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2.

0 El Príncipe de Papel

Rose – Lee Hi – Begin Again Korea Live Versión.

- Jinnie, es tarde. – grito su madre desde la cocina, podía escucharla incluso con los
auriculares puestos. - ¿Minho va a venir por ti?

- ¡Si Ma! – respondió de la misma manera, se acomodó el cabello rubio en un pequeño


recogido y se colocó el par de argollas doradas en los oídos. Le hecho un vistazo a su
uniforme escolar antes de salir de la habitación.

Los pasos de su padre resonaron por la sala de estar, la duela parecía producir más eco de lo
normal, como si tuviera algún tipo de poder especial que le permitiera hacerse oír por todo
el lugar con solo su andar.

- Deberías irte ahora. – su madre le extendió un par de wones pero el negó empujándoselos
de nuevo hacia el pecho, sabía lo que hacía. Su madre siempre trataba de darle un poco más
de lo que necesitaba. Aun recordaba aquella charla sentados en la banqueta de la tienda de
conveniencia, ambos sostenían un par de conos helados de melón que habían comprado hacía
unos segundos.

Le había prometido ayudarle aunque eso le costara gran parte de lo que era, le había contado
todos sus sueños y anhelos, como si su madre volviera a ser una adolescente, una chica de su
clase que le contaba sus ganas por salir a ver un poco más allá de todo ese montón de edificios
que cubrían la vista de su apartamento, deseaba poder regresar a Corea algún día y aspirar el
dulce aroma de la brisa marina.

Su corazón se había hecho pequeño, no odiaba las condiciones en las que hasta ahora había
crecido pero tampoco las amaba. En el jardín de niños le habían dicho que el hogar era aquel
lugar a donde volvías para sentirte seguro y amado por las personas que te aprecian, sin
embargo el apartamento 202 no era más que un lugar donde pasaba el rato enjaulado como
un ave apresada. Jamás había considerado esas paredes como un hogar, ni lo haría jamás.
- Dijiste que ya no había más. – a pesar de la distancia que lo separaba de su padre pudo
percibir su aliento alcohólico. El semblante de su madre pronto cambio y ella apretó el dinero
entre sus manos, como si sus puños pudieran hacer desaparecer el papel. - Dame eso.

Exhausto era una palabra demasiado pequeña para poder describir todo lo que sentía, estaba
seguro de que eso no era ni la mitad de todo lo que en realidad era. Su diario andar era como
un círculo vicioso aunque intentara evitarlo de alguna manera, este siempre encontraba la
forma de lanzarlo al principio y hacerle repetir las mismas acciones día con día.

- Eso es porque acabo de darselo, si estuvieras sobrio lo habrías notado. – el hombre río con
visible sarcasmo y su gesto se endureció. Jamás podría describir todo lo que ese rostro le
producía, ¿era temor?, ¿era odio?, ¿angustia?, ¿asco?, ¿pena?

Su padre recorrió la distancia que faltaba para poder estar frente a él, ahora era un poco más
alto pero el hombre seguía siendo más corpulento que él, sus brazos a comparación de los
suyos tenían un poco más de musculatura y ni hablar de sus hombros anchos.

- ¿No deberías estar en la escuela en lugar de replicar en contra de tu padre? – suspiro de


manera pesada y le miro sin expresión. - ¿O sigues jugando al principito?

Sonrío de manera ladina cuando el hombre menciono aquello, no le era molesto. De hecho
le era doloroso, era de esos pocos recuerdos que atesoraba con cariño. Uno en el que sus
padres no peleaban, donde su madre reía con libertad y su padre no se sentaba a observar el
canal de documentales históricos completamente ebrio.

Esa mañana había sido asombrosa, primero su madre lo había llevado a la tienda de disfraces,
su abuela siempre decía que tenía facciones de la realeza y aunque se le había insistido en
elegir un traje de super héroe como les gustaba a los demás niños, él había escogido ser un
príncipe como le gustaba a la abuela. Tenía una camisa blanca con un cuello que le picaba
un poco, un saco azul que hacía que sus piernas se vieran diminutas, un pantalón negro y
unas botas del mismo color.

