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Politicas de la historia Argentina 1860-1960 Alianza Editorial Buenos Aires / Madrid. 072 Cattarnt, Akjandro [Gar Paics cea tore: Argentina 150.1960 andro Catron y Aland Bejan. ed | Buenos Aires Aaa, 2008 Bra psd Lem. (Aanas Etude 2) ISBN o50-40.008155 1. Tilo Eujanian, Aland, «1. isrigrafia Disco de evbiona: Pablo Baragin Comosicion yaad: La Galore © Alejndra Cataruze y Alejandra C. Benin © Abana Batorah Sc Madi. Bono Aire, 2008 A Corda 2064 1139 Boones Aree ‘Ti aaa ton aaa-a/a8e 4206 Email llnaaarpdussinetscomar ‘to el dep qoe mare Ta oy 11.728 Timpreo en Argention «Prine Argentina INDICE Intreduecién Primera parte 1, El surgimiento de la evitiea Alejandro Eujanian 2. Paul Groussae y Ia evita historiogratien Alejandro Eujanian 3. Método, objetividad y estilo en el proceso de institucionalizacién, 1910-1920 Algiandro Eujanian Segunda parte 4, La historia y Ia ambigua profesisn e historiador en la Argentina de entreguervas Alejandro Cattaruza 5. El revisionismo: itineravios de cuatro décadas Alejandro Cataruza ‘Tereora parte 6. Por una historia de la historia Alejandro Cattarusa 7. Héroes patvicios y gauchos rebeldes, ‘Tradiciones en pugna Alejandro Cattaruza y Alejandro Eujanian Referencias ne Sobre los autores n 7 43 6 103 ey 185 217 263 265 12 [i istoriador on Ia Argontina de entegusrrns tura de sus propios argumentos; el remate volvia a evocar, ‘aun indirectamente, el problema de la cbjetividad 57 ‘Asi, el autor, oftecia sin aparato erudito en regla un re- lato de fa completa historia nacional, proponiendo una inter- pretacién que, entendia, contribuiria a echar luz sobre el presente, sin renegar de su compromiso politic; era éste un Tibro imposible para quienes controlaban la diseiplina, La re- sonancia del trabajo en el campo de la cultura se agregaba a quellas earacteristicas del texto. Quizd, todo el episodio vol- ‘via evidentes los limites de una coneepeién que hacia del is. toriador alguien que se “conformaba con hacer decir a Tos do- cumentes To que explicitamente deefan’®® y euya virtud era tl “arreglo tinografico de sus publieaciones”, como sefialaba Korn; ella, junto a los éxitos de la profesionalizacion, también la herencia de buena parte de los miembros de la, nueva eseuela", Esos limites hacian que, diez attos después del cierre de nuestro periodo, un joven Tulio Halperin Don- hi sostaviera que “la vacia objetividad de la ‘nueva escuela’ fibria en efecto una crisis de nuestra historiografia, pero la fabria sin siquiera advertirlo". Contra la satisfaccidn que pa- reeia dominante en la historia profesional hacia 1945, una déeada mas tarde otros historiadores, entre los que se enicon- traba nuevamente Romero, no hallaban razones para ningun, jubilos? 51. Acerea de Las ideas poiticas en la Argentina sostenia Rox mero en 1975, presentando Ia quints ediién, que ella ra "tan mi Titante como la primera’. Esta ultima, agregatia, “me enorgullece" para sefilar luegor"Todavia estoy en dda si de lo que estoy mas brgulloso es de Ins ms severss, mis igurosas, més erudites obras {que he esrito en el campo de Tos estudios medievales,o si de este Thro que alo mejor no estan severo pero que es el libro de un ce ddadano que se siente hombre de eu tiempo, de su pa‘ey de au mun- tto,en Romero, Jose Luis, La experiencia orgentina y otros ensayos, Be. As, Editorial de Belgrano, 1980, pp. 82 ‘58 Cf. Nora, “Listoire de France de Lavisse", op. ct, . 872 59. Cfr. Korn, A, op cit, p. 78; Halperin Donghi, Tuo, “La, bistoriografia argentina en la hara de la libertad’, en Sur, nowdie 1955, p. 117 5, EL REVISIONISMO: ITINERARIOS DE CUATRO DECADAS Alejandro Cattaruzza “Hacia 1922 nadie presentéa el revisionismo” Jonge Luis Borges formulaba esta observacién en una nota referida a su poema “Rosas”, incluido en Fervor de Bue: hos Aires. El comentario, realizado en la segunda mitad de Jos avios sesenta, no puede naturalmente ser tomado por bue- no sin mas; sin embargo, permite volver a poner en discusién algunos argumentos acerca del revisionisma historico.> La reconsideracin que proponemos no remite sélo a las opiniones sobre los “origenes” de la corviente, sino que tiene relacién con modes diferentes de coneebir el problema gene. 1, El comentario parece responder a un momento cultural pe alien, signad entre otros raagos por In expansin de Ia interpreta ‘én revisionista del pasado entre grupos sociales amplios. Quizds hasta we trate de una respueeta oblicun aa nota que, en julio de 1968, habia sido publicnda en el primer ndmero del reaparecido Bo lexin el Instituto Joan Manel de Rosas de Investigaciones Hist tena, referido a EI fama de mi esperanze: en la tapa se anticipa- bb el titulo del artielo, casi una provocacién: “gBorges rosista” Tim citadel eubtitulo, en Borges, Jonge Luis, Obras completas, Bs ‘x, Bmect, 1974, p. 62, que recoge In edicién 1969 de Fervor de Buenos Aires, La nota de Borges, de todas maneras, no es sencilla de fechar: en Poemar 1982-1958, Emecé, 1962, eimpresién de la primera edicién de 1964, no figura, Tampoco en Ins Obras comple fas que Emecé publicé en 1979, a Ms Elrovislniome ral del revisionismo. Bste término, es sabide, ha sido utiliza do para definir realidades muy’ diversas.” Para Halperin Donghi se traté de una “empresa a la ver historiografiea y politica", cuyos primeros momentos pueden ubicarse en la década abierta en 1930, que hacia 1984 todavia demostraba un “vigor al parecer inagotable”. Diana Quattrocchi parece preferir una perspectiva que lo vineula a Ia instalacién del ebate sobre Rosas en la sociedad argentina, que fecha en los, iempos de la Tlegada del radicalismo al gobierno; ya en los afios treinta, el revisionism terminaria constituyendo una, contrahistoria. De acuerdo eon los planteos de Carlos Rama, en cambio, se traté de un fenémeno latineamerieano, euya caracterfstica central fue haber sido el resultado de la api cacién de un enfoque nacionalista al estudio del pasado, Ha- cia 1974, a su vez, Angel Rama lo conecbfa coma una de las “expresiones de las subculturas dominadas", mientras que {ese mismo ato, Leonardo Paso, historiador oficial del Parti- do Comunista argentino, sostenia que el revisionisme rosis- ta eva una “gran expresién de nuestra oligarquia ganadera y Ttifundista’ 2 Al problema de tos varios sentidos que se han otorgado al término, se afiade la pregunta acerea de qué es aquello, ‘que distingue una version revisionista del pasado argentino 2. Cf, respecivamente, Halperin Dongh, Taio revisionis ‘mo historico argentino, Bs. As., Siglo XXI, 1971, p. 7, y del mismo Autor, Bl vevisionismo histdico argentine como vision decadent. ta de la historia nacional, de 1984, recagida en Bnsayos de histo rigrafa, Bs. As, BI Cielo por Asaito, 1996, p. 107; Quattrocehi Woisson, Diana: "Historia y'contra-hisoria en la Argentina. 1916 1920", en Cuadernos de Historia Regional, N°, Lujan, UNL, ages: to 1987; y Las male de la memoria. Historia y politica en la Argen. fina, Bs. As, Emeet, 1995, en particular el cap. 2: Rama, Carls, Nacionailsmo e historiogrofia om América Latine, Madrid, Tenoey 1981, pp. 1415; y Rama, Ange, “La narrativa en el conicto de las culturas’, eserta en 1974 y'publiendo en Rowdy Alain (comp), Argentina, hay, Bs. As, Siglo XXI, 1982, en paricslay, p. 256 Un elta de Leonardo Paso, en Corrienter historiagraficas, Bs. As. Baliciones Gentro de Estudios, 1974, p. 47. atc do I steria as de-ana que no lo es, La exaltacién de los gobiernos de Rosas, no basta, dado que alo lango de los aos sesenta los hombres Ge la llamada *izquierda nacional’, que se autoproclamaban, rniembros del revisionismo socialista y a quienes Halperin Donghi ubica entre los neorrevisionistas, tendian a preferir ‘los caudillos del interior, Hegando a proclamar que el “ro- sismo” y el“mitrismo eran “dos alas del mismo partido”. Por otra parte, tampoco los revisionistas mas clasicos imagina- ban de manera homogénea las earacteristicas de los gobier- nos de Rosas: para Ibarguren, se trataba de un “dictador” {que habia dominade para bien al gauchaje, garantizando el forden social en beneficio de las clases propietarias, mientras {que José Maria Rosa, a prineipios de los allo: euarenta, lo, proponfa como el ejecator de una benéfiea reforma agraria, fen favor de quienes trabajaban la tierra.) Sin aspiracién de cerrar estas cuestiones y mucho menos de eshozar una “definieién’” del revisionismo, debemos seria lar que el criterio que aqui empleamos, notoriamente tradi- ional, es el de considerarlo un grupo de intelectuales que procurs intervenir en la amplia zona de encuentro entre el, ‘mundo cultural, incluyendo en él a las instituciones historio- srafieas, y la politica, En ese intento, el revisionismo se dio herramientas muy similares a las construidas, ya desde el Centenario y con mayor elaridad desde los primeros aries de posguerra, por otros grupos culturales y asociaciones histo- ograficas: ere6 una institueién reconoeible y una revista, 23. Como expresion de Ins vsiones del pasado de un sector im: portante de la izquierda nacional, véase la obra coletiva llamada Elrevisioniama histricanocalista, Br As, Ocevbre, 1974, que, om prloge de Blas Alberti, recoge srtiulos de miembros de esta co ‘riente; en particular el de M. Cruz Tamayo (en realidad, A. Tere 42), itulado precisamente *“Mitvismo y rosismo: dos alas del mismo prtide’. La opinién de Carlos Tbarguren puede consultarse en Juan Manuel de Rosas. Su vida, su tempo, au drama, Bs. As, La Facultad, 1993 led, dfinitiva:y la de José Maria Rosa, en Defen sy pérdida de nuestra independencia econdmiea, Bs. Ax», Her, 1974 (la obra habia apareeide en forma de artieuls,en 1941-1942), pardgrafotitulado “La tierra para el que la trabala" 146 El rviiniame conté con editeriales vineuladas, celebré reuniones y confe: reeneias, tomé posicién ante decisiones de las autoridades, Sus eleneos, como los del resto de los movimientos e institu. ciones, podian variar, y las pesiciones adoptadas no eran, siempre uniformes, pero en eonjunto fueron reconocidos eo. ‘mo un agrupamiento por los demas actores de los campos en ‘que participaban* Plantear una perspectiva que se centre en el revisionis ‘mo como grupo intelectual significa asumir la opcién por ‘examinay, fundamentalmente, las aeciones que llev6 adelan. te para instalarse como un nuevo actor entre las institucio. nes dedicadas a la historia y a la actividad eultural en geni ral, y por trazar lazos con el Estado, Todas estas actividades eran desarrolladas en funcién de esa otra gran tarea que se asignaba el revisionisme: cambiar Ia que, sostenian, eva la versin dominante del pasado argentino por otra, no sélo mds “verdadera”, sino més adecuada a los intereses naciona. les, convirtiéndola en una nueva historia oficial ‘Tales acciones no eran, desde ya, independientes de los ‘argumentos que planteaba el revisionism, pero tampoco se reducian a ellos.