia de conducir?

Edward Miles Haas.

Ese es quien.
CAPÍTULO 3

Ella me miró como si nunca me hubiera visto antes. Mierda si no quisiera que
eso fuera verdad. Tal vez si nos reuniéramos por primera vez, diría las cosas
correctas o haría los movimientos correctos y ella olvidaría todo acerca del patán de
Dan y saldría conmigo esta noche. Desnudos.

No es que quisiera intercambiar nuestro pasado ni nada, amaba nuestra


amistad. Natalie era como mi libro favorito, que es Catch 22. Siempre está en mi
estantería, e incluso si paso más o menos un año sin leerlo, cada vez que lo recojo
me recuerda por qué me conecté tanto en primer lugar. Es inteligente, diferente y
siempre me hace reír.

—¿Se supone que debo llamarte Edward ahora?

Me dio una sonrisa divertida y volvió a su cosa de pollo, agregando especias,


sal y pimienta antes de darle otra vuelta.

—No. Ese es el nombre de mi padre, y realmente no quiero compartir nada


más que el ADN con él.

Ella asintió, entendiendo.

—¿Qué están haciendo tus padres?

—Lo habitual, desde el divorcio. Papá se fue por todo el mundo con la nueva
esposa y mamá medicándose para no tener que pensar demasiado en su vida, que
es casi lo mismo que hacía cuando estaban casados.

—Lo siento.

Me encogí de hombros.

—Eh, estoy acostumbrado a eso.

—¿Así que te quedas en la casa?


—Sí. Por lo general, mi madre pasa los veranos aquí, pero simplemente decidió
emprender un viaje espiritual al norte de California, que creo que es un código para
“Me estoy mimando tanto que necesitaré varios meses para recuperarme antes de
que alguien pueda verme”.

Natalie negó con la cabeza.

—No lo entiendo. Tu madre es tan hermosa.

—Ella no ve eso. Nunca lo ha hecho.

Se me ocurrió, mientras veía a Natalie trabajar, que también podría estar


hablando de ella. Creo que nunca se dio cuenta de lo hermosa que ella era. Ni
siquiera creo que yo me diera cuenta hasta ese último verano que pase aquí. Pero
para entonces ya era demasiado tarde, ella tenía un novio y yo estaba saliendo con
un par de chicas diferentes, y a “salir” me refiero a follarlas en la parte trasera de mi
auto o en su sótano o en una habitación en la fiesta de alguien cuyos padres estaban
fuera de la ciudad. Si no podía tenerla a ella, podría divertirme, ¿verdad?

Pero le dije algunas cosas bastante serias esa última noche antes de irme. ¿Ella
recordaba eso?

Natalie negó con la cabeza.

—Sí, algunas mujeres son así, nunca están satisfechas con su apariencia y
entran en pánico cada vez más a medida que envejecen, tratando de borrar cada
arruga y rellenando cada línea. —Se movió enérgicamente, cubriendo un enorme
tazón de ensalada de pollo con envoltura plástica y sacando varias bolsas de hojas
verdes de lechuga—. Espero no ser así.

—No veo que eso suceda. —Crucé los brazos—. Así que dime qué hay de
nuevo contigo.

Me sonrió, y mi pecho se apretó.

—Compré una casa.

—¿Lo hiciste? ¿Con el Patán de Dan?

Puso los ojos en blanco.

—No, gran idiota. Por mi cuenta. Una mujer puede tener propiedades en estos
días, ¿sabes?

—¿Ellas pueden?
Pisó ligeramente mi zapatilla antes de pasar al fregadero, donde comenzó a
enjuagar la lechuga.

—Sí.

—Bueno, felicidades. ¿Dónde está? Quiero verla.

—Está en la calle State. Necesita algo de trabajo, pero tiene una cerca de
madera —dijo alegremente, levantándose sobre los dedos de los pies—. Y
acogedoras habitaciones con alcoba, una enorme bañera con patas y un enorme
herbario en el patio trasero.

—Suena perfecto para ti.

Lástima que el Patán probablemente se mude. No podía creer que aún estuviera con
ese tipo. Era demasiado buena para él. Los celos se encendieron inesperadamente
en mis entrañas, una bola de fuego caliente. La cocina probablemente huele así cada
mañana, jodidamente increíble, como si estuvieran en el horno bollos pegajosos. Jaja, bollos
pegajosos. Podría darle sus bollos pegajosos. Oh, mierda. Me ajusté un poco en mis jeans.

Ella miró lo que yo estaba haciendo, y sus ojos se movieron rápidamente hacia
los míos.

—Agradable.

—Lo siento. De todos modos, estoy solo por unos días, así que tan pronto
como estés lista, avísame. No puedo esperar a verla.

—¿Unos días? —Cerró la llave del agua y se secó las manos—. Esto es un viaje
corto.

—Sí, solo quería chequear ese asilo y ponerme al día contigo.

Porque te he echado de menos. Has estado mucho en mi mente últimamente.

Pero no le diría eso. Claramente su vida transcurría exactamente como quería,


y lo último que quería hacer era joder nuestra amistad, que a veces se sentía como
la única constante en mi vida. Si solo ella no fuera tan caliente. Era distractor como
la mierda.

El temporizador sonó y sacó los muffins del horno. Estaban esponjados y


dorados, salpicados de canela y azúcar, olían a cielo. Mi boca se hizo agua.

—Oh Dios, se ven bien.


—Puedes tomar uno. Pero déjalos enfriar primero.

Unos minutos más tarde, llegó una empleada, una estudiante universitaria
llamada Hailey, y ambas entraron en modo de preparación. Me di cuenta de que
estaba en el camino de la cocina, así que fui a mi auto, saqué mi computadora
portátil y elegí una mesa en la parte de atrás para trabajar. Natalie tomó mi taza de
café, la volvió a llenar y dejó un plato con un panecillo y un bollo de canela, con el
glaseado goteando por los lados.

La miré, incapaz de resistir.

—Tengo muchas ganas de hacer una broma en este momento sobre el glaseado
de tus panecillos, pero me temo que me quitarás esto.

Sus ojos se estrecharon.

—Lo haré.

—¿Qué tal untar tu panecillo con mantequilla?

Volvió a poner la mano en el plato y le agarré la muñeca.

—¡No! Te prometo que seré bueno. Un perfecto caballero.

—Ja. Lo creeré cuando lo vea. ¿Me puedes devolver el brazo, por favor?

Miré mis dedos envueltos alrededor de su delgada muñeca y sentí que mi polla
volvía a cobrar vida. Dejándola ir, me senté y sonreí.

—Puedes tener lo que quieras.

Especialmente si está en mis pantalones.

Ella suspiró.

—¿Sabes lo que realmente quiero?

—¿Qué? Siéntate en mi regazo. Dime.

Me fulminó con la mirada.

—¿Tienes que ser tan coqueto? ¿Qué le pasó al caballero?

Se puso duro. Suspiré.

—Bien, una silla.


—No puedo sentarme en ningún lado. Esa es la cosa, realmente me gustaría un
día libre. Un día de no hacer nada más que relajarme. No he tenido uno de esos en
mucho tiempo.

—Así que toma uno.

—No puedo, tonto. No todos trabajan desde donde quieren. Tengo que estar
aquí todos los días; eso es lo que es ser dueño de un negocio.

—¿Abres todos los días?

—Durante el verano, sí.

—¿No puedes delegar? ¿Qué tal un gerente?

Se encogió de hombros.

—No es que sea buena para delegar, pero tengo un asistente de gerente. Sin
embargo, no puedo pagarle más horas ni responsabilidades en este momento.
Tengo un pago de la casa bastante grande. Y todavía estoy pagando los préstamos
que saqué para abrir este lugar.

—¿Qué es un préstamo?

Pareció confundida por un segundo y luego me dio una palmada en el hombro.

—Eres un niño rico. Tan fuera de contacto con el mundo real.

—Es broma, es broma. —Acerqué el plato y la miré—. Trabajo para vivir,


sabes. Pero, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte? ¿Necesitas un préstamo de mi
parte para pagar al banco?

—No. —Negó con la cabeza con vehemencia—. Gracias, pero para mí es un


motivo de orgullo que lo haga todo por mi cuenta.

—¿Amoroso Dan no está ayudando?

—No en este momento.

¿Era mi imaginación o apretó un poco la mandíbula antes de responder? Decidí


redirigir.

—¿Cuál es tu tasa de interés?

Se estremeció ligeramente.
—Está bien.

—Bueno, entonces, hay orgullo y hay ser terco.

Algo revoloteó en su rostro que no pude leer, ¿sorpresa? ¿Enfado? Sea lo que
sea, se fue un segundo después.

—Gracias, pero estoy bien.

—Como quieras. Estoy feliz de ayudar a un amigo necesitado.

—Lo recordaré. —Me dio unas palmaditas en la cabeza como las de un


cachorro—. Disfruta. Será mejor que vuelva al trabajo.

—¿Te importa si me quedo un rato? No quiero monopolizar esta mesa si la


necesitas, pero tengo algo que escribir.

Me dio una suave y dulce sonrisa como el algodón de azúcar que solíamos
compartir.

—Quédate el tiempo que quieras.

***

Un par de horas más tarde, pude ver por qué quería un día libre. Estaba por
todo el lugar, haciendo todo, desde preparar la comida hasta servirla, servir café o
llamar a las personas, y siempre tenía una sonrisa en el rostro. Tan ocupada como
estaba, se propuso saludar tanto a los clientes habituales como a los recién llegados,
y a menudo se detenía a conversar con personas que conocía o con alguien que
tenía alguna pregunta.

Terminé mi desayuno e intenté trabajar en la novela que estaba escribiendo,


pero estaba distraído y cansado. Solo ve a casa y duerme un poco. Has estado despierto
toda la puta noche. Pero casa, era una vacía y enorme casa, y aunque me gustaban
sus pisos crujientes y su porche envolvente y la vista del huerto de cerezos de los
Nixon al lado de la ventana de mi habitación, algo sobre estar solo me entristecía.
Me gustaba más aquí. Me gustaba el alegre humor con cafeína, el zumbido de la
conversación, Billie Holiday reproduciéndose en el fondo, el olor a muffins en el
horno y el café en la olla.

Además, Natalie estaba aquí, y si era sincero conmigo mismo, admitiría que la
verdadera razón por la vine a North fue para averiguar por qué no podía sacarla de
mi cabeza. No tenía sentido, no estaba buscando una relación, sabía que ella
todavía estaba con Dan y no tenía ninguna razón para creer que estaría interesada
en mí incluso si ninguna de esas cosas fuera cierta. Y sin embargo, durante meses
ahora, tal vez incluso el año pasado, la idea de ella simplemente no me
abandonaría. ¿Por qué demonios era eso?

Le dije que estaba investigando sobre sexo en lugares encantados, y eso era
bastante cierto. Pero el único fantasma en mi cabeza era ella.

Mencioné que me follaría a un fantasma, ¿verdad?


CAPÍTULO 4

Dan me llamó alrededor de las tres esa tarde.

—Hola, nena.

—Hola.

Exhalé y me senté en un taburete cerca de la encimera.

—¿Día difícil?

Me froté el músculo de una de mis pantorrillas.

—Solo largo. Ocupado, lo cual es bueno. Pero ya estamos cerrados, acabo de


cerrar la puerta.

—¿Cuáles son tus planes?

—Después de que termine aquí, lo cual me tomará probablemente un rato, ya


que tengo poca ayuda hoy, iba a ir a nadar. Tú tienes tenis esta noche, ¿verdad?

—Sí, y luego estamos planeando salir para comer una pizza y algunas cervezas
después de eso, ya que es la última noche de esta liga de encuentros. ¿Eso está bien?

—Está bien. —Y lo está, sin embargo como que esperaba algo de tiempo a
solas con él esta noche. No porque lo extrañase, sino francamente estaba un poco
agitada con la tensión sexual. Una buena follada sonaba malditamente bien. ¿Él no
se sentía de la misma forma?—. Pero me gustaría verte esta noche. Tal vez
podamos vernos más tarde.

—No estoy seguro que tan tarde me quedaré.

—Oh. —Maldición. Si fuera el tipo de chica que tuviera juguetes sexuales, los
sacaría esta noche. Al menos no me tenía que sentir mal por ver a Miles… pero le
debo decir a Dan sobre ello. Cruzando mis dedos para no causar una pelea, dije—:
Mi viejo amigo Miles Haas está en el pueblo. ¿Lo recuerdas?

—¿Quién?

—Miles Haas.

—¿El maniático sexual?

Puse mis ojos en blanco.

—No es un maniático, es un escritor. Para un blog de…

—Sé quién es. Todavía no puedo creer que ese imbécil sin importancia consiga
todas esas chicas. Él debe estar mintiendo, o haciendo mierda.

Dan sonaba enojado por ello.

—No tengo idea. Tal vez ambos.

Lo dudaba, pero no tenía ganas de discutir.

—¿Entonces cuál es el asunto? ¿Te estás encontrando con él?

—Tal vez.

—¿Dónde?

—No tenemos planes todavía. —Respiro profundo—. ¿Tienes problemas con


que lo vea?

Una pausa.

—No.

—Solo somos amigos. Eso es lo que siempre hemos sido.

—Lo sé. —Su voz se suavizó—. Tú nunca estarías interesada en un tipo como
ese.

—¿Un tipo como cómo cuál?

—Una persona sórdida, lujuriosa.

—Él no es así. Solo es un tipo teniendo un buen momento y escribiendo sobre


ello.
—Mientras no esté teniendo un buen momento contigo, no me importa lo que
él haga.

Sonreí.

—Me aseguraré de que pasemos un momento terrible. Probablemente solo


vayamos a cenar o algo así. Ponernos un poco al día.

—Muy bien. Te veré mañana en la noche. Tenemos reservaciones a las ocho,


¿verdad?

—Sí. Skylar las hizo. Diviértete esta noche. Te amo —agregué, odiando cuan
rutinario se escuchó. También me siento algo rutinaria.

Él colgó la llamada sin otra palabra.

Skylar tenía razón. Somos aburridos.

¿Pero qué puedo hacer sobre eso? La verdad era, que ambos teníamos cosas
que queríamos hacer esta noche más que vernos el uno al otro, y sucede muy a
menudo, últimamente.

O bueno. Me preocuparé por ello mañana. Esta noche solo me divertiré con un
viejo amigo.

Me quedo ahí sentada un minuto más, dándome cuenta de que no le dije a Dan
que Miles estuvo aquí esta mañana en la cafetería cuando llegué, o que se quedó
hasta medio día. No sé por qué no lo hice; no es como si nada hubiera sucedido.
No nos besamos. Ni siquiera estuvimos a punto de hacerlo.

No fue a propósito. Solo se te olvidó mencionarlo, dijo una dulce vocecita en mi


cabeza.

Pero muy en el fondo, sabía que no era verdad.

***

Cuando terminé de preparar la comida para el día siguiente y cerrar la


cafetería, me senté de nuevo en la encimera y le llamé a Miles.

—Hola.

—Hola.

Se escuchaba adormilado.
—¿Te desperté?

Me lo imaginé, cabello despeinado y torso desnudo, buscando sus lentes en la


mesa de noche.

¿Qué? ¿Qué estás haciendo? Deja de… ¡ponle algo de ropa en este instante!

—Sí —dijo él, aclarando su garganta—, pero me alegra que llamaras. Acabo de
tener un sueño sobre ti.

Cerré mis ojos de golpe, mi mente inmediatamente quitándole los pantalones.

—Estábamos en tu cafetería, y yo estaba comiendo un bagel.

—¿Un bagel? —Aliviada de que no fuera un sueño sexual, sonreí—. No


tenemos de esos aquí.

Espera, ¿había algo sexual sobre un bagel?

—Sí, un bagel, y querías tomarme una foto pero no podías encontrar tu


cámara. Y luego te convertiste en un oso.

Suelto una carcajada.

—¿Un oso? ¿En serio? ¿No un conejito o gato o algo dulce y tierno?

—Nop. Un gran viejo oso.

—¿Y luego qué?

—Luego me llamaste.

—Te salvé del oso que era.

—Sí. —Hizo un sonido como si se estuviera estirando, y mi mente se desvió


hacia un territorio peligroso—. ¿Entonces qué hay de nuevo?

—Bueno, iba a ir a nadar y luego ver si querías que nos reunamos.

—¿Oh si? ¿Dónde nadas?

—En el gimnasio.

—Ven aquí y nada.

Yo dudé.
—¿En tu casa?

—Sí. Tenemos una piscina aquí, ¿recuerdas? ¿En el que pateé repetidamente tu
lamentable culo campeona del estado?

—¡Ja! ¡Nunca!

—Entonces me debes otra oportunidad. Ven a ver si he estado practicando.

Por un momento, lo consideré. Sería divertido, y la piscina detrás de la casa de


la familia Haas era hermosa. Pero simplemente no se sentía bien, ir a nadar sola
con Miles por la noche. Aparte de la casi noche, nunca había tenido la tentación de
engañar a Dan, pero había una especie de chispa entre Miles y yo que me
preocupaba que se podía encender si estuviéramos solos y cerca, especialmente de
la forma en que me sentía hoy. Mejor evitar la situación por completo.

—No lo creo, Miles. Simplemente correré al gimnasio, haré mis vueltas y nos
veremos más tarde. ¿De acuerdo?

—¿Asustada de que seré muy tentador en mi traje de baño?

Me reí.

—Sí. Eso es.

—Lo sabía. Además, todavía no hay agua en la piscina.

—¡Miles! ¿Qué ibas a hacer si dijera que sí y apareciera en mi traje de baño?

—Tratar de sacarte de él.

Suspiré, negando con la cabeza.

—Te veré a las siete y media. ¿Jolly Pumpkin?

—Suena bien.

***

Miles estaba sentado en la barra cuando entré en el restaurante, un poco tarde


porque había ido y venido muchas veces sobre que ponerme de ropa. Quería verme
linda pero casual, no demasiado sexy pero no demasiado recatada. Eventualmente
me decidí por unos jeans y una blusa sin mangas. Skylar probablemente habría
agregado un collar o algo para verme más intentando-pero-no-intentando, pero no
tenía tiempo para buscar el accesorio perfecto, no que lo reconocería. Las flores
coloridas en la parte superior de mi brazo era normalmente el adorno suficiente
para mí de todas formas. Usé un par de sandalias dorado brillante que Jillian me
regaló por mi cumpleaños el mes pasado, pero solo porque eran planas y sabía que
podía caminar rápido con ellas.

—Hola. —Me senté en el asiento junto a él, un poco sin aliento por andar
acelerada—. Lo siento, llego tarde.

—Estás bien, acabo de llegar. —Se estiró y despeinó mi cabello, el cual es largo
hasta la altura de los hombros y seguía húmedo por la ducha—. ¿Cómo te fue con
el nado?

—Bien. —Coloco mi bolso cerca de mis pies—. ¿Cómo estuvo tu tarde?

—Excelente. Dormí un poco más y luego fui a correr.

El cantinero colocó un tarro de cerveza en frente de Miles.

—¿Qué te puedo conseguir? —me preguntó.

—Lo mismo.

Hice señas hacia la bebida de Miles.

—¿Un Bam Bière? Lo tienes.

—¿Puedo conseguir unos nachos con puerco? —preguntó Miles, mirando el


menú—. Y las papas fritas truffle.

—Seguro. —El cantinero me miró—. ¿Están compartiendo? ¿O te gustaría algo


más?

—Um…

Miré a Miles.

—Siempre compartiré mi puerco contigo, Natalie —dijo con ternura—. Incluso


te dejaré que lo jales.

Suspiré y miré al cantinero.

—Compartiré con él.

—¿Eso es nuevo? —Miles recorrió las puntas de sus dedos sobre mi tatuaje, y la
forma en que el efecto de su toque se sintió entre mis piernas me hizo retorcerme en
mi silla—. Es hermoso.
—No es muy nuevo. Lo conseguí el año pasado, cuando cumplí veinticinco.
Un regalo para mí misma. —Me encogí de hombros, intentando ignorar la forma
en que mis partes muy femeninas estaban estremeciéndose—. Siempre lo quise y
finalmente reuní el valor para hacerlo.

—¿De que estabas nerviosa? ¿El dolor?

Me encogí de un hombro.

—Vamos, me conoces bien. Supongo que solo el compromiso. Es permanente,


después de todo. Los tatuajes no deberían ser tomados a la ligera.

Las cejas de Miles se alzaron.

—Bueno, para estar nerviosa, no te retuviste. ¿Cuántas sesiones tomó hacerlo?

—Varias. Me imaginé que si lo iba a hacer, lo iba a hacer por completo. —


Incliné mi cabeza—. Ahora soy así en muchas cosas, en realidad.

—¿Le gusta a Dan? —dijo casualmente mientras levantaba su cerveza, pero


sonó un poco con reto.

¿Debería admitir que Dan no estaba muy emocionado con los tatuajes y era
una razón por la que esperé tanto tiempo para conseguir el mío?

—Sí —digo cuidadosamente—. Solo no le gustan mucho los tatuajes en


general.

Miles asintió.

—¿Crees que conseguirás otro?

—No sé. Tal vez. ¿Qué tal tú?

Miles consiguió su primer tatuaje cuando tenía dieciocho, probablemente para


molestar a su madre, pero ha agregado una gran cantidad de tinta después de eso.
Su brazo izquierdo estaba casi cubierto. Me pregunté si tenía algo sobre su pecho o
espalda y sentí la calidez inundar entre mis piernas. Así que las crucé. Apretadas.

—Tal vez. Si siento ganas de hacerlo. Como dijiste, es un compromiso. —Bajó


su tarro—. Probablemente el único tipo de compromiso al cual me comprometeré.

Lo codeé.

—Probablemente.
Durante un par de cervezas cada uno, los nachos, las papas fritas y más tarde
una pizza de setas, contamos las noticias familiares, nos reímos de los recuerdos de
la infancia y algunos de los artículos que había escrito, y hablamos sobre nuestros
trabajos, nuestros regímenes de entrenamiento, y nuestros planes para el verano.
Me contó sobre el libro que estaba escribiendo, y me puse a hablar sobre la nueva
casa. Era tan fácil estar con Miles como siempre lo fue, y pasamos de un lado a otro
entre temas serios y bromeando.

De lo que no hablamos fue de Dan. No es como si estuviera evitando el tema, y


mencioné su nombre una o dos veces, pero Miles nunca me preguntó
específicamente sobre él, ni sobre la relación, ni me ofreció ningún detalle sobre su
propia vida amorosa. Pero yo tenía curiosidad.

—Entonces, ¿estás saliendo con alguien?

Recogí un tercer trozo de pizza, jurando internamente que sería el último.

Tragó el bocado que masticaba.

—Define salir.

—Solo ustedes dos. Pasas por ella o ella te recoge o te encuentras en algún
lugar, como una película, un bar o un restaurante.

—Suena bien hasta ahora —dijo vacilante, frunciendo el ceño.

Sonreí.

—Y luego haces esto repetidamente, como varias veces a la semana.

—¿Con la misma persona?

—Sí.

—Hmm. —Se ajustó las gafas—. Me perdiste allí.

Le di una palmada en el brazo. Me gustó la camisa que llevaba: azul oscuro,


manga corta, cuello y ribete blanco. Tenía un bolsillo azul claro en el pecho con un
pequeño logotipo de pingüino. Me gustó la forma en que olía también. Era colonia,
pero no era demasiado poderosa. O tal vez era su producto para el cabello o algo
así. Parecía el tipo de persona que lo usaría en el esfuerzo de parecer que no lo hizo.

—Eres terrible. ¿No te preocupa que algún día acabes siendo viejo, calvo y
solo?
—Creo que me vería bien calvo, en realidad. Tengo un cráneo con una forma
muy bonita.

Tomó otro bocado de pizza.

Negué con la cabeza.

—¿Qué pasa con una familia? ¿Nunca quieres una esposa e hijos?

A la luz de lo atractivo que lo encontraba esta noche, pensé que podría ser útil
recordarme lo diferentes que éramos, cómo no queríamos las mismas cosas en la
vida. No es que estuviera poniendo ningún valor en todo el asunto de Madam
Psuka, sino solo para tranquilizarme... porque me estaba divirtiendo un poco, y él
se veía demasiado bien para mí. Sentado un poco demasiado cerca.

—¿Una esposa e hijos? Mi papá dice que esas cosas son costosas —dijo él con
la boca llena—. ¿Y toda la cosa de amar completamente a alguien y para siempre?
No creo que sea para mí. Soy demasiado egocentrista. No suena divertido.

Ahí. ¿Ves? Él es egocéntrico. Todo lo que quiere es divertirse. Así que mantén tus
pantalones puestos. Suspiré dramáticamente, alcanzando mi cerveza.

—Bien. Me rindo. Quédate solo para siempre.

Se pasó lo que tenía en la boca.

—Oye, no dijiste que tú serías la esposa. Podría cambiar mi respuesta si ese


fuera el caso. Porque tus bollos son increíbles. ¿Y tú muffin? Espectacular.

Bajando mi tarro vacío, lo miré con una ceja alzada.

—¿Te casarías con una chica por sus bollos, eh?

Él alzó una mano.

—No todos los bollos merecen la pena del matrimonio, Natalie. Los tuyos sí.

Me reí, las dos cervezas habían hecho que me sintiera cálida y hormigueante.

—Mis bollos no están disponibles para ti.

—Lo sé. Tus bollos nunca han estado disponibles para mí. Es realmente
injusto.

—¿Qué es?
—Muy pronto tus bollos van a estar permanentemente fuera del mercado y
nunca tuve la oportunidad de glasearlos.

Levanto una mano.

—Por favor. Tú has estado muy ocupado glaseando otros bollos cada verano
que pasamos el tiempo. No te veías solitario. Todavía no lo haces, para lo que
importa.

Él colocó la palma de su mano sobre su corazón.

—Mi soledad es interior, Natalie. No puedes verlo, pero cada mañana muero
un poco, sabiendo que tus bollos están en el plato de otro hombre.

—Oh Dios mío. —Pongo mis ojos en blanco, dándole un golpe sobre su
hombro—. Suficiente. Te diré qué. Consigue una novia, y le daré la receta.

—No quiero una novia.

—Por supuesto no. ¿Entonces qué quieres?

Él me miró, y una sensación de escalofrío recorrió mi columna vertebral


inesperadamente.

Tú.

Juro por Dios, pensé que iba a decirlo, y todo mi cuerpo se apoderó de pánico.
Y deseo. Y confusión. Y necesidad. Pero en lugar de responder a la pregunta, tomó
su cerveza y la terminó.

—Quiero otra cerveza. ¿Tú?

—Um, agua para mí por favor. O no podré conducir a casa. —De repente me
sentí un poco mareada—. Vuelvo enseguida. Tengo que ir al baño.

Mis piernas se tambalearon mientras me dirigía al baño de damas. ¿Qué


demonios estaba mal conmigo? ¿Por qué estaba actuando así? No quería a Miles.
Yo quería a Dan. D-A-N Dan, ¿verdad? Seguí recordándome eso mientras utilizaba
el baño, me lavaba las manos y me miraba fijamente al espejo sobre el lavabo. No
eres una infiel.

Y no lo era. No es que nunca haya encontrado atractivas a otras personas, pero


como Skylar siempre bromeaba, obtuve el gen de la monogamia. Disfruté de estar
en una relación, y nunca me sentí sofocada por ello.
Es solo que Miles me estaba haciendo algo.

Tengo que salir de aquí.

Mientras caminaba de regreso a la barra, una bonita cantinera femenina estaba


inclinada sobre la barra charlando con Miles, y él claramente estaba encendiendo
su encanto, a juzgar por la sonrisa en el rostro de ella. Los celos me dieron patadas
en las entrañas. No solo de la forma en la que él la miraba, sino de su libertad para
escribir su número en el portavasos y deslizarlo hacia él. Él la llamaría, ¿no?
Cualquiera lo haría. Ella tenía cabello rubio muy largo, grandes pechos y una gran
sonrisa. Una muñeca Barbie. Tal vez incluso se reuniría con ella esta noche. Tal
vez follen en la casa de sus padres, en su antigua habitación. Había dormido en una
de esas camas cuando teníamos siete u ocho años. Nuestra única pijamada. ¿La
follaría en mi cama? ¿Y presumir de lo maravilloso que fue mañana?

Estaba irracionalmente enojada cuando llegué a mi silla. Enojada con él,


enojada con ella, y enojada conmigo misma. Incluso estaba enojada con Dan por
salir con los chicos esta noche. ¿Por qué no me quería como solía hacerlo? ¿Por qué
nuestra relación era tan aburrida? ¿Y por qué estaba aquí coqueteando con Miles,
envidiando a la cantinera que probablemente embestiría sin corazón más tarde? Yo
no quería eso. ¡Quería que me embistieran con corazón! Y lo quería esta noche.

—Ahí está ella. —Miles se volvió hacia mí—. Acabo de decirle a Jamie aquí
sobre Coffee Darling. Ella es nueva en la ciudad.

Jamie me dio una sonrisa amistosa, lo que me hizo sentir aún peor por odiarla.

—¿Puedo conseguirte algo además del agua, cariño?

—No, gracias.

—Oh, vamos. —Miles pasó un brazo alrededor de mi cuello, me acercó y me


frotó los nudillos en la cabeza—. No nos vemos lo suficiente, así que debes
emborracharte conmigo. No tienes que conducir. Te dejaré. O mejor aún, pasas la
noche en mi casa. Dame una noche para convencerte de que dejes a ese imbécil y
huyas conmigo.

—Déjalo. —Lo empujé y corrí mis manos sobre mi cabello—. Estás loco.

—Ella no me quiere —dijo Miles tristemente, su expresión cabizbaja—. Ella


nunca lo ha hecho.

Jamie se rio.

—Entonces tal vez ella es la loca.


Él se sentó más derecho.

—También lo creo. ¿Entones que estás haciendo tú más tarde?

—Oh, Señor. —Saqué mi cartera de mi bolsa—. ¿Sabes qué? Parece que ya es


tarde, y me levanto temprano. ¿Cuánto te debo?

Jamie despareció para servirle la cerveza a Miles, y él puso una mano en mi


brazo.

—Oye, estaba bromeando con ella, Nat. No te vayas.

—No es eso. Realmente necesito ir a la cama. —Evadí mirarlo, porque sabía


que probablemente me convencería de quedarme, y era demasiado peligroso. Él era
demasiado tentador. Necesitaba ir a tener sexo con Dan, recordarme a mí misma
que lo que teníamos era real, amoroso, y bueno.

Lo era, ¿verdad?

—Está bien. —Retiró su mano—. Guarda tu dinero. Me aguantaste todo el día.


Esto corre por mi cuenta.

—Gracias. —Guardé mi cartera en mi bolso y me lo puse sobre mi hombro


mientras me levanté. Mirando a Jamie agregué—: Ella es caliente. Parece que te
divertirás esta noche.

Él se encogió de hombros.

—Eh, ella no es Natalie Nixon.

Mi rostro se calentó, y negué con la cabeza.

—Eres tan coqueto.

—Lo sé. Y me encanta la forma en que te molesta. Espera, te acompaño. —Le


hizo señas a Jamie que regresaría y puso su tarjeta de crédito en la barra antes de
seguirme a la salida. Rodeándome, me abrió la puerta y me permitió pasar
primero—. ¿Dónde estás estacionada?

—Al final de la calle.

Él caminó junto a mí, sus manos en sus bolsillos.

—No me crees, ¿verdad?

—¿Sobre qué?
—Que pienso que eres más hermosa que la cantinera.

Resoplé.

—No.

Él no dijo nada hasta que llegamos a mi auto.

—¿Recuerdas lo que te dije la noche antes de que me fuera a la universidad?

Todavía estaba cálido, pero un escalofrío me recorrió mientras desbloqueaba la


puerta. No me hagas esto, Miles. No aquí en la oscuridad con nadie alrededor. Me estás
confundiendo.

—No —mentí—. ¿Qué era?

—¿Realmente no lo recuerdas?

Me reí nerviosamente.

—¿Debería?

Él hizo una pausa mientras abrí la puerta y me paré detrás de esta.

—No. Olvídalo. Conduce con cuidado.

Deslizándome detrás del volante sin abrazarlo para desearle una buena noche,
dejé caer mi bolso en el asiento del pasajero y le di una sonrisa brillante.

—Lo haré. Diviértete esta noche.

Encendí el motor y cerré la puerta, levantando una mano para decirle adiós.
Entonces se quedó ahí de pie mientras me alejé, viéndose más triste de lo que él
tenía el derecho.

Bueno, tal vez tenía el derecho. Lo que me dijo esa noche, la casi noche, era
inolvidable.
LA CASI NOCHE

Estaba caliente, el agosto más caluroso que habíamos tenido en años. Y el calor
era malo, del tipo que te hacía sentir exhausto todo el día pero que se negaba a
dejarte dormir por la noche. No sé cuánto tiempo estuve debajo de su ventana,
jugando con las piedras en mi mano, sudando mis pelotas y discutiendo conmigo
mismo. ¿Debería decírselo o no?

Sí. Merece saberlo.

No. No es asunto tuyo.

Todo el verano había escuchado a Natalie hablar de Dan, un imbécil de pecho


ancho y cabeza vacía al que vi besándose con otra chica en su auto en la maldita
gasolinera hace dos semanas. Y supe que era él por su estúpida matrícula que se
leía DAN 32 por su número de jugador de fútbol. ¿Por qué carajo no golpeé la
ventana y le di un puñetazo en el rostro a ese bastardo? No tengo ni idea. Y
tampoco le dije nada a Natalie, aunque me volvió loco ocultárselo. Pero no era
como si estuviera enamorado de ella o algo así. ¿Qué demonios sabía yo sobre el
amor? Tenía dieciocho años, por el amor de Dios. Me encantaba el sexo, las
mamadas y los nachos.

Pero ella me importaba. Y ella podría tener algo mejor. Me mataba pensar en la
forma en que él traicionó su confianza. Pensé que las relaciones eran la peor idea de
todas, pero si ibas a estar en una, deberías estar en ella y no andar por ahí.
Especialmente con una chica como Natalie.

Mierda, es sofocante. Necesito hacer esto o irme a casa.

Impulsivamente, lancé la primera piedra, y luego la segunda. Ella apareció en


la ventana un momento después y la abrió.

—¿Qué estás haciendo? —susurró.

—Baja.
Esta no era la clase de conversación que se tenía a través de una ventana.

—Está bien.

Cerró la ventana y desapareció de la vista. Me encantaba que ni siquiera se


preguntara por qué quería hablar con ella en medio de la noche. Solo dijo que
estaba de acuerdo y confiaba en que había una buena razón. Esta era una buena
razón, ¿no? ¿La verdad?

Pero entonces salió de la casa y cruzó de puntillas la terraza hacia mí, y mi


pecho se apretó. Llevaba pantalones cortos y una camiseta blanca que mostraba sus
brazos de nadadora y la parte superior de sus pechos. Los había mirado mucho este
verano cuando esperaba que no me mirara y me entusiasmaba cada día pensando
en ellos. Su trasero, también. Tenía el trasero más increíble que te puedas imaginar,
y en mis fantasías más locas de masturbación ella me dejaba que me ocupara de
todo eso. A veces me sentía culpable pensando así en mi amiga, pero no lo
suficiente como para parar.

—Hola —dijo en voz baja. Incluso en la oscuridad, podía ver la preocupación


en su rostro.

—Hola.

—Dios, este calor. —Alcanzó detrás de su cuello y se apiló el cabello en la


cabeza. Mi polla saltó a la vida. Ella no tenía ni idea de lo sexy que era—. ¿Qué
pasa? —preguntó—. ¿Estás bien?

Por un largo momento, la miré fijamente. Un extraño hueco se formó en mi


pecho, creando un dolor que nunca antes había experimentado y que no podía
nombrar. O tal vez no lo nombraría. Pero una cosa era cierta: no podía lastimarla.
La verdad no era una razón suficiente.

—Sí. Solo quería despedirme.

—¡Adiós! —Dejó caer los brazos—. Pero no te irás hasta la semana que viene.

—Cambié de opinión. Me voy por la mañana.

Hasta ese momento, no había planeado irme antes en absoluto. Pero estar aquí
con ella, ver lo perfecta que era y saber que se estaba entregando a ese imbécil era
demasiado. Me dijo que el sexo con él era “hermoso” y “rápido” y yo no podía
decidir si reír o vomitar.

—¿Por qué te vas tan pronto? —preguntó.


—No lo sé. Listo para salir de aquí, supongo. —Miré hacia la entrada—. Vi el
auto de Dan aquí antes. ¿Vuelven a estar juntos?

—Sí.

Mis manos se enroscaron en puños dentro de mis bolsillos.

—¿Por qué?

—¿Cómo que por qué? Porque queremos estar juntos. No deberíamos haber
roto en primer lugar. Solo eran rumores. Solo estaba siendo celosa y estúpida.

Jesús. ¿Ella pensaba que era su culpa? ¿Cómo puede ser tan inteligente y tan
estúpida a la vez?

—Sí, iba a decírtelo.

Exasperada, puso sus manos sobre mi pecho y me empujó hacia atrás, y yo


sonreí ante su debilidad.

—Bromeo, bromeo. Sabes que nunca pensaría eso de ti.

—No, no lo sé. —Puso sus manos en sus caderas—. Me dices esas cosas todo el
tiempo.

—Eso es solo porque tus reacciones son divertidas. Me encanta hacerte enojar.

Eso era cierto, pero ahora mismo también se sentía seguro. Su cuerpo se veía
demasiado bien para mí en este momento, y mis pantalones cortos estaban
demasiado apretados en la entrepierna.

—¿Esto es lo que tenías que decirme antes de irte? ¿Lo que realmente sientes
por mí?

Oh, Jesús. Volví a meter las manos en los bolsillos y traté de ajustarme.

—Lo que siento por ti. No quieres saber eso.

Lo dije en broma, ya que en ese momento estaba lidiando con una erección no
cooperativa, pero el rostro de Natalie era serio.

—Sí, así es. Dímelo.

Oh, joder. ¿Qué era lo correcto de decir aquí? ¿Lo que no arruinaría nuestra
amistad para siempre?
Decidí ir con una verdad, aunque no sea la verdad.

—Creo que Dan es el bastardo más afortunado de este planeta, y mejor que se
dé cuenta de lo que tiene y te trate bien.

—Eso es lo que piensas de Dan. —Sus ojos me desafiaron a responder de


manera diferente—. ¿Qué piensas de mí?

Un trueno retumbó sobre nosotros, y la lluvia empezaría en cualquier


momento. El aire estaba caliente y pesado.

A la mierda. Voy a ser honesto.

—Creo que eres la chica más hermosa que he conocido. Creo que nunca nadie
será lo suficientemente bueno para ti, y menos yo, pero todo lo que quiero hacer
ahora mismo es besarte. Bueno, eso no es todo lo que quiero hacer. Pero es un
comienzo.

Jadeó y se quedó perfectamente quieta. Y entonces sucedió lo más asombroso.


Se balanceó hacia delante, levantando sus labios hacia mí como si realmente
quisiera que lo hiciera. Mis manos apretadas y mis músculos estomacales
contraídos. Dios, si fuera cualquier otra chica, ya la habría agarrado y tirado
encima de mí en la hierba, con o sin tormenta inminente. Pero no era ninguna otra
chica, era Natalie, y sabía que se arrepentiría de esto. Tenía que hacer lo correcto.

—Pero no puedo.

Arranqué los ojos de esa boca esperando.

—¿Uh? Quiero decir, no. No puedes.

Nerviosa, se alejó de mí, sus manos entrelazadas enfrente de ella.

El trueno retumbó de nuevo; la tormenta se acercaba.

—Deberías entrar —le dije. Cuanto más tiempo estuviéramos aquí así, menos
me importaba hacer lo correcto.

—Está bien.

Pero no se fue. Se arrojó hacia mí, con sus brazos alrededor de mi cintura, su
mejilla apretada contra mi pecho. Oh mierda, ella se sentía bien. La envolví con los
brazos y la abracé con fuerza, tratando desesperadamente de no pensar en sus
pechos aplastados contra mí. Esto era lo más cerca que habíamos estado
físicamente en años, tal vez nunca. ¿Significaba que me quería así? ¿De verdad iba a
engañar a su novio?

Un pequeño sollozo y luego otro se le escapó, dándome la respuesta.

No, no lo haría. Y era mejor así.

Eso hizo que el adiós fuera más fácil, que nuestra amistad fuera más fácil, que
mi vida fuera más fácil.

—Oye. —Le di una pequeña sacudida en los hombros—. Suficiente. Te


pondrás empalagosa conmigo.

Se rio y retrocedió, limpiándose la nariz.

—Te lo mereces por decirme esas cosas.

—Probablemente tengas razón. Pero me preguntaste cómo me sentía.

—Sí, supongo que sí.

Sorbió y agitó la cabeza, como si no pudiera creer lo que estaba pasando.

Un rayo iluminó su precioso rostro, haciendo que me doliera el pecho de


nuevo. ¿Acabo de arruinar mi única oportunidad con ella?

—Mándame un email, ¿está bien? —Su voz era tranquila—. Hazme saber
cómo es la escuela.

—Está bien.

La vi corriendo por el césped y por la terraza cuando empezó a llover. Cuando


ella estaba a salvo dentro de la casa, volví a casa y me senté en el porche un rato.
Probablemente debería haber entrado y empezado a hacer las maletas, ya que hacía
demasiado calor para dormir de todas formas, pero no lo hice. Me senté en una
vieja silla de madera y miré fijamente a la lluvia, preguntándome si era un buen
tipo o el mayor idiota del planeta.

Este maldito calor.

Me estaba volviendo loco.


CAPÍTULO 5

Solo estaba bromeando acerca de llevar a esa cantinera a casa. Bueno, si no


hubiera estado ahí con Natalie, probablemente lo habría hecho, pero por alguna
razón se sentía incorrecto volver al bar donde había estado sentado con ella y tratar
de recoger a otra mujer. De cualquier manera, no quería estar con otra mujer esta
noche, quería estar con ella. No necesariamente en una manera sexy; solo quería
pasar el rato. Casi había olvidado lo divertida que ella era.

En realidad, eso es una mentira. También quería el modo sexy.

Joder, ¿por qué tenía que estar todavía con ese imbécil de Dan? Apuesto a que
todavía la estaba engañando. Tipos como ese que juegan alrededor y mienten sobre
eso no cambian. Eso no quiere decir que yo sea un ángel o algo así, pero no le
miento a las mujeres, a menos que sea una mentira blanca para aumentar su ego
como: mierda, sí, eres la mejor de todas, no te detengas cuando mi polla está en su boca,
o para evitar herir sus sentimientos, como, por supuesto, esos pantalones todavía te
quedan bien cuando está tratando de usar sus pantalones del 8vo grado. Siempre me
aseguro, cuando se trata de sexo, que esté perfectamente entendido que me gusta
pasarlo bien y espero que ellas también lo pasen bien. Si una mujer está buscando
un compromiso, dejo en claro que no soy la follada del viernes por la noche que
está buscando, y que debería irse al otro extremo de la barra. Por suerte para mí, sin
embargo, siempre hay muchas chicas calientes que solo quieren divertirse.

Y no es porque esté súper marcado (no lo estoy) o porque tenga un pene de


treinta centímetros (por desgracia) o gane un millón de dólares al año (ni siquiera
cerca). Es porque soy bueno para ellas. Trato a las mujeres con las que estoy como
diosas. Me aseguro de que tengan al menos un orgasmo, siempre les advierto
durante una mamada, nunca me quejo de usar un condón, y las aliento a que me
digan exactamente lo que quieren en la cama. Entonces lo hago.

Además, mi cara. Soy un poco adorable.

Pero no necesitas una cara adorable para hacer que una chica grite tu nombre.
Los chicos siempre me escriben preguntándome cómo hacer que una mujer se
corra, y cada vez, digo que todo se reduce a esto: Ve despacio. Presta atención. Da
una follada. Y a pesar de que les he contado todas mis mejores técnicas para chupar
el clítoris, follar con los dedos y mover la pelvis (NO MARTILLEAR), también les
digo que tienen que preguntarle a ella qué le gusta, y tienen que escuchar ambas
cosas, lo que ella dice y lo que no dice. Porque incluso si ella es demasiado tímida
para decírtelo con palabras, una mujer te hará saber con su cuerpo lo que quiere.

Mientras caminaba de regreso al bar, me pregunté cómo sería Natalie en la


cama. El pensamiento fue suficiente para hacerme tropezar un poco en la acera. Lo
había pensado mil veces antes, tal vez incluso más cerca de un millón, pero
normalmente estaba solo en la ducha con mi polla en la mano. De vez en cuando
fantaseaba que una mujer a la que estaba follando era Natalie, lo que es una especie
de mierda, supongo, pero no lastima a la mujer, y por todo lo que sé, ella está
imaginando que es Ryan Gosling la que la está embistiendo. No me molesta.

De vuelta en el bar, terminé mi cerveza y medio coqueteé con Jamie un poco


más, pero rechacé su oferta para reunirnos más tarde. Simplemente no lo estaba
sintiendo. Cuando llegué a casa, me senté en el porche delantero con un vaso de
whisky, pensando en la última vez que había estado aquí afuera a altas horas de la
noche.

¿Natalie realmente no recordaba lo que le dije antes de irme a la escuela?


Supongo que era posible, aunque algo deprimente. Nunca le había dicho palabras
así a ninguna mujer. ¿Es por eso que no podía dejar de pensar en ella? ¿Estaba
inconscientemente preocupado de no encontrar alguien que estuviera a la altura?

No es que lo hubiera intentado. Había tenido algunas aventuras sexuales


prolongadas en mi vida, pero nada que llamaría una relación. Tenía muchas
amigas, Natalie siendo la más antigua e importante para mí, pero nunca había
tenido una novia seria. ¿Quería una ahora? ¿Era solitario o algo así?

Frunciendo el ceño, hice un balance y decidí que no. No era del tipo solitario,
en realidad no. A veces, durante las festividades de invierno, tenía un extraño
anhelo de acurrucarme con alguien de una manera completamente no sexual, y esto
se sentía así, pero solo estábamos en junio. El clima para acurrucarse estaba a por
lo menos cuatro meses de distancia.

Inclinándome en la mecedora, llevé el vaso a mis labios y miré a través del


huerto en dirección a la casa de los Nixon. Recordé que prefería mucho más su
abarrotada casa estilo granja con sus cómodos sillones, a la vieja casa victoriana de
mis padres con sus muebles formales y silenciosas habitaciones. Y la casa de los
Nixon siempre olía delicioso porque la señora Nixon usualmente tenía pays de
cereza en el horno para vender en su puesto de la granja. La nueva casa de Natalie
probablemente también olerá bien todo el tiempo. Y se casará con Dan, y llenará la casa con
niños, y será tan caótica, ruidosa y divertida como su propia casa cuando estaba creciendo.
Perfecta para ella.

Pero ¿qué hay de mí? ¿Quería eso? Dejando que el escocés rodara sobre mi
lengua, me pregunté si una parte de mí estaba cansada del desfile de chicas
entrando y saliendo de mi cama, y lista para algo más. Pero eso era una locura,
¿no? ¿Qué tipo de veintisiete años renunciaría a su libertad y a la diversión que
tenía solo para establecerse y ser un adulto? Quiero decir, técnicamente era un
adulto, pero no era un adulto muy adulto. No me llamaría a mí mismo serio o
maduro. ¿Responsable? Generalmente. Bueno con las fechas límite. Duro
trabajador. Pero me gustaba dormir. No usaba pantalones. Comía cereal para la
cena. Hacía estúpidos chistes sucios, usaba tenedores de plástico y platos de papel
en casa para evitar lavar los platos, y ya llevaba dos años viviendo en mi
apartamento y todavía no tenía cortinas en las ventanas, ni cuadros en las paredes,
y tampoco plantas. ¿Era eso patético? ¿Se suponía que debía dejar de jugar a ser un
adulto y comenzar a vivir como uno? ¿Conseguir una vajilla? ¿Una mujer? ¿Una
planta de caucho?

Pensé en mis colegas con cortinas y novias, y en el que tiene una esposa. ¿Eran
ellos más felices que yo? No lo creía. Tal vez el hombre casado, pero todavía eran
recién casados. Ese resplandor no duraría. Ciertamente no lo había hecho para mis
padres. Claro, tal vez la felicidad matrimonial se hizo para algunas acogedoras
mañanas de domingo en la cama, pero ¿las noches de los sábados eran todavía tan
calientes?

Y tal vez sentir que alguien te amaría incondicionalmente por el resto de tu


vida sería agradable, pero ¿no era eso una gran responsabilidad? Tenías que hacer la
misma promesa, ¿verdad? ¿Cómo sabrías si podrías amar a alguien para siempre?
¿Siquiera estaba en mí amar a alguien tan profundamente? Ella probablemente
querrá que haga cosas como usar pantalones todos los días y almorzar con sus
padres republicanos, y contestar mi teléfono. Simplemente no veía eso sucediendo.
Frunciendo el ceño, tomé otro trago.

