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Pecados de Sangre

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nas que, sin ningún motivo de lucro, han dedicado su tiempo a traducir y corregir los
capítulos del libro.
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Créditos
Traducciones Independientes

MODERACIÓN
Reshi

TRADUCTORES CORRECCIÓN

Achilles Syl
Moon M Lucie
Andrrea
Jazmin REVISIÓN FINAL
Cris G Reshi
Juliette
Kasis

DISEÑO DE PORTDA
Wes

DISEÑO DE PDF Y EPUB


Niktos
SINOPSIS
El vampiro Cyprian Von Bamberg ha pasado siglos escondido en las sombras, existien-
do sólo para eliminar a los que su Señor quiere muertos. Enviado a una misión de rutina
para asesinar a un Lord de los íncubos, no esperaba enfrentarse a un tentador cazador
cuya sangre le canta dulcemente.
Cuando al cazador de vampiros, Risk se le asigna la misión para proteger a otro
Lord presumido de los íncubos, no esperaba ser derrotado y capturado por un vampiro.
Y ciertamente no esperaba que su corazón se acelerará cada vez que los ojos grises de
aquel “chupasangre” lo mirarán, porque no hay mayor pecado que el de un cazador que
desea a un vampiro.

Pecados de Sangre es una apasionada novela independiente m/m ambientada en


el universo de BeMo.
PecadoS
de
Sangre
Una Novela de Hermosos Monstruos

jex lane
Capítulo uno
Traducido por Achilles
Corregido por Syl

Los latidos de cien corazones latían a través de Cyprian como una sinfonía de metróno-
mos que marcaban un ritmo caótico.
Agachado en el tejado de un castillo de piedra, seguía los movimientos de todos los
cazadores que patrullaban. No se sorprendió al escuchar solo chequeos de rutina a través
de los comunicadores; el lugar estaba rodeado de trampas y lazos creados con magia,
asegurando que ningún vampiro pudiera acercarse sin ser detectado.
Es decir, a excepción de Cyprian, un vampiro inmune a la magia.
No solo podía caminar sobre las trampas mágicas sin activarlas, sino que su habi-
lidad también lo mantenía oculto del tatuaje rúnico que alertaba a los cazadores cuando
un vampiro estaba cerca. Y como asesino, lo hacía particularmente letal.
Un cazador se movió a su puesto en el techo. Cyprian los evitó saltando por el
borde, deslizándose por el techo y agarrándose a la pared de ladrillo del segundo piso. Se
agarró al costado como una araña y se asomó a la ventana abierta de un dormitorio.
En el interior, su objetivo, un íncubo macho rico como la mierda, se pavoneaba
frente a un espejo. Los cuernos retorcidos, rojos y negros de la criatura hacían juego con
su esmoquin, dándole una apariencia casi diabólica. Satisfecho consigo mismo, el íncubo
se alisó la parte delantera de la chaqueta y se dirigió a la puerta.
Cyprian empujó la ventana, se deslizó dentro y cruzó la habitación sin hacer ruido.
Una suave brisa enfrió el aire, y su objetivo se congeló como si sintiera el peligro.
Cyprian preparó su daga.
El íncubo se giró, sus ojos se agrandaron cuando vio a Cyprian.
Antes de que pudiera terminar un “¿Quién...?” la daga brilló con tres golpes rápidos
como un rayo, uno debajo de la clavícula, uno a través del costado del cuello y, finalmen-
te, Cyprian empujó la hoja hacia arriba debajo de su barbilla hacia el cráneo.
Chorros de sangre cubrieron la habitación, su delicioso aroma llenando el aire. Los
colmillos de Cyprian emergieron cuando atrapó el cuerpo inerte y lo dejó en el suelo.
Misión cumplida.
Iba a irse, solo deteniéndose un momento a estudiar los patrones de sangre en el
piso y las paredes. Hacía mucho tiempo que no probaba la sangre de un íncubo, una expe-
riencia embriagadora. Pero por mucho que disfrutara probando el íncubo ahora muerto,
estaba aquí por negocios, no por placer.
Aún así, la sangre lo llamaba y tuvo que luchar contra todos sus instintos para no
responder.
—Mi señor… —Una voz profunda rompió la concentración de Cyprian. Entró un
hombre que casi doblaba en tamaño a Cyprian, vestido con un uniforme de cuero negro
que le quedaba bien y una máscara que cubría toda la cara. Un cazador. Sin duda, el guar-
daespaldas personal del íncubo.
Al cazador le tomó sólo una fracción de segundo darse cuenta de la situación y re-
accionar. Se movió para presionar la alarma en un dispositivo de comunicación conecta-
do a su muñeca, pero Cyprian cruzó la habitación, tomó el brazo del cazador y lo estrelló
contra la pared, destruyendo el comunicador antes de que pudiera activarse cualquier
alarma.
Una tenue luz verde rodeó al cazador. Cyprian apuñaló el torso del cazador, con
la esperanza de tener suerte y deshabilitar la runa de teletransportación, pero no golpeó
nada mientras el cazador se teletransportaba.
Mierda.

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Un dardo de punta plateada zumbó en el aire cuando el cazador reapareció detrás
de Cyprian, con la ballesta en la mano. Trató de esquivarlo, pero el rayo atravesó la parte
superior de su hombro y desgarró su traje de asesino. Este cazador era hábil. Un vetera-
no, sin duda. Cyprian arrojó su daga, apuntando al corazón del cazador, pero éste levantó
la mano y la daga se estrelló contra una barrera de fuerza con una lluvia de chispas y cayó
al suelo.
Mierda.
No había ninguna duda en la mente de Cyprian de que eventualmente podría ma-
tar a este cazador, pero cada momento que pasaba peleando en esta habitación corría el
riesgo de que más cazadores llegaran. Un puñado de cazadores no era un problema para
un vampiro tan viejo como él, pero ¿docenas? Eso podría ser un problema.
Por mucho que le doliera a Cyprian, correr era su mejor opción.
Tomada la decisión, pasó corriendo junto al cazador y atravesó la ventana, lanzán-
dose por los aires.
Usando sus habilidades menores de levitación, Cyprian se elevó sobre los cuida-
dos jardines, hacia el bosque alpino circundante.
Levitar le costaba mucha energía, y no podía mantenerlo por mucho tiempo. Al-
canzando su límite, cayó al suelo con fuerza y ​​rodó, recuperándose rápido y corriendo
para poner distancia entre él y el castillo lleno de cazadores. Cuando estuviera a salvo,
necesitaría darse un festín de sangre durante días para recuperarse.
Un destello verde apareció a su lado y una red plateada se expandió en su cami-
no. Usó su impulso para deslizarse debajo de ella, evitándola. Apenas.
Maldito sea este cazador.
Cyprian estaba de pie y corriendo de nuevo, más rápido de lo que un humano po-
dría ver, pero el cazador permaneció sobre él, teletransportandose para seguirle el paso.
Los rayos llenaron el aire, y cuando Cyprian los esquivó, las bolas recubiertas de plata
pasaron a su lado y se enroscaron alrededor de un árbol cerca de su cabeza, rompiendo
la corteza.
Mierda.
Cyprian tendría que matar al cazador y esperar que no aparecieran otros.
¿Pero cómo?  El mano a mano no había ido bien.  Repasó las posibles formas de
acabar con el humano cuando notó que el cazador usaba una táctica común: si no puedes

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matar al vampiro, acorrálalo en una trampa.
Se le ocurrió una idea y, bajo su máscara, una sonrisa se dibujó en los labios de
Cyprian.
Dejó que el cazador lo acorralara hasta que el cosquilleo ineficaz de la magia pasó a
su alrededor. Se detuvo abruptamente en medio de una trampa para vampiros: un círculo
mágico inscrito en el suelo en el que un vampiro podía entrar, pero no podía salir hasta
que el anillo se rompiera. En este caso, las marcas de brujas estaban escondidas debajo
de las hojas y la tierra.
—Eres un hijo de puta rápido —dijo el cazador, acercándose a la trampa invisible,
pero sin cruzar el umbral.
Cyprian asintió con la cabeza y caminó hasta el borde de la trampa para encontrar-
se con el cazador. El humano era fornido, gruesas cuerdas de músculos visibles bajo el
cuero ceñido que vestía. Cyprian se bajó la máscara para revelar su rostro.
El corazón del cazador dio un vuelco.
Una reacción interesante para un hombre que trabajaba para íncubos, criaturas
que se alimentaban del sexo. Sin duda, el cazador estaba rodeado de cuerpos atractivos
durante todo el día. Con una piel casi translúcida y unos ojos que se habían vuelto de co-
lor gris pálido cuando entró en las filas de los no-muertos, Cyprian se veía distinto, pero
nada parecido a los juguetes sexuales vivos que poseían los íncubos.
—¿Ves algo que te guste? —preguntó.
El cazador se rió. El sonido profundo atravesó los huesos de Cyprian. 
—Esperaba que te vieras más…
—¿Viejo y muerto?
—No. Esperaba que te vieras más rudo. Ya sabes, como ojos hundidos, rasgos afi-
lados, colmillos extra aterradores. —El cazador se llevó la mano a la máscara e hizo un
movimiento de colmillo con dos dedos.
—No necesito parecer rudo, soy rudo.
—Claro, pero pareces un adolescente hambriento.
—Te aseguro que no lo soy.  Además, eso es un poco grosero. —Aunque la eva-
luación del cazador era justa.  Cyprian había sido más pequeño que la mayoría de los
hombres de su época, pero a medida que los humanos obtuvieron un mejor acceso a la
nutrición y la atención médica, se hizo más notorio.

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—Joder, ¿eras siquiera un adulto cuando te convertiste? —preguntó el cazador,
aparentemente divertido por todo este intercambio. Pero que descaro. Cyprian lo miraría
a la cara mientras moría.
—Lo era. Pero era pobre y estaba enfermo. Mi señor… —Se interrumpió antes de
decir “me salvó”. ¿Por qué estaba hablando con este cazador? ¿Y por qué la conversación
parecía tan fácil? Rara vez hablaba con alguien, y mucho menos con alguien a quien pla-
neaba matar.
—Tu señor te convirtió en un monstruo —dijo el cazador.
Cyprian se encogió de hombros. 
—Supongo. ¿Ahora qué?
—Una patrulla llegará pronto. Y luego la señora de la casa decidirá cómo mueres.
—Aburrido.
El cazador se burló, probablemente sonriendo bajo esa máscara. 
—¿Lo es? ¿Tienes una idea mejor?
—Mucho.
—¿Algo que no involucre que te deje ir?
—No. —Cipriano se cruzó de brazos—. ¿Cuál es tu nombre?
—Sí, no te lo voy a decir.
Ambos escucharon el sonido distante de un equipo de cazadores acercándose. El
cazador se giró en su dirección, tal vez para hacerles señas cuando estuvieran lo suficien-
temente cerca.
Cyprian aprovechó el momento, salió corriendo de la trampa y derribó al caza-
dor. Usando una roca cercana, golpeó el cráneo del humano, rompiendo el hueso con
un crujido. El cazador cayó inconsciente, se desangraría lentamente. No queriendo dejar
nada al azar, Cyprian sacó una daga para terminar el trabajo, pero… la sangre—oh dio-
ses—la sangre lo llamaba… le cantaba…
Con manos temblorosas, envainó la daga e hizo rodar al gran hombre sobre su
espalda. Le quitó la máscara al cazador inconsciente y le bajó la capucha para revelar un
rostro atractivo con una mandíbula fuerte cubierta con una barba bien cuidada, la piel
levemente cicatrizada de un guerrero, una frente imponente, cabello castaño largo y ojos
color avellana entreabiertos en los que sería demasiado fácil perderse.
Joder, él también era atractivo.

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Mierda.
El sonido de un latido que disminuye generalmente traía placer a Cyprian, pero
¿ahora? Irritación. Sabía que debía acabar con el cazador, pero se abrió la muñeca de un
mordisco y le dio al humano suficiente sangre para evitar que muriera.
Y cuando terminó, no estaba seguro de qué hacer. No estaba permitido llevarlo a
casa… pero no podía ignorar la llamada de la canción.
Mierda. Tendría que lidiar con las consecuencias más tarde.
Cyprian ató al hombre de gran tamaño, se lo echó al hombro y se llevó al cazador
con él.

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Capítulo DoS
Traducido por Achilles
Corregido por Syl

Risk se despertó con un dolor de cabeza infernal. Lo cual, por supuesto, tenía sentido
porque un vampiro le había destrozado el cráneo. Lo que no tenía sentido era por qué
carajo seguía vivo.
Manteniendo los ojos cerrados, gimió de dolor. No solo le dolía la cabeza, sino que
también le dolían las muñecas y los hombros debido a que estaba atado con grilletes. Al
menos esa era su mejor suposición, dado el frío metal alrededor de sus muñecas. Y su
jodido pecho también se sentía como una mierda, aunque no sabía por qué.
En general, una noche de mierda.
Al menos estaba un poco tranquilo. El agua goteaba en algún lugar en un charco
con un lento y constante plink-plink-plink.
El aire olía a viejo: polvoriento, frío, con un toque de humedad.  Escalofríos re-
corrieron su espalda desnuda. No solo le faltaba la camisa, sino que los pantalones se
sentían demasiado holgados para ser el uniforme de cuero que vestía. Ni siquiera tenía
botas. Sus pies descalzos colgaban del suelo. Esperaba no estar sobre una especie de pozo
de la muerte, pero decidió que no había suficientes corrientes de aire para eso.
Supuso que probablemente debería abrir los ojos y averiguar dónde estaba y si
podía escapar.
Preparándose para más dolor, abrió los párpados. El alivio lo inundó cuando en-
contró la habitación iluminada por una sola vela en una lámpara. Aunque “habitación”
era ser generoso. Bloques de piedra gris lo rodeaban, formando tres paredes y el techo
abovedado. La puerta era una simple verja de metal.
Una mazmorra. Estaba encadenado y colgado en una mazmorra medieval. Perfec-
to. Al menos no había un pozo de la muerte debajo de él.
Una sensación de pérdida lo golpeó cuando se dio cuenta de que algún imbécil
había puesto fragmentos de metal finos como cuchillas a través de su piel, rompiendo
las líneas de los tatuajes rúnicos que cubrían su pecho, volviendo la magia inerte. La piel
alrededor del metal se había vuelto de un rojo furioso, y la sangre seca hacía que su pecho
pícara como loco.
Por lo general, podía aprovechar las runas para hacerse más fuerte, más rápido,
colocar un escudo de fuerza, teletransportarse, etc. Supuso que eso no sucedería esta
noche.
—¿Quieres un poco de sangre? —preguntó una voz suave en alemán.
Risk miró hacia la puerta y no vio nada.
—Aquí. —El vampiro estaba junto a Risk. No había estado allí hace un momento.
Los vampiros eran un grupo espeluznante, y cuanto más grandes se hacían, peores
eran. Eran los antiguos vampiros que se convertían en estatuas, solo moviéndose para
comer o matar, lo que realmente le puso la piel de gallina a Risk es que este no parecía
tan malo. Los pantalones oscuros y la camiseta azul suave que vestía lo hacían parecer un
delgaducho estudiante universitario de primer año en lugar de un monstruo no muerto,
incluso si su piel era mucho más pálida que la de cualquier humano. Risk odiaba admi-
tir que encontraba atractivos sus ojos grises, ¿o eran lilas?, y trató de no centrarse en el
cabello oscuro del vampiro que era lo suficientemente largo como para agarrarlo. Y, oh
dios, tenía hermosos labios.
Mierda.
—¿Quieres un poco de sangre? —repitió el vampiro.
—Seguro. —Las posibilidades de Risk de salir con vida de aquí eran casi nulas; los
cazadores que eran capturados rara vez escapaban. También podría acurrucarse con el

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vampiro, esperar un error. Si Risk pudiera sacar estos fragmentos de metal de su pecho y
poner sus manos en un poco de sangre para curarse, podría teletransportarse a un lugar
seguro.
El vampiro sacó una daga de su cinturón, cortó a lo largo de su muñeca con un
movimiento suave y la acercó a los labios de Risk.
La cálida sangre cobriza inundó la boca de Risk, y se la tragó. Los cazadores a me-
nudo usaban sangre de vampiro para curarse a sí mismos, y por lo general tenían viales a
mano. A lo largo de los años, Risk probablemente había bebido litros de esa mierda para
salvar su propio trasero, pero nunca había sabido tan… Bien.
Los dolores en todo el cuerpo de Risk disminuyeron. Su cabeza dejó de latir, los
hombros se relajaron, las muñecas ya no gritaban de dolor bajo los grilletes de metal que
lo sostenían, e incluso los fragmentos de metal incrustados en su piel que le picaban se
calmaron.
El vampiro apartó su muñeca, su piel se unió casi de inmediato.
—Maldita sea, ¿cuántos años tienes? —preguntó Risk.
El vampiro ladeó un poco la cabeza. 
—¿Esa es tu primera pregunta? No “¿Qué estoy haciendo aquí?”
—Bien. ¿Por qué sigo vivo?
—¿Por qué piensas?
—Dios, no estoy de humor para esto. Por comercio de prisioneros o alguna otra
estupidez.
—No. ¿Por qué los íncubos renunciarían a alguien por ti?
Eso hizo que Risk se detuviera. Ellos no sabían…
—Claro. Entonces, ¿qué quiere siempre un vampiro? Convertirme en tu bolsa de
sangre personal.
—Te puedo asegurar que deseamos mucho más allá de la sangre. Además, tu san-
gre está envenenada. No puedo beberla.
—Así que me mantendrás colgado durante unas semanas hasta que el veneno des-
aparezca y luego me drenarás. —Cada pocas semanas, los cazadores conseguían un trago
de alguna porquería que estaba bien para los humanos pero que destrozaba a un vampiro
si la bebían. Desafortunadamente, no era efectiva por mucho tiempo, aunque los íncubos
tenían científicos trabajando para extender la duración—. Escucha, conozco el ejerci-

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cio. Me han capturado antes.
Una rabia tranquila cruzó el rostro del vampiro; si Risk no supiera mejor, pensaría
que eran celos.
—¿Por quién?
—Nadie importante. Ahora está muerto.
El vampiro asintió una vez en lo que parecía ser aprobación.
—Está bien, entonces, ¿cuántos años tienes? —preguntó Risk.
—Dime tu nombre y te diré cuántos años tengo.
Risk no tenía la costumbre de decirle a los vampiros quién era, pero el vampiro
podía sacarle el nombre a la fuerza si la criatura quería. 
—Risk.
—¿Como… el juego de mesa? —Los labios carnosos del vampiro se dibujaron en
una leve sonrisa. A Risk no le divertía—. Ese es tu nombre de cazador, no tu nombre real.
Risk se habría encogido de hombros si no estuviera encadenado. 
—Es un nombre tan real como cualquier otro.
El vampiro permaneció en silencio por un momento antes de parecer aceptar la
respuesta. 
—Más o menos unas pocas décadas, tengo casi 800 años.
Risk miró al vampiro de nuevo. 
—No. Si fueras tan viejo, sabría de ti.
Acercándose a los setenta, Risk también era viejo, aunque aparentaba la mi-
tad. Trabajar como cazador para los íncubos tenía ventajas, incluida una vida más larga.
Pero también significaba trabajar de verdad, incluido estudiar a los vampiros día y noche.
Nombres, caras, habilidades. Todo memorizado. Cuanto mayor era el vampiro, más in-
formación habían recopilado sobre ellos; algunos incluso tenían libros enteros dedicados
a ellos.
—Nadie sabe de mí.
—¿Eres la víbora? —Risk nombró a uno de los vampiros asesinos más infames.
El vampiro entrecerró los ojos. 
—No.
—¿Sombra Oscura?
—No.