® Sobre esos argumentos, José Carlos Chia. ‘ramonte ha insistido en que dos de los més conoeidos habian sido propuestos eon anterioridad a les aflos treinta, aman: 4. Véase a aplicacion de un eriterio semefante a otro grupo en Gramoglio, Maria Teresa, “Posiciones, transformaciones y debates on ln fiteratura’, en Cattararee, Alejandro (dit), Crisis econimico, tacance del Extado incertidumbre politica, VI de la Nueva His. lorie Argentine, Bs. As, Sudamericana, 2001. Quied sex posible ‘considerar al revisonismo coma una *formaein cultural, en el ten {ido de Raymond Williams, per con una certa vecacién por la inst tucionalizacién. La duracion del intenta impone también cautel, Véase Williams, Raymond, Cultura, Londres, Fontana, 1981, p. 85 5. Pueden recordarse agut los planteos de Michel de Certs acerea de la necesidad de entender “et libro 6 el artculo de histo: Fa" como "resultado y sintoma del funcionamiento de un grupo", ¥ come “producto de un lager” institucional y social. Cfr. De Cert, Michel, La ereritura de la historia, México, Universidad Doeroam leana, 1985, p. 81 loa de histaria or do la atencién sobre Ia existencia de reclames de revisién de tuna historia que se entendia "de familia", a cargo de varios testudiosos del pasado en los aiios del Centenario, asi como sobre la reconsideracién del papel del federalismo'en el pro- 290 de organizacién nacional encarada por miembros de la “nueva escuela histériea”, en particular, por Emilio Ravigna- Efectivamente, uno de los reclamos de los historiadores de comienzos del siglo xx, al enfrentarse con la tyadicién his toriografica heredada, fue el de la necesidad de su revisién, El titulo de un artieulo que Rémulo Carbia publicaba en 3918 era, por ejemplo, “La revision de nuestro pasade", y alli confiaba tal cometido a su propio grupo que, rigurose en la aplicacién de las reglas del método, vefa en disputa con ana historiografia poblada de “heroes de discutible autenticidad [.-1 personajones lanzados a la eireulacién sin mds escade que el earino de una prole extendida e influyente”.? En lo aque hace a la reconsideracién favorable del federalismo y de la accién de Rosas, Emilio Ravignani sostenta en 1920 que ‘cada suceso de nuestra formacién independiente reconoce el origen esencial de Mayo", y que “s6lo en el aio 1820 |... se viera la demoeracia como fuerza eficiente pero informe”. Ha- sia 1927, en su balance sobre “Los estudios histéricos en la Republica Argentina”, expresaba que le politica unitaria ha: bia sido “un mal contra la demacracia”, y que “el ejercivio de los principios federales produjo la organizacisn”, Era la pol tica rosista, sostenia Ravignani, la que habia puesto los ci- sientos de la organizacién nacional.® 6. Véase Chiaramonte, José Carlos, “En torno a lot origenes| el revisionism histério argentino’, en Frega, Ana y Ariadnn Ie Jas, Nuevas miradas en toro al artiguiemo, Facultad de Human dades y Ciencias de la Béucacion, 2001, en particular, pp. 38,39 ¥ ray PAS y 86 7, Gfr. Carbia, Romulo, “La vevisiin de nuestro pasado", en Cuadernos 5 del Colegia Novecentivia, abril, 1918, p. 7. '8. Las citas en Ravignani, Pmilio, “La Revolucion de Mayo y el ano 1820, en Nosotros, Bs. s., afo XIV, N® 183, pp. 210 y 218; y 148, Ei rovnaniame La opinién que subraya Ta ausencia de novedad se apo- rya, asi, en datos certeros, que por otra parte habfan sido ya reconocides por algunos revisionistas. Julio Irazusta soste nia hacia 1953, en la advertencia a la primera parte del to ‘mo Ide la Vida politica de Juan Manuel de Rosas a través de au correspondencia, refiriéndose a los Documentos para la historia argentina, compilados por Ravignani: La L..] compilacién del Dr. Ravignani es una de las mas admirables que se han hecho en nuestro pais. Lo que no tiene nada de extrano, dada la maestri {que el autor exhibié en esa clase de trabajos y la osa- dia intelectual con que encars la historia de Rosas, por puro espiritu cientifico, mucho antes que nues: tra generacién pusiera en marcha Io que se ha dado en llamar el revisionismo historieo Pocos afios mas tarde, Irazusta sostuvo que a principios de siglo “Ingenieres, Rojas y Lugones dieron nuevo impulso al movimiento revisionista’, aunque luego volvia a diferen- ‘dar ese movimiento del “nacimiento de una escuela especit camente llamada ‘revisionista”. Ala hora de inventarse una enealogia, los revisionistas solian fliarse con Quesada y ‘sun con Saldias, con cuya obra J. M. Rosa, por ejemplo, im sistia en hacer comenzar la historia del grupo.2? ‘en Ravignan, Emo, “Los estudioshistérieos en la Repdbtica Ar tgentina, Sutesia, Bs. As, aho I, N°, junio, 1927, p. 62. Sugerimos fobre estos tema la conta de Buchbinder, Pablo, “Emilio Revig hai: la histori, In nacién y la provineias*, en Devoto, Fernando (comp), Le historigrofia argentina en el xglo XX (D), Bs. As, CEAL, 1093; y Chiaramonte, José Carlos y Pablo Buchbinder, Pro- vinciay, cauditlos, nacion y ka hstoriogrefia constitucionalista ar sentina 1859-1920, Documento de Trabajo del Instituto de Historia ‘Argentina y Americana “Dr B. Ravignani, Bs. As. 1991 9. fr Irarusta, Julio, Vide politica de Juan Manuel de Rosas 1 través de su correspondencia, #1, primera parte, p. II de la Ad ‘ertoneia «la segunda ediién, Bs. As, Albatros, 1963. 10. VeanseIrazusta, Julio, Las difcultades de le historia ciem ole ela hitaria 19 ‘Tampoco la formula que utilizé Ernesto Palacio entre 1998 y 1999, la de la historia oficial y falsificada, era estric tamente novedosa. En 1934, Rodolfo Ghioldi denunciaba en Soviet, revista del Partide Comunista, “la espesa red de fal- sificacién que aprisiona a la historia argentina”; Alvaro Yan. {que haria lo propio en 1937, desde las paginas de Claridad, ‘casando a “los falsficadores de la historia”. ‘Asi, no aélo otros historiadores, entre los que se ubiea- ban miembros de Ia “nueva escuela", habjan reclamado con mucha anterioridad a los afos treinta la revision de las in- terpretaciones disponibles del pasado nacional, sino que ‘otros grupos culturales habian acufiado piezas del que luego seria el arsenal del revisionismo; algunos revisionistas, a su. ver, admitian estas cireunstancias. Sin embargo, ese recono- cimiento parcial pasé inadvertido en la eoyuntura de la Se- gunda Guerra Mundial, y fue la imagen de una *historia ofi- ial” monolitiea, que formé parte de la ouigata revisionista, la que persistid, De esta manera, Ia evocacién o el “olvido” de los anticipos vuelven a transformarse en operaciones que el revisionismo desarrollaba para inventar su combate y posi- cionarse en él. Ni siquiera una jugada de este tipo era nue. vva en la Argentina: se pareeia miucho a la que Ileve adelante la *nueva escuela” en los tiempos iniciles, cuando Carbia denuneiaba que "nuestros historiadores sélo nos han exhil Tica, Ba. As, Alpe, 1955, pp. 146 y 148; Rosa, José Marta, Histo: tia del revisioniamo y otros enseyor, Bs. Aa, Merlin, 1968, p. 23 ¥ Gx y del mismo Rosa, EU revisiontame responde, Bs. As, Pampa ¥ Cielo, 1964, que reune articulos eseritos entre 1950 y 1960, p. 187 y ss, Uno de los primeros autores que intents un estudia sistema ade la corrente, Cifton Kroeber, en Rosas y la revisidn de la his toria argentina, Bs, &x., Fondo Editor Argentino, 1964, propuso también que Stidias y Quesada constituyeron una “primera gene raciin revisionists” 11, Cfr respectivamente, Ghiold, Rodolfo, * J. B. Alberdi, on Sonie, Ba. Aa, agosto 1934, sin nmero de pane; ¥ Yunque, Alva a *Echevervia en 1837, Contribacin ala historia de la lucha de cla ses en la Argentina’, en Claridad, aho XV, N" 313, mayo 1937, sp. 150 do el aspecto militar de la historia patria”, en un “olvido" de Jn obra de Juan A. Garcia, Groussae, Juan Alvarez o Ramos Mejia? Desde otras perspectivas, Diana Quattrocchi ha plantes- do que al momento de inauguracisn de la republiea radical tuvo lugar un "movimiento de eontramemoria" en el que ape. recieron, dispersos, elementos que se articularan para cons tituir una “eontrahistoria” orgénica luego de 1934.8 La aso ciacidn que la autora realiza entre yrigeyenisme y rosismo, parece poco verosimil, si se atiende al complejo problema del ensamiento radical: entre los escasos motivos ideolégicos compartides por el radiealismo que Hegaba al poder en 1916, ro se contaba la exaltaeign de Rosas, Hubo dirigentes, no to. dos yrigoyenistas, que se inclinaban a echar una mirada fa. vorable al régimen eaido en Caseros, y algunos formarian mds adelante en el revisionismo. Elles debian convivir, sin embargo, con muchos mas que se inscribian en la tradicién opuesta, Hacia fines de los atios veinte, y durante buena par- te de los treinta, los gobiernos rosistas constituyeron un ‘fective punto de referencia, utilizado mucho mas a menudo, por la oposicién para el eotejo denigratorio eon las presiden- cias de Yrigoyen que por el propio radiealismo, que, en pala bras del viejo militante Alfredo Acosta, trazaba de este mo- do las Tineas histérica que, creia, se enfrentaban; “Brilla en a UCR la limpida mirada de Moreno. Tumina (a la oligar. quia] el felino fulgor de las pupilas de Facundo, El expiritu renovador de Rivadavia esta en aquélla, Bl espiritu colonial de Rosas impulsa a la otra”. B. Tradatti reclama la filiacién con un panteén similar, sosteniendo que la esencia del ra: dicalismo "arranen de los origenes mismos de nuestra na. cionalidad, entroneando con la corriente que eneabezan Mo- reno y Monteagudo y continian Echeverria y Rivadavia™. 12. Cf Carbia, Rémulo, “La revisdn.., op. tp. TL 13, Véase Quatirocchi-Woissen, Loe males dela memoria, op. cit, pT. 14. La cita de Acosta figura en Hechos e Ideas, N’ 7, Ba. As, ‘enero 1956, p25; la do Tradats, en el miemo mimero,p. 252. He: Palos do storia 181 ‘Tampoco en franjas del partido més claramente alinea- das con Yrigoyen el rosismo pareeia abrirse paso eon facili dad. En 1983, el Ateneo Radical Bernardino Rivadavia cele- braba un acto para reivindicar el “radicalismo americanista de Yrigoyen”; un militante evocaba en su diseurso las rebe- Tiones radicales de esos aiios, destacando que una de ellas se habia produeido en Entre Rios, “cuna y madre de In gloria li bertadora de 1852", que habia terminado con el gobierno de Rosas. Un ao més tarde, Arturo Jauretche instalaba su poema gauchesco Bl Paso de los Libres, que se referia a una ae las insurrecciones en la que habia participado, en una It nea claramente antirrosista desde el titulo mismo, y admitfa ‘que su prologuista, Borges, lo inseribiera en la tradicion de Hernandez y de Ascasubi, Las razones de esa adseripeién no tran sélo formales: se trataba de tres eonspiradores y Asca- subi habia sido combatiente contra Rosas.