Una persona. Para siempre.

A la mierda con eso.

Pero ¿y si esa persona fuera Natalie? Dijo una voz en mi cabeza. ¿Crees que no
podrías amarla así?

—Bueno, no es ella —murmuré, apurando lo último de mi whisky—. No


puede ser ella. Así que a la mierda.
CAPÍTULO 6

En lugar de ir a casa, me dirigí al condominio de Dan después de dejar a Miles


en el estacionamiento. Tenía en mente sorprenderlo en la cama usando algo sexy,
excepto que no tenía nada sexy, ni en casa de Dan ni en mi casa. Dormía en
camisetas sin mangas y pantalones cortos. Un día de San Valentín, Dan me compró
un camisón de encaje rojo pero no era de la talla correcta. Lo devolví y escogí una
esponjosa bata rosa en su lugar. El encaje rojo no era realmente lo mío.

Ahora estaba empezando a entrar en pánico porque lo sexy no era realmente lo


mío. Tal vez yo era el problema en nuestra vida sexual, ¿era aburrida? ¿Pasiva?
¿Poco interesante? ¿Qué podía hacer para volverme un poco más ardiente?

Pensé en Miles dejando que una mujer atara sus bolas a una pared y me sentí
como una monja enclaustrada. ¡Ni siquiera se me ocurriría que a un hombre podría
gustarle eso! Podía medio entender algo como una venda o crema batida, pero ¿en
serio? ¿Ser atado se sentía bien? Tal vez me lo había estado perdiendo. No es que
fuera a ir directo al bondage esta noche, pero después de alardear sobre nuestro
fuego a Miles esta mañana, al menos podría intentar encender uno.

Dan no estaba en casa todavía, así que me apresuré a ir al baño principal y


rebusqué en los cajones del tocador. Tal vez tenía una loción perfumada o algo así,
y podríamos darnos masajes el uno al otro. Eso era sexy, ¿verdad? ¿O al menos
sensual? Desafortunadamente, no pude encontrar otra cosa que no fuera Eucerin3
sin aroma, que no decía pasión desenfrenada para mí.

Frustrada, lo tiré de vuelta en el cajón y decidí buscar una vela. Me las arreglé
para encontrar una en forma cilíndrica corta y gorda en el armario de la ropa, y
encontré el encendedor en un cajón de la cocina.

En el dormitorio, encendí la vela, me quité toda la ropa y me deslicé debajo de


las sábanas. Inmediatamente, pensé en Miles. ¿Estaba todavía en el bar? ¿O estaba

3
Eucerin - Es una marca registrada de Beiersdorf AG que ofrece productos de limpieza y protección
solar para el cuidado del cuerpo y el rostro.
poniendo manos a la obra con esa cantinera para este momento, con el rostro
hundido en sus pechos, las manos en su culo y su dura polla clavándose
profundamente en su interior? Los celos me robaron el aliento por un momento.

No pienses en ello. No es de tu incumbencia.

Revisé la hora en mi teléfono y descubrí que eran casi las once. Esperaba que
Dan no tardara mucho más tiempo porque tenía que levantarme en unas cinco
horas, pero no quería llamarlo para verificar. Eso arruinaría la sorpresa. Tal vez
podría tomar una siesta, era una buena idea, ¿no? Podría tomar una siesta y me
despertaría completamente refrescada cuando lo escuchara entrar. Entonces
atacaría. Sería agresiva y confiada. Le susurraría palabras sucias, le diría
exactamente lo que quería que me hiciera, y eso lo excitaría tanto que no podría
contenerse. Eso funcionaba en las películas, de cualquier manera.

Cerrando los ojos, me recosté y pensé en qué decir.

Quiero que me folles.

Jadeando, tiré de la sábana hasta mi barbilla. ¿Realmente podría decir eso? Dan
probablemente tendría un ataque al corazón. No es que fuera totalmente silenciosa
durante el sexo; hacía los ruidos apropiados y todo, decía lo habitual como: eso se
siente bien y mmmmm y sí, sí, sí, oh, oh, oh, algo así, pero nunca había sido más
explícita que eso. Dan tampoco, en realidad. Él maldecía mucho, gruñía, gemía y
respiraba pesadamente, pero no era un hablador. Tal vez se debía a que teníamos
que guardar silencio cuando éramos adolescentes y solíamos hacerlo en las casas de
nuestros padres. En aquel entonces teníamos que ser silenciosos y rápidos o
arriesgarnos a ser descubiertos. Dan todavía era el maestro de la rapidez, y también
aprendió a darme placer bastante rápido, así que tal vez el hábito de ser silenciosos
también se quedó con nosotros.

Ya no más, decidí. Íbamos a cambiarlo. Necesitábamos algo diferente, algo que


nos revitalizara. ¡Éramos demasiado jóvenes para ser aburridos! Me gustaba que
fuéramos el primero el uno del otro y que seríamos el último del otro, pero no
teníamos que ser iguales toda nuestra vida, ¿verdad?

Quiero que me folles.

Solo pensar las palabras me hacía sentir más sexy. Quiero que me folles. Sin
pensarlo, deslicé una mano entre mis piernas y me toqué, imaginando un cuerpo
cálido entre mis muslos, un pecho duro rozando mis pezones, una voz baja en mi
oído.

¿Quieres ser follada?


Oh, mierda. Mis ojos se abrieron de golpe. Conocía esa voz y no era la de Dan.
Con el corazón acelerado, rápidamente coloqué mis manos sobre el colchón junto a
mis caderas y apreté mis piernas como si me hubieran atrapado haciendo algo
malo. No quería que Miles me follara. No podía querer eso.

***

Debo haberme quedado dormida, despertándome cuando escuché que se


cerraba la puerta principal del condominio de Dan. La vela todavía estaba
encendida, pero estaba mucho más baja, y tomé mi teléfono para ver la hora. ¿Una
veintisiete? ¿Dónde demonios había estado todo este tiempo?

Su forma musculosa llenó la puerta.

—¿Natalie? ¿Qué estás haciendo aquí?

—Te estaba esperando. —Me apoyé sobre mis codos, entrecerrando los ojos
hacia él—. ¿Cómo es que llegas tan tarde?

—Te lo dije. Salimos después de jugar.

Se dirigió directamente al baño, así que pensé que iba a usarlo y volver a salir
de inmediato, pero un minuto después escuché la ducha corriendo.

Confundida, me senté por completo. ¿Por qué se estaba bañando ahora? ¿No se
había aseado en el club como de costumbre después de jugar al tenis?

Apagué la vela, encendí la lámpara de la mesita de noche y salí de la cama.


Después de ponerme la ropa interior, toqué la puerta del baño.

—¿Puedo entrar?

—Saldré en un minuto.

Crucé mis brazos sobre mi pecho desnudo, completamente fría de repente.

—¿No te bañaste en el club?

Él no respondió de inmediato.

—No.

Me aparté de la puerta y entré en su vestidor, sacando una camiseta limpia de


un cajón. Después de deslizarla sobre mi cabeza, volví entre las sábanas y esperé a
que Dan terminara en el baño, tratando de pensar en lo que él había estado usando
antes de saltar en la ducha. ¿Era ropa de tenis? No lo creía, lo que significaba que
debía haberse puesto ropa limpia sin ducharse y luego salido sudado. Concedido,
solo era algo de pizza y unas cervezas con los chicos, pero para mí era extraño que
no se hubiera aseado primero.

Unos minutos después, salió del baño con solo una toalla y entró en su
armario, saliendo en ropa interior. Programó la alarma antes de meterse en la cama
y dejar caer la cabeza sobre la almohada, con los ojos cerrados.

—¿Puedes apagar la luz? Estoy jodidamente agotado.

—Claro.

Pero lo miré por un momento. Su rostro era tan familiar: el mismo cabello
castaño oscuro, mandíbula cuadrada y frente alta que había estado viendo durante
los últimos diez años. Conocía sus rasgos tan bien como los míos. ¿Por qué lucía
diferente para mí justo ahora?

—La luz, ¿por favor, Nat? —Sonó molesto.

—En un minuto.

Él abrió los ojos.

—¿Qué?

—Vine aquí para sorprenderte.

Sus ojos se cerraron de nuevo, pero logró formar una pequeña sonrisa.

—Gracias. Es agradable.

Tomé una respiración.

—Estaba esperando seducirte.

—¿Seducirme? —Rió entre dientes.

—Sí. —Me deslicé debajo de las sábanas, puse un brazo alrededor de él, y
presioné la parte inferior de mi cuerpo contra la suya, tratando de despertar más
entusiasmo del que realmente sentía—. No lo hemos hecho en un tiempo. Tenía la
esperanza de remediar eso.

No sentía nada entre nosotros. O dentro de mí.

Él me dio unas palmaditas en la espalda.


—No esta noche, nena. Estoy tan cansado.

No seas aburrida. Se ardiente. A pesar de que realmente no lo estaba sintiendo,


me estiré hacia la zona entre sus piernas para animarlo un poco y él saltó,
alejándose de mí.

—Oye. No esta noche, ¿de acuerdo? Dije que estoy muy cansado.

—Oh. Lo siento.

Sintiéndome rechazada, me aparté de él, extendí la mano y apagué la lámpara,


luego volví a meterme bajo las sábanas. Dan comenzó a roncar de inmediato, pero
me tumbé de espaldas por un rato, mirando al techo.

Este no era el reavivamiento del deseo que había estado esperando. Por el
contrario, fue incómodo y vergonzoso, y me forzó a echar un buen y duro vistazo a
la verdad.

Algo estaba apagado.

Algo había estado apagado durante mucho tiempo.

***

Después del trabajo al día siguiente, fui a casa y tomé una siesta de dos horas.
Me había sentido como un muerto viviente desde que mi alarma se encendió,
yendo a través de las tareas de mi día de trabajo sin hablar más de lo necesario, y
casi dormitando diez veces diferentes. En el momento en que llegué a casa, me
derrumbé en mi cama completamente vestida. Boca abajo, caí rendida, y me
desperté con el sonido de mi teléfono celular sonando. Era Dan.

Aún no habíamos hablado. Me levanté y fui a la tienda sin despertarlo y él no


me llamó desde el trabajo. La cosa de la ducha me había estado molestando todo el
día, porque la única explicación que tenía algún sentido, que había estado con otra
mujer, era tan desagradable.

No es que estuviera enojada, realmente no podía culparlo por estropear mi


escena de seducción, ya que él no lo había sabido en primer lugar y, a la una y
media de la mañana, yo también estaba cansada. Aún sí, había estado dispuesta a
intentarlo, y me irritó un poco que él ni siquiera hubiera estado interesado en
intentarlo. ¡Él tenía veintisiete años, por el amor de Dios! ¿No se suponía que los
tipos de su edad estaban listos para la acción todo el tiempo? Apuesto a que Miles
nunca rechaza a una mujer porque está cansado. De hecho, durante todo el día, había
estado sacando la imagen de él y de esa cantinera de mi cabeza. No tenía idea de
por qué me molestaba tanto, había estado leyendo sobre su vida sexual durante
años sin ser envidiosa o crítica. Pero ahora se sentía diferente.

Frunciendo el ceño, rodé sobre mi espalda y acepté la llamada.

—¿Hola?

—Hola, nena.

—Hola.

—¿Estás lista?

Por un segundo me sentí confundida y luego recordé que íbamos a cenar con
Skylar y Sebastián esta noche.

—Oh, mierda. Lo olvidé. He estado durmiendo por dos horas.

—¿Quieres cancelar la cena? Yo también estoy cansado.

—No. —Me senté y pasé una mano por mi cabello—. No podemos hacer eso.
Solo recógeme en veinte. Puedo arreglarme rápido.

—De acuerdo.

Me recogí el cabello y rápidamente me metí en la ducha, el agua tibia


reviviéndome un poco. Mientras me estaba enjabonando, pensé en los dedos de
Miles sobre mi tatuaje anoche, y sentí un tirón no deseado en mi estómago. ¡Dios,
Miles, ya sal de mi cabeza! Pero mientras me secaba, me pregunté qué había hecho
hoy y qué estaba haciendo esta noche. ¿Tenía otros amigos en la ciudad? ¿Volvería
a ver a Jamie? ¿Pasaría la noche solo? Me entretuve con una breve fantasía de
nosotros simplemente pasando el rato en el sofá viendo televisión juntos antes de
enojarme conmigo misma.

Deja de pensar en él y ni siquiera menciones su nombre esta noche. Tienes suficiente con
que lidiar en tu relación sin agregar cualquier tensión celosa. Forzando a Miles a salir de
mis pensamientos, elegí un vestido negro de verano y sandalias de mi armario, y
tuve el tiempo suficiente después de ponérmelos para cepillar mi cabello y ponerme
un poco de maquillaje. Dan tocó justo cuando estaba metiendo algunas cosas en un
pequeño bolso y agarré mis llaves en mi camino hacia la puerta.

—Oye —dijo, besando mi mejilla—. Te ves genial.

—Gracias. Tú también.
Dan siempre se veía bien en traje. Me gustaba la forma en que sus grandes
hombros llenaban la chaqueta, aunque siempre se quejaba porque resultaba difícil
encontrar la talla correcta. Construido totalmente diferente a Miles, pensé, destruyendo
mi plan para dejar de pensar en él. Ambos tienen cuerpos agradables y atléticos, pero
Miles tiene un cuerpo más delgado. El cuerpo de un jugador de fútbol soccer, no el de un
defensa de fútbol americano.

De camino al restaurante, noté que Dan seguía mordiéndose la uña de uno de


sus pulgares, lo que hacía cuando estaba nervioso por algo. Tampoco estaba
hablando mucho. Tal vez estuviera avergonzado por lo de anoche.

—¿Todo bien? —pregunté.

Él dejó caer su mano en el volante.

—Por supuesto. ¿Por qué?

—No lo sé. Te ves preocupado o algo por el estilo. Estás muy callado.

—Oh. Lo siento. —Mirándome, hizo un intento por sonreír, pero fue bastante
débil—. Solo estoy cansado.

Gruñí.

—Yo también. Me quedé despierta hasta muy tarde.

Esperaba que tomara la oportunidad para decir algo sobre lo de anoche, incluso
hacer una broma, pero no lo hizo. Con los ojos en el camino, condujo el resto del
trayecto en silencio, la uña de su pulgar encontrando su camino de vuelta a sus
labios.

Él lució como su yo habitual durante la cena, conversando con Sebastián sobre


deportes, política y algunos conocidos mutuos, mientras que Skylar me hablaba sin
parar sobre la boda. Ella completó su registro de novias esta tarde y estaba muy
entusiasmada con la vajilla de porcelana que eligió.

—No sé dónde cree que vamos a guardar todos esos platos. —Sebastián negó
con la cabeza—. Voy a tener que construir una segunda cabaña en la propiedad
solo para guardar nuestros regalos de boda.

—Oh, basta. No son tantas cosas. De todos modos, solo tenemos un centenar
de invitados. No es como si fuera un asunto gigante.

Eso me sorprendió, en realidad. A Jillian también. Ambas imaginamos que


Skylar no querría nada menos que una épica fiesta cuando se casara ya que siempre
había adorado una gran producción, especialmente si ella era la estrella. Pero ella
estaba realmente tratando de mantener las cosas más íntimas. Mia Fournier, la
mujer para la que trabajaba Skylar en el viñedo, había sido planificadora de bodas
anteriormente, y las dos estaban en la gloria planeando este evento.
Aparentemente, iba a ser fotografiado para publicarse en una revista de vinos, así
que cada detalle tenía que ser perfecto. No me cabía la menor duda de que lo sería,
y cuando llegara el momento de mi boda, esperaba que Skylar también me ayudara
a planearla.

Si alguna vez tengo una boda. Miré a Dan, que estaba cortando un pedazo de un
corte New York y preguntándole a Sebastián por su camioneta.

—Estoy pensando en conseguir una así —dijo.

Parpadeé hacia él.

—¿Estás vendiendo el Mustang?

—No. Me quedaría con ese y utilizaría la camioneta para cosas más


relacionadas con el trabajo.

—No sabía que estabas pensando hacer eso.

Una nueva camioneta sería cara. ¿Dónde conseguiría el dinero?

Él se encogió de hombros.

—No he decidido nada todavía.

Dejé caer mis ojos en mi plato de salmón y espárragos, y no dije nada, pero
desde mi izquierda sentí a Skylar mirándome.

Después de que se retiraron los platos de la cena y pedimos café y el postre, ella
se puso de pie.

—Nat, ven al baño conmigo.

—De acuerdo. —Tomé mi bolso y la seguí hasta el baño de damas. Cada una
usamos un puesto, y luego nos unimos para lavarnos las manos una junto a la otra.
En el espejo, pude notar que ella me estaba mirando de forma extraña—. ¿Qué?

—Estaba a punto de preguntarte eso —dijo, tomando una toalla de una canasta
en el tocador y secándose las manos—. Has estado actuando raro toda la noche y es
obvio que hay tensión entre tú y Dan. ¿Es por la casa?
—¿Qué pasa con la casa?

—Sigo pensando que quieres que se mude y él lo está postergando por alguna
razón. La excusa del dinero me suena un poco débil, especialmente porque está
hablando de comprar una camioneta nueva y cara.

Suspiré.

—No es la casa. Sabes qué, ni siquiera me importa que no esté haciendo planes
para mudarse. Lo cual es parte del problema, debería importarme. Debería querer
que viva conmigo y me siento completamente ambivalente al respecto.

—Entonces, ¿es Miles?

Tosí.

—¿Miles Haas? —dije, como si fuera la cosa más absurda que alguna vez
hubiera dicho.

—Sí. —Puso la toalla en la cesta y sacó su lápiz de labios de su bolso—. Me lo


encontré hoy en la tienda de comestibles. Dijo que te vio anoche.

—Tomamos una cerveza y algo de comida en Jolly Pumpkin, eso es todo. —


Odiaba lo defensiva que sonaba—. ¿Por qué debería eso causar tensión?

Mi hermana rodó los ojos.

—Porque él siempre ha tenido una cosa por ti y Dan lo sabe.

—¿Qué? —exclamé, tirando mi toalla en el cesto—. Eso es ridículo. Miles y yo


nunca hemos tenido nada.

Pienso que eres la chica más hermosa que he conocido.

—No dije que ustedes tuvieran algo, dije que él siempre ha tenido una cosa por
ti. —Tapó el lápiz de labios y se frotó los labios juntos—. Al menos, siempre pensé
que lo tenía. Me sorprendió que ustedes dos nunca se engancharan.

—Siempre he estado con Dan —dije, infeliz con la forma en que mi corazón
estaba saltándose latidos ante la idea de engancharme con Miles. Era demasiado
tarde para esto.

No creo que nadie nunca vaya a ser lo suficientemente bueno para ti, y todo lo que quiero
hacer en este momento es besarte.
—Nunca engañaría a Dan —continué, tanto para mi beneficio como para el de
ella—. Y además, estás loca. Miles no siente nada por mí. Solo es coqueto.

Bueno, eso no es todo lo que quiero hacer. Pero es un comienzo.

Skylar enarcó las cejas.

—Si tú lo dices. Pero vi la expresión en su rostro cuando estaba hablando de ti


hoy.

—¿Cuál expresión? ¿Qué dijo sobre mí?

Para alguien que acababa de negar cualquier tipo de cosa con Miles, sabía que
sonaba demasiado ansiosa, pero no pude evitarlo.

—Estaba hablando de lo increíble que es la tienda, de lo orgullosa que debes


estar, lo buena que eres en todo lo que haces, desde hornear hasta tomar fotos. —
Mirándose en el espejo, jugó con su cabello y batalló con un arete—. Y dijo que
ustedes dos se encontraron anoche y lo pasaron muy bien.

—Lo hicimos. —Tomé el brillo de labios de mi bolsillo y lo apliqué con dedos


temblorosos, mirando mi boca en el espejo en lugar de mis mejillas sonrosadas y
ojos culpables. Un momento muy agradable. Demasiado agradable. Desearía estar saliendo
con él otra vez esta noche y me siento horrible por eso—. Pero solo somos viejos amigos
que no se han podido ver con la suficiente frecuencia. Eso es todo.

—Entonces, ¿qué pasa con Dan? Sé que hay algo.

Volví a guardar el brillo de labios en mi bolso y la miré.

—Honestamente, algo está mal ahí, pero no puedo entender qué es. Y estoy
asustada.

Mis ojos se humedecieron inesperadamente y los abaniqué.

Ella me llevó a una pequeña tumbona en la sala adyacente al baño.

—Ven aquí. Siéntate. Habla.

—Tenemos que volver a la mesa —dije, luchando contra las lágrimas—. Y


probablemente no sea nada. Solo estoy cansada.

—Habla. No regresaremos hasta que lo hagas. —Se cruzó de brazos—. Soy la


hermana mayor y hablo en serio.
Esnifando, me reí un poco.

—Es tonto, de verdad. Después de salir con Miles ayer, ya sabes cómo es él,
empecé a sentir que Dan y yo necesitábamos un pequeño impulso en el
departamento de sexo.

—¿Departamento de sexo? —Arrugó la nariz—. ¿Qué hay con eso?

Jugué con el dobladillo de mi vestido.

—Han pasado un par de meses, eso es todo.

—¿Un par de meses? —Skylar estaba estupefacta—. ¿Por qué?

—Hemos estados muy ocupados y cansados, supongo. No lo sé. Y hemos


estado juntos por tanto tiempo que no sentimos la necesidad tanto como ustedes.

—Nadie lo hace —dijo con seriedad—. Somos animales.

Suspiré de nuevo, más fuerte. ¿Por qué no podía ser un animal con alguien?

—Así que fui ahí con la idea de sorprenderlo. —Le conté lo que sucedió y
observé cómo cambiaba su expresión—. ¿Qué es esa cara que estás haciendo? —
pregunté, temerosa de escuchar la respuesta.

—¿Por qué tendría que ducharse de nuevo? ¿Tenía que lavarse el olor a sexo de
alguien?

Skylar aún no había perdonado a Dan por las transgresiones del verano pasado.

Me estremecí.

—No lo sé. He estado tratando de no pensar en ello.

Ella se aclaró la garganta ruidosamente.

—¿Y qué pasó después de que él vino a la cama? ¿Lo hicieron?

—No. Dijo que estaba demasiado cansado.

—¿Lo intentaste? ¿Y él te rechazó?

Asentí, sintiéndome patética e indefensa.

—No me esforcé mucho. Pero sí. Él se fue directo a dormir. Y sabes qué, ni
siquiera estaba tan decepcionada, estaba más confundida que cualquier otra cosa.
Los ojos de Skylar se estrecharon.

—Algo está mal.

—Pensé exactamente lo mismo.

—Podría ser nada, Nat. Tal vez ya era tarde y estaba cansado. Pero algo está
pasando. Contigo, también, y necesitan hablar al respecto.

—¿Conmigo? —Puse una mano en mi pecho—. ¿Por qué dices eso?

—Porque te conozco y no estás actuando como tú misma. Tal vez sea esto con
Dan, tal vez sea Miles Haas, quiz…

—No es Miles Haas. —Irritada, me puse de pie—. Es solo un pequeño


obstáculo, nada que Dan y yo no podamos resolver. Lo hemos hecho antes. No me
estoy dando por vencida.

Skylar se levantó también, su expresión dubitativa.

—Si tú lo dices. Pero Nat, espero que no te estés quedando con él o en una
relación muerta solo porque hayas puesto mucho tiempo en ello. No es rendirse si
no eres feliz.

—Lo sé. Lo resolveré.

Volvimos a la mesa y Dan sacó la silla para mí. Cuando volvió a sentarse, me
sonrió, y yo tomé su mano, haciéndome una promesa a mí misma. Haré un mayor
esfuerzo para reavivar las cosas entre nosotros. Sacaré a Miles Haas de mi cabeza y me
concentraré en el sólido compromiso que tenemos Dan y yo, y en los planes que hemos hecho.

Si tan solo me sintiera más emocionada al respecto.


CAPÍTULO 7

Nos despedimos de Skylar y Sebastián y condujimos de vuelta a la casa.

—Entra —dije mientras se estacionaba—. Tengo una botella de vino que


podemos abrir.

—De hecho, realmente estoy cansado, Nat. —Bostezó en el momento justo—.


Creo que solo me dirigiré a casa.

Lo miré, con la boca abierta, y finalmente me rompí.

—¿Qué está pasando, Dan? ¿Por qué estás tan cansado últimamente todo el
tiempo, y por qué siento que me estás evadiendo?

—No lo hago —dijo débilmente.

—Bueno, no es así como se siente. ¡No hemos tenido sexo en meses! ¿Por qué
no quieres? ¿Soy yo? ¿Hay alguien más? Solo sé honesto, por favor. —Estaba
sorprendida por las lágrimas que amenazaban con caer en el baño antes no hicieran
su aparición. De hecho me sentía más enojada que cualquier otra cosa—. Preferiría
saber la verdad.

—No eres tú, solo… —Dan pasó una mano sobre su mandíbula—. Soy yo. Y
eres tú. Somos nosotros.

—¿De qué mierda estás hablando?

Dan suspiró.

—Odio cuando maldices.

—Una puta mierda. ¿Ahora, qué es?

Él se giró para enfrentarme.


—Está bien, siento que hemos estado juntos por tanto tiempo, y ahora estamos
hablando de matrimonio y…

Él estaba luchando con lo que iba a decir a continuación.

—¿Y qué? ¿No quieres casarte? ¿Follaste a alguien más anoche? ¿Ya no me
amas? ¡Solo dilo, Dan!

—No, por supuesto que te amo. —Tomó mi mano izquierda y la miró—. Te


amo, Nat, lo hago. Eres la mujer perfecta. Y quiero que nos comprometamos…
eventualmente.

—¿Eventualmente?

Levanté mi cejas.

—Sí, pero no justo ahora. He estado pensando en ello mucho últimamente.


Solo tenemos veintiséis y veintisiete, ¿lo sabes? Y solo hemos estado el uno con el
otro. —Me dio una mirada nerviosa—. Entonces antes de comprometernos en
matrimonio, tal vez debamos… tomar un descanso el uno del otro.

—¿Un descanso? —Abrí mi boca y tiré de mi mano, alejándola—. ¿Qué significa


eso?

—Solo retroceder un poco. Pasar algo de tiempo separados, ser libres para ver a
otras personas.

—Así que follaste a alguien más anoche. —Negué con la cabeza, lágrimas de
humillación quemando en mis ojos—. Oh Dios. Y luego intenté…

—Natalie…

—Por favor, solo admítelo. —Lo miré a los ojos—. Sé un puto hombre, y
admítelo.

Él tragó.

—Bien.

Sentí un inexplicable flujo de alivio, seguido de la ira cuando él habló de


vuelta.

—Es por eso que pienso que un descanso será bueno para nosotros. Creo que
necesitamos este tiempo para estar realmente seguros que somos el uno para el
otro.
—Creo que estas jodidamente demente. No es así como funciona esto.
Tampoco estamos juntos o no. Y justo ahora, creo que no.

Abriendo la puerta, hice mi camino fuera del auto y cerré la puerta de golpe.
Dan saltó fuera mientras yo pisoteaba mi camino a la puerta principal.

—Natalie, ¡espera! —Corrió y agarró mi brazo, obligándome a enfrentarlo—.


No quiero que este sea el final de nosotros. Solo quiero algo de tiempo para
respirar. Hemos estado juntos por tanto tiempo. ¿Nunca has sentido como que
quieres algo de espacio para ti misma? ¿Ver quién eres cuando no eres solo la mitad
de Dan y Natalie?

—No —dije a través de mis dientes apretados, sin embargo escucharlo decir
eso hizo que algo comenzara a moverse en mi cerebro—. ¡Porque me gusta ser parte
de una pareja! Nunca se me ocurrió que necesitaría tiempo y espacio de eso. De la
persona con la que he pasado diez años de mi vida devotamente. La persona que
pensé me amaba de la misma manera. —Pero incluso mientras lo decía, me sentí un
poco horrible porque una novia verdaderamente devota probablemente no pasaría
tanto tiempo como lo hice pensando en Miles Haas desnudo. ¿Dan tenía razón?
¿Necesitamos dar un paso atrás en lugar de avanzar, asegurarnos de que lo que
estábamos planeando era correcto? ¡Pero tenía que ser correcto! ¡Dedicamos diez
años de tiempo y esfuerzo en esto!

—Te amo. No se trata de eso. —Frustrado, Dan me soltó y jugueteó con sus
llaves—. Pero necesito hacer esto, Natalie. O siempre me sentiré atrapado.

Puse mis manos en mis caderas.

—Bien. Haz lo que necesites hacer. —Levanté la barbilla mientras mis ojos se
llenaban, porque vi esto por lo que era, incluso si Dan no lo hacía—. Pero no te
estaré esperando una vez que hayas terminado con tu tiempo a solas o con tus otras
personas o lo que sea.

Él apretó los labios.

—No digas eso. Esto no es el final, Nat.

—Buenas noches, Dan.

Sin otra palabra, me dirigí a la puerta y entré. Cerré la puerta detrás de mí y fui
directamente hacia el alcohol.

¡Increíble! Pensé, mientras tiraba de la tapa del vodka. Unas cuantas lágrimas
cayeron cuando me serví un generoso trago, lo bebí de golpe y luego otro.
Esnifando, me enjuagué los ojos con el dorso de una mano, mi mente era una masa
arremolinada de confusión, ira, dolor, miedo.

¡Cómo se atreve a pensar que puede tratarme de esta manera! ¿Cómo se atreve a follar
con alguien más y dejarme dormir en su cama? ¡Y cuánto tiempo él ha sabido que iba a hacer
esto! Debería haber sido honesto desde el principio. ¡Me siento como una completa tonta!

Me tomé mi tercer trago de golpe, y en algún lugar de debajo de toda la


confusión en mi cabeza brotó un poco de alivio. Finalmente, la verdad estaba ahí
fuera. Las cosas no eran perfectas entre Dan y yo, y no tenía que seguir fingiendo
que lo eran. No tenía que preguntarme por qué el sexo no era apasionado. No tenía
que preocuparme de que algo estuviera mal conmigo. ¡Porque no había! ¡Yo era
caliente, maldita sea! Tal vez no era tan hermosa como Skylar o tan delgada como
Jillian, pero tenía algunos buenos recursos propios. Miles dijo que mis bollos eran
increíbles.

Miles.

Mi sangre se calentó al pensar en él. O tal vez fue el vodka.

Pero Miles me deseaba, ¿verdad? Miles nunca me rechazaría.

Tomé otro trago de vodka, directamente de la botella. Pequeñas semillas de


deseo se plantaron dentro de mí.

Quiero besar a Miles.

Quiero sus manos sobre mí.

Quiero tocarlo por todos lados.

Regué las semillas con más vodka, y se multiplicaron.

Quiero escucharlo decir que me desea.

Quiero verlo perder el control sobre mí.

Quiero sentirlo dentro de mí.

Incliné hacia atrás la botella de nuevo y me admití a mí misma lo que he estado


intentando negar por dos días.

Quiero follar a Miles.

Y ahora puedo.
Después de un trago final para tomar valor, agarré mi teléfono, me pedí un
Uber, e introduje la dirección de Miles. En cinco minutos el auto llegaría, usé el
baño, me cambié de mi ropa interior normal a algo con encaje, y me cepille los
dientes. Lo que no hice fue pensar demasiado sobre el acto real de seducción.

Lo que sea. Se daría.

Mi estómago saltó con los nervios, así que tomé otro trago de vodka, haciendo
una mueca mientras quemaba su camino por mi esófago. Cuando vi las luces en la
entrada, me dirigí rápidamente a la puerta, cerrándola detrás de mí. El alcohol me
golpeo mientras corrí hacia el auto, pero me las arreglé para mantenerme sobre mis
dos pies y entrar en el auto.

De camino a casa de Miles, le mandé un mensaje de texto.

¿Estás en tu casa?

La respuesta llegó de inmediato.

Sí. Escribiendo esta noche. ¿Qué sucede?

¡Yei! ¡¡¡Voy para allá!!!

¿Debería ponerme el traje gimp4?

Resoplé.

Es gracioso que tú siendo gracioso me agrades.

Qué mierda, ¿estás borracha?

Riéndome con júbilo, deje caer mi teléfono de vuelta en mi bolso. Miles era
hilarante. Y lindo, inteligente, dulce y él tenía algo por mí, ¿verdad? Me deseaba,
¿cierto? Y cuando me vea en mi ropa interior, no será capaz de resistirse a mí. No
como Dan.

—Imbécil —murmuré, justo antes de hipear de nuevo.

—¿Perdón? —dijo el conductor.

—Nada.

4
El traje Gimp es un traje de plástico que cubre todo el cuerpo a excepción de la boca y tiene su
apropiado ajuste para que el pene quede cubierto como un condón y la otra persona pueda tener
sexo.
Maldita sea, ¿no estábamos allí todavía? Salía de mi piel con emoción, saltando
en el asiento trasero como un cachorro. ¡Este era el mejor plan de todos!

Finalmente, apareció la gran casa antigua, y mi corazón latió más rápido


cuando vi la luz encendida en la ventana de la habitación de Miles y en la sala de
estar.

—Gracias —grité, saltando del auto antes de que se detuviera por completo.
Subí los escalones y golpeé la gran puerta de madera. Miles la abrió, y antes de que
pudiera decir algo, me lancé hacia él, golpeando mi boca contra la suya y lanzando
mis brazos alrededor de su cuello.

Lo tiré hacia atrás cerca de unos dos metros, sus talones golpearon el escalón
inferior de la escalera y se dejó caer sobre su trasero. Terminé a horcajadas sobre él,
con una rodilla a cada lado de sus piernas, lo que me pareció perfecto.
Felicitándome por la excelente coreografía, moví un poco mis caderas.

—Natalie... ¿qué demonios?

Miles trató de apartar mi cara de la suya. Sus gafas habían sido derribadas, pero
se veía absolutamente delicioso. Su cabello estaba más desordenado de lo habitual,
y no se había afeitado en unos días, por lo que su rastrojo de barba era más como
una barba. Dan siempre estaba bien afeitado, por lo que besar a Miles se sentía
totalmente diferente y emocionante. ¡Estoy besando a Miles! ¡Finalmente! Nueve
años de deseo reprimido salieron a la superficie.

—Quiero que me folles, Miles —dije sin aliento, justo antes de un hipo—. Y tú
lo quieres.

—¿Qué? —Su voz se quebró, y ajustó sus lentes—. Vaya, vaya, vaya,
pantalones locos, ¿qué es esto?

—Esto es fuego. —Planté un húmedo y borracho beso en su cara—. Oye, tu


barba es más suave de lo que esperaba. Ex - peraba. Esperaba.

Froté mi rostro en su mandíbula.

Miles se rio incómodo, presionándome por mis hombros para alejarme.

—¿Qué has estado bebiendo, Jezebel?

—Vino. Y vodka. —Mordiendo mi labio, alcancé debajo de su camiseta y corrí


mis manos hacia arriba por sus costados—. Quítatela. Te quiero desnudo.
—Oh, Jesús. —Agarró mis muñecas y las mantuvo lejos de su cuerpo—. ¿Qué
te pasa? ¿Dónde está Dan?

Hice un puchero.

—No quiero hablar de ese imbécil.

—¿Por qué?

—Porque él no quiere tener sexo conmigo.

Miles se veía incrédulo.

—¿No?

—No. Pero tú sí. Siempre estás hablando de ello.

Intenté inclinarme más cerca y besarlo de nuevo, pero me mantuvo lejos, así
que me mecí en él un poco, montándolo como una niña en un pony de un carrusel.

—Por Dios santo, Natalie, ¿pararías? Solo por un segundo.

De alguna manera, él se puso de pie y me colocó sobre mis pies, luego fue
detrás de mí para cerrar la puerta principal, la cual todavía estaba completamente
abierta. Cuando se detuvo con su mano en la perilla, probablemente intentando
reunir su ingenio, me lancé a su espalda, envolviendo mis brazos y piernas
alrededor de él. Enterrado mi cara en su cuello, inhalándolo profundamente.

—Mmm. Hueles muy bien. —Lo lamí debajo de su oreja—. Sabes bien,
también.

Él gimió, agarrándome de mis rodillas así no me deslizaba, y caminó hacia la


oscura sala. En frente de un largo sofá tapizado con flores, se volteó y se sentó,
tratando de depositarme en este.

—Bájate.

—No. —Me apreté más fuerte—. ¿Lo vamos a hacer en el costoso sofá de tu
madre? No creo que le guste eso.

—No, no lo vamos a hacer.

—Entonces llévame a tu cama. Tápame los ojos. Amárrame. ¡Fóllame!


—Jesús, Nat, el único lugar al que te voy a llevar esta noche es al manicomio.
Ahora suéltame así puedo encender la luz y conseguirte algo de agua. O un dardo
tranquilizante.

—Vamos, me deseas —arrullé—. Sé que lo haces. —Me estiré debajo de sus


brazos y corrí mis manos arriba y debajo de su torso. Él suspiró exasperadamente,
pero me lo permitió. Debajo de su suave camiseta negra sentí las crestas de sus
abdominales y me reí—. Me gustan tus agradables músculos. Son calientes. Eres
una cosa caliente. —Una de mis manos se dirigió hacia el sur hasta su cinturón.
Poniendo mis labios junto a su oreja, susurré—: ¿Por qué no te quitas los
pantalones, cosa caliente?

Esto podría haber tenido un efecto más seductor si no lo hubiera puntuado con
un gigante hipo.

Él negó con la cabeza.

—Sabes, he tenido muchas fantasías contigo. Muchas. Pero nunca fueron así.

—¿Yo era menos atrevida?

—Estabas menos borracha. —Puso su mano sobre mi muñeca—. ¿Cuánto


alcohol has bebido?

—No sé. —Me encogí de hombros—. No importa.

Suspiró de nuevo.

—Sí lo hace. Te importará.

—¡No, no lo hará! ¿Ahora porque no estas siendo divertido? Toda tu vida tiene
que ver con el sexo y la diversión y ahora que estoy lista para algo de eso, ¿no me
deseas?

—No es eso.

Intentó levantarse pero me aferré con fuerza.

—¿Entonces qué es? —Logré deslizar mi palma sobre su entrepierna, y no pude


resistir un chillido de deleite cuando sentí el sólido bulto allí—. ¡Ja! ¡Me deseas! —
Hipeé en voz alta en señal de triunfo—. ¡Estás duro!

—¡Por supuesto que estoy duro! —dijo bruscamente—. Una chica caliente
tiene sus piernas envueltas alrededor de mí y su mano en mis pelotas. Y no te
equivocas, te deseo. Siempre te he deseado. —Dos segundos después, él me tenía
sobre mi espalda, mis muñecas puestas sobre mi cabeza. Su rostro se cernía justo
sobre el mío, su aliento cálido en mis labios—. Pero no así.

—¿Cómo?

—Discapacitada. —Sus ojos buscaron los míos—. Enojada. Herida. No sé qué


diablos pasa contigo y tu imbécil novio, pero sería el cabrón más grande del mundo
si me aprovechara de ti en este momento.

—¡No lo serías! Quiero esto. —Su rodilla estaba encajada entre mis piernas, y
la apreté con mis muslos. Dios, eso se siente bien—.Necesito esto.

Miles cerró los ojos y exhaló.

—Sí, lo haces. Necesitas esto y quieres esto porque estás buscando recuperar a
Dan. Pero no estoy interesado en esos términos.

—¿Desde cuándo te importa cuáles son los términos? —Molesta que él se


follaría a una extraña en el bar y tuvo muchas veces, me enfrenté a él—. El sexo
casual es lo tuyo, ¿verdad, soltero? Solo trátame como a otro cuerpo o lo que sea.

Se rio, quebradizo y rápido.

—Eso está fuera de la cuestión.

—¿Por qué? ¿Por qué está bien que tengas relaciones sexuales con extrañas,
incluso dos a la vez, y no conmigo?

—Solo es.

—¡Jódete, Miles! ¡Eres un provocador! —Con pánico de que me fuera a


rechazar también y moriría de frustración, cambié mi táctica, meneándome
ansiosamente debajo de él—. Mira, necesito esto y quiero esto porque no he tenido
sexo en meses, y estoy toda caliente y molesta justo ahora, y tú eres hermoso y estás
aquí y te gusto, así que solo cállate y hazlo. ¿De acuerdo?

—Oh mierda. Eso es una pesadilla. —Levantó la mirada hacia el techo—.


Espero que sepas el sacrificio que estoy haciendo. Podrías al menos darme un
bestseller después de esto.

—Miles, por favor. Por favor. —Levantando mi cabeza, rocé mis labios contra
su mandíbula, suavizando mi aproximación—. Di que sí.

Él gimió y me miró de vuelta.


—No puedo. Porque mañana, cuando tú y Dan arreglen cualquiera que haya
sido su pelea que hayan tenido, la forma que siempre lo hacen, yo seré el imbécil
que te follé cuando tus defensas estaban abajo, y nunca me volverás a hablar.

Oh, Dios. Realmente me está diciendo que no. Justo como lo hizo Dan. Giré
mi cabeza a un lado así no vería las lágrimas de humillación en mis ojos.

Él apretó mis muñecas.

—Mírame, Natalie. Mírame.

Su tono era tan enérgico, su agarre en mí tan apretado, que tuve que hacer lo
que me pedía.

—Créeme cuando te digo que no quiero algo más en este momento que decirle
a mi consciencia que retroceda, llevarte arriba, taparte los ojos, atarte, y nalguearte
por ser tan mala niña. Entonces pasaría el resto de la noche haciéndote venir una y
otra y otra vez. Te follaría tan duro que olvidarías tu propio nombre, sin mencionar
la estupidez de tu novio. —Bajó sus labios a mi oído—. Pero si y cuando te folle, va
a tratarse de ti y de mí, y nadie más. ¿Me entiendes?

Un escalofrío me recorrió, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera. De


hecho, por un segundo pensé que podría venirme solo de escuchar a Miles decirme
esas palabras.

—Sí —susurré.

—Bien. —Dejando ir mis muñecas, se levantó—. Iré por algo de agua para ti y
a poner algo de café.

Él dejó la habitación y cerré mis ojos, poniendo mis dos manos sobre mi
estómago. Oh Dios, oh Dios, oh Dios. No sabía cuál era más poderoso, mi
humillación de ser rechazada o mi furiosa lujuria. ¿Realmente Miles me acababa de
decir todo eso a mí? Sonaba tan bien. Ni una vez en veintiséis años me habían
hablado así, o tratado de la forma en que él describió.

Lo deseaba.

Lo deseaba tanto.

Entendía por qué me rechazó, y tal vez yo necesitaba examinar mis motivos
para venir aquí tan pronto como Dan admitió que me engañó y pidió tiempo
separados. ¿Realmente quiero dormir con Miles? ¿Acababa de correr aquí por
despecho? ¿O fue porque tenía calor en los pantalones y pensé que sería una cosa
segura?
Jesús. Esto era tan embarazoso. Me habían rechazado no solo uno, sino dos
hombres en dos días: mi propio novio y un chico que una vez tuvo relaciones
sexuales en el baño de un avión con una asistente de vuelo cuyo nombre había
olvidado cuando me lo dijo.

(¿Cómo fue eso posible? ¡No hay espacio en esos baños!)

¿Qué demonios estaba mal conmigo? Llevando mis manos a mi cara, me


acurruqué en una bola y lloré en ellas.

Hace una semana, mi vida parecía estar bien encaminada.

¿Qué salió mal?


CAPÍTULO 8

Me tomó cada onza de voluntad que tenía, y algo más, salir de esa habitación.
Ahí estaba ella, desesperada, necesitada y rogándome que la follara, esta hermosa y
perfecta mujer que había idealizado y adorado, y tuve que rechazarla.

Jodido infierno.

Me apoyé con ambos brazos en la isla de granito en la cocina, haciendo una


mueca mientras dejaba que mi polla abandonara el sueño y se retirara. Puedes dejar
de estar dura ahora. No va a suceder esta noche. Sé que es un shock, pero simplemente
relájate. Te prestaré atención más tarde.

Después de unas cuantas respiraciones profundas y algunos intensos


pensamientos en cosas poco atractivas como mi tía Mildred, el olor a la mierda de
paloma y pagar mis impuestos, mi ritmo cardíaco se hizo más lento y mi polla
pareció recibir el mensaje.

Hice una nueva jarra de café, tirando lo que quedaba de esta tarde. Las
palabras no habían estado fluyendo demasiado bien hoy, y esperaba que una
infusión de cafeína ayudara. Pero sobre todo, había pasado el día pensando en
Natalie, molesto que no pudiera dejar de pensar en ella. Pero no había nada que
pudiera hacer al respecto. Ella era una persona de relaciones; yo no lo era.

El Fin.

¡Pero maldito Dan! ¿Qué le hizo esta noche para que apareciera aquí así? ¡Fue
una tortura! Había follado a chicas con novios en el pasado, había follado a amigas
en el pasado y ciertamente no tenía inhibiciones acerca del sexo sin ataduras, pero
algo dentro de mí no permitiría que lo hiciera con ella. Ella era diferente.

También estaba borracha.

Tenía que estarlo, lanzándose hacia mí de esa manera, diciendo esas cosas. Eso
no era como ella en absoluto. ¿Con los ojos vendados? ¿Atarla? Jesús, me
encantaba la idea de que podría haber un lado perverso de Natalie para explorar,
pero las circunstancias aquí estaban demasiado cargadas con el tipo de tensión
incorrecta. Hasta que estuviera seguro que ni venía detrás de mí solo para vengarse
de su novio, no iba a arriesgarme a arruinar nuestra amistad por una noche de sexo
caliente. Ya era bastante malo que le dijese esas cosas a ella... aunque las había
dicho en serio.

Joder, sí, las dije en serio. No quería nada más que provocarla, jugar con ella,
hacerla vulnerable por todas las razones correctas. Quería verla desnuda y
necesitada debajo de mí, su piel resbaladiza por el sudor, sus piernas abiertas para
mí. La haría venir con mi lengua primero, usaría mis dedos dentro de ella, y
cuando estuviera empapada, jadeando y susurrando mi nombre, me deslizaría
dentro de ella, lentamente al principio, haciéndola sentir cada centímetro de mi
dura…

Oh, por el amor de Dios. ¿Otra vez?

Ajustándome para que mi erección no quedara atrapada dolorosamente dentro


de mis jeans, consideré brevemente subir las escaleras para masturbarme antes que
el café estuviera listo. Solo tomaría un minuto. Pero luego escuché unos sollozos
ahogados viniendo de la sala de estar, y mi pecho se hundió un poco. Ella me
necesitaba más que a mi polla. Lo siento amigo. Normalmente te pongo primero, pero no
esta noche.

Encontré algo de ibuprofeno en un armario de la cocina, serví un vaso de agua


y un poco de café, y puse todo en una bandeja que vi sobre el mostrador.
Sintiéndome complacido conmigo mismo, llevé la bandeja a la sala de estar, la
coloqué en la mesa de centro y encendí una lámpara.

Ella estaba acurrucada en una bola en el sofá, sus zapatos en el suelo, con un
pie desnudo cubriendo el otro. Su vestido se había subido, y me propuse no echarle
un vistazo a su entrepierna.

Bien. Le di una ojeada. Llevaba bragas de encaje negro. Joder.

Pero su rostro estaba enterrado en sus manos, y todo su cuerpo se sacudía con
tristes y lamentosos sollozos.

—Oye. Vamos. No es tan malo.

Me senté a su lado y puse una mano en su espalda.

—Sí, lo es. —Lloró.

—Háblame. ¿Qué pasó esta noche?


Le di una palmadita mientras continuó llorando, sintiéndome un poco
incómodo. Por lo general, cuando una mujer llora, encuentro una posible escotilla
de escape, pero quiero consolar a Natalie, que nunca había sido llorona, ni siquiera
cuando era niña. La única vez que la vi llorar, de hecho, fue la noche en que nos
despedimos aquí. Otro fracaso cercano para nosotros ¿Estábamos destinados a
siempre tener esta mala sincronización?

Alcancé su brazo y la tiré a una posición sentada, luego la acerqué para que su
mejilla se apoyara en mi pecho. Inmediatamente, llevó sus rodillas hacia su
barbilla, metiendo sus pequeños pies entre mis piernas. Sus brazos estaban doblados
en su pecho, y envolví mis brazos alrededor de todo su cuerpo, piernas y todo. Las
lágrimas se detuvieron, y su respiración se hizo más lenta. Bajé mi cara a su cabello
e inhalé.

Dios, huele delicioso.

Intenté no pensar en mañana, cuando volviera con ese maldito, y él sería quien
la sostuviera.

