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Arte — 1 de diciembre de 2021 at 00:00

Editorial
Escenas de La vida de Dante, de Boccaccio
Lo que dicen las
por José Carlos Fernández palabras
En Esfinge aparecen co
frecuencia el mundo de
los significados y lo que
se suele denominar
como universo simbólic
un campo de estudio que desborda el trabajo d
la filología....

Filosofía en espejo

Capítulo II

Esta gloria de la raza italiana nació en nuestra ciudad cuando el trono imperial estaba vacante después de la
muerte de Federico II, que ya mencioné, en el año de la Redentora Encarnación del Rey del Universo, cuando el
papa Urbano IV se sentaba en el trono de san Pedro. Nació en el seno de una familia a quien la Fortuna sonreía:
digo «sonreía», de acuerdo con la calidad del mundo de aquella época. Mas, sea como sea, ignorando su
infancia, en la que surgieron tantas señales de la gloria futura de su intelecto, afirmo que desde el inicio de su
adolescencia, después de aprender los primeros elementos de las letras, no se entregó, como es costumbre de Libros
los nobles jóvenes de hoy, a frivolidades adolescentes y a la pereza, permaneciendo agarrado al cuello materno.
Desistió de toda su adolescencia, en su propia ciudad, para proseguir el estudio de las artes liberales, en las que Orlando, de Virgina Woolf
se hizo admirablemente hábil.

Y a medida que su mente e inteligencia se desarrollaban con el pasar de los años, no se consagró a estudios
lucrativos, como la mayoría hace ahora, sino que con un loable deseo de fama eterna, y a pesar de las riquezas
transitorias, se entregó por completo a su deseo de conocer las ficciones de los poetas y sus análisis críticos de
las mismas. En ese estudio se familiarizó bastante con Virgilio, Horacio, Ovidio, Estacio y todos los otros poetas
El Satiricón. Los valores de
famosos. No solo se deleitaba en conocerlos, como se esforzaba en imitarlos en majestuosos cantos, como se
antes y los de hoy: nada
demuestra en las obras de que hablaremos a su debido tiempo. Y dándose cuenta de que las obras de los nuevo bajo el sol
poetas no son banales ni simples fábulas o maravillas, como piensa la estulta multitud, sino que en ellas se
encuentran los dulces frutos de la verdad histórica y filosófica (motivo por el que la intención de los poetas no
puede ser entendida en su totalidad sin un conocimiento de historia, de moral y de filosofía natural), elaboró una
división sensata de su tiempo y se esforzó por aprender historia con su propio método y filosofía bajo la tutela
Camino a la victoria, Delia
de varios maestros, lo que consiguió con denodado estudio y esfuerzo. Y arrebatado por la dulzura de conocer la
Steinberg Guzmán
verdad acerca de las cosas divinas, y no encontrando en la vida nada que le fuera más caro, puso de lado todas
las otras preocupaciones terrenas, consagrándose por entero a su búsqueda. Y, para que no dejase ninguna
parte de la filosofía por investigar, su mente sabia se adentró en las más íntimas profundidades de la teología. Y
el resultado no estuvo muy lejos de su intención. Insensible al frío y al calor, con vigilias y ayunos, o cualquier
otra incomodidad física, por medio del estudio asiduo acabó por conocer todo lo que el intelecto humano puede
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conocer de la Esencia Divina y de los ángeles. Y como en varias etapas de su vida estudió los diferentes ramos Entrevistas
del conocimiento, así prosiguió sus diversos estudios bajo la orientación de diversos maestros.

José Carlos Fernández: «El


Los primeros elementos, como antes referí, los encontró en su ciudad natal. De ahí, como si fuera un lugar rico
alma humana necesita
en alimento, partió para Bolonia. Cuando se aproximaba a la vejez, partió hacia París, donde reveló la altura de su
héroes»
genio en muchas disputas, y con tamaña gloria para sí mismo que aquellos que lo escuchaban aún se maravillan
cuando cuentan la historia. Como resultado de tales estudios, obtuvo, con toda justicia, los más elevados títulos.
Entrevista con Roberto Sáe
Durante su vida fue aclamado como «poeta» por unos, como «filósofo» por otros, y muchos fueron los que le
autor de Prehistoria y orige
llamaron «teólogo». Pero, como la victoria es tanto más gloriosa para el vencedor cuanto mayor fuera la fuerza
de la compasión
de los vencidos, creo adecuado mostrar por qué mar revuelto y tempestuoso, empujado de aquí allí al antojo de
los elementos, venciendo de igual modo ondas y vientos contrarios, llegó él al puerto seguro de esos ilustres
Entrevista a Tomy Escribano
títulos.
el mago de los nenúfares en
Capítulo V España

