Está en la página 1de 514

Todo lo que nunca quise

 
Mariza Canto
 
Copyright © 2022 Mariza Canto
Copyright © 2011 Alejandro Paul, con nombre
de fuente reservado “Mr. Dafoe”
 © Diseño de cubierta Megan Herrera Salazar
Todos los derechos reservados.
ISBN: 9798840262238
 
 
 
DEDICATORIA
 
Dedicado a todas aquellas personas que toman la valentía para
hacer un cambio, que se arman de valor para no abandonar sus
sueños y continuar a pesar de todo.
 
A mis mejores amigos y hermanos, por estar siempre dispuestos
a apoyarme en cada historia.
 
 

CONTENIDO
 
 
 
COMO INICIA UNA PESADILLA.
1 El comienzo de una pesadilla
2 Un momento para detenerse
3 Entre cafés y pastel de frambuesa.
4 VERDADES
5.- Deudas.
6- ¿Somos amigos?
7 Sentimientos.
8 Mundos distintos
9 Lo dificil a veces gana
10 Melodías con sabor.
11 Verdades que duelen
12 Realidades que duelen
13 Colapsos imprevistos
14 Un gran problema
15 Ser un poco más valiente
16 Dolor y súplicas.
17 Sentimientos
18 El fin de algo excepcional
19 Un sitio para llamar hogar.
20 Mentiras que duelen
21 La verdad para ser libre
22 Caída inevitable
23 Un momento basta
24 Hablando con el corazón
25 Ser un todo.
26 Arrepentimiento
27 Confiar
28 Perder para ser valiente
29 Sin vuelta atrás
30 Desear el fin
31 Todo mal
32 Cuando te miro
33 No voy a detenerme
34 Punto débil.
35 Sin precios
36 El valor de una promesa
37 Intenciones
38 Tomar decisiones
39 Necesito la verdad
40 A la luz
41 Siempre volveré a ti
42.- Dame seguridad.
43 Fuego ardiente
44 Desastre
45 En realidad, ¿algo bueno?
46 Sentencia
47 No te vayas
48 Sobreviviendo
49 Sin miedo
50 Esto se acabó
51 La razón de todo
52 Un amor para sobrevivir
53 Comenzar de nuevo.
54 No rendirse
55 Todo acabó
56 Pasado
57 Volver a brillar
58 Decisiones del pasado en el presente
59.- Imán de problemas.
60.- Verdaderas intenciones.
61.- París.
62.- Promesas.
63.- Fin del viaje.
64.- Deudas saldadas.
65.- El perdón para sanar
EPÍLOGO.
Extra: Un amor para siempre.
Un amor instantáneo.
ACERCA DEL AUTOR
 
AGRADECIMIENTOS
 
 
Quiero agradecer en primer lugar a mis lectores, sin su apoyo este
proyecto no hubiese sido posible, gracias por cada palabra de aliento
cuando la historia apenas estaba tomando forma.
A mis amigos, por ser un apoyo fundamental para mí en todo mi
proceso de escritura, a Sonia, por ser mi confidente con cada idea y
ayudarme en cada historia desde que la idea es apenas un camino sin
dirección, hasta que se convierten en papel.
A Mariana, por ser esa vocecita que está siempre recordándome lo
capaz y maravillosa que soy, y a Juan, por ser mi apoyo incondicional en
cada proceso.
A mis padres. Por confiar en mí, por impulsar y entender mis sueños y
nunca cortarme las alas.
Y, por último, pero no menos importante, a ti personita que has decidido
apoyarme obteniendo este libro y ahora lo tienes en tus manos, espero lo
disfrutes de la misma manera en la que yo he disfrutado escribir cada letra.
Gracias a todos. Son maravillosos.
 
 
 
 
PLAYLIST
 
Someone You Loved —Lewis Capaldi
Before You Go —Lewis Capaldi
You Are The Reason —Calum Scott
Hold Me While You Wait —Lewis Capaldi
Only Love Can Hurt Like This —Paloma Faith
Fix You —Coldplay
Hold On —Chord Overstreed
Don´T Blame Me —Taylor Swift
Falling —Harry Styles
Impossible —James Arthur
Rewrite The Stars —James Arthur, Anne Marie
Fallin´ —Why Dont We.
Happier —Marshmello Ft. Bastille
Mercy —Shaw Mendes.
Dusk Till Dawn —Zayn Feat. Sia
 
 
 
 
COMO INICIA UNA PESADILLA.
 
Alexander Campbell.

T odos sueñan con ser exitosos, todas las personas en el fondo,


tienen el anhelo de ser reconocidos, de no ser olvidados. El deseo
de tener una marca de existencia en el mundo, pero lo cierto es que ninguna
se plantea la pregunta más importante.
¿Cuál es el precio del éxito? ¿Cuánto se debe pagar por cumplir los
sueños? La respuesta debería ser: Ninguno.
Pero como es sabido, no nos encontramos en un mundo ideal, y todo lo
que obtienes a lo largo de la vida, debe de ser pagado. Ojalá lo hubiese
sabido, ojalá hubiese sido más inteligente antes de creer que la realización
de mi más grande sueño, no traería ninguna deuda consigo.
Siempre quise convertirme en una estrella, cantar frente a miles de
personas que aclamaran mi nombre, deseé ser conocido, ver mi rostro en las
revistas, en la televisión, ser la siguiente superestrella.
Muchos dicen que soy afortunado porque conseguí aquello que soñé,
pero en realidad, nadie se da cuenta de que esto… la forma en la que vivo…
no es ni por asomo lo que esperé obtener.
Nadie te prepara para la fama, cada persona que he conocido lo pinta
como un mundo en donde tus anhelos se cumplen, en el cual extiendes la
mano y obtienes exactamente lo que deseas.
Nadie te dice la cara real, no te advierten de los precios que hay que
pagar, de las deudas pendientes que se quedan contigo, y nunca
desaparecen. Nadie dice que a veces, por hacer lo que amas, hay que pagar
un precio.
He llenado los estadios más grandes, he escuchado mi nombre ser
aclamado por multitudes, gritado a coro, pero eso ha dejado de darme la
satisfacción que solía sentir. Mis cuentas bancarias están llenas, tengo más
dinero del que podría gastar, pero nada de eso significa en verdad algo para
mí.
Cantar era mi sueño, ahora…ahora se siente como una tortura.
Cantar me hacía feliz. Ahora ya no lo hace más.
¿Qué sucede cuando tu mayor pasión se convierte en una tortura? ¿Qué
pasa cuando aquello que alguna vez amaste hacer, ahora ya no quieres
hacerlo más?
He intentado buscar las respuestas durante años, pero no he conseguido
ni la más pequeña pista. Supongo que la respuesta para un cuestionamiento
tan grande, debe de ser difícil de hallar.
Nunca creí que mi sueño pudiera tornarse una pesadilla, nunca imaginé
que lo que antes me hacía feliz, ahora fuese la causa de mi tormento.
Soy Alexander Campbell, y esta es la historia de cómo mi más grande
sueño, estuvo tan cerca de llevarme, a mi absoluta perdición.
 

 
 
 
 
 
1 EL COMIENZO DE UNA PESADILLA
 
Alexander Campbell.
O bservo mi rostro en el espejo, el aspecto cansado me devuelve
la mirada. Mi piel está pálida, la barba perfectamente recortada
pero no mejora mi aspecto. Me apoyo contra el lavamanos y echo la cabeza
hacia adelante. Tomo una inhalación, siento el aire llenar mis pulmones,
pero la sensación de bruma no se va ni un poco.
Mi cuerpo se siente cansado, efecto de las pastillas para dormir a las
cuales parece que me he vuelto adicto, pero es la única manera de conseguir
descansar, han sido tres meses de mierda, tres meses en donde he dejado de
sentirme como yo. Tres meses en donde he trabajado hasta sentir que mi
cuerpo no puede más, dando presentaciones, entrevistas, sesiones de fotos,
conciertos en vivo. Tres meses en donde las veinticuatro horas del día, hay
algo que tengo que hacer.
—Alex, date prisa —cierro los ojos cuando escucho la voz de mi
asistenta del otro lado de la puerta —tienes cinco minutos antes de salir.
—Necesito un par de minutos —pido —salgo enseguida.
Me miro una última vez antes de inclinarme hacia el lavamanos y abrir
la llave. El agua me refresca la piel del rostro, lo frío me devuelve un poco
a la vida, pero no tanto como necesito. El dolor punzante vuelve cuando me
incorporo, abro el gabinete del espejo y tomo el frasco de pastillas para
dolor.
Hago una mueca cuando saco las últimas dos, es el segundo frasco que
acabo, a este paso me convertiré en un adicto también a los analgésicos.
—Alexander, debes salir —suelto una maldición, me trago las pastillas
con un poco de agua antes de tomar la pequeña toalla y limpiarme el rostro.
Cuando abro la puerta, la mirada de las tres personas recae sobre mí.
Marian, mi madre, hace una mueca de desagrado al verme. Luzco
terriblemente mal, y ninguna persona delante de mí parece tener intención
de disimularlo.
—No puedes aparecer con ese aspecto —reprende —Dios, estamos
retrasados por tu culpa —sisea mientras llama a las estilistas.
Camino hasta la silla con mi nombre, me siento con desgano mientras
dejo que las personas encargadas de mi aspecto hagan su trabajo.
—Es increíble que pienses aparecer con un aspecto tan desagradable —
reprende mi madre —¿qué es lo que dirán?
—Tal vez que debes darle más tiempo de descanso —señala Megan
ingresando al camerino, y me siento un poco mejor inmediatamente—que,
por cierto, ya comienzan a decirlo.
Mi hermana gira la pantalla del celular hacia nuestra madre y no tengo
que voltear para saber a lo que se refiere. Los artículos hablando sobre mi
aspecto cansado y descuidado. Siempre me he caracterizado por cuidar de
mi aspecto físico, pero tengo que admitir que, en los últimos meses, no le he
dado la importancia que tal vez debería.
Y las redes no perdonan, mucho menos los periodistas.
—Señalándome como la culpable de todo —Marian me lanza una
mirada.
Ninguno vuelve a hablar hasta que los estilistas terminan su trabajo.
Cuando me entregan el espejo, las ojeras han desaparecido y luzco mucho
mejor. Lástima que solo sea maquillaje.
—Listo, puedes salir ahora —indica.
Camino con rapidez por el pasillo con luces que me conducirán hasta el
sitio en donde miles de personas esperan por mi aparición. Soy capaz de
escuchar los gritos emocionados, mi nombre siendo aclamado.
Detrás de mí, todo el equipo se concentra en colocarme los micrófonos
y los accesorios para que pueda dar la presentación. He ensayado los
últimos dos meses para esto, puedo hacerlo.
El Madison Square Garden está en su punto límite, los gritos
ensordecedores me llena mientras camino hasta la plataforma que se
encuentra justo en el medio del escenario.
—Ten —Tania, mi asistenta, me entrega la guitarra —¿estás listo,
superestrella?
Muevo la cabeza en un asentimiento, cruzo la correa de la guitarra por
mis hombros y me preparo. Tania se aparta, hace un par de movimientos
con las manos y sé que es hora. La plataforma vibra conforme comienza a
subir, alguien habla a través del intercomunicador indicándome los
segundos.
Cinco, cuatro, tres, dos…uno.
Un par de explosiones se producen cuando aparezco, las luces me
ciegan y entrecierro los ojos tratando de ver a la inmensa multitud que grita
mi nombre.
—¡Buenas noches, Manhattan! —mi voz sale vibrante por los altavoces,
los gritos aumentan de intensidad mientras avanzo hacia el borde del
escenario.
Mis ojos recorren la estancia, los carteles diciendo lo mucho que me
aman, posters de mi imagen siendo alzados y los gritos pronunciando mi
nombre.
Debería sentirme orgulloso, debería sentirme satisfecho de haber
llenado el maldito Madison Square, de tener a más de veinte mil personas
gritando mi nombre, pero no lo hago, no me siento orgulloso en lo absoluto.
Mis dedos se mueven por las cuerdas de la guitarra, dejando escuchar
los acordes de la música que me sé perfectamente de memoria. Los chicos
de la banda sonora comienzan a tocar y entonces, me preparo para dar la
mejor actuación de mi vida.
 
He tenido este sueño.
Un sueño que parece real.
¿A caso lo es?
No lo sé, una promesa rota, un sueño profundo.
Estoy atrapado, atrapado en medio de un sueño,
del que no puedo despertar.
 
Elevo la vista al cielo,
pero no encuentro nada más que oscuridad.
Elevo la vista con la esperanza,
muriendo en un último latido.
 
Por favor, ven y libérame.
Es un grito agonizante, un grito que se pierde en la multitud.
Oh, mi musa, ven y libérame.
Como un último favor,
Como un maldito acto de piedad.
 
¡Oh, ven! ¡Ven, ven, ven!
Aún espero por ti, aún espero.
con la ilusión contenida en un último aliento.
¡Oh, ven! ¡Ven, ven, ven!
¡Líbrame de mí!
 
Sé mi salvación, mi última esperanza.
Solo ven, oh, mi musa. Solo ven.
Aún puedo resistir, esperaré, solo ven.
¡Líbrame de mí!
 
Mi voz se pierde entre los gritos emocionados, la emoción contenida en
mi garganta, una canción que refleja mi realidad, miles de personas la
cantan a coro, sin saber que es una súplica a gritos, pidiendo libertad.
 
Acabo el concierto como de costumbre, completamente agotado y
sintiendo que no puedo seguir con esto, pero como siempre, me esfuerzo en
fingir delante de todos que absolutamente nada malo ocurre.
He dado la presentación más importante hasta ahora, con poco más de
veinte mil personas como audiencia y muchas más que, según las
estadísticas, no consiguieron entradas para la presentación.
Mi madre no ha dejado de repetir que la audiencia ha aumentado
considerablemente desde el último concierto, y juro que estoy haciendo mi
mejor esfuerzo para ser respetuoso, un buen hijo, y no pedirle que se calle.
Aunque considerándolo, ¿merece que sea un buen hijo? No, tal vez no.
—Mamá, en serio, necesito un descanso —la detengo antes de que
pueda seguir hablando —¿podría por favor volver a casa e intentar
descansar?
Mi madre estrecha la mirada hacia mí, probablemente tenía mejores
planes en mente, pero parece darse cuenta de mi aspecto realmente agotado,
ya que suspira y se guarda el celular en el bolsillo, olvidándose de las
malditas estadísticas.
—Bien, pero que no se te olvide que mañana tienes una reunión en la
disquera —me recuerda —es importante que estés ahí.
—Lo sé —me acomodo la guitarra sobre el hombro —no faltaré.
Sabe bien que no me atrevería a faltar a una reunión que ella considera
“importante”, Marian sería capaz de enviar a todo el equipo de seguridad en
mi búsqueda con órdenes de llevarme a rastras, solo para tener mi
asistencia.
Sí, mi madre puede ser demasiado desconsiderada y cruel si se lo
propone.
No se molesta en decir nada más y yo tampoco añado alguna otra
respuesta, salgo por la puerta trasera, escapando de toda la prensa que
aguarda por mí y subo al auto que ya me espera estacionado sobre la
acelera.
—Buenas noches, Jeff —saludo. 
—Joven Campbell —sonrío con naturalidad cuando Jeff, mi chófer y
también lo más cercano que tengo a un amigo, me saluda —un concierto
estupendo.
—Eso dicen —respondo soltando un suspiro, me acomodo sobre los
asientos de cuero sintiendo mi espalda descansar cuando me apoyo contra el
suave material.
—No solo lo dicen, hay evidencia —me da una de sus habituales
miradas cálidas y sonríe —¿lo llevo a casa?
Asiento, es el único lugar al que deseo llegar ahora. Contraté a Jeff en
un intento de tener mi propio espacio para viajar, lejos de mi madre o Ryan,
y para evitar que en cada viaje de Uber que pedía, los conductores
terminaran pidiéndome una fotografía para sus hijas cuando evidentemente
luego de un concierto lo que menos deseaba era dar fotografías.
Jeff fue como un respiro, el hombre es educado, amable y me hace
sentir en casa. Está disponible cuando lo requiero, listo para venir en mi
rescate.
Respeta mis silencios, y lo más importante, se reserva sus
cuestionamientos cuento observa una discusión con mi madre, que, por lo
general, sucede seguido.
El alivio me invade cuando reconozco la zona residencial en la que
vivo, el auto avanza las calles restantes y se detiene justo frente a la bonita
construcción de estilo moderno a la que me gusta llamar hogar.
—Gracias, Jeff —abro la puerta del auto, tomando la guitarra y
deslizándome fuera —sabes el horario de mañana, así que nos vemos en
unas horas.
—Descansa, Alex —sonrío realmente cuando se olvida de las
formalidades —y nada de pastillas.
Echo la cabeza hacia atrás, cierro la puerta y lo miro, arrugo la nariz y
coloco una mueca en los labios.
—No puedo prometer nada —objeto —buenas noches.
Le doy la espalda quitándole la oportunidad de dar una respuesta y
camino hacia la entrada. El auto se marcha apenas ingreso, un suspiro
cansado brota de mis labios cuando dejo caer con descuido la mochila
contra el piso y avanzo hasta mi habitación.
Dejo la guitarra en su lugar habitual, y me deshago de la chaqueta y los
zapatos con movimientos descuidados.
Mi cuerpo se siente agotado, a pesar que he tomado la ducha en el
camerino luego del concierto, aún tengo una sensación de malestar que no
se va, y que, por experiencia previa, sé que permanecerá conmigo por un
buen tiempo más.
Me quito los pantalones, permanezco con la cómoda playera de algodón
que Megan escogió al acabar la presentación y me escabullo en la cama. Es
cerca de media noche, debería dormir, o al menos, intentarlo. Mañana tengo
una reunión importante en donde se me informaría de la nueva agenda,
reunión que necesitará todo de mí, pero por más que lo intento, no puedo
conciliar el sueño.
Sé bien lo que tengo que hacer para conseguirlo, he intentado olvidarme
de las pastillas para dormir, pero en momentos como este, cuando me siento
tan exhausto, pero no consigo descansar, cedo a mi debilidad.
Giro sobre el colchón y extiendo la mano hasta alcanzar el cajón, mis
dedos se enroscan alrededor del frasco de medicamento, lo miro por un
corto tiempo antes de abrir la tapa y tomar una de las pequeñas pastillas.
Necesito dormir…necesito sentir un poco de descanso y sin los somníferos,
me resulta imposible.
Me trago la pastilla con un poco de agua y dejo de nuevo el frasco en su
lugar, cierro los ojos, esperando por la sensación de calma que viene. Esa
que quisiera experimentar siempre, pero que solo puedo obtener mediante
fármacos que tarde o temprano, acabarían conmigo.
 
 
 
 
2 UN MOMENTO PARA DETENERSE
 
Alexander Campbell.

H e estado sentado en esta sala las últimas dos horas, y


sinceramente, he dejado de prestar atención desde hace un buen
rato. Jugueteo con la pluma entre mis manos, deseando estar en cualquier
otro sitio excepto aquí. Sin embargo, no hay mucho que pudiera hacer al
respecto.
Trato de parecer interesado cuando se requiere, pero lejos de eso, no le
tomo importancia a lo que mi madre o Ryan dicen, al final de cuentas, no es
como si mi opinión fuese tomada muy en cuenta.
—Alexander, ¿qué es lo que opinas? —elevo la mirada cuando me
preguntan. ¿Qué opino sobre qué? —¿Te parece bien?
—Estoy un poco perdido, lo siento —me coloco derecho en la silla —
¿qué decían?
Mi madre suspira, Ryan resopla con molestia y Tania me lanza una
mirada que fácilmente se traduce como: ¿en serio, Alexander?
—Hemos recibido una oferta de una revista —repite con exasperación
—quieren una exclusiva.
—¿Una exclusiva? —observo a ambos —¿sobre qué?
—Sobre la gira —responde mi madre con obviedad —quieren tener en
la edición de su revista, un artículo que hable sobre tu gira, ya sabes, datos,
imágenes, quieren que el público te conozca.
—Creo que el público ya me conoce lo suficiente, no necesito que
escriban sobre eso.
—De acuerdo, déjenos solos —pide Ryan hacia todos los otros
miembros del equipo.
Cuando la sala queda vacía, él se quita los lentes de montura negra que
siempre trae consigo y apoya las manos en los bordes de la mesa.
Tan pronto como noto la mirada que ambos me dan, sé que lo han
decidido.
—¿Por qué preguntarme algo que ya decidieron? —mi voz brota en un
sonido tenso —¿quieren aparentar delante de todos que me toman en
cuenta?
—Alex…
—¿Sabes qué, Ryan? —me incorporo —haz lo que quieras, no me
importa.
—Alexander, siéntate —la voz autoritaria de mi madre detiene mis
intentos de marcharme —ahora.
Lo dudo por un instante. La frustración explota en mi pecho y me hace
sentir tan jodidamente exasperado.
Hay un silencio cuando vuelvo a sentarme, mi mánager parece estar
buscando las palabras adecuadas para hablar mientras mi madre me mira de
esa forma habitual en donde me deja saber que estoy en terreno peligroso.
—Queremos que estés de acuerdo, porque no solo se trata de escribir,
Alex —Ryan habla con paciencia —será un artículo importante, alguien de
la empresa vendrá y estará contigo en todo momento, hará entrevistas…
—Oh, vaya, gracias por dejarme saber que es mucho peor de lo que
imagino —me incorporo con un movimiento brusco y obtengo un par de
miradas reprobatorias —las giras ya son lo suficientemente agotadoras
como para tener que tolerar a alguien haciendo preguntas sobre mi vida.
—No será sobre tu vida, será tu carrera…
—Es jodidamente lo mismo —espeto —estoy tan agotado durante las
giras que apenas y puedo conmigo mismo. ¿Cómo pretendes que tolere a
alguien haciendo preguntas todo el rato? ¿Todo para qué? ¿Para que una
revista incremente sus ventas por tener mi nombre en la portada?
Ninguno me responde, pero por la forma en la que me miran, sé
exactamente lo que pasará.
—Lo han decidido, ¿no? —Ryan intenta hablar, pero lo interrumpo —
bien, excelente. Tal vez deberían hacer un especial de esta gira porque
acabaré muerto. Tal vez entonces puedas sacar todos los malditos artículos
especiales y lucrar con mi muerte, te dejaría muchísimo más dinero.
—Alex…
—Me largo —siseo —hagan lo que se les dé la puta gana.
Ignoro los llamados, dejando sentado en mi mente que después de esta
gira, Alexander Campbell ya no existiría más.
 
Llegar a casa y encerrarme en la habitación a dormir. Ese había sido el
plan, sin embargo, parece ser que la suerte no estaba hoy de mi lado, porque
a mi llegada a casa, tengo a mis amigos aguardando justo en la entrada.
Las bolsas de comida y las bebidas que tienen alrededor me dejan saber
que no pretenden que sea una visita corta, y a pesar de que eso parece ser lo
que necesito ahora, no estoy muy seguro de querer compañía.
—Hola, superestrella —saluda Katherine, mi mejor amiga, con una
sonrisa —es bueno ver que sigues vivo.
—Si, luego de que nos has ignorado por semanas —añade Paul —nos
alegra verte, amigo.
Sonrío levemente. Nicolás es el único que se mantiene callado,
mirándome con comprensión y estoy seguro de que será el único en
disculparse por la inesperada visita.
—Hola —respondo el saludo sacando las llaves de la casa —parece que
planearon una reunión, desearía haber sido informado.
Empujo la puerta permitiéndoles el acceso.
—Informar era sinónimo de ser ignorados, así que quisimos evitarnos
ese mal momento —sentencia Kat —y solo custodiar tu puerta hasta que
llegases.
Sonrío levemente avanzando hacia la cocina, lanzo las llaves sobre la
barra y me apoyo contra las losas.
—¿Todo en orden? —inquiere Nicolás —tal vez venimos en un mal
momento.
El silencio que le sigue a eso me confirma que los otros dos piensan
exactamente lo mismo.
—No —me obligo a sonreír —solo estoy cansado, la presentación de
ayer fue agotadora.
—Sí, bueno, no es extraño, jamás admitirás que estás pasando por algo
—asegura Paul—. Leímos el artículo.
—Como muchas otras personas también —respondo, un resoplido es lo
que obtengo como respuesta —solo son eso, artículos. No tienen que darle
importancia.
—Le damos la importancia que tú nos demuestras que debemos darle —
Katherine abre una de las latas de soda —¿o me equivoco?
—Se equivocan en pensar que irrumpir en mi hogar sin avisar es una
buena idea —reprendo —existimos personas que apreciamos nuestros
tiempos de descanso.
 Una mirada indignada es lo que recibo de ellos.
—Alexander Campbell ¿qué ha hecho la fama contigo?
—Me ha destrozado por completo.
—Alex, esto es serio.
Suelto un suspiro cansado, siento la mirada de Katherine fija en mí.
—Están exagerando, estoy bien.
—¿Lo hacemos?
Elevo la mirada hacia ella. Sus ojos observándome de esa manera que
detesto tanto porque temo que pueda darse cuenta de lo que en realidad
ocurre. Hemos sido amigos por largos años, mucho antes de mi fama. Así
que es complicado mentirle.
—¿Pasó algo durante tus presentaciones? —inquiere ahora Paul.
—No. ¿Por qué habría de pasar?
—Los artículos —dice y tomo una corta inhalación —somos amigos
desde hace más de cinco años, Alex. Luces diferente. ¿Estás bien?
—Estoy bien —intento sonreírles, pero comienzo a sentirme sofocado
por la insistencia—no sé qué más tengo que hacer para que crean lo que
digo —mi tono sale más rudo, más a la defensiva.
—Nos referimos justo a esto —dice Kath con seriedad —nunca has
estado tan a la defensiva, nos ignoraste durante todo este tiempo, ignoraste
mensajes, llamadas…y con todos los artículos que salen…Alex si algo está
pasando…
—Chicos creo que deberíamos darle su espacio —interviene Nicolás —
Alex tiene razón, la presentación de ayer seguro fue agotadora para él.
—Gracias, Nicolás, por ser el único comprensivo.
—No, nada de eso —interviene Katherine —porque no voy a quedarme
de brazos cruzados mirando como mi mejor amigo parece perderse cada día
más.
—No pasa nada —mi voz se vuelve más firme —¿no lo entienden? No
ha pasado nada, sigo siendo el mismo.
—No es verdad, cada que te vas de gira, cada que finalizas una
presentación, cada que vuelves… eres alguien distinto. Es como si poco a
poco dejaras de ser el Alex que todos conocemos.
—Oh, por favor. Eso es ridículo —espeto —no sé qué es lo que tengo
que hacer para que dejen de fastidiar.
Mis palabras establecen un silencio en la casa, uno que tan pronto es
creado, me arrepiento.
—No quise decirlo de esa manera —cierro los ojos por un par de
instantes —lo siento, no debí de haber reaccionado así.
—Si no quieres que nos preocupemos por ti, bien —responde con
molestia —no lo haremos más.
—Se está volviendo difícil —confieso casi en un hilo de voz. Mis tres
amigos me observan en silencio, son los primeros en escuchar esas palabras
viniendo de mí. Es decir, no podía hablar con nadie más porque todos
estaban tan condenadamente felices y entusiasmados, repitiendo una y otra
vez lo genial que mi carrera es.
—Podemos darnos cuenta de eso —responde Paul.
 Me miran con comprensión, así que intento reunirme de valentía para
decir que no puedo seguir…que estoy…cansado.
Sin embargo, cuando estoy por hacerlo, Kath vuelve a hablar. Y dice lo
único que no quiero escuchar.
—Pero Alex, tú amas la música —murmura con suavidad—. Amas
hacer esto, no puedes renunciar porque las cosas se están poniendo difíciles.
Sonrío, es lo único que puedo hacer. ¿Qué otra opción tengo?
—Lo sé —asiento y me obligo a fingir que puedo seguir como si nada
hubiese pasado —ahora, ¿podemos comer y pasar un buen rato? Realmente
lo necesito.
No parecen convencidos, pero terminan aceptando. Es así como de
pronto nuestra conversación se dirige a las futuras obras de teatro de Kath,
al nuevo empleo de Nicolás y a las anécdotas graciosas que Paul ha tenido
en menos de una semana. Y mientras hablamos, intento alejar de mi mente
y mi pecho, todas las emociones enterradas. Todo aquello que me está
matando por dentro. Pero es imposible. No lo consigo, y por mucho que lo
siga intentando, sabía que no lo lograría.
 
 
Mis amigos se marchan cerca de las ocho de la noche, permanecieron en
casa gran parte del día y a pesar de que su presencia consiguió traerme algo
de tranquilidad, esta no dura demasiado.
Son casi las diez cuando decido tomar una ducha. Cuando estoy en casa,
me gusta tomar mi tiempo ya que durante las giras no puedo hacerlo,
siempre tengo a alguien detrás diciéndome lo que debo hacer, el tiempo que
debo tardar, todas las cosas son ordenes que no puedo debatir.
El agua corriendo sobre mi cuerpo funciona como un método de
relajación, tomo esos veinte minutos que permanezco dentro como el único
momento en el que puedo olvidarme de todo.
Al salir, voy hacia el armario para poder tomar un par de pantalones
cortos de algodón y posteriormente escabullirme en la cama, pese al
cansancio que experimento, no consigo dormir. Un hábito nada extraño en
realidad.
La culpa se me clava en la mente mientras apago el celular
asegurándome de no ser molestado, y extiendo la mano hasta el cajón de la
mesa de noche. El frasco de pastillas para dormir sigue ahí, no pienso
mucho en tomar una de las pastillas y llevármela a la boca. Cierro los ojos,
el sentimiento de que esto comienza a ser insoportable vuelve a mi mente,
junto con ese que me repite que no tengo otra opción más que seguir.
He olvidado cómo se siente poder descansar, he olvidado la sensación
de tranquilidad que viene cuando llega la noche después de un día agotado
de trabajo. Tranquilidad, palabra de la cual, en los últimos años, no conozco
el significado.
—No puedes seguir así —murmuro para mí mismo—. Tienes que parar
o esto va a acabar contigo.
Recuerdo la gira, los compromisos y ahora el hecho de tener a alguien
detrás de mí escribiendo sobre mi vida y carrera, vendiendo la historia de
un “sueño” alcanzado. El hecho de considerarlo de esa manera me deja más
agotado así que intento eliminarlas, borrarlas de mis recuerdos.
Tomo una inhalación, intentando que el aire disminuya tan solo un poco
la sensación de ahogamiento que se ha adueñado de mi sistema.
Tienes que parar.
La frase se repite una y otra vez en mi cabeza, pero no logra hacer lo
suficiente como para impulsarme a hacer algo al respecto.
 

 
 
 
 
3 ENTRE CAFÉS Y PASTEL DE FRAMBUESA.
 
Alexander Campbell.

D os días después, estoy entrando a una de mis cafeterías


favoritas, pero el motivo no es el de comprarme mi habitual
americano doble ni el delicioso pastel de frambuesa que es la especialidad.
No.
El motivo es: conocer a la persona que será “mi sombra”, durante los
siguientes tres meses.
No estoy contento ni mucho menos, pero no hubo nada que pudiera
hacer al respecto. Mi madre pactó los tratos con la revista Icons, Ryan los
aprobó, ambos ignorando mis negativas sobre esto y obligándome a
aceptarlo.
Seguir órdenes, eso es lo que debo hacer.
Atravieso la cafetería hasta una pequeña sala privada, usualmente se
utiliza para juntas, pero Ryan ha hecho la reservación adecuada para que
nos permitan usarla.
Llego con varios minutos de antelación, la sala está vacía así que
ingreso. Un mesero viene un par de instantes después y pido un café junto
con una rebanada de pastel de frambuesa, si voy a hacer esto, al menos
tengo que endulzar el momento.
Quien sea la persona que va a trabajar con nosotros, no ha llegado. Ryan
no quiso darme más información, dijo que no quería darme ninguna excusa
para librarme, así que sus palabras fueron: conocerás a la persona en la sala.
Su motivo para hacerlo en la sala de una cafetería y no en la disquera,
fue para crear un ambiente menos formal, y más “amistoso”. Tonterías, a mi
parecer.
Me acomodo en uno de los cómodos asientos que están alrededor de la
mesa, justo al otro extremo de la puerta. Saco el celular y le envío un
mensaje a mi representante para hacerle saber que ya estoy aquí, y luego
compruebo la hora.
Faltan apenas unos pocos minutos para la hora acordada, y no parece
que alguien tenga intención de venir.
Tal vez se arrepintió.
Por muy ridículo que eso suene, una parte de mí espera que suceda para
así poder librarme de este compromiso. Sin embargo, en el segundo en el
que la puerta se abre y una voz pronuncia mi nombre, esa esperanza se va
por la borda.
—¿Alexander Campbell? —elevo la vista.
Me encuentro con una chica joven, demasiado joven en realidad, con
una que no encaja en lo que esperaba en lo absoluto. Debe tener unos
veintidós años, y no es precisamente el prototipo de “reportero” con el que
esperé trabajar.
Su delgado cuerpo se desliza por la abertura de la puerta y la cierra
detrás de ella. No es demasiado alta, a pesar de las botas de tacón que lleva
puestas, y tan pronto como su atención vuelve a centrarse en mí, reconozco
la mirada curiosa.
—El mismo —respondo.
—Me llamo Grace, Grace Baker —se presenta. Acompaña la
presentación con una sonrisa, lo que me hace sonreír a mí también.
—Creo que ya sabes mi nombre, así que no hay necesidad de que me
presente —respondo observándola tomar asiento a un costado de donde me
encuentro.
—No, no la hay —confirma —¿te puedo llamar Alex?
Retengo la sonrisa y asiento levemente.
Me acomodo en el asiento y la observo. Mis ojos recorren sus facciones,
se acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja mientras saca una
pequeña agenda junto con una pluma de colores, y comienza a garabatear
algo en el papel de lo cual no me fijo.
Deslizo la mirada por su rostro, es definido, pómulos altos y nariz
perfilada, la línea de su mandíbula se marca levemente y es…bonita.
Cuando voltea, su mirada avellana me escudriña.
—Así que Grace, tú serás mi sombra por los siguientes tres meses —
echo la espalda hacia atrás, colocando una sonrisa ladeada en mi rostro.
La chica me observa sin responder, parece pensar demasiado la
respuesta que dará.
—Prefiero el término compañera de trabajo, si no es mucha molestia —
responde con evidente sarcasmo, eso solo me hace reír un poco más —así
que tu manager no se equivocó al decir que no estás feliz con esto.
El mesero ingresa, así que me reservo mi respuesta hasta que ella ha
ordenado exactamente lo mismo que yo, y solo me permito hablar cuando
volvemos a quedarnos solos.
—Bueno, ¿a ti te agradaría tener a alguien preguntando aspectos de tu
vida para luego publicarlos?
Grace, como recuerdo que se ha presentado, arruga las cejas. El destello
curioso se va de su mirada para ser sustituido por uno de molestia.
—Si sabes que es mi trabajo, ¿cierto? Tú tienes el tuyo, yo tengo el mío.
Así que no te des tanta importancia, superestrella, no eres del primer artista
del que sacarán un artículo especial.
A pesar de que sus palabras no tienen la intención de causar una sonrisa,
el gesto se cuela en mis labios.
—¿Podemos no hablar de trabajo hoy? —inquiero —no tengo cabeza
para pensar en eso.
—Por supuesto —concede —podemos tratar los temas del trabajo en la
siguiente reunión.
—¿Y cuándo será eso? —ella se encoje de hombros —¿no lo sabes?
—Esta es la única reunión que tengo programada contigo antes de la
gira, así que supongo que la siguiente, será cuando tu gira comience.
Asiento, un silencio se crea entre nosotros y no sé precisamente que es
lo que tengo que decir. ¿Qué pretendía Ryan con esto? ¿Qué nos hiciéramos
amigos así de pronto?
Estamos unos minutos en silencio, la leve tensión desaparece cuando el
mesero vuelve dejando nuestros pedidos frente a nosotros.
—¿Deberíamos hacer eso de decir cosas el uno del otro? —inquiere
mientras toma una porción de su pastel para llevársela a la boca.
—No lo creo —me encojo de hombros —supongo que, con tolerar la
presencia del otro, será suficiente.
—Podrías disimular el desagrado que mi presencia te provoca —sonrío
tomando un poco de mi pastel. Disfruto del sabor dulce que me provoca en
el paladar, no le respondo de inmediato, me tomo varios segundos antes de
mirarla otra vez.
—No me desagradas, me desagrada la idea de alguien detrás de mí, lo
cual es distinto —aclaro.
No responde, se concentra en su propio postre por varios segundos
como si no considerara necesario el hablar. Una leve sonrisa se filtra en mis
labios al considerar la imagen que estamos dando, aunque nadie está
mirando, pero si lo hicieran, seguro pensarían que somos dos amigos
compartiendo un buen momento.
Es fácil creer algo cuando solo miras las cosas superficialmente.
—Alex —la miro cuando habla, permanece en silencio mientras tomo
un trozo de pastel y me lo llevo a la boca —sé que pediste que no
habláramos de trabajo, pero solo quiero decir que espero en serio no me
consideres “una sombra”, porque siento como si te estuviese acosando, o
algo así.
Me río, lo hago en serio. Me río como probablemente hace tiempo no lo
hago y luego, me atraganto. Toso cuando el trozo de pastel obstruye mi
garganta, impidiéndome respirar. Golpeo mi pecho mientras intento
respirar, pero no lo consigo y no sé en qué momento Grace se ha
incorporado también para golpear mi espalda.
Me pide que eleve las manos, y dice cosas que no entiendo porque solo
quiero respirar. Gracias a Dios el momento de mi muerte no ha llegado
porque consigo pasar el trozo de pastel y tomo una bocanada de aire,
tosiendo más en el proceso.
—Ay dios —aún estoy tosiendo levemente e intentando recuperarme
cuando Grace habla —¿estás bien?
—Si —hablo con la garganta raspada —Ibas a tener un buen artículo,
¿no? Superestrella muere ahogado con un trozo de pastel.
Ahora es su turno de reír, el sonido melódico se deja escuchar mientras
vuelve a su asiento. Sonrío con ligereza aun sintiendo el picor en mi
garganta.
—No es precisamente el artículo que deseo tener —admite.
—¿Qué edad tienes?
—Veintitrés —informa —y según el informe que me pasaron de ti,
tienes veinticinco años recién cumplidos, eres la superestrella del momento
y la promesa de la industria musical.
—Así que… ¿me investigaste?
Se ríe un poco, su corto cabello se sacude cuando lo hace.
—Es lo que los reporteros hacemos —admite —investigamos, para
tener información y poder usarla. No pretendías que viniese aquí sin saber
absolutamente nada de ti. ¿O sí?
—Oh, vamos, seguramente si sabes de mí sin tener que investigar.
—Soy nueva en la ciudad.
—Soy un cantante mundialmente conocido, señorita Baker. Me cuesta
creer que no sepa nada de mí.
Arquea las cejas, claramente incrédula ante lo que acabo de decir. Una
sonrisa divertida se instala en sus labios.
—Oh, discúlpeme, señor humildad —se ríe luego de hablar —tienes un
ego muy grande, ¿eh?
Bebe de su café sin apartar la mirada de la mía, sonrío tomando mi
propio café y por alguna razón esto se siente…bien.
¿Hace cuánto fue que tuve una conversación tranquila fuera de mi
círculo de conocidos?
—Creo que tengo motivos suficientes —admito —¿no lo crees?
Se encoje de hombros. —Supongo que sí.
No hablamos mucho después de eso, es una plática amena, tranquila
y…refrescante.
Cuando el mesero llega con nuestra cuenta y ella hace el ademán de
pagar, la detengo.
—Corre por mi cuenta —le entrego la tarjeta al chico y unos minutos
más tarde, estamos saliendo.
—No tenías que pagar —dice ajustándose el abrigo, me encojo de
hombros mientras paso la mirada tratando de encontrar a mi chofer.
—No, pero quise hacerlo. ¿Tienes como volver a casa?
—Sí, vendrán por mí —informa.
Asiento, me coloco las gafas y me acomodo la chaqueta. Debería irme,
no quiero darle la oportunidad a alguien de sacar una fotografía porque
entonces sería una verdadera noticia con miles de encabezados falsos.
—Supongo que nos estamos viendo —ella asiente.
—Hasta la gira —sonrío.
—Hasta la gira, Grace.
Una parte de mí dice que debería ser un caballero y esperar a que la
recojan, sin embargo, sé bien que esperar afuera de una cafetería es más
riesgoso de lo que parece.
Cuando subo al coche, ella aún está sobre la acera, así que considero
decirle a Jeff que espere.
—¿Nos vamos, Alex? —pregunta.
—Aún no —miro a Grace a través del vidrio —esperaré hasta que ella
se marche.
Eso sucede unos diez minutos después, un auto se detiene a un par de
metros de nosotros y sé que Grace se ha percatado que sigo aquí, porque
mantiene la vista en mi dirección, así que, bajo el vidrio, y muevo la mano
en una despedida.
Ella sonríe, y devuelve el gesto.
Solo nos marchamos cuando ella lo ha hecho en el auto que la recogió.
—Parece que no fue una reunión tan mala. ¿No es cierto?
—Es agradable —admito —aunque espero que nadie haya sacado una
foto, ya sabes cómo son, Jeff.
—No pienses en eso, fue un buen momento, eso es lo que importa.
Compartimos una mirada y sonrío, debería considerar darle un aumento
por siempre conseguir hacerme sentir mejor. Pero el sentimiento de
bienestar no dura demasiado, un pinchazo me atraviesa el pecho cuando
caigo en cuenta de que los momentos como este, son prácticamente nulos.
En ocasiones me resultaba verdaderamente agotador el no tener
privacidad en ningún momento. Es decir, cuando te conviertes en artista,
nadie advierte sobre lo duro que puede ser el que cualquier detalle de tu
vida sea publicado. Con el hecho de que cualquier movimiento, por
insignificante que sea, se hará público si eso quiere decir que las revistas y
páginas de internet obtendrán ganancias.
Grace Baker.
Sonrío cuando la recuerdo, ojalá pudiera sentirme así todos los días,
ojalá pudiera solo sentarme en un café, sin gafas, sin preocupación de que
un periodista esté cerca, sin nada más que el propósito de compartir un café.
 
 
 
 
 
4 VERDADES
 
Alexander Campbell.

N o vuelvo a tener noticias de Grace luego de nuestra primera


reunión, así que deduzco que no mintió cuando dijo que nuestra
siguiente reunión sería cuando la gira comenzase. Ryan y mi madre
quisieron conocer mis opiniones sobre mi “nueva compañera de trabajo”,
pero me las reservé.
 La gira que llegó antes de lo que me hubiese gustado, mucho antes.
No entiendo cómo es que, cuanto menos quieres que algo ocurra, más
rápido sucede. Eso es exactamente lo que ocurre con la gira.
No me siento listo para volver a alejarme, parece que apenas he vuelto a
casa del último viaje, cuando en realidad han pasado meses. Sin embargo,
hay personas que parecen verdaderamente emocionadas por eso, como mi
hermana, por ejemplo, quien a primera hora de la mañana, incluso antes de
que despertador se hiciera sonar, está saltando sobre mí para despertarme.
—¡Levántate flojo! —la voz de Megan se cuela por mis oídos mientras
suelto un quejido y abro los ojos sintiéndome cegado por la luz de la
habitación. Gimo, cuando ella deja caer su cuerpo sobre el mío, y consigue
sacarme casi todo el aire.
—¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunto en un quejido mirando el
reloj con los ojos entrecerrados —Maldición Meg, son las cinco y media de
la mañana. ¿No tienes nada mejor que hacer que venir a despertarme?
—¡Es tarde! —grita de nuevo mientras me arrebata las sábanas, mi
cuerpo se estremece por el frío que hay en la habitación y me veo obligado
a incorporarme aun cuando mi cuerpo entero grita que permanezca en cama
por algunos minutos más.
—¿Tarde para qué? —cuestiono adormilado. Megan suelta un soplido
frustrado.
—¡Hoy comienza la gira! —La emoción es demasiado evidente en su
voz, contrario a mí, que me dejo caer sin ánimos de nuevo contra el colchón
otra vez.
—Creo que puedo dormir media hora más —murmuro soltando un
bostezo.
—Oh, no —masculla Megan tomando una de mis manos para obligarme
a ponerme de pie—. Vas a llevar este perezoso cuerpo hasta el baño y vas a
arreglarte tan rápido como puedas. Tenemos que estar a las siete en punto
en las oficinas de la disquera, así que debes darte prisa.
—Recuérdame quitarte las llaves de mi departamento —reprocho con
molestia mientras me encamino hacia el baño.
Un segundo bostezo abandona mi boca, mi cuerpo se siente pesado,
tanto que no parece imposible el hecho de caer dormido aquí mismo.
Me quito la ropa y espero a que el agua de la regadera esté caliente para
poder ingresar, el contacto del agua con mi cuerpo produce una sensación
relajante, demasiado. Intento darme prisa a pesar de que me gustaría
quedarme más tiempo bajo el agua, pero estoy completamente seguro que
mi hermana no dejará de molestarme así que es mejor complacerla.
Cuando vuelvo a la habitación, Megan ya tiene colocado la ropa sobre
la cama. Es demasiado sencillo, sin embargo, me gusta. La chaqueta negra
que ha escogido es uno de mis favoritas, los pantalones del mismo color son
el par más cómodo que tengo en mi closet y al parecer, Megan lo sabe.
No parece haber rastro de mi hermana en la habitación así que deduzco
que tal vez se ha escabullido a la cocina.
Mi celular vibra, así que me encamino hacia la mesa de noche para
poder tomarlo, sonrío cuando veo que mi bandeja de entrada tiene cerca de
diez mensajes de la misma persona.
 
Paul:
¡Te veo en un par de horas amigo, arrasarás con todo!
 
Los otros mensajes no dicen mucho, le respondo que intente no llegar
tarde y dejo el celular sobre el colchón.
Me coloco la ropa que mi hermana ha escogido antes de comenzar a
asegurar que las maletas tienen todo lo necesario. Cuando tomo la guitarra,
un sentimiento de nostalgia me envuelve.
—Supongo que no tengo más opción que hacerlo otra vez—elevo la
mirada a la fotografía —ojalá estuvieses conmigo, papá.
Acaricio el material de la guitarra, como una forma de sentirlo cerca. La
presión en mi pecho vuelve, más fuerte, más profunda. Tomo una
inhalación, convenciéndome de que esto está bien.
Esto es lo que amo, ¿o no? ¿Entonces por qué se siente de esta manera?
Guardo la guitarra en la funda, y me obligo a dejar mis pensamientos de
lado. Me aseguro de tener todo antes de arrastrar las maletas conmigo hasta
la cocina. Megan me sonríe cuando se acerca, dejando una de las tazas de
café frente a mí.
—Estoy preocupada —admite —Alex…
—Estaré bien, lo prometo.
—¿Estás seguro de que estás bien? —cuestiona extendiendo la mano
para tomar la mía —he leído cada nota que te menciona. Estoy preocupada
de que tengan razón.
—Solo estaba cansado. Estoy bien ahora, y estaré bien, lo juro.
Me incorporo, rodeando la mesa hasta conseguir llegar a su lado y abro
los brazos, ella no duda en acercarse y esconder el rostro en mi pecho.
Por cuestiones de la universidad, Megan no podría venir conmigo a la
gira. Por mucho que sintiera que la necesito conmigo, no me perdonaría el
interferir con sus propios sueños.
—Te echaré de menos, Meg. Voy a extrañarte muchísimo.
—Si algo va mal, promete que vas a llamarme —casi exige —por favor.
—Lo haré, serás mi número de emergencia, no te preocupes.
El sonido del auto estacionando afuera nos indica que Jeff ha llegado,
así que ella me ayuda con las maletas y reconozco la mirada que el hombre
que me ha acompañado en los últimos dos años me dedica.
—Hola Jeff —saludo —siempre puntual.
—Alguien tiene que asegurarse de que llegue sin retardos —dice con
una sonrisa —¿estás listo?
—Siempre —le sonrío y subimos al auto.
Nos toma cerca de veinte minutos llegar, cuando estacionamos frente a
la disquera, logro visualizar las camionetas que nos llevarían hasta el
aeropuerto.
—Gracias, Jeff —agradezco con una sonrisa —nos vemos a mi regreso.
—Alex —me detiene, Megan parece entender que Jeff quiere hablar a
solas así que dice que me verá en un par de minutos y baja del auto.
—¿Sí?
—Trata de disfrutar esta gira, ¿bien? No quiero ver a un muchacho más
destrozado cuando vuelvas.
Mi respiración se corta por un par de segundos.
—Trata de recordar porqué haces esto, ¿puedes prometerme eso?
—Puedo prometer que lo intentaré —concedo —gracias, Jeff. Estaré
bien.
Asiente, creyendo en mis palabras.
Cuando bajo, el equipo del staff ya ha tomado mis maletas y las ha
llevado hasta la camioneta en donde viajaré.
Megan vuelve, y me cuesta toda mi fuerza de voluntad no pedirle que
venga conmigo.
—Cuídate ¿quieres? —pide —voy a extrañarte, cualquier cosa que
necesites no dudes en llamarme, no importa que sean las dos de la mañana,
siempre responderé.
—Te quiero Meg. Nos vemos pronto. —Se aferra a mi cuerpo, y tengo
que obligarla prácticamente a marcharse antes de que pueda tomar la
decisión de acompañarme, entonces no habría nada que hacer para
impedírselo, y yo me sentiría realmente culpable por interferir con su vida
universitaria.
Tania, mi asistenta, viene hacia mí cuando Megan se marcha.
—Salimos en veinte minutos, y tu amigo no está aquí —informa—.
Además, tu madre te espera en el estudio, dice que tiene algo urgente que
decirte.
Echo la cabeza hacia atrás.
—Gracias e intenta llamar a Paul, insiste hasta que responda, no
queremos dejarlo y sin duda no puedo irme sin él.
Ella sonríe mientras me dedica un asentimiento, me encamino con algo
de prisa hacia el estudio. Me detengo un par de segundos en la puerta antes
de entrar, los suficientes para convencerme de que será una simple
conversación.
—Luces mucho mejor —murmura con una sonrisa en cuanto ingreso —
Me alegra ver que es así, y espero que cuides de tu aspecto durante toda la
gira, no queremos que nuevos rumores surjan.
—Eso es algo que no puedo controlar —me encojo de hombros.
—¿Qué ocurre contigo? —cuestiona —desde hace un tiempo pareces
estar enojado conmigo todo el tiempo.
Suspiro, no tengo la energía suficiente para discutir con ella ahora, no
quiero hacerlo más. Es agotador que cada encuentro terminara en discusión.
—No estoy enojado contigo —aclaro —pero a veces eres demasiado
exigente. Entiendo que hagas todo esto porque crees que es lo mejor para
mí, pero un poco de apoyo y consideración de tu parte no me vendrían mal.
Su rostro se suaviza, por un par de segundos creo que por primera vez
comienza a ponerse en mi lugar, pero toda esperanza se esfuma cuando ella
habla.
—Cariño, en este mundo no podemos permitirnos ser débiles, no puedes
creer que tus emociones lograrán llevarte al éxito, hay que ser fríos y duros
para conseguir lo que se desea. Lo sabes muy bien.
—Papá no pensaba así —le recuerdo cruzándome de brazos—. Él era
tan diferente a ti. Si papá estuviese…
—Si tu padre estuviera vivo hubiese condenado tu carrera al fracaso —
espeta con desdén, sus palabras se sienten como golpes crudos, tanto que
retengo la respiración —no hubieses conseguido todo lo que tienes, serías
uno de los tantos músicos mediocres que hay en el mundo, con una carrera
estancada y sin futuro. ¿Eso es lo que quieres?
—No puedes hablar así de papá. No tienes derecho para referirte a él de
esa manera. Estoy completamente seguro de que hubiese hecho un trabajo
extraordinario.
—Sí, seguramente sí. Reflejando en ti al músico que nunca pudo ser.
¿De verdad eso quieres?
—¡Al menos estaría feliz haciendo lo que hago! —grito perdiendo el
control —y hubiese evitado que convirtieras mi vida en un completo
infierno.
La palma de su mano se estampa contra mi mejilla, el dolor y ardor se
presentan casi de manera inmediata. Cierro los ojos mientras siento cada
parte de mi cuerpo inundarse con frustración y enojo hacia la mujer que me
había dado la vida.
—Cuida tus palabras Alexander —advierte logrando que vuelva a
mirarla —no olvides quien es la que posee el control aquí.
Aprieto los dientes, tomo una inhalación intentando controlar el
sentimiento en el pecho.
—No sería capaz de olvidarlo —sentencio, le doy la espalda para salir
de ese lugar, cuando abro la puerta, me encuentro con un par de ojos
marrones quienes parecen sorprendidos ante mi aparición.
Grace está aquí, y me mira como si hubiese escuchado el mayor de los
secretos. No me molesto en saber que está haciendo aquí, tan cerca de un
sitio en el que muy probablemente no debería estar.
—Yo no quería…—comienza a hablar, pero la interrumpo.
—Tal vez deberías de considerar escribir eso como encabezado —
mascullo antes de esquivarla para poder salir del lugar.
Después de todo, tal vez no vendría nada mal que todos se enterasen de
la verdad.
 

 
 
 
 
 
5.- DEUDAS.
 
Alexander Campbell.

T omamos un avión una hora después, mi ánimo no mejora en lo


absoluto y no puedo dejar de pensar que, si así es el comienzo, esta
gira sería definitivamente la más larga.
El asiento de mi lado de hunde y pronto, un audífono es arrebatado de
mi oído. Me quito el antifaz que llevo en los ojos para poder ver quien ha
venido a molestarme.
—¿En serio pasarás todo el vuelo durmiendo? —Paul se acomoda a mi
lado.
—Quiero aprovechar ahora que puedo —respondo encogiéndome de
hombros —cuando aterricemos, no tendré tiempo ni de comer.
—No dramatices —murmura, ruedo los ojos—. Faltan un par de días
para que sea el primer concierto.
—Se hacen muchas cosas antes de dar un concierto —le recuerdo —hay
dos ensayos programados, y la coordinación con todo el equipo no se hace
sola. —Paul eleva las manos.
—¿Por qué no dijiste que habría una nueva invitada? —me cuestiona
señalando con la cabeza al asiento en donde Grace se encuentra.
—Porque solo está aquí por trabajo —murmuro—. No tendría motivos
para informártelo.
—Si bueno, esa relación laboral involucra que tomen varios cafés juntos
¿no es así?
Lo observo con fastidio mientras me coloco de nuevo el antifaz, dejo de
escuchar la voz de mi amigo cuando me coloco de nuevo el audífono e
intento concentrarme en la música. Paul se marcha algunos segundos
después, me siento aliviado de poder por fin disfrutar de algunas horas de
sueño, pero el gusto se ve interrumpido cuando siento de nuevo alguien
colocarse a mi lado.
Un toque suave en mi hombro me hace suspirar.
—¿Por qué eres tan molesto? —gruño quitándome el antifaz —Quiero
dar…—mis palabras se interrumpen de inmediato cuando me percato de
que no es Paúl quien está a mi lado, sino Grace—. Oh, hola. Lo siento,
creí…
—No hay problema —se encoge de hombros—lamento interrumpir tus
horas de sueño. Pero Ryan me ha dicho que comience con los artículos
desde ahora, es decir, desde antes de empezar los conciertos.
—¿Ahora?
—Si no quieres hacerlo ahora…
—Claro que quiere ¿no es cierto Alex? —ambos elevamos la vista, mi
madre se encuentra a un costado de los asientos, observándonos con una
ligera sonrisa. Mi mal humor regresa casi al instante.
—Si —es todo lo que respondo, sin mirarla. Los sonidos de sus pasos
alejándose me hacen suspirar de nuevo.
—¿Ella siempre es así? —cuestiona cuando mi madre se aleja—.
Rayos, y yo en verdad creía que mi madre era molesta a veces, pero…—
detiene sus palabras cuando nota mi mirada sobre ella—. No estoy
hablando mal de tu madre, es decir, no pienso que sea una mala persona
solo…
No puedo evitarlo por más tiempo, una pequeña carcajada abandona mi
cuerpo debido a lo gracioso que me resulta el hecho de ella preocupándose
de algo como eso.
—Está bien, no te preocupes —murmuro mientras me quito los
audífonos—. ¿Y bien?
—Creo que podemos hacer esto luego —murmura enseñándome la
libreta —cuando estés de mejor humor.
—Estoy de buen humor —me defiendo —¿qué te hace pensar lo
contrario?
Grace eleva una de sus cejas observándome con detenimiento.
—No lo sé, tal vez por ese semblante que dice “no me molesten” —
informa haciendo un gesto gracioso con los labios.
Sonrío, lo hago de verdad.
—Sí, bueno, creo que puedo excusarme con que quiero aprovechar mis
tiempos de descanso antes de tener que centrarme por completo en los
conciertos, es agotador.
—Creo que deberíamos establecer como deseas que llevemos esto —
sugiere abriendo el cuaderno —¿te parece bien?
Lo considero por un segundo, ciertamente lo único que deseo es no
sentirme acosado, por ridículo que suene, mis tiempos de descanso ya son
lo suficientemente cortos como para además, tener que dedicárselo a
alguien más.
—¿Y bien? —pregunta sonriendo levemente —¿tienes alguna petición? 
—Mientras no interfieran con mis ensayos y lo que tengo programado
en la agenda, no hay problema.
—Ryan comentó que probablemente deba ser después de tus conciertos,
para que la información sea fresca. ¿Qué opinas de eso?
—Cuando acabo los conciertos estoy realmente agotado —admito con
una mueca —pero creo que puedo hacer un esfuerzo, si esa ha sido la
petición de Ryan.
Ella asiente levemente, escribe los puntos que hemos mencionado y eso
me hace sonreír.
—No tocaremos temas familiares ni personales —aclara —si alguna vez
sientes que estoy sobrepasando el límite o pregunto algo con lo que no te
sientes cómodo, dímelo. ¿De acuerdo?
Asiento, ¿así de cómodo sería siempre?
—Bien, entonces podemos comenzar
No me percato en qué momento ha encendido la grabadora de voz de su
celular.
—No te molesta que grabe ¿verdad?
—Es tu trabajo, no voy a hacértelo difícil
—Creo que muchas personas se preguntan cómo es en realidad
Alexander Campbell detrás de los escenarios, quiero decir, como se siente
realmente antes de pararse frente a miles de personas.
—Es difícil —confieso —pero el tiempo ayuda, aunque la sensación de
ansias cuando cada concierto está cerca no desaparece nunca, creo que es
algo que se queda contigo, no importa el tiempo que lleves en esto.
Grace deja de mirarme para centrar su atención en la libreta que tiene en
sus manos, supongo que consultando lo siguiente que debe de preguntar.
—Así que hacer esto te hace feliz ¿no es así? —cuestiona, cuando
pregunta aquello eleva la mirada, me observa con detenimiento como si la
pregunta que acaba de hacer fuese demasiado importante.
No olvido que ha escuchado la discusión con mi madre, tampoco olvido
lo que seguramente me escuchó decir.
—Sí, lo hace —respondo desviando la mirada de ella — a pesar de todo
lo hace.
Y no es una mentira, en alguna parte de mi alma aún me sentía feliz por
lo que hacía, solo que no sabía cuánto tiempo es que podría seguir
manteniéndolo vivo.
 
Suelto un suspiro cuando ingreso a la habitación del hotel. Recién
habíamos llegado, y el cansancio por el vuelo comenzaba a presentarse en
mi sistema. Dejo a un lado las maletas mientras me dejo caer sobre el
colchón de la cama.
Muevo el cuello un par de veces estirando los músculos de la zona,
observo las maletas a un costado, no tendré tiempo de desempacar porque
Ryan dijo que tendríamos un ensayo programado, aun cuando apenas
aterrizamos.
Me incorporo para tomar una de las barras energéticas de cereal que
Megan siempre dice que es bueno consumir, y la guardo en la pequeña
mochila que llevo conmigo a los ensayos.
Cuando salgo al pasillo, Grace espera casi junto a la puerta.
—¿Tú también vendrás? —pregunto con curiosidad.
—Tengo que cubrir todos los aspectos ¿recuerdas? —murmura mientras
camina a mi lado —así que tengo que ir a donde tú vayas. Seré como una
sombra.
—Bienvenida al sufrimiento entonces —bromeo, ella sonríe. No dice
nada más y se limita a caminar en silencio hasta el auto que nos espera
fuera, no es un trayecto demasiado largo, así que no demoramos demasiado
tiempo en llegar.
Sé prácticamente de memoria que es lo que tengo que hacer, la entrada,
los saludos, todo estaba perfectamente practicado. Cuando Ryan me entrega
la guitarra y me coloco en mi sitio, comienzo a tocar. De cierta manera, es
como si todo se esfumase, simplemente disfruto de la sensación de tocar
cada una de las cuerdas con las yemas de mis dedos, disfruto de la melodía
que producen y de la sensación que me genera el poder cantar de esta
forma.
Estos momentos eran los que me hacían seguir aquí, en el que alguna
vez había sido mi más grande sueño.
No me doy cuenta de que las horas han pasado, no sé con exactitud
cuánto tiempo hemos estado aquí, pero para cuando Ryan dice que ha sido
suficiente y salimos, la noche ya se ha adueñado del ambiente. El camino de
regreso es silencioso, hasta que Grace habla.
—Tienes una voz realmente encantadora —murmura logrando que la
mire. Una sonrisa tira de mis labios—. Escucharla en vivo y a unos metros
de distancia hace que suene mucho mejor que es en los videos.
Me muevo en el asiento, adquiriendo una postura más cómoda.
—Oh ¿así que ya has visto mis videos? —elevo la ceja.
—No, es decir, si —pronuncia con duda —Puede que tal vez haya
buscado un par de ellos.
—Espero que no hayan sido los más antiguos —comento ensanchando
la sonrisa —no me enorgullecen mucho que digamos.
—A tus quince lucías realmente adorable —bromea.
—No me sorprende el hecho de que mi voz no haya sido de tu agrado
entonces.
—Yo no quise decir eso—se defiende —dije que se escucha mucho
mejor en vivo, lógicamente. Ahora entiendo porque eres tan famoso y
considerado la siguiente “súper estrella”
—Oh no, estoy muy lejos de ser la siguiente “súper estrella” —articulo
haciendo comillas con mis dedos. —no sé porque la gente insiste en
llamarme de esa manera.
—Tal vez porque es lo que eres —contesta y me siento repentinamente
incómodo.
—Espero que te sientas cómoda con tu trabajo aquí —pronuncio en un
intento de desviar la conversación a otro tema, y funciona.
—Es nuevo para mi hacer esto, cubrir una gira y estas cosas —sonríe
levemente —pero haré mi mayor esfuerzo.
—De eso no tengo duda —sonrío también y luego de eso, decido que
debo dejar de prestarle tanta atención.
Nos toma cerca de diez minutos llegar, cuando lo hacemos la presencia
de la prensa es apenas notoria así que no tenemos problemas para ingresar
al hotel, podemos hacerlo como huéspedes completamente ordinarios.
— Esperaba ver más prensa —admite Grace una vez que estamos
dentro del elevador.
—Es solo porque es el primer día, seguramente muchos de ellos no han
averiguado en donde me estoy quedando. De lo contrario, los encontrarías
las veinticuatro horas del día esperando por mí, como cazadores —bromeo.
—¿Eso no te agobia?  —me sorprende que no se ría, ni lo tome a broma
como todos suelen hacerlo.
—Sí que lo hace —expreso—. Demasiado. Pero es uno de los precios
que hay que pagar en este mundo.
—No debería de ser así, quiero decir, deberías de poder hacer lo que
amas sin la necesidad de pagar un precio.
Una sonrisa triste se adueña de mi rostro, Grace parece tener la misma
ingenuidad que yo cuando comencé. El mismo aire soñador, ese que decía
que todo estaba bien.
—Debería —concuerdo —pero no es así.
Las puertas de metal se abren, ambos salimos y caminamos en silencio
por el pasillo para poder llegar a nuestras habitaciones.
—Buenas noches, Grace —murmuro mientras me detengo frente a mi
puerta. Ella detiene sus pasos, se gira y me observa por un par de segundos
antes de elevar una de sus manos.
—Buenas noches, Alex —responde antes de darme la espalda y
continuar con su camino. Permanezco mirándola hasta que ingresa a su
habitación, cuando lo ha hecho es cuando abro la puerta para poder entrar a
la mía.
“Deberías de poder hacer lo que amas sin la necesidad de pagar un
precio”
Me recuesto sobre el sillón, con las palabras de Grace repitiéndose en
mi mente una y otra vez. Ella tenía razón, no necesitaba pagar un precio por
hacer lo que verdaderamente me hacía feliz, sin embargo, los precios son
altos.
Y dolorosos.
Y debo pagarlos a toda costa, no existe otra opción. No hay otra
alternativa aun cuando quisiera buscarla. Y probablemente eso era lo peor
de todo el asunto.
 
 
 
 
6- ¿SOMOS AMIGOS?
 
Grace Baker. 

E n ningún momento imaginé que pudiera llegar a realizar un


trabajo importante, así de importante como lo es cubrir la gira del
gran Campbell. Por momentos, aún creo que estoy soñando, aún creo que
despertaré y me encontraré en el puesto que debería estar desempeñando
como editora ejecutiva de Icons.
Pero no, es real. Y me encuentro aquí, realizando el trabajo que es
probablemente el más importante de toda mi carrera.
Cuando Oliver, mi jefe me informó sobre el trabajo que esperaba que yo
realizara, creí que se había vuelto loco. Darle la elaboración de un artículo a
la chica que apenas estaba ingresando a su empresa no parecía una decisión
muy sentada, pero él confío en mí, todo el equipo lo hizo así que me
prometí que realizaría mi mejor esfuerzo para tener el mejor artículo
posible.
Observo las páginas finalizadas en la pantalla, suelto un suspiro
mientras me recargo en el respaldo de la silla en la que me encuentro. Mi
espalda comienza a protestar por las horas sentada en la misma posición, sin
embargo, las molestias han valido la pena. Sonrío con satisfacción mirando
el resultado final de las primeras páginas para el artículo. A pesar de que no
es demasiada información, si es la suficiente como para permitirme
comenzar.
Aún tenía que enviárselo a Oliver para que diera su aprobación y poder
seguir trabajando. Para avanzar, tenía que reunirme con Alex y eso no había
sido posible, parecía demasiado concentrado en los ensayos que no le
prestaba atención a nada más. No es de extrañarse después de todo, así que
me había limitado a observar con detenimiento cada movimiento que hacía,
cada procedimiento para poder escribir sobre eso.
No olvidaba las palabras de Ryan sobre que no podía redactar nada
sobre las relaciones familiares de Alexander, y ahora entendía por qué. 
Marian Campbell, la madre de Alex, parecía demasiado enfrascada en
estar detrás de su hijo. Me sorprendía la paciencia que tenían todos con esa
mujer y tampoco entendía porque Alex obedecía a prácticamente todo lo
que decía. Aceptaba sus órdenes sin rechistar, aunque era demasiado
evidente que no estaba de acuerdo con todas.
—Ha sido suficiente por hoy —murmuro mientras me incorporo de la
silla. No tenía nada mejor que hacer, el trabajo estaba hecho así que tendría
las siguientes horas para poder descansar a gusto.
Me acomodo sobre el colchón, decidida a poder encontrar una película
lo suficientemente entretenida para ver. Sin embargo, mis intenciones se
ven interrumpidas por el sonido de los golpes contra la puerta.
Extrañada ante eso, me incorporo de la cama extrañando de manera
inmediata la comodidad de la misma. Cuando abro la puerta, no espero
encontrar a la superestrella frente a mí.
—Hola—. Alex me saluda con una pequeña sonrisa apenas abro la
puerta. Mantiene las manos en los bolsillos de su chaqueta mientras se
balance ligeramente.
—Hola —. Me sorprende encontrarlo en mi puerta, es decir, se supone
que soy yo quien tiene que buscarlo para las entrevistas, no él a mí.
A pesar de que sonríe, hay un cansancio en su rostro, unas ligeras
marcas negras debajo de sus ojos, apenas visibles.
—Paul y yo saldremos a comer algo, y me preguntaba si quieres venir
con nosotros—informa señalando en dirección al otro chico que lo
acompaña—. Escuché que la comida del hotel no es muy buena.
Sonrío.
—Eso si no tienes trabajo que hacer, no queremos interrumpir —añade.
Considero su invitación, ¿Alexander invitándome a compartir una
comida? Realmente no pensé que tuviéramos más interacciones que las que
involucraran el trabajo, sin embargo, no parece una mala idea.
—He acabado ya —confieso—. Solo necesito un par de minutos.
Él sonríe mientras me dedica un asentimiento, dejo la puerta abierta
mientras regreso a la habitación. Tomo el bolso, metiendo a prisa todo lo
necesario, me detengo frente al espejo para corroborar mi aspecto y tras
retocarme un poco con maquillaje, salgo al pasillo. 
Cuando llego delante de los chicos, el de cabellera rubia me dedica una
sonrisa encantadora. Es un poco más alto que Alex, y de complexión más
delgada, pero tiene un aire relajado que su amigo no posee.
—Tú debes de ser Grace —dice mirándome —soy Paul.
—La misma —le sonrío —es un gusto conocerte.
Me dedica una sonrisa, y luego gira hacia Alex.
—¿Le has informado a Ryan de nuestra salida? No queremos que
manden a los de seguridad en nuestra búsqueda.
—Me ha dicho que puedo tomarme el tiempo libre —pronuncia él—. Al
menos lo que resta antes del primer concierto.
—¿En serio sería capaz de enviar a los de seguridad a buscarte? —
cuestiono con algo de incredulidad. —Es decir, no creo que puedas perderte
¿no?
—Es que temen que pueda escaparse —bromea Paul soltando una risa.
—Recuérdame jamás traerte de nuevo —reprocha Alexander—. Eres
tan molesto.
Pese a sus palabras, mantiene una sonrisa en el rostro. En cuanto
ponemos un pie fuera del hotel, Alexander se coloca una gorra y sus
habituales gafas oscuras.
—¿Siempre sales de esa manera? 
—Si. O en la mayoría de las ocasiones.
—Ya le he dicho que no sirve de mucho —añade Paul—. Lo reconocen
de igual manera.
—Te sorprendería saber la cantidad de ocasiones en las cuales este par
de cosas insignificantes me han salvado de ser cazado por periodistas.
Los chicos se enfrascan en una conversación sobre lo importante de las
gafas y las gorras, me causa gracia el hecho de que sean tan amigos cuando
han discutido por cosas insignificantes varias veces desde que salimos del
hotel.
Ingresamos a un pequeño pero lujoso restaurante, una chica nos atiende
casi de manera inmediata y nos conduce a una de las mesas que están cerca
del balcón.
—No hemos tenido oportunidad de platicar mucho —confiesa Alex
cuando Paul se aparta para atender una llamada —por eso quise invitarte, ya
sabes, para tener un momento de interacción con mi sombra.
Me río un poco.
—Creo que últimamente no estoy siendo una sombra —me defiendo.
Observo el menú mientras hablo —¿Estás nervioso por el concierto de
mañana? —cuestiono y esta vez sí lo miro, Alex aparta la mirada del menú
para poder enfocarme.
—Solo un poco —confiesa —es imposible no estar nervioso. Será un
concierto grande, me inquieta un poco.
Me mira por un corto tiempo mientras habla y luego desliza su mirada
hacia el menú, así que hago lo mismo. Cuando leo los precios, frunzo los
labios. ¿Qué tenía en mente al salir con ellos? Lógicamente no visitarían
lugares económicos, eso debí de haberlo imaginado. Mantengo la esperanza
de traer suficiente dinero en efectivo o al menos, tener el saldo suficiente en
mi tarjeta de crédito.
—No te preocupes por los precios—. La voz de Alex me hace mirarlo
de nuevo —. Te invité, así que la cuenta corre por mí.
—No es necesario. 
—Por favor, Grace —murmura con una sonrisa ladeada —déjame
invitarte.
—De acuerdo.
La compañía de ambos chicos resulta agradable, durante toda la comida
hablamos casi de todo, Alex y Paul hablan con naturalidad, es agradable
pasar tiempo con ellos, tanto que no tomo en consideración el tiempo que
estamos fuera, hasta que el celular de Alex suena.
—Debe de ser su madre —comenta Paul con una mueca —nunca lo
deja tranquilo.
Me abstengo de hacer preguntas, no quería parecer entrometida.
—Me sorprende el hecho de que ella haya aceptado que escriban sobre
la gira —murmura centrando se atención en mí. —No suele aceptar a
personas ajenas en el círculo de Alex. A penas y nos permite a los chicos
acompañarlo.
—¿A caso no es Alex quien decide quien viaja? —cuestiono con
curiosidad. Paul sonríe, pero es una sonrisa irónica.
—Hay muchas cosas que Alexander no decide —confiesa
observándome con mayor detenimiento—. Me temo que hace varios años
que ha dejado de decidir incluso sobre su propia vida.
Estoy por dar una respuesta, pero la llegada de Alex hace que me
detenga, luce molesto, le dedica una mirada a Paul y él parece entender.
—Tenemos que irnos —informa— es hora de regresar al hotel.
Alex y Paúl pagan la cuenta, y pronto nos encontramos caminando de
regreso al hotel. Un par de periodistas esperan por la llegada de Alex, los
flashes de las cámaras se disparan en cuando él se acerca, Alex cubre su
rostro mientras esquiva a las personas de la entrada pese a las preguntas que
ellos hacen con intención de que se detenga.
Un par de ellos me golpean en un intento de acercarse a él, y cuando
Alex lo nota, me toma del brazo, colocándome justo a su costado para
permitirnos cruzar a ambos sin problema. Una vez dentro del hotel, se
detiene.
—Eso fue intenso —mascullo acomodando mi cabello. Luego, dirijo
una de mis manos hacia el sitio en donde me han golpeado.
—¿Estás bien? —inquiere él acercándose, extiende la mano para tocar
la zona y mi cuerpo reacciona enviando una ola de nerviosismo en todo mi
sistema. Es un sentimiento inesperado, sus yemas tocan la zona de la piel, y
tengo que obligarme a reaccionar antes de dejarme en evidencia.
—Estoy bien —aseguro —no fue nada.
—Lamento que te hayan golpeado, no esperaba que fuesen tantos —se
disculpa —voy a compensarlo.
—No tienes qué —me encojo de hombros.
—Lo haré —responde con una sonrisa —fue agradable salir, me hubiese
gustado pasar más tiempo, pero tengo que trabajar.
Una mueca acompaña sus palabras y en ese punto, su mirada se apaga
un poco. Es casi tan leve que fácilmente puede pasar desapercibido.
—¿Estás bien? —Es lo único que pregunto, la duda cruza por su rostro,
pero termina sonriendo.
—Lo estoy, Grace —afirma—. Nos vemos.
Me hace un ademán de adiós y luego ambos chicos se marchan, los
observo caminar hasta que se pierden en los pasillos del hotel, solo entonces
me encamino hacia mi habitación.
 