Finalmente, se apartó de mí, poniendo los pies en el suelo.

—Tengo que sonarme la nariz. Ya vuelvo —dijo, escondiendo su cara de mí


mientras se apresuraba fuera de la sala.

Oí que la puerta del baño se abría y se cerraba, y estuvo desaparecida por varios
minutos. Por un momento, me preocupé que estuviera enferma por el alcohol, pero
reapareció en la sala de estar con el rostro hinchado y los ojos rosados, pero por lo
demás bien.

Levanté el ibuprofeno de la bandeja y se lo ofrecí.

—Aquí. Bebe esto.

—Gracias.

Se dejó caer en el sofá, tomó las pastillas, y luego las metió en su boca. Después
de beber todo el vaso de agua, tomó la taza de café y bebió un sorbo.

—¿Mejor?

—Sí. El mundo solo está dando vueltas un poco en este momento. Estoy un
poco mareada.

—Me he sentido así. ¿Quieres tomar un poco de aire?


Inhaló y exhaló lentamente.

—Sí.

Salimos al envolvente porche, y cerré la puerta principal detrás de nosotros,


asegurándome que estuviera sin llave. A nuestra derecha había un columpio, que
probablemente no era lo que ella necesitaba en este momento, y a nuestra izquierda
había unas cuantas sillas de madera.

—¿Quieres sentarte?

Hice un gesto hacia las sillas, y asintió. Me senté a su lado pero no dije nada de
inmediato. Me preguntaba qué quería escuchar… ¿debería preguntar qué sucedió?
¿Debería simplemente esperar a que me lo dijera? ¿Debería disculparme por
rechazarla? Entendía por qué tuve que hacerlo, ¿no?

Finalmente habló.

—Lo siento. Esta fue una mala idea.

—Está bien.

—No, no lo está. Te puse en una posición realmente mala.

Hice una pausa.

—En realidad me tenías en algunas posiciones realmente geniales.

Golpeó mi muñeca ligeramente, pero sonrió con una sonrisa familiar, y me


sentí infinitamente mejor.

—Sabes a lo que me refiero.

Asentí.

—Lo sé. Y probablemente lamentaré mi decisión por el resto de mi vida,


especialmente si vuelves con el Imbécil mañana. Me estoy quedando sin
oportunidades contigo.

Inclinó la cabeza.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, esta noche. Y luego... —Miré al otro lado del jardín hacia la casa de
sus padres—. Esa noche antes de irme a la escuela. Quería... lo que sea, pero no lo
hice.
—¿Por qué no?

—Porque estabas con Dan, e incluso si hubiéramos…

Me costaba encontrar palabras.

—Lo que sea —proporcionó.

—Correcto. Incluso si hubiéramos tenido lo que sea, me sentí como si te habrías


arrepentido y nuestra amistad hubiera sufrido. Y nuestra amistad era importante
para mí. Así que me obligué a dejarte sola. —Me reí un poco por la forma en que
las cosas han hecho un completo circulo—. Es divertido, recuerdo regresar a casa y
sentarme justo aquí en este porche, preguntándome si era un idiota o un caballero.

Ella tomó un sorbo de café, sosteniendo la taza con ambas manos.

—¿Y esta noche?

Sonreí con ironía.

—Exactamente lo mismo.

—Bueno, creo que eres un caballero.

—Ajá. ¿Ves? —La señalé—. Concuerdas que habría sido un error. Lo habrías
lamentado mañana. Yo tenía razón.

—No estoy diciendo eso —dijo a la defensiva—. Solo estoy diciendo que eres
un caballero, no un idiota. Yo soy la idiota, viniendo aquí y lanzándome hacia ti. —
Sus mejillas se sonrojaron y puso los ojos en blanco—. Dios.

—Natalie. —Puse mi mano en su brazo—. Muchas mujeres tienen problemas


para controlar sus impulsos sexuales a mi alrededor. No tienes por qué
avergonzarte.

Gimió.

—Prométeme que no vas a burlarte de mí por esto el resto de nuestras vidas.

—De ninguna manera. No soy un caballero tan grande.

Su rostro palideció.

—Pero no puedes decirle a nadie sobre esto.


—Seguro que puedo. Pero no lo haré. A cambio, me dirás qué diablos pasó esta
noche que te hizo perder tus canicas.

Suspiró y miró a través de los campos hacia la casa de su infancia.

—Dan quiere que nos demos un tiempo. Es eso o rompemos definitivamente.


No estoy segura.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Dijo que quiere un descanso. Dijo que sería bueno para nosotros para ver
quiénes somos mientras no somos pareja. —Tomó un sorbo de café—. Dijo que
deberíamos ser libres para salir con otras personas y hacer lo que queramos por un
tiempo antes de casarnos.

Parpadeé. Eso era tan jodido. Él la tenía a ella, ¿y deseaba a otras chicas?

—Ayer te mentí cuando te dije que las cosas estaban geniales sexualmente
entre nosotros. No lo están. —Miró su café—. Parece que ya no me desea de esa
manera, pero dice que aún me ama. Él... me engañó anoche. Y creo que lo ha
hecho antes.

Furioso, apreté mis puños en mi regazo.

—Dios me gustaría golpear a ese pendejo en este momento. Si deseaba a otras


chicas todo este tiempo, podría haber dicho algo y podrían haber terminado hace
mucho tiempo. Ese es el asunto al tener una novia: no puedes follar a otras chicas.
Él no puede tener ambas cosas.

Tal vez mi ira era hipócrita, ya que había estado con chicas que habían tenido
novios antes, pero maldita sea, esta era la segunda vez que me abstuve de tocar a
Natalie de la manera que quería, de la manera en que cada hueso en mi cuerpo
estaba doliendo por hacer. De acuerdo, no lo estaba haciendo exactamente por él,
pero él fue una razón indirecta por la que no estaba follándola en este momento, y
estaba furioso por eso.

—Él no está pidiendo ambas cosas. —Natalie se enfadó un poco—. Es por eso
que pidió que nos diéramos un descanso.

—¿Lo estás defendiendo ahora?

Salió más fuerte de lo que pretendía, pero no pude evitarlo. Podría escribir una
maldita enciclopedia sobre todas las formas en que él no se la merecía.
—¡No! Quiero decir, no realmente. —Suspiró, cerrando los ojos—. Solo estoy
tratando de decidir si queda algo allí que salvar, supongo. Pero ya ni siquiera sé lo
que quiero. Estoy tan confundida. Y tan cansada. Y mañana tengo que levantarme
tan temprano.

Mi ira se disipó. Se un amigo, no un idiota. Esto no es sobre ti o tu polla.

—Vamos. Puedo llevarte a casa.

Me levanté y ella tomó mi mano.

—No. —Me miró, sus mejillas poniéndose un poco rosas—. No quiero estar
sola esta noche. ¿Puedo quedarme contigo?

Parpadeé. Vaya. Dios realmente quería ponerme a prueba esta noche.

—Um. Por supuesto.

—Simplemente abriré un poco más tarde mañana.

—Puedo llevarte temprano. No me importa. —¿Ves, Dios? Soy una buena persona
en este momento. Ni siquiera me voy a masturbar mientras esté en la casa, aunque realmente,
realmente lo necesito.

Ella enarcó una ceja.

—¿Temprano como a las 4 a.m.? Tengo que ir a casa primero para buscar ropa
de trabajo.

Me encogí de hombros.

—Seguro. O puedes llevarte mi auto. Lo que quieras. —Le di un apretón


rápido a su mano y la solté—. No hay sábanas en las camas de las habitaciones de
huéspedes. Déjame arreglar una para ti muy rápido.

—¿No puedo quedarme en tu habitación?

¿De verdad, Dios?

—¿Quieres quedarte en mi habitación?

—Sí. ¿No tienes dos camas?

Negué con la cabeza.


—Mi madre las reemplazó con una cama queen5.

—Oh. —Sus ojos cayeron por un segundo—. Bueno, no me importa si a ti no


te importa.

¿No te importa qué estarás durmiendo en la misma cama que mi erección toda la noche?
Genial. Es un plan.

—Um, está bien.

Arriba, le di una camiseta limpia y entró al baño para cambiarse. En mi


habitación, me desvestí hasta quedarme en mis calzoncillos, que era como
normalmente dormía, pero decidí ponerme un pantalón de pijama. Entre más
barreras entre su cuerpo y el mío, mejor. Pero luego entró a la habitación, luciendo
adorablemente sexy y con la cara limpia en mi camiseta, y ni siquiera intenté no
mirar sus pezones, que sobresalían a través del fino algodón blanco. Mi polla saltó
y me apresuré al otro lado del pasillo hacia el baño, donde vigorosamente cepillé
mis dientes y pensé en tía Mildred hasta que la sangre dejó de apresurarse entre mis
piernas.

La luz estaba apagada en mi habitación cuando regresé, y apenas pude ver su


forma debajo de la manta. Dejando mis gafas en la mesa de noche, me deslicé entre
las sábanas, con cuidado de mantenerme en mi lado. ¿Cuándo fue la última vez que
una mujer durmió en mi cama sin que estuvieran involucrados orgasmos? No
puede pensar en una sola vez, en realidad. Ni siquiera sabía qué hacer conmigo
mismo.

Me quedé acostado un rato boca arriba, con las manos debajo de la cabeza,
respirando lenta y profundamente, tratando de mantener la calma. Pero podía oler
su perfume, y me estaba poniendo duro de nuevo. ¡Mierda! ¿Ya estaba dormida?
¿Podría frotarme hasta venirme una vez sin que ella lo supiera? Me atreví a mirarla,
y mis ojos se adaptaron a la oscuridad suficientemente para ver que estaba de
espaldas hacia mí, acurrucada en su lado. Largos y agonizantes minutos pasaron,
durante los que me imaginé frotando mi polla a lo largo de la grieta de su culo, que
sobresalía en mi dirección. Provocándome.

—Te mentí anoche.

Su voz era tan suave que pensé que podría haberla imaginado. O soñado.

5
Cama Queen: Camas de tamaño más grande que las matrimoniales, cuyas medidas son 1,5 metros
de ancho por 2 metros de largo
—¿Eh?

Deja de pensar en su trasero.

Se giró hacia el otro lado y me miró, metiendo las manos debajo de su mejilla.

—Mentí anoche. Te dije que no recordaba lo que me dijiste la noche que nos
despedimos. La noche antes a que te fueras a la escuela.

Parpadeé en sorpresa.

—Oh.

—¿Realmente quisiste decir las cosas que dijiste?

—Por supuesto que quise decirlas. Mantengo cada palabra que te he dicho.

Y mi polla está erecta en este momento. Así que si pudieras dejar de ser bella, sexy y
vulnerable, te lo agradecería. Gracias.

Tomó un suspiro tembloroso.

—Y sin embargo... esta noche, no...

—Esta noche no fue sobre nosotros, Natalie.

—Pero... ¿y si lo fuera? —Hizo una pausa—. ¿Y si pudiera ser?

Joder, ¿hablaba en serio? Porque quería eso. Quería una noche que fuera solo
de nosotros, quería mostrarle cómo era estar con alguien que la apreciaba. Solo una
noche, incluso si era todo lo que tendríamos. Pero no podía ser yo quien lo iniciara,
no sin saber que realmente estaba bien.

—Natalie…

Empecé, pero ella me interrumpió.

—Estoy aquí acostada pensando, hace una semana mi vida parecía tan
completa, todo en orden. Mi relación. Mi negocio. Mi casa. Tenía todo lo que
quería.

—¿Y ahora?

—Ahora siento que me falta algo. Como si tal vez me equivoqué acerca de lo
que quería. Me siento... perdida.
Me miro con sus enormes, redondos ojos azules, haciendo que todo mi cuerpo
se calentara.

—No estás perdida. —Rodando sobre mi costado, apoyé mi frente en la suya—


. Estás justo aquí conmigo.

Y la besé. Solo así, la besé.

Planeaba que fuera el tipo de beso rápido, amigable y reconfortante, pero luego
no pude detenerme.

La besé de nuevo. Y otra vez. No pude evitarlo.

Puso una mano en la parte posterior de mi cuello, pasando los dedos por mi
cabello.

—No puedo dejar de pensar en ti, Miles. —Sus palabras salieron sin aliento,
como si estuvieran tomándola por sorpresa—. Es por eso que vine aquí esta noche.
Sé que piensas que fue por Dan y no por ti, pero desde que me llamaste ayer por la
mañana, no puedo sacarte de mi cabeza. Y las cosas que estás haciendo allí... —
Respiró profundamente, inhalando y exhalando mientras sus ojos bajaban por mi
pecho hacia donde la manta cubría mis caderas y subieron de nuevo—. Las cosas
que me dijiste en el sofá… Quiero eso. Te deseo.

Oh sí. Esto está ocurriendo. Esta noche.

Le di una sonrisa maliciosa.

—Bien. Porque, ¿adivina qué?

—¿Qué?

La levanté y giré, sujetándola debajo de mí.

—El caballero está tomando un descanso.


CAPÍTULO 9

Me besó profundamente y con fuerza, su boca inclinándose sobre la mía, su


lengua deslizándose entre mis labios. Lo recibí, deslizando mis dedos en su cabello,
probándolo por primera vez. ¡Es Miles! ¡Estoy besando a Miles! ¡En su cama! Por
primera vez tuve mariposas en mi vientre y sentí el hormigueo hasta los dedos de
los pies. Había pasado tanto tiempo desde que había besado a otro chico, todo se
sentía nuevo y diferente, y no podía recuperar el aliento. Me deleitaba con el peso
de su cuerpo sobre el mío, sus caderas entre mis muslos, su dura longitud atrapada
entre nosotros. Moví mis manos por su espalda desnuda, incliné mis caderas para
encontrar las suyas, todo mi cuerpo caliente y vivo, irradiando de deseo.

Esto, pensé mientras frenéticamente arrancábamos la ropa del otro. Esto es fuego.

Miles se arrodilló entre mis muslos, y mi corazón gritó en mi pecho. Su cuerpo


era hermoso. Desde que lo había visto sin camisa en sus pantalones de pijama, mis
pezones habían estado duros y mis bragas húmedas. Tuve que mirar hacia otro
lado, asustada que mi excitación fuera demasiado obvia y se fuera a dormir al sofá
o algo así. Ahora miré descaradamente su musculoso pecho y estómago, la tinta
cubriendo su brazo, las líneas V en su torso que apuntaban directamente a su gruesa
y dura polla. Habiendo visto una sola polla en toda mi vida, y francamente, no era
tan impresionante como esta, sentí como si acabara de desenvolver un brillante y
nuevo juguete, y no podía esperar para ponerle las manos encima. Me senté y lo
alcancé, pero de inmediato apartó mis manos y me empujó hacia atrás otra vez,
apoyándose sobre mí.

—¿Quieres algo?

La sonrisa astuta estaba de vuelta.

—Sí —jadeé.

—¿Qué quieres?

¿Quería volver a oírlo? Perfecto, porque lo diría toda la noche.


—Quiero que me folles. Duro.

—Uhmmmm. —Sentándose sobre sus talones, puso sus palmas en mi


estómago tembloroso y las deslizó hasta mis senos, apretando suavemente. Luego
comenzó a rodar sus pulgares alrededor de mis pezones, haciéndolos hormiguear y
poniéndolos doloridos sin siquiera tocarlos, una pequeña y sublime tortura—. Me
encanta escucharte decir eso, y eres tan jodidamente hermosa —dijo, finalmente
rozando el dorso de sus dedos sobre los picos tensos. Luego los pellizcó con fuerza,
y grité de dolor y alivio—. Pero fuiste una mala niña hoy, ¿verdad? Venir aquí con
tus bragas de encaje negro diciéndome que te folle. —Me pellizcó de nuevo—. Todo
este tiempo fingiendo ser la inocente chica del lado, provocándome con lo que nunca
podría tener, cuando realmente solo querías que te follara.

Comencé a protestar, a decirle que no había estado fingiendo, que realmente


era un poco inocente en lo que se refiere al sexo, pero inmediatamente colocó una
mano sobre mi boca, con fuerza.

—Sin excusas, TraviesaNatalie Nixon. Te portaste mal, y ahora tengo que


castigarte. —De repente, me dio vuelta sobre mi vientre y subió mis caderas, así
que estaba de rodillas. Cuando intenté levantarme, agarró un puñado de mi cabello
y sostuvo mi cabeza hacia abajo, empujando mi mejilla contra el colchón—. No.
Te. Muevas. O no conseguirás lo que quieres.

Siempre me había gustado el sonido bajo y grave de su voz, pero ahora me


ponía tan caliente que quería gritar. Era Miles, pero era una parte de él que nunca
había conocido, todavía juguetón pero también demandante, y casi lo hizo parecer
un extraño. Podía sentir su polla presionándose contra mi culo, y me estremecí con
anticipación, mordiéndome el labio. ¿Qué me haría?

Se recostó, soltando mi cabello.

—Di que fuiste una chica mala.

Me reí, principalmente por los nervios, y me golpeó fuertemente el trasero con


una palma, haciéndome gritar.

¡Mierda! ¡Eso dolió!

Pero me hizo querer complacerlo.

Puso su mano sobre la piel punzante.

—Dilo.

—Fui una chica mala —dije en voz baja, coquetamente.


Golpeó la otra nalga aún más fuerte, y grité de nuevo.

—Más fuerte, Natalie.

—¡Fui una chica mala!

—Bien. —Me golpeó una tercera vez. Una cuarta—. Dime que te azote más
fuerte.

—¡Azótame más fuerte!

Estremeciéndome, me preparé para el dolor, pero no llegó.

—Dilo como si lo dijeras en serio, por favor.

—¡Azótame más fuerte! —grité. ¡Plaf! Su palma azotó mi trasero con la fuerza
suficiente para traer lágrimas a mis ojos, pero estaba tan excitada que estaba
sonriendo delirantemente.

—Buena chica. —Frotó ambas manos sobre la piel caliente—. Jodido infierno,
tu trasero es fenomenal. Podría castigarte toda la noche.

—No —dije sin aliento—. Me prometiste follarme.

—Eso es correcto. —Alcanzando debajo de mí, me dio vuelta para estar sobre
mi espalda y deslizó una mano entre mis piernas—. Prometí follarte duro, ¿verdad?
¿Estás mojada para mí?

Me acarició superficialmente, encontrando mi coño lleno de deseo.

—Sí.

Lloriqueé mientras deslizaba un dedo fácilmente dentro de mí, y luego dos, su


pulgar frotando mi clítoris.

—Bien.

Moví mis caderas contra su mano, jadeando de frustración.

—Miles —le rogué—. Ahora.

—Tan impaciente —reprendió—. Me tomó años meterte en la cama, dulzura.


Tienes que dejarme jugar un poco. —Moviéndose por la cama, bajó la cabeza entre
mis muslos y reemplazó el pulgar con su lengua, lamiendo mi clítoris con largas y
firmes caricias—. Mmmh, no te vengas hasta que yo lo diga, ¿de acuerdo? Eres
absolutamente deliciosa, y necesito saborear cada porción de esta comida en caso
que nunca pueda volver a este restaurante otra vez.

—Oh, Dios.

Mi cuerpo entero estaba tan envuelto por la tensión sexual, que estaba casi
llorando, sin embargo, él todavía podía hacer bromas y provocarme.

Mordió mi muslo interno mientras retorcía sus dedos dentro de mí,


presionando donde nunca lo había sentido antes, en un punto que hizo que mis ojos
se pusieran en blanco.

—Si no quieres que me venga demasiado pronto, es mejor que dejes de tocarme
así.

—¿Te gusta eso?

Sus dedos se hundieron más profundamente dentro de mí mientras provocaba


mi clítoris con la punta de su lengua, sus labios, sus dientes.

Mis piernas se sacudieron.

—Joder, sí. Oh Dios.

—No te vengas todavía, tú, cosita traviesa. Espera el permiso.

Pero luego enterró su cara en mi vagina y chupó mi clítoris en su boca,


golpeándola fuertemente con la lengua.

Me sentí subiendo en espiral, y no tenía idea de cómo controlarlo. Incapaz de


detenerme, mecí mis caderas instintivamente, frotándome contra su boca.

—Oh Dios, lo siento, ha pasado demasiado tiempo, y eres demasiado bueno, y


me voy a venir tan fuerte, y oh, joder, Miles. Sí. ¡Sí! ¡Sí!

Gemí en agonía y placer, mis manos arañando las sábanas cuando el orgasmo
alcanzó su punto más alto. En el momento de la liberación, agarré su cabeza,
empuñando su cabello con mis manos mientras mi cuerpo liberaba toda la tortuosa
tensión dentro de él en maravillosas y pulsantes olas.

—Joder. —Miles se arrastró por mi cuerpo, lamiendo sus labios—. Eso fue tan
sexy. Pero tú eres una chica muy mala por venirte antes que dijera que podías.
Sabía que solo estabas fingiendo ser tan santurrona todos estos años.

Me reí, tratando de recuperar el aliento.


—¿Sabes qué? Tal vez estaba fingiendo.

—Y dentro de ti había una pequeña y libertina ramera que simplemente estaba


esperándome para dejarla salir.

Extendí mi brazo entre nosotros, finalmente envolviendo mi mano alrededor de


su polla.

—Te quiero a ti dentro de mí.

—¿Sí? ¿Quieres mi polla dentro de ti?

Cerró los ojos, su cara de póker se deslizó ligeramente mientras movía mi


mano arriba y abajo de su longitud dura y caliente.

—Sí. Pero primero.

Me moví para bajar entre sus piernas hasta que mi cabeza estuvo entre sus
muslos.

—¿Qué es esto?

Miles me miró sorprendido.

—¿Qué pasa si nunca vuelvo a comer en este restaurante? —pregunté


tímidamente, inclinando su pene hacia mi boca y frotando su suave punta en mis
labios. Nunca, pero nunca, había actuado con tanta audacia antes, pero Miles me
estaba inspirando a dejar que mis instintos tomaran el control, jugaran un poco,
tomara mi tiempo y disfrutara esto por lo que era: una buena y sucia diversión.
¿Cómo había llegado a ser tan seria con el sexo?

—Ah. Ya veo. En ese caso... —Se inclinó hacia delante, apoyándose contra la
cabecera de la cama—. Buen provecho.

Manteniendo una mano envuelta en la base, giré mí lengua alrededor de la


punta, cerrando mis ojos y enfocándome en la sensación aterciopelada de su piel,
en el sabor dulce y salado, en el sonido de sus respiraciones agitadas por encima de
mí. Levantando mi cabeza de la cama, llevé la cabeza a mi boca, chupando
suavemente al principio, y luego más fuerte. Con mi otra mano, alcancé entre su
entrepierna y jugué con sus bolas, ahuecándolas suavemente y deslizando mi dedo
a lo largo del sensible lugar detrás de ellas. Cuando gimió, levanté más mi cabeza,
tomando su polla en mi boca tan profunda como pude, dejando que la punta
golpeara la parte posterior de mi garganta.
—Jesús —dijo roncamente por encima de mí, sus caderas empezando a
moverse—. Eso se siente tan malditamente bien. Estas invitada a este restaurante
ocho días a la semana.

Agarrando su trasero, lo jalé hacia mí, tirándolo hacia mi boca con una mano y
chupando con avidez. Comenzó a empujar más rápido, sus caderas bombeando en
profundos y fuertes estocadas que empujaron mi cabeza hacia la cama. Un
hormigueo de calor subió por mi centro cuando lo imaginé hundiéndose en mi
coño de esa manera. Gimiendo con aprecio, deslicé una mano por la parte
delantera de su cuerpo. Realmente solo fue una pobre sensación de sus
abdominales y pecho, pero cuando mis dedos rozaron su pezón, inhaló
bruscamente y gimió de placer.

¿Qué es esto? ¿Miles Haas tiene pezones sensibles?

Es difícil sonreír con una polla en tu boca, pero me complació muchísimo


cuando pellizqué uno resultando en otro rápido jadeo y un latido de su polla.

—Cristo —gruñó, soltando la cabecera y tomando mi cabeza entre sus


manos—. ¿Esto es real?

Miré hacia arriba, nuestros ojos se encontraron, y algo pasó entre nosotros,
cambiando el estado de ánimo de juguetón a serio. Su expresión era caliente y
oscura cuando enrolló sus dedos en mi cabello, tirando de él mientras deslizaba su
polla más profundamente en mi boca, tan profundo que casi me ahogo.

—Me encanta lo profundo que me tomas —susurró, manteniéndome


inmóvil—. Me encanta ver cómo se desliza mi polla entre tus hermosos labios. Me
encantan los sonidos que haces. Podría venirme tan duro ahora mismo.

Estaba totalmente dispuesta a dejarlo, así que me sorprendió cuando salió de


mi boca y se estiró sobre mí.

—Pero he estado esperando para estar dentro de ti durante tanto tiempo, y si


solo tengo una oportunidad contigo, esto es lo que quiero.

—Sí. —Respiré—. Es lo que yo también quiero.

La punta caliente y húmeda de su polla provocó mi coño.

—Estás… Déjame conseguir un condón.

Por un segundo pensé que él quería hacerlo sin protección, y la forma en que
yo me sentía en este momento, lo hubiera dejado. Aun así, me alegré cuando salió
de la cama y rebuscó en una bolsa en el suelo cerca de su armario. En menos de un
minuto regresó, poniéndose el condón antes de colocarse entre mis piernas.

Toqué su mejilla, abrumada de afecto por él.

—¿Ves? Eres un caballero, Miles.

Me besó. Pensé que me provocaría un poco más, me haría esperar, me


ordenaría que dijera algo sucio, pero no lo hizo. Solo besó mis labios y se deslizó
dentro de mí silenciosa y reverentemente, me quedé sin aliento cuando llegó al
punto más profundo.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí.

Cerrando mis ojos, sonreí ante el ajuste perfecto.

—¿Puedo seguir adelante?

Mis ojos se abrieron de golpe.

—¿Hay más?

Sonrió, haciendo que mi corazón palpitara furiosamente en mi pecho.

—Sí.

Respiré hondo, envolviendo mis piernas alrededor de él.

—Dame todo.

Empujó incluso más profundo, yendo lentamente, dándome tiempo para


acostumbrarme a su tamaño.

—Se siente como la primera vez —susurré, jadeando por la forma en que me
llenaba, en la forma en que la punzada de dolor solo se sumó a mi excitación.

—Lo es. —Cuando estaba completamente dentro de mí, cerró los ojos—. Es
jodidamente la primera vez.

—Miles —susurré, mi cuerpo encendiéndose de nuevo—. Tu voz me hace


cosas.

—Mi voz, ¿eh?


Comenzó a moverse sobre mí, balanceándose, haciendo ondulaciones con su
cuerpo que me tenían suspirando. No es de extrañar que escriba sobre el sexo, era
tan bueno.

—Sí.

Pasé mis manos por sus costados, por su espalda, clavando mis uñas en su piel.

Gimió.

—Todo sobre ti me hace cosas. Jodidamente todo. Tus ojos, tu risa, tu boca
perfecta. Y ni siquiera empiezo con tu trasero.

Movió sus caderas un poco más rápido, pero se quedó firmemente contra mi
cuerpo, por lo que la base de su polla frotaba mi clítoris.

—Oh, Dios, eso se siente bien. —La encantadora tormenta dentro de mí se


construyó de nuevo, y supe sin lugar a dudas que Miles ciertamente me daría mis
primeros, dos orgasmos en una noche—. Me vas a hacer venir dos veces. Nunca he
hecho eso.

—Oh, mierda.

Movió sus manos debajo de mí para agarrar mi trasero, inclinando mis caderas
mientras se hundía en mí, y al principio dolió porque me estaba golpeando muy
fuerte y profundo, pero luego algo empezó a suceder dentro de mí, se sintió como
que un orgasmo se estaba construyendo, pero no estaba centrado en el lugar
habitual. Quiero decir, uno estaba construyéndose allí también, pero esto era otra
cosa.

Músculos en lo profundo de mí que ni siquiera sabía que tenía estaban


apretándose alrededor de él como una abrazadera y de repente no podía ver, hablar,
ni siquiera escuchar. Mi mundo se volvió blanco cuando la contracción alcanzó su
pico y pareció como si me balancearía en el precipicio para siempre, suspendida allí
entre el purgatorio y el nirvana. Mi boca se abrió, y dejé caer mi cabeza hacia un
lado, desesperada por alcanzar el clímax, mientras que él bajaba la velocidad, la
punta de su polla acariciando ese lugar perfecto. Oh Dios... iba a morir.

—¿Lo quieres? —gruñó Miles en mi oído, los pequeños empujes de sus caderas
volviéndome loca—. ¿Quieres todo?

—¡Sí! —grité, cerca de las lágrimas—. ¡Sí!

Él se empujó dentro de mí duro y rápido. Entonces comenzó: el orgasmo más


largo e intenso de mi vida. Un orgasmo que sacudió mis huesos, detuvo mi
corazón, me robó el aliento. Fue más poderoso, más potente, más eufórico que
cualquier orgasmo que haya experimentado. Era un megaorgasmo, y nunca quise
que terminara.

En los últimos espasmos, Miles cambió un poco su posición y duró solo cerca
de dos segundos antes que sintieran la piel de su espalda llenarse con piel de gallina
y su cuerpo se puso rígido sobre mí. Levanté mis caderas, dándole más fricción, y
gimió mientras su polla palpitaba profundamente dentro de mí.

Dejó caer su cabeza en el hueco de mi cuello.

—Oh Dios mío. Natalie.

Pasé mis manos por su cabello, abrumada con afecto hacia él.

—¿Qué?

—Yo... no puedo encontrar palabras.

—¿No?

—No. Espera, sí. Espera. Necesito respirar. No estoy pensando con claridad.

Puso su mejilla en mi pecho.

Cada parte de mi cuerpo todavía estaba hormigueando mientras acunaba su


cabeza.

—Está bien, cariño.

—Vaya. —Inhaló y exhaló—. Esto es una locura. He pasado mucho tiempo


fantaseando con follarte. Como, mucho. Pero la cosa real acaba de vencer a la
fantasía completamente.

—Oh, detente.

—No, lo digo en serio. —Levantó la cabeza y me miró—. En general, soy un


fanático del sexo, pero eso, eso fue algo completamente distinto.

—Estoy de acuerdo. ¿Qué demonios me hiciste allí? Nunca había sentido eso
antes.

—Bien.

Besó mi clavícula. Mi pecho. Mi mejilla.


—Realmente debíamos haber necesitado eso, ¿eh?

—Bueno, yo lo necesitaba. Eso es seguro. Nueve años, he estado esperando. Y


sí, valías la pena.

Todo su cuerpo se estremeció.

Me reí.

—¿Oh sí?

—Definitivamente.

—Bien. Tal vez no te haga esperar otros nueve antes que lo hagamos de nuevo.

Parecía eufórico.

—¿En serio?

Me encogí de hombros.

—Eso fue lo más divertido que he tenido en la cama, nalgadas y todo.

—Cariño, sigue siendo mala como esta noche, y te azotaré tan a menudo como
quieras.

—Ya veremos —le dije con astucia—. Ahora será mejor que me dejes dormir
porque tengo que levantarme e ir a trabajar en una hora o algo así.

Miles se apartó de mí, se puso las gafas y levantó su teléfono.

—¿Tienes que levantarte a las cuatro?

—Sí. ¿Qué hora es?

—No quieres saber.

—Dime.

—Dos quince.

—Oh Dios. Mañana no va a sentirse bien.

—Pero esta noche sí.

Sonreí.
—Sí. Se sintió bien.

Miles cruzó el pasillo hacia el baño, y cuando volvió, yo fui. Después de


limpiarme un poco, miré mi reflejo en el espejo y en realidad me sentí sonreír. Mi
cabello era un desastre, mis ojos aún estaban hinchados y mi cara estaba un poco
arañada por la barbilla llena de barba de Miles, pero me veía feliz. Relajada.
Satisfecha.

Con un salto en mi paso, volví a la habitación de Miles y salté a la cama junto a


él. Inmediatamente, me tiró hacia sus brazos, cuchareándome.

—Esto es lo que quería hacer antes —dijo, su brazo apretado alrededor de mi


cintura—. Antes que el sexo pasara.

Me reí, acurrucándome en él.

—Esto probablemente hubiera llevado al sexo de todos los modos.

Sentí un pequeño empujón contra mi trasero.

—Uhm, todavía podría.

Suspiré, pero secretamente estaba emocionada.

—Está bien, pero un rapidito esta vez. Nada de comer en el restaurante


primero.

—No haré promesas. —Besó la parte posterior de mi cuello, mi omóplato, la


parte superior de mi brazo—. Da la casualidad que tengo un gusto por los traseros
en este momento, y tú, cariño, tienes el mejor trasero de los alrededores.

Besó su camino en mi brazo y me quitó las mantas, poniendo sus labios en mi


cadera. Cuando hundió sus dientes en mi trasero, haciéndome chillar, me di cuenta
que no me importaba si siquiera dormía antes que saliera el sol.

Quién sabía cómo sería el mañana, tal vez volviéramos a ser solo amigos, tal
vez no. Estaba tan confundida acerca de mis sentimientos como lo había estado
antes.

Pero si solo tenía una noche con Miles, quería que valiera la pena.
CAPÍTULO 10

Jesús. Jodido. Cristo.

¿Cómo era posible que Natalie fuera inclusive mejor en mi cama de lo que
había sido en mi cabeza? Ninguna mujer debería ser capaz de ser mejor en vivo que
en la versión idealizada de ella de lo que había soñado, pero no solo se veía
hermosa desnuda, tiene un delicioso coño dulce, e insistió en chuparme la polla,
pero era lo suficientemente juguetona para dejarme nalguearla, sumisa cuando yo
quise que lo fuera, y aun sin miedo de tomar lo que quería de mí. Para pedirlo. Y la
forma en que levantaba su mirada hacia mí cuando estaba dentro de ella, como si
nunca hubiera estado con nadie más. Como si hubiera estado esperándome todo
este tiempo. Como si fuera mía.

Fue casi suficiente para hacerme creerlo.

Pero entonces, todo con nosotros siempre es casi.

Casi perdí el control cuando ella pellizcó mi pezón.

Casi le pedí follar sin condón.

Casi de dije que la amaba cuando terminamos.

Casi.

Ella habría cambiado de tema y salido de la cama antes de avergonzarme a mí


mismo, gracias a Dios, y tuve unos minutos para volver a tener el control de mi
jodida cordura. Luego nos acurrucamos cerca y yo habría tenido la intención de
dejarla cerrar esos grandes ojos azules para tener algo de descanso.

Pero su culo… estaba justo junto a mi polla, y no puedo ser responsable de las
ideas que mi polla me daba cuando está así de cerca de su culo. Solo no puedo.
Incluso cuando la idea es morderlo tan fuerte que ella grite.
Y luego fue como magia, porque en lugar de decirme que me fuera y la dejara,
se giró hacia mí y abrió sus brazos. Sus piernas. Y sus labios. Ni siquiera se sentía
real. ¿Era solo una fantasía como todos los juegos que solíamos jugar?

Te deseo, dijo ella.

Confío en ti, dijo ella.

Dame todo, dijo ella.

Esa era mi favorita… dame todo.

Lo haría. Le daría todo.

Incluso si solo era una fantasía.


CAPÍTULO 11

El día siguiente en el trabajo debería haberme sentido miserable. Creo que


Miles y yo pudimos haber dormido durante media hora, pero incluso después de lo
que hicimos por segunda vez, nos resultó difícil dormir. Nuestros cuerpos estaban
cansados, pero seguimos haciendo bromas, pateándonos el uno al otro, o hablando
de recuerdos de la infancia que nos hicieron reír. La noche entera fue simplemente
nuestra, como si hubiéramos existido fuera del tiempo, en nuestro pequeño mundo.
Por supuesto, el comienzo de la noche fue un poco inestable, y hubo muchas grietas
de su parte por mi intento borracho en seducción, pero a las cinco de la mañana
cuando nos tropezamos hacia su Jeep, callándonos el uno al otro porque la casa de
mis padres estaba justamente al lado, exhausta, adolorida y sonriente, estaba
convencida que había sido la mejor noche de mi vida. No solo por el sexo, sino
porque me sentía lo más ligera que me había sentido en no recuerdo desde hace
cuánto. No tenía idea qué demonios estaba pasando con mi vida, pero por una vez,
no me importaba.

Miles me llevó a mi casa y tomó una siesta en el sofá mientras tomaba una
ducha de dos minutos y me cambiaba de ropa, luego insistió en venir a la tienda y
ayudarme a abrir. Le dije que no era necesario, pero dijo que trabajaría por bollos,
así que lo dejé quedarse.

Éramos como dos niños torpes durante toda la mañana, riéndonos cada vez
que hacíamos contacto visual, haciendo bromas acerca de glasear bollos y, a veces,
simplemente soltábamos todo para besarnos, me apoyaría contra el gigante
refrigerador acero inoxidable, yo saltaría y lo montaría a horcajadas de la nada, me
acorralaría en la despensa.

Fue tonto y sexy y exactamente lo que necesitaba, así que no le di demasiada


importancia al hecho que en los tres años desde que había adquirido la cafetería, ni
una sola vez Dan vino a ayudarme a abrir. Ni siquiera creo que alguna vez se haya
ofrecido, si me quedaba por la noche en su casa, me llevaría a mi apartamento y
volvería directamente a su casa, o me dejaría tomar su auto.

Pero Miles... Miles se quedó conmigo.


Así que toda la mañana ignoré mi teléfono cuando vi que era Dan quien
llamaba, y nunca abrí ninguno de sus mensajes de texto. Si se aparecía, patearía su
lamentable trasero.

Cuando Hailey llegó, podía verla mirando de ida y vuelta entre Miles y yo,
preguntándose qué estaba pasando con nosotros. El otro día lo había presentado
como un viejo amigo, pero a pesar que apenas había terminado su adolescencia,
creo que ella sabía lo que pasaba. El aire entre nosotros crepitaba con energía
sexual.

Cerca del mediodía, el efecto de la cafeína comenzó a desaparecer.

—Oh, Dios mío —dije, colapsando en el mostrador de la cocina—. Estoy


muriendo. No lo lograré.

—Sí, lo harás.

Miles estaba lavando platos, cargando tazas, platos y cubiertos en el lavavajillas


ya que le pedí a Hailey que fuera más visible en el frente hoy. Mis ojos hinchados
con círculos oscuros debajo de ellos no debían ser vistos ahí fuera.

—No lo haré. Voy a morir. Necesito dormir.

—Vamos a dormir tanto cuando hayamos terminado aquí, Nat. Lo digo en


serio. Ganaremos una maldita medalla de oro en siesta.

—Siesta. Sieeeeeesta —gemí.

—Un par de horas más. Puedes hacerlo. —Se acercó y me tomó por los
hombros, enderezándome—. Oye. Vas a tomarte el día libre mañana. Trabajas
demasiado duro.

Me reí débilmente, pero tenía ganas de llorar.

—No puedo hacer eso.

—Sí, sí puedes. Y lo harás. Si tengo que pagarle a tu personal yo mismo, lo


harás.

Suspiré.

—Michael volverá. Probablemente pueda manejar las cosas por un día.

—Él puede. Estoy seguro de eso.

—Ni siquiera lo conoces.


—No importa. Lo contrataste, así que es talentoso y competente. Puede dirigir
una maldita cafetería por un día.

Hice una mueca.

—No es fácil, sabes.

—Lo sé. Créeme. —Me acercó y apoyé la cabeza en su hombro, pensando que
si se quedaba quieto, podría dormir así, de pie—. Hay una razón por la cual elegí
escribir como profesión. No quiero estar a cargo de personas. Apenas soy bueno
para estar a cargo de mí mismo. Pero tú eres increíble en eso. Eres tan increíble que
Michael ha aprendido qué hacer exactamente para manejar este lugar en tu
ausencia por un día. O una semana.

Me alejé de él.

—¿Qué semana?

—Vacaciones. Necesitas una semana de descanso, creo. —Frotó una mano


sobre su mandíbula, luego chasqueó los dedos—. Un viaje por carretera. Eso es.

—Estás demente. ¡No puedo irme de aquí por una semana!

—Un viaje por carretera a... —continuó Miles como si no hubiera hablado—.
¡Detroit! —Su rostro se iluminó—. Manejaremos a Detroit, pasaremos unos días
allí y te mostraré todos mis lugares favoritos. ¿Qué te parece?

—¿Una semana? De ninguna manera. —Crucé los brazos—. No puedo


hacerlo.

—Entonces tres días. —Miles me tomó por las muñecas y sacudió mis brazos—
. Eso es todo lo que pido. Tres días de relajación y diversión conmigo, y luego
puedes volver aquí, ser un adulta y poner esa cara ceñuda todo lo que quieras.

Alejé mis brazos.

—¡No hago una cara ceñuda!

Empezó a reír.

—Lo haces. Se parece a esto.

Apretó la mandíbula tenazmente, su labio inferior haciendo un pequeño


puchero y entrecerró los ojos.
Me estremecí.

—Por favor, dime que no hago esa cara.

—La haces —me aseguró—. Pero yo también lo haría si tuviera que lidiar con
dirigir personas día a día. O si acabara de salir de una relación sin futuro y
necesitara tener un poco de diversión.

Aparté la mirada, un poco de tristeza filtrándose en mi flujo sanguíneo por


primera vez hoy. Había evitado exitosamente pensar demasiado en Dan, por la
mayor parte del tiempo, a menos que fuera para hacer desfavorables comparaciones
con Miles. Pero eso no era realmente justo. Miles no estaba aquí para quedarse,
tampoco.

Una semana. Esa era su mejor oferta.

¿Debería tomarla?

—No lo sé —le dije—. Déjame pensar en ello.

Miles tomó mi rostro y plantó un gran beso en mis labios.

—Eres adorable cuando eres seria. Me hace querer azotarte.

—¡Shhhhhhhhh! —Empujé sus manos hacia abajo—. Alguien podría


escucharte.

—Bien. —Me agarró de nuevo, tirando de mi cabeza hacia su pecho y tirando


de mi cabello—. Todo el mundo debería conocer a la verdadera tú, tú puta sucia.

—Oh, Dios mío. —Lo aparté, pero tuve que reír—. Eres una horrible persona,
y estoy demasiado cansada para tratar con horribles personas en este momento. Esa
es la razón por la que estoy aquí hoy.

—Bien. Saldré y encantaré a tus clientes por ti. —Ajustó la entrepierna de sus
pantalones—. De nada.

***

Dos horas más tarde, Miles me llevó de regreso a mi casa y me costó


mantenerme despierta en el viaje de diez minutos.

—¿Quieres entrar y dormir una siesta conmigo? —pregunté—. Luego, cuando


nos despertemos, puedo ofrecerte un recorrido.
Quería mostrarle la casa, pero sinceramente, no quería separarme de él todavía.
En el momento que me dejara sola, tendría que lidiar con las consecuencias de mi
relación fallida, incluyendo el hecho que Dan me ha engañado, y no creía que
estuviera lista para enfrentar eso todavía. Miles era la distracción perfecta, y me
estaba dando permiso para ser distraída por el momento. Algo que nunca había
hecho antes.

—Diablos, sí. —Apagó el auto y sacó la llave del contacto—. Tenías razón.
Trabajar en ese lugar es agotador.

Sonreí.

—Solo cuando no duermes. De lo contrario puede ser divertido. Vamos,


entremos.

Medio-dormidos, entramos a mi casa, logramos subir las escaleras y caímos


sobre mi cama uno al lado del otro, Miles sobre su espalda y yo sobre mi estómago,
nuestras piernas colgando de un lado. Ni siquiera nos quitamos los zapatos, no
dijimos otra palabra, ni nos movimos por horas, despertándonos solo cuando mi
teléfono sonó. Lo escuché, pero sonaba muy lejos, como si estaba dentro de un
sueño. Finalmente me di cuenta lo que era y alcancé mi bolso, que estaba cerca de
mi cabeza. La pantalla decía Skylar.

—¿Hola? —dije roncamente.

—¿Oye, dónde estás?

—Estoy en casa. —Limpié la baba de mi boca y le fruncí el ceño al lugar


húmedo en mi edredón—. ¿Por qué?

—Cena en casa de mamá y papá, ¿recuerdas?

—Oh mierda. No, no lo recordaba.

—Bueno, ven. Te estamos esperando.

Pensé en hacer una excusa y rechazarla. ¿Qué podía decir? Mi mente era una
zona muerta y todo lo que pude hacer fue quejarme.

—Pero estoy cansaaaada.

—Vamos, mamá está asando salchichas italianas. —Rio—. Y necesitas un


poco de salchicha.

—Jajaja.
Miles abrió los ojos, se frotó el rostro con una mano y me miró.

—¿Alguien dijo salchicha?

Diez minutos más tarde, estábamos de camino a la casa de mis padres.

—No les digas nada acerca de nada —le advertí—. Nada de Dan, nada de
nosotros, nada de nada.

—¿Por qué? ¿Estás avergonzada de mí? —Miles fingió estar ofendido,


poniendo una mano en su pecho—. Me lastimas con eso, Natalie. Quieres esconder
nuestro amor.

Puse los ojos en blanco.

—Mira, estoy segura que todo esto es divertido para ti, pero romper con Dan es
muy importante para mí. Todavía no estoy lista para anunciarlo.

Se quedó en silencio por un momento.

—¿Es porque todavía no estás lista para enfrentarlo?

—No lo sé. Tal vez. —Lo miré—. ¿Eso está bien?

—Me parece bien. —Puso su mano en mi muslo, que estaba desnudo ya que
cambié mis shorts de trabajo a una falda corta blanca que emparejé con una
camiseta gris suave—. Creo que el tipo era un imbécil, pero lo amaste durante
muchos años. Estoy seguro que eso no se apaga de la noche a la mañana porque
estás molesta. Nadie permanecería casado si ese fuera el caso, no es que muchas
personas permanecerían casadas, de todas formas.

—Correcto.

Suspirando, bajé la ventanilla y cerré los ojos, dejando que el viento me


golpeara el rostro. Estaba molesta, no tan molesta como lo estuve anoche, pero
seguía así. Dan debería haber sido honesto conmigo desde el principio acerca de
sentirse atrapado. Pero, por otro lado, ¿él no tenía razón acerca de mí, necesitando
tiempo separados también? ¿No había sentido alivio cuando me di cuenta que
podía correr directamente hacia Miles y no sentirme culpable por eso? ¿Qué decía
eso de mí?

—Deja de pensar tanto.

Miles frotó su mano en mi pierna.


—No puedo evitarlo. Estaba totalmente sorprendida y me dolió cuando dijo
que me había engañado y quería que nos separáramos un tiempo, pero mira lo
rápido que salté a la cama contigo. —Retorcí mis manos en mi regazo—. ¿Soy una
mala persona?

—No. Jesucristo, Natalie. —Negó con la cabeza—. Eres una gran persona. Y
le fuiste totalmente fiel durante diez malditos años. Saltaste a la cama conmigo
porque A, seamos sinceros, ¿quién no lo haría? Y, B, siempre nos hemos
preguntado cómo sería. Al menos yo.

—Yo también —admití. Y superó todas mis expectativas. Ni siquiera sabía que el sexo
tan bueno era posible.

—Eso no nos convierte en malas personas, nos convierte en dos adultos que
concordaron en divertirse juntos. No engañaste a nadie, no lastimaste a nadie, y el
mundo no explotó porque tuviste la polla de alguien más dentro de ti.

—Se sintió como si lo hiciera.

Un lado de su boca subió.

—Bien.

Nos detuvimos en la tienda de vinos porque Miles no quería aparecer con las
manos vacías a la cena, y me reprendió mientras examinaba la selección.

—Eres demasiado seria para ser tan joven. Siempre los has sido. El resto de
nosotros hemos estado arruinando nuestras vidas y pasándola muy bien al hacerlo
durante años. Ahora es tu turno.

—¿Para hacer qué? ¿Arruinar mi vida? Voy a pasar, gracias.

—No, solo... date un capricho. Vuélvete un poco loca. Todo ese


comportamiento, maduro y responsable no puede ser bueno para tu salud mental.

Lo miré por encima de mi hombro.

—¿Y supongo que volverme un poco loca involucra un viaje a Detroit y mucho
sexo contigo?

Extendió sus manos hacia mí, con las palmas hacia arriba.

—Estoy totalmente dispuesto a sacrificar mi tiempo y virtud para ayudarte a


recuperar tu juventud perdida.
Le di mi cara ceñuda.

—Lo pensaré.

Después de elegir dos botellas, un tinto del viñedo donde trabajaba Skylar y un
blanco de otro viñedo local, nos dirigimos hacia la carretera de la península. Era
soleado y cálido, la noche de verano perfecta.

—Qué bonito día —suspiré.

—Es bonito aquí arriba. ¿Crees que siempre vivirás en esta área? —preguntó
Miles mientras se detenía en su camino de entrada.