Y así fue como Dante partió de la ciudad en que no era solo ciudadano, sino que sus antepasados habían
reconstruido, dejando allí a su esposa y su restante familia, cuya juventud les impedía huir. Descansado en
cuanto a su esposa, debido a la relación de la misma con uno de los jefes del otro partido, pero sin certezas en Edición en PDF
cuanto a sí mismo, deambuló por toda la Toscana. Aunque con mucha dificultad, la esposa consiguió defender
una pequeña parcela de su propiedad de la multitud enfurecida, al abrigo del título de su dote, y como Enero 2023
consecuencia, consiguió asegurar una vida simple para sí y para sus hijos. A su vez, Dante fue obligado a
conocer la pobreza y a ganar su sustento por medio del trabajo, a lo que no estaba habituado. ¡Qué honesta
indignación fue obligado a reprimir, para sí más amarga que la muerte, en cuanto la esperanza le decía que su
exilio sería breve y que rápidamente regresaría! Diciembre 2022

Noviembre 2022

Para reflexionar

El bosque sería muy triste si sólo cantaran los


pájaros que mejor lo hacen.

— Rabindranath Tagore

Otras citas »

Contra sus expectativas, con todo, exiliado continuó durante muchos años (después de partir de Verona, donde
en los primeros años de su huida había buscado a Alberto della Scala, que le recibió amablemente), bien en la
compañía del conde Salvático, en Casentino, bien junto al marqués Moruelo Malespino, en Lunigiana, bien con la
familia Faggiuola, en las montañas próximas a Urbino, recibiendo siempre las debidas honras, así lo permitiesen
la ocasión y los medios de sus anfitriones. Después partió para Bolonia, donde permaneció durante algún
tiempo, y en seguida, para Padua, de donde regresó a Verona. Pero después de ver el camino cerrado y todos
contra su regreso, y que sus esperanzas fueran cada vez más vanas de día en día, partió, no solo de la Toscana,
sino de Italia, atravesando de la mejor manera posible las montañas que la separaban de la provincia de la Galia,
y se dirigió a París.

Ahí se entregó por completo al estudio de la filosofía y de la teología, repasando también todos los otros ramos
del conocimiento que, debido a sus dificultades, había olvidado. Y en cuanto pasaba la vida entregada a sus
estudios, sucedió que, contrariamente a sus expectativas, Henrique, conde de Luxemburgo fue, por orden y
voluntad de Clemente V, entonces Papa, elegido rey de los romanos y coronado emperador. Sabiendo que este
había partido de Alemania para subyugar Italia, en algunas provincias que se rebelaron contra su majestad, y que
Brescia ya se encontraba sujeta a un fuerte cerco, y creyendo, por diversos motivos que el emperador saldría

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victorioso, Dante alimentó la esperanza de que la justicia pudiera volver a Florencia por medio de la fuerza del
emperador, a pesar de saber que Florencia estaba en su contra.

Así, después de atravesar de nuevo los Alpes, Dante se juntó a los enemigos de los florentinos y a su partido, y
por medio de cartas y embajadas intentó alejar al emperador de Brescia para que pusiese cerco a Florencia, uno
de sus enemigos principales. Dante sugirió que, si la ciudad fuese conquistada, el emperador tendría poca o
ninguna dificultad en obtener una posesión libre y rápida, y poder sobre toda Italia. Mas, a pesar de que él y otros
con el mismo propósito hubieran conseguido atraer al emperador hasta allí, la llegada del mismo no tuvo el éxito
esperado. La resistencia fue vigorosa y mucho mayor de lo que habían anticipado. De ese modo, y después de
no haber conseguido nada en particular, el emperador partió casi desesperado, y volviendo su atención a Roma.
Y aunque de un modo u otro haya hecho mucho, instaurando el orden y planeando hacer mucho más, tal orden
demasiado súbito dio al traste con todo. Así, los que depositaban en él esperanzas se sintieron de un modo
general desalentado, especialmente Dante, que, sin más esfuerzos para volver a Florencia, atravesó los Apeninos
en dirección a la Romaña, donde lo esperaban sus últimos días y el final de sus problemas.