Un día después, el momento del concierto llegó.
—Es mejor que te mantengas alejada —murmura Paul colocándose a mi
lado—. Si no quieres terminar envuelta en un lío.
—¿No deberías de estar con Alexander? 
—Está con sus estilistas ahora, antes del concierto su madre no deja que
nadie lo interrumpa. Así que he preferido venir aquí y prepararme para el
mejor concierto de mi vida. Y no lo digo solo porque el cantante sea mi
mejor amigo.
—Chicos es hora, tienen que ir a su zona —nos indica Ryan mientras se
coloca frente a nosotros. 
Paul señala un punto arriba de nosotros cuando nota la mirada de
confusión que le dedico, una especie de balcón se encuentra arriba del
escenario, lo suficientemente alto como para permitirnos apreciar todo a la
perfección. Lo sigo cuando comienza a caminar, atravesamos a todas las
personas del staff quienes parecen ir de un lado a otro con demasiada prisa.
Hay un par de personas más en el balcón, Paul me indica nuestros
asientos, los cuales se encuentran casi al borde. La vista es increíble,
demasiado.
Paul se acomoda en el asiento y centra su vista al frente, pasan varios
minutos antes de que las luces del escenario se enciendan, los gritos de las
personas presenten parecen incrementar de manera drástica y pronto tengo a
un emocionado Paul brincando a mi costado.
—¡Ahí está! —grita, una explosión de luces aparece a los costados del
escenario y luego justo en medio, Alexander aparece.
—¡Buenas noches! —La voz de Alexander resuena por las bocinas, los
estrepitosos gritos parecen incrementar aún su nivel. —¿Están listos para
comenzar?
Un unísono grito me hace sonreír. El espectáculo comienza, mi sonrisa
se hace un poco más grande mientras lo observo con detenimiento.
Alexander luce tan relajado, se mueve de un lado al otro del escenario y
cuando toma la guitarra, parece alguien totalmente feliz.
“Al menos estaría feliz haciendo lo que hago”
Las palabras que Alex le había dicho a su madre regresan a mi mente
¿por qué había dicho eso? ¿Por qué lo habría dicho si al parecer estaba feliz
ahí? ¿Si lucía como un chico que verdaderamente amaba la música?
La voz de Alex se cuela por mis oídos, es melodiosa, fuerte, vibrante.
Haberlo escuchado en el ensayo había sido estupendo, pero ahora, verlo
bailar y tocar la guitarra con un aire entusiasta, es mucho mejor,
completamente.
—¡Y así es como se da un súper concierto! —grita Paul cuando la
presentación ha acabado e ingresamos al camerino de Alex —¡Estuvo
fantástico!
—Paul no exageres, por favor —pide, pero la sonrisa que trae en el
rostro es enorme, su mirada viaja de su amigo hacia mí. Así que me acerco
a él.
—Fue realmente increíble —pronuncio—. Estuviste genial, realmente
asombroso.
—Gracias —articula observándome por algunos segundos—No quiero
sacarlos, pero tengo que cambiarme de ropa, los veo luego ¿de acuerdo?
—Claro —Paul y yo salimos de la habitación en la que se encuentra, él
parece demasiado concentrado en su celular así que solamente tomo asiento
en una de las bancas que están en el pasillo, esperando por alguna
indicación para saber qué hacer ahora, es decir, ¿este era el momento
cuando regresábamos al hotel?
Permanecemos en las bancas que hay en el pasillo, Paul no parece tener
intención alguna de mantener una conversación así que me concentro en mi
propio celular.
—¿Siguen aquí? —Alex cuestiona cuando sale del camerino. Carga una
mochila en uno de sus hombros, porta un conjunto deportivo y tiene el
cabello húmedo, pero sigue tan apuesto.
—Claramente, no vamos a dejar que te marches con la fiera.
—¿La fiera?
—Mi madre —aclara con una pequeña sonrisa —andando entonces, ya
me espera el auto.
Un par de guardias se nos unen cuando salimos del pasillo, Alex me
lanza una mirada antes de permitirme primero la subida al auto y luego se
acomoda él a mi costado.
—¿Has disfrutado del concierto? ¿Has estado cómoda?
—Si —murmuro con una ligera sonrisa—. Ha sido completamente
genial, y Paul es agradable.
—Claro que lo soy —responde él sin mirarnos. Alex sonríe.
—Me alegra que la hayas pasado bien —confiesa—. Estaba un tanto
preocupado porque estuvieses incómoda, sé que los conciertos se pueden
poner algo locos.
—Oh ¿estabas preocupado por mí? —cuestiono empleando un tono de
ternura. Él ríe.
—Claro que sí, somos amigos —dice mirándome de una forma que no
logro entender —. ¿O no?
—Claro que lo somos —concuerdo con una sonrisa—. Definitivamente
somos amigos.
Dibuja una sonrisa en los labios, asiente con ligereza antes de desviar su
mirada al frente y solo entonces me permito observarlo un poco más.
Sacude su cabello con una de sus manos, su mandíbula marcada le da un
aspecto maduro, tiene una barba que ahora se encuentra perfectamente
recortada, su piel es un poco pálida, pero no lo suficiente para preocupar.
Alexander Campbell es apuesto. Su mirada azul se desliza hacia mí y le
sonrío, reteniendo el impulso de apartar la mirada.
—Creí que sería complicado —admite luego de un rato.
—¿Qué cosa?
—El tener a alguien haciendo preguntas sobre mi vida, mi carrera, el
hecho de tener un par de ojos observándome todo el rato…—sacude la
cabeza levemente —me alegra que mi sombra, seas tú.
—Deja de llamarme sombra —exijo.
Alex no retiene la sonrisa, y sacude la cabeza en una negativa.
—Bien —concede.
Un gesto suave se apodera de su rostro, su mirada adquiere un brillo que
no he visto antes. El azul de sus ojos reluce un poco más. Alex extiende la
mano y la coloca sobre la mía.
—Es bueno tenerte aquí, Grace.
Y escucharlo decir eso, se siente tan bien como nunca pude haber
imaginado.

 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
7 SENTIMIENTOS.
 
Alexander Campbell

N o tuve demasiados compromisos luego del concierto, y parece


ser que eso es algo que tengo que agradecerle a Ryan. Mi madre y
él han estado lo suficientemente ocupados como para prestarme atención,
así que intento aprovechar al máximo los momentos en los que se me
permite descansar.
No tengo prisa por levantarme de la cama, así que me quedo ahí hasta
que Paul decide venir a molestar. Sus golpes contra la puerta son tan
molestos que me veo obligado a tener que abandonar la cómoda cama para
poder abrirle.
—¿Qué haces aquí tan temprano? —inquiero.
—¿Temprano? —cuestiona elevando las cejas—. Son las doce del día,
Alex —pronuncia esquivándome para poder entrar a la habitación.
—Teniendo en cuenta la hora en la que por fin pude dormir ayer, creo
que merezco quedarme en cama un par de horas más.
Paul rueda los ojos.
—Ahora entiendo porque cuando estás con Megan llegas puntual a
todas partes —pronuncia—. Tal vez deberían de hacer un intercambio, dale
tu voz y a cambio recibes su puntualidad.
—¿Tienes idea de lo que hablas? —cuestiono —me parece que te hace
falta dormir más.
Él me observa con fastidio.
—¿Por qué no dejas de ser tan molesto y mejor vamos por algo de
comer? —cuestiona —muero de hambre.
—Pide servicio a la habitación entonces —sugiero —no planeo salir de
esta habitación en lo que resta del día.
Paul me da una rápida mirada, parece escanearme por completo y luego
de eso, soy arrastrado con fuerza hacia el pasillo.
—Pero ¿qué te pasa?  —gruño—. Paul necesito…
—Vamos a ir por algo de comer —sentencia.
—Estoy en pijama —mascullo mientras me libero del agarre que ejerce
en mi brazo —y como vuelvas a sacarme así de la habitación…
—¿Qué? —reta cruzándose de brazos.
—¿Qué haces en pijama en medio de un pasillo? —suelto una
maldición en cuanto reconozco la voz de mi madre. Volteo,
encontrándomela a unos cuantos pasos de distancia de donde estamos.
—Iba por algo de comer —pronuncio mientras anoto mentalmente
asesinar a Paul después de esto. —No respondían en servicio a la
habitación, así que he decidido bajar yo mismo por comida.
Mi madre me observa con escudriño, no parece creer demasiado en mis
palabras, pero no insiste.
—Como sea, regresa y vístete. —ordena—. No queremos que aparezcas
en las revistas con ese aspecto.
Retengo las palabras en mi boca, asiento, después de eso no dice nada y
continúa con su camino a donde sea que se dirija.
—Como vuelvas a sacarme así de mi habitación quitaré tu nombre de la
lista de invitados a la gira —advierto —no me importa dejarte en cualquiera
de los países o estados en el que nos encontremos.
No le doy oportunidad a responder, lo esquivo para poder regresar de
nuevo a la habitación. Una vez dentro, me lanzo sobre el colchón de la
cama, cerrando los ojos de manera inmediata.
No mentía al decir que no tenía planes de salir, quería quedarme aquí
todo el tiempo que me fuera posible. No pasa mucho rato antes de que los
toques en la puerta me hagas suspirar, decido ignorarlos, pero la insistencia
no cede así que me incorporo con molestia.
—¿De nuevo molestando? ¿Vienes a seguir…? —Mis palabas se
detienen en cuanto observo a Grace de pie frente a mí.
—Creo que llegué en un mal momento —dice con una ligera sonrisa—.
Vendré después.
Ella se gira, así que, con prisa, tomo uno de sus brazos para impedir que
se marcha.
—Solamente creí que eras otra persona —le informo—. Lo siento.
—Tu madre me ha dicho que considera mejor que trabaje de cerca
contigo, no quiere errores ni cosas falsas en el artículo así que me ha
enviado para tomar nota de todas tus palabras respecto a los conciertos.
Las comisuras de mis labios se elevan.
—Pasa —me hago a un lado para permitir que ella ingrese, cuando lo
hace, cierro la puerta de nuevo para seguirla.
Grace toma asiento en el sillón, la observo sacar un par de cuadernos y
un par de pequeñas cámaras de su bolso. Las ordena a un costado del sillón
mientras se cruza de piernas.
—¿Quieres comer algo? —le cuestiono —. Puedo ordenar servicio al
cuarto.
—No es necesario, estoy bien —responde elevando la mirada. Mantiene
una pequeña sonrisa en el rostro antes de bajar la mirada de nuevo y
continuar escribiendo en el cuaderno.
—¿Podré leer el artículo antes de su publicación? —inquiero con
curiosidad. Ella parece dudarlo.
—Supongo que si —responde —Oliver le enviará una copia a Ryan, así
que seguramente él te la enseñará.
Quiero decirle que en realidad esa no es la respuesta que esperaba, pero
simplemente me mantengo callado, observándola trabajar.
No hacemos gran cosa, el tiempo que sigue se resume en ella
haciéndome preguntas sobre el concierto y yo respondiendo con la mayor
sinceridad que me era posible. Hubiese sido fácil solo decir lo que todos
querían escuchar, que es feliz, que resulta sencillo, que todo está
absolutamente bien. Pero no quería eso, sabía que esto era importante para
Grace, Ryan había mencionado que este artículo podría darle cierto
prestigio y reputación en los medios, si estaba en mis posibilidades
garantizar aquello, entonces haría mi mayor esfuerzo.
Varias horas después, ella al fin guarda los cuadernos de nuevo en su
bolso.
—¿No te aburres aquí? —cuestiona mientras adopta una postura
cómoda en el sillón, toma una de las papas fritas que se encuentran en
medio de nosotros y se la lleva a la boca. Habíamos terminado por ordenar
comida, mi hambre no podía mitigarse por mucho tiempo más.
—No —respondo —. Prefiero quedarme a descansar en vez de salir a
pasear por la ciudad. Debo estar listo para el siguiente concierto.
—¿Has considerado en algún punto alejarte de esto? —su pregunta me
toma por sorpresa, demasiado. Sin embargo, intento no demostrarlo. Quiero
decir que sí, que muchas veces me ha parecido la única salida, pero termino
diciendo lo contrario.
—No —murmuro —mi carrera apenas está empezando, no puedo
alejarme tan pronto, si lo hiciera seguramente perdería todo el avance que
he conseguido hasta ahora, lo cual no ha sido sencillo, cabe aclarar.
Ella permanece en silencio por algunos segundos.
—Alex —pronuncia mi nombre con suavidad, lo cual me hace sonreír.
—¿Sí?
—¿Realmente eres feliz? —inquiere con suavidad —¿realmente eres
feliz viviendo de este modo?
Sé que esa no es una pregunta que tenga para el artículo, puedo darme
cuenta de que ella realmente quiere saber.
Mi cuerpo se tensa, guardo silencio por más tiempo del que debería,
seguramente confirmando cualquier sospecha que ella pudiera tener sobre
mí.
—¿Por qué lo preguntas?
Ella aparta el recipiente que hay entre nosotros y se acerca, su piel
rozando la mía lo que provoca una sensación extraña en mi interior.
—Porque hay ocasiones en las que parece que no lo eres, y otras en
donde luces completamente feliz —arruga las cejas —y no sé a qué lado
creerle.
—Créeles a los dos —susurro —ambos dicen la verdad.
Una mirada comprensiva es lanzada en mi dirección, no dice nada más,
no hace otra cosa aparte de tomar mi mano, pero eso se siente como
absolutamente todo lo que necesito.
Los dos permanecemos en silencio, sabía que la presencia de Grace
Baker no pasaría en vano, pero lo cierto era que aún no sospechaba, ni en
una pequeña parte, todos los cambios que ella traería consigo.
Algunos de los cuales, terminarían arrasando conmigo.
 
 
 
8 MUNDOS DISTINTOS
 
Alexander Campbell

L a tranquilidad que había gozado en los días anteriores se ha


acabado, luego de un par de conciertos más, llegó la hora de viajar
hasta la siguiente ciudad en la cual se llevarían a cabo los siguientes
conciertos.
Mi madre se encargó de programar un par de revistas con los radios
locales, así que tenía que hacer un espacio dentro de las ocupaciones en la
agenda para poder cumplir con el compromiso.
Ryan no se mostró del todo conforme, su negativa para permitir mi
presencia en esa entrevista había irritado a mi madre, sin embargo, parecía
estar sorpresivamente de buen humor ahora.
—Alex, ¿qué te parece la chica de la revista Icons? ¿Estás cómodo
trabajando con ella?
 Tomo el vaso con la malteada que Tania me ha entregado, ella había
tomado un vuelo después de nosotros, así que no estuvo en los primeros
conciertos, pero ahora había llegado para asegurarse de que no muriera de
hambre, o eso fue lo que dijo.
—Es agradable, y talentosa. Me agrada pasar tiempo con ella.
—¿Te agrada pasar tiempo con ella? —inquiere lanzando una mirada
curiosa hacia mí.
Sorbo por el popote, disfrutando del sabor a fresa antes de considerar mi
respuesta.
—Sí —me encojo de hombros —no siento como si alguien estuviese
husmeando en mi vida privada.
Mi madre ríe, lo hace de verdad y por un corto tiempo, me siento
relajado con ella. Son pocas las veces en las que puedo sentirme así en su
compañía.
—Me alegra escuchar eso entonces —se incorpora del asiento
mirándome por un corto tiempo —intenta descansar, los siguientes días
serán ocupados.
Ella se marcha y casi al instante, Paul ingresa.
—¿Sigues enojado conmigo? —cuestiona mientras toma asiento frente
a mí —sabes que no quise provocar a la fiera.
Sonrío de lado.
—Para la próxima, haz caso cuando diga que no.
—De acuerdo—pronuncia—. ¿Estás listo para el próximo concierto?
—Siempre estoy listo—. Una leve sonrisa aparece en mis labios cuando
hablo—. ¿Has preparado tus maletas ya? Porque Ryan no esperará, no
tolera los retrasos.
—Lo sé, lo he tenido todo el día recordándome la hora en la que
partimos —informa —¿has hablado con Grace? ¿sabe que viajamos hoy?
—No he hablado con ella —confieso —no ha tenido nada más por
escribir, así que no tiene motivos para venir a verme. Y Ryan seguramente
le ha informado que partimos hoy, así que no me preocupa mucho ese
asunto.
Paul asiente, reviso la hora en mi celular, tenía que darme prisa a tener
todo listo para el viaje, así que me incorporo del cómodo asiento en el que
me encuentro.
—No olvides que nos marchamos a las cinco —comento mientras me
encamino hacia la puerta—. Porque no volveremos por ti.
Paul eleva su pulgar sin mirarme. Salgo de la habitación para poder
dirigirme a la mía, había preparado las maletas la noche anterior pero aún
tenía varias cosas por guardar, no quería dejar olvidado algo en el hotel
como en ocasiones pasadas.
El tiempo restante de la tarde intento terminar de arreglar mis cosas y
tomar un baño, una vez dentro de las camionetas y del avión no tendría
oportunidad para disfrutar de uno.
A las cinco en punto, recibo una llamada de mi madre, la prisa es
evidente en su voz así que tomo las maletas mientras le informo que estoy
por bajar. Le doy una última mirada a la habitación, observándola con
atención en busca de algo que se pueda haber quedado, al ver que no es así,
salgo cerrando la puerta detrás de mí.
La mayoría de personas del equipo ya está afuera, no demoramos
demasiado en subir las cosas a las camionetas, así que tras poco tiempo ya
nos encontramos camino al aeropuerto.
—¿Alguien ha visto a Grace? —cuestiona Ryan mientras se voltea hacia
los asientos traseros —debería de estar tomando fotos de esto y tomando
nota de los detalles.
Habíamos salido del hotel hace veinte minutos aproximadamente, por lo
que nos encontrábamos a una distancia considerable.
—Supongo que viene en otra camioneta —murmuro encogiéndome de
hombros dedicándole una rápida mirada antes de centrarla de nuevo en mi
celular. 
—No, específicamente debería de estar en esta —anuncia con molestia.
Despego la vista del celular para mirarlo.
—¿Le dijiste que hoy nos marchábamos? —cuestiono con algo de
temor de que su respuesta sea negativa. Ryan eleva la vista.
—Tiene una agenda electrónica con los horarios y pendientes, Alex, no
puedes esperar que esté detrás de ella todo el tiempo —gesticula con
molestia. Paul y yo compartimos una mirada.
Suelto una maldición mientras busco entre mis contactos el número de
Grace, cuando lo encuentro, presiono la tecla de llamada mientras ruego
porque ella responda y diga que viene en alguna otra camioneta.
—¿Dónde están todos? —cuestiona con alarma apenas responde la
llamada.
—Grace ¿en dónde estás tú? Estamos camino al aeropuerto, se supone
que debes de estar con nosotros.
—¡No puede ser! Alex ¡Estoy en el hotel! —exclama.  Observo a Ryan
soltar una maldición.
—Quédate en la entrada, iremos por ti —murmuro mientras cuelgo la
llamada. —Dile al chofer que regrese.
—Por supuesto que no, hablaremos a un taxi y que vaya por ella…
—¡De ninguna manera! —exclamo —No puedes hacer que venga en un
taxi, así que dile al chofer que de la maldita vuelta para ir por Grace.
—Alex…
—¡Ahora!
Ryan me observa con dureza antes de girarse al chofer, algunos
momentos más tarde el auto da vuelta en alguna avenida mientras
regresamos. Tamborileo mis dedos sobre el asiento, impaciente por llegar.
—¿Así que por ella sí vuelves? —pregunta Paul con burla—. Creí que
no volvían por nadie.
—No me estés molestando ahora —pido con fastidio.
Cuando llegamos, una impaciente y algo alterada Grace espera por
nosotros en la entrada. Me bajo de inmediato, el alivio se adueña de su
semblante mientras camina hasta donde me encuentro.
—Gracias al cielo han vuelto, creí que ya estaban en el avión—
pronuncia, tomo una de sus maletas para poder subirla a la camioneta.
—Bueno, tuviste suerte —cuando subimos a la camioneta, Ryan nos
mira con impaciencia.
—Grace, gracias a ti probablemente estemos retrasados —reprocha.
—Lo siento tanto…
—Le pudo haber pasado a cualquiera de nosotros —intervengo —no
tienes que se tan duro con ella.
—¡Soy duro porque así son las cosas! —grita con molestia, Grace se
sobresalta, la observo parpadear varias veces y temo que pueda ponerse a
llorar aquí mismo ¿sería eso posible? —¡Porque tenemos normas, horarios
y planes establecidos, Alexander! Lo sabes mejor que nadie, no podemos
modificar horarios para volver por alguien.
—Suficiente —exijo tensando la mandíbula —no le hables así.
—Le hablo así porque soy su jefe —responde Ryan —y tú no tienes
autoridad para decirme como trato a mis empleados, Alex.
—¿Quién paga tu sueldo? —reto y él endurece la mirada —una petición
y te vas, Ryan. 
Me lanza una dura mirada antes de girarse, sin decir ninguna palabra
más. El ambiente dentro de la camioneta es realmente tenso luego de la
discusión así que volteo parar mirarla, mantiene las manos echas puños
sobre su regazo, no pienso demasiado lo que hago, solo extiendo la mano
para poder colocarla sobre la de ella. Siento la forma en la que sus manos se
relajan, así que acaricio levemente su dorso antes de sonreírle.
—Está bien —susurro haciendo que ella me mire —no le des demasiada
importancia.
—Lo siento —expresa con suavidad. Sonrío, elevo uno de mis hombros
—. Realmente lo hago.
—Llegaríamos tarde de cualquier forma, siempre pasa —murmuro
intentando restarle importancia.
Una pequeña sonrisa surca su rostro, asiente mientras deja de mirarme
para centrar su mirada en la ventanilla. No hace nada por apartar mi mano,
y yo realmente no tengo intenciones de apartarla, por demasiado loco o
apresurado que eso pudiera llegar a sonar.

 
 
 
9 LO DIFICIL A VECES GANA
 
Grace Baker.

L uego del incómodo y tenso viaje hacia nuestro nuevo destino, al


fin habíamos llegado. Me reprochaba a mí misma el haber sido tan
distraída como para olvidar la hora de salida del hotel, así que había puesto
un par de alarmas para que esta vez, no ocurriese lo mismo.
Claro está que haría todo lo posible porque no se repitiera, suficiente
había tenido con los regaños de Ryan, quien parecía demasiado contento
con la idea de regresarme a Baltimore.
—No creo que te regrese a Baltimore —expresa Alex a mi costado
mientras me acompaña a la habitación que se me había asignado—. Tienen
un contrato.
—Sí, bueno, eso no me alienta demasiado. Ryan luce como alguien a
quien no le importa romper contratos —bromeo—. No quiero arriesgarme.
Alex sonríe. Esconde las manos en los bolsillos de su chaqueta mientras
camina con lentitud. Lucía más relajado en los últimos días, más tranquilo,
como si estuviese disfrutando del viaje.
—Eres demasiado buena en lo que haces y él lo sabe —expresa después
de unos segundos —cuando está enojado suele actuar así, te lo digo yo que
tengo varios años trabajando con él.
—¿Ha sido tu manager desde el inicio?
—Tengo suerte de que él haya querido representarme, es más mi amigo
que mi manager, no me ve como un cheque, en comparación a otras
personas —no me pasa desapercibido el tono de amargura que emplea. Y la
mueca molesta que se adueña de sus labios. 
—¿Hay gente que te ve como un cheque? —Sé que probablemente
estoy siendo entrometida, y que, si Alexander decidiera no hablar conmigo
de nada más, lo he ganado.
Pero contrario a lo que espero, él solo asiente.
—Es inevitable —se encoje de hombros como si no le importara, pero
la expresión en su rostro delata que sí.
—Debe ser duro, no puedo imaginar cuánto. Pero debes tener a gente
buena, ¿no? 
—La tengo, tú, por ejemplo —sonrío, dedicándole una mirada más larga
de lo que debería y me alivio de ubicar la puerta de mi habitación. 
Deslizo la tarjeta que me habían entregado en recepción, y tras algunos
segundos, la puerta se abre.
—¿Quieres pasar? —cuestiono observándolo por algunos momentos. Él
parece dudarlo, sin embargo, termina asintiendo.
Ingresamos a la habitación, dejo las maletas a un costado de la cama
antes de lanzarme al colchón. La comodidad del mismo me hace soltar una
exclamación, los asientos del auto no eran del todo cómodos, menos para
dormir.
—Creo que debería dejarte descansar, luces agotada.
—Estoy bien. Solo un poco cansada, por los viajes.
—Te acostumbrarás —masculla —lo haces después de un tiempo.
Procura descansar —pide encaminándose a la puerta.
—Igual tú, según tengo entendido, mañana tienes un ensayo
programado.
Alex echa la cabeza hacia atrás.
—No, ni lo menciones —pide en un quejido —Ryan no me dejará libre
en toda la semana.
—Estarás bien —murmuro guiñándole un ojo.
La sonrisa regresa a su rostro, es pequeña, pero logra transmitir algo que
no consigo entender del todo.
—Sí, seguramente lo estaré —afirma con suavidad—. Descansa, Grace 
—Tú igual —murmuro imitando su gesto. Él permanece algunos
segundos más en la misma posición antes de darme la espalda para salir.
Observo el lugar por el que se ha marchado por algunos segundos antes de
sacudir la cabeza para salir del pequeño trance en el que había entrado.
—Solo estás aquí para hacer tu trabajo —me repito mientras me
incorporo de la cama con el propósito de comenzar a desempacar—. Solo
por trabajo —insisto como si de esa manera consiguiera grabarlo en mi
mente. Sin embargo, estaba en un noventa por ciento segura, que repetirme
eso, no me llevaría a ningún lado.
 
La hora del ensayo ha comenzado, y Alexander no parece estar por
ningún lado, Ryan lo ha llamado, Paul ha enviado muchos mensajes a su
celular, pero ninguno había obtenido respuesta.
—No entiendo dónde puede estar —pronuncia Ryan con molestia —
Grace ¿sabes algo de él?
Todas las miradas recaen en mí, me siento incómoda de pronto ante
tanta atención.
—No —Ryan resopla —le recordé justo ayer que tenía ensayo, no dijo
nada más.
Él vuelve a marcar en su celular y camina de un lado al otro en el lugar,
el ensayo debía de comenzar hace una hora, sin embargo, al no encontrar a
Alex por ningún sitio Ryan estaba al borde de perder la cabeza.
—Oh, no —masculla Paul. Ryan centra su atención en él, camina hasta
donde se encuentra para arrebatarle el celular de las manos, y suelta una
maldición.
—Le dije que no habría entrevistas. ¿Tan difícil es entenderlo para esa
mujer? —gruñe mientras le regresa el celular a Paul, no nos da oportunidad
de responder porque se aleja con rapidez, abandonando la habitación. 
—¿Qué has visto? —inquiero. Él me tiende el celular, Alex aparece
justo en la pantalla, parece estar en una especie de programa que no logro
ubicar.
—¿Su madre ha hecho eso? 
—Probablemente, parece nunca dejarlo descansar.  —Le regreso el
celular, el permanece mirando la pantalla por algunos minutos antes de
guardarlo de nuevo.
—No lo entiendo —manifiesto—. ¿Por qué no simplemente le dice que
no?
Paul sonríe, no es una sonrisa sarcástica pero tampoco es una sincera,
más bien pareciera algo triste. Parece pensar la respuesta que dirá porque
permanece en silencio por varios segundos.
—No lo entenderías —pronuncia después de un rato—. Este mundo está
disfrazado de cosas buenas, fama, dinero, éxito, pero nadie ve lo que te
arrebata. Alexander ha perdido más de lo que si quiera ha recibido, pero
parece que nadie se da cuenta de eso.
Permanezco en silencio, sin saber muy bien qué es lo que debo o no
decir.
—Pero tal vez, solo tal vez, eso cambie ahora que tú has llegado.
—¿Yo que puedo hacer? —respondo soltando una risa—. Solamente
escribo.
—Puedes hacer más de lo que crees —asegura dejando una palmadita
en uno de mis hombros. —Más de lo que crees.
Y tras decir eso, me esquiva para salir del lugar dejándome mucho más
confundida que nunca.
 
Alex tarda cerca de dos horas más en llegar al estudio en el que nos
encontramos, no está de buen humor, y eso se percibe apenas ingresa.
Su madre viene detrás de él, diciéndole algo a lo cual no parece prestar
la más mínima atención.
—Ryan no voy a discutir contigo las decisiones que tomo en la carrera
de mi hijo —expresa la señora Campbell cuando Ryan se coloca a su lado.
—Para tu mala suerte, me contrataste como el manager de Alex, así que
justo ahora, tengo muchos más derechos que tu sobre su carrera, y tengo un
contrato con tu firma que me avala —le recuerda —así que cuando yo diga
que Alex no asiste a una entrevista, es porque no lo hará.
—No puedes…
—¿Quieren dejar de discutir de mi carrera como si yo no existiera? —
casi grita con molestia Alexander haciendo que todos centremos nuestra
atención en él. —Me duele la cabeza, tengo hambre y estoy a punto de
estallar y sus gritos no me están ayudando, ya di esa maldita entrevista
Ryan, no puedes hacer nada así que ahora solo queda ensayar ¿sí? Necesito
acabar con esto rápido para poder ir a dormir.
Sus palabras parecen callar a las dos personas frente a él, cuando
ninguno responde Alex se gira para encaminarse justo al centro del estudio,
camino hacia él, esperando que no termine de desahogar su furia conmigo.
—¿Crees que el café ayude? —murmuro extendiendo el vaso de café
que sostengo en mis manos en su dirección —puede ayudarte con el dolor
de cabeza.
—No lo creo —pronuncia elevando la mirada—. Pero lo aceptaré de
todas formas.
Sonrío. Lo miro a detalle, su rostro está serio, y su mirada apagada. Le
da un corto trago al líquido antes de cerrar los ojos levemente. Mueve la
cabeza en círculos, y el semblante cansado ocasiona una punzada en el
corazón que no entiendo.
—No mencionaste la entrevista ayer —susurro, Alex abre los ojos,
enfocándome por unos instantes antes de darme una respuesta.
—No tenía idea de que había una, hasta que mi madre apareció a las
cinco de la mañana en mi habitación —confiesa —no hubo mucho que
pudiera hacer al respecto.
—No has comido ¿verdad? —inquiero y el niega —veré si puedo
conseguirte algo ¿de acuerdo? Vuelvo enseguida.
Estoy por darme la vuelta cuando él me toma del brazo, deteniéndome.
Su agarre es firme, lo suficiente para impedir que siga caminando, pero no
demasiado para hacer algún daño.
—No es necesario —pronuncia con suavidad. —Estoy bien.
No lo está. Una vocecita suena dentro de mi cabeza.
—Tu madre y Ryan están lo suficientemente entretenidos discutiendo
afuera como para preocuparse por tu comida, puedes comenzar con el
ensayo y cuando regrese, tomar un descanso y comer —sugiero.
—Te preocupas más tú por mí, que ellos —dice con las comisuras
inclinadas en una sonrisa —no tienes que hacerlo.
—Pero quiero, los amigos se cuidan entre sí, ¿o no?
Soy consciente de cómo su sonrisa lucha por ampliarse. Esta vez no me
contradice y termina asintiendo. Le dedico una última mirada antes de darle
la espalda y disponerme a salir del estudio en el que nos encontramos.
 
A mi regreso, Alex parece estar mucho más animado en comparación a
su llegada. Ryan me observa con curiosidad en cuanto me acerco con las
bolsas de papel en mis manos.
—¿Trajiste el desayuno? —cuestiona cruzándose de brazos.
—Fue un pequeño favor —pronuncio encogiéndome de hombros.
Él sonríe, me observa por un par de segundos antes de caminar hacia
donde los chicos ensayan y hacerles unas señas.
—Alexander debe desayunar, así que démosle un descanso y luego
continuamos —pide. La sonrisa que Alex coloca en el rostro cuando me ve
no me pasa desapercibida.
—Así que lo decías en serio —murmura cuando llega hasta mí.
—Claro que lo decía en serio, debería de sentirme ofendida porque no
confíes en mi palabra. —añado con burla mientras le entrego la bolsa. Él la
toma, revisa el interior mientras se sienta sobre una de las bancas que se
encuentran cerca.
—Oh, claro que confío en tu palabra —asegura con una sonrisa. Me
coloco en la banca que está a su lado, dispuesta a comer también. —Es
delicioso —manifiesta mirando el sándwich que está en sus manos —
¿Dónde los has conseguido?
—En un lugar no muy lejos de aquí.
Alex no responde, ambos permanecemos en silencio simplemente
disfrutando de la comida, cuando está por acabar, se gira hacia mí.
—Gracias —pronuncia con una sonrisa ladeada.
—No me agradezcas, yo también tenía hambre y…
—No, no me refiero solo al desayuno, quiero decir, gracias por todo
Grace —aclara—. Me hace bien tenerte aquí.
Sus últimas palabras parecen causar una revolución en mi interior, tan
fuerte que no encuentro que decir. Él se incorpora, dedicándome una bonita
sonrisa antes de regresar con los demás para continuar con el ensayo.
Y yo me quedo ahí, sin entender muy bien que rayos era lo que ocurría
conmigo.
 
 
 
10 MELODÍAS CON SABOR.
 
Alexander Campbell.

T amborileo las yemas de mis dedos sobre la mesa de madera,


mientras mantengo la vista fija en hoja de papel que está frente a
mí. Cierro los ojos por algunos segundos, intentando seguir la coherencia de
la letra que comenzaba a surgir en mi mente.
Cuando la encuentro, escribo con prisa sobre la hoja. Mi caligrafía no es
precisamente perfecta justo ahora, pero en momentos como este no me
preocupo demasiado, tendría tiempo después para pasarlo en limpio.
Muerdo la punta de la pluma mientras intento crear el ritmo adecuado
en mi mente, no quería que la letra no congeniara para nada con la música,
tiene que ser perfecto. El ritmo es claro en mi mente, no hay problema en
eso, pero me preocupa el hecho de que, al llevarla a cabo, no sonara como
lo espero.
Muchas de las canciones no son de mi autoría, Ryan se encarga de
obtener las letras de las canciones que algunos compositores escribían y
querían vender, sin embargo, de vez en cuando me gusta componer por mí
mismo las canciones que canto sobre el escenario.
—¿Interrumpo algo? —La voz de Grace se escucha en la habitación,
cierro de golpe la libreta mientras me giro hacia ella.
—No, para nada —pronuncio con una pequeña sonrisa. Deslizo el
cuaderno sobre la mesa para poder guardarlo en la mochila.
—¿Seguro? Puedo regresar después —sugiere —no quiero romper tu
inspiración.
Elevo una de mis cejas.
—¿Cómo sabes que estoy inspirado? —cuestiono con una pequeña
sonrisa.
—Paul dijo que seguramente estabas componiendo porque te habías
encerrado aquí. —añade haciendo una seña en la habitación en la que nos
encontramos—. Ya sabes que tu madre quiere que cubra todo, pero si estás
ocupado ahora, puedo inventarme algo para regresar después.
De todos los escenarios que imaginé cuando Ryan dijo que alguien
estaría escribiendo un artículo sobre la gira, este no estaba incluido. En mi
mente una persona lo suficientemente molesta estaría detrás de mí todo el
tiempo, intentando saber todo de mi vida para hacerlo público.
Pero esto es diferente, Grace es diferente. Siempre tan preocupada
porque me sienta bien, cuidando que el ambiente no se tornara incómodo y
convirtiendo cada “entrevista” a una plática de dos amigos.
—Está bien —aseguro. Le hago una seña para que toma asiento en la
silla que está a mi costado—. ¿Sobre qué me vas a entrevistar hoy?
—Justo sobre lo que estabas haciendo antes de mi llegada —declara
mientras comienza a sacar un par de cuadernos. Permanece unos segundos
en silencio antes de encender la grabadora y observarme.
—¿Quieres saber sobre cómo escribo canciones? —cuestiono
acomodándome en la silla.
—Así es. ¿Lo haces con frecuencia?
—No con tanta como me gustaría —confieso—. Al inicio de mi carrera
era común que las canciones fueran escritas por mí, pero luego, con tantas
cosas y ocupaciones, me resulta verdaderamente difícil hacerlo. Intento no
abandonarlo, no sería en realidad un artista si no escribiera mis canciones.
—Creo que todos piensan que eres un buen artista independientemente
de eso —asegura con una sonrisa—. ¿Podrías contarnos algo sobre la
siguiente canción que estás escribiendo?
—Me temo que no —respondo mientras muevo la cabeza de un lado a
otro en una negativa—tiene que ser una sorpresa, así que no puedo revelar
ni un solo detalle. Además, no me agrada que alguien lea las letras cuando
no las he terminado, no me siento muy seguro con eso.
Ella ladea la cabeza.
—¿Por qué?
No me gusta el rumbo que está tomando esta conversación, Grace
parece notarlo por lo que casi de inmediato, cambia de tema.
—No es necesario que respondas eso, lo siento —murmura —hablemos
sobre Katherine.
La sonrisa regresa a mi rostro.
—¿Katherine? ¿Qué relación tiene Katherine con mi carrera?
—Eso mismo quiere conocer el público —dice encogiéndose de
hombros—. Y creo que tu madre también.  Han salido rumores de que
ustedes han tenido una relación, parece que tus admiradoras quieren saber si
sigues disponible.
Me rio un poco. Desde que mi carrera había comenzado, la prensa
parecía tener una obsesión por crear una relación sentimental con mi mejor
amiga. Solo lo negué un par de veces, luego decidí que era perder el tiempo
porque nadie parecía creerme.
Pero Kath seguía teniendo la atención de la prensa, a ella no parecía
molestarle, y a mí no me significaba ningún problema, así que ninguno
hablaba al respecto.
—No creo que sea buena idea tocar el tema de Kat.
—Oh, dame algo, aunque sea, el más pequeño dato que no quiero morir
asesinada cuando tu madre me pregunte sobre las respuestas —me es
imposible retener la carcajada que abandona mi cuerpo ante su estado de
evidente preocupación. —No te rías, esa mujer puede ser verdaderamente
intimidante en ocasiones.
—Katherine y yo no tenemos nada, solamente somos mejores amigos,
desde hace años, en realidad —comienzo a hablar —no entiendo porque la
prensa intenta crearnos una relación que evidentemente no existe.
—¿Así que son mejores amigos? ¿Por qué entonces todos creen que son
una pareja? 
—La verdad no tengo idea. Supongo que tiene relación con nuestras
salidas frecuentes, y con los millares de historias fantasiosas de las fans,
que, por cierto, son bastante entretenidas —informo —asegúrate de escribir
eso.
Grace ríe, sin embargo, la observo escribir en su cuaderno las palabras
que acabo de decirle. Nuestra conversación se ve interrumpida por Ryan
entrando a la habitación, observa a Grace por algunos segundos antes de
centrarse en mí.
—Alex, necesitamos el último ensayo antes del concierto —informa —
lamento interrumpir tu trabajo Grace, pero tengo que llevarme a mi chico.
Grace se incorpora, se cuelga el bolso en uno de sus hombros mientras
toma sus cuadernos de la mesa.
—No hay problema —responde con una pequeña sonrisa—. Nos vemos
después —se gira hacia mí mientras eleva una de sus manos haciendo un
ademán de adiós.
—Hasta luego —pronuncio con una pequeña sonrisa. Cuando ella se
marcha, Ryan se cruza de brazos mientras camina hacia mí.
—¿Qué pasa? —cuestiono incorporándome de la silla.
—Grace y tú se llevan bien por lo que puedo ver.
—Somos amigos, ¿no es por eso que la escogiste a ella para escribir el
artículo? 
—Sí, tienes razón —confirma. Parece tener intención de decir algo más,
pero se detiene—. Es hora de irnos. Hay mucho trabajo que hacer aún.
Suspiro mientras comienzo a seguirlo, a pesar de todo, esta gira parecía
ser diferente, y comienzo a sospechar que eso tiene más relación con Grace,
de la que siquiera yo mismo quiero admitir.
 
El día del concierto llegó más pronto de lo pensado y ahora mismo,
estoy rodeado de varias personas preocupadas por mi aspecto.
—¡Solo diez minutos! —pronuncia mi madre entrando a la habitación
—deben darse prisa —indica hacia la chica que estaba encargada de mi
cabello.
—¿Cómo está todo ahí afuera? —inquiero hacia mi madre. Ella sonríe.
—Estupendo —asegura —todos esperan a verte.
Me abstengo de preguntar por Grace, no quería darle herramientas a mi
madre para enojarse, así que me limito a permanecer en silencio. Cuando
las chicas han acabado, me incorporo de la silla mientras busco con la
mirada mi guitarra, no podría subir al escenario sin ella.
—¿Estás listo? —me cuestiona Fernanda llegando hasta mí, ella era la
nueva chica encargada de la organización de la logística de los conciertos.
—es hora de hacer estallar ese escenario. —indica con un ademán.
—Sí, definitivamente estoy listo. Pero antes necesito mi guitarra.
—¿No la han traído ya? Debieron entregártela hace rato. 
—No, no está aquí —pronuncio. Ella maldice, la observo tomar el radio
que lleva en la mano para hablar con alguien—. Dime que sabes quién la
tiene.
—Eso estoy intentando averiguar —murmura sin mirarme.
—¿Qué? ¿A caso no sabes en dónde está?
—Vamos Alex, seguro cargas con muchas más —dice ella suspirando
—. ¿Por qué no tomas alguna otra mientras yo intento localizar la otra?
—No —sentencio —así que es mejor que me digas en donde o a quien
carajos se la diste.
—Alexander, es hora de que salgas —indica mi madre —¿qué hacen
aquí?
—No encuentran mi guitarra —le informo —Y no planeo subir a ese
escenario sin ella.
—Alex…
—No voy a subir al escenario si no la tengo conmigo.
Mi madre da un paso en mi dirección, endureciendo la mirada. Me
mantengo firme a pesar de que sé que comienza a impacientarse.
—No vas a retrasar un concierto solo porque no tienes una vieja guitarra
contigo —espeta —tomarás una de las tantas que trae el equipo como
repuesto y saldrás, que faltan cinco minutos para comenzar.
—Fue un regalo de papá —le recuerdo —nunca subo sin ella, esta no va
a ser la excepción.
La guitarra fue el primer regalo de mi padre en mi primer concierto,
tenía un valor sentimental enorme para mí, no me perdonaría nunca
perderla. Después de todo, es lo único que me queda de él. Subir al
escenario con ella me hace sentir que todavía está conmigo, que está a mi
lado, o en algún sitio del público. Y eso me hace tener la valentía para salir
frente a miles de personas en cada concierto.
—¿Buscan esto? —volteo hacia Ryan, él sostiene mi guitarra en una de
sus manos mientras se acerca —deben ser más cuidadosos, alguien pareció
olvidarla a mitad del pasillo.
La tomo, colgándomela en la espalda y girando hacia el equipo de staff.
—Si alguien extravía esta guitarra, puede considerarse despedido —
espeto antes de esquivar a mi madre para salir del camerino.
Me coloco en el sitio que me corresponde y le hago un ademán al chico
de los controles para indicarle que es hora, él responde de la misma manera
y pronto, el movimiento de la plataforma me indica que estoy por salir al
escenario.
Cierro los ojos.
“En el escenario, tú tienes el poder, no hay nadie más que tenga el
control que tú. Disfrútalo, da todo de ti porque vale la pena hijo.”
Las palabras de mi padre se reproducen en mi mente, como de
costumbre antes de cada concierto. Pareciera que lo tengo aquí, a mi lado
diciendo que sería increíble.
Cuento los segundos, tres, dos, uno.
Los gritos parecen incrementar de intensidad, la luz me ciega por
algunos instantes antes de acostumbrarme a ella, sonrío mientras siendo a la
plataforma volverse firme antes de dar un paso.
—¡Buenas noches! —mi habitual saludo hace que los gritos estallen. —
¿Están listos para comenzar?
Las luces estallan a mis costados en el momento justo en el que el
primer sonido producido por la guitarra se hace escuchar. Sé de memoria el
itinerario, la banda comienza a tocar y en segundos, mis dedos recorren las
cuerdas de manera inconsciente.
Elevo la vista, y a pesar de la distancia la reconozco. Brinca con
emoción mientras aplaude. Grace está ahí y luce realmente radiante.
La sonrisa de mi rostro se ensancha mientras comienzo a cantar la
primera canción, dejo de mirarla para centrarme al frente y ahí, justo en ese
preciso momento, esto se siente bien. Tanto como hace mucho tiempo no se
sentía.

 
 
 
 
11 VERDADES QUE DUELEN
 
Grace Baker.

N unca imaginé que podría interesarme tanto en la vida de


alguien como lo estoy haciendo con Alexander, y esto va más allá
de mi trabajo, mucho más.
He cumplido con las entregas para Oliver, le he enviado las páginas
correspondientes y he empezado con nuevas anotaciones, sin embargo, una
punzada de curiosidad me dice que hay mucho más de lo que Alex está
dispuesto a contar.
Ryan dijo que no podía mencionar a su familia, que podía escribir sobre
cualquier cosa excepto sobre las cuestiones familiares de Alex, y tal vez he
descubierto la razón. Deslizo la pantalla del celular, leyendo uno de los
tantos artículos que mencionan la intervención de Marian Campbell en la
carrera de su hijo.
Palabras como “fiera” “Madre sin corazón” y “abusiva” son algunas de
las que se encuentran refiriéndose a la madre de Alex, innumerables
menciones sobre la supuesta presión que ejerce sobre su hijo, y la manera
en la que no lo deja descansar. Hay fotografías de Alex demasiado cansado
que no parecen ser reales, pero he visto de primera mano lo intensa que la
mujer puede ser, así que comienzo a creer que todo lo que dicen, es real.
Antes de que pueda seguir considerando mis dudas respecto a la señora
Campbell, la pantalla cambia y una llamada entrante se muestra en ella.
Una pequeña sonrisa se coloca en mis labios cuando leo el nombre de
Alexander.
—Hola —saluda apenas respondo —. ¿Estás ocupada?
—No en realidad—informo —¿por qué? ¿Has acabado los ensayos?
—Así es, tengo la tarde libre según palabras de Ryan así que me
preguntaba si tienes en mente algún plan para hoy.
—Quedarme en cama suena realmente bien —confieso soltando una
risa—. Estoy demasiado agotada como para salir ahora.
—Oh, en ese caso ¿comida y una buena película te parece bien?
—Me parece estupendo. —aseguro dejándome caer contra el colchón,
sintiendo mi corazón retorcerse con fiereza
—Bien estaré ahí en unos momentos —promete. Luego de eso se
despide y cuelga la llamada. Pasan cerca de quince minutos hasta que un
par de toques en la puerta se hacen escuchar. Sonrío otra vez,
incorporándome y abriendo la puerta sin demorarme.
—Vienes preparado ¿eh? —Lo observo sacar todas las bolsas y botellas
de refresco sobre el pequeño espacio que era acondicionado como comedor
—es demasiado para solo dos personas.
—No, nunca subestimes la habilidad de comer —responde soltando una
risa —no sabía que era de tu agrado así que traje de todo un poco.
—Sí, puedo darme cuenta de eso. —Alex rodea la pequeña barra y llega
hasta el colchón, lo observo tomar el control y encender la televisión.
—¿Algo que desees ver? 
—Cualquier cosa que quieras está bien —articulo mientras comienzo a
sacar la comida en algunos recipientes, cuando está listo camino hacia él
dejando un par de recipientes entre nosotros.
No reconozco la película que comienza a reproducirse frente a nosotros,
así que centro mi entera atención en ella. Alex saca su celular, toma una
fotografía de la pantalla y la comida lo que me hace sonreír.
—¿Eres de esos que le sacan la foto a la comida? —Sus labios se
crispan en una sonrisa cálida.
—Soy de los que piensan que hay que guardar un buen momento —
corrige.
Compartimos una mirada, la sonrisa no desaparece de sus labios y
mantiene el contacto por un par de segundos antes de desviar su atención al
frente. No hablamos mucho, apenas lo hacemos en realidad y solo nos
vemos interrumpidos cuando cerca de media hora después, el celular de
Alex suena.
No quiero molestar ni ser entrometida, así que no pregunto, solamente
lo miro hacer una mueca y es él quien habla.
—Es mi madre —informa. Lo observo deslizar el dedo por la pantalla
mientras apega el celular a su oreja—. Hola mamá—. Se incorpora de la
cama y se aleja unos cuantos pasos, sin embargo, soy capaz de escuchar lo
que dice—. No, ha acabado ya. ¿Ahora? ¿De verdad? Mamá no puedo
estoy… sí, de acuerdo.
Cuelga la llamada y regresa hasta donde me encuentro, su buen humor
se ha esfumado por completo, eso es evidente.
—Lo lamento, tengo que irme —dice tomando una inhalación—. Mi
madre tiene algunos compromisos, tengo que ir con ella.
—Ryan dijo que podías descansar —le recuerdo —¿por qué no le dices
que no?
—No puedo hacer eso. No puedo decirle que no —sacude la cabeza al
hablar.
—¿Por qué? —me incorporo de la cama—. Alex descansar un poco no
le hará daño a nadie, tu madre debería de entender eso.
—Sí, bueno, tampoco me hará daño ir con ella —afirma—. Nos vemos
luego.
—Alex…—insisto.
—No quiero terminar en una discusión contigo, Grace —murmura casi
mortificado —es mi vida ¿de acuerdo? Yo sé cómo tratar con mi madre, no
necesito que nadie me diga cómo tengo que reaccionar con ella.
—Pues no lo parece —afirmo cruzándome de brazos. Eleva una de sus
cejas, sé que es una malísima idea lo que diré, pero no puedo retenerlo. —
Dices que sabes cómo tratar con ella, pero como yo lo veo, ella te maneja a
su antojo Alex.
—Ah, ¿sí? ¿Ahora crees que has estado lo suficiente aquí como para
juzgar a mi madre? Llevas menos de dos meses Grace, no conoces nada de
este mundo, antes de este trabajo seguramente jamás habías tenido contacto
con este ambiente, no es un cuento de hadas.
—Puede que no, pero sé distinguir cuando alguien está infeliz con lo
que está haciendo.
—No, no tienes una maldita idea…
—¡Tú mismo lo dijiste! —grito con impaciencia—. ¿O ya lo olvidaste?
No estás feliz con esto Alex, y no sé porque todos están tan ciegos que no
se dan cuenta. No sé porque todos actúan como si estuvieras bien cuando es
más evidente que no lo estás. Esa mujer te controla a su antojo… ¡como un
maldito títere!
Mi grito se suspende en el aire, su mirada cambia, se endurece mientras
frunce levemente las cejas. Cierro los ojos, soltando una maldición tan bajo
que estoy segura que no ha conseguido escucharme.
—Lo lamento —murmuro —no quise…
—Claro que quisiste —afirma—. No sabes nada de esto, no tienes el
derecho de formar una opinión por algo que dije estando enojado.
—¿Entonces lo que dijiste es una mentira? —cuestiono—. ¿Mentiste
cuando le dijiste a tu madre que esto es un infierno?
—No es algo que te incumba en todo caso —afirma. No me da
oportunidad de responder, camina por el pasillo y lo último que escucho, es
el sonido de la puerta siendo cerrada con demasiada fuerza.
—Increíble, Grace —murmuro para mí misma, me dejo caer sobre el
colchón observando la comida que aún permanece sobre la cama —lo has
arruinado todo.
 
No he hablado con Alex desde ayer. Esperaba poder hablar con él
cuando llegara la hora de la entrevista habitual, sin embargo, cuando fui a
verlo, Ryan dijo que pasaría toda la mañana ensayando por lo cual
tendríamos que posponer los tiempos establecidos para la entrevista hasta
después de que el ensayo acabase, lo que en realidad significa esperar varias
horas más.
He avanzado lo suficiente, así que decido ir hacia la sala de ensayos, en
donde Paul mencionó que Alex estaría. Una parte de mí quiere disculparse
por lo que ocurrió, sin embargo, una más grande repite que lo que pasa con
Alex, no amerita que me disculpe.
Cuando entro a la sala, la música hace eco en cada pared, mi vista
inmediatamente viaja hasta la tarima que han colocado en donde Alex se
mueve, siguiendo el ritmo de lo que creo es una nueva coreografía.
Avanzo hasta la fila de asientos que hay disponibles, me escabullo en
uno de los tantos que están vacíos y solo entonces, la atención de Alex pasa
a mí. Lleva una camiseta sin mangas, mostrando los músculos firmes de sus
brazos. Una capa de sudor cubre su cuerpo haciendo que la tela de algodón
se pegue a su torso.
Él deja de mirarme, pero yo no consigo apartar la vista de él. Por alguna
razón, luce distinto. En determinado momento se detiene y mueve el cuello,
luce cansado, no luce bien, pero parece que ninguno de los presentes se ha
percatado de ese detalle.
—Creí que no vendrías —me sobresalto cuando escucho la voz de Paul
—¿Cambiaste de opinión?
—No tengo nada mejor que hacer —expreso —¿Hace mucho que está
ensayando?
Señalo a Alex con la cabeza. Paul frunce los labios.
—Mucho, en realidad —admite —comenzó desde las siete.
Miro la hora en mi celular, son casi las dos de la tarde así que elevo la
mirada incrédula.
—Sí, lo mismo pienso —dice Paul —solo se detuvieron para que Alex
comiera un poco, y continuaron. La señora Campbell quiere una nueva
coreografía en el concierto, y Alexander como siempre…no se negó.
Algo se revuelve en mi pecho cuando Paul dice aquello, recuerdo
nuestra discusión, la manera en la que parecía tan a la defensiva cuando
mencioné a su madre.
—Cinco horas de ensayo es demasiado —mascullo —¿no ha comido?
Debería haber comido algo.
Paul se encoje de hombros, dejándome saber que no tiene idea. Un dejo
de molestia se instala en mi pecho, ¿por qué nadie parece darse cuenta del
estado de Alex?
Suelto un soplido y me incorporo, no respondo las preguntas de Paul
mientras salgo de la sala hacia el pasillo, en donde recuerdo haber visto una
máquina expendedora.
Me toma apenas cinco minutos localizarla, me siento aliviada en cuando
miro las barras energéticas y la soda que hay, no es algo muy saludable,
pero es mejor que nada.
Cerca de diez minutos después, estoy de regreso. Ignoro la mirada de
Paul mientras atravieso la sala y me acerco, sin embargo, cuando estoy a un
par de metros, una chica me detiene.
Tania, como recuerdo que se llama la asistenta de Alexander, se coloca
frente a mí.
—¿Qué crees que haces?
—Voy a llevarle esto —señalo lo que traigo en las manos.
—No puedes interrumpir un ensayo —objeta —dámelo y se lo…
—No, gracias —le sonrío falsamente —ahora, déjame pasar.
Cuando está por oponerse, la voz firme de Alex se escucha.
—Déjala, Tania —la chica no parece demasiado convencida, sin
embargo, deja de oponerse.
Tomo una inhalación antes de avanzar hacia la tarima. Alex me hace un
gesto para que suba, así que voy hacia el costado izquierdo y subo las
escaleras. La música se ha detenido así que supongo que es una especie de
descanso.
—¿Comida? —elevo la soda y la barra energética.
Solo entonces me percato de las ojeras debajo de sus ojos y la palidez
de su rostro.
—¿Estás bien?
—Sí —dice dando un par de pasos hacia mí —solo estoy cansado.
Extiendo la comida hacia él, una pequeña sonrisa se extiende en su
rostro cuando las mira y las acepta.
Su piel está más pálida, y el sudor en su cuerpo no mejora su aspecto.
Arruga la frente por un par de segundos y cuando está por decir algo, la voz
de su madre se escucha.
—¡Alexander, a este ritmo jamás vamos a acabar! —soy consciente de
la forma en la que el musculo de su mandíbula se cuadra, la sonrisa
desaparece y suspira.
—¿Puedes darme un segundo para comer? —inquiere girando hacia su
madre.
—Comerás cuando dejes de equivocarte en la coreografía —dice ella
con firmeza —y Grace, baja de ahí. Creí haber dicho que las entrevistas
serían después.
De un segundo a otro un chico del staff se acerca y le arrebata la comida
de las manos, son un par de segundos en los cuales la mirada de Alexander
se ensombrece, y me mira con una emoción desconocida en los ojos.
—Baja, Grace —casi ordena antes de darme la espalda.
Joder, ¿qué ha sido eso?
Bajo porque no quiero que la señora Campbell termine llamando a
seguridad, sin embargo, no me aparto de la tarima, permanezco lo
suficientemente cerca para observa a Alex tomar su posición de nuevo, y
continuar con el ensayo.
Pasan cerca de quince minutos más, no me aparto aun cuando Paul dice
que debería hacerlo. Hay algo que me dice que no debo apartarme, algo que
no entiendo que me hace intuir que debo estar cerca.
Y solo lo entiendo cuando de pronto, Alex deja de moverse aun cuando
la canción no acaba.
—¡Alexander! —su madre lo reprende —maldición tendremos que
empezar otra vez.
Algo se revuelve con furia en mi pecho cuando Alex se aparta y cierra
los ojos.
—Necesito un segundo —dice inclinándose hacia adelante, con las
manos en sus rodillas.
Lo sigo con la mirada, percatándome de los pasos inestables que da
mientras se aparta más, los chicos de la banda y un par de bailarines lo
miran con preocupación, y ahí dejo de razonar.
Corro hacia las escaleras, reconozco la voz de la señora Campbell
llamándome, pero la ignoro porque no pretendo detenerme, no cuando Alex
luce demasiado mal.
—¿Alex? —corro hacia él —¿Alex te sientes bien?
Me coloco de frente, mis manos se colocan a los costados de su cuerpo
y el sudor frío me alarma.
Su mirada me enfoca, su piel se torna más pálida y arruga la frente.
—No —es un susurro débil, el único sonido que brota de sus labios
antes de desvanecerse por completo justo entre mis brazos.
 
 
 
 
 
12 REALIDADES QUE DUELEN
 
Alexander Campbell.

M i cuerpo se siente cansado, la luz blanca me ciega apenas


intento abrir los ojos y una sensación de fatiga me envuelve por
completo, me quejo cuando el dolor en mi cabeza se presenta, estoy
confundido porque no sé qué es lo que ha pasado.
—Despertaste —arrugo la frente tratando de acostumbrarme a la luz —
iré por el doctor.
Apenas reconozco la voz de mi madre antes de quedarme solo otra vez,
me toma varios segundos poder acostumbrarme a la iluminación sin tener
que cerrar los ojos, cuando consigo ver a mi alrededor, los doctores ya han
entrado.
—Alexander, es bueno ver que despiertas —me siento débil, la
sensación de fatiga no se va y es como si de alguna manera me costara
respirar.
—¿Qué pasó?
—Bueno, parece que sometiste a tu cuerpo a un esfuerzo que
sobrepasaba tus límites —dice el médico —que, combinado con los efectos
secundarios de las pastillas para dormir, fue una especie de bomba para tu
organismo.
—¿Efectos secundarios? —intento comprender en realidad por qué
estoy aquí —no entiendo…
—Tu sistema muestra que consumes regularmente pastillas para dormir,
muchas de las marcas de somníferos traen consigo efectos secundarios, el
esfuerzo excesivo junto con la falta de alimentación, hicieron que tu cuerpo
colapsara.
Una mirada comprensiva es lanzada hacia mí y solo en ese momento
recuerdo todo.
Recuerdo la discusión con Grace, recuerdo a mi madre exigiendo más
coreografías en mis presentaciones, recuerdo también la forma en la que
discutimos cuando me negué y volvió a usar sus amenazas en mi contra.
Y recuerdo bien como pensé que sería buena idea tomarme dos pastillas
para dormir pensando que podría sentirme mejor luego de dormir por largo
rato.
—¿Estará bien? —la voz de mi madre vuelve a escucharse —¿puede
realizar sus presentaciones?
—Va a recuperarse, pero deberá tomar dos días para reponerse, nada de
esfuerzos, o puede volver a colapsar.
No digo nada, permanezco en completo silencio mientras el doctor sale,
y me preparo para lo que viene a continuación.
—Pastillas para dormir —espeta —¿desde cuándo las consumes?
—Casi todos los días desde hace tres años —cierro los ojos —¿por qué
te sorprende? Aunque aclaro, nunca había tomado más de una.
Suspira, la miro pellizcar el puente de su nariz y me sorprende que no
haya comenzado a gritar y a reprenderme.
—¿Por qué no dijiste que te sentías mal?
—Te pedí un momento para comer, ¿lo olvidas? Y dijiste que no —la
amargura envuelve mi tono de voz —¿por qué te preocupas? Escuchaste el
doctor, estaré bien, no tienes que preocuparte por las presentaciones.
Cierro los ojos sintiéndome agotado, hay un leve mareo en mi cabeza
que me hace sentir peor de lo que creo en realidad me encuentro. Y solo sé
que va a ponerse peor cuando Ryan entra.
—Alex, ¿estás bien? —inquiere acercándose —¿Te sientes bien?
¿Necesitas algo?
—Estoy bien —murmuro.
Cuando escucha mi respuesta, se gira hacia mi madre.
—Hay descansos, Marian —sisea —Cinco malditas horas lo tuviste
ensayando, ¿crees que eso es saludable?
—Ryan…
—¡Hiciste que colapsara! —arrugo el rostro cuando él grita, el dolor de
cabeza aumenta y siento que mi cabeza va a estallar —Grace me dijo que
no dejaste que comiera, Alex te pidió un momento y no se lo diste, ¿en
dónde tienes la maldita cabeza?
—¡Debíamos avanzar!
—¡Ni siquiera consultaste las malditas coreografías conmigo!
—¡Basta! —mi grito los sobresalta a ambos —basta, por favor.
Un silencio se instala entre nosotros, estoy demasiado agotado como
para tolerar discusiones.
—¿Pueden dejarme solo? Quiero descansar.
Ellos están por darme una respuesta cuando la puerta se abre, el delgado
cuerpo de Grace se desliza por la abertura de la puerta, pero se detiene
cuando mira a mi madre y a Ryan.
—Oh, lo siento —se disculpa —el médico dijo que podía pasar…
—Alex quiere estar solo —interviene Ryan —será mejor que…
—No —lo detengo —quiero que se quede.
Centro la mirada en ella, Grace me sonríe y mi rostro se relaja, el
recuerdo de la manera en la que subió para darme comida aun cuando ni
siquiera Tania se había preocupado por eso, vuelve para clavarse en mi
mente.
—Quédate —pido.
Ryan y mi madre salen sin volver a intervenir, Grace mira sobre su
hombro cuando se han marchado y cuando nos quedamos solos, vuelve la
mirada hacia mí.
Se acerca con lentitud, se desliza en el asiento que está a un costado de
la cama en la que me encuentro, y sonríe.
—¿Cómo te sientes?
—Como si un camión me hubiese pasado encima —confieso —y como
si fuese capaz de dormir mil horas.
—Creo que es algo que se puede esperar.
Entorno la mirada hacia ella, por la forma en la que muerde su labio y
me observa con preocupación, sé que lo sabe.
—Te dijeron lo de las pastillas, ¿no es cierto?
—Lo escuché cuando el doctor dio el informe —explica —me
preocupé.
—Fui un idiota —suspiro —creí que dos serían suficientes como para
poder descansar bien, pero se me agotaron y el chico del staff trajo unas
distintas a las que suelo tomar, así que no consideré que podría tener algún
efecto.
Me sorprendo cuando Grace se incorpora del asiento y camina para
acercarse, se coloca en el borde del colchón, tan cerca de mi cuerpo lo que
me resulta reconfortante.
—Fue peligroso —su mano se coloca sobre mi pecho —nos
preocupaste a todos en cuanto te desvaneciste. Debiste decir que te sentías
mal.
—¿Para qué? Me iban a dar un par de pastillas que no harían
absolutamente nada, no hubiese hecho la diferencia.
—Alex…
—Esto es tan jodido, Grace —interrumpo, pero siento la necesidad de
decirlo, tengo que hacerlo. No puedo seguir callando todo el mar de
emociones que amenazan con ahogarme.
—Sí, puedo darme cuenta de eso —toma mi mano y su gesto me
reconforta.
No tiene esa mirada de lastima, o compasión. Solo hay un par de ojos
marrones que me observan con dulzura, con preocupación, que me
observan como nadie me ha mirado antes.
—Intento hacerlo lo mejor que puedo, pero no parece suficiente.
Siempre van a exigir más y más, y no sé cuánto tiempo más podré tolerar
sin que esto acabe conmigo.
Cierro los ojos sintiéndome sofocado otra vez, sintiendo que vuelvo a
sumirme en el foso del cual parecía haber emergido desde que Grace
apareció. Sin embargo, momentos como este me hacen dudar de si en
verdad he salido, o solo me estoy engañando a mí mismo.
Un toque suave me hace abrir los ojos, los dedos de Grace se pierden en
mi cabello dejando caricias suaves que hacen que toda la tensión de mi
cuerpo desaparezca.
—Lo estás haciendo excelente —susurra —no sé la clase de relación
que tienes con tu madre y no voy a pretender que la entiendo, pero estoy
preocupada. Preocupada de que algo como esto ocurra otra vez.
—Ocurrió porque fui descuidado al tomar las pastillas —intento restarle
importancia —pero estaré bien.
—Eres un mentiroso.
—Y tú eres tan buena, lamento ser un idiota contigo.
—Está bien —continúa acariciando mi cabello —ahora debes descansar.
Cuando intenta incorporarse, mi mano se envuelve alrededor de su
muñeca, impidiéndole avanzar.
—Quédate, por favor.
Cuando me dedica ese gesto tan bonito, cuando su sonrisa causa un
vuelco en mi pecho y sus ojos me atrapan, lo sé.
Sé que lo que siento por Grace, va mucho más allá de una atracción. Lo
sé por el sentimiento que me envuelve cuando está cerca, por cómo todo se
apaga, por cómo este infierno…parece ser un paraíso con su cercanía.
 
Grace Baker.
Alex se recuperó rápido, permaneció el resto del día en el hospital y
cuando lo dejaron salir, su salida fue un caos. Había reporteros esperando
por saber las causas del ingreso de la estrella del momento a un hospital, y
luego la llegada al hotel fue un caos similar.
La madre de Alex parecía sorprendentemente al margen, escuché un par
de discusiones entre ella y Ryan que parecía que cumplieron con su
propósito de apaciguar a la fiera.
Los ensayos se cancelaron junto con la idea de las nuevas coreografías,
así que, según Ryan, Alex podría concentrarse en descansar este par de días
antes del nuevo concierto.
—Grandioso, lo único que necesitaba —Alex golpea la mesita de noche
—que se llevara las malditas pastillas.
—¿Tus pastillas?
—Las pastillas para dormir —dice en un suspiro —se las llevó todas y
ahora seguramente le ha dado la indicación a cada persona de no
comprarme más.
Arrugo la frente ante la imagen que tengo de él.
—Parece como si estuvieses en abstinencia —me cruzo de brazos —
dijiste que no eras adicto.
—No lo soy —vuelve a suspirar —pero a veces prefiero dormir
profundamente para recuperar energías. No es lo mismo que estar dando
vueltas en la cama fingiendo que estoy dormido.
Sonrío levemente acercándome a él.
—Por suerte para ti, tienes dos días de descanso. Y ya que no tenemos
que hacer entrevistas, creo que podemos pasar tiempo juntos. Ver una
película, o algo así —me encojo de hombros —¿te parece?
—En realidad, necesito un poco de aire fresco —frunce los labios —lo
que resulta imposible, porque no puedo salir de…
—Claro que puedes —una idea se me cruza en la mente.
Una muy loca y probablemente no tan buena idea, porque puedo acabar
despedida, pero no puedo dejarla pasar.
—¿Cómo…?
—Toma una ducha, ponte una ropa cómoda y espera a las diez, cuando
tu madre no tenga la tentación de buscarte —mientras hablo, busco el
número de Paul en mi celular.
—¿Qué vamos a hacer?
—Te daré un poco de aire fresco —le dedico un guiño —confía en mí.
Una sonrisa se extiende por sus labios, me dedica un asentimiento y es
todo lo que necesito para salir de la habitación, marco el número de Paul y
cuando me contesta, me preparo para darle la larga lista de cosas que
necesito hacer.
 
A las diez en punto, hay un auto esperando por nosotros frente a la
entrada trasera del hotel. Alexander se volvió un poco paranoico cuando le
confesé que mi idea de darle un poco de aire fresco consistía en
escabullirnos del hotel en la noche, sin avisar a nadie más que a Paul.
Me tomó dos horas preparar todo, conseguir un auto y buscar un lugar
adecuado al que podamos asistir sin el riesgo de ser perseguidos por la
prensa.
—Esto es emocionante —admite Alex una vez que estamos en el auto
—¿A dónde iremos?
—Eso es una sorpresa —lo miro —pero va a gustarte.
Sonríe levemente, su piel ha perdido la palidez y luce mucho más
animado que en todas las veces anteriores en las que hemos estado juntos.
Lleva unos pantalones deportivos, una camisa negra a juego con su habitual
chaqueta de cuero, obteniendo toda la apariencia de un chico rebelde.
—Me gusta que me mires, pero me siento intimidado —su voz consigue
traerme de vuelta, parpadeo sintiéndome avergonzada.
—Lo siento, es solo que luces bien —confieso —como todo un chico
rebelde.
El sonido de su risa me envuelve, el sonido ronco llega hasta mí y
produce una sensación en mi pecho que me hace sentir bien…casi…
satisfecha.
—Soy todo, menos un chico rebelde, créeme.
Mantiene una sonrisa suave en los labios mientras desvía la atención
hacia la ventanilla. Nos encontramos en Washington, una de las últimas
paradas antes de que la gira acabase.
La ciudad es enorme, con sus miles de luces de colores y los autos
pasando es difícil encontrar un sitio en donde poder pasar tranquilamente un
momento, pero luego de dos horas de búsqueda, lo encontré. Y realmente
esperaba que a Alexander le pareciera también un buen lugar.
Hacemos el resto del camino en silencio, el auto se detiene en nuestro
destino: el arboreto nacional.
Hay una vista impresionante de la casa blanca, el lago reluce y parece
brillar con la luz de la luna, una atmosfera de paz y tranquilidad se respira
apenas bajamos y atravesamos el parque.
—Bienvenido a tu momento para tomar aire fresco —susurro hacia
Alex.
Él se mantiene mirando alrededor, no dice nada mientras avanzamos
hasta la fila de escalones que hay frente al lago. La brisa fría nos envuelve y
el vapor brota de nuestros labios, pese a eso, esto parece ser un momento
tan tranquilizador para ambos.
—Es impresionante —dice deteniéndose frente al lago —no creí que
pudiese lucir tan asombroso.
—Fue complicado encontrar un sitio en donde no ser perseguidos —
bromeo —pero lo hallé.
Nos colocamos en los escalones, Alex esconde las manos en sus
bolsillos y cruza las piernas como en una posición de yoga. Mantiene la
mirada al frente, con las comisuras de los labios inclinadas en una suave
sonrisa.
—¿Por qué haces esto por mí, Grace? —voltea, su mirada azul profunda
parece traspasarme y las palabras salen tan de repente que no encuentro una
respuesta inmediata.
—¿Tiene que haber una razón? —inquiero —necesitabas un respiro, y
quise dártelo.
—No me refiero solo a este momento —aclara —me refiero a todo lo
que has hecho por mí desde el momento en el que llegaste.
No deja de mirarme, sus ojos poseen una curiosidad que no se acaba,
sino que, por el contrario, parece creer mucho más con cada segundo. ¿Por
qué hago esto? Ni siquiera yo sé la respuesta especifica.
Pero sé una cosa, sé que Alexander Campbell no es ese chico que
aparenta ser feliz delante de las cámaras, sé que lo que todos creen que es
su sueño, en realidad pareciera ser una pesadilla. Sé que pide ayuda a gritos
silenciosos, gritos que nadie escucha, o nadie quiere escuchar.
—Porque me preocupo por ti —mi voz brota en un susurro suave —me
importas, y no tienes idea de la forma en la que mi corazón se rompe un
poco cuando noto lo mal que todo esto te hace.
Sacude la cabeza como una forma para debatir mis palabras. Cuando
saca las manos de su bolsillo, no pienso demasiado en extender la mano
para tomar la suya.
—Creo…creo que necesitas de alguien que se preocupe y cuide de ti. Si
puedo ser esa persona durante este tiempo, lo seré. Tal vez no pueda
enfrentar a tu madre, pero haré lo posible para darte momentos como este.
Es lo que se hace por las personas que aprecias, ¿o no?
—Supongo que si —su sonrisa se vuelve un poco más radiante, y
afianza el agarre en nuestras manos.
No hace el ademán de soltarme y yo deseo que no me suelte jamás.
 