—Bueno, considerando que tengo un negocio aquí, mi familia está aquí y


acabo de comprar una casa, supongo que diré que sí. —Salimos del Jeep y
comenzamos a caminar hacia la casa de mis padres—. ¿Qué pasa contigo? ¿Te
gusta Detroit?

Se encogió de hombros.

—Sí. Me gusta cualquier lugar por un tiempo. Pero probablemente me mudaré


de nuevo eventualmente. No me gusta quedarme en un lugar demasiado tiempo.

Eso fue un buen recordatorio de que lo que sea que hubiera entre nosotros era
temporal, todo diversión, pero algo en mi pecho dolió un poco cuando él lo dijo. No
te dejes llevar por esto, me advertí a mí misma. Y definitivamente no te apegues. Tan
divertido como es estar teniendo sexo con Miles, él se irá en unos días y tú todavía estarás aquí
como siempre.

Pero al menos estar con Miles me recordó cómo se sentía tener una buena
química. Ese zumbido en el aire, ese aleteo en el pecho, ese tirón profundamente en
el vientre.

Quería esas cosas. Las merecía, ¿no?

—¿Estás bien? —susurró Miles cuando nos acercamos a la terraza trasera


donde estaba reunida mi familia—. Veo esas ruedas girando.

Respiré profundamente.

—Sí. Solo pensando.

—No lo hagas. No se permite pensar.


—Hola a todos —grité mientras subíamos los escalones hacia la terraza—.
Traje un amigo. Espero que esté bien.

—¡Miles! —Mi madre voló hacia él para darle un beso y un abrazo—. Vi el


auto en el camino de entrada ayer y me pregunté quién estaba en la ciudad. ¿Cómo
estás, querido? ¿Tu madre está aquí también?

—Estoy genial, señora Nixon. No, ella está en California este mes. Estoy aquí
solo, así que gracias por dejarme irrumpir su cena del domingo.

—Siempre eres bienvenido, cariño. —Le dio una palmadita en la mejilla—.


Tan apuesto.

Puse los ojos en blanco y tomé la bolsa de papel marrón del brazo de Miles.

—Trajimos un par de botellas de vino.

—Genial. También hay una abierta en la mesa. Sírvanse ustedes mismos. ¿Dan
a venir?

Mi madre me miró con curiosidad.

—Uh, no. Tenía algunas cosas que hacer.

—Oh. —Parecía satisfecha con eso—. Bueno, Miles puede sentarse en su lugar
entonces. Ya puse la mesa.

—Perfecto.

Mi papá se acercó y estrechó la mano de Miles, mis hermanas le dieron un


abrazo, Skylar me envió una sonrisa perversa sobre su hombro, y luego le presenté
a Sebastián.

Nos servimos algo de vino y nos sentamos a charlar en la terraza unos minutos,
y cuando mi madre nos llamó para comer, Miles sacó mi silla y me sentó antes de
tomar su lugar a mi derecha.

Skylar me dio una patada desde la izquierda.

Me pateó de nuevo cuando Miles elogió mi cafetería, contándoles a todos


cómo ayudó hoy y que tenía un nuevo aprecio por dirigir un lugar así.

—¡Mi espinilla va a estar negra y azul! ¿Dejarás de hacerlo? —le susurré a ella
en su oído.
Pero me pateó una tercera vez cuando él alabó mis habilidades fotográficas,
otra vez cuando me felicitó por mis habilidades al hornear, y una vez más cuando
alardeó que me convenció para tomar unos días de descanso.

—Vaya. —Mi papá se rió—. No pensé que Natalie estuviera familiarizada con
el concepto de “días de descanso” durante el verano. ¿Cómo la convenciste?

—Tengo mis formas.

Miles sonrió engreídamente, y lo pateé debajo de la mesa.

—¿Qué vas a hacer, Nat? —preguntó Jillian, colocando más ensalada de pasta
en su plato—. ¿Cosas de la casa?

—No lo he decidido exactamente todavía.

Dándole a Miles una mirada asesina, alcancé mi vino.

—Estoy tratando de convencerla que vaya a un viaje por carretera conmigo.

Miles me sonrió con sus ojos diciendo te atrapé.

Continué mirándolo con enojo. Detente, articulé.

—¡Un viaje por carretera, qué divertido! —chilló Skylar mientras todos los
demás en la mesa miraron de Miles a mí y de vuelta a Miles, tratando de
descifrarnos—. ¿A dónde irán?

—Quiero que venga conmigo a Detroit por un par de días. Si dice que no, la
voy a secuestrar.

Puso un brazo alrededor de mi cuello, su mano sobre mi rostro.

Jesús. ¿Podría ser más obvio? Lo alejé, bebí el resto de mi vino, y miré
alrededor de la mesa a los rostros perplejos. El tenedor de mi madre estaba detenido
a mitad de camino hacia su boca. Sebastián parecía que estaba tratando de no
reírse. Y Jillian estaba parpadeando rápidamente.

—¡Dan y yo rompimos! —Solté.

—¿Qué? —dijeron al menos dos mujeres en la mesa, tal vez tres.

—¿Cuándo? —preguntó Jillian, con los ojos muy abiertos.


—Anoche. —Escudriñé los rostros sorprendidos y preocupados de mi familia—
. Miren, no es algo de lo que quiera hablar en este momento, y no estoy realmente
segura si es permanente o solo nos estamos dando un tiempo, pero cuando esté lista
para hablar, prometo ponerlos al tanto.

—¿Estás bien? —preguntó mi madre, sus ojos azules preocupados.

—Estoy bien. Y Dan está bien. Todo el mundo está bien. —Hice un gesto hacia
mi derecha—. Y tengo a Miles aquí para distraerme de las cosas.

—Bueno, creo que ustedes son inteligentes —dijo Skylar—. Nunca han estado
separados por mucho tiempo, no en diez años. Eran solo niños cuando se volvieron
una pareja. Es difícil saber quién eres como persona cuando siempre has sido parte
de una pareja, ¿no crees?

—Sí. Eso es exactamente.

Volví a levantar el tenedor, ansiosa por terminar la conversación. Jillian llamó


mi atención y le envié una súplica silenciosa. Ella asintió.

—Sky, ponme al tanto de los detalles de la boda. ¿Qué hay de nuevo?

Perfecto. Le lancé una mirada agradecida y ella me sonrió.

Fue bueno saber que, sin importar los cambios que se avecinaban en mi vida,
tenía a mi familia y siempre estarían ahí para mí.

La familia era lo que más importaba. Podría aferrarme a eso.


CAPÍTULO 12

—¿Quieres entrar un rato? —le pregunté a Natalie cuando caminamos de


vuelta a mi casa.

Ella me frunció el ceño.

—No. Tú y yo estamos en una gran pelea.

Me reí.

—¿Por qué?

—Porque no deberías haberle dicho esas cosas a mi familia. No quería que


supieran sobre Dan todavía.

—Oye, yo no les dije nada sobre el rompimiento, tú lo hiciste.

—¡Tuve que hacerlo! Tú estabas corriendo tu boca sobre ir a un viaje por


carretera contigo esta semana. Chicas con novios no toman viajes por carreteras
con otros chicos.

Negué con la cabeza.

—Eso es por lo que nadie debería estar en una relación seria. Todos deberían
ser libres para tomar viajes por carretera con gente al azar cada vez que quieran.

—Bueno, todavía no decido si voy a tomar uno contigo, así que mejor
compórtate.

—Lo intentaré. Así ¿qué sobre esta noche? ¿Quieres pasar el rato?

Medio odiaba cuan desesperado sonaba por estar con ella, pero tenía toda su
atención por primera vez.

Ella suspiró.
—Si quiero, pero debería ir a casa. Tengo que comunicarme con Michael y
asegurarme que está bien que tome el día de mañana libre.

—Pregúntale si puede cubrirte hasta el jueves. —Ella gimió, pero lo tomé como
una señal que iba a venir. Colgué mi brazo alrededor de sus hombros—. Vamos.
¡Va a ser divertido! Puedo mostrarte donde vivo.

Ella me miró con sospecha.

—Tu apartamento no tiene una mazmorra sexual, ¿verdad?

—No, listilla. Ni siquiera estaba pensando en sexo.

Y no lo estaba, eso era loco, ¿o no? Que la tendré para mí solo por tres días, y
¿no estaba planeando en mantenerla en mi loft y embestirla sin cesar? Quiero decir,
estaría mintiendo si dijera que no estaba esperando embestirla también, pero esa no
era la única razón por la que la quería para mí solo. De hecho quería estar con ella.

Espera un segundo.

Solo espera.

Reduje la velocidad de mis pasos mientras la dura realización se hundió.

Yo estaba… ¿creciendo? Como… ¿madurando? ¿Emocionalmente?

No. Eso no era posible. Chicos como yo les tomaba décadas crecer y tener
Emociones, ¿o no? Una noche de sexo que te vuela la mente con la chica de la casa
de al lado no me volvió en un adulto real con Sentimientos, ¿o sí?

Tal vez debería bajar la velocidad.

—Solo bromeaba —agregué rápidamente, quitando mi brazo de sus hombros—


. Siempre estoy pensando en sexo.

—Sé eso sobre ti. Y aun así estoy considerando tu oferta. ¿Qué dice eso sobre
mí?

—Que después de años de sufrimiento y privaciones, finalmente estás lista para


disfrutar de ti misma.

Ella suspiró.

—Está bien. Tú ganas. Le estaré preguntando sobre tomarme tres días libres.
Pero necesito ir a casa. ¿Me quieres llevar? ¿O debería tomar tu auto?
—Te llevaré. Empaca mientras estés ahí, también. Luego nos vamos en el
momento que queramos.

—Despacio, vaquero. Todavía no he hablado con Michael.

—Lo siento. Solo estoy emocionado de tenerte para mí solo. —Oh, mierda—.
Ya sabes, por todo el sexo.

Poniendo sus ojos en blanco, ella me golpeó en el pecho.

—Eres un animal —dijo. Pero de hecho se veía feliz por ello.

***

De camino a su casa, le llamó a Michael, su chef panadero, quien estaba de


vuelta de un largo fin de semana y más que feliz de manejar la cafetería por ella por
los siguientes tres días. Ella lo revisó con ambas meseras agendándolas para
trabajar esta semana, y cada una dijo que estarían felices de tener más horas extras
si lo necesitaba.

—¿Ves? Todo está bajo control —dije.

—Así parece. —Se mordió la punta de su dedo índice—. Y ellos siempre


pueden llamarme si lo necesitan.

—Exactamente. Pero no lo harán. ¿Y sabes qué? Esto me dice que eres una jefa
impresionante. Los has entrenado bien.

—Gracias. —Negó con la cabeza—. No puedo creer que de hecho esté


tomándome unas pequeñas vacaciones. No lo he hecho… oh mierda.

—¿Qué? —Miré hacia ella y seguí su mirada por la calle. La luz del día apenas
comenzaba a desvanecerse en la oscuridad y fácilmente pude distinguir el Mustang
rojo en la entrada de su casa y al rudo imbécil en traje saliendo de este—. Oh,
mierda. ¿Qué quieres que haga? Puedo seguir manejando y podemos fingir que
nunca lo vimos, puedo esperarte en el auto, o puedo acompañarte. Tú dices.

Ella me miró.

—¿Si te digo que vengas conmigo, puedes manejar no entrar en una pelea con
él?

—Posiblemente. —Me acerque a la banqueta, notando la postura hostil de


dicho imbécil, que parecía que estaba listo para lanzar un puñetazo—. Pero no
creo.
—Oh, Dios. Por favor, no. ¿Está bien?

Pero Dan ya estaba pisoteando su camino hacia nosotros a través del pasto,
con su pecho hacia afuera. En general, soy un amante no un luchador, pero tengo
una boca lo suficientemente grande que me he metido en problemas algunas pocas
veces. Me quité los lentes por si acaso, colocándolos en la guantera bajo la mirada
preocupada de Natalie.

Dan tiró de la puerta del pasajero para abrirla.

—¿Podemos hablar?

—No justo ahora —dijo ella alegremente—. Dan, recuerdas a Miles. Miles,
Dan.

Me incliné sobre ella y sonreí.

—¿Qué sucede?

Él me ignoró.

—Realmente quiero hablar contigo.

—Bueno, llámame para finales de esta semana. —Ella bajó del Jeep—. Voy a
salir del pueblo mañana.

¡Anotación! Pensé, bajando y siguiéndola por el camino de entrada de su casa.


Ahora por favor, por favor, pregúntale a donde está yendo y con quién.

Dan caminó sobre el césped para adelantase a ella.

—Salir del pueblo ¿a dónde?

—No es de tu incumbencia —dijo, sacando las llaves de su bolso.

Llegamos al porche delantero, y Dan se paró en frente de la puerta.

—¿Dónde estuviste anoche? Regresé a hablar contigo y no estabas aquí.

Ella se encogió de hombros.

—Tampoco es de tu incumbencia.
Maldición estaba orgulloso de ella. Si él intentaba tocarla, iba a intervenir, pero
mientras tanto ella podía lidiar con ello por sí misma, pensé que era mejor dejarlo
ver que ella se defiende a si misma sin ayuda.

Dan movió su mirada idiota hacia mí.

—¿De todas formas, qué está haciendo él aquí?

—Él es mi amigo. Ahora quítate para que pueda entrar a mi casa.

—No hasta que estés de acuerdo con hablar conmigo.

—No hay nada que decir justo ahora, Dan. —Natalie lanzó una mano hacia
arriba—. ¡Ve a ser libre! ¡Disfruta de tu espacio! Estamos bien. Necesitamos algo de
tiempo separados, un poco de distancia para reevaluar que queremos de la vida.

Dan se veía nervioso.

—¿Estás revaluando tu vida?

—Sí, lo estoy. —Sonaba justo tan sorprendida como él—. Solo porque tengas
un plan no significa que debes seguir por este, sea correcto o incorrecto. Hay
dedicación, y luego hay testarudez ciega.

—Pero… —Él pasó una mano sobre su cabello—. Pero ¿qué si tomarnos un
tiempo fue un plan erróneo? —Bajó la voz—. No pude dormir anoche ni un poco.

—Lamento escuchar eso. ¿Pero sabes qué? Tampoco logré dormir mucho
anoche.

Resoplé. No pude evitarlo. Pero luego pensé que Natalie podría matarme, así
que intenté convertirlo en una tos. Ella me dio una mirada desagradable sobre su
hombro antes de quitar a Dan del camino. Para mi sorpresa, él se rindió, de pie ahí
con los hombros caídos y abatido mientras Natalie abrió la puerta y me hizo señas
para que entrara.

—Entra Miles. Estaré allí en un minuto.

Reacio, me deslicé pasándola hacia el vestíbulo y escuché a escondidas su


conversación a través de la rendija de la puerta.

—Me estás castigando. Lo merezco —dijo triste Dan—. Sé lo que hice.

Puse mis ojos en blanco y le di mi dedo medio a través de la puerta.


—Me engañaste, Dan. Eso duele.

Su voz sonaba como acero.

—Lo siento.

—¿Fue más de una vez?

No escuché nada así que él debe haber asentido o algo, porque ella se rio
fríamente.

—Debería haberlo sabido. Dios, ¿fui solo tan estúpida?

—¡No! Mira, sucedió pero podemos dejarlo en el pasado ahora, Natalie. No


quiero a nadie más.

—Hasta la próxima vez.

—No habrá próxima vez. Lo prometo.

—Ya no estoy interesada en tus promesas, Dan. ¿Por qué siquiera estás
peleando? Es momento de admitir que las cosas entre nosotros no han estado bien
por un tiempo, han sido forzadas, y es en parte mi culpa, porque no quería
enfrentarlo. Ahora tenemos que hacerlo.

—No creo que fuera forzado —dijo él, su tono a la defensiva—. Creo que solo
nos pusimos cómodos, y lo tomamos por sentado.

—Sea lo que fuere, Dan, debe de haber algo mejor. He decidido que soy
demasiado joven para asentarme en lo cómodo.

Dios, quería darle un gran abrazo por eso tanto.

—Pero te amo, Natalie. Todavía quiero lo que habíamos planeado. Solo no lo


quería tan rápido.

—Lo entiendo. Y estoy feliz que finalmente hayas sido honesto conmigo. Me
estás dando la oportunidad de darle una mirada más de cerca a lo que yo quiero
ahora. Para averiguar qué es lo que realmente me hará feliz.

—Espero que todavía sea yo.

¡No eres tú! Me sentí como gritando. Ni siquiera conoces su punto G, ¡imbécil! Una
inesperada ira hizo que mis manos se cerraran en puños y mis fosas nasales se
dilataran cuando pensé en él teniendo sexo con ella. Sobre su boca en ella, sus
manos en ella, su estúpido pene flojo. Y si ella volviera con él, él tendría ese
espectacular cuerpo para sí. Él lograría comer ese dulce panecillo. Lograría ponerle
el glaseado a sus bollos.

Eso era jodidamente inaceptable.

Yo quería glasear sus bollos.

Furia fundida se alzó en mi pecho, y apreté mis puños a mis costados.

—No creo que sigas siendo tú, Dan. Lo siento. Hablaremos la próxima
semana, ¿bien? Buenas noches.

Ella entró en la casa y cerró la puerta, recargándose contra esta, respirando


pesadamente.

—Oh Dios mío. No puedo creer que acabo de hacer eso. —Puso sus manos en
su estómago—. Rompí con Dan. Para bien.

La sala estaba en penumbras, y yo no tenía mis lentes puestos, así que no pude
leer su expresión demasiado bien.

—¿Estás bien?

Asintió, sus ojos muy abiertos.

—Sí. Pero estoy sorprendida. Creo que acabo de cambiar mi vida


drásticamente.

Sonreí.

—Mierda sí, lo hiciste. ¿Cómo se siente?

—Bien. Liberador. Estoy llena con toda esta… —Movió su mano


frenéticamente—. Energía demente justo ahora.

Me incliné hacia ella, enjaulándola contra la puerta con mis brazos.

—¿Quieres algo de ayuda para quemar algo de ello?

—Sí —dijo sin aliento, frotando sus manos sobre mi pecho—. Creo que lo
quiero.
CAPÍTULO 13

No pienses, me dije mientras sus labios se inclinaban sobre los míos, su lengua
acariciando mi interior. Sin pánico, sin preocuparse, sin analizar. Olvida todo menos de
cómo se siente esto.

Me entregué a Miles, al olor de su piel, la sensación de su cuerpo contra el mío,


la forma en que su respiración cambió cuando se acercó a mí. Deslicé mis manos
debajo de su camiseta y las pasé sobre sus cálidos abdominales y pecho, pasando
mis pulgares sobre sus pezones, endureciéndolos. Él gimió ligeramente y buscó
debajo de mi falda, frotándome sobre mis bragas de algodón. Su boca se movió por
mi cuello, su lengua cálida y húmeda contra mi piel.

—¿Quieres saber en qué he estado pensando todo el día? —me dijo al oído,
pasando los dedos en círculos sobre mi clítoris—. Poner mi boca aquí mismo.
Degustando tu dulce coñito. Haciéndote venir de nuevo con mi lengua.

—¿En serio? —Puse una mano en su entrepierna y froté el bulto de sus jeans—.
¿Cómo se puso duro tan rápido? ¿Ya estaba así?

—En serio. Y no creo que pueda esperar más.

Se dejó caer frente a mí y levantó mi falda, poniendo su boca sobre mí sin


siquiera quitarme las bragas.

—Oh, Dios, eso se siente bien.

Respirando con dificultad, pasé los dedos por su cabello, mirándolo empapar
mi ropa interior con la boca, o tal vez fui yo quien los empapó. Puso una de mis
piernas sobre su hombro, besó, lamió y mordió mi muslo interno antes de mover
mis bragas a un lado para poner su boca sobre mi piel desnuda. Dios, amaba la
forma en que no se apresuraba, amaba los lánguidos golpes de su lengua en la
costura cálida y resbaladiza en mi centro, los decadentes remolinos sobre mi
dolorido clítoris, la dulce y lenta forma en que me devoraba... sentí como le
encantaba hacerme venir tanto como a mí me encantaba que lo hiciera, como si él
estuviera feliz de hacer esto toda la noche, como si no le importara cuánto tiempo
me tomara.

No es que tome mucho tiempo.

—Joder —susurré, la tensión enrollándose apretadamente hacia mi centro—.


¿Cómo lo haces? Me haces venir tan rápido.

—Bien.

Cambió a movimientos rápidos y duros con la punta de la lengua, luego chupó


el pequeño y caliente brote en su boca. Cuando deslizó dos dedos dentro de mí, mi
pierna tembló y dejé caer la cabeza contra la puerta.

—Sí, sí, sí, así —gemí, mis dedos agarrando su cabello. Apreté la pierna que
había tirado sobre su hombro, jalándolo hacia mí—. Justo ahí, oh Dios mío...

Hundió los dedos más profundamente y chupó más fuerte, y cuando miré su
cabeza entre mis muslos, grité mientras lo veía llevarme al borde, mi clítoris
palpitando dentro de su boca, los músculos de mi centro contrayéndose alrededor
de sus dedos.

—Joder, sí —dijo, su aliento cálido contra mi piel húmeda. Me mordió el


muslo interno una vez más—. Me encanta la forma en que puedo sentir que te
vienes. Me encanta tanto, lo quiero de nuevo.

Me bajó las bragas empapadas y salí de ellas. Cuando se levantó, agarré el


borde de su camiseta.

—Quita esto. Me encantan tus brazos y tu pecho —dije—. Quiero verlos. —


Metió la mano detrás de su cuello y se lo quitó sobre la cabeza, tirándolo a un lado
antes de encerrarme contra la puerta con los brazos—. Sí —susurré, mordiéndome
el labio mientras pasaba mis manos sobre su torso. Besé su clavícula, la tinta en su
bíceps y antebrazo. Metiendo la mano entre sus piernas, froté mi mano sobre la
erección que se tensaba contra la mezclilla, y rodeé su pezón con mi lengua. Ya
estaba duro, acaricié, besé y tiré. Cuando lo mordí suavemente, Miles exhaló
bruscamente y agarró mi trasero.

—Joder, eso se siente bien —dijo, deslizando los dedos hacia abajo para
penetrarme por detrás—. Mmm, estás tan húmeda. Quiero tener mi polla allí
mismo. ¿Lo quieres?

—Sí.
Levante la mirada, encontrando sus ojos, y él agarró mi mandíbula con una
mano.

—Di por favor.

Mis músculos centrales se apretaron.

—Por favor.

Me besó con fuerza, y me probé en sus labios y lengua, sentí la humedad en su


barbilla. Rápidamente desabroché su cinturón y sus jeans, desesperada por poner
mis manos sobre él. En el momento en que liberé su polla, se inclinó hacia
adelante, una mano apoyada contra la puerta. Mientras lo acariciaba con ambas
manos, probé con la lengua su otro pezón, chupándolo en mi boca y mordiéndolo
un poco más fuerte que antes.

Él gimió.

—Eso se siente tan jodidamente bien. Podría hacer un lío en diez segundos.

—Hazlo —suspiré, bombeándolo más fuerte—. Quiero que lo hagas.

—Pero hay algo que quiero más en este momento. —Sus manos agarraron mi
cintura—. Ahora envuélveme esas piernas, porque voy a follarte sin sentido contra
tu puerta principal.

Me levantó, clavando mi espalda contra la puerta, mi falda apretada contra mis


caderas. Enrosqué mis piernas alrededor de él y me apoyé en sus hombros mientras
inclinaba su polla debajo de mí.

Él dudo.

—Oh. ¿Esto va a estar bien?

Me tomó un segundo darme cuenta de que se refería a no usar condón. Ni


siquiera lo pensé, porque Dan y yo no los habíamos usado desde que comencé a
tomar la píldora. No tenía ninguno aquí. Pero joder, ¡joder! Miles no era un ángel.
¿Era esto seguro?

Como si hubiera leído mi mente, dijo:

—Estoy limpio. Me hago pruebas a menudo y puedo mostrarte los resultados.


Siempre uso condón también. Siempre, y ni siquiera he estado con nadie en meses.
Pero si no...
—Está bien. —Posiblemente no fuera así, pero mi capacidad para tomar
decisiones se vio afectada por el olor de su piel, el azul de sus ojos y la punta de su
polla rozando mi coño húmedo—. Tal vez he perdido el sentido, pero tengo
muchas ganas de que me follen contra mi puerta principal. Y como estás aquí...

—Permíteme.

Contuve el aliento mientras me penetraba centímetro a centímetro caliente,


húmedo y desnudo a la vez.

—Sí. Ve despacio así —susurré. Nuestros ojos se encontraron y contuve el


aliento.

—Me encanta lo apretada que estás. —Su voz era baja y cruda—. Me encanta
lo profundo que lo tomas.

Cuando se enterró dentro de mí, metió sus dedos en mi trasero y me movió


contra él en lentos y agobiantes círculos, me arqueé contra la puerta.

—Oh Dios, me encanta esta puerta —suspiré—. Realmente me encanta.

—Apuesto a que miraste a esta puerta todos los días y pensaste: Desearía que
Miles Haas viniera y me follara aquí mismo.

En la palabra follar, empujó violentamente duro, haciéndome chillar.

Sonreí, apretándolo fuertemente alrededor del cuello.

—Si hubiera sabido lo bueno que sería... —jadeé—. Lo habría hecho.

—¿Sabes cuánto pensé sobre esto? —Me movió para sostenerme estable y
empujó con profundas y lentas estocadas—. ¿Sabes cuántas veces me liberé solo de
pensarlo? Mi polla se pone jodidamente dura para ti. ¿Puedes sentirlo?

—Sí. —Me encontré con sus ojos, que parecían oscuros y hambrientos—. Es
tan profundo que duele, pero me encanta cómo se siente.

—¿Amas mi polla profundamente dentro de ti?

Bombeó dentro de mí un poco más violentamente, golpeando ese punto que


me hizo apretar todo el cuerpo en una bola de tensión ardiente.

—¡Sí! —grité, agarrándome fuerte.

—Dilo —ordenó con los dientes apretados.


—¡Amo tu polla muy dentro de mí! ¡Oh Dios, no pares!

—No hasta que te corras por todas partes —gruñó, conduciendo hacia mí,
estable y rápido—. Quiero sentir ese dulce coño correrse por toda mi polla.

Metiendo mis manos en su cabello, le mordí el hombro mientras todo mi


cuerpo latía con candente éxtasis.

—¡Joder!

Sus caderas se quedaron quietas y agarró mi trasero, sacudiéndome


bruscamente hacia arriba y hacia abajo por su polla mientras entraba largo y duro
dentro de mí.

—Jesús —susurré cuando finalmente disminuyó la velocidad—. Quizás


deberíamos quedarnos aquí por tres días. Tengo muchas otras puertas.

Miles se rio.

—También tengo puertas en mi casa. Y mesas, armarios, un sofá, sillas y una


cama. —Giró la cabeza y habló en voz baja—. Y cuerdas, cuentas, cera, bufandas
de seda y una mordaza de bola.

Jadeé.

—¿De verdad? ¿Tienes todas esas cosas?

Se enderezó.

—Bueno, tal vez no la mordaza. Pero podemos parar y comprar una si lo


deseas.

—Está bien. De verdad.

—Gallina. —Golpeó su frente con la mía antes de dejarme bajarme y salir—.


Uh, ¿puedo conseguirte algo?

—Está bien. Necesito limpiarme de todos modos. Vamos arriba.

Iba a ducharme, pero Miles tuvo otra idea una vez que vio mi gran bañera.

—Vamos a entrar.

—¿Un baño? —Arrugué la nariz—. Tomará una eternidad llenarlo. Y es un


sufrimiento lavarme el cabello en una bañera.
Miles puso una mano sobre su pecho.

—Te lavaré el cabello. De hecho, me ocuparé de todo. Vete y te llamaré


cuando esté listo.

Suspiré.

—Está bien, está bien.

Negando con la cabeza, fui al segundo baño y me limpié un poco. Con la


descarga de adrenalina, mi mente comenzó a divagar de nuevo a la conversación
que tuve con Dan. ¿Realmente terminó? ¿Por qué no me sentí más devastada? ¿Fue
porque ya había terminado y me estaba aferrando a una idea? ¿Fue porque me
estuvo engañado? Tal vez todavía estaba en estado de shock y me golpearía más
tarde, pero sobre todo, lo que sentí fue alivio.

Regresé a mi habitación, donde escuché el agua corriendo a través de la puerta


cerrada al baño. También escuché los cajones abrir y cerrar, así como los armarios
de tocador. ¿Qué demonios estaba haciendo allí?

Dentro de mi armario, me desnudé y me puse una bata corta. De un estante


alto saqué una pequeña maleta, la abrí en el piso y dejé caer algunas cosas dentro.
Me preguntaba si necesitaba algo más elegante que pantalones cortos y jeans, y si
debía empacar un traje de baño.

Unos minutos más tarde, Miles asomó la cabeza.

—Listo.

Mi pulso se aceleró al ver su pecho desnudo, a pesar de que me había follado


completamente ni treinta minutos antes. ¿Me estaba convirtiendo en un animal
también? Sonriendo, lo seguí al baño, donde atenuó las luces y encendió velas en el
alféizar de la ventana. También llenó la bañera con burbujas, y el aire era cálido,
húmedo y perfumado con vainilla y canela.

—Guau. Estoy impresionada.

—Bien. —Me quitó la bata de los hombros y la colgó en la parte de atrás de la


puerta—. Adelante, entra.

Me deslicé debajo de la fragante agua tibia, con las burbujas hasta los hombros.

—¿Vienes conmigo?
Dejo el recipiente de plástico que guardaba debajo del lavabo para regar mis
plantas en el alféizar y desabrochó sus jeans.

—Seguro.

—¿Para qué es el recipiente de plástico?

—Para lavarte el cabello, como prometí.

Sonreí.

—Realmente no tienes que hacer eso.

—Bueno, quiero hacerlo. Así que cierra la boca.

Riendo, lo vi desvestirse y noté que no estaba completamente duro por una vez,
aunque el tamaño aún era impresionante. Se sentía extrañamente íntimo, verlo así,
de alguna manera más íntimo que ver su erección gigante frente a mi cara. ¿Por qué
era eso? Aparté la vista cuando entró en la bañera detrás de mí.

—Muévete un poco. —Estiró las piernas a ambos lados de mí y me recosté


contra él mientras me acercaba—. Ahí. ¿No es esto agradable?

—Sí. —Es agradable. Soy más una persona de ducha ya que me levanto
temprano y siempre tengo prisa, pero se sentía bien disminuir la velocidad y
relajarme un poco—. No creo haber usado esta bañera más de una vez desde que
vivo aquí.

—¿Cuánto tiempo hace que vives aquí?

—Tres meses. Y definitivamente nunca he estado aquí dentro con otra persona.

—No puedo decir que lo lamento. —Estuvimos en silencio un minuto, el único


ruido fue el crujido de las burbujas y el chisporroteo de las mechas de las velas—.
¿Entonces Dan era aburrido en la cama o qué?

Suspiré.

—No lo sé.

—¿No lo sabes?

Traté de pensar en una forma de explicarlo.

—Bueno, ¿tienes un par de pantalones favoritos o algo así, y son realmente


cómodos y se sienten bien cada vez que te los pones?
—Uh, supongo que sí.

—Bueno, el sexo con Dan era algo así.

—¿Cómo pantalones de chándal?

—Sí, ya sabes, algo cómodo y familiar que se siente bien. ¿Tiene sentido?

—Supongo que sí, pero si alguna mujer dijera que el sexo conmigo es como un
pantalón deportivo, me dispararía a mí mismo.

—Bueno, no se me ocurría otra cosa, ¿de acuerdo? Ambos tuvimos orgasmos,


así que pensé que estábamos bien, pero claramente no, porque él fue a otra parte
para obtener lo que realmente quería, y yo...

Me detuve, insegura de cómo terminar la oración.

—¿Tú qué?

En frente de mi pecho, Miles unió sus dedos con los míos.

Me estoy divirtiendo mucho más y estoy teniendo mejores orgasmos contigo que con él.
Pero no podría decir eso. Miles probablemente se asustaría y pensaría que quería
que él fuera mi próximo novio o algo así. Y no quería eso. Sabía que solo éramos
amigos haciendo esto por placer, disfrutando. Por lo que sabía, el sexo con Miles
también se convertiría en rutina después de un tiempo.

Aunque eso no parecía posible.

—¿Tú qué? —preguntó de nuevo.

—Estoy aprendiendo cosas sobre mí. —Le sonreí por encima del hombro—.
Eres un buen maestro.

—¿Y qué has aprendido hasta ahora?

—Hmmmm. —Me acomodé contra su pecho—. Me gusta cuando me dices


cosas sucias.

—Bien.

—Me gusta cuando te pones mandón conmigo.

—Aún mejor.

—Creo que me gustaría ser mandona contigo alguna vez.


—Cariño, puedes mandarme duro y con frecuencia.

Me reí.

—Lava mi cabello. Ahora.

—No es exactamente lo que quise decir, pero está bien —dijo, alcanzando el
recipiente de plástico—. Incorporarte.

Me senté y crucé las piernas, eché la cabeza hacia atrás.

—¿Así?

—Sí. Perfecto.

Me echó agua sobre la cabeza y me lavó el cabello con champú, masajeándome


el cuero cabelludo mientras yo suspiraba con satisfacción. Cuando el
acondicionador estaba puesto, me di la vuelta.

—Tu turno.

Me dejó lavarle el cabello y me reí mientras jadeaba.

—Deberías conseguir un corte mohicano —dije, formando uno en la parte


superior de su cabeza.

—No, gracias.

—O dejarte crecer la barba grisácea. —Recogí algunas burbujas y las extendí


sobre su rostro, cubriéndolo por completo—. Ahí. Gran mejora.

Se lanzó hacia mí, tratando de poner burbujas en mi cara y empujando una ola
gigante sobre el borde de la bañera en el proceso. Chillé y me defendí, espuma y
agua volando por todas partes. Terminó acunándome en su regazo, pero en lugar
de mojarme, me besó, sellando nuestras bocas húmedas. Enrollé un brazo alrededor
de su espalda y otro alrededor de su cuello, mi barriga se retorció mientras su mano
se movía por mi caja torácica. Se burló de mi pezón con su pulgar, haciéndolo
endurecerse y hormiguear.

—¿Alguna vez has tenido un orgasmo en esta bañera? —susurró, su mano


moviéndose más abajo.

—No —jadeé, mi estómago temblaba cuando sus dedos frotaron pequeños


círculos suaves debajo de mi ombligo y cayendo en espiral justo por encima de mi
clítoris.
—Me encanta darte tus primeras veces —dijo, manteniendo su mano en ese
lugar, haciéndome anhelar que bajara.

Cerré los ojos y abrí las piernas, mi cuerpo relajado y zumbando.

—Solo desearía que me quedaran algunas novedades para darte a ti. Ya has
hecho todo.

Dejó de moverse y me sacudió suavemente.

—Oye.

Abrí los ojos y vi que su expresión era seria.

—Todo es diferente contigo. Todo se siente como la primera vez.

—¿Eso es bueno?

Él sonrió, haciendo que mi corazón saltara.

—Sí. Lo es. — Deslizando un dedo dentro de mí, bajó sus labios hacia mi
oído—. Ahora sé una pequeña zorra sucia y dime que te haga venir.

***

—¿Quieres quedarte? —le pregunté a Miles mientras nos secábamos—. Puedo


terminar de empacar mi bolso y podemos irnos a primera hora de la mañana.

—Claro. —Sacudió la cabeza como un cachorro mojado, arrojándome gotas.


De hecho, todo el baño era un desastre. El agua estaba en todas partes.

—Será mejor que limpie el suelo. —Colgué mi toalla y busqué una seca en el
estante.

—Lo haré. Tú empaca.

—¿En serio? —Sonreí felizmente. Mierda, Dan nunca se habría ofrecido a


limpiar ese desastre—. Oye, ¿necesito empacar un vestido y tacones por alguna
razón?

—Definitivamente. —Se arrodilló y comenzó a absorber el agua.

—Oooh, ¿cuál es la razón? —pregunté, juntando mis manos.


—A veces me gusta usar zapatos de mujer mientras la follo. —Me miró y rodó
los ojos ante mi expresión atónita—. Porque quiero llevarte a un lugar agradable,
Natalie. Por Dios.

—Oh. Lo siento —dije riéndome—. Pero contigo nunca se sabe.

Terminé de empacar mi bolso, agregué un vestido blanco sin tirantes y unos


tacones, un traje de baño y mi cámara. Cuando terminé, fui al baño, saqué un
cepillo de dientes extra de mi tocador y se lo ofrecí a Miles.

—¿Lo quieres?

—Sí, gracias.

Nos cepillamos los dientes uno al lado del otro en mi lavabo, Miles en sus
calzoncillos y yo en pantalones cortos y una camiseta. Cuando nuestros ojos se
encontraron en el espejo, sentí un pequeño aleteo en el pecho. A pesar de todos sus
chistes egoístas, formas promiscuas y su completa negativa a comprometerse
seriamente con cualquier cosa que no sea tinta, realmente era muy amable
conmigo. Sería un buen novio o esposo si alguna vez decidiera ponerse serio.
Lástima que esté contento de ser un niño toda su vida. Tiene mucho que ofrecer a alguien
además de sexo.

Terminó y me llamó la atención en el espejo.

—Te ves graciosa cuando te cepillas los dientes.

Demasiado dulce. Escupí y enjugué.

—Cállate, no lo hago.

—Claro que sí, y tienes pasta de dientes en toda tu cara. Mírate, eres un
desastre. —Agarró una toalla de mano y la estrelló sobre mi boca, metiéndome
debajo de su brazo—. Podría hacerte un lío en tu cara.

—Vale. Eso es todo. —Tomé la toalla, la tiré, y lo tomé por los hombros—. Me
has amenazado muchas veces con un desastre. Deberías hacerlo ya. —Lo conduje
hacia mi habitación y lo empujé hacia la cama.

—¿Me estás mandando? —preguntó, recostándose sobre los codos mientras le


quitaba la ropa interior.

—Sí.

Él sonrió.
—Ya me está gustando eso.
CAPÍTULO 14

Me desperté descansada y feliz, el brazo de Miles aún curvado sobre mi vientre,


la sábana elevada hasta nuestras caderas. Sonriendo, me quedé envuelta en él unos
minutos más antes de salir de la cama para usar el baño. Cuando volví a mi
habitación, él estaba boca arriba, con un brazo sobre la cabeza. Me reí de su axila
peluda, su cabello desordenado, los arañazos en sus hombros. Me sorprendería si
no hubiera marcas de dientes también. Anoche estuve un poco fuera de control.

Pero diablos, fue divertido. La mayor diversión que había tenido en la cama, y
me quedaban tres días más por delante. Tres días de sexo libre de culpa, sin
compromiso, loco y alucinante. Más allá de eso, ni siquiera me importaba.

Golpeé a Miles en el hombro.

—Despierta, dormilón. Me convenciste de hacer un viaje por carretera y estoy


lista para irme.

—Oh Dios, ¿qué hora es? ¿Cómo puedes levantarte tan temprano?

—¡No es temprano, ya son las nueve!

Gimió, pero se sentó y parpadeó.

—Necesito mis gafas. ¿Dónde diablos las dejé?

—En la guantera de tu auto —le dije, yendo hacia mi armario—. Déjame


ponerme algo de ropa y agarrarlas mientras te despiertas.

—Gracias. Las llaves están en la mesa de tu vestíbulo.

Me puse pantalones cortos de mezclilla, una camiseta blanca y me puse mis


zapatillas Converse en los pies. Tomando las llaves de la mesa cerca de la puerta, mi
vientre dando vueltas al recuerdo de mi espalda contra ella, salí y prácticamente
salté al Jeep bajo el sol. Qué día tan perfecto para empezar mis vacaciones.
Diez minutos más tarde, Miles había cargado mi bolso en el auto y nos
dirigíamos a su casa para que él pudiera hacer las maletas. Sugerí que nos
detuviéramos en Coffee Darling para tomar un par de tazas, pero Miles vio mi plan
para revisar las cosas, y en su lugar fuimos a Starbucks.

En la casa de Miles, empacó una bolsa de lona mientras yo ordenaba su cama,


la habíamos dejado hecha un desastre ayer por la mañana. Cuando él terminó y yo
puse sábanas limpias en el colchón, anunció que tenía que escribir una entrada
rápida en el blog.

—¿Ahora mismo? —Me detuve en medio de deslizar una almohada en su


funda.

—Sí, antes de que me olvide de los detalles de esa mamada que me hiciste
anoche, aunque es poco probable que eso suceda en esta vida. Si alguna vez algo
fuera inolvidable, eso era todo.

Mis mejillas se calentaron.

—¡No puedes escribir sobre mí dándote una jodida mamada! —grité, aunque
en secreto me encantaba pensar que podría ser el tema de uno de sus espeluznantes
artículos. Yo, de todas las personas. ¡Yo!

Se rio.

—Me encanta cuando dices joder. Escucha, los hombres y las mujeres
dependen de mí. Hago del mundo un lugar más sexy, por lo tanto, un lugar mejor,
cuando comparto estas cosas. Y tú me estás ayudando a hacerlo. Deberías sentirte
orgullosa de ti misma.

Me mordí el labio inferior.

—Bien. Pero no uses mi nombre.

—Nunca uso nombres reales.

—¿Por qué no?

Se encogió de hombros.

—Protege a los inocentes, y mantiene las cosas claras. Diversión.

Mientras Miles escribía, me senté en el porche con mi café y un libro de la


polvorienta biblioteca de la casa, un volumen de poemas de Mary Oliver. Nunca
había oído hablar de ella antes, y no sabía mucho de poesía, pero la suya era tan
fácil de entender, y tan personal, que sentía que me hablaba directamente. Un
poema en particular, llamado “Cuando la muerte llega”, hizo que los escalofríos
me recorrieran la espalda y me bajaran por los brazos. Me senté derecha y volví a
leerlo, luego miré hacia el otro lado del huerto, medio esperando encontrar a la
poetisa de pie allí, señalándome con el dedo. Miré las palabras de nuevo, tratando
de memorizar la última línea.

No quiero simplemente terminar habiendo visitado este mundo.

Era una afirmación tan simple, y sin embargo una idea tan poderosa. Sabía
exactamente a qué se refería. Esa sensación me inspiró desde que era joven para ir
tras lo que quería y hacer todo lo posible para lograr esos objetivos. Nadar, buenas
notas, Dan, una beca universitaria, mi propio negocio, mi casa... pero ahora podía
ver cómo el miedo al cambio, o tal vez el miedo al fracaso, convirtió esa ambición
en una vida precavida, ordenada y segura. Y cuando mi vida terminó, ¿realmente
no quería errores en mi expediente? ¿Ninguna lección sucia aprendida? Nada de lo
que me haga decir, ¡¿no puedo creer que hice eso?!

No planeaba, como dijo Miles, arruinarme la vida. Pero planeaba arriesgarme


un poco más. Viviendo en voz alta un poco más. Si cometo errores, que así sea, los
tendré.

Miles salió al porche con su bolso, su bolsa del ordenador y su café.

—¿Lista?

—Sí. Solo déjame poner este libro en su sitio.

Inclinó la cabeza para leer la portada.

—Ah. Ese es bueno. Se lo compré a mi madre para navidad un año después de


escuchar a Mary Oliver en NPR. Dudo que lo haya abierto. ¿Lo quieres?

—No puedo tomar el libro de tu madre —dije, levantándome de mi silla—.


Pero podría comprar mi propia copia. Realmente me gusta. —Después de que
reemplacé el libro en la estantería, Miles cerró la casa.

—¿Quieres quitar el toldo? —preguntó después de arrojar sus bolsas en la parte


de atrás y su café en un portavasos.

—Claro. —También puse mi café en el auto, le ayudé a quitar los paneles del
techo y a guardarlos en la parte de atrás, y luego salté al asiento delantero.

Miles se deslizó tras el volante un momento después y me sorprendió al


agarrarme el rostro y poner un beso en mis labios.
Las mariposas volaron dentro de mí.

—¿Por qué fue eso?

—Por ser valiente —dijo, arrancando el auto—. Estoy tan jodidamente


orgulloso de ti.

Arrojó un brazo a través del respaldo de mi asiento y miró por encima de su


hombro mientras daba marcha atrás para salir de la entrada.

—Gracias. Estoy orgullosa de mí misma, aunque mi vida se siente un poco al


revés ahora mismo.

Él sonrió cuando entramos por la autopista.

—Te dije que era yo.

Me llevó unos segundos darme cuenta de que se refería a la predicción de


Madam, Psuka.

—Oh, para. Eso no fue real. No volteaste mi vida, solo me ayudaste a ver que
necesitaba hacer algunos cambios. Divertirme más. Explorar un nuevo lado de mí
misma. —Ladeé la cabeza—. Por cierto, ¿cómo me llamaste en tu artículo?

—Bollos de Canela.

—¡Bollos de Canela! —grité, con ojos desorbitados—. ¿Ese es el apodo


anónimo que me diste?

—Sí, ¿por qué? ¿No te gusta?

—¡No! Por un lado, será totalmente obvio para cualquiera que sepa a qué me
dedico, y por otro, pensé que sería algo sensual y glamoroso, como Svetlana.

—Mmmm, Svetlana.

Lo golpeé en la pierna. Duro.

—Estoy bromeando —dijo, riendo—. Eres mucho más sexy que Svetlana.
Hermosa chica de al lado con una racha sucia escondida que derrotaría la acróbata
ucraniana cualquier día. Y cualquiera que lea este artículo estará de acuerdo
conmigo. Confía en mí, eso es altamente halagador.

—¿Cuándo puedo leerlo?


—Ahora mismo si quieres. Está en vivo.

—¿Está en vivo? ¡Pensé que me ibas a dejar verlo primero, al menos! —


Buscando en mi bolso mi teléfono—. Oh, Dios. Tengo miedo.

—No lo tengas. Te lo digo, todo está bien.

Mi corazón latía fuerte mientras buscaba su blog, mi cuerpo pinchando de


calor. ¿Qué dijo de mí? Vi el enlace correcto en los resultados de búsqueda, hice clic
y empecé a leer.

***

¿Quieres una mejor mamada esta noche?

Me lo imaginaba.

Y estoy aquí para ayudar.

Anoche, tuve la mejor mamada que te puedes imaginar. Estoy hablando del
Aston Martin de las mamadas. La Copa Stanley de mamadas. Si las mamadas
tuvieran una Serie Mundial, esta chica sería Ty Cobb, Roger Hornsby, y Joe
Jackson COMBINADA.

La llamaré Bollos de Canela. Porque se ve tan deliciosa, huele y sabe cómo lo


mejor que has comido.

Esta mamada de Bollos de Canela fue claramente un regalo de los cielos, y


siento fuertemente que los dioses me la otorgaron porque sabían que actuaría
benevolentemente. Por lo tanto, comparto con ustedes mi experiencia no para
inspirar envidia o resentimiento, sino con la esperanza de que puedan encontrar
una manera de hacer que los ojos de su novia vean este artículo e inspirarla para
que también haga una mamada brillante.

A cambio, caballeros, por favor, sigan este enlace a un artículo llamado 10


Maneras de Liberarla Esta Noche (Lo estás haciendo mal, Idiota).

Está bien. Vamos a empezar. ¿Están conmigo, señoritas?

Primero, quiero felicitarte por tu lectura. Eres claramente inteligente, sexy y


divertida, lo que te convierte en la mujer más sexy que haya conocido antes de que
pongas esa preciosa boca en su indigna polla. Eres una diosa. (¿Ven lo que estoy
haciendo aquí, chicos?)

Ahora, solo voy a salir y decirlo: He tenido muchas mamadas.


Pero esta.

Esta.

Mientras veía a Bollos de Canela ponerse de rodillas en el suelo frente a mí, mi


polla se levantó como una de esas bolsas inflables de Bozo el payaso que tenía
cuando era niño. Lo empujaría hacia abajo y volvería a aparecer de nuevo, listo
para salir.

No es que mi polla tenga nada de gracioso, por supuesto. Es muy fuerte.


Déjame decirlo de otra manera.

Mi polla se mantuvo erguida como un orgulloso soldado listo para el servicio,


con las armas cargadas.

Mucho mejor.

Tenía la sensación, antes de que empezara, de que esto iba a ser una mamada
de intensidad épica, y tuve razón. Ahora, en parte fue por nuestra gran química, y
en parte porque ella es simplemente mágica, pero hay cinco cosas en las que no
puedo dejar de pensar hoy, cosas que puedes hacer esta noche para crear un poco
de magia propia para tu chico, solo asegúrate de que se lo merece.