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—¿Muerte fantasmal?
—Dioses, no —respondió el vampiro una vez más, esta vez con un tono enojado
detrás de su voz—. Nunca he tenido un apodo de mal gusto porque nunca me han pillado.
Nunca he sido visto.
—Hasta que llegué yo.
Un gruñido bajo y salvaje vino del vampiro.
—Correcto. Okey. —Alguien, en algún lugar, sabía acerca de este tipo, pero Risk no
iba a alterar a la criatura—. ¿Cómo debería llamarte? Y por favor no digas “maestro”. Lo
único en lo que podrías ser un maestro es en un pase de pasillo.
—No… no “maestro”. —Los ojos del vampiro vagaron por el pecho de Risk. Pare-
ciendo contenerse, la criatura miró hacia otro lado y luego hacia atrás, como si estuviera
nervioso—. Cyprian. Mi nombre es Cyprian.
—Está bien, Cyprian. ¿Ahora qué? —preguntó Risk, reflejando la misma pregunta
que el vampiro le había hecho cuando los papeles estaban invertidos. Al menos cuando
pensaba que lo estaban. Este vampiro no debería haber sido capaz de cruzar el límite má-
gico de la trampa. Aún así, Risk nunca debería haberle dado la espalda a la criatura. Error
de principiante.
—Todavía no lo sé.
—¿Hay alguna posibilidad de que puedas liberarme de estas cadenas para poder
orinar?
—Haré que alguien te ayude, pero las cadenas permanecerán puestas, y si intentas
escapar, te matarán.
—Sí, lo imaginé. —Risk tenía toda la intención de intentarlo de todos modos.
—Gemiste.
—¿Qué?
—Gemiste cuando bebiste mi sangre.
Risk miró fijamente al vampiro. Pero...¿qué carajos?
Cyprian se aclaró la garganta. 
—No importa. Alguien vendrá en breve.
El vampiro salió de la celda, la puerta crujió con fuerza al abrirse y cerrarse.
Risk suspiró y revisó sus planes para escapar de este agujero de mierda.

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Capítulo treS
Traducido por Achilles
Corregido por Lucie

Cyprian serpenteó a través del laberinto de las mazmorras, haciendo su camino hacia
arriba.
Se había equivocado. Él nunca se equivocaba. Tenía un plan con todo lo que ha-
cía. Pero ahora… ¿qué diablos estaba haciendo trayendo a un cazador aquí? Nada tenía
sentido.
Al doblar la esquina, Cyprian se detuvo antes de toparse con un gran vampiro que
vestía un frac de brocado rojo sobre un traje negro y tenía una expresión enojada.  Era
el Archiduque Günther. El líder de la ciudad de los vampiros, Blutbad. Probablemente el
vampiro más viejo y fuerte de Alemania.
Detrás de él había una manada de sabuesos, sus rostros caídos de alguna manera
amenazantes.
—Has traído a un cazador a mi casa sin mi permiso —gruñó Günther, con los ojos
enrojecidos.
Cyprian dio medio paso hacia atrás y bajó la cabeza, no queriendo provocar más a
Günther. 
—Sí.
—Mátalo.
—Por favor…
—Mátalo.
Cyprian asintió y retrocedió.
Se le formó un nudo en el estómago. No quería matar al cazador. Quería sentir
su piel… saborear su sangre… chupar su… Cyprian apartó el pensamiento. Desobedecer
a Günther no era una opción. A veces, deseaba poder expresarse como los demás, expli-
carle a su padre, o incluso a sí mismo, por qué necesitaba al humano, pero nunca había
sido bueno con las palabras. Hablar con Risk había sido fácil, incluso placentero. Le había
dicho más a Risk en las últimas dos noches de lo que le había dicho a nadie en décadas.
Cyprian dejó de caminar.
—Padre —susurró—. Su sangre me canta. —Se encontró con el silencio. Cyprian
se volvió y miró a su padre a los ojos—. No lo voy a matar.
Günther mostró sus colmillos, pero Cyprian se negó a retroceder, un gruñido bajo
salió de su garganta.
La manada de sabuesos se movió junta y comenzaron a transformarse en una sola
criatura, formando un humanoide, hasta que finalmente, una vampiresa se paró en su
lugar. Era alta y feroz, vestía un vestido cobalto que acentuaba su piel oscura. Karlene la
Dama de los Sabuesos. La hermana menor de Cyprian. La mejor rastreadora que tenían
los vampiros. Nadie podía esconderse de ella.
—Chicos, es suficiente —dijo con una sonrisa divertida.
Ambos hombres la miraron.
—No te dirigirás a m… —comenzó Günther, pero ella descartó lo que fuera que iba
a decir con un gesto de la mano.
—Padre, déjalo que se divierta.
—Traer un cazador a mi ciudad es imprudente, no divertido.
La ira de Cyprian aumentó. Nunca le había fallado a su padre. Durante largos si-
glos, había usado sus habilidades para poner de rodillas a sus enemigos y había pedido
muy poco a cambio.
De los tres hijos engendrados vivos de Günther, él era el único que todavía vivía en
Blutbad a tiempo completo. Su relación con el Archiduque funcionaba porque lo dejaban

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solo excepto cuando le daban encargos. Y a diferencia de sus hermanos, siempre había
estado satisfecho con el arreglo que tenían.
Hasta esta noche.
Cyprian dio un paso hacia su padre.
—Eso es suficiente. —Karlene se cruzó de brazos y apoyó un hombro contra la pa-
red de piedra—. Hermano, te dejará quedarte con el cazador. Lo agarraste con la guardia
baja y ahora necesita resoplar un poco.
Günther se arregló el abrigo. 
—Yo no resoplo.
—Resoplas cuando sucede algo inesperado.  Por eso tuve que mudarme de este
lugar lleno de corrientes de aire. Soy “demasiado impredecible”.
—Eres irresponsable —dijo Günther.
—Me divierto, a diferencia de ustedes dos.
Günther volvió su atención a Cyprian. 
—No puedo dejar que tengas un cazador en mi ciudad. Blutbad es un santuario y
necesito que mi gente se sienta segura aquí. Lo sabes.
Cyprian se frotó la frente para tratar de aclarar su mente. Su padre tenía razón. Ha-
bía dedicado su vida a proteger esta ciudad; traer a un cazador invitaba al peligro y violaba
todas las reglas que tenían. Y más que eso, Cyprian no quería irse. Realmente no. Esta era
su casa.
¿Podría renunciar a todo eso por un cazador?
No. No podía abandonar a su familia por un ser humano cuya sangre cantaba. Pero
tampoco se atrevía a matar al cazador. Miró a su hermana, esperando que ella tuviera una
sugerencia.
—Conviértelo —dijo ella como si fuera obvio.
Un gruñido instintivo salió de Cyprian, y sus manos cambiaron de carne blanda a
garras duras.
Karlene parecía confundida. 
—¿Qué dije?
Günther negó con la cabeza. 
—Engendró un hijo antes y  no terminó bien. No engendrará otro.
—No sabía eso. Nunca me dijiste.

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Porque Cyprian no quería hablar de eso. Ni ahora, ni nunca.
Durante los primeros cien años después de la conversión, los señores y los neó-
fitos estaban unidos por un vínculo que otorgaba a los señores un inmenso poder sobre
aquellos a quienes convertían. Pero después de un siglo más o menos, a medida que el
vínculo se desvanecía, y si el que se convirtió no había querido… no había terminado bien
para Cyprian.
Karlene se apartó de la pared y puso una mano en el hombro de Cyprian. Los dos
siempre habían sido cercanos. Si bien ella era ruidosa, confiada y obstinada sin disculpas,
siempre lo había respetado a él y su “naturaleza contemplativa”, como lo había dicho una
vez.
—No preguntaré qué pasó. Pero a mi modo de ver, tienes tres opciones: puedes
irte de la ciudad con él y quedarte en Londres conmigo si quieres…
Günther abrió la boca para protestar, pero ella le lanzó una mirada y él se calló.
—… puedes matar al humano, o puedes convertirlo. Padre te dará una semana para
decidir lo que quieres hacer.
—¿Lo haré?
—Lo harás si no quieres perder al mejor asesino que tienes.
—A veces finjo que estoy a cargo —dijo Günther en voz baja—. Bien. Una sema-
na. Pero tienes que obligarlo a que se comporte.
—No —dijo Cyprian, negándose a convertir a Risk en un esclavo.
—Yo lo haré entonces. —Moviéndose más rápido que incluso Cyprian, Günther
desapareció.
—¡No, espera! —Cyprian corrió tras él.
Karlene los siguió.
Günther entró en la celda donde estaba encadenado Risk, deteniéndose frente al
cazador. Desde el punto de vista humano, habría parecido que el vampiro se había mate-
rializado de la nada.
Los ojos de Risk se abrieron cuando reconoció quién estaba frente a él. 
—Santo cielo.
Cyprian y Karlene aparecieron detrás de Günther, y Risk se quedó boquiabierto.
—Oh Dios mío —Risk miró a Cyprian—. ¿Eres un Von Bamberg? ¿Estoy en Blood-
bath en este momento?

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Cipriano asintió.
Günther agarró la barbilla de Risk y lo obligó a mirarlo a los ojos. 
—Él es el mayor, y por alguna razón, no quiere matarte…
—Padre —dijo Cyprian— por favor, no lo hagas.
—… pero eres una amenaza para mí y para los míos.
Risk, sabiendo claramente lo que estaba a punto de suceder, apretó los párpados
para cerrarlos.
—Ábrelos o te arrancaré la garganta —ordenó Günther.
Risk obedeció; su cuerpo se estremeció.
Cyprian no podía permitir que esto sucediera; alcanzó su cuchillo, pero su herma-
na lo agarró de la muñeca para detenerlo.
Günther miró a los ojos del cazador. 
—No intentarás sacar los fragmentos de tu pecho, usar tus runas o herir a otro
mientras estés en mi ciudad. No intentarás escapar ni pedir ayuda.
Risk luchó contra la compulsión. Los cazadores eran entrenados para luchar con-
tra las órdenes de los vampiros menores, pero incluso el cazador más veterano no podía
resistirse a un señor de los vampiros tan fuerte como Günther.
La locura consumía a Cyprian mientras observaba a el humano —su humano—
rendirse a la compulsión.
La mano de su hermana agarró su muñeca aún más fuerte, casi rompiéndole el
hueso. 
—Es temporal —dijo—. Si atacas a Padre, no terminará bien para ti.
Ella tenía razón. Cyprian se tomó un momento para recuperar el control de su ira,
luego dijo una palabra:
—Váyanse.
Günther parecía que iba a decir algo, tal vez disculparse o tal vez estirar la mano y
agarrar el hombro de Cyprian para consolarlo, pero pareció pensárselo mejor y se fue sin
decir una palabra más. Karlene le dio un rápido apretón a la muñeca de Cyprian y se fue
con su padre.
—Estás gruñendo —dijo Risk, rompiendo el silencio después de unos minutos—.
Y tienes algunas garras afiladas allí.
La tensión en Cyprian se liberó. Retrajo sus colmillos y sus garras se convirtieron

22
en suaves dedos una vez más, pero su cuerpo se sentía pesado.  Había pasado mucho
tiempo desde que sintió, bueno, algo realmente, y ahora había ejecutado un gambito de
emociones en una noche.
Por el bien de Risk, se obligó a empezar a respirar para parecer un poco más huma-
no y un poco menos muerto.
—¿Es Günther Von Bamberg realmente tu padre?
—Lo es. —asintió.
—¿Y tú eres el mayor? ¿Cómo diablos no sabemos que existes?
—Te lo dije… soy bueno.
—Supongo que lo eres —dijo Risk, resignado—. Todavía necesito orinar, y ahora
que soy tu mascota, ¿te importa bajarme?
Cyprian frunció el ceño. 
—No eres mi mascota.
Risk levantó una ceja. 
—Bien, la mascota de tu papá.
El cazador parecía derrotado, razón por la cual Cyprian no había querido obligarlo.
Levantó la mano y arrancó las esposas, atrapando a Risk mientras caía.
Risk se desplomó por un momento, la sangre volvió a sus brazos, antes de alejarse
de Cyprian y tambalearse hacia la pared.
Apoyándose con una mano, Risk usó la otra para sacarse el miembro y hacer sus
necesidades.
Orinó durante mucho tiempo, y cuando terminó, preguntó:
—¿Sabes siquiera cómo cuidar a un humano?
—No eres una mascota.
—Aquí no hay ni un balde para orinar.
—Hay un lavabo al final de...
—Necesito comer, ducharme, orinar en una olla… una cama estaría bien. Tal vez
algo de ropa para abrigarme. Está helando aquí.
Cyprian suspiró. 
—Ven conmigo.
Pero Risk no lo siguió. En cambio, el cazador se pasó las manos por el pecho ta-
tuado. 

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—Es extraño. Más que nada, quiero arrancarme esta mierda del cuerpo, pero cuan-
do lo intento, no pasa nada.
—Será así hasta que te libere.
—O hasta que lo mate.
Cyprian contuvo una risita. 
—Si tuviera un año para planear el asesinato perfecto, no estoy del todo seguro de
que pudiera matarlo.
—¿Por qué?
—Es viejo y...
—No, lo sé todo sobre tu señor. He leído tomos sobre ese tipo y el resto de tu fa-
milia. Quiero decir, ¿por qué diablos estoy realmente aquí? Ya dijiste que no tienes planes
de convertirme, y esto es más que beber mi sangre. No me mataste, arrastraste mi culo
medio muerto de Francia a Alemania, me trajiste a Bloodbath de todos los malditos lu-
gares. ¿Por qué?
—Es Blutbad, no Bloodbath. Suenas como un americano cuando dices eso.
—Deja de evadir. ¿Cuál es la verdadera razón por la que estoy aquí?
—Tenías razón. Quiero drenarte.
Risk llegó a pararse frente a Cyprian. Era casi treinta centímetros más alto y pare-
cía tres veces más ancho. 
—Entonces hazlo.
—No hasta que el veneno esté fuera de tu sistema.
—Nunca tomo esa mierda. Me enferma.
—Mentira.
—Me veo obligado a no lastimarte. Si mi sangre estuviera mezclada con esa mier-
da, te haría mucho daño. Pero tal vez… —Risk dio un paso adelante; Cyprian dio un paso
atrás—algo más está pasando aquí. Quizá… —Risk siguió acercándose a Cyprian—… no
es mi sangre lo que quieres. Tal vez sea algo más… carnal.
La espalda de Cyprian golpeó la pared de piedra, el pecho de Risk ocupando casi
todo su campo de visión. El cazador agarró la parte inferior de la barbilla de Cyprian y le
levantó la cabeza.
Los ojos de Cyprian se abrieron de par en par. ¿Risk iba a besarlo? No quería nada
más que sentir los cálidos labios del humano sobre los suyos.

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Risk se inclinó.
Los labios de Cyprian se abrieron y cerró los ojos.
Pero no llegó ningún beso.
—Sí. Eso es lo que pensé. —Risk dejó ir a Cyprian y dio un paso atrás—. Un esclavo
sexual, ¿eh? Esperaba eso de los íncubos, pero siempre me sorprende un poco encontrar
a un vampiro con uno. Un monstruo es un monstruo, supongo.
Atónito, Cyprian se tomó un momento antes de decir:
—No estás aquí para ser mi esclavo sexual. O mi mascota.
Risk dejó escapar un resoplido de incredulidad. 
—Ya veremos.
—Ven conmigo ó quédate aquí si quieres. No me importa. —Cyprian salió de la
celda, queriendo dejar al cazador en algún lugar seguro y luego pasar algún tiempo a so-
las para pensar. Deja Blutbad, mata al cazador o conviértelo. Y en ese momento, estaba
pensando que matar al cazador podría ser la mejor opción.