 
 
 
 
 
13 COLAPSOS IMPREVISTOS
 
Alexander Campbell.
 

C ada día que paso a lado de Grace, confirmo que estar con ella
se siente como una especie de respiro. Como si estuviese
contendiendo la respiración, pero estar a su lado se sintiera como tomar una
gran bocanada de aire.
Pasamos un par de horas en el arboreto nacional, simplemente hablando
de cualquier cosa, de mi música, de su trabajo, simplemente…hablando. Y
tener ese momento con ella se sintió exactamente como lo que necesitaba:
como aire fresco.
Nos vemos obligados a volver al hotel cuando la temperatura desciende,
son cerca de las dos de la mañana cuando llegamos porque decidimos dar
un recorrido nocturno en auto antes de tener que regresar. Y a pesar de que
me siento recuperado, mi cuerpo se siente agotado.
Conseguimos entrar sin ser vistos por nadie de mi equipo, lo he pasado
tan bien que realmente no deseo que Grace se marche, pero soy demasiado
cobarde como para pedirle que se quede en la habitación.
—Creo que debería dejarte descansar—expresa cuando ingresamos a la
habitación.
—No, estoy bien —aseguro sentándome al borde de la cama.
—¿De verdad? —cuestiona —son cerca de las dos de la mañana, y no
estás completamente recuperado.
—He resistido cosas peores, no te preocupes.
—Alex, no porque seas una súper estrella tienes que fingir estar bien. Es
de humanos agotarse, y más con el ritmo de vida que llevas.
Suspiro. Una de las tantas cosas que he podido darme cuenta de Grace,
es que observa cada pequeño detalle que he intentado ocultar. Y no sé cómo
sentirme al respecto, no sé cómo sentirme ante el hecho de creer que ella
comienza a descubrir todo aquello que deseo esconder.
—No quiero discutir contigo —extiendo la mano para tomar la suya —
sé que te preocupas, eres una de las pocas personas que lo hace, y lo
agradezco, de verdad. Pero ambos sabemos a dónde nos conducirá esta
conversación.
—Confío en que somos amigos y si alguna vez necesitas hablar de
alguien sobre lo que sea, estaré aquí —pronuncia.
Y a pesar de que sé que su presencia es solamente para escribir sobre mi
vida, se siente bien tener a alguien que se preocupa por mi bienestar. Que
estuviera a mi lado, se siente bien que, después de mucho tiempo, alguien
en verdad consiguiera ver a través de esa faceta de chico feliz y exitoso.
Asiento, es todo lo que puedo hacer. Grace permanece en silencio por
varios segundos antes de ponerse de pie y encaminarse hacia el baño.
Cuando la puerta se cierra, me acomodo sobre la cama. Un suspiro brota de
mis labios mientras mantengo la mirada fija en el techo.
¿Por cuánto tiempo más tendría que soportar esto? ¿Por cuánto tiempo
más sería capaz de ocultarlo?
Cierro los ojos, ante el pensamiento del que definitivamente, no
aguantaría demasiado antes de explotar.
Grace sale del baño un par de minutos después, se acerca hasta la cama
y se desliza hasta que nuestros cuerpos quedan uno al lado del otro, por
instinto, me apego a ella para sentirla más cerca.
—Luces verdaderamente agotado —extiende la mano para acomodar mi
cabello y sonríe levemente —puedo irme…
—Quédate —pido sin pensármelo mucho, mis ojos comienzan a pesar,
y el sueño parece haber decidido apoderarse de mí.
En una situación habitual, tendría que recurrir a los fármacos para
conseguir un poco de descanso, sin embargo, ahora todo se siente distinto.
Grace no protesta. Cierro los ojos y por inercia, dejo descansar mi
cabeza en el hueco de su cuello, inspiro el aroma a dulce que brota de ella,
casi como caramelo. Sonrío levemente, sintiendo esa paz que pocas veces
podía disfrutar embriagarme por completo, y hacerme experimentar una
estadía en el lugar más placentero en el que alguna vez he estado.
Esa noche, tengo la mejor noche de mi vida, duermo en paz, sin la
necesidad de ninguna pastilla para dormir.
 
Grace Baker.
Alex se duerme contra mi cuerpo, una extraña pero agradable sensación
me envuelve cuando noto su respiración tranquila, cuando me doy cuenta
de lo en paz que luce. No quiero moverme por el riesgo a despertarlo, pero
comienzo a estar incomoda en la posición en la que me encuentro, así que
me deslizo sobre las almohadas y Alexander se remueve, deslizándose
conmigo también.
Mis párpados comienzan a pesar, la cercanía de Alex me resulta
reconfortante. Tan cálida, tan tranquila, mi momento se rompe cuando el
celular suena, me sobresalto sacándolo de mi bolsillo mientras leo el
nombre de Oliver en la pantalla. Son casi las tres de la mañana, y me
extraña tanto que esté llamando, sin embargo, contesto al mismo tiempo
que me escabullo fuera del colchón.
—Grace, lamento llamar a esta hora, pero he terminado de revisar tus
avances.
—No hay problema —le dedico una corta mirada a Alex y decido salir
de la habitación. —¿Qué te ha parecido?
—Es justamente lo que esperaba de ti. Pero necesito más. Recuerda, no
queremos vender la imagen de Alexander como artista, sino como persona.
La gente necesita leerlo y sentir una conexión con él. Sus lados humanos,
esos lados que no se pueden ver bajo los reflectores.
—De acuerdo, lo entiendo —cierro los ojos por unos instantes —veré
que puedo conseguir.
—No espero menos de ti, gran trabajo hasta ahora, Grace.
Es todo lo que dice antes de colgar, miro el celular antes de apagar la
pantalla y girarme para volver dentro. Cuando mis manos se colocan en el
picaporte, dudo en entrar, Alex está dormido, no tendría por qué volver.
Quédate.
Una sonrisa se cuela por mis labios cuando recuerdo su petición, así que
lo decido. Giro el pomo, y abro la puerta. Camino hasta la cama,
deslizándome de nuevo al costado libre, tan cerca del cuerpo de Alex que el
nerviosismo me recorre de nuevo. Las comisuras de mis labios se curvan en
una sonrisa mientras recorro su rostro con la mirada, extiendo la mano,
trazando una línea invisible por el contorno de su mandíbula, la suavidad de
su piel aumenta levemente mi sonrisa.
Lleva la barba perfectamente recortada, su mandíbula marcada reluce
por la posición de su rostro, y cuando observo la nariz perfilada me hace
envidiarlo. Mientras lo observo, tengo la misma intriga… ¿Cómo puede con
tanto? No encuentro una respuesta, pero mientras lo miro, sintiendo el
sueño crecer en mi sistema, me digo a mí misma que estaré aquí, tanto
como se me permita estarlo.
 
A la mañana siguiente, la voz en tono molesto me despierta. Parpadeo
intentando despabilarme mientras me acostumbro a la luz que hay en la
habitación.
—Debemos hacer lo que sea para que esas imágenes se borren —la voz
de Alex se escucha desde el otro lado —no quiero involucrarla en esto,
Ryan.
Me incorporo, me toma un par de segundos recordar que he pasado la
noche en la habitación de Alex consiguiendo que un dejo de vergüenza me
invada. Aparto las sabanas de mi cuerpo, me incorporo y mis pies descalzos
tocan la suavidad de la alfombra.
—¿Alex?
Los pasos se escuchan, y luego él aparece. Una sonrisa curva sus labios
cuando me mira, estoy aún somnolienta pero no puedo evitar fijarme en la
manera en la que la playera blanca se ajusta como un guante a su cuerpo. La
manga corta deja ver los músculos de sus brazos, tan firmes y fuertes que,
por unos instantes, mi mente queda en blanco.
—Buenos días —saluda con una leve sonrisa —¿qué tal dormiste?
—De maravilla —admito acomodándome el cabello —¿qué hay de ti?
—Todo bien —dice, pero el gesto nervioso que coloca en el rostro no
me pasa desapercibido —¿tienes hambre? El desayuno debe de llegar
pronto.
Asiento, él se gira dándome una mirada de la espalda atlética que reluce
por la camisa ajustada.
—¿Ha ocurrido algo? —Alex se detiene antes de poder marcar el
número de servicio al cuarto. —Parecías discutir con alguien.
Gira de nuevo hacia mí, y por la mirada que me dedica sé que algo ha
ocurrido.
—Esperaba poder resolverlo antes de que te dieras cuenta —dice con
pesar —realmente lo siento, no quise que terminaras involucrada en esto.
—¿De qué hablas? —inquiero más confundida que antes.
Alex suspira, mete la mano en su bolsillo y parece buscar algo en su
celular, me lo entrega al mismo tiempo que dice:
—Estamos en internet —me desconcierto más, sin embargo, tan pronto
como tengo el teléfono en la mano, lo entiendo todo.
Me horrorizo al leer los títulos de los links que Alexander tienen en el
chat de Ryan. Artículos con la misma frase: ¿La superestrella ha
encontrado el amor? ¿Quién es la desconocida y misteriosa chica que lo
acompaña?
Solo en ese punto el sonido de mi celular me alerta, camino hasta la
mesita de noche, recuperando el artefacto y cuando lo enciendo, las
notificaciones estallan ante mí y suelto una exclamación.
—Parece que si nos descubrieron ayer —dice con una mueca.
Hay varias fotografías de ambos en el arboreto nacional, de nosotros en
el pasillo del hotel, pero la principal es la mía, saliendo de la habitación de
Alexander la noche anterior. Y otra, cuando estoy por volver a ingresar, la
sonrisa en mis labios es notoria, y hay cientos de comentarios diciendo que
esa sonrisa es porque he conseguido acostarme con la super estrella del
momento.
—Todos…todos creen que tú y yo…
—Lo sé —dice acercándose —pero no tienes que preocuparte…
—¿Qué no me preocupe? —cuestiono —nuestras fotos están rodando
por todos lados, probablemente tú estés acostumbrado a esto, pero yo no, en
definitiva, no me agrada que mi rostro circule por redes sociales insinuando
que me acuesto con una estrella.
—Lo resolveré, ¿de acuerdo? No te preocupes por nada.
—No quería causar esto, Dios…soy tan ingenua por pensar…
—No, no lo eres —asegura con firmeza —no vuelvas a decir eso. Yo
me encargaré de todo, ¿bien? Mi madre y Ryan piensan que fue mi idea el
salir, y así va a quedarse.
—¿Tú madre entonces no querrá despedirme por esto? —extiende una
de sus manos para poder tomar la mía. Su contacto es cálido, deja un
apretón mientras una sonrisa ladeada se adueña de su rostro.
—Probablemente sí, pero no hará nada contra ti, yo me encargo.
—Gracias —susurro. Él ensancha la sonrisa.
—Después de todo lo que has hecho, es lo menos que puedo hacer por ti
—Me observa por un par de segundos antes de atraerme a su cuerpo, sus
brazos me rodean mientras me abraza y en ese preciso momento, mi cuerpo
entero parece sufrir un colapso.

 
 
 
14 UN GRAN PROBLEMA
 
Alexander Campbell.

N uestras fotografías están por todas las redes sociales, y un par


de revistas se habían aprovechado de eso para poder sacar varios
artículos sobre una supuesta relación amorosa entre Grace y yo, estaba
acostumbrado a esto, no era la primera vez que ocurría, pero me preocupaba
el hecho de que ella no lo tomara de la manera más tranquila.
—Bueno, al menos han dejado a Katherine a un lado —pronuncia Paul
mientras sostiene una revista en una de sus manos—. Y no son tan malos
con ella.
—Sí, bueno para Grace parece ser que el hecho de que mencionen su
nombre es algo realmente malo —le confieso—. Y es entendible, no está
acostumbrada a esto porque…
—¡Mi bandeja de entrada está repleta! —El grito de Grace nos
sobresalta a ambos—. No sabía que podía existir tanto odio hacia una
persona que es totalmente desconocida.
—Sí, y por lo visto tus seguidores en Instagram han aumentado —
informa Paul cuando ha tomado el celular que Grace le ofrece—. Ya eres
toda una influencer.
—No soy influencer —se defiende—. Por Dios, ¿por cuánto tiempo
más seguirá así?
—Un par de meses tal vez —responde Paul —o hasta que tengan la
oportunidad de fotografiar a Alexander con otra chica—. Le lanzo el cojín
que está a mi costado con fuerza para callarlo.
—¿Así que tendré que soportar esto por un par de meses más?
—La gira está a punto de acabar. Tranquila, con suerte cuando
lleguemos a casa otra vez este asunto estará olvidado.
—Yo no estaría tan seguro…
—Paul ¿Quieres por favor cerrar la boca? —pido con una sonrisa
forzada. Mi amigo ríe, eleva las manos antes de alejarse de donde nos
encontramos, dejándonos solos.
—Lamento esto, de verdad. Sé que en el contrato nada de esto estaba
incluido. —Ella sonríe. Juega con un mechón de su cabello antes de
suspirar y observarme.
—No es culpa tuya, solo no imaginé que algo como eso sucediera—
extiende su celular en mi dirección, la bandeja de entrada de su Instagram
muestra una gran cantidad de mensajes recibidos.
—Oh —pronuncio mientras deslizo la pantalla. No era necesario abrir
los mensajes para saber qué es lo que contenían—. Lo lamento, hablaré con
Ryan para saber si hay algo que podamos hacer ¿de acuerdo?
—Creo que no se puede hacer nada ¿cierto? —pregunta. Hago el
ademán de responder, pero no consigo decir alguna palabra. Ella cierra los
ojos por un par de segundos, la punzada de culpa me atraviesa el pecho
porque sé que, aunque ella no me culpa de esto, la responsabilidad es mía.
Sabía que algo como esto podía suceder, Grace no está acostumbrada a
lo que sucedía en el mundo artístico, ella ama su privacidad, lo ha dicho en
varias ocasiones y yo soy el responsable de haberse arrebatado.
—Hey, no le des tanta importancia, pasará, así es siempre —añado
intentando reconfortarla—. Encontrarán algo más y entonces se olvidarán
de esas fotos.
—Sí, bueno, en realidad lo espero —pronuncia sin mirarme—. Escuché
que hay un ensayo esta noche.
—Así es. ¿Quieres venir? Te servirá para…
—Prefiero quedarme a terminar el trabajo que tengo pendiente —
interrumpe. Se incorpora, tomo una de sus manos en el momento justo en
que hace el ademán de comenzar a caminar.
—Grace —ella se detiene y voltea, observa el agarre que ejerzo en su
mano por algunos segundos antes de centrar su atención en mi rostro. Me
incorporo del asiento, pensando si en realidad es buena idea decir lo que
quiero en este momento, no quiero soltarla, pero termino haciéndolo.
—El hecho de que las fotos en donde estamos juntos ahora estén en las
redes y en revistas, no afecta en nada nuestra relación ¿verdad? —ella
frunce las cejas, observándome en silencio.
—¿Qué relación?
—Somos amigos, ¿verdad? Sé que la prensa puede ser un dolor en el
trasero, pero no quiero que decidas alejarte, no quiero…
—Alex, solamente tengo mucho trabajo —me interrumpe—. ¿Por qué
pensarías que…?
—Porque siempre es así —confieso —todo marcha bien hasta que las
fotos se revelan, nacen los artículos y todo se va al carajo —ella hace el
ademán de decir algo, abre la boca y la cierra un par de veces antes de
poder continuar hablando.
—No —sentencia—. Alex, lo que te dije la otra noche, en el parque, fue
verdad. Estaré para ti durante el tiempo que se me permita, o al menos,
hasta que volvamos a casa.
—¿Hasta que volvamos? —me sonríe, extiende una mano para tomar la
mía y centro mi atención en el agarre de nuestras manos antes de mirarla de
nuevo a los ojos.
—Alex, eres una súper estrella —murmura como si hubiese olvidado
ese detalle—. Y yo una editora de revista. Lógicamente tendrás más giras,
más conciertos y no creo que en cada uno de ellos, Oliver y tu madre
decidan incluirme. Tenemos mundos diferentes. Ahora estamos juntos todo
el tiempo por trabajo, una vez llegando a casa dudo mucho que tengas
tiempo para hacer las cosas que hacemos ahora, sin embargo, eso no quiere
decir que dejaré de estar para ti. ¿Si lo entiendes?
Asiento. Es todo lo que puedo hacer.
—Nos vemos después —ella se despide, me dedica una pequeña sonrisa
y me obligo a corresponderle el gesto. Una vez que se ha marchado, me
dejo caer sobre el sillón.
Un largo suspiro brota de mis labios. Grace es lo más cercano que tengo
a una amistad lejos de Paul, Katherine y los chicos, no recuerdo la última
vez que conseguí mantener una relación como esa, y no quería que acabara.
Grace tiene razón, y por eso mismo no tengo que acostumbrarme a su
presencia, ella no estará aquí para siempre.
Y eso era algo que, con el simple hecho de pensarlo, hace que mis
ánimos cayeran hasta el suelo.
 
No he visto de nuevo a Grace desde que mantuvimos nuestra última
conversación, no quería preguntar por ella porque lo que menos necesito es
que Ryan piense lo mismo que la prensa.
—Este ha sido el último ensayo —informa Ryan cuando acabamos. —
En dos días es el siguiente concierto, así que espero que estés listo —pide
—. Gracias al cielo tu madre no ha programado más entrevistas así que
puedes estar tranquilo. Procura descansar, ¿de acuerdo?
Asiento, lo observo marcharse y cuando decido irme también, Paul
llega.
—¿Tienes tiempo para un poco de diversión? —cuestiona —he
reservado un lugar en un restaurante cercano al hotel, podemos tomar algo
antes de volver.
—Si, tengo tiempo. ¿Le has dicho a Grace? —no me pasa desapercibida
la mirada que me dedica —no me mires de esa manera, somos amigos.
—Si, claro —dice con sarcasmo —amigos.
Pese a su respuesta, lo miro teclear algo en su celular y un par de
minutos, me lo enseña. Retengo la sonrisa cuando leo el mensaje de Grace,
diciendo que le gustaría venir con nosotros.
 
 
Grace Baker.
Los toques en la puerta me indican que Paul y Alexander probablemente
han llegado. Tomo mi bolso, asegurándome de traer todo lo necesario antes
de encaminarme a la puerta.
—Son puntuales —bromeo mientras cierro la puerta detrás de mí.
—Es nuestra mejor cualidad —responde Paul —¿estás lista para
divertirte?
—Definitivamente, creo que lo necesito después de pasar varias horas
sentada frente a la computadora. 
Centro mi atención en Alex, quien luce más callado de lo habitual.
—¿Todo bien con el ensayo? —cuestiono cuando Paul se ha adelantado
varios pasos.
—Todo salió bien. ¿Y tú qué tal? ¿Has acabado tus pendientes con el
trabajo?
—Así es, eso me da un par de días de descanso antes de poder enviar
otras páginas a Oliver.
Caminamos en silencio, él no dice nada más durante el trayecto hacia el
auto que espera por nosotros afuera. Siento la necesidad de hablar, pero no
encuentro algo adecuado para decir. Paul es el único que habla, me
sorprendía la habilidad de palabra que poseía, parecía no cansarse nunca.
—Según las reseñas en internet, este es el mejor restaurante de la ciudad
—informa mientras bajamos del auto—. Espero que no hayan comido antes
de venir porque el menú es verdaderamente exquisito.
Él empuja las puertas de cristal para permitirnos el acceso, Alex y yo
compartimos una mirada antes de seguirlo hacia el interior. El restaurante
luce elegante, demasiado, a decir verdad.
Una chica se coloca frente a nosotros, Paul intercambia un par de
palabras con ella antes de que nos conduzca hacia una de las mesas que
están en el lugar. Alex se coloca a un costado, toma una de las sillas
mientras me observa y entiendo lo que hace.
—Gracias —respondo con una sonrisa.
Toma asiento justo a mi costado, y Paul se coloca frente a nosotros. No
tenemos mucho tiempo de hablar porque el mesero llega, deja los menús
frente a nosotros mientras explica cada cosa que se encuentra escrito.
Alexander y Paul ordenan casi de inmediato, mientras que yo intento
decidir porque platillo ordenar.
—¿Acepta una sugerencia? —Él chico me cuestiona logrando que lo
mire.
—Por favor.
—La trufa blanca es nuestra especialidad —comenta —y cabe
mencionar que es el platillo favorito de nuestros comensales, estoy seguro
de que te encantará —me sonríe.
—Oh, en ese caso creo que merece la pena probarla —murmuro
devolviéndole la sonrisa.
—Creo que quiero cambiar mi orden —observo a Alexander hablar —
para mí también será una trufa blanca.
—A ti ni quiera te gus…—no pasa disimulado el golpe que Alex le da a
su amigo bajo la mesa. Retengo la risa mientras regreso mi atención al
chico.
—Serán dos trufas blancas entonces. —El chico asiente, escribe algo en
el papel que sostiene en las manos y luego se marcha.
—¿Qué fue eso? —cuestiono con una sonrisa. Él se encoge de hombros,
restándole importancia.
—Bueno, creo que nos lo debió de haber ofrecido a todos, sobre todo si
es la especialidad de la casa —comenta sin mirarme.
—Tal vez fue porque ambos estaban decididos por lo que ordenar —
respondo—. En todo caso ¿te gusta la trufa blanca?
Paul y Alexander comparten una mirada.
—Lo compartiré con Paul —dice sin responder a mi pregunta.
—Trufa blanca, delicioso —añade Paul haciendo un movimiento de
manos. En este punto la risa es incontenible así que termino riendo frente a
ellos.
Nuestra comida llega un tiempo después, al parecer Paul no mintió al
decir que Alex no es particularmente afecto a la trufa blanca, por lo que es
él quien termina comiéndolo y su amigo pide un platillo distinto.
Cuando terminamos de comer, creo que volveremos inmediatamente al
hotel, sin embargo, los chicos tienen otros planes porque cuando estamos en
el auto, informan que iremos a una famosa pista de hielo en la ciudad.
—Suena como una idea estupenda —expreso —pero creo que me
quedaré de apoyo afuera.
Ambos me observan con confusión.
—Nunca he patinado en hielo —confieso.
—De eso no hay problema, Alex puede enseñarte ¿no es cierto? —
cuestiona dejando una palmada en la espalda de su amigo —es un excelente
patinador.
—Él no miente —concuerda con una sonrisa—. Ven con nosotros, será
divertido.
—Con una condición.
—¿Cuál? —cuestionan ambos chicos al mismo tiempo.
—Que, si sufro una caída, ninguno tome fotografías de aquello—.
Ambos ríen, Alex extiende una de sus manos en mi dirección y la tomo sin
pensarlo, olvidando lo que había pasado con las fotos, olvidando el hecho
de que probablemente mañana habría muchas más, simplemente la tomo.
 
—Creo que es una mala idea, por completo una mala idea. Tal vez
debería regresar y esperarlos en las gradas.
Hemos llegado a la pista, pero mis intentos de patinaje están fracasando
terriblemente.
—No, de eso nada —afirma Alex—. Toma mi brazo, anda.
Me acerco a él, me sorprende no caer en el intento y me sujeto a su
brazo como si mi vida dependiera de aquello.
—Iremos lento ¿de acuerdo? Solo deslízate —pide—. Tienes que elevar
uno de tus pies cuando te deslices, luego asentar el otro y así
sucesivamente.
—¿Y cómo freno?  No quiero estamparme contra el barandal.
—Tienes que patinar con los pies separados, luego sacas el patín hacia
un lado —indica señalando el movimiento—. No mires hacia abajo, eso
puede ocasionar algún accidente.
Los siguientes veinte minutos se resumen en múltiples caídas, y en
Alexander empeñado en enseñarme a patinar. Lo consigo después un largo
rato, o al menos, eso era lo que creía.
—¡Lo hice! —exclamo con emoción mientras me deslizo por la pista,
ambos chicos ríen mientras me observan.
—¿Lo ves? No era tan complicado —exclama Alexander—. Ahora
frena —pide mientras me deslizo hacia él. Intento hacerlo, pero no sale
como debería—. Grace tienes que frenar —repite mientras extiende las
manos hacia adelante.
—Lo intento —exclamo bajando la vista, olvidando lo que dijo al
inicio. Mi descuido hace que no me percate que estoy muy cerca de ellos,
demasiado que Alex no puede apartarse del camino y termino chocando
contra su cuerpo.
Ambos caemos sobre el hielo, las risas de Paul no se hacen esperar
mientras se acerca.
—¿Están bien? —cuestiona mientras extiende una de sus manos para
ayudarme.
—Supongo que si —murmuro. El quejido de Alexander nos hace
mirarlo.
—En realidad creo que mi pierna no lo está —pronuncia con una mueca
de dolor en el rostro.
—Vamos amigo, no bromees —murmura Paul. —Venga.
Se acerca hasta Alex para ayudarlo a ponerse de pie, y cuando él no lo
consigue, me doy cuenta de que estamos en problemas.
En un enorme problema.
 
 
 
15 SER UN POCO MÁS VALIENTE
 
Alexander Campbell.

E stoy en problemas, en verdaderos y grandes problemas.


Tamborileo mis dedos sobre el colchón de la cama en la que me
encuentro, observando con impaciencia al doctor.
—Estoy bien, estoy seguro de que no tendré ningún dolor en un par de
horas —murmuro con la esperanza de no seguir más tiempo en el hospital.
Ryan a mi lado me dedica una mirada que deja saber que no está del
todo de acuerdo.
—Bueno, así no es como lo muestran tus radiografías —informa el
doctor—. La caída ocasionó una torcedura en tu rodilla, junto con un
esguince en tus ligamentos conectivos. Me temo que el dolor y las lesiones
no se curarán en un par de horas. Tendrá que usar un par de parches que le
ayudarán para mantener los músculos y ligamentos juntos, para no
ocasionar una mayor lesión. Además, el esguince en los ligamentos es algo
serio, así que no debe de estar caminando o haciendo esfuerzos, para que
pueda recuperarse pronto de la lesión debe de estar en completo reposo.
Cierro los ojos mientras echo la cabeza hacia atrás, no presto mucha
atención a lo que el médico dice porque solamente puedo pensar en que
definitivamente seré hombre muerto.
El médico se marcha un par de minutos después, y cuando Ryan y yo
nos quedamos solos en la habitación, considero que mi mejor opción es
mantenerme en silencio.
—Tienes un maldito concierto en dos días Alexander ¿Cómo creer que
lo darás en estas condiciones? —cuestiona con molestia.
—Para entonces estaré bien —afirmo.
—¡Quince días! ¡Quince malditos días Alexander! —Está molesto, y no
quiero ni pensar en cómo se pondrá mi madre—. Dime ¿cómo planeas
viajar y dar conciertos cuando prácticamente tienes que estar en cama?
—Ryan…
—¡Lo único que necesitamos es que tengas cuidado!
—Fue un accidente —declaro.
No dice nada, una mirada reprobatoria es todo lo que obtengo antes de
darse la vuelta y abandonar la habitación, dejándome solo.
Cierro los ojos, el dolor en mi pierna es inmediato apenas intento
moverla, sé que no hay forma en la que pudiera dar un concierto así, al
menos que colocaran la camilla justo en el centro del escenario. Casi quiero
reír ante la idea, sabía que mi madre estaría furiosa, pero lo cierto era que
no podía imaginar cuánto.
El sonido de la puerta al ser abierta me hace abrir los ojos de nuevo, una
sonrisa tira de mis labios en cuanto observo a Grace en el umbral.
—¡Lo siento muchísimo! —exclama mientras se apresura a caminar los
pasos que nos separan, en cuanto está frente a mí se lanza a mis brazos.
Sonrío ante la sensación que eso me provoca, la calidez de su cuerpo se
siente reconfortante—. En verdad lo siento. Esto es culpa mía.
—En parte también es mi culpa —pronuncio —debí de apartarme en
cuanto vi que no podías frenar. Pero no te preocupes, no pasa nada.
—Claro que pasa, he oído a Ryan hablar con tu madre —informa —no
parecía una conversación agradable. No sé qué puedo hacer para compensar
lo que cause.
—Seria genial si dejaras de culparte y pedir disculpas —murmuro —ya
dije que no fue tu culpa.
—Pero...
—Sin peros —la interrumpo —y no menciones nada de esto ¿de
acuerdo? Estaba patinando en la pista, perdí el equilibrio y caí, fue todo lo
que pasó.
—Alex, lo menos que merezco por esto es hacerme responsable.
—No, de ningún modo —sentencio tomando una de sus manos—.
Porque entonces sí harán que regreses a Baltimore, y siendo sinceros aún no
quiero que eso ocurra.
Ella ladea la cabeza mientras una diminuta sonrisa se adueña de sus
labios.
—Está bien, pero no hablaré con una condición —arqueo la ceja —que,
si tu madre comienza a ser verdaderamente mala contigo, aceptaré toda la
culpa.
—Grace…
—O puedo decirle a Ryan en este instante —interrumpe encogiéndose
de hombros—. Tú decides.
Suelto una risa mientras sacudo la cabeza. Observo el agarre que ejerzo
en su mano antes de elevar la vista y centrarla en ella de nuevo.
—De acuerdo. Tenemos un trato —sentencio.
—Tenemos un trato —concuerda sin borrar la bonita sonrisa de su
rostro.
 
No me equivoqué al pensar que mi madre estaría furiosa, al llegar al
hotel ella espera justo en la puerta, con los brazos cruzados observándome
como si mi muerte hubiese llegado.
Y tal vez es así.
Cuando hace el ademán de hablar, Ryan se adelanta.
—Alexander necesita descansar —pronuncia mientras empuja la silla de
ruedas en la que me encuentro—. Tal vez puedas llamarle la atención luego,
por indicaciones del médico tiene que estar en completo reposo.
—¿Cómo pasó? —Me abstengo de responder y eso parece irritarla. 
Ryan cruza por su lado, no se detiene ni un solo momento hasta llegar al
elevador.
—Haré todo lo que esté en mis manos para arreglar lo del concierto —
informa una vez que nos encontramos en mi habitación—. Pero no prometo
nada, es demasiado pronto y no creo que podamos cancelarlo.
—No, de ninguna manera vamos a cancelarlo —afirmo—. No podemos
hacer eso a menos de cuarenta y ocho horas.
—Entonces tendremos que encontrar otra solución, porque de ninguna
manera vas a subir en ese estado al escenario.
—¿Qué tan malo podría ser? A lo mucho la prensa dirá…
—No es por lo que dirán, Alex —me interrumpe —es porque necesitas
recuperarte, necesitas estar bien. ¿En qué clase de manager me convertiría
si te hago subir a dar un concierto en ese estado?
Sonrío ante sus palabras.
—Gracias —él se acerca, dejando un apretón sobre mi hombro. 
—No es algo por lo que debas de agradecer —asegura antes de darse
darme la espalda, y salir de la habitación.
 
 
Grace Baker.
—¿Le rompiste la pierna? —chilla Jane, mi mejor amiga, desde el otro
lado de la línea.
—¡No! —exclamo casi con horror—. Gracias al cielo no lo hice.
Las carcajadas de mi mejor amiga no se hacen esperar, suspiro mientras
aguardo por un par de segundos a que su risa se calme.
—Grace, me sorprende que no te hayan despedido aún —bromea —casi
le rompes la pierna a una súper estrella. Creo que tus futuros hijos y nietos
tendrán historias bastante entretenidas por parte de su madre.
—Su madre y manager no saben que yo causé su lesión —confieso —él
no quiso que asumiera la culpa.
—Oh —es todo lo que responde. La línea permanece en silencio por un
par de segundos antes de que la voz de Jane se escuche otra vez —¿así que
él no lo dijo?
—Dice que no quiere que me regresen a Baltimore, así que, a mi
parecer, es compasión.
—O que te aprecia lo suficiente como para no querer separarse de ti
todavía. 
—¿Qué?
—Grace, es evidente que Alexander Campbell te aprecia, no parece
tener problema con que la prensa haga una relación entre ustedes, y asume
responsabilidades de cosas que no debería, todo para que sigas con él.
—Por Dios, Jane. Lo hace porque somos amigos ¿Qué hay de malo en
eso? ¿Crees que una persona como Alexander Campbell podría fijarse en
alguien sin importancia como yo? —cuestiono.
—No eres alguien sin importancia —reprocha.
—Me refiero a que nuestros entornos son totalmente distintos —aclaro
—. Coincidimos por una relación laboral, Jane. Es todo.
—Bien, como tú digas —murmura dándose por vencida. —Cambiando
un poco del tema, tengo algo importante que decirte.
Ella permanece en silencio, hasta que su grito me hace tener que apartar
el celular un par de centímetros de mi oído.
—¡Jason está en la ciudad! —grita con emoción.
—¡No puede ser! —grito incorporándome de la cama —¿Por qué no
llamó?
Jason Davis es mi mejor amigo desde la preparatoria, no habíamos
tenido mucha comunicación desde que me mude a Baltimore, más que un
par de llamadas cortas y escasos mensajes de texto.
—Vino a verte gracias a las fotografías en internet —informa —dijo que
tenías mucho por contarle.
—¿Y porque no me llamó? —cuestiono con algo de indignación.
—Eso no lo sé —confiesa —seguramente lo hará pronto así que no te
preocupes por eso. O tal vez, podrías enviarle un mensaje de texto.
—Si, tal vez —concuerdo—. Tengo que colgar, adiós.
—Asegúrate de mantenerme al tanto si algo nuevo surge —me
recuerda.
—En realidad espero que nada más surja, porque de lo contrario estaré
de vuelta pronto.
Jane no se molesta en esconder su risa, lo que me hace rodar los ojos y
colgar la llamada.
Suspiro mientras observo la hora en mi celular, debido a que los
conciertos aún no se llevarían a cabo sino hasta dentro de un par de días,
estaba algo estancada con la redacción. Sabía que no pasaría mucho tiempo
antes de que Oliver comenzara a llamar para exigir avances, así que tenía
que encontrar algo con lo cual trabajar.
Me incorporo del colchón para poder buscar mi bolso en donde guardo
los cuadernos y las anotaciones sobre las pequeñas entrevistas que había
tenido con Alexander, cuando me aseguro de tener todo lo que necesito,
salgo en dirección a la habitación de Alex.
En esta ocasión, las habitaciones están un tanto más alejadas que de
costumbre, por lo que me toma un par de minutos más en llegar.
—Comenzaba a preguntarme en donde te habías metido —murmura la
madre de Alexander cuando me encuentro frente a la puerta de la
habitación. No habíamos tenido la oportunidad de hablar mucho, de hecho,
nunca cruzábamos más de cuatro palabras sin que algo le surgiera.
—Tenía que terminar la corrección de un par de cosas —me excuso
intentando darle una sonrisa amable. Ella asiente.
—Oliver me ha enviado un par de archivos sobre los avances del
artículo, lo cierto es que eres bastante talentosa, debo de admitirlo.
—Hago lo mejor que puedo —pronuncio.
—Y mi hijo parece bastante feliz de trabajar contigo —no puedo
descifrar la mirada que me dedica—. Así que espero que esto siga hasta el
final de la gira.
—Pondré todos mis esfuerzos —es lo único que digo, ella sonríe, no es
una sonrisa amable, de hecho, está muy lejos de serlo.
Me esquiva, sin decir algo más. Cuando me aseguro que se ha alejado lo
suficiente, toco un par de veces la puerta.
—Adelante—. La voz de Alex se escucha desde el otro lado. Abro la
puerta con ligereza, ingresando a la habitación—. Vaya, habías tardado en
aparecer.
—Lo siento, tenía un par de asuntos pendientes —informo. Lo observo
con detenimiento, sostiene varias hojas entre sus manos por lo que me
acerco hasta el con curiosidad.
—¿Qué es eso? —cuestiono tomando asiento en la silla que está justo a
su costado.
—El itinerario del concierto —informa sin mirarme —ha habido
algunos cambios, así que tengo que estar al tanto.
—¿No se ha cancelado? —cuestiono. Él eleva la mirada cuando
pregunto.
—Es demasiado pronto como para cancelarlo o posponerlo —informa
—tiene que llevarse a cabo de una manera u otra.
—Pero tu pierna, aún no estás recuperado ¿cómo se supone que harás el
concierto? —cuestiono. Alex ha dejado de mirarme, así que enciendo la
grabadora del celular.
—Encontraremos una manera —masculla elevando los hombros.
—¿Ryan está de acuerdo? —pregunto.
—¿Por qué haces tantas preguntas sobre eso? —cuestiona con una
pequeña sonrisa, no está molesto, en realidad parece un tanto incómodo.
—Solo quiero saber —expreso encogiéndome de hombros —no estás
recuperado de la lesión, de hecho, estás muy lejos de tener una recuperación
y aun así darás el concierto, eso me genera cierta curiosidad.
—No puedo deslindarme de la responsabilidad de dar un concierto por
una lesión. ¿En qué clase de artista me convertiría eso?
—En uno que cuida de su salud física —comento.
—Bueno, tal vez no tendría que preocuparme por eso si no hubieses
caído sobre mí en la pista—. La culpabilidad me invade de nuevo cuando él
dice aquello. Alex parece notarlo, porque hace el ademán de hablar, pero
elevo una de mis manos para pedirle que aguarde.
—Sentirme culpable es en realidad lo que merezco. Aunque eso no
quita el hecho de que tengas que dar un concierto en esa condición.
—Grace, hay cosas que no entiendes —pronuncia —no es tan fácil
como decidir dar un concierto o no, hay miles de personas esperando por
eso. No puedo decir simplemente “se cancela” ¿sabes si quiera todo lo que
eso conlleva?
—No, pero tu madre…
—¿Por qué siempre tienes que involucrar a mi madre? —cuestiona con
brusquedad—. Hasta donde sé este artículo se trata sobre mí.
—Sí, de ti y de todo lo que te rodea. Tu madre forma parte de eso.
Haces esto por ella, ¿no es cierto? Tu madre te está obligando a dar el
concierto.
—Basta ¿sí? Por favor, ambos sabemos a dónde nos llevará esta
conversación y de verdad no quiero terminar discutiendo contigo. No ahora.
—Deberías ser un poco más valiente, y ponerle un alto —no me creo el
haber dicho en eso, no en voz alta. Alex eleva una de sus cejas, sorprendido
ante mis palabras.
Sin embargo, se recompone. Ahí está de nuevo, la misma frialdad que lo
envuelve cuando el tema surge, la misma barrera se alza a su alrededor.
—Y tú deberías limitarte a hacer tu trabajo —espeta. El silencio se
adueña del ambiente, mientras proceso lo que ha dicho. Una ola de
vergüenza me invade, tenía razón, no debía meterme en su vida, él es lo
suficientemente mayor como para decidir qué hacer.
Me incorporo del asiento, tomando mis cosas mientras lo observo.
—No te preocupes, que así será a partir de ahora —aseguro antes de
darle la espalda y abandonar la habitación.
 
 
 
16 DOLOR Y SÚPLICAS.
 
Alexander Campbell.

E l día del concierto ha llegado, y mi lesión en realidad está lejos


de mejorar. Los dolores son constantes, no puedo hacer algún
movimiento sin que el dolor fuese inmediato e insoportable.
No sé cómo es que seré capaz de dar un concierto en esta condición, la
idea de pedirle a Ryan que lo pospusiera ahora en realidad no parece tan
mala. Incluso él lo había sugerido hace un par de horas, tal vez podía salir al
escenario y disculparme con los fans, porque en realidad, sabía que no sería
capaz de aguantar dar un concierto.
Mi madre, por el contrario de Ryan, estaba empecinada en que el
concierto tenía que llevarse a cabo, no había querido contradecirla, aun
cuando las ganas por hacerlo eran muchas.
Grace era otro asunto que no había dejado mi mente tranquila, desde
nuestra última plática, no había aparecido por mi habitación, y parecía
evitarme en cada situación en la que nos encontrábamos juntos, las palabras
que había dicho antes de marcharse aún se reproducen en mi cabeza, una y
otra vez y no soy capaz de aceptarlas.
—¿Estás listo? —cuestiona Ryan apareciendo frente a mí—. ¿Estás
seguro que puedes dar el concierto?
—Estoy bien —miento —daré el concierto.
Él no parece demasiado satisfecho con mi respuesta, pero termina
marchándose casi tan rápido como vino, intento incorporarme, al apoyar el
pie en el suelo el dolor es inmediato. No soy capaz de dar dos pasos sin
sentir que necesito tomar asiento.
—No puedo creer que vayas a hacerlo—. Paul aparece de brazos
cruzados mirándome con desaprobación.
—Estoy bien, solo necesito acostumbrarme y lo tendré resuelto.
Paul suspira, niega un par de veces con la cabeza antes de darse la
vuelta para marcharse de la habitación, pronto me quedo nuevamente solo,
intentando convencerme a mí mismo de que esto era una buena idea.
La siguiente hora y media me la paso caminando por la habitación,
intentando acostumbrar a mi cuerpo al dolor, pero lo cierto es que, a cada
minuto, este parecía incrementar de intensidad, tanto que había tomado un
par de pastillas más de las recomendadas por el doctor para calmar el dolor.
Algunos momentos antes de dar inicio al concierto, tomo asiento en una
de las pequeñas butacas que estaban apenas a unos metros del escenario.
Los gritos se escuchan perfectamente desde aquí, y no puedo con la idea de
salir y decir que en realidad no se llevaría a cabo el concierto.
—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestiona mi madre —deberías estar en
el camerino, alistándote para salir.
—Mamá, tal vez no sea mala idea posponer…
—Oh, no. De eso nada Alexander — sisea con molestia—. Saldrás a ese
escenario y darás el concierto por el que miles de personas esperan.
—Me duele. Mamá, hablo en serio. No puedo hacerlo, solo por esta vez,
escúchame —casi suplico—. No puedo hacerlo.
—Claro que puedes —asegura con firmeza y sin inmutarse.
—Por favor —su mirada vacila —sabes que nunca te contradigo, hago
lo que deseas sin chistar, pero esta vez… necesito que pienses en mí.
La duda en su mirada se elimina y da un paso en mi dirección, enderezo
la espalda ante su cercanía, ante la mirada dura que lanza hacia mí.
—Seguir mis órdenes es todo lo que debes hacer —dice en un susurro
—no olvides que te tengo en mi poder, cielo.
Algo me estruja el pecho cuando habla de esa manera, como si yo no le
importara en lo más mínimo.
—Saldrás y darás ese concierto, tal vez así aprendas a ser más
cuidadoso.
—No puede dar el concierto en esas condiciones —ella voltea al
escuchar la voz de Ryan—. Tiene una lesión ¿acaso no te das cuenta del
dolor que siente? Sería algo inhumano hacer que suba a ese escenario.
—Hubiese pensado en eso antes—responde mi madre dedicándome una
mirada reprobatoria—. Ryan, sabes tan bien como yo que si cancelamos
este concierto corremos el riesgo de perder una gran suma de dinero, es en
realidad el más esperado y…
—¡Con un carajo mujer! —Ryan explota —se trata de tu hijo, de su
salud ¿cómo puedes pensar en el dinero si quiera?
—Está bien, Ryan —intervengo incorporándome del asiento. Intento
disimular la mueca de dolor que amenaza con invadir mi rostro al momento
de colocarme de pie —coloquen un banco en el centro del escenario y podré
dar el concierto.
—¿Es que te has vuelto loco? —cuestiona él con sorpresa— Alex, no
tienes que hacer esto si no quieres.
Siento la dura mirada de mi madre sobre mí, ni Ryan ni ninguna otra
persona tiene una idea de lo que en realidad sucede. Aquí no importa lo que
yo quisiera, importa lo que mi madre quisiera que yo haga.
—Estaré bien, no te preocupes —pronuncio con una ligera sonrisa para
convencerlo—. Las fans han esperado esto por mucho tiempo, no puedo
cancelarlo.
—Alex ya dijo que dará el concierto —sentencia mi madre.
Mi manager no dice nada, se limita a mirarme con algo parecido a
decepción y luego solo se va. Un silencio tenso se instala entre mi
progenitora y yo, uno que se me clava en el pecho, y me nubla la vista. Un
sentimiento me envuelve, colocando un nudo en mi garganta, un
sentimiento que me estruja el corazón tan fuerte que duele.
—Gracias por recordarme que solo soy un medio para que obtengas
ganancias—su mirada se endurece —gracias por recordarme una vez más,
que no te importo en lo absoluto. 
El Staff nos rodea y me obligo a recomponerme, me obligo a aparentar,
como muchas otras veces, que estoy absolutamente bien.
 
Grace Baker.
No he hablado con Alexander desde nuestra discusión, Paul intentó
hablar conmigo para que convenciera a su amigo de no dar el concierto,
pero por primera vez, no deseaba intervenir.
Alex tenía razón, tal vez solo debo de hacer mi trabajo, así que es por
eso que estoy aquí, aguardando en su camerino para realizar la entrevista
que normalmente tendríamos al día siguiente, pero que su madre quiere que
se haga ahora.
El sillón que está en un rincón parece ser lo suficientemente cómodo
para estar por la llegada de Alexander, así que tomo asiento en él, dispuesta
a esperarlo.
—Maldición —elevo la mirada cuando escucho la voz de Alex. él
camina, o intenta hacerlo, hasta llegar al pequeño estante que se encuentra.
Lo observo sacar varias pastillas de un frasco, más de las que deberían ser
necesarias —carajo, esto duele.
—Si quieres provocarte una intoxicación o sobredosis, esa es la
cantidad necesaria —pronuncio. Alex se sobresalta, voltea y recorre la
habitación con la vista hasta localizarme —con una es más que suficiente
para el dolor, aunque en realidad no creo que ayude mucho.
—¿Qué haces aquí? 
—¿Qué te parece que hago? —inquiero mientras me incorporo —mi
trabajo.
—En ese caso ¿podrías volver luego? Realmente ahora estoy agotado
—confiesa en un suspiro. Lo observo cerrar los ojos, y hacer una mueca
cuando intenta dar un paso.
—No —sentencio. Alex suspira de nuevo, se recarga en el estante antes
de girarse completamente hacia mí.
—¿Realmente quieres hacer esto ahora? 
Su rostro evidencia el cansancio de su cuerpo, la actitud del Alexander
que conozco luego de cada concierto suele ser diferente, muy diferente a
esta. Cuando no obtiene una respuesta de mi parte, se gira otra vez. Lo
observo tomar un par de pastillas y un poco del agua de la botella que tiene
a lado. El silencio se adueña por completo de la habitación, uno incómodo
que me hace considerar la idea de marcharme de aquí.
—¿Por dónde quieres comenzar hoy? —cuestiona después de un rato.
—Tal vez podemos partir desde el momento en el que fuiste realmente
irresponsable al dar el concierto con tu lesión.
—Grace…
—¿Por qué? —cuestiono caminando los pasos que nos separan —¿por
qué no solo dices que no? —añado con suavidad, no pretendo molestarlo,
no es esa mi intención.
Alex me observa con detenimiento, permanece en silencio por algunos
segundos antes de hacer el ademán de decir algo.
—Hay cosas que tengo que hacer, aunque en realidad no quiera hacerlas
—murmura sin mirarme —es más complicado que solo decir “no quiero”.
No sé qué tanto pueda dañarme decir aquello.
—¿Te puede hacer más daño del que ya lo está haciendo decir que sí?
—No, es decir, no lo sé —murmura—. En realidad, no tengo idea de
que pueda ocurrir.
—Lo siento —murmuro después de algunos segundos —por decir
aquello de tu madre en el hotel.
—No deberías estar aquí, Grace, este mundo va a terminar por
consumirte si te involucras demasiado.
—Bueno, creo que en realidad vale la pena consumirse por los amigos
¿no es verdad? —cuestiono extendiendo una de mis manos para tomar la
suya. Alex la observa por varios segundos, sin embargo, no la toma—.
¿Alex?
No dice nada, da un paso en mi dirección y me apega a su cuerpo, lo
hace con fuerza, como si necesitara de la cercanía.
—No vuelvas a ignorarme de esa manera —pide contra mi cuerpo. Las
comisuras de mis labios se elevan, me abrazo a su cuerpo, ejerciendo un
agarre firme porque en realidad, se siente bien. —En verdad te necesito
cerca, más de lo que si quiera puedes imaginar. No quiero que te límites a
hacer tu trabajo, porque de verdad necesito de alguien como tú en mi vida.
No encuentro una respuesta, tampoco entiendo por qué la sensación de
abrazarlo se siente tan bien, no quiero apartarme, pero inevitablemente el
termina haciéndolo.
—Necesitas descansar ahora —pronuncio con una ligera sonrisa—. Has
hecho suficiente dando el concierto con tu lesión. Vamos, te ayudaré —le
tiendo mi brazo, y así lo ayudo a llegar hasta el sofá para que pueda tomar
asiento.
Ryan ingresa en ese momento en la habitación, acompañado de un
hombre más.
—El doctor va a revisarte —informa Ryan —y si dice que la lesión es
aún severa, ten por seguro que cancelaré todos los conciertos siguientes,
hasta que estés completamente recuperado.
—Quédate —pide cuando nota que tengo la intención de marcharme—
puede volver en la camioneta con nosotros ¿verdad Ryan?
Él me observa de una forma que no consigo entender, sin embargo, al
cabo de unos segundos termina sonriendo.
—Sí, seguro —afirma.
El doctor comienza a examinar a Alex, y en ningún momento suelta mi
mano, sin importar la presencia de Ryan o el doctor. Y eso solo hace que mi
corazón amenace con colapsar, ante la necesidad de entender qué es lo que
ocurre en mi interior en cuanto de Alexander Campbell se trata.

 
 
 
17 SENTIMIENTOS
 
Grace Baker.

O liver no había respondido a los últimos mensajes que envíe


sobre la parte del artículo que había escrito hace unos días. El
material es demasiado, así que probablemente tendrían mucha información
extra para lo que quisieran hacer después.
A pesar de la advertencia de Ryan, sobre no involucrarme demasiado en
los asuntos personales de Alexander, no podía evitar sentir curiosidad hacia
la extraña relación que mantenía con su madre, es decir, ¿Por qué nunca se
negaba hacia ella?
No quería problemas, y preguntarle eso a Alex es como crear por mi
cuenta el camino hacia una conversación que no acabaría bien, y
ciertamente no quería eso.
El sonido de varios golpes sobre la puerta me saca de los pensamientos
en los que había quedado absorta, me incorporo, dejando el celular a un
lado de la cama para poder encaminarme hacia la puerta.
—Hola —Alex eleva una de sus manos, en forma de saludo mientras
que Paul, quien se encuentra detrás de la silla en donde su amigo se
encuentra sentado, me sonríe.
—Hola —murmuro. —¿Qué hacen aquí? Deberías de estar descansando
—articulo con algo de reproche en dirección a Alex.
—Lo mismo le he dicho, pero sabes lo terco y testarudo que puede
llegar a ser —informa Paul mientras empuja la silla de ruedas en la que
Alexander se encontraba. Debido al esfuerzo al que había sometido a su
pierna en el concierto, ahora tenía que usar la silla para no causar más daños
en la lesión, eso si quería que la recuperación fuese lo más rápido posible.
—Estar en cama todo el día es realmente aburrido. —Se defiende
cuando ambos se encuentran en el interior de la habitación. —Y creo que es
mucho mejor venir aquí. No interrumpimos tu trabajo ¿verdad?
—Para nada —murmuro colocándome de nuevo sobre la cama.
—Confío en que has hecho las maletas. Recuerda que partimos mañana
y no me agrada la idea de que te quedes en el hotel, no creo que esta vez
podamos volver por ti.
Suelto una risa, ante el recuerdo de lo que había pasado varias semanas
atrás.
—Las tengo listas, no te preocupes. ¿Qué hay de ti Paul? ¿Está todo
listo?
—Aún no, pero no me demoraré más de una hora en alistarlo —articula
—soy realmente rápido a la hora de empacar. ¿Qué dicen si ordenamos
comida, hacemos palomitas y vemos tantas películas hasta que nuestros
ojos ardan? 
—Suena exactamente a lo que necesito —declaro. 
Paul sonríe satisfecho, se incorpora de la cama mientras marca un
numero en su celular, luego se aleja varios pasos de donde nos
encontramos.
—Ahora prepárate para que tu habitación quede repleta de toda clase de
comida —advierte con una sonrisa divertida —cuando se trata de comida,
Paul no tiene límite.
—Es bueno entonces que seamos amigos —aseguro —¿estás cómodo
en la silla? ¿No quieres pasar a la cama? —le pregunto con algo de
curiosidad. La cama de la habitación es lo suficientemente grande como
para permitirnos estar los tres sin ningún problema.
—Estoy bien, la silla es muy cómoda —responde él con una pequeña
sonrisa—. La gira ya casi acaba ¿Qué tal te ha parecido?
—Es la primera vez que paso tanto tiempo fuera de casa —confieso —y
lejos de cualquier persona que conozca, pero creo que es algo que me gusta
haber aceptado, es decir, tal vez pueda hacer esto otra vez.
—Si te invito a la próxima gira —pronuncia en tono suave —¿vendrías?
Parpadeo un par de veces, intentando no parecer sorprendida ante su
pregunta.
—Sí, es decir, tendría que arreglar el trabajo porque no creo que a
Oliver le parezca que esté lejos varios meses —informo soltando una
pequeña risa—. Eso tomando en cuenta que tu madre me acepte como
invitada.
—Oh, por eso no habrá problema —asegura —y podemos solucionar lo
de Oliver también.
Sonrío, observándolo con detenimiento por un par de segundos,
admirándolo. No me sorprendía ahora la cantidad de admiradoras que tenía,
ni porque parece haber un revuelo cada que una chica aparece a su lado. Sus
ojos me observan con detenimiento, mientras una leve sonrisa se apodera de
sus labios.
—Entonces supongo que si —afirmo. La sonrisa de Alexander se
ensancha, parece realmente feliz con mi respuesta. Cuando hace el además
de decir algo más, la voz de Paul lo interrumpe.
—Listo, tendremos un verdadero festín en tan solo unos pocos minutos
—asegura mientras se coloca de nuevo a mi costado—. Alex, deberías pasar
a la cama, realmente luces muy solitario en esa silla.
Luego de ese comentario, le sigue una larga insistencia por parte de
Paul a su mejor amigo, insistencia que termina por hacer a Alexander
aceptar, y terminar sobre la cama, junto a nosotros.
Tal y como Paul dijo, no pasa mucho tiempo cuando el servicio al
cuarto llega a la puerta de la habitación, me sorprende la cantidad de
comida que Paul parece haber ordenado, siendo solamente tres personas.
Cuando toda la comida está perfectamente ordenada frente a nosotros y
la pantalla comienza a reproducir la película que hemos escogido,
Alexander se remueve a mi costado. Eleva uno de sus brazos y lo pasa por
detrás de mi espalda, el solo roce de su brazo contra mi cuerpo me produce
una sensación que no sé explicar. Inconscientemente me acomodo mejor,
Alex me apega a su cuerpo, las comisuras de mis labios tiemblan y en pocos
segundos una diminuta sonrisa se apodera de mi gesto.
—¿Estás cómoda? —pregunta en un susurro.
Asiendo, incapaz de decir algo más. Lo observo de reojo, el mantiene
una sonrisa ladeada en el rostro, con la mirada fija en el televisor.
Me apego a su cuerpo, casi tan cerca que estoy segura puedo recostar mi
cabeza contra su pecho, es un movimiento casi involuntario, como me
deslizo contra él y recuesto mi cabeza en su hombro. El brazo de Alex se
afianza a mi alrededor, ocasionando ese sentimiento que no consigo
entender del todo. Uno que comienza a ser más grande, uno que involucra
sentir por Alex…todo aquello que no debería. 
 
Alexander Campbell.
Son cerca de las once de la noche cuando finalmente hemos acabado
toda la comida, y la última película finaliza en la pantalla. Grace se
incorpora, extraño casi de inmediato la cercanía con su cuerpo, pero me las
arreglo para no terminar pidiendo que se quede conmigo. 
—Ha sido una tarde realmente estupenda —murmura con una ligera
sonrisa cuando el orden ha regresado a su habitación y la basura de la
comida ha desaparecido.
—Más que estupenda—concuerdo mientras hago el intento de bajarme
de la cama. Con el paso de los días el dolor iba disminuyendo, pero eso no
quería decir que pudiese caminar del todo. Si quería estar bien para los
siguientes conciertos, entonces debía evitar caminar tanto como pudiera.
—¿Necesitas ayuda? —cuestiona Grace mientras se acerca hasta mí.
Acepto la mano que me ofrece, aun cuando no la necesito solo porque
quiero sentir su tacto.
Una vez que la habitación de Grace está totalmente acomodada, es hora
de marcharnos.
—Nos vemos mañana —pronuncio cuando Paul se coloca detrás de mí,
para poder empujar la silla en la que me encuentro —ocho de la mañana, no
quiero que te quedes.
—No tienes de que preocuparte —asegura. Nos despedimos y entonces
salimos de la habitación, Paul está sorpresivamente callado, más de lo
habitual.
—¿Qué ocurre contigo? —inquiero cuando hemos llegado a mi
habitación.
—¿Conmigo? —cuestiona —nada ¿por qué lo preguntas?
—Porque has estado muy callado desde que salimos de la habitación de
Grace.
Él sonríe, y en realidad no entiendo porque lo hace.
—¿Por qué parecías tan contento con el hecho de estar tan cerca de ella?
—ruedo los ojos, sé a dónde nos llevará este camino.
—No tiene nada de malo, somos amigos—. Me excuso.
—Bueno, tal vez ella te vea como amigo, pero tú no la ves de la misma
forma. Empezando la gira sospeché que comenzaba a atraerte, ahora lo
confirmo.
—¿Qué? No, claro que no —aseguro—. Estás malinterpretando las
cosas, solo…
—Alex, por favor —responde en un suspiro —bastan un par de palabras
de esa chica para que termines cambiando de opinión, pides platillos que ni
te gustan solo porque un mesero fue más atento con ella, eso sin mencionar
el hecho de que se te nota en el rostro, que te trae loco.
Hago el ademán de decir algo en el intento de defenderme, pero Paul
sigue hablando.
—La invitaste a la siguiente gira —me recuerda —no creas que no
escuché su conversación. ¿Por qué la invitarías? Porque no quieres
separarte de ella. ¿No es así?
No respondo, no encuentro el valor para decirle que considerar alejarme
de Grace hace que un sentimiento doloroso se me clave en el pecho.
—Alex, Grace es todo lo que está bien en este mundo —dice Paul —
ella te hace bien. Te hace ser ese Alex que conocí antes de la fama. Ella te
hace ser tú.
Sacudo la cabeza.
—No es posible —susurro —sabes que ella no pertenece a este mundo,
la prensa, el ritmo de vida…no quiero involucrarla.
—Tal vez es ella quien debe decidir eso —dice dejando un apretón en
mi hombro —no la dejes ir, no dejes que esto…—señala a nuestro alrededor
—te quite más cosas de las que ya te ha arrebatado.
Paul me lanza una última mirada llena de comprensión antes de
marcharse, y cuando lo hace, el sentimiento de lo que he estado
experimentando en las últimas semanas por Grace explota en mi pecho. Ella
es diferente a todo lo anterior, jamás había conocido a una persona que se
preocupara tanto por mi bienestar como lo hace ella.
Me he sumergido en una lucha constante, una en donde me decía a mí
mismo que estaba bien, y otra gran parte advertía que tenía que alejarme.
—¿Qué rayos estás haciendo conmigo, Grace? —pronuncio en un
susurro. Cierro los ojos, tengo que dejar de pensar tanto en ella, de lo
contrario, estaré en grandes problemas.
 
A la mañana siguiente, tengo a mi madre a primera hora de la mañana,
presionando para salir.
—Mamá quedan cerca de dos horas —murmuro en un quejido—. ¿Por
qué rayos tienes que despertarme tan temprano?
—Para asegurarme de que estés listo a la hora. ¿Cómo está tu lesión?
Elevo una de mis cejas, es la primera vez que pregunta como estoy.
—Podría estar mejor —mascullo —confío en que para el siguiente
concierto estaré bien.
—Espero que así sea. No quiero tener que cancelar el concierto.
—Bueno, es casi imposible que lo hagas ¿no? 
—¿Sabes lo que pasa si un artista cancela uno de sus conciertos? —
cuestiona—. No, no tienes idea. Lo único que intento, es cuidar de tu
imagen delante de las cámaras, delante del público, no quiero que te
perciban como un artista irresponsable que cancela conciertos a solo horas
de comenzarlo.
—Tuve un accidente, creo que la gente lo pudo haber entendido —me
defiendo. —O pudiste haberlo dicho tu ¿Qué te costaba? Pero no quisiste,
decidiste hacerme subir a ese maldito escenario.
—No te obligue, tu decidiste —responde fría.
—¡Claro que lo hiciste! ¡Siempre lo haces! 
—Eres realmente mal agradecido. Has llegado tan lejos gracias a mí.
—Gracias a que hago todo lo que se te da la gana —respondo —si no lo
hiciera, dime ¿Qué harías? Destruir mi carrera ¿no fue eso lo que dijiste al
comienzo? Dijiste que me arrebatarías todo, que me dejarías sin nada.
Ella tensa la mandíbula, por la mirada que me dedica, sé que ha llegado
a su límite. Y yo mismo lo he provocado.
—Mientras ese contrato siga existiendo, y tenga tu maldita firma,
seguirás haciendo lo que yo ordene —sisea—. Me diste el control
Alexander, no intentes arrepentirte ahora.
—¿Por qué eres tan fría y cruel? —Marian retrocede —sigo siendo tu
hijo, ¿lo has olvidado? Confíe en ti porque eres mi madre, si hubiese tenido
una idea, incluso la más pequeña de todo lo que harías después de eso,
entonces ten por seguro que jamás habría firmado.
—No hay nada que puedas hacer —pronuncia.
Me esquiva para salir de la habitación, en cuanto se ha marchado tomo
lo primero que tengo a mi alcance, y lo lanzo contra la pared. Un grito de
frustración escapa de mi garganta, estoy harto de todo.
¿Por qué tenía que ser de esta forma? ¿Por qué no solamente puedo ser
feliz, haciendo lo que amo? Las respuestas a esas preguntas no habían
llegado, y seguramente, jamás lo harían.

 
 
 
 
18 EL FIN DE ALGO EXCEPCIONAL
 
Alexander Campbell.

L os conciertos acabaron, y con eso también todos los


compromisos, así que conseguí que Ryan me dejara libre un día
entero para poder recorrer una de las últimas ciudades con Grace. Habíamos
recorrido un par de parques, gracias al cielo los reporteros se mantuvieron
al margen y eso hizo que pudiéramos pasar varias horas en tranquilidad,
como dos personas completamente normales.
Ahora, a poco más de medio día, hemos llegado a uno de los
restaurantes que Grace ha encontrado en el navegador.
—Dicen que es el mejor, según las reseñas —pronuncia mientras
observa su celular —cuatro puntos ocho estrellas.
—Bueno, el punto dos estrellas restantes deben de ser por algo —
murmuro con burla.
—¿Entonces asistes a restaurantes que son literalmente cinco estrellas?
—En ocasiones —respondo. Ella niega, sin embargo, una sonrisa se
mantiene en sus labios.
—¿Las cosas con tus redes se han calmado? —cuestiono con
curiosidad.
—Lo han hecho, gracias al cielo —confiesa —comenzaba a ponerme un
tanto nerviosa por eso. Fuera de que mis seguidores han aumentado
considerablemente, es como si no hubiese ocurrido nada.
—Si quieres que aumenten, postea una foto conmigo —sugiero.
—Vaya, que humildad la tuya —responde con burla—. He tenido
suficiente odio por el momento, creo que puedo esperar.
Una risa abandona mi cuerpo en cuanto ella responde aquello. Ninguno
de los dos dice algo más, se limita a observar por la ventana hasta que nos
estacionamos en el edificio en donde se encontraba el restaurante.
—Es demasiado lujoso para solo un desayuno ¿no lo crees?
—No pienses en lo lujoso, solo disfruta —pronuncio con una pequeña
sonrisa. Seguimos a la chica que nos da la bienvenida hasta la mesa que se
nos ha asignado, ella deja los menús frente a nosotros antes de retirarse.
No hablamos mucho mientras leemos el menú, cuando la chica regresa
ambos ordenamos y luego de unos instantes, se marcha de nuevo.
—¿Estás ansiosa por regresar a Baltimore?
—Oh, si —responde—. Realmente extraño mi casa y a mi mejor amiga,
creo que jamás habíamos pasado tanto tiempo separadas.
—¿Vives con tu mejor amiga? —pregunto con curiosidad. Grace
asiente, me sorprendía la importancia que ella ha adquirido en mi vida, aun
cuando prácticamente no conozco nada sobre Grace.
—Nos mudamos hace poco, prácticamente somos nuevas en la ciudad
—¿Dónde vivías antes?
—En Nueva York, con mis padres —pronuncia —a los que por cierto
no he llamado desde que la gira comenzó, debería hacerlo pronto.
—¿No se opusieron a que su hija hiciera un viaje como este?
—No, saben que soy un alma libre, en toda la extensión de la palabra.
Sonrío, en cierto punto volteo hacia una de las grandes ventanas que
posee el restaurante y es en ese momento en el que reparo en la presencia
del hombre con la cámara.
—Al parecer no puedo escapar de ellos —hago un gesto con la cabeza,
ella voltea con ligereza, dibuja una mueca en los labios mientras regresa la
atención hacia mí.
—No pienses mucho en eso, disfrutemos de nuestro necesario desayuno
—. Una suave sonrisa se posa en sus labios. 
Grace parece invocar a la comida, ya que la mesera regresa con nuestras
órdenes algunos momentos después. El tiempo con ella parecía pasar
realmente rápido, mientras comemos, ella se dedica a contarme cada detalle
de su vida, y así es como para el final de nuestra comida, termino sabiendo
que es alérgica a las almendras, su color favorito es el púrpura, ama el café
caliente y no hay nada a lo que le tema más que a las abejas,
Y me encuentro a mí mismo disfrutando de saber esas pequeñas cosas
que me dejan conocerla, me encuentro disfrutando de su compañía, de su
sola presencia.
Nuestro desayuno pasa con tranquilidad, hasta que tenemos que salir.
Un grupo de periodistas esperan por nuestra salida, los flashes se disparan
en nuestra dirección con rapidez mientras recibimos toda clase de
preguntas.
—¡Alexander! ¿Podrías respondernos algunas preguntas? —cuestiona
uno.
Grace se apega a mi cuerpo cuando nos vemos rodeados, cruzo un brazo
por su cintura apegándola a mí.
—Tenemos prisa —es todo lo que respondo mientras intento avanzar,
cosa que resulta realmente difícil al ser rodeado por varias personas y
cámaras. —¿Podrían dejarnos pasar? Queremos volver al hotel.
—¿Qué pueden decir de su relación? ¿Es cierto que solo es laboral?
—¿Qué paso con Katherine Fisher? —cuestiona otra chica —¿Cuándo
confirmarán una relación?
—No hay relación entre nosotros —Grace exclama hacia la chica—.
Solo es laboral.
—¿Es verdad que se han vuelto cercanos? ¿Están saliendo ahora? —me
veo en la necesidad de apegar a Grace a mi cuerpo cuando los reporteros
parecen rodearnos aún más.
—En verdad queremos llegar al auto ¿podrían dejarnos pasar? —pido
con impaciencia.
—¿Qué opina sobre que su hermana incursione en el modelaje? —Me
detengo en cuanto escucho esa pregunta, me giro hacia la persona que lo
preguntó, quien parece satisfecho de haber llamado mi atención.
—¿Cómo? 
—¿Cuál es tu opinión sobre que tu hermana esté modelando para las
revistas de Nueva York? —pregunta—. Parece tener talento ¿no te sientes
intimidado?
¿Megan modelando? ¿En Nueva York?
—Mi hermana no está modelando —sentencio. 
—¿No sabía que se ha inscrito a una agencia de modelaje? —pregunta
de nuevo enseñándome la pantalla de su celular. No hay duda de que es
Megan.  No respondo, afianzo el abrazo en Grace antes de apresurarme a
entrar al auto, cuando lo conseguimos, las palabras del hombre siguen en mi
mente.
—¿Alex? ¿Estás bien?
—Sí —suspiro —solo tengo que hablar con mi hermana.
—¿Ella no te dijo? ¿Por qué no la llamas? —inquiere—. Seguro tiene
una explicación. 
Claro que la hay, y esa explicación solo podía tener un nombre: Marian
Campbell.
 
Mi madre no parece sorprendida cuando la cuestiono por Megan un par
de horas después.
—Solo es un pequeño pasatiempo —pronuncia mi madre rodando los
ojos—. No tienes por qué preocuparte por eso.
—¿Modelaje? Mamá, está por concluir la universidad, no tiene tiempo
para distraerse—reprocho. —Sabes tan bien como yo que ella ama el
diseño, jamás se convertiría en modelo si no hubiese alguien presionándola.
—No intentes culparme por eso —advierte mientras toma la taza de
café del escritorio, como si nuestra conversación no fuese importante.
—Tú la presionaste ¿no es verdad? Está modelando porque tú quieres
que lo haga —aseguro. Ella suspira, deja la taza de nuevo sobre el escritorio
antes de girarse hacia mí.
—Deberías concentrarte en tu propia carrera —me recuerda —antes de
estar preocupado por la de Megan.
—Me preocupo porque sé de lo que eres capaz —debato cruzándome de
brazos —que no te importará hacerla firmar miles de contratos si eso genera
ganancias para ti.
—¿Por qué no la llamas? —pregunta. —Anda, hazlo y pregunta de
quien fue la idea del modelaje. Y te darás cuenta de que lo único que hice,
fue inscribirla en una agencia, todo lo que ha hecho después de eso ha sido
por cuenta propia.
Cruza por mi lado sin decir nada más, cuando me quedo solo en la
habitación, tomo una larga inhalación que me permita mantener el control.
¿Por qué tenía que enterarme de estas cosas por medio de la prensa? ¿Es
que acaso Megan no me tenía la suficiente confianza para contármelo?
Cierro los ojos, mientras me dejo caer sobre el sillón, me obligo a mí
mismo a dejar de pensar en mi hermana, no había nada que pudiera hacer y
llamarla no serviría de mucho.
El resto de la tarde la paso en mi habitación, sin nada entretenido por
hacer. Mantenía la esperanza de que Grace apareciera, ya sea para una
nueva entrevista o simplemente para conversar, no quería ir hacia su
habitación, no quería dejar en evidencia la necesidad que tenía por estar a
su lado.
Cuando la noche llega, decido bajar hacia el comedor del hotel en vez
de pedir servicio a la habitación.
—Suele ser complicado elegir algo en un bufete —volteo casi de
inmediato en cuanto reconozco la voz de Grace. Las comisuras de mis
labios tiemblan, una pequeña sonrisa se adueña de mi rostro mientras la
observo. Su cabello se encuentra recogido en una coleta, pocas veces la
había visto con ese peinado, luciendo adorable.
—Hola —pronuncio —¿en dónde te habías metido? No te he visto en
todo el día.
—Tuve que terminar un par de páginas para el artículo —informa
mientras comienza a poner un poco de comida en el plato que sostiene entre
las manos—. Estamos por concluir los últimos detalles, así que
probablemente pronto te llegue una copia de la revista.
—Sé que has hecho un trabajo estupendo —aseguro —así que no me
preocupo demasiado por eso.
Grace sonríe, una pequeña pero bonita sonrisa se adueña de sus labios.
Me observa por un par de segundos antes de centrar de nuevo su atención
en la comida frente a nosotros.
Una vez que hemos elegido, nos encaminamos hacia una de las mesas
que permanecen libres.
—¿Has hablado con tu hermana?
—No, quiero esperar hasta que regresemos a casa —informo —no es
algo tan sencillo como para hablarlo por teléfono.
—¿Y tu madre ha dicho algo al respecto? —cuestiona.
—Que no tiene nada que ver con la decisión de mi hermana —
pronuncio rodando los ojos —lo cual es poco creíble pero no hay nada que
pueda hacer. Simplemente esperar para hablar con Megan, y hacerla desistir
de su decisión.
—Pero si ella en verdad ha decidido hacer eso ¿por qué la harías
retractarse? —cuestiona con curiosidad antes de llevarse un poco de comida
a la boca.
—No es posible —aseguro.
—Pero ¿y si lo fuera? ¿Intentarías convencerla de que deje de hacerlo?
—No encuentro que responder a eso, permanezco en silencio por un par de
segundos, intentando encontrar las palabras adecuadas.
—A veces, los sueños terminan convirtiéndose en pesadillas —
murmuro—. No quiero que Megan pase por eso, no si puedo evitarlo.
Haría todo, absolutamente todo lo que estuviera a mi alcance para evitar
que mi hermana entrara en este mundo, sabía lo atractivo que podía llegar a
ser. A mí nadie me advirtió sobre las consecuencias de hacerlo, así que no
dejaría que Megan sufriera lo mismo que yo.
No si estaba en mis manos evitarlo.
 