1) Toma el control... y luego ríndete. Bollos de Canela me empujó al


dormitorio, me empujó a la cama y me hizo una mamada como si fuera para ella,
no para mí. Vino a mí como si fuera su cumpleaños y todo lo que quería era un
gran pedazo de polla de cumpleaños, y se la iba a dar o así. Pero ella sabe que a mí
también me gusta la sumisión, y cuando me hice cargo, me dejó.

2) Mira hacia arriba. Una de las razones por las que a los hombres les encantan
las mamadas es que es divertido verlas. Somos criaturas visuales, y tu boca en su
polla es la mejor película que ha visto. Es su favorita, de hecho, y no puede verla
suficientes veces. Y cuando tú, la hermosa estrella, miras hacia arriba y haces
contacto visual con él, se siente como un millón de dólares. A veces Bollos de
Canela me miraba con esa inocencia en los ojos, como si no pudiera creer lo grande
que era, lo duro que era, lo profundo que era. Otras veces, la mirada en sus ojos era
puro deleite lascivo, y gemía o reía o suspiraba, como si el placer fuera todo suyo.

3) Usa tus manos sobre él. Sí, se trata sobre todo de su polla, y ningún hombre
se quejará si eso es todo en lo que quieres concentrarte. Pero mientras lo succionas
alegremente hasta el olvido, no seas tímida en tocarlo en otros lugares. Bolas.
Pezones. Trasero. (Bollos de Canela no fue tímida.) Si a él no le gusta, te lo hará
saber, pero me atreveré a suponer que le gusta.
4) Usa también tus manos sobre ti misma. En un momento dado, Bollos de
Canela se excitó tanto por lo que estaba haciendo, que tocó su cuerpo de la forma
en que yo lo habría hecho si no me hubiera quedado tan paralizado de alegría al
verla hacerlo. De hecho, casi disparo el cañón antes de poder advertirle
apropiadamente, cosa que un caballero nunca debe hacer. (¿Me están escuchando,
caballeros?)

5) Traga. No tienes que fingir que es el néctar de los dioses, pero seguro que
nos hace sentir bien cuando lo haces. En realidad, no recuerdo la expresión en el
rostro de Bollos de Canela cuando tragó porque estaba demasiado cegado por el
éxtasis, pero cuando recuperé el uso de mis ojos, parecía encantada. Saciada.
Contenta consigo misma y conmigo.

Yo también estaba contento.

Y se lo mostré devolviéndole el favor antes de que recobrara el aliento.

¿Suena bien?

Ya sabes qué hacer.

(¿Chicos? Eso va para ustedes también.)

***

Oh, Dios mío.

Terminé el artículo y lo leí tres veces más. Mi mente giraba, mi corazón latía
alocadamente, y no podía dejar de sonreír. No solo porque el yo que él escribió era
tan caliente y seductor, o porque era tan lindo y divertido, o porque sus palabras
trajeron de vuelta el recuerdo de la noche anterior en un detalle que robaba el
aliento, sino también por las tres pequeñas palabras que dijo sobre mí...

Ella es simplemente magia.

Yo no era mágica, pero nosotros sí.

También lo sentí.
CAPÍTULO 15

¿Por qué estaba ella tan callada? ¿Lo odió? Mientras ella lee, yo sigo intentando
tener un indicio de su expresión, leer su expresión corporal, pero estaba medio
girada hacia la ventana. Jadeo una o dos veces y atrajo una mano lentamente a su
boca, pero no podía decir si era porque estaba sorprendida, apenada, o le había
llegado. Mierda, tal vez no debería haber escrito sobre ella. Natalie no era de las
personas que les gustaba mostrarse como otras mujeres, quienes algunas veces me
rogaban que escribiera sobre ellas. Muchas de ellas incluso me pedían que usara sus
nombres verdaderos, lo cual nunca hice. No solo por su protección, sino también
porque los nombres verdaderos sugerían un nivel de intimidad con la cual no estaba
cómodo.

—Oye —dije, tocando su cabeza—. ¿Qué está sucediendo allí arriba? ¿Lo
odias?

—No, ¡me encanta! —dijo, girándose hacia mí con los ojos brillosos—. ¿Estás
bromeando? Gracias por decir todas esas cosas. ¿Realmente, fue la mejor mamada
que alguna vez te dieron? ¿La Copa Stanley de las mamadas?

—Definitivamente. —Asentí, aliviado de que no estuviera enojada—. Estás en


la cima. Y me han dado muchas mamadas, quiero decir, en serio, demasiadas, y
por algunas mujeres realmente calientes. Recuerdo esta chica que…

—Bien, bien. Suficiente. —Alzó su mano—. Lo entiendo. Gracias. Estoy


alagada, y tú deberías dejar de hablar ahora.

Le sonreí. Dios, incluso estaba comenzando a adorar su rostro fruncido.

—Lo siento. De cualquier forma, ella no era nada comparada contigo. Ese era
mi punto.

—Entonces, ¿realmente querías decir todo lo que dijiste? —Sonaba


sorprendida.
—Como te dije, siempre dijo lo que quiero decir, Nat. Especialmente cuando se
trata de ti. —Me pregunté en que cosas en particular estaba curiosa, pero no
pregunté—. Ahora mi problema es que arruinaste las mamadas para mí por siempre
porque nada se comparará alguna vez.

—Oh, cierto. —Negó con la cabeza y suspiró—. Algo me dice que estarás bien,
Miles Haas. Y considerando que acabas de explicar exactamente que te gusta en
una mamada a todas las mujeres quienes leen estas cosas, estoy segura que tendrás
gran cantidad de aplicantes calificadas para reemplazarme.

—No importa. Siempre serás mi favorita.

Tiré de algunas hebras de su cabello, feliz de su dulcemente expresión


sorprendida en su rostro.

Por cerca de cinco segundos.

Porque me di cuenta de que era verdad, no importaba que sucediera, no


importaba cuantas chicas calientes hicieran fila para darme una mamada, por
siempre las compararía con ella de una manera no favorable. ¿Y sobre el sexo?
¿Ella también había arruinado eso para mí?

Rápidamente intenté en pensar en otra chica que preferiría para ir a la cama


conmigo que Natalie, otro coño que preferiría probar, otro cuerpo que preferiría
para estar dentro. Y no pude.

Sudor comenzó a correr por mi nuca.

Porque me di cuenta que nunca había sido capaz de pensar en otra chica que
escogería sobre Natalie. Jamás.

Y ahora que eso sucedió, nunca lo haría.

¿Qué mierda iba hacer sobre ello?

Por un loco momento, deseé que no fuéramos tan buenos juntos. Deseaba que
el sexo fuera normal, la química mediocre, la sensación que tuve cuando entré en
ella era algo menos que jodidamente trascendental.

Por un momento aún más loco, pensé en prometerle todo y todo de mí si ella
solo dijera que lo quería.

Entonces me lo quite de encima.

Eso era jodido.


***

Nos detuvimos una vez para almorzar y otra para tomar más café y gasolina, y
llegamos a Detroit alrededor de las cuatro de la tarde. Natalie quería ver mi
apartamento antes de que hiciéramos algo, así que estacioné en el garaje adyacente
al edificio y la llevé al piso veintitrés. Abrí la puerta y la dejé entrar primero.

—Guau —dijo sin aliento, dejando sus maletas—. Esto es hermoso.

—Gracias. —Puse mis llaves en una pequeña mesa contra la pared y pateé la
puerta para cerrarla—. El tipo que me lo alquiló dijo que fue construido en los años
veinte pero abandonado durante años antes de ser renovado.

—Eso es increíble. —Se acercó a las enormes ventanas de piso al techo y miró
hacia afuera—. Me encanta la vista.

—Genial, ¿no? El tipo me preguntó si quería polarizado en esas ventanas y le


dije que no.

Se dio la vuelta y observó los muebles, los pisos de madera y el techo de dos
pisos antes de caminar hacia la cocina.

—Mierda —dijo, pasando la mano por el brillante mostrador de granito—.


Esto es hermoso.

—Sí, él es un chef, así que esta cocina está totalmente decorada. —Fui a la
enorme nevera de acero inoxidable y saqué dos cervezas, quitándome las tapas
antes de darle una a Natalie—. En realidad, es dueño de un restaurante llamado
The Burger Bar en Corktown que me encanta. Tal vez te lleve allí a cenar.

—¿Por qué se mudaría? —preguntó ella, con los ojos muy abiertos mirando los
gabinetes de madera oscura y el piso de baldosas de piedra.

—Se casó y compró una casa en Indian Village.

—Oh. —Tomó un sorbo de su cerveza y entró en la despensa—. ¿Qué


demonios, Miles? No tienes nada aquí.

—Tengo lo básico.

Me recosté contra el mostrador y volqué la botella.

—¿Qué básicos? ¿Cereal, doritos y Twinkies? Oh, espera, veo una bolsa de
harina aquí.
—Sí, creo que él dejó eso.

—Oh, Dios mío. —Salió, sacudiendo la cabeza—. Vamos a la tienda de


comestibles mientras estoy aquí. Te ayudaré a llenar tu despensa y mostrarte
algunas cosas fáciles de hacer. —Puso la mano en el mango de la nevera y me
miró—. ¿Incluso quiero abrir esto? ¿Me van a atacar seis meses de comida mohosa
para llevar?

—Podría.

La abrió y suspiró.

—Sin moho. ¿Pero de qué vives? ¿Cerveza y cereal?

Me encogí de hombros.

—Probablemente podría vivir de eso.

Cerró la nevera y puso una mano en su cadera, luciendo adorablemente


preocupada por mí. Me permití fantasear por un momento con que ella también
viviera aquí, que compartiéramos cosas como cerveza y Twinkies, que ella
cocinaría para mí y que... bueno, yo pensaría en algo que hacer por ella. Debe
haber algo que tenía para ofrecer.

Tu polla. Eso es lo que tienes para ofrecer, imbécil. Así que detente con la estúpida
mierda tonta y ve a tener sexo.

—Esa dieta no puede ser saludable. —Ella movió bruscamente una mano con
exasperación—. ¿Cómo es que estás en tan buena forma? ¡Es tan molesto!

Sonriendo, baje mi cerveza y tiré de ella hacia mí por el dobladillo de su blusa,


colocando sus caderas contra las mías.

—¿Qué sobre bollos de canela? ¿Son sanos?

—No.

Hundí mi cabeza en su cuello, besándola hambrientamente, lamiendo su


garganta.

—Pero saben tan bien.

Ella se rio.

—Supongo que están bien para un placer. De vez en cuando.


—¿Qué tal ahora? —Mi mano se deslizó por su estómago, palmeando su pecho
mientras besaba mi camino hacia su boca. Mi polla cobró vida, empujando contra
la entrepierna de mis jeans—. ¿Puedo tomar un poco ahora?

Puso su cerveza en el mostrador y tomó mi rostro entre sus manos, deslizando


su lengua por mis labios.

—Sí. ¿Quieres mostrarme tu habitación?

Sin decir una palabra más, tomé su mano y la conduje por las escaleras hasta el
dormitorio tipo loft, que estaba sobre la cocina.

—Ajá. Tienes cortina en esta ventana, al menos. —Natalie se acercó y la bajó,


y la habitación quedó en las sombras.

—Solo porque me gusta dormir y esa ventana recibe el sol de la mañana. —


Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la aparté hacia atrás—. Ven aquí, tú.
Han pasado horas desde que te vi desnuda. Eso no está bien. —Levantando su
blusa en la parte inferior, se la puse sobre la cabeza, luego desabroché sus
pantalones cortos y se los quité.

Se giró para mirarme y se quitó los zapatos antes de quitarme la camiseta. Por
un momento, se quedó en silencio, mirando mi torso desnudo. Luego puso sus
manos sobre mí, pasándomelas por los brazos y por el pecho.

—Solía mirarte —dijo, sus dedos rozaron mis pezones, lo que hizo que mi
polla se llenara de lujuria—. Ese último verano antes de que te fueras, solía mirarte
y preguntarme cómo era tocarte de esta manera. —Me desabrochó los jeans y
deslizó una mano dentro de ellos—. Y me sentí tan culpable —susurró, llevando
sus labios a mi pecho, sus dedos jugando con la punta de mi polla—. Sabía que
estaba mal, pero a veces te vi mirándome y me pregunté qué estabas pensando.

—Uh, es seguro decir que estaba pensando en follarte. —Alcancé entre sus
piernas y la acaricié suavemente a través de sus bragas—. Solía imaginar tu cuerpo
desnudo debajo del mío, tu espalda arqueada, tus piernas abiertas. —Deslicé mi
mano dentro de su ropa interior y la abrí—. Pensaría en tocarte de esta manera,
hacer que te humedecieras.

Sus respiraciones se aceleraron, envolvió sus dedos alrededor de mi polla y los


trabajó lentamente de arriba a abajo.

—¿Y entonces qué?

—Entonces tendría que ir a ducharme para poder masturbarme.


Ella me miró.

—Muéstrame. Quiero ver.

Oh joder ¿Hablaba en serio?

—¿De verdad?

—Sí. Vamos a ducharnos juntos. —Un destello diabólico brilló en sus ojos—.
Y también te dejaré mirarme.

La miré con incredulidad.

—Eres una chica tan mala en este momento.

—Lo sé. —Levantándose de puntillas, me susurró al oído—. Puedes castigarme


más tarde. —Luego quitó su mano de mí y se paseó por mi armario hacia el baño
adyacente, deteniéndose para mirar por encima del hombro en la puerta—. Bueno,
vamos, vaquero. Me trajiste hasta aquí. ¿No quieres jugar conmigo?

La miré con jodida incredulidad. ¿Qué demonios era esto? ¡Ella me estaba
superando! ¡Ella era tan sexi y me tenía tan descentrado que ni siquiera sabía qué
hacer conmigo mismo!

Contrólate, Haas. Natalie Nixon está parada en la puerta de tu baño con un pequeño
sujetador y bragas de encaje blanco, y te está pidiendo que juegues. Esto es lo que haces:
juegas. No tienes Emociones, no tienes novias, y no tienes tiempo para quedarte aquí
preguntándote si la vida que está cambiando aquí es la tuya. Ahora entra de una maldita vez
y haz lo tuyo.

Pero incluso mientras sonreía y me quitaba el resto de mi ropa mientras ella


miraba, mordiéndose ese jugoso labio inferior suyo, el piso parecía temblar bajo mis
pies.
CAPÍTULO 16

No tenía idea de lo que me poseyó para preguntarle a Miles si podía verlo


masturbarse en la ducha, pero ahora que estaba aquí con un asiento en primera fila,
daba gracias por haberlo hecho. Agua caliente bajaba por su cuerpo mientras el
vapor giraba alrededor. Era un banquete para los ojos, y apenas ponía saciarme.
¿Por dónde empezar? De abajo hacia arriba, era simplemente delicioso. Me senté
en el banco de baldosas y él estaba de pie frente a mí, con sus pies plantados
ampliamente. Sus piernas eran tan musculosas, me había olvidado lo firmes y
tonificadas que eran por los años de soccer y correr. Su polla estaba dura y gruesa,
deslizándose a través de su puño en largos y lentos tirones, haciendo que mi clítoris
palpitara con deseo. Agua caía de la flexión de los músculos en sus antebrazos,
hombros, abdominales. Bajaba por su pecho sobre las hendiduras de sus huesos de
la cadera y descendía por sus muslos, tentándome a ponerme de rodillas a sus pies y
lamerlo. La tinta en su cuerpo estaba húmeda y brillante, y su pecho se elevaba y
bajaba con pesadas respiraciones. Usaba su mano derecha en sí mismo; la otra
estaba empuñada a su costado. En ocasiones, bajaba la mirada a lo que estaba
haciendo, pero en su mayoría sus ojos estaban sobre mí.

—¿Es esto lo que querías? —Su voz era baja, calmada y controlada.

—Sí. —Me moví al borde del banco, más cerca de él.

Él retrocedió.

—No, oh. Nada de tocar.

—Pero…

—Querías mirar; vas a mirar.

Miré fijamente a su polla, sólida y resbaladiza, más oscura que la piel de su


estómago, y cubierta de gruesas venas. Lamiendo mis labios, lo miré.

—¿Por favor?
—No. ¿Quieres poner tus manos en algo? Tócate. Muéstrame lo que estoy
mostrándote.

Si no hubiese estado tan excitada, habría estado más cohibida. Como estaba,
abrí mis rodillas para él y arqueé mi espalda, deslizando una palma en mi muslo
interno.

—Joder, sí. —Sus ojos siguieron mis dedos mientras los movía hacia mi coño.
Se acarició a sí mismo más fuerte—. Dios, eso es tan jodidamente caliente. Hazlo.

La excitación que sentí por ver lo mucho que disfrutaba lo que estaba haciendo
mientras me miraba fue como fuego en mis venas. Sonreí malvadamente y bajé mi
barbilla, mirándole a través de pesados párpados, mientras mis dedos acariciaban
mi clítoris. Dado que no tenía juguetes, y el sexo con Dan se había convertido en
una rareza en el último año, era una experta en hacerme venir con mi mano y lo
disfrutaba. Efectivamente, nunca había tenido una audiencia antes, pero estaba
encantada de encontrarlo incluso más excitante, sabiendo que Miles estaba
masturbándose ante la vista de mí cuando él únicamente había tenido ese
pensamiento de mí antes.

—Dime. —Habló con dificultad—. Lo que estás pensando.

—Tu polla —dije, sin aliento y jadeando—. Tu polla dentro de mí. Tan
profundo que duele. Golpeándome en ese punto. Frotándome justamente de la
forma correcta.

—Sí. Joder. Sí. —Palabras sisearon de su boca a través de dientes apretados—.


Mi polla en ese apretado y húmedo coño. —Sus ojos estaban pegados a mi mano, y
mis piernas se estremecieron con placer.

—Oh, Dios, Miles. —Observé su mano trabajar rápido y fuerte, su gruesa y


sólida carne deslizándose a través de su puño, los músculos en sus abdominales
flexionándose—. Estoy cerca. Hazlo conmigo.

—Cristo —dijo con ronca voz, inclinándose hacia adelante y colocando su


mano izquierda en la pared detrás de mí—. No puedo parar. Mierda…

—Aquí. —Coloqué mi mano en mi pecho, la deslicé sobre mis pechos—. Ponlo


aquí.

Gruesos chorros blancos salieron de su polla hacia mi pecho, y lo esparcí sobre


mis senos mientras él miraba, boquiabierto y con ojos amplios. Mirarlo perder el
control me empujó sobre el borde, y mis gritos resonaron en las baldosas mientras
mi orgasmo pasaba a través de mí, todo mi cuerpo tensándose antes de calmarse
con espasmos rítmicos debajo de mis dedos.
Nos tomó un minuto calmarnos.

—Jesús. —Respiró fuertemente Miles, todavía apoyado en la pared—. ¿Quién


demonios eres?

Sonreí maliciosamente y junté mis rodillas, con las manos en alto.

—La chica de al lado.

—Crees que conoces a alguien. —Sacude su cabeza, agua cayendo de sus


mechones oscuros.

—¿Sabes qué? —Me levanté, me enjuagué, y envolvimos nuestros brazos


alrededor de la cintura del otro—. Me conoces, Miles. Creo que me conocías mejor
de lo que yo me conocía. No sé exactamente cómo, ya que ni siquiera nos hemos
visto mucho en los últimos años, pero lo hiciste. Lo haces.

—Yo tampoco, sé exactamente cómo. Simplemente parece que siempre ha sido


de esa manera con nosotros. —Apoyó su frente contra la mía—. Siempre hemos
tenido una conexión.

Un estremecimiento me atravesó.

—Sí.

Me acercó más a él, metiendo mi cabeza debajo de su barbilla, y girándome


para que el agua nos golpeara a ambos en el costado.

—¿Frío?

—Solo por un segundo. Estoy bien. —Pero no había tenido frío en lo absoluto.
Había estado conmovida por sus palabras.

Y un poco asustada.

Porque tenía razón, teníamos una conexión y siempre la tuvimos. Lo que no


dijo es que siempre la tendríamos. Lo sentí. ¿Pero qué significaría eso cuando nuestros
tres días se terminaran y volviéramos a la vida real? Sí, estaba disfrutando la recién
encontrada libertad sexual, pero al final quería algo más duradero, ¿no?

Romper con Dan fue la decisión correcta, no tenía dudas de eso. Pero no había
cambiado tanto… una vez que la probada de libertad estuviera completa, me veía a
mí misma queriendo ser parte de una pareja otra vez. Queriendo pertenecerle a
alguien. Queriendo enamorarme. Esas cosas me hacían feliz.
Pero Miles no quería esas cosas, y estaría mal de mi parte intentar cambiarlo.
Él me amaba a su propia manera, y yo lo amaba, pero él amaba más su libertad.
No quería que se resintiera conmigo por pedirle que fuera alguien que no es.

Suspiré. No, eso era todo. Y no tenía sentido enloquecer y estar asustada por
eso. Si y cuando conociera a alguien de quien podría realmente enamorarme,
tendría que creer que eso superaría mi química con Miles.

Pero tendría que ser un tremendo amor.

***

Nos limpiamos, vestimos y nos dirigimos a Corktown para cenar y tomar unas
bebidas; Miles me dio un pequeño tour de su histórico vecindario primero. Tenía
mi cámara conmigo y tomé muchas fotos en la hermosa luz desvaneciéndose, casas
adosadas de un siglo de edad, Victorianas coloridas, la masiva y escalofriante
estación de tren abandonada.

—Oye, ¿revisaste ese lugar para tu artículo de sexo fantasma? Definitivamente


se ve embrujado.

Miles negó con la cabeza, sus ojos agrandándose.

—Podría haber algunas almas merodeado ahí, pero ninguna de ellas son almas
que me gustaría follar.

—¿Hay un alma a la que no quieras follar? —bromeé, poniendo mi cámara en


mi bolso.

Me agarró por detrás, sosteniendo mis brazos a mi costado.

—Sí, sabelotodo. Hay muchas. De hecho, solo quiero un alma estos días, y esa
es la tuya. Así que compórtate.

Me reí.

—Lo intentaré. Aunque, no lo haces fácil.

El Burger Bar era agradable y fresco dentro, y estaba bastante lleno, pero
encontramos dos asientos juntos en la barra. Ordenamos hamburguesas y cerveza,
cuando elogié el menú, con sus ingredientes de fuentes locales, Miles me preguntó
si pensaba que me quedaría con la cafetería o quería intentar algo más un día.

—Oh, creo que me gustaría intentar algo más algún día. Coffee Darling es un
gran pequeño lugar, pero no me molestaría algo más grande en algún momento.
Quizás un restaurante en una de las granjas o viñedos locales. Creo que eso sería
divertido.

—¿Pero definitivamente allá, eh?

Bebí mi cerveza, pensando en eso.

—Sí —respondí finalmente—. Me gusta viajar, pero esa parte de Michigan


simplemente se siente como un hogar para mí. Amo las estaciones ahí, amo estar
cerca de mi familia. Mis dos hermanas viven ahí, y ahora con Skylar casándose, no
me sorprendería si ella y Sebastián tienen hijos pronto.

—¿De nuevo, cuándo es la boda? —Miles tomó un largo trago de su vaso.

—En tres meses. A finales de septiembre.

Le estaba contando más sobre sus planes cuando un chico de cabello oscuro se
nos acercó desde detrás de la barra. Era tan apuesto, que olvidé lo que estaba
diciendo en medio de la oración. También tenía tatuajes, en ambos brazos, y las
mangas cortas de su camiseta ajustada negra de Burger Bar abrazaba las curvas
musculosas de sus brazos. Inmediatamente pensé en Jillian, ya que parecía de su
tipo, cabello y ojos oscuros, y era un poco mayor, tal vez a mitad de sus treinta,
pero luego noté que usaba un anillo de bodas.

¡Diablos! ¿Ella tenía razón? ¿Todos los buenos ya estaban tomados? Tal vez
ella y yo estábamos destinadas a estar solteras para siempre. Viviríamos en mi casa
donde envejeceríamos y seríamos malhumoradas juntas, sin nadie con quien
discutir más que la una con la otra y tal vez unos cuantos gatos tristes. Dios, eso era
deprimente.

El tipo nos sonrió y le tendió la mano a Miles.

—Lo lamento, no quería interrumpir. Solo quería saludarlos y ver si


necesitaban algo.

Miles estrechó su mano.

—Nat, este es Nick Lupo, el dueño de este lugar y mi apartamento. Nick, esta
es mi amiga Natalie del norte.

—¿La nadadora con la cafetería? —Nick me tendió su mano—. He escuchado


mucho sobre ti.

Calor se apresuró a mi rostro mientras ponía mi mano en la suya.


—Vaya. Estoy halagada. —Le di un vistazo a Miles, quien parecía complacido
consigo mismo—. Tienes un gran apartamento y un gran restaurante. Me encanta
el menú.

Nick llenó nuestros vasos y se quedó por unos minutos para charlar sobre las
granjas locales con las que trabajaba y el concepto de la granja-a-la-mesa que
adoptó, ingredientes de buena calidad, orgánicos siempre que sea posible, de
granjeros responsables que conocía personalmente que valían el alto precio que
pagaba por ellos.

—Natalie estaba contándome antes que le gustaría administrar un restaurante


algún día —dijo Miles.

Nick me miró.

—¿Oh, sí? He estado pensando en abrir algo en esa área.

—Definitivamente deberían asociarse. —Miles levantó su cerveza—. Natalie es


tremendamente talentosa y totalmente dedicada a lo que hace. Aunque creo que
trabaja demasiado.

Le di una palmada a su pierna.

—Detente. Estoy aquí, ¿no?

—Honestamente, me encantaría hablar sobre trabajar juntos en algo en esa área


—dijo Nick, apoyando sus manos en la barra—. La mejor amiga de mi esposa y su
esposo tienen un viñedo ahí, así que los visitamos a menudo.

—¿Qué viñedo? —pregunté.

—Abelard Vineyards —dijo.

Coloqué una mano en mi pecho.

—¡Mi hermana trabaja ahí! ¿La amiga de tu esposa es Mia Fournier?

Sonrió y asintió.

—Sí. Mundo pequeño.

—Es un lugar fantástico. Tan hermoso, de hecho, mi hermana se va a casar ahí


este otoño.

—Tendré que visitarlo —dijo Miles—. De hecho, le dije a Skylar ayer que iría a
su boda. —Luego se estremeció—. Aunque esas cosas me dan urticaria.
Nick puso sus ojos en blanco y me miró.

—Buena suerte con él, Natalie. —Sacó una tarjeta de su bolsillo trasero y la
deslizó sobre la barra hacia mí—. Cuando estés lista, llámame y podremos hablar.
De esa forma le puedo decir a mi esposa que en realidad estoy haciendo algo al
respecto. Estará encantada conmigo.

—Incluso, quizás hará algo agradable por ti —dijo Miles—. Deberías hacer que
lea mi post en el blog hoy. Es sobre mamadas.

—¡Miles! —Lo golpeé en el hombro, mortificada que lo hubiera dicho en voz


alta.

Nick se rió.

—Ella no necesita ayuda ahí. Además, para lo que quiero se necesita el


verdadero asunto.

La mandíbula de Miles cayó.

—¿Quieres otro hijo? ¿No tienes, como, dos de esos ya?

—Tres. —Los ojos oscuros de Nick se iluminaron, lo que me pareció realmente


dulce, especialmente comparada a la forma en que Miles reaccionó al tema de los
hijos—. Todos niños. Quiero intentar tener una niña, pero Coco me da una mirada
de odio cada vez que lo menciono.

—Eso es porque los hijos interfieren con las mejores cosas en la vida: el sexo, el
sueño y la bebida.

Sus palabras dolieron, lo que era tonto. No es como si no hubiera conocido su


punto de vista del matrimonio y la familia antes. ¡Lo había molestado sobre eso la
semana pasada!

Pero no tenías estos sentimientos por él la semana pasada.

Forcé lejos el entendimiento de mi cabeza. No me haría ningún bien darle


demasiada importancia a mis crecientes sentimientos por él. No podían ir a
ninguna parte.

Nick se encogió de hombros.

—No puedo discutir por eso. Pero lo valen. —Nuestra comida llegó, y él
retrocedió para darle al mesero espacio para colocar nuestros platos—. Disfruten,
chicos. Encantado de conocerte, Natalie. Tengo muchas ganas de escuchar de ti.
Nos vemos, Miles.

—Encantada de conocerte, también. —Le sonreí y bajé mis ojos a mi plato.

—¿Crees que lo llamaras? —preguntó Miles, dejando caer una piscina de


cátsup en su plato.

—Tal vez.

—¿Qué pasa?

—Nada. ¿Por qué?

—Porque te conozco, Nixon. ¿Qué pasa?

Lo miré, y estaba tan lindo y tan preocupado, y éramos amigos tan antiguos
que casi me imaginé, a la mierda, le diré la verdad.

Casi.

Fingí una sonrisa.

—Nada, en realidad. Solo estaba pensando acerca de mi cafetería. Pensando en


lo que haría con ella si decidiera hacer algo diferente.

Eso pareció satisfacer a Miles, y pasamos el resto de la cena hablando sobre las
posibilidades. Cuando terminamos, Miles quería llevarme a un lugar llamado The
Sugar House para beber algo, que estaba justo al otro lado de la avenida y a unas
cuantas calles. Nos despedimos de Nick y dejamos el restaurante, y Miles tomó mi
mano mientras nos apresurábamos al otro lado de la concurrida Avenida Michigan.
No me soltó cuando llegamos al otro lado, mi corazón latiendo más rápido
mientras caminábamos tomados de la mano en la oscuridad. Dios, desearía que las
cosas fueran diferentes. Esto se siente tan bien con él, tan fácil.

Dentro del bar, una estrecha y vieja tienda con altos techos, paredes de
ladrillos, y, extrañamente, grandes cabezas de caza montadas frente a la larga barra
de madera. Enormes y adornadas cortinas de suelo a techo en las ventanas y una
araña de luces en una acogedora alcoba frontal, le daban al lugar una vibra hipster
victoriana, al igual que los tres cantineros tatuados, que usaban corbatas y chalecos,
las mangas de sus camisas enrolladas y sujetas con ligas. Todos tenían grueso vello
facial, uno usaba un sombrero de copa, y tomaban la acción de hacer un cóctel
muy, pero muy en serio.
Miles y yo nos sentamos en la barra y ordenamos bebidas, y la mía era tan
deliciosa que ordené otra de inmediato. Quizás no era sabio consumir tanto tan
rápido, especialmente porque había bebido dos cervezas con la cena, pero entre
más bebía, más caliente estaba por Miles, y eso era un sentimiento mucho más
seguro que rumiar sobre lo que nunca tendría. Terminé la segunda bebida incluso
más rápido que la primera, y Miles preguntó si quería otra.

—Oh, Dios, en verdad no debería. —Me reí—. Ya estoy atontada. Me


emborracharé.

—¡Bien! Deberías emborracharte. Deberías emborracharte y dejarme hacer


cosas ridículas a tu cuerpo.

Me incliné hacia él, puse mis manos encima de sus muslos.

—No necesito estar borracha para eso, tonto. Puedes hacerle lo que quieras a
mi cuerpo.

—Uh, en ese caso. Déjame pedir la cuenta y llevarte a casa. —También se


inclinó, y habló bajo en mi oreja—. ¿Usaste esa pequeña falda corta solo para
torturarme?

—Uh-huh.

—Tu pequeña y malvada puta —susurró, haciendo que todas mis


terminaciones nerviosas hormiguearan—. Voy a hacerte pagar por eso.

Mientras usaba el baño, Miles pagó la cuenta, y cuando salí, estaba


esperándome en la puerta. Tomándome de la mano, corrió a través del bar, fuera de
la puerta y por la calle hacia el estacionamiento tan rápido que apenas pude
mantener el ritmo.

Cuando llegamos al Jeep, me hizo retroceder contra la puerta del pasajero y me


besó con fuerza, una mano empuñando la parte trasera de mi cabello, su erección
presionándose contra mi abdomen.

—¿Sientes eso? He estado duro por ti toda la noche, desde que vi tus piernas en
esa falda. —Apretó su mano en mi cabello y jadeé por los pinchazos de dolor
punzando sobre mi cuero cabelludo—. Quiero hacerte cosas tan malas. Cosas tan
malas.

Mi corazón amenazaba con palpitar fuera de mi pecho mientras estrellaba su


boca contra la mía una vez más.
—Entra. —Desbloqueó la puerta y prácticamente me lanzó al asiento del
pasajero antes de apresurarse al lado del conductor.

En el camino a casa, bajé la cremallera de su pantalón y tomé su polla en mi


mano, y él deslizó su mano por mi muslo y dentro de mis bragas.

—Ya mojada para mí. Me gusta eso.

Sus dedos se deslizaron fácilmente dentro de mí, y agarré su muñeca con mi


mano libre, sosteniéndolo contra mí mientras rotaba mis caderas.

—Te deseo tanto —susurré—. Nunca he deseado a nadie de la forma que te


deseo.

—Créeme. Conozco el sentimiento. —Sacó sus dedos de mí y los llevo a su


lengua—. Joder. Tu sabor. No puedo tener suficiente.

Condujo a casa tan rápido que estaba sorprendida que no lo multaran, y


corrimos tan rápido a través del estacionamiento a los elevadores que estaba
jadeando por aire cuando se abrieron las puertas. Tan pronto como se cerraron y
estuvimos solos, Miles y yo fuimos por el otro, labios chocando, manos
acariciando, pies tropezándose. En el piso veintitrés, no dejamos de besarnos
cuando las puertas se abrieron, y apenas salimos al pasillo antes que se cerraran.

Nos movimos torpemente por el pasillo con nuestras lenguas y piernas


entrelazadas, manos buscando debajo de la ropa, hasta que me levantó y envolví
mis piernas a su alrededor. No tengo idea de cómo supo dónde estaba la puerta de
su apartamento, pero de alguna manera la desbloqueó y entramos sin siquiera
apartar su boca de la mía.

Dentro, pateó la puerta para cerrarla y fue directamente por las escaleras sin
siquiera encender las luces, pensé que iría directamente a la cama y que me lanzaría
en ella, así que estuve sorprendida cuando fue a su armario.

—¿Qué es esto? —Me reí contra sus labios—. ¿Cambio de vestuario?

—Eliminación de vestuario. —Me bajó y me quitó la blusa, rompiendo el beso


solo para permitirle pasar por mi cabeza. Su camisa fue la siguiente, luego me quité
mis zapatos bajos mientras él me quitaba el sostén, zapatos, falda y bragas. Pero
cuando alcancé su cremallera, me detuvo—. Espera.

Estaba oscuro en el armario, pero escuché perchas siendo empujados a un lado


en la barra y luego un cajón abriéndose y cerrándose.
Lo siguiente que supe, es que tenía algo sobre mis ojos y estaba atándolo en la
parte posterior de mi cabeza. ¿Una bufanda? ¿Una corbata?

—¿Qué es esto?

—Shhh. Esto es tu castigo por provocarme toda la noche con esa pequeña
falda. —Una vez que la venda de ojos estuvo asegurada, tomó ambas muñecas, las
llevó por encima de mi cabeza y envolvió algo alrededor de ellas—. No se te
permite usar tus manos.

Jadeé.

—No puedo verte o tocarte.

—No si quieres venirte esta noche.

—Oh, Dios. —Mi corazón palpitaba mientras me movía debajo de la barra


donde había hecho espacio, y aseguró mis muñecas en eso.

—Perfecto. —Miles hizo un último nudo apretado—. Ya vuelvo.

—¿Qué? ¿Me vas a dejar así?

Se rio y besó la cima de cada seno.

—Sí. Tú quédate aquí y piensa en lo que hiciste. —Un pellizco final en el


trasero y salió, dejándome atada, con los ojos vendados, excitada y sola. En su
armario.

¿Ahora qué?
CAPÍTULO 17

Santa mierda.

Santa. Mierda.

Natalie Nixon, buena chica de al lado, estaba desnuda, con los ojos vendados y
atada en mi armario.

Solo con verla parada allí, con los brazos sobre la cabeza, la espalda arqueada,
su piel clara radiante en la oscuridad, esa cabeza llena de cabello rubio despeinado
que siempre parecía que acababa de ser follada... casi disparé mi carga en ese
momento. Pero no quería apresurarme, quería burlarme de ella, saborearla,
detenerme en cada centímetro de su perfecto cuerpo. ¿Qué pasa si nunca más tenía
esta oportunidad?

Salí del armario y atravesé andando mi habitación por si podía escuchar mis
pasos, pero luego corrí hacia la cocina, donde saqué una botella de mi bourbon de
Kentucky favorito y un vaso del gabinete. Si hubiera tenido crema batida o jarabe
de chocolate o cualquier otra cosa para comer de su cuerpo, también lo habría
traído, pero yo era yo, así que no tenía nada más que cereal y Doritos, que no creo
que fueran demasiado sexy. Pero el bourbon sería delicioso lamido de la piel de
vainilla de Natalie... maldita sea, estaba tan excitado que me temblaban las piernas
mientras corría de vuelta a las escaleras y subía corriendo de tres en tres los
escalones. Disminuí la velocidad cuando me acerqué al armario, solo para
torturarla un poco.

—Has vuelto —dijo.

—Sí.

Pasé junto a ella hacia el baño y encendí la luz, para poder verla un poco. Sus
pezones rosados estaban fruncidos, y su pecho subía y bajaba con dificultad para
respirar. Oh, joder, la quiero.
—Bueno, ahora que me tienes así, ¿qué vas a hacer? —Una pizca de nervios en
su tono, y me volvió loco. Mi polla era como el acero en mis pantalones.

—Voy a tomar una copa. —Saqué el corcho de la botella de bourbon y ella


volvió la cabeza en dirección al pop. Puse un par de dedos y dejé la botella.

—¿Una bebida?

—Sí. ¿Quieres un sorbo?

Ella sonrió vacilante.

—Por supuesto.

Levanté el vaso a sus labios, luego la besé, acariciando sus labios y lengua con
los míos, saboreando el dulce bourbon de miel en ellos. Luego vertí un poco justo
debajo de su clavícula y lo vi correr por su pecho. Su boca se abrió y jadeó mientras
lamía el riachuelo justo cuando llegaba a su pezón, girando mi lengua alrededor del
pico rígido, lavándolo en bourbon. Hice lo mismo con el otro seno, y gimió
ligeramente cuando chupé su pezón en mi boca, frotando la punta dura con mi
lengua.

Luego, vertí un poco en el centro de su pecho, observando cómo fluía entre sus
senos y bajando por su vientre. Me dejé caer sobre una rodilla y aplasté mi lengua
justo por encima de su clítoris, y lamí todo su cuerpo largo y lento, la parte inferior
de cada seno, su garganta, trazando el caparazón de su oreja. Su cuerpo entero se
estremeció.

—Oh, Dios mío, te necesito —susurró—. Me tienes desesperada por ti.

Estaba desesperado por ella también, pero aún no había terminado.

—Date la vuelta —le dije.

Se volvió, y presentándome la más hermosa serie de curvas que cualquier


hombre haya visto. Desde las líneas redondeadas de sus brazos y hombros hasta el
arco de su espalda hasta el destello de sus caderas, ella era perfección. Vertí el resto
del bourbon en la base de su cuello y lo vi caer por su espalda y desaparecer en la
grieta de su trasero. Poniéndome de rodillas, puse el vaso a un lado.

—Ahora abre las piernas como una buena puta.

Hizo lo que le pedí, arqueando la espalda, y lamí y chupé el bourbon de su


coño hasta su trasero, haciéndola temblar y gemir. La follé con la lengua,
extendiendo la mano para frotar su clítoris con una mano mientras la otra mantenía
sus temblorosas piernas separadas.

—Dios, sabes tan jodidamente bien. Podría hacer esto toda la noche.

—Me encanta. —Inhaló—. Me encanta tu boca sobre mí.

Balanceó sus caderas contra mis manos y lengua, sus suspiros cada vez más y
más cerca, su voz elevándose, hasta que finalmente gritó en éxtasis, su cuerpo se
aflojó.

—Miles —dijo débilmente—. Podría quitar esta barra de la pared. No puedo


estar de pie.

Arrastré mi lengua por su trasero mientras me levantaba.

—¿Necesitas algo para sentarte? —pregunté, desabrochando mis jeans y


empujándolos hacia abajo. Mi polla salió de mis pantalones como un juguete en la
caja.

—Sí. Por favor —jadeó ella—. Lo necesito.

Estaba empapada de mi boca y de su propio deseo, así que mi polla se deslizó


fácilmente dentro de ella. Ambos gemimos cuando agarré sus caderas y me enterré
profundamente. Oh, joder, ese cuerpo. Los músculos de su espalda. Ese culo. Lo
quería para el desayuno, el almuerzo y la cena todos los días de mi vida.
Excavando mis dedos en su carne, me moví dentro y fuera de ella, lento pero con
fuerza. Cada empuje fue puntuado por un jadeo de ella mientras probaba los límites
de cuán lejos podía llegar.

Había planeado molestarla un poco más, jugar un juego, hacerla esperar. Pero
con mi polla tan dura, su coño tan mojado y su trasero tan lindo, perdí todo el
control. Mi cuerpo se movía puramente por instinto.

—Cristo —gruñí, follándola fuerte y profundamente, tan fuerte que se puso de


puntillas con cada empuje—. Quiero venirme en tu culo. —También quería entrar
dentro de ella, pero ese culo. Y ella estaba tan vulnerable e indefensa, atada y con los
ojos vendados como estaba, incluso si decía que no, aún podía hacerlo. Ella no
podía detenerme. ¿Era un puto imbécil porque eso me excitaba?

No necesité preocuparme.

—¡Sí! —rogó—. Hazlo.

—¡Joder!
Mis bolas se tensaron y esperé hasta el último segundo posible antes de que me
retirara y tomara mi polla en mi puño, moviendo mi mano hacia arriba y hacia
abajo mientras me corría sobre ella.

Juro que perdí la visión.

También podría haber perdido la audición.

Cuando pude ver de nuevo, aplasté una palma en la parte superior de su


espalda y parpadeé asombrado y agradecido al ver lo que acababa de hacerle. A
decir verdad, le había hecho cosas más sucias a otras chicas, pero no me había
parecido tan ilícito. Hacer esto con Natalie fue como robar una obra de arte
invaluable y salirse con la suya.

Si tan solo pudiera conservarla.

Pero no podía. Tenía que devolverla pasado mañana, lo que significaba que
solo tenía un día y una noche más para pasar con ella.

A no ser que…

No. No empieces a hacer promesas que no puedas cumplir. Esta dulce y hermosa chica a
la que adoras solo te deja atarla en tu armario, lamer el bourbon de su cuerpo y venirte por
todo su trasero. Ella es tu amiga. Suficiente.

Suavemente afloje las muñecas de la corbata que había usado para atarlas y
también le quité la venda. Tomando su mano, la conduje al baño donde encendí la
ducha, me puse a su lado y la lavé de pies a cabeza.

Limpios y húmedos, nos deslizamos entre las sábanas de mi cama y nos


acurrucamos juntos, su cabeza en mi pecho, su pierna sobre mi cintura. Puse un
brazo alrededor de sus hombros y una mano sobre su muslo, presionando mis
labios contra su cabeza mientras nos dormíamos.

Se sentía tan bien. ¿Qué demonios me pasaba que no quería esto para siempre?

***

A la mañana siguiente, me desperté con el sonido de la lluvia contra la ventana.


Inmediatamente busqué a Natalie, pero no estaba allí. Alcancé mis gafas, y una vez
que se ajustaron mis ojos, la vi de pie en la ventana asomada por el costado,
completamente desnuda.

Estaba sin palabras. Se veía tan hermosa en la suave luz gris que se filtraba a
través de la sombra. Mi plan había sido dejarla dormir e ir a buscarnos un poco de
desayuno, pero me desperté semiduro y ahora verla me tenía con el mástil
completo.

Ella miró por encima del hombro y me sonrió.

—Buenos días.

—Buenos días. —Mi voz se quebró, pero algo dentro de mí también se estaba
agrietando.

—Está lloviendo.

—Lo escucho. ¿Qué hora es?

—Poco después de las nueve. Pensé que dormiría más, pero estoy tan
acostumbrada a levantarme temprano que no puedo evitarlo. Espero no haberte
despertado.

—No lo hiciste. Ven aquí.

Todo mi cuerpo estaba ansioso por ella. Esto era tan fuera de moda. Pero tenía
que tenerla cerca de mí.

Con la sonrisa aún en su rostro, regresó a la cama, acercándose a mi lado.

—Entonces, ¿qué haces en días lluviosos?

Me quité las gafas y las puse a un lado.

—Por lo general, escribo. Voy al gimnasio. Paso el rato. Estaba pensando en


traernos algo de desayuno en este momento. No tengo mucha comida aquí.

—Lo sé —dijo, riendo mientras lanzaba un brazo y una pierna sobre mí otra
vez—. Pero no creo que debas salir así. —Frotó su muslo interno sobre mi polla,
haciéndome gemir—. Y no podemos dejar que se desperdicie.

Se subió encima de mí, se sentó a horcajadas sobre mis caderas y me miró


directamente a los ojos mientras se lamía los dedos y se tocaba.

—Jesús, Natalie. ¿Quieres que dispare mi carga en mi propio ojo?

Se rió, poniéndose de rodillas y tomando mi polla en su mano.

—No. Aunque puede ser divertido de ver.

—Sería patético y juvenil, confía en mí. Oh, Dios.


Tuve que cerrar los ojos cuando colocó la punta de mi polla entre sus piernas y
se deslizó un centímetro a la vez hasta que estuve completamente enfundado. Fue
demasiado. Me retorcí dentro de ella.

—Mírame.

—No puedo.

—Mírame, Miles.

Abrí un ojo, y ella bajó la barbilla y sonrió diabólicamente, un ojo azul


asomándose por detrás de su cabello.

—No. Eres demasiado jodidamente caliente. Me vendré demasiado rápido tan


temprano en la mañana.

—No, no lo harás.

—Créeme. Me avergonzaré a mí mismo.

—Te conozco. Siempre te aseguras de que la chica se venga primero. ¿No es


esa tu regla?

Puso sus manos sobre mi pecho y comenzó a rodar sus caderas, suspirando de
placer.

—Lo intento —dije débilmente, incapaz de resistir poner mis manos sobre sus
tetas. Ella cerró los ojos mientras yo provocaba sus pezones en pequeños y rígidos
picos—. Pero ahora estás jugando con mis reglas. Y no tengo control sobre esta
situación.

Se inclinó hacia adelante, agarrando la cabecera y poniendo sus senos frente a


mi cara.

—Eso es porque lo tengo yo.

Mientras balanceaba sus caderas sobre mí, moviéndose al ángulo y al ritmo que
quería, enterré mi rostro en sus tetas e intenté mantener el ritmo. Pero mis trucos
habituales no estaban funcionando. No podía concentrarme en nada que no fuera
sexy, por el amor de Dios, ¿quién podría? Y entonces ella comenzó a hablar. ¡A
hablar!

—Dios, Miles, follarte es como nada que haya sentido antes.


—¿Sí? —Rindiéndome en contenerme, agarré sus caderas y la miré. Su piel
estaba sonrojada y cálida, su respiración era rápida, y recé para que estuviera tan
cerca del orgasmo como yo—. Dímelo.

—No puedo dejar de pensar en eso. Todo el día de ayer me sentí como un
demonio porque no podía esperar para tenerte dentro de mí. No podía esperar a
que me hicieras venir otra vez.

Mi polla palpitaba de necesidad.

—Oh, Jesús. —Alcanzando entre nosotros, froté mi pulgar sobre su clítoris en


pequeños círculos apretados—. Me encanta hacerte venir. Me encanta verlo. Me
encanta sentir que sucede.

—¡Sí! —gritó, cerrando los ojos, su cuerpo golpeando sobre el mío—. Es tan
bueno, no puedo, no puedo...

Me di cuenta de que estaba allí, y yo estaba a punto de explotar, así que levanté
las caderas, empujé aún más profundamente dentro de ella y gritó tan fuerte que
pensé que las paredes temblaban, o tal vez fue el clímax el que tronó a través de mi
cuerpo en ese momento, paralizándome mientras me corría dentro de ella en
poderosas, oleadas pulsantes.

Cuando los temblores disminuyeron, ella se echó hacia adelante y se derrumbó


sobre mi pecho, su piel cálida y suave.

Pasé mis manos arriba y abajo por su espalda.

—Me gusta cuando tomas el control.

Se rio suavemente.

—A mí también.

Nuestra respiración se sincronizó, y me sentí arrullado por la sensación de


nuestros pulmones y corazón moviéndose en tándem. Nuevamente, cerré los ojos y
deseé que las cosas fueran diferentes. Que confiara en mí mismo para no ser un
imbécil con ella. Que fuera el tipo de persona que elegiría un lugar y se establecería,
como ella. Ser un esposo. Ser un padre. Ser un adulto.

¿Cómo diablos lo haría?