%® De esta mane- ra, si bien puede admitirse que ya desde los aftos veinte, y aquizds antes, el “tema” de Rosas estaba incorporado a la cul tura argentina, es menos seneillo de probar que ello fuera fruto o hubiera devenido en una contramemoria, que tal con tramemoria encontrara un eorrelato preciso en la production ae los intelectuales yrigoyenistas, y que ella hubiera signifi- cado el “nacimiento” del revisionismo, Retornando, entonces, a la cita con que se abre este apartado, podemos preguntarnos qué revisionismo era el que Borges sostenia no haber podido presentir en 1922. Parece evidente que no se trata del que Carbia reclamaba en 1918, Thos abordado estas cuestines en Historia y politica en los oiios treinta. Comentarios en torna al eas radical, Bs. As, Biblos, 1991 Nos permitimos remit también m nuestro capitate ttulado “Des ‘rando pazados: debates yrepresentaciones dela historia nacional, ‘en Cattarurza, Alejandra (dir), Crisis ccondmica, avance del Eatadd € incertidumbre politica (1930-1943), Bs. Ax, Sudamericana, 2001, 15. Véase Atanco Radieal Bernardino Rivadavia, Bl radicals tno americanista de Yrignyen, Bs. As, 1933, p. 36. El prélogo de Dorges « BY Paso de los Libres pede consultaree en la edicion que publicéoriginalmente La bona Blanca, en 1984, 152 El revisioniomy ni de Ia visién favorable a Rosas que Ravignani, en 1927, ofrecia en una revista en la que compartia el Consejo Direc: tivo con Ibarguren y con Borges mismo. El revisionismo que en 1969 Borges decia no haber provisto era el que, en la se- igunda mitad de la década de 1980, salié a buscar su lugar eo ‘mo grupo en el mundo cultural argentine. “Pero zqué éramos nosotros en realidad?” (los afios treinta)!6 Hacia 1930, Carlos Ibarguren publicabs y vendia con fran éxito su Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo; cuatro aos més tarde, Julio y Redolfo Irazusta pre sentaban Argentina y el imperialismo britdnico, un estudio, fen el que el tramo dedicado a la historia era breve, pero que ofrecia algunos de los enfoques que los revisfonistas harian ‘suyos; ese mismo afio se organizaba la Comision por la Repe- triacidn de los Restos de Rosas. En 1936, a su vez, Julio Ira zusta publicaba, con el selle de la editorial Tor, su Ensayo so. bre Rosas; las instituciones revisionistas que serian las més, duraderas se fondaron dos afios después: el Instituto Juan ‘Manuel de Rosas de Investigaciones Historieas fue creado en 1938, subsumiendo a un grupo santafecino similar. Poco des: pués lanzaba su Revista. ‘Una ver fandado el Instituto, results sencillo identificar ‘2 sus miembros mas notorios: Manuel Galvez, Ramén Doll, los hermanos Irazusta, Ernesto Palacio, Ricardo Font Eseu tra, entre otros. Menes simple es, en cambio, detectar los rasgos comunes que presentaban sus interpretaciones: Ia reivindieacion de los gobiernos de Rosas era compartida, ‘aunque como sefialamos eran varias las imagenes de Rosas que se proponfan. Y si bien los planteos que haefan del go- bernador de Buenos Aires un defensor de Ia soberania y el 16. Se trata de-una frase de Ernesto Palacio, on La histori {alsifcoda, p. 31 de la edieion que publies Pefia Lillo en 1960. La ‘Version original ede 1930, Politics dof storie 153 forjador de la unidad nacional estaban muy extendidos, el propio Instituto, en el primer nsimero de su Revista, recono- cia en un articulo de Ramén Doll la existencia de lo que lla rmaba una “derecha rosista” y una “izquierda rosista”, ¢ in tentaba tomar distancia de ambas: Nadie puede asogurar que Rosas corporice tal o cual sistema politico. La derecha rosista puede decir que Rosas es el argumento para la instalaeién de un go- Dierno fuerte; sin embargo podria contestarsele que el argumento extraide de las mismas afirmaciones interesadas de los enemigos de Rosas puede tener su ‘misma ineonsistoncia y ademas su misma falta de probanzas, La izquierda rosista puede afirmar que Rosas es una encarnacién del sistema democratieo, jefe de las masas federales y taumaturgo demagogi- co de la negrada y el gauchaje; qué valdria todo es- to, si ofectivamente es cierto, para informar un ere- Ae politieo con el ejemple de aquel César’? En una linea argumental similar, Manuel Galvez soste: ria en 1940, en el prologo de la Vida de don Juan Manuel de Rosas: “Considero gravemente equivocada la actitud del an- tirrosismo que, con el fin de perjudiear a Rosas, pretende vineularlo con las actuales dictaduras europeas. En igual error han incurride algunos rosistas —que a la vez eon na- cionalistas y simpatizantes de Alemania—, los cuales mas tienen de politicos que de historiadores”1® Ambas citas remiten a la dificultad del intento revisio- nista: sin abandonar el afin de instalarse en el terreno de 17. Of. Revista del Instituto J.M. de Rosas de Investigaciones Historias, Bs. As., ho 1, N¥ 1, 1989, p. 48. Bn un sentido similar se pronunciaba Ricardo Font Bzeurra, en “La Historia inatramen- to polities”, aparecido en el NY 4 de la revieta, die. 1989. (En ade. Taste, eitada como Revista del Instituto Rosas). 18. Cfr Galvez, Manvel, Vide de don Juan Manuel de Rosas, Be, As, Tor, 1940, p15. 154 los historiadores, los revisionistas registraban la posibilidad de utilizacign mas plenamente politica de sus planteos, y si fen ocasiones la asumian y la alentaban, en otras tantas s inelinaban a imponer una suerte de distancia académica con ella, Compartiendo, como lo haefan al menos declamatoria, mente, las concepeiones que los demas historiadores prope. nian acerea de cémo debia desarvollarse la revonstruccién del pasado, y eompartiendo ademas la idea de que la inves tigacién y la enserianea de la historia tensan una “funcién s0- cial” que era la afirmacin de Ia nacionalidad, aun cuando se tratara de una nacionalidad fundada en otros principios, los revisionistas mantenian una posicién inestable entre aque: Tos dos poles, el de la produccién historiogrifica y el de la politica, Sélo lentamente se apropiaron de una formula que, planteada por Ernesto Palacio hacia 1939, permicia aplazar fese conflicto: lo que estaba en entredicho, pasaron a soste- ner, era el sentido ideoligico de una tradicién que pudiera Mamarse nacional.!? Pero tambien las instituciones de la historia profesional, fen sa recepeién de la prédica rovisionista, revelaban lo incier to de la situacién. Ricardo Zorraquin Bect, por ejemplo, asu: ‘mia Ia euestién del revisionismo en un articulo publicado en) Anuario 1940 de la Sociedad de Historia Argentina; sus opi ‘niones partian del reconacimiento de ciertas eoincidencias: B] cultivo y la enseftanza de Ia historia deben consi derarse un acicate enérgico en la formacién de una conciencia nacional. Es claro que ésta no ha de obte: nerse mediante la ensefianza aetualmente impartida tentre nosotros, que no tiende a fijar una individuali- dad nacional sino a Ia exaltacién de un sentimiento vvagamente humanitario y eosmepolita, ineubado en l positivismo liberal. La historia oficial oculta he- 18. Los planteos de Palacio pueden eonsultarse en La historia folsifcada, Bs. As, Ped Lillo, 1960, en particular p. 30 35. So- bre la ensefanza de la historia, vance p. 88 yas, y'p. 48 y se. La versidn original fue publicada en la Revista del Inetituto Rosas. ues del ira ae chos y modifica cireunstancias, y lega a tales extre ‘mos Su dogmatisme que no admite la libre investiga: cién ni la interpretacisn heterodoxa de los aconteci mientos[...] Es contra esas imposiciones de la histo ria oficial que surge, en parte, la propaganda rosista Luego de esta exposicién de las razones del revisionis- ‘mo, Zorraguin Beet subrayaba “el cardcter un tanto secun- dario 0 subordinado que se asigna a la investigacisn propia- mente dicha” en la préetica de sus historiadores, para agre- av mas adelante: “El peligro que entratia cultivar las disci plinas histérieas con un prejuicio partidista les] que inevita blemente ha de desnaturalizar su objetivo primario: la in- vestigacion de la verdad. Ello, sin embargo, constituye un pecado comin a gran parte de nuestra produecién”2” Los planteos de Zorraquin, por otra parte, vuelven a poner en evidencia que el enlace entre las dimensiones eientsficas y patriéticas de la profesion de historiador era considerada na- como Levene o Palacio, el autor no percibia siquiera que hacer de la practica de la historia un “acicate enérgico en Ia formacién de una conciencia nacional” eva atribuirle una tarea politiea que no se alineabe féciImente con aguel otro “objetivo primario”, que era la investigacion. Pero el revisionism acostumbraba rechazar la critica acerca de la supuesta subordinacién de su tarea cientifica a ‘motivos partidistas. También en 1940, Héctor Llambias pro- clamaba que “sobre los hechos mismos quedan pocos puntos. por esclarecer”. AI mismo tiempo, el autor sostenia que “se podria pensar que la revision pretende servir a otra tenden: ‘ia politica, la antiliberal y tradicionalista, Sin embargo, es ficil eomprobar que la rehabilitacién de Rosas se produce eo: me consecuencia de trabajos objetivos, de simple investiga cin”. La conclusion era contundente: *La causa de Rosas es- {d cientificamente ganada"21 Parece evidente, entonces, que 20, Cf. Sosiedad de Historia Argentina, Anuario 1940, Bs. 4s, 1961, pp. 10-119 21. Cpr Revista del Instituto Rosas, NS, julio 1940, pp. 24 156 Elrooniems ‘exando menos en la versién de Llambias la objetividad vol. via a convertirse en la clave de la produeeién de un discurso cientifico sobre el pasado, que permitiria aleanzar un conoe miento verdadero. Asi, dispuestos a librar una gran batalla ‘cultural, los revisionistas decfan conseguir triunfos cient. 0s, imprescindibles pero menos resonantes. ‘Mientras planteaba sus frentes de polémica que, como ‘hemos indieado en el capitulo anterior, fueron asumidos ini cialmente por I resto de las instituciones historiogratficas in demasiado esedndalo, el revisionisme diseftaba un adver- sario, El ejemplo de la Historia de la Nacidn Argentina divi sida por Levene, cuyos primers tomos aparecieron en 1936 'y que fue eonvertida por el revisionismo en el monumento de Ja que lamaha la historia oficial, es evidente. Los elencos convaeados inclusan a miembros de muchas asociaciones, los planteos sobre algunos asuntos eran abiertamente contra. Gictorios y hasta la misma eoncepeién de la obra impedta por extensin y fragmentacién la existencia de un lector de con- junto, Mientras construia un adversario homogéneo, el revi ‘ionismo se daba unidad a sf mismo; asf, a inveneién y dif. sign de la imagen que planteaba la existeneia de una lucha entre la “historia oficial, un bloque sin fisuras, y sus impug- adores, otro conjunte que se pretendia uniforme, fue quizas ¢l triunfo més importante del primer revisionismo, ‘A su vez, ni el rosismo ni las relaciones con el nacionais ‘mo searrearon eonseeuencias serias, en To que hace a su part tipacién en el eampo intelectual, para los revisionistas més ee ‘nocidos, al menos hasta los aos finales de la década de 1930, Brnesto Palacio y Julio Irazusta eseribieron en Sur, l revista de Victoria Ocampo, luego transformada por el nacio nalismo en el paradigma de los sectores intelectuales some. tides al imperialismo, La trayeetoria de Vietoria Ocampo, ‘que en 1984 viajaba a Italia invitada por las instituciones culturales fascistas, también puede tomarse como ejemplo de Jo confuso del panorama? Irazusta participo, junto a Pal 22, Véase Gramuglio, Maria Teresa, “Posiiones, transform: clones." p. 865, es de storia Sot cioy a Ramén Doll, det “Primer debate de Sur", celebrado en 1996, y eseribié en la revista hasta 1938, avanzada ya la Guerra de Espatia; su libro Actores y espectadores fue publi cado en 1937 por la editorial. Palacio traducia, por esas fe- chas, los libros de André Gide que editaba Sur. Manuel Géil- vez, Por Su