Grace Baker.
El tiempo de la gira pasó con rapidez, con tanta que, a pesar de que
deseaba regresar a casa, ahora que nos encontramos en el avión, hay un
extraño sentimiento en mi pecho. De esos que se presentan cuando sabes
que un momento maravilloso está por acabar, solo que esto no es solo un
momento…ha sido por completo una experiencia excepcional.
Me acomodo en el asiento, mientras intento encontrar una postura
adecuada que me permita escribir en la computadora. Oliver quería que el
artículo estuviese terminado al llegar, y aunque tenía la mayor parte
corregida, aún faltaban unos mínimos detalles que no quería dejar pasar.
—¿Estás ocupada? —Alex se escabulle en el asiento de al lado.
—Intento terminar mi trabajo —informo, él se inclina con ligereza, para
poder observar la pantalla. —. Creí que intentarías descansar luego de la
gran firma de ayer.
—No puedo descansar en los aviones —confiesa —los asientos me
resultan un tanto incómodos, así que prefiero descansar cuando lleguemos
al hotel.
—¿No hace falta mucho para eso? —cuestiono—. Haremos vuelo en
escala, nos llevará cerca de veinticuatro horas llegar ¿no planeas descansar
en todo ese tiempo?
—Considerándolo mejor, tal vez duerma un par de horas —afirma—
¿tienes problema si me quedo en este asiento? 
—Para nada, puedes quedarte el tiempo que quieras.
Él sonríe. Lo observo sacar su celular, lo eleva un poco y enciende la
cámara.
—Sonríe —pronuncia mientras se apega a mi pecho, hago lo que dice,
intentando dar mi mejor rostro porque debía de admitir que no era tan
fotogénica como me gustaría—. Excelente.
Él baja el celular, lo observo teclear algo en él y luego caigo en cuenta
de lo que hará.
—¿Vas a subirla a Instagram? 
—¿Por qué no? —pregunta sin mirarme, un par de segundos después,
mi celular suena. Lo abro, leyendo la notificación que aparece en la parte
superior.
Alexander Campbell te ha etiquetado en una foto.
—Intentas hacer que muera asesinada por una horda de fanáticas
enojadas ¿no es cierto? —pregunto mientras entro a la aplicación para darle
“me gusta” a la fotografía. Sorprendentemente, a pesar de los escasos
segundos que han trascurrido desde que Alexander publicó la foto, esta ha
acumulado una cantidad considerable de reacciones.
—Eso pasa con el tiempo —pronuncia con una ligera sonrisa. Lo
observo conectar sus auriculares al celular y colocárselos momentos
después.
Cuando cierra los ojos y recarga la cabeza en el respaldo del asiento,
regreso mi vista al celular.
“De regreso a casa ¡Nos vemos pronto!”
Sonrío en cuanto leo la descripción de la foto, entro a los comentarios,
intentando no leerlos.
“Ha sido una gira maravillosa, eres increíble.”
Envío el comentario, antes de colocarme los audífonos también y
comenzar a reproducir la lista de canciones de mi celular, cierro los ojos,
recostando mi cabeza contra el respaldo del asiento. Sin embargo, vuelvo a
abrirlos en cuanto siento la mano de Alex deslizarse sobre la tela de mi
pantalón, cuando encuentra mi mano, entrelaza nuestros de dos.
Observo su agarre, él se acomoda mejor en el asiento sin abrir los ojos,
sin ser consciente de que no puedo apartar la mirada de él.
Alexander Campbell acabaría por completo conmigo, pero yo no tenía
ni siquiera la más mínima idea.
 
 
 
19 UN SITIO PARA LLAMAR HOGAR.
 
Alexander Campbell.

E sta vez cuando llego a casa me siento diferente, estoy agotado,


sí. Pero hay algo más que me hace sentir que esta gira…fue
diferente.
Sin embargo, pese a que estoy realmente aliviado de poder volver a
casa, comienzo a echar de menos a Grace. Han pasado dos días desde que
volvimos, dos días en el que apenas hemos intercambiado algunos mensajes
de texto, y la distancia que parecía haberse creado entre nosotros
comenzaba a serme insoportable.
No quería pensar que Grace se ha convertido en alguien con más
importancia de la que debería, durante los últimos días de la gira intenté
mentalizarme para esto, convencerme de que estaría bien con la distancia,
pero no fue más que un engaño.
Mantengo la mirada en el chat de Grace, observando el último mensaje
que le he enviado y comenzando a considerar si es buena idea enviar uno
nuevo. Tampoco quería dejarme en evidencia, ella no necesita saber que
realmente la estoy extrañando.
Suelto un suspiro y dejo el celular a mi costado, me acomodo sobre el
colchón fijando la atención en la pintura blanca del techo. La oscuridad de
la habitación me envuelve mientras traigo a mi mente la imagen de la chica
castaña que no he podido olvidar.
Volteo hacia la mesa de noche, en donde el reloj marca la hora. Es casi
media noche, así que descarto por completo la idea de enviarle un nuevo
mensaje y decido esperar hasta la mañana.
Extiendo la mano hasta el cajón, tomando el frasco de pastillas para
dormir y examinándola.
No pude conseguir más pastillas para dormir, sin embargo, luego de la
noche que Grace pasó conmigo, no fueron necesarias. Sé bien lo que me
hará abrir este que aún está intacto, así que solamente lo dejo de nuevo en el
interior del cajón, y giro para quedar bocarriba.
Cierro los ojos, un repentino cansancio me envuelve mientras tomo una
larga inhalación que me permite llenar los pulmones de oxígeno y sentirme
completamente relajado.
“No sería capaz de olvidarte, Alex”
Las últimas palabras que Grace dijo en el aeropuerto vuelven a mi
mente.
“Cuídate, nos vemos pronto”
Grace es aquello que necesito, es esa parte que he buscado sin cesar.
Grace Baker es la pieza faltante para poder recordarme que mi vida tal vez
no es tan mala después de todo.
No sé en qué momento me duermo, pero lo hago, sin necesidades de
pastillas ni fármacos que solo me dejan más cansado. Lo hago, con el
nombre de Grace girando en mi mente, funcionando como la única droga
que necesito para dormir.
 
A la mañana siguiente, es mi hermana quien se encarga de despertarme.
No hemos hablado mucho, una rápida bienvenida es lo que obtuve a mi
regreso y tenía la sospecha de que estaba evitándome, sin embargo, no quise
insistir.
—Hasta que te dejas ver —la molesto cuando abro la puerta y le
permito el acceso —¿demasiado ocupada como para visitar a tu hermano?
Ella sonríe.
—Tuve que resolver un par de cosas —admite —pero traje comida a
modo de disculpa.
Me enseña la caja que sostiene en las manos y sonrío, la tomo y ambos
ingresamos hasta la cocina. Megan deja la caja con los vasos de café y saca
cada uno para dejarlos sobre la encimera.
—Luces mejor —dice mirándome con un poco de detenimiento —¿has
estado durmiendo bien?
—He estado descansando como se debe —es todo lo que digo. Extiendo
una en su dirección, mi hermana hace una mueca antes de negar—. ¿Desde
cuándo le dices que no a las donas?
—No es que no quiera, pero la dieta no…—se detiene, parece caer en
cuenta de lo que ha dicho porque me mira casi preocupada.
—¿Dieta? —cuestiono elevando una de mis cejas. Entonces quería decir
que lo del modelaje no era un solo rumor, tampoco un pasatiempo como mi
madre decía.
—Ya lo sabes ¿no es así?
—¿Cuándo planeabas decirme? —inquiero—. Creí que había sido claro
al decir que quería que terminaras la universidad.
—Y lo haré, claro que la terminaré —afirma. Apoyo los brazos sobre la
mesa, mientras me inclino con ligereza hacia ella.
—¿Realmente quieres modelar? —cuestiono —¿Fue en verdad idea
tuya esto? O es que acaso mamá quiere que lo hagas.
—Ella lo sugirió, pero…
—No tienes que hacer nada que tú no desees —sentencio—. Meg,
mamá puede decir y prometer muchas cosas, no todo termina siendo
verdad.
—Ella dijo que tal vez dirías eso. No quería decirte, porque mamá dijo
que tal vez podría molestarte que las cámaras se fijaran en mí. —No creo lo
que está diciendo—. Estás tan acostumbrado a la atención que la idea de
que yo hiciera algo frente a las cámaras te molesta tanto ¿no es verdad?
—¿Qué? ¡No, claro que no! —exclamo. —¡Es ridículo! Sabes que te
amo, que me sentiría más que feliz de que te dieras a conocer al mundo,
pero no de esta forma. No haciendo algo que realmente no quieres hacer.
—¿Y por qué estás tan seguro de que no quiero esto? —cuestiona con
molestia. —Que algo vaya mal para ti no quiere decir que también sea malo
para mí.
Arqueo una de mis cejas, incrédulo ante lo que dice.
—Realmente quiero esto, Alex. Por favor…no quiero pelear contigo.
—¿Lo haces? —pregunto —¿realmente lo haces?
—Si —pronuncia. La observo, sabía lo sencillo que es mentir mirando a
los ojos, no podía con la idea de que Megan viviera el mismo infierno que
yo, pero si Marian tiene algo que ver, es probable que no pueda hacer
mucho.
—Bien, entonces no volveré a preguntarte eso —sentencio. —Confiaré
en tu palabra, pero Meg, si en algún punto dejas de querer esto, dime ¿sí?
Prometo hacer cuanto esté a mi alcance para librarte de eso.
Ella sonríe, extiende una de mis manos hasta colocarla sobre la mía.
—Claro que lo haré —murmura —¿a quién llamaría en mi rescate si no
es a ti?
Sonrío, Megan se incorpora del asiento en el que se encuentra para
rodear la mesa y llegar hasta mí. Se abraza a mi cuerpo, y decido creerle.
Aun sin saber si ella estaba diciendo la verdad o no.
 
Tengo el artículo entre mis manos, y realmente es increíble.
El gran Campbell, los destellos detrás de una superestrella.
—Realmente es increíble —murmuro —Grace es maravillosa.
—Es realmente talentosa ¿verdad? —pregunta Ryan—. Tiene una forma
de redacción maravillosa.
—Nadie puede dudar de eso—concuerdo. La forma en la que Grace
escribió todo referente a la gira parecía ser contada desde el mejor punto de
vista que pudiera existir, no generaba rumores, no exaltaba de más, es
simplemente genuino.
—El lanzamiento de la revista es en una semana —informa Ryan —
evidentemente tienes que asistir. ¿has pensado a quien invitarás?
Sonrío, claro que lo había hecho.
—¿Hay algún problema si Grace es mi acompañante? —Ryan sonríe, tal
se lo esperaba, porque suelta una risa mientras asiente.
—No imaginaba a nadie más —confiesa—. Llámala e infórmame de su
respuesta.
Asiento. Cuando Ryan se marcha, saco el celular para buscar su nombre
en la lista de contactos.
Alexander:
He recibido la revista, es maravillosa
¿Qué dices si para celebrar vienes conmigo al lanzamiento? Como mi
invitada, claro está.
Grace:
¿De verdad? ¿O es que acaso estás bromeando conmigo?
 
 Alexander:
 Estoy hablando en serio, Grace. Lo juro.
 
Grace:
En ese caso, tengo que decir será un honor ser tu invitada.
 
No entiendo porque estoy tan feliz de recibir esa respuesta, ni porque se
siente como la mejor respuesta del mundo.
 
 
 
20 MENTIRAS QUE DUELEN
 
Grace Baker.

E l día del lanzamiento de la nueva edición de la revista ha


llegado, el jardín de las oficinas de Icons lucía realmente increíble,
Oliver se había esmerado bastante en hacer que cada parte del jardín luciera
fenomenal.
Faltan cerca de treinta minutos para que el evento comenzara, intentaba
convencerme de que no pasaría absolutamente nada por el hecho de que
Alexander y yo fuésemos fotografiados juntos de nuevo.
Lo había pensado, y consideré también todas las consecuencias que eso
podría traernos, pero ninguna parecía ser lo suficientemente mala como
para arrepentirme.
En primera instancia, Alex me había dicho que pasaría por mí para
luego llegar juntos al evento, sin embargo, parece ser que algo surgió que
cambio sus planes a encontrarnos aquí, en las oficinas de Icons.
—¿Estás esperando a alguien? —Lía, una compañera del trabajo,
cuestiona con curiosidad mientras se coloca a mi costado.
—Solo espero a mi acompañante —pronuncio omitiendo el nombre de
Alex —deberá de llegar pronto.
—Oh, así que has invitado a alguien —articula. Asiento, no quiero que
sospeche que se trata de Alexander porque entonces no dejará de hacer
preguntas, las cuales no sé si seré capaz de responder.
—Al parecer la estrella se ha atrasado —pronuncia después de un par de
segundos.
—¿Por qué lo dices? —inquiero con curiosidad.
—Estaba con Oliver, parece ser que Alexander Campbell debió de
llegar hace cerca de quince minutos —informa.
—Seguramente estará aquí pronto —aseguro mirando la pantalla de mi
celular para saber si no tengo ningún mensaje de él.
—He escuchado que vendrá con Vanessa Anderson, la modelo que
siempre lo acompaña a todos los eventos —informa. La observo, intentando
ver si dice alguna especie de broma, sin embargo, Lía parece hablar
demasiado en serio.
—¿Cómo sabes eso?
—Ella lo acompaña siempre.
Parece que todos esperan que llegase con alguien más, ¿qué pasaría
cuando vieran que no era así?
—¿Tu invitado aún no llega? —pregunta Lía pasando la vista por el
jardín.
Niego. Ambas permanecemos en silencio, hasta que el pequeño alboroto
ocasionado por los periodistas que aguardan en la entrada del edificio nos
alerta de la llegada de alguien.
—Oh, la súper estrella ya está aquí —murmura Lía—. Ven, tenemos
que ir con Oliver.
Mi corazón da un vuelco furioso ante los nervios, ¿cómo se supone que
me acercaré a él con tanta gente? Su idea sobre encontrarnos aquí en
realidad ahora parece ser la peor de todas. Lía y Oliver no me dejarían
tranquila, tal vez debí de avisarles que vendría con él.
Sacudo la cabeza con discreción, mientras intento de armarme con el
valor suficiente como para ir al encuentro de Alexander.
—Las encuentro justo a tiempo —pronuncia Oliver—. Tenemos que ir a
recibirlos.
—¿Recibirlos? ¿A quiénes? 
—A recibir a Alexander y a Vanessa Anderson. —No entiendo a qué se
refiere, hasta que entonces lo veo.
Alex baja del auto, sonríe por algunos segundos en dirección a las
cámaras y luego se gira. Detengo mis pasos en cuanto noto que no viene
solo, una chica baja del auto, tomando con firmeza la mano que Alexander
le ofrece y luego, ambos sonríen a la cámara.
Ella se apega a su cuerpo, colocando una de sus manos sobre el pecho
de Alex mientras son fotografiados por todos los periodistas que lanzan
preguntas hacia ellos.
Lucen tan…impactantes. La chica sonríe a las cámaras, el vestido reluce
en su cuerpo y hasta parece ir a juego con el traje que él porta. Algo me
araña el corazón cuando entiendo lo que está ocurriendo.
Bajo la vista hacia el bonito vestido que Jane dijo que debía portar.
Digno de revistas. Eso fue lo que dijo, pero ahora me siento ridícula por
haber considerado que Alex realmente vendría conmigo.
—Grace — la voz de Lía me saca del pequeño trance en el que había
entrado. Ella hace una seña para que me acerque, pero soy incapaz de hacer
otra cosa que no sea mirar a la pareja que está a unos escasos metros de
distancia.
¿Qué hacia ella con él? ¿Por qué me había invitado entonces, si ya tenía
a alguien más?
El sentimiento de vergüenza ante la idea de poder considerarme como la
acompañante de Alexander me llena por completo. ¿Cómo pensé que él
podría estar hablando en serio?
—No puedes quedarte ahí todo el día —pronuncia Lía mientras toma
uno de mis brazos—. ¿Estás bien?
—Sí, lo estoy —contesto dedicándole una sonrisa forzada. Nos
detenemos a escasa distancia de donde Alex está, a pesar de toda la
tentación que tengo de salir corriendo, permanezco de pie, firme en mi
lugar hasta que él recae en mí.
Su sonrisa decae en cuanto me mira, a pesar de que intenta
recomponerse, no lo consigue.
Intercambian palabras con Oliver, apenas sonríe y no parece cómodo,
sin embargo, eso en realidad no me importa.
Tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no escapar, hay un
nudo en mi garganta, un dolor en el pecho que no comprendo. ¿Por qué me
duele tanto?
—¿A dónde vas? —cuestiona Lía cuando nota que tengo la intención de
marcharme.
—Tengo que ir al baño— miento—. Vuelvo enseguida.
No le doy la oportunidad de responder, me giro para poder alejarme del
sitio tan pronto me sea posible. Me adentro a las oficinas de Icons, no hay
nadie dentro excepto por un par de meseros que recogen algunas copas.
—No puede ser —mascullo cerrando los ojos. ¿Qué es lo que ocurría
conmigo? ¿Por qué me sentía de esta manera?
Volteo, observando como Alexander saluda a todos sin soltar la mano de
la chica que viene con él. Un nudo en la garganta me hace cerrar los ojos, es
tan doloroso que no entiendo el porqué.
—Pero ¿qué es lo que tenía en la cabeza?  —murmuro para mí misma
con molestia —era evidente que no vendría conmigo.
—¿Grace? —giro con alarma, Lía se encuentra a un par de pasos de
donde estoy. Luce preocupada, y temo que haya podido escucharme—.
¿Alexander es…?
Bajo la vista, intentando ocultar la vergüenza que siento ahora mismo.
No soy capaz de responder, mi visión se nubla y dejo de mirarla porque me
avergüenza tanto que me vea de esta manera.
—Son estrellas, Grace —murmura con comprensión —ellos hacen esto,
se rodean de personas que están a su altura, que logran aumentar su fama y
popularidad. No te sientas mal. — pasa una de sus manos a lo largo de mi
brazo—. Volvamos ¿sí? Oliver nos espera.
Asiento, intentando no parece afectada ante lo que acaba de suceder. Lía
toma mi mano, con una sonrisa comprensiva antes de que ambas
comencemos a caminar de regreso al jardín. Al mismo lugar en donde Alex
se encontraba. No dejaría que se percatara que esto me había afectado,
actuaría como si absolutamente nada hubiese sucedido.
Como si no me doliera el hecho de Alexander Campbell me ha mentido.
 
Alexander Campbell.
Odiaba a mi madre, y también a Ryan por permitir que esto sucediera.
Vanessa se encuentre a mi lado, demasiado concentrada en su celular como
para prestar atención a algo más.
Esto no debía de ser así, se suponía que era Grace con la que debería de
estar llegando, no con Vanessa. 
Jeff me mira por el espejo retrovisor, sabe bien que este es uno de esos
momentos en donde puedo perder la cabeza y explotar. Parecía
entusiasmado de ver que esta vez volví siendo el mismo chico que se fue de
gira, pero son estos momentos que me dejan saber que nada en mi vida ha
cambiado.
Mientras seguimos avanzando, intento encontrar una solución para lo
que le diría a Grace. No podía simplemente llegar y decirle: ¿Sabes algo?
Mi madre y Ryan me obligaron a venir con ella, tuve que hacerlo, lo siento.
Quise llamarla, quise decirle que esto no era por mí, pero eso no sería
suficiente excusa. Le pedí a Ryan que la llamara él mismo para explicarle,
pero su contestación fue: no es mi trabajo arreglar tus relaciones personales.
Así que aquí estoy, sintiendo que odio esto mucho más que otras veces.
El auto estaciona en la entrada, cierro los ojos por un par de segundos
intentando prepararme para lo que vendrá a continuación. Cuando abro la
puerta, las luces de las cámaras no se hacen esperar. Sonrío de la mejor
manera que puedo antes de tenderle mi brazo a Vanessa. Ella baja del auto,
con una actuación fenomenal.
Al parecer, su manager había pagado una gran cantidad de dinero a
Ryan para que asistiéramos juntos al lanzamiento, como un medio de
publicidad, y por mucho que intenté negarme, cuando alguien paga para
algo como esto, debo cumplir. Las palabras de mi madre se reproducen en
mi mente mientras atravesamos al grupo de periodistas y nos encaminamos
hacia el jardín. Entonces la veo, luce tan bella como no la había visto nunca.
Porta un bonito vestido amarillo, justo de la parte de la cintura, pero con
una falda suelta que le llega hasta la mitad del muslo, su figura esbelta
evidencia cada curva con el vestido, pero a pesar de que luce fantástica, no
sonríe.
No tiene ese gesto cálido, no tiene la mirada iluminada. Sus labios están
apretados en una fina línea, su entrecejo levemente fruncido y no hace nada
que no sea mirarme como si le hubiese clavado un maldito puñal en el
pecho, y tal vez lo hice. No aparta la mirada de mí, y lo único que quiero es
soltar el brazo de Vanessa e ir hacia donde ella se encuentra. Pero no lo
hago, soy demasiado cobarde como para hacer algo como eso.
Tengo que obligarme a dar la mejor actuación de mi vida en cuanto
Oliver nos da la bienvenida, tengo que obligarme a mí mismo a no perder el
control justo aquí.
Apenas sonrío, no me molesto en dar una respuesta cuando Vanesa me
habla ni en fingir que estoy cómodo con esto, porque no es así. Grace se
aleja, y tengo que hacer uno de todo mi autocontrol para no ir detrás de ella
y explicarle lo que había sucedido.
No dejo de buscarla en ningún momento después de eso. Tengo que
obligarme a lucir realmente feliz ante las personas que se acercan a saludar,
Vanessa luce tan fresca y natural que dudo por un momento sobre el hecho
de que le moleste estar aquí conmigo.
Aprovecho el momento en que ella se encuentra hablando con un par de
personas para librarme de su agarre e intentar encontrar a Grace. Tengo que
hablar con ella. Tengo que decirle que esto está fuera de mi control, que no
quería absolutamente nada de lo que está sucediendo. Camino por el jardín,
recorriendo todo el lugar intentando encontrarla, pero no lo consigo, es
como si hubiese decidido escabullirse para no ser encontrada.
No disfruto en lo absoluto el evento, se suponía que tendría que ser uno
de los mejores, pero termina siendo todo lo contrario. Cuando termina, y las
cámaras se marchan, Oliver nos invita al banquete. Gracias al cielo Vanessa
se ha apartado por un par de minutos, así que cuando veo a Grace delante
de la barra del bufete, no dudo en ir hacia ella.
—Hola —ella se sobresalta, voltea observándome por un par de
segundos antes de regresar su atención a la chica que está con ella. —
¿Crees que podamos hablar?
—Iré con Oliver —murmura la chica frente a ella—. Búscame luego
¿de acuerdo?
Grace asiente, la observo suspirar antes de girarse de nuevo hacia mí.
—¿Qué es lo que quieres? —No me mira cuando pregunta aquello, no
está su habitual tono amable, no me sonríe y no entiendo porque me siento
tan mal por eso.
—Sé que estás molesta, pero puedo explicarte lo que sucedió.
—No, está bien —responde —No tienes que explicarme nada. Es
evidente que decidiste venir con alguien que te diera algún beneficio.
—No, claro que no. Grace esto no es así yo…
—¿No pudiste enviar un solo maldito mensaje? —pregunta con
molestia —¿Diciendo al menos que no te esperara porque ya venias con
alguien más?  No quiero escuchar más excusas de tu parte Alexander. ¿Sí?
Por favor, olvidemos esto y disfrutemos del banquete.
Tomo su brazo cuando ella hace el ademán de marcharse, Grace observa
el agarre que ejerzo en su brazo antes de elevar la mirada hacia mi rostro.
—No hagas esto aquí —pide—. Has dejado todo en claro, Alexander.
—Grace…tuve que hacerlo —susurro soltándola —no tuve elección.
—Siempre hay una elección —dice decepcionada —incluso esta vez.
Quiero ir tras ella cuando se marcha y decirle que no, que no es así
como han pasado las cosas. Que no he escogido a alguien que aumenta mi
fama, que eso en realidad no me importa. Pero soy lo suficientemente
cobarde como para no hacer absolutamente nada, más que solo mirarla, sin
ser capaz de decirle la verdad.
 
 
 
21 LA VERDAD PARA SER LIBRE
 
Alexander Campbell.

S e supone que debería de estar descansando, o al menos, eso es


lo que mi cuerpo entero me pide que haga. Sin embargo, estoy aquí,
sosteniendo una botella en una de mis manos mientras intento ser partícipe
en la celebración que mis amigos tienen frente a mí.
—Quita esa cara —murmura Katherine con diversión mientras se
coloca a mi costado—. Deberías estar festejando que los éxitos llegan a tu
vida.
Sonrío sin querer hacerlo.
—Creo que a mi vida llega todo, menos éxito —confieso antes de darle
un sorbo a la botella. El sabor amargo me hace plasmar una mueca en el
rostro, Kat ríe antes de quitarme la botella de las manos.
—Bebes como si fuese agua —articula—. ¿Qué fue lo que pasó?
Niego.
—Vamos, para que tengas esa cara quiere decir que algo realmente malo
sucedió —insiste—. ¿Pasó algo en el evento?
Permanezco en silencio, Nicolás ríe por alguna broma que Paul ha
hecho, sé que no es el momento para hablar de esto. Katherine se incorpora,
deja la botella de cerveza a un lado antes de tomar una de mis manos, y
hacerme caminar detrás de ella. Nos alejamos del jardín de la casa en donde
nuestros amigos se encuentran, Katherine sube los escalones hasta que
llegamos a mi habitación.
—¿Qué hacemos aquí? —cuestiono. Ella se sube al colchón, quitándose
los zapatos en un movimiento para después cruzarse de piernas.
—Ahora si puedes contarme que fue lo que sucedió —murmura. —
¿Esto tiene alguna relación con la chica de las revistas?
Suspiro, incapaz de negarle. Katherine palmea un costado del colchón,
invitándome a tomar asiento a su lado.
—Creo que arruiné un poco las cosas con ella —confieso.
—¿Por qué? ¿Te apresuraste demasiado? —niego.
—Es complicado, Kat —confieso.
Me echo para atrás, mi espalda choca contra el colchón y permanezco
mirando el techo.
—Sé que es lo que necesitas —pronuncia. Rueda hasta quedar boca
abajo, rebusca algo en el bolsillo de su chaqueta antes de extender su brazo
en mi dirección.
Una pequeña bolsa con polvo blanco es depositada sobre mi palma.
—Te hará bien.
—¿Me ofreces droga para que pueda sentirme mejor? —cuestiono—.
¿Desde cuando haces esto?
Katherine toma la bolsa de mis manos cuando nota que no tengo la
intención de hacer algo con ella.
—No intentes actuar como un padre ahora —pide mientras la guarda de
nuevo en uno de sus bolsillos—. Solo intento ayudar, pero si no quieres…
Ella se incorpora de la cama, tiende una mano en mi dirección mientras
hace un gesto con la cabeza.
—Volvamos, los chicos se estarán preguntando en donde nos metimos
—murmura. A duras penas me incorporo de la cama, camino detrás de ella
hasta que volvemos al jardín.
—¿A dónde fueron ustedes dos? —cuestiona Paul mientras deja un par
de botellas frente a nosotros.
—Alexander necesitaba un poco de espacio —responde Katherine.
Paul no pregunta nada más, las siguientes horas las pasamos en el jardín
trasero de la casa, mis amigos ríen entre ellos y yo intento dejar de pensar
tanto en el asunto relacionado con cierta castaña.
Tras innumerables botellas, y cuando solamente Paul, Katherine y yo
quedamos en el piso de la sala, parecer ser que mis sentidos y autocontrol se
han esfumado. Katherine parece aprovechar el momento en el que Paul se
dirige a la cocina en búsqueda de más comida, para extender hacia mí de
nuevo la pequeña bolsa.
—Anda, pruébalo —insiste —estarás como nuevo en segundos.
No sé si se debe a la cantidad de alcohol en mi sistema, o a la necesidad
que tengo que dejar de pensar en lo que ha ocurrido horas atrás lo que me
hace tomar la bolsa de plástico.
—¿Qué carajos, Katherine? —el grito molesto de Paul nos sobresalta
—.  ¿Quieres provocarle un maldito shock? —cuestiona mientras me
arrebata la bolsa de las manos.
—Paul está bien, solo… —me sorprende poder hablar con claridad.
—No, tú estás lo suficientemente borracho como para tomar buenas
decisiones justo ahora —reprende.
—Si él quiere hacerlo no tienes que actuar como su padre —reprocha
Kat con molestia mientras se incorpora.
—Ha tomado más que cualquiera de nosotros y no creo que lo que
tenías intención de darle fuese algo para bajarle el alcohol.
Katherine termina saliendo de la casa, diciendo algo como que tenemos
la habilidad para arruinar una buena noche. Rebusco en mis bolsillos
intentando encontrar mi celular, de un momento a otro me ha asaltado una
gran necesidad de llamarla.
—¿Qué haces? —pregunta Paul—. No, no vas a llamarla así.
Demasiado tarde, he marcado el número.
—Alexander por favor, estás tan borracho que solo vas a preocuparla —
Paul termina por quitarme el celular.
—Yo…yo solo…quiero explicarle —mascullo—. No fue culpa mía.
—Sí, tendrás tiempo para explicarle eso.
Mi celular suena, Paul suelta una maldición cuando lee el nombre en la
pantalla y se aparta un poco.
—¿Es Grace? —cuestiono—. Dame el teléfono.
—¿Sí? No, no pasa nada. Todo está bien solo… —Paul forcejea
intentando apartarme mientras habla con Grace.
—¡Dame el teléfono! —exijo intentando tomar el artefacto—. Dile que
quiero hablar con ella.
—¡Bien, lo haré! —exclama con molestia alejándose un par de pasos de
donde me encuentro.
Mal momento para que esto suceda, el nivel de alcohol en mi organismo
parece ser bastante porque es como si un profundo sueño me invadiera,
quería estar despierto cuando ella llegase, si es que lo hacía.
Tengo que hablar con ella, de una forma u otra tengo que hacerle saber
que lo que había pasado no era mi culpa.
Pero parecía ser que mis oportunidades se han acabado.
 
Cuando despierto a la mañana siguiente, el dolor de cabeza me hace
querer seguir en cama por al menos un par de horas más, sin embargo, los
sonidos y voces que vienen del piso de abajo me obligan a levantarme.
¿A caso Paul y Katherine seguían aquí?
Suelto un bostezo, mientras tallo uno de mis ojos con el dorso de mi
mano. Cuando llego a la cocina, me detengo de inmediato.
—Oh, al fin despiertas —Paul me observa de una forma que no consigo
descifrar.
—¿Grace? —ella se gira. Me dedica una pequeña sonrisa antes de
elevar una de sus manos y hacer un saludo.
—Hola. —pronuncia—. Espero que no te moleste que haya venido
hasta aquí, pero la llamada de anoche me dejó algo inquieta.
—Creo que tienen una charla pendiente, y por lo visto estás bien así
que, me voy —Paul cruza por nuestro lado, se despide de ambos y en pocos
momentos solamente estamos Grace y yo permanecemos en la casa.
—¿Y bien? —murmura ella mientras se apega a la barra de la cocina.
Permanezco en silencio, intentando encontrar las palabras adecuadas
para decir.
—Lo siento —murmuro después de algunos minutos de haber
permanecido en silencio.
—Necesito algo más que un “lo siento” —exige —. Necesito saber qué
fue lo que pasó, no pretendas que actúe como si nada Alex. No quiero sonar
como una chica inundada en celos, pero no pretendas que acepte solo una
disculpa cuando prácticamente me dejaste a un lado en el evento, en un
evento al cual tú me invitaste a ser tu acompañante, y luego bajas del auto
con otra chica, necesito una verdadera explicación sobre eso.
—Mi madre y Ryan…
—¿Te obligaron? —cuestiona riendo con algo de sarcasmo—. Esa
parece ser tu respuesta a todo —recuerda cruzándose de brazos.
—Grace, es complicado —pronuncio bajando la vista —no lo
entenderías.
Ella suspira, la observo tomar el bolso que se encuentra sobre la barra
de la cocina y su celular.
—¿Te irás?
—¿Qué quieres que haga? —cuestiona deteniéndose frente a mí —vine
hasta aquí, a mitad de la noche porque estaba preocupada por ti aun cuando
Paul dijo que seguramente estabas bien. Estoy aquí intentando entender
porque actúas de la manera en la que lo haces, porque eres tan cobarde
cuando se trata de tu madre.
Lo último que dice me golpea con brusquedad.
—No soy un cobarde —me defiendo.
—Ah, ¿no?  —cuestiona ella con molestia—. ¿Entonces porque nunca
le pones un límite a tu madre? ¿Por qué dejas que ella te maneje a su
antojo?
—¡Por qué no tengo otra opción! —respondo en un grito—. Porque,
aunque quiera hacerlo, no puedo. ¿Quieres saber por qué? —cuestiono
siendo incapaz de contenerme—. Porque esa mujer puede hundirme por
completo, Grace. Puede acabar conmigo si lo desea.
—¿No es eso lo que está haciendo ahora? —inquiere suavizando su
tono—. Está acabando contigo, pero no logras darte cuenta. Alexander,
necesito saber la verdad para poder entender.
—Hay un contrato —pronuncio cerrando los ojos, no puedo creer que
vaya a decirlo, que vaya a decirle la verdad a ella—. Cuando mi padre
murió, Marian vino a mi habitación y se ofreció a manejar mi carrera, era
un adolescente iluso que acababa de perder a su padre, y que además estaba
tan cerca de cumplir su sueño —camino con lentitud hacia uno de los
bancos que están cerca de ella.
—Era menor de edad, así que alguien debería representarme. Mi padre
era quien lo hacía antes, pero luego mi madre apareció con un abogado y
diciendo tantas cosas que no entendí. Solo dijo que quería asegurarse de
tener mi consentimiento para que ella se hiciera cargo de todo.
Grace me observa con atención, en completo silencio.
—No supe entonces de que era lo que trataba, pero poco a poco fui
descubriéndolo. Prácticamente contraté a mi madre como mi propia
manager, y no podía hacer nada para librarme de ella. Cada que intentaba
protestar, amenazaba con abandonarme y que otra persona llegaría,
haciendo todo mucho peor de lo que ella lo hacía.
Sacudo la cabeza levemente.
—Cuando cumplí la mayoría de edad, quise buscar a otro representante,
quise tomar mis propias decisiones, pero entonces me di cuenta que todo el
dinero, el poder de las canciones, el permiso para explotar las letras, todo
era manejado por ella. Así que Marian se plantó con firmeza y dijo que
ahora, debíamos firmar un contrato.
Mi estómago se revuelve con furia cuando recuerdo aquello. Por años
me he reprochado el no haber sido más inteligente, más persistente, más
valiente.
—Ella dijo que tenía que firmar para que nadie más intentara controlar
mi carrera, que existían muchas personas que intentarían hacerlo. No debí
de haber firmado, pero lo hice. Tampoco presté mucha atención a lo que ese
papel decía, solo sé que mi vida luego de ese momento se convirtió en una
pesadilla constante. Si creí que antes de ese contrato las cosas iban mal, con
eso me sumergió en un infierno.
—¿Qué fue lo que firmaste? —pregunta con suavidad. Sonrío con
tristeza.
—Le cedí todos los derechos, Grace —susurro—no soy dueño de
absolutamente nada. Ni de mi música, ni del dinero, le di el poder a mi
madre de controlar todo, absolutamente todo. Si no hago lo que ella dice,
tiene el poder para vender todas las acciones, la música, las letras. Se
quedará con todo por lo que tanto he luchado, y me dejará sin nada—el
hecho de recordar todo lo que el maldito papel decía hacía que mi estómago
se revolviera con furia—.  Era un hijo que confío en que su madre haría las
cosas bien, al parecer, ese fue mi mayor error.
—¿No has intentado hacer algo?
—Vaya que sí, en más de una ocasión —confieso. —¿Sabes qué fue lo
único que hizo? Elaboró una gira, contrató a Ryan y se encargó que firmara
varios contratos más, atándome por completo a la disquera. Ahora tengo
que hacer lo que mi madre diga, y además cualquier fin comercial que la
disquera considere apropiado, también me veo obligado a cumplirlo.
—Debe…debe de haber una manera para poder cancelarlo ¿no? ¿Ryan
sabe de esto? —niego.
—Eres la primera en saberlo y te rogaré que no digas nada, por favor.
Estoy arriesgando demasiado al decir esto, Grace. De hecho, estoy
rompiendo la maldita cláusula de confidencialidad ahora mismo. Pero sé
que puedo confiar en ti. —aseguro.
—Alex…
—¿Ahora entiendes porque no puedo decir “no”? —pregunto casi en un
susurro—. Mi madre por obtener dinero es capaz de cualquier cosa, Grace.
—Si sigues de esta manera, esto va a acabar contigo —suspiro.
—¿Crees que no lo sé? —pregunto—. Soy muy consciente de eso.
—Pudiste haber enviado un mensaje —articula.
—Lo sé, creo que en fondo esperaba poder pasar tiempo contigo —
confieso —aunque claramente eso no fue posible.
Sonríe, el temor de que ella no quisiera volver a hablar conmigo luego
de lo que había hecho, se esfuma por completo.
—La próxima vez envía un mensaje, o llama —pide.
—No habrá próxima vez —aseguro—. No volveré a hacerte a un lado,
lo prometo.
Extiende una de sus manos hacía mí, la tomo sin pensarlo y la atraigo a
mi cuerpo. Ella me rodea el cuello con los suyos, y en cuestión de segundos
la tengo contra mi pecho. La sensación de calidez me envuelve por
completo, me llena hasta el último rincón.
Grace Baker me hace sentir que estoy en un lugar seguro. Contarle la
verdad es como una especie de liberación, no hay miradas de lastima, ni
compasión. Solo hay una que me deja saber que con ella…siempre tendré
un refugio. Un sitio al cual acudir…cuando el mundo se me caiga a
pedazos.
 
Grace Baker.
Sabía que la madre de Alexander era una mujer fría, pero no podía
imaginar que tanto. ¿Amenazar a tu hijo con arruinar su más grande sueño
solo para conseguir controlarlo? ¿Qué clase de madre hacía eso?
Alexander se encuentra a mi lado, mientras ambos observamos la
película que se reproduce frente a nosotros, él había insistido demasiado en
que me quedara, había ordenado pizza, bebidas y mucha botana.
No entendía cómo se mantenía en forma con toda la cantidad de comida
que ingería.
—Tendré que inscribirme a un gimnasio después de esto —mascullo
cuando la película ha terminado—. O terminaré por ser una pelota.
Alex ríe, me observa por un par de segundos antes de negar.
—No lo necesitas —asegura —pero si lo deseas, tengo un gimnasio
aquí, puedes venir cuando quieras.
Levanto la espalda del colchón cuando informa aquello.
—¿En serio? —él me mira —¿tienes un gimnasio en tu casa?
—Claro, está por…—El timbre suena interrumpiéndolo, Alex observa
la puerta antes de incorporarse, aún con el vaso de refresco entre una de sus
manos.
—¡Hola! —un grito emocionado me hace voltear—. ¿Tienes una
reunión y no me invitaste?
—Solo estamos viendo una película —me incorporo cuando los pasos
se acercan. Giro en el momento justo en el que la hermana de Alexander se
detiene a mitad de la sala.
El parecido entre ambos no es demasiado, Megan tiene el cabello rubio,
y los ojos de un verde tan bonito que le dan un aire casi de inocencia.
—¿Grace? —pronuncia con duda.
—La misma —respondo con una pequeña sonrisa. Megan, como
recuerdo que se llama, avanza a pasos rápidos hasta envolverme en sus
brazos.
—¿Qué te trae a mi humilde morada? —cuestiona Alex cuando su
hermana se aparta.
—Lamento interrumpir su cita, pero…
—No es una cita —Alexander y yo hablamos al mismo tiempo. Megan
sonríe con burla, mientras se encoge de hombros.
—Como decía, lamento interrumpir, pero quería venir a felicitarte. El
artículo es increíble ¿tú lo escribiste, cierto? —cuestiona girándose de
nuevo hacia mí.
—Así es, me alegra escuchar que ha sido un éxito rotundo.
—¡Claro que lo fue! —exclama —¿no has leído internet? Al parecer
eres la favorita en el fandom.
—¿En el fandom? —inquiero con curiosidad. Ella asiente, saca su
celular para enseñarme de lo que habla, y me sorprendo al ver la cantidad
de comentarios positivos que el artículo tiene.
—Lo han hecho electrónico, y está llenando el internet. Eres
maravillosa. —afirma.
Observo a Alex por el rabillo del ojo, él sonríe mientras me observa.
Guiña un ojo en mi dirección y luego se concentra de nuevo en su hermana.
Para el final de la tarde, tengo que volver a casa. No olvidaba que había
prácticamente robado el auto de mi mejor amiga para poder llegar hasta
aquí, y ahora parecía que Jane lo quería de vuelta.
—Deberíamos de salir alguna vez —sugiere Megan con una sonrisa—.
Tal vez puedas escribir un artículo sobre mí.
—Oh, no —exclama Alex —no intentes robártela.
Megan rueda los ojos, ambos me acompañan hasta la entrada el auto, y
cuando me subo a él, Alexander permanece a lado de la ventanilla. Se
inclina hacia adelante, mientras coloca uno de sus brazos en la parte
superior de la ventanilla y acerca su rostro hacia mí.
—¿Te veré pronto? —cuestiona—. ¿En las oficinas de la disquera tal
vez?
—No lo sé, depende de que tan pronto tu madre quiera comenzar con el
nuevo proyecto
—Katherine tiene una presentación este fin de semana ¿qué dices si
vienes conmigo? Para compensarte lo del evento de la revista.
—No es necesario, ese asunto ha sido olvidado —aseguro.
—Déjame compensártelo —pide.
—¿Katherine no se molestará si voy contigo? —cuestiono. Él niega —
Lo pensaré —respondo con una sonrisa divertida. Alex se aparta del auto,
mientras niega con la cabeza, pero sin quitar la sonrisa del rostro.
—Quieres hacerme el trabajo difícil ¿eh? —pregunta. Elevo uno de mis
hombros, mientras le dedico un guiño. —De acuerdo, aceptaré el reto —
bromea —te llamo luego ¿vale?
—Vale —él se aleja unos cuantos pasos cuando enciendo el motor del
auto, permanecemos un par de minutos más en silencio, el simplemente
mirando en mi dirección.
Eleva una de sus manos, haciendo un ademán de adiós.
Muevo la palanca del auto para poderlo en reversa y poder ir a casa, no
puedo evitar observarlo mientras ingresa de nuevo a su hogar.
Una sonrisa tira de mis labios mientras piso el acelerador y acelero para
avanzar en la carretera y poder llegar a mi hogar.
 
 
 
22 CAÍDA INEVITABLE
 
Grace Baker

I ntento darme prisa para poder tomar todas las cosas que necesitaré en
la reunión de trabajo, en menos de una hora me reuniré con Marian
Campbell para discutir los detalles del nuevo trabajo con Alexander.
—¿Llevas todo? —cuestiona Jane apareciendo en mi habitación.
—Lo tengo—afirmo—. ¿Podrías llevarme a Icons? Me ahorrarás al menos
veinte minutos.
—De acuerdo —murmura con una pequeña sonrisa —iré por las llaves.
Doy un par de saltos ante la respuesta, sale nuevamente de la habitación y
doy un último vistazo, asegurándome de tener en verdad todo lo que necesitaré.
Un par de minutos después, ya nos encontramos en el interior del auto, camino a
las oficinas de la revista.
—Así que estarás con Alexander nuevamente —murmura con una sonrisa
divertida en el rostro—. No olvido que te robaste mi auto a media noche, lo que,
por cierto, me hace preguntarme ¿dormiste en la misma habitación que él?
—No —mascullo—. Paul fue lo suficientemente amable como para dejarme
estar en la habitación de invitados.
—¿Vive solo y tiene una habitación para invitados?
—Jane, es una estrella —le recuerdo —¿por qué te sorprende que su casa
tenga una habitación para invitados?
—Tienes razón, debería de sorprenderme el hecho de que no la tuviera —
chasquea la lengua—. Aun no respondes ¿estarás con él?
—Es su madre la interesada en el trabajo —expreso —así que con ella me
reuniré. Deséame suerte, esa mujer es verdaderamente intimidante.
—¿Desde cuando alguien te intimida? —cuestiona dedicándome una rápida
mirada —recuerdo que los intimidados siempre eran tus jefes.
—Esto es diferente —confieso. —Esa mujer es…—intento encontrar la
palabra adecuada para poder describir a la madre de Alexander, sin embargo,
antes de que pueda hacerlo, Jane se adelanta.
—¿Una fiera? —cuestiona con diversión.
—¿A caso has leído las opiniones en internet? —ella asiente mientras ríe.
—Tengo que saber más acerca del chico con el que mi amiga sale.
—Alexander y yo no estamos saliendo ¿Cuántas veces más tengo que
repetirlo antes de que me creas?
Mi amiga parece demasiado divertida con mi respuesta, así que, durante los
siguientes veinte minutos, hago mi mejor esfuerzo para dejar ese tema de lado.
Cosa que en realidad no sucede, para mi mala fortuna.
—Llámame y vendré por ti.
—De acuerdo—. Me alejo un par de pasos cuando el auto avanza, lo observo
alejarse por la carretera antes de darme la vuelta para poder ingresar a las
oficinas de Icons.
—Llegas justo a tiempo —informa Lía apenas pongo un pie dentro—. Ryan
y la señora Campbell están con Oliver ahora mismo. Date prisa.
Es todo lo que dice antes de esquivarme, intento mentalizarme de que esta no
es más que otra reunión de trabajo, sin embargo, no tenía muy claro que es lo que
su madre quería obtener de esto.
Intento no demorarme demasiado tiempo en llegar, dejo un par de golpes
sobre la puerta antes de escuchar un “pase” por parte de Oliver.
—Grace, llegas a tiempo —murmura él con una sonrisa—. Toma asiento.
La madre de Alexander parece no notar mi presencia, continúa conversando
con Oliver, hasta que el tema del trabajo surge.
—El artículo en la revista tuvo una aceptación exitosa —informa con una
sonrisa—. Debo felicitarte por el excelente trabajo que realizaste.
—Me alegra escuchar eso —respondo —ese era el objetivo.
Ella asiente, comparte una mirada con Ryan antes de centrarse de nuevo en
mí.
—Me fue imposible notar que la actitud de Alexander teniéndote en el
equipo de trabajo fue mucho mejor de lo que esperaba —confiesa —parece
agradarle el hecho de que trabajes con nosotros.
No me pasa desapercibida la sonrisa que Ryan coloca en el rostro, y no sé
muy bien cómo es que deba tomar eso.
La señora Campbell me explica entonces que lo que pretenden es hablar un
poco más sobre los futuros proyectos de Alexander, sobre la música nueva que
saldrá y demás aspectos futuros.
Mencionan que podré entrevistar a Alexander en cualquier momento siempre
y cuando no interrumpa sus ensayos y cuando establecen todo lo que necesito
saber, la única respuesta que puedo darles fue el: acepto.
Una parte de mí, una muy grande en realidad, lo hace porque no quiero
apartarme de Alex, porque si de esta manera puedo seguir cerca de él, lo
aceptaré.
—Eres una mujer con suerte —me giro en cuanto escucho la voz de Oliver
—. Y estas son buenas oportunidades.
—¿No tienes problemas con que no pase tanto tiempo como debería en la
revista? Tendré que ir y hacerle entrevistas.
—Eso significa más ganancias para las revistas —me recuerda —Duplicamos
las ventas este mes, no hemos tenido ventas igual a estas desde que creamos la
revista —informa con satisfacción —no nos hará ningún daño que nuestras
ventas sigan creciendo por el hecho de hablar sobre Alexander en ellas. Ahora,
necesito que revises la edición de esta semana, aún necesita correcciones.
—De acuerdo —es todo lo que respondo antes de salir de la oficina de
Oliver.
Mientras vuelvo a mi oficina, considero las palabras de Oliver. El hecho de
que Alex pudiera pensar que todo lo que hago, es por un beneficio propio. Un
cuestionamiento que no había aparecido, hasta ahora.
El pensamiento sobre eso no me deja tranquila, le doy una rápida leída a los
ejemplares de la revista que están sobre mi escritorio antes de dejarlas de nuevo
sobre su sitio, no hay mucho que corregir, Oliver había hecho un trabajo
excelente así que solo me limito a darles la aprobación a los demás chicos del
reparto para que comiencen las impresiones.
No es hasta que recibo un mensaje de Alexander varias horas después, que
mi temor se esfuma.
 
Alexander:
He recibido la buena noticia de mi madre. Me alegra que seas tú en definitiva
la que realice ese trabajo. ¡Nos vemos!
 
Las comisuras de mis labios tiemblan, consiguiendo mostrar esa sonrisa que
solo cierta super estrella es capaz de causar.
 
Alexander Campbell.
El hecho de que mi madre me hubiese dicho que Grace seguiría trabajando
con nosotros es probablemente la mejor noticia que hubiese podido darme.
—Es más que evidente que es una chica talentosa —murmura mi madre
mientras sostiene la taza de café entre sus manos —y a ti parece agradarte, eso
hace el trabajo más sencillo.
—Tengo que agradecerte eso, que al menos te preocupas por encontrar a
alguien con quien me siento a gusto— rueda los ojos, deja la taza sobre la
pequeña mesa de noche antes de incorporarse.
—Sabes bien que me preocupo por ti —pronuncia —simplemente no lo vez
de la manera en la que yo lo hago.
—Sí, bueno, eso no importa.
—Claro que importa —reprocha —porque ante tus ojos y los de todo el
mundo, no soy más que una mujer que se aprovecha de su hijo.
Retengo el impulso de decirle que en realidad eso es verdad.
—Le prometí a tu padre que cuidaría de ti, Alex —pronuncia logrando que la
mire—. Es lo único que estoy haciendo desde entonces.
Aprieto los dientes, odio que mencione a mi padre, porque eso me hace
considerar todos los otros cientos de escenarios que hubiesen sido posibles si tan
solo estuviese aquí.
—¿En serio? ¿Y cómo estás tan segura de que lo estás cumpliendo?
La escucho suspirar, no dice nada más, se limita a tomar sus cosas y
abandonar la habitación.
En cientos de ocasiones he tratado de convencerme que mi madre no es una
mala persona, que solamente intenta hacer lo que ella cree mejor para mí. Me he
repetido eso una y otra vez, durante mucho tiempo, pero nada había cambiado.
Seguía pensando que mi vida iba cuesta abajo desde el momento en el que
acepté que manejara mi carrera y no sabía durante cuánto tiempo más sería capaz
de soportarlo.
Decido que debo dejar de pensar en eso y centrar mi atención en otra cosa,
tan pronto como tomo el celular, sonrío al leer el último mensaje de Grace,
informando sobre su presencia en la disquera el día de mañana. No pienso
demasiado en abrir el chat, y teclear un corto pero directo mensaje.
Alexander:
¿Qué dices si mañana antes de tu reunión vienes el ensayo?
 
Grace:
¿Es eso posible? No quiero ser entrometida.
 
Alexander:
No serías entrometida jamás.
 
Grace:
Lo consideraré.
Alexander:
Espero que le respuesta sea sí.
 
Grace:
No comas ansias, nos vemos mañana.
 
Sonrío, bloqueo la pantalla del celular y echo la cabeza hacia atrás. Cada día
que pasa caigo más por ella, pero en este punto, no me molesto ni siquiera en
ocultarlo.
 
Al día siguiente me encuentro en espera de que Grace aparezca en las
oficinas de la disquera.
—¿Esperas a alguien? —Tania se coloca a mi lado, mientras revisa la libreta
que sostiene entre sus manos—. A Grace ¿no es cierto?
—¿Cómo lo sabes?
—Porque no sueles esperar a nadie que no sea tu hermana, y teniendo en
cuenta de que ella está en la universidad ahora mismo, la única persona que
queda en mi lista es Grace Baker.
—Dijo que vendría a una reunión —informo.
—Sí, y aún faltan treinta minutos para eso. Y según lo que tengo escrito aquí,
tú deberías de estar ensayando con la banda ahora mismo.
—No les hará daño que llegue un par de minutos tarde.
—Claro, eso sería si no estuvieses retrasado ya por quince — reprende—.
Mi trabajo está en riesgo si no me aseguro de que llegues a tiempo a tus
compromisos.
—No tienes que preocuparte por eso —le recuerdo mientras me doy la
vuelta, dispuesto a ir a la sala de ensayos —pero para no…
El taxi estacionando frente a nosotros capta nuestra atención, Tania y yo
compartimos una mirada antes de que ella suspire, y me dé una mirada que me
deja saber que desaprueba mi impuntualidad.
—Bueno, tal vez deba avisarle a la banda que les tocará esperar.
Tan pronto como Grace baja, voy a su encuentro.
—Lamento llegar tarde, el tráfico a eta hora es imposible.
—No hay problema —extiendo la mano hacia ella, Grace no dice nada,
solamente observa mi palma extendida en su dirección —¿vienes o no? Porque
voy algo tarde.
Me lanza una sonrisa, y se decide por tomar mi mano. No presto mucha
atención a las miradas que recibimos, simplemente atravesamos los pasillos hasta
la sala correspondiente, de la cual la música producida por la banda sonora brota
con energía.
—Vaya, hasta que apareces —bromea Steph cuando ingreso a la habitación
—. Tania dijo que tal vez tardarías un poco más.
—Lamento llegar tarde chicos —me disculpo—. Grace nos acompañará hoy.
—Esperamos que el espectáculo sea de tu agrado entonces.
—No tengo duda—afirma mientras se acomoda en una de las pequeñas
butacas que están frente a nosotros.
Me dirijo a mi lugar, mis dedos parecen cobrar vida en el momento justo en
el que toco las cuerdas. La banda comienza a tocar, cierro los ojos cuando
comienzo a cantar la letra de la canción, y cuando los abro nuevamente, algo
hace que mi corazón de un vuelco furioso.
Ella está mirándome, y lo hace como nadie lo ha hecho nunca. Y no solo está
mirando, sino que la sonrisa que adorna su rostro es realmente preciosa.
En ese momento lo comprendo, inevitablemente he caído a sus pies y ella,
ella ni siquiera tiene ni la más mínima idea de lo que ha hecho conmigo.

 
 
 
 
 
 
23 UN MOMENTO BASTA
 
Grace Baker.

A l final acepté la invitación de Alex para asistir con él a la


presentación de Katherine, no sé en realidad si esto es una buena idea, a
pesar de que él insistió demasiado en que ella no tendría problemas con mi
presencia, no logré convencerme del todo.
Le doy una última mirada a mi aspecto, Jane me observa un tanto divertida
desde el otro lado de la habitación. Habíamos pasado la última hora intentando
encontrar algo adecuado para vestirme, y parecía que lo habíamos conseguido.
—¿No crees que tal vez es demasiado? —cuestiono un tanto preocupada—.
Solo es una obra de teatro.
—Sí, en donde estarás con la superestrella—me recuerda—. Tienes que lucir
increíble.
Tomo una inhalación profunda antes de mirarla, faltaban cerca de cinco
minutos para que Alexander pase por mí y creo que los nervios me harán perder
la cabeza.
No sé el porqué, es decir, intento convencerme de que se trata de una salida
como cualquier otra, como muchas de las que hemos tenido, pero por alguna
razón los nervios parecían crecer en mi a cada segundo. Esta vez parecía ser
diferente.
—¿Estás bien? —cuestiona Jane con curiosidad—. No te estarás
arrepintiendo ¿o sí?
—No, sería incapaz —admito —pero estoy nerviosa, muy nerviosa. 
Jane me lanza una mirada comprensiva, se incorpora del asiento en el que se
encuentra para caminar hacia mí y colocar la mano en mi hombro.
—Todo saldrá bien, en el peor de los casos…
—No quiero pensar en el peor de los casos —la interrumpo—. Creo que
estoy bien así.
Cuando hace el ademán de decir algo más, el timbre la interrumpe.
—Tu príncipe azul ha llegado —informa con diversión.
Los nervios estallan en mi pecho, sin embargo, me las arreglo para caminar
con seguridad hacia la puerta, volteo hacia el pasillo en donde mi amiga eleva
uno de sus pulgares como último signo de apoyo, y luego se marcha.
Cuando abro la puerta, Alexander sonríe.
—Hola —saluda con una sonrisa adornando su rostro, luce realmente
apuesto. Lleva un traje negro, con los botones superiores de la camisa abiertos y
su cabello un tanto desarreglado. Parece una especie de súper modelo, o algo por
el estilo.  —Estás bellísima.
—Gracias —respondo mientras me cuelgo el bolso en uno de mis hombros
—. Tú no te quedas atrás.
Él me dedica una sonrisa más amplia antes de extender una de sus manos en
mi dirección, la observo por un par de segundos antes de atreverme a tomarlo de
la mano para poder salir.
—Jeff será nuestro chofer esta noche —informa —¿cierto Jeff?
—Así es —dice el hombre con una sonrisa cálida —estaré a sus órdenes.
—Eso es muy amable —me acomodo sobre los asientos y Alex se desliza a
mi costado —¿usted es siempre el conductor de Alex?
—Cada que el muchacho lo requiere —nos mira por el espejo retrovisor con
las comisuras elevadas en una sonrisa —que es casi siempre.
—Es algo así como mi mejor amigo —admite Alex con palabras sinceras.
Cuando volteo hacia él, noto la forma en la que me observa. Soy consciente
de cómo sus ojos me recorren, como sus pupilas parecen dilatarse y tengo que
esforzarme por no sufrir un colapso nervioso.
—¿Qué ocurre?
—Me alegra haberte conocido —dice de pronto —me alegra haber
coincidido contigo, Grace.
No encuentro que responder, Alex no parece necesitar una respuesta porque
voltea hacia la ventanilla, sin embargo, su mano se desliza por el asiento para
encontrar la mía, cuando lo hace, entrelaza nuestros dedos y permanece así, el
solo gesto me produce un vuelco en el corazón, me deja saber que justo ahora…
Alexander comienza a significar algo mucho más de lo que siquiera yo pude
haber imaginado.
 
El teatro al que llegamos es imponente. Alexander es el encargado de
presentar nuestros boletos, esquiva a unas cuantas personas antes de adentrarse
sin hacer caso a la fila que se forma a nuestro lado.
—¿No debemos hacer fila? 
—Bueno, ser amigo de una de las estrellas principales da ciertas ventajas —
responde. El teatro es mucho más impresionante por dentro, un enorme telón rojo
cubre el escenario, y todo el interior parece haber sido construido cuidando hasta
el mínimo detalle.
No hablamos hasta que llegamos a nuestros respectivos asientos, el lugar en
el que nos encontramos nos permite ver perfectamente el escenario, con una vista
espectacular.
—¿Katherine se dedica a la actuación? —cuestiono mientras observo el
folleto que nos habían entregado a la entrada.
—Si. Tiene un gran talento, me alegra que esté consiguiendo estas
oportunidades. Lo merece.
Cuando la música de introducción suena, y el telón se eleva, Alexander
parece realmente emocionado. Ella aparece en el primer instante, y tal y como
Alexander lo dijo, es increíble sobre el escenario. Disfrutamos de la obra en
todos los sentidos, y para cuando el final de esta llega, Alexander prácticamente
me arrastra hacia donde todos los participantes de la obra se encuentran.
—¿Podemos entrar aquí? —cuestiono con algo de temor de que puedan
terminar sacándonos por seguridad.
—Somos amigos de una de las actrices —expresa.
—Tú eres amigo de una de las actrices —le recuerdo con obviedad—. Yo no.
—Pero vienes conmigo —afirma mientras esquiva a un par de personas
mientras caminamos por el pasillo. Intercambia palabras con una chica del staff,
quien tras un par de minutos nos conduce hacia una habitación, con el nombre de
Katherine en ella.
—¡Fue increíble! —Katherine pega un brinco debido al grito de Alex, tarda
un par de segundos en reaccionar que se trata de su amigo y se incorpora a prisa
para poder abrazarlo.
—No creí que vinieras —pronuncia con una sonrisa —¿por qué no avisaste?
—Porque quería que fuese sorpresa —responde él encogiéndose de hombros
—. Estuviste realmente sensacional, bombón.
Algo en mi pecho se revuelve cuando la llama de esa manera, no sé en
realidad si es del todo por esa razón, o por el hecho de que parece haber olvidado
que me encuentro detrás de él.
Se enfrasca en una conversación con Katherine, y no es hasta que ella repara
en mi presencia, que Alexander voltea.
—Tú debes de ser Grace —murmura Katherine esquivando a Alexander para
poder colocarse frente a mí.
—La misma.
—Es bueno conocer a la chica de la que ahora todos hablan— a pesar de que
parece querer ser amable, sus palabras no se sienten como tal. —¿Qué les parece
si vienen a la fiesta de esta noche? Los chicos estarán ahí, seria genial que
ustedes también vinieran.
Alex y yo compartimos una mirada.
—Si Grace quiere ir entonces estaremos encantados —asegura caminando
para colocarse a mi lado. Katherine eleva una de sus cejas en cuando Alex toma
una de mis manos, no sé muy bien como de descifrar el cambio en su mirada,
como si de pronto, sus intenciones de ser amable ya no existieran.
—Suena como una idea estupenda. —Alex sonríe, me observa por un par de
segundos más antes de volver su atención hacia su amiga.
—Entonces nos vemos esta noche —asegura. —Nos vamos, antes de que los
de seguridad nos terminen echando.
Cuando salimos de la pequeña habitación, el sentimiento de que
probablemente no fui del agrado de Katherine se hace presente.
—¿Quieres que te lleve a casa antes de la fiesta? —cuestiona Alex cuando
estamos fuera del gran edificio.
—No creo que sea buena idea ir —él luce confundido. —Creo que no le
agrado —confieso.
—¿A quién? ¿A Katherine?
—No lo sé, pero.,.
—¿Por qué piensas eso? —pregunta—. Claro que le agradas. ¿Por qué habría
de ser lo contrario?
Me encojo de hombros.
—Prefiero quedarme en casa, tengo trabajo por hacer —murmuro. Alex ladea
la cabeza, coloca una de sus manos en mi mentón para elevar con ligereza mi
rostro.
—No tienes que inventar una excusa para librarte de un compromiso —
pronuncia —eres libre de decir que no quieres ir. No hay problema en que
cambies de opinión. Sé que Katherine puede ser algo difícil al inicio, pero te
agradará cuando la conozcas mejor.
No creo que eso suceda.
Una voz interna se hace escuchar y retengo el impulso de decirlo en voz alta.
Él no aparta su mano de mi mentón, se inclina con ligereza hacia adelante y por
un breve instante, la tentación de besarlo me invade. Se acerca, su aliento choca
contra mi rostro mientras intento apagar la cantidad de emociones que genera
tenerlo tan cerca, y justo cuando parece que la distancia se hará nula, un flash se
dispara en nuestra dirección.
Alex se aparta con brusquedad, lo escucho soltar una maldición antes de
soltar mi mano y voltear en dirección hacia donde un hombre se encuentra,
enfocándonos con la cámara. Un par de flashes más se dejan ver y entonces Alex
se gira, toma mi mano en un movimiento rápido y prácticamente, me obliga a
caminar detrás de él.
—¿De dónde rayos han salido? —cuestiono cuando veo que somos seguidos
por un par de personas más. Ellos apresuran el paso y pronto los tenemos cerca,
haciendo toda clase de preguntas sobre una relación.
—No digas nada —masculla mientras toma mi mano con firmeza, ignora por
completo a las personas que nos rodean, y agradezco el no caer con lo rápido que
Alexander me obliga a caminar.
—Son como Buitres —dice Jeff cuando conseguimos entrar al auto —¿están
bien?
Alex asiente. Jeff enciende el auto y solo cuando el auto se mueve, los
periodistas se dispersan.
—No se supone que deberían de estar aquí —murmura Alex después de un
par de minutos —lamento que hayan aparecido, en serio.
—No, no hay problema —respondo con una ligera sonrisa. El fugaz recuerdo
de lo que estuvo a punto de pasar me hace sentirme avergonzada. —Estaremos
de nuevo en las redes ¿no? —cuestiono en un suspiro mientras apoyo mi cabeza
contra el respaldo del asiento.
—Probablemente si —responde dedicándome una rápida mirada—. Lo
siento.
—No, deja de disculparte —murmuro —no es culpa tuya que hayan
aparecido.
—Me refiero a que no debí…—deja de hablar de pronto, sin embargo, sé
perfectamente lo que iba a decir. Él me observa por un par de segundos, tiempo
más que suficiente para que note el arrepentimiento en su mirada.
—Creo que es buena idea que me lleves a casa.
Él asiente.
—Jeff, por favor, llévanos a casa de la señorita Baker —es así como por los
siguientes treinta minutos, nos sumergimos en el silencio más incómodo que
siquiera pueda existir.
 
Alexander Campbell.
Observo a Grace ingresar a la casa, un suspiro brota de mi cuerpo cuando la
puerta se cierra, y me obligo a mí mismo a volver al auto.
Maldición, estuve tan cerca de besarla, la tentación que tenía por hacerlo
había sido mucho más grande que mi sentido común gritando que estábamos en
un lugar público.
El deseo que tenía por besarla me hizo olvidar que estábamos afuera de un
maldito teatro, lleno de toda clase de personas. No podía permitirme perder el
control con su cercanía, mucho menos cuando eso podía arruinar la amistad entre
ambos.
—Una cita complicada, ¿no es cierto? —siento el auto moverse, y por más
que quiero, no puedo escapar de la mirada de Jeff.
—Quiero pensar que mis impulsos no van a estropear las cosas —el auto para
un par de cuadras después, Jeff estaciona en una de las calles casi desiertas y gira
para poder mirarme.
—Si me permites decirlo, creo que Grace no es de la clase de chicas que se
asustan por esas cosas.
Sacudo la cabeza, no sé cómo manejar la ola de sentimientos que me llenan
cuando estoy con ella, es como si todo esto fuese algo nuevo…algo que no sé
resolver.
—Jamás me he preocupado el hecho de perder a alguien, pero las cosas con
ella son diferentes, ella es diferente. ¿Es eso una locura, Jeff?
—Para nada, Alex —sonríe —eso es amor.
Sacudo la cabeza de nuevo, amor.
Es irónico que escriba canciones sobre el término, que pueda cantar con
fuerza estrofas que mencionan la palabra, pero no pueda permitirme sentirlo.
Amor, el único amor que he recibido en los últimos años es el que proviene de
Megan, y de mis fans.
No me he permitido la cercanía con nadie, la mayoría de las chicas buscaban
el reconocimiento, luego de un par de intentos fallidos, me convencí de que
nunca resultaría.
Que nunca encontraría algo sincero.
Pero con Grace todo es tan distinto, ni siquiera pude considerar el negarme
ante todo lo que ella ocasiona porque no me di cuenta en que punto comencé a
sentir todo esto. Y no lo entiendo. No entiendo lo que ocurre conmigo, no
entiendo la frecuente necesidad que siento por tenerla cerca, porque esté a mi
lado. Su sola presencia parece conseguir calmar todo el torbellino en el que me
sumo día con día.
Jamás he sentido algo como esto, y me aterra la idea de poder echar las cosas
a perder.
—Llévame a casa de Katherine —pido cambiando el tema —necesito un
poco de distracción.
Jeff suspira, pero no objeta. El camino hacia la casa de Katherine solo
ocasiona que le dé vueltas una y otra vez al mismo asunto, cuando llego,
reconozco el auto de Paul en la entrada y a mi amigo a unos metros de distancia.
—¡Qué bueno que has venido! —pronuncia con una sonrisa cuando me ve
bajar del auto—. ¿Grace no vino contigo?
—Tenía trabajo por hacer.
La música retumba contra mis oídos, parece hacerse cada vez más fuerte
conforme avanzamos, Paul habla casi en gritos para hacerme saber que los chicos
se encuentran en el jardín trasero.
—Hasta que te dejas ver —bromea Nicolás cuando llegamos con ellos—.
¿Qué tal todo?
—Siguiendo su curso —respondo mientras tomo la botella que me ofrece. Él
asiente, ocupo una de las sillas que están alrededor de la mesa en donde ellos se
encuentran intentando olvidarme de la castaña.
—¿Estás bien? —Paul se coloca a mi lado—. ¿Pasó algo?
—Creo que Grace va a dejar de hablarme —respondo intentando no sonar
melodramático, pero inevitablemente termina escuchándose así. Paul suelta una
risa, observándome con diversión.
—¿Por qué lo haría?
—Porque estuve a punto de besarla —informo. Paul luce verdaderamente
sorprendido, su expresión me causa algo de gracia, consiguiendo que una sonrisa
se apodere de mis labios—. No me veas así.
—¿Cómo que besarla? —cuestiona. —Alex, ¿acaso le dijiste…?
—No —lo interrumpo —solo…solo quise hacerlo. Pero la prensa llegó,
tomaron fotos y todo se fue al carajo.
—Oh —murmura —así que…
—Así que es probable que esas fotos estén en internet mañana —termino la
frase por él.
—En todo caso ¿por qué tendría que dejar de hablarte?
—Porque dije que no debí de hacer eso, es decir, no lo dije, pero ella lo
entendió y seguramente piensa que, no lo sé, ni siquiera sé que es lo que piensa. 
Paul luce divertido, suelta una risa mientras niega un par de veces antes de
acomodarse de nuevo en la silla.
—Estas siendo dramático, y paranoico —afirma—. Grace no es de esas
chicas que se apartan de la nada, te aprecia como para conseguir hacer eso, y tú
la aprecias también. Así que solo continua como si nada hubiese pasado, no
intentes cambiar o arreglar algo que ya pasó. Alex, ella entiende perfectamente lo
que significa estar contigo. Así que deja de estar pensando en que va a
abandonarte.
—No estoy diciendo que va a abandonarme —me defiendo —y parece que
todos opinan lo mismo, incluso Jeff.
—Jeff es sabio —dice dándole un trago a su bebida —deberías escucharlo.
Una sonrisa me asalta mientras observo a Paul. Se incorpora de la silla,
haciendo un ademán con la botella y se une de nuevo a la conversación que
nuestros amigos tienen cerca de nosotros.
Pasa algo de tiempo antes de que me una a ellos también, con el propósito de
alejar a Grace de mi mente, aunque sea solo por un par de horas.
 
—Así que tu acompañante decidió no venir —Katherine se coloca a mi
costado, es avanzada la noche cuando todos parecen haber decidido volver a
casa.
—Tenía trabajo que hacer.
—Claro que si —murmura. La observo cuando dice aquello, Katherine sonríe
cuando nota mi mirada sobre ella y se gira, para quedar frente a mí.
—¿Por qué parece que eso te molesta?
—Porque no deberías depender de ella para tomar decisiones. Parece como si
de pronto necesitaras de su aprobación.
Una risa incrédula brota de mis labios mientras sacudo la cabeza.
— Realmente creí que Grace te agradaría.
—Claro que me agrada. Solo creo que deberías tener cuidado. Alex, si esa
chica se da cuenta de que mueres por ella entonces…
—Okay, detente —exijo con un pinchazo de molestia —ni siquiera la
conoces, ¿Cómo puedes hablar de ella? Grace nunca ha intentado sacar beneficio
de nuestra relación.
—Te digo lo que creo. Ha ganado miles de seguidores desde que está
contigo, aparece continuamente en revistas y por lo que sé, sus oportunidades de
trabajo están creciendo desde que la conoces.
—Así como ocurrió contigo —le recuerdo —¿o tengo que recordarte los
innumerables artículos de la prensa? No tienes derecho para juzgar a Grace de la
forma en la que lo haces, ella me ha ayudado más que todos ustedes.
—Ah, ¿sí?  —cuestiona cruzándose de brazos.
—Sí —la firmeza en mi voz la sorprende —lo ha hecho. Ha sido la única que
me ha dado el apoyo que necesito, la única que ha estado conmigo y se ha dado
cuenta de la verdad. Es maravillosa, Katherine, así que no te atrevas a querer
hacerme dudar sobre ella.
—Bien, entonces quédate con tu maravillosa e increíble chica —espeta antes
de lanzar la botella contra el césped, y marcharse.
—¿Cuándo le dirás a Grace que mueres por ella? —volteo cuando otra voz se
escucha, Paul sonríe mientras se acerca, es seguro que ha escuchado la discusión.
—porque no lo negaste cuando Katherine lo dijo.
—No creo que lo haga —confieso.
—¿Por qué?
—Una vez te dije que algo entre Grace y yo no sería posible —le recuerdo —
no quiero arrastrarla a esto, sé que es difícil y para alguien como ella, sería
demasiado. Prefiero conservarla a mi lado como amiga, creo que es lo mejor. No
quiero arriesgarme a que se aleje. No creo que pueda encontrar a alguien como
ella otra vez.
No estoy preparado para una chica como Grace Baker, no quiero arrastrarla
conmigo, no quiero que se vea afectada en el momento en el que esto terminara
por consumirme.
 