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Capítulo cuatro
Traducido por Achilles
Corregido por Lucie

El vampiro condujo a Risk a través de un laberinto de viejos túneles y escaleras. El aire se


volvió más fresco, la piedra mejor cuidada, la luz de las velas se convirtió en luces eléc-
tricas, aunque parecía que el lugar fue cableado en los años 50 y no se había actualizado
desde entonces. Finalmente, se detuvieron frente a una puerta. Cyprian sacó una llave, la
abrió y entraron.
Dentro había una habitación grande con pisos de madera y vigas transversales. Las
paredes de piedra estaban cubiertas con tapices de colores. Las estanterías estaban reple-
tas de libros, con aún más montones sobre los muebles antiguos. Había una sala de estar
con chimenea, alfombras gruesas, sillas de cuero y un sofá. La cama tenía pieles y mantas
suaves. Una gran ventana tenía persianas de metal que estaban cerradas y bloqueadas.
Bastidores llenos de armas, y había dos puertas. Risk asumió que conducían a un
armario y un baño.
—¿Está es tu habitación? —preguntó Risk.
—Sí. Y puedes usar mi cama, pero por favor lávate antes de hacerlo. —Cyprian se-
ñaló una de las puertas—. Solo tengo un baño, no tengo ducha. Espero que sea aceptable.
Risk trató de darle sentido a este maldito vampiro raro que claramente quería sal-
tar sobre su miembro. No se iba a quejar; la última vez que un vampiro lo había tomado
cautivo, no había más que pisos duros y cadenas. Una cama era una mejora. Si tenía que
acostarse con el pequeño hijo de puta no-muerto para mantenerse cómodo, por él estaba
bien.
—¿Quieres que tome el lado izquierdo o derecho? —preguntó.
El vampiro miró hacia abajo, abrió la boca y luego la cerró antes de volver a mirar
hacia arriba. Un movimiento que ya había hecho unas cuantas veces, y qué Risk supuso
que era la versión del monstruo de sonrojarse.
—Dormiré en el sofá e intentaré encontrarte ropa adecuada. ¿Tienes una preferen-
cia en el estilo?
—Informal, que sea cómodo. —Risk pasó la mayor parte de su vida en uniforme, y
cada vez que podía estar fuera de él, se vestía informalmente.
—Por favor, abstente de hacer tus necesidades en mi pared. Tengo un inodoro allí,
pero no estoy seguro de que funcione. Nunca lo he usado. Si no funciona, avísame y haré
que alguien lo arregle.
—Okey…
—¿Qué tipo de comidas disfrutas?  ¿Y tienes algún alimento que no puedas co-
mer? —El vampiro parecía nervioso.
—Puedo comer cualquier cosa, pero no me gustan mucho los dulces, y no, no soy
alérgico a algún alimento.
—Está bien, me aseguraré de que envíen la comida. ¿Hay algo más que necesites?
Risk se rió. 
—Claro, pero no creo que me vayas a dejar ir.
—No. Regresaré más tarde.
El vampiro se fue, dejando a Risk solo.
—Jesucristo —se dijo Risk y se frotó la cara.
Su primera tarea fue recorrer cada centímetro de la habitación. Tanto la puerta
principal como la ventana estaban cerradas. Una mirada más cercana a los libros reveló
una colección ecléctica, que iba desde la historia hasta el romance. Algunos modernos,
algunos de hace centenarios y en muchos idiomas diferentes.
Las armas en la habitación eran de la más alta artesanía y estaban bien cuida-

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das. Risk se sintió aliviado cuando no encontró ningún trofeo de asesinato extraño ni
nada que gritara “Soy un psicópata”. Esta era la habitación de alguien viejo y tranqui-
lo. No había televisión, pero se habían conectado algunos enchufes. Casi todo era prác-
tico.
Trabajando para íncubos, Risk pasaba su tiempo rodeado de decoraciones osten-
tosas y riquezas exhibidas. Sus jefes eran ricos y lo alardeaban en cada oportunidad que
tenían. Era todo un asunto de estatus para ellos.
No era así con el discreto Cyprian.
Y para ser honesto, él prefería esto.
—¿Eres gay? —La voz de una mujer rompió el silencio.
Sobresaltado, Risk dejó caer el libro que había estado sosteniendo. 
—Mierda.
Al volverse, encontró a la Dama de los Sabuesos sentada en una de las sillas; con
las piernas cruzadas y la espalda erguida, la mujer se sentaba como una reina en un trono.
—¿No, y tú?
—Va a estar tan decepcionado —dijo, ignorando su pregunta.
—No dije que no me acostaría con hombres, es solo que también me gustan las
mujeres.
—Oh. Eso es prometedor.
—¿Qué estoy haciendo realmente aquí, Karlene? Él no me lo dirá. —Golpeó sus
uñas largas y cuidadas en el reposabrazos de cuero.
—Eso es lo que estoy tratando de averiguar. Ha estado solo durante siglos, ni si-
quiera tiene amigos, pero arrastra a un cazador sin importancia…
—Oye.
—…y desafía a nuestro padre a que te mantenga. Es un comportamiento extraño,
incluso para él. —Karlene se puso de pie y se abalanzó para recoger el libro con un mo-
vimiento suave; se lo tendió a Risk, quien lo tomó—. Tienes una semana para convencer
a mi hermano de que deje Blutbad o te convierta. Si no lo haces, morirás. Buena suerte.
Antes de que pudiera siquiera formular una respuesta, se había ido.
Malditos vampiros y sus juegos de mierda.
No estaba de humor para jugar. Se dirigió al baño. El retrete funcionaba. El agua
del baño estaba caliente. Cuando terminó, descubrió que le habían dejado algo de ropa:

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pantalones de chándal grises y una camisa blanca. Ambos eran de un tamaño demasiado
pequeño, pero no incómodos.
La comida vino después. Una mujer corpulenta, muy probablemente una esclava,
entró con un carrito de comida con la cena: un asado y demasiadas guarniciones. Risk
trató de enojarse por su situación mientras comía, pero la comida sabía deliciosa y no
tenía la energía para las emociones en este momento. Una hora más tarde, la mujer volvió
a recoger el carrito.
Agotado, se derrumbó en la cama que no tenía por qué ser tan cómoda como era.
Repasó cada error que había cometido para terminar aquí. Si tan solo hubiera pe-
dido refuerzos en lugar de ir tras el vampiro solo, podría haber evitado todo esto.
Pero necesitaba demostrar que podía ser mejor que otros cazadores y su ego lo
había metido en problemas. De nuevo.
Risk alejó el pensamiento. No tenía sentido ir por ese camino; lo que pasó, pasó.
Y ahora, la compulsión le impedía llevar a cabo cualquier plan de escape. Un pri-
sionero en su propia mente. Esto se sentía como el infierno. Un infierno del que no veía
salida. Nunca podría dejarse convertir, y pasar el resto de su vida atrapado en la compul-
sión sería aún peor. Tenía la sensación de que la única salida sería terminar con su propia
vida. Pero antes de hacerlo, necesitaba agotar todos los planes posibles que se le ocurrie-
ran. También quería algunas respuestas.
Principalmente, quería saber por qué su corazón dio un vuelco la primera vez que
vio la cara del vampiro de ojos grises.

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Capítulo cinco
Traducido por Moon M
Corregido por Lucie

En el momento en que se puso el sol, Cyprian se despertó y encontró a un humano para-


do sobre él, con una estaca en una mano y una daga en la otra.
Moviéndose tan rápido como pudo, derribó al hombre, lo desarmó y envolvió una
mano con garras alrededor del cálido cuello del humano.
Con los colmillos fuera, un gruñido primitivo salió de él.
—Realmente no tienes que hacer esto—dijo Risk, aspirando el aire que le habían
quitado.
Cyprian parpadeó. El cazador. Cierto. Cuando llegó a la cama justo antes del ama-
necer, el cazador se había dormido profundamente. Roncaba. Cyprian pasó el día en el
sofá escuchándolo, encontrando el sonido extrañamente relajante. Debió quedarse dor-
mido en algún momento.
Se puso de pie y se obligó a apartar su aspecto de vampiro, volviendo a parecer
humano. O tan humano como podría parecer un vampiro.
Risk se incorporó.
—He pasado las últimas horas tratando de clavar una estaca en tu corazón. Espe-
raba que tal vez la compulsión disminuyera durante el día. Te alegrará saber que funciona
bien.
—Eso no me trae la alegría que podrías pensar que me brindaría—dijo Cyprian y
le tendió la mano al cazador.
—Preferiría que no tocaras mis armas.
—Ah, estas… — Risk giró la daga y atrapó la hoja, extendiendo el mango hacia
Cyprian, quien la tomó y la colocó de nuevo en su lugar en el estante de exhibición.
Luchó contra el deseo de limpiarlo al momento.
—Sí. Mis armas son una extensión de mí. No me gusta que me toquen.
Risk le lanzó una sonrisa descarada.
—No parecía que te importara tanto cuando te toqué ayer.
Cyprian abrió la boca para responder, pero al ver a Risk allí parado, hizo desapa-
recer cualquier pensamiento que tuviera. La camisa estaba tan ajustada sobre su cuerpo
humano que las costuras podrían verse comprometidas si Risk se doblaba demasiado.
Ni la camisa ni los pantalones de chándal grises que llevaba el cazador dejaban
nada a la imaginación. El humano mantenía su cuerpo en muy buena condición, con pier-
nas y brazos musculosos, un pecho ancho y un miembro grueso y apetitoso.
— Estás sediento, hijo de puta, ¿no es así?
—¿Qué? — Cyprian se encontró con los cálidos ojos de Risk. ¿Cómo podía alguien
verse tan duro y gentil al mismo tiempo? —Sí, necesito alimentarme.
Risk dejó escapar una carcajada. —No. Sed no significa ... ya sabes qué, no importa.
Necesito ropa que me quede bien. Y deja de mirarme el pene.
—Yo no estaba ...
—Tus colmillos literalmente volvieron a salir cuando miraste mi entrepierna.
Cyprian se tapó la boca.
—Mis disculpas.
Risk se quedó allí con una amplia sonrisa en el rostro.
—Muy bien, vampiro, vamos a darte de comer.
—¿Disculpa?
—Ya oíste. Tienes hambre y yo estoy en la única ciudad del mundo de la que nin-
gún cazador ha salido jamás, salvo uno. Yo quiero verlo y tú necesitas comer.
—No sé si ...
—Mira, vampiro, ya llevo despierto como seis horas. He hecho ejercicio, he repa-

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sado cada centímetro de esta habitación, tres veces. Alguien entró y me midió, tomé otro
baño, comí una sopa realmente horrible, intenté con todas mis fuerzas matarte y todavía
estuve unas horas a solas con mis pensamientos. Si voy a ser tu juguete sexual, al menos
enséñame Bloodbath.
—Blutbad. Y tú no eres…
Risk levantó la mano.
—Deja la mierda. Estoy harto de esta habitación. Muéstrame la maldita ciudad.
—¿Qué le pasa a mi habitación? —A Cyprian le gustaba bastante su habitación;
pasaba la mayor parte de su tiempo aquí.
—Es vieja.
—Yo también. ¿Cómo es tu habitación?
—Bueno, — Risk miró a su alrededor, —en primer lugar, tengo un televisor. Y
grandes ventanales. Y el arte que se hizo este siglo, aunque admito que una súcubo lo
eligió por mí.
Los televisores eran duros para los ojos de los vampiros. La mayoría de la tecnolo-
gía moderna lo era. Pero estaría feliz de proporcionarle uno al cazador si lo deseaba. —Te
instalaré un televisor.
Risk dejó escapar una pequeña risa de incredulidad.
—Lo estás echando a perder.
—Sé que te estás burlando de mí, pero quiero que estés cómodo.
—Liberarme me haría sentir cómodo.
La tristeza se apoderó de Cyprian. Ahora que el cazador había visto su rostro, no le
podía permitir que se apartara de su lado. Y quería que el cazador se quedara. Pero tam-
bién quería que quisiera quedarse. Con él. Aquí. Los dos.
Se desanimó. Había pasado mucho tiempo desde que alguien le hacía sentir algo y,
por supuesto, tenía que ser un puto cazador de vampiros.
—Te mostraré mi ciudad si dejas de llamarla Bloodbath.
—Sin promesas—dijo Risk con un guiño.
Cyprian abrió la puerta que conducía al exterior de la habitación. Un perchero ro-
dante lleno de ropa aguardaba en el pasillo. Él lo había traído.
—Cámbiate.
No esperó a que Risk hiciera un comentario sarcástico y, en cambio, fue a su ves-

32
tidor y eligió ropa para él. Pero, ¿qué se ponía uno cuando mostraba a un prisionero?
Cyprian solía vestirse con sencillez, pero la ocasión requería algo un poco más agradable.
Pero no demasiado agradable.
Un golpe en la puerta llamó su atención.
—¿Terminaste ahí?
Mierda.
—Sí.
Eligió pantalones de cuero, una camisa negra, un chaleco gris, un abrigo ajustado
y botas que le llegaban hasta las rodillas. Se los puso a una velocidad récord, que, para un
vampiro, fue sólo un momento.
Cuando Cyprian salió del armario, Risk estaba apoyado en el respaldo del sofá, con
los brazos cruzados. El cazador había elegido una camisa de franela roja y unos vaqueros.
Su cabello oscuro estaba recogido en un moño. Con su barba, tenía un aspecto de guerre-
ro leñador sexy. Mierda. Cyprian tuvo que apartar la mirada antes de ponerse duro.
Risk se rió entre dientes.
—¿Por qué eres así?—Preguntó Cyprian.
—¿Así cómo?
—Siempre estás ... sonriendo. Pareces feliz cuando no hay mucho de qué estar
feliz.
—Esta situación apesta y el mundo es una mierda. No puedo controlar eso, pero
puedo elegir cómo reaccionar, y elijo salir y disfrutar de la vida en lugar de ... —Risk hizo
un gesto alrededor de la habitación, — ... encerrarme fuera de eso.
Cyprian frunció el ceño. —Vuelve conmigo cuando tengas ocho siglos y veremos si
todavía te sientes de la misma manera.
—Tengo la sensación de que siempre has sido así.
—No, no siempre—susurró Cyprian. —Vamos.
Condujo a Risk a través del laberinto de pasillos hasta que atravesaron pesadas
puertas de hierro. Una ráfaga de aire frío de la noche los golpeó mientras salían a la calle
adoquinada.
Los ojos de Risk se agrandaron mientras miraba a los altos edificios góticos con
gárgolas alineadas en los techos. Una densa niebla gris flotaba en el aire, las lámparas de
gas creaban sombras profundas en movimiento por los rincones y callejones de la ciudad.

33
Un río, por el cuál la ciudad recibió su nombre, fluía a través del centro de la ciu-
dad, añadiendo un constante y relajante sonido burbujeante. Siglos atrás, el óxido enro-
jecía el río durante algunas temporadas. Eso ya no sucedía, por lo que hoy en día, el río se
tiñe de rojo durante la temporada más cálida y se realiza un festival.
Risk caminó un poco antes de finalmente decir: —Esto es increíble. He estado por
todo este planeta y nunca he visto nada como esto. Kingsborough se acerca, pero esto es
otra cosa.
Fue el turno de Cyprian de sonreír. Como protector de la ciudad,se enorgullecía
de ello. No se había dado cuenta de lo nervioso que había estado al mostrárselo a Risk. ¿Y
si el cazador lo hubiera odiado? Aliviado, dijo: —Ven, déjame mostrarte los alrededores.