¿Y ella quería eso de mí?

No tenía idea, y tenía demasiado miedo para preguntar.


¿Y si la respuesta fuera no?
CAPÍTULO 18

Después de vestirnos, Miles condujo a la tienda de comestibles y llené el carrito


con productos básicos saludables para su despensa y refrigerador, algunas pechugas
de pollo y carne de res molida que podía almacenar en el congelador, algunos
productos selectos, una barra de pan y muchas frutas y verduras.

—Te dejaré algunas recetas fáciles, ¿de acuerdo? De esa manera no vas a comer
chatarra todo el tiempo.

—Bollos de canela. Bollos de canela. Bollos de canela —jadeaba mientras


empujaba el carro.

—Oh, por el amor de Dios. Está bien, tomaré los ingredientes para los bollos.
¿Quieres tocino y huevos con ellos?

Asintió felizmente.

—Sí, por favor.

Volvimos a su apartamento y guardamos todo, luego empecé el desayuno


mientras Miles hacía café.

—Me alegra ver que tienes una cafetera. Y una sartén decente. —Negué con la
cabeza—. Dime que estoy imaginando cosas y que no es todo plástico en tu cajón
de cuchillería.

Miles se estremeció.

—Ummm...

—¡Jesús, Miles! —Abrí y cerré varios armarios y cajones—. ¿Ni siquiera una
espátula?

Parecía ofendido.
—Tengo una espátula. —Abrió el lavavajillas y sacó una cuchara de madera—.
Aquí.

—Oh, Dios mío. Olvídalo. Al menos tienes tazas medidoras.

—Sí, creo que mi mamá me las dio. Nunca las he usado.

Me las arreglé con una sartén, una cuchara de madera y algunos cubiertos de
plástico, y nos llenamos con huevos revueltos, tocino y fresas espolvoreadas con
azúcar glass y bollos de canela goteando glaseados.

—Te dije que sabría igual de bien con tenedores de plástico —dijo Miles con la
boca llena—. Y piensa en lo rápido que será la limpieza sin platos de verdad.

Puse los ojos en blanco.

—Ahora sé qué regalarte para navidad.

Cuando terminamos, nos acostamos en el sofá, frotándonos la barriga y


jurando que saldríamos a caminar tan pronto como cesara la lluvia.

—Esta lluvia está matando todos mis planes para hoy —se quejó Miles—.
Quería llevarte a un partido en Comerica Park, pero parece que va a llover.
¿Quieres ir al museo de arte o algo?

—¿Sabes qué? Estoy bien quedándome aquí si quieres. Estoy tan ocupada los
días que trabajo, que no necesito hacer nada más que ser perezosa hoy.

—Eso es perfecto, porque resulta que soy increíblemente perezoso. Soy un


maldito perezoso. —Se puso de costado y me rodeó con sus brazos—. Hagámoslo
todo el día. Pero toma descansos para el sexo.

Me reí.

—¿No quieres escribir?

—Si me apetece, lo haré. Ahora mismo estoy feliz.

—Yo también.

No podía recordar la última vez que había tomado una siesta tan temprano en
el día, después de no hacer nada más que desayunar, pero estaba tan relajada y
cómoda que cerré los ojos y lo dejé pasar.

Nos quedamos dormidos bajo el sonido de la lluvia, y cuando me desperté, sus


brazos aún estaban envueltos a mí alrededor. Me sorprendió que le gustara
acurrucarse así. Habría pensado que era uno de esos tipos a los que les gusta el sexo
pero no la cercanía, pero parecía que le gustaban ambos. A mí también.

Por un momento, me permití preguntarme cómo habría sido la vida si nos


hubiéramos besado en la ‘Casi Noche’. ¿Nos habríamos enamorado? ¿Quedarnos
juntos? Miles no habría podido conseguir la reputación que tenía, así que, ¿sobre
qué estaría escribiendo en lugar de sobre sexo? ¿Viviríamos juntos? ¿Éste también
sería mi apartamento? Tragué con fuerza. ¿Estaríamos casados ahora?

O tal vez hubiera sido al revés. Tal vez habríamos roto mientras estábamos en
la universidad porque él no podía mantenerlo en sus pantalones. Tal vez habríamos
peleado y habría vuelto con Dan. Tal vez ni siquiera seríamos amigos ahora.

Se me apretó la garganta. No quería pensar en eso. Me gustaba más el otro


escenario, en el que nos enamorábamos completamente y lo hicimos funcionar de
alguna manera, aunque éramos tan diferentes. Lástima que no hayamos llegado en
el momento oportuno. Podríamos haber sido buenos juntos.

Hubiéramos estado bien juntos.

Suspiré, y Miles se movió detrás de mí.

—¿Estás despierta?

—Sí. —Mi voz era débil.

—¿Todo bien?

—Supongo que sí.

—¿Qué pasa? —Jaló de mi hombro para poder ver mi rostro.

—No lo sé. Tal vez todo el asunto de la ruptura me está afectando ahora.

Era mentira, y me sentía culpable por ello, ya que él siempre juraba que me
decía la verdad, pero ¿cómo podía admitir que estaba triste por nosotros? ¿Que
nunca se nos había dado una oportunidad? Me diría que estoy loca, ¿no?

—Hm. Bueno, no podemos tener eso. —Golpeó un dedo en su barbilla—.


¿Qué debemos hacer? ¿Quieres ver dibujos animados? ¿O porno? Internet tiene una
buena selección de ambos, a veces me cuesta decidir entre ellos.

Me reí.

—No me digas.
Él miró por las ventanas.

—O, ¿sabes qué? Creo que la lluvia cedió un poco. ¿Quieres salir a dar un
paseo? ¿Tomar un trago?

—En realidad, eso suena bien.

—Eso significa que tenemos que levantarnos del sofá. Y esto es muy cómodo.
—Me apretó fuerte, poniendo su cabeza sobre mi hombro—. Nunca me dejes.

Basta, Miles. Ya estoy bastante confundida.

—Está bien. Ahora déjame levantarme.

Suspiró dramáticamente, pero me liberó de su agarre y me obligué a


levantarme del sofá.

Arriba, fui al baño y respiré profundamente, recordándome a mí misma sobre


mantenerme con él esta vez en perspectiva. No serviría de nada enamorarse de un
mujeriego como Miles Haas, sobre todo tan pronto después de romper con Dan.
que tenía escrito “desastre” por todas partes. Sí, prometí que me dejaría cometer
algunos errores en el futuro, pero ese no podía ser uno de ellos. Puse una sonrisa en
el rostro mientras bajaba las escaleras.

—Lista.

Caminamos por Woodward a través de una ligera llovizna y terminamos en el


Grand Trunk Pub, donde me emborraché con mojitos y traté de no pensar en
volver a casa mañana.

—¿Qué haremos en mi última noche aquí? —le pregunté.

—Voy a sacarte a pasear.

—Afuera, ¿a dónde?

—A uno de mis lugares favoritos de la ciudad. Es la vieja escuela de Detroit, un


clásico.

Aplaudí.

—¿La cita para arreglarse?

Asintió con la cabeza y sacó su teléfono.


—Probablemente debería hacer una reservación, aunque el martes por la
noche, no habrá tanta gente.

—Adelante —le dije—. Voy a usar el baño antes de irnos. Y déjame comprar
las bebidas esta vez. Ya me has consentido bastante tiempo.

—Lo disfruto.

—Mi turno —dije con firmeza, sacando un billete de veinte de mi cartera—.


Dile que use esto, por favor. —Me fui antes de que pudiera discutir.

En el baño, me ocupé de mi cabello en el espejo y me pregunté qué debía hacer


con él esta noche. El vestido que empaqué no tenía tirantes, y a veces llevaba el
cabello recogido cuando mis hombros estaban desnudos. Quizá le pregunte a Miles
qué prefiere. Tuve un pequeño revoloteo en mi barriga pensando en prepararme para
una noche de fiesta con él, casi como si estuviéramos de vuelta en la escuela y me
hubiera invitado al baile de graduación o algo así. O como si fuéramos una pareja
casada saliendo en una noche de citas.

Basta ya. Cuanto más fantasees con estas cosas, más decepcionada te sentirás cuando la
magia desaparezca y vuelvas a ser solo una amiga.

Pero el revoloteo se quedó en mí mientras caminaba de regreso a través de la


barra, y se intensificó cuando lo vi pararse y esperarme. No podía dejar de sonreír.

Luego me dio mis veinte.

—Aquí. Ahorra tu dinero. Lo necesitas para tus préstamos.

—¡Miles! —Le di un golpe en el brazo—. Se suponía que lo usarías para las


bebidas.

—Bueno, no lo hice.

Lo metió en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos, aprovechando la


oportunidad para sentir mi trasero.

Me reí, apartando su mano.

—Eres terrible. Hay gente aquí que no quiere que me agarres el trasero.

—Solo porque están celosos. —Tomó mi mano mientras caminábamos hacia la


puerta—. Oh mierda, mira esa lluvia.
Mientras estábamos adentro, había empezado a llover a cántaros de nuevo.
Miré por la calle.

—¿A qué distancia estamos?

Se encogió de hombros.

—A unos diez minutos andando. Y tienes tu cámara. ¿Quieres que llame a un


auto?

—Nop. Está en la maleta, y me gusta la lluvia. Vamos a correr.

De repente, su rostro se iluminó.

—¿Recuerdas cuando acampamos en el huerto con tus hermanas y empezó a


llover?

—Sí, ¿y ellas fueron unos bebés y entraron, y nos quedamos ahí fuera hasta que
mi madre se dio cuenta de que había truenos y nos hizo entrar a nosotros también?

Asintió.

—Estabas furiosa porque tu madre me hizo quedarme en el sofá porque querías


que durmiera en tu habitación.

Me reí.

—¡Sí! Lo recuerdo perfectamente. Teníamos qué, ¿cómo diez y once años en


ese momento? No entendía por qué no te dejaba.

Se inclinó.

—Pero ahora lo sabes.

—Sí.

Mis mejillas se calentaron mientras pensaba en nuestras últimas noches juntos,


y un pequeño torrente de deseo se cernió sobre mí.

—Entonces hagámoslo. Porque ahora estoy pensando en estar en la cama


contigo y tu madre ya no puede decirnos qué hacer. ¿Quieres ir a desnudarte?

Ni siquiera dudé.

—Sí. Quiero.
Sin decir una palabra más, me agarró de la mano y salimos corriendo bajo la
lluvia de verano, Miles gimiendo y yo chillando mientras nos empapábamos en
menos de un minuto. Nos movimos rápidamente, bordeando el Campus Martius y
corriendo hacia Woodward de la mano. Cuando llegamos a su edificio, nuestros
zapatos chirriaban por el piso mientras corríamos hacia el ascensor, ambos ansiosos
por llegar a su apartamento.

Sin aliento y empapados, nos paramos en la parte de atrás mientras unas


cuantas personas más subían, y Miles puso nuestras manos delante de su polla,
presionándolas no tan sutilmente contra su abultada erección. Me quedé sin
aliento. Para torturarlo a él y a mí misma un poco, me atreví a frotar el dorso de mi
mano hacia arriba y hacia abajo, manteniendo los ojos bien abiertos. A mi lado, oí
a Miles reprimir un gemido aclarando su garganta, y escondí una sonrisa.

Cuando las puertas se abrieron en el piso veintitrés, me tiró de entre la multitud


y me empujo bruscamente por el pasillo. Apenas llegamos a entrar antes de que
fuéramos uno al otro, nuestras bocas aplastadas y nuestras lenguas azotando por
dentro, nuestras manos arrancando la ropa mojada y arrojándola en cualquier
dirección. Incapaces de esperar, caímos al piso de madera justo enfrente de la
puerta.

Estaba dentro de mí en menos de treinta segundos, su polla conduciendo duro


y profundo, sus ojos oscuros y salvajes por la lujuria. Mi cabeza golpeó contra la
puerta y aplasté mis palmas contra ella, jalando mis rodillas hacia arriba junto a sus
costillas y envolviendo mis piernas alrededor de su espalda.

—Esta sensación —dijo Miles—. Aquí mismo. Estar dentro de ti después de


todo este tiempo, tus piernas alrededor de mi cuerpo, tu piel contra la mía, tu coño
alrededor de mi polla. Viendo que me miras de esa manera. Es todo lo que quiero.

—Yo también.

Luché por el control de mi respiración, de mi voz, de mi corazón. Estaba


golpeando dentro de mi pecho, clamando como un animal enjaulado tratando de
escapar, pero no podía permitirlo. No podía permitirlo.

—¿Qué me estás haciendo? —dijo con voz ronca—. ¿Por qué no puedo tener
suficiente de ti? ¿Qué es esto?

—No lo sé. —Me mordí el labio para no decir más. Pero siento lo mismo, estoy
confundida, asustada, es una locura e imposible y estoy fuera de control.

Trajo su boca a la mía y avariciosamente succioné su lengua en mi boca. Más y


más rápido me provocó, su polla moliéndose contra mi clítoris, hasta que el mundo
se volvió plateado y empezó a tararear.
Ya no me importaba que mi cabeza golpeara la puerta, lo agarré por el trasero
y lo empujé hacia mí, balanceando mis caderas debajo de él. Enterró su cabeza en
mi cuello mientras se corría, su cuerpo se detuvo mientras su polla latía dentro de
mí, y mi cuerpo respondió de la misma manera, contrayéndose a su alrededor una y
otra vez en feliz armonía.

Cuando su cuerpo se detuvo, lo sostuve cerca de mí, acariciando su espalda, su


cabello, su cuello.

—Dios, te voy a extrañar cuando te vallas. —Todavía respirando con


dificultad, levantó la cabeza y me miró con curiosidad—. ¿De qué mierda va esto?

Sonreí, pero una punzada de nostalgia me atravesó. Yo también te extrañaré.

—No, no lo harás. Tendrás a otra chica en tu sofá en cuanto vuelvas.

Inclinó la cabeza hacia un lado, como si estuviera pensando en ello.

—Probablemente. Pero aun así te extrañaré.

Puse los ojos en blanco para tapar lo herida que estaba antes de retorcerme
debajo de él.

—Mejor me voy a duchar. Llegaremos tarde a cenar.

Me dejó ir.
CAPÍTULO 19

Mierda, no debí haberle dicho eso.

Después de que Natalie fue arriba a ducharse, me subí los pantalones y me


senté en el sofá con mi cabeza entre mis manos, intentando recobrar algo de sentido
de balance, averiguar en qué camino estaba. Sabía que había herido sus
sentimientos justo ahora, lo vi en sus ojos, ¡pero joder! Ella me tenía todo fuera de
control. Todo el día había sido perfecto, desde el sexo al despertar hasta el
desayuno, la siesta, la caminata bajo la lluvia y el sexo en el piso. Demasiado
perfecto. Tan perfecto que estaba fuera de mí juego. Me estaba haciendo SENTIR
cosas, y no estaba DE ACUERDO con eso.

Por ejemplo, sentí que no me importaría si nunca tuviera a otra chica en mi


sofá si solo pudiera tenerla a ella para siempre.

QUE MIERDA DE VERDAD.

Y sentí que nunca tendría suficiente de su cuerpo, su cara, su cerebro, su voz,


su risa, sus bollos de canela.

SUS MALDITOS BOLLOS DE CANELA.

Sentí que estaba listo para renunciar a todo lo que tenía con tal de tener una
oportunidad con ella, y ni siquiera sería un sacrificio.

Sentí que la quería. Como si la necesitara.

Como si la amara.

¡ESTABA HECHO UNA MIERDA!

Como si hubiera sido sorprendido haciendo algo mal, me puse de pie de un


salto y caminé delante del sofá. Ahora, ¿qué se suponía que debía hacer? No tenía
experiencia con los Sentimientos. ¿Qué pasaría si ella no sintiera lo mismo? ¿Y por
qué debería ella? Mi momento apestaba a las peludas pelotas, ella estaba saliendo
de una relación. Y le dije que era demasiado seria todo el tiempo y que necesitaba
relajarse y divertirse. Apreté mis manos en mi cabello. ¿Por qué demonios hice eso?

Porque tenías razón. Ella necesita tiempo libre de una relación. Necesita divertirse. Lo
que no necesita es otro tipo que le diga que la ama de inmediato, presionándola.
Especialmente un chico como tú que no quiere las mismas cosas que ella en la vida. Así que
tranquilízate, joder.

Eso era cierto. Por mucho que me importara Natalie, no estaba listo para
prometer que estaría preparado para el papel de dueño de una casa, esposo y padre.
Y ella quería eso. Se lo merecía.

Solo la decepcionaría.

Escuché el agua cerrarse arriba y supe que tenía que ir a prepararme para la
cena o llegaríamos tarde. Recogí el resto de mi ropa y subí las escaleras, llegando a
mi habitación justo cuando ella abría la puerta del baño.

Algo me agarró con fuerza al verla allí de pie con una toalla, el cabello
goteando, el rostro enrojecido, la piel húmeda. Se me hizo un nudo en el estómago,
se me secó la garganta y flexioné las manos.

Oh Jesús.

No pude hablar. También me sentía un poco mal del estómago. Y mi pecho,


¿qué demonios estaba pasando allí? ¿Era amor o un paro cardíaco? Joder, ¿a las
personas realmente les gustaba este sentimiento? ¡Era horrible!

Iba a morir.
CAPÍTULO 20

La mirada en su rostro era una que nunca había visto antes, en algún lugar
entre sorprendido y con náuseas.

—¿Estás bien? —pregunté, sosteniendo la toalla fuertemente a mí alrededor


mientras caminaba hacia él. Pasé los últimos diez minutos sintiéndome un poco
irritada con él, pero realmente se veía mal.

—Uh. No. Sí. —Tragó saliva—. Tal vez.

—No tenemos que salir si no quieres.

—Estoy bien. —Ahora solo se veía asustado—. Quiero salir.

—Está bien. —No se veía bien en absoluto. ¿Había hecho algo mal?

Entró en el baño sin otra palabra, cerrando la puerta detrás de él.

¿Qué demonios? Levanté mis manos. Entiendo que no tienes relaciones, pero ¿podrías
ser civilizado, o amigable?

Hombres.

En serio, ¿por qué las mujeres se molestaban?

Gruñona, me sequé el cabello con una toalla, me puse las bragas y el vestido y
me lo abroché lo más que pude. Llevé mi secador de cabello y la bolsa de
maquillaje al baño de abajo, y mientras secaba mi cabello, dejé que mi
resentimiento se endulzara y me di unos buenos diez minutos de envidiosas quejas
de que Skylar había logrado encontrar a alguien como Sebastián: hermoso, dulce,
inteligente, amable y totalmente dedicado a hacerla feliz. Sabía que no fue fácil
para ellos, pero seguro que ahora lucía así.

Cuando mi cabello estuvo seco, lo sujeté en un moño, me cepillé los dientes y


me apliqué maquillaje. En el piso de arriba, la puerta del baño estaba abierta, y me
quedé sin aliento cuando vi a Miles de pie ante el espejo con un traje azul,
revolviéndose el cabello. Nunca lo había visto en un traje. Se veía tan... maduro.
Con clase. Elegante.

Como un verdadero caballero.

Atrapo mi mirada en el espejo.

—Estás preciosa.

—Gracias —dije, sintiendo el calor en mis mejillas. Y en mis bragas—. Te ves


muy guapo. Me encanta el traje.

—Gracias.

—¿Puedes cerrarme el cierre del vestido?

Por alguna extraña razón, me sentía tímida cuando entré al baño y me di la


vuelta. Por el amor de Dios, habíamos estado desnudos y sudorosos hace menos de
una hora.

—Creo que puedo manejar eso. Aunque por lo general estoy abriendo cierres
de vestidos.

—Ja, ja. —No me gustó exactamente el recordatorio de cuántos vestidos había


abierto, pero me alegré de que hiciera una broma. Parecía tan en el borde. ¿Y era
mi imaginación, o me tocó lo menos posible mientras cerraba el vestido? Ahora solo
estás haciendo mierda. Relájate.

—¿Lista para irnos? —preguntó.

—Sí.

No tomó mi mano mientras caminábamos por el pasillo, no se paró demasiado


cerca de mí en el ascensor y apenas me habló en el trayecto hasta el restaurante.
Algo definitivamente estaba mal con él.

—¿Estás bien? —pregunté mientras nos deteníamos en el servicio de


aparcacoches.

—Ya respondí esa pregunta. Sí. —Ni siquiera me miró.

Un portero nos condujo escaleras abajo a un espacio subterráneo oscuro y


acogedor. Las íntimas cabinas se alineaban en las paredes, manteles negros cubrían
las mesas y las velas daban a la habitación un brillo suave y cálido. Estábamos
sentados en una mesa al borde de la pista de baile, y esperaba que Miles me pidiera
bailar en algún momento de la noche, solo por diversión, pero nunca lo hizo. De
hecho, la noche fue solo una decepción tras otra en lo que a él se refería. El
ambiente era romántico y elegante, la comida y el vino deliciosos, la música jazz
tocada por un trío al lado de la pequeña pista de baile que encantaba: debería haber
sido la cita perfecta, y lo habría sido, excepto que Miles fue una especie de imbécil
toda la noche.

Olvida la conversación limitada y el contacto visual. Una vez que le sirvieron


una copa, hizo varios comentarios sobre el impresionante trasero de nuestra
camarera, recibió dos llamadas telefónicas de su editor, envió un mensaje de texto y
coqueteaba abiertamente con la camarera cuando nos movimos al bar después de
nuestra comida. ¡Incluso le dio su número! ¡Justo en frente de mí! En el momento
en que pagamos, estaba echando humo. Sabía que era un coqueto y un jugador,
pero nunca me había faltado el respeto. No era como él en absoluto.

Claramente la magia se había ido.

Mi garganta se contrajo, y tragué con fuerza. ¿Esto es todo entonces? ¿Así es como
él se aleja?

Me molestó, en realidad. Entendía que no era su novia, pero no era solo otra de
sus conejitas de blog o lo que fuera. O espera... ¿lo era? Después de todo, había un
post sobre mí ahora. Buenos viejos bollos de canela. Me mordí el labio inferior.

Aun así, no debería tratarme de esta manera. Y si pensaba que iba a saltar a la
cama con él cuando regresáramos a su apartamento, tenía otra cosa en camino.

El viaje a casa fue incómodamente silencioso, como lo fue el ascensor hasta su


piso. Podría haberme reído en voz alta al pensar en lo diferente que había sido
nuestro regreso anterior a su apartamento: no podíamos mantener nuestras manos
alejadas del otro. ¿Qué demonios pasó desde entonces? Me estrujé el cerebro
tratando de encontrar lo que debía haber dicho o hecho para asustarlo, pero no
podía pensar en nada.

No es nada. Así es él. Es el tipo de persona que solo quiere sexo y una vez que lo consigue,
ha terminado. Incluso contigo. ¿Por qué estás sorprendida por esto? ¡Has sabido esto sobre él
por años!

Nunca debiste haberte acostado con él.

Enojada conmigo misma y con él, caminé por el pasillo y esperé a que abriera
la puerta. Cuando la abrió, irrumpí en el apartamento y subí las escaleras para
empacar mis cosas. Quería estar lista para irme a primera hora de la mañana.
Reprimiendo los sollozos, doblé la ropa, enrolé el cable alrededor de mi secador de
cabello y arrojé todo desordenadamente. Una vez que todo estaba guardado, me
quité los tacones y el vestido, pero me di cuenta de que no había traído nada para
dormir.

Por supuesto, Miles eligió ese momento para subir, y él me encontró de pie allí,
sobre mi maleta en mi ropa interior, con los brazos cruzados sobre mi pecho.

—Oye —dijo con gravedad.

—¿Tiene una camiseta en la que pueda dormir, por favor? —pregunté, con
cuidado de mantener mi tono y expresión impasibles.

—Claro. —Moviéndose lentamente, entró en su armario y salió con una


camiseta gris doblada.

—Gracias. —La agarré, me giré y me la puse.

Se hundió en la cama y suspiró.

—Natalie, lo siento mucho.

—¿Por qué?

Evitando sus ojos, saqué las horquillas de mi cabello y las dejé caer en mi bolsa
de maquillaje.

—Por ser un imbécil esta noche. He estado odiándome desde que volvimos.

—Lo que sea. No es gran cosa.

Pasé junto a él y fui al baño, donde saqué una toalla limpia de un cajón del
baño, la mojé con agua y comencé a limpiarme el maquillaje. No tenía intención de
dejarle ver cuánto me había lastimado.

Vino y se quedó en la puerta del baño.

—Es una gran cosa. Estás enojada.

—Lo estaba, antes. Pero ahora me doy cuenta de que fue estúpido. Solo estabas
siendo tú. No me debes nada.

Él se estremeció.

—Sí. Una explicación, al menos.

Me encogí de hombros y enjuagué la tela, colgándola en un toallero.


—Oye. Mírame. —Me tomó por los hombros y me obligó a enfrentarlo—.
Necesito decirte algo.

—Está bien.

Esperaba que mi expresión dijera fría y sin sentimientos, pero mi estómago


estaba revuelto.

—He sido un idiota toda la noche, y no puedo seguir así. —Inclinó la cabeza—
. Pero esa será la única vez que digo algo así. Siempre puedo seguir así.

Me quedé con la cara de piedra.

—Guau. Estás realmente enojada. De acuerdo. —Se aclaró la garganta—. Aquí


está la cosa. Soy…

Sus ojos buscaron los míos, qué cosa, no sé. Casi parecía que iba a hacer un
gran anuncio, pero no pudo encontrar las palabras.

—¿Qué es, Miles?

—Me voy a mudar a San Francisco —soltó.

—¿Eh?

Dejó caer sus manos de mis hombros.

—Sí. Me voy a mudar a San Francisco. Siempre he querido revisar esa área, y
he terminado con Detroit, así que creo que ahora es el momento.

Crucé mis brazos sobre mi pecho.

—Bien por ti. Espero que seas feliz allí. Eso todavía no explica tu
comportamiento esta noche.

—Correcto. Eso. Um... estaba preocupado.

Levanté mis cejas.

—¿Por?

—Sobre tus sentimientos. Estos últimos días han sido... —Se frotó la nuca—.
Intensos.

—¿Y?
Me pregunté si él iría a donde yo creía que iba con esto, y si es así, podría estar
preparada para darle una patada en las bolas. Será mejor que no me culpe por esa
intensidad. Fue su idea traerme aquí.

—Y ahora mismo estás en un estado muy débil y vulnerable, acabas de romper


con Dan, y las cosas con nosotros se pusieron serias rápidamente.

—¿Serias? —Puse los ojos en blanco—. Follamos en tu armario anoche, Miles.


Eso no es serio.

Sabía que no era lo que quería decir, pero no podía dejar que viera que tenía
razón en preocuparse por mis crecientes sentimientos hacia él.

Su rostro se puso un poco rojo.

—Está bien, tal vez esa parte no era seria, pero parecía que... los sentimientos
se pusieron serios. Y creo que deberíamos tomarnos un momento para recordar que
somos amigos, que al final no queremos las mismas cosas. No quiero toda la vida
del matrimonio, la casa y los niños, y tú sí. Así que solo tenemos que asegurarnos
de que las cosas se mantengan amigables.

Arrugué el rostro.

—¿Así que eso es lo que estabas haciendo esta noche? ¿Siendo un idiota, así yo
no tenía sentimientos por ti y no me dejarías el corazón roto cuando fueras a San
Francisco?

Parecía un poco aliviado de que lo hubiera explicado mejor que él.

—Sí. Eso. Exactamente.

—Oh, Dios mío. —Negué con la cabeza—. Bueno, puedes relajarte, Miles. A
pesar del buen momento que hemos tenido, tu pequeña exhibición de esta noche
fue suficiente para recordarme que no somos compatibles a largo plazo. Y sí, acabo
de romper con Dan, pero debo decir que no me siento tan débil y vulnerable en este
momento. De hecho, me siento más fuerte que en mucho tiempo.

—Bueno. Estoy realmente contento de escuchar eso. —Me dio una sonrisa
esperanzada—. ¿Eso significa que todavía podemos tener sexo esta noche?

—No. No vamos a tener más sexo. No porque tu polla sea una especie de
varita de amor mística que me ponga bajo tu hechizo, sino porque tienes razón:
somos amigos y debemos recordarlo. Esta última semana ha sido totalmente
demente, pero es hora de volver a la realidad. —Puse una mano en mi pecho—.
Voy a volver al norte, donde tengo una casa, un negocio, raíces y familia. Esas son
las cosas que son importantes para mí. —Le toqué el pecho—. Tú puedes ir
volando a cualquier lugar que quieras y follar a todas las chicas que te gustan, ver
caricaturas y porno, comer cereales, beber cerveza y nunca más tener que
preocuparte por mí.

Su rostro cayó, y juro por Dios que sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Siempre me preocuparé por ti, Natalie. Yo solo... no puedo ser lo que


quieres.

—Basta, Miles. Solo basta. —Estaba haciendo mi mejor esfuerzo para


controlar mis emociones, pero él no lo estaba haciendo fácil—. Nunca te he pedido
que seas otra cosa que lo que eres. ¿Pensé que podríamos haber estado bien juntos
alguna vez? Sí, lo admito. ¿Creo que funcionaría ahora? No. Porque tienes razón,
no queremos el mismo tipo de vida. No eres capaz, y me lo has demostrado
repetidamente. —Puse mis manos en su pecho y lo empujé—. Vete ahora. Necesito
orinar y luego nos vamos a dormir. Me gustaría irme temprano mañana.

Lo empujé, cerré la puerta y le puse seguro. Luego me miré en el espejo, con


las manos agarrando el borde del lavamanos, las piernas temblando.

No llores. Él te oirá.

Y no tienes nada por qué llorar.

Me senté en el inodoro, como si orinar me distrajera de llorar, pero en cambio


me encontré orinando y llorando, lo cual, si nunca lo has hecho, es probablemente
lo más patético que jamás hayas sentido como un ser humano. Te das cuenta de
que no tienes control alguno y que todo es horrible y que también podrías darte por
vencida.

Enojada conmigo misma, hice una bola de papel higiénico y me limpié la nariz.
Ni siquiera estaba segura de por qué estaba llorando. ¿Estaba triste por la discusión?
¿Me entristeció que Miles se mudara a San Francisco? ¿Estaba asustada de estar
sola? Lo pensé por un momento, y decidí que no era eso. Podría haber manejado
estar sola después de la ruptura con Dan. Lo que no pude manejar era este
enamoramiento de Miles que no podía ir a ninguna parte. Pero era mi culpa, me
dejé pensar que podía apagar el interruptor emocional y simplemente follar, pero
esa no era yo. Y ahora estaba con estos poderosos sentimientos no correspondidos
por él, sentimientos de que él nunca regresaría. Me disolví en lágrimas una vez
más, y me di permiso para llorar por algo que nunca podría ser.

Después de unos minutos, me arreglé, limpié y abrí la puerta, apagando la luz


del baño. El dormitorio estaba completamente oscuro, por lo que me alegré porque
no quería que viera mi hinchado y lloroso rostro. Sentí mi camino a lo largo de los
pies de la cama hacia el lado en el que había dormido la noche anterior, me arrastré
y tiré de las sábanas hasta mis hombros, totalmente concentrada en no tocarlo.

Excepto que una vez que estuve allí, lo extrañé. Quería tocarlo. Pero no podía
dejarle saber que lo extrañaba. El toque tenía que ser accidental.

Dejé que un pie se desviara hacia él. Se desvió, y se desvió, y se desvió... nada.

Me levanté de golpe. Sentí alrededor.

Él no estaba allí.

¡Qué imbécil!

¿En serio? ¿Ni siquiera dormiría a mi lado si no había una promesa de sexo?

Echando humo, me deje caer de nuevo sobre la almohada y la golpeé varias


veces. ¡Bueno! ¡Me alegra que no estés aquí, imbécil! ¡No quería tu estúpido y asombroso
cuerpo a mi lado de todos modos! ¡Probablemente hubiera terminado follándote para mi
pesar!

Despierta, metí la cara en la almohada. Olía a él. Lo extrañaba. Lo deseaba. A


pesar de que sabía exactamente lo que él era y que el sexo probablemente solo me
haría sentir peor después... aún lo quería. ¿Qué demonios me pasaba?

Después de permanecer allí sin dormir durante al menos media hora, luchando
con mi impulso, salí de la cama y bajé de puntillas por las escaleras. La televisión
estaba encendida sin sonido y Miles estaba dormido de espaldas en el sofá. Se había
quitado la chaqueta y los zapatos, y su camisa de vestir blanca estaba desabotonada
y abierta. Me mordí el labio, deseando más que nada que fuera mi lugar para tomar
su mano y guiarlo por las escaleras. Quitarle el resto de su ropa. Tirar de las
sábanas hasta su pecho y meter mi cuerpo junto al suyo.

Pero no. Él no quería eso.

Lo dejó claro esta noche.

Así que volví a su cama y me acurruqué sola, diciéndome que así era como
debía ser.
CAPÍTULO 21

Soy el imbécil más grande del planeta. Lo sé.

Lo supe mientras estaba actuando como un idiota en el restaurante. Lo supe en


el insoportable silencio a casa. Lo supe mientras me sentaba a regañarme en el sofá
mientras ella empacaba sus maletas en el piso de arriba. Lo supe cuando le mentí
sobre San Francisco, ¿de dónde diablos se me ocurrió eso? Había estado totalmente
a punto de decirle que la amaba, y me asusté, y lo supe cuando escuché sus pies en
las escaleras hace un momento.

Ahora ella estaba de pie allí al pie del sofá, mirándome. Preguntándose.
Posiblemente queriéndome.

En silencio, le rogué a mi polla que no me delatara, porque si ella la veía


moverse, si me tocaba, lo perdería. Yo no era un buen mentiroso. Tomó todo de mí
para mantener la fachada en el restaurante y luego inventar esa historia de mierda
me agotó por completo. Y me mató pensar que herí sus sentimientos.

Si me ponía una mano encima, si me besaba, si me susurraba en este


momento... eso sería todo. Me rendiría. Le diría la verdad. Todavía podríamos estar
bien juntos. De algún modo.

Pero ella no lo hizo.

Me dejó solo, subiendo de puntillas las escaleras tan silenciosamente como


bajó.

Era mejor así.

Cristo. El amor apesta.

***

El día siguiente fue duro. Creo que ella me habló un total de cinco oraciones en
el viaje a casa, y todas fueron algo así.
“Necesito café.”

“Tengo que ir al baño.”

“¿Quieres parar para almorzar?”

“Voy a tener el sándwich de pollo.”

“Gracias por el viaje.”

En su camino de entrada, sacó las llaves de su bolso y abrió la puerta.

—Natalie, espera. —Puse mi mano en su pierna—. Cierra la puerta, por favor.

A regañadientes, cerró la puerta del auto y se sentó mirando al frente.

Te amo.

—Todavía estás enojada.

—No lo estoy. En serio.

Te amo.

—Dime que no arruiné nuestra amistad.

Suspiró, girándose para mirarme.

—No arruinaste nuestra amistad.

—Bien. —Porque te amo—. Porque nunca me lo perdonaría.

Levantó sus hombros.

—No hay nada que perdonar. Eres quién eres, Miles.

Auch.

—Eso no suena como algo bueno.

Apretó los labios.

—Lo siento. Estoy en un lugar extraño en este momento. Solo trato de


reconciliar todo lo que sucedió en la última semana con quién soy. Quién quiero
ser. La verdad es que creo que empecé a confundirme un poco con nosotros. Como
dijiste, siempre hemos tenido una conexión, y luego el sexo fue tan bueno...
—Tan bueno. —Puse mi mano en su brazo—. Tan bueno.

Sonrió, sus mejillas se tiñeron de rosa.

—Sí. Bueno, todo empezó a sentirse demasiado bien. Probablemente sea bueno
que te vayas a ir. Necesito algo de tiempo para mí, así que creo que retroceder en
este punto es algo bueno. Pero no seas un extraño, ¿está bien?

Algo raro y horrible me apretó la garganta, como si intentara ahogarme.

—No lo haré.

Se inclinó y me dio un abrazo, y casi lo perdí. Apretándola contra mí, con una
mano en la parte posterior de su cabeza, un brazo envuelto alrededor de su espalda,
respiré profundamente y mantuve su olor dentro de mis pulmones, deseando poder
embotellarlo de alguna manera. Llevarlo conmigo. Acurrucarme con eso en la
noche cuando la extrañara, lo cual ahora sería todo el maldito tiempo. Pero eso no
sería bueno porque si pudiera olerla, querría su cuerpo a mi lado. Y si tuviera su
cuerpo a mi lado, querría tocarlo. Reclamarlo. Devóralo. Enterrarme en ella.

Oh genial, ahora estaba duro. Simplemente genial.

Me soltó y se recostó.

—Ahora haz una broma sucia o di algo sobre tu polla para que sepa que
estamos realmente bien.

—Um. Ese abrazo me puso duro.

Se rió.

—Bueno. Odio pensar que perdí mi efecto en ti solo porque tuviste mis bollos
durante cinco días seguidos.

Sus bollos. Oh Dios.

—De ningún modo. Siempre me harás algo. Así es como somos. —Tomé su
mano y besé sus dedos.

Asintió lentamente, sus ojos brillaban, y suavemente apartó su mano de la mía.

—Mejor me voy. Viaja seguro, ¿de acuerdo?

—Está bien. ¿Quieres ayuda con tu bolso?

—No, gracias. Es pequeño, lo tengo.


Se agachó por la maleta y cerró la puerta, despidiéndose con la mano antes de
dirigirse a la casa.

La observé entrar y cerrar la puerta detrás de ella, luego golpeé el volante dos
veces.

—¡Joder!

Con mis manos en puños, reconsideré mi decisión de dejarla ir. No era


demasiado tarde, podía llamar a la puerta y decirle la verdad. Decirle que la amaba,
pero no sabía cómo ser el hombre que se merecía. Decirle que quería ser el extraño
que cambió su vida y la que la ayudó a recomponerla. Decirle que haría cualquier
cosa por tener la oportunidad de hacerla feliz.

¿Estás jodidamente loco? ¡No! No puedes hacer eso. Ella te acaba de decir que quería
tiempo para sí misma. Quiere dar un paso atrás. No vayas corriendo a hacer el ridículo. La
verdad es que no eres lo suficientemente bueno para ella. No eres lo que ella quiere. No puedes
tenerla.

Nunca pudiste.
CAPÍTULO 22

Cerré la puerta, la puerta, detrás de mí y me recosté contra ella, esperando


escuchar a su Jeep alejarse.

Vete, Miles.

No lo hizo.

¿Qué demonios estás haciendo?

Entré en el baño y miré por la ventana. Su Jeep todavía estaba allí en el camino
de entrada, y tenía su cabeza en sus manos.

Me dolió el corazón por un segundo antes de pensar: Él no puede manejar las


emociones. No es sorprendente.

Pero ¿qué estaba sintiendo él? ¿Arrepentimiento? ¿Tristeza? ¿Indecisión? Tal


vez solo estaba esperando a que su erección desapareciera. Me mordí el labio,
preguntándome qué pasaría después. Ni siquiera estaba segura de lo que quería que
pasara... si él salía del auto y golpeaba la puerta, ¿lo dejaría entrar? ¿Y para qué?
¿Más sexo? ¿Qué más tenía para ofrecer?

Y cuanto más sexo teníamos, más apegada me volvía.

No. No podía hacerlo.

Vete, Miles. Antes de que me enamore de ti.

Al segundo siguiente, él estaba saliendo de la calzada y dirigiéndose a la calle.

Alejándome de la ventana, agarré mi maleta del vestíbulo y evité mirar hacia la


puerta. Subí las escaleras y desempaqué, diciéndome a mí misma que esto era lo
mejor: un borrón y cuenta nueva mientras todavía estábamos en buenos términos.
Necesitaba tiempo para curarme, y él necesitaba tiempo para crecer.
Algo me dijo que yo lo conseguiría primero.

***

No tuve noticias de Miles durante tres semanas, ni contacté con él. Lo pensé un
millón de veces, pero cada vez que descolgaba el teléfono, algo me decía que no lo
hiciera. Probablemente él solo pensaría que estaba tratando de convencerlo a tener
una relación, presionarlo para que sea alguien que no es. Y como no me estaba
enviando mensajes, me di cuenta de que no me echaba de menos como yo a él.

Y lo extrañaba mucho. Me sorprendió lo mucho que, después de todo, estaba


acostumbrada a ráfagas cortas e intensas de su compañía y luego nada durante
largos períodos de tiempo. Pero esta vez, cuando nos despedimos, se llevó un
pedazo de mí y sentí la pérdida como una enfermedad. Extrañaba sus ojos, su risa,
su voz, sus terribles bromas sucias y su boca obscena. Extrañaba la forma en que
olía, la forma en que respiraba, la forma en que me miraba. Extrañaba cosas sexis
como el movimiento de sus caderas, el movimiento de su lengua, la profundidad de
su cuerpo dentro del mío. Extrañaba cosas tontas como la forma en que buscaba
sus gafas cuando se despertaba, la forma en que defendía sus tenedores de plástico,
la forma en que jadeaba por los bollos de canela. ¿No los extrañaba? Tal vez él era
realmente el tipo de amar con el que estás, y ya tenía en el próximo pastel de desayuno.

Entonces me llamó.

Era una noche de sábado a mediados de julio, y Skylar y Jillian estaban


ayudándome a pintar la cocina de un suave color gris que me recordaba la camiseta
que Miles me dio para dormir. Dejé esa camiseta sobre su cama después de echarle
un poco de mi perfume, solo para torturarlo. Me pregunto si ya la lavó.

—Nat, tu teléfono está sonando. —Skylar me miró por encima del hombro.
Estaba parada en una escalera cerca del fregadero, y mi teléfono estaba en el
mostrador—. Es Miles.

—¿Lo es?

Mi corazón inmediatamente comenzó a latir más rápido, pero respiré hondo y


me concentré en mis pinceladas donde estaba cortando alrededor de la moldura de
la base.

—Sí. ¿No quieres contestarle?

—No realmente. Lo llamaré más tarde.


No solo no quería hablar con él delante de mis hermanas, sino que no quería
parecer demasiado disponible. Mejor dejarle pensar que estaba ocupada un sábado
por la noche.

Jillian, quien estaba pintando la pared detrás de la mesa de la cocina, levantó la


cabeza.

—Entonces, ¿qué pasó con ustedes de todos modos? He estado tan ocupada
que no he tenido la oportunidad de preguntarte sobre el viaje a Detroit.

Me encogí de hombros y traté de jugar bien.

—Fue divertido.

—¿Qué tan divertido? —Quiso saber ella.

—Muy divertido —agregó Skylar—. Ella me dijo que estaba adolorida durante
días después.

Jillian jadeó.

—¿Es eso cierto? ¿Te acostaste con Miles?

—Oh, hicieron más que acostarse. —Skylar puso su rodillo en la charola y bajó
la escalera—. ¿Alguien quiere un poco de vino? Ya es hora.

—Yo —dijimos Jillian y yo a la vez.

Skylar sacó una botella de vino blanco de mi refrigerador y desenroscó la tapa.

—Dile a Jilly sobre el armario.

Mi cara se puso caliente cuando mi teléfono sonó con un correo de voz. ¿Qué
había dicho él?

—¿Armario? —Jillian fue al gabinete y sacó tres copas de vino—. ¿Qué pasó en
el armario?

—¡La ató! —chilló Skylar antes de que pudiera decir una palabra.

—¡Eeeeeep! ¿Es eso cierto?

—Es cierto —admití, pintando sobre el mismo lugar por décima vez. El
recuerdo de estar atada y con los ojos vendados en el armario me dejó sin aliento
por un momento. La lengua de Miles subiendo por mi cuerpo, su polla dura
levantándome por detrás, la forma en que se corrió por todo mi culo... oh, Dios.
Probablemente nunca experimentaría algo tan caliente nunca más—. Y me vendó
los ojos y habló sucio e hizo cosas increíbles con su lengua.

—Guau. —La voz de Jillian era melancólica—. Estoy impresionada. Y celosa.

—Nat tuvo algo de sexo caliente. —Skylar me dio una copa donde yo estaba
sentada en el suelo, pero me levanté y me uní a ellas en la mesa—. Habían pasado
meses o algo desde que estuvo con Dan.

Jillian parpadeó sorprendida.

—¿De verdad?

—Sí. —Tomé un sorbo de vino, pero me supo raro—. Skylar, ¿esto ya estaba
abierto o algo en mi nevera? No me sabe bien.

—¿En serio? —Bebió de su copa y luego del mío—. A mí me sabe bien.

Jillian tomó un sorbo del suyo.

—Está bien. Ahora volvamos a lo del sexo. ¿Por qué no habías estado
durmiendo con Dan tanto tiempo?

Frunciendo el ceño, dejé mi copa.

—Porque las cosas no eran buenas entre nosotros, y no lo habían sido por un
tiempo. Era demasiado obstinada para admitirlo. —Le dije a Jillian lo que le había
contado a Skylar sobre la ruptura, que me enteré sobre sus engaños, cómo él se
disculpó, pero decidí que romper con eso era lo correcto.

—¿Han hablado? —preguntó ella.

—Sí. Fue duro —admití—. Nos reunimos para tomar un café la semana pasada
y discutimos algunas cosas. Estaba dispuesto a intentar que funcionara, pero creo
que eso es más perezoso que cualquier otra cosa. Él no está locamente enamorado
de mí, y yo no lo estoy de él. Él fue por el camino equivocado, pero tenía razón al
ver que no éramos felices.

—¿Y Miles? —presionó—. ¿Qué hay de él?

Me encogí de hombros, pero mi estómago se contrajo.

—Miles llegó en el momento adecuado. Estaba allí cuando yo necesitaba un


amigo, alguien con quien hablar, alguien que me dijera que estaba haciendo lo
correcto...
—Alguien para follarte en el armario —terminó Skylar, sonriendo detrás de su
vino.

—Exactamente. —Jugué con el tallo de mi copa—. Pero en realidad, era


demasiado pronto para empezar con alguien.

—¿Por qué? ¿Estás en algún tipo de período de luto victoriano? —preguntó


Jillian.

—No. —Pensar en Miles me tenía caliente por todas partes. Dios, lo


extrañaba—. Pero no le gusto a Miles de esa manera, de todos modos.

—¿Qué? —Jillian puso los ojos en blanco—. Sí, lo haces. Él es demasiado


estúpido para saberlo.

—O está demasiado asustado para admitirlo. —Skylar se encogió de


hombros—. Pero estoy de acuerdo con Jilly. Creo que le gustas y siempre ha sido
así, y creo que era el guapo extraño del que Madam Psuka estaba hablando.

—Por favor. No es eso otra vez. —Probé otro sorbo de vino, pero aún no me
sabía nada bien—. No es Miles. Además, de todos modos, se está mudando a San
Francisco. —Terminando cualquier oportunidad para nosotros antes de que
comenzara. ¿Por qué tenía que ser tan tonto cuando era tan caliente, dulce y
divertido también? Era tan injusto, los sentimientos que tenía por él, la química que
teníamos. Nunca equivaldría a nada más que un fin de semana caluroso cuando
podríamos haber sido mucho más.

—¿Sí? —Skylar pareció sorprendida—. ¿Cuándo? Me dijo que quería venir a


mi boda. Él no puede mudarse a California.

—El mundo no gira en torno a tu boda, Skylar —espeté con fuerza.

Ella parecía molesta.

—Nunca dije que lo hiciera, Judy Moody. Caray ¿Qué te pasa últimamente?

—Estoy pasando por una mierda, ¿de acuerdo? —Me levanté y llevé mi copa al
fregadero, tirando el vino por el desagüe—. ¡Y estás hablando constantemente de la
boda, la luna de miel, los regalos, los arreglos de asientos, flores y estoy cansada de
eso! —Me quedé mirando el fregadero, avergonzada de mí misma.

—¿Qué demonios, Natalie? —Escuché el plunk de una copa sobre la mesa.


—Está bien, espera. —Jillian se acercó y puso una mano en mi espalda—.
Definitivamente estás pasando por una mierda, Nat, y apesta, pero no seas una
imbécil con Skylar. Ella no ha sido tan mala con la boda.

Cerré mis ojos.

—Lo siento, Sky.

—Está bien —dijo en voz baja—. Debería ser más sensible a la ruptura.

—No, realmente. Estoy bien con la ruptura. Solo estoy... —Las lágrimas
brotaron, y unas cuantas se derramaron antes de que supiera lo que estaba
pasando—. Estoy emocional últimamente. Y cansada. —Tan, tan cansada. Todas
las mañanas de esta semana, sentí que mi alarma se activó más y más temprano, e
incluso las siestas no me quitaron el cansancio—. ¿Saben qué, chicas? Terminemos
con esto por esta noche. Voy a limpiar y ustedes pueden ir a hacer algo divertido
con su noche de sábado.