En esos días era señor de Rávena, famosa ciudad de la Romaña, un noble caballero llamado Guido Novel de
Polenta. Formado en los estudios liberales, concedía grandes honras a hombres de valor, especialmente a los
que superaban a otros en conocimiento. Cuando supo que, contra todas sus expectativas, Dante se encontraba
en la Romaña y con gran desesperación, decidió (ya que conocía, desde largo tiempo, el valor de Dante por su
reputación) recibirlo y concederle honras. Y no esperó que se lo pidiesen. Con generosa intención, reflexionando
en qué medida hombres de valor deben sentir vergüenza de pedir favores, se acercó a Dante con ofrendas,
pidiendo al poeta, como especial favor, aquello que sabía que Dante debería pedirle a él, y le dijo que quedaría
satisfecho si Dante aceptase residir con él. Ambos deseos, el de aquel que lo hizo, y el de aquel a quien el pedido
fue hecho, tenían el mismo fin, y Dante, extremamente agradado con el liberalismo del noble caballero, y también
cercado por la necesidad, se dirigió hacia Rávena, sin necesidad de que le repitiesen el convite. Y allí fue
honrosamente recibido por el caballero, que encendió de nuevo con simpático enardecimiento las frágiles
esperanzas del poeta, le ofreció abundancia de todo aquello que necesitaba y lo mantuvo junto a sí muchos
años; en verdad hasta el final de su vida.

Ningún deseo amoroso, ninguna lágrima de disgusto, ningún cuidado doméstico, ni la tentadora gloria de un
cargo público, ni el exilio miserable o la pobreza intolerable tuvieron la capacidad de desviar en algún momento a
Dante de su principal afán, sus sagrados estudios. Pues, como más adelante veremos, cuando examinemos
separadamente sus obras, en medio de las pasiones antes mencionadas, él se ejercitó en la poesía y en los
estudios filosóficos. Y si, a pesar de todos los obstáculos mencionados, por fuerza de su intelecto y de su
perseverancia él se hizo tan ilustre como lo consideramos, ¿qué podría haber llegado a ser si hubiese sido
ayudado, si nada hubiese trabajado en su contra, o si pocos hubiesen sido los obstáculos encontrados, como
sucede a tantos otros? Ciertamente no sé cómo saberlo, pero, si me es permitido decirlo, se habría convertido en
un dios en la Tierra.

Capítulo VIII

El final de la vida de Dante, como la describí, estuvo dedicado a variados estudios. Una vez que creo haber
descrito suficientemente su amor, sus cuidados públicos y privados, y su miserable exilio y su fin, de acuerdo
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con la promesa que hice, considero adecuado hablar ahora de su estatura física, de la forma en que se vestía, y
de un modo general, de sus hábitos más notables. En seguida pasaré directamente desde estos a las obras
notables que compuso en su tiempo, un tiempo tan barrido por la tempestad que antes mencionamos de modo
breve.

Nuestro poeta era un hombre de estatura media, después de alcanzar la madurez, caminaba un poco curvado
hacia adelante, y su porte era grave y gentil. Vestía siempre buenas ropas, del tipo adecuado a su época. Tenía
una cara larga, nariz aquilina, ojos enormes, mentón ancho y el labio superior más saliente que el inferior. Tenía
la tez oscura, el pelo y la barba espesos, negros y rizados, y una expresión melancólica y pensativa.

(…)

Era admirablemente ordenado y contenido en sus hábitos públicos y domésticos, y era en todas las cosas, más
cortés y cívico que los otros.

Era moderado en el comer y en el beber, tanto en tomar sus comidas a horas regulares como en no ingerir más
de lo necesario. Y no le gustaba una cosa más especialmente que otra. Le gustaban las carnes delicadas, pero la
mayor parte de sus comidas eran normales, y condenaba a aquellos que empleaban grandes esfuerzos para
obtener los mejores alimentos y prepararlos con gran cuidado, afirmando que no comían para vivir, sino que
vivían para comer.

Nadie era más escrupuloso que él, ya sea que se debatiera con sus estudios o con otros problemas, siendo
frecuente que su familia y esposa se sintieran perturbados por ello, hasta acostumbrarse a sus modos y no darle
más importancia.