Recordaba haber caminado por la calle orgulloso, luciendo su traje. Adoraba como sonaban
sus pequeñas botas mientras avanzaban. Cuando llegaron a casa está ya tenía un sinfín de
adornos en el jardín; globos, serpentinas, gorritos de fiesta, una mesa con un mantel azul
cielo llena de bocadillos y caramelos. Su padre había llegado minutos después con la tarta de
cumpleaños con su nombre escrito en chocolate y rebosando de crema batida. Sus amigos
fueron llegando poco a poco, traían bolsas de regalo en las manos o envoltorios de colores
brillantes. Juntos habían pasado la tarde corriendo de un lado a otro, jugando a ser caballeros
que protegerían al príncipe de los malos.

- Me gusta jugar al príncipe tanto como a ti te gusta jugar a ser buen padre. – el hombre le
miro incrédulo, noto como el color rojizo subía por sus mejillas. Sintió como su madre le
tomaba del brazo, sin embargo él se mantuvo firme frente al hombre que le miraba con cierto
desdén.

- Jinnie, así que, ¿Crees que no soy un buen padre? – el hombre hablo de manera dulce, como
cuando le leía cuentos de pequeño cuando llegaba con la botella de cerveza en mano. Fingía
que adoraba que lo hiciera, aunque en realidad no entendía nada de lo que le leía y terminaba
fingiendo que dormía para que se fuera, cuando cerraba la puerta contaba hasta 6 aun con los
ojos cerrados, esperando que no volviera hasta la mañana siguiente. – Solo eres un malcriado,
ni siquiera sé por qué digo que eres mi hijo.

- No lo creo, no lo eres. – esta vez era él quien usaba ese tono burlón. – Seria mejor si no lo
dijeras, créeme nos beneficiaria a ambos.

- Repítelo. – dijo casi rechinando los dientes cuando hablaba. – Dilo de nuevo, mocoso.

- No tengo porque hacerlo. – respondió de manera segura, su madre le tiro de la camisa


escolar pero él no se movió.

- No te pregunte si querías hacerlo, dije que lo hicieras. – esta vez el tono de la voz de su
padre había incrementado, estaba haciendo valer su supuesta autoridad.

- No lo hare, no puedes exigirme cosas cuando tú ya no tienes autoridad sobre…– la palma


del hombre se estrelló en su rostro interrumpiendo sus palabras. Había sido un golpe seco y
directo, sentía como la parte se adormecía.

- Espero que después de esto aprendas a respetarme, aun soy tu padre. – no dijo nada, su
madre se acercó para revisarle el rostro, estaba seguro de que la zona ya había enrojecido y
ella lucía preocupada. – Ojalá esto no te arruine el rostro porque es lo único que tienes, no
vas a lograr nada fingiendo ser un estudiante, hace tiempo que debiste dejar de jugar a la
escuelita con tus amigos riquillos, tú no eres como ellos Hyunjin, ¡Mételo en tu maldita
cabeza!, jamás serás como esos niños que pueden tener lo que quieran con chasquear los
dedos.

En otra situación quizá incluso habría llorado, no de tristeza. Sino de enojo, odiaba cuando
su padre hacia ese tipo de comparaciones sin sentido con sus demás amigos. No entendía
porque los rebaja a nada frente a ellos, si todos tenían el mismo valor humano.

- Tienes razón, no soy como ellos. – su madre le miro expectante, el hombre no dijo nada.
Solo se dedicó a observarle. – Y estoy seguro de que tampoco soy como tú, no quiero serlo
jamás.

- Hyunjin. – su madre tiro nuevamente de su camisa, sentía como todo su cuerpo temblaba,
parecía como si el aire se hubiera vuelto un tanto más viciado.