—¿Estás segura de que estás bien? —Jillian frotó su mano a lo largo de mi


columna.

—Sí. —Me limpié la nariz con el dorso de la mano—. Estoy bien. Y solo
quiero estar sola.

Me ayudaron a limpiar, me abrazaron fuerte y se fueron.

En el momento en que cerré la puerta, agarré mi teléfono y corrí hacia mi


habitación, donde me acurruqué en la cama y escuché el correo de voz de Miles.

Al sonido de su voz, todo mi cuerpo se estremeció.

“Hola, tú. No he hablado contigo en un tiempo. Hoy llovió aquí y me recordó


a ti. Luego tuve que masturbarme en la ducha porque no podía dejar de pensar en
esa mañana.”

Sonreí mientras mi vientre se agitaba. Algunas cosas nunca cambiarían.

“También pensé en ti en la ducha, en caso de que te estuvieras preguntando. Y


en el sofá, y en la cocina, y en mi cama...”

La sonrisa se desvaneció cuando pensé en su cama y me pregunté si había


tenido a alguien en ella desde que me fui. El pensamiento me enfermó el estómago.

“De todos modos, te extraño y quiero escuchar tu voz. Llámame si quieres.”


Repetí el mensaje una y otra y otra vez, extrañándolo cada vez más, ese dolor
en mi pecho cada vez más fuerte. Por eso no puedes devolverle la llamada, me dije. Solo
lo querrás más.

Dejando el teléfono a un lado, apagué la lámpara y me acosté sobre mi


estómago. Pero me dolían los pechos porque estaba a punto de tener mi período,
así que me volteé sobre mi espalda. Esa debe ser la razón por la que he estado tan
malhumorada esta semana. Ni siquiera pensé en eso. Quizás es por eso que también he estado
cansada, aunque nunca había tenido síndrome premenstrual. Apuesto a que es la nueva
píldora. Cambié de marca el mes pasado porque había tenido demasiadas manchas,
pero ¿esta iba a hacerme sentir mal cada mes? No podía ganarle. Tal vez la dejaría
por completo. No es como si tuviera mucho sexo en el horizonte de todos modos.

Estuve irritable ante el pensamiento y, de repente, caliente bajo las sábanas, las
pateé y me tendí como una estrella de mar, haciendo una nota mental para llamar
al médico la próxima semana después de que terminara mi período.

Excepto que nunca llegó.


CAPÍTULO 23

Diez días después del correo de voz de Miles, me senté en el borde de la bañera
y miré fijamente los signos positivos. Había cuatro de ellos porque no había creído
que la primera prueba fuera correcta, ni la segunda o la tercera. Pero lo cuarta… la
cuarta fue el detalle que cambió todo.

Estaba embarazada.

De Miles Haas.

Una gran ola de nauseas pasó sobre mí, y rápidamente me arrodillé en frente
del retrete hasta que pasó. Luego me senté en las frías y blancas baldosas con mis
manos acunando mi estómago, sudorosa, caliente, y temblando.

Bien piensa. Simplemente piensa. Un paso a la vez.

Primero, necesitaba hacer una cita con el médico y hacerme una prueba de
sangre para asegurarme que realmente estaba embarazada. Tal vez las pruebas
estaban defectuosas.

¿Cuatro pruebas? ¿Y qué hay del hecho que tienes una semana de retraso? Nunca has
tenido un retraso de una semana, nunca.

Miré a mi estómago en incredulidad. ¿Era posible que Miles me haya


embarazado?

¡Por supuesto que es posible! Tuviste sexo sin condón, ¿no es así?

Pero… ¡estaba tomando la píldora! ¡Siempre funcionó con Dan y conmigo!


¡Por ocho años! ¿Jodí mi ciclo cuando cambie de marca? Sabía que no tomé la
píldora la noche que dormí en la casa de Miles, pero la tomé de inmediato la
mañana siguiente. Y tomé otra esa noche. ¡Había hecho eso antes y había estado
bien!
Gimiendo, me levanté del piso y me paré delante del espejo de cuerpo
completo en la parte de atrás de la puerta del baño. Aplané mis manos sobre mi
vientre. No se sintió más redondo de lo normal, pero por otra parte, aunque
estuviera embarazada, no se notaría por un tiempo.

Si me lo quedaba.

No pienses en eso todavía. Ni siquiera lo sabes con seguridad.

Pero sentí como si lo supiera.

Temblando, fui a la cocina y busqué mi teléfono en mi bolso para llamar al


médico.

***

El día siguiente, dejé la oficina de mi obstetra y conduje directamente a la


cabaña de Skylar y Sebastián. A mi lado, en el asiento, había una pila de folletos
sobre vitaminas prenatales, lactancia materna y mis “opciones”.

Mi estómago se agitó mientras pensaba en ellas.

Podría terminar el embarazo.

Podría proceder con el embarazo y dar el bebé en adopción.

Podría tener el bebé y… tener un bebé.

Ya había llorado en la sala de examinación, pero las lágrimas fluyeron de


nuevo mientras manejaba por la autopista, y alcancé mi bolso en busca de un
montón de pañuelos que siempre mantenía ahí. Después de soplar mi nariz, llamé a
Jillian.

Como esperaba, me envió a su buzón de voz.

—Hola, Jill. Soy Natalie. Estoy de camino a la casa de Skylar para cenar y sé
que estás trabajando, pero hay alguna manera que puedas ir allá cuando salgas, me
encantaría. Las necesito chicas. La prueba de sangre fue positiva.

Mi voz era temblorosa y todo el mensaje estaba interrumpido por sollozos,


pero logré decirlo.

Anoche, llamé a mis hermanas y les conté sobre los resultados de las pruebas
caseras. Ambas concordaron que no debería entrar en pánico hasta que viera al
médico, aunque podría decir por lo que Jillian dijo, que ella pensaba que esas
pruebas eran precisas. Skylar se quedó en silencio, e imaginé que me estaba
imaginando gorda como un rinoceronte caminando por el pasillo en mi vestido de
dama de honor color lavanda. Pero tal vez eso fue injusto. De inmediato, se ofreció
a tomarse la tarde libre e ir conmigo al médico, pero le dije que estaba bien, podía ir
sola. Probablemente tendría que ir a muchas cosas solas en el futuro cercano. La
idea trajo una nueva oleada de lágrimas, y lloré en mis pañuelos empapados.

Diez minutos después, estacioné en el frente de la cabaña y salí. Skylar salió


corriendo al porche antes que siquiera pudiera cerrar la puerta del auto.

—¿Y bien?

Estaba llorando tan fuerte para hablar.

—Oh, cariño.

Skylar abrió sus brazos y corrí hacia ellos, sintiéndome cada parte de la
hermana menor que era.

Sollocé en su hombro, llorando tan fuerte que Sebastián salió para ver qué
podía hacer.

Miré su gran y amplio pecho y me lancé a él, necesitando sentir un par de


fuertes y masculinos brazos a mí alrededor, incluso si eran los de mi futuro cuñado.

Fue servicial y me sostuvo ligeramente en sus brazos mientras babeaba toda su


camisa, dándome palmaditas mientras Skylar acariciaba mi cabello. Estaba
contenta que no dijeran nada como: Todo está bien, No te preocupes o Todo estará bien.
Necesitaba sumirme en mi estupidez y miseria por un momento antes de enfrentar
los hechos y hacer un plan, y ellos entendieron.

Pero, después de un par de minutos, Skylar tiró de mi brazo.

—Entremos.

Fuimos a la sala de estar, y Skylar se sentó a mi lado en el sofá.

—Entonces, ¿ahora qué?

—Ahora tengo que decidir qué hacer —dije, mi respiración entrecortada.

—Deberías decirle a Miles de inmediato —habló suavemente Sebastián desde


donde estaba de pie cerca de la puerta, sus manos en los bolsillos—. Necesita saber.
—Lo sé —dije, alcanzando la caja de pañuelos en la mesita auxiliar—. Dios,
estoy temiendo eso.

—No te culpo. —Skylar continuó acariciando mi cabello—. ¿Crees que


enloquecerá?

—Uh, sí. Duh. Él es como un niño grande. Deberías haber visto su refrigerador.
Sus gabinetes. ¡Ni siquiera tenía una espátula! —chillé.

—¿Qué tiene que ver una espátula con un bebé? —Sebastián sonó confundido.

Lancé una mano al aire.

—Es otra señal que ni siquiera tiene su vida en orden.

—Bueno, tal vez podría poner su vida en orden para el momento que el bebé
nazca —dijo Skylar con esperanza—. Quiero decir, si decides tenerlo. ¿Cuándo es
la fecha de parto?

Oh, Dios. Una fecha de parto. Esto era tan real.

Es real. Acostúmbrate a decirlo.

—Marzo.

—¿Marzo, qué? —preguntó Sebastián.

—Diecisiete.

Se estremeció.

—Ooh. Ese es un mal número.

—¡Sebastián! —Skylar lo miró furiosamente—. Este no es el momento.

—Lo lamento. —Elevó sus manos—. Lo lamento, Natalie.

—Está bien. —Resoplé—. Todo acerca de esto es malo, así que no importa.

—Tal vez no sea tan malo. —Sebastián se sentó en el borde del sofá y tocó mi
hombro—. En ocasiones los chicos están listos para estas grandes cosas en la vida y
ni siquiera se dan cuenta.

—Tal vez, pero Miles Haas no es uno de esos chicos. Me dijo francamente que
nunca quería una familia. Que los niños arruinaban todo lo divertido en la vida.
Que nunca sería capaz de amar a alguien completamente y para siempre. —
Miserable, dejé caer mi cara en mis manos.

—Pero él no sabe que estás embarazada de su hijo —dijo Sebastián—. Eso


hace una gran diferencia. Y vi la forma en que te miraba ese día en la casa de tus
padres. Creo que podría sorprenderte.

Negué con la cabeza.

—Lo dudo. Pero de todas formas, tengo que decírselo. Y luego él me dirá que
arruiné su vida, y me sentiré horrible.

—Él nunca te diría eso —dijo Skylar firmemente—. Nunca.

—¿Cómo te sientes, Natalie? —preguntó Sebastián en voz suave—. Estás


hablando mucho sobre sus sentimientos, pero ¿cuáles son los tuyos?

—No sé cómo me siento. Es simplemente una gran sorpresa. —Puse mi mano


sobre mi vientre e intenté explicar todas las lágrimas—. En su mayoría, estoy triste.
Estoy triste porque siempre he querido hijos pero así no se suponía que pasara. Por
accidente, con alguien que no quiere. Y va a doler cuando él me diga eso.

—¿Por qué quieres quedártelo? —pregunto Skylar.

Porque lo amo.

—Todavía no lo sé.

—Hola. —Jillian golpeó la puerta mosquitera y luego la abrió—. Escuché tu


mensaje. ¿Estás bien?

Una mirada a mi hermana mayor y rompí a llorar de nuevo, levantándome del


sofá para llorar en el tercer par de brazos en el día, cuarto si cuentas a la pobre
enfermera en la oficina de mi obstetra.

Pero no pude evitarlo. Todo sobre esta situación era horrible. Si terminaba el
embarazo, me sentiría terrible y posiblemente lo lamentaría cada día por el resto de
mi vida. Ese tipo de decisión era irreversible y aterradora. Si continuaba el
embarazo y lo daba en adopción, sería juzgada por todos los habitantes de la
ciudad mientras caminara por ahí, embarazada y soltera, Dan me despreciaría, y
siempre me preguntaría si tomé la decisión correcta. Si me quedaba con el bebé, mi
vida como la conocía estaba terminada. Sería madre soltera, y ese niño sería mis
días y noches por los próximos dieciocho años, probablemente más. ¿Sería capaz de
mantenernos a ambos? ¿Alguna vez conocería a alguien dispuesto a casarse
conmigo y formar una familia? ¿Qué tipo de rol querría Miles jugar en la vida del
niño? ¿Qué clase de padre él sería capaz de ser?

Tal vez puedan ver dibujos animados juntos. Andar en bicicleta. Construir castillos de
arena. Porque eso es todo para que lo que Miles Haas está calificado hacer como un padre más
allá de donar el esperma.

Era una idea molesta, pero también me entristeció, la imagen de Miles jugando
con nuestro hijo. Porque probablemente nunca lo haría. Incluso si tenía al bebé, no
lo veía mudándose aquí para tomar un rol activo en la vida del bebé. Era más
probable que volara de San Francisco, Nueva York, Ámsterdam o de cualquier
lugar en el que estuviera viviendo e incómodamente visitar al bebé una o dos veces
al año, y luego irse de nuevo, y volver a su libre, divertida y sexy vida.

Y eso dolería. Dios, eso dolería.


CAPÍTULO 24

Una vez me caí de un techo, perdí el equilibrio sobre unas tejas resbaladizas y
reboté a un arbusto espinoso antes de golpearme contra el suelo con fuerza. Me
rompí el brazo, algunas costillas, y tuve arañazos de ese maldito arbusto por todo
mi cuerpo. Eran agujas crecientes, lo juro por Dios. Estaba borracho en ese
momento, por supuesto, y no sentí mucho cuando caí, pero al siguiente día, al
siguiente mes, estaba con mucho maldito dolor.

Eso no era nada comparado con lo que sentí después de dejar a Natalie. Nada.

Saltaría miles de techos, rebotaría desnudo sobre miles de arbustos espinosos,


rompería cada hueso de mi cuerpo voluntariamente, si pensara que eso aliviaría el
dolor de alejarla.

No podía escribir. No tenía ganas de comer. Tenía problemas para dormir.

¡Dormir! ¿Cómo puedes joder con eso?

Pero cada vez que iba a la cama o me acostaba en el sofá, pensaba en ella. No
importaba si mis ojos estaban abiertos o cerrados, la veía frente a mí. No importaba
si estaba solo o en una multitud, podía olerla. No importaba lo que comía o bebía,
nada se acercaba al dulce sabor de ella, y nada podía borrarla de mi memoria.

Paso muchas horas escondido en mi apartamento, viendo caricaturas o


pornografía, sin pantalones, comiendo cereal con una cuchara de plástico y
bebiendo cerveza, tratando de convencerme de que esto era la buena vida. Me
masturbo con ella constantemente, pero desde que tuve la cosa real, incluso eso no
era tan satisfactorio como solía ser. Me volví incluso más enojado conmigo mismo
por haber jodido las cosas, aunque aun así lo hago, el auto servicio equivalente a
una paja enojada.

Llamé a mis amigos para salir, pero los que tenían novias parecían contentos
de pasar sus noches dentro, y los que no tenían, solo querían pescar una follada
fácil.
Yo terminé con eso. Solo quería a Natalie.

Finalmente, me rompí y la llamé. Fue a su correo de voz. Traté de ser casual y


hacer bromas, pero tal vez parecía patético y desesperado, porque ella no me
devolvió la llamada de inmediato. Diez días pasaron. Los diez más lentos, tristes y
agonizantes días de mi vida.

Tenía que enfrentarlo, ella no me quería.

¿Y por qué lo haría? Nada había cambiado en sus ojos. No he cambiado,


aunque quiero hacerlo. Solo no sabía por dónde empezar.

¿Debería aparecerme en su puerta? ¿Admitir que mentí acerca de California?


¿Decirle que estaba enamorado de ella y quería intentar en esas cosas de las
relaciones? No tenía ni puta idea. Pero cada día sin ella era más miserable que el
anterior, sin un final a la vista.

Y entonces ella llamó.

Al ver su nombre en mi pantalla, mi cuerpo reaccionó como si hubiera


olfateado dos líneas de cocaína. Cobré vida al instante, mi corazón palpitando
fuerte y rápido. Por un segundo, debatí en hacerla dejar un mensaje y devolverle la
llamada después, pero luego pensé, a la mierda, estoy jugando juegos. Era infeliz, y
ella podía hacerlo mejor.

—¿Hola?

—Hola, Miles. Soy yo.

—Hola, tú. —Sonreí y me recosté en el sofá—. Te tomó mucho para


devolverme la llamada.

—Lo siento. He estado ocupada.

—¿Sí? Te he extrañado. ¿Qué has estado haciendo?

—Um, trabajando. Pintando la casa. Ayudando a Skylar con algunas cosas de


la boda.

—Genial. ¿Cuándo es la boda, de nuevo?

—Veinticuatro de Septiembre.

—Es cierto. Se supone que debo ir a eso, creo.

—Eso está BIEN, no tienes que hacerlo. Sé que esas cosas te dan urticaria.
¿Había dicho eso? No podía recordar. Sin embargo, sonaba como yo.

—Podría desafiar una, si me quieres allí —dije, sintiéndome como la persona


más grande de la historia.

Silencio.

¿Qué demonios? ¿Aún sigue enojada conmigo?

—¿Natalie? ¿Quieres que vaya a la boda?

—Um, antes de hablar acerca de eso, hay algo que tengo que decirte.

Oh mierda. Ella regresó junto al Imbécil.

Me preparé.

—Regresaste con Dan, ¿eh?

—No. —Hizo una pausa y respiró temblorosamente—. Estoy embarazada,


Miles.

Tenía que haber escuchado mal.

—Disculpa. ¿Qué dijiste?

—Estoy embarazada.

—Como, ¿con un bebé?

—Sí. Como con un bebé. Tú bebé.

Sostuve el teléfono lejos de mí y lo miré en shock. ¿Tengo un bebé? ¿Qué


demonios era esto?

—¿Miles?

Lentamente, puse el teléfono de nuevo en mi oreja. Nunca antes había tenido


una experiencia extracorpórea, pero era así como imaginaba que sería, donde todo
a mi alrededor, incluso el aire que respiraba, se sentía extraño y mal. ¿Era esto real?

—¿Miles? ¿Me escuchaste?

Aclaré mi garganta.

—Sí… pero no lo entiendo.


—No hay mucha confusión al respecto. Tuvimos sexo. Quedé embarazada.

Silencio.

No tenía jodida idea de qué decir. Esto nunca me había pasado antes. ¿Qué
quería escuchar ella? ¿Lo siento? ¿Felicitaciones? Había un gran número de
posibilidades, pero ninguna parecía la correcta.

Finalmente encontré mi voz, y por supuesto dije algo incorrecto.

—¿Estás segura?

—Sí, estoy segura —espetó—. De otra manera no te habría llamado.

Cerré mis ojos. Un sudor rompió en la parte posterior de mi cuello.

—Natalie, no te enfades. Yo solo… necesito un minuto para asimilar esto.

En realidad, necesitaba más de un minuto. Necesitaba que el mundo dejara de


girar ahora mismo. Necesitaba un botón de pausa, no, necesitaba un botón de alto,
uno de rebobinar, y uno de hacer todo de nuevo. ¿Por qué carajos habíamos tenido
sexo sin protección? ¡Nunca tenía sexo sin protección!

—Nosotros no… quiero decir, ¿no estabas con la píldora?

—Sí, estoy tomando la píldora. ¿Qué piensas, que te mentí acerca de eso? No sé
lo que pasó, ¿está bien? Pensé que había seguido las instrucciones como siempre,
pero no funcionó. Tu súper esperma rompió a través de la barrera.

Absurdamente, me sentí orgulloso de mi súper esperma por exactamente dos


segundos antes de que la realidad me hundiera de nuevo. Y mierda, seguí diciendo
las cosas equivocadas.

—Lo siento… yo solo… —Me senté hacia adelante e incliné la cabeza en una
mano—. No sé qué decir, Nat. ¿Qué vas a hacer? —Dios, ahora lo acababa de
hacer sonar como si fuera el problema de ella. No quería decir eso, yo solo, mierda,
¡esto era duro! ¡Necesitaba un libreto!

—No lo sé. —Su tono era frío.

—¿Qué quieres que haga? Dímelo y lo haré.

Silencio.

—Nada, Miles. No quiero que hagas nada. Todo fue un error. Nosotros fuimos
un error.
—Pero…

—Mira, ninguno de los dos planeó esto, Miles. Este es el peor momento posible
para un embarazo y la peor combinación posible de factores. Somos jóvenes. No
estamos casados, ni siquiera somos pareja, tú no quieres tener niños, te vas a mudar
al otro lado del país, soy dueña de un negocio, y tendré que responder las preguntas
de todos durante los siguientes nueve meses si continúo con este embarazo, sin
mencionar los siguientes dieciocho años.

Oh mi Dios. Nueve meses. Dieciocho años.

El mundo estaba girando demasiado rápido. Los días y las noches pasaban
volando. Cerré los ojos y traté de respirar.

—Jesús. No puedo manejar esto.

—¿No piensas que no sé eso?

—¿Qué significa eso?

—Significa, que sé exactamente cómo te sientes en este momento. ¡Estas


esperando que yo simplemente me deshaga de él para que no tenga que ser tu
problema y puedas seguir con tu vida!

Salté del sofá, enfurecido.

—¡Natalie, nunca dije eso!

—¡No tenías que hacerlo! —gritó—. Sé cómo te sientes acerca de los niños,
Miles. Ellos se meten en el camino de todo. ¡Son caros e interrumpen tu sueño y tus
hábitos de beber y tu vida sexual!

Mierda, había dicho eso, ¿no es así? ¡Mierda!

—Bueno, ¿cómo se suponía que yo supiera que esto pasaría?

—No podías. Olvídalo, de todas formas ya no importa.

Oh Dios, ahora me odia.

—Natalie, espera. Lo siento…

—Yo también lo siento, Miles. Te haré saber lo que decida, pero no te


preocupes. No te pediré nada. Puedes seguir adelante y mudarte a California.
—No digas eso. Por favor. —Te amo. Solo estoy aterrorizado en este momento.
Dame tiempo para pensar.

—Adiós. —Terminó la llamada y me quedé allí, congelado, con el teléfono


todavía en mi oreja. Estaba sudando baldes, pero empecé a temblar.

—¡Mierda! —Tiré el teléfono al sofá y empuñé las manos en mi cabello.

Natalie estaba embarazada. ¡Embarazada! ¡Con un bebé! ¡Un bebé real!

Me caí hacia atrás en el sofá y me recosté con las manos sobre mi cara.

—¡Mieeeeeeeeeeeeerda —gemí. Esto estaba demasiado lejos de mi zona de


adultos que ni siquiera podía formar una oración. Una relación era una cosa, pero
un niño… yo era la persona menos calificada que conocía para ser un papá. El mío
nunca estuvo cerca. No tenía tíos a los que fuera cercano. La verdad es que el señor
Nixon, era probablemente el mejor ejemplo de un buen padre que vi en mi vida. Y
él siempre fue tan bueno conmigo, ¿qué diría cuando supiera que embaracé a su
hija?

Oh Dios, yo era un imbécil.

Y ella lo sabía. Ella me lanzó todos mis estúpidos comentarios acerca de ser un
esposo y un padre justo directo a mi cara. Pero un chico podía cambiar de parecer,
¿no? Si conoce a alguien que lo hace sentir algo que nunca había sentido antes, si
aprendía algo acerca de sí mismo, como que era capaz de enamorarse, se le podría
permitir retractarse de lo que dijo. De repente estaba enojado. Ella ni siquiera me
estaba dando la oportunidad de hacer las cosas bien. Ella solo estaba asumiendo
que yo era el mismo viejo Miles que siempre había sido.

Porque ella no sabe que la amas. Nunca se lo dijiste.

Escalofríos subieron por todo mi cuerpo, y sentí como si todo lo que siempre
había querido estaba justo frente a mí, y que tenía que agarrarlo ahora o
arriesgarme a perderlo para siempre. ¿Estaba asustado? Joder, sí. Pero, ¿qué si esta
era mi oportunidad? Si me equivoco en esto, Natalie nunca me lo perdonaría, y
algún otro tipo vendría y se enamoraría de ella y haría las cosas bien. Ella siempre
sería la que se fue. Pero, ¿y si este bebé sucedió por una razón? ¿Qué si este era el
universo golpeándome en la cabeza con la mejor cosa que alguna vez me ha pasado
a mí?

Esto no era un error.

Agarré el teléfono del sofá y la llamé de regreso, pero no contestó. Su correo de


voz saltó cuando estaba corriendo escaleras arriba para empacar una bolsa.
—Oye —dije—. Necesito verte. Estoy conduciendo para allá.

Un poco corto y no exactamente reconfortante, pero a la mierda, estaba


aturdido.

Cinco minutos después, corrí de vuelta escaleras abajo y agarré el cargador de


mi teléfono, la mochila de mi computadora, y las llaves de la casa. Frenéticamente,
miré a mi alrededor, sintiendo que necesitaba más cosas, un mejor plan, una
maldita pista de lo que estaba haciendo. Pero no pude pensar en nada.

Cerré mi apartamento y salí volando por el pasillo, golpeé mi pie


impacientemente en el elevador, y corrí como loco por el garaje de
estacionamiento. Agradecido de tener el tanque lleno de gasolina, estuve en la
carretera en cuestión de minutos, y descifré que si no me golpeaba un tráfico
terrible, podría estar allí a las nueve de la noche.

Eso me daba solo cuatro horas para averiguar qué demonios iba a decirle para
convencerla de que me dejara entrar. Dejarme amarla. De dejarme ser el padre mi
hijo.

Mi garganta se cerró, y mi visión se volvió un poco borrosa.

No tenía idea de cómo ser un padre, pero como el infierno lo intentaría.


CAPÍTULO 25

Dejé que su llamada fuera al correo de voz, mayormente porque estaba


llorando demasiado fuerte para contestar, pero también porque de verdad ya no
quería escucharlo hablar más. Tal vez eso no era justo, ya que también era su bebé,
pero su reacción fue exactamente como pensé que sería, y a pesar de que no estaba
sorprendida, todavía así dolía.

Diez minutos después, lo escuché, pero no me hizo sentir nada mejor. ¿Por qué
estaba viniendo aquí? ¿Qué necesitaba hacer, aplastarme en persona? ¿Intentaría
hablarme dulcemente para que me deshiciera de él? ¿Ofrecerme un cheque para que
solo me vaya? Mi estómago se revolvió de solo pensar en eso.

Llamé a Skylar.

—¿Hola?

—Soy yo. Le dije a Miles.

Ella jadeó.

—¿Qué fue lo que dijo?

—No mucho. Estaba en shock.

—Por supuesto. Así estabas tú. Yo también.

—Correcto.

—Y espera hasta que le digas a mamá y papá.

Fruncí el ceño.

—No estás ayudando, Sky.

—Lo siento. Entonces, ¿qué pasó con Miles?


—Básicamente dijo que no podía manejar esto y que no sabía qué hacer, y
colgamos.

—Ugh. No es de ayuda ni de apoyo.

—Nop, no hay sorpresa allí. Pero luego cinco minutos después, volvió a
llamar.

—¿Y?

—Y dijo que necesitaba verme, y que está conduciendo.

Otro jadeo.

—¿De verdad?

Hice una mueca.

—De verdad.

—¿Qué crees que dirá?

—Creo que o bien será todo dulce y persuasivo e intentará convencerme para
que me deshaga de él porque la vida se trata de diversión y juegos, y somos
demasiado jóvenes para estar ensillados con esto, o me ofrecerá dinero.

—¿Dinero para qué?

—No lo sé. ¿Para dejarlo solo para que pueda saltar a California sin
compromisos?

—Creo que lo estás vendiendo corto, Nat. Estoy de tu lado sin importar qué,
pero yo creo que tal vez podrías darle un poco de holgura al chico. Le acabas de
decir que estabas embarazada. Tú has tenido días para pensar en esto, él ha tenido
minutos.

—Sí —digo a regañadientes—. Tal vez.

—¿Qué quieres que él diga?

Suspiré.

—No lo sé. Esto es un jodido desastre.

—Solo escúchalo. Merece eso, por lo menos.


—¿Por qué? —exclamé—. ¿Porque su polla tiene buena puntería?

—No, malhumorada. Porque ustedes han sido los jodidamente mejores amigos
por siempre, y se preocupan el uno por el otro, y no importa cómo lo mires, este es
su bebé, también.

Bebé. Suspiré. Cada vez que alguien se refería a él como a un bebé, me derretía.
No había manera de que pudiera terminar este embarazo, en el fondo, lo sabía.
Creo en el derecho de una mujer a elegir, pero política aparte, esto era algo que
Miles y yo hicimos voluntariamente. Tomamos el riesgo porque confiamos el uno
al otro. Nos preocupamos el uno por el otro y siempre lo haremos.

—Bien. Lo escucharé.

—Suficientemente justo. ¿Necesitas algo? Estoy llegando a la tienda de


comestibles. Puedo llevarte algo para cenar.

—No, está bien.

—Bien. Llámame mañana.

—Lo haré. Buenas noches.

Colgamos, y me puse a andar por la casa por un rato, vagando sin rumbo de
habitación en habitación, recogiendo cosas y poniéndolas abajo, ociosamente
preguntándome dónde pondría cosas como una cuna, una silla alta, una mecedora.
Muy pronto, me sentí demasiada inquieta para estar contenida por las paredes, y
agarré un traje de baño y me fui al gimnasio. Una nadada siempre me aclaraba la
cabeza, y nunca se había sentido más confundida de lo que estaba en este
momento.

Pero ¿qué es lo que iba a hacer con mi corazón?


CAPÍTULO 26

La llamé cuando estaba a cinco minutos de su casa.

—¿Hola?

—Soy yo. Estoy llegando. ¿Puedo ir?

Ella suspiró.

—Supongo que sí.

—¿Te estás sintiendo bien? —El miedo me destruía, y me doy cuenta de que
sería mejor acostumbrarme a ese sentimiento. Me preocuparía por ella todo el
tiempo.

—Estoy bien. Solo cansada.

—¿Puedo llevarte algo? ¿Tienes hambre? ¿Sed?

—No, gracias.

—Está bien, estaré allí en cinco minutos.

Colgamos, y presioné mis labios juntos, repasando en mi mente lo que quería


decir. Pensarás que como escritor tendría un dominio suficiente de mi vocabulario
para encadenar algo sólido y convincente, pero cada vez que pienso acerca de
Natalie estando embarazada de mi bebé, mi cerebro se hace papilla. ¿Qué quería
escuchar ella? ¿Me creería si le dijera que la amo? ¿Me tomaría en serio cuando le
dijera que quiero tener este hijo? ¿Qué haría lo que sea para ayudarla? ¿Qué nunca
la dejaría sola?

Cuando me detengo en su entrada, todavía no tenía una estrategia clara.

Mi corazón palpitaba con fuerza mientras golpeaba a su puerta. Mierda, me


bañé hoy, ¿verdad? ¿Pero me puse pantalones de verdad? ¿Mi camisa estaba limpia?
Me miré a mí mismo. Bien, los pantalones estaban bien, y la camiseta azul claro
parecía estar en buena forma, a pesar de que desearía haberme puesto una mejor.

Ella abrió la puerta, y yo no podría respirar. Ese sentimiento me golpeó de


nuevo, esa oleada de anhelo de hacer todo a la vez. Abrazarla, besarla, tocarla,
decirle todo, envolverla en mis brazos y mantenerla allí hasta que creyera lo mucho
que la amaba, lo mucho que la necesitaba, lo duro que trabajaría para merecerla.

—Hola —dijo, su expresión neutral—. Entra.

La seguí a través de la cocina hasta su sala de estar, notando no solo su


agradable mobiliario sino también los libros en la mesita de café, los cuadros en las
paredes, las plantas de aspecto saludable en la esquina. Maldición, un sofá blanco.
Los adultos tenían cosas como sofás blancos y se las arreglan para no arruinarlos,
¿no es cierto? Yo ya habría derramado salsa, goteado salsa de pizza, y tirado
cerveza encima. Me senté cautelosamente.

Natalie me miró fijamente como si estuviera loco.

—Es un sofá. No es como si fuera a morderte.

—Lo sé. Solo es que es tan bonito.

Se dejó caer en el otro extremo, sin tocarme, sus piernas escondidas debajo de
ella.

—Gracias.

—¿Cómo te sientes? —Me siento hacia adelante y me enfoco atentamente en


ella, ansioso de demostrarle que puedo ser menos egoísta de lo que había sido en el
pasado.

—Bien, gracias.

La miré fijamente, enervado por su comportamiento frío pero también por su


belleza. No lleva maquillaje y su cabello vagaba alrededor de su cara en sus
habituales ondas sin molestia, pero su piel era suave y radiante, sus ojos azules
anchos y claros, su boca llena y suave. Ella era tan atractiva, que tuve que
acercarme y poner una mano sobre su rodilla. Sentí que mi polla saltó en mis
pantalones y le rogué que no me molestara en este momento.

—Natalie, lo siento por lo de antes. Debería haber reaccionado mejor.

—Está bien. —Se encogió de hombros—. Sé que estabas pasmado. Yo


ciertamente lo estaba.
—¿Ya les has contado a tus padres?

Negó con la cabeza.

—Solo a mis hermanas. Les contaré pronto. Después de que decida qué hacer.
Pero Miles… —Vaciló, jugando con el dobladillo de su blusa negra holgada—. Voy
a tener al bebé. No sé si lo daré en adopción todavía o no, pero he decidido en
contra las otras alternativas.

Asentí, totalmente aliviado.

—Te apoyo totalmente. Y estaré contigo cuando le digas a tus padres. No estás
sola, Natalie. Voy a hacer lo correcto.

Silencio.

—¿Lo correcto?

Supe de inmediato que eso no era lo que ella quería escuchar. ¿Pero por qué
no? ¿Eso no probaba que yo era un buen tipo? ¿Alguien digno de ella y de su bebé?
Intenté de nuevo.

—Sí. Quiero estar aquí para ti.

Negó con la cabeza.

—No puedes, Miles. Te estás mudando, ¿recuerdas?

—Um. Acerca de eso. —Froté una mano sobre mi mandíbula. Mierda, debí
haberme rasurado también. ¡Esto era tan apresurado!—. Inventé eso, Natalie.
Realmente no me estoy mudando a San Francisco.

—¿Qué? ¿Por qué te inventarías eso? —Sus ojos se nublaron con confusión.

—Porque estaba asustado. Me di cuenta que tenía sentimientos por ti que


nunca había tenido con nadie antes, y entré en pánico. No podía decirte porque
recién habías terminado con Dan, y sabía que solo estabas pasando el rato conmigo
por diversión.

—Porque eso es todo lo que haces —espetó—. Me lo has dicho repetidas veces.
Tu vida es acerca de diversión, no de sentimientos.

Sostuve mis manos en alto.


—Bastante justo. Sé que dije eso en el pasado. Pero Natalie. Las cosas son
diferentes ahora. —Podía sentir el sudor bajo mi ropa, y mi pulso estaba
corriendo—.Te amo.

Sus ojos se agrandaron.

—¿Qué?

—Te amo. —La piel de gallina estaba rompiendo por todo mi cuerpo.

—No, no lo haces. Tú te amas a ti mismo. Amas las caricaturas y el porno.


Amas tu vida. Amas a las mujeres.

—Te amo a ti, Natalie. Siempre te he amado. Muy en el fondo, lo sabes. —Esta
no era la manera en que imaginaba que iban a suceder las cosas cuando un chico le
dice a una chica que la ama por primera vez. ¿No se suponía que ella estaría feliz
acerca de esto? ¿No estaba incluido besarse?

Pero Natalie estaba negando con la cabeza.

—Esa noche en el restaurante. Fuiste un idiota conmigo. Y después me dijiste


que era porque estabas tan asustado de que yo tuviera sentimientos por ti. Y que
querías protegerme.

La parte posterior de mi cuello se puso aún más caliente.

—Lo sé. Esas eran tonterías. Solo estaba protegiéndome a mí mismo.

Sus labios formaron una línea recta.

—Y al siguiente día. Cuando me llevaste a casa y me dijiste adiós. Esa fue otra
oportunidad para decirme la verdad. Pero no lo hiciste, te quedaste con la mentira.

—¡Fue un error! —Pongo ambas manos sobre sus rodillas—. Estaba asustado,
¿de acuerdo?

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Demasiados juegos, Miles. ¿Y a qué le tenías miedo? ¿No pensaste que yo


me sentía igual?

—Sabía que no. Me dijiste que querías espacio. Tiempo para ti misma. Tiempo
para procesar el final de tu relación. Por todo lo que sabía, tu todavía estabas
enamorada de Dan.
—No había estado enamorada de Dan en mucho tiempo. No habría dormido
contigo si lo hubiera estado.

—No fue solo eso. También tenía miedo de no poder ser capaz de hacerte feliz
incluso si sintieras lo mismo.

—Porque no quieres una relación monógama. Ni siquiera quieres casarte o


tener una familia.

—Pero eso fue antes de que supiera que estabas embarazada. Ahora quiero
hacer lo correcto. Te quiero a ti. Quiero al bebé. Podríamos casarnos.

Ella negó con la cabeza, sus ojos llorosos.

—Eres un buen tipo, Miles, y aprecio que hayas venido todo el camino hasta
aquí esta noche, pero no creo que sepas lo que estás diciendo, y no quiero que
hagas promesas que no puedas mantener.

—Natalie. —Me puse de rodillas frente a ella—. Tal vez lo estoy diciendo todo
mal. No soy bueno en estas cosas. Pero por favor dame una oportunidad.

—¿Una oportunidad para qué? ¿Ser una familia? ¿Cómo? Te estas ganando la
vida escribiendo acerca de sexo y chicos solteros. ¿Cómo es que figura una familia
en eso?

—No lo sé —admití.

—Y odias estar atado a un lugar.

—Pero lo intentaría por ti. Por el bebé.

—Lo intentarás. Oh, Dios. —Puso la cara en sus manos, y cuando levantó la
cabeza, las lágrimas estaban goteando de sus ojos—. Mira, Miles. Una familia no es
algo que puedas probar y enviar de regreso como una botella de vino. Es un
compromiso permanente. Tú no haces eso.

—No lo hacía en el pasado —admití—. Pero quiero empezar. Puedo cambiar,


Natalie.

Ella vaciló.

—Quiero creerte. Quiero pensar que podríamos ser felices juntos.

Mi pecho se sintió apretado.

—¿Pero tú no me amas?
Tomó mi cara en sus manos.

—Por supuesto que te amo. Sabes que lo hago.

El alivio cruza a través de mí, pero fue templado también con el temor. Ella
todavía se estaba conteniendo, o sino no sentía lo que yo sentía, lo que era incluso
peor.

—Pero tú no estás enamorada de mí. No de la forma en la que yo de ti.

—Tengo miedo de amarte así, Miles. Tengo miedo porque siempre has estado
allí, siempre has sido este increíble y si´ en el fondo de mi mente, siempre desde esa
noche que casi nos besamos. Pero me dijiste que no eras capaz de los sacrificios que
implicaría. Y yo quiero eso.

—Lo mereces. —Besé la palma de su mano—. Dime qué hacer para


demostrarte que puedo ser el hombre que quieres.

Apartó su mano y limpió sus ojos.

—No puedo decirte eso. No lo sé. Solo sé que no es suficiente escucharte decir
que quieres hacer lo correcto. Lo siento.

***

Me dejó abrazarla para despedirme, y la sostuve durante mucho tiempo. Dejé


de hablar, porque claramente no estaba diciendo las cosas correctas. ¿Y por qué lo
haría? Nunca había hablado de esta manera con nadie en mi vida entera. No
prestaba atención a esas escenas en las películas, no leía ese tipo de libros, y las
personas en el porno y las caricaturas no hablaban realmente acerca del futuro.
Pensé que decir que quería hacer lo correcto le indicaría que estaba listo para crecer
y ser el tipo de persona que ella quería, pero estaba equivocado.

Pero no me rendiría. Mientras la abrazaba en la puerta principal, juré


esforzarme más. Pensé en la pequeña vida que habíamos creado, una vida que ella
estaba protegiendo dentro de su cuerpo, y envolví mis brazos alrededor de ambos.

De repente, mi pecho se vació como si se estuviera cortando por la mitad. Fue


parecido a la sensación que tuve cuando me di cuenta de que estaba enamorado de
Natalie, y sin embargo, era diferente. Igual de convincente, igual de impactante,
igual de implacable, pero más feroz, más posesivo, más instintivo. Venía de un
lugar dentro de mí que no había existido hasta este preciso momento, un espacio
vacío que rápidamente se estaba llenado con la emoción más poderosa que alguna
vez había experimentado.
De alguna manera supe que era el comienzo del amor feroz y protector de un
padre por su hijo.

No se cómo lo supe, pero lo hice.

La sostuve más cerca.

Mía. Esto era mío, y no lo dejaría ir.

De alguna manera encontraría la forma de probárselo.


CAPÍTULO 27

Camino a casa, llamé a Nick Lupo.

—Hola, Miles. ¿Qué hay?

El ruido y las conversaciones en el fondo me decían que estaba en el trabajo.

—Hola. ¿Te acuerdas de esa bodega de vinos de la que hablabas con Natalie?
¿En la que trabaja su hermana?

—¿Abelard Vineyards?

Golpeé con los dedos el volante.

—Ese es. Gracias. Solo necesitaba el nombre.

—¿Estás ahí?

—Sí, y necesito hablar con la hermana de Natalie, Skylar, pero no puedo


preguntarle a ella su número.

—Oh, no. ¿Por qué no?

—Es una larga historia, pero jodí las cosas de alguna manera y ahora tengo que
recuperarla.

—Suena serio. ¿Este es realmente Miles Haas con el que estoy hablando?

—Ja. Sí. Oye, ¿qué le dijiste a Coco para que se casara contigo?

Nick hizo un ruido de asfixia.

—¿Quieres casarte con ella? ¿Estás borracho?

Sonreí.
—Nop. Totalmente sobrio.

—Jesús. Bueno, Coco no quería nada conmigo cuando originalmente le


pregunté. Tuve que hacerlo más grande. Mejor.

—¿Qué hiciste?

—Me puse en el altavoz del aeropuerto.

Fruncí el ceño.

—Hm.

—Pero tú puedes hacer cualquier cosa, solo tiene que ser significativo para ella.
Y a las mujeres siempre les gusta un gran gesto.

—¿Un gran gesto?

—Sí, algo así como público. Ya sabes, para demostrarle que no tienes miedo de
que el mundo sepa cómo te sientes.

Lo pensé por un momento.

—Ella está embarazada.

—Oh, mierda.

—Sí.

—¿Estás bien con eso?

Sonreí.

—¿Sabes qué? Jodidamente lo estoy. Joder realmente lo estoy.

—Bien. —Hizo una pausa—. Esto sonará loco, Miles, pero pienso un poco que
esto es exactamente lo que necesitabas. Esa chica es demasiado buena para ti, pero
podrías tenerla para siempre si haces esto bien. Ve a por ella.

—Gracias. Lo haré.

***

Apenas dormí esa noche. Al siguiente día, me dirigí al viñedo cerca de las
once. Era domingo, pero era verano, así que me imaginé que tendrían mucho
negocio de turismo de fines de semana, que deberían estar abiertos, y estuve en lo
correcto.

En la sala de degustación, encontré a Skylar vertiendo vino detrás de una larga


barra de madera. Lucía sorprendida de verme.

—Hola. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a hablar contigo. ¿Cuándo sales del trabajo?

Escrutinio mi rostro.

—Te ves horrible. ¿Dormiste anoche?

—No. No puedo dormir. Y no puedo comer, y ni siquiera tengo ganas de


beber, lo que es un signo serio de que algo está mal conmigo. Necesito tu ayuda.

Sus ojos se agrandaron.

—Maldición. ¿Por qué no vienes esta noche? Podemos hablar. —Me dio
direcciones de la casa que está compartiendo con Sebastián, y le dije que estaría allí
a las seis.

Me pasé el resto del día deprimido, preocupado, e intentando proponer ideas


para hacer que Natalie me viera con una nueva luz, pero principalmente solo
caminé en círculos aturdido, abriendo el refrigerador cuando quería abrir la
despensa, entrando a la biblioteca y luego olvidando por qué estaba allí, perdiendo
la mayor parte del tiempo mirando fijamente sin rumbo en el espacio.

Por el amor de Dios, alguien que por favor me diga que el amor se hace más fácil.

A las cinco en punto tomé una ducha y me vestí, luego fui a la tienda de vinos
en camino a lo de Skylar así no iba con las manos vacías.

Sebastián me dejó entrar a su casa, la que terminó siendo una especie de


cabaña de una habitación con un departamento, situado en un bosque aislado en el
agua. Me dio un recorrido mientras Skylar estaba cambiándose su ropa de trabajo.

—Esto es increíble —dije, de pie en el patio de piedra y asimilando todo—. Tan


tranquilo y privado.

En el pasado, eso no me hubiera atraído mucho, pero ahora que estaba


mirando hacia adelante, podía ver cómo vivir en un lugar como este con Natalie
sería el paraíso.
—Gracias. ¿Te puedo traer una cerveza? ¿O una copa de vino?

—Tomaré una cerveza, gracias.

Sebastián entró a la casa y salió un minuto después con dos cervezas, con
Skylar a sus talones con una copa de vino en las manos.

—Vamos a sentarnos —dijo, cayendo en una silla del patio y metiendo las
piernas debajo de ella, justo como Natalie se había sentado la noche anterior—.
Dime cómo te fue. No he hablado con Nat todavía.

Me senté frente a ella y Sebastián escogió una silla a su izquierda. Escucharon


atentamente mientras les contaba lo que dije.

—¿Dijiste que querías hacer lo correcto? —El labio inferior de Skylar se


contrajo—. Hmm.

—¿Qué tiene de malo eso? —pregunté—. ¿Un buen tipo no haría lo correcto?

—Ella no quiere un buen tipo. Te quiere a ti. —Skylar frunció el ceño—. Está
bien, eso salió mal. Pero sabes a lo que me refiero. Ella no quiere sentir como si te
está forzando a ser alguien que no eres. No quiere ser tu obligación. Quiere que tú
verdadero yo la quiera.

—Lo hago —digo desesperadamente, apretando firmemente la botella de


cerveza con una mano. Esto era tan malditamente frustrante—. Te lo juro por Dios.
Y sé que he dicho todo tipo de cosas en el pasado acerca de no querer una esposa e
hijos, pero ahora cuando lo pienso con ella, es diferente.

—¿Realmente le propusiste matrimonio? —preguntó Sebastián.

Ladeé la cabeza.

—No lo creo.

Las cejas de Skylar se levantaron.

—¿No lo sabes?

—Bueno, no le pregunté exactamente que se casara conmigo, si es eso a lo que


te refieres.

—Eso es lo que es una propuesta. —Skylar le lanzó una mirada a Sebastián—.


No es tú lo hayas preguntado tampoco.

Lo miré también.
—¿No te propusiste?

Él parecía un poco avergonzado.

—Ah, no. Creo que solo dije, ‘Cásate conmigo’. Fue un poco espontáneo. No
había realmente planeado hacerlo en ese momento.

—Pero fue perfecto. —Skylar extendió su mano y le palmeó la pierna—. Y


sincero. Y sabía que él lo decía en serio.

Una mirada pasó entre ellos que me hizo sentir tanta envidia que quería tirar
mi botella de cerveza contra las piedras debajo de nosotros solo para escucharla
destrozarse.

—Supongo que simplemente lo impliqué.

—No es lo suficientemente bueno. —Skylar negó con la cabeza—. Natalie


podrá ser fuerte de voluntad e independiente, pero te garantizo que aún quiere esa
pregunta.

—¿La amas? —preguntó Sebastián en voz baja

—Si —dije sin vacilar. En mi mente, veo su sonrisa cambiar de una de niña
juguetona a una de hermosa mujer adulta. Dios, ¿cuándo no la había amado?—.
Estoy loco por ella. Solo soy un idiota al respecto.

—¿Ella te ama? —preguntó él.

—Anoche dijo que lo hacía.

Exhalé, pensando acerca de lo dulce que habían sonado esas palabras en sus
labios. Quería escucharlas de nuevo, quería sentirla susurrarlas en mi oído mientras
me deslizaba dentro de ella, quería escucharlas una y otra vez.

—Ella lo hace —dijo Skylar confiada—. Creo en eso. Cuando vino a casa
desde Detroit, estaba tan rara. Solo girando alrededor de todo el lugar, como si
estuviera triste acerca de algo, pero definitivamente no era la ruptura.

Fruncí el ceño, desplomándome en mi silla.

—¿Y ahora qué? Ella no cree nada de lo que le digo. Y sé que eso es mi culpa,
porque una vez le dije que era demasiado egoísta para amar a alguien para siempre.

—Hombre. —Sebastián levantó su cerveza y negó con la cabeza—. Eres


definitivamente tu propio peor enemigo.
—Lo sé. Ayuda —rogué, sentándome derecho de nuevo—. Ustedes chicos son
buenos en el amor. Yo soy horrible. Solo soy bueno en el sexo.

—Hemos escuchado.

Skylar movió sus cejas.

