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ANTROPOLOGÍA
FILOSÓFICA
Una introducción a la Filosofía del Hombre
Quinta edición
Primera reimpresión
1. «La condición sexuada, el que cada persona sea mujer o varón en su integridad, en todas sus
dimensiones y a lo largo de toda su vida es la forma inicial del dramatismo que pertenece a la vida
personal, antes de que surjan los muy diversos argumentos posibles en que van a consistir las trayec-
torias vitales. Es el supuesto de todos ellos». MARÍAS, J., Mapa del mundo personal, Alianza Editorial,
Madrid 1993, p. 28. Cfr. también, ID., Antropología metafísica, Alianza Editorial, Madrid 1995, pp.
120-127.
2. RUIZ RETEGUI, A., «La sexualidad humana», en Deontología biológica, p. 265.
3. «El sexo femenino se constituye a partir de dos cromosomas iguales, que se designan con la
letra x; en la especie humana la mujer es genéticamente determinada por la fórmula xx. El sexo mas-
culino tiene un cromosoma sexual igual al x de la mujer y otro distinto, designado con la letra y; el
hombre es genéticamente determinado por la fórmula xy». LUCAS LUCAS, R., op. cit., p. 214.
184 LA PERSONA HUMANA
6. Cfr. BURGGRAF, J., voz «Género» («gender»), en CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA, Lexi-
cón: términos ambigüos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas, pp. 511-519, Palabra,
Madrid 2004.
186 LA PERSONA HUMANA
percepción de que esta necesidad puede ser satisfecha, de que esta deficiencia
puede ser superada y esta pobreza recibir socorro mediante el encuentro con la
persona humana del otro sexo. Y puesto que esta atracción tiene su origen en una
condición permanente del ser humano, no se encuentra (enteramente) en función
de la procreación» 13.
La descripción de la sexualidad desde el punto de vista meramente fisioló-
gico supone una visión parcial y deformada de la persona. Ocurre algo parecido,
por ejemplo, con la sonrisa. Definir la sonrisa desde la fisiología como una deter-
minada contracción de los músculos de la cara, o desde la psicología experimen-
tal como un tipo de respuesta a determinados estímulos positivos, es verdadero,
pero insuficiente. Sonreír es también (y sobre todo) símbolo y expresión de ale-
gría, acogida y amistad hacia otra persona: estos sentimientos expresan el amor,
no reducible a una descripción fisiológica. De manera análoga, en la donación de
sí que se da en la sexualidad se expresa realmente mucho más que la mera unión
fisiológica entre macho y hembra.
Ciertamente, como todo lenguaje, también el lenguaje sexual es susceptible
de ser utilizado para engañar. Puedo manifestar con mis gestos algo que no es
verdadero, como puedo simular la sonrisa ante un enemigo al que odio, o decir
palabras de adulación hacia alguien de quien esperamos recibir un beneficio. En
este último caso no quiero a la persona, sino el bien que ella me pueda reportar:
la persona es utilizada sólo como un medio para mi beneficio. La donación se-
xual es engañosa cuando está privada de su dimensión verdaderamente personal.
«Una entrega corporal que no fuera a la vez entrega personal sería en sí misma
una mentira, porque consideraría el cuerpo como algo simplemente externo,
como una cosa disponible y no como la propia realidad personal» 14. En otras pa-
labras: «La donación física total sería una mentira si no fuese el signo y el fruto
de la donación personal total» 15.
Lo propio de la donación sexual de la persona humana, debido a su carácter
espiritual, es su exclusividad y perpetuidad, condiciones que se dan sólo en la
institución matrimonial. En efecto, si la persona humana posee la capacidad de
trascender el momento presente, y su obrar no está ligado a las coordenadas espa-
ciales o temporales, eso quiere decir que es espiritual. La única manera de darse
totalmente como persona es «para siempre»: en todo tiempo y en todo lugar. En
realidad, la perpetuidad es la exclusividad a lo largo del tiempo. «La única mane-
ra de amar con amor exclusivo a alguien es no amar a nadie más con ese amor
exclusivo. Entregarse del todo significa entregarse una sola vez, a una sola perso-
na, y guardar todo para ella (...). Cuando el amor es verdadero, es incondiciona-
13. CAFFARRA, C., Ética general de la sexualidad, 4.ª edición, Ediciones Internacionales Univer-
sitarias, Madrid 2006, p. 55.
14. RUIZ RETEGUI, A., op. cit., p. 278.
15. JUAN PABLO II, Familiaris consortio, n. 11.
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4. MATRIMONIO Y FAMILIA
De este modo el amor conyugal funda la vida común de los esposos al crear
una comunidad conyugal. El matrimonio es un compromiso voluntario y libre de
los contrayentes, mediante el cual deciden quererse y entregarse el uno al otro,
en exclusividad y permanencia. Prometer, comprometerse, significa incluir el fu-
turo en el amor presente. El sí matrimonial es un compromiso y una expresión de
libertad radical, de tal modo que «quien no sabe comprometerse no logra vivir en
la dimensión más profunda de su condición de persona» 20.