34
Capítulo seiS
Traducido por Andrrea
Corregido por Lucie

Risk había oído hablar de Bloodbath durante años, pero ninguno de los informes que ha-
bía leído sobre este lugar le hacían justicia. Cada centímetro gritaba: aquí viven vampiros.
No era solo la niebla, las gárgolas, las viejas estructuras góticas, las lámparas de gas o las
calles adoquinadas. Era lo que se sentía. Un poder que pulsaba a través de esta ciudad,
algo antiguo y oscuro, le dejó a Risk la sensación de estar solo y que un millón de ojos lo
miraban a la vez.
No era un sentimiento cómodo, pero tampoco uno al que temiera.
Cyprian lo llevó a una sección moderna de la ciudad, donde la calle se convirtió en
asfalto y un coche ocasional pasaba por allí. La gente caminaba junto a ellos, tanto huma-
nos como vampiros, aunque los humanos parecían superar en cantidad a los vampiros.
—¿Es cierto que aquí los humanos están al tanto? —preguntó Risk.
—Algunos, no todos. Menos de los que piensas.
Mientras caminaban, Cyprian se mantuvo a un lado y arreglaba su traje cada pocos
minutos.
—¿Pasa algo?
—No. Es solo… no, nada está mal.
Risk tomó el hombro de Cyprian y lo apretó para estar frente a frente.
—Dime.
Cyprian miró a su alrededor.
—Normalmente no salgo. Suelo quedarme bajo las sombras.
—Qué mal que no pueda usar mis runas. Sería divertido explorar los tejados con-
tigo.
La comisura de los labios de Cyprian se movieron.
—Creo que disfrutaría de eso.
—Ve. Yo caminaré. Puedes verme desde las sombras.
El vampiro se tomó un momento antes de asentir y desaparecer en la oscuridad.
A Risk no le molestaba caminar solo. Le podría gustar vivir su vida, pero eso no
siempre significaba estar rodeado de otros.
Continuó caminando solo por un tiempo, mientras más se alejaba del centro de
la ciudad, aparecían más edificios modernos, por lo que se giró y se dirigió hacia el río,
siguiéndolo a través de las calles empinadas y sinuosas. Por delante escuchó risas estri-
dentes y luces más brillantes. Sonaba como un lugar que servía alcohol. Perfecto.
Antes de siquiera dar unos pocos pasos, un sollozo amortiguado en la oscuridad
llamó su atención. En un callejón estrecho, Cyprian tenía a un humano en sus brazos y
sus colmillos en el cuello de su víctima.
Su primer instinto fue tomar una estaca y detener al vampiro, no es que lo haría
ahora, pero fue una reacción que había sido arraigada en él. Su siguiente pensamiento lo
atrapó fuera de guardia. Quería alejar al humano y decirle a Cyprian que se alimentará de
él en su lugar, que pusiera esos colmillos muy profundo en su cuello.
Joder.
¿Por qué siquiera se sentía así? No había esperado que ver a Cyprian con sus ojos
cerrados y mordiendo a un humano podría provocar esos sentimientos. Ni siquiera sabía
qué era. ¿Celos? ¿De un vampiro? No era posible. Y aun así…
Maldita sea. Hasta hace un día, su vida había sido sencilla. Ver un vampiro, matar-
lo. Fácil.
Sobre todo, para Risk. Desde que nació, la gente había sido clara en que su único
objetivo en la vida era ser un cazador. Sus primeros juguetes fueron estacas y espadas de

36
madera, los conceptos como lealtad y deber lo embargaban cada vez al despertar.
Años de entrenamiento le siguieron. Y él destacó. Siempre fue el primero de su
clase, pudo matar a un vampiro mucho antes de obtener su primera runa. Pero por todas
sus habilidades, Risk odió que su vida había sido planeada para él. Cada decisión que ha-
bía tomado había sido aprobada por su padre. Y si era menos que perfecto, su padre no
era amable ni se olvidaba de ello. Jugó el rol del hijo perfecto, pero frecuentemente se
preguntaba qué hubiera pasado si hubiese tenido la opción de elegir su propio destino.
No podía imaginarse trabajando en una oficina todo el día. Un artista, tal vez. Algo
que hacer con sus manos. Escultor. Si se quedaba, ¿Cyprian le dejaría serlo? Lo más pro-
bable era que si, el vampiro parecía ansioso por complacerlo.
Cyprian quitó sus colmillos del cuello del humano y lamió la herida para que se
curara. Antes de dejarlo, capturó su mirada y dijo:
—No recordarás haber sido alimento de un vampiro. Ve a casa y duerme toda la
noche.
El humano asintió y se fue.
—Debo ser especial. No has usado la compulsión conmigo ni una vez —dijo Risk,
acercándose al Cyprian.
Después de haberse alimentado, el cuerpo normalmente no muerto del vampiro
había vuelto a la vida. Su piel se sonrojó, sus ojos cambiaron de gris a azul claro, y su co-
razón comenzaba a latir una vez más.
—Que tú sepas —dijo Cyprian con un tono juguetón, aunque ambos sabían que
Risk estaba entrenado para resistirlo y entrenado para detectar las señales si ocurría—.
En realidad, no me gusta hipnotizar a los humanos, pero debo eliminar su memoria para
proteger a mi especie.
—Ah —Risk alcanzó el borde de la boca de Cyprian, donde una gota de sangre que-
daba. Presionó su pulgar sobre ella y lo pasó sobre los labios del vampiro, cuando estos se
abrieron, empujó su dedo y frotó la sangre por su lengua—. Chupalo
El vampiro obedeció y envolvió sus labios sobre el dedo de Risk, chupandolo con
gran habilidad.
Risk cerró sus ojos e imaginó por un momento que estaba teniendo sexo oral con
un vampiro, una fantasía prohibida que había tenido desde que empezó a masturbarse.
Una fantasía que podría volver realidad, todo lo que tenía que hacer era darle la or-

37
den y sabía que sería obedecido. Lo cual, obviamente, lo hacía mucho más sexy. Mierda.
Por un momento, pensó que lo haría. Pero las reglas que se habían arraigado en él
toda su vida no eran fáciles de ignorar y los vampiros estaban fuera del límite.
Sacó su mano y dio un paso atrás.
Cyprian frunció el ceño, pero no se movió ni dijo nada.
—Soy un cazador de vampiros —Risk retrocedió un poco más—, y tú eres un vam-
piro. Está más que claro que no puedo....No por voluntad propia. Así que, si me quieres,
tendrás que obligarme. —Pero incluso mientras Risk hablaba, su cuerpo entero se sentía
como si se estuviera partiendo de deseo. Si Cyprian se arrodillara y abría su boca, Risk no
sabía si podría detenerse de colocar su miembro adolorido y duro dentro.
Pero Cyprian no lo hizo. Simplemente dijo:
—Entiendo —metió una mano en su bolsillo y sacó una tarjeta de crédito negra—.
Te dejaré explorar el resto de la ciudad Si necesitas comprar algo…
Risk tomó la tarjeta y la miró. No había ningún nombre o alguna marca de identi-
dad en ella. Cuando alzó la mirada, el vampiro se había esfumado.

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Capítulo siete
Traducido por Andrrea
Corregido por Lucie

Cyorian observó a Risk desde los tejados. El cazador se había quedado parado solo en el
callejón por alrededor de veinte minutos antes de volver a su exploración por la ciudad.
Si me quieres, tendrás que obligarme.
Eso era lo opuesto a lo que Cyprian quería. Quería que sus parejas lo quisieran, que
fueran participantes entusiastas y mucho…Grandes, guapos y muy fuertes, que tomarán
lo que quisieran y necesitarán de él.
Había quedado desconcertado cuando Risk le había puesto su pulgar cubierto de
sangre en la boca. Dioses, habían pasado siglos desde que se había excitado. En ese mo-
mento, habría hecho cualquier cosa que Risk le pidiera. Cualquier cosa. No sólo sexual-
mente, sino que habría asesinado a todos los malditos humanos y vampiros de la ciudad
si Risk se lo hubiera pedido; incluso habría enfrentado a su padre.
Pero de repente el cazador se detuvo.
Cyprian casi grita cuando Risk se alejó. Quería rogar por más. Por cualquier cosa.
Después de cientos de años de estar solo, ¿porque esté humano? ¿por qué ahora?
¿Por qué no había matado al hombre y seguir adelante con su existencia?
Presionando su frente en su mano, se sintió aplastado. Inhalo el aire nocturno en
sus pulmones y dejó que se llenaran. Era un vampiro que podía cambiar la dirección de la
historia con una espada y sin embargo se sentía completamente indefenso.
Por lo que se escondió bajo las sombras y siguió a su humano. Qué criatura paté-
tica se había vuelto.
Una gárgola suya volteó su cabeza hacia él.
—No comiences. No hoy —dijo.
Volvió con su tarea.
En el suelo, Risk vagó hacia un bar al aire libre y ordenó comida y, posiblemente,
la cerveza más grande que Cyprian había visto. El humano charlaba con otros a su alre-
dedor, manteniendo una conversación ligera y amigable. Parecía tan natural en ello, la
gente gravitaba hacia él
Le recordó a Cyprian a los reyes de antaño con un carisma sin igual, atrayendo a la
gente hacia ellos, mientras ocultaban las pesadas cargas que los atormentaban.
A medida que avanzaba la noche, Risk se emborrachó e hizo más amigos y, por
primera vez desde la muerte de Jacopo, Cyprian se encontró deseando participar en la
convivencia en lugar de mirar desde la distancia.
Ya entrada la noche, Risk se alejó de la multitud y comenzó a dirigirse hacia la re-
sidencia del Archiduque Günther. La habitación de Cyprian estaba en un edificio al lado,
las dos estructuras estaban conectadas bajo tierra. Incluso borracho, Risk parecía saber
hacia dónde iba, la orientación innata era una buena habilidad para cualquiera, más aún
como cazador.
Al pasar por un puente, Risk se detuvo y se apoyó en la barandilla, viendo el agua
pasar debajo de él. Se balanceó un poco, pero parecía como si estuviera contemplando
algo. Cyprian realmente esperaba que no intentara saltar, no estaba de humor para mo-
jarse y arruinar sus botas de cuero salvando al hombre.
Pero eso no sucedió. Después de unos minutos, una vampiresa pasó caminando.
No tenía forma de saber que era un cazador, ella ignoró a Risk y habría seguido caminan-
do si no hubiera gritado borracho:
—Hey, chica vampiro, ¿no maté a uno de tus hijos en Sevilla en 1992?
Hubo un momento de silencio antes de que la vampiresa reaccionara. Su aspecto
de vampiro apareció; ojos rojos, garras largas, colmillos largos, y siseó mientras se dirigía

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a atacar.
Nunca llegó a él.
Cyprian apareció entre ella y Risk, y le clavó una estaca en el pecho antes de que
ella supiera que estaba allí. Ella se derrumbó en el suelo. Las estacas no mataban a los
vampiros, sólo los ponía en un estado de coma.
—¿Por qué mierda hiciste eso? —le preguntó Cyprian.
Risk se rio.
—Porque sabía que sería la manera más rápida de llamar tu atención, no puedo
caminar derecho y necesito ayuda para volver.
Cyprian gruñó en disgusto mientras sacaba un teléfono y le enviaba un mensaje a
uno del personal de su padre para limpiar este desastre.
—Oh, así que sabes manejar la tecnología.
Cyprian ignoró el comentario.
—Podrías haber dicho mi nombre. Hubiera sido igual de efectivo.
—Pero no tan divertido. Vamos, chupasangre —Risk colocó su brazo alrededor de
Cyprian y lo acercó mientras recorrían el resto del puente.
Resignado, Cyprian ayudó al humano borracho a volver a su habitación.
Cuando llegaron, Risk se quitó las botas y la camisa la tiró al suelo y se dirigió a la
cama.
Se detuvo un momento antes de decir;
—Conocí a tu hermana.
No se sorprendía, Karlene amaba meterse en los asuntos de los demás.
—¿Cuándo?
—Ayer. Me dijo que tenías una semana para elegir si me ibas a convertir o debía-
mos dejar Bloodbath…
—Blutbad.
—Debemos dejar esta fortaleza gótica de vampiros juntos o moriré.
—Ah.
—Ciertamente, “ah” —Risk se tambaleó un poco y puso su mano en el poste de la
cama para estabilizarse—. No quiero ser un vampiro. Va contra todo lo que soy.
—No te convertiré a menos que me lo pidas.
—Dame tu palabra.

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—La tienes.
—No quiero morir tampoco.
—Lo supuse.
—Significa que debemos irnos.
Cyprian frunció el ceño.
—Si lo hacemos, tendré que hacerte un esclavo para que no intentes escapar o
matarme.
—Sí, pero es mejor que la otra alternativa.
—Hablemos de eso mañana en la noche cuando estés sobrio.
Risk parecía como si quisiera arreglar todo ahora, pero Cyprian necesitaba hablar
con su hermana y averiguar sus próximos pasos. Risk y él podrían viajar primero a la casa
de Karlene en Londres y quedarse allí por un tiempo. Irse no era lo que quería, pero tal
vez era lo que necesitaba. Estar solo se había convertido en un hábito familiar que ya no
sabía cómo romper.
—Está bien, mañana entonces —Risk no apartó los ojos de Cyprian, y en lugar de
meterse en la cama, dio un paso más cerca y tomó un lado de la cara de Cyprian—. A ve-
ces —su voz era baja e íntima—, me disgusta que seas un monstruo. Un asesino.
A pesar de las crueles palabras, Cyprian no pudo evitar inclinarse hacia su toque.
El sonido de la sangre fluyendo bajo la piel del humano le llamó. No se atrevió a respon-
der por miedo a decir algo que causara que Risk se alejara.
—Pero luego recuerdo que no eres el único monstruo en esta habitación —Risk
agarró el cabello de Cyprian de atrás y lo apretó fuerte, forzando a Cyprian a elevar su
mirada—. No tienes ni idea de quién soy, qué he hecho o de lo que soy capaz.
—Muéstrame —jadeó Cyprian.
La otra mano de Risk se acercó a su garganta, atrapando su cabeza en su lugar.
Risk capturó sus labios, con fervor. Su lengua invadió la boca de Cyprian, y se
sintió como si estuviera siendo tomado. En todos sus años, nunca había sido besado así.
Nunca había sentido una pasión tan intensa. Necesitaba más.
Levantó las manos y recorrió con ellas el abdomen de Risk, sintiendo que los mús-
culos bailaban y se movían bajo su tacto. Fue más abajo, enganchando un dedo en la parte
superior de sus pantalones.
Risk tomó la muñeca de Cyprian y se separó del beso. Jadeando y maldiciendo,

42
parecía agotado y no habían empezado. El cazador parpadeó con fuerza, con el rostro de
un hombre impulsado por la lujuria a la de un hombre que lucha contra algún conflicto
interno, y finalmente se rindió. Dejó ir a Cyprian.
Cyprian sabía lo que pasaría después, esa repulsión se convertiría en odio y final-
mente violencia. No podía pasar por esto otra vez. No lo haría.
Hizo falta todo lo que tenía para mantener su voz y cuerpo firme.
—Estás borracho. Descansa un poco.
Risk empezó a decir algo, pero Cyprian se fue antes de que las palabras salieran de
su boca.
El sol saldría pronto, dormiría en otra parte durante el día. Y trataría de averiguar
qué mierda iba a hacer con su cazador de vampiros

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Capítulo ocho
Traducido por Andrrea
Corregido por Lucie

Despertar con dolores de cabeza parecía ser la nueva normalidad para Risk. Se sentó en
la cama e hizo una mueca, tocándose la frente.
—Mierda.
La cerveza no solía provocarle tanta resaca, pero también solía tener acceso a sus
runas en situaciones normales, lo que ayudaba a mantenerlo en óptimas condiciones fí-
sicas. Miró a su alrededor, esperando que alguien le hubiera dejado una botella de sangre
de vampiro... o ibuprofeno. No tenía tanta suerte.
La ducha ayudó, y vestirse lo hizo sentir un poco más humano, y esperó.
Y esperó.
La noche pasó y ningún vampiro apareció.
Dos veces, le dejaron comida. La mujer que la dejaba no quiso hablar con él ni res-
ponder a ninguna de sus preguntas.
La noche le dio mucho tiempo —demasiado tiempo— para pensar en lo que había
hecho la noche anterior. Había besado al vampiro. Pero no era el beso lo que le molesta-
ba. Era lo que había querido hacer después del beso.
Los pensamientos lo atormentaron durante toda la noche: los suaves labios de
Cyprian, la forma en que los dedos del vampiro se habían sentido contra su piel, las
manos bajando más y más ... ¿Cómo había dejado que llegara tan lejos? ¿Cómo se había
permitido perder tanto el control?
¿Esto era su lealtad? ¿Algo a lo que renunciaría por la promesa de una buena co-
gida? No, él estaba más comprometido que eso. Había visto vampiros cometer horribles
actos de depravación en su época. Humanos abusados, controlados y manipulados por
los chupasangres.
Pero... a veces se preguntaba si los señores a los que servía siquiera eran mejores.
Los íncubos cometieron sus propios actos monstruosos. Demonios, incluso los equipos
de cazadores, él mismo incluido, tenían sangre en sus manos. Los fines a menudo justifi-
caban los medios, o eso le habían enseñado a pensar.
La mayoría de los cazadores se unieron al cuerpo porque un vampiro había matado
a alguien a quien amaban y necesitaban justicia, o más exactamente, venganza. Otros se
unieron porque querían un buen sueldo o una vida más larga, incluidos los jóvenes.
Algunos tenían una deuda con los íncubos, y otros simplemente querían luchar
y matar algo. Pero no Risk. No, él es cazador porque su padre también lo es. Demonios,
según el mito, su familia tenía sangre divina corriendo por sus venas.
Aunque Risk sabía que era una tontería, se difundió esa historia para darle más
legitimidad a su línea familiar. Aun así, ¿cómo se lucha contra ese tipo de legado?
Cuando Risk era más joven, le gustaba el prestigio que conllevaba ser el hijo de al-
guien tan poderoso en su mundo. El dinero y el sexo fácil también eran buenas ventajas.
Pero cuanto mayor se hacía, le importaba una mierda todo eso.
Cazadores e íncubos en guerra con los vampiros. Se lucharon batallas y murió gen-
te buena. Una y otra vez. Nunca terminaría. ¿Cuál diablos era el punto?
Esa noche no le llegaron respuestas.
El día llegó y se fue, y Risk se despertó solo la noche siguiente de nuevo.
Necesitaba salir de esta maldita habitación. Se preparó y probó la puerta. Para su
sorpresa, se abrió.
—No estoy tratando de escapar, solo miro los alrededores— le dijo a nadie. Y no
llegó ninguna respuesta.
Se encogió de hombros y salió de la habitación.