parte, seguia siendo un eseritor exitoso en lo que hace a las ventas, Carlos Ibarguren, que no formé en el Ins- tituto Rosas, era presidente de Ia Academia Argentina de Le- (ras, eintegré la delegacion argentina a la reunign de los Pen Clubs celebrada en Buenos Aires en 1936, junto al propio Galvez; su libro sobre Rosas habia reeibido el Premio Nacio- inal de Literatura en 1980. Ibarguren habia sido profesor en Ja Facultad de Filosofia y Letras y desde 1924 era miembro de la Junta de Historia y Numismatica. Ibarguren denuncia- ria mucho despues una conjura del poder contra el naciona- Tismo, que habria tenido lugar en los mismos aos en que él ra presidente de la Comisién Nacional de Cultura, en la se- jpunda mitad de la déeada de 1930.23 Julio Irazusta, por otra parte, fue distinguido en 1937 con el Premio Municipal de Li- teratura [Los futuros miembros del revisionismo dispontan asf de los instrumentos de legitimacién en el eampo intelectual: par tieipacisn previa, reconocimiento de las instituciones, pre ‘mios otorgados y recibidos, apellidos prestigiosos, relaciones, con el poder, éxitos de venta. Hasta el comienzo de la Segun- da Guerra Mundial, las eritieas, que existieron, no modifi- caron la situacién. Queda asi fuertemente cuestioneda la terpretacién que haeia del revisionismo un movimiento inte- Jeetual disruptivo y marginal, o un frente de jovenes rebeldes: ‘muchos de ellos ocupaban lugares relativamente eémodos en ‘1 universo de los inteleetuales, Bl revisionism, por el con- trario, se organizé en torno de uno de los micleos de la eultu- ra admitida, que desde hacia tiempo exhibia una muy clara voeacidn eonservadora,y la talerancia del mundo cultural de- muestra que él no se hallaba articulado alrededor de un vni- 28. Véase Ibarguren, Carlos, La historia gue he vivido, Bs. As, Dictio, 1977, p: 625. La primera edicién de la obra es de 1955. 158 Blrevisontane 0 ee liberal-democratico, El revisionismo tuvo, no obstante, tuna posicién mas débil en las institueiones de la historia pro. fesional, que de todas maneras no los excluian del todo.2* Las relaciones del grupo con el mundo de la politica, tan to con el Estado como con los partidos, eran multiples. En 1988, en ocasion del centenario de la defensa de la isla Mar. tin Garcia, el Instituto Rosas organizé una ceremonia a la que concurrieron representaciones de los ministerios de Ma. rina y de Fjéreito, de la Presidencia y de la Gobernacién de Buenos Aires, asi como delegaciones del Cireulo Militar y del sntro Naval. Un aio mas tarde, la Revista convertia en un jerdadero acontecimiento pedagégico” Ia aprobacién, por parte de las autoridades educativas de la provincia de Bue- ros Aires, de una guia diddetica que indicaba que Rosas ha. bia impuesto orden interno, defendido la soberania y consu- mado, de hecho, Ia unidad nacional 25 Pequetas, a pesar de la exageracién revisionista, victorias que durante la gobernacin de Fresca se sucedian eon alguna frecuencia. Asi, por ejemplo, Justiniano de la Fuente, funciona. rio provincial, en un diseurso pronunciade luego de una “eara- vana de la argentinidad” que tuvo lugar en La Plata en 1939, lograba organizar un panteén en el que figuraban Moreno y los revolucionarios de Mayo, San Martin, Rivadavia, Sarmiento, y ‘también Juan Manuel de Rosas. En el nivel nacional, en esos ‘mismos aries, hombres del nacionalismo cercanos alos revisio. nistas ocupaban también algunos eargos importantes: Octavio S, Pico,.miembro del grupo de La Nueva Republica, y luego de la eatdliea Criteri, ministre de Uribura, fue designado presi dente del Consejo Nacional de Educacién por Justo. A comien: 24, Sobre esta euestign, remitimos al capitulo anterior. 25. Ojr. Revista del Instituto Rosas, N'1, 1989, pp. 150-151. Agradecemos la informacin sabre esta nota, ae como otros datos, ‘Carolina Apecetche. 126. En Senado de Buenos Aires, Dia de la Thadicion y Monte mento al Gaucho. Antecedenter legislator, Lat Pita, 1948, p. 12 En el ltimocapttale de este libro se hace referencia nuevamente 8 ‘este dscurso, aunque en funeién de otros problemas, a Pons doa historia 159 0s de los aos cuarenta el secretario de ese Consejo era Alfon- ode Laferrere, también antiguo integrante de La Nueva Re piblic y jefe dela Liga Republcana, hacia 1929. De todas ma- heras, el nacionalismo se fue apropiando dela figura de Rosas SéloTentamente; en los primeros aos dela déeada, gustaban ten cambio hablar de tres etapa libertadoras: Mayo, Caseros y Septiembre. Haciendo evidentes las cereanias con una trad cion que era también "ibera”,veian en su adversario Yrigoyen ‘Rosas, y convertfan a Uribura en el Lavalle de la hora, evan dong.en San Martin2? '5i Dien Tos eantactos mas firmes del revisionismo se da- ban con las formaciones nacionaistas, el sistema de relaio nes del grupo ineluia agrupaciones radicales, no silo yrigo yenistas, sino también a hombres de la Unién Civiea Radical “Antipersonalista y del liamado alvearismo, que liegaron a participar de las instituciones revisionistas. De la existencia fe esta ved que excedia al nacionalismo tradicional y a FOR. JA puede dar euenta el derrotero politico de Julio lrazusta, auien hacin 1937 se incorporaria alas filas de la UCR, Esta txperiencia, aunque breve, le permitié compartir la trinche: ra politica con Emilio Ravignani.24 I andlisis de la empresa revisionista permite, de este odo, proponer algunas consideraciones mas ampiias. Los varios frentes en que el revisionismo se lanz6 a actuar —el de las instituciones de histoviogrticas, el de la cultura, el de la palitica— no eran, en la segunda mitad de Tos afer treint, mnundos ordenedos en los que prolijos edversarias chocaban slrededor de un enfrentamiento central. Hemos sefalado ya aque no era éste el modo en que la histriografiafuncionsba; tampoco lo haeian ast los demas eseenarios en los que el re- visionismo intervino, Las tradieiones ideoldgieas y los blo- 21. Véase Finchelstein, Federica, “Paseismo, nacionalismo y oncepeisn de la historia, El mito de Uriburu y ta memoria del pri mer golpe de Estado angontino’, en Reflejos, Universidad Hebrea fe Jerusatén, 2002, p. 121 28. Cfr irazusta, Julio, Memories. Historia de un historiador la fuerza, Buenos Aires, Bea, 1975, pp. 281-258 160 Elrevisonime ques politicos no estaban tan claramente definides como se hha supuesto con freeuencia; abundaban en él las zonas grises, Jos cambios veloves de posicién, las incertidumbres. La im: gen heredada planteaba un ajustado alineamiento entre tr diciones, visiones del pasado y formaciones politicas: al libe ralismo, conservador o democratic le corresponderia la “hi toria oficial”; al nacionalismo, de elite © populista, el revisie- rismo. Radicales alvearistas, conservadores progresistas, la izquierda en conjunto, formarfan en el primer bando, mien tras que forjstas y nacionalistas, en el segundo. Este esque ‘ma resulta insuficiente y no logra dar cuenta de demasiadas cireunstancias: el llamado liberalismo toleraba a los rosistas, la izquierda comunista entendia en 1934 que Rosas, San ‘Martin y Alberdi eran merecedores de la misma eondena, los faturos foristas se filiaban con Urquiza 2° Bs, por el ecntra rio, una radical heterogeneidad lo que earacteriea el debate politico y cultural de los afios treinta; sélo a comienzos de los aflos euarenta aquellas correspondencias eomienzan a estabi- Tizarse. Una interpretacién que abandonara la pretension d descubrir alineamientos firmes podria, quizds, explicar epi sodios que desde otra perspectiva parecen extravagantes. Jo- sé Marfa Rosa, por ejemplo, eseribia a Faustino Infante, di putado por Santa Fe, hacia 1941: "Usted, sefor diputado, ha: blé de Rosas en el Congreso. La incomprensién ambiente ola tergiversacion interesada no supo apreciar en todo su valor ese gesto de patriotism, Pero sepa usted y sepan quienes, siembran un confusionisme que preferimos suponer incon: ciente a inconfesable, que muchos argentinos de toda la re- puibliea estamos con usted”. BI diputado, que defends las ac ciones revisionistas en una sesién del Congreso dedicada al debate sobre las llamadas actividades antiargentinas, habia comenzado su intervencién sefialando que hablaba a titulo personal, y no en representacién de su bloque: Infante, ‘miembre de la Junta Filial Rosaria de la Academia Nacional 28, Hemos examinado estas eveston fos. op it 1 en “Descifrand pasa | oles del ita 6 dela Historia, era diputado por la Unién Civiea Radical An- tipersonalista.®? ra en Octubre, y parceia Mayo!” (1945-1955)8! Parece innecesario recordar que la irrupcién del peronis- ‘mo proves un reordenamiento de gran profundided en los ‘ambientes politico-culturales argentines. Los partidos sufrie- ron casi en su totalidad, entre 1945 y 1947, y aun después, un proceso de quiebre alrededor de la euestidn del apoyo ola re- sistencia al nuevo fenémeno: es un dato conacide el de los di rigentes conservadores, socialistas, comunistas, radicales, pacionalistas que adhirieron al peronisma, asi como el de aquellos que se constituyeron en opositores firmes. Entre los intelectuales, al menos entre aquellos que luego gozarian de mayor prestigie, las dificultades del peronismo para conse- zuir adhesiones han sido senaladas en muchas ocasiones; sin, ‘embargo, también ellos se dividieron por aquellos alos, Instalado en el erace de la historiogratia, la politica y la cultura, el revisionismo no eseapé al impacto de la nueva si ‘nuacién. #2 BI Instituto Rosas se vio sacudido, hacia 1950, por tun conflicto interne que acabé con el alejamiento de Julio Irazusta, quien mucho tiempo después explicara el disenso en términos de hombres afeetos al gobierno enfrentades con, Jos opositores.38 30. Gf. Revista del Instituto Roses, N°, 1941, pp. 181-182. 31. Se trata de un verso del pooma Al 17 de Octubre, de Leo poldo Marechal, en sus Obras eompletas, Bs. As, Perfil, 1998, p 504. EI poema se compuso entre 1845 y 1950, y figura en In Anto Iga postin de fa revolucidn justicializta, que, con prélogo de An- tonio Mont, publies ls Libreria Perlado Baitores, Hs. As, 1954, pp, 107-108. 82, Sugerimos, do la ultima produccién veferida a estos pun: tos, la consulta de Altamirane, Carles, “Ideologias politias y deba- te civic: y Sigal, Silvia, “intelectuales,y peronismo", ambos en To- ‘¥e, Juan Carles (dir), Loe ation peromstar (1943-1985), VIT de Ja Nueva Historia Argentina, Bs. As., Sudamericana, 2002. 