 
 
24 HABLANDO CON EL CORAZÓN
 
Grace Baker

U n par de días bastaron para que las fotos que se nos tomaros a
Alexander y a mi afuera del teatro, le dieran la vuelta al internet. Todas
mis redes sociales estaban llenas de una gran cantidad de mensajes, la mayoría
de ellos con contenido que no era necesario abrir para poder saber cuál era su
intención.
Jane me observa detenidamente desde la cama mientras intento no caer en un
colapso por todo lo que estaba ocurriendo.
—Esto va a arruinarme —aseguro con angustia mientras observo la
fotografía acumular cada vez más miles de reacciones y comentarios.
—¿Ya has hablado con él?
—No ha llamado —murmuro y eso parece aumentar mi estado de frustración
—. No ha dicho nada más desde que se marchó esa noche.
—Aún tienes que verlo para los artículos ¿no es cierto? 
—No sé cómo es que lo miraré a la cara —me quejo mientras escondo el
rostro entre las palmas de mis manos —¿cómo es que terminé envuelta en esto?
La risa de Jane me hace mirarla con molestia, me observa con gesto divertido
mientras niega un par de veces.
—Estás siendo demasiado dramática —reprocha. —Alexander seguramente
lo arreglará pronto y no tendrás nada por lo cual preocuparte y si no es así,
entonces no puedes hacer otra cosa que no sea aguantar todo esto. ¿Qué
esperabas del hecho de salir con un artista mundialmente conocido? ¿Privacidad?
Cariño, si esperabas eso eres demasiado ingenua.
—No, es decir, no lo sé —confieso —no esperaba que las circunstancias se
dieran como para favorecer a un beso. Mucho menos en un sitio como ese,
rodeados de tanta gente. Me preocupa más el hecho de haber envuelto a Alex en
un problema.
—¿Con su madre? —asiento. Jane suspira, toma asiento de nuevo en la cama
mientras parece pensar algo.
—Si le hubieses ocasionado algún tipo de problema, ya lo sabrías —
pronuncia en un intento fallido de reconfortarme.
No respondo, cierro los ojos mientras echo la cabeza hacia atrás.
—¿Él te gusta? —La pregunta que hace me obliga a abrir los ojos. No
respondo de manera inmediata, así que ella vuelve a hablar.
—No —pronuncio con rapidez —solo somos amigos.
—Actúas como si sintieras atracción por él, y no te culpo, es demasiado
apuesto como para resistirse. Y estuviste casi dos meses a su lado, así que no
sería extraño que comenzaras a sentir algún tipo de atracción.
—Aunque así fuera, no sería más que otra de sus miles de admiradoras, tal
vez pueda considerar unirme al club de fans.
—Eso no es una negativa —insiste.
—No lo veo de esa forma, simplemente…—detengo mis palabras porque no
encuentro que otra respuesta dar, jamás consideré la posibilidad de sentir algo
por Alexander, es decir, ¿cómo una súper estrella se fijaría en algún como yo?
Considerar que Alexander Campbell podría sentir atracción por mí es…
demasiado.
—¿Simplemente…?
—No podría ser —mascullo —aunque los dos quisiéramos. No podría ser, él
tiene su vida, sus relaciones, ¿Qué oportunidad tendría yo en ese mundo?
Mi amiga ladea la cabeza mientras suaviza la mirada.
—Él te atrae —ahora es una afirmación.
No encuentro la valentía para negarlo esta vez, no sabía con exactitud qué era
lo que ocurría conmigo ante la cercanía de Alex, tampoco la creciente
preocupación que se presentaba cuando se trataba de él, no sabía ni entendía,
porque me importaba de la manera en la que lo hacía.
—La respuesta no importa —pronuncio desviando la mirada.
—Claro que importa —afirma—. Porque él debe de saberlo, no puede ir por
la vida intentando besarte y luego desaparecer.
—Tiene múltiples ocupaciones como para estar preocupado por mí —le
recuerdo —no soy una prioridad así que no debo darme tantas atribuciones.
El sonido de una llamada entrante en mi celular interrumpe la respuesta que
Jane estaba por dar.
El nombre de Alexander se lee en la pantalla, y cuando mi amiga se percata
de eso, me dedica una sonrisa divertida antes de salir de la habitación. Deslizo la
pantalla al mismo tiempo que tomo una inhalación.
—Hola —murmuro apenas tomo la llamada.
—Grace, lo lamento. No pude hacer nada para evitar que las fotos se filtren.
Hablé con Ryan, pero…
—No te preocupes, sabía que algo como esto pasaría —aseguro intentando
restarle importancia—. No es culpa tuya.
—¿Has leído…? —no termina la frase, pero sé a lo que se refiere.
—Sí, lo hice —murmuro—. No hay mucho que pueda hacer al respecto.
—Intentaré al menos que las revistas no tomen las fotos —promete —lo
siento, en verdad.
—Alex, está bien —pronuncio con suavidad—. Si existen culpables, somos
ambos, no solo es culpa tuya. Y no te estoy reprochando nada, así que deja de
disculparte.
La línea permanece en silencio por un par de segundos antes de que él hable
nuevamente.
—¿Tienes planes? —pregunta—. Tal vez pueda ir a tu casa porque en verdad
necesito salir de aquí.
Mi corazón parece dar un vuelco furioso ante su pregunta, y me obligo a
responder porque no quiero que él malinterprete mi silencio.
—Eso suena estupendo.
—De acuerdo, estaré ahí pronto. 
—¿Necesitas que te envíe ubicación? —cuestiono.
—No, recuerdo perfectamente el camino, nos vemos en un rato.
Tras darle una afirmación, cuelga la llamada. Aparto el celular de mi oreja
mientras cierro los ojos, tan solo por un par de segundos, pero es más que
suficiente para que mi mente comienza a fabricar todas las ideas que creía
enterradas.
Alexander definitivamente causa algo en mí, pero en este punto, no sabía si
eso me acarrearía más problemas de los que ya tenía.
 
Alexander Campbell.
Que en las redes se hayan publicados las fotografías de lo que ocurrió en el
teatro solo hizo que mi estado de estrés y frustración aumentara a un grado que
no creí capaz. Conduzco con prisa hacia la casa de Grace, esta vez no llamé a
Jeff porque necesito un momento para pensar, para entender cómo es que estoy
sintiendo la necesidad creciente de estar cerca de ella. Como si fuese la única
capaz de apagar todas las tormentas.
No me gusta ser dependiente, pero parece que, en esta ocasión, estar con
Grace era lo único que necesito. Había intentado todo cuanto estuvo en mis
manos para evitar que las fotos saliesen a la luz, pero poco fue lo que pude hacer.
Y a este paso, sabía que estarían en las revistas pronto.
Me preocupaba que todo lo que estaba sucediendo fuese demasiado para ella,
sabía perfectamente que ella no estaba acostumbrada a ser el centro de atención,
y los comentarios y artículos que comenzaban a surgir eran demasiado duros.
Demasiado crueles.
Para alguien que no está acostumbrado a llamar la atención de los medios,
puede ser una situación difícil de manejar. Así que ahora me encuentro
conduciendo como un desesperado hacia su hogar, con la intención de confirmar
por mi propia cuenta, que todo está bien.
Necesito que sea así.
Estaciono el auto justo en la entrada y me tomo un par de minutos para
corroborar que no hay ningún auto extraño del cual pueda salir algún fotógrafo.
Que conozcan la casa de Grace era lo último que necesito. Cuando me aseguro
de que no hay nada más que mi auto en la calle, bajo. Camino con pasos lentos
hacia la entrada antes de tocar un par de veces el timbre. La puerta se abre, una
chica que no reconozco abre la puerta y parece sorprenderse ante mi presencia.
—¿Grace se encuentra? —cuestiono.
—Jane, déjalo pasar —la voz de Grace se escucha desde el interior.
—Ya oíste —responde la chica mientras se hace a un lado para permitirme
ingresar a la casa. —Voy de salida, así que tienen la casa para ustedes solos. —
asegura dedicándome un guiño antes de salir. Cierra la puerta y permanezco unos
segundos más en el lugar hasta que Grace aparece.
—¿Por qué te quedas ahí? —cuestiona con algo de gracia—. Ven.
Me hace un ademán para que la siga, lo hago en silencio hasta que llegamos a
la que creo es su habitación.
—¿Qué ocurre?   —cuestiona—. Estás muy callado y eso no es común.
—Solo quería asegurarme de que estabas bien —confieso mientras me siento
al borde de la cama—. Lo que ocurrió…
—Alex, estoy bien —me interrumpe —no es la primera vez que nuestras
fotos se filtran. Y aunque debo de admitir que es molesto que mi bandeja de
entrada esté saturada, creo que puedo lidiar con eso.
Permanezco en silencio, sacudo la cabeza intentando aclarar toda la maraña
de pensamientos que era mi mente en estos momentos.
—¿Te arrepientes? —inquiere con suavidad —¿Es ese el problema?
Paso las manos por mi cabello con exasperación, no, claro que no me
arrepentía, ese es el maldito problema. No me arrepiento en lo absoluto, y no sé
qué consecuencias puede haber si no consigo controlarme, si sigo necesitándola
cerca, si sigo dándole tanta importancia en mi vida.
—Es que ese es el problema, Grace —confieso observándola —que no me
molesta el hecho de que esas fotos existan, que no me arrepiento de haber
intentado besarte, ese es el problema.
Ella me observa en silencio, baja la vista mientras soy consciente de la forma
en la que parpadea varias veces. Un largo suspiro brota de mis labios.
—No me arrepiento de absolutamente nada que te involucre, pero eso mismo
me hace sentir tan culpable. Porque no mereces nada de lo que yo significo. No
mereces el acoso de la prensa o las fanáticas, no mereces…
—¿Entonces qué merezco, Alex? —cuestiona con suavidad—. No sabes lo
que yo quiero, no me estás dando la oportunidad de decidir aquí.
—Me importas lo suficiente Grace, como para atreverme a hacer algo que
pueda dañar la relación que tenemos.
—No, Alex…
—Te cansarás, terminarás por hartarte de esto y te irás y para mí será
demasiado tarde porque ya te estaré necesitando como nunca antes he necesitado
a alguien —mis palabras están inundadas en desesperación—. Lo hago ahora, te
has vuelto una persona indispensable para mí, Grace, y no quiero que eso sea así
porque cuando te vayas, esto volverá a ser un infierno. Porque cuando decidas
que ha sido suficiente y huyas, para mí no habrá otra opción que permanecer
aquí.
Ella se incorpora, acorta la distancia entre nosotros y coloca sus manos al
costado de mi rostro, se coloca tan cerca de mí que, por una brevedad de
segundo, creo que puedo besarla. Sin importar que pueda ocurrir después.
—No me iré Alex, no me iré a ningún lado a menos que tú me lo pidas —
asegura casi en un susurro—. Estaré aquí. Contigo.
La forma en la que me mira, la manera en la que sus ojos me observan con
esa dulzura explotando en el iris color miel, me arrebatan la razón. Me envuelven
en un torbellino de emociones que nunca antes he experimentado, y dañan mi
cordura.
Nadie me ha mirado así antes, como si fuese importante, como si realmente
significara algo para ella. Quiero que me mire así siempre, quiero ver esa mirada
en sus ojos todos los días. Estoy harto de sentirme tan solo, de hundirme en
soledad mientras todos los demás creen que estoy viviendo el sueño perfecto.
Estoy harto de fingir.
Con ella no tengo que hacerlo, con Grace…puedo ser yo.
No puedo resistirlo más, me inclino hacia ella y coloco las manos a los
costados de su rostro, no hace absolutamente nada por apartarse, así que solo
deslizo la mirada a sus labios, y la beso.
La suavidad de su piel me envuelve, me hace olvidar absolutamente todo lo
que ha ocurrido hace un par de minutos antes, me arrastra hacia un lugar
completamente desconocido, pero que me hace sentir bien.
No se parece en nada a ningún otro contacto, a ningún otro beso. Siento sus
delicadas manos perderse en mi cabello, y me apega a ella. Es un contacto lleno
de firmeza, de sentimiento. Uno que deja una corriente eléctrica en todo mi
cuerpo, en cada vena, en cada fibra.
Es un beso que provoca que todo a mi alrededor se esfume, que todo tiemble
hasta convertirse en polvo.
Es ella quien rompe el contacto, quien se aleja lentamente y parpadea, como
si quisiera asegurarse que esto es real.
—Jamás te pediría que te vayas —susurro, Grace apoya su frente contra la
mía, mientras cierro los ojos intentando convencerme de que esto está bien —.
No quiero que lo hagas jamás.
Vuelvo a besarla, teniendo la firme convicción de que, por una vez en mucho
tiempo, puedo decidir sobre esto.
 
 
 

 
 
 
 
25 SER UN TODO.
 
Grace Baker.

L a sensación de sus labios contra los míos es abrumadora, me


envuelve por completo impidiéndome hacer otra cosa que no sea
permanecer tan cerca de él como me es posible. Mi cuerpo entero parece no
procesarlo aún, en mi estómago hay un revoloteo intenso que solo me
proporciona una sensación de bienestar.
Cuando se aparta, me encuentro extrañando su roce, me obligo a mí misma a
mantener la compostura y apartarme tan solo un poco. Pero que es distancia
suficiente para que logra recomponerme.
Alex no dice nada, eleva una de sus manos para colocarla a un costado de mi
rostro e instintivamente cierro los ojos. Lo suave de su mano acaricia mi mejilla,
sus labios vuelven a encontrarse con los míos, y creo poder estar soñando.
—No me arrepiento de nada de esto, Grace —susurra apartándose escasos
centímetros de mi rostro—. No lo hago en lo absoluto.
Mi corazón da un vuelco furioso. ¿En qué momento comencé a sentir algo
tan fuerte por él?
—Te necesito en mi vida —dice mientras toma mis manos entre las suyas —
te necesito tanto, he pasado años tratando de sentirme bien, intentando
convencerme que mi vida no es tan mala, que el infierno en el que vivo no es tan
malo. Pero desde que te conozco, Grace, todo ha cambiado.
Parpadeo, recibiendo la sinceridad de sus palabras.
—Por largo tiempo creí que no necesitaba nada, todo el mundo cree que lo
tengo todo, éxito, dinero, fama. Nadie pareció darse cuenta de que en realidad
vivo en una pesadilla, solo tú. Desde que te conozco, me siento vivo otra vez.
Siento que no importa lo que mi madre pueda hacer, no importan los precios que
estoy pagando, porque te tengo. Porque sentirte cerca se siente como estar en el
mismo paraíso —extiende la mano hasta acariciar el costado de mi rostro. —Has
llegado para hacerme saber que no todo está perdido. Que aún puedo sentirme
feliz otra vez.
La bruma de sentimientos me envuelve, impidiéndome decir algo. Creando
una sensación tan llenadera que solo puedo mirarlo. Solo puedo perderme en el
azul de sus ojos, en esa mirada que ahora luce tan en paz.
—Podemos intentar esto, solo necesito que me dejes hacerlo —pide—. Sino
funciona entonces no pasa nada, prometo alejarme y dejarte en paz.
—El caso es que no quiero que te alejes, ni que me dejes en paz.
Él sonríe, lo hace de una forma tan bonita como probablemente no lo he visto
sonreír. Deja un suave beso en mis labios antes de apartarse.
—Juro que voy a aprovechar cada instante que me permitas estar a tu lado—
asegura mientras toma uno de mis brazos y me atrae a su cuerpo, la calidez del
mismo me embarga por completo, me sumerge en un estado de calma absoluta y
por algunos segundos, no quiero que se aparte.
Fijo mi entera atención en él, su mirada azul parece iluminada, mucho más de
lo que alguna vez lo he visto y hay una expresión diferente en su rostro.
—Esto parece una locura —susurro, deslizo las manos por su torso,
siguiendo la firmeza del mismo hasta llegar a su cuello —¿lo es?
—No tengo idea, pero sea lo que sea, me gusta —ladea la cabeza con
ligereza, sin perder esa chispa en su mirada —eres más importante de lo que
pude pensar, te necesito a mi lado, Grace. Todo esto…es más llevadero si estás
conmigo.
Mis manos se pierden en su cabello, no puedo hacer otra cosa que no sea
mirarlo y pensar en lo increíblemente fuerte que es al soportar una vida como la
que lleva.
Me mira como si fuese el centro de su universo, como si fuese un precioso
atardecer, como si yo fuese aquello que siempre esperó encontrar. Mi corazón se
encoje con un sentimiento abrumador, como un golpe de realidad que me deja
ver los sentimientos que ambos luchábamos por ocultar, pero que ahora ya no
debemos hacerlo más. 
No le doy una respuesta, simplemente me coloco en puntillas, y vuelvo a
besarlo, dejándole saber de ese modo que mis sentimientos por él, son
absolutamente reales.
 
Alexander Campbell.
Me veo en la necesidad de marcharme de casa de Grace cerca de una hora
después, sin embargo, mi humor ha mejorado bastante desde que estuve con ella.
No puedo hacer otra cosa que pensar una y otra vez en la sensación de sus labios
con los míos, en lo increíble que fue besarla. Y me siento bien, después de
mucho tiempo, me siento realmente bien con lo que estoy haciendo. No puedo
recordar la última vez que me sentí de esta manera, sintiendo que, aunque sea de
una diminuta parte, seguía teniendo el control sobre mi vida.
El resto del día la paso en casa, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera
en la castaña y en lo loco que me está volviendo. Grace Baker logra crear en mí
lo que hace mucho tiempo no experimentaba por nadie. Algo de lo que no me
había dado cuenta, al menos no hasta el día de hoy. No puedo ni deseo seguir
ocultando el hecho de que tiene mi entera atención, quizá más de lo debida, más
de lo que siquiera pude llegar a considerar.
Hubiese deseado que ese sentimiento me acompañase siempre, sin embargo,
al entrar al día siguiente a la oficina de Ryan al día siguiente, sé que hay
problemas. Mi madre habla por el teléfono, parece tener una discusión con
alguien mientras que Ryan permanece sentado detrás del escritorio con los
brazos cruzados, mientras me observa con dureza.
—¿Se puede saber en dónde estabas?
—En casa —respondo —hasta donde sé no había nada que me requiriera en
la disquera.
Ryan toma una inhalación antes de inclinarse hacia adelante para tomar algo
de los cajones de su escritorio, luego, lanza una revista en mi dirección. La
portada es más que clara.
—Grace y tú son la portada —informa después de unos segundos.
—Sabíamos que esto pasaría —me defiendo dejando la revista sobre el
escritorio. —No entiendo cuál es el problema.
—El problema es que comienzas a hacerte de una reputación —reprende mi
madre. —Primero Katherine, y ahora Grace. Nuestros intentos por cuidar de tu
imagen los estás echando a perder.
—Todo el mundo sabe que el asunto de Katherine no son más que
especulaciones de la prensa —le recuerdo—. Lo he aclarado en demasiadas
ocasiones.
—¿Y respecto a Grace? —cuestiona cruzándose de brazos—. Porque no creo
que la intención de besarla en público, haya sido cuestión de trabajo.
—No, claro que no lo fue. ¿Ahora también vas a decirme con quien debo o
no salir?
La mirada de mi madre se endurece, tensa la mandíbula antes de girarse hacia
Ryan.
—¿Podrías dejarnos solos? —cuestiona. Quiero decirle que no lo haga, que
no se marche de la habitación, pero él termina haciéndolo.
—Sé lo que vas a decir —mascullo —pero esta vez no voy a hacerlo.
—Alexander…—el tono de advertencia que usa me hace cerrar los ojos,
intentando retener la frustración que amenaza con desbordarse.
—No, ha sido suficiente —espeto incorporándome —he hecho todo lo que
quieres durante todos estos años, sigo tus malditas ordenes sin reprocharte solo
para que tú encuentres beneficios, hago las giras dando mi mayor esfuerzo para
tenerte contenta, hago todo, absolutamente todo, mamá. Lo único que quiero
ahora es poder decidir a la chica con la que salgo ¿o es que eso también me lo
impondrás?
—Así que Grace y tú están saliendo —afirma con molestia —debí suponerlo,
era de esperarse que terminara en esto.
—No interfieras, déjame al menos decidir sobre esto. Por favor.
Odio sonar suplicante ante mi madre, odio otorgarle ese poder sobre mí, pero
ahora mismo no encuentro otra alternativa.
—Firmarás con la agencia Music Cube —sentencia mencionando a la
agencia que ha estado detrás de mí en los últimos meses.
—¿Qué? 
—Si quieres mantener una relación con Grace, firmarás el contrato con esa
agencia.
—¿Qué relación tiene la agencia con esto? —inquiero —pedirán derechos,
no podré cumplir con tantos contratos. Organizarás giras y yo no podré con tanto
trabajo, apenas y consigo cumplir ahora con todo lo que ordenas.
—¿Entonces qué prefieres? —cuestiona como si su planteamiento fuese el
más sencillo del mundo. —Es un trato simple, Alex. Tú haces esto y yo me
comprometo a no interferir en tu vida personal, a la que, por cierto, planeaba
hacerle unos cambios. Tal vez sugerir una relación con Vanessa Anderson, ella
hace bien a tu popularidad.
Observo con horror a mi madre. O la que se dice llamarse como tal.
—¿Te estás escuchando? ¿Ahora vas a obligarme a salir con una chica que no
quiero?
—Es una cosa por otra, Alexander. El poder de decidir, está en ti.
Sabes que es la única manera. Mi mente me repite eso una y otra vez, sin
embargo, no entiendo donde encuentro la valentía para responder.
—No —sentencio. —No haré eso porque sería matarme a mí mismo. ¿Eso es
lo que quieres? ¿Qué termine tan agotado como para no querer continuar? —
cuestiono con brusquedad.
—No desvíes la conversación —advierte —sabes lo que pasará si…
—¡Entonces me conseguiré un maldito abogado! —exploto—. Y encontraré
la manera de anular el contrato. —Eso no parece afectarla en lo más mínimo.
—Inténtalo —dice encogiéndose de hombros —y antes de que siquiera
puedas llevarme ante un juez, no tendrás absolutamente nada.
Me esquiva, dando por terminada nuestra conversación, pero para mí no ha
finalizado.
—¿Por qué parece que disfrutas haciendo mi vida miserable? —Marian se
detiene, gira para conseguir mirarme. Con los ojos estrechados y los labios
apretados —¿por qué haces todo esto? Soy tu hijo…soy…—sacudo la cabeza —
¿ya he dejado de ser tu niño? ¿Qué acaso ya no te importo en lo absoluto?
Su mirada brilla con una emoción que no consigo reconocer.
—¿Qué cambió, mamá? —inquiero acercándome —¿fue el dinero? ¿La
fama?
—Hay una línea —dice ignorando las preguntas —sabes bien que ocurrirá si
la sobrepasas.
No espera una contestación, se gira dándome la espalda y solo se marcha,
dejándome ahí, con las respuestas que sé de sobra nunca tendrían una respuesta.
¿Grace vale todo esto? Una voz en mi cabeza me repite que en realidad no se
trata de Grace, sino de que, por primera vez, quiero salir de esto, no importaba
cual fuese el precio que tuviese que pagar.
 
 
 
26 ARREPENTIMIENTO
 
Grace Baker.
C amino con prisa mientras me adentro al edifico de la disquera,
tengo una reunión programada con Alexander en algunos minutos
y estoy retrasada. Esperaba no tener que encontrarme con su madre, no
quería enfrentarme a algún reproche por mi impuntualidad.
—Vaya, creí que no llegarías —murmura Alex con diversión cuando
ingreso a la habitación. Sostiene su guitarra entre sus manos, mientras una
sonrisa ladeada se apodera de su gesto.
—Tuve algunos problemas con el auto —me excuso mientras comienzo
a sacar las cosas que necesitaré —¿listo para comenzar?
Él asiente. Deja la guitarra en un estante que se encuentra cerca, y
camina para tomar asiento frente a mí.
—¿Has visto las revistas?
—Estoy aquí para hacerte una entrevista de trabajo, no para hablar
sobre nuestra aparición en una revista —respondo con diversión.
Él echa la cabeza para atrás mientras suelta una pequeña risa.
—Solo quiero saber cómo lo estás tomando, es todo —confiesa.
—Estoy bien, Alex. —aseguro —ya te lo he dicho, no tienes que
preocuparte por nada.
—Bien, de acuerdo. —Una pequeña sonrisa se apodera de sus labios
cuando habla. Acomodo sobre la mesa el cuaderno en el que hacía las
anotaciones correspondientes y enciendo la grabadora de mi celular.
—En los últimos días han salido rumores que podrías firmar un contrato
con otra disquera ¿qué puedes decir sobre eso? —suspira, se acomoda en el
asiento mientras me dedica una mirada.
—Me gustaría que hubieses comenzado por un tema más sencillo. El
tema de la disquera es algo complicado, no es una decisión que se pueda
tomar a la ligera, pero puedo asegurar, de que, por el momento, no tengo en
mente hacer ningún cambio. Todo permanecerá igual.
—¿Eso es una buena noticia? 
—No lo sé en realidad, pero espero que lo sea.
Durante la siguiente media hora, el tiempo se resume en intentar aclarar
todas las dudas que, según Oliver, el público tiene sobre la carrera de
Alexander. Para cuando finalizamos y creo tener la información suficiente
para comenzar a trabajar, Alex parece aliviado.
—¿Qué dices si te invito a comer? No nos hemos visto muchos estos
días.
—Eso es porque tanto tú, como yo, tenemos trabajo que hacer —le
aclaro —pero estaré gustosa de aceptar tu invitación. 
Él sonríe con satisfacción mientras se incorpora del asiento, me
apresuro a guardar de nuevo todas mis cosas antes de incorporarme
también. Él toma una de mis manos, en un agarre firme mientras salimos de
la pequeña habitación en la que nos encontramos.
—¿Tienes algún lugar en mente? —me cuestiona una vez que estamos
dentro del auto.
—Creo que tú eres de mejores gustos —confieso mientras me coloco el
cinturón de seguridad—. Así que te dejaré el privilegio de elegir.
Él sonríe, me dedica un asentimiento mientras enciende el motor del
auto y nos ponemos en marcha algunos momentos después. Conecto mi
celular al auto para poder ambientar el camino hacia nuestro destino. La
canción Through your eyes comienza a sonar, la voz de Alexander se
escucha por los altavoces y él suelta una pequeña carcajada.
—Me siento realmente halagado por el hecho de que tengas mis
canciones en tu celular —pronuncia mientras me dedica una rápida mirada.
—He caído, no lo puedo negar —confieso mientras sonrío.
Alexander comienza a cantar la canción, debía de admitir que me había
cautivado la letra con escucharla una sola vez, y ahora, el que la cantase a
mi lado, solo me hacía amarla aún más.
La cantamos juntos, me muevo tanto como el cinturón de seguridad lo
permite y cuando le letra acaba, ambos reímos.
—Vaya, parece que conoces la letra bastante bien —murmura Alex
mientras me observa.
—Que te puedo decir, me has cautivado —confieso con una sonrisa.
Él me mira, me observa por un par de segundos antes de regresar su
mirada a la carretera, pero yo no puedo dejar de mirarlo. No puedo dejar de
pensar en que, en definitiva, Alexander me cautivado por completo. Y no
había mucho que yo pudiera, o quisiera hacer al respecto.
 
Al llegar al restaurante, permanezco en mi asiento mientras Alex rodea
el auto para poder abrirme la puerta. Le agradezco con una sonrisa mientras
tomo la mano que me ofrece y luego ambos caminamos hacia el edifico que
se alza sobre nosotros.
Nos tomamos el tiempo para leer el menú, y luego de que cada uno ha
ordenado, Alex se acomoda mejor en su asiento mientras centra su
completa atención en mí.
—¿Todo bien? —cuestiono cuando noto que se ha quedado callado por
demasiado tiempo.
—Sí, solo estaba pensando —se inclina hacia adelante. Apoya sus
codos sobre la mesa mientras sostiene su mentón sobre sus manos. —¿Qué
somos?
—No entiendo la pregunta —confieso con una ligera sonrisa.
—Grace, nos besamos, te dije lo que siento por ti y me pareció, que
probablemente tú sientes lo mismo —pronuncia —así que necesito saber
¿qué somos?
—No lo sé —confieso encogiéndome de hombros—. Creo que es
demasiado pronto para ponerle un título ¿no lo crees?
—Si, tal vez tienes razón —concuerda él echándose para atrás —pero
quiero llamarte, llamarnos —corrige —de alguna forma. Quiero que en la
próxima entrevista que mi madre programe, yo tenga una respuesta a ese
cuestionamiento, de lo contrario, estaré en un apuro.
—¿Esa es tu manera sutil de presionar para ponernos un título?
—No, claro que no —asegura sonriendo —solo, olvídalo ¿sí? No quiero
que te sientas presionada.
No puedo ocultar la pequeña sonrisa que invade mis labios, extiendo
uno de mis brazos a través de la mesa para poder tomar una de sus manos.
—Tal vez, la próxima vez que te pregunten, puedas decir que soy la
chica con la que sales.
Alex sonríe, lo hace de una manera genuina mientras me dedica un
asentimiento.
—Eso suena bien —murmura, deja un apretón en mi mano mientras me
observa de una forma en la que probablemente no lo ha hecho antes.
No sabía si es demasiado pronto para decidir algo, tampoco sabía si esta
es una buena decisión o no, o si tendría consecuencias.
La única cosa de la cual estoy completamente segura, es que Alexander
me ha flechado por completo, en todos los sentidos existentes y que quería
estar con él a pesar de todo, a pesar de todos.
 
Cuando llegamos a la casa, el silencio y oscuridad de la misma nos dan
la bienvenida.
—¿Tu amiga no está en casa? —cuestiona Alexander mientras camina
detrás de mí.
—No, ella y Jason salieron a dar un paseo por la ciudad —informo.
Alex toma asiento en el sillón mientras yo camino hacia el pequeño
perchero en donde dejábamos las llaves y los bolsos.
—Jason, ¿quién es? —un tono curioso se filtra en su voz.
—Es un buen amigo, nos conocemos de años, casi desde la infancia —
admito —tal vez te lo presente pronto.
Cuando no responde nada, vuelvo a hablar.
—Me alegra que hayamos podido salir hoy, probablemente sonará
apresurado, pero te eché de menos.
Una sonrisa se cuela por sus labios mientras me observa.
—No suena apresurado en lo más mínimo —asegura. —Porque yo igual
te extrañé, y mucho—. Se inclina con ligereza hacia mí, cuando creo que
está por besarme, su celular suena.
Observo la mueca que se filtra en su rostro así que no es difícil deducir
que se trata de su madre. Lo llamó en varias ocasiones mientras estábamos
en el restaurante, así que seguramente lo requería para algo. Alex se
incorpora, se aleja lo suficiente como para no permitirme ser capaz de
escuchar la conversación que mantiene.
—¿Tienes que irte? —pregunto cuándo vuelve. —Probablemente no es
de mi incumbencia, pero…
—¿Por qué mi madre me ha estado llamando? —interrumpe. —Porque
quiere que vaya a la disquera, en realidad no sé qué es lo que tenga que
decirme, pero puede esperar.
—¿Estás seguro? —inquiero. Él asiente. —Alex, ¿tu madre sabe…sabe
de esto? ¿Sabe que tú y yo…?
—Lo sabe —afirma—. Claro que lo sabe.
—¿Y ella está bien con eso? —no me agrada la idea de estar con
Alexander si eso le significaba problemas, conocía muy bien a su madre, sé
de lo que era capaz, o al menos, lo imaginaba.
Él suspira, no responde de inmediato por lo que comienzo a temer que
la respuesta no sea la que espero.
—En realidad no lo sé —confiesa —pero no quiero que te preocupes
por eso, ella debe de entender que no podrá estar obligándome a hacer lo
que ella quiera por siempre.
Intento echar a un lado la idea de que la señora Campbell no está
contenta con nuestra relación, y me concentro en lo que Alex ha dicho
después.
—Me alegra que al fin te estés dando tu lugar —pronuncio con
suavidad—. Es decir, que estés haciendo algo al respecto.
—He contratado un abogado —no me mira cuando habla, mantiene la
atención en un punto al frente y su cuerpo parece repentinamente tenso.
—Eso es increíble, Alex.
—Necesito encontrar la manera de deshacer ese contrato, Grace, porque
si no voy a acabar perdiendo la cabeza. Un abogado es la mejor opción,
tengo que asegurarme primero que él sea lo suficientemente capaz de
ayudarme con esto, y, sobre todo, que no se deje influenciar por el poder de
mi madre.
—¿Lo has encontrado? 
—Parece que si —responde con una sonrisa esperanzada —solo espero
que todo salga bien.
—Así será —murmuro tomando una de sus manos. Él sonríe una vez
más antes de inclinarse con ligereza hacia mi cuerpo, y besarme.
 
Alexander Campbell
El hombre frente a mí es imponente, demasiado. Parece analizar con
cuidado los documentos que sostiene frente a él, antes de suspirar y
observarme.
—Quiero suponer, que en el contrato que firmaste se reconoce que tú
eres el autor intelectual de las obras, y se reconocen tus derechos sobre las
mismas.
—Lo hacen, definitivamente, pero…
—No existe ningún “pero” entonces —afirma. —Alex, tu madre no
puede arrebatarte nada, no sin perjudicarse ella misma en el proceso. ¿Cuál
es la duración del contrato? ¿Tenías un abogado a tu lado?
—Indefinida, y no —respondo con frustración. —Se trataba de mi
madre, el único abogado presente era el que ella contrató.
—Te representó hasta los dieciocho, ¿no es verdad? Luego de eso…
¿dices que ella te obligó a firmar? —parece corroborar algo en los
documentos.
Asiento como respuesta.
—Muchacho, creo que tendremos mucho trabajo —confiesa—. Pero te
aseguro que pondré todo de mi parte para librarte de esto.
—Si mi madre se entera de esto…
—Alex, no me retiraré a no ser que tú ya no requieras de mis servicios
—sentencia —si vuelve a amenazarte o a condicionarte solamente tienes
que llamarme.
—Bill ¿Qué pasa si en verdad le otorgué todo el poder sobre mi carrera?
—cuestiono—. No tengo ninguna copia del contrato, ella se aseguró que no
tuviera ninguna a mi alcance, si se la pido sospechará sobre lo que intento
hacer.
—Necesitaremos obtenerla entonces para que podamos continuar —
pronuncia —sin ella no sé cómo fue el contrato, ni que tanto te
comprometiste a ceder, tampoco tengo idea de las condiciones por las
cuales se elaboró. Además de esto, según lo que dices, tu madre tiene el
poder de representación, necesito saber que decían esas cláusulas.
—Consigue una copia —pide —partiremos de ahí.
Asiento, no digo nada más cuando él sale de la habitación en la que nos
encontramos. Permanezco sentado ahí, intentando entender cómo es que
esto comenzó.
Como es que, con el hecho de firmar un maldito papel, mi vida entera se
había arruinado.
 
 
 
27 CONFIAR
 
Grace Baker.
C ierro los ojos mientras escucho a mi madre decir lo mismo por
décima ocasión, parece que me ha llamado con el único propósito
de cuestionarme sobre el porqué su hija estaba apareciendo en las revistas y
el internet.
No esperaba mantener esta conversación por teléfono, de hecho, no
tenía planeado que sucediera pronto. Sin embargo, parecía en realidad que
nada estaba saliendo acorde al plan.
—Si ese chico y tú están saliendo seriamente, espero que al menos
tenga la decencia de venir a casa y hablar con tu padre —exige.
—Mamá por favor, no creo que tenga el tiempo para volar hacia Nueva
York para hablar con papá —respondo con obviedad—. Además, aún no es
una relación formal.
—Eso no es lo que dicen…
—Dicen muchas cosas —intervengo. —Mamá, al venir aquí acordamos
algo ¿lo recuerdas? Empezaría mi vida independiente, y aunque saben que
los quiero muchísimo, no creo que obligar a un chico a hablar con papá esté
dentro del trato.
Escucho a mi madre suspirar, parece intercambiar unas palabras con mi
padre y luego, la línea queda en silencio.
—Hola cielito —sonrío en cuanto la voz de mi padre se escucha —
disculpa a tu madre, sabes lo paranoica que se pone cuando de chicos se
trata.
Una pequeña risa me invade mientras adopto una postura más cómoda
sobre la cama.
—Lo sé.
—Sin embargo, ambos estamos un tanto inquietos ¿Cómo conociste a
ese chico? ¿estás segura de que no hay algo detrás de sus intenciones?
Echo la cabeza hacia atrás mientras una ligera sonrisa se plasma en mis
labios.
—Lo conocí en el trabajo, —confieso —Es un buen chico papá, a pesar
de todo lo es.
—Bueno, confío en tu buen juicio —pronuncia luego de algunos
momentos —aunque no me molestaría tener al menos una llamada
telefónica con él, solo para asegurarme.
Una sonrisa divertida se adueña de mis labios mientras niego.
—Lo tendré en cuenta —aseguro. Mi padre se despide, cuando la
llamada se corta, aún permanezco con una diminuta sonrisa en el rostro.
—No fue tan malo —murmura Jane mientras se deja caer a mi costado
en la cama —esperaba un poco más de dramatismo.
—Eso es porque mi padre se adueñó el teléfono —le aseguro.
—Así que… ¿están saliendo de manera formal? —cuestiona. Tomo una
larga inhalación antes de girarme hacia ella.
—No, es decir, no lo sé —confieso—. Creo que ambos queremos ir con
calma, ver que resulta.
—Estoy segura de que lo Alexander siente por ti es más que atracción
—declara—la forma en la que se preocupa por ti y parece no importarle el
romper las reglas cuando está contigo, dice mucho de sus sentimientos.
Tanto que probablemente lo que le impide seguir es que puedas salir
lastimada con todo esto.
—Sé bien todo lo que significa estar con él y estoy dispuesta a asumir el
riesgo —sonrío levemente —Alexander lo vale, vale la pena tomar el riesgo
por él.
Hay un corto silencio entre nosotros.
—Sé lo que eso conlleva, y estoy dispuesta a aceptarlo.
—¿Y él sabe eso? —cuestiona mirándome con curiosidad. —Porque si
no lo sabe, creo que es buen momento para que se lo digas.
—No sé si lo sabe, pero se lo haré saber. No quiero que tenga ni una
sola duda.
Jane parece satisfecha con mi respuesta y pronto ha cambiado el rumbo
de la conversación hacia el asunto de la remodelación de su estudio, es así
que, durante el siguiente par de horas, nos sumergimos en la discusión sobre
qué color combina mejor con las paredes o que papel tapiz va acorde a la
temática del estudio.
 
Llego al trabajo al día siguiente y Lía es la primera en acercarse a mí.
—Quien lo diría, llegaste aquí sin saber quién era él, y ahora eres la
chica con la que sale —pronuncia con una sonrisa divertida en el rostro—.
Dime ¿cómo lo hago? Tal vez deba sugerirle a Oliver que me envíe a la
siguiente gira, con suerte me consigo a la siguiente súper estrella.
No respondo, sin embargo, eso no evita que una sonrisa divertida se
filtre en mis labios. A pesar de que Alexander y yo aún no hubiésemos
mencionado algo al respecto, el hecho de que él no tuviera intención de
negarlo ante el público causaba una revolución en mí. No estaba preparada
para el momento en el que el admitiera públicamente que había algo entre
nosotros.
Es decir, aceptaría sin dudar todo lo que esto conlleva, pero eso no
significa que me encuentre preparada para hacerlo.
—Lo siento, no quería molestarte con mi insistencia —habla Lía
haciéndome elevar la mirada.
—No me has molestado en lo absoluto.
—Estás muy callada, y eso no es común —masculla. Antes de que
pueda responder, Oliver entra a la oficina.
—Grace, tenemos que hablar —masculla. Le hace un gesto a Lía con la
cabeza y mi amiga sale con prisa de la habitación.
—¿Qué ocurre? —cuestiono —¿algún problema con el avance del
artículo?
—Justo de eso vengo a hablarte —murmura—. No creo que sea buena
idea que sigas escribiendo sobre eso.
Sus palabras me toman por sorpresa, parpadeo intentando comprender
que es lo que en realidad quiere decir.
—¿Me estás quitando el artículo? ¿Es que acaso he hecho algo mal?
—No se trata de eso, Grace —confiesa en un suspiro—. No me queda
ninguna duda de que estás haciendo un trabajo estupendo, sin embargo, la
madre de Alexander ha llamado.
Me tenso al momento, sabía que esa mujer no iba a quedarse mucho
tiempo de brazos cruzados.
—Opina que ahora que hay rumores de la relación que mantienes con su
hijo, y debido a que ninguno de ustedes lo ha desmentido, el artículo pierde
objetividad. —murmura —no puedes escribir un artículo del chico con el
que sales porque, ante los ojos del público, no habría más que cosas
positivas sobre él.
—No, Oliver eso…
—A menos que desmientas el rumor, no podrás continuar escribiendo el
artículo. Una lástima, de hecho —murmura con una mueca —porque no
cabe duda de que iba a ser todo un éxito. Se lo asignaré a alguien más,
quiero los avances que tengas, envíamelos por correo y se los haré llegar a
la persona que continuará con esto.
—Oliver —él detiene sus movimientos en cuanto escucha su nombre—
soy capaz de escribir un artículo completamente objetivo.
—Escucha, Grace —pronuncia tomando una inhalación —sé que eres
grandiosa como escritora, realmente tienes talento, de lo contrario no
estarías aquí. No quiero decir esto, pero la señora Campbell tiene razón, no
queremos que el público piense que escribes solamente cosas positivas
sobre Alexander, necesitamos confiabilidad por parte de los consumidores,
y no me arriesgaré a que le quites eso. Ahora, si eso no es más que un
simple rumor, necesito que lo digas ahora —pide —de lo contrario no
podrás seguir con el artículo.
Mi silencio parece ser una respuesta para él, suspira antes de darme la
espalda y salir de la oficina. Cuando se ha marchado, tomo una larga
bocanada de aire, intentando traer a mi cuerpo un poco de calma.
Esto era algo que no consideré, el hecho de perder oportunidades en el
trabajo, definitivamente no estaba dentro del plan.
 
Alexander está enojado, se mantiene en silencio con la mandíbula tensa
y las manos echas puños mientras se mueve por la habitación.
—Así que te han quitado el trabajo —su voz brota en un sonido tenso.
—No el trabajo en realidad —corrijo —solo la redacción del artículo.
—Es prácticamente lo mismo —masculla con molestia. —Sé lo
importante que es eso para ti. Te prometo que hablaré con mi madre, en
serio lo haré. Tendrás de nuevo ese artículo y…
—No —pronuncio mientras me incorporo—. Alex, está bien, no quiero
causar problemas…
—Soy yo el que te está causando problemas —me interrumpe—. No se
supone que debas de estar perdiendo oportunidades de trabajo, no mereces
esto Grace. Viniste aquí por una oportunidad mejor, no seré yo quien te la
arrebate.
—Hey, no me estas arrebatando nada —aseguro llegando hasta donde él
se encuentra. Coloco mis manos a los costados de su rostro, acunándolo—.
Pude haberle dicho a Oliver que lo nuestro no es más que un rumor, que es
mentira todo lo que se está diciendo. Pero no lo hice, Alex, estoy aceptando
esto, estoy dispuesta a aceptar lo que sea que esto que estamos comenzando
traiga consigo. Soy lo suficientemente adulta para tomar mis decisiones, y
esta me gusta. Realmente me gusta decidir sobre esto.
Él sonríe, lo hace lento, sus comisuras se elevan con lentitud y pronto,
tengo sus labios contra los míos. Sus manos rodean mis caderas, en un
agarre firme mientras me mantiene cerca de él.
—Necesito que me prometas una cosa —pide alejándose tan solo unos
centímetros de mi rostro.
—Lo que sea.
—Si algún día te cansas, si esto es demasiado para ti, prométeme que
me lo dirás. —pide observándome —necesito saber que serás capaz de
decirme cuando te hayas hartado de esto.
—No creo poder hartarme nunca.
—Promételo —pide de nuevo.
—Está bien, prometo que, si en algún momento esto me sobrepasa,
serás el primero en saberlo —aseguro—. Tienes mi palabra.
Él sonríe, me observa por un par de segundos antes de acercarse de
nuevo y volver a plantar sus labios sobre los míos.
 
Alexander Campbell.
—Supongo que Grace ha hablado contigo —murmura mi madre cuando
ingreso a su lujosa residencia—. De otro modo, es imposible que me visites.
Sonrío, ingresando a la casa cuando ella se hace a un lado para
permitirme el acceso.
—Lo hizo, y lo cierto es que es una parte, lo agradezco —confieso. Ella
parece algo confundida ante mi respuesta —si pensaste que venía a
reclamarte, no vine a eso.
—¿No te molesta el hecho de que el artículo no sea escrito por ella? —
me encojo de hombros.
—Creo que nuestra relación va a mejorar si dejamos a un lado el
trabajo. Podré estar con ella sin tener que cumplir ningún requisito laboral.
—Mi madre rueda los ojos, parece incluso algo más mal humorada a
comparación de mi llegada.
Recorro la sala con la vista, es evidente la remodelación que la
habitación ha sufrido, no solía visitar demasiado a mi madre, pero podía
reconocer cuando la casa había sido remodelada.
—¿Te gusta la nueva decoración? —pregunta mientras cruza frente a
mí.
—Es bonita —confieso mientras la sigo. —Así que en esto gastas todo
mi dinero ¿no es cierto? En remodelaciones.
No responde, se limita a observarme en silencio, hasta que parece
considerar que es buena idea hacerlo.
—No te sorprendas si algún chico aparece en las oficinas de la disquera
para entrevistarte, seguramente va de parte de Oliver —informa cambiando
el tema de conversación—. Tendré que asegurarme que sea tan talentoso
como Grace.
Retengo la sonrisa que amenaza con filtrarse en mis labios.
—Aún estás a tiempo de pedirle a Oliver que le regrese el artículo —
sugiero elevando uno de mis hombros. Ella me observa por un par de
segundos antes de desviar la mirada hacia otro punto de la sala.
—Lo resolveré.
El silencio envuelve el lugar, mientras camino por la sala, reconozco la
puerta que conduce hacia el estudio de mi madre, lugar en donde se
encuentran todos sus documentos.
Consigue una copia.
Las palabras de Bill se reproducen en mi mente, permanezco
observando la puerta por algunos minutos antes de que la voz de mi madre
se escuche de nuevo.
—¿Has compuesto más canciones? —pregunta.
—No —miento. Claro que lo había hecho, tenía varias hojas
perfectamente resguardadas esperando por la melodía, pero no iba a decirlo
—. No he tenido el tiempo…
—Probablemente si tu atención no estuviese en otros asuntos, lo
hubieses conseguido —reprende —tus fans necesitan música, Alex. La
presión va a aumentar y Ryan no podrá conseguir todas las letras. Necesitan
algo de ti.
—Creo que ya están obteniendo algo de mí —murmuro—. Acaba de
pasar una gira, estoy seguro de que podrán esperar al menos un par de
meses antes de crear nuevo material.
—Si esta es tu manera de revelarte por lo que ocurrió en la oficina de
Ryan…
—Esta no es ninguna manera de revelarme. Este es tu hijo diciendo que
necesita más tiempo —reprocho —no soy una máquina que produzca
canciones, tampoco un cheque del cual puedes exprimir tanto dinero como
se te antoje. ¿Es mucho pedir que al menos me dejes tranquilo por un par de
meses?
No tiene oportunidad de responder, el sonido de su celular rompe el
silencio en el que nos habíamos sumergido, se incorpora y se encamina
hacia las escaleras, probablemente se enfrascará en alguna conversación
importante, así que esta es mi oportunidad.
Tan pronto como me aseguro que no se encuentra cerca, me incorporo
del asiento. Gracias al cielo el estudio no tiene seguro, así que puedo entrar
sin ningún inconveniente. Recorro el lugar con la vista, intentando
encontrar el lugar en donde mi madre probablemente guardaría el contrato.
De vez en cuando levanto la vista y presto atención para saber si ella no ha
regresado. 
No lo encuentro, no parece estar por ningún sitio y comienzo a creer
que probablemente lo ha llevado a otro lugar. No sería extraño, teniendo en
cuenta la importancia que tiene.  Cuando estoy a punto de darme por
vencido, lo veo. El compartimiento inferior del escritorio. No es sorpresa
que tenga llave, así que tanteo por debajo hasta hallar el diminuto metal.
Probablemente es la primera vez, en mucho tiempo, que tendría el papel
en mis manos. Rebusco con prisa entre las carpetas que están en el interior
hasta poder hallarla.
Contrato de cesión de derechos.
Leo el título de la carpeta, sintiendo algo apretar en mi pecho. ¿Cómo es
que pude ser tan ingenuo?
Me obligo a mí mismo a salir de la habitación antes de que mi madre
regrese, me aseguro que aún esté en el piso de arriba antes de encaminarme
hacia el auto, con la carpeta entre mis manos. Lo había conseguido, estaba
tan cerca de poder acabar con esto, o al menos, eso era lo que creía.
Parecía ser un destello de esperanza dentro de todo el caos que este
papel había causado desde su creación, si existía, aunque sea la mínima
posibilidad de acabar con esto, entonces la aprovecharía.
Sin importarme el costo que tuviera que pagar para conseguirlo.
 
 
 
28 PERDER PARA SER VALIENTE
 
Grace Baker.

L os golpes apresurados en la puerta me despiertan, son cerca de


las tres de la mañana por lo que tanto Jane como yo, despertamos
en un estado de confusión.
—¿A caso esperas a alguien? —cuestiono en medio de un bostezo.
—¿Por qué esperaría a alguien a las tres de la mañana? —cuestiona
mientras se talla los ojos—. Tal vez debamos llamar a la policía…
—¡Grace, soy Alexander! —el grito proveniente del exterior interrumpe
a mi amiga. El sueño parece abandonar su rostro porque en cuestión de
segundos, ha adoptado una mirada divertida.
—Al parecer tú si esperas a alguien a esta hora —bromea —debiste
avisarme, y te dejaba la casa sola.
—Oh, cállate —mascullo mientras cruzo por su lado para llegar hasta la
puerta. Los golpes en ella siguen siendo insistentes por lo que me apresuro
a llegar hasta ahí. El aire frío me golpea apenas abro y me abrazo a mí
misma intentando mitigar el frío.
—¿Alex? ¿Qué haces aquí a esta hora? —cuestiono. Él no responde, me
esquiva en un rápido movimiento y en un par de segundos, se encuentra en
el interior de la casa. —¿Está todo bien?
—Lo está, es decir, creo que lo está —responde—. Lamento venir a esta
hora, pero es algo importante.
El voltea en cuanto nota mi mirada sobre un punto detrás de él. Un
gesto avergonzado se apodera de su rostro entonces.
—Oh, lo siento —murmura en dirección a Jane —realmente no quería
despertarlas.
—No hay problema —pronuncia Jane—. Los dejaré, solo…no hagan
demasiado ruido ¿sí?
—Sí, sí. Ahora vete —exijo.
—¿Puedo pasar? —inquiere —o puedo volver mañana temprano, no
quise…
—Para nada —interrumpo —entra.
Él sonríe. Es hasta este punto en el que noto que sostiene una carpeta
entre sus manos.
—He ido a casa de mi madre —informa mientras toma asiento en el
sillón—. Bill, mi abogado, me dijo que necesitaba una copia o el mismo
contrato para poder comenzar a hacer algo al respecto.
Entiendo inmediatamente de lo que comienza a hablar.
—¿Eso es…?
—Esto es el contrato —dice mientras lo tiende en mi dirección. Dudo
un momento en acercarme, sin embargo, lo hago después de unos segundos.
Tomo la carpeta que él extiende hacia mí y cuando la tengo en mis manos,
me siento a su costado.
—¿Se dio cuenta de que lo tomaste? ¿O tiene alguna sospecha? —
sacude la cabeza en una negativa. Abro la carpeta, mi vista viaja a través de
las líneas mientras leo la información de las páginas frente a mí.
“Declaro mi conformidad para ceder los derechos intelectuales y de
autor, correspondientes a las composiciones bajo mi nombre”
Elevo la vista en cuanto leo el párrafo.
—¿Realmente le cediste todo? —cuestiono casi en un susurro. Alex
suspira, asiente mientras toma la carpeta de entre mis manos.
—Eso es solo una pequeña parte, luego vienen lo referente al dinero, la
música, y las cláusulas —confiesa mientras observa las hojas. —Realmente
quiero pensar que hay una solución para esto, pero Grace, tiene mi maldita
firma. ¿Cómo rayos voy a negar algo como esto? No sé si esto sea una
buena idea ¿qué pasa si al final Bill dice que no puede hacer absolutamente
nada y mi madre termina por enterarse de lo que quiero hacer? ¿Qué pasa si
solo empeoro las cosas? —la desesperación es evidente en su tono de voz,
me observa como necesitando de una respuesta, una respuesta que no soy
capaz de dar.
—No lo sabrás si no lo intentas. Alex, este es un gran paso —afirmo —
que te atrevas a hacer esto le demostrará que no estás dispuesto a seguir
bajo su poder, tu abogado te ayudará, estoy segura de que lo hará y de una u
otra forma, podrás salir de esto, siempre hay una manera cariño.
Su mirada se suaviza, no es hasta estos momentos en el que caigo en
cuenta de la forma en la que lo he llamado.
Cariño.
Sus ojos destellan con una emoción, con un brillo que hace lucir el azul
de sus ojos mucho más claro, mucho más profundo. No deja de mirarme
mientras se acerca, une nuestros labios, el sentimiento de paz llega, nos
envuelve como es costumbre, pero sé que nunca podré habituarme a
sentirlo. Siempre se sentirá como si fuese la primera vez.
Cuando se aparta, su mirada se posa en mis labios por algunos segundos
antes de alejarse. Una leve sonrisa permanece en mis labios, mientras lo
observo mirar la carpeta de nuevo.
—Gracias por estar cuando lo necesito —acaricia mi rostro en un gesto
suave —gracias por ser mi salvavidas en medio de todo esto.
—Estaré para ti, siempre. Sin importar los riesgos o los precios, estaré
para ti —trazo una caricia suave por el costado de su rostro —no me
importan los precios cuando se trata de ti.
Su mirada vuelve a iluminarse, de una forma tan maravillosa que
desearía que poseyera ese brillo siempre, que nunca se fuera de él.
—Creo que esto va a resultarte un poco extraño —pronuncia luego de
algunos minutos —pero realmente creo que es lo mejor. Si mi madre se da
cuenta de que el contrato no está en su poder, ir a mi hogar para recuperarlo
será lo primero que hará. Luego seguramente con Megan, o Paul y
seguramente hasta Katherine. No puedo dejar que lo recupere, así que
quiero que lo tengas tú.
Parpadeo un par de veces, ante la sorpresa de lo que ha dicho.
—¿Quieres que yo lo tenga? —pregunto —¿quieres que algo tan
importante esté en mi poder? Alex no creo…
—Por favor. Sé que mi madre probablemente tiene más copias de esto
—dice elevando la carpeta —pero no descansará hasta recuperar el original.
Y estoy seguro de que contigo, es el último lugar en donde lo buscaría.
—¿Por qué?
—Porque no cree que tenga la valentía suficiente para contarte —
masculla —y aunque lo supiera, no creo que se arriesgue lo suficiente como
para venir hasta aquí, no cuando eres la redactora principal de una revista
—añade con una ligera sonrisa—. Pero, Grace, no hay nadie más en el
mundo en el que confíe para esto. No hay otra persona en la que confíe
ciegamente. Sé que pase lo que pase, esto estará seguro contigo —
sentencia.
Tomo la carpeta que me ofrece, la observo por algunos segundos antes
de elevar la mirada de nuevo hacia él.
—¿Estás seguro?
—Completamente seguro, cariño —susurra con una sonrisa en el rostro.
En ese momento me doy cuenta de lo mucho que quiero a Alexander.
De lo mucho que me importa su bienestar.
Y por la forma en la que me observa, sé que lo sabe. Sin necesidad de
decir, o hacer algo, sé que lo sabe.
 
Volver al trabajo y no tener un artículo en el cual concentrarme, me
tenía un tanto frustrada. El revisar los artículos para la revista y darles la
aprobación no me había tomado mucho tiempo, en un par de horas, todo
había quedado listo y en este punto, no sabía que más hacer.
—Vaya que eres rápida —murmura Oliver mientras ingresa a la oficina.
—Sí, bueno, no tengo nada más que hacer —respondo encogiéndome
de hombros.
—¿Seguirás enojada conmigo? —pregunta —sabes que no fue mía la
decisión.
—Lo sé, pero pudiste intervenir diciendo que soy perfectamente capaz
de escribir un artículo objetivo —reprocho —independientemente de
cualquier cosa.
Él suspira, se acomoda las gafas antes de tomar asiento frente a mí.
—Realmente no lo hice porque me preocupo por ti —confiesa —No
quiero que tu carrera como escritora sufra algún daño cuando apenas está
comenzando. Es un simple artículo, Grace. No lo necesitas, no cuando has
escrito uno realmente brillante sobre la gira de Alexander. Escucha, sé que
ahora mismo piensas que soy el peor jefe por quitarte un artículo, pero me
lo agradecerás después. —afirma. —La prensa no iba a perdonar esto, así
que por tu bien lo hice, aunque no lo creas ahora.
—¿Podré al menos darle un vistazo antes de que sea publicado? —
—Claro que sí, eres mi jefa de redacción —me recuerda —tiene que
pasar por ti antes de ver la luz.
Sonrío, Oliver lo hace también.
—Dejo que continúes con lo que sea que estabas haciendo antes de que
llegara —murmura incorporándose —nos vemos después.
Asiento, el eleva una de sus manos para despedirse antes de salir.
Cuando se ha marchado, suelto un suspiro mientras me recargo en el
respaldo de la silla. La pantalla de mi celular se ilumina, una sonrisa se
adueña de mis labios mientras leo el mensaje.
Alexander:
¿Realmente no puedes retomar el artículo? Ahora mismo siento que
están invadiendo mi privacidad. Extraño a mi chica reportera.
 
El mensaje de Alex iba acompañado por varios emoticones tristes, una
risa me invade mientras tecleo la respuesta.
Grace:
Lo siento, realmente no es posible. Tendrás que resistir.
 
Observo la pantalla, esperando por una respuesta. Cuando esta no llega,
lo dejo de nuevo sobre el escritorio. Me sorprendía la rapidez con la que
Alexander había tomado importancia en mi vida, lo rápido que esto parecía
haberse dado.
Una parte de mí me repetía constantemente que esto acabaría pronto,
que debía alejarme, sin embargo, hay algo que me impide hacerlo. Y eso es
el sentimiento que experimento hacia Alex, lo mucho que he comenzado a
quererlo, y no sé hasta qué punto, eso pudiera resultar perjudicial para
ambos.
 
Alexander Campbell.
—Has tenido mucho tiempo de descanso —pronuncia Ryan—. Debes
comenzar con los ensayos de nuevo.
—No ha sido…—La dura mirada que me dedica me hace detener mis
palabras.
—Claro que ha sido demasiado, y creo que hasta más que suficiente —
afirma —tu madre está preparada para planear la siguiente gira, sin
embargo, creo que es demasiado pronto para eso.
Claro que es demasiado pronto.
—Sin embargo, hay varios conciertos que comenzaremos a planear —
informa —uno aquí en la ciudad, y un par más en otras ciudades cercanas
—añade—. Necesito que estés preparado para eso. Y tienes un nuevo álbum
que escribir, hace poco más de un año que lanzaste el último, necesitamos
material. Lamento decirte que no seguiré comprando canciones para ti.
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestiono—. Ryan…
—Porque necesitas escribir, Alex —me interrumpe mientras se coloca
de pie—. No puedes esperar que siempre las letras vengan hacia ti,
necesitas crearlas, y si no supiera lo bueno que eres en eso, no te lo pediría.
Hacía varios meses que estaba componiendo, las canciones estaban
perfectamente guardadas en mi habitación, sin embargo, ni mi madre ni
Ryan lo sabían. No quería exponerlas, sabía que, si en algún punto mi
madre cumplía sus amenazas, me dolería menos el hecho de que al vender
las letras, estas no fuesen mías.
—Hijo, sé que esto es complicado, pero necesito que pongas de tu parte.
Si quieres crecer tienes que hacerlo, nadie vendrá a resolverte todo, tienes
que esforzarte.
—¿Crees que no lo hago? —cuestiono —¿realmente crees que no me
estoy esforzando?
—Lo que creo es que no estás dando todo. Hace mucho que dejaste de
darlo —afirma —y eso tarde o temprano, va a traer consecuencias.
Tenso la mandíbula, no le doy una respuesta, cuando nota que no tengo
la intención de decir algo más, se marcha de la habitación. Un largo suspiro
brota de mi cuerpo, cierro los ojos mientras echo la cabeza hacia atrás.
Ruego porque no haya otra cosa que me retenga en la disquera, gracias
a Dios es así y pronto me encuentro conduciendo hacia mi hogar. Desde el
momento en el que aquel chico ingresó a la sala y comenzó a hacer toda
clase de preguntas, sin ningún filtro, supe que nada iba a compararse con
tener a Grace. Sabía que solo estaba haciendo su trabajo, pero no dejaba de
sentirse como si quiera saber cada aspecto de mi vida, hasta el más
pequeño.
Extraño a mi chica reportera, vaya que lo hago.
No he intercambiado más que un par de mensajes con ella, había
intentado llamarla, pero cuando lo hice el buzón de voz fue todo lo que
obtuve. Llegar a casa se sintió de todas las maneras, menos de la forma en
la que lo esperé, sabía que Ryan no dejaría pasar el hecho de no haber
escrito nada, así que tenía que darle algo.
Observo las hojas frente a mí, leyendo las líneas que había escrito con
distintos colores de tinta. La guitarra se encuentra justo al lado de la mesa
de noche, la tomo, pasando las yemas de mis dedos sobre las cuerdas, y
cierro los ojos antes de tocar el primer acorde.
Mis dedos parecen cobrar vida conforme los acordes brotan, no sé
cuánto tiempo pasa hasta que lo consigo. Con prisa, abro el cajón para
tomar una de las tantas hojas y una pluma, me gustaba dejarlas a mano
porque no sabía en qué momento podría necesitarlas.
Momentos como este. Escribo con prisa, tachando varias palabras en el
proceso hasta que lo obtengo. Una ligera sonrisa se adueña de mis labios
cuando leo el resultado.
Dejo la hoja junto con las demás, me aseguro de escorarlas
perfectamente antes de volver a colocarlas en su sitio. El timbre de la casa
suena en el momento justo en el que termino de ordenarlas.
—Hola —Katherine aparece frente a mí—. ¿Crees que podamos hablar?
—No lo creo, estoy ocupado y…
—Alex, por favor —pide —realmente no me gusta estar de este modo
contigo. lo detesto tanto. ¿Podemos hablar? ¿Por favor?
A pesar de que no me convencer por completo, me aparto para dejarla
ingresar.
—No quiero que pienses que tengo algo en contra de Grace, me alegra
que estés intentando tener algo con ella, yo solo estoy preocupada, lamento
si mi método para demostrarlo no fue el correcto —añade.
—Realmente no sé si…
—Por favor —me mira de una forma tan suplicante que me hace
suspirar —lo siento, sé que cometí un error y me estoy disculpando por eso.
Hemos sido amigos desde hace años y en todo ese tiempo, sabes que me he
preocupado por ti. Esta no es la excepción.
—Si vuelves a decir algo como eso sobre Grace, no voy a dejarte entrar
de nuevo a mi casa —advierto.
—Vaya que te ha flechado, ¿no es así? —sonríe, no pasa mucho tiempo
hasta que termino haciéndolo también.
Antes de Grace no había existido otra persona ajena a Kat y a los chicos
cerca de mí, todo lo que tenía eran ellos. Pero no me he dado cuenta de lo
que eso significaba, hasta ahora.
—Lo siento —repite mientras se acerca hasta donde me encuentro.
—Está bien —articulo. Ella sonríe, pasan algunos segundos antes de
que ella se abrace a mi cuerpo.
Cuando se aparta, aún mantiene una pequeña sonrisa en los labios.
Luego de eso nos enfrascamos en una entretenida conversación,
Katherine tenía la capacidad de hacer que un momento aburrido cobrara
vida, parecía ser la diversión echa persona. Sin embargo, cuando ella saca la
diminuta bolsa con un contenido que reconozco a la perfección, la diversión
se esfuma.
—Oh vamos, yo prometí no hablar más sobre tu chica, así que te
corresponde mantenerte al margen con esto.
—No pretendas que te deje consumir eso sabiendo que luego tendrás
que manejar de regreso a tu casa —mascullo —y tampoco que lo consumas
aquí.
—¿Desde cuándo te has convertido en un amargado? —cuestiona
mientras se pone de pie—. Aprovecharé esto para decir que es tarde, debo
volver.
—¿Escapando como de costumbre?
—Todos encontramos métodos diferentes para desahogarnos. Nadie
puede juzgarnos. —Me observa por un par de segundos antes de lanzar la
bolsa al sillón —tal vez deberías de intentarlo. Nos vemos, Alex.
Sale de la casa sin voltear, el sonido de su auto al arrancar se escucha y
luego el motor alejándose de la casa.
Papá siempre me advirtió de la vida de excesos en los cuales es fácil
caer una vez que te conviertes en una super estrella, sin embargo, tal vez la
única cosa que le tengo que agradecer a mi madre, es el haberme evitado
caer en adicciones. Marian odiaría que su hijo causara escándalos, así que
durante los primeros años de mi carrera nunca permitió que asistiera a
fiestas, o si lo hacía, en eventos en los cuales era invitado, siempre estaba
presente.
Sin embargo, tal vez debí prestarles más atención a las advertencias de
mi padre, a aquellas que iban más allá de las drogas y adicciones. Tal vez
debí de haberle tomado más importancia cuando dijo que mi madre era
peligrosa.
—Saldré de esta, papá —murmuro observando la fotografía que se
encuentra colgada justo frente a mí, —te prometo que lo haré.
No importa cuánto cueste, he perdido lo suficiente hasta este momento,
y no estaba dispuesto a seguir perdiendo más, no dejaría por nada del
mundo, que me siguiera arrebatando lo que más amo hacer.
Ha sido suficiente.

 
 
 
29 SIN VUELTA ATRÁS
 
Alexander Campbell.

G olpeteo mi pie contra el suelo, esperando con impaciencia que


Bill, mi abogado, diga algo. Llevábamos cerca de una hora dentro
del estudio, él no había hablado mucho en ese tiempo, parecía estudiar con
cada detalle lo que las páginas entre sus manos decían.
Es la segunda vez que nos reunimos, y no creo poder acostumbrarme a
la sensación de ansiedad que se presenta cada que tengo que enfrentarme a
esto.
—¿Ella te dijo todo esto? —cuestiona después de un par de minutos —
¿te explicó esto? ¿Todo lo que le estabas cediendo?
—No lo hizo.
—¿Qué fue exactamente lo que dijo?
—Dijo que solo quería la firma para hacerse cargo de mi carrera, que
solamente quería protegerme de que, en un futuro, alguien más intentara
controlarme.
—Realmente fue una buena jugada lo de la cláusula de confidencialidad
—masculla Bill. —Prácticamente te amarra de manos para cuando quisieras
hacer algo al respecto, porque en ese caso, estarías rompiendo tú mismo el
contrato. Sin embargo, dado que dices que ella no te dijo nada de lo que
aquí dice, podemos alegar que fue un contrato de mala fe, eso debería
darnos la oportunidad para que un juez tome el caso.
—Bien, realmente no estoy entendiendo.
—Alex, tu madre jamás te explicó nada de esto, así que tú no tenías idea
de que era lo que estabas firmando, tu madre te motivó a firmarlo bajo un
falso supuesto. Cuando tu firmaste, tenías una creencia contraria a lo que de
verdad iba a pasar, así que tu consentimiento otorgado aquí, no corresponde
más allá del hecho de que tu madre te represente como artista.
—¿Quieres decir que podemos hacer algo? —Él asiente.
—Claro que podemos. Antes quiero advertirte que cuando presentemos
este argumento ante un juez, tu madre se enterará. Cuando le llegue la orden
del juzgado puede hacer cualquier cosa para hacerte desistir. Probablemente
se arriesgue a cumplir sus amenazas, es un riesgo que tienes que estar
consciente de podemos correr.
—¿Quieres decir que puede vender todo antes de presentarse al
juzgado?
Él asiente. El sentimiento de esperanza que se había comenzado a
formar en mi interior se esfuma por completo.
—Y si eso ocurre, si ganamos el juicio podemos demandarla por daños
—intenta alentarme, sé que lo intenta, pero no está funcionando—. Nadie
nos asegura que podamos recuperar lo que ella venda, pero el beneficio de
ganar te dará la libertar para continuar con tu carrera como a ti te plazca.
Suspiro, pasando mis manos por mi rostro antes de poder dar una
respuesta.
—¿Quieres continuar con esto? —cuestiona—. Una vez que digas que
sí, te prometo que no me detendré.
Cierro los ojos, la parte cobarde de mi interior me grita que me detenga,
que no tengo porque arriesgar todo ante una duda sobre lo que pueda pasar,
nadie me estaba asegurando que gane el juicio, nadie podía darme una
seguridad sobre eso, pero sí seguridad sobre lo que mi madre haría al
enterarse.
—No lo sé —confieso. Bill me dedica una mirada comprensiva, asiente
y permanece en silencio por algunos segundos.
—Sé que es difícil, así que dejaré que lo pienses —comenta —llámame
cuando hayas tomado una decisión ¿de acuerdo?
Asiento. No respondo, tampoco lo miro cuando sale de la habitación.
Escucho la voz de Grace en la sala y luego los pasos alejándose. Pasan
varios minutos hasta que nuevos pasos se escuchan en dirección hacia el
lugar en donde me encuentro.
Habíamos decidido llevar a cabo las reuniones en su casa. No quería
que la prensa se enterase así que acudir al despacho de Bill sería imposible,
sin embargo, nadie sospecharía que visitara a mi chica. Pese a que traté de
mantenerme positivo, ahora todo parece colapsar sobre mí otra vez.
—¿Estoy haciendo lo correcto, Grace? —cuestiono mientras volteo, ella
se encuentra en el umbral de la puerta y camina con lentitud hasta llegar a
mi costado.
—Lo correcto es que tú puedas hacer lo que amas, sin temerle a las
consecuencias —susurra —Lo correcto es que puedas hacer lo que amas,
sin tener que pagar un precio. 
—Bill dijo que mi madre podría cumplir las amenazas antes de si quiera
presentarse al juicio ¿Qué pasará si lo pierdo todo? —la desesperación me
llena por completo, la visión se vuelve borrosa debido a las inmediatas
lágrimas que se han agolpado en mis ojos. —¿Qué pasa si por esto, todo mi
esfuerzo durante años acaba en manos de alguien más? Grace, eso no es
algo que pueda soportar. No creo poder soportar ver mis letras siendo
interpretadas por otra persona. Esto es más que solo música, esto es mi
pasión y yo…yo no puedo con la idea de perderlo todo.
—Es normal tener miedo, cariño —sus palabras me hacen mirarla. —
Sin el miedo probablemente no valorásemos tanto nuestras vidas, pero en
ocasiones, hay que tomar ese miedo y enfrentar lo que sea para seguir
vivos.
La miro, encuentro en sus ojos esa calma que necesito. Encuentro en su
mirada la valentía que requiero en momentos como este.
— Alex, no mereces esto, no merecer estar sometido a las órdenes de
una mujer que solamente piensa en ella. No mereces estar temiendo de las
cosas que pueda hacer si dices que no. Nadie te asegura que no puedas
perderlo todo, pero sé que eres un artista brillante, podrás salir adelante.
—Esto es más que solo música —susurro —no soportaría perderlo todo.
—Es por eso, porque es más que solo música, que debes de hacer algo.
Por ti y por tus sueños, no dejes que alguien más te los arrebate.
Un suspiro tembloroso abandona mi cuerpo, cierro los ojos con fuerza y
entonces siento sus brazos rodearme. Siento su completa calidez
envolverme, alejándome de todos los sentimientos negativos, Grace es mi
lugar seguro, es mi refugio, es el lugar en donde puedo ser yo mismo.
Me aparto de ella, reuniendo tanto valor como me es posible y tomo mi
celular. Grace permanece en silencio, simplemente observándome. Marco el
número de Bill y cuando él responde, digo lo que hace tiempo debí de haber
dicho:
—Quiero continuar, Bill. Así que haz lo tengas que hacer para sacarme
de esto.
—Lo haré, Alex.
Él dice algo más y luego corta la llamada, y en ese momento sé que no
hay vuelta atrás.
 