Raramente hablaba sin que le fuera pedido, momento en que lo hacía de modo cuidadoso y en tono apropiado al
asunto del que se hablaba. Sin embargo, cuando era necesario, se revelaba elocuente y fluido, y con excelente y
pronto discurso.

En su juventud le gustaban particularmente la música y el canto, y era compañero de todos los mejores músicos
y cantores de ese tiempo. Su amor por la música lo incitó frecuentemente a componer poemas, a los que sus
amigos añadían agradables melodías superiormente ejecutadas.

Ya fue demostrado cómo era ferviente víctima del amor. Es creencia firme y generalizada que ese amor impulsó
su genio para convertirse en poeta en lengua vulgar, primero por medio de la imitación, después por el deseo de
gloria y para expresar sus emociones de modo más impresionante. La composición era para él de veras
dolorosa, no solo superando a sus contemporáneos, sino clarificando y embelleciendo de tal modo la lengua
italiana que hizo que muchos, contemporáneos y posteriores a él (como sucederá en el futuro) sintieran deseos
de convertirse en expertos en el arte de versificar.

Le gustaba especialmente quedarse solo y lejos de las personas, para que sus contemplaciones no fueran
interrumpidas. Si se le ocurría algún pensamiento que le agradase sobremanera cuando se encontraba
acompañado, fuera lo que fuera lo que le preguntasen no respondía a pregunta alguna hasta haber aceptado o
rechazado ese pensamiento. Eso le sucedía muchas veces, cuando le hacían preguntas en una mesa en la cena,
durante un viaje acompañado o en otra situación.

Era absolutamente asiduo en sus estudios, tanto en lo que decía respecto al tiempo que les dedicaba como al
hecho de que ninguna noticia que pudiera llegar a su conocimiento desviara de ellos su atención.

(…)

Este poeta tenía también una habilidad maravillosa, una memoria fiel y un intelecto penetrante. Tanto que,
cuando su estancia en París, y tomando allí parte como proponente en la disputa de quolibet que tuvo lugar en
las escuelas de teología, catorce tesis diferentes presentadas por varios hombres notables, ejecutó los
argumentos a favor y en contra de las mismas sin una sola pausa, y los recitó en el mismo orden en que habían
sido presentados, analizándolos de modo sutil y respondiendo a los argumentos en contra. Tal hecho fue
considerado casi un milagro por la mayoría de los que asistieron.

También tenía un genio superior y aguzados poderes de invención literaria, como lo demuestran a sus lectores
sus obras, de forma más clara de lo que conseguirían nunca mis palabras. Deseaba honra y gloria, tal vez más
de lo que quedaba bien a su ilustre virtud. Pero, ¿y qué? ¿Qué vida es tan humilde hasta el punto de no ser
tocada por la dulzura de la gloria? Era a causa de ese deseo, creo, que amaba la poesía más que otro cualquier
estudio, dándose cuenta de que, a pesar de que la filosofía sobrepasase a todos los otros en nobleza, su
excelencia puede ser comunicada tan solo a uno pocos, y muchos son los que adquirieron fama mundial por
distinguirse en ella, mientras que la poesía es más comprensible y placentera para todos, y los poetas, tan raros.
Además, a través de la poesía, esperaba obtener la honra distinta y muy poco común de ser coronado con
laureles, y por eso se entregó a su estudio y composición. Ciertamente que su deseo habría sido realizado si la Spanish

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Fortuna hubiese sido tan graciosa con él, al punto de permitirle el regreso a Florencia, donde deseaba ser
coronado en la fuente de San Juan, para que allí, donde había recibido su primer nombre por el bautismo, por
medio de esa coronación recibiese su segundo nombre como poeta. Mas, como vimos, a pesar de su título ser
evidente, y de haber recibido, en cualquier otro lugar que le agradase la honra de ser coronado con laurel (que a
pesar de no aumentar el conocimiento, constituye un ornamento y una garantía segura de su adquisición), en su
deseo de volver donde no podría nunca más volver, no estuvo dispuesto a recibirla en otro lugar. Así, murió sin
recibir tan codiciada corona.

Autor

José Carlos Fernández

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Etiquetas Boccaccio Dante Dante Alighieri La vida de Dante

Autor: José Carlos Fernández

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