88, Véase Irazusta, Julio, De la etticaltenaria ala historia, @ El revaonina, 162 El andlisis de las relaciones entre el primer peronismo y ¢l revisionismo, y ol de la més amplia euestién de las image. nes peronistas del pasado reclama, dado el estado de la in- vestigacién,# volver a ponar en claro el conjunto de pregun- tas que desean responderse. Si se trata de saber si existieron revisionistas que apoyaron al peranismo de mediados de los afios euarenta, o peronistas que adoptaran la lectura revisio- nista sobre el pasado nacional, esta fuera de toda duda que la respuesta es afirmativa, Entre otras cireunstancias, Quat- trocchi ha destacado el caso de un grupo de diputades enea- bezados por John W. Cooke, que era de todas maneras min ritario® Ernesto Palacio, a su vez, fue diputado peronista, al igual que Joaquin Diaz de Vivar, revisionista aunque pro. cedente del radiealismo ofieal. Vicente Sierra se sumé tam- bien al movimiento. . Pero existieron, simultdneamente, revisionistas que se instalaron en la oposieién, como dulio Irazusta, y debe ademés tenerse en cuenta que otros histoviadares, eam José Torre Re- velo—miembro de la “nueva escuela” desde los primeras tiem- pos, Ricardo Picirilli —académico desde 1945, o Leoncio ‘Travis de le poitee,diseurso pronunciada al inconporarse ala Aca- emia Nacional de la Hictoria, Buenos Aires, Academia Nacional fe la Historia, 1971. Se trata de una eeparata del Boletin dela ANH, vol. XLV. {4 Bucna parte dela bibliografia que hemos citado para el re- visioniemo asume le cuestién; también han aportade arguments, fen ocasiones indirectos, Ciria, Alberto, Politica y eultura popular a Argentina peronita, Bs. s., Bdiiones de Ia Flor, 1989; Sear 1s, Mavstela, El dilema argentina eivilizaciin y barbari, Bs. As, BB Cielo por Acalto, 1994; Plotkin, Mariano, *Rituales politicos, Imagenes y caviema: la celebrucién dol 17 de cctubre yel magina: lo peronista 1845-1951", en Torre, Juan Carlos (comp), EU 17 de Octubre de 1945, Bs. Asy Arie 1995; y Manana ex Son Perdn, Pro- ganda, rituales poltis y educacian en el ripimen peronista (1946-1955), Bs. As, Ariel, 1985; y Quatteocchi-Woisson, Loe mater de la memorian., op. et, entre atros. 85. Vease Quattrocchi-Woisson, Loe males de la memuria.. op. eit, p. 802. a ‘tens de isto 163 Gianello —académico desde 1949— se aproximaron al nuevo ‘movimiento y fueron funeionarias en distintas areas, Gianello ‘expresaria opiniones elogiosas hacia la politica educativa del gobierno peronista en su estudio sobre la ensentanza de la dis- jxplina en el pats, y Torre Revello, en 1951, fue nombrada pre sidente de la Comisign Nacional de Museos y Monumentos Historios, El propio Ricardo Levene, se ha sugerido, tavo una relacisn apacible con el peronismo, al menos hasta 1952, euan: do se sancionaron los decretos que reglamentaron la ley de reorganizacién de las Academias. Un easo dificil de encuadrar ise uilizan los modelos tradicionales es el de Diego Luis Mo- Jinari: hombre principal de la “nueva escuela”, que miraba con simpatia al federalismo, yrigoyenista y luego peronista.®® La universidad, donde se habian producido cesantias y romuncias en los primeros afios del peronismo, no fue el esee nario de un masivo desembarco revisionista en Ins areas de- dicadas a los estudios histérieos, Una mirada a otras institu. ciones que, ya en las décadas anteriores, se dedicaban a acti vidades relacionadas con la historia, sugiere una marcada continuidad entre una y otra etapa. El Museo Mitre, por ejemplo, recibia un subsidio especial en 1948 y ese mismo ano ponia en marcha su revista el Instituto Rosas ne se heneficis fon tales atenciones, En 1951, el senader nacional Juan de Lazaro, peronista, con trayeetoria en la estructura de la his: toria universitaria desde fines de los aftos treinta, lograba en un discurso pronunciado en el Museo asociar a Mitre eon st ‘movimiento: “el espiritu de Mitre", decia, “sobrevive porque encarné ideales argentinos que son eternos", para agregar nego que “el seereto de su genio" esta “en su alma encendida 236. Vénse Gianello, Leaneio, La enseionza de historia en ta Ar -gentina, México, Istituto Panamerieano de Geografia © Historia, 1951, p.17, entre otros. Acerca de la actuacién de Levene, consi tese Martha Rodriguer, “Cultura y edueaciin bajo el primer pero. nismo. El derrotero aeadémico institucional de R. Levene", en Px sano, Nora y Rodriguez, Martha (comps.), La histariogrofia rnpla fense on la porguerra, Bs. As., La Calmens, 2001. Sabre Molina, véase Pagano, Nora, “Olvidar y Yecordar una historia de vida. El caso de D. Le Melina, en la misma obra. 164 Elrevisonieme de fe, posefda de la craencia en el dogma de la vietaria ultima de Ia justia |... de la justicia social como sintesis de la li- bertad, la verdad'y In belleza".7 Antonio Castro, subsecreta. rio peronista de Cultura, presidente de la Comisién Nacional de Cultura, ex director del Museo del Palacio San José y lue- _g0 del Musto Histérico Sarmiento, destacaba en un folleto of cial de distribucién gratuita fechado en 1954 que Urauiza y Sarmiento, dos “paladines argentinos”, se habfan reencontra- do en ceasién del “glorioso aniversario de la batalla de Case- ros". En octubre de 1947, el Poder Ejecutivo lo habia designa. do miembro de la comisién eneargada de los trabajos prepa- vatorios para erigir un monumento a Sarmiento en San Juan, La publieacion de aquel folleto se instalaba, expleitamente, en Ta senda que el Segundo Plan Quinquenal indicaba en su apartade Cultura Histériea, que promovia “la divulgacién y difusign de las obvas de eardcter histérico que concarran a consolidar la unidad espiritual del pueblo argentino” Nada que no haya sido planteado desde los aiios veinte. 37. Pueden consultarte sobre la situaciin en la Universidad: Buchbinder, Pablo, Historia de fa Facultad de Fulowfla y Letros, Bs. As, Eudeba, 1997, pp. 161 166 y'e23 y Mangone, Carlos y Jor ge Warley, Universidad y peronismo, Bs. As, CEAL, 1984. La men. ‘iin del subsidio, en Revista del Museo Mitre, Subseeretaria de Culeara.Comisiin Nacional de Maseos y Monuimentos Histérins, N' 1, 1948, pp. 118-119; lao ditas de De Lazaro, en la misma publi ‘eacign, N®, 1961, p. 108. Las eursivas son del original. Mariano Plotkin ha citado une intervencién del diputado peronista Oscar Albrieu qe, en 1946, sostenia que el peronieme habris sido more nista en 1810, sarmienting en 1860 e yrigeyenista en 1916, Véase Plotkin, Mariano, “‘Rituales politicos, imagenes y carisma: ia cele baci del 17 de aetubre y el imagtnavio peronita 1945-1981", en ‘Torre, juan Carlos comp.) Bl 17 de Octubre de 1945, Bs. As, Ariel, 1895, p. 184, nota 22. 38. Cf. Castro, Antonio, Sarmiento y Urquisa. Dos caracteres ‘puesto, unidoe por el amor a la Patria, Ministerio de Edvcacin: ‘Comisidn Nacional de Museos y Monumentas Histérieos, Bs. As, 1954, p. 7. Lacita del Plan Quinquenal, en In misma obra. Los da- tos sabre el monumento a Sarmiento, en Personalidades de la Ar- -enting, Bs. As, Veritas, 1948, p. 203 ate dl ria its Los revisionists que pasaren a apoyar al peronismo se hrallaron, de este mado, eon que buena parte de la dirigencia } de los funcionarios del movimiento elegia otra tradicion, No sélo lo hacia el senador de Lézaro, historiador, o Castro, director de maseos, sino que Miguel Tanco, radical yrigeye- hista jujefo, ajeno a evalquier forma de actividad historio- prifica, habia declarado en Ia campatia electoral de 1946 fue, siendo "liberal ¢ individualista’, no podia compartir la Nordida deseonfianza” que ante el capital extranjero mani festaban “los xendfobos, que suefian con el retorno a la Vue ta de Obligado y con Ins chuzas de tacuara’.5? Es posible, entonces, retornar a la euestién del lugar que la reivindicacién de Rosas tensa en el eonjunto de prin- pios “doctrinarios”, en la aceién estatal, ¢ incluso en el imaginario peronista. A pesar de In prédica de parte de la fposicién, en especial del Partido Socialista, que insistia en hacer de Perén un Rosas actualizado a traves de libros y ca- ricaturas,*? sobre la existencia de tal lugar no hay nuevas cevidencias empiricas que resulten eonvincentes; hechos co hocidos desde hace tiempo recuperan ast su dimensién, El caso de los nombres impuestos a los ferrocarriles nacionali- zados es uno de ellos: el gobierno decide lo que a ojos revi- Sjonistas debe haber yesultado casi una provocacién. Les nombres mas destacados de la tradicién llamada liberal tran ubieades junto a los del “padre de la Patria” y Belgra: ze, un indiscutido. En los manuales escolares no se detecta, {8a vez, indicio alguna de inclinacisn al rosismo; Ia referer: «ia es en cambio siempre sanmartiniana.*? Es probable que 99, Lacita, en el dinro Demoeraci, dl 18 de enero de 1946, p. 3 40, Vése Geng, Marcela, Un mundo feliz. Represenaciones de lostrabajadores en fx propaganda del primer pevontomo (1948-1855), tects presentada en a Universidad de San Andrés, Bs. As, 2001, en particul,p. 122, 8, Puede coneuleare tambien Ta versign que, eon mismo tuo, fie pubienda como Docuomento de Trabajo N24 por Ja misma univereidad, Un ejemplo.en Ginzo, Jose A., Quées, qué pre tends, qué cealta ef Hamado revisioniamo histrico, conferenca de 1961 publicada en 1952 en Ba. As. por Penamiento Libre 4. Plotkin Citia han seaalado este heeho en las obras citadas. 166 Bivevsonhing <1 propio Ernesto Palacio advirtiera la situacién, ya que en 1954 publicaba un manual para escuela secundaria, poea después de presentar su Historia de la Argentina, la prime. ra version revisionista orgéniea del proceso hist6rieg nacional. Tarmpoco la imagen del trabajador, en Ia propa. ganda peronista, apelé al repertoria revisionista, aunque se permitfa referencias gaucheseas y hasta evocaciones de los conquistadores*? La “declaracién de la independencia eco. némica” en Tucumsn y la celebracién el Ato del Libertador se alinean también en el mismo sentido, asi eomo la que al parecer fue una definicion tajante de Evita, segsin Eduardo Colom, en ocasién de una eampana rosista impulsada por su diario La Epoca: “Vos no podés hacer esa eampana que hi- ciste, antiurquicista, porque el peronismo es urquicista, y no vale Ia pena dividirlo@ hacer la divisién de revisionismo historico con los que estan can Rosas o contra Rosas"? & Leopoldo Marechal, por su parte, "Octubre" le pareeia “Ma yo": en un poema que comenzaha, precisamente, con una tevoeacién del “pueblo de Mayo", que “ganara un dia su liber tad al Hlo del acero”, el antiguo poeta de vanguardia deve. nido peronista encontraba una continuidad entre aquellas multitudes imaginarias y las que se habian movilizado en Jas jornadas de 1945.44 En lo que hace el revisionism, el otro extremo de esta relacién, ha sesialado Julio Stortini, Iuego de un examen de la Revista y el Boletin, que “en el caso de haber habido una peronizacion del Instituto ésta no se reflejé en sus publica. clones”. Agrega el autor que “en oeasiones propicias come les 42, Véare Gené, Mareela, op. et, pp. 119-114 48. La versin ‘ofrecda por Colom, tomada del Proyecto de Historia Oral, Institute T. Di Tell, hs sido evocnda en Plotkin, Ma iano, Meitana ex San Perdn.., op cit, p- 328, Vénse también Sic Jig, Juan dose, De hada y duendes. Bi mundo eneantado de Mur do Peronista, ponencia presentada en Tas Primeras Jornadas de Historia de Revistas y Publicaciones Periddicas, Escuela de Hist: tia, Universidad Nacional de Rosario, 2001, 4, So trata del poema con que abrimos este apartado. 