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Los pasadizos eran un laberinto de piedra. La pendiente descendente y la falta de
ventanas le dijeron que estaba bajo tierra, pero no encontró la mazmorra en la que había
estado encarcelado antes. Más bien, encontró habitaciones antiguas que parecían no ha-
ber sido utilizadas en décadas, tal vez siglos; estaban llenas de polvo, muebles desmoro-
nados y retratos descoloridos que colgaban torcidos de las paredes.
Este lugar parecía ser una especie de antigua fortaleza de vampiros que había caído
en desuso. Teniendo en cuenta lo gruesas que eran las paredes y lo fácil que sería para un
vampiro colapsar los túneles durante un ataque, parecía un espacio ideal para defenderse
de una incursión de cazadores.
Pero Bloodbath ya no era una ciudad que pudiera ser asaltada. Demasiados huma-
nos con teléfonos, demasiados esclavos para defender a los vampiros. Los cazadores te-
nían que elegir sus ataques con un poco más de cuidado en estos días —incluso si tenían
algo de magia para ayudar a esconderlos. En los tiempos modernos, no muchos vampiros
se molestan en dormir bajo tierra.
La oscuridad consumió el aire mientras descendía en el laberinto. Risk se frotó el
pecho, el metal le irritaba la piel. Había tenido las runas durante tanto tiempo que se sen-
tía lisiado sin ellas. La magia que tenían le daban una mejor audición y un mejor sentido
del olfato. Extrañaba la conveniencia de teletransportarse por ahí. Demonios, incluso
extrañaba el hormigueo que le recorría la espalda cuando se acercaba un vampiro. Pero
en este momento, realmente deseaba poder encender la runa que le permitía ver en la
oscuridad.
Decepcionado, retrocedió hasta que encontró unas velas y algunos fósforos. En-
cendió una y siguió bajando, con demasiada curiosidad como para detenerse ahora.
Exploró hasta que se topó con una puerta de madera mantenida que destacaba
contra la podredumbre y el deterioro de las otras habitaciones. Risk la abrió.
En su interior encontró una habitación mantenida en perfectas condiciones. Tenía
una cama con dosel de pesadas cortinas de terciopelo, una mesa auxiliar, un escritorio
con una silla y una estantería. El área era modesta, pero los muebles hechos a mano, que
según Risk parecían de 500 o 600 años de antigüedad, solo habrían sido creados para
alguien con una gran riqueza. Las velas de cera eran todas nuevas, aunque sus soportes
parecían antiguos.
Pero lo que le llamó la atención fue un estante de armadura con un juego de placas

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de acero.
Risk encendió las velas de la habitación para ver mejor. La armadura pulida brilló
en la luz. La placa del pecho en relieve tenía detalles ornamentados, un trabajo verdade-
ramente magistral, pero el borgoña era la verdadera pieza central. El frente del casco con
capucha parecía una boca de vampiro abierta, completa con colmillos intimidantes. El
resto parecía una calavera con volutas adornadas a su alrededor.
Parecía como si el armero Filippo Negroli lo hubiera hecho él mismo. Lo que sig-
nificaba que probablemente era italiano y de mediados o finales del siglo XVI.
Risk alargó la mano para tocarlo, pero cambió de opinión. Algo así pertenecía a un
museo, y no quería arriesgarse a que los aceites de su piel lo dañaran. Después de estudiar
la armadura por un rato, pasó al escritorio.
Sobre ella descansaba un relicario. Risk lo tomó y lo abrió; dentro había dos pintu-
ras en miniatura. Una de Cyprian, y en el lado opuesto, un hombre con inquietantes ojos
color avellana, cabello oscuro y líneas fuertes.
—Se llamaba Jacopo —susurró Cyprian desde la puerta. Risk se volvió y lo miró.
El vampiro parecía casi parte de las sombras, desapareciendo y reapareciendo en la luz
tenue y parpadeante. Mantuvo los ojos fijos en el suelo—. Un caballero. Y como tú, él
tampoco quería convertirse en vampiro. Iba en contra de sus creencias.
—¿Lo convertiste de todos modos?
Cyprian asintió.
—¿Me has estado siguiendo?
—No. Me he quedado aquí, y tú haces demasiado ruido cuando caminas.
Risk miró al hombre en la pintura. Si entrecerraba los ojos y giraba la cabeza hacia
un lado, los dos parecían ser primos lejanos por parte de su madre.
—¿Qué le sucedió?
—Toleró ser un vampiro al principio. Incluso lo disfrutó. Pero con el tiempo… —
Cyprian miró hacia la armadura—, él me amaba. Cuando era humano, antes de saber que
yo era un vampiro, me amaba. A pesar de que nuestro amor estaba prohibido en ese mo-
mento. Y cuando le dije lo que era, una criatura de la noche trató de matarme. No podía
soportar dejarlo ir, y en un momento de debilidad, lo convertí, y él me amó de nuevo…
por cien años…
—Hasta que se rompió el vínculo que se forma entre un Señor y su creador.

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—Sí. Cuando el vínculo se desvaneció, me odiaba a mí y al monstruo en el que lo
había convertido —Cyprian apretó los ojos cerrados, luchando por contener las lágri-
mas—. Se volvió demasiado peligroso. Tuve que acabar con él.
Risk cerró el relicario y lo volvió a colocar donde lo encontró.
—Este santuario para él es la verdadera razón por la que no quieres dejar la ciudad,
¿no es así?
Cyprian no respondió.
El corazón de Risk se sentía pesado en su pecho, el latido del mismo retumbaba en
sus oídos. ¿Qué tenía este jodido vampiro que encontraba tan malditamente atractivo?
Si no eran los pensamientos intrusivos sobre lo que podría hacerle sexualmente a esta
criatura, eran los pensamientos de querer cuidarlo, curarlo.
Fue hacia Cyprian, le tomó la cabeza como lo había hecho la otra noche y le limpió
una lágrima que se le había escapado, la piel era fría y suave bajo su toque.
—Siempre me pareció curioso —dijo Cyprian, rompiendo el silencio que había
entre ellos—, que él estaba dispuesto a ir contra su fe para estar conmigo, incluso cuando
eso lo desafió demasiado, pero convertirse en un vampiro fue demasiado…
—La fe no es siempre racional.
—No, no lo es. Tampoco el amor.
Risk volvió su mirada a la armadura. No quería expresar sus sentimientos y si se-
guía hablando, lo haría. Aun así, no quitó su mano. No podía.
Cyprian tocó la muñeca de Risk. Sus dedos se movieron sobre la piel con mucho
cuidado, como si tuviera miedo de hacerle daño.
—Nunca te has enamorado, ¿cierto?
Risk aclaró su garganta.
—No.
—Podría enseñarte cómo es, si me dejaras.
Lo que Risk quería decir era:
—Por favor, muéstrame. Muéstrame que hay más en este mundo además de una
esperada obediencia y obligaciones. Hay que recorrer el mundo juntos, experimentar
todo lo que tiene para ofrecer. Muéstrame cómo es ser libre.
Pero en lugar dijo:
—No puedo.

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—Mírame —dijo Cyprian, pero parecía más una petición que una orden. Risk obe-
deció—. Puedo escuchar tu corazón detenerse un latido cuando tus ojos encuentran los
míos, tu piel se calienta, tu respiración se vuelve más pesada. Quieres lo que te ofrezco.
¿Por qué no lo tomas?
—Solo te he conocido por unas pocas noches.
—Tendremos una vida para hacerlo. Y si te parezco intolerable, no te obligaré a
quedarte.
—Los vampiros no son conocidos en su mayoría por ser los más sinceros.
—Tampoco los íncubos ni humanos. Pero dime, ¿estoy mintiendo?
Risk lo estudió.
Los ojos grises de Cyprian se humedecieron, su cuerpo temblaba, se sentía tan
abierto y expuesto. No estaba mintiendo.
—¿Dejarías este lugar por mí? ¿Dejarías tu santuario para Jacopo, a tu padre, a tu
familia?
Cyprian dudó, miró la habitación y las memorias que habían en ella antes de final-
mente decir:
—Por ti, sí.
Risk no podía permitirse ser un vampiro, pero podrían encontrar otra forma de…
mierda. Todo esto se sentía tan impulsivo. La razón le gritaba que no desperdiciara todo
por un chupasangre. Pero nunca había disfrutado realmente de ser un cazador.
Risk superó los desafíos en su intento por complacer a su padre distante y lo había
estado haciendo durante tanto tiempo que simplemente no sabía cómo hacer otra cosa.
—Hay una guerra ahí afuera… —Risk elevó su mentón.
—Siempre hay una guerra. Seguirá ahí cuando estemos listos para volver.
—Qué pasaría si… —la pregunta se quedó a medias en la boca de Risk. Aclaró su
garganta antes de volver a intentar—, ¿Qué pasaría si te dijera que no quiero volver a
pelear?
—Soy uno de los mejores asesinos en el mundo. Confío en mis habilidades para
mantenernos seguros.
—No, me refiero, qué pasa si quisiera hacer algo diferente, por ejemplo… ¿arte? —
Risk se rio— Maldita sea, suena tan tonto decirlo en voz alta.
Cyprian le dedicó una sonrisa.

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—Encontraremos a los mejores maestros y aprenderás. ¿Es eso lo que quieres?
—Quizá. Quizá no sea capaz de alejarme de mi espada. No sé si podré… ha sido
parte de mi tanto tiempo, pero quiero la oportunidad de perseguir otros pasatiempos.
Nunca tuve eso.
Los grandes ojos y llorosos de Cyprian estudiaron la cara de Risk.
—Te daría lo que sea que me pidas.
Lo que sea.
Risk quería eso.
Pero no sabía si podría tomar lo que le estaban ofreciendo. Ir en contra de siete
décadas de condiciones no era tan fácil como decir sí.
—Por favor, bésame —le pidió Cyprian—. Por favor.
Eso, podía hacerlo.
Risk se inclinó y capturó la boca de Cyprian. Se movió lentamente al principio,
tomándose su tiempo para saborear al vampiro. Sintió como los colmillos bajaban, y las
manos con largas garras lo tomaban por la cintura.
El entusiasmo de Cyprian aumentó, acelerando el movimiento de sus manos y
labios.
Risk tomó sus muñecas, las levantó, y empujó a Cyprian dentro del marco de la
puerta, sujetando sus manos sobre su cabeza.
—¿Cuál es la prisa?
—Te quiero tan desesperadamente…—jadeó Cyprian cuando Risk se inclinó y besó
su cuello—. Por favor. He soñado contigo por tantas noches.
Risk se rio contra su piel.
—No voy a perder la oportunidad de torturarte, vampiro.
—Oh dioses —gimió Cyprian.
Risk volvió a la boca de Cyprian, esta vez con más urgencia. Porque, aunque le en-
cantará tentar al vampiro, había querido follarlo desde la primera vez que lo vio. Eso le
recordó algo…
—Espera —Risk retrocedió un poco—. ¿Cómo te liberaste de la trampa de vampi-
ros?
—¿En serio? ¿Debes preguntar eso ahora?
Risk sonrió.

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—Haré que valga la pena si me lo dices.
—La magia no me afecta. No me hace daño.
—Joder. Esa es una habilidad muy útil. Con razón nunca te atrapamos.
—Si, ahora por favor, haz que valga la pena.
—Muy bien. —Risk se movió para agarrar ambas muñecas en una mano para libe-
rar la otra, luego movió su pulgar por los labios de Cyprian y lo empujó, pinchándolo en
uno de sus colmillos.
Los ojos de Cyprian se abrieron. Se movió rápido y apartó la mano de Risk, mante-
niendo un fuerte agarre en sus muñecas.
—No.
—¿No quieres esto?
—No lo entiendes. Yo… —Una gota de sangre se formó en su pulgar y los iris de
Cyprian se volvieron rojos mientras miraban la sangre.
Una brisa corrió más allá de Risk, y en un abrir y cerrar de ojos, su espalda golpeó
la cama y Cyprian estaba encima de él, a horcajadas sobre su torso.
—No lo entiendes —repitió. Pero no se explicó. Se inclinó y rozó sus colmillos a lo
largo del cuello de Risk. Se detuvo. Esperó.
—Si te ordeno que te detengas, ¿lo harías? ¿Podrías?
Cyprian no se movió durante varios minutos. Hasta que, finalmente, parpadeó
fuerte y se alejó. Su boca estaba abierta, con sus dos largos colmillos a la vista, sus ojos
rojos pegados al cuello de Risk.
—Tu sangre me canta —dijo cuidadosamente sobre sus colmillos—. Resistir su
llamado ha sido… difícil. Ver tu sangre lo hace casi imposible.
—Si me drenas, no seré capaz de producir más.
—Solo tomaré unos pocos sorbos.
—Mírame —ordenó Risk.
Cyprian apartó la mirada de su cuello y se encontró con sus ojos.
—Quiero venirme en ti, y cuando lo haga, podrás tomar de mi sangre.
Cyprian soltó un gruñido que sonó en parte de frustración y parte de anticipación.
—Entonces por favor cógeme duro y rápido. Podremos hacerlo lento más tarde.
Divertido, Risk soltó una risa suave y se tomó su tiempo para desabrochar el botón
de los pantalones de Cyprian.

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El vampiro soltó un quejido.
—Desnúdate —le ordenó Risk—. Si necesitas que paremos solo…
Ven a mí, una voz ordenó en la cabeza de Risk.
—Maldito infierno.
Todavía sobre Risk, el rostro de Cyprian pasó de estar incontrolablemente ham-
briento a uno de consternación.
—¿Qué pasa?
—Bájate. Necesito salir. No tengo opción.
Cyprian se movió mientras Risk se levantaba y salía de la habitación.

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Capítulo nueve
Traducido por Jazmín
Corregido por Lucie

Cyprian nunca había querido matar a su padre tanto como en ese momento. No era por-
que había interrumpido un encuentro sexual o la degustación de la sangre de Risk – las
cuales, aunque frustrantes, podían ser perdonadas – sino por el dolor que había apareci-
do en la cara del humano mientras él caminaba fuera de la habitación contra su voluntad.
—¿Qué ordena mi Padre?—, preguntó saliendo tras Risk.
Visiblemente molesto, Risk no contestó mientras caminaba hacia el oscuro salón,
en lugar de eso dij;
—Dame algo para alumbrar—.
Cyprian volvió a la habitación y regresó con un candelabro. Ambos caminaron en
silencio por un tiempo hasta que Cyprian susurró;
—Lo siento—.
Quería decir más pero estaba seguro que cualquier cosa que dijera sólo molestaría
más a Risk. Y él tenía todo el derecho de estar enojado.
—Prometo que estarás libre de él pronto. Por favor créeme—.
Risk no dijo nada.
Derrotado, Cyprian continuó caminando, manteniendo las velas en alto de manera
que el humano pudiera ver.
Caminaron a través de los pasillos hasta que estuvieron bajo la Catedral. Subiendo
una escalera espiral, entraron a un enorme y elegante comedor. El techo abovedado con
vigas de madera y los vitrales – con diferentes escenas de vampiros – daban una sensa-
ción de grandeza. En el centro del salón se encontraba una larga mesa de banquete con
docenas de sillas a su alrededor. La parte más lejana de la mesa estaba totalmente llena
de comida.
Günther se sentó a la cabeza, los asientos a su derecha e izquierda estaban ocupa-
dos por dos mujeres humanas, las favoritas de Günther. Ambas estaban ahí por su propia
voluntad para proveerle sangre a cambio de lo que sea que Günther les daba como pago.
Cyprian no estaba seguro de en qué consistía exactamente el pago; podía ser dinero, re-
galos, sexo épico… tal vez los tres, tal vez algo más. Cyprian nunca se había interesado en
averiguarlo.
Karlene se sentó cerca, con uno de sus favoritos a su lado: un hombre atractivo
con un peinado extravagante e intensos ojos que probablemente pasaban mucho tiempo
asegurándose que cada ángulo de su cuerpo luzca atractivo.
—Ah—, Günther dijo y movió dos sillas vacías frente a Karlene, —Por favor, únan-
senos—
Risk entrecerró los ojos y tomó asiento. Cyprian no se movió de la entrada; su
mano se sostenía sobre una daga escondida en su cintura.
—Hijo mío, si vas a retarme, adelante. Si no, toma asiento—.
Un reto directo no funcionaría. Cyprian conocía sus habilidades y límites, él no
podría ir mano a mano contra su padre. Así que fue a sentarse, odiando cada paso que dio
para llegar a su lugar.
—Padre, ¿qué sucede?—, preguntó Karlene.
Günther tomó la copa llena de sangre que se encontraba frente a él y tomó un
sorbo. —Emeric llegará pronto. Todos mis hijos estarán en casa—
—No respondiste mi pregunta—, replicó Karlene, —¿Por qué los interrumpiste?—
Cyprian apreció que Karlene hablara en su nombre. Si él empezaba a hablar, nada
más que furia saldría de su boca. Ella siempre ha podido lidiar con personas mejor de lo
que él jamás podría.