Grace Baker.
Probablemente nunca había visto tan ansioso a Alexander como luego
de haber cortado la llamada con su abogado. Había pasado largo rato antes
de que pudiera al fin sentirse tranquilo. Es cerca de media noche cuando él
dice que tiene que marcharse, el cansancio es evidente en su rostro, tanto
que me inquieta el hecho de dejar que conduzca de regreso a su hogar.
—Estaré bien —asegura —no tienes de qué preocuparte.
—Me preocupa el hecho de que parece que puedes quedarte dormido en
cualquier momento, no puedes pedirme que me sienta tranquila ante eso.
¿Por qué no te quedas? —cuestiono sin pensar. Él eleva una de sus cejas,
mientras adopta una mirada divertida.
—¿Tu amiga no se molestará si me encuentra durmiendo en el sillón de
la sala? 
—No, porque no dormirás en la sala. Dormirás en mi habitación —
aclaro. Alex sonríe, no sé muy bien como descifrar la mirada que me
dedica, y justo cuando estoy por retractarme, él habla.
—Bueno, ante eso no puedo decir que no —pronuncia soltando una risa
quitándose la chaqueta se había puesto algunos minutos atrás. —¿Tienes
que ir a la revista mañana? —pregunta mientras ambos caminamos hacia la
habitación.
—Sí, aún tengo que revisar los artículos que se publicarán.
—Esperaba que pudiéramos pasar algo de tiempo juntos. Pero supongo
que tengo que resignarme, ¿o no?
—Es apenas un pequeño sacrificio —bromeo.
Él sonríe, entramos a la habitación y se quita los zapatos en un
movimiento antes de sentarse en el borde de la cama.
—Ponte cómodo —murmuro—. Ahora vuelvo.
Tomo el pijama del armario, le dedico una mirada a Alex antes de salir
de la habitación para poder ir al baño y cambiarme de ropa.
No me demoro demasiado, sin embargo, cuando regreso, Alex se
encuentra recostado en la cama, cubierto con las mantas y parece haberse
dormido. Sonrío observándolo por algunos segundos antes de rodear la
cama para poder acomodarme en ella.
—Grace —volteo en cuanto Alex habla. Él gira, cruza una mano sobre
mi cintura para apegarme a su cuerpo, su rostro se esconde en el hueco de
mi cuello. —Te quiero.
Mi corazón da un vuelco, una sonrisa se adueña de mi semblante
mientras volteo con ligereza, el rostro de Alex es totalmente sereno, soy
capaz de sentir su respiración ser lenta, y en ese momento sé que se ha
quedado dormido.
—Yo también te quiero —susurro, aunque él ya no puede escucharme.
 
A la mañana siguiente la alarma suena obligándome a abrir los ojos. Me
estiro hasta llegar a la pequeña mesa en donde mi celular descansa y poder
apagar el molesto sonido.
—Buenos días —la voz ronca de Alex se escucha.
—Buenos días —pronuncio en un bostezo —lamento la hora.
—No hay problema —responde, cuando lo miro, una ligera sonrisa se
forma en sus labios, sin embargo, permanece con los ojos cerrados dándole
un aire demasiado tierno.
Su rostro luce sereno, tan tranquilo que no puedo apartar la mirada de
él, recorriendo cada centímetro. Me acomodo de nuevo a su lado, Alex se
mueve de tal forma que su brazo de nuevo queda sobre mi cintura. Cuando
el sueño amenaza con dominarme de nuevo, sé que tengo que levantarme
antes de que termine por caer dormida y ocasionar una llegada tarde al
trabajo, sin embargo, antes de que pueda hacer algo, la puerta se abre.
—¡Tenemos que…! —Alex se sobresalta, yo también lo hago ante el
inesperado grito de Jane. —Oh, lo siento tanto yo no... —se detiene por
algunos segundos y luego, una sonora carcajada abandona su cuerpo—.
Lamento haberlos despertado, tortolos.
—Oh, vete de aquí —mascullo saliendo de la cama para poder cerrar de
nuevo la puerta. —Lo lamento. —pronuncio de nuevo hacia él. Ahora Alex
se encuentra sentado sobre la cama, suelta un bostezo antes de incorporarse.
Se talla los ojos antes de enfocarme, su cabello se encuentra revuelto y pasa
las manos por el en un intento fallido de acomodarlo.
—Tengo que darme un baño —murmuro mientras camino hacia el
armario —Puedes quedarte aquí, o ir a la sala con Jane. No me tardo nada. 
—Tomate tu tiempo —dice cuando estoy por salir de la habitación y
retengo la risa cuando él se deja caer con pereza contra el colchón.
Intento darme prisa, tanta como nunca antes y en tiempo récord, consigo
terminar. Mi madre estaría orgullosa de esto. En menos de quince minutos
me encuentro de regreso en la habitación, Alex se encuentra sobre la cama
mientras mantiene su vista en el celular.
—Volví —murmuro mientras me quito la toalla del cabello—. ¿Qué
haces?
—Enviándole un mensaje a Tania —informa —debería de estar en el
estudio dentro de una hora, pero creo que puedo llegar un poco después.
Tengo que ensayar todos los días hasta antes del concierto, al que, por
cierto, espero que asistas. —añade con una pequeña sonrisa.
—Haré lo posible —aseguro. Su celular suena, observa la pantalla por
un par de segundos antes de suspirar.
—¿Todo en orden? 
—Es mi madre —confiesa —Tengo que irme ¿te parece si paso por ti
luego del ensayo y vamos a comer? 
—Me parece estupendo —él asiente, se acerca hasta donde me
encuentro y se inclina para dejar un rápido beso sobre mis labios. Me
dedica unas palabras de adiós y luego se marcha.
Pasan algunos minutos hasta que el sonido del motor de su auto se
escucha, una diminuta sonrisa se adueña de mi rostro entonces. Alexander
Campbell me ha cautivado en todos los aspectos, aunque eso, ya no es
ninguna sorpresa.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
30 DESEAR EL FIN
 
Alexander Campbell.

L a ansiedad que tengo por saber cómo iba todo respecto al


contrato me estaba comiendo vivo, he perdido la cuenta de todas
las veces que llamé a Bill para intentar saber el avance, y me sorprendía la
paciencia que él había tenido conmigo.
Grace me repetía hasta el cansancio que no debía de intentar apresurar
las cosas, que tenía que ser paciente y esperar, sin embargo, sabía que no
podía hacer eso. Soy consciente de que mi madre en cualquier momento se
daría cuenta de lo que estaba ocurriendo, y no estaba seguro de sí podría
hacerle frente.
Durante todo este tiempo me convencí a mí mismo de que, pasara lo
que pasara, podría soportarlo. Ahora, sin embargo, no estoy tan seguro de
eso.
—Alexander necesito que te concentres —masculla con molestia Ryan
cuando toco un acorde equivocado—. Tienes que dejar de pensar en lo que
sea que traigas en la cabeza y centrarte en el ensayo.
—Lo lamento, tal vez deba ir a casa y…
—No —niega —te subirás de nuevo a ese escenario y ensayarás hasta
que las canciones salgan perfectas, sabes que puedo quedarme aquí todo el
día si es necesario.
—Ryan…
—Sin excusas, ahora sube y haz lo que te he dicho —indica.
De mala gana lo hago, intento alejar de mi mente todas las cosas que
hacían que perdiera la concentración, si no lo conseguía todos se darían
cuenta de que algo estaba sucediendo.
Gracias al cielo consigo terminar el ensayo con éxito, un par de horas
más tarde Ryan por fin me deja libre para volver a casa. Había pasado los
últimos días en ensayos que duraban varias horas, y por esa razón Grace y
yo no habíamos podido reunirnos.
La última vez que la vi fue cuando me marché aquella mañana, luego de
haber dormido a su lado. Y desde ese momento, no he dejado de extrañarla.
Necesitaba sentirla cerca, Grace Baker se ha vuelto indispensable para mí,
aun cuando nunca había querido eso.
Mantenía la esperanza de que esta vez las cosas saldrían bien, que no
tenía nada por lo cual preocuparme, pero lo cierto es que aún existe una
diminuta parte de mí que me recuerda que mientras ese contrato exista, todo
podía echarse a perder.
Suelto un suspiro cuando bajo del auto, busco las llaves de la casa en mi
bolsillo y abro la puerta, me quito los zapatos y la chaqueta para colocarlos
a un costado de la puerta y cuando me doy la vuelta, un grito escapa de mí
al ver que hay alguien más en mi casa.
—Santo cielo ¿por qué no hablas? —pregunto hacia Megan. Mi
hermana parece divertida mientras mantiene un pequeño bote de helado en
sus manos.
—Lo siento —murmura —no quería asustarte. ¿Qué tal estuvo el
ensayo? —cuestiona con curiosidad cuando cruzo por su lado.
—Pudo haber salido mejor —confieso—. ¿Qué te trae por aquí?
—No tenía nada mejor que hacer, así que he decidido venir a
molestarte. ¿Tienes algún plan para hoy? 
—Descansar —informo mientras abro la nevera para tomar una de las
botellas de jugo.
—Oh, vamos —pronuncia mi hermana mientras echa la cabeza hacia
atrás. —Pareces un anciano descansando todo el tiempo. ¿Dónde acabó tu
sentido de la diversión?
—Han sido días agotadores —murmuro —el concierto está cerca,
necesito descansar.
—Salir un par de horas no te hará mal —insiste. —Anda, di que sí,
podemos ir al cine, o a almorzar.
—Es demasiado tarde como para almorzar y una salida al cine
acarrearía tanta gente a la sala que terminarían por sacarnos.
—A veces olvido lo complicado que es tener un hermano artista —
murmura con fingido tono de molestia. —En ese caso ¿puedo quedarme
aquí? Prometo no molestarte.
—Sabes que no tengo problema con eso —le recuerdo —pero tengo
curiosidad ¿por qué parece que no quieres estar en casa?
Megan plasma una mueca en sus labios, camina hasta uno de los bancos
que se encuentran en la habitación y me observa por un par de segundos
antes de hablar.
—Mamá se está volviendo insoportable —murmura —está detrás de mí
todo el tiempo, desde que comencé con el modelaje, parece haber puesto
una serie de normas que…
—¿Te está obligando a hacer algo? 
Ella suspira, parece dudar entre responder o no y eso es más que
suficiente para hacerme saber que algo ocurre. 
—No, es decir, sé que es algo que tengo que hacer, pero es demasiado.
Es tan exigente y dura y…
—¿De qué hablas?
—Las dietas —confiesa—. Desde que comencé con el modelaje se
encargó de visitar a más doctores de los que puedo recordar, no sé cuántas
veces he cambiado de plan alimenticio porque a su parecer no consigo
llegar al peso ideal.
—Por Dios, Meg—mascullo —intenté advertírtelo, esto era justo lo que
no quería que pasara. No necesitas hacer ninguna maldita dieta ¿está claro?
Los diseñadores te adoran, está felices con tu trabajo, no necesitas hacer
nada de lo que mamá diga.
—¿En serio lo crees? 
—No lo creo, estoy completamente seguro de eso. No necesitas hacer
todo lo que ella diga — suspira, baja la mirada por algunos segundos antes
de volver a mirarme.
—Gracias —susurra. Una ligera sonrisa se adueña de mis labios
mientras me acerco para envolverla en mis brazos.
—Sabes que, si necesitas algo, solo tienes que decirme —le recuerdo —
haré todo cuanto esté en mis manos para ayudarte, lo prometo.
Ella se aparta, mirándome con una sonrisa.
—Lo haré —asegura.
En el fondo espero que lo haga, porque sé lo difícil que era no poder
hablar con nadie, sé la enorme carga que eso significa. Megan es demasiado
buena como para tolerar algo así.
Por su bien, e incluso el mío, espero que ella estuviese hablando con la
verdad.
 
Al día siguiente tengo que presentarme en la disquera, sujeto con
firmeza la carpeta que sostengo en mis manos, mismas en donde varias
hojas con las canciones que había escrito recientemente se encontraban.
Tania se encarga de informarme que Ryan me espera en su oficina, tras
agradecerle, tomo una inhalación convenciéndome de que esto no va a
resultar tan mal.
—Llegas temprano —murmura con una sonrisa. —¿Traes las
canciones?
Asiento. Me coloco en la silla que está frente a su escritorio y deslizo la
carpeta por la madera.
—Hay algunas con las que no estoy completamente satisfecho —
confieso —no estoy seguro de cómo se escucharán cuando se coloque la
música.
—Bueno, en ese caso tengo buenas noticias para ti. Hoy no iremos al
ensayo, vendrás conmigo al estudio para que seas tú mismo el que decida
que música llevarán.
Una sonrisa se filtra en mis labios mientras lo observo.
—¿De verdad? —cuestiono—. ¿O es que acaso estás jugando conmigo?
—Sabes bien que jamás juego con estas cosas —me recuerda con una
sonrisa —ahora andando.
Se incorpora del asiento en el que se encuentra y me hace una seña para
que lo siga, no soy capaz de quitar la sonrisa de mi rostro mientras me
levanto y lo sigo.
—Tania, Alexander estará en el estudio —informa una vez que
llegamos a la recepción —si su madre llama, dile que está ocupado y no
puede atender ¿de acuerdo? Y por nada del mundo dejes que se acerque al
estudio de grabación.
Ella asiente, cuando él extiende una de sus manos en mi dirección, la
observo sin saber muy bien que es lo que quiere.
—Tu teléfono —pide.
—¿Mi teléfono? —cuestiono —¿Para qué quieres mi teléfono?
—Si vas a entrar a ese estudio necesito que estés concentrado, no quiero
que tu madre comience a llamarte ni que un mensaje de Grace te haga
perder la cabeza —dice lo último en tono divertido mientras una sonrisa se
cuela en su gesto.
No podía dárselo, Bill llamaría en cualquier momento y no podía
arriesgarme a que alguien tomara la llamada.
—¿Sirve de algo si lo apago? —inquiero.
Ryan me observa con escudriño, sin embargo, termina asintiendo. Me
siento aliviado cuando él acepta así que me apresuro a enviarle un mensaje
a Bill, y uno también a Grace. Cuando entramos al estudio, los chicos de la
banda se encuentran ahí también.
—Al parecer tenías todo planeado ¿no es cierto? —cuestiono hacia
Ryan.
—Estaremos aquí varias horas, al menos hasta que un par de canciones
queden listas —afirma. —Así que a trabajar. —indica.
La preocupación de que las canciones no quedarán como esperaba se
esfuma tras un par de minutos, tenía la idea los acordes, sabía exactamente
como quería que sonaran, y estar aquí, me daba la oportunidad de poder
asegurarme de eso.
No siempre podía, mi madre parecía tener una obsesión por no dejarme
estar en los estudios de grabación, más que cuando era necesario para
grabar mi voz. Ahora, gracias a Ryan podría hacerlo.
No sé cuánto tiempo pasa, las horas que permanecemos en el estudio
parecen trascurrir con demasiada rapidez, y para cuando conseguimos que
las canciones queden exactamente como quiero, Ryan dice que es
suficiente.
—De hecho, creo que quiero quedarme un rato más —confieso. Meto la
mano en uno de los bolsillos de mes jeans hasta tomar entre mis dedos la
hoja de papel. —Steph ¿podrías quedarte?
—Claro que si —afirma él mientras toma asiento de nuevo.
—¿Para qué quieres quedarte? —cuestiona Ryan. Su vista se posa en la
hoja de papel que sostengo entre mis dedos. —Oh, entiendo. Haré que nadie
te moleste ¿de acuerdo?
Él sonríe, me hace un ademán de adiós y luego sale de la habitación
seguidos por los demás chicos de la banda.
—Así que ¿es una canción para tu chica? —cuestiona Steph con
curiosidad mientras toma la guitarra para colocarla sobre sus piernas.
—Lo es —confieso con una ligera sonrisa mientras observo la tinta
sobre la hoja —se la cantaré en el próximo concierto —informo.
Él asombro en su rostro es evidente por lo que no puedo evitar que una
risa brote de mí.
—Vaya que te ha flechado —afirma con una sonrisa —Entonces
comencemos a trabajar —dice haciendo sonar un acorde de la guitarra que
sostiene.
—Comencemos a trabajar —repito.
Es así que durante el tiempo que le resta a la tarde, me quedo ahí,
intentando componer la mejor canción para la chica que me había robado el
corazón.
 
Grace Baker.
—Qué extraño que tu príncipe no haya llamado —murmura Jane
mientras me observa con diversión.
—Dijo que estaría ocupado—. Me encojo de hombros, restándole
importancia. 
—¿Irás al concierto? 
—No lo sé, no me ha dado más que una invitación por palabra —
confieso —no creo que el personal de acceso me permita entrar con decir
que la estrella me ha invitado.
Jane ríe, niega un par de veces mientras se incorpora de la cama.
—Es evidente que irás con él, no puede esperar que vayas por tu cuenta
¿o sí?
—Claro que puede esperar eso —mascullo —antes entraba a los
conciertos porque trabaja en eso —le recuerdo —ahora no puedo
simplemente entrar.
—¿Crees que puedas pedir una entrada para mí? —cuestiona
mirándome de la manera más suplicante que puede haber —realmente
quiero ir. Prometo no molestarte cuando estés con él, es más, no notarás mi
presencia.
—¿Por qué no esperamos hasta que me dé un boleto de entrada? —
cuestiono—. Tal vez entonces pueda preguntarle si puedo llevar a un
acompañante, no quiero que piense que soy una aprovechada.
—Alexander sería incapaz de pensar eso sobre ti.
—No quiero arriesgarme —mascullo. Me incorporo del asiento para
salir de la habitación de mi amiga, sabía que si permanecía ahí no dejaría de
insistir.
Una vez en mi habitación, me dejo caer sobre el colchón mientras tomo
mi celular. Observo la pantalla esperando encontrar algún mensaje de Alex,
pero no hay ninguno. Llevábamos casi un día sin hablar, y me sorprendía la
intensidad con la que lo extraño.
 
Grace:
Espero que haya sido un día genial, las canciones seguramente serán
increíbles. Llámame cuando puedas, te quiero.
 
Dejo el celular a un costado mientras me acomodo mejor sobre el
colchón, cierro los ojos por un par de segundos antes de que el timbre de la
casa se escuche.
Me incorporo, estoy por salir de la habitación, pero los pasos de Jane
hacia la entrada me detienen, agradecida de que ella sea quien vaya a abrir
la puerta. Me lanzo sobre el colchón mientras intento encontrar de nuevo
una postura cómoda para estar, sin embargo, el grito de Jane me lo impide.
—¡Grace, te buscan! —la voz de mi amiga resuena por la casa.
Me veo en la necesidad de abandonar mi cómoda cama para ir hacia la
sala.
—¿No puedes hablar como la gente normal? ¿Sin gritar? —inquiero
llegando, Jane me observa con diversión mientras señala un punto detrás de
ella, y ahí me doy cuenta de que Alex me observa divertido, mientras
sostiene un par de bolsas en sus manos—. Oh, hola.
—Hola —responde. Jane cruza por mi lado, en silencio lo que resulta
sorprendente, pero le agradezco internamente que no haya hecho alguno de
sus acostumbrados comentarios. —Pensé en llamar, pero creí que tal vez era
mejor que viniera de sorpresa —confiesa. A pesar de que sonríe, su rostro
luce cansado.
Está apoyado contra el umbral y tiene un par de ojeras apenas notorias.
—Me alegra verte aquí —murmuro acercándome—. ¿Qué es lo que
traes?
—Comida —informa mientras asienta el par de bolsas en la mesa que se
encuentra justo en el centro de la sala. —Estuve demasiado tiempo en el
estudio que apenas pude comer.
—¿Cómo estuvo?
—Bien —confiesa con una sonrisa en el rostro—. Tal vez toque un par
de canciones nuevas en el concierto. Al que irás ¿no? No te preocupes por
la entrada, le diré a Ryan que envíe a alguien para recogerte. —aclara —
¿irás sola o quieres que alguien venga contigo?
—¿Puedo llevar a alguien?  
—Claro que si —responde mientras se lleva una papa frita a la boca—.
Solo avísame quien, para que tenga en cuenta el nombre ¿de acuerdo?
Alex sonríe, se corre algunos centímetros en el sillón mientras cruza un
brazo por detrás de mi espalda.
—Menos de veinticuatro horas y te extrañé como no tienes idea —
susurra mientras descansa su cabeza sobre uno de mis hombros. Sonrío, mi
corazón se encoge con fiereza ante su cercanía.
—Yo igual te extrañe. Somos unos dramáticos ¿no lo crees? —
cuestiono. Alex ríe, se aparta solo un par de centímetros para agarrar de
nuevo comida y luego me mira. Cuando estoy por responder, reconozco el
sonido de mi celular.
—Ahora vuelvo —Alex asiente, me incorporo y prácticamente corro
hasta llegar a mi habitación para poder responder la llamada, sin embargo,
cuando lo tomo me paralizo al instante.
El nombre de la madre de Alex se lee en la pantalla. Y no puedo dejar
de pensar que es lo que habrá ocurrido para que me llame.
—Hola, Grace —la voz firme de la señora Campbell se escucha del otro
lado de la línea apenas respondo.
—Buenas noches, señora Campbell —articulo intentando que mi voz no
delate el estado de nerviosismo en el que me encuentro.
—Supongo que estás con mi hijo —afirma —así que haré esto rápido.
No sé qué es lo que Alexander te haya contado sobre los detalles de su
carrera —mi corazón aumenta su ritmo ante la sospecha de lo que dirá a
continuación— pero quiero que le digas que necesito de vuelta lo que tomó
de mi oficina.
—No entiendo…
—No intentes hacerte la ingenua—masculla con molestia —Dile a Alex
que sabe las consecuencias de lo que está haciendo. Dile que no intente
jugar conmigo. Sé que te preocupas por él, así que, si quieres que
Alexander no sufra ninguna consecuencia, dile que regrese el contrato.
La llamada se cuelga, aparto el celular de mi oreja mientras intento
procesar lo que ha dicho. Mi respiración es pesada, mi corazón late tan
rápido como probablemente no lo ha hecho nunca y ahora mismo, no sé qué
rayos hacer.
—¿Grace? —elevo la mirada cuando escucho la voz de Alex —¿Qué
ocurre?
Permanezco en silencio, encontrando la manera de decirle que su madre
lo sabe todo. Tomo una profundo inhalación antes de siquiera atreverme a
hablar.
—Ella lo sabe, Alex —susurro —Tu madre lo sabe. Me ha llamado,
quiere de vuelta el contrato —le informo. Él suelta una maldición, cierra los
ojos antes de ingresar a mi habitación.
—Pasó antes de lo que pensé —masculla. —Creí que al menos tendría
un poco de tiempo para hacer algo. 
—Alex…
—Grace, mi madre puede hacer muchas cosas en estos momentos —
confiesa observándome —pero quiero que sepas que te quiero, que me
importas y nada de lo que pase a partir de ahora, va a poder cambiar eso.
—Ella dijo…
—Que habría consecuencias, ¿no? —cuestiona. Una sonrisa triste se
filtra en sus labios mientras niega. Camina hasta colocarse cerca de mí,
toma mis manos entre las suyas antes de observarme—. No importa lo que
ella haga, no me detendré. No ahora.
—¿Estarás bien? —pregunto.
Ahora sonríe con sinceridad, se inclina hasta juntar nuestros labios y eso
parece esfumar por completo los sentimientos que se habían adueñado de
mi sistema.
—Claro que estaré bien —susurra tan cerca de mis labios que puedo
sentir su aliento chocar con mi rostro—. Si te quedas a mi lado, estaré bien.
Sonrío, cruzando mis brazos por su cuello.
—Claro que estaré a tu lado —prometo —pase lo que pase.
Él sonríe antes de volver a besarme, en ese punto no importaba nada.
Quería estar con él, sin importar el costo. Alexander es todo lo que quiero
en este momento, y nada ni nadie, ni su madre, podría hacerme cambiar de
opinión.
 
 
 
31 TODO MAL
 
Alexander Campbell.

H e intentado llamar todo el día a Bill, necesito saber si ha


conseguido tener algún avance, de lo contrario, estoy en
problemas. Sabía que el momento en el que mi madre descubriera que había
tomado el contrato indudablemente llegaría, sin embargo, no esperé que
fuese tan pronto.
Me siento aliviado cuando reconozco el auto de Bill estacionando fuera
de la casa, me apresuro a caminar hacia la puerta para poder abrir, cuando
lo hago, él sonríe.
—Vi tus llamadas —informa mientras ingresa —pero estaba ocupado,
decidí venir a ver qué era lo que ocurría para que me llamases con tanta
insistencia.
—Ella lo sabe —pronuncio. Bill se detiene, me observa por algunos
segundos antes de hablar. —¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?
—Primero que nada, debes tranquilizarte —dice colocando su maletín
sobre la mesa —tienes que estar tranquilo, para que podamos pensar en una
solución.
—¿Qué solución? —cuestiono—. Para cuando hagamos algo ella ya
habrá vendido todo.
—Estos procesos llevan tiempo Alex —murmura—. Primero, ya que tu
madre está enterada de esto, lo mejor es que le comuniquemos tus
intenciones de ponerle fin al contrato.
—¿Quieres decir…?
—Quiero decir que debemos de hablar con ella —sentencia —si no lo
hacemos, ella puede utilizar eso como arma. Debemos intentar encontrar
una forma de negociar.
—Dijiste que podías sacarme de esto —reprocho—. No quiero negociar
con mi madre, Bill. Quiero librarme de ella.
—Lo sé, lo entiendo y…
—¡Claro que no lo entiendes! —exploto —Bill llegar a un acuerdo con
mi madre será imposible, si nos presentamos a su oficina diciéndole esto,
¿qué creer que hará? Para cuando un juez decida tomar el caso será tarde
porque entonces no tendré nada por lo cual luchar.
—Tu madre incluyó una cláusula en la que se estipula que, si el contrato
se finaliza por tu iniciativa, tendrías que pagarle un cargo por la
terminación. No podemos ignorar eso, un juez tampoco la ignorará.
—¿Pagarle? —cuestiono —¿De cuánto…?
—El treinta por ciento de las ganancias obtenidas hasta este punto —sus
palabras se sienten como un golpe crudo que me quita el aire.
—Eso…eso es muchísimo dinero—masculla —¿Cómo espera que…?
Cierro los ojos, sintiéndome tan frustrado y tan malditamente acorralado
de nuevo.
—Necesitamos hablar con tu madre, llegar a un acuerdo. De esta
manera es la que menos daños te ocasionará —afirma —Alex, solamente
intento seguir el mejor camino para no dañarte. —No respondo, cierro los
ojos mientras me apoyo contra la barra de la cocina—. Si estás de acuerdo,
haré una orden para una reunión, estaré contigo.
Asiento. Es todo lo que puedo hacer en ese punto, Bill parece satisfecho
porque no dice nada más, se marcha de la casa y pronto me encuentro de
nuevo con la sensación de estar sumergido en un abismo.
Sabía que llegar a un acuerdo con mi madre sería imposible, en cuanto
me viera aparecer con un abogado en su oficina, enfurecería por completo.
Mi parte cobarde surge de nuevo, me grita que le entregue el contrato y deje
las cosas como estaban, que no necesitaba tener más problemas. Me repite
una y otra vez, que no vale la pena.
Un suspiro tembloroso abandona mi cuerpo, me alejo de la cocina para
poder llegar a mi habitación. El silencio de la casa solo me aturde,
incrementa la sensación de ansiedad en mi sistema. Tomo el celular de mi
bolsillo, busco su número con rapidez y la llamo. Necesito oírla, necesito
escucharla decir que todo estaría bien.
—¡Hola! —su tono alegre me regresa un poco de paz. —¿Alex? —no
respondo, no puedo hacerlo porque el nudo en mi garganta es tan intenso
que no me permite hablar. —¿Cariño, está todo bien? —la suavidad de su
voz me hace cerrar los ojos.
—No —susurro.
Las voces en el fondo se escuchan haciéndome deducir que
probablemente no se encuentra sola.
—¿Estás bien? —pregunta de nuevo al cabo de unos segundos—. Alex,
estás preocupándome.
—No sé lo que tengo que hacer —confieso, mi voz tiembla más de lo
que me gustaría—. Es como si tuviese una puerta abierta enfrente pero no
me atreviera a cruzarla, porque no sé qué es lo que me espera del otro lado.
—Tienes que tranquilizarte, ya hablamos de esto ¿recuerdas? Alex,
necesitas esto. Necesitas sentirte libre por una vez en tu vida, has hecho un
gran avance como para renunciar en estos momentos. Va a valer la pena, tu
libertad va a valer la pena.
—¿Y si no lo hace? ¿Qué pasa si todo empeora?
—No puedes comenzar a dudar de ti, de lo que eres capaz de lograr. No
puedes dejar que el miedo por lo que pueda pasar te haga abandonar esto—.
Su voz es firme pero suave al mismo tiempo.
—Te necesito—ruego. Sé que seguramente está en el trabajo, y me
siento patético ante la idea de estar necesitando tanto de ella.
—Tengo una reunión en unos momentos, haré lo posible por salir
cuanto antes ¿de acuerdo?  Estaré ahí tan pronto me sea posible— promete.
—De acuerdo —murmuro. No dejo que diga algo más, cuelgo la
llamada casi de inmediato.
Lanzo el celular sobre el colchón, me siento en el borden mientras me
inclino hacia adelante, apoyo mi frente contra mis manos, intentando
convencerme a mí mismo de que esto estaba bien.
 
Son cerca de las cuatro de la tarde cuando el motor de un auto frente a
la casa me indica que alguien ha llegado. Permanezco sobre la cama hasta
que el timbre se escucha obligándome a incorporarme para conseguir abrir.
Grace aparece en mi campo de visión, no la esperaba tan pronto, sin
embargo, una sonrisa se apodera por completo de mis labios cuando la
miro.
—Hola —saludo. Ella sonríe, no puedo evitarlo así que me inclino con
ligereza hacia su cuerpo para poder besar sus labios, rodeo su cintura con
mis brazos disfrutando de la sensación de tenerla cerca.
—Hola. Me dejaste algo preocupada —confiesa —¿está todo bien?
Me aparto de su cuerpo, un suspiro brota de mí mientras me aparto para
permitirle ingresar a la casa.
—Sí, lo está. Lamento haberte preocupado —susurro —estoy bien
ahora.
—¿Estás seguro? —inquiere ladeando la cabeza —¿Quieres contarme
que pasó?
Asiento levemente.
—Mi abogado vino, dijo que tenemos que hablar con Marian —tomo
una corta inhalación —para llegar a un acuerdo.
—Tú no quieres, ¿no es cierto? —pregunta con suavidad mientras toma
asiento en el sillón, me acomodo a su lado, quedando de frente para poder
observarla.
—No lo sé. Mi madre me ha demostrado que es capaz de cualquier cosa
con tal de someterme a su voluntad —susurro —no quiero pensar en las
medidas que tomará para hacerme desistir de mi decisión.
—No estás solo, me tienes a mí, a tu abogado que seguramente
encontrará una manera para solucionar todo esto —asegura —solamente
tienes que ser paciente, y esperar por lo que tenga que pasar.
—Estoy asustado, Grace —no me atrevo a mirarla, pero necesito decirlo
de una vez por todas, necesito hacerle saber que esto me aterra —estoy tan
aterrado de lo que pueda pasar. La música es mi vida, mi pasión. Sé que
tengo que ponerle un alto…pero me asusta tanto lo que ella sea capaz de
hacer. 
Una de sus manos se posa sobre la mía, la calidez de la misma me
reconforta. Me da el valor para atreverme a mirarla.
—Está bien que estés asustado —susurra—. Está bien sentir miedo,
Alex. Pero no puedes dejar que eso te haga permanecer en un sitio seguro.
No puedes dejar que eso te obligue a estancarte en un lugar en donde no
eres feliz.
No me atrevo a negarlo, estoy tan cansado de intentar convencer a las
personas, y a mí mismo incluso, de que soy feliz haciendo esto. Hacía
mucho tiempo que deje de estarlo. Y extraño esa sensación.
—Una vez preguntaste que si era feliz haciendo esto —susurro
captando su atención —la respuesta es no.
Mi pecho se hunde con fuerza, decirlo se siente como una liberación,
pero también trae consigo todas esas sensaciones que deseo evitar, que
deseo dejar de sentir.
—Hace mucho tiempo que deje de sentirme feliz, pero todos dicen “tú
amas la música” “amas hacer esto”, todos parecen creer que no ocurre nada,
cuando la realidad es que desde que papá murió, he dejado de sentirme feliz
con la música.
—Es por eso que debes luchar para recuperar esa felicidad —dice
afianzando el agarre en mi mano —para poder tener el control de nuevo,
cariño. Sé que tienes miedo, pero eres valiente, tan valiente y fuerte por
ponerle al fin un alto a tu madre.
—Eso te lo debo a ti —pronuncio. —Tú me haces ser valiente, Grace.
Quiero hacer las cosas bien contigo, quiero ser libre para vivir una vida
entera junto a ti, sin ataduras.
—Lo conseguirás —su voz suena tan firme, tan segura y llena de
confianza —sé que lo harás.
Su mano envuelve la mía en un gesto que me trasmite tanta seguridad,
que me hace sentir tan invencible y capaz de absolutamente todo. Quiero
sentirme así, quiero poder sentir esta felicidad cada día de mi vida.
—Sé mi novia.
Parpadea, lo hace como si quisiera entender si realmente escuchó lo que
dije, su mirada se enciende, se ilumina de una forma preciosa que consigue
cautivarme. Sé que es ella, sé que nunca me sentiré de esta forma otra vez,
sé que definitivamente lo que siento por Grace, es amor.
Grace me observa con un brillo emocionado en los ojos.
—No quería hacerlo así, realmente quería hacerlo de una manera
especial —confieso con una pequeña sonrisa —pero quiero que te des
cuenta de cuanto te quiero, es por eso, que he escrito una canción para ti.
—No hablas en serio —pronuncia con un gesto emocionado mientras se
incorpora.
—Oh, claro que hablo en serio —aseguro—. Planeaba cantártela en el
siguiente concierto, pero como soy tan malo para las sorpresas…
El grito emocionado de Grace me interrumpe, se lanza a mis brazos,
envolviendo mi cuello con sus brazos.
—¡No puedo creerlo! —exclama. —¿Puedo escucharla? —cuando
estoy por responder, ella se aparta —no, mejor no.
—¿No quieres escucharla?
—Claro que quiero —responde —pero dijiste que querías cantarla en el
próximo concierto, así que creo que puedo esperar hasta ese momento.
Aunque… —parece pensar algo —¿podrías cantar tan solo un poco para mi
ahora? Cualquier canción, quiero escucharte cantar.
—Por supuesto. Aguarda aquí.
Me incorporo para ir hacia mi habitación, tomo la guitarra que se
encuentra a lado del escritorio y vuelvo a donde Grace me espera. Sonríe
con emoción, como si esta fuese la primera vez que me escuchará.
—¿Lista? —me da un asentimiento emocionado.
Me coloco a su lado, acomodo la guitarra sobre mis piernas y la ajusto
un poco antes de deslizar mi pulgar por las cuerdas.
 
—La tortura en mi cuerpo,
El dolor en el alma.
Una dirección que lleva a nada,
Un camino sin destino.
 
Te seguí por un sendero sin dirección.
Te he seguido desde entonces.
Pero cielo, ¿Dónde estás?
Dijiste que vendrías hacia mí,
Dijiste…te encontraré.
 
Estoy tan asustado de no saber,
Asustado de que al final…
Seas una simple ilusión.
 
Prometí seguirte, prometí hacerlo sin dudar…
Pero estoy tan asustado,
La adrenalina corriendo en mis venas,
He caído en medio de la nada,
Estoy asustado de no encontrarte,
Asustado de que al final…
Seas una simple ilusión.
 
Pero cielo…hice una promesa.
Una promesa inquebrantable,
Y la cumpliré, aún si al final…
Eres una simple ilusión.
 
Mi voz se desvanece en medio del silencio, esta vez cuando dejo de
cantar no hay gritos entusiastas, no hay nada más que el sonido de nuestras
respiraciones.
Grace parpadea, sus ojos se cristalizan y algo en mí se revuelve con
furia cuando noto la manera en la que me mira.
—No tienes que estar asustado —susurra acercándose a mí —porque no
soy una ilusión, estoy aquí…ya me has encontrado.
Sonrío, me incorporo para colocar mis manos a los costados de su
cintura.
—Gracias por venir a librarme, mi musa. Valió la pena esperar por ti.
Sus manos se colocan a los costados de mi rostro, sonríe de una forma
tan bonita y pronuncia las únicas palabras que quiero escuchar:
—Por supuesto que seré tu novia.
Probablemente no he sentido esto nunca, no he sentido mi corazón latir
con tanta fiereza, ni he experimentado la explosión de emociones cálidas en
mi interior. Pero ahora lo estoy haciendo, lo hago…y deseo no dejar de
sentirlas nunca.
 
 
Grace Baker.
—¿Por qué no te quedas esta noche? —cuestiona Alex mientras se
remueve al costado de la cama. —Mañana es tu día libre ¿no es así? Puedes
quedarte y pasar el día juntos.
—Suena como una buena idea, pero no tengo un cambio de ropa.
—Puedes ponerte alguna ropa de Megan —sugiere.
—¿A tu hermana no le molestará? —pregunto.
—Déjame llamarla y…
—¡No! —exclamo mientras me incorporo—. No la llames ¿Qué va a
pensar?
—Seguramente pensará que…—detiene sus palabras, una sonrisa pícara
se adueña de su gesto por lo que termino lanzándole una de las almohadas.
—Bien, de acuerdo, no la llamaré —añade entre risas.
—Tengo que irme, se ha hecho tarde —pronuncio. Observo a Alex
incorporarse de la cama y comenzar a colocarse los zapatos.
—Llamaré a Jeff para que venga a recogernos. Es demasiado tarde para
que tomes un taxi a esta hora, no me sentiría tranquilo.
—No es necesario…
—Claro que es necesario, solo dame unos minutos —pide antes de
adentrarse al baño.
Cuando me quedo sola en la habitación, observo cada detalle. Son pocas
las veces que he estado aquí, así que nunca le había prestado especial
atención.
Un par de fotografías se encuentran en el estante, camino hasta llegar
frente a ellas y tomar una entre mis manos. En ella, un Alexander bastante
joven se encuentra sonriéndole a la cámara, junto a él un hombre con el
parecido tan grande que me hace deducir que se trata de su padre.
—Es papá —volteo en cuanto escucho la voz de Alex de nuevo en la
habitación —esa foto fue tomada justo antes del primer concierto.
—Se parecen demasiado —murmuro. Él sonríe.
—Todos decían eso, papá fue músico también —pronuncia observando
la foto —La música country era su favorita y según lo que él me contó,
alguna vez formó parte de una pequeña banda. Él estaba tan orgulloso de
que yo estuviese logrando esto —susurra —Era tan bueno, nunca me sentí
presionado u obligado a hacer algo, él siempre se preocupaba porque
estuviera bien.
Su voz tiembla. Permanece en silencio por algunos segundos antes de
continuar hablando.
—Estoy seguro de que, si me viera ahora, estaría bastante decepcionado
—la tristeza se filtra en su voz mientras observa la fotografía.
—Claro que no. Alex, eres una súper estrella. Tu padre estaría tan
orgulloso de ver en lo que te has convertido. De todo lo que has logrado.
—¿A qué precio? —inquiere —Papá siempre dijo que no debía de
confiar en mi madre. Si le hubiese hecho caso…
—Basta —exijo —tienes que dejar de hacer esto.
—¿Hacer qué?
—No puedes cambiar nada de lo que ha sucedido en los últimos años en
tu vida. Todo está hecho y por muy malo que eso haya resultado hasta este
punto, no puedes regresar el tiempo para hacer algo diferente. Alex, tienes
que aceptar que tus decisiones te trajeron hasta este momento, y son esas
mismas decisiones que te llevarán hacia el futuro que quieres, pero no
puedes pretender conseguir algo, cuando te pasas la vida lamentando de lo
que hiciste en el pasado.
—El pasado es doloroso, sin embargo, nos deja lecciones. Es nuestro
trabajo saber reconocerlas y apreciarlas. Puedes pasarte toda la vida
quejándote de eso, o, por el contrario, puedes aprender y no cometer los
mismos errores. Todo está en ti.
Las comisuras de sus labios tiemblan, tras algunos segundos una ligera
sonrisa se ha adueñado de su gesto.
—Gracias —susurra. Me atrae de nuevo hacia su cuerpo, apegándome a
él. —Prométeme que no te irás nunca. Pase lo que pase, necesito que me
prometas que estarás aquí.
—Estaré aquí, pase lo que pase —susurro de vuelta. La forma en la que
me abraza después de eso se siente bien, se siente realmente bien.
Alexander significa en mi vida más cosas de las que siquiera me había
dado cuenta, y el tiempo se encargaría de aclararme cada una de ellas.
 
Alexander tenía un poder de convencimiento increíble. Tanto así que he
aceptado quedarme con él esa noche, aunque eso había significado tener
que ir a casa a buscar ropa y luego volver.
Son cerca de las diez de la noche cuando el celular de Alex suena.
—Es Paul —informa mientras desliza la pantalla para poder responder.
Centro mi atención en la película que se reproduce frente a nosotros. No
quería parecer que estaba prestando más atención de la debida a su
conversación.
—Estoy con Grace ahora —murmura logrando que lo mire por algunos
segundos —Hablaré con ella y te regreso la llamada, adiós.
Alex cuelga, deja el celular a un costado antes de girarse hacia mí.
—Los chicos harán una pequeña reunión —informa—. Paul me ha
invitado. Pero creo que estamos mejor aquí.
—¿No quieres ir? —pregunto. Él me mira por algunos segundos antes
de responder.
—Si vienes conmigo sí, pero entendería que no quisieras. —Lo
considero por un par de minutos, no había nada de malo en que me
presentara a una fiesta con los amigos de Alexander ¿o sí?
—Tal vez podamos ir —sugiero.
—Genial, llamaré a Paul —murmura con una sonrisa mientras se
incorpora de la cama.  Cuando sale de la habitación, me incorporo para ir
hacia el lugar en donde la pequeña mochila con ropa se encuentra.
No había traído conmigo ropa especialmente para una fiesta, no había
más que un par de jeans y dos blusas casuales, y no sabía si me harían lucir
bien.
—He llamado a mi hermana —murmura Alex ingresando de nuevo a la
habitación —y tienes su total consentimiento para usar cualquier de las
prendas que están en el armario.
—Alex…
—Si te deja más tranquila, le dije que nos surgió un compromiso de
improviso y necesitabas algo que ponerte —interrumpe. —Así que no
tienes que preocuparte por lo que ella piense.
Me hace una seña y abre una de las puertas del armario, la cantidad de
ropa que Alexander tenía era sorprendente, probablemente era el doble de la
ropa que yo poseía.
—Vaya que tienes un gran armario.
—Megan suele dejar su ropa de vez en cuando —informa —cuando
salgo de giras ella se queda aquí por varias semanas. Ahora te dejo para que
te arregles. Avísame cuando estés lista.
Asiento, lo sigo con la mirada hasta que sale, solo entonces puedo
centrar mi atención en el armario, tratando de encontrar algo adecuado para
ponerme.
Cerca de treinta minutos más tarde, nos encontramos estacionando en la
entrada de la casa de Paul, Alex no quiso molestar a Jeff tan tarde así que él
fue “mi conductor especial” como se autodenominó. Hay una cantidad
considerable de personas en el lugar, Alex se estaciona en uno de los pocos
sitios que están libres y me pide aguardar hasta que él abra la puerta. Él
toma mi mano, mi corazón late con fiereza en mi pecho conforme nos
acercamos a la entrada de la casa y no puedo entender por qué me
encuentro tan nerviosa.
Un chico es el primero en recibirnos, se presenta como Nicolás y parece
entusiasmado de verme con Alex. Dice que todos están en el jardín trasero
y luego de eso nos conduce hasta el sitio. Nos toma un par de minutos
llegar, el jardín está considerablemente más despejado que el interior, un
grupo de chicos se encuentran a unos metros de distancia entre los que
reconozco a Paul.
—¡Grace, que bueno que has venido! —exclama él con una sonrisa.
—No podía perderme un poco de diversión —afirmo. El grupo centra
su atención en mí.
—Chicos, ella es Grace Baker —murmura Alex, siento una de sus
manos colocarse en la parte baja de mi espalda—. Mi novia.
Escucharlo llamarme de esa manera frente a varias personas hace que
mi corazón amenace con sufrir un colapso. Los chicos parecen
sorprendidos, en especial Paul.
—Hombre, ya era hora —articula con una sonrisa—. Te estabas
tardando demasiado.
—Así que ya es tu novia —Alex voltea en cuanto la voz femenina
detrás de nosotros se escucha —La prensa estará encantada con esta noticia.
—Kat, por favor —murmura Alex.
—¿Qué? Solamente digo la verdad —pronuncia centrando su atención
en mí —¿Estás preparada linda? Tal vez sería recomendable que eliminaras
tus redes por un tiempo porque…
—Katherine basta —exige.
—La prensa no es algo que me preocupe —aseguro con firmeza. Ella
me observa por un par de segundos, antes de cruzar por nuestro lado en
completo silencio. 
—Lo siento —susurra Alex cerca de mi oído—. Ella no…
—Está bien —le aseguro con una sonrisa —venimos a divertirnos
¿recuerdas?
Asiente, sonríe con ligereza antes de inclinarse para dejar un beso sobre
mis labios y luego, toma mi mano para incluirnos en el grupo.
 
No sé en qué momento he perdido a Alexander de vista, recorro el
jardín intentando encontrarlo.
—Seguro fue por algo de comer —murmura Paul mientras camina a mi
costado.
—Hubiese avisado en todo caso —debato.
—Ven, vamos a donde se encuentran las bebidas. Seguramente está ahí
—afirma.
Intentamos esquivar a todas las personas que están en la sala, Paul toma
mi mano para facilitarme el camino a través de toda la multitud. La
inquietud en mi sistema se hace cada vez más grande al no encontrarlo.
Parece que el par de segundos en el que me distraje hablado con Paul,
fueron suficientes para hacer que desapareciera.
—Te dije, ahí…—detiene sus palabras, para cuando llego a su lado, veo
porque ha permanecido en silencio.
Alex está ahí, sin embargo, no está solo. Katherine está con él, mi
corazón se encoge con furia, con una opresión tan fuerte que, por un
segundo, no puedo hacer otra cosa que permanecer ahí. Mirando como ella
lo besa, y Alex no hace absolutamente nada para apartarse.

 
 
 
32 CUANDO TE MIRO
 
Alexander Campbell.

M i boca y garganta están secas, necesito beber algo con


urgencia que no fuese el amargo refresco que Paul tenía en la
mesa. Quiero preguntarle a Grace si desea algo, sin embargo, ella parece
estar demasiado enfrascada en la conversación que mantiene con mi amigo
que decido no interrumpirla.
Cuando Paul dijo que habría una fiesta en su casa no imaginé que
pudiera invitar a tanta gente, aunque era más que evidente que él no conocía
a la mitad de los asistentes. Los esquivo, intentando llegar al lugar en donde
las bebidas se encuentran rogando porque mi amigo haya decidido comprar
algo más que alcohol y bebidas amargas.
Tomo un par de latas de refresco, una para mí y la otra para Grace,
luego recorro el pequeño espacio en búsqueda de algo para comer.
—Es nuevo en ti —retengo el impulso de rodar los ojos cuando la voz
de Katherine se escucha a mis espaldas—. ¿Tu madre está de acuerdo con
eso?
—No importa lo que mi madre piense —manifiesto girándome hacia
ella.
—Bueno, hasta hace un par de meses te importaba —insiste.
—Tú lo has dicho, hasta hace un par de meses —respondo. Sabía que
no tenía caso hablar de esto con Kat, no me molestaría en intentar explicarle
algo a alguien que no tenía la menor intención de entender.
Cuando tengo en mis manos todo lo que necesito, la esquivo para poder
regresar al jardín, sin embargo, antes de que pueda avanzar ella me toma del
brazo. Observo el agarre que ejerce en él, antes de centrar mi atención en
Katherine.
—¿Estás seguro que ella es lo que quieres? —cuestiona observándome
—. ¿Realmente seguro?
—¿Qué clase de pregunta es esa? —inquiero con molestia —No
entiendo porque te estás comportando así, pero debes conocer tus límites
Katherine.
No pude imaginar lo que ella haría a continuación, Katherine apoya sus
manos en mi pecho y me empuja, me tambaleo hacia atrás, chocando la
espalda con una de las paredes del reducido espacio en el que nos
encontramos.
—¿Katherine que…? —no me deja terminar de hablar. Un par de
segundos más tarde la tengo sobre mí. Sus labios se estampan contra los
míos mientras enrosca sus manos alrededor de mi cuello para afianzar el
agarre.
El movimiento me toma tan desprevenido que, por algunos instantes, mi
mente no sabe cómo reaccionar, me quedo aturdido ante la repentina acción
que ella ha hecho. Me toma un par de segundos más dejar caer las cosas que
sostenía en mis manos para conseguir apartarla de mí.
—¿Katherine que carajo? —grito con molestia mientras me aparto del
lugar al que habíamos llegado—. ¿Qué está mal contigo?
No responde, observa un punto detrás de mí y cuando me giro, mi
corazón parece sufrir un maldito colapso.
Grace está ahí, mirándome como si hubiese recibido el peor de los
golpes. Es hasta ese punto en el que me percato de que una de las chicas me
enfoca con su teléfono, suelto una maldición ante el pensamiento de que
seguramente ha obtenido un par de fotografías de lo que acaba de suceder.
—Grace, espera —camino con prisa detrás de ella cuando se da la
vuelta, intento alcanzarla tan rápido como se me es posible ocasionando que
choque contra un par de personas en el camino. —Maldición, Grace.
¡Espera! —no es hasta que llegamos al jardín que ella se detiene—. Cariño,
juro que…
—No te atrevas a decir que no es culpa tuya —masculla encarándome.
—Grace, te juro que no es lo que estás pensando —aseguro—. Maldita
sea ¿Por qué la besaría?
—¡No lo sé! —cubre su rostro con ambas manos en cuanto se ha dado
cuenta que hemos llamado la atención de varias personas.
—Sería incapaz de hacerte algo como eso. Ella ha sido la que se lanzó a
mí, lo juro.
Por la manera en la que me mira, sé que no me ha creído en lo absoluto.
Se da la vuelta retomando su camino hacia la salida de la casa.
—Grace, espera no te vayas —pido corriendo para colocarme a su lado.
—Linda, tienes que confiar en mí. —mi voz suena a súplica porque no
puedo con la idea de que ella esté creyendo otra cosa diferente a la realidad.
Detiene sus pasos, la observo suspirar antes de encararme de nuevo.
—¿Ya lo había hecho antes? —cuestiona. —¿Ya te había besado?
—No —sentencio —nunca antes lo había hecho y por eso me
sorprendió tanto. No fui yo quien la besó, jamás te haría eso, Grace.
Su mirada se suaviza, aunque hay un aire tenso aún en ella.
—Confío en ti —dice con seguridad y el alivio explota en mi pecho. —
No quiero estar aquí, Alex. ¿Podemos irnos a casa?
—Claro que si —le sonrío, extendiendo la mano hacia ella y
conduciéndola al jardín trasero para poder tomar nuestras cosas. 
—¿Se marchan tan pronto? —cuestiona Nicolás cuando observa Grace
tomar su bolso.
—Ha sido un día agotador —murmuro. A lo lejos observo a Paul
discutir con Katherine, los observo por un par de segundos antes de centrar
mi atención de nuevo en mi amigo—. Nos despides de los demás, adiós.
Él asiente, Grace le dedica un ademán de adiós antes de que ambos nos
encaminemos hacia la salida de la casa. Caminamos en silencio hasta llegar
al auto, le abro la puerta para que pueda ingresar y luego rodeo con prisa la
parte delantera para poder llegar a mi asiento.
—Alguien tomó fotos —pronuncia Grace luego de un rato.
—Lo sé —respondo en un suspiro. Cuando la miro, no sé muy bien
como descifrar la mirada que me dedica—. Lo siento.
—No, está bien es solo que…
—Grace, no puedo hacer nada para controlar lo que la prensa diga, o lo
que las redes crean —susurro—. En más ocasiones de las que me gustaría
las cosas que escriben son mentiras. Solo una pequeña parte es real, por eso
necesito saber que confías en mí.
—Katherine es tu mejor amiga, y te besó —reprocha—. ¿Cómo tendré
la seguridad de que no volverá a hacer algo como eso? Es evidente la razón
por la que no le agrado, es evidente que se siente atraída por ti y…
—No sé en realidad si fue por eso —admito —Katherine es
impredecible, pero quiero que tengas la seguridad de que a partir de ahora
no dejaré que sobrepase el límite.
—Creo que es mi culpa por salir con alguien tan apuesto —comenta en
burla. una risa me asalta, niego antes de mirarla de nuevo. —Ahora solo
quiero que conduzcas hacia casa. 
—¿Crees que soy apuesto? —pregunto mientras enciendo el motor del
auto.
—Claro que lo pienso —responde ella con una ligera sonrisa —pero no
te des demasiada importancia, eh. —advierte.
Sonrío sin poder apartar mi mirada de ella, Grace es perfecta, mientras
la miro no puedo dejar de pensar en lo afortunado que debo de ser para
poder estar a su lado.
—Comienzo a creer que tengo algo en el rostro. Ya que no has dejado
de mirarme.
—Claro que lo tienes —aseguro. Suelto una risa cuando ella voltea con
alarma y pasa con prisa una de sus manos por su mejilla—. Tienes un par de
ojos preciosos, y una sonrisa tan encantadora como el mismo paraíso.
Tienes una mirada matadora que consigue hacerme temblar y unos labios
tan dulces que no me cansaría de besar nunca.
Grace aparta la mano con lentitud de su rostro mientras me mira, el
brillo que sus ojos adoptan en cuestión de segundos hace que mi corazón se
estremezca. Soy consciente de la forma en la que las comisuras de sus
labios comienzan a elevarse para formar una sonrisa en cuestión de
segundos. También me percato del ligero rubor que se presenta en sus
mejillas, mismo al que seguramente se debe que ella baje la vista por
algunos instantes antes de volver a enfocarme con la mirada.
—¿A caso…?
—Es una pequeña parte de la canción que escribí para ti —confieso —y
lo que dice es exactamente lo que siento cada vez que te miro.
—Dios mío, Alex, eres…—ella detiene sus palabras para observarme,
se gira por completo hacia mí mientras coloca sus manos en mis mejillas,
acunando mi rostro —eres completamente maravilloso.
En ese preciso instante me doy cuenta, por la forma en la que me mira,
por la manera en la que mi corazón late con tanta prisa cuando la tengo
cerca, por todas y cada una de las sensaciones que ella provoca en mí, me
doy cuenta que Grace Baker es todo lo que quiero. Ahora, y siempre.
 
Al día siguiente despierto con Grace a mi lado, y eso se siente como la
mejor de las sensaciones. Me acomodo sobre la cama, intentando no
moverme demasiado para no despertarla.
Cuando lo consigo, cruzo uno de mis brazos sobre su cintura para
apegarme a su cuerpo. Cierro los ojos, disfrutando de la sensación de
calidez que me proporciona. No sé cuánto tiempo más es el que permanezco
de la misma manera, cuando el sueño parece consumirme de nuevo, Grace
se remueve. La escucho bostezar y me aparto de ella tan solo un poco.
Pasan un par de minutos antes de que la sienta incorporarse de la cama,
abro los ojos mientras la observo caminar hacia el baño. Algunos minutos
después, se encuentra de regreso.
—Buenos días —pronuncia mientras se sube de nuevo a la cama —creí
que seguías dormido.
—No del todo —respondo con una ligera sonrisa en el rostro. Grace se
acomoda de nuevo sobre la cama, cubriéndose con las mantas hasta los
hombros y luego gira ligeramente la cabeza para observarme.
Me resulta tierna la imagen de ella en esa posición, con el cabello algo
desaliñado sobresaliendo de las sábanas.
—¿Tienes hambre? —pregunto—. ¿Qué se te antoja desayunar?
—Una buena taza de café sería estupendo —confiesa.
—De acuerdo —suelto un bostezo mientras camino hacia la cocina,
enciendo la cafetera y coloco la mezcla dentro antes de buscar en la alacena
el empaque de pan tostado junto con la mermelada y la crema de avellana.
Cuando lo localizo, lo dejo sobre la barra de la cocina y tomo un par de
tazas para servir el café. Me giro cuando la cafetera emite su sonido
característico, cuando estoy por servir el café, el sonido de un auto
estacionando justo afuera me avisa que alguien ha llegado. Reconozco el
auto de Megan, así que me encamino hacia la entrada antes de que ella
pudiera tocar el timbre.
—¿En dónde tienes la maldita cabeza? —espeta mientras me empuja en
el instante en que abro la puerta—. ¿Qué es lo que está mal contigo?
—¿Qué? ¿De qué hablas? —mascullo.
—¿Te parece bien jugar con una chica como Grace? ¡Maldita sea
Alexander! —Está furiosa, deja un par de golpes sobre mi pecho antes de
adentrarse por completo al departamento.
—¿Jugar con Grace? ¿Megan de que rayos estás hablando? —
cuestiono. Ella saca el celular de su bolso y me lo tiende, solo entonces
comprendo su molestia. Son imágenes de la noche anterior
—¿Con Katherine? ¿Tuvo que ser ella?
—¿Alex? —La voz de Grace se escucha y ambos volteamos. Se
encuentra al pie de la escalera mientras mantiene su mirada fija en nuestra
dirección. Megan me lanza una mirada interrogativa, antes de girarse hacia
mi chica.
—¿Pasaste aquí la noche, Grace? —mi hermana estrecha los ojos, como
si quisiera entender la presencia de Grace en mi casa.
—Si —ella luce un tanto apenada al responder. —¿Qué ocurre? ¿Por
qué discuten?
—¿Has visto las fotos? —pregunta mi hermana e inmediatamente
quiero decirle que guarde silencio. Me arrebata el celular de las manos antes
de entregárselo a Grace.
—Oh —pronuncia, tras mirar por largo rato la pantalla eleva la mirada
—es tendencia, supongo que esa era su intención, ¿o no?
—Espera ¿tu sabías de esto? ¿Alguno de los dos puede explicarme?
—Si no hubieses llegado gritando probablemente te lo pude haber
explicado —afirmo—. Todo fue un malentendido que…
—No fue un malentendido —afirma Grace—. Katherine te besó, no hay
ningún malentendido en eso.
—Esa amiga tuya jamás me dio confianza —sentencia Megan mientras
camina hacia el sillón que se encuentra en la sala—. Creo que ahora ya no
tienes ninguna excusa para justificarla.
—No intentaré justificarla, pero no entiendo del todo por qué lo hizo.
—Es demasiado evidente, hermanito —Megan se acomoda mientras me
observa —Katherine está acostumbrada al ser el centro de atención estando
a tu lado, adora a la prensa y parece molestarle en verdad ahora que la
atención se ha desviado a Grace. Lo que me lleva a preguntar ¿estás bien?
—cuestiona ahora en dirección a mi chica.
Ella asiente, colocando una pequeña sonrisa en su rostro.
—Lo estoy —afirma mientras termina de bajar el par de escalones que
hacen falta.
—Me alegra escuchar eso —responde Megan—. De otro modo no le
perdonaría jamás a Alex que te hubiese hecho daño.
—Oh, vamos Megan. —reprocho —yo sería incapaz de lastimar a mi
novia. —afirmo haciendo énfasis en la última palabra.
Escucho a Grace soltar una risa ante el sorprendido gesto de mi
hermana.
—¿Ustedes...? ¡Oh por Dios! —exclama con énfasis —¿De verdad?
—De verdad —responde ella con una sonrisa. Megan lanza un chillido
emocionado antes de abrazarme, rio ante su acción mientras la abrazo.
—Realmente creí que tendría que pasar mucho tiempo antes de que
puedas presentar a una chica como tú novia —asegura —me alegra que
hayas sido tú.
Grace se ríe, luego informa que tiene que cambiarse de ropa y un par de
momentos más tarde, sube las escaleras dejándonos solos a Megan y a mí.
—Ella es una buena chica —afirma observándome de una manera que
no logro comprender del todo—. No lo arruines.
—Estoy haciendo mi mejor esfuerzo, la quiero demasiado, Meg.
—No tienes que decirlo para que me dé cuenta de eso —asegura—.
Grace es la indicada para ti, estoy segura.
Me esquiva luego de decir aquello, y yo permanezco en mi sitio sin
dejar de sonreír. Lo sé, sé perfectamente que Grace es la indicada, y por esa
misma razón, haría todo lo que estuviese en mis manos para seguir estando
a su lado.
 
Grace Baker.
“¿Se confirmará la relación ahora con Katherine Fisher?” “¿Qué
ocurrió con la misteriosa chica que trabajaba con Alexander Campbell?” 
“Era solo una distracción, no tardará en dejarlo claro”
Es increíble la cantidad de mensajes que había recibido en cuestión de
horas, muchos de ellos carecían por completo de amabilidad, e intentaba no
prestarles atención. Sin embargo, es complicado cuando todas y cada una de
mis redes, se han inundado con ese tipo de palabras.
—Imagino lo complicado que debe de ser —murmura Megan—. Sobre
todo, que no estás familiarizada con este ambiente.
—Intento llevarlo lo mejor que puedo —confieso —como, por ejemplo,
no abrir ninguna de mis redes sociales.
Una sonrisa comprensiva se instala en el rostro de la chica frente a mí.
—Todos parecían esperar una relación con Katherine —murmuro.
—Así es —afirma —pero lo cierto es que probablemente nadie
estuviese contento si eso sucedía, incluyéndome.
—¿Por qué? Es decir, es la mejor amiga de Alex ¿ustedes no se llevan
bien?
Megan niega, le da un sorbo a la taza que sostiene entre sus manos antes
de hablar.
—Siempre he creído que está cerca de Alex porque eso le da cierto
beneficio —confiesa —antes no era llamada para ninguna obra de teatro,
más que un par de eventos locales, nadie sabía de ella. Cuando sus
apariciones con Alex se hicieron más frecuentes, sus oportunidades de
trabajo parecieron incrementarse. Y desde ese momento, no había
oportunidad que ella desaprovechara para ser fotografiada junto a mi
hermano. Alex es demasiado bueno como para pensar mal de ella. Pero no
soy la única que lo piensa. Además, no tolero el hecho de que intente
acercar a Alex a las drogas.
Megan suspira cuando nota la forma en la que la miro.
—Paul me ha dicho que un par de veces ella le ha ofrecido tomar algo a
Alex —confiesa —temía que, al estar en un momento de estrés, él pudiese
aceptarlo.
—Jamás ha dicho algo al respecto —susurro.
—Eso es porque hasta ahora mi hermano ha tenido la voluntad para
rechazarla —asegura —¿puedo confesarte algo? 
—Claro que sí.
—Tenía mis dudas respecto a la relación que mantenías al inicio con él
—confiesa —creí que serías alguna de esas tantas reporteras que se
acercaban con el objetivo de sacar información y publicarla. Realmente me
alegra que ese no haya sido el caso, le haces bien, realmente parece estar
feliz contigo.
—Él es una persona increíble, y realmente siento como si esto fuese una
especie de sueño, o algo así —confieso entre risas—. Se siente irreal en
ocasiones. Pero lo cierto es que lo quiero muchísimo, y me gusta estar cerca
de él.
—Eso es evidente. Pero voy a pedirte algo, cuando las cosas se pongan
difíciles, porque vaya que lo hacen, no te alejes de él ¿sí? Son los
momentos cuando Alex más necesita de apoyo. —murmura—. Si crees que
esto es difícil para ti, díselo. No te apartes de pronto.
—No lo haré, se lo prometía a él y esa es una promesa que no planeo
romper —aseguro.
 
Permanezco casi todo el día en casa de Alexander, Megan se marcha un
par de horas después así que tuvimos gran parte del día para pasarla juntos.
Intento no pensar demasiado en lo que está sucediendo al mismo tiempo
en las redes, mi celular no ha dejado de sonar en todo momento tanto que
tuve que recurrir a colocarlo en silencio. Es demasiado para ser ocasionado
por una sola fotografía.
—Realmente siento todo lo que está pasando ahora —murmura Alex
mientras ingresamos a mi hogar—. No mereces…
—No digas lo que merezco o no —pido con suavidad —sabía que algo
como esto pasaría solo…solo tengo que acostumbrarme.
—¿Qué opinas si lo digo públicamente? Nuestra relación —aclara—.
¿Qué opinas sobre el hecho de que diga que eres mi novia?
—En realidad no sé si eso calme las cosas o las empeore —pronuncio.
—Quiero dejar en claro que lo que tengo contigo va en serio —asegura
—a mi madre, a Katherine, a la prensa. A todo aquel que se esté
cuestionando sobre si esto es real o no.
—No tienes que demostrar nada a nadie —aseguro —ambos sabemos
que es real. Eso es lo que importa, lo que la prensa o la gente opine, está de
más.
Alexander da un par de pasos para acercarse a mí, cuna mi rostro entre
sus manos mientras me mira por algunos instantes antes de besarme.
—No es necesario —susurra contra mi rostro —pero quiero hacerlo. 
—En ese caso no soy quien para oponerme —susurro de vuelta. Alex
sonríe una vez más antes de volver a besarme. Es increíble lo que
Alexander me hace sentir con su cercanía, con su sola presencia. Es
increíble la cantidad de sentimientos que he desarrollado hacia él.
Lo echo de menos casi tan pronto como se ha marchado, vuelvo a mi
habitación sintiéndome un poco reconfortada del silencio que hay en la
casa. No tengo nada mejor que hacer así que simplemente me quedo en la
cama, no tomo el celular porque no quiero encontrarme con nuevos
comentarios que mencionen a Alex y a Katherine, sin embargo, cuando este
suena cerca de veinte minutos después, no puedo ignorarlo.
Alexander Campbell te ha etiquetado en una publicación.
La abro casi de inmediato, mi corazón palpita con fuerza contra mi
pecho cuando veo una de las últimas fotografías que nos habíamos tomado
hace un par de horas. Sin embargo, el mensaje escrito debajo de ella es
suficiente para que mi corazón se derrita por completo y para que una
sonrisa, más grande de la que ya tenía en el rostro, se apoderara de mis
labios mientras mis ojos viajan por las líneas escritas al pie de la imagen.
 
“He encontrado a la mujer con la que quiero estar cada día a partir

de ahora, con la que quiero compartir tantos momentos como sean

posibles. Les presento a la mujer que me ha eclipsado en cuerpo y alma. A

la mujer que me ha robado por completo el corazón”


 
 
 
33 NO VOY A DETENERME
 
Alexander Campbell.

H e conseguido evadir a mi madre con éxito durante casi una


semana completa, Bill había llamado para informarme que ya está
enterada sobre el proceso legal que comenzaríamos, y lo cierto es que me
encontraba tan aterrado por lo que siquiera pudiera suceder.
Pese a eso, me encuentro aquí, a punto de dar un concierto. Había
molestado a Ryan hasta el cansancio para asegurarme de que todo estaba
bien, de que Grace y su amiga habían llegado sin inconvenientes, y de que
se encontraban en los lugares reservados para ellas.
—Me has estado evitando —mi cuerpo se tensa instintivamente en
cuando escucho la voz de mi madre —¿Crees que no me he dado cuenta?
—No sé de qué hablas —mascullo sin mirarla.
—Así que te has conseguido un abogado —pronuncia. Detengo mis
movimientos, cerrando los ojos por un par de segundos antes de poder
reunir la valentía suficiente para encararla.
—Te dije que lo haría —le recuerdo—. No estoy dispuesto a que sigas
manejando mi vida a tu antojo.
Sonríe, como si no le interesara en lo más mínimo lo que le he dicho.
—Llama a tu abogado y dile que la reunión que ha programado se
cancela —articula mientras comienza a caminar por la habitación —dile
que lo has pensado mejor y quieres detenerte.
—No —respondo con firmeza—. ¿Por qué habría de hacer eso?
—Porque eres inteligente y sabes lo que es lo mejor para ti.
—Lo mejor para mí es poder decidir sobre mi propia vida —mascullo
—dejar de estar bajo tu poder.
Mi madre se detiene, se gira por completo hacia mí y por la forma en la
que me mira, sé que ha llegado a su límite.
—¿Esta es tu forma de agradecer todo lo que he hecho por ti? —
reprocha —Si has llegado hasta este punto, es gracias a mí, gracias a todas
las oportunidades que te he conseguido, a todo el esfuerzo que he hecho
para que consiguieras tu sueño ¿y así me lo pagas? ¿Contratando un maldito
abogado? 
—No hubiésemos llegado a este punto si me hubieses escuchado —
mascullo —si no hubieses pensando en tu beneficio antes que, en tu propio
hijo, parece ser que me dejaste de ver como tal, y ante tus ojos no soy más
que un medio por el cual obtienes mucho dinero.
—Alexander, claro que no —responde—. Todo lo que hice, y haré será
siempre pensando en tu beneficio.
—Sí, bueno, no te creo —afirmo mientras tomo mi guitarra—. Ahora,
mamá, si me disculpas, tengo un concierto que dar.
Cruzo por su lado, sin embargo, el agarre firme que mi madre ejerce en
uno de mis brazos me detiene.
—Detente ahora —masculla—. Alexander, te lo advierto.
—Es demasiado tarde—pronuncio liberándome de su agarre —no voy a
detenerme.
Salgo de la habitación antes de que ella pueda decir o hacer algo más,
no planeaba detenerme, no ahora que comenzaba a darme cuenta de lo que
verdaderamente necesito. No importa lo que pudiera perder en el proceso,
porque sé, estoy más que seguro, que el resultado valdrá por completo la
pena.
Mientras camino hacia el escenario, me obligo a mí mismo a alejar
cualquier pensamiento negativo, me repito una y otra vez, que esto está
bien, que estaré bien.
—¡Un minuto! —exclama uno de los chicos del staff, él me hace una
seña para que me coloque en el pequeño espacio que me subiría hasta el
escenario. Ryan se encuentra del otro lado, eleva uno de sus pulgares
cuando nota que lo observo y le respondo con una sonrisa.
Tomo un par de inhalaciones, pese al largo tiempo que llevaba haciendo
esto, la sensación de nerviosismos no desaparecía.
Cuando la plataforma comienza a elevarse, me aferro a la guitarra,
sintiendo como mi corazón palpita con fuerza contra mi pecho. El
sentimiento de adrenalina me llena por completo una vez que me encuentro
sobre el escenario, las luces a mis costados estallan, ocasionando que un
grito eufórico explote por todo el lugar.
Sonrío, mientras adecúo mis ojos a las cegadoras luces que apuntan en
mi dirección y camino, casi corro, hasta colocarme en la orilla del inmenso
escenario en el que me encuentro.
—¡Buenas noches Baltimore! —mi voz resuena por los altavoces, el
grito unísono parece incrementar de intensidad, haciendo mi sonrisa un
poco más grande. —¿Están listos para comenzar?
El grito que recibo en forma de respuesta es suficiente para hacerme
tocar el primer acorde en la guitarra. En un movimiento inconsciente, elevo
la mirada, buscándola. Ella está ahí, en el barandal del balcón mientras
sonríe. Mis dedos parecen cobrar vida, moviéndose sobre las cuerdas. Me
acerco hasta el micrófono cuando el momento de comenzar a cantar llega.
Mi voz resuena por todo el lugar, cierro los ojos mientras me dejo llevar por
la sensación entre satisfacción y adrenalina que me recorre por completo el
cuerpo.
Y me dispongo a disfrutar esto, tanto como probablemente nunca antes
lo había estado.
 
Casi dos horas más tarde, el final del concierto se acerca. El sudor cubre
mi cuerpo y moja gran parte de la camiseta que llevo puesta.
—La canción que están por escuchar, es una que acabo de escribir —
una ligera sonrisa se apodera de mis labios ante el grito inundado en
emoción que llena la instancia —la escribí para una chica que seguramente
todos aquí ya conocen. —elevo la mirada, ubicando a Grace.
A pesar de la gran distancia que hay entre en escenario y el balcón, soy
capaz de distinguir la sonrisa emocionada que hay en su rostro.
—Grace Baker, esta canción es para ti —pronuncio. Una luz la ilumina,
permitiéndome verla mejor y el estallido de gritos que eso produce, es
increíble.
Mis dedos rozan la guitarra produciendo un sonido que se extiende por
todo el lugar. Dejo de mirarla para voltear hacia Stephen, mi amigo sonríe
mientras eleva su pulgar en mi dirección indicándome que se encuentra
listo. El segundo acorde suena, la melodía tranquila me hace cerrar los ojos
mientras me preparo para comenzar.
 
Dime ¿Cómo es que has conseguido esto?
Dime ¿en qué momento te adueñaste de mí?
Dime cómo has hecho para cautivarme,
Para entrar en mi piel.
 