7 pales de a ister ar campaias contra la celebracién del Pronunciamiento de Ur- auiza, de Caseros 0 en oportunidad de que Perén entrogara al Paraguay los trofeos de la guerra de la Triple Alianza, no jhubo alusiones expresas favorables al gobierno a intentos de. ‘trazar una continuidad entre Rosas y Perén” El cuadro indiea, asf, que el rosismo no formaba parte del conjunta de posiciones oficiales compartidas por el pero- nisme, proclive en eambio a instalarse en una tradieién mas clasiea, cuando menos en Jo que hace a las figuras elegidas, para la conmemoracién y el homenaje, Desde ya, muchas de tllas fueron resignificadas, atribuyéndoles proyectos y acti tudes que el peronismo consideraba virtuasas. Procedimien- tas de este tipo fueron corientes y no sélo patrimonio del pe- ronisme: Rojas habia constraide una imagen de San Martin diversa de la estatal, el uriburismo habia hecho de Lavaile tuno de sus héroes, la figura del gaucho oftecida por el revi sionismo lo transformaba en un gaucho rosista, mientras, ‘que otros grupos lo imaginaban combatiendo contra la “die: tadura’. Por detras del proceso de resignificacién, sin embar- 40, el panteén peronista tenia mucho de tradicional. La ad hesién del revisionismo al peronismo fue parcial y distante;, simultaneamente, e) peronismo albergé a historiadores que provenian de grupos diversos. Parece entonces excesiva la opinion que hace del primer peronismo el “domicilio” del revisionismo, asi como la que Sastione que el revisionismo “termina por tenirse de peronis- mo", al menos hasta 1965.46 Es que aquf, como en muchas otras dreas, el primer peronismo se permitia admitir la cola: boracién de individuos que exhibfan distintos perfiles idols. 45. Véase Stortni, Julio, “La produccion historigréfen revi- sionista durante el primer peronismo el Institute de Investigaco- nes Histérieas Juan Manuel de Rosas", ponenca presentada en las Jornades Intereseuelas-Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Salta, 2001, pp. 13-14 145. Ambos planteos san efectuados por Diana Quattrocehi, en Los mater de la memoria, op. sit, Bp. 288 y 287. Toda ln tercers parte de la obra esta dedicada a esios tomas. 168 Blrevisionisme cos, y trayectorias previas que los vinculaban a multiples, cireuitos inteleetuales, mientras fuera claro el apoyo a la gestion presidencial; en este sentido, lo que importaba era el presente. Palacio no habia sido diputado en virtud de su re. visionismo, ni Juan de Lazaro habia ocupado su banca de se. nador gracias a su mitrismo. Rodolfa Puigerés, antiguo riembre del Partido Comunista sumado a quienes respalda- ban al gobierno sin resignar su condieidn de marxista, por sjemplo, expresaba esa actitud en el prélogo ala segunda edicion de Rosas el Pequento, aparecida en 1953, Alf, el au. tor formula dos lineas de eritica a quienes califica de “rosis. tas militantes" 1. Su ereencia en que los gérmenes de un capitalis ‘mo nacional en la esfera rural |... pudieran ser los origenes de un desarrollo auténome del capitalisma argentino prescindiendo de! mereado mundial, de la existencia del imperialismo y del progreso aleanza- do por las naciones més adelantadas de la época. Es- ‘ta es pura utopia... 2. Su deseonocimiento del doble papel que el imperialismo cumple a pesar de sf mis- ‘mo: si por una parte oprime, deforma y exprime a los paises poco desarrollades ...] por la otra se va en la necesidad de trasplantar su técnica, incorporar sus capitales, erear clase obrera, estimular el eapitalie- ‘mo nacional, gestar los elementos opositores que conducen a la liberacién econdmiea de los pueblos explotados por los monopolios. Bstas fueraas |...] se desenvolvieron progresivamente desde la caida de Rosas hasta nuestra época de revolucién nacional ‘emaneipadora, y son los pilares de esta revolucién Luego de serialar estas dreas de diseusién con el revisio- inismo —que por otra parte no son secundarias, y que en la obra se despliegan sobre los planteos de Sealabrini Ortiz, Ibarguren e Irazusta, entre otros autores—, Puiggrés hard explicita aquella actitud que privilegiaba, en el ejereicio de reconocer aliados, In adhesién al gobierno antes que la coin- oes del ietoria 169 cidencia en las interpretaciones del pasado: “Estas divergen- tias [..] no impiden que afirmemos nuestra solidaridad con Jos admiradores —al igual que con los detractores— de Juan Manuel de Rosas que asumen hoy una actitud clara y eonse- eventemente antiimperialista. Somos sus amigos y sus alia. dos en la revolucién nacional emaneipadora, del mismo modo {que nos sentimos totalmente en contra de aquellos antirrosis- tas que [... forman en las filas de la contrarrevolueién..."47 El criterio estrictamente politico era el que se imponia, Halperin Dongbi, opositer, integrante de los grupos inte: Jeetuales que habian permanecide fuera de la universidad, volvia anudar la historia y Ta politiea a poco de eafdo el pe ronismo. En un balance de la bistoriografia argentina, que veia atravesada por una crisis iniciada antes de 1945, soste- nia que en “la tentativa de crear una eu'tura y una histori grafia consagradas a la mayor gloria del régimen, el peronis- mo habia hallado apoyos entre los revisionistas’, sumando “ademas una suerte de tropa de reserva entre ciertos estu- digs0s adictos a la neutralidad erudita que habia sido la con- signa de la Nueva Eseuela Historica" “Ya todo el mundo (casi todo) era rosista...” (1955-1973) En noviembre de 1955, un militante anénimo de Ta que pronto se llamaria resistencia peronista copiaba a mano un 41. Cf. Puiggrée, Rodolfo, Rota, el poqueno, Buenos Aires, 1983, pp. 10-11. Hemos analizado esta intervencién de Pvigards en Cattaruzza, Alejandro, “Una empress cultural del primer peronis to: Ia revista Hechose Ideas (1947-1955) en Revista Compluten de Historia de América, NY 19, Madrid, 1998, 48. Ct. Halperin Dong, “La historogratia argentina en la hora de ta ibertad’, en Sur, N* 287, nov-die. 1856, pp. 14-115. 49. Se trata de declaraciones de Joss Maria Rosa en une entre- vista eelebrada en 1973, haciendo referencia n los aos sesenta (ft: Herndindor, Pablo J. Conversaciones con José Marta Rove, Bs ‘As, Colihue-Hachette, 1978, p 150 170 Elrevionisne reportaje @ Perén publicado en Paraguay, en un esfuerz0 por difundirlo. El documento terminaba con una exhortacién: “Haga copia de estas declaraciones de Perén y divulguelas entre la clase trabajadora”. Firmaba el texto "Martin Miguel do Giemes, Jefe Espiritual de los Milicianos de Peron”. Ni Rosas, ni un eaudillo favorite de los revisionistas, sino un I dor militar de tropas gauchas durante la guerra de indepen. dencia, admitido en el panteén tradicional, ‘Sin embargo, poco més tarde, en 1967, tenia lugar la “conversign” publica del propio Perén al revisionism, en el texto titulado Los vendepatrias; alli, el ex presidente asumia, la dimensign cultural del enfrentamiento que estaba en mar. cha, concediendo que la filiacin planteada por los golpistas de 1956 con la “linea Mayo-Caseros” era efectivamente cier. ta, y atribuyendo al peronismo otra tradicién, que encontra 'ba an Rosas uno de sus eentros. Asi, Ia adseripeign a esa ima. igen del pasado era funcional al objetivo de Perén: distinguir. se aun mas de sus enemigos, dotando de un sentido histéri- co al combate presente. Tacia noviembre de 1963, el “Co. mando Rosario" del Movimiento de la Juventud Peronista, ppublieé un breve folleta titulade Nosotras y Sarmiento, en el aque se explieaba la voladura de varios bustos de Sarmiento, apelando a citas de autores revisionistas y hasta del propio Juan Bautista Alberdi. Aquellos militantes enlazaban sus luchas del dia con la reconsideracién de Ia historia argenti- na, recurriend a los razonamientes que, mucho antes, bian hecho circular los revisionistas.®° Estos acontecimientos, de rango tan diferente, pueden 50. La citada “endona” de la resistencia, asf como el flleto ‘mencionado, se encuentran en nuestro archive, Les planteos de Pe- ron pueden verse en Lo vendepatria: las pruchas de une traicidn, publicado en Caracas, Sobre estas dimensiones de las luchas pol ficas por el control de imagenes del pasado, pars otros casos, vase Burke, Peter, Format de historia cultural, Madd, Alianza, 2000, cap. 5y en particular p. 79, en la que te menciona wn atentado del TRA, levado adelante en 1966, contra una eolumna en homenaje a Nelson. Consiltese también Baezko, Bronislaw, Las imaginarios ‘oviates. Memoriae y experancas eoletivas, Bs. As., Nuova Visin, Pains doa historia m sor el sostén de un relato sumario de los procesos mas rele vantes para la historia del revisionismo entre 1955 y 1975. ‘Aquella lectura del pasado que un grupo reducide de intelee- tuales habia propuesto a fines de los afos treinta se trans: formaba en la interpretacién “oficial” que de In historia na- canal realizaba un movimiento de masas, y en ese trénsito lograba, en general por fuera del aparato estatal, aleanzar tune difusin imprevista, aunque anhelada desde hacia tiem: po. Algunos historiadores revisionistas, desde ya, continua: ron una produecién monogrifiea con aspiraciones de erudi cién, Pero el hecho erueial para el revisionismo en este perio-~ do, que fue la difusién de varios de sus planteos en amplios, sectores no sélo vineulados a la cultura letrada, tuvo como condicién de posibilidad un proceso desplegado en la arena, politica y social: la apropiacién peronista de su interpreta dn, que esta vez no dejé lugar para el disenso, El combate social y politic se libraba también en el plano’de la imagi- nacidn de pasados que venian a legitimar, segun se entendia,, las posiciones presentes, Varios de los fragmentos del repertorio revisionista —Ia recusacién de la tradicion politica “liberal”; Ia denuncia de ‘un complot contra los destinos nacionales, que se atribufa al imperialismo aunque se hubiera iniciado a comienzos del si: glo xix; mas adelante la impugnacién & aquella que se Hams cada vex mas freeuentemente en los cireulos universitarios modelo agroexportador— se integraron a la mirada que 80: bre el mundo lanzaba el peronismo, que a su vez reencontra- ba sus impulsos més populares y jacabinos en el paso al lla- no y a la proseripcién, El peronismo ensayaba asi la segun: a versién de una operacion que a pesar de ser imaginaria tenia efectos muy reales, y que ya habia intentado desde el poder, Ella eonsistia en entramar su propio pasado con la historia de la nacién desde el momento fundacional, pero es 1901, p.158.y ss. Datos sabre este y otros agrupamientos juveniles el peronismo, en la exhaustva recopilacion de Bascheti, Rober, Documentos de la Resistencia Peronsta 1955-1970, Bs. As, Ponto. sor, 1988, . 