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Günther tomó otro sorbo. —¿Tienes hambre, humano?—
—No—, respondió Risk con la mandíbula apretada, furia emanaba de él.
—En esta mesa, o comes o eres comida. Escoge una—
—Padre, por favor…— Empezó a protestar Cyprian.
—Entonces comeré—, dijo Risk.
Con el movimiento de la muñeca de Günther, un sirviente se apresuró a traer algo
de comida. El viejo vampiro repasó con la mirada a Risk antes de preguntar: —¿Has deci-
dido qué vas a hacer con tu humano?—
—Aún lo estamos discutiendo— dijo Cyprian mientras Risk respondía con una
mirada severa.
—Ambos huelen a que una productiva conversación estuvo a punto de iniciar—
Günther sonrió burlonamente, sus blancos colmillos le dieron una apariencia amenaza-
dora.
Un pequeño gruñido de advertencia surgió de la garganta de Karlene.
—Está bien, está bien—, dijo Günther levantando una de sus manos simulando
rendición.
El sirviente regresó con un plato de sopa y lo colocó frente a Risk, quien lo ignoró
por completo.
Günther bajó su copa y continuó: —Hijo, ha surgido nueva información, y lo sien-
to, pero no puedo permitir que lo conviertas y tampoco dejaré que abandone la ciudad—.
La ira lo inundó mientras se levantaba, su aspecto de vampiro emergiendo, su
mano a medio camino de ser garra se cerró sobre su daga. Un bajo e inhumano gruñido
salió de su garganta. A su lado Risk lucía aún más molesto, pero Cyprian no sabía si era
porque el cazador no podía hacer nada mientras estuviera bajo la compulsión o porque
no estaba tomando las noticias de la mejor manera.
Günther no reaccionó al exabrupto. —No lo estoy diciendo para herirte—
—¿No?—, fue todo lo que Cyprian pudo decir.
Fuego ardió en la mirada de su hermana, como si fuera a arrojarse a defenderlo,
pero se mantuvo en silencio. Cyprian sabía que ella probablemente esperaría a ver cómo
se desarrollan las cosas antes de hacer algo.
—Karlene, espéranos afuera, y llévate a los humanos contigo—, ordenó Günther.
Ella se veía como si fuera a protestar, pero al parecer cambió de opinión y en su

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lugar dijo: —Estaré aquí afuera si me necesitan. Andando, queridos—.
Todos los humanos, incluyendo los sirvientes se enfilaron hacia la salida. Cuando
sólo quedaban Risk, Cyprian y Günther en el salón, Günther preguntó: —¿Te ha dicho el
humano quién es?—
Cyprian miró a Risk, cuyos puños estaban cerrados, con los nudillos blancos. Nin-
guno de los dos respondió al Archiduque.
—Ya veo. Humano, ¿has olvidado que cuando un vampiro se convierte nuestra
maldición es matar a nuestras familias humanas? ¿Crees que podrías enfrentarte a tu
padre y vivir, Jason?
La confusión inundó a Cyprian. —¿Tu nombre es Jason?¿Quién es tu padre?—
—Mierda—, Exclamó Risk por lo bajo. No se movió durante un momento hasta
que finalmente dijo: —No, no lo he olvidado.—
—¿Quién es tu padre?— Le preguntó Cyprian de nuevo, Su estómago se sentía
como un pozo.
—Si mi hijo te convierte, tu irías instintivamente por tu padre, y él te mataría.
Pero si no te convierte, y dejan la ciudad juntos…— Günther se puso de pie. Se veía más
grande ahora, con un aura de autoridad que invitaba a cualquiera a desafiarlo. —Mi hijo
tiene un corazón blando. Lo habrías podido convencer de liberarte, y tú regresarías a
reportar todo lo que has visto aquí, incluyéndolo. Cyprian no es sólo uno de mis mejores
consejeros, sino que es alguien a quien quiero mucho. No te dejaré hacerlo. Humano,
puedes permanecer aquí bajo mi control o puedes escoger la muerte. Esas son las únicas
opciones disponibles para ti ahora—.
Cyprian azotó sus manos contra la mesa, haciendo que los platos se sacudieran y
la madera crujiera bajo su fuerza. —¿Quién es tu padre?—
Risk suspiró y se levantó para encarar a Cyprian. —Soy Jason de Jason—.
Dioses, no. De todas las personas… —¿Tú eres el hijo del Emperador Prescott?—
—Si—.
Cyprian dio un paso hacia atrás. —¿El guardaespaldas personal del Gran Rey de
los íncubos?—
—Y líder de los Cazadores y de los Argonautas, el mejor equipo de cazadores que
hay. Mil años de edad. Si. Si. Y sí.—
Cyprian no lo podía creer. Muchos habían tratado de matar al Emperador a través

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de los años, nadie se había ni siquiera acercado y muchos perdieron la vida intentándolo.
Él era viejo, más viejo que la edad sumada de todos en el edificio- y hasta donde se sabe,
no puede morir. —¿Tiene un hijo?—
—Ha tenido muchos a través de su larga vida. Soy el único varón que queda. Y
cuando bese el suelo, él tendrá otro, lo nombrará Jason y así seguirá por siempre. Siem-
pre tiene que tener un heredero para cargar con la tradición familiar en el remoto caso de
que algo realmente lo mate.—
—Mi padre tiene razón. Si te convierto, él te matará…—
—Lo sé. Es por eso que no me puedo convertir en vampiro—.
—¿Entonces cuál era tu plan?— El pecho de Cyprian se sentía más pesado de lo
normal. Había sido tan tonto como para pensar que el humano quería estar con él. Había
sido tan tonto como para pensar que alguien podía amarlo. Jacopo no lo había hecho y
tampoco Risk.
Risk no respondió.
—Mírame—, le ordenó Günther a Risk. Risk suspiró, pero si lo hizo. —Dime qué
fue lo que planeaste—.
La compulsión hizo su camino hacia el humano. Él luchó contra ella, pero no im-
portó. —Escapar, por supuesto. Asegurarme que yo le gustara y esperar a que cometiera
un error.—
El dolor recorrió a Cyprian. No podía soportar estar ahí un segundo más.
—Con tu permiso—, dijo con una leve inclinación de cabeza hacia su padre.
—Espera—. Dijo Risk.
Pero Cyprian no podía. Lo último que deseaba era que vieran que estaba herido.

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Capítulo diez
Traducido por Jazmín
Corregido por Lucie

Risk empezó a perseguir a Cyprian. Él necesitaba explicarle…algo, aún no sabía qué pero
necesitaba…
—Alto—, le ordenó Günther.
Risk se detuvo a medio paso. Maldito. —Déjame ir con él—.
Günther alzó una ceja y tomó asiento a la cabeza de la mesa.
Con frustración, Risk barrió con su mano la mesa, lanzando por los aires toda la
vajilla. —Libérame—.
—No, y hacer un berrinche no te ayudará tampoco. Siéntate—
Risk trató de luchar contra la orden, pero mientras más se resistía más fuerte se
hacía la compulsión hasta que su trasero finalmente alcanzó a la silla.
—Luchar contra cada orden que te doy sólo te causará mucho dolor. Será más fácil
si obedeces la primera vez que te lo ordeno—
—¿Qué hay de divertido en eso?—
Günther chasqueó la lengua y tomó su cáliz. —No puedo dejarte estar con mi
hijo—.
—¿No debería ser su decisión?—
El ancestral vampiro tomó un sorbo de sangre, su mirada se fijo en Risk. —Debe-
ría. Pero está tomando la decisión equivocada en esta ocasión—.
Frunciendo el ceño, Risk sólo deseaba coger un arma y apuñalar al desgraciado.
—Te pareces mucho a mi padre. Siempre haciendo lo que piensa que es mejor para
sus hijos, no dejándolos tomar sus propias decisiones. Dios no lo quiera, los dejes come-
ter algún error—.
Günther parecía sombrío, como si un pensamiento desagradable se hubiera fijado
en su mente. —Lo dejé cometer un error una vez, y como consecuencia, él ha pasado si-
glos rechazando cualquier atisbo de felicidad. No participa en conversaciones. No busca
nuevos intereses o compañía. Se ha convertido en una pálida sombra de lo que alguna vez
fue o podría ser—.
—Hasta que me trajo aquí, quieres decir. ¿Y ahora le vas a negar esto?— Risk miró
hacia la puerta por la que Cyprian había salido. —Necesito ir con él—.
—¿Porqué?—
—Yo… Yo no lo sé—. Risk deseó que todo estuviera claro para él, pero no lo estaba.
Su corazón estaba en guerra con su mente. ¿Qué monstruo era el menos malvado? ¿Eso
siquiera importaba?
—Eso es exactamente por lo que quiero que te mantengas alejado de él. No tienes
ni idea de lo peligroso que eres para él—.
—¿Estás seguro de que esto no es por ti? Tú estás preocupado de que podría llevár-
melo de tu lado, por lo que perderías a tu mejor asesino—.
Günther bajó el cáliz que había estado sosteniendo a la mesa y recorrió con sus de-
dos su tallo de arriba abajo. —No. Los asesinos son desechables. Mi hijo no lo es. Y haré
lo que considere necesario para protegerlo. Los Cazadores nunca te dejarán ir. Tu padre
vendrá por ti eventualmente. Te cazará por traicionarlo. Por avergonzar su nombre. Mi
hijo tratará de salvarte y morirá en el proceso—.
Risk odiaba que Günther estuviera diciendo la verdad. —Cyprian se las arregló
para que por siglos nadie supiera ni siquiera que él existe. ¿No crees que es capaz de
escondernos a los dos?—
—No si dejan Blutbad, no podrá.— Günther negó con la cabeza, su cara fija con
resolución.

59
—¿Entonces vas a matarme?—
—Eso quiero, pero si lo hiciera él nunca me lo perdonaría. Dime, ¿lo amas?— Gün-
ther preguntó, poniendo poder en la pregunta, obligando a Risk a ser honesto.
—Sólo han sido algunos días, pero… yo siento…— Risk miró hacia la puerta. No
sabía la palabra correcta. ¿Deseo? Tal vez. Pero lo que sentía era más fuerte. ¿Amor? Aún
no. —Podría ser… La posibilidad de amar—.
Günther consideró la respuesta un poco. —Te regalo la decisión. Quédate bajo mi
compulsión. Serás mi esclavo, pero podrás estar con mi hijo. Debes saber, yo no te libe-
raré. No hay escape—.
Escalofríos recorrieron la columna de Risk. No podía soportar la idea de perder su
libertad de esa manera. —O…—
—Borraré los recuerdos de tu estancia aquí. Despertarás pensando que has estado
en coma después del ataque de un vampiro. No recordarás nada, puedes regresar con tu
gente, pero perderás a mi hijo para siempre. Y antes de que lo preguntes, poseo la habili-
dad de borrar la memoria—.
Cualquier vampiro puede borrar la memoria. Con el paso de los años, los Caza-
dores han desarrollado algunas técnicas para recuperar memorias perdidas. Risk nunca
había oído que un vampiro pudiera borrarlas completamente, pero no creía que Günther
estuviera mintiendo.
—¿Tengo que decidir ahora?—
Günther no respondió inmediatamente. Finalmente le dijo: —Dame tu respuesta
mañana, o yo escogeré—
—Déjame ir con él— Risk quería estar fuera de esa habitación, lejos de Günther.
El vampiro dejó pasar un par de minutos antes de decir: —Mi hijo es bondadoso, y
aunque no te mataré por su bien, no significa que no te haré cosas terribles si lo hieres—.
Risk no tenía idea cómo saldría todo esto, pero herir a Cyprian no era el objetivo.
—No soy ningún novato. Sé lo que los vampiros pueden hacer—.
—Bien. Vete.— Dijo con un gesto de mano indicando la salida.
Risk quería correr fuera de la habitación, pero no le daría ese placer al Archiduque.
Tan pronto como abandonó el comedor, se apresuró hacia la habitación de Cyprian tan
rápido como pudo. Le tomó un par de vueltas equivocadas, pero finalmente consiguió
llegar.

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Irrumpió dentro, pero su corazón se hundió cuando vio a Karlene sentada en una
silla de madera frente a la chimenea, Cyprian no estaba ahí.
—Él no está aquí. Entra y siéntate conmigo un momento, te diré dónde está—. Le
dijo.
Decepcionado, Risk se sentó en el sofá rígidamente.
En el regazo de Karlene había un sobre de gran tamaño con un cierre metálico.
—¿Sabes cuáles son mis talentos?—
—Como yo lo entiendo, puedes convertirte en un grupo de sabuesos, rastrear una
esencia a millas de distancia—
—Así es. Fue una habilidad muy útil en los siglos pasados cuando las personas no
podían cruzar océanos en unas cuantas horas. Y cuando las líneas ley tan ocupadas como
están ahora. Con el paso de los años me he tenido que adaptar para mantener mi título
como la mejor rastreadora del mundo. Lo que significa que tengo redes de personas tra-
bajando para mi – investigadores, espías, historiadores, hackers, cazarrecompensas – to-
dos en mi nómina. Puedo encontrar a cualquiera en donde sea. Pocos pueden esconderse
de mí.—
—Eso es… impresionante—
—Lo es—. Ella le lanzó una sonrisa que era una combinación entre amigable y
perra que seguramente pocos podían lograr. —Cuando mi hermano te trajo, pensé que
lucías familiar, y empecé a investigar…—
—Tú descubriste quién es mi padre— él afirmó.
—Si. Inteligente de tu parte mantenerlo entre tú y yo. Esa noche, yo hubiera suge-
rido matarte y mandar tu cabeza a la Torre Alta—.
—¿Y ahora?—
—Y ahora sé cuánto le agradas a mi hermano. Eso significa mucho para mi, y yo
nunca lo lastimaría—
—Qué afortunado soy— Dijo Risk.
—Te digo esto porque averiguar que mi hermano tenía un amante del cuál yo no
sabía nada me atrapó con la guardia baja. No me gusta ser tomada por sorpresa—.
—No, supongo que no, ¿por qué decirme esto?—
Ella golpeó el sobre con sus largas uñas. —Después de sacarle a mi padre lo básico
sobre Jacopo, comencé a investigarlo y encontré algo fascinante. Sabes que cuando so-

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mos convertidos, los vampiros sentimos la abrumadora necesidad de matar a nuestros
seres queridos…—
—Si, sé todo sobre eso—
—Y sabes que son aquellos con los que estamos emocionalmente conectados: pa-
dres, esposos, hijos.—
—Tengo casi setenta, y maté a mi primer vampiro cuando tenía trece. No me estás
diciendo nada nuevo—.
—Entonces sabes que nosotros no vamos por ahí destruyendo líneas sanguíneas
enteras. Un vampiro no sentiría la necesidad de matar a un nacido bastardo con el cuál
no tiene ninguna conexión—
Risk miró hacia el sobre sin decir una palabra.
—Tu madre era italiana, ¿cierto?— Le preguntó ella.
Si, lo era, pero era una pregunta retórica; ella sabía la respuesta. —¿Jacopo tuvo
bastardos?—
—Sólo uno. Una niña, y diecinueve generaciones después, tú apareciste—.
—Ah—.
—¿Eso es todo?— Ella le preguntó.
—¿Qué quieres que te diga?—
—No lo sé, eres el descendiente del amante muerto de mi hermano. Parece un
hecho que vale más que un “Ah”—.
Risk se encogió de hombros.
—Con tantas generaciones, probablemente hay cientos de miles de descendientes.
¿Relacionado con Jacopo? ¿Y eso qué? No soy él. Además, asumí que Jacopo era gay—.
Ella sacudió su cabeza. —¿Así como tú?—
—Así es—. Estar rodeado por íncubos le dio muchas oportunidades de explorar su
sexualidad en sus años formativos. Si hubiera sido religioso o parte de una cultura que
desaprobara la libertad de la sexualidad, Risk podía imaginar cuán fácil hubiera sido ne-
gar partes de él que disfrutaban coger y, raramente, ser cogido por hombres.
—A decir verdad, tendrías que preguntarle a Cyprian. El puede ser gay y aún así
dormir con mujeres debido a las expectativas o para probarse a sí mismo, o porque es bi…
hay muchas razones por las que puede pasar. E incluso los caballeros católicos devotos
engendraron hijos fuera del matrimonio—. Ella le tendió el sobre. —¿Te gustaría ver tu

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linaje?—
Él no lo tomó. Había muchos nombres en una página. Su padre amaría toda esa
mierda, lo que lo hizo odiarlo aún más.
Ella apartó el sobre. —Probablemente no te interesa, pero creo que algunas cosas
están predestinadas a pasar. Tal vez mi hermano y tú están destinados a estar juntos. El
universo no logró que pasara hace quinientos años, tal vez hay que tratar de nuevo—
Risk se rió. —El universo pudo haber sido más amable, ¿Él lo sabe?—
—No, no le he dicho a mi hermano aún—
—Tú… ¿tú crees que él sólo me quiere porque le recuerdo a él?—
Ella lo interrumpió con una risa seca. —No, no lo creo. Pero pregúntale a él. Se
está lamentando en la torre del este. Puedes acceder a la escalera por el pasillo a tu iz-
quierda. Me aseguré de que todo esté despejado.—
Necesitando encontrar a Cyprian, Risk se calló y empezó a retirarse.
—Humano—, le dijo, haciéndolo detenerse. —En el cajón de la mesa de allí. —
Él lo abrió. Dentro había una pequeña botella de lubricante.
Con una sonrisa de complicidad, dijo: —Creo que las cosas saldrán bien esta vez—.
Risk no estaba conteniendo la respiración por eso en particular; estaba seguro de
que necesitaba asegurarse que Cyprian supiera cómo se sentía antes de que terminara.