- Seguiré jugando al príncipe cuanto tiempo me plazca para evitar terminar como tú. – el
hombre levanto nuevamente la mano pero esta vez su madre intervino.

- Vete ahora. – dijo en tono suave, ese tono que siempre usaba cuando le decía que se
detuviera. – Minho ya debe estar fuera, no quiero que espere demasiado, llegaras tarde.

- Anda, vete a gastar nuestro dinero en tonterías. – el hombre camino de regreso al sofá, como
si hubiera olvidado que minutos antes tenía la intención de golpearle, aun caminaba de
manera torpe pero el fingía estar bien.

- Ve Jinnie, no olvides almorzar en la escuela. – odiaba tener que dejar a su madre sola con
aquel ebrio que proclamaba autoridad ante ellos.

- Llámame si pasa algo, no lo dudes. – ella no dijo nada, simplemente asintió aunque sabía
que no lo haría, prefería mantenerlo alejado de los problemas con ese hombre, fingía que no
sucedía nada aunque hubiera platos rotos en el suelo o lágrimas en su rostro, le sonreía,
sonreía solo para él, por ello detestaba la idea de que su padre le juzgara sin razón. Sentía
que había perdido todo derecho sobre ellos.

La mujer le acomodo el cabello hacia un lado y deposito en la mejilla, un beso suave, de esos
que cuando era niño le curaban cualquier herida causada durante las tardes de juego, siempre
se decía que eran mágicos porque el dolor desaparecía casi al instante.
- Te traeré tarta de durazno. – dijo con una sonrisa, cuando su padre había comenzado a beber
en exceso su madre solía comer con él tarta de durazno a la hora de la cena, servía una gran
rebanada en un plato y ambos compartían la cuchara, a veces lo acompañaban con una
malteada de vainilla o té verde, aunque este último no le gustaba del todo por su sabor
amargo.

La mujer le miro con una sonrisa en el rostro pero él sabía que detrás de la curvatura de sus
labios no había felicidad, ese sentimiento parecía huir de ellos. Cada que esto sucedía se
prometía en el interior, que seguiría dando lo mejor para que esa luz resplandeciente que
iluminaba a su madre cuando era pequeño regresara a ella.

Salió del apartamento hacia el elevador, una de las vecinas le miraba. No era una mirada
mala, de hecho parecía que tenía cierto interés en su rostro. La bofetada, seguro había hecho
que se hinchara ligeramente. Aun así le incomodaba, detestaba que le miraran con compasión
o incluso lastima, como si fuera alguien herido o en agonía. El no sentía pena por el mismo,
jamás lo haría. Esto era lo que era y luchaba por salir de ello con todas sus fuerzas.

Cuando las puertas se abrieron en el primer piso, pudo ver a Minho esperando frente a las
puertas cristal. Sostenía el celular en las manos y la manera en la que estaba parado le
delataba, seguramente se había excedido nuevamente en el taller de danza, pero sabia cuanto
detestaba Minho que le echaran en cara el que se sobrepasara consigo mismo.

Una vez estuvo a su lado pudo notar que hablaba con Han, estaba tan sumido en la
conversación que ni siquiera había notado su presencia, tecleaba de manera rápida y mantenía
una sonrisa dulce en el rostro, casi de manera automática Hyunjin sonrío de la misma manera.
Adoraba ver la felicidad de sus amigos porque era lo que anhelaba para sí.

- ¿Nos vamos? – Minho dio un ligero salto cuando escucho su voz y no pudo evitar explotar
en carcajadas. El castaño le atesto un golpe en el hombro pero asintió.