Corrí solo toda mi vida,
Sin nadie a quien acudir.
Sin nadie a quien pedirle ayuda.
Pero ahora estás aquí,
mirándome como solo tú sabes hacerlo.
 
Y es que cuando te miro,
no hay otra cosa en la que piense,
que no sea en lo loco que me haces.
 
Con tu sonrisa, con el par de ojos precioso
que me miran como si fuese
lo mejor del mundo.
lo mejor de tu mundo.
 
Tienes una sonrisa encantadora
como el mismo paraíso.
Posees una mirada matadora
que me hace temblar.
Y tus labios, son tan dulces
que no me cansaría de besar jamás.
 
Cariño, todo esto,
es exactamente lo que siento
cuando te miro.
Lo que siento cuando te miro,
Y encuentro en ti mi hogar,
Mi sitio seguro…
Mi refugio cuando el mundo cae sobre mí.
 
Dime ¿Cómo es que has conseguido esto?
Dime ¿en qué momento te adueñaste de mí?
Dime cómo has hecho para cautivarme, para entrar en mi piel.
Dime, ¿podré escapar de ti?
Oh, musa, ¿te digo la verdad?
Quiero que estés en mí, hasta la eternidad.
 
Por una fracción de segundo, el silencio recorre toda la instancia para
ser inmediatamente sustituido por un grito eufórico y emocionado de los
asistentes. Elevo la mirada, Grace sonríe mientras eleva las manos y
permanezco mirándola por varios instantes más antes de centrar mi atención
por completo en el público frente a mí.
 
Grace Baker.
Recorro con prisa los largos pasillos del edificio en donde nos
encontramos, Jane me sigue de cerca, prácticamente corriendo.
—Grace, Alex te está esperando —murmura Ryan con una sonrisa
cuando me mira.
Le lanzo una rápida mirada a Jane, quien está por decir algo cuando
Paul llega. Nos habíamos encontrado en el balcón, al parecer no fuimos las
únicas invitadas de Alexander.
—Ve a ver a tu chico —pronuncia mientras se coloca al lado de Jane —
yo cuido de tu amiga —añade.
Una sonrisa divertida se filtra en mis labios mientras observo al par
entrar en una pequeña discusión. Jane y Paul parecían haber congeniado
bastante bien durante las dos horas que duró el concierto, mi amiga no
había tardado en expresar su fascinación, en secreto, por el amigo de
Alexander.
Empujo la puerta del camerino, Alex voltea en cuanto escucha el sonido
de la puerta y soy consciente de la sonrisa que se apodera de sus labios en
cuestión de segundos. Corro a sus brazos, me abrazo a su cuello mientras
enrosco mis piernas en su cintura, el sonido de la risa de Alexander es lo
único que escucho mientras me aferro a él.
—Es perfecta. ¿Realmente la escribiste para mí?  
—¿Por qué te mentiría? Claro que la escribí para ti. ¿Te gustó?
—¿Qué si me gustó? ¡Estoy encantada! —exclamo con la emoción aún
latente en el pecho—. La letra es preciosa.
Se inclina hacia mi cuerpo, sonríe antes de besar mis labios y no puedo
hacer otra cosa que no sea rodear su cuello con mis brazos para sentirlo tan
solo un poco más cerca.
—Tengo que tomar un baño —informa apartándose—no me tardo.
Asiento, él me dedica una mirada antes de tomar la ropa que se
encuentra en el sillón y lo sigo con la vista hasta que entra por una puerta.
Cuando se ha marchado, camino hasta poder tomar asiento en el cómodo
sillón que se encuentra en el centro. Tomo mi celular, para encontrarme con
varias notificaciones en la pantalla.
Un sabor amargo se instala en mi boca cuando las leo, mi bandeja de
entrada de Instagram está repleta, aún más a comparación de las veces
anteriores.
“Roba fama.” “Es evidente que solo estás con él por interés.” “Una
canción para ella ¿Qué sigue?”
Los comentarios en las fotos publicadas también habían sufrido el
ataque de odio. Todos y cada uno de mis posts estaban llenos de palabras
realmente agresivas. A excepción de algunos comentarios, mis redes se
habían convertido en el blanco perfecto para descargar el odio que parecían
sentir hacia mí.
Por largos minutos, me mantengo observando la pantalla, eliminando
mensajes y considerando la idea de bloquear la opción de comentarios en
las fotos.
—Esto es increíble —susurro mientras apago el celular.
—¿Todo en orden? —me sobresalto al escuchar la voz de Alex. Él
camina hasta donde me encuentro, su cabello aún se encuentra húmedo por
lo que frota la toalla en su cabeza antes de sentarse a mi lado.
Desbloqueo el celular, entregándoselo. Alex frunce el ceño mientras
observa la pantalla, lo observo deslizar por todos los comentarios antes de
suspirar.
—No se supone que eso debería de haber pasado —susurra elevando la
mirada. —Lo lamento, no pensé…
—No, no te disculpes —interrumpo —está bien, es decir, es normal. Su
artista favorito encontró pareja, creo que lo más evidente que pasaría es que
descargaran su furia contra mí.
—¿Y por qué no hacen lo mismo conmigo? —inquiere.
—Porque te aman demasiado como para hacerlo —respondo tomando
mi celular de sus manos—. Desactivaré los comentarios, no hay problema.
—Claro que lo hay —insiste—. No tienes necesidad de estar
desactivando…
—Alex, por favor, ya tuvimos está conversación. —le recuerdo. —Te
dije que estaba dispuesta a aceptar todo lo que estar contigo significaba. Te
quiero, y lo que tus fans puedan o no hacer en mis redes, realmente no
cambia lo que siento. Sabía que esto pasaría, no soy ingenua, sé lo que
conlleva, y estoy dispuesta a aceptarlo. Creí que había quedado claro.
—Ahora quedó claro —responde él con una sonrisa tirando de sus
labios. Se incorpora, lo observo tomar su guitarra y un par de bolsas y luego
extiende una de sus manos en mi dirección —¿nos vamos? 
—Vamos —pronuncio mientras me pongo de pie. Tomo la mano que me
ofrece, él observa el agarre por un par de segundos antes de comenzar a
caminar.
De reojo, soy capaz de notar que la sonrisa en sus labios no desparece,
aun cuando hemos salido de la habitación.
 
A la mañana siguiente tenía que presentarme a trabajar, así que debido a
las altas horas en la madrugada en la que conseguí dormir, mi aspecto no es
el mejor.
Y encontrar a la madre de Alexander aguardando por mí en mi oficina,
no es precisamente la mejor manera de empezar mi día.
—Señora Campbell —saludo con cortesía. —¿A qué debo su visita?
—Estoy segura de que estás al tanto del proceso legal que Alexander ha
comenzado en mi contra.
—No…
—No intentes jugar conmigo, Grace —masculla con molestia—. Sé que
mi hijo te ha dicho todo. Al parecer, te quiere demasiado como para
ocultarte algo como eso.
No encuentro una respuesta para dar, no cuando sé que cualquier cosa
que diga esta mujer es capaz de convertirlo en algo totalmente diferente.
—Alexander te quiere, lo suficiente como para escucharte. Necesito que
lo convenzas de dejar esto, él te escuchará, hará lo que tú le sugieras.
—¿Cómo por qué haría algo como eso? —inquiero—. Si Alexander ha
decido hacer algo, motivos suficientes tendrá y yo no soy quien para
hacerlo desistir.
—La canción que te compuso es hermosa —pronuncia ella con una
sonrisa, como si hubiese ignorado por completo mis palabras anteriores.
—Lo es.
—Cuando se lance, estoy segura de que será un éxito —asegura—.
Sería realmente lamentable que no fuese Alexander quien la interpretara.
—¿Qué…?
—La canción está en tratos, con un artista lo suficientemente
reconocido como para querer interpretarla. ¿Crees que no sabía que esa
canción era para ti? Alexander no está enterado de esto, por supuesto.
Mi corazón se contrae con furia.
—¿Qué clase de madre es usted? —mi pregunta parece tomarla por
sorpresa. —Dice que sería una lástima que la canción fuese interpretada por
alguien más. Lo que yo creo que sería una verdadera lástima, es que la
gente se enterara de la clase de mujer que en realidad es.
—Cuida tus amenazas, Grace —expresa con molestia.
—Digamos que la canción se vende —continúo —tenga por seguro que
inmediatamente después saldrá a la luz un artículo expresando los motivos
de la venta. No le agradará ¿o sí?
—No puedes escribir nada sobre la familia Campbell sin
consentimiento.
—Alexander es un Campbell —le recuerdo —y si vende esa canción,
estoy completamente segura de que obtendré un consentimiento.
No tengo la seguridad de nada, lo cierto es que Alex me odiaría más a
mí con el hecho de publicar algo como eso, que a su madre. Pero ahora
mismo parece ser la mejor respuesta para detenerla de lo que sea que intenta
hacer.
—Su hijo es lo suficientemente adulto para tomar sus decisiones —
afirmo —todas las acciones tienen consecuencias, señora Campbell. ¿No es
eso lo que usted siempre dice?
Ella tensa la mandíbula, el enojo se adueña por completo de su mirada
para transflorarse luego en ira. No podía dejar que pensara que Grace Baker
es alguien a quien podría amenazar con facilidad. Se incorpora con rapidez,
me observa con dureza por algunos segundos antes de darme la espalda, sin
embargo, antes de salir, regresa su atención a mí.
—Realmente lamentarás haberte involucrado con un Campbell —afirma
con seguridad. —Tenlo siempre en la mente.
—Que tenga buen día —es todo lo que respondo.
Cierra la puerta en un movimiento fuere, el sonido retumba en la
oficina. Mis manos tiemblan mientras intento encontrar mi celular, mi
corazón palpita con tanta fuerza, que creo que puede colapsar en cualquier
segundo.
—Hola, cariño —su voz logra tranquilizarme, tan solo un poco como
para permitirme responder.
—Alex, creo que te he metido, es decir, nos he metido en un problema
—confieso cerrando los ojos. —en uno realmente grande.

 
 
 
34 PUNTO DÉBIL.
 
Grace Baker.

A lexander camina de un lado al otro de la habitación, está


enojado, puedo darme cuenta debido al semblante serio y los
puños apretados que mantiene a los costados de su cuerpo. Se ha mantenido
en silencio desde que llegó a la casa, desde el momento exacto en donde le
comuniqué lo que había ocurrido.
—¿En qué estabas pensando? —inquiere con molestia deteniéndose
frente a mí.
—Solo quise ayudar…
—Con esto lo que menos haces es ayudarme —responde rodando los
ojos. —Publicar algo como eso me haría más daño que a mi madre. ¿O
acaso ya olvidaste que tengo un maldito contrato? ¿Una maldita cláusula de
confidencialidad que se supone no debo de romper?
—Alex…
—No necesito más problemas de los que ya tengo —afirma mirándome
con dureza.
—¿Y que querías que hiciera entonces? —espeto con molestia mientras
me incorporo. —¿Dejar que ella me amenazara? ¿Qué amenazara con
vender una de tus canciones? Le dije aquello porque quería detenerla.
Quería que te dejara en paz por al menos un momento.
—¿Qué te hace pensar que lo conseguirías? ¿Qué te hizo creer que
podías hacer algo al respecto?
Hago el ademán de responder, pero no atino a decir ni una sola palabra.
Alex me observa por un par de segundos más antes de suspirar.
—Grace, lo que menos quiero es que termines envuelta en todo esto —
pronuncia en tono suave. —No quiero que tengas que enfrentar algún
problema por mi causa. No me perdonaría nunca que pudieras salir
afectada, en cualquier aspecto, sería algo con lo que no podría lidiar.
—Solo intento ayudarte. Esa mujer estaba dispuesta a vender la
canción. No puedes esperar que me quedara de brazos cruzados mientras
decía que tengo debo convencerte de parar, ¿cómo podría hacer eso?
—Amenazar a mi madre con publicar algo respecto a la familia
Campbell no es cualquier cosa, Grace. Deberías de saberlo —insiste —que
publiques algo como eso, me ocasionaría más problemas de los que siquiera
puedes imaginar. Si mi madre te dice algo, solo necesito que me lo digas, yo
me encargaré de hablar con ella. No necesito estar preocupado por ti
también.
—No necesitas estar preocupado por mí.
—Claro que si —afirma —¿Sabes lo que puede hacer? —inquiere—. Si
conmigo hace cosas que aún no creo y soy su hijo ¿qué te hace pensar que
no intentará cualquier otra cosa para dañarte? Parece que no entiendes aún
quien es mi madre.
—Claro que lo entiendo, es una mujer a la que jamás le has puesto un
alto, una mujer que ha hecho todo para beneficiarse hundiéndote en el
proceso. Deberías de estar agradecido de que, por primera vez, alguien
intenta defenderte. Pero no, en cambio te enfadas conmigo por intentar
defenderte.
—No lo entiendes…
—¡Entonces explícame! —grito—. Tienes razón, no entiendo cómo
puedes permitir que ella sigua haciendo esto.
—¡Se trata de ti! —grita de vuelta —Si mi madre te daña, Grace, si
llega a hacerte algo y luego viene a mí usándote, haré lo que ella quiera. No
puedo dejar que te expongas de esa manera, no podría tolerarlo. No me
perdonaría jamás que resultaras dañada en alguna forma, eres importante
para mí ¿no logras entenderlo?
No hay nada más que sinceridad en su mirada. Me observa casi con
suplica, cierro los ojos mientras un suspiro derrotado brota de mis labios.
—Eres mi punto débil, Grace. No puedo dejar que ella se dé cuenta de
eso.
Mi corazón se araña con un sentimiento desconocido. Con uno tan
fuerte que me estruja el corazón.
—Necesito que me prometas que no volverás a decir algo como eso, y
que, por muy malo que sea lo que mi madre diga, jamás publicarías algo
sobre mi carrera, aunque eso signifique ayudarme. Necesito que me
prometas que no harás algo así.
—Alex…
—Confío en ti ciegamente, sin dudar—interrumpe —necesito saber que
estoy haciendo lo correcto. Necesito que lo prometas.
Coloco mis manos a los costados de su rostro, logrando que el centre su
total atención en mí. Me mira como si necesitara de esa respuesta con
urgencia.
—Te prometo que nunca haré algo como eso —sentencio con una
diminuta sonrisa —tienes mi palabra.
Alex sonríe, la molestia se elimina por completo de su mirada mientras
se acerca cada vez más a mi rostro. Sus labios chocan con los míos y en este
momento exacto, todo lo que pasó parece esfumarse.
Pero debí de haber sabido, que tanta calma no era una buena señal.
Nunca lo era.
 
Alex se marchó de la casa un par de horas después, había afirmado que
hablaría con su madre, solamente esperaba que, por primera vez, él
consiguiera hacer algo.
—Jason llamó —informa Jane mientras deja una taza de café frente a
mí. La temperatura había bajado un par de grados en la ciudad, así que una
taza de café caliente siempre era bienvenida.
—¿Qué fue lo que dijo? —cuestiono.
—Quiere que salgamos a cenar esta noche —informa —¿tienes planes
con Alexander?
—Estará demasiado ocupado en los próximos días —confieso —
probablemente no lo vea pronto.
—En ese caso, le enviaré un mensaje para confiarle nuestra asistencia
—sonríe antes de volver la mirada al celular.
No hay mucho que hacer en casa, los trabajos pendientes los había
terminado hace varias horas, así que disponía de todo el tiempo del mundo
para hacer lo que mejor me pareciera.
La voz de Jane hablando por teléfono se escucha, la observo moverse de
un lado al otro de la habitación mientras sostiene su celular contra su oreja.
Ella gira, cuando nota mi mirada sobre su persona eleva uno de sus
pulgares.
Una pequeña sonrisa se adueña de mi gesto mientras me incorporo. Ver
una serie en Netflix ahora mismo parecía una grandiosa idea, sin embargo,
antes de que pueda siquiera llegar al pasillo, mi amiga me detiene.
—¿A dónde crees que vas?
—A mi cama —informo—. ¿Por qué?
—Jason pasará por nosotros a las seis —pronuncia. —Son las cuatro de
la tarde y ambas sabemos que, si tu cuerpo toca la cama, será imposible que
te levantes a tiempo.
—¿Y qué pretendes que hagamos entonces?
Sonríe, dejándome en claro lo que piensa. Así que, sin mucha
oportunidad, me arrastra hacia su habitación. Durante la media hora
siguiente la tengo probando en mi cuerpo los innumerables atuendos que
había creado en la última semana.
Tal y como Jane lo dijo, a las seis en punto el auto de Jason se
estacionaba en la entrada de la casa.
—Realmente eres puntual —comento mientras me subo al asiento del
copiloto.
—Hola, me alegro de verte —pronuncia él—. Parece que al fin te
acuerdas que tienes mejor amigo.
Ruedo los ojos al mismo tiempo que me coloco el cinturón de
seguridad.
—No es mi culpa que no respondas los mensajes —le reprocho —sabes
que también tengo un teléfono celular al cual puedes llamar.
Él ríe, no dice nada más con respecto al tema mientras conduce al
restaurante al que habíamos acordado visitar. Una vez ahí, y cuando ya se
nos ha asignado una mesa, Jane se aparta por algunos minutos para hablar
por celular.
—No me dijiste que ese cantante y tú son pareja oficial —comenta sin
mirarme mientras le da un sorbo al vaso de jugo —que realmente están
saliendo.
—Fue algo repentino —respondo —en todo caso, iba a decírtelo.
—¿Antes o después de que saliera en las revistas? —cuestiona. Percibo
cierta molestia en su voz, suelto un largo suspiro mientras lo observo con
detenimiento.
—No tienes que tomarlo de ese modo, no tenía planeado que sucediera
así. Pero iba a decírtelo, las revistas no importan…
—Claro que lo hacen, desde que sales con él pareces haberte olvidado
que eres una chica normal.
—¿Una chica normal? ¿Qué es lo que quieres decir?
—Esa clase de chicos solo hacen las cosas por alguna razón —afirma
—. Realmente no creo que de la noche a la mañana…
—¿Decida estar conmigo? —cuestiono con molestia —¿acaso una
estrella no puede fijarse en mí? ¿Por qué soy “una chica normal”?
—¿Qué sucede? —nuestra atención pasa a Jane cuando llega a la mesa.
—Nada, pero tal vez deba irme a casa—me apodero de mi bolso,
colocando mis cosas en el antes de apartarme.
—Grace sabes que no quise decirlo de ese modo —pronuncia Jason—.
No malentiendas mis palabras.
—¿Entonces qué fue lo que intentaste decir?
—¿No has considerado tal vez que el necesitaba hacer algo como esto?
Sucede todo el tiempo, Grace, cuando un artista comienza a apagarse busca
desesperadamente la manera de atraer la fama a él de nuevo. Salir con
alguna fan es común y…
—No soy una de sus fans —aclaro —tampoco soy una “simple chica”,
soy alguien que merece la oportunidad de estar con el chico al que quiere.
Si fueses un buen amigo, serías capaz de entenderlo.
Tomo mi bolso, le doy la espalda y camino hacia la salida del
restaurante aun cuando ambos me llaman para que me detenga. No lo hago.
No me detengo hasta que me encuentro fuera del edificio y lo fresco de la
brisa me golpea.
—Grace —volteo en cuanto la voz de Jason se escucha detrás de mí—.
No te vayas, sabes perfectamente que no es eso lo que creo sobre ti.
—No parece que eso sea verdad —pronuncio cruzándome de brazos —.
Que disfruten de la cena, me voy a casa.
Le doy la espalda y me alejo del lugar.
 
Alexander Campbell.
Saber que Grace había amenazado a mi madre con publicar un artículo
relacionado con lo que estaba sucediendo había hecho que la preocupación
por lo que podría suceder se incrementara en mi sistema. No quería hablar
con mi madre, debía de seguir la recomendación de Bill antes de ir con ella,
pero en este punto, sé que no podía esperanzarme de él.  Tengo que hacerlo
yo mismo.
—¿Requerirás apoyo? —Jeff me mira con algo de preocupación.
—Solo que tengas el auto encendido y el pie en el acelerador, ya sabes,
por si necesitamos escapar.
Se ríe, yo también lo hago y eso consigue devolverme un poco de
calma.
—No te preocupes, Jeff. Estaré bien.
Me bajo del auto, una vez que me encuentro en la entrada de la casa de
mi madre, me tomo algunos segundos antes de comenzar a caminar hacia la
entrada y esperar que ella se encontrara ahí. La puerta de la entrada está
abierta, así que no tengo mayor problema en ingresar e ir hacia el estudio,
en donde mi madre seguramente se encuentra.
—Que sorpresa ver que vienes de visita —pronuncia mientras eleva la
mirada de la carpeta que se encuentra entre sus manos. —Supongo que no
vienes a pasar la tarde conmigo.
—Sabes por qué estoy aquí —sentencio—. ¿Cómo pudiste pensar si
quiera en vender la canción? Tengo el derecho de saber esas cosas. No
tienes…
—Claro que tengo el poder para hacerlo —me recuerda —creí que lo
sabías perfectamente. En vez de venir aquí a reclamarme deberías hablar
con tu novia y advertirle que no puede estar haciendo amenazas.
—Lo hizo con justa razón —debato—. Aun no entiendo porque te
empeñas tanto es destruir lo que es importante para mí. Nada, ni siquiera un
maldito papel te da el derecho para hacer eso.
Se incorpora del asiento, deja caer con fuerza la carpeta sobre el
escritorio mientras lo rodea.
—Devuélveme ahora ese contrato —exige—. Sé que lo tomaste, sé que
está en tu poder y tienes que regresármelo.
—¿Para qué? —pregunto—. ¿Para qué me siguas obligando a hacer
cosas que no quiero? ¿Para que sigas manejando mi vida a tu antojo?
—Alexander…
—No voy a darte absolutamente nada. Esto se acabó, mamá.
—Nada ha acabado, cielo —asegura. —El hecho de que tengas el
contrato no te permite hacer nada, tengo muchas copias del mismo por si
algún día decidías hacer una estupidez como esta —informa—. No creas
que puedes ganarme, Alex. Sabes lo único que pasará si haces esto ¿de
verdad lo quieres?
—Lo único que quiero es tener el control de mi vida de nuevo. No quise
ni necesitaba nada de lo que has hecho por mí. Lo hiciste porque tú salías
beneficiada, no porque estuvieses pensando en tu hijo.
—Claro que lo hice por ti, no entiendo cómo es que todavía no lo
comprendes. Pero no importa, no importa que no lo quieras entender porque
la que tiene el control aquí, sigo siendo yo. No me obligues a tomar
medidas más fuertes contigo, Alex.
—¿Más fuertes? —cuestiono. —¿Qué harás? ¿A caso no has tenido
suficiente de mí? ¡Has estado sofocándome desde el instante en el que papá
murió! ¡Has arruinado todo!
—Alex…
—No voy a darte nada, y tampoco voy a permitir que dañes a las
personas que me importan. ¿Quieres vender las canciones? ¡Adelante!
¡Hazlo! Pero entonces dejaré de componer y perderás todo, no habrá
conciertos, no habrá álbumes, no habrá nada con lo cual puedas
enriquecerte.
—No sabes qué es lo que estás diciendo, has perdido completamente la
cabeza y esa chica es la razón ¿no es cierto?
—Lo único que sé ahora y de lo cual no tengo ni una sola duda, es que
papá estaría tan decepcionado de la mujer en la que te has convertido.
Ocurre tan rápido que no tengo tiempo de reaccionar, mi madre estampa
la palma de su mano con fuerza obligándome a voltear el rostro. El ardor en
la zona es inmediato, cierro los ojos con fuerza, repitiéndome una y otra vez
que no debo perder el control.
No aquí, no frente a ella.
Aprieto los dientes tan fuertes que comienzan a doler al cabo de algunos
segundos. Cuando vuelvo a mirar a la mujer que dice llamarse mi madre,
ella me observa con una expresión que probablemente no había visto en su
rostro.
—No vuelvas a decir algo como eso —su voz tiembla. Por una
brevedad de segundo creo que la fortaleza que aparenta se irá, pero me
equivoco. Se recompone con rapidez, demasiada que me sorprende—. No
sabes nada, tu padre no fue un buen hombre, debes bajarlo del pedestal en
el que lo has puesto.
—No hables así de papá —advierto.
—Detente ahora y te prometo que todo mejorará —una sonrisa triste se
adueña de mi rostro.
—¿Cuántas veces me has prometido eso? Y nunca has cumplido.
Recibirás la llamada de mi abogado —informo con firmeza. La sorpresa
surca su rostro, probablemente no esperaba que dijera algo como eso. —Te
llamará, para acordar los detalles de la negociación para terminar ese
contrato.
—¿Realmente quieres hacer todo esto?
—Tal vez ahora la que debe de detenerse eres tú. No yo. No estoy
dispuesto a que sigas controlando todo, te di el poder, y me equivoqué al
hacerlo. Por eso ahora no me detendré hasta arrebatártelo, Marian.
Nunca la había llamado por su nombre, ella parece darse cuenta de eso.
Ni siquiera en una discusión la había dejado de llamar “mamá”. Sin
embargo, ahora no lo merece. Hace mucho que dejó de merecerlo.
Suficiente daño me ha hecho, no estoy dispuesto a que continuara con esto.
No importa el precio que tuviera que pagar porque al final, valdría la pena.

 
 
 
 
 
 
35 SIN PRECIOS
 
Alexander Campbell.

N o hablé de nuevo con mi madre luego de aquella noche. He


ignorado todas su llamadas y mensajes, incluso he pasado la noche
con Grace porque no quería arriesgarme a que ella se presentara en mi
hogar con alguna otra amenaza.
—Sabes que no puedes huir de ella por siempre ¿verdad? —cuestiona
Grace mientras deja frente a mí unos panqueques de mantequilla y una
humeante taza de café.
—Lo sé —afirmo —pero por ahora, intento hacer lo posible.
Grace sonríe, se coloca frente a mí y observa por algunos segundos su
comida antes de elevar la vista.
—¿Has hablado con tu abogado? —cuestiona mientras toma uno de los
panqueques para darle una mordida. Lo tierna y graciosa que me resulta
verla comer de ese modo me hace sonreír.
—Dijo que no debo preocuparme —informo —que él se encargará de
todo.
—Eso es una buena noticia —afirma. El sonido de un auto estacionando
afuera parece captar su atención, se incorpora de la mesa y camina hacia la
ventana. La sigo con la mirada, ella corre una de las cortinas y luego, tras
observar por un par de segundos, va hacia la puerta.
Permanezco en mi asiento, disfrutando del sabor a mantequilla que
invade mi boca.
—Creí que estabas sola —elevo la mirada cuando la voz se escucha.
—Estamos desayunando ¿quieres un poco? —pregunta mi chica
atravesando la cocina. El chico parece ignorar su pregunta y se acerca hasta
la mesa.
—Alexander ¿no es cierto? —pregunta.
—Lo soy… ¿y tú…?
—Jason.
El chico sonríe, sin embargo, no es una sonrisa amable ni mucho menos.
No dice nada más y me da la espalda para ir hacia donde Grace se
encuentra. Tengo el ligero presentimiento sobre que no le agrado
demasiado, no aparto la mirada de ellos y cuando coloca una de sus manos
en la espalda baja de ella, algo se remueve en mi pecho.
—Tu café se está enfriando —murmuro e inmediatamente quiero darme
un golpe por lo realmente ridículo que eso se escuchó. Sin embargo, mis
palabras logran su cometido porque ella se aparta y regresa hacia el lugar en
donde me encuentro.
—Así que vas en serio con Grace —Jason murmura acercándose a
nosotros de nuevo—. Es una verdadera sorpresa.
—Jason… —el tono de advertencia que Grace emplea no me pasa
desapercibido.
—Vamos en serio. —aseguro —el hecho de que sea un artista no
cambia nada.
—Diré esto una sola vez, Grace es alguien importante para mí —
asegura con firmeza —y no creas que dejaré que cualquier idiota se acerque
a ella buscando…
—Hey, detente —advierto con molestia—. Creo que hemos comenzado
mal, entiendo que no nos conocemos y…
—No es necesario conocerte para saber la clase de personas las súper
estrellas son—afirma.
—Oh, por favor —interviene Grace antes de siquiera darme la
oportunidad para decir algo—. Jason no hagas esto ¿quieres? Alexander no
es ningún idiota, no lo trates de ese modo. 
—Amigo, realmente creo que todo esto es innecesario —mascullo
incorporándome. —Eres el mejor amigo de Grace, y yo su novio —en
cuanto pronuncio lo último, soy consciente de la manera en la que aprieta
los puños—. Creo que debemos intentar llevarnos bien ¿no lo crees? No
tienes que comportarte como un padre protector.
—Si llegas a romperle el corazón, ten por seguro que yo voy a romperte
la cara —advierte con firmeza.
—Me parece una advertencia justa —confieso con una pequeña sonrisa.
El semblante preocupado de Grace desaparece en cuanto escucha la
respuesta. —Esto es completamente innecesario —repito.
El chico se relaja tan solo un poco para permitirse sentarse a la mesa.
—Lo siento, pero quería dejar en claro que esta chica no está sola —
asegura observándome.
—De acuerdo ¿podrían dejar de hablar de mi como si no estuviera
presente? —pregunta Grace.
Lo siguiente a esa pregunta se resume en un incómodo desayuno que
finaliza cuando Jason dice que tiene que marcharse. Una vez que nos
quedamos solos la comodidad y ligereza del ambiente regresa.
—¿Por qué no me dijiste que tu mejor amigo me detesta? —cuestiono
con fingida molestia —pude estar preparado.
—No seas dramático —masculla ella entre risas —no te detesta. Solo
está preocupado.
—Bueno, puede estar preocupado y detestarme de igual forma —
comento. El sonido de mi celular interrumpe la intención que tiene para
responder.
—¿Tu madre? —cuestiona.
—Es Ryan —informo mientras deslizo la pantalla del celular para poder
responder la llamada—. Hola.
—¿Dónde has estado? —cuestiona apenas me escucha responder —
estoy afuera de tu casa y no parece que alguien tenga la intención de
abrirme la puerta.
—Eso es porque no estoy en casa —confieso.
—¿Y dónde estás? —su tono impaciente me hade deducir que no se
encuentra del mejor humor hoy.
—En casa de Grace —informo—. ¿Ocurre algo?
—¿Qué si ocurre algo? ¡Tienes un maldito ensayo, Alexander! —
reprende—. Los chicos de la banda te esperan desde hace media hora ¿es
que acaso Tania no te ha avisado?
Claro que lo había hecho, simplemente no había abierto los mensajes.
—Tienes un concierto en una semana, fuera de la ciudad ¿si quiera lo
recuerdas? Necesitas ensayar, no me obligues a tener que aumentar y ser
más estricto con tu horario —advierte—. Ahora, mueve tu trasero que
necesito que estés en la disquera en treinta minutos. Si llegas si quiera un
minuto tarde…
—Estaré ahí —aseguro rodando los ojos.
Ryan cuelga la llamada, suelto un suspiro mientras guardo de nuevo el
celular en el bolsillo de mis jeans.
—¿Tienes que irte? —pregunta cuando me incorporo de la cama.
—Tengo que ensayar. Pronto será otro concierto, esta vez fuera de la
ciudad, así que Ryan está un tanto agobiado con todo lo que hay que hacer
—confieso—. Así que…si no quiero que desquite su mal humor conmigo,
tengo que irme ahora.
—Bien, de acuerdo —responde ella incorporándose también. Camina
conmigo hasta la puerta, una vez que me encuentro en la entrada de la casa,
me giro hacia ella.
—Nos vemos pronto —pronuncio mientras me acerco a su cuerpo.
Grace sonríe antes de plasmar mis labios contra los de ella,
inconscientemente enrosco uno de mis brazos alrededor de su cintura,
simplemente para apegarla a mí.
—Nos vemos —susurra cuando se aparta. Muerde su labio inferior, y
eso es suficiente para hacer que vuelve a unir nuestros labios.
Besar a Grace es algo de lo que nunca me cansaré, la sensación que
provoca un solo roce es increíble, no he experimentado una igual en toda mi
vida. Ella sonríe, retrocediendo un par de pasos mientras eleva una de sus
manos.
—Tienes que irte, sino quieres llegar tarde —me recuerda.
—Tienes razón —murmuro. Le dedico una sonrisa antes de darle la
espalda y encaminarme hacia el auto.
Grace permanece aún en la puerta cuando enciendo el motor, la miro
una última vez antes de pisar el acelerador, y avanzar por la carretera.
 
Ryan no me deja libre hasta casi la media noche, al parecer, había
desquitado todo su mal humor conmigo, reprendiéndome por mi tardanza a
pesar de que llegue en la mitad del tiempo que pidió.
Cuando llego a casa, el auto de Megan está estacionado afuera. Cuando
apago el motor de mi automóvil, la localizo sentada en las escaleras de la
entrada.
—¿Meg? —ella eleva la mirada en cuanto escucha mi voz. A
comparación de todas las veces que me visita, no se lanza a mis brazos ni
tampoco emplea un tono alegre para saludar.
—¿Crees que pueda quedarme aquí esta noche? —cuestiona, su voz
tiembla. La preocupación invade inmediatamente mi sistema, apresuro mis
pasos para poder llegar hasta donde ella se encuentra.
—Claro que si —respondo.
Odio admitir que últimamente no estoy pasando tiempo con mi
hermana, Megan se abraza a mi cuerpo cuando está frente a mí y eso
solamente hace que mi alarma se encienda. No digo nada más mientras abro
la puerta de la casa, cuando entra y se quita el abrigo, lo delgada que luce
solo hace que mi estado de preocupación se eleve de nivel.
Ella se deja caer sobre el sillón mientras esconde su rostro entre sus
manos. No me mira, permanece así por varios minutos antes de atreverse a
elevar la mirada de nuevo.
—¿Qué ha pasado? —cuestiono—. ¿Discutiste con mamá?
—Quiere que deje la universidad —murmura en un hilo de voz. Su
respuesta prácticamente me cae igual que un balde de agua fría.
—¿Qué?, pero si estás a punto de graduarte, es ridículo que pida algo
como eso.
—Lo mismo le he dicho —responde en un suspiro —pero insiste en que
la universidad me está robando el tiempo para el modelaje, parece haber
perdido la cabeza cuando rechacé la invitación a la pasarela de Nueva York
porque tengo que terminar la tesis.
“Cariño, este es tu sueño, esto es mucho más importante que un título
universitario”
Las palabras de mi madre cuando le dije que quería continuar en la
escuela llegan a mi mente, probablemente eso era la segunda cosa de lo cual
más me arrepentía en la vida.
Abandonar la escuela por esto.
—Meg, no tienes que abandonar la universidad —pronuncio.
—Mamá dijo que a veces tenemos que pagar un precio, para conseguir
lo que en verdad deseamos —susurra.
Sus palabras se sienten como una daga de culpabilidad, si hubiese sido
sincero con ella, probablemente la historia no se estaría repitiendo.
—Alguien me dijo una vez, que deberíamos de poder hacer lo que
amamos, sin tener que preocuparnos por pagar un precio —murmuro.
Megan eleva la vista, parpadea con rapidez mientras se endereza.
—¿Cuál fue el precio que tu pagaste? —cuestiona con suavidad.
Me tenso al escucharla preguntar eso, sé que no podía decirle lo que
ocurría, no aún.
El precio ha sido alto, mi libertad, el control de mi vida y de mi carrera,
mi estabilidad. Incluso aún después de tantos años, parecía que la deuda aún
no estaba saldada, ni lo estaría pronto.
—Uno muy alto, Meg —confieso. —No debes de renunciar a nada para
conseguir lo que deseas, eres talentosa, los diseñadores te adoran —le
recuerdo—. Cuando acabes la universidad, si lo deseas también serás una
modelo increíble.
Sus ojos se humedecen, me envuelve con sus brazos mientras se aferra a
mi cuerpo.
—Gracias, Alex —susurra en mi oído —gracias por estar aquí siempre.
—Somos hermanos, eso es lo que hacemos —aseguro apegándola a mi
cuerpo.
Yo no había tenido a nadie cuando sentía que me ahogaba, así que era
mi trabajo estar aquí para Megan. Para asegurarme que ella por ningún
motivo, sufriera la misma pesadilla.
 
Grace Baker.
—De acuerdo, creo que esto es acosador —pronuncia Jane mientras
observa la pantalla del celular —¿Crees que ahora haya alguien acechando
en los arbustos para tomar una fotografía?
—No tengo idea —confieso con pesar—. ¿Cómo es que saben en donde
vivimos?
—Fácil —pronuncia Jason —Debieron de haber seguido a tu novio en
alguna de las tantas visitas que te hace —responde con obviedad.
—Creo que deberías de disimular un poco el malestar que Alexander te
provoca —murmura Jane con diversión —¿acaso estás celoso?
—¿Celoso? ¿Por qué habría de estar celoso? —inquiere.
—No estamos hablando sobre los celos de Jason ahora —los
interrumpo.
—Tienes razón, estábamos hablando sobre lo acosador que los
periodistas pueden ser a veces —masculla Jason.
—¿Alex ya te dijo algo sobre esto?
—No, no tiene que estarme llamando cada que una foto nuestra aparece
en internet —confieso —además, está ocupado con el asunto del próximo
concierto así que no creo que llame pronto.
—¿No puede hacer un espacio para llamarte?
—Por favor, Jason, la vida de Alexander dista mucho de ser como la
tuya —reprende Jane—. Tú no haces más que hacer llamadas telefónicas,
Alexander tiene conciertos que dar, ensayos a los que acudir, entrevistas y
canciones que escribir así que, por favor, cierra la boca por un momento.
Elevo una de mis cejas ante lo molesta que Jane luce, nuestro amigo
también parece un tanto sorprendido ante lo que ella ha dicho, sin embargo,
hace lo que dice. Cierra la boca.
—Como decía, seguramente ni cuenta se ha dado de las fotos —informo
—y no quiero llamarlo por algo a lo que ya debí de haberme acostumbrado.
Mi amiga asiente, observa el celular de nuevo y soy consciente de la
mueca que plasma en los labios.
—Son muy duras contigo —susurra. Un largo suspiro brota de mi
cuerpo cuando ella dice aquello.
Lo sé, probablemente más del noventa por ciento de los comentarios
hacia mí son negativos, me han llamado de tantas formas que no soy capaz
de enumerarlas.
—Lo sé —confieso. —Es algo a lo que estoy tratando de
acostumbrarme. Esto será así siempre, o al menos, hasta que se cansen de
atacarme.
—¿Y si nunca se cansan? —cuestiona Jane.
—Intento no pensar demasiado en eso —murmuro.
Mis amigos no insisten más en el tema, así que, durante el resto de la
tarde, intentamos recuperar el tiempo que no habíamos pasado juntos. Cada
uno tenía sus propias ocupaciones, tanto como en el trabajo como en su
vida personal, así que nuestro tiempo de convivencia se había visto
reducido considerablemente.
Para cuando la noche llega, Jason se marcha y Jane y yo decidimos que
sería buena idea ver alguna película para entretenernos, sin embargo, justo
cuando nos disponemos a comenzar, ella me extiende su celular.
—Tienes que leer esto —murmura, tomo el celular, extrañada ante el
repentino tono de preocupación que ha empleado.
“Nadie esperaba que las mejores canciones del álbum de Alexander
Campbell fueran vendidas. Pero al parecer nuestro chico tuvo mejores
planes para sus composiciones”
Mi corazón da un vuelco furioso al leer el nombre de la canción que
encabeza la lista, es la que Alex compuso para mí.
—Su madre realmente lo hizo —susurro sintiendo como la opresión en
mi pecho crece. La preocupación sobre la forma en la que Alex pudo
haberlo tomado se extiende por mi cuerpo, le devuelvo el celular a Jane
para tomar el mío al mismo instante en el que la pantalla se ilumina.
El nombre de Paul se lee en la pantalla así que deslizo el dedo sobre ella
para poder responder.
—Grace ¿leíste la nota? —pregunta, el tono ansioso con el que habla
logra inquietarme.
—Acabo de hacerlo —mascullo —¿Alex como…?
Un ruido seco se escucha, seguidamente el sonido de un cristal
estallando hacen que algo explote en mi pecho.
—Está prácticamente destrozando su sala. ¿Crees…? —No termina de
hablar, un segundo golpe se escucha —¡Alex, basta!
—Dile que estaré ahí en unos momentos —mascullo mientras me
incorporo con prisa de la cama —y por el amor de Dios, no dejes que se
haga daño.
La llamada se cuelga, me apresuro a cambiarme de ropa por alguna más
presentable y luego, me giro hacia mi amiga.
—¿Crees que puedas prestarme tu auto? —pregunto con esperanza de
que ella responda que sí.
—No conducirás en ese estado —establece —te llevaré.
La ansiedad se adueña de mi cuerpo mientras ambas salimos de la casa,
no puedo hacer que desaparezca, no puedo hacer absolutamente nada para
eliminar el sentimiento que amenazaba con controlarme.
No podía hacer nada ante la idea de que, tal vez, Marian Campbell se
había salido con la suya en esta ocasión.
 
Nos tomó más tiempo del pensado llegar a la casa de Alexander,
aproximadamente veinticinco minutos después, Jane estaciona frente al
jardín. No espero que ella baje, abro la puerta del auto mientras me apresuro
a llegar a la puerta.
Esta se abre antes de que pueda tocar.
—Creo que será mejor que te vayas —pronuncia Paul —No quieres…
Lo esquivo, ingresando a la casa sin hacer caso a sus palabras. Cuando
lo consigo, mis pasos se detienen de manera inmediata.
Los adornos decorativos se encuentran en el suelo, los cristales en la
alfombra me hacen deducir que probablemente más de un adorno fue
destruido.
—¿Alex que…?
—Los dejé solos por un momento y cuando regresé…—El enojo parece
explotar en mi sistema, la ansiedad de los minutos anteriores se transforma
en ira hacia la chica que se encuentra delante de él.
—¿Qué le has dado? —espeto. Katherine se incorpora, rodeando el
sillón en donde Alex se encuentra prácticamente dormido.
—Necesitaba tranquilizarse y…
—¿Qué carajos le has dado? —Exploto caminando a pasos agigantados
hacia donde se encuentra, no me importa empujarla para apartarla de mi
camino cuando ella lo impide.
—No va a morirse por ingerir un par de pastillas —pronuncia Katherine
— agradecida debes de estar que impedí que se hiciera algún daño.
Retengo el impulso que tengo por responderle, porque Alex se remueve,
abriendo los ojos.
—Alex…
—Lo siento —pronuncia con amargura —Mi madre al parecer se salió
con la suya, ¿no?
—Shht, no importa —pronuncio colocando una de mis manos al
costado de su rostro—. Cariño, no importa.
—Sí importa —pronuncia apartando mi mano de su piel —Claro que
importa. —la amargura y un toque de rencor invaden su tono de voz. —No
importa lo que yo haga, esa mujer va a terminar por matarme, Grace. Ella
no va a detenerse jamás.
—Shht —coloco uno de mis dedos sobre sus labios, no necesita hablar.
No cuando no somos los únicos en la habitación.
—Alex…
—Lo siento —susurra, su voz tiembla, cierra los ojos con fuerza
mientras se aparta. Pese a eso, no suelto su mano, no me aparto, aunque él
parece que eso es lo único que quiere.
Me apego a su cuerpo, consiguiendo que Alex centre su mirada en mí.
—Gracie —la forma en la que pronuncia la palabra, tan derrotado, tan
culpable cuando él no es el responsable de nada, hace que mi corazón de un
vuelco furioso, ocasiona que una punzada dolorosa me atraviese. —Gracie,
realmente lo siento.
Y justo ahí, Alexander Campbell se rompe.
 
 
 
36 EL VALOR DE UNA PROMESA
 
Alexander Campbell.

L a luz que logra colarse por la ventana me da de lleno en la cara


produciendo una sensación molesta. Me remuevo, abriendo los
ojos y sintiendo la punzada de dolor en mi sien. Suelto un quejido mientras
me tallo los ojos al mismo tiempo que un bostezo brota de mi cuerpo.
—Buenos días —parpadeo con rapidez, intentando enfocar a la persona
que se encuentra frente a mí.
Cuando lo consigo, una oleada de vergüenza me invade al ver a Grace.
Lejos de como acostumbra estar, esta vez un semblante serio la acompaña.
—Hola —respondo mientras cierro los ojos de nuevo. Ella no responde,
sus pasos se escuchan por la habitación y me veo en la necesidad de abrir
los ojos nuevamente solo para saber si se ha marchado.
—¿No vas a decir nada? —cuestiona cruzándose de brazos. Los
recuerdos de lo que sucedió en horas anteriores me golpean con brutalidad,
haciendo que el estado de vergüenza en el que me encuentro aumente de
intensidad.
Tomo un suspiro mientras me incorporo de la cama. Apoyo la espalda
contra la pared al mismo tiempo que fijo mi atención en Grace.
—Lo siento…
—Un “lo siento” no es una explicación válida —interrumpe.
—¿Estás enojada conmigo? —cuestiono, aunque es más que evidente
que lo está. Ella rueda los ojos, incorporándose del asiento en el que se
encuentra y camina hasta quedar de pie frente a la cama.
—Creo que tengo una muy buena razón para estar enojada contigo.
—Fue demasiado.
—¿Y por eso consideraste que era buena idea drogarte?
Tenso la mandíbula, desvío la mirada porque no soy capaz de verla a los
ojos. Me siento avergonzado, lo suficiente como para impedirme darle una
respuesta.
—¿Por qué lo hiciste, Alex?
Intento responder, pero ninguna respuesta se siente lo suficientemente
válida. Nos quedamos en silencio, en uno tan incomodo que me sienta peor.
La puerta se abre, Paul nos mira a ambos y parece entender que este no
es un buen momento.
—Lo siento, creí que estabas abajo —pronuncia observándola. Ella se
libera de mi agarre y esquiva a mi amigo para salir de la habitación. Cuando
hago el ademán de seguirla, Paul me lo impide.
—Dale su espacio —pronuncia. —Está enojada contigo, demasiado, así
que creo que lo mejor que puedes hacer, es dejar que se tranquilice.
Un suspiro frustrado brota de mi cuerpo, me dejo caer de nuevo sobre el
colchón mientras cierro los ojos.
—¿Pasó aquí la noche?
—Lo hizo, estaba demasiado preocupada como para irse a casa —
informa —Alex, esa chica te quiere, no le hagas esto. Casi sufre un maldito
colapso al verte en ese estado, incluso yo, ninguno te había visto de ese
modo. ¿Qué ocurre?
—No quiero hablar sobre eso —mascullo incorporándome de nuevo
para ir en busca de Grace.
—¿Y cuándo querrás? —las palabras de Paul me hacen detenerme —
Nos preocupas a todos…
—¡No necesito que se preocupen por mí! 
—¡Entonces no hagas estupideces que nos preocupen! —reprocha en un
grito —No te drogues frente a nosotros, ni te ocasiones una maldita crisis
que haga que tu novia permanezca despierta casi toda la noche. Si quieres
seguir el mismo camino que Katherine, ¡entonces hazlo! Pero procura que
no estemos cerca cuando eso suceda. No te mereces esto y no sé cuántas
veces ni cuantas personas más tengan que decírtelo para que lo entiendas. Si
no quieres entenderlo y quieres aceptar toda esta mierda, entonces hazlo.
Pero no pretendas que luego alguien venga en tu rescate.
Paul sale de la habitación dejando un golpe fuerte en la puerta. Sabía
que inevitablemente algo como esto pasaría, era cuestión de tiempo para
que el cumulo de emociones explotara. Sin embargo, no estaba preparado
para que algo como eso sucediera.
Pasan varios minutos para que me atreva a salir de mi habitación, no
tengo idea de si Grace seguía en casa, o se ha marchado. Cuando estoy a
mitad de las escaleras, consigo ver el desastre en el que la sala se ha
convertido. Una nueva punzada de culpabilidad regresa a mí, varias de las
fotografías se encuentran sobre la alfombra, incluidas las de mi padre.
Parecía haber perdido por completo el autocontrol cuando Ryan llamó
para reclamarme sobre el no haberle avisado de la venta de varias de las
canciones, me reprochó el no consultarlo con él, y también el pasar sobre la
autoridad que tenía para decidir esas cosas. Escucharlo gritar todo eso, sin
saber con exactitud lo que ocurría fue confuso, demasiado. No fue hasta que
Paul me mostró la nota en el celular, que lo entendí.
Marian cumplió su amenaza, un listado de seis canciones, incluyendo la
que había compuesto para Grace han sido vendidas. No hay nada más que
hacer, no podía interferir en la negociación porque ya estaba hecha.
—Si estás pensando que esto es un desastre, estás en toda la razón —
volteo en cuando escucho la voz de Grace a mis espaldas.
—Creí que te habías marchado —susurro.
—Por más que he querido, no puedo.
—No quería preocuparte —confieso en un susurro girándome hacia ella
—. No quería que nada de esto sucediera.
—Lo sé —responde.
No encuentro nada más que decir, desvío la mirada y por primera vez,
siento la tensión crecer entre nosotros.
—Sé que no es excusa, pero fue demasiado. Escuchar a Ryan decir que
las canciones se vendieron…fue más de lo que pude tolerar.
Permanece en silencio, con la mirada atenta en mí.
—Me digo a mí mismo que puedo soportarlo, que solo tengo que
aguantar un poco más para que acabe. Que puedo manejarlo, pero es una
jodida mentira. No puedo con todo, Gracie, es demasiado.
Se acerca, sus pasos se escuchan mientras elimina la distancia y acaricia
la piel descubierta de mis brazos.
—No sé cuánto tiempo más podré aguantar, no sé cuánto más podré
resistir antes de que termine por destruirme. No entiendo porque es tan
mala, porque pretende hacer de mi vida un infierno.
—A veces la maldad de las personas no tiene una razón —habla con
suavidad —a veces no tenemos que entenderlas.
—Lo lamento.
—Está bien —sonríe —ven aquí.
Sus brazos se envuelven a mi alrededor y me siento reconfortado, tan en
paz, con ella me siento lejos de la bruma y los infiernos.
—No me agrada cuando te enojas conmigo —articulo.
Ella ladea la cabeza, mirándome por largo rato antes de decir algo.
—Katherine no es buena para ti —susurra—Alex, un mejor amigo no se
aprovecha de los momentos de vulnerabilidad para dañarte. No se supone
que te perjudiquen en vez de ayudar. Te dio dos pastillas, las cuales tomaste
porque seguramente recordaste que se trataba de tu mejor amiga, pero esa
chica lo único que quiere es que regreses a ser su medio de fama, por
mucho que te cueste escucharlo.
Es increíble como las personas pueden cambiar con el tiempo, o tal vez
es que siempre han sido de un modo, pero nunca nos damos cuenta, hasta
que es demasiado tarde.
—Lo sé —bajo la vista —no debí dejarla entrar, pero cuando llamó a la
puerta, fue cuando recibí la llamada de Ryan. Y todo fue un caos.
Me observa con comprensión, ya no hay el reproche, solo una mirada
suave que me hace sentir bien. El sonido de mi celular interrumpe la
pequeña atmosfera que se había creado a nuestro alrededor.
—Ahora regreso —pronuncio al notar que el sonido proviene de mi
habitación. Ella asiente, la esquivo para poder llegar a las escaleras y
subirlas a prisa.
Para cuando llego, la llamada se corta. Sin embargo, un par de segundos
más tarde vuelve a sonar. El nombre de Bill aparece en la pantalla, así que
me apresuro a tomarla.
—He leído la nota —informa apenas respondo—. Me temo que no
podemos hacer nada para evitarlo.
—¿Al menos tienes buenas noticias para mí? —cuestiono en un suspiro.
—Las tengo. He arreglado la reunión con el abogado de tu madre,
parece que está dispuesta a negociar. —informa. —El lunes a las diez de la
mañana nos reuniremos en el despacho del abogado Jackson, así que
cualquier compromiso que tengas en ese día, es importante que lo canceles.
Tu presencia es necesaria.
—¿Qué pasa si no se llega a ningún arreglo? —inquiero. El silencio en
la línea me abruma.
—Si no hay arreglo, entonces nos iremos a juicio —Su voz es firme, no
parece preocupado porque algo como eso ocurra. —Tu madre no quiere eso,
no quiere un escándalo ni que la prensa comience a sospechar. Un juicio es
prácticamente imposible de esconder, así que, de una u otra manera, tendrá
que aceptar un arreglo.
No respondo, permanezco sentado intentando convencerme de que todo
esto saldrá bien.
—Alex, no sería profesional de mi parte prometerte que ganaremos —
continúa —pero si puedo asegurar que pondré mi mejor esfuerzo para
librarte de esto.
—Gracias Bill —respondo.
—Nos vemos el lunes —pronuncia antes de cortar la llamada.
Lanzo el celular sobre el colchón al momento en el que la puerta se
abre. Grace aparece en el umbral y permanece ahí por algunos instantes
antes de acercarse. No dice nada, se sienta en silencio a mi costado mientras
coloca una de sus manos sobre mi pierna.
—Todo va a estar bien —susurra observándome—. Todo va a resultar
bien, mi amor.
La forma en la que lo dice y el tono que emplea, causan una revolución
en mi pecho.
Quiero a Grace Baker, mucho más de lo que imaginé que pudiera
hacerlo. Ha cobrado una importancia vital en mi vida y en este punto, sé
que ella es mi salvación y mi método de destrucción al mismo tiempo.
 
Grace Baker.
Jane se ha mantenido sorpresivamente en silencio desde que subí al
auto. No me ha cuestionado nada sobre lo que ocurrió la noche anterior, y
no sabía cómo es que debería tomarlo.
Por una parte, agradecía el hecho de que no estuviese haciendo
cuestionamientos, porque no encontraría alguna respuesta para darle, pero,
por otro lado, Jane Murphy no se caracteriza por guardar silencio.
A menos que tuviera algo entre manos.
—¿Por qué estás tan callada? — cuestiono después de algunos minutos.
Mi amiga suspira, me observa por algunos instantes antes de regresar su
mirada al frente.
—¿Estas seguras que puedes lidiar con todo esto? —cuestiona.
—¿A qué te refieres? —inquiero.
—A todo lo que Alexander significa, ayer lucías tan preocupada como
probablemente nunca te he visto. —confiesa —y el asunto de que ahora
haya periodistas en nuestra puerta, o que tus redes sociales estén
constantemente llenas de mensajes horribles…—se detiene por algunos
segundos antes de seguir. —¿estas seguras que podrás tolerarlo? No quiero
decir que Alexander sea un mal chico, porque es más evidente que te quiere
y que se preocupa por ti, pero no estoy segura de sí poner tu bienestar sobre
una cuerda floja sea en realidad una buena idea.
—Cuando esto comenzó hablamos ¿recuerdas? —cuestiono —Jane, sé
que estás preocupada, pero debes de confiar en mí cuando te digo que
puedo con esto. Quiero estar con Alex, no puedo hacer nada para cambiar la
forma en la que su entorno se desarrolla, pero puedo acoplarme a él,
adaptarme y entonces todo estará bien.
—¿Y lo estás consiguiendo? —pregunta. —Adaptarte.
—Supongo que si —confieso soltando un suspiro —hago mi mejor
esfuerzo.
—No imagino lo complicado que esto debe ser para Alexander. Basta
ver cómo estaba ayer para saber que su vida no es fácil.
—Sí, vaya que lo es —respondo removiéndome en el asiento. —A
veces vemos a las los artistas y súper estrellas como si tuvieran la vida
resuelta, como si de alguna manera, por el hecho de ser estrellas, no
tuviesen problemas. Como si de alguna forma, la fama los llevase a algún
lugar en donde las preocupaciones no existen. —Jane me observa con
atención mientras hablo —creo que la realidad no puede estar más alejada
de esa idea. 
—Necesito que me prometas algo —pide.
—Claro, cualquier cosa.
—Si las cosas comienzan a ponerse feas, prométeme que saldrás de ahí.
No creo tolerar ver como ese mundo te absorbe —confiesa —prométeme
que, si algo como eso pasa, te alejarás. Si Alexander te quiere en verdad
como dice hacerlo, aceptará que te alejes. Grace, por mucho que lo quieras
no estás acostumbrado a ese estilo de vida. No quiero que comience a
arrebatarme a mi mejor amiga.
Una sonrisa comprensiva se instala en mi rostro.
—Bien, te prometo que, si las cosas son más complicadas y no puedo
lidiar con eso, te lo haré saber.
—Esa no es la respuesta que esperaba, pero creo que estoy satisfecha —
responde mi amiga entre risas. Un silencio le sigue a eso, uno largo, pero no
incómodo.
—Oh, se me olvidaba —vuelve a hablar —tus padres llamaron a la
casa.
—¿Y por qué no a mi celular? —cuestiono mientras saco el artefacto de
mi bolso para corroborar que no tengo ninguna llamada perdida ni ningún
mensaje de texto sin leer proveniente de mis padres.
—Eso no lo sé —admite —pero dijeron que estarán aquí el fin de
semana.
—¿El fin de semana? —cuestiono con alarma —eso es en…en un día
—murmuro —¿Por qué no me avisaste antes?
—Porque pasaste prácticamente todo el día con tu novio —reprocha —
de otro modo, tal vez tu hubieses atendido la llamada.
—Grandioso. Debo encontrar una excusa para…
—No lo creo —me interrumpe con una mueca en el rostro —el
propósito de la visita es claro. Me sometieron a un extenso interrogatorio
sobre Alexander. Apenas y pude salir librada de eso, así que, Grace, tus
padres estarán aquí el fin de semana para conocer en persona al chico con el
que sales.
Y de solo considerar que ese encuentro pudiera ocurrir, miles de
escenarios comenzaron a reproducirse en mi mente. Cierro los ojos,
mientras las risas de mi amiga acompañan a mis lamentos.
 
 
 
37 INTENCIONES
 
Grace Baker.
A lexander no parece tener ni la más mínima pizca de
preocupación, se encuentra sentado en el sillón de la sala mientras
revisa su celular mientras yo intento no sufrir un colapso nervioso.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —inquiero mientras me dejo caer
a sus costados—. Mis padres podrán llegar en cualquier momento.
—Estoy nervioso, simplemente no lo demuestro —confiesa guardando
el artefacto en su bolsillo.
—Mamá puede ser muy imprudente a veces —le informo —
probablemente te cuestionará sobre cada aspecto de tu vida que le sea
posible.
—Bien —responde él con una sonrisa ladeada.
—Papá por otro lado es más serio, pero directo así que es seguro que te
lance una que otra pregunta sobre nuestra relación.
—¿Algo más que deba saber sobre los señores Baker? —cuestiona.
Antes de que pueda darle una respuesta, el sonido del timbre resuena por
toda la casa haciendo que mis nervios se disparen.
No es hasta este punto en el que el rostro de Alex cambia, se incorpora
del sillón mientras me observa por un par de segundos antes de dirigir su
mirada a la puerta. Camino con prisa hacia la entrada mientras tomo un par
de inhalaciones antes de atreverme a abrir la puerta.
—¡Cariño! —Mi madre es la primera en lanzarse a mis brazos.
—Hola mamá —respondo con una sonrisa mientras intento no quejarme
por lo fuerte que me ha abrazado.
—Cielito, me alegra ver que estás bien —pronuncia mi padre ahora
abriendo sus brazos. No lo dudo demasiado, camino los escasos pasos que
nos separan para poder ir hacia su encuentro.
El abrazo de mi padre es más suave, más cálido.
—Te eché de menos papá —confieso cuando me aparto —Debieron
llamarme, así hubiese sido más fácil que estuviese preparada para
recibirlos.
—Queríamos que fuese sorpresa —responde mi madre —Ahora dime
¿dónde está ese novio tuyo? ¿A caso no ha venido?
—Buenos días, señores Baker —mis padres, al igual que yo, volteamos
de inmediato cuando Alex habla. La firmeza de su voz me sorprende, y la
postura segura que mantiene mientras camina hacia donde mis padres se
encuentran —es un gusto poder conocerlos al fin.
—Así que tú eres el famoso Alexander Campbell —pronuncia mi padre
dando un par de pasos en su dirección —el novio de nuestra Grace.
—Es un placer conocerlos —Alex lanza una sonrisa encantadora.
—No haré la típica pregunta de cuáles son tus intenciones con mi hija
—responde mi padre —solo diré que espero sean las mejores, porque no
importa que tan super estrella seas, si lastimas a mi cielito…
—Papá…—interrumpo.
—No tengo intención alguna de lastimar a su hija, lo juro. Ella es
alguien importante para mí, tanto como no puedo explicar.
—¿Desde hace cuánto están saliendo? —es mi madre la que interviene
ahora.
—Hace varios meses —respondo —pero podemos dejar a un lado el
interrogatorio —casi suplico —¿por qué no pasan y se instalan?
—No fue tan malo —pronuncia Alex mientras seguimos a mis padres
—creo que he sobrevivido.
—Me alegra que hayas salido vivo de esto —bromeo tomando una de
sus manos. —Ahora, vamos con ellos que esto aún no acaba —articulo
mientras comienzo a caminar con Alex siguiéndome los pasos.
 
Alex permanece en casa casi todo el día, pareciera que había
conseguido llevarse bastante bien con mi padre, tanto que habían
conversado prácticamente toda la tarde.
—Alexander parece ser un buen chico —pronuncia mi padre cuando
nos quedamos solos en la sala.
—Lo es —respondo antes de darle un sorbo a la taza de café —Es
realmente increíble, papá.
Él sonríe, extiende una de sus manos para acariciar mi cabello.
—Nunca imaginé que pudieras salir con una estrella —confiesa—.
¿Cómo lo estás llevando? ¿Te sientes bien con eso?
Parece preocupado mientras me observa con detalle. 
—Jane me ha contado algunas cosas —informa —quiero saber si mi
pequeña está bien.
Una sonrisa genuina se plasma en mi rostro.
—Tu niña está bien —afirmo—. Puedo manejarlo.
—¿Puedo darte un consejo? —pregunta. Asiento mientras apoyo los
codos sobre la mesa. —No pongas su bienestar sobre el tuyo, cuando las
cosas comiencen a ponerse complicadas, piensa en ti siempre ¿sí? No
pienses en nadie más que no sea en ti, recuerda que eres tú prioridad. No
podrás ayudar a alguien destruyéndote en el proceso.
—Papá, estoy bien —pronuncio extendiendo mi mano a través de la
mesa para poder tomar la suya—. Estaré bien, lo juro.
Mi padre sonríe, asiente mientras se incorpora de la mesa y la rodea
para llegar a mi lado.
—No tengo duda de que estarás bien —pronuncia antes de inclinarse
para dejar un beso en mi frente —buenas noches, cielito.
—Buenas noches, papá —respondo.
Lo observo caminar hacia el pasillo, suelto un suspiro mientras regreso
la mirada a la taza de café. La pantalla de mi celular se ilumina, captando
mi atención al instante.
 
Alexander:
Descansa, Gracie. Nos vemos luego. Te quiero
.
Una sonrisa se plasma en mis labios cuando leo el mensaje de Alex.
 
Grace:
Descansa, cariño. Yo igual te quiero.
 
Cuando no obtengo una respuesta, apago el celular para colocarlo en mi
bolsillo. Tomo la taza de café al tiempo que me incorporo del asiento para
poder ir hacia el sillón, al que habíamos acondicionado como una pequeña
cama para que pudiera dormir ahí durante el par de días que mis padres se
quedarían en la ciudad.
Me coloco los audífonos mientras busco en mi celular la canción que
Alex había compuesto para mí, cuando la voz se escucha por los
auriculares, cierro los ojos, concentrándome en la melodía y en lo vibrante
de la voz de Alex.
No imagino la canción en voz de alguien más, sin embargo, sé que
inevitablemente eso sucedería. La canción se ha vendido y en algún punto
el nuevo interprete la sacaría.
Sin embargo, nada compararía la emoción que siento al escucharlo de la
voz de Alex. Me mantengo así, simplemente escuchando y dejándome
llevar por el sonido de su voz, hasta quedar profundamente dormida.
 
Alexander Campbell.
Conocer a los padres de Grace no fue tan malo como hubiese
imaginado, de hecho, podría decirse que todo salió de maravilla. Contaba
con la aprobación de los señores Baker para salir con su hija, y eso era más
que suficiente.
Suelto un bostezo cuando la película que me encontraba mirando acaba,
me incorporo de la cama mientras apago la televisión para después
encaminarme al baño, no consigo hacerlo ya que el sonido del timbre
resuena por toda la casa.
Es cerca de media noche ¿Quién vendría de visita a esta hora?
Pensando que tal se trata de Megan quien ha venido a pasar la noche de
nuevo en casa, bajo con algo de prisa, sin embargo, cuando abro la puerta,
desearía haber ignorado el timbre.
—Hola —Katherine se encuentra frente a mí, con las manos escondidas
en los bolsillos de su chaqueta mientras me dedica una sonrisa.
—¿Qué haces aquí? —inquiero—. Estaba por irme a la cama y…
—Quiero hablar contigo —murmura—. Quiero saber porque tomas esa
actitud. Ignorando mis llamadas y mensajes y comportándote como si
hubiese sido la causante de algo muy malo.
—He estado ocupado.
—Sí, bueno, no te creo —responde cruzándose de brazos—. Porque el
Alex que es mi mejor amigo, no haría algo como esto.
—El Alex que era tu mejor amigo era muy idiota como para darse
cuenta de lo que estaba sucediendo —espeto—. No creas que no me he
dado cuenta, Katherine. Todo este tiempo realmente pensé que éramos
amigos.
—Alex, soy tu amiga…
—No intentes emplear el discurso de siempre —reprocho—. Sé lo que
haces, ¿por eso te molesta tanto el hecho de que salga con Grace, no es así?
Porque de pronto has dejado de ser el centro de atención.
—¿Esto tiene algo que ver con lo que ocurrió la otra noche? —pregunta.
El hecho de recordarlo hace que algo se remueva en mi sistema. Tenso la
mandíbula mientras desvío la mirada de ella.
—Vete, Katherine —pronuncio haciendo el ademán de cerrar la puerta.
—¿En serio? ¿Estarás enojado conmigo? —exclama—. Hasta donde sé,
no te obligué a tomar nada que tú no quisieras.
Mi cuerpo se tensa, aprieto los dientes mientras la observo con dureza.
—No, no lo hiciste —mascullo —pero sabías perfectamente que no
estaba en mi mejor momento.
—Alexander por favor, no vengas con eso —debate—. No eres un
chiquillo.
—Kat, ha sido suficiente —sentencio —no vuelvas a mi casa a menos
que sea algo verdaderamente importante.
—¿Ella te pidió que te alejes? —un aire de diversión llena su tono de
voz—. ¿Desde cuando haces lo que una chica te pide? ¿Dejarás que te
maneje a su antojo? ¿Le darás ese poder sobre ti?
—Maldición Katherine —exclamo encarándola al tiempo que dejo un
golpe seco sobre la puerta. —No, no me pidió que me alejara de ti. Yo
decidí hacerlo porque ya no eres la misma, no sé en qué momento te
convertiste en esta chica que parece querer siempre ser el foco de atención.
La Katherine que conozco era prácticamente imposible que hiciera algo a
propósito para dañarme —exploto. 
Ella permanece en silencio, me tomo un par de segundos para calmar las
emociones que se han presentado en mi cuerpo antes de volver a hablar.
—Lo siento mucho —mascullo —pero no quiero que vuelvas por aquí.
Cierro la puerta, impidiendo que ella diga o haga algo más.
Hacer esto no se siente de la manera en la que pensé que lo haría. No se
siente como un error, se siente como una decisión liberadora. Como si fuese
el único camino a seguir y al hacerlo, te das cuenta que era el camino
correcto.
 
Durante el siguiente par de días no pude reunirme con Grace, al parecer
ella tenía todo un itinerario planeado con sus padres que nos impedían el
reunirnos o siquiera vernos.
Katherine no volvió a llamar, y agradecía eso. Tampoco volvió a la casa
o mando algún mensaje, así que es fácil deducir que la “amistad” que
tuvimos por años, ha acabado.
En un abrir y cerrar de ojos, el fin de semana se fue. Y ahora me
encuentro en un auto, de camino a la oficina del abogado de mi madre.
—Recuerda que, si no quieres hablar, no tienes por qué hacerlo —
pronuncia Bill. —Yo me encargaré de todo.
—¿Crees que algo bueno pueda salir de esto? —cuestiono.
—No lo sé —responde —pero jamás lo averiguaremos si no lo
intentamos. He encontrado un par de vacíos en el contrato, pequeños
detalles que pasaron por alto al momento de crearlo y creo que podemos
usar eso en contra.
Asiento, no respondo nada más y me concentro en fijar mi atención en
otra cosa, en alejar los pensamientos que me llegan sobre que esto es una
mala idea.
El edificio al que llegamos es extremadamente lujoso, no me cabe
ninguna duda que mi madre ha contratado a uno de los bufetes más
prestigiosos de la ciudad. Sigo a Bill por los pasillos, él le da nuestros
nombres a la chica que se encuentra en recepción y tras indicarnos el piso y
numero de la oficina, continuamos con nuestro camino.
—Probablemente tu madre ya esté aquí —informa Bill. —Recuerda, si
no quieres decir nada, no hay razón alguna para que te obligue a decir algo.
Si consideras que alguna cosa que diga puedes aceptarla, dame una señal y
lo discutiremos ¿sí?
Apenas asiento. Varios minutos después llegamos a la oficina, él abre la
puerta y me hace un ademán para que sea el primero en entrar.
—Alex, cielo —retengo el impulso de rodar los ojos cuando ella emplea
un fingido tono de dulzura.
El abogado nos da la bienvenida, y luego nos hace una seña a ambos
para que tomemos asiento en la mesa y cuando lo hacemos, el desliza un
par de carpetas frente a nosotros
—A tú petición hemos elaborado un nuevo contrato. 
—Mi cliente no pidió ninguna elaboración de un nuevo contrato —
pronuncia Bill con firmeza —creí que habíamos sido claros.
—Lo fueron, pero dada las condiciones, creo que no podríamos llegar a
una anulación completa, hay demasiadas cosas en juego. La señora
Campbell ofrece la posibilidad de modificar algunas cláusulas, así como de
reestablecer los términos bajo los cuales el mismo funciona. Dando más
libertad a su cliente como la posibilidad de tener cierta parte de los derechos
intelectuales y un porcentaje considerable de las ganancias de los mismos.
—De ninguna manera. No quiero un nuevo contrato, quiero anular este.
No vine aquí para renegociar, vine porque quiero acabar con esto de una
buena vez. Si no tiene ninguna solución para eso entonces tal vez debamos
seguir otros métodos.
—Alex ¿esto es lo que quieres? ¿Envolvernos en un escándalo legal?
¿tienes idea de lo que eso le hará a tu imagen? —observo a Marian, si no
supiera lo verdaderamente buena que es fingiendo, hubiese creído que
realmente está preocupada por mí.
—No tenemos que llegar a ningún escándalo legal si logramos llegar a
un acuerdo aquí mismo —respondo.
—¿Qué es lo que quieres, Alex?
—Tener el completo control de los derechos intelectuales y de autor,
controlar el dinero y las ganancias obtenidas de los mismos, tener la
posibilidad de controlar su carrera la cual estará solamente dirigida por
Ryan, su manager —sentencia Bill—. No queremos la participación de la
señora Campbell en esto.
—No hay forma de que la completa anulación del contrato se dé —
sentencia el hombre con firmeza—. Una negociación y restablecimiento de
los términos es lo máximo que podemos ofrecer.
—Hemos establecido los nuevos términos, el principal es que la señora
Campbell no figure en ellos —afirma Bill—. Si no es de ese modo,
entonces no aceptamos ninguna negociación.
—Alex, no sé porque estás haciendo esto, pero soy tu madre —
pronuncia—. Solamente intento buscar lo mejor para ti, tu padre me lo
pidió. No hago más que seguir sus últimos deseos en vida.
—Papá estaría de acuerdo con esto que estoy haciendo —respondo —
no tengo ninguna duda de eso. Él jamás quiso que estuvieras a cargo.
—Detente, es la última vez que lo pediré —advierte. Observo a Bill, el
parece entender la mirada que le dedico porque cierra las carpetas captando
la atención de las dos personas frente a mí.
—Hubiese sido más fácil llegar a un acuerdo el día de hoy —pronuncia
mientras se incorpora —Me temo que ahora tendremos que vernos delante
de un juez. Alex, tenemos que irnos.
—No hagas esto —la voz de mi madre detiene mis pasos—. Detente
ahora.
—El dinero es todo lo que te interesa ¿cierto? —cuestiono—. No te
interesa tu hijo, ni su salud ni siquiera te interesa mi bienestar. Solo quieres
el maldito dinero. Que quede claro, Marian, no voy a detenerme, no lo haré,
no me importa lo que hagas.
Lanzo una última mirada hacia ella, y luego solo me marcho. Bill me
sigue, camino con prisa hasta conseguir llegar afuera. El aire me golpea
eliminando la sensación de ahogamiento que comenzaba a presentarse.
—Hey, Alex —Bill toma uno de mis brazos— Eso fue excelente.
—¿Excelente? Lo que yo creo que fue es que acabo de firmar mi
sentencia. Ella va a acabar con todo, Bill. Lo hará sin duda alguna.
—Vender alguna de las canciones fue solo un método para intentar
detenerte, no seguirá vendiendo porque de ese modo ¿de dónde obtendría
las ganancias? Sus opciones se agotan.
—Solo voy a pedirte una cosa —pide—. Necesito que te mantengas
firme en tu postura, no muestres ni siquiera la más mínima intención por
ceder. No dejes que ella encuentra una debilidad.
Grace.
—Necesito que me ayudes en algo —pido—. Necesito proteger a
alguien.
—¿A quién?
—Necesito que encuentres una manera de proteger a Grace Baker de
cualquier cosa que mi madre pueda hacer.
El parece comprender, asiente al momento en el que el auto se estaciona
frente a nosotros.
—Encontraremos una forma —sentencia.
Tomo una inhalación antes de girarme para ingresar al auto. Ha llegado
el momento en el que no había marcha atrás, no hay otra opción más que
seguir adelante con esto.
 
