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LUIS, EL RABIOSO INVISIBLE

En una tarde soleada y alegre pregunté a mi madre, “ Mamá, ¿por qué


los niños celebran el día de la alegría?”, y ella me contó esta historia:

Hace mucho, pero mucho tiempo, se reunieron niñas y niños de


todos los colores y razas para jugar; cantar y aprender a quererse.

Unos niños traían chistes y cuentos, otros juegos de pelota, helados,


tortas y dulces; en fin, la fiesta comenzó. Risas y sonrisas, gritos
alegres y convites: “a comer tantas delicias”, se oía por todas partes.

De repente, en uno de los grupos, se escuchó llorar a una niña, era una pecosa pelirroja,
vestida con un delantal pintado con flores y conejos. Todos corrieron a preguntarle qué
sucedía. La niña contó que, mientras corría detrás de una bomba de colores, sintió que la
tiraban de las trenzas, tumbándola por el piso. Lo extraño era que ella no había visto a nadie,
solo sintió que la tiraban por el suelo.

En tan sólo unos segundos, otros niños y niñas comenzaron a rodar; empujados por una
fuerza que nadie veía, era como si un ser invisible estuviera arrojándolos de aquí para allá.

Ante semejante confusión los niños decidieron reunirse alrededor de una fuente para tratar de
comprender lo que estaba sucediendo. Lo que los niños no sabían era que en esta fuente se
podían ver los sentimientos, las alegrías y las tristezas. Cuando los niños miraron en el agua,
descubrieron las alegrías y las tristezas de cada uno de ellos, pero también descubrieron que
en el agua se veía la sombra de un niño que no estaba. Era como si todos los allí presentes se
miraran en un gran espejo, pero uno de ellos, que no estaba allí, aparecía reflejado en el
agua, llorando y malgeniado. Una de las niñas preguntó a la sombra:

-Oye niño, por qué lloras y tienes tanta rabia.

El niño contestó:
-Me llamo Luis, y me dicen “el rabioso”, y tengo tanta ira con todo el mundo porque
mis padres nunca juegan conmigo, y algunas veces hasta tiran los zapatos a mi cabeza
cuando no les hago caso; por eso, a mí me molesta ver reír a otros, me molesta la
alegría. Y quiero que sepan que de tanta rabia que me ha dado en la vida, poco a poco
me fui quedando solo hasta que me volví invisible. Ahora sólo quiero jalar las trenzas
de las niñas y pellizcar a todo el que vea contento.

En ese preciso momento Juanito Sonrisas habló a la imagen del niño y le dijo:

-Te propongo un juego, como ya sabemos que eres invisible te vamos a invitar a correr
con nosotros, a saltar y cantar; ven amigo Luis vamos a jugar.

Los niños y las niñas jugaron toda la tarde con Luis, y para sorpresa de todos, Luis se fue
olvidando de sus rabias y comenzó a verse. Cuando terminaron de jugar, era un niño de carne
y hueso como todos los demás y tenía en el rostro una espléndida sonrisa que compartió con
sus nuevos amigos. Fue tanta la alegría de los niños al ver así a Luis, que decidieron celebrar a
partir de ese momento el día de la alegría, para no olvidar jamás que, a los niños maltratados,
la rabia y el mal genio los va volviendo de manera lenta en solitarios, y en algunos casos,
invisibles.

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