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Capítulo once
Traducido por Cris G
Corregido por Lucie

Agachado en el alféizar de la ventana perteneciente a la torre oriental, Cyprian observaba


las luces de la ciudad brillando allí abajo. Por lo general, esta vista le traía paz. Le encan-
taba ver pasar a la gente a primera hora de la tarde, siguiendo con sus vidas, disfrutando
de la noche y de los placeres que podría traer.
Pero Cyprian no encontró paz aquella noche, ya que Risk —el hijo de Jason—do-
minaba sus pensamientos.
No era de extrañar que el cazador fuese tan hábil; el hijo del Emperador había estu-
diado cómo luchar contra los monstruos toda su vida. Y, por supuesto, Risk nunca podría
permitirse el convertirse en un vampiro. O amar a uno.
—Mierda—dijo Cyprian hacia arriba, maldiciendo los cielos, el universo y a cual-
quiera que estuviese escuchando. Pero, por sobre todo, se maldecía a sí mismo por ser
tan jodidamente estúpido. Había traído el peligro a su vida, ¿para qué? Para ser herido
otra vez.
Me aseguraré de agradarle y esperaré a que cometa un error.
Ese había sido todo el tiempo el plan de Risk: acercarse a Cyprian e irse apenas
bajase la guardia. Y Cyprian había caído en el juego.
Las partes más oscuras de sí mismo querían castigar a Risk. Lanzarlo nuevamente
a la mazmorra y torturarlo para devolverle el dolor. Mantenerlo vivo por su sangre, usar
su cuerpo. Pero aquello solo eran su miedo y su ira burbujeando, el vampiro susurrando
lo dulce que podía ser la venganza.
Ese no era él. Cuando Cyprian asesinaba, no dejaba que sus víctimas sufrieran. Si
necesitaban la muerte, se las otorgaba al instante.
Las fuertes pisadas de Risk subiendo por la escalera de caracol llamaron su aten-
ción.
Consideró salir por la ventana y mantenerse alejado hasta que su padre hubiese
limpiado todo. Pero él no era un cobarde.
Saltó del alféizar y entró en la pequeña habitación que usaba como santuario. Ha-
cía unos años, ante su insistencia, su hermana le había ayudado a decorar el área, colo-
cando un diván —el nombre divirtió a ambos— instalando algunos estantes y pequeñas
cadenas de luces para ambientar el lugar.
Cyprian se enfrentó a las cortinas de terciopelo verde que separaba la habitación
de las escaleras, con la mano quieta cerca de su daga oculta.
Risk irrumpió con el cuerpo tenso y el rostro serio.
Cyprian gruñó.
—Nada de lo que digas hará que…
—Cállate. —Cyprian avanzó como un depredador.
—¿Qué haces…?
—Que te calles la puta boca. —Risk le tironeó la parte de atrás del cabello, obli-
gándole a arquear la espalda, y reclamó sus labios; agresivo, rudo. Dejaba en claro que no
llegaría a pronunciar palabra. Y Cyprian lo deseaba, lo necesitaba. Toda su preocupación
desapareció al ser consumido por la pasión. Risk pareció sentirlo y su beso se hizo más
profundo, más intenso, su lengua invadió la boca de Cyprian y la reclamó.
En algún momento, Risk tomó una de las dagas ocultas de Cyprian. Con un solo
movimiento la giró en su mano y le cortó la camisa, tirando más fuerte de su cabello.
Movió sus labios a la línea de su mandíbula y un aliento ardiente calentó su piel. Mierda.
Cuando Risk se movió hacia su cuello y raspó sus dientes contra Cyprian, sus rodi-
llas cedieron. El brazo libre de Risk lo envolvió, manteniéndolo en pie. Sin embargo, Risk
no cedió, rudamente jugueteaba con su boca y mordía su manzana de Adán. Dioses, oh

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dioses, le encantaba su trato agresivo.
La daga cortó la parte superior de sus pantalones y los dejó en sus rodillas. Cyprian,
medio desnudo, fue empujado por Risk, quien se colocó sobre él. El humano parecía sal-
vaje, consumido por la ira y la lujuria. Arrojó la daga al piso y quitó el resto de ropa a
Cyprian antes de deshacerse de su camisa. Mierda, la rabia le quedaba bien, tensaba y
definía sus músculos. La forma en que los pantalones colgaban de sus caderas se robaba
la mirada de Cyprian.
—Voy a follarte tan fuerte que olvidarás tu nombre. Y luego te volveré a follar para
que sepas a quién perteneces.
Risk se inclinó y le apretó fuertemente la barbilla, lo suficiente como para causarle
dolor y forzar a sus ojos a encontrarse.
—Suplícame por ello.
Al escuchar la orden, el aspecto de Cyprian se transformó y su miembro empezó
a gotear.
—Risk… —Fue todo lo que pudo decir.
—Súplica —Repitió Risk.
—Por favor.
—Puedes hacerlo mejor que eso, vampiro.
La forma en que Risk pronunció vampiro le hizo temblar. En sus encuentros ante-
riores, el humano siempre había sentido conflicto y lucha dentro de sí, pero aquello se
había ido ahora, reemplazado por la certeza de haber elegido. ¿Cómo podía resistirse a
ello?
—Fóllame. Por favor, lo necesito. Necesito sentirte dentro.
—Mejor.
Risk desabrochó sus pantalones, su grueso miembro rebotó al ser liberada. Dioses,
era tan hermoso. Y tan grande que iba a doler. Cyprian no debió haber sido muy sutil
acerca de su deseo porque Risk se rio, agarró su miembro por la base y lo acarició.
—¿Todavía lo quieres dentro?
—Sí, —dijo Cyprian, y agregó —por favor.
Risk colocó su enorme mano sobre su pecho, inmovilizándolo. Luego se arrodilló
en el borde de la cama, acomodándose entre sus piernas. Lamió la parte inferior de su
miembro desde la base hasta la punta.

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Era un maldito infierno. La espalda de Cyprian se arqueó, pero Risk lo mantuvo en
su sitio.
Una cálida boca se tragó todo su miembro, y dejó escapar algo entre un grito aho-
gado y un gemido.
—Risk… dios…oh, dioses…
Risk trabajó su miembro con experticia, moviéndose hacia arriba y hacia abajo y
aplicando una adecuada cantidad de presión y succión. Un dedo lubricado presionó con-
tra su ano.
Cyprian no tenía idea de cómo o cuándo había obtenido el lubricante. No importa-
ba. Lo quería dentro. Movió las caderas hacia abajo para dejar en claro lo que necesitaba
y suplicó.
—Por favor, fóllame ya. No necesitas ir lento o prepararme… me sanaré.
No obtuvo lo que quería. En vez de eso, Risk se tomó su tiempo presionando con
los dedos mientras seguía succionándolo.
Cyprian gimió.
Risk alzó la cabeza.
—Normalmente te haría esperar aún más por ser tan exigente, pero no creo que
pueda aguantar.
Sí. Por fin.
Risk se arrastró hasta la cama, alineó el miembro con su agujero y comenzó a pre-
sionar. Sus ojos se encontraron y fluyó entre ambos un momento de íntima conexión. El
mundo se detuvo y todo lo que importaba eran ellos dos, conectados.
Risk se inclinó y le robó un beso apasionado mientras su miembro avanzaba poco
a poco. El beso se volvía más rabioso cuanto más profundo llegaba.
A Cyprian le encantaba la sensación de llenura y necesitaba más; lo necesitaba
todo.
Se aferró a la espalda de Risk y se produjo un cambio palpable; ambos se volvieron
frenéticos de necesidad, como amantes que se habían negado a sí mismos el placer del
otro durante demasiado tiempo. La locura los consumió.
—Tan… bueno… —Risk se movía más rápido, golpeando a Cyprian con su enorme
miembro; un ataque despiadado con un arma que había conseguido dominar tras años de
entrenamiento.

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El dolor que le causaba aquel grueso miembro no duró mucho, siendo reempla-
zado por un placer feroz mientras embestía hacia adentro y hacia afuera, golpeando los
testículos de Cyprian. Su miembro todavía húmedo goteaba el perlado líquido presemi-
nal sin parar. Sus garras vagaron por las gruesas cuerdas de músculos y carne caliente y
sudorosa. Los dulces sonidos del sexo llenaban el aire: gruñidos, gemidos, golpeteos…
Tener el cuerpo de Risk aplastándolo y manteniéndolo en su lugar se sentía abru-
mador, de la mejor manera posible.
—Se siente tan jodidamente bien —dijo Risk, mascullando las palabras mientras
embestía más fuerte.
Al momento en que se acercaban al inevitable clímax, Risk deslizó los brazos por
debajo de Cyprian y tiró de él, manipulándolo como si no pesara nada. Así conectados,
Risk maniobró para que se sentaran erguidos, con Cyprian arrodillado en su regazo.
Cyprian se aferró a los anchos hombros de Risk y se movió arriba y abajo de su
gran miembro.
—Estoy a punto —dijo Risk e inclinó la cabeza, exponiendo su cuello. —Trata de
no dejarme seco, vampiro.
El sonido de la sangre fluyendo bajo la piel se tornó dolorosamente intenso cuan-
do los ojos de Cyprian se clavaron en la carótida, pulsando la piel tan sutilmente que un
humano no se daría cuenta.
Risk agarró las caderas de Cyprian y lo golpeó con fuerza, sus gemidos se volvieron
impacientes.
Cyprian no pudo esperar más. Clavó sus colmillos profundamente en el cuello de
Risk y bebió. Apenas la sangre tocó su lengua, un orgasmo se disparó a través de él con tal
violencia que sintió como si cada hueso de su cuerpo pudiese romperse. Sin querer que
acabase, tragó bocanadas de sangre. Nunca la había sentido tan placentera, tan satisfac-
toria. La canción que cantaba era hermosa. Risk encontró su propio final, vaciándose en
Cyprian, sus grandes brazos sosteniéndolo con aún más fuerza. Comenzó a ralentizar el
ritmo.
—Si continúas, no habrá una segunda ronda —dijo Risk, tratando de recuperar el
aliento.
A regañadientes, Cyprian retiró sus colmillos y lamió la herida para acelerar la
sanación.

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Risk los llevó a ambos a la cama y se envolvió alrededor de Cyprian, quien se acu-
rrucó junto a él.
Había sido perfecto. Absolutamente perfecto.
Y tendría que terminar.
Siempre fue así.
El corazón de Cyprian sufría.

69
Capítulo doce
Traducido por Cris G
Corregido por Lucie

Risk abrazó a Cyprian con más fuerza mientras el vampiro se movía inquieto contra su
pecho, pero eso no ayudó. Ambos estaban intranquilos.
Suspiró profundamente.
—Supongo que deberíamos hablar.
—Mmm.
Cyprian se movió para que estuviesen uno frente al otro y se apoyó en su brazo.
—Comencemos con: Me aseguraré de agradarle y esperaré a que cometa un error.
—Ese era mi plan, cómo cuando fui capturado anteriormente, aprendí bastante
rápido que la mejor manera de evitar ser torturado era darle al vampiro lo que quisiera.
Si le agradaba, podría mantenerme con vida el tiempo suficiente para ser rescatado o en-
contrar otra forma de huir. Pero lo que no había planeado era que me gustarás.
—Oh.
La boca de Cyprian se abrió con una amplia sonrisa.
—Deja de sonreír. Te ves ridículo con esos colmillos.
—¿Te gustó?
—Jesucristo, ¿cuántos años tienes?
Cyprian sonrió.
—Te gusto mucho.
—Acabo de llenar tu flaco culo con mi semen, sí, me gustas.
Risk le plantó un beso en la frente, luego agarró una esquina de la sábana y limpió
la leche seca que Cyprian le había arrojado en el vientre.
—Tu hermana me dice que soy un descendiente lejano de Jacopo, por parte de mi
madre. Dice que tuvo una hija bastarda.
Cyprian ladeó levemente la cabeza.
—Supongo que eso explica por qué tu sangre me canta como hizo alguna vez la
suya. No me sorprende que tuviera un hijo; era soldado y había ciertas expectativas, pero
desearía que lo hubiera compartido conmigo. Tal vez no lo sabía… —Cyprian se calló an-
tes de preguntar. —¿Te molesta ser pariente de él y acostarte conmigo?
—Es un poco extraño, pero estamos tan lejos que es biológicamente insignifican-
te. A menos que me confundas con él, realmente no me importa.
—No podría. Nunca podría. Tú eres… tan seguro y lleno de confianza en ti mismo
y en tus habilidades… él era un alma torturada. Aunque era mucho más romántico.
Risk sonrió.
—Puedo ser romántico.
—No lo sé…
—Te traeré flores, te prepararé un baño, te joderé los sesos. ¿Ves? Muy romántico.
Cyprian se rio entre dientes.
Risk se volvió sombrío. Odiaba lo que tenía que decir a continuación y estaba tra-
tando de encontrar la forma correcta de expresarlo.
Cyprian puso una mano sobre su pecho.
—¿Qué? ¿Qué ocurre?
—Tu padre… —Risk cerró los ojos y respiró hondo. —Me dio dos opciones. Que-
darme aquí y ser su esclavo…
—¿O?
Risk se encontró con los ojos de Cyprian, que ahora se veía y sentía más humano
que nunca.
—O borrar mis recuerdos de todo esto, y liberarme.

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Cyprian abrió la boca para decir algo, pero pareció pensarlo mejor. Sus ojos se lle-
naron de lágrimas y apartó la mirada.
—No puedes quedarte aquí, ¿verdad?
—¿Cómo esclavo? No. Como hombre libre, tal vez. Pero significaría renunciar a
todo lo que sé. Es mucho pedir.
—¿Dudarías si no fuera un “chupasangre”?
¿Dudaría él?
—Toda mi vida la he dedicado a asesinar vampiros, y mis pasadas experiencias con
ellos no han sido tan buenas. Pero tú eres distinto. Podría verme a mí mismo cada vez
más apegado a ti… enamorándome de ti.
Cyprian pasó su dedo por el abdomen de Risk, trazando los plateados tatuajes rú-
nicos y explorando el valle de músculos allí. La piel se había curado sobre las piezas de
metal que rompían la magia, pero aún se podían sentir debajo de la superficie.
Cyprian cerró los ojos, dolido.
—No recordarás nada de esto.
Dios, quería recordar todo eso, pero no a costa de ceder el control de su mente y
su cuerpo al Archiduque. Era demasiado doloroso expresar cómo se sentía, pero Cyprian
parecía comprenderlo.
—¿Por qué te acostaste conmigo sabiendo que te irías?
La voz de Cyprian sonaba tensa, como la de un hombre dolido.
Risk pasó el pulgar por su mandíbula.
—Mírame.
Él obedeció.
—Quería que tuvieras esto. Para recordar cómo es volver a sentir. No deberías
encerrarte durante siglos. Hay todo un mundo de personas a las que podrías amar, que
querrían estar a tu lado. Quiero golpear tu duro trasero.
Cyprian soltó una carcajada.
—Para.
—Pero estoy hablando en serio.
—Lo sé.
Ambos guardaron silencio. La cadena de luces se balanceaba con la fresca brisa
nocturna, arrojando sombras suaves contra las paredes.

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—Me quedaría en este momento para siempre, si pudiera —dijo Risk.
Sus cuerpos se acercaron. Cyprian empezó a besar su pecho, subiendo hasta la
clavícula y cruzando su cuello. Risk se puso duro otra vez. Rodó sobre su espalda y tiró a
Cyprian de encima para montarlo a horcajadas.
Recorrió con las manos arriba y abajo los pálidos muslos de Cyprian y bebió la vis-
ta de aquella criatura de otro mundo que tenía sobre sí. Su piel, impecable y suave, su os-
curo cabello enmarcando un rostro congelado en la juventud. Solo se necesitarían unos
cuantos roces para que el miembro semi erecto de Cyprian se levantará por completo.
Las cosas que Risk quería hacerle a su vampiro lo tenían temblando de deseo y necesidad.
Cyprian agarró el miembro de Risk y la alineó con su trasero, luego la hundió en él.
—Está tan estrecho —jadeó Risk y agarró las caderas del vampiro.
—Si te quedases —Cyprian movió las caderas —¿qué cosas querrías hacer conmi-
go?
—Jesús. —¿Qué no le haría?
—Dime.
Los ojos de Risk se dirigieron a la parte posterior de su cabeza.
—Atarte…
—Espero algo más creativo que eso.
Lamiendo sus labios, Risk dejó escapar una risa tranquila.
—Burlarme de ti, torturarte, hacerte suplicar.
—¿Poseerme?
Los movimientos lentos e implacables de Cyprian hacia arriba y hacia abajo le di-
ficultaban pensar. Todo lo que Risk podía decir ahora era “joder”.
El vampiro dejó de moverse.
Risk dejó escapar un gruñido y agarró con fuerza sus caderas.
—Cuidado con lo que deseas, me han entrenado los mejores. Si te detienes de nue-
vo, no dejaré que te corras.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Cyprian; su miembro se tensó hacia arriba
cuando comenzó a moverse otra vez. Risk lo atrajo, sujetándolo con fuerza, su piel ha-
ciendo contacto en todos los sitios posibles. Su sumiso vampiro era magnífico. Apuesto y
elegante, estaba muy por encima de cualquier compañero con el que se hubiese acostado.
Risk quería escuchar sus gritos, su necesidad de liberación. Deseaba escucharlo rogar por

73
más.
Pero no en ese momento. Necesitaba que fuese mesurado, íntimo. Era la última
noche que pasarían juntos, y no tenía prisa por terminarla.
Cayeron en un ritmo cómodo, del tipo que a las parejas suele llevarles años per-
feccionar. Ninguno de los dos apresuró gradualmente la marcha hacia su final, pero a
medida que se acercaban, Risk tomó el miembro de Cyprian y pasó la mano hacia arriba y
hacia abajo. Le encantaba la dura sensación en la palma de su mano. Amaba cómo gemía
Cyprian cada vez que aplicaba presión y le frotaba la punta.
Risk se vino primero esta vez, su orgasmo fue menos intenso que el anterior, pero
igual de placentero. Cyprian no se quedó atrás, corriéndose en la mano de Risk. Sus ge-
midos llenaron el aire. Dios, se veía hermoso perdido en la euforia del momento.
Sus ojos se encontraron.
—Lo siento —dijo Cyprian. —Pero no puedo dejar que termine así.
—¿Qué? —Jesús, no.
Antes de que Risk pudiera reaccionar, Cyprian dijo “duerme”.
La orden se abrió camino a través de él, y no tuvo más remedio que obedecer.