Libertad y compromiso no se oponen; más bien el compromiso es la realiza-
ción de la libertad en el tiempo. Una errónea concepción de la libertad quiere man-
tenerla siempre «libre» de compromisos; pero así la libertad no se pone en juego,
no se «gasta». La libertad se actualiza cuando se autodetermina, o se «autodesti-
na» hacia un fin querido libremente: no es la ausencia de vínculos, sino la asun-
ción libre de los mismos. Lo contrario, en el fondo, no es libertad, sino someti-
miento a las circunstancias cambiantes (como el girasol). «Quien no se concibe
libre hasta el punto de poder comprometerse, quien no se siente tan dueño de sí
como para decidir darse porque le da la gana, en el fondo no es del todo libre,
está encadenado a lo pasajero, a lo trivial, al mero presente» 21.
El pacto matrimonial consiste en el consentimiento de ambas partes y puede
ser definido como: «el acto de la voluntad por el que varón y mujer se dan y acep-
tan plena, perpetua y exclusivamente, como tales, en todo cuanto concierne a aque-
lla unión de vida orientada al bien de los esposos y a la generación y educación in-
tegrales de los hijos. Este consentimiento debe darse entre personas capaces y ha de
manifestarse en forma legítima» 22. De esta manera, gracias al pacto matrimonial
queda establecida la primera comunidad natural humana, que es la familia.
Se trata de una comunidad porque lo propio de una institución comunitaria
es «querer los mismos fines y valores, y compartir los medios de que se dispon-
ga para lograrlos» 23. En la familia «hay un bien común, el hogar dentro del cual
se lleva a cabo una tarea, una obra y una vida, todas ellas comunes, compartidas
entre los miembros de la familia» 24. En este sentido, «el sexo es un instinto que
produce una institución (...). Esa institución es la familia: un pequeño estado o
comunidad que, una vez iniciada, tiene cientos de aspectos que no son de ningu-
na manera sexuales» 25.
La familia es además natural en el sentido de que su estructura interna no es
arbitrariamente decidida por el hombre. No existen «modelos» distintos de fami-
lia según las circunstancias históricas. Pueden existir diversos tipos de uniones en-
20. VILADRICH, P.J., Agonía del matrimonio legal. Una introducción a los elementos conceptua-
les básicos del matrimonio, 4.ª edición, EUNSA, Pamplona 2001, p. 132.
21. Ibid., p. 133.
22. Ibid., p. 152.
23. YEPES STORK, R., Fundamentos de Antropología, op. cit., p. 252.
24. Ibid., p. 284.
25. CHESTERTON, G.K., El amor o la fuerza del sino, 2.ª edición, Madrid 1994, p. 283.
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tre los hombres y las mujeres, pero la institución llamada familia es naturalmente
estable y monógama, porque «la madurez de la sexualidad se alcanza cuando se
otorga a una sola persona y se continúa después en la familia y en los hijos» 26.
Esta comunidad familiar es el primer ámbito de la socialización humana,
donde el niño toma conciencia de ser persona «para alguien» (principalmente
para los padres). Sin familia el hombre no es viable, ni siquiera biológicamente:
un bebé, un enfermo o un anciano no pueden valerse por sí mismos; necesitan un
hogar, una familia donde poder existir, amar y ser amados por lo que ellos son, y
no por su utilidad. Además, la familia es el depósito de los valores que más pro-
funda y permanentemente quedan grabados en el espíritu de sus miembros me-
diante la educación (actitudes religiosas, jerarquía de valores, virtudes humanas,
formación ética, etc.).
Así pues, «el matrimonio cumple una doble función: reconocer, proteger y
hacer posible y estable la unión de los esposos y asegurar la supervivencia y
crianza de los hijos» 27. Se suele hablar entonces de que los fines o bienes del ma-
trimonio son dos: la procreación y educación de los hijos; y el amor mutuo entre
los esposos. A estos bienes se les suele denominar primario y secundario, respec-
tivamente. Es preciso aclarar que secundario no significa menos importante,
como si se tratara de dos fines yuxtapuestos. Secundario quiere decir que está or-
denado al fin primario, como «el medio más apto, y también el más acomodado
a la naturaleza específica del hombre, para lograr el fin primario del matrimonio.
La comunidad de vida entre varón y mujer que implica la amistad conyugal crea
las mejores condiciones para la generación y educación de los hijos (...). El amor
de los padres se decanta en los hijos, y en ese clima de amor y de unidad crecen
y se desarrollan los hijos con las mejores garantías de bienestar corporal y espiri-
tual. Por eso la amistad conyugal constituye el fin secundario o específicamente
humano del matrimonio» 28.
Esta dualidad de bienes del matrimonio es pertinente en la medida en que
sirve para clarificar lo esencial del matrimonio. Sin querer asumir el fin primario
del matrimonio se puede decir que no hay tal; sin embargo, si existe el deseo de
cumplir con el fin natural primario sí existe pacto matrimonial 29. En realidad,
como ha sido puesto de relieve por K. Wojtyla (completando la doctrina clásica),
el fin del matrimonio es único: el amor que se manifiesta en dos vertientes; la pri-
mera corresponde al amor recíproco de los esposos; la segunda (derivada natural-
mente de la anterior) se dirige a los hijos 30.
5. SEXUALIDAD Y FECUNDIDAD