—No lo quise decir de esa manera, me refiero que cuando las personas me
escriben y me preguntan acerca de sexo, soy bueno con las respuestas. Pero las
cosas emocionales me están matando. —Me pasé una mano sobre mi cabello—. Ni
siquiera estoy bromeando, algunas veces pienso en ella, y ni siquiera puedo
respirar. Es como si me estuviera sofocando.

—Está bien. Sí, ese es el sentimiento. —Asintió Sebastián—. ¿Qué es lo que


dices cuando las personas preguntan acerca de sexo?

—Ve más despacio. Presta atención. Da una follada.

Él se encogió de hombros.

—Está bien. Ve con eso. Ve a casa y piensa, realmente piensa, acerca de lo que
podría ser significativo para Natalie. Acerca de lo que ella quiere escuchar y cómo
quiere escucharlo.

—Está bien. Sí, tal vez correr de prisa hacia su casa sin un plan fue un error.

Skylar se tocó la barbilla.

—Pero tienes que hacer algo grande.

Me senté derecho.

—Eso fue lo que mi amigo Nick dijo. Un gesto grande. —Miré a Sebastián. Él
parecía tener todo resuelto—. ¿Qué hiciste tú?

—Se subió a un avión —contestó Skylar—. El cual sabía que él no quería


hacer.

—Más aviones —refunfuñé—. ¿Debería reservar un vuelo a algún lugar?

—No necesariamente. —Sebastián se inclinó hacia adelante sobre sus


rodillas—. Ese era mi problema, porque estaba ansioso por volar. Estoy ansioso por
muchas cosas, y para demostrarle que estaba dispuesto a tratar de ser mejor para
ella, tenía que subirme a ese avión.

Skylar palmeó su pierna de nuevo.


—Tuve que arrastrarte a ese avión, cariño. Pero me lo permitiste. —Se giró
hacia mí—. Debes de pensar en algo único para ti, algo que le demostraría que
quieres decir lo que dijiste. Algo que le mostraría que todavía eres el Miles que
ama, pero que también eres el que la ama lo suficiente para cambiar.

Me golpeó.

—Podría escribir sobre ella.

—¿Escribir sobre ella?

—Sí. Podría usar su verdadero nombre —dije, calentándome con la idea


incluso más—. Eso es algo que nunca he hecho antes.

—Ahí lo tienes. —Skylar asintió.

—Pero no me voy a proponer en línea. Necesito algo mejor.

—Piensa en eso. Piensa en ella y lo que es importante para ella. Vendrá a ti. —
Unió sus manos—. ¡Y entonces planearé su boda!

—Oh, Jesús. —Sebastián levantó una mano—. Vayamos a través de la nuestra


primero por favor.

Ella le dio un golpe con un pie desnudo.

—Aguafiestas.

Me invitaron a quedarme por pizza, pero dije que no, gracias, que tenía algo de
trabajo que hacer. Mi cerebro estaba dando vueltas con posibles cosas para escribir,
y quería tener las ideas escritas en papel antes de olvidarlas. También tenía que
pensar en una forma de proponerme que no fuera forzada, cliché o impersonal.

Propuesta. Matrimonio.

Yo.

Sonreí cuando encendí el Jeep.

Eso era retorcido. Pero me encantaba.

***

Más tarde esa noche llamé a Skylar, quien me había dado su número de
teléfono celular y me dijo que llamara si necesitaba ayuda.
—Hola, soy Miles. Tengo una idea.

Ella chilló.

—¿Qué puedo hacer?

—¿Tienes una cámara decente?

—Sí.

—Genial. ¿Vas a trabajar mañana?

—Nop. Estoy libre los lunes.

—¿Puedes venir a mi casa por la mañana?

—Sí, pero me estoy muriendo. ¿Qué es lo que vamos a hacer?

Sonreí.

—Te lo diré mañana. Trae la cámara, por favor. Oye, ¿tienes por casualidad
otro día libre esta semana?

—No. Pero podría tomarme uno.

—¿Qué tal llegar tarde? ¿Podrías ir un poco más tarde el martes por la mañana?

—Seguro. Dios mío, Miles. Me estás matando. ¿Qué estás planeando?

—Cambiar su vida —dije—. De la mejor manera posible.


CAPÍTULO 28

Todo el domingo esperé que él se mantuviera en contacto, pero no lo hizo.


Trabajé esa mañana, y cada vez que la puerta se abría, pensé que podría ser él, pero
nunca lo fue. Nos mantuvimos muy ocupados, fui capaz de pasar el día sin
romperme, pero en el momento en que llegué a casa, corrí a mi habitación y me
estrellé contra la cama, sollozos desgarrándose de mi garganta.

¿Estuve equivocada anoche con correrlo? ¿Solo estaba siendo terca?


¿Negándole la oportunidad de probar que podía cambiar porque estaba asustada de
ser herida? ¿Lo hice sentir como que nunca sería suficiente? Tal vez fue mi culpa y
este sería otro casi, otra oportunidad perdida de ser feliz. Tal vez estaba demasiado
enganchada en cómo pensé que sería mi vida. ¿Pero cómo puedo estar segura?

Necesitando aclarar mi cabeza, fui al gimnasio.

Me sentí un poco mejor después de nadar, pero mi estómago estaba gruñendo.


Pensé en que tal vez podía pasar por O’Malley’s, para recoger algo de comida, así
que me estacioné y caminé por la cuadra, la briza del verano despeinando mi
cabello empapado. Pasé el bar a donde fuimos solo hace un mes, mis hermanas y
yo nos habíamos emborrachado con martinis de vodka y conseguimos la lectura de
Madam Psuka. Instintivamente, levante la mirada a su ventana y vi el mismo
letrero.

Detuve mi andar.

¿Ella había tenido razón después de todo?

Veamos.

¿Vida de cabeza? Listo.

¿Hombre guapo? Listo.

¿Extraño? Tal vez…


Garantizado, no había sabido que su primer nombre real era Edward, pero tal
vez más significativo era que él estaba intentando cambiar, ser un tipo diferente de
hombre. ¿Él era capaz de hacerlo? Tal vez yo no lo conocía tan bien como pensé.

Con impulso, abrí la puerta del edificio de Madam Psuka y subí las escaleras.

—Guácala —dije, sosteniendo mi nariz. Había olido mal la primera vez, pero
ahora que estaba embarazada, el mal olor era incluso más ofensivo. ¡Y solo tenía
como cinco semanas! ¿Qué demonios sucederá en diez semanas o veinte o treinta?

Oh, Dios. El embarazó era tan largo.

Suspirando, llegué a la parte superior de los escalones y toqué a la puerta. Esta


se abrió un momento después, y el acre olor herbal flotó hacia afuera. Era picante,
pero mejor que el olor a orina de gato en el pasillo. Apareció Madam Psuka, con el
mismo aspecto que tenía el mes pasado, solo que llevaba pantalones negros suaves
y fluidos y una blusa holgada que se deslizaba por un hombro.

—Has vuelto. —Asintió con la cabeza, entrecerrando los ojos—. Sabía que lo
harías.

Luché contra el impulso de poner los ojos en blanco.

—¿Puedo pasar?

—Sí. Por favor. —Dio un paso atrás y entré en la colorida habitación, que, de
nuevo, estaba iluminada solo por velas—. Siéntate.

Me dejé caer sobre la alfombra y ella se sentó frente a mí, con las piernas
cruzadas y los pies descalzos.

—Entonces —comencé.

—Estás embarazada.

Parpadeé hacia ella, luego me toqué el estómago.

—¿Es tan obvio?

Se encogió de hombros y me dio una pequeña sonrisa petulante.

—Quizás solo para mí.

—Guau.

—¿El apuesto extraño?


Tragué fuerte.

—Sí.

—Interesante. ¿Vas a querer una lectura?

—Uh, sí. Te pagaré esta vez. ¿Cuánto cuesta?

—Para ti, veinte dólares.

—Bien. ¿Debería pagarte ahora?

Ella volteó su muñeca.

—Puedes pagar después. Dame tus manos.

Le sostuve ambas, y ella los tomó en las suyas, cerrando los ojos. Nuevamente
sentí el zumbido de energía entre nosotras, por increíble que parezca. Mis manos y
antebrazos se calentaron con ello.

—Las cosas son inciertas —dijo.

—Sí, por eso estoy aquí —dije, un poco molesta—. Necesito saber qué hacer.

Abrió los ojos.

—No puedo decirte qué hacer. Solo puedo decir lo que veo.

—Está bien. ¿Que ves?

—Tienes que tomar una decisión importante.

Apreté los dientes. ¿Veinte dólares por esto?

—¿Y?

—Y el extraño está involucrado.

—Pero... él no es realmente un extraño. Lo conozco. Siempre lo he conocido.

Ella abrió un ojo.

—No lo sabes todo.

Resoplé un suspiro.
—Está bien, no sé todo, pero sé lo suficiente. Es totalmente inmaduro. Nunca
ha tenido novia. No entiende el compromiso.

Se encogió de hombros.

—Tal vez. Es posible.

Frustrada, quite mis manos.

—¿Qué más hay ahí?

—Amor.

—¿Qué amor?

—Amor entre tú y el extraño. Amor entre tú y el bebé. Amor entre el bebé y el


extraño.

—Eso es una locura —dije, pero mi corazón latía con fuerza.

—Dime. ¿Has tenido sueños extraños últimamente?

—¿Los he tenido? No, en realidad no. —Entonces recordé algo—. Pero Miles...
el extraño, el padre del bebé... Miles sí, hace un tiempo.

—Dime.

Pensé mucho en los detalles.

—Um, él estaba en mi cafetería comiendo un bagel.

Asintió.

—El bagel era algo que estaba faltando en su vida. Elemento clave. Él no
estaba completo. También… —Abrió un ojo de nuevo y me dio una mirada
astuta—. Puede significar deseos sexuales.

Mi rostro ardió.

—Eh.

Cerró de nuevo su ojo.

—Continua.
—Bien, um… él estaba comiendo un bagel y yo estaba tomando su fotografía.
¡No! Yo estaba buscando mi cámara, y no podía encontrarla.

Ella asintió.

—Él quería que te enfocaras en él, ver una imagen grande. Posiblemente un
recuerdo.

—Y luego me volví un oso.

Ella abrió sus ojos.

—¿Un oso?

—Sí. ¿Qué significa eso?

—Un oso es un símbolo del ciclo de la vida. Tal vez era su energía cósmica
reconociendo que él podía crear una nueva vida contigo. —Bajó su mirada a mi
estómago—. O tal vez él solo quería verte desnuda. Eso es.

Me estremecí.

—Fue eso.

Una ceja se alzó.

—Obviamente.

—Mira, necesito saber que hacer. ¿Si hay algún tipo de señal ahí? ¿Algo que me
indique que dirección tomar? ¡Esto es serio!

—Como dije, no puedo decirte que hacer. Solo puedo intuirlo. Pero. —Cerró
sus ojos y se concentró fuerte, respirando profundamente—. Tú debes estar
dispuesta a doblegarte. Debes estar dispuesta a cambiar.

—¡Pero no soy yo quien tiene que cambiar!

—Sí. Debes estar dispuesta a ver las cosas no como han sido o como son, sino
como podrían ser. —Me miró con la mirada nivelada—. Todo lo que es real no es
visible. Y todo lo que es visible no es real.

Suspiré. No estaba llegando a ninguna parte, y la frustración me estaba


haciendo sudar. Tomando mis manos de las de ella, saqué un billete de veinte de mi
bolso y se lo di.
Me acompañó hasta la puerta y le agradecí su tiempo. Cuando me iba, puso
una mano sobre mi hombro.

—Has recorrido un largo camino desde la última vez que estuviste aquí. Lo
siento. Lo veo.

Asentí mientras las lágrimas llenaban mis ojos.

—Simplemente no sé a dónde ir después.

Inclinó la cabeza.

—Lo resolverás. Se fuerte, se valiente, tienes que estar abierta a todas las
posibilidades. Todo lo quieres está ahí para que lo encuentres.

Todo lo que quiero.

Correcto.

***

De camino a casa, levanté el teléfono y llamé a Jillian. Skylar estaba demasiado


felizmente enamorada para apreciar mi miseria. Necesitaba a alguien quien fuera
mi cómplice. Alguien que estaría de acuerdo conmigo en que el amor era inútil y
nadie sabía lo que estaban haciendo. Alguien que me dijera que los hombres eran
simios despistados que no entendían nada. Alguien que se compadecería de mi
futuro desolado y me dejara revolcarme.

—¿Natalie?

—Hola.

—¿Todo está bien?

—No. Todo está terrible.

—¿Estás en tu casa? Voy para allá.

—Te veré allí en quince minutos.

Media hora después, ella entró y me encontró acurrucada en el sofá.

—Oye. ¿Cómo te sientes?

—Como mierda. —Me senté y puse ambas manos sobre mi estómago—. Pero
decidí tener al bebé.
—¿Lo hiciste? —Se sentó y me abrazó—. ¡Eso es muy emocionante! ¿Te
quedarás con él?

—No lo sé. —Suspiré—. Probablemente. Una vez que empiezo un proyecto,


no me gusta renunciar.

Ella se rió con tristeza.

—Cierto.

—Acabo de ir y tuve una lectura psíquica de Madam Psuka.

—Cállate. ¿De verdad? ¿Por qué?

Alcé las manos.

—¡Porque estoy confundida! ¡Mi vida es un desastre! Resulta que no se parece


en nada a lo que pensé que sería, y estoy totalmente perdida. ¡Esperaba que me
dijera lo que se supone que debo hacer!

—¿Y lo hizo?

—No —dije enojada—. Simplemente me dio un montón de tonterías sobre ser


más flexible, valiente y ver cosas que no están allí.

Jillian suspiró.

—Lo siento, chica. Desearía poder ayudar. Oye, ¿tienes hambre?

—La tenía antes. Pero entonces no.

Se levantó.

—Necesitas alimento. Déjame conseguirte algo de comer.

—Acabo de decir que no tenía hambre.

—No importa. Tu cuerpo necesita sustento. —Me miró—. Ahora ven a la


cocina y háblame.

La seguí a la cocina, y mientras hurgaba en la nevera y jugueteaba con el


microondas, me senté a la mesa y grité sobre hombres y simios, desorientación y
miseria. Me dejó continuar durante unos diez minutos, asintiendo y chasqueando
la lengua con simpatía.
—Te escucho. —Puso un tazón de sopa de pollo con fideos frente a mí, junto
con una naranja y un vaso de leche—. ¿Así que supongo que Miles fue un imbécil
acerca del bebé?

—No, no un imbécil exactamente. —Cogí la cuchara y toqué algunos fideos—.


No un imbécil en absoluto, supongo.

Se sentó y me miró perpleja.

—¿Qué dijo?

Respirando profundamente, le conté lo que sucedió ayer.

—Espera un minuto. —Se recostó y levantó las manos—. ¿Condujo aquí de


inmediato y te dijo que te ama?

—Sí, pero…

—¿Que él quiere estar contigo? ¿Y criar a este niño?

—Bueno, sí, pero…

—¿Que está dispuesto a cambiar su vida por ti? ¿Mudarse aquí? ¿Casarse?

—No en esas palabras exactas, tal vez, pero sí. Supongo que a eso se refería.

—¿Y este es el tipo que te ató en su armario y habló sucio e hizo cosas
increíbles con su lengua?

—Um… sí.

Jillian se incorporó.

—¿Entonces dónde está la falla, Nat? ¿Dónde es que no tienes una pista? ¿De
dónde viene la miseria?

—No sé, ¿bien? —Apuñalé los fideos en pedazos—. Simplemente no estaba


bien.

—Perdóname, hermanita, sé que estás pasando por una mierda, pero tal vez
estás siendo demasiado exigente aquí. Creo que Madam Psuka podría haber tenido
razón.

Levanté la mirada hacia ella.

—¿Qué quieres decir?


—Quiero decir, esto no fue exactamente planeado. Ustedes no han estado
juntos por una década. Miles no tuvo diez años para presentar la propuesta
perfecta. Entonces tal vez no fue el perfecto lanzamiento, pero ¿adivina qué? Estas
embarazada. Con su hijo. Y ustedes tendrán que tantear su camino desde aquí. Sé
que eso es difícil para ti, pero la vida te arrojó una gran y gorda bola curva y tú
hiciste un gran golpe duro.

Era grande y difícil, de acuerdo.

—Sí. Lo hicimos.

—Entonces quizás necesites ser un poco flexible. Darle a Miles un poco de


holgura. Dejar que su vida tome esta nueva dirección: no es lo que planeaste, pero
tal vez está destinado a ser.

Me mordí el labio.

—¿Eso crees?

—Sí. —Se estiró a través de la mesa y puso su mano sobre la mía—. Y ustedes
se aman. Han sido amigos durante veinte años. Tal vez no sea la historia de amor
perfecta, pero es de ustedes.

Las lágrimas llenaron mis ojos.

—Dios, Jilly. Estoy tan jodidamente cansada de llorar.

—Son las hormonas —dijo, viniendo a abrazarme—. Se pondrá mejor.

—¿Cuándo? —Sollocé en su estómago.

—No lo sé. ¿Dieciocho años?

Reprimí una carcajada.

—Jesús. Dieciocho años.

—No estarás sola, cariño. Tendrás a mamá y papá, a mí, Sky y Sebastián. Y
también tendrás a Miles, Nat. Lo siento. Lo veo en la forma en que él te mira.
Cómo te ha mirado siempre. Él te ama, solo tienes que dejar que lo haga a su
manera.

***

Yací despierta casi toda la noche preguntándome si Jillian y Skylar e incluso


Madam Psuka tenían razón. ¿Todo lo que siempre quise estaba en frente de mí y
solo no lo reconocí? ¿Estaba tan encerrada en la idea de lo que había pensado de
cómo sería un cuento de hadas? ¿Después de veinte años de ser solo amigos,
tuvimos unos días de locura vinculándonos a Miles y a mí de por vida?

¿Era esta nuestra historia?

¿Cómo terminó?

Me sentí como si el príncipe hubiera venido a rescatarme, y lo eché del castillo.


¿Pero sabes qué? No quería ser rescatada por la decisión correcta.

Quería que fuera por pasión.

Fui a trabajar a la mañana siguiente, cansada y emocional y todavía insegura


de lo que sucedería después.

Nos pusimos a trabajar rápido y volví a levantar la vista cada vez que se abría
la puerta, esperando ver entrar a Miles. Alrededor de las diez, me sorprendió ver
entrar a Skylar, con una gran sonrisa en su rostro.

—Hola —le dije, sirviendo café para alguien detrás del mostrador—. ¿Qué estás
haciendo aquí? ¿No trabajas hoy?

—Voy a llegar tarde. ¿Puedes tomar un descanso? Tengo que mostrarte algo.

Sus ojos brillaron y me pregunté qué tramaba.

—Bien. Claro, ven atrás.

Rodeó el mostrador y me siguió a través de la cocina hasta mi pequeña oficina.

—¿Tienes tu teléfono?

—Está justo aquí. —Metí la mano en mi bolso, que estaba sobre el escritorio—.
¿Qué está pasando?

—¿Viste la publicación de Miles hoy?

Ante la mención de su nombre, mi corazón se aceleró.

—No. ¿Por qué?

—Míralo.

—¿Por qué? —pregunté de nuevo, pero ya lo estaba buscando.


—Solo mira.

Busqué su nombre con dedos temblorosos y me moví impaciente mientras


cargaba los resultados. Revisando la búsqueda destacada, hice clic en el correcto y
jadeé cuando vi el título.

***

Sucedió. Estoy enamorado.

Sé lo que estás pensando.

Es imposible. Lo único que ese chico ama más que a su polla es... bueno, nada.

Y hace un par de meses, tenías razón.

Pero hay una chica, ¿ves? ¿Recuerdas a Bollos de Canela? Es ella.

Se llama Natalie. No recuerdo un momento sin ella. Hemos sido amigos por
siempre. Pero siempre quise ser más.

Sin embargo, me alegro de haber tenido que esperar. Necesitaba esperar.

No creo que la hubiera apreciado lo suficiente hace cinco años, o hace un año,
o incluso hace seis meses.

Pero ahora…

Ahora no puedo respirar cuando la veo.

Ahora no puedo dormir sin ella a mi lado.

Ahora no puedo ser feliz sin ella en mi vida.

Ahora no puedo creer que alguna vez pensé que ella no era la indicada.

Una vez le dije que no era capaz de amar a alguien por completo y para
siempre, pero estaba equivocado.

Estaba tan equivocado.

Ahora quiero pasar el resto de mi vida probándoselo a ella.

Solo espero que ella me lo permita.


CAPÍTULO 29

Mi teléfono estaba temblando en mi mano.

—Oh, Dios mío. —Miré a Skylar—. Oh, Dios mío. ¿Él publicó esto?

Asintió.

—Oye, ¿Natalie? —llamó Hailey desde la cocina—. ¿Puedes venir aquí? Te


necesito.

—Oh, mierda. —Me puse una mano en la mejilla—. ¿Tengo el rostro


sonrojado?

—Sí. —Se rió y lo abanicó—. Pero será mejor que salgas.

Pasé junto a ella y atravesé la cocina para entrar en la tienda, con el pulso fuera
de control.

Entonces me quedé sin aliento. Todo el lugar estaba en silencio, todos los ojos
en mí. En la pared opuesta al mostrador, donde normalmente colgaban las fotos de
Skylar, había tres enormes fotos nuevas.

De Miles.

Llevaba los mismos jeans y camiseta en cada uno de ellas, como si todas
hubieran sido tomadas el mismo día, y cada foto llevaba un cartel diferente escrito a
mano.

Me acerqué, mis manos cubriendo mi boca, mientras leía cada cartel.

El de la izquierda decía TE.

El siguiente decía CASARÍAS.

El último ¿CONMIGO?
Con el corazón palpitando, miré a mí alrededor. ¿Estaba él por aquí en alguna
parte?

—Pssst. —Sentada en una mesa cerca de la puerta, una viejecita señaló hacia
afuera—. Creo que eso es lo que quieres.

Me di la vuelta, y por supuesto, afuera en la acera y en la ventana, estaba


Miles. Sobre una rodilla. Sosteniendo una caja con un anillo.

—Oh, Dios mío. —Con las piernas temblorosas, caminé hacia la puerta y la
abrí—. ¿Qué estás haciendo?

Sonrió y me tomó la mano.

—¿No es obvio? Estoy dando un vuelco a tu vida.

Me reí mientras unas cuantas lágrimas salpicaban mis mejillas.

—¿Skylar te enseñó la publicación?

Asentí, tragando fuerte.

—¿Lo decías en serio? ¿Lo qué dijiste?

—Por supuesto que sí. Te amo, Natalie. Déjame mostrarte cuánto.

—Pero...

—Solo escucha. Sé que no soy lo que planeaste —dijo, su expresión se volvió


seria—. Y créeme, nunca pensé que estaría aquí de rodillas, rogando amar a alguien
para siempre. Pero esto no es un error. —Me apretó la mano y sus ojos se llenaron—.
Lo siento en mis huesos, Natalie. Siempre has estado en mi corazón. Siempre has
sido la que no podía olvidar. Y toda la noche pensé que esto, tú, yo y el bebé, no
fue un accidente. Era exactamente lo que se suponía que iba a pasar todo el tiempo.

—Miles —dije, con un sollozo roto.

—Me dijiste que estabas perdida la primera noche que pasamos juntos —
continuó, poniéndose de pie—. ¿Y recuerdas lo que dije?

Asentí.

—Dijiste: “No estás perdida. Estás aquí conmigo”.

Abrió la caja, habló bajo y suave.


—Siempre lo has estado. ¿Te quedas conmigo?

La luz del sol hizo un guiño en el gran diamante redondo en el centro del
anillo, y me quedé boquiabierta.

—¿Eso es un sí?

Me eché a reír a carcajadas.

—¡Sí! —Extendí la mano, observé a través de las lágrimas mientras él deslizaba


el hermoso anillo en mi dedo. Era un poco grande.

Me miró tímidamente.

—Lo siento. Adiviné el tamaño. Casi encaja.

Sonreí.

—Casi.

Me besó profundamente, robándome el aliento, nuestros brazos apretándose


uno al otro. Desde el interior de la cafetería y en la calle, estallaron aplausos y
ovaciones. Miles me levantó y me dio la vuelta, y yo chillé con un deleite
vertiginoso.

—Esto es una locura —dije en su oído—. ¿Estamos realmente comprometidos?

Me dejó en el suelo.

—Bueno, no estoy muy familiarizado con el concepto, pero creo que cuando le
das a una chica un anillo y le preguntas: “¿Quieres casarte conmigo?” y ella dice:
“Sí”, eso significa que estás comprometido.

Llevé mi cabeza a su hombro.

—No puedo creerlo.

—Te dije que tus panecillos valían más que el matrimonio.

Levanté la cabeza.

—Todo esto fue una estratagema por mis bollos, ¿no?

—Lo fue, y dijiste que sí, así que ahora puedo glasear esos bollos todo lo que
quiera. Y también untar tu magdalena y pulir tu vajilla fina.
Skylar abrió la puerta y asomó la cabeza.

—¡Nos estamos muriendo aquí! ¿Van a entrar o qué?

Giré hacia ella, los brazos agitándose.

—¡Lo siento! Sí, ya vamos.

—Duro y a menudo6 —murmuró Miles desde detrás de mí mientras me dirigía


a través de la puerta.

Riendo, lo miré por encima de mi hombro.

—Prométeme que siempre me harás bromas sucias al oído.

Me azotó ligeramente.

—Con mucho gusto. La promesa más fácil que he hecho en mi vida.

***

Todo el día, floté en una nube, más feliz que nunca, mareada cada vez que
miraba mi mano. La sensación me recordó a cuando era niña y viendo un auto en
la entrada de los Haas por primera vez cada junio. Sabía que mi diversión de
verano estaba a punto de comenzar, y me iba corriendo por el huerto para jugar.
Nosotros ya no estábamos jugando y teníamos que tomar muchas decisiones
importantes, pero por una vez no me volvía loca no saber exactamente cuál era el
siguiente paso. O los próximos diez pasos. Yo tenía a Miles. Él me tenía a mí.

Eso es todo lo que necesitaba saber.

Llamé a la puerta, y cuando él la abrió, recé para que esas mariposas al ver su
rostro nunca desaparecieran.

—Cariño, estoy en casa.

Sonrió.

—Te tomó bastante tiempo.

Antes de que pudiera decir otra palabra, me empujó dentro, cerró la puerta, y
me empujó contra ella, aplastando su boca contra la mía. Dejando caer mi bolso a
6
Miles hace la broma de duro y a menudo sobre el comentario sobre que ya iban, porque
‘coming’ es viniendo, pero a la vez es venirse o tener un orgasmo.
mis pies, arrojé mis brazos alrededor de su cuello y lo sostuve fuerte, deleitándome
con la sensación de nuestros cuerpos apretados, nuestros corazones latiendo cerca,
nuestra incertidumbre desaparecida.

—Dios, Natalie —murmuró, tomando mi rostro en sus manos—. Te extrañé


tanto. Te extrañé cada minuto que estuvimos separados, y me odié por ello.

—No fue todo culpa tuya. —Besé su barbilla, su mejilla y sus labios—. En su
mayoría.

—Oye. —Me agarró el labio inferior entre los dientes, mordiendo


suavemente—. Ten cuidado, pequeña. Solo porque te pedí que te casaras conmigo
no significa que estés fuera de la lista de traviesas.

—¿Qué es esto? ¿Un marido demasiado amoroso ya?

—Sí. ¿Qué dice tu libro de consejos sobre eso?

Sonreí.

—Corre. —Agachándome bajo su brazo, me fui corriendo por la sala de estar,


chillando mientras corría por el comedor y la cocina, con Miles pisándome los
talones. Sin aliento y jadeando, volví por el pasillo delantero y subí las escaleras a
toda velocidad. Miles tomó por lo menos dos a la vez, agarrándome justo cuando
alcanzamos la cima.

—Eso es, pequeña. Estás en problemas conmigo.

Me lanzó por encima del hombro y le di con los puños en el trasero.

—¡Déjame ir! —aullé, pateando.

—Nunca. —Fue a su habitación y me arrojó a la cama, puso sus anteojos sobre


la mesa, y luego se arrastró sobre mí, besándome el pecho, la garganta y los
labios—. ¿Me oyes? Nunca te dejaré ir.

Enterré los tacones en su trasero, clavando su erección entre mis piernas. El


deseo se apoderó de mí.

—¿Pero me dejarás correrme?

Me dio una sonrisa malvada.

—Primero y a menudo.
—Oh Dios, Miles —murmuré mientras me besaba en el cuerpo—. Te extrañé.
Extrañe esto. Extrañé todo.

—Entonces permíteme encargarme. —Al ponerse de rodillas a mi lado, me


quitó los pantalones cortos, las bragas y me subió la camiseta—. Pobre nena —dijo,
bajo y dulce, apartando las copas blancas de encaje de mi sostén para exponer mis
pechos. Besó cada duro y hormigueante pezón mientras su mano subía por la parte
interior de una pierna, enganchando mi rodilla—. Todo este tiempo y sin atención.
Déjame hacerte sentir bien.

Arqueé la espalda y cerré los ojos, poniendo un brazo sobre mi cabeza. Sus
dedos subían por mi muslo interno, haciendo que mis músculos centrales se
apretaran.

—¿Me esperaste para que te hiciera correr? ¿O fuiste una chica mala? ¿Lo
hiciste tú misma?

—Te esperé. —Bajé la otra mano y le froté la polla entre los jeans—. Y te
deseaba tanto.

Se burló de mí y me frotó el clítoris con la punta de un dedo, haciendo que todo


mi cuerpo se moviera.

—¿Se siente mejor?

—Sí —jadeé mientras toda la angustia, la tensión y la miseria que había sentido
en las últimas semanas se centraban bajo sus ágiles dedos—. Sí.

Sumergiendo la punta de un dedo dentro de mí, extendió mi humedad sobre mi


clítoris en pequeños círculos apretados que hicieron que mi estómago temblara de
deseo. Su otra mano corrió a través de mi pecho, apenas rozando mis pezones,
arrastrándose entre mis pechos. Mantuve la palma de mi mano sobre el bulto de sus
pantalones, desgarrada entre rogarle que me follara ahora mismo y dejarle que me
corriera con su mano. ¡Era tan jodidamente bueno en esto! La idea de que lo
tuviera para mí por el resto de mi vida fue casi suficiente para empujarme hasta el
límite.

Mis respiraciones eran más rápidas y fuertes, convirtiéndose e gemidos y


suspiros mientras tomaba un pezón entre sus dedos y le daba una serie de pequeños
pellizcos antes de sostenerlo firmemente.

—Sí —susurró mientras empezaba a retorcerme bajo sus manos—. Eso es todo.
Déjame ver cómo pierdes el control.
Cambió al otro pezón, aumentó el ritmo y la presión de sus dedos en mi
clítoris, y todo mi cuerpo se tensó.

—Oh Dios... sí... —Bajé mi cabeza a un lado, mis caderas moviéndose


involuntariamente, mis gritos sonoros y desvergonzados.

—Joder, sí. Córrete para mí —gruñó, y su voz me hizo volar por encima de la
cima, explotando bajo las yemas de sus dedos en calientes y frenéticas pulsaciones.

A los pocos segundos del clímax la presión era excesiva, y le agarré la muñeca,
girándola hacia un lado.

—Miles.

No podía recuperar el aliento. Apenas podía abrir los ojos.

—Eres. Jodidamente. Hermosa.

Con los ojos en mí, se arrancó la ropa mientras yo miraba, mi cuerpo insaciable
temblando de necesidad. Cuando estuvo desnudo, se paró junto a la cama, agarró
mis piernas y giró mi cuerpo noventa grados. Enganchando sus manos detrás de
mis rodillas, las enganchó a lo largo de sus caderas, mis talones descansando en el
borde de la cama.

—Te quiero dentro de mí —jadeé—. Ahora.

—Shhhhhhh. —Bajó su boca a la mía, y le agarré la cabeza, sosteniéndolo


hacia mí. Nuestras lenguas se enredaron, saboreaban y se burlaban. Poco a poco
me besó bajando por el pecho hasta el estómago y luego en los muslos, besando
uno y luego el otro—. Me estoy abriendo camino dentro de ti, créeme. —Puso su
boca entre mis piernas, burlándose de mí con aliento cálido y labios suaves rozando
suavemente hacia adelante y hacia atrás. Me quejé mientras me acariciaba el coño
con una firme y plana lengua que se sentía como terciopelo contra mi piel, una,
dos, tres veces. Finalmente se quedó en la parte superior, besando y chupando
suavemente sobre mi clítoris, sus manos presionando mis muslos para abrirlos.

—Oh, Dios —murmuré, agarrando puñados de mi cabello—. Eso se siente tan


bien, tan suave como eso. Me encanta.

—Me gusta oír lo que quieres —dijo, su aliento en mi coño mojado haciendo
que mis dedos de los pies se enrosquen—. Quiero dártelo.

—Así —le dije mientras agitaba la lengua sobre el sensible capullo. No dejaba
de doler, acercándome a otro orgasmo—. Sí, sí, sí, sí. Ahora más. Más fuerte.
Hizo exactamente lo que le dije, y en cuestión de segundos volví a correrme,
con las manos arrancándome el cabello y su nombre cayendo de mis labios.

—Por favor. —Mi voz era débil mientras se enderezaba, besando un sendero
por dentro de una pierna y poniendo mi talón sobre su hombro—. Lo quiero todo.
Dame todo.

—Siempre —dijo, sus ojos se oscurecieron de deseo mientras empujaba dentro


de mí—. Todo lo que tengo, todo lo que soy. —Levantó la otra pierna y me besó la
pantorrilla, el tobillo y el empeine antes de ponérselo en el hombro. Toqué mis
rodillas juntas mientras él agarraba mis caderas. Sujetándome con fuerza, entró y
salió con golpes constantes y rítmicos—. Me encanta ver cómo mi polla se desliza
dentro de ti, despacio y con calma. Me encanta lo húmeda, cálida y apretada que te
sientes. Me encanta que pueda hacerte correr con mis dedos y mi lengua primero, y
luego follarte tan duro que te correrás de nuevo. —Cada vez, empujaba un poco
más fuerte, llegaba un poco más profundo, hasta que finalmente se enterró por
completo y se inclinó hacia mí, apoyando sus manos en la cama y aplastando la
parte superior de mis piernas contra mis pechos.

En ese momento, algo sobre el ángulo y la profundidad hizo que mis entrañas
comenzaran a contraerse y perdí la habilidad de encadenar palabras en un
pensamiento coherente. Todo mi ser fue reducido a mi ser físico, cada nervio
terminando en fuego, cada músculo tenso, cada centímetro de mi piel zumbando.
Sin aliento y casi delirando con necesidad, esperé, suspendida en la orilla del
orgasmo, en ese sublime matrimonio de éxtasis y frustración, desesperada por ese
momento de liberación. Nuestros ojos se encontraron.

—Oh, joder —exhaló, moviendo sus caderas un poco más rápido—. Ha pasado
mucho tiempo, y te sientes tan bien, y eres tan jodidamente hermosa. No puedo
parar.

—¡No! ¡No pares! —Llore, sintiéndome en el borde—. Quiero que lo hagas.


Quiero sentirte latir dentro de mí. Me hace correrme tan duro.

Mis palabras lo abrumaron, y maldijo, gruñó y jadeó mientras se perdía


conmigo, mis entrañas agarrando su polla como si mi cuerpo no pudiera tener
suficiente. Cuando recuperó el control, me quitó las piernas de los hombros y
deslizó un brazo por debajo de la espalda, moviéndome más sobre la cama para
poder acostarse a mi lado. Las lágrimas goteaban de mis ojos mientras nos
aferrábamos el uno al otro, brazos y piernas enredados, mi cabeza enterrada en el
hueco de su cuello.

—Dios, te amo —dijo Miles, besando mi cabeza—. Te amo tanto, joder. Ahora
lo entiendo.
—¿Entender qué?

Presioné mis labios contra su clavícula, respiré su olor.

—Estar enamorado. Por qué a las personas les gusta. Cuando me di cuenta de
que estaba enamorado de ti, me sentí enfermo. Pensé que estaba teniendo un
ataque al corazón. Fue terrible.

Tuve que reírme mientras limpiaba las lágrimas.

—¿Y ahora qué sabes que yo también te amo?

—Es la mejor subida que he sentido en mi vida, la más intensa. Ahora entiendo
por qué las personas quieren vivir juntos y cuidarse unos a otros y casarse y tener
hijos. Es este sentimiento.

Sorprendida, puse la cabeza en mi mano y lo miré.

—¿Incluso vas a tener hijos?

—Sí. —Parecía tan sorprendido como yo—. Te miro, y te amo tanto que
quiero hacer algo al respecto, pero nada es lo suficientemente grande, nada es lo
suficientemente bueno, nada es lo suficientemente extremo.

Sonreí irónicamente.

—Tener un bebé es bastante extremo.

—Sí. Lo es. —Su mano se movió entre nosotros, y rozó el dorso de sus dedos
contra mi estómago, haciéndome estremecer—. Y sé que no lo planeamos. Pero
quiero esto, Natalie. Ni siquiera sabía cuánto hasta ahora. Quiero tener este bebé
contigo. Quiero que tengamos algo entre nosotros que no tengamos con nadie más.
Quiero que seamos una familia. De hecho, si no estuvieras embarazada ahora
mismo, te mantendría aquí en esta habitación y te follaría hasta que lo estuvieras.
Así de malo es como quiero este bebé.

Me eché a reír a carcajadas y rodé sobre mi espalda.

—Estás loco. Todo esto es una locura. ¿De verdad estamos haciendo esto?

—Lo estamos. —Se movió hacia abajo y me besó el estómago—. Hola ahí
dentro. Espero no haberte despertado con todo ese golpeteo.

Jugué con su cabello.


—Él se acostumbrará.

Me miró y parpadeó.

—¿Crees que es un niño?

—Ni idea, cariño. Lo siento.

—No lo sientas. —Puso su mejilla sobre mi vientre—. Seré feliz de todas


formas, niño o niña. Oye, creo que siento que se está moviendo.

Me reí.

—No. Todavía no. Unos meses más para eso.

Sonrió, con los ojos muy abiertos, como si no pudiera creerlo.

—Esto es increíble, Natalie.

—Vas a ser un gran padre, Miles. —Y lo sería, podía sentirlo. Ese lado
juguetón y con ojos muy abiertos que encontraba tanta alegría en el mundo,
encontraba algo de lo que alegrarse todos los días, encontraba placer en cosas
pequeñas como los bollos de canela y cosas grandes como el amor y la familia, eso
es lo que lo haría un buen padre. Mi garganta se apretó cuando me di cuenta de lo
afortunada que era.

—Gracias. —Besando mi estómago una vez más, se sentó y buscó sus


anteojos—. Entonces, ¿deberíamos decirle a tu papá que te embaracé?

—Um, no. No lo diremos así.

—¿Por qué no? Estoy planeando convertirte en una mujer respetable.

Tomé una almohada y lo golpeé con ella.

—Oye. —Me quitó la almohada—. Al menos ahora puedo admitir que fui yo
quien lanzó la pelota de béisbol y rompió la ventana de la cocina de tu mamá esa
vez. Eso ya no será lo peor que he hecho a sus ojos.

Me senté.

—Sabes, no tienes que venir conmigo si es demasiado incómodo. Puedo


decírselo yo misma.

Saltó de la cama y empezó a tirar de sus pantalones.


—No. No vas a hacer esto sola. Y sé que no quieres oírme decir que esto es lo
correcto, pero jódete, lo es, y voy.

Sonriendo, lo vi ponerse la camisa sobre la cabeza.

—Está bien, está bien. Puedes venir. Lo haremos juntos.

Veinte minutos después, caminamos por el césped hacia la casa de mis padres
de la mano. Mi estómago estaba un poco nervioso, pero en general no estaba tan
nerviosa como pensaba que estaría. Mis padres se sorprenderían, pero amaban a
Miles, y sabía que estarían felices por nosotros y encantados de tener a su primer
nieto en camino.

—Oye. —Le apreté la mano—. ¿Sabes de qué me acabo de dar cuenta? ¡Te di
una primera vez!

—Seguro que lo hiciste. Muchas de ellas. ¿Y sabes de qué me acabo de dar


cuenta? —Me tiró hacia él, me abrazó por detrás y me susurró al oído—. Me darás
todas mis últimas también.
EPÍLOGO

—Están listos para ti, Skylar.

Al oír la voz de Mia, nos dimos la vuelta para verla de pie en la puerta, con una
sonrisa en el rostro. Jillian y yo estábamos arriba en la bodega en lo que Mia
llamaba La Habitación de la Novia, que tenía un par de sofás y sillas, varios espejos
de cuerpo entero y mucha luz natural que fluía a través de las ventanas.

—Está bien. —Skylar respiró hondo y se miró al espejo por última vez—. Esto
es todo. ¿Estoy bien?

—Estás absolutamente impresionante. —Mi voz se rompió cuando lo dije, y


por enésima vez, me pregunté cuándo este embarazo dejaría hacerme sentir tan
emocional. ¡Lloraba por todo estos días! Aunque al ver a nuestra hermana mayor
con su vestido de novia y su velo, sosteniendo su ramo, en los momentos previos a
casarse con el amor de su vida, hasta Jillian estuvo a punto de llorar.

—Lo estas. —Hizo eco ella, resoplando—. Nadie podrá quitarte los ojos de
encima.

—Los únicos ojos que me importan son los de Sebastián. —La sonrisa de
Skylar era brillante y sus ojos claros mientras recogía con una mano la parte inferior
de su espumoso vestido blanco—. Y no puedo esperar a verlos, así que hagámoslo.

Las dos jóvenes sobrinas de Sebastián estaban sirviendo como floristas, y ya se


estaban riendo en la parte superior de los escalones, esperando a que les dijeran que
podían bajar. Cuando Mia les asintió, se fueron, saltando por las escaleras en un
ataque de risa emocionada.

—Aquí, déjame tomar tus flores para que puedas sostener tu vestido mientras
bajamos —le dijo a Skylar.

Skylar las entregó y usó ambas manos para asegurarse de no pisar las capas
inferiores de tul. Había elegido un vestido de encaje sin tirantes con una forma de
sirena que mostraba su figura de reloj de arena, y llevaba el cabello en una masa de
rizos sueltos y trenzados que se clavaban a un lado. Su velo flotaba detrás de ella, y
Jillian me dio sus flores para que pudiera recoger el tul con bordes de encaje y
asegurarse de que no se enganchara en nada.

Fui la última en bajar las escaleras, con cuidado de mantener los ojos en mis
pies. Las últimas semanas, había estado un poco mareada, pero aparte de eso y las
emociones fuera de control, el embarazo me estaba tratando bastante bien. Tenía
unas catorce semanas de embarazo y apenas empezaba a notarse. Mi vestido,
también de encaje, en color lavanda, tenía una faja ancha de color berenjena que
probablemente enfatizaba el hecho de que ya no tenía cintura, pero al menos podía
respirar en ella. Se veía mucho mejor en Jillian, cuya delgada forma era perfecta
para su aspecto ligeramente vintage.

Mientras nos acercábamos a la parte inferior de los escalones, vi a nuestro


padre esperando y escuché música del cuarteto de cuerdas tocando afuera. Mi
corazón latía más rápido.

—Hola, papá. —Skylar levantó una mano y le chocó los cinco—. ¿Listo para
hacer esto?

—Seguro que lo estoy. —Nos sonrió a Jillian y a mí, ofreciéndome una mano
mientras me acercaba al escalón inferior—. ¿Te sientes bien?

—Sí. Lo prometo.

Como esperaba, mis padres habían estado conmocionados, pero no


descontentos por mi embarazo y compromiso, y una vez que tuvieron unos días
para permitirse asimilarlo y ver a Miles y a mí juntos, ambos me llevaron a un lado
y me dijeron lo felices que estaban por mí. Aunque por ahora vivíamos en mi casa,
esperaban que nos mudáramos a la casa de vacaciones de los Haas para que
pudieran ver al bebé cuando quisieran. Ninguno de los dos parecía preocupado por
el hecho de que no planeábamos casarnos antes de que naciera el bebé, y mi madre
ya estaba hablando de una fiesta para el bebé. Miles y yo a menudo comentamos lo
afortunada que fui de tener los padres que tuve. Sus padres parecían felices por
nosotros, aunque un poco perturbados por la noticia de que Miles se iba a casar y
los iba a convertir en abuelos, pero aun así no habían venido a visitarnos.

—Por aquí, por favor.

Mia nos llevó a unas grandes puertas de cristal que daban a la terraza y nos
asomamos por encima de las cabezas de las chicas de las flores. Se habían colocado
filas de sillas y se creó un pasillo en el patio de piedra, con todos mirando hacia
afuera del edificio. La terraza estaba sembrada de suaves pétalos de rosa rosada, y
por encima de ella colgaban hilos de luz, que se extendían desde el edificio hasta los
árboles circundantes.
—De acuerdo —dijo Mia suavemente, entregándole a Skylar su ramo—. Han
sentado a todos los padres y abuelos. Skylar y las chicas se quedarán aquí conmigo.
Natalie y Jillian, salgan, y cuando vean a Sebastián y a sus hermanos alinearse en el
frente, caminan lentamente hacia ellos y toman sus lugares opuestos. ¿Entendido?

Asentimos, agradecidas por su serenidad y experiencia profesional. Las tres


habríamos sido un desastre aquí solas. Por un momento, me pregunté acerca de mi
propia boda: ¿sería algo así? Miles y yo aún no habíamos decidido lo que
queríamos, pero sabíamos que esperaríamos hasta después de que naciera el bebé,
así que teníamos tiempo para pensar.

Giré hacia Skylar y tomé su mano por un segundo. Quería decirle algo, decirle
lo hermosa que era, lo feliz que estaba por ella, lo mucho que la amaba, pero mi
estúpida garganta se cerró de nuevo y me salieron las lágrimas. Ella lo entendió, y
eso la hizo sonreír.

—Lo sé —dijo, apretando mi mano—. Yo también te amo.

A Jillian le fue mejor.

—Estas impresionante, Skylar. Estamos tan felices por ti, y queremos a


Sebastián como a un hermano. Son perfectos el uno para el otro. —Presionando su
mejilla contra la de Skylar, sonrió—. Bien, hermanas Nixon. Hagámoslo.

La seguí hasta la cálida tarde de septiembre, logrando contener mis lágrimas.


Parados en la parte de atrás, observamos cómo los tres hermanos Pryce venían de
los alrededores del edificio y caminaban juntos hacia el frente de la terraza, donde
esperaba el oficiante. Jillian se acercó por detrás de su espalda, y yo le tomé la
mano cuando vimos lo dulcemente nervioso que estaba Sebastián. Estaba afeitado,
con el cabello peinado, y su cuerpo alto y musculoso llenaba su traje negro como si
no fuera asunto de nadie. Tenía un rostro que rivalizaba con el de Skylar en su
belleza clásica, y por un momento me imaginé los hermosos niños que tendrían.

Una vez que los hombres estuvieron en su lugar, Jillian respiró y se puso en
marcha por el pasillo, con las cabezas girando para observarla. Cuando estaba casi
al frente, empecé, mis piernas un poco temblorosas, mis dedos agarrando
fuertemente mi ramo de hortensias. A mitad del pasillo vi a Miles, y
sorprendentemente, su hermosa sonrisa y expresión de adoración no me hizo llorar.
¡Victoria! ¡Quizás podría pasar la ceremonia sin llorar!

Al pasar a su lado, me dijo la palabra hermosa, y mi estómago tembló. Pasé


junto a mi madre, sentada en el frente, y sonrió antes de traer un montón de
pañuelos de papel a su nariz. Mirando a Sebastián, le mostré una gran sonrisa y me
devolvió una pequeña. Tomé mi lugar junto a Jillian, y nos tomamos de las manos
mientras veíamos a las chicas de las flores entrar por el pasillo, todas cintas, risas y
sonrisas con dientes abiertos.

Finalmente, la música cambió y nuestro papá y Skylar aparecieron en la base


del pasillo. Los invitados se levantaron, y un jadeo colectivo sonó cuando todos se
dieron cuenta de lo hermosa que era la novia. Comenzaron en el pasillo, y tuve que
reírme porque parecía que Skylar se movía más rápido que nuestro papá, como si
estuviera tan ansiosa por casarse, que lo estaba apresurando. Jillian me apretó la
mano mientras él le besaba la mejilla, y ambas suspiramos por la forma en que
Sebastián miraba a Skylar mientras tomaba su mano, como si ella no fuera real.

La ceremonia comenzó, y mientras escuchaba, miré al amor de mi vida, a mi


familia, a este perfecto, soleado día que se sentía como un regalo. Poniendo una
mano sobre mi estómago, capté la atención de Miles y sonreí ante la alegría pura de
mi corazón. Era casi demasiado bueno para ser verdad.

Casi.
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