Ambos caminaron animadamente hasta la estación donde tomaban el metro, ahí observo al
chico que tenia la taquilla justo arriba de la suya, por alguna razón el menor llamaba siempre
su atención. Aunque ahora tenia el cabello castaño, solía llevarlo a colores, acompañaba el
uniforme escolar con unos converse rojos y los puños de la camisa le sobresalían del saco
gris. Le siguió con la mirada viéndole abordar en el mismo vagón que ellos, Minho caminaba
tras él, aun absorto en su conversación con Han.

- Dongsaeng. – el menor levanto la vista, rápidamente se bajó el cubrebocas que portaba


dejando a la vista la herida en uno de los lados de su labio, la vista de Hyunjin rápidamente
lo noto.

- ¡Sunbaenim! – dijo inclinando la cabeza y Hyunjin negó con una ligera sonrisa en el rostro,
el menor parecía un tanto apenado.

- Ya hablamos de eso Jeongin, solo soy Hyunjin. – el menor asintió un par de veces, eran
pocas las ocasiones en las que habían podido hablar pero el rubio sentía cierto tipo de
confianza para con el chico. – Por cierto, ¿Qué tienes ahí?

- Al menos déjame decirte Hyung. – el rubio suspiro pesado per termino por acceder. Ante
las palabras del mayor Jeongin se toco la parte afectada y sonrío un poco haciendo que sus
ojos se achinaran. – No tuve precaución en la clase de box, seré más cuidadoso Hyung.

Admiraba que ese chico tuviera el valor suficiente para realizar ese tipo de actividades, él
nunca había sido bueno en los deportes de contacto, creía que debías tener demasiada fuerza
y no solo del tipo física, sino también del tipo mental.

- ¿Qué te paso a ti? – pregunto y Hyunjin se quedo un momento en blanco. ¿Qué se suponía
que debía decir?, ¿Qué había tenido una pelea con su padre y había terminado con una
bofetada bien acomodada en el rostro?, sin duda para él, eso no era una opción.

- Me caí de la patineta ayer. – respondió riendo un poco. Se sentía mal por mentirle pero no
quería que los demás comenzaran a verle con lastima. – Soy un poco torpe a veces.

Jeongin se unió a su risa y se quitó el cubrebocas para después extendérselo.

- Acababa de ponérmelo cuando subí. – explico cuando sus manos tomaron el cuadro color
negro. – Se ve hinchado, creo que te ayudaría mas a ti que a mí.

Una oleada de calidez le invadió, la amabilidad des intencionada era algo con lo que no te
topabas con frecuencia, al menos no en una sociedad que vivía al límite, donde todos parecían
ser presa de otro alguien en algún punto, presionando a los más débiles y dejando en el olvido
a aquellos que no podían adaptarse.

- Gracias. – susurro, una vez que se desocupo el asiento a su lado lo tomo. Acomodo su
mochila sobre sus piernas y recargo la cabeza en el hombro de Jeongin.

Minho los observaba desde el otro lado del vagón, había dejado su celular por la paz y ahora
le miraba como tratando de adivinar de que iba la situación, aunque realmente no había
ningún tipo de situación rodeándoles. Los tres llegaron juntos y se despidieron del menor en
la entrada de su aula.

- ¿Desde cuando eres tan confianzudo? – Minho le dio un pequeño empujón y el negó.

- Solo intento ser un buen Hyung. – hablo alzando los hombros como restándole importancia,
Minho negó sonriendo de manera divertida.

- Como digas. – respondió sonando demasiado incrédulo.

- ¿Sabías que Jeongin hace box? – Minho negó.

- ¿Qué no el esta en literatura con Seungmin?, nosotros le devolvimos el tomo de la serie que
le había prestado. ¿Te acuerdas? – detuvo su andar y su mente comenzó a procesar las
palabras de su amigo.

Recordó aquel favor que Seungmin les había pedido y de pronto se encontró en blanco.

- Anda Príncipe, que se nos hace tarde para biología. – Minho le observaba a unos cuantos
pasos de distancia, camino siguiéndole sin embargo su mente no dejo de cuestionarse algo.

¿Jeongin le había mentido?

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