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EL GRAN ERROR

Ian James era realmente feliz. El año escolar había terminado y los resultados de
sus exámenes eran mejor de lo esperado. Ahora, después de todas esas semanas de
duro trabajo, él se iba de vacaciones.
Afortunadamente, su rico tío, Tío Patrick, no había olvidado su promesa. Ian había
hablado con él por teléfono dos noches antes – todo estaba planeado. Tío Patrick
había marchado a Francia así que su casa al lado del mar estaba vacía. El había dejado
la nevera llena de comida y bebida y la llave estaba debajo del felpudo. Ian podría usar
la casa hasta que su tío volviera. Paula, su novia iba a alojarse con el al día siguiente y
ellos podrían pasar algún tiempo juntos.
El miró fijamente a través de la ventana del tren viendo las casas, campos y
personas pasar. El tren empezó a aminorar cuando entró en la estación Bridgeview.
La mujer gorda que se sentaba enfrente de él estaba todavía dormida. El tren se
detuvo de repente.
“Oh,” exclamó ella, poniéndose de pie y sacando su cabeza por la ventana. “Es
Bridgeview.” Ella cogió su bolso y corrió a la puerta. “Que suerte que me desperté, sino
habría ido a Littlepoint!”
Así que Ian sabía que tenía que bajarse del tren en la siguiente estación. El miró su
reloj mientras el tren salía de la estación. Casi las 6 en punto. El tenía hambre y
empezó a pensar en toda la comida de la nevera que estaba esperando por él.
El escenario cambió. En la distancia el podía ver el mar y unas cuantas personas en
la playa. Ian nunca había estado en la casa de su tío antes. El no se había dado cuenta
de que vivía tan cerca del mar – el esperaba que no estuviera demasiado contaminado.
El podía oler el aire salado del mar.
El tren silbó mientras se acercaba a la estación de Little point. Ian agarró su maleta
y se bajó del tren. Afortunadamente, había un taxi libre. El metió su maleta en el
maletero y le pidió al conductor que le llevara a Cliffview.
“¿Qué número?” preguntó el conductor.
“Veintiocho” contestó Ian.
No llevó mucho tiempo llegar allí. El taxi se paró fuera de la casa más grande en la
calle.
Ian pagó al conductor del taxi y cogió su maleta. Cuando subía por el camino, se
preguntaba quién había plantado todas las flores en el jardín. El no sabía que su tío
fuera el tipo que estaba interesado en jardinería. El continuó subiendo el camino, y se
paró en la puerta. Levantó el felpudo. La llave estaba exactamente donde su Tío Patrick
había prometido.
Abrió la puerta y entró en el hall, cerrando la puerta detrás de él. Llevó su maleta
por las escaleras, atravesó el hall y entró en el salón.
Había dos sofás largos en una esquina de la habitación y una mesa y sillar
ocupaban el centro. El suelo estaba cubierto con una gruesa moqueta y cortinas beige