83 1m Erosion ta vez proponiendo una genealogia que lo emparentaba con los que veia como los perseguides, los derrotados. En esta vi- sign, ellos se alzaban una y otra vex para proseguir un eom- ‘bate més que secular, que era el de la nacién entera, contra, las minorias del privilegio que usurpaban el gobierno alia. das a alguna potencia extranjera. La imagen tenia, entre ‘otras, la facultad de reforzar la instalacién en el lugar que casi todo el peronismo elegia ocupar por entonces: el de la mayoria desplazada de un poder que legitimamente le eo- respond, El encuentro no dejaba de provocar disidencias en las fi Jas del revisionismo. Por una parte, algunos miembros del {grapo, y los auditories que les evan fieles, tenian con el pero- hismo una relacién compleja y otros mds eran sus opositores; por otra, existian revisionisias que preferian eonsolidar los aspeetos estrictamente historiografieos de su empresa, como Sule Irazusta, que finalmente seria incorporado a la Acade ‘mia en 1971. Un afo antes, habia sido designado presidente del Instituto Rosas, que estaba reorganizéndose desde 1968.51 Las diferencias entre una estrategia que se queria acadé- ‘mica y una de divulgacién eran advertidas por los revisionis- tas, y ellas se traducfan en tipos de publieaciones diferentes ‘A mediados de 1958, se lanzaba el mimero 17 de ln Revista, ‘eon un formato clisico: investigaciones, comentarios biblio rafieos, reproduecign de documentos. La estructura se repi- 16 hasta fines de 1962, cuando aparecia el nsimero 23. Entre 1968 y 1971, a su vee, se publiearon diez mimeros del Bole- tin; e1 ultimo de la serie anterior haba entrado en circalacién fen julio de 1955.82 En la “Re presentacién” que abria la pri ‘mera entrega del Boletin se sostenta que “la victoria de la re- vision histériea es un hecho por demas evidente: resta sélo la S51. Wéase Boletin del Instituto Rosas, segunda época, N°, m Yyorsept. 1970, p. 22. '52, Véoze Ramalo, Jorge M., La revista del Inetituto Rosas (1999-1961). Noticia, indice y textar, Bo. As, Fundacion Nuestea Historia, 1984, p. 5 Polke de a histor aa “escalada’ final (..] que instaure oficialmente lo que es une conviecién argentina. Y nosotros venimos a camplir la mi: sidn..”, Bl editorial continuaba con esta aelaracign: “De alli el nuevo ritmo que tendra esta segunda época: diriamos —guardando los debidos respetos-— que hemos perdido un poco, historiograficamente hablando, el empaque y la serie ad de los tiempos apostélicas’, Bl revisionisme nuevamente se daba una “misién’ y un instrumento que sabia tan alejado Go las publicaciones historiograicas eldsicas: "No tendran ca: bida aquy ensayos de nivel rigurosamente cientifico —tarea que acampard en la Revista semestral del Instituto... pues estas paginas serdn Historia a través de trazos breves, rudos, definidos, actualisimos....58 Debe reconocerse que desde el punto de vista de las caracteristicas materiales del Boletfn, el objetivo fue camplido, En cuanto a las disidencias de indole politica, José Ma: ria Rosa explicaba hacia 1978 los sueesivas eonflictos en el Instituto Rosas y su cierre momentsineo en funcién de los de- bates en torno al peronismo: Era la década del sesenta [...] me resultaba difiell ar- ‘monizar a los peronistas y antiperonistas que milita ban [en el Instituto). A cada momenta se recibian re- rnuncias de viejos socios porque algun entusiasta ha- ‘bia vivado a Perén en un acto publico, Bl rosisme se hhabfa hecha popular, y se inclinaba naturalmente al peronismo, y eso no gustaba a los nacionalistas de Viejo cufio firmes en su antiperonisme, sobre todo después que cay6 Perdn |. Los rosistas antiperonis- ‘tas no acudian a las conferencias para no encontrar- +e con los peronistas, Y éstos no tenfan interés en ofr ‘a oradores que no les hablaran de Pern ademas de Rosas. Acabé por cerrarlo, précticamente...2© 58. Of. Boletin del Instituto Rosas, segunda époce, N® 1, julio 1968, p. 3. El destacado, en el original 54, Cjr. Hernénder, Pablo J, Conversaciones con Joné Maria Rowe, op. city Pp. 180-181 m4 Brevbionioms La vieja conexién nacionalista, por otra parte, actuaba también, y ella estuvo por detras de las aproximaciones de algunos integrantes del grupo al Estado en tiempos de la dic: tadura de Ongana, Es posible que, por eaminos sinuosos, ‘esa cercania estuviera lejanamente relacionada con la orge nizacién de las llamadas etedras nacionales en la universi dad, que se convertirian finalmente en uno de los frentes de Tucha contra el gobierno militar y sobre las euales quedan pendientes estudios detallados, Como desde el momento de su creacién, las instituciones revisionistas no se resignaban ‘a abandonar sus empenos en construir lazos con el Estado; tal como se decfa en el Boletin, el revisionismo anhelaba ser Ja otra *historia oficial” Las iniciativas del grupo ineluyeron también empresas mucho menos orgénieas respecto de la tiniea institucién re- visionista tradieienal, el Instituto, pero probablemente mas cfectivas en la tarea de difusién. Se trataba de editoriales eo- mo Theoria, Sudestada, Pefia Lillo, Pampa y Cielo, en los aiios setenta Dictio, y a su izquierda, Coyoacsn y Getubre, estas ultimas vineuladas a las organizaciones partidarias ‘que, bajo distintas denominaciones, conformaron la lamada izquierda nacional. Muchas de estas editoriales apelaban a una estratogia de difusién que en los aos veinte habian em- pleado con éxito grupos de la izquierda, como el cereano a Claridad, y que ya en los treinta habian ensayado el nacio: nalismo: la venta en quioseos de ediciones baratas, algunas, conformando colecciones periddicas eoma La Siringa, de Pe- fa Lillo, que publicaba trabajos de Jorge A. Ramos, Arturo Jauretche, Fermin Chavez, Eduardo Astesano, J. M. Rosa y Iegaba a reeditar La historia falsificada de Palacio. ‘arias de las obras de los revisionistas, tanto de los “hi tricos” como de los reeién venides, aleanzaron importantes cifras de ventas. La Historia Argentina, de J. M. Rosa (publ cada en sus primeros ocho volimenes entre 1963 y 1969), y los trabajos de Juan José Herndndez Arregui, quien inten ba una reflexion mas filos6fica, integrada no ebstante al com- plejo revisionista, resultan buenos ejemplos de esta cireuns- taneia. En 1963, {Que es el ser nacional?, publieado por Her- Pole dol stein 115 rnandez Arregui tres aitos después del también difundido tra. bajo Za formacién de ta concieneia nacional, era incluido por la revista Primera Plana en su lista de best-sellers, tal como sefiala Teran,®® Estos éxitos del revisionisme formaban par- te de un proceso mucho mas general de ampliacion —y pro- bable modificacion— de los publieos lectores interesados en Jos tomas histéricos y poltieas. Bn torno a este punto ha sos tenido el propio Teran que estos fenémenos “no involueraban solamente a Ia elite intelectual, sino que se dilataban hasta legitimar el aserto de que entonces se eonstituye un nuevo publico, y que en ese proceso iban a afieiar un papel central aparatos culturales tales como las nuevas editoriales, y espe- cialmente Eudeba” 5? En la expansién de estos nuevos publi- 08, y en la Larea de hacer llegar su vor a ellos, quinas estos otr9s libros, no la Revista del Instituto y ni siquiera el Bole- tin, hayan sido una herramienta notoriamente fica La mencién de los éxitos de ventas no explica, sin embar- 0, la apropiacién de las visiones revisionistas por parte de Jos publicos; en esa apropiacién, la clave se hallé en el pere- nismo, Allino sélo se verificaba Ia evocada conversion del pro- pio Perén al revisionismo —acontecimiento que, en virtud de tipo de movimiento del que se trataba, era de un peso decisi vo—, sino que el aparato sindieal y partidario inerementaba, una adhesién que se tornaba estridente, En el nivel de los ri tuales, la eonmemoracin del combate de la Vuelta de Obliga- do, que los revisionistas iniciales habjan realizado ya desde los afios treinta, se transformaba en actos elaramente politi- 0s con la partieipacion aetiva de grupos peronistas.7 En la ‘misma linea, se imponan los nombres de los caudillos a loea- les y agrupaciones, ¢ incluso algunas sedes del interior del 55. Vénso Tordn, Oscar, Nuertroe aos sesentas. La formacién deta nucva izquierda intelectual en la Argentina 1956-1966, Bs. ‘As, Puntoeur, 1991, p. 64 16. Ibi, p. 6, 51. Todavia en 1982, el pereniemo, Ianzado a Ja campavia elec toval,celobraba una de sus mayores concentraciones en Rosario, el 20 de noviembre 116 Elroviionieme Instituto Rosas se establecfan en locales gremiales. La “me- ‘moria larga” del peronismo, en los afios sesenta, hacia de Ro- ‘a8 un jefe antiimperialista que conducia las fuerzas “nacio- rales", integradas por el gauchaje y los demas grupos popull res, los ganaderos saladeristas ligados a la produetin y los nilitares, incluso Tos antiguos unitarios que, abandonando la actitud facciosa, optaban por Ia nacién, agredida por poten- cias extranjeras. La faclidad eon que esta construccién podia, “traducirse” al siglo XX, y mas precisamente al frente que el peronisme saponia constituir en sf mismo, es evidente.5® La expansin del revisionismo aparece ast entramada con la suerte de los dispertos y muchas veces contradictorios temprendimientos politica-culturales del heterogéneo bloque peronista, Es probable que esa relacién influyera en la re ‘cepeidn del revisionismo por parte del mundo cultural argen- tino on los aos sesenta, dado que para muchos de quienes lo, hhabitaban el problema central era, precisamente, el del pe- ronismo: de acuerdo con Terdn “la relectura del peronismo conllevard una revisién de la doctrina y la tradieién del hibe- ralismo, que ya no serd considerado como un esealén dentro, el progreso argentino, sine como una etapa de la dependen- cia nacional"; asf, "el revisionismo histérico va a ten la eul- tura de izquierda en estos arios” 5? Bs que no sélo el revisionism estaba sufriendo cambios, sino que también los demas grupos se veian afectados por transformaciones de eierta profundidad. En el eampo del na- 58. No deseonocemos, desde ya, la multitud de tendencias que poblabsn el paronismo dela época; no obstante, Ia reivindieacién de Rosas, 0 de algsn congunto de cavdillos federal, fue patrimonio de précticamente todas ellas. Algunos ejemplas de las actividades: imencionsdas, en cl Boletin del Instituto Rosas, segunda época, NB, cctenow. 1968, p.17;N"5, mayo 1969, p.27,N" 8, marzo 1970, 20. Baa imayen de Rosas, por otra parte, era borquejada por al- tguncs de los historiadores del revisioniemo en Nibroa de aivulga- ‘dn, Acerea de lo que ha denomsinado "memoria larga", véase Baer ‘ko, Bronislaw, Loe imaginarion sociale. op. ct, p. 186 y 6. 59, Cf Tordn, O,, Nuestros alos senenta, op it, pp. 64 ¥ 63, respectivamente Plies del istorie a7 cionalismo, varios sectores se ubieaban en un “atlantismo” ras eercana a Franco que a José Antonio, retornando a una ‘conservadora que nunea habfa olvidado por completo, ;ras que otras iniciaban una deriva hacia posieiones r dicalizadas, que ocasionalmente terminarian en alianzas, fon grupos de izquierda y del peronismo, y aun en Ia lucha armada, Parte de la izquierda inieiaba su mencionada rein. terpretacién del movimiento liderado por Perén, que era im- palsada por la tenaz adhesién popular puesta pronto de ma- nifiesto, pero también por los ecos de procesos politicos y so: ales internacionales: las Iuchas de la descolonizacién; la experiencia china; Ia muerte de Stalin; el breve ensayo de apertura y Hungria; Cuba, que obligaba a repensar, una vez ‘mis, los temas del antiimperialismo y de las relaciones en: {6 el nacionalismo y el socialismo.