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Caperucita Roja

Había una vez una niña que se llamaba


Caperucita Roja, porque siempre llevaba una
capa de color rojo. Un día, su madre le dijo:
MADRE. — Toma, Caperucita Roja, coge esta
cesta con un bizcocho y una jarrita de miel y
llévasela a la abuelita, que está malita en la cama.
CAPERUCITA. — Vale mamá. Tenía muchas
ganas de ver a la abuelita.
MADRE. — Cuidado cuando cruces el bosque. No
hables con ningún desconocido ni te entretengas
por el camino.
Caperucita muy contenta cogió la cesta y se puso
en camino. (Caperucita va cantando y feliz)
De repente, de detrás de un árbol apareció un lobo
enorme, que le preguntó con voz ronca:
LOBO. — ¿A dónde vas, Caperucita Roja?
CAPERUCITA. — Voy a casa de la abuelita que
está enferma y le llevo un bizcocho y miel.
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LOBO. — ¡Qué contenta se va a poner! Y…
¿dónde vive?
CAPERUCITA. — Al final del bosque, en una
casita de madera.
LOBO. — ¡Pues si coges por ese camino más corto
llegarás antes!
Y engañó a Caperucita enviándola por el camino
más largo.
Mientras tanto, el malvado lobo tomó el camino
más corto, llegó a casa de la abuelita y llamó a la
puerta.
ABUELITA. —–¿Quién es?
LOBO. —Abre abuela, soy tu nieta.
ABUELITA. —–Entra Caperucita.
Pero no era Caperucita, sino el lobo, que nada
más entrar se lanzó sobre la abuela y la encerró en
el armario. Después se puso un camisón y un
gorro de la anciana y se metió en la cama a
esperar a Caperucita.
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Al rato, llegó la niña, muy contenta. Se acercó a la
cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
CAPERUCITA. — ¡Abuelita, que ojos tan
grandes tienes!
LOBO. — Son para mirarte mejor.
CAPERUCITA. — ¡Abuelita, que orejas tan
grandes tienes!
LOBO. — Son para oírte mejor.
CAPERUCITA. — ¡Abuelita, que dientes tan
grandes tienes!
LOBO. — Son... ¡para comerte mejor!
Y diciendo esto, el lobo malvado se lanzó sobre la
Caperucita para comérsela.
CAPERUCITA. — ¡Socorro, socorro ! ¡Qué me
come el lobo!
Mientras, un cazador escuchó los gritos y se
acercó a la casa a ayudar a Caperucita.
Cuando el lobo vio al cazador, salió huyendo por
la ventana. Nunca más se supo de él. Desde
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entonces, Caperucita tuvo más cuidado con los
desconocidos.
(Caperucita, la abuela y el cazador bailaron contentos
porque se habían librado del lobo.)

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