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colgaban de las ventanas. Había un enorme gabinete que contenía muchos adornos
diferentes, y un jarrón de flores sobre la mesa.
Ian exploró el resto de la planta baja. Había un baño, un comedor, un pequeño
estudio y una cocina grande.
Ian llevó su maleta arriba. Había 3 habitaciones y un cuarto de baño. El eligió la
habitación más grande y tiró su maleta sobre la cama. El estaba demasiado cansado
para deshacerla. Entró en el baño y tomó una ducha rápida. Dejó las toallas en el suelo
y fue a vestirse. Vació su maleta, tirando sus ropas sobre la silla. Las colgaría en el
armario más tarde. Ahora el tenía hambre así que bajó a por algo de comida. Abrió la
nevera – qué decepción! Había 2 patatas cocidas, un poco de jamón y una botella de
leche. No era mucho, pero Ian no tenía elección. Comió su comida en el salón, delante
de la televisión.
Después de un rato, notaba sus ojos muy pesados. Estaba cansado. Apagó la
televisión y subió a la cama.
Había estado durmiendo durante una hora, cuando le despertó un fuerte ruido.
Una ventana siendo rota. El oyó el cristal caer al suelo. Se sentó en la cama y encendió
la lámpara de la mesita. El podía oír voces abajo. ¡Ladrones!
Se sentó inmóvil durante un momento, preguntándose qué hacer. El teléfono
estaba abajo así que no podía llamar para pedir ayudo. ¿debería bajar abajo y hacerles
frente? No…. Ellos pueden ser peligrosos.
El les oyó caminando por el hall, y encender una luz. Ian salió de la cama y se
deslizó hasta el rellano.
Podía oír a los ladrones hablar – él escuchó lo que estaban diciendo.
“¿Dónde le enterraste?”
“Creo que es mejor si no lo sabes. No te preocupes, nadie le encontrará jamás.”
“Oh Dios, Yo no quería hacerlo!”
Ian tembló. Los ladrones habían matado a alguien y enterrado el cuerpo.
El miró debajo de las escaleras y vio a los 2 hombres. Uno de ellos estaba sentado
en el sofó, el otro estaba inclinado contra la mesa. Los dos llevaban trajes negros. El
hombre cerca de la mesa tenía una mancha roja en su camisa blanca. ¿Sangre?
Ian entró tan silencioso como era posible en la habitación. El cerró la puerta detrás
de él. ¿Cómo podía escapar?
Pensó en una película que había visto una vez. Un hombre había escapado de una
casa en llamas usando las sábanas como una cuerda. Ian corrió a la ventana, el miró
abajo. Era una larga caída. No había hierba debajo de él, sólo cemento.
De repente las voces se acercaron. Estaban subiendo las escaleras. Ian tembló de
miedo. El no sabía dónde esconderse. Miró alrededor de la habitación
desesperadamente. ¡El armario! El corrió hacia él, se metió dentro y cerró la puerta.
Las voces y pisadas se aproximaron. Alguien abrió la puerta de la habitación – Ian
dejó de respirar. Uno de los hombres habló.
“Te lo dije. No hay nadie aquí. Mira tu mismo.”

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Cerraron la puerta y continuaron por el rellano. Ian saltó fuera del armario y corrió
a la puerta – la abrió lentamente. Comprobó que el rellano estaba vacío. Las voces
venían de una de las habitaciones más grandes – estaban buscando dinero!
Ian corrió rápidamente fuera de la habitación y bajó las escaleras – él tenía que
llamar a la policía¡ cogió el teléfono y marcó 999. El teléfono estaba desconectado. Los
asesinos habían cortado los cables afuera.
¿Cómo podía llamar para pedir ayuda? Miró a sus pies descalzos. Sus zapatillas
estaban arriba. Así como sus ropas. El no podía salir en la fría noche en pijama.!
La luz del rellano de repente se encendió. El podía oír a alguien bajar por la
escalera. Ian se tiró al suelo, detrás de la mesa. Uno de los hombres había entrado en
la cocina. Le oyó abrir un armario, y verter un vaso de agua.
El tuvo una idea. Ahora que los hombres se habían separado, quizás podía
enfrentase a ellos él solo. Se movió tan silenciosamente como era posible y se
escondió detrás de puerta de la cocina. El hombre terminó su bebida y caminó hacia el
hall. Ian estaba preparado. Justo cuando el hombre puso su pie bajo el marco de la
puerta, Ian empujó la puerta tan fuerte como pudo. El hombre gritó de dolor y cayó al
suelo. Ian rápidamente cerró la puerta y giró la llave.
Sabía que los gritos del hombre pronto serían oídos por su cómplice así que tenía
que intentar detener al otro. El no tenía tiempo para pensar. El hombre estaba
bajando la escalera.
Ian se agachó detrás de un armario. Estaba oscuro y no podía ser visto. El hombre
perdió el equilibrio y cayó con los últimos pasos. Ian desenchufó el teléfono y corrió
rápidamente a donde el hombre estaba tendido. El estaba boca abajo y no consciente
del todo. Usando el cable del teléfono, Ian ató las manos del hombre detrás de su
espalda.
“¿Quién eres? ¿Qué quieres?” gritó el hombre.
Ian no contestó, y corrió escaleras arriba s su habitación. El encontró sus zapatillas
y su bata. Ahora tenía que correr a pedir ayuda.
Saltó sobre el hombre al final de la escalera, ignorando sus gritos, y corrió hacia la
puerta delantera. La abrió y gritó de miedo!
Delante de él estaba el hombre que había encerrado en la cocina! La sangre
goteaba de su nariz. El hombre sujetó los brazos de Ian y se los puso detrás de la
espalda – era muy fuerte. Ian no podía escapar!
“Tú pequeño gamberro! Te olvidaste la pequeña puerta trasera en la cocina,
¿verdad?”
El empujó a Ian al sofá.
“Bill, desátame!”
El hombre que Ian había dejado al final de la escalera se puso de pie y caminó
hacia ellos. El teléfono colgaba del cable detrás de su espalda.
“¿Quién es este?” preguntó él.
“No lo sé, pero voy a enseñarle una lección.”