% Estos interloeutores en trance de modificar sus posicio- nes sostenian didlogos relativamente novedosos, que se ox presan con claridad, por ejemplo, en algunas de las respues- tas que José Maria Rosa daba a los leetores desde el sema- nario peronista Mayorfa. Alli, un “joven comunista", no im- porta $i real o imaginario dado que lo que cuenta es Ia res- puesta de Rosa, sostenia: “Los revisionistas me han conven- ‘ido de la defensa del pats hecha por Rosas; no ereo en la le- yenda de sa tirania sangrienta, Pero no puedo compartir la politica derechista y retrograda de Rosas”. Luego de desesti ‘mar el uso de estos califieativos, Rosa responde: Jo cierto es que su gobierno [el de Rosas) puede ilamarse “socialista” de aquel socialismo social de 1648, tan diferente del individualismo usurpador 60, Pars el lima cultural de ls sesenta,sugerimos el texto ya citado de Oscar Tern, asi come Sigal, Silvia, ntelectuales y poder ‘ola década de 1960, Bs. s., Puntosur, 1981; Tareus, Horacio, El ‘marxiomo olvidade en la Argentina: Siloio Frondis y Mlilotader Pe. fia, Ba. At, El Cielo por Axalto, 1996. Sigueslendo utile interesas- te acerea dela ituacion internacional, la consulta de Hobsbawrs, Eric, Revolucionarioe, Baveelona, Ariel, 1978 a8 Elrevision del nombrel. La Confederacién Argentina de Rosas, ‘con su sufragio universal, igualdad de clases, fuerte nacionalismo y equitativa distribucién de la riqueza cera tenida corno una verdadera y sélida republiea “socialista” adelantada al tiempo y nacida lejos de Europa. La conclusion de Rosa era tajante: “Rosas fue socilista, Drogresista y demécrata’®? Si puede dudarse de Ia opinién el autor, el texto parece constituir en eambio tn testimonio cabal del tono y de los asuntos de aquellos dislogos, En ese clima cultural, el revisionisme en sus varias ver- siones encontraba nueves interlocutores, nuevos adversarios on quienes debatir, ¢ incluso nuevos —y a veces ineémo- ddos— compaieros de ruta, Entre ellos se contaban los lama. dos revisionistas sovialistas, que como hemos indicado te- nian con el revisionismo tradicional una relacion ambivalen- te: si por una parte decian valorar su critica de la historia, “oficial”, por otra indieaban que se trataba de una versién también centrada en los intereses porterios. Jorge Abelard Ramos fue quiza la figura mas notoria entre quienes, desde Ja “izquierda nacional’, e dediearon al estudio de la historia argentina, pero el conjunta ineluia a Blas Alberti y a Alfredo Terzaga, entre otros; ya luego de 1973, Norberto Galasso presentaba su biografia de Manuel Ugarte, publicada por Budeba; Ugarte habia sido eonvertido en uno de los “préce- res" en estos ambientes: socialista, latinoamericanista, y em bajador del peronismo. Estas lineas, bosquejadas por ta i quierda trotskista que habia apoyado evitieamente a los pri meros gobiernas peronistas, conacieron en los aiios sesenta luna amplia acogida entre militantes y activistas, y no solo en los dedieados por completo al combate politico: Ernesto La- clau era dirigente de las agrupaciones de la izquierda nacio- 61. Cf. Rosa, J. M., El revisionismo responce, op it, pp. 160, 364 y 166, rspeetivamente. Lo articulos correspondientes te ttt: lan “;Rowas fue dorechista oinquicedista”, y "ZRosas fue regresie~ 10 progresista?™. Pens del historia 179 nal en los aftos sesenta, mientras se dedicaba a las taroas aacadémicas en la universidad Entre los integrantes de las instituciones universitarias dedicadas a la historia, hasta 1966 la situacion del revisio- hismo fue curiosa: si bien lograba “imponer” algunos eentros. fe discusion, se hallaba casi absolutamente excluido de elas. En e808 dmbitos, se habia producide luego de 1955 la, aparicién de un grupo que, nucleade alrededor de la catedra, de Historia Social dirigida por José Luis Romero, y de algu- hos eentros del interior, se proponia una renovacién de la préctiea de la disciplina y de la agenda de problemas de los, ‘que los historiadores argentinos debian hacerse cargo; es co- ‘riente la opinion que indica que las redes y la biblioteca que es08 grupos constraian iban desde los Annales braudelianos hasta el marxismo britanico, sin exeluir eorrientes de las so- cjologia norteamericanas.% En la universidad, los herederos de la “nueva escuela", mejor instalados y dedieados a la his: toria politiea de viejo tipo, no pareeian un interlocutor inte- resante para los historiadores de la renovacién. Tampoco lo terael revisionismo, que insistia en sus temas y enfoques tra- Aicionales. (6, Acerca de a iaquierda nacional, remitimes Galasso, Nor~ berto, La isquierda nacional y el FIP, Bs. As., CEAL., 1989, fe p. 11, el dato sobre Laclauh Le corvientehistoriogrfica soialisto, federal provinciana a letinoamericana, Bs. As, Centro Caltaral S.Discepolo™, 1999, Loa debates con otros sectores de la izqulerda fueron analizados por Horacio Tareas, en El marsiemo oluidado en To Argentina, op. eit 13, Sobre estos grupos de la renovacién, véanse Halperin Don- si, Tullo, “Un euarto de siglo de histriogratia argentina (1960+ 1985)", en Desarrolle Eeundnieo, Bs, Ax, vol. 25, N" 100, ene-mar 1966; Houreade, Eduardo, "La historia como ciencia social, en Rosa- tio, entre 1955 y 1966", en La histriogrfla argentina en el siglo XX {id CEAL, Bs. As, 1994; Devoto, Fernand, “Itinerario de un pro- beta: Annales y In bistoriografia argentina (1929-1965)", en Au rio, N10, HES, 1995;y Romero, Luis Alberto, "La historografa a- fentina en Ia democraci. Los problemas de ia construcsién de un ampo profesional” en Entreposados,N* 10, 1996 180 Elrevisonne Las constelaciones de referencias europeas que estos grupos exhibfan, y la historia que practicaban, ponen de ma: nifiest la distaneta que los separaba. Julio razusta publics ba en 1955 bajo el titulo Las difcultades dela historia cen tufiea un libro dedicado a la eritica de la obra Rosas, de Br nesto Celesi, Irazusta sefiala como deficiencias dela ebra la ausencia de actualizacion bibliogrfiea, la manipulacign de documentos y a falta de lgica interna en algunos argumen tos: todo ello quiebra, a juicio de Irazust, la “bjetividad”, y resulta un “metodo” impropio de la historia eientifica, Sina da puede bjetarse a la pertinencia de aquelas critias, es posible en cambio suponer que un texto sobre la historia Eientifea y su método podtan, en 1955, exceder largamente estas temas, que el autor, por otra parte, analizaba con el Apayo ocasional de algunas citas de Croce. Trece arios des- Duds, hacia 1968, José Maria Rosa sostenia que se trataba de *econstruir erticamente los hechos histrieos con el método sbjetive de Ranke” El revisionisma hacia de esto modo evi. dente custo compartia con el adversario que habia eons ‘ruido, euyas evoluciones en euanto a temas tratados y no. nes para elejerecio dela disiplina eran casi inexistentes; el propio Rosas de Celesia es una prueba de ello, a vuelta del perenismo al gobierno en 1973, en el eon- texto de una movilizacion social muy intensa y éon actores politicos euya radicalizacion era una nota importante, en- tontré a muchos de los revistonistas formando en aquel mo- vimiento. Aeerea de los destinos del revisionismo luego de faquellas fechas, solo es posible realizar observaciones muy provisorias, y senalar euestiones sobre las que puede ser ati Intentar investigaciones en regla.Algunos integrantes dela carvienteHegaron a la universidad; en la Facultad de Filoso- fia Letras de Buenos Aires se egistran los casos de Fermin Chaves y Rodalfo Ortega Petia, ambos miembros del Institu- 64, VéaseIrazuste, Julio Las dificultades de ta historia cien Lifter, Bs. As, Alpe, 1985, en Pp. 24,25, 85,12, y 195,y ss. Las abservaciones de Rosa, en Historia del revisionism y otros ‘ensayon, Be. An, Merin, 1868, p. 70 y pp. 89, respectivamente ons dea hstaria at to Rosas hacia 1970, cuya trayectorias quedaron, como otras, sujetas alos avatares de la lucha interna del peronismo. Or- tega Peria seria asesinado en 1974 en el marco de esa dispu ta. Durante los afios de la dietadura militar, los revisionistas {que habian elegido una tarea mas aeadémica lograron algu- rna presencia en Ia estructura de investigacién, y tambien ‘ocuparon ciertas edtedras universitarias, Hacia 1989, el go- bierno de Menem eumplia una de las mas viejas reivindica- ciones revisionistas, al repatriar los restos de Rosas; un Ins- tituto Rosas reorganizado, a su vez, era convertide en una dependencia estatal, en el simbito de la Secretaria de Cultw: ra, en 1997, Bn 2000, durante la presidencia de De Ia Ru ‘ese deereto de nacionalizacién era derogado, y el trémite se encuentra en sede judicial. Desde la recuperacién democrs: tica de 1983, con eontinuidad cambiante, el Instituto publi- con su Revista ‘A comienzos del nuevo siglo, entonces, la situacién del revisionism puede parecer paradgjea. BI anhelado recono: cimiento estatal legaba finalmente en una forma més am. plia que la ya exitente insercién institucional de algunos, Tiembros del grupo, pero tan atado a los cambios de coyun: tra politica que no puede suponérselo estable. En aquella ‘otra actividad, la estrietamente historiogratiea, tampoco la situacién ¢s elara; historiadores que forman en el Instituto Rosas tienen puestos en el sistema de investigacion, y sus publicaciones se mantienen, aunque otros sectores de la his- toriografia argentina, preocupados por problemas histéricos diferentes y cn itinerarios académicosy politieos muy diver 508 de los del revisionismo, no sostienen con él didlogo algu- ro, En la historia universitaria, por ejemplo, el revisionismo ces mas un objeto de estudio que un interlocutor © un pole: En los balances que el revisionismo realiz6, solia insistir cen que la batalla por Rosas estaba ganada desde el punto de vista de los “hechos”; mas adelante, en los sesenta, plantea- ba estar satisfecho de Ia aceptacién de sus argumentos por parte de grupos amplios, cuando estimaba que “casi todos eran rosistas". Quedaba si pendiente su transformacién en 182 Et revisonisn tuna nueva “historia oficial”, Desde ya, no es del todo legiti- ‘mo cotejar el programa que se dibuja por detras de estos diagndsticos con una situacién que, como sefialamos, no s6la, fe incierta, sino cambiante, Pero él puede utilizarse como guia para realizar algunas observaciones, El revisionismoo aparece hoy como un actor de importancia en los debates po- litico-culturales argentinos; cierto es, no obstante, que tam- ovo puede identifiearse otro grupo de historindores que silo, sea, Algunos de sus planteos, sin embargo, parecen cons tir un conjunto de eertezas, algo vagas pero firmes, tanto en sectores del euerpe docente, como en franjas considerables de la opinién publica: no tanto los centrados en la reivindi- teacién de los gobiernes rosistas como los referidos a Ia histo- ria “falsifieada’, imagen que si bien no era una ereacién ori ginal del revisionismo sf fue difundida masivamente por el La eonvieeién de que existe una versidn del pasado deforma. dda por intereses politicos que el poder utiliza para ocultar la, historia “verdadera”, cayo conorimiento serviria para ver con mayor claridad nuestros problemas presentes, goza, se- sin parece, de una relativa aceptacién, que en ocasiones se extiende mis alld de aquellos dmbitos. De verificarse esta, situacién, puede abrirse la oportunidad para reincorporar a ‘nuestra agenda los problemas vinculados a la cireulacién de nuestro saber por fuera de Tos claustros. TERCERA PARTE

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