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Capítulo trece
Traducido por Julilette
Corregido por Lucie

Cyprian se bajó gateando de encima del ahora-dormido humano y maldijo a los dioses
por ponerlo en esta situación, pero él sabía lo que tenía que hacer. Se puso los pantalones
y después limpió a Risk de los remanentes de sexo y cubrió su cuerpo con una sábana.
Se marchó, deteniéndose solo para darle un último vistazo a Risk, bebiendo
cada detalle y guardandolos en su memoria. De regreso en su cuarto, Cyprian se cambió a
su ropa de trabajo. El material negro le abrazaba. Se puso la máscara y capucha. En segui-
da se armó. Dagas, estacas, estrellas de metal y finalmente abrió un seguro donde tenía
sus venenos más raros. Solo necesitaba uno esta noche. Tomó el líquido oscuro, le colocó
una capa a la hoja anclada a su muñeca, y salió de su cuarto.
Sin ser detectado se abrió paso al cuarto donde su hermana se quedaba cuando
venía de visita. Sin hacer ruido alguno deshizo el seguro y entró. Su cuarto era uno de los
pocos cuartos modernos completamente actualizados en la catedral. Los muchos lugares
donde descansar y relajarse, el arte africano y las plantas de interior le daban al área una
calidez que no tenía ningún otro lugar en Blutbad.
Ella y su acompañante humano estaban semidesnudos en su cama besándose.
Cyprian se acuclilló en una silla y aclaró la garganta.
Karlene se paró de inmediato, se veía lista para asesinar a quien sea que la haya
interrumpido. Se relajó cuando vio a su hermano. Su humano se veía consternado, como
si fuera a intentar protegerla. Los humanos eran adorables.
—Hueles a que te has estado divirtiendo. —dijo ella.
Cyprian se bajó la máscara, tenía una sonrisa en su cara.
—¿Hay alguna razón por la cual estés interrumpiendo mi diversión?
—Necesito clavarte una estaca. — a lo que ella suspiró.
—¿Irás tras nuestro padre?
Cyprian asintió.
—Quieto. —le dijo a su humano antes de salir de la cama. Se puso una bata sobre
su lencería. —Es un suicidio.
—Tengo que intentarlo.
Ella lo estudió por un momento.
—Respeto eso. ¿Por qué clavarse la estaca a mí?
—Para que él no pueda enojarse contigo por no ir a ayudarlo cuando llame… y para
que no puedas rastrear a Risk cuando se vaya.
—¿Escaparán juntos?
—No. Lo dejaré ir.
—Él sabe demasiado de esta ciudad…
Cyprian señaló a su acompañante.
—También aquel, pero no lo conviertes en esclavo.
El humano se quedó sentado en silencio. Él era un hombre libre, pero conocía su
lugar y no interrumpiría.
—Sabes lo que he hecho en el pasado. No le haré eso a otro. —Cuando ella era
niña, la habían esclavizado, raptada de su hogar en África a una plantación de tabaco en
las colonias francesas. Cyprian no había estado ahí cuando Günther la convirtió, pero
por lo que él sabía, su venganza en contra de los humanos que le habían hecho daño fue
nada menos que brutal. Tanto así que Günther tuvo que arrastrarla a Blutbad para evitar
que ella delatara la existencia de los vampiros. Aún poseía su furia, pero ahora la ahorraba
para los campos de batalla, bueno casi siempre.
—Entonces entiendes por qué debo hacerlo.

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—Pero mi humano no es un cazador de vampiros. —ella tenía razón, pero eso no
le importaba a él. Cyprian no respondió. Ella miró la estaca que él sostenía. —No podrás
matar a Padre.
—Lo sé.
Karlene miró a Cyprian por un momento, y después se recostó de nuevo en la
cama.
—Muy bien, pero no lastimes a mi humano.
—Ni de chiste. —Cyprian se paró sobre ella.
El humano comenzó a hablar.
—Vas a dejarlo…
—Silencio…—le posó una mano sobre su brazo. —Te lo explicaré todo después.
Confía en mí.
Él se miraba confundido, pero se mantuvo en silencio.
—Por favor no mueras. —ella le dijo a Cyprian, quien la besó en la frente y le clavó
la estaca en el corazón. Su cuerpo se volvió flácido mientras se apagaba lentamente.
Los ojos del humano se abrieron ampliamente.
—Cierra la puerta con llave después de que me vaya y quédate a protegerla. En tres
horas, sácale la estaca.
—¿Estará bien?
—Si. Haz lo que te dije. —Cyprian cerró la puerta y se dirigió al estudio de Gün-
ther, un cuarto lleno de repisas de libros donde trabajaba su padre. Él siempre pasaba un
par de horas ahí por la noche.
Cuando entró, Günther se encontraba sentado sobre una silla de piel en el pesado
escritorio de madera, observando algo en su laptop. Sin molestarse en ocultarse de su
amo. Cyprian cerró la puerta con seguro y sacó dos dagas.
—Me imagino que Jason te ha dicho de mi ultimátum. —El archiduque dijo sin
molestarse en levantar la mirada del monitor.
—Así es.
—Esto puede evitarse si tan solo te decidieras a esclavizarlo.
—No lo haré.
Günther se movió más rápido de lo que Cyprian alguna vez pudiese llegar a pro-
cesar. Y pasó de estar sentado en su escritorio a pararse a un lado de su hijo. Cyprian le-

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vantó una daga solo para encontrarse con su muñeca girada y la daga traqueteando en el
suelo. Levantó la segunda daga e intentó rebanar el brazo de Günther, pero este le clavó
una rodilla en el estómago que lo lanzó a un estante de libros, el cual se quebró alrededor
de su cuerpo.
Cyprian dirigió todo su poder a recuperarse, parándose y sacudiéndose el golpe.
Con las dagas pérdidas, tomó un puñado de estrellas de metal y las lanzó. Günther las
esquivó todas, sus movimientos parecían carentes de esfuerzo alguno.
—No vas a ganar este enfrentamiento.
—¿Si Dagný aún estuviese viva, no pelearías por ella?
Günther se detuvo, dándole a Cyprian una apertura suficiente para cruzar el espa-
cio entre ellos, sacando un segundo par de dagas. Cyprian se lanzó de nuevo y se encontró
desarmado de una daga, pero aún en posesión de la otra. Intentó de nuevo cortar el brazo
de Günther. Esta vez Günther atrapó su brazo, sosteniendo a Cyprian de la muñeca.
jaló a Cyprian hacia sí mismo.
—No conoces a ese hombre.
—Quiero la oportunidad de hacerlo.
—Él será tu muerte, ¿que no lo ves?
—Sí y aún así decidí pelear por él. —Cyprian lanzó un puñetazo, el cual Günther
también atrapó. Cyprian sabía que lo haría. Nunca sería capaz de vencer a su padre en
astucia o en fuerza, pero tal vez podría sorprenderlo. Pero había pasado centenares de
años estudiando cómo peleaba. El archiduque siempre había sido grandioso y brutal con
sus movimientos, infringiendo dolor en sus oponentes para desmoralizarnos y finalmen-
te vencerlos.
La única forma de sobrepasar todo eso era ser más inteligente. Y sacrificarse.
Con la mano de Günther envuelta en su puño, Cyprian movió su brazo media
pulgada hacia arriba para activar el mecanismo de la daga escondida en su manga. Salió,
atravesando la palma y nudillos de Cyprian, antes de cortar la mano de Günther.
Günther se retrajo al lado opuesto del cuarto y miró la herida en su mano.
—¿Qué hiciste?
—Sacrificarme.
—¿Qué veneno había en la daga?
Cyprian se sentó en la silla de piel, alistándose.

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—La mordida de la muerte.
Günther entrecerró los ojos.
—Qué tontería. —Tomó asiento también. —Pero estoy impresionado. ¿Sabes que
eso liberará a todos mis esclavos?
—Estoy contando con eso.
El veneno recorrió su cuerpo. La mordida de la muerte era un terrible veneno. Una
pequeña gota podía matar a un humano o vampiro joven instantáneamente. Para un vam-
piro de la edad de ambos, sería el dolor más intenso que jamás habrían experimentado.
¿Pero para la cantidad que había usado Cyprian? Probablemente enfrentarían semanas de
agonía si lograban mantenerse conscientes.
El dolor llegó rápido, asaltando cada centímetro de su cuerpo. Su piel ardía, la he-
rida se rehusaba a cerrarse, ya no podía pensar, ni siquiera escuchar sus propios gritos.
Convulsionó y esto solo era el inicio.
Aun así, pensó justo antes de perder la consciencia, vale la pena.

Cyprian despertó con una terrible jaqueca… y el olor del tocino. El cual, como vampiro,
le asqueaba.
Gimió del dolor.
—Ah, el pequeño chupasangre finalmente decidió unirse al mundo de los vivos.
—dijo una voz gruesa y profunda. La voz de Risk.
Imposible.
Risk debía estar a miles de kilómetros de distancia, de regreso con su gente.
Cyprian abrió los ojos solo para ser aturdido con luces brillantes y los cerró de
nuevo. Escuchó a Risk moviéndose de nuevo y… un… ¿microondas? Sí, definitivamente
algo en el microondas.
Un largo tubo le invadió la boca.
—Bebe. —ordenó Risk.
Obedeció. Sangre cálida le llenó la boca. Su dolor mejoró y su cuerpo sanó.
—Lamento que no sea lo más fresco, pero no confío en que no me desangrarás
mientras aún no estás en tus cinco sentidos.
Nunca. —pensó Cyprian, pero Risk tenía razón al no fiarse de un vampiro ham-
briento.

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Risk se quitó de encima y Cyprian lo escuchó comer sus huevos con tocino.
Cuando ya no salió más sangre del tubo, este fue removido y reemplazado con
otro, y otro después de ese.
Lleno de sangre, se quedó dormido de nuevo.
Eventualmente despertó de nuevo y abrió sus ojos una vez más. Una sola luz esta-
ba encendida esta vez, y era tolerable.
Estaba en un sillón, desnudo debajo de una sábana que le envolvía. Estaban en lo
que parecía la sala de estar de una pequeña cabaña. Risk estaba sentado con sus piernas
sobre otra silla. Se había quedado dormido, su cabeza descansaba sobre su mano y estaba
roncando. Usaba su traje de cazador, completo con armas en el cinturón, y se veía deli-
ciosamente sexy en él. La parte superior estaba desabrochada, dejando a la vista algunos
de sus tatuajes de runas; de vez en cuando, una se tornaba de plata a verde mientras se
activaba y la magia surgía por el garabato.
—Un cazador dormido es una presa fácil. —Cyprian se sentó. Por primera vez des-
de que fue convertido sentía su edad, sus músculos estaban tensos y sus articulaciones
le dolían.
Risk levantó los párpados, y una sonrisa le cruzó la cara.
—Apiádate de mí. He estado cuidando de un vampiro gritón por dos semanas.
—¿Por qué estoy desnudo?
Risk bostezó y bajó las piernas de la silla.
—Te desgarraste la ropa y no había forma de convencerme de acercarme a esas
garras a vestirte de nuevo. Envolverte en un burrito fue lo que mejor funcionó.
—¿Dónde estamos?
Risk se levantó y se estiró.
—Estamos en una cabaña en Canadá.
—¿Mataste al dueño para meterme? —los vampiros no podían entrar a una mo-
rada humana a menos que sean invitados a pasar. Pero podían entrar a un lugar que le
perteneciera a cualquier otro monstruo.
—Espero que no, porque es mía. Nadie sabe de este lugar, ni siquiera mi padre.
—¿Construiste una cabaña en territorio de vampiros?
Risk se encogió de hombros.
—Los vampiros no vienen hasta estas partes del norte, a veces quiero alejarme de

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otros cazadores.
—¿Qué sucedió? ¿Por qué estoy aquí contigo?
—Pues, algún idiota me hizo quedar dormido y me desperté bastante enojado. Me
tomó tres segundos darme cuenta de que tu padre ya no tenía control sobre mí. Arrancar-
me el metal del pecho fue un asunto muy sucio. Los saqué, me vestí, gracias por dejarme
desnudo, por cierto, encontré una botella de sangre de vampiro, y me teletransporte fue-
ra de ese maldito lugar. Llegué al límite de la ciudad antes de darme cuenta de que no me
quería ir sin ti. Deja de sonreír con tus colmillos de fuera.
Cyprian sonrió más amplio.
—Regresaste por mí.
—Lo cual no fue fácil, por cierto. Tuve que convencer dolorosamente a un sirvien-
te de mostrarme dónde estabas, y después me teletransporte a ciegas a ese estudio.
—¿Mataste a mi padre?
—Pensé en hacerlo. Casi lo hice. Pero, no lo sé, me pareció que en realidad le im-
portas un carajo, y no sabía cómo te sentirías al respecto. Me imaginé que si lo querías
muerto lo matarías después.
—Gracias.
—Si, espero que esta decisión no regrese a mordernos el culo.
—No creo que venga tras nosotros ahora que nos hemos marchado juntos. Pero si
quieres yo te puedo morder el culo.
Risk corrió una mano sobre su barba y río
—Bueno, ya nos traje hasta aquí. Estaremos seguros unos meses, hasta que los
víveres se nos acaben, entonces tendremos que evitar a los cazadores.
—Eso no es nada nuevo para mí.
—Un poco raro para mí, pero ya era hora de salir de la sombra de mi padre de todas
formas. Entonces, ¿ahora qué?
—Ahora—Cyprian se levantó. —Nos enamoramos.
—Suena perfecto. —Risk tomó a Cyprian, lo acercó a él y lo besó.

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Epílogo
Traducido por Kasis
Corregido por Lucie

Tres años después.

Risk paseaba por las calles nocturnas de Londres, quitándose la pintura acrílica de la
mano mientras regresaba al departamento que Cyprian y él rentaban. No pensaban que-
darse mucho tiempo —quedarse en cualquier lugar demasiado tiempo los convertía en
objetivos—pero había una exposición de arte que Risk había querido ver. Había comen-
zado a pintar. Era terrible en eso, pero lo encontraba relajante.
Durante sus viajes, descubrió que Cyprian era un pintor experto. Lo que irritaba a
Risk porque ese pequeño vampiro dominaba todo lo que intentaba, mientras que Risk te-
nía que tropezar con ello. Tenía que recordarse constantemente que no era un concurso,
y estaba bien no compararse con alguien que tenía siglos sobre él… Aún así, su ego recibía
un pequeño golpe.
Una runa que le decía que había un vampiro cerca comenzaba a hormiguear. No
era para sorprenderse. Londres era territorio de vampiros, aunque tal vez no por mucho
más tiempo, a juzgar por la cantidad de patrullas de cazadores que tuvieron que esquivar
para ingresar a la ciudad.
Su mano bajó a su costado, donde guardaba una estaca escondida debajo de su
ropa de civil.
Pasó por un callejón oscuro y un perro—un sabueso—gruñó, se dio la vuelta y se
alejó de él, deteniéndose para mirar hacia atrás.
—Maldición. —El peligro seguía.
Desapareció en las sombras, y la Dama de los sabuesos salió.
—Karlene, —dijo.
—Es bueno verte de nuevo, Risk. Te ves bien.
—Te ves exactamente igual, es decir, hermosa como siempre.
Ella sonrió. —¿Dónde está mi hermano?
—Está justo detrás de ti, sosteniendo una daga plateada en tu espalda.
Ella arqueó una ceja y se giró. Cyprian estaba detrás de ella, con la daga en mano.
—Hermana.
—Padre ha pedido tu regreso. Para que los dos regresen.
—No, —dijo Cyprian sin pausa.
—Las cosas están cambiando. Los dioses están despertando. Sé que lo sienten.
—No estamos interesados en ser soldados en este momento, —dijo Risk. No sen-
tía cosas como las que sentía Cyprian, pero había rumores de que algo... nuevo... estaba
sucediendo. Risk quería saber más.
Ella miró entre los dos. —No sé si tendrás el lujo de esconderte mucho más tiem-
po. Pero yo lo entiendo. Le daré tu respuesta.
Cyprian guardó su daga. —Gracias.
—Ven a quedarte conmigo por algunas noches. No se lo diré a padre, si es que eso
aún te preocupa. Te echo de menos.
Risk pudo decir que Cyprian quería hacerlo, pero Cyprian no dijo nada y lo miró
en su lugar.
—Oh, —dijo Karlene con un brillo de complicidad en sus ojos—. ¿Le haces usar
una jaula para miembros?
—¡Karlene! —dijo Cyprian, mirando hacia arriba y luego hacia otro lado.
—Solo cuando ha sido un chico malo, —bromeó Risk.
—¡Risk! Detente, ella es mi hermana.
Él era adorable cuando se avergonzaba.

83
—Está bien, —dijo Risk—, nosotros nos quedaremos contigo unos días. Y puedes
ponernos al día con lo que ha estado sucediendo.
Tenía la sensación de que probablemente ella tenía razón. Le gustará o no, even-
tualmente tendrían que luchar para mantener lo que tenían. No pronto, pero cuando
llegara el momento, pelearían; ambos lo harían. Porque juntos eran realmente felices.

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Sobre el Autor
Disfruto escribiendo sobre mundos ocultos llenos de cazadores de vampiros, bata-
llas épicas, sexo tórrido y, por supuesto, hermosos monstruos. ¡Conéctate conmigo
en Facebook y di hola! No muerdo… dejó que mis vampiros hagan eso por mí.

Sitio web: JexLane.com


AGRADECIMIENTOS
TRADUCCIONES INDEPENDIENTES

Queridos lectores, agradecemos el apoyo y la confianza que siempre nos han tenido en
los proyectos que les compartimos.
Esperamos que esta pequeña historia sea de su agrado y la disfruten tanto cómo
nosotrxs lo hicimos al momento de traducirla y corregirla. Saben que todos los libros
de Jex Lane son especiales para nuestro equipo, así que nos esforzamos el doble para
que ustedes lo puedan disfrutar al máximo.
Por último pero no menos importante, queremos agradecer a todo nuestro equi-
po de Traductores, ya que gracias a ellos, ustedes pueden leer esta increíble historia. Sin
estas maravillosas personas TI no lograría absolutamente nada, son el alma de nuestro
grupo.
Sin más que decir, nos vemos en los próximos libros de Jex Lane.
~TI

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