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El metió su mano dentro del bolsillo de su chaqueta. Estaba buscando su arma!
“Maldición, debo haberlo dejado en el coche,” dijo el hombre. El salió de por la
puerta delantera.
Ian tembló de miedo. El miró alrededor de él. No tenía oportunidad de escapar.
Los hombres eran demasiado grandes y demasiado fuertes. Puede que el pudiera
convencerlos de que lo dejaran irse.
“Escuchen,” dijo el, “tengo algún dinero arriba en mi maleta. Podéis cogerlo si me
dejáis irme. No se lo contaré a nadie.”
“¿Qué?” se rió el hombre. Es estaba sujetando un pequeño objeto negro. Ian cerró
sus ojos. Era el final.
“No, no!” el suplicó.
“Lo siento. Te lo mereces,” fue la respuesta.
Ian esperó, sus ojos todavía cerrados fuertemente.
“Hola, policía? Acabo de encontrar un ladrón en mi casa. Sí, él está aquí delante de
mi.”
Ian abrió sus ojos con asombro. El pequeño objeto negro era un teléfono!
“¿Su casa?” gritó él. Ellos no le contestaron.
“La dirección? Cliffview, nº 28. Sí, él está bajo control. Esperaremos.”
“¿Qué quiere decir, su casa? Esta es la casa de mi tío!”
“Intenta decírselo a la policía!”
Ian intentó convencerles de que él estaba diciendo la verdad. Ellos no le
escuchaban.
Unos minutos más tarde, un coche de policía llegó. Ian estaba arrestado. En la
comisaría el fue interrogado pero nadie le creía.
Se le permitió telefonear a su tío.
“Háblales, Tío Patrick. Diles que la casa el tuya!”
La respuesta de su Tío le sorprendió.
“No puedo!” contesto Tío Patrick. “No es mi casa. La mía es el número 26!”
Tío Patrick habló con la policía y explicó la situación. Ian había cometido un
terrible error!
“¿Qué hay del hombre enterrado? Les oí hablar del asesinato!” dijo él al policía.
Los 2 hombres se miraron el uno al otro.
“¿Qué hombre?” preguntó el policía.
“Eso no era un hombre! Era un perro. Nosotros le atropellamos con el coche al
volver del restaurante. No tenía collar, era un vagabundo. ¿Qué más podíamos hacer?”
“Y la sangre en su camisa?”
“Eso no es sangre!” contestó el policía. “Es vino. Puedo olerlo desde aquí.”
Ian se sintió estúpido. El tuvo que estar en la comisaría mientras la policía y uno de
los hombres iban a comprobar que nada había sido robado. Cuando volvieron, tenían
la maleta de Ian con ellos. Eran casi las 8 en punto de la mañana. Ian no fue acusado y

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era libre para irse. El pidió disculpas a los dos hombres, y fue acompañado a la casa de
su tío. Esta vez, la correcta.
Ian fue dejado en la puerta del 26, de Cliffwiew. El había tenido una mala noche, y
estaba cansado. Encontró la llave debajo del felpudo. Había una carta debajo de la
puerta. Se inclinó para cogerla. Era de Paula. Decía:
Después de 2 horas en el tren, esperaba encontrarte en
casa, no te molestes en llamar – no quiero hablar contigo!
Ian tenía que dar algunas explicaciones.

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