 
 
38 TOMAR DECISIONES
 
Grace Baker.

E l fin de semana trascurrió con demasiada rapidez, tanta que los


dos días que estuve con mis padres parecieron ser insignificantes a
comparación con la cantidad de tiempo que habíamos estado sin vernos.
—Me hubiese gustado convivir más tiempo con tus padres —murmura
Alex cuando llegamos al café al que habíamos visitado para desayunar. —
Pero me fue imposible. El asunto de la reunión con el abogado de mi madre
me estuvo llenando la cabeza todo el fin de semana.
—¿Cómo resultó eso por cierto? —inquiero mientras tomo el menú para
poder revisarlo.
—No tan bien como hubiésemos querido —confiesa, aparto la mirada
del cartón entre mis manos para observarlo. Alex suspira, deja caer la carta
sobre la mesa mientras centra su atención en mí—. No llegamos a ningún
acuerdo, a este paso, me temo que la prensa podrá enterarse más pronto de
lo que me gustaría.
—¿Qué pasaría si la prensa se entera? —inquiero—. ¿No sería eso un
método para meterle más presión a tu madre?
—Un escándalo legal es lo que menos necesitamos en este momento —
expresa—la presa suele ponerse más intensa si algo como eso ocurre, te
persiguen a todos lados, la información se modifica y suele haber
demasiadas noticias falsas que solamente entorpecen el avance. Realmente
no quiero que se involucren.
Nuestra conversación se interrumpe por la llegada del mesero, ambos le
brindamos nuestra orden y él se marcha poco tiempo después.
—Todo saldrá bien—. Alex eleva la vista mientras una ligera sonrisa se
apodera de sus labios.
—Sin duda voy a extrañarte —confiesa—. Tendré que irme por un par
de semanas ¿estás segura que no puedes venir conmigo?
—Completamente segura. Tengo un trabajo del que no puedo
ausentarme por más de dos días —le recuerdo —no creo que a Oliver le
agrade la idea de que desaparezca por un par de semanas. ¿No estás molesto
por esto, o sí? 
—No —confiesa soltando un suspiro —realmente me encantaría que
pudieras ir, pero entiendo que tienes trabajo que hacer.
Extiendo una de mis manos a través de la mesa para tomar una de las
suyas.
—Para el siguiente iré, es una promesa. —aseguro.
—De acuerdo —le da un corto sorbo a su tasa de café antes de volver a
hablar —¿Quieres venir al ensayo esta noche?
—¿Ryan no tendrá problema con eso? —inquiero con curiosidad —no
quiero causar problemas por ser entrometida.
—Oh, vamos. Sería imposible que fueras entrometida, además, te estoy
invitando así que estarás ahí como una de mis invitadas.
—¿Una de tus invitadas? —cuestiono elevando una de mis cejas—.
¿Qué quieres decir con eso?
—No quise decir eso, quise decir que estarás ahí como mi invitada —
aclara.
—Usaste el plural —insisto solo para molestarlo —¿planeas llevar a
alguien más?
—¿A quién más podría llevar? —responde mientras eleva una de sus
cejas.
—No lo sé, a Katherine tal vez, o a la modelo rubia con la que solías
salir —bromeo.
Él mantiene la sonrisa en su rostro, sin embargo, tarda un par de
segundos en responder.
—No hablo más con Katherine —confiesa. Su respuesta me deja un
tanto sorprendida, el silencio nos llena por completo mientras él centra su
completa atención en mí.
—¿Qué pasó?
—No deseaba tenerla cerca, fue una gran amiga en todos estos años.
Pero sus actitudes recientes solo me confirman que ya no es la misma,
probablemente nunca me había querido dar cuenta de eso, hasta ahora. Le
pedí que no me llamara, y que tampoco fuera a mi casa. Creo que alejarme
de ella fue una buena decisión.
—Cualquier decisión que involucra tu bienestar, será buena —afirmo—.
No quiero que pienses que tengo algo en su contra, sé que es tu mejor
amiga, pero…
—No, no pienso nada de eso —afirma—. Grace, tú solamente has
llegado para demostrarme que mi vida necesitaba un cambio, para hacerme
abrir los ojos ante lo cobarde que estaba siendo.
—Yo pude haber hecho eso, pero al final del día el que toma las
decisiones eres tú.
—A papá le hubieses agradado —confiesa mientras baja la vista —
estoy seguro de que se hubiesen llevado bien.
Sonrío, ante el sentimiento de ternura que me invade por sus palabras.
—¿Lo crees?
—Así es —afirma —estoy completamente seguro de eso.
Y le creo, porque la forma en la que me mira, me hace darme cuenta de
que no dice nada más que la verdad. Permanezco observándolo por algunos
minutos antes de obligarme a mí misma a centrar mi atención en otro lugar
que no sea su rostro. Un sentimiento estalla en mi pecho, uno que reconocía
a la perfección.
Estoy enamorada de Alexander Campbell, lo quiero tanto que no sería
capaz de alejarme de él, ha tomado una importancia gigantesca en mi vida
que la sola idea de alejarme, es intolerable.
Todo tenía que resultar bien, porque, en definitiva, no sería capaz de
alejarme de él sin terminar con el corazón completamente hecho trizas.
 
Alexander Campbell.
Grace ha estado en casa todo el día, y justo ahora, ambos nos
preparamos para asistir al ensayo.
—Me duele la cabeza —dice mientras masajea sus sienes —¿tendrás
alguna pastilla para el dolor?
—Muchas, en realidad —admito —están en el cajón, a un lado de la
cama.
Le doy la espalda mientras busco en el armario una ropa lo
suficientemente cómoda como para permitirme sobrevivir a las horas de
ensayo que venían. Tomo una camisa de algodón y unos pantalones
deportivos a juego, los examino por un par de instantes antes de girarme.
—¿Aún las consumes? — Grace me enseña el frasco de pastillas para
dormir, soy consciente de la mirada preocupada que posee.
—El frasco está intacto. Las tengo aquí porque las tomaba incluso
cuando no estaba de gira. Antes de conocerte…era complicado poder
dormir. A pesar del cansancio…no conseguía hacerlo así que…tomaba
algunas.
—¿No las has vuelto a tomar?
—Ya no —repito con seguridad —las pastillas para dolor están justo al
lado.
La observo dejar el frasco de nuevo en el sitio y tomar la que
corresponde. Cuando me quito la camiseta que traigo puesta para
cambiarme por la limpia, Grace suelta una exclamación.
—¿Cómo consigues un cuerpo así sin ir al Gimnasio? —inquiere con
curiosidad, me giro, encontrando que su mirada está muy lejos de estar
dirigida a mi rostro.
Me siento a su costado, mientras me coloco la prenda.
—Tengo gimnasio en casa —le recuerdo —ejercicio en mis tiempos
libres, ya sabes, tengo que cuidar la imagen. 
—No seas mentiroso, que en todo el tiempo que hemos estado saliendo
no has hecho ni un solo ejercicio. ¿Consumes alguna proteína? —inquiere.
—No —respondo. Ella arruga la frente mientras me observa.
—La única opción entonces es que recurriste a una operación y esos
músculos no son reales.
Una carcajada abandona mi cuerpo mientras me giro hacia ella, cuando
me acerco, Grace deja caer la espalda contra el colchón.
—Mi amor, te aseguro que son totalmente reales —pronuncio, Grace
muerde su labio inferior, se desliza de tal manera que logra salir debajo de
mi cuerpo. Me incorporo, solo para conseguir subirme a la cama y tomarla
de la cintura.
—¿Quieres comprobarlos? —cuestiono. Soy consciente del ligero rubor
que se presenta en su rostro, ella dirige su mirada a mis labios y es
suficiente para hacerme eliminar la distancia entre nosotros.
Enrosca sus manos alrededor de mi cuello, mientras me apega un poco
más a ella. La temperatura en la habitación ha subido un par de grados, o al
menos, es eso lo que siento. Se aparta, mientras me observa de una manera
en la que probablemente no lo ha hecho.
Grace jadea cuando abandono su boca para dirigirme a su cuello, soy
consciente de la forma en la que su respiración se agita y justo cuando creo
que ha llegado el mejor momento, mi celular suena. Gruño, mientras me
aparto de ella para poder silenciar el artefacto que está a un costado de la
cama. Por un momento considero que sea Ryan o incluso mi madre quien
está llamando, pero no lo es, es un número privado. Lanzo el celular de
nuevo sobre el colchón mientras regreso mi atención a Grace.
—¿No vas a contestar? —inquiere. Niego, cuando intento besarla, ella
me aparta. —Puede ser algo importante —masculla mientras se desliza por
el colchón. 
—Es un número privado, en ocasiones los periodistas o incluso algunas
fanáticas consiguen mi número y suelen llamar, no es importante. Ahora,
ven aquí.
Ella ríe cuando la tomo de la cintura para regresarla a la cama, la
llamada se corta, sin embargo, vuelve a sonar.
—Responde —apresura cuando tomo el celular. Lo extiendo en su
dirección y ella me observa divertida—. ¿Quieres que responda tu celular?
Asiento. Ella lo toma, se acomoda el cabello y eso me causa cierta
gracia. Me aparto de su cuerpo cuando ella se incorpora. La miro
intercambiar algunas palabras con la persona al otro lado de la línea, y tras
algunos segundos, gira hacia mí con una mirada preocupada.
—Es del hospital.
Tomo el celular de inmediato, colocándolo contra mi oreja mientras me
incorporo de la cama.
—¿Alexander Campbell? Llamamos del hospital News & World
Report. ¿Es familiar de Megan Campbell?
Algo en mí se dispara cuando escucho el nombre de mi hermana.
—Sí, es mi hermana —informo.
—La señorita Campbell ha ingresado hace algunos momentos al
hospital, parece estar inconsciente. Este número es al que han asignado
como contacto de emergencia y…
Dejo de escuchar las palabras de la mujer al otro lado de la línea, mi
mente solo puede concentrarse en la idea de que Megan está en el hospital,
está en un maldito hospital.
—¿Señor Campbell?
—Estaré ahí pronto —corto la llamada mientras guardo el celular y
tomo la camiseta que minutos atrás me he quitado.
—¿Qué ocurre? —el tono preocupado de Grace me hace mirarla—.
¿Todo está bien?
—Es Megan —pronuncio sintiendo como con cada segundo, mi
corazón parece aumentar su ritmo—. Está en el hospital.
Y decirlo en voz alta me hacía sentir incluso más aterrado, de lo que
siquiera imaginé poder sentirme.
 
Al llegar al hospital, nadie pudo darme ningún informe sobre el estado
de Megan. Llevamos cerca de media hora simplemente esperando, cosa que
con el grado de preocupación que me cargo, se siente como una tortura.
Grace repite que debo tranquilizarme, pero no me siento capaz. No
cuando no tengo idea de que fue lo que ocurrió con Megan.
Suspiro, deteniéndome antes de resignarme y dejar caer mi cuerpo en
una de las sillas de plástico, mi mente no podía dejar de imaginar todos los
cientos de escenarios por los cuales Meg estaba aquí. Ninguno era
alentador.
—Recibí tu mensaje —volteo en cuanto escucho la voz de Ryan, le
había enviado un par de mensajes para informarle que no podría llegar al
ensayo—. ¿Ya sabes algo? 
—No, nadie nos ha dicho nada —confieso. 
Lo observo caminar hacia el mostrador donde la chica de recepción se
encuentra. No aparto la mirada de ellos mientras Ryan parece comenzar a
discutir con la mujer quien hace varios ademanes, como si intentase
explicarle algo.
—Es increíble —masculla Ryan cuando ha regresado al sitio en donde
nos encontramos. —Tendremos que esperar por el médico que recibió a tu
hermana.
Permanezco en silencio, intentando que mi cabeza no explotara ante
todas las ideas que llegaban a mi mente.
—¿Llamaste a tu madre? —cuestiona. Niego.
—No la quiero aquí, al menos hasta saber qué es lo que Megan tiene.
—Por favor, no creerás que ella tiene algo que ver en eso ¿o sí?
—No lo sé, Ryan —espeto—. Pero hasta no saber la verdadera razón
del porque mi hermana está aquí, nadie la llamara.
Él asiente, permanecemos en silencio, mientras los tres esperamos
porque pronto alguien aparezca con noticias de Megan.
Pasa mucho rato antes de que eso suceda. Ryan no se ha marchado del
lugar y Grace tampoco lo ha hecho. Mantiene una de sus manos sobre mi
pierna y su solo contacto me ayuda a no perder la cabeza.
—¿Familiares de Megan Campbell? —Me incorporo con rapidez
cuando escucho el nombre. Camino con prisa hasta donde el doctor se
encuentra, rogando internamente porque sean buenas noticias. 
—Es mi hermana —pronuncio colocándome frente al doctor —¿qué le
ocurrió? ¿Cómo se encuentra?
—¿Su hermana tiene algún problema de alimentación? —cuestiona el
médico.
—No, ninguno —afirmo—. ¿Por qué?
—Presenta serios problemas de anemia. Parece que no ha estado
ingiriendo los alimentos suficientes, su peso es muy por debajo del que una
joven a su edad debe de tener.
—Ella es modelo —mascullo. —¿Usted cree que…?
Él medico asiente. Algo estalla en mi pecho ante la idea de lo que ha
ocurrido, los sucesos recientes de la imagen de Megan se reproducen en mi
mente. ¿Cómo no me di cuenta? ¿Cómo no pude percatarme de lo que
estaba haciendo?
—Probablemente ha estado siguiendo una dieta estricta, estos
problemas son comunes por chicas que comienzan con el modelaje —
informa—. Ha despertado, puedes pasar con ella.
Asiento. Me giro, para observar a Ryan quien parece sospechar lo
mismo que yo.
—No vayas a llamar a nadie —advierto—. Hasta que vuelva.
Él asiente, regreso mi atención al doctor cuando él hace una seña para
que lo siga. Mientras lo hago, el sentimiento de molestia solo se incrementa
más y más en mi pecho, siendo imposible de eliminar.
La sola idea de que mi madre le estuviera haciendo esto a Megan
conseguía que una ira cruda se instalara en mi pecho, un sentimiento de
protección absoluta me había acompañado siempre, desde el momento en el
que Megan nació.
Cuando esto comenzó, me prometí a mí mismo que haría cualquier cosa
para garantizar que estuviera bien. Y esta, no sería ninguna excepción.
 
 
 
 

 
 
39 NECESITO LA VERDAD
 
Alexander Campbell.

E n cuanto abro la puerta de la habitación en la que Megan se


encuentra, mis ojos la buscan con ansias. Algo dentro de mí parece
estrujarse cuando la miro sobre la cama, con los ojos cerrados y con un
color de piel mucho más pálido de lo habitual.
Ella abre los ojos cuando el sonido de la puerta al cerrarse se escucha.
Me observa por un par de segundos antes de cerrar los ojos de nuevo.
—Ahórrate el sermón, por favor —pide con voz débil.
Un largo suspiro brota de mis labios, camino con lentitud hasta llegar a
la silla que se encuentra a un costado de la cama, la observo por un par de
instantes antes de tomar asiento.
—Anemia, Meg. ¿Sabes lo peligroso que es eso para tu salud? —
inquiero con suavidad. Ella suspira, abre los ojos de nuevo mientras me
observa en silencio.
—Tal vez me excedí un poco con la dieta, es todo.
—¿Un poco? Él medico dijo que estas por debajo del peso normal de
una chica de tu edad. ¿En que estabas pensando?
Ella no responde, la frustración comienza a invadirme ante su silencio.
—¿Mamá te está…?
—¿Por qué tienes que involucrar a mamá siempre? —cuestiona con
brusquedad—. Ella no tiene nada que ver en esto.
—Ah, ¿no?  —La molestia es evidente en mi voz, y no me preocupo por
disimularla—. ¿Qué acaso no dijiste que ella se estaba haciendo cargo de
tus planes alimenticios? No intentes defenderla ahora.
—Ella no tiene nada que ver en esto —masculla—. No sé qué
problemas tengas con ella, pero deja de culparla por todo.
La incredulidad me invade, la chica que se encuentra frente a mí está
muy lejos de parecerse a mi hermana.
—¿Qué es lo que ocurre? —insisto—. Dime la verdad.
—Alex, te estoy diciendo la verdad. Excedí la dieta, eso es todo lo que
ocurrió —responde con frustración.
—Esto lleva meses, Megan. No se llega a este punto solo porque hayas
seguido una estricta dieta por un par de semanas.
—¿Ahora eres nutriólogo? —inquiere con diversión—. Por favor, Alex.
—No, no soy nutriólogo, pero tampoco soy estúpido —espeto—basta
con ver una fotografía tuya de un par de meses y notar que has bajado
demasiados kilos.
—¡Porque es necesario!
—¡Claro que no, por Dios! —grito con exasperación. —¡Nada de esto
es necesario! ¡Entraste inconsciente! ¿Por qué no me dices que es lo que
ocurre? ¡Joder Meg! ¿Tienes idea de lo preocupado que estuve?
Sus ojos se humedecen, me obligo a mí mismo a recuperar la
compostura, nunca le había hablado de este modo, jamás nos habíamos
envuelto en una discusión como esta.
—Necesito saber qué es lo que está pasando. Necesito que me lo digas.
Ella parpadea con rapidez, un suspiro tembloroso brota de sus labios
mientras desvía la mirada hacia sus manos.
—Tenía una pasarela para este fin de semana, en la semana de la moda
en Nueva York —pronuncia en un susurro. —Todo estaba bien, hasta hace
unos días. El diseñador con el que participaría vio que algo iba mal.
Tomo una inhalación antes de acercarme a ella, me coloco a un costado
de la cama, logrando que centre su atención en mí.
—Dijo que no cumplía con los requisitos. Dijo que mi peso no era el
adecuado para modelar con sus diseños, dijo que se necesitaba algo más que
ser la hermana de una súper estrella para poder aparecer en el desfile. —
Algo se remueve con furia dentro de mi cuerpo—. Entonces decidí que
tenía que bajar al límite establecido, tal vez si conseguía tener el peso
requerido antes del desfile podría participar.
—Meg…
—Pero no fue posible —solloza—. Tal vez si hubiese seguido los
consejos de mamá desde el inicio esto no…
—No, detente —articulo—. Meg, no necesitas estar bajo los estándares.
—No sabes nada —reprocha —tú lo tienes todo, Alex. Yo tengo que
hacer sacrificios para conseguir entrar a un maldito desfile.
—Megan…
—¿Puedes dejarme sola ahora?
—Sabes perfectamente que no me iré —pronuncio cruzando uno de mis
brazos por su espalda, en un intento de abrazarla.
Megan se gira, quedando contra mi pecho y verla llorar de esta manera,
supera por mucho mis intentos de permanecer fuerte.
—Habrá más oportunidades, Meg —pronuncio mientras acaricio su
cabello. —Este no es el fin del mundo. Apenas comienzas, tienes todo un
camino por delante.
Ella no responde, simplemente se acurruca contra mi pecho. No sé
cuánto tiempo es el que permanecemos de esa manera, hasta que ella se
queda dormida. Me deslizo por el colchón, intentando no despertarla.
Él médico se encuentra conmigo al momento en el que salgo de la
habitación, al parecer Megan tenía que permanecer un par de días más en el
hospital bajo observación y tratamiento, para que su cuerpo recuperara las
vitaminas que había perdido.
Cuando llego a la sala de espera, Grace se incorpora apenas me ve.
—¿Cómo está? —inquiere.
—Estará bien —afirmo. —¿Podrías quedarte al pendiente de ella en lo
que vuelvo? —inquiero hacia Ryan.
—Claro —responde —pero ¿A dónde irás?
No le respondo, salgo de la sala mientras saco las llaves del auto.
—Alex —me detengo en cuanto escucho la voz de Grace a mis
espaldas.
—Te llevaré a casa ¿de acuerdo? —inquiero girándome hacia ella.
—¿Iras con tu madre? —pregunta.
—Tengo que hablar con ella —mascullo—. ¿Quieres que te lleve a tu
departamento? Puedes quedarte conmigo esta noche si lo deseas.
—Iré contigo, puedo esperarte en el auto —sugiere. Su semblante
preocupado logra que una diminuta sonrisa tire de mis labios—. No quiero
que cometas una locura.
—Hablar con mi madre no es una locura —murmuro.
—Eso depende de lo que vayas a decirle —pronuncia.
Una sonrisa más grande se adueña de mis labios, niego un par de veces
antes de hacerle un ademán con la cabeza para que vayamos al auto.
 
—Estaré bien —pronuncio cuando estacionamos en la entrada de la
casa de mi madre—. No te preocupes.
—¿Estás seguro? —inquiere. Sonrío al mismo tiempo que me quito el
cinturón de seguridad.
—Seguro.
Salgo del auto antes de que ella pueda decir algo más. Camino hacia la
entrada de la casa, el auto de mi madre se encuentra fuera así que es indicio
que se encuentra adentro.
Toco un par de veces antes de que la puerta se abra, saludo a la chica
que ha abierto y en cuanto ella me indica el lugar en donde mi madre se
encuentra, me encamino hacía ahí.
—Vaya ¿a qué debo tu visita? —cuestiona apartando la mirada del libro
que sostiene en manos. —No has venido con tu abogado. —Se incorpora de
la cama, dejando el libro a un costado para centrar su atención en mí.
—Eso es porque no estoy aquí para hablar de mí.
—¿Y a qué has venido entonces?
—Megan está en el hospital —su semblante cambia, la preocupación
invade su rostro mientras camina con prisa hasta quedar un par de pasos
frente a mí.
—¿Qué fue lo que pasó? —inquiere —¿Ella está bien? ¡Dime algo! —
exige cuando permanezco en silencio.
—Tiene anemia. Producto de las dietas que la has obligo a seguir.
Eso parece confundirla, tanto que me cuestiono lo gran actriz que
parece ser.
—Alexander no…
—¿No la has estado obligando a bajar de peso? —cuestiono —¿No le
has metido ideas en la cabeza para convencerla de meterse a todos esos
malditos desfiles?
—¡Claro que no!
—Me dijo que le cambiaste el plan de alimentación varias veces, que la
has llevado con varios doctores…
—Megan quiere ser modelo, yo solamente la estoy ayudando.
—Sí, pues tu ayuda resultó en que ella terminara en el hospital —
reprocho —tienes que parar, Marian. Estás acabando con su salud.
—¡Yo sería incapaz de hacerle algo como eso a Megan! —grita. Sus
palabras me golpean, como si fuese una daga que se incrusta en mi pecho
—. Es mi hija, no haría algo para dañarla.
—Oh, bueno. Entonces todo está claro —mi voz brota en un susurro
tenso, en uno que deja una punzada dolorosa en mi pecho.
—Alex, no quise decir eso —pronuncia, da un par de pasos en mi
dirección, pero se detiene en cuanto yo retrocedo.
—No, claro que quisiste —afirmo sintiendo el corazón arañarme con
algo parecido a dolor—. Es bueno saber que no sientes hacia mí el mismo
afecto que hacía Megan.
—No digas tonterías —pronuncia —Sabes que te quiero, lo has sabido
siempre, Alex.
—¿Esta en entonces tu forma de demostrar que nos quieres? —
cuestiono—. ¿Realmente es la única forma que encuentras? Vas a acabar
con nosotros, y cuando eso ocurra, no tendrás nada más que todo el maldito
dinero que has conseguido gracias a mí, cosa que espero sea suficiente para
complacerte, para complacer tu ambición de dinero y poder.
No responde, pero la mirada que me dedica es suficiente para tener una
contestación.
—Cuando acabes con tus hijos, espero que no te arrepientas, Marian.
No dice nada, no da ninguna respuesta y eso es todo lo que necesito
para saber que no tengo nada más que hacer en este lugar.
 
Grace Baker.
No sé qué es lo que Alex habló con su madre, sin embargo, debió ser
algo lo suficientemente malo como para conseguir que se mantuviera en
silencio todo el camino.
Cuando llegamos a su hogar, él no dice absolutamente nada. Tampoco
me abre la puerta del auto como es su costumbre, así que una oleada de
preocupación me invade mientras bajo e intento seguirlo al interior de la
casa.
Lo sigo a la habitación, él se dirige al baño y cierra la puerta con fuerza,
el sonido retumba por el lugar debido al silencio que hay. Incapaz de hacer
otra cosa, tomo una inhalación antes de subir a la cama.
Ryan llamó cuando estábamos regresando al hospital, al parecer Megan
no quería que Alex estuviese ahí, eso había sido suficiente para que él
decidiera volver a la casa, sin siquiera insistirle para que cambiara de
opinión.
Mi celular suena, lo tomo leyendo de manera inmediata el nombre de
Jane en la pantalla. Me cuestiona sobre si volveré al departamento esta
noche, pero con la actitud de Alex, no creo que sea una buena idea dejarlo
solo. Respondo que no y le prometo que nos veremos mañana por la
mañana. Dejo el celular a un costado de la cama, cierro los ojos mientras
echo la cabeza hacia atrás. El sonido del agua corriendo es todo lo que se
escucha en la habitación, consiguiendo que un ambiente incómodo
comenzara a instalarse.
Recorro la habitación con la vista, varias veces he estado aquí, pero
pareciera que siempre hay pequeños detalles que no logro percibir. Me
incorporo de la cama, fijo mi mirada en una de las esquinas de la habitación
al tiempo que me acerco a pasos lentos hacia ahí.
Un pequeño cesto lleno de hojas arrugadas de papel se encuentra casi
tan escondido que es poco probable que a simple vista se descubra. Me
coloco en cuclillas mientras extiendo una de mis manos para poder tomarlo.
Una de las bolas de papel arrugado es lo primero que recojo, extiendo la
hoja encontrándome al momento con una caligrafía bastante reconocible.
La hoja está completamente llena de tachones, la rapidez con la que
parecía haber sido escrita la letra hacen que algunas palabras sean difíciles
de entender, y las siguientes hojas que tomo, están prácticamente en el
mismo estado.
—Son basura —me sobresalto cuando la voz de Alex se escucha en la
habitación. Me incorporo al instante, sosteniendo aún un par de hojas entre
mis manos.
—La letra es genial.
—Son basura, ya lo he dicho —responde dándome la espalda. No lleva
camiseta, solamente porta unos pantalones ligeros para dormir logrando
darme una vista excelente de su trabajada espalda.
Los recuerdos de lo que sucedió, o estuvo a punto de suceder, en este
mismo lugar, regresan a mi mente. Me obligo a mí misma a dejar de pensar
en eso porque es evidente que Alex no está bien.
—¿Qué ocurre? —inquiero con suavidad mientras camino unos cuantos
pasos para poder quedar cerca de él.
—Nada —responde sin mirarme.
—Eres un pésimo mentiroso —mascullo. 
Él me observa, las comisuras de sus labios tiemblan y tras un par de
segundos, una sonrisa se posa en su rostro, una que no llega a sus ojos.
—¿Qué ocurre, mi amor? —insisto.
Un largo suspiro brota de su cuerpo, desvía la mirada, centrándola en las
fotografías que están colgadas en la pared frente a nosotros.
—Siempre consideré la idea de que el afecto que mi madre sentía hacia
mí era mínimo —masculla bajando la mirada. —Porque no entendía cómo
es que es capaz de hacerme todo esto, como no le importaba el hecho de
que su hijo se estuviera destruyendo por complacerla. Siempre creí que al
menos, sentía cierto grado de amor hacia mí.
—Alex…
—Pero no lo hace —la amargura tiñe por completo el tono de su voz. —
¿Sabes qué fue lo que dijo cuándo le cuestioné sobre lo que le estaba
haciendo a Megan? —me observa y en sus ojos hay una nueva emoción,
una que opaca por completo el brillo de mi chico —Dijo “Sería incapaz de
hacerle algo como eso a Megan, es mi hija, nunca haría algo para dañarla”
—soy consciente de la forma en la que aprieta la mandíbula, como si
estuviese en un intento de contener todas las emociones que lo invaden—.
Es gracioso que yo también soy su hijo, y a mí me daña con toda la
intención del mundo.
Su voz tiembla, sacude la cabeza mientras cierra los ojos. Tomo asiento
a su costado, apegándome tanto a él que consigo cruzar uno de mis brazos
detrás de su espalda. Dejo reposar mi cabeza contra su hombro mientras lo
envuelvo en mis brazos.
—¿Qué clase de madre hace algo como esto, Grace? —cuestiona—. No
se supone que lo hagan.
—No, no se supone —susurro —pero no podemos controlar la forma en
la que los demás deciden actuar. No entiendo el actuar de tu madre, por
mucho que lo he intentado no consigo encontrar una razón, pero…
—No vayas a decir que aun así me quiere —pronuncia—. Es evidente,
Grace. No lo hace. Y esa es la única razón por la cual consigue hacer todo
esto sin el más mínimo remordimiento.
El silencio nos consume, me aparto cuando Alex se incorpora quedando
a un par de pasos de distancia.
—Estoy tan cansado de todo esto —susurra—. ¿Cómo algo que amas
hacer logra conseguir que te sientas tan mal?
—La música no es lo que te hace sentir mal —articulo —es tu entorno
el que se encarga de infundirte estos sentimientos. Alex, tú amas la música.
—Algo en su mirada cambia cuando me escucha decir eso. —Y entiendo
que esto es complicado, mucho más de lo que puedo imaginar, pero el
sentimiento de comenzar a odiar algo que amas, es infundido por el entorno
que te rodea, por las personas que están a tu alrededor. Tú no odias la
música.
—No, no lo hago —confiesa —pero no sé cuánto tiempo más falta para
que comience a hacerlo.
—Ahí está la cuestión —susurro incorporándome—no debes permitir
que te hagan odiar algo que, en el fondo, tú sabes que amas. Pero si te
sientes infeliz, si algo que antes amabas te hace infeliz, para por un
segundo.
Su mirada se profundiza, extiendo la mano para acariciar su rostro, un
gesto suave que elimina la tensión en su cuerpo.
—Detente por un segundo, toma un respiro. Estoy segura que, si hablas
con Ryan, lo permitirá.
Él coloca una de sus manos en mi cintura, me atrae a su cuerpo y pronto
me encuentro envuelta en sus brazos. Soy capaz de sentir la forma en la que
su corazón late, con fuerza, golpeando contra su pecho.
—Te quiero —susurra observándome de una manera profunda —Te
quiero demasiado, Gracie. —Sus palabras son suficientes para ocasionar un
revuelo en mi interior, una revolución, que deseo que no se acabe nunca.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
40 A LA LUZ
 
Alexander Campbell.

M egan no respondió mis llamadas, prácticamente no quiso


hablar conmigo aun cuando permanecí un largo rato afuera de su
habitación. Al final, mi madre me había convencido para que me marchase
a casa.
No entendía la actitud de Megan, no conseguía comprender porque ella
parece tan enojada conmigo.
—¿Estás listo? —cuestiona Ryan. El momento del concierto había
llegado, Grace no pudo acompañarme, Paul tampoco. La esperanza que
tenía de que Megan pudiera venir también se esfumó así que hoy, solamente
tenía a Ryan y a Tania acompañándome.
—Lo estoy —respondo mientras me coloco el audífono en uno de mis
oídos—. ¿Los chicos están en el escenario?
—Todos ya están en sus puestos —me informa —solo esperan por ti.
—Y no se te olvide esto —pronuncia Tania mientras me entrega la
guitarra.
—No podría olvidarlo —afirmo con una sonrisa.
—Bien, entonces ve y haz estallar ese escenario —pronuncia Ryan
mientras me da un leve empujón.
Camino hasta la plataforma, me cuelgo la guitarra mientras tomo una
inhalación, tan solo un par de segundos después la plataforma comienza a
elevarse. Soy capaz de escuchar el estridente sonido de los gritos
emocionados, una sonrisa ladeada se apodera de mis labios mientras cierro
los ojos.
—¡Buenas noches! —mi voz resuena por los altavoces. El ruido parece
incrementar por mucho de intensidad y cuando me acerco al borde del
escenario, puedo jurar que se hizo aún más intenso. —¿Están listos para
comenzar?
Una sonrisa satisfecha se adueña de mi rostro cuando el grito unísono se
hace escuchar. Entonces, deslizo uno de mis dedos sobre las cuerdas de las
guitarras, consiguiendo que el primer acorde se escuche.
La banda detrás de mí comienza a tocar, me muevo por el escenario
mientras sujeto con firmeza la guitarra. Es como si de cierta forma, mis
dedos cobraran vida propia para poder tocar.
 
Te he mirado, lo he hecho desde que llegaste
Te he mirado y pensado: ¿Cómo llegó a mí?
Me siento en una especie de sueño,
Un sueño que siempre he deseado vivir,
Un sueño del cual no quiero despertar.
 
¿Eres real? Esto se siente como una fantasía.
Contigo, cielo, me siento en una fantasía,
En un cuento de hadas,
De esos que tienen finales felices.
 
¿Eres real?
No quiero despertar, no quiero descubrir que eres un sueño
No quiero despertar por la mañana,
Y descubrir que solo existes al anochecer.
 
Te volviste mi todo,
llegaste a mí y te volviste una necesidad
algo indispensable para vivir.
Y ahora, no consigo apartarme de ti
no consigo dejarte ir.
 
Así que cielo,
Mírame y déjame saber…
Que eres real.
Que no estás solo al anochecer .
 
 
Su imagen no abandona mi mente en ningún momento, no lo hace a
pesar de que la canción ha terminado y un rugido emocionado recorre toda
la instancia. Sonrío, mientras elevo una de mis manos y me dejo llevar por
la música de la siguiente canción que la banda comienza a tocar.
 
Extrañaba el sentimiento de absoluto bienestar que me hacía sentir el
tocar de esta manera, apenas bajo del escenario, Ryan aparece frente a mí,
con una sonrisa orgullosa en el rostro.
—¡Eso fue sensacional! —exclama mientras da un par de palmadas—.
La audiencia en vivo aumentó considerablemente desde la última vez, Alex,
cada vez eres más grande.
—Oh, por favor —respondo aceptando la botella que Tania me entrega
—. No exageres.
—Los números no mienten, de seguir así, la idea de una gira no está tan
descabellada —pronuncia.
—Una gira es lo que menos necesito ahora, si no quieres mi muerte, ni
siquiera se te ocurra planearla.
No podía alejarme demasiado de la ciudad porque sabía que Bill había
comenzado con los trámites para solicitar una audiencia con un juez, debido
a la incapacidad de conseguir un arreglo con mi madre.
—No vamos a entrar en discusión por eso —afirma—. Ahora ve y toma
un baño, Tania te llevará todo lo necesario para que puedas llegar al hotel.
—Sí señor —respondo. Ryan sonríe, sacude la cabeza al tiempo que
cruza por mi lado.
Tania camina a mi costado, en silencio mientras observa la tableta que
sostiene entre sus manos.
—Mañana hay una entrevista programada —informa—. En un
programa local, en vivo.
—Parece que Ryan no entiende que detesto los programas en vivo.
Una vez que llegamos al camerino, dejo la guitarra en su lugar, Tania
me entrega un conjunto de ropa limpia mientras señala el baño.
—Tenemos media hora antes de que los autos lleguen, así que debes
darte prisa.
—Antes necesito mi celular —le recuerdo.
—No lo tengo —confiesa —Ryan se quedó con el luego de que me lo
entregaras, le diré que me lo de. 
La observo salir de la habitación, tomo todo lo necesario antes de
adentrarme al baño. Abro la llave del agua, sin esperar porque esta tenga la
temperatura adecuada. Mis músculos se relajan al instante en el que mi piel
entra en contacto con el líquido, cierro los ojos, disfrutando de la sensación.
Cuando termino, me coloco la ropa que Tania me ha entregado hace
algunos momentos y salgo, cuando lo hago, Ryan ya se encuentra ahí,
sentado a mitad de la habitación.
—Creí que estarías…
Detengo mis palabras cuando noto que sostiene mi celular en las manos
y cuando eleva la mirada, por la forma en la que me observa, sé que lo ha
descubierto.
—¿Cuándo pensabas decirme que tenías un asunto legal pendiente?
Mi cuerpo se tensa, intento formar en mi mente una respuesta que
consiga sacarme del apuro en el que he entrado, pero simplemente no lo
consigo. No hay manera de plantear excusas en algo como eso.
—¿No vas a decir nada? —insiste.
—No podía —mascullo.
—¡No podías y una mierda, Alexander! —brama—. ¿Tienes idea de lo
que eso implica? ¡Estas cosas tengo que saberlas!
Cierro los ojos, repitiéndome mentalmente que podía encontrar una
respuesta para dejarlo tranquilo.
—Vas a decirme ahora de que se trata —pide incorporándose. Cuando
me entrega el celular, lo enciendo, descubriendo el mensaje de Bill en la
pantalla.
“He conseguido una audiencia con el Juez. Nos reuniremos con el
abogado de tu madre nuevamente, espera mi llamada”
—Si pudiera lo haría —pronuncio—. Ryan, de verdad que no puedo
hacerlo.
—¿No? ¿Entonces quieres que llame a tu madre y le pregunte yo
mismo?
—¡No! —grito—. No hagas eso.
Él eleva una de sus cejas en cuanto observa mi expresión ansiosa ante el
hecho de que llame a mi madre.
—Si no me dices que sucede, la llamaré y le preguntaré —advierte —
Soy tu manager, estoy a cargo de tu maldita carrera y no puedo creer que
estés ocultándome cosas como esta. Si la prensa se entera ¿Quién crees que
tiene que dar la cara por ti? ¿Quién crees que es el encargado de librarte de
escándalos públicos?
—Es más complicado de lo que crees, estoy en proceso de solucionarlo,
pero necesito que no insistas en esto. Te juro que si pudiera decirte de que
trata lo haría, me conoces bien, sabes que te diría lo que ocurre.
—¿Qué es lo que tu madre te ha hecho, hijo? —De pronto, es como si
fuese mi padre el que se encontrara frente a mí. Se siente de esa manera. —
Alex sabes que te defenderé si esa mujer te está haciendo daño. Es mi
trabajo, y te aprecio lo suficiente como para no importarme nada. Pero para
eso, necesito saber que ocurre.
Conocí a Ryan mucho después de que mi padre falleciera, desde el
primer momento en el que se presentó me di cuenta de que se trataba de un
hombre en el cual podía confiar. A lo largo de los años en los cuales ha
estado al frente de mi carrera, se ha convertido en un amigo, casi una figura
paterna. Y en estos momentos necesito tanto de algo como eso, que terminó
cediendo.
—Ella tiene el control —susurro —tiene el control de todo. Tiene mi
firma en un contrato en el cual le cedo todo, no tengo nada, Ryan. Y ahora
estoy luchando por que esto se acabe, por poder tener mi vida de regreso, el
control de lo que hago, de la forma en la que vivo. Esa es la razón por la
que nunca le digo que no, por la que jamás me opongo a lo que ella quiere
que haga.
No dice ninguna palabra, camina en silencio hasta colocarse frente a mí,
cuando coloca una de sus manos sobre mi hombro, me siento reconfortado.
—Has enfrentado esto tu solo por largo tiempo —pronuncia. —Tal vez
es hora de que haya alguien que vea por ti.
—Ryan…
—Desde ahora, tu madre no volverá a obligarte a hacer nada ¿de
acuerdo? Jamás ejercí la completa autoridad que me corresponde como tu
manager porque creía que tu madre y tú…—no termina de hablar —tenía
una idea equivocada, al contratarme tu madre me dio la suficiente autoridad
para poder manejar tu carrera musical. Así que, hijo, no volverás a tener
que preocuparte porque ella te obligue a hacer algo. ¿entendido?
Sonrío, de cierta manera es como si alguien elevara todo el peso sobre
mis hombros.
—Gracias —sonríe, deja un par de palmadas sobre mi espalda mientras
hace un movimiento con la cabeza, señalando la puerta.
—Anda, muévete que tenemos que irnos —apresura—. Que mañana
será un largo día.
Cruza por mi lado, abre la puerta mientras me dedica una mirada
apresurada, una risa me invade y no me preocupo en disimularla. Me sentía
bien, y esto es todo lo que importa ahora.
 
Tal y como Tania lo había dicho, al día siguiente me encuentro en el set
de grabación de un programa de televisión. No conocía al presentador, no
sabía qué clase de persona era ni los medios que empleaba para sacar
información.
Me gusta estar prevenido, sin embargo, en este tipo de situaciones
confiar en que no habría ninguna fotografía que me metiera en apuros era lo
único que me quedaba.
—Veinte minutos, podrás sobrevivir —pronuncia Tania mientras me
ayuda a colocarme el micrófono en la camisa—. Estarás bien.
—Si no es así, dile a Grace que la quiero y que lamento haber muerto en
un programa de televisión en vivo.
Una carcajada brota de su cuerpo, obligándola a apartarse un par de
pasos antes de conseguir tranquilizarse. Me da un leve empujón,
obligándome a caminar hacia el centro del set. El presentador luce amable,
intercambiamos algunas palabras antes de que uno de los camarógrafos de
la señal de que hay que comenzar.
—¡Bienvenidos a un nuevo programa! —exclama el hombre a mi
costado —Como pueden ver, hoy contamos con la presencia de un invitado
de lujo —afirma girándose hacia mí—. Alexander, es un honor tenerte aquí.
—El gusto en mío Clay —murmuro —agradezco la invitación.
—Tu nuevo álbum es toda una sensación —afirma mientras toma uno
de los discos que se encuentran en la mesa que nos separa —parece ser que
tuviste bastante inspiración romántica para componerlo.
—Sí, algo —respondo con una pequeña sonrisa.
—¿Tiene una dedicatoria especial? ¿Lo compusiste para una persona
especial? —cuestiona—. Creo que a todos nos encantaría saber eso.
—Algunas de las canciones fueron inspiradas en alguien —confieso con
una leve sonrisa. 
—¿Y ese alguien, es una chica? —cuestiona —me parece recordar que
hace algunos meses, diste la noticia de que has comenzado una relación.
Eso es algo nuevo, no se te había visto con nadie más desde hace tiempo. Y
apuesto a que todas tus fanáticas quieren saber la respuesta. ¿O no?
El grito de la audiencia me hace sonreír.
—Su nombre es Grace, y efectivamente, Clay. Tenemos una relación
que comenzó hace algunos meses. No estoy seguro de que nos está viendo
justo ahora, pero…— fijo mi mirada en una de las cámaras —pero ella me
hace muy feliz.
—No conocíamos esa faceta tuya de chico enamorado —afirma con una
sonrisa captando mi atención de nuevo—. Es nueva en ti, y creo que tus
fanáticas están encantadas con eso. Algunas incluso dicen que pareces
alguien distinto.
—Creo que sigo siendo yo, solo que más feliz —admito —me alegra
saber que, a pesar de todo, aún hay quienes se alegran por nuestra relación,
algunas otras son algo…agresivas.
—Es el precio por ser alguien tan exitoso y codiciado —responde con
diversión. —¿Cómo está tomando ella esto de ser la novia de Alexander
Campbell?
—Estamos bien, nuestra relación esta de maravilla justo ahora. Creo
que es la chica ideal.
—Oh, creo que esa frase ha roto muchos corazones en estos momentos
—afirma —ahora Alex, dime algo. ¿Planeas seguir componiendo canciones
tan románticas como las de este álbum?
—Seguro —Clay parece satisfecho, el tema de mi relación con Grace
parece pasar a segundo tramo y durante el tiempo restante, me cuestiona
sobre los otros aspectos de mi carrera.
Para cuando el tiempo termina, me despido de él y salgo del set. Tania
me recibe con una sonrisa mientras eleva uno de sus pulgares.
—Sobreviviste —pronuncia —me alegra el no tener que llevar una
noticia fúnebre a tu chica.
Sonrío, ella me regresa el celular y mientras salimos, este suena. Lo
saco de mi bolsillo, deteniendo mis pasos en cuanto leo el nombre de Grace
en la pantalla.
 
Grace:
Tú también eres mi chico ideal.
 
Grace Baker.
Jane no ha dejado de parlotear sobre lo romántico que fue el hecho de
que Alexander hablara de mí en televisión. Había intentado por todos los
medios que se callara, pero nada dio resultados.
—Estás comenzando a acabar con mi paciencia —mascullo—. Jane,
necesito que te calles ahora.
—¿Por qué eres tan amargada? —se cruza de brazos mientras toma
asiento en el borde del colchón —no luces ni por un segundo emocionada.
—Claro que estoy emocionada —confieso —pero eso no significa que
tengo que estar hablando sobre eso.
—¡Mi mejor amiga es famosa! —chilla elevando los brazos.
—¡No soy famosa! —exclamo—. Alexander es el famoso.
—¡Y tú eres su novia! —ruedo los ojos con exasperación. Esta mujer
iba a provocarme alguna especie de colapso por estrés.
—Murphy, cierra la boca ahora o postearé esa foto tuya que tanto te
avergüenza en mis redes —amenazo —con una bonita descripción al pie de
foto.
—No lo harías —elevo una de mis cejas, tomando el celular. Ella
camina con rapidez hasta arrebatármelo de las manos y lo lanza de nuevo
sobre la cama—. De acuerdo, de acuerdo.
Se deja caer a mi lado, y a pesar de que dijo que dejaría de molestar, la
mirada divertida que me lanza me hace saber que está guardándose sus
comentarios.
—¿Cuándo volverá tu chico? —inquiere en un intento de cambiar de
tema.
— No lo sé, dijo que estaría fuera un par de semanas —confieso —así
que no creo que lo pueda ver pronto.
—¿Tiene otro concierto?
—Han pasado varios días desde que se fue, así que no se con exactitud
cuando esté de regreso —tomo una inhalación antes de dejar caer mi
espalda sobre el colchón.
El sonido del celular se escucha, me veo en la obligación de
incorporarme para conseguir alcanzarlo, un número desconocido se muestra
en la pantalla y pese a que no suelo tomar esas llamadas, esta vez lo hago.
—¿Hola? —inquiero apenas tomo la llamada.
—¿Grace Baker? —la voz de un hombre se escucha al otro lado de la
línea.
—Si ¿Quién habla?
—Soy Tom Clinton, reportero de la revista…
—No sé cómo ha conseguido mi número de teléfono, pero cualquiera
que sea su intención al llamarme creo que no será posible.
—Solamente queremos saber un par de cosas sobre Alexander
Campbell, suponemos que tal vez quiera ayudarnos. La información que
nos pueda brindar será valiosa y le pagaremos…
Cuelgo la llamada sin siquiera esperar que el hombre termine de hablar.
—Primero tengo a reporteros aguardando en la puerta de mi entrada, y
ahora me llaman para pedir información sobre Alexander ¿en qué clase de
personas se han convertido? ¿Por qué el afán de conocer todo sobre la vida
de alguien más?
Un suspiro frustrado brota de mis labios, Jane me observa con atención
mientras vuelvo a recostarme en la cama.
—Es su trabajo, la prensa de eso vive, Grace —me recuerda mientras se
coloca frente a mí—. La cuestión es ¿cómo han conseguido tu número?
—No tengo idea —confieso —pero no sé qué clase de persona puede
creer que daré información sobre mi pareja.
—Bueno, hay mucha gente que lo hace, el dinero mueve todo.
—Sí, bueno, a mí no interesa el dinero —mascullo. —¿En qué clase de
persona me convertiría si le hiciera algo como eso a Alex? Sería incapaz.
—Oh, eres tan buena —Jane se abraza a mi cuerpo, dejándome
confundida ante su repentina muestra de cariño —si ese idiota te dejar ir
¿me das permiso de golpearlo?
—No lo llames idiota —pido —¿Por qué querrías golpearlo?
—Lo llamo idiota ante el supuesto de que sea capaz de dejarte ir,
entonces estoy solicitando tu permiso para patear su trasero —una risa me
invade mientras asiento.
—Si ese supuesto se hiciera realidad, tienes el permiso de patearle el
trasero a Alexander Campbell —afirma—. Con la condición de tomar
algunas fotografías, para poder verlas después.
Ella ríe, me dedica un asentimiento antes de abrazarse a mi cuerpo de
nuevo, esta vez, no me molesto en lo absoluto.

 
 
 
 
 
41 SIEMPRE VOLVERÉ A TI
 
Alexander Campbell.

L levo una semana en el cual el único método de comunicación


que había tenido con Grace han sido las video llamadas y los
mensajes de texto, la extraño tanto como no consideré que podría llegar a
hacerlo.
Tamborileo las yemas de mis dedos sobre la manera, mientras escucho
el ritmo de la canción que Steph había compuesto. Durante las últimas
semanas habíamos estado pasando tiempo juntos, y de esa forma pude
descubrir la gran habilidad compositora de Stephen.
—¿Qué te parece? —cuestiona mientras esconde las manos en los
bolsillos de su abrigo.
—Creo que es genial —me quito uno de los audífonos cuando la
melodía termina. —realmente creo que es buena.
Una sonrisa aliviada aparece en su rostro, toma asiento de nuevo a mi
lado mientras saca un par de hojas.
—He pensado que, si te agradan, puedes cantarlas para el próximo
álbum.
—¿Estás seguro? Es decir, son tus canciones.
—Sí, creo que será genial con tu voz en ellas. —insiste—. No hay
mucho que yo pueda hacer por mis letras.
—En ese caso, hablaré con Ryan para que te pongas de acuerdo con él
¿sí? Para pagarte un precio justo.
—Oh, vamos —masculla —no es necesario, Alex.
—Steph, no puedo simplemente interpretar tus canciones y esperar que
estés bien con eso. Pagar por ellas es lo menos que puedo hacer.
—Bien, hablaré con Ryan entonces —una sonrisa satisfecha aparece en
mi rostro.
—Dile que las he escuchado, y que deseo interpretarlas —él toma las
hojas en cuanto se las entrego—. De lo demás se encarga él.
—Gracias, Alex —pronuncia con una sonrisa mientras cruza por mi
lado. Lo observo salir de la habitación y cerrar la puerta detrás de sí. Me
incorporo del pequeño banco para ir hacia la cama, he esperado la llamada
de Bill por varios días, sin embargo, esta no había llegado y comenzaba a
sentirme más ansioso.
El hecho de que mi madre se hubiera quedado en Baltimore con Megan
hacía que me sintiera un tanto menos presionado. El saber que podría
descansar en cualquier momento, sin el pendiente de que ella apareciera con
un nuevo compromiso, se sentía bien.
El sonido de una llamada entrante me hace tomar mi celular, deslizo la
pantalla para responder al instante en el que leo el nombre de Bill en ella.
—Hola ¿alguna novedad? —la ansiedad es evidente en mi voz.
—Sí, tengo buenas noticias para ti. He conseguido una audiencia, el
abogado de tu madre ha sido notificado —percibo la emoción en su voz. —
Alex, en dos semanas tenemos que presentarnos a la corte.
Retengo la respiración, el sentimiento de ansiedad se dispara en mi
pecho mientras considero la posibilidad de que esto se acabe.
—¿Alex? —la voz de Bill se cuela por mis oídos. Sacudo la cabeza,
regresando mi atención a él.
—Lo siento, solo que…—me detengo al momento que me incorporo de
la cama —¿realmente…? —No soy capaz de terminar la frase.
—Sí, muchacho —responde Bill con entusiasmo —cada vez estamos
más cerca. Tu madre estará al tanto en algunas horas, así que no te
sorprendas por cualquier cosa que intenta hacer para frenarte. Recuerda, no
muestres ninguna debilidad frente a ella. Debes evitar darle cualquier cosa
que pueda utilizar en nuestra contra ¿de acuerdo?
—De acuerdo —afirmo.
—Nos vemos a tu regreso para poder discutir los demás detalles —
añade.
Él corta la llamada, un sentimiento liberador se instala entonces en mi
cuerpo. El pensamiento sobre que al fin esto puede acabarse, hace que una
sonrisa se adueñe por completo de mis labios.
Alexander:
Cada vez estoy más cerca de acabar con esto, Grace.
 
Tecleo el mensaje con rapidez, luego pulso el botón de enviar mientras
observo la pantalla, impaciente porque su respuesta llegara.
 
Grace:
Estoy orgullosa de ti, mi amor. Sigue así. Te echo mucho de menos.
 
Leo el mensaje varias veces, sin ser capaz de borrar la sonrisa de mis
labios, sin ser capaz de hacer otra cosa que no sea sentirme realmente bien
ante lo que estaba ocurriendo.
 
Alexander:
También te echo de menos, nos vemos pronto, Gracie.
 
Coloco el celular a un costado de la cama, dejo caer mi espalda hasta
chocar con el colchón y entonces, un grito eufórico brota de mi cuerpo. Si
el llegar a este punto se sentía bien, no imaginaba la intensidad de la
emoción cuando esto se acabase, cuanto toda esta pesadilla llegara a su fin.
 
Intenté pasar los siguientes días lo menos ansioso que podía. Los
compromisos en la ciudad habían acabado, así que ahora nos encontramos
en el avión, de regreso a Baltimore.
El par de semanas que nos encontramos lejos fueron mucho menos
tortuosas de lo que consideré, y no podía esperar a que el momento de ver a
Grace otra vez llegase.
La hora y media que faltaba para aterrizar en Baltimore transcurrió con
rapidez, pronto nos encontramos bajando del avión y yendo en busca de
nuestras maletas, tan pronto como caminamos hacia las salidas, me
encuentro a mí mismo buscándola entre la gente que se encuentra esperando
por sus familiares.
Me siento desesperado por verla, necesitando de tenerla en mis brazos
así que cuando la localizo, de pie frente a la multitud sosteniendo un cartel
entre sus manos, es imposible que no corra hacia ella.
Grace se lanza a mis brazos y soy lo suficientemente fuerte como para
recibirla sin terminar cayendo al piso. Ella enrosca sus piernas alrededor de
mi torno mientras sus brazos rodean su mi cuello y se aferra a mí.
—¡Te extrañé tanto! —exclama.
—Yo igual lo hice —confieso mientras escondo mi rostro en el hueco
de su cuello. El habitual aroma dulce que hay en ella me llena por
completo, me hace sentir en casa otra vez.
—Debe ser un recibimiento igual para todos—. Steph nos mira con
fingido recelo mientras se coloca a nuestro costado.
—Bueno, no he visto a mi chico en casi dos semanas, creo que tengo
excusa por esta vez —se defiende Grace con una sonrisa—. ¿O no?
—Solo por esta vez, Baker —advierte señalándola.
Parecía que en las pocas veces en las cuales se habían encontrado,
resultaron suficientes para formar una amistad.
—Hay una ola de reporteros afuera —dice con una mueca—. Apenas y
conseguí entrar sin ser aplastada por la multitud.
—No te preocupes por eso —ahora la voz de Ryan se escucha —los
guarda espaldas llegarán pronto, de hecho, ya están ahí —informa
señalando a un par de hombres que caminan en nuestra dirección.
No era común que Ryan contratara guarda espaldas, de hecho, podía
decirse que tenían que ser ocasiones especiales para que él considerar
utilizar sus servicios.
—Desde ahora irán contigo —informa —por precaución.
Asiento. Tomo la mano de Grace mientras con la otra arrastro la maleta,
ella no mintió al decir que había una ola de periodistas afuera, esperando
por captar algo con sus cámaras. Pronto, nos encontramos rodeados de
varias cámaras, los flashes se disparan y me obligo a colocarme las gafas
cuando la luz blanca es demasiado molesta. Sus preguntas me aturden,
escuchar varias voces al mismo tiempo me dificultaba la tarea de entender
que era lo que querían decir.
Intento responder tanto como me es posible, y como mi entendimiento
me lo permite, sin embargo, cuando notan que tengo la intención de
subirme a la camioneta estacionada a unos metros, ellos lo impiden. Se
agrupan a nuestro alrededor y prácticamente los guarda espaldas tienen que
obligarlos a apartarse.
—Me gustaría responderles a todos —pronuncio captando tu atención
—pero ahora en verdad tengo que irme, ha sido un vuelo largo y deseo
descansar.
Ellos parecen ignorar mis palabras y lanzan sus preguntas casi a gritos,
a duras penas conseguimos entrar al auto. La sensación de ahogamiento
desaparece tan pronto como me encuentro en el interior, me quito las gafas,
centrando mi atención en Grace.
—Eso fue…intenso —dice con una mueca mientras observa a los
reporteros pegados al auto.
El auto avanza, obligando a las personas a apartarse y cuando estamos
lo suficientemente lejos, noto la forma en la que Grace parpadea con
rapidez.
—¿Estás bien? 
Una sonrisa se presenta en mis labios cuando recuerdo la conversación
que mantuvimos durante la gira, sobre lo molesto que le resultaba la luz de
los flashes.
—Olvidé darte mis gafas, lo siento.
—No te preocupes, está bien. Simplemente ahora veo luces de colores
por todos lados —dice entre risas. Se desliza por el asiento, abrazándose a
unos de mis brazos.
—Realmente te eché de menos —afirma —verte por televisión
definitivamente no es lo mismo.
—Y mirarte por una pantalla de celular, no se compara a esto —digo
mientras me inclino hacia ella. La sensación de besarla me envuelve,
demostrándome una vez más lo mucho que la he extrañado.
—Pero has vuelto —susurra apartándose de mí —y eso me es suficiente
por ahora.
—Oh, Gracie —ella ladea la cabeza, observándome con dulzura —
cuando se trate de ti, siempre voy a volver. Es una promesa.
Grace sonríe, permanece a escasos centímetros de mi rostro antes de
volver a besarme, sonrío contra sus labios, incapaz de contener todo el
revuelo en mi interior.
 
Grace Baker.
Alexander ha vuelto a la ciudad, y yo no me he dado cuenta de lo
mucho que lo había echado de menos hasta que lo tuve en mis brazos.
—¿Ya decidiste que hacer en tu cumpleaños? —la pregunta de Alex me
toma por sorpresa, él mira sobre su hombro cuando no obtiene una
respuesta inmediata.
—¿Para mi cumpleaños? —cuestiono.
—Tu cumpleaños es en tres semanas ¿acaso crees que no lo sabía? —
cuestiona dejando a un lado las camisas que sostenía con uno de sus brazos.
—Bueno, es que nunca preguntaste —me defiendo—. Lo que me lleva a
preguntar ¿Cómo lo sabes?
—Tengo mis fuentes confiables de información —dice con una sonrisa
ladeada mientras retoma su tarea de colocar la ropa de nuevo en el armario.
La sorpresa en mi rostro es evidente, tanto que él ríe cuando regresa su
atención en mí. —Grace ¿Qué clase de novio sería si no supiera la fecha de
tu cumpleaños? ¡Sería terrible!
—Es que nunca hablamos sobre esto —me excuso soltando una risa —
ocurrió todo tan rápido que olvide que había detalles que debíamos de saber
el uno del otro.
—¿Eso quiere decir que no sabes la fecha de mi cumpleaños? —
cuestiona cruzándose de brazos.
—Claro que la sé, según Google…—me detengo en cuanto soy
consciente de las últimas dos palabras que he pronunciado. Alex me
observa con diversión al mismo tiempo que eleva una de sus perfectas y
perfiladas cejas.
—¿Buscaste la fecha de mi cumpleaños en Google? —casi parece
incrédulo.
—Nunca me dijiste.
—Porque nunca preguntaste —objeta—. ¿No era más sencillo
preguntarme?
—Bueno, entonces aplica lo mismo para ti —debato. —Al menos tú
sabes la forma en la que conseguí esa información, en cambio yo, no sé si
has mandado a alguien ha investigarme —es realmente patético lo que
acabo de pronunciar y afirmo la sospecha cuando Alex rompe en risas
frente a mí.
—Bien, creo que debemos de dejar este tema a un lado.
—¿Eso quiere decir que si has enviado a alguien a investigarme? —
inquiero con incredulidad—. ¡Alexander!
—¡Claro que no! —exclama divertido — fue tan sencillo como entrar a
tu perfil en Facebook, colocas toda tu información en pública así que no me
fue difícil encontrar la fecha de tu cumpleaños.
Ambos reímos, ante lo realmente ridículo que fueron nuestros métodos
para obtener información.
—No respondiste —me recuerda luego de permanecer algunos instantes
en silencio.
—No lo sé, supongo que pasaré el día con Jane, y contigo, si quieres. —
Alex cierra el armario antes de girarse hacia mí.
—Claramente quiero pasar ese día contigo —dice con obviedad —me
aseguraré de no tener ningún compromiso para esa fecha. Seré todo tuyo.
—Ya eres mío —sentencio —simplemente que a veces te comparto.
El timbre de la casa se escucha antes de que él pueda dar una respuesta.
—¡La pizza llegó! —afirmo mientras me incorporo del colchón.
—Hay dinero en la mesa para que la pagues —informa cuando ve que
tengo la intención de salir de la habitación.
—Esta vez yo invito —Él niega, cierro la puerta antes de que pueda
poner alguna objeción y apresuro mis pasos cuando el timbre suena por
segunda ocasión.
Abro la puerta, encontrándome al repartidor sosteniendo un par de cajas
de pizza entre sus manos. Le entrego la cantidad correspondiente y la
propina y luego de agradecerle, camino de regreso a la cocina.
—¡Alex, baja! —grito mientras camino a la alacena para tomar un par
de platos. El olor me resulta exquisito en cuanto destapo la primera caja, y
me deleito ante lo delicioso que parece lucir. Sirvo las rebanadas en ambos
platos, sin embargo, Alex no ha respondido.
—¡Alex! —llamo de nuevo, el silencio es la única respuesta. Así que
subo las escaleras para poder ir a su habitación de nuevo. —¿Por qué no…?
—Él abre la puerta al mismo tiempo que llego, sostiene mi celular entre sus
manos, y por la forma en la que me observa, sé que algo va mal. —¿Qué
pasa?
El aprieta la mandíbula, soy consciente de que su mirada se ha vuelto
dura, demasiado.
—¿Por qué un reportero te ha hablado? —cuestiona. Inconscientemente
mi mirada viaja hacia el celular que sostiene en una de sus manos.
—Grace, necesito que respondas —masculla—. ¿Por qué un reportero
te ha llamado? ¿Y por qué parece que no es la primera vez que lo hace?
 
 
 
42.- DAME SEGURIDAD.
 
Alexander Campbell.

G race se mantiene en silencio, intercalando miradas entre el


celular y mi rostro. Sabía que, en primer lugar, no debí de haber
respondido su celular. Pero las insistencias de las llamadas lograron hacer
que la tomara, sin imaginar quien estaba al otro lado de la línea.
—¿No tienes nada para decir? —cuestiono con impaciencia.
—Sí, me han llamado un par de veces —confiesa al cabo de unos
segundos—. Alex…
—¿Y por qué no me has dicho? —Ella suspira.
—Porque no tengo que contarte cada diminuta cosa que pasa en mi vida
—masculla mientras me arrebata el celular. —No tiene importancia ¿sí? Me
han llamado y de la misma forma he colgado las llamadas, no les he dado
nada.
Casi parece ofendida ante lo último que ha dicho.
—Debes decirme las cosas que involucran mi carrera —debato.
—Oh, perdóname —el sarcasmo está inmerso en su tono de voz—. Pero
creo que tienes asuntos más importantes que el saber quién me llama o no.
—¿Qué es lo que te han pedido? ¿Por qué te están llamando?
—Porque quieren información, Alex ¿por qué otra cosa me llamaría? —
cuestiona con molestia. —¿De verdad crees que…? —no termina la frase.
—Crees que soy capaz de darles algo —esta vez es una afirmación, una
fuerte y segura afirmación—. Y yo que pensé que confiabas en mí.
—¡Claro que confío en ti! —exclamo.
—Pues no lo parece —objeta cruzándose de brazos —no parece porque
seguramente en cuanto tomaste la llamada, pensaste que les estaba dando
información ¿o me equivoco?
—No, no pensé eso ni por un segundo. Pero sé de lo que es capaz la
prensa, Grace —responde con seguridad —debiste decirme, así puedo
intervenir y que dejen de hostigarte.
—¿Es decir que piensas que puedo darles algo en algún momento?  Esto
es increíble —tiene la intención de marcharse, lo sé en el momento exacto
en el que toma su bolso de la cama.
—No, espera —la sujeto del brazo cuando ella cruza por mi lado—. No
te vayas.
—Es evidente que no confías en mí, porque si lo hicieras no hubieses
dudado ni un segundo. Es decir ¿qué fue lo que te dijo? ¿Saludó como si
fuésemos amigos? ¿Llamó recordando alguna reunión? —se libera de mi
agarre en un movimiento brusco.
—No, y nunca dije que pensara que fueras capaz. Fue inesperado, no
creí que la prensa te buscara. Pero por lo mismo, Grace, debes decirme
estas cosas. ¿Tienes idea de lo que pueden hacer? ¿De las cosas que pueden
inventarte?
—Si no eres capaz de mantener tu confianza en mí, creo que esto está
siendo en vano —afirma.
—¿Qué? ¿De qué hablas? Joder, Grace, no
Ella suspira. Deja caer su bolso contra el estante de la puerta mientras
su cuerpo se relaja.
—No sería capaz de darle ni una pequeña parte de información a la
prensa. —susurra. —Por si te queda alguna duda, jamás haría algo como
eso. Ni aunque me ofrecieran una gran suma, no podría. ¿Y sabes por qué?
—cuestiona acercándose un par de pasos a mi cuerpo. —Porque te quiero,
porque estoy completamente enamorada, y no soportaría el hacer algo que
te causara daño. Sería como clavar un puñal en mi cuerpo. Mi consciencia
no me dejaría tranquila. ¿Necesitas algo más para que te quede claro?
Sonrío, coloco mis manos alrededor de su cintura atrayéndola a mi
cuerpo.
—Necesito que confíes en mí —susurra. —Necesito saber que no
desconfiarás cuando algo como esto pase. Dame esa seguridad.
—Nunca he dudado de ti, Grace —repito —no sería capaz de desconfiar
de la única persona que me ha demostrado confianza absoluta.
Su cuerpo se relaja, me observa con suavidad antes de asentir con
lentitud.
—Confío en ti y quiero que tú también confíes en mí.
—Lo hago, Alex. He confiado en ti desde que te conozco, no haría nada
para dañarte, no sería capaz.
Permanezco mirándola, siendo consciente del significado que tiene la
mujer delante de mí, de todo lo que representa.
—¿Qué pasa ahora?
—Me haces feliz. Me das lo que siempre necesité, eres todo aquello que
me hace sentir bien. Sé que a veces me comporto como un idiota, pero aún
tengo la sensación de que, en algún momento, vas a marcharte.
—No voy a marcharme, a ningún sitio. —asegura —puedes tener la
seguridad de eso.
La sinceridad está expresa en su mirada, Grace Baker se ha trasformado
en algo vital para mí. Y el saber que me quería, tanto como yo a ella, hace
que me sienta afortunado.
Más de lo que algún día imaginé que podría sentirme.
 
No me molesto en considerar que el estar aquí es una mala idea, no lo
hago en absoluto mientras me coloco en la puerta de la casa de mi madre y
toco el timbre un par de veces, esperando que alguien abra.
Marian aparece frente a mí un par de segundos después, no parece muy
contenta de verme, sin embargo, se aparta del camino para permitirme
ingresar a la casa.
—Supongo que vienes a ver a Megan —camino detrás de ella,
siguiéndola hasta las escaleras en donde se detiene. —Está en su habitación,
suerte intentando hacer que te reciba —es todo lo que dice antes de darme
la espalda. La observo ingresar a su oficina, cierra la puerta y la casa vuelve
a sumirse en un completo silencio.
Termino de subir las escaleras para llegar a la habitación de mi
hermana, tomo el pomo de la puerta y agradezco cuando esta no tiene el
pestillo colocado.
—¿Seguirás ignorándome? —se sobresalta cuando escucha mi voz.
Parece un tanto sorprendida al verme en el umbral de la puerta, sin
embargo, se recompone con rapidez,
—¿Qué haces aquí? 
—¿Qué crees que hago? —cierro la puerta detrás de mí, dando un par
de pasos para acercarme a ella. —Estoy preocupado, no quisiste verme en
el hospital, tampoco cuando llegaste a casa, y parece que tienes la entera
voluntad de no contestar mis llamadas ni mensajes.
—Creo que ese es un mensaje claro de que no quiero hablar contigo —
la crudeza de sus palabras logra molestarme.
—Bien, no sé qué problemas tengas conmigo, pero no quieras hacerme
responsable de lo que ocurrió —reprocho—. No entiendo porque te enojas
conmigo, no he hecho absolutamente nada, Meg. Así que ¿puedes hacerme
un favor y decirme que rayos ocurre?
Me mira de soslayo, cruzándose de brazos mientras sube sus piernas a la
cama.
—¿Has movido alguna influencia para que consiguiese participar en los
desfiles? —cuestiona de pronto. —Necesito saber si has llamado a alguno
de tus amigos, para que me permitieran modelar.
—¿Tengo que recordarte que me enteré de tu carrera de modelaje por un
reportero? —El reproche está impreso en mi voz, aun cuando no quiero que
suene de ese modo. —Me ocultaste el hecho de que participaste en varios
desfiles, y la forma en la que lo supe fue por la prensa y por si lo has
olvidado, no estaba de acuerdo con eso.
La escucho suspirar, deja caer los brazos a los costados de su cuerpo
mientras fija su mirada en mí. No hay rastro de enojo en ella, da un par de
pasos en mi dirección antes de poder verme a los ojos.
—Pensé que podía ser como tú —confiesa —creí que podría darme a
conocer de la misma manera en la que tú lo hiciste.  Quería que la gente me
conociera, que viera el talento que poseo —su voz tiembla. —Sé que no es
tu culpa, pero en estos días no he dejado de pensar en por qué tú has podido
conseguir todo, y yo no.
—No tienes que ser como yo. No quiero que seas como yo. Eres
talentosa, y brillante. Pero a veces, el éxito se demora en llegar. A veces
incluso nunca llega, pero no debes darte por vencida, sin importar lo duro
que parezca, debes continuar. Si es lo que en verdad deseas, no puedes
rendirte. ¿Tienes idea de cuantos concursos de talento me echaron?
¿Cuántos perdí antes de poder darme a conocer al mundo? No es una tarea
sencilla, requiere de sacrificios, de una entrega total que tienes que estar
dispuesta a dar. De otro modo, no conseguirás avanzar. Sabes que te amo, y
si quieres que haga un par de llamadas…
—No —interrumpe—. No quiero.
—Este es solo el comienzo. Tienes toda una vida por delante para que el
mundo te conozca. No dejes que una puerta cerrada signifique el final de tu
sueño.
Ella camina hacia mí, me envuelve en sus brazos mientras la siento
apegarse a mi cuerpo. Una sonrisa tira de mis labios mientras la rodeo con
mis brazos, antes de dejar un beso sobre su coronilla.
—Papá no se equivocó —sus palabras me hacen apartarme tan solo un
poco para conseguir mirarla. —Dijo que no tendría que preocuparme por
nada, porque tú cuidarías de mí, y me pidió que yo también cuidara de ti.
—Bueno, si me ignoras durante varias semanas no creo que puedas
hacerlo bien —se aparta de mi cuerpo mientras deja un leve golpe sobre mi
pecho, sin embargo, la sonrisa en sus labios me indica que el enojo se ha
esfumado por completo.
Antes de que pueda responder, nuestra madre ingresa.
—Megan tenemos que irnos.
—¿Sigues modelando? —cuestiono.
—El doctor dijo que podía continuar —confiesa mientras se incorpora
de la cama, la sigo con la mirada, observando cómo se mueve por la
habitación tomando sus cosas—. Tengo que irme, te llamo después.
Sonrío, elevando una de mis manos a modo de despedida. Ella se
marcha, sin embargo, mi madre permanece un momento más en la
habitación.
—Así que realmente lo hiciste —su voz es tranquila, pero eso no evita
que cierta molestia se filtre al hablar.
—No me dejaste opción. —Me giro hacia ella, encarándola—. Te dije
que no iba a detenerme, Marian.
—¿Ahora ya no soy “mamá”? —una risa carente de gracia abandona mi
cuerpo.
—¿Realmente te importa la forma en la que te llamo?
—¿Sabes algo, cielo? —cuestiona dando un par de pasos en mi
dirección. —No has logrado entender el motivo por el cual he hecho todo
esto. Estás tan preocupado por estar en papel de víctima, que no te tomas el
tiempo de apreciar todas las cosas que he hecho por ti. ¿Un juicio? ¿Tienes
que llegar tan lejos? ¿Cuándo planeas detenerte?
—¿Tú te detuviste? —reto —¿Lo hiciste alguna vez? ¿Te tomaste la
molestia de considerar, tan solo por un instante, el parar? No lo hiciste, no
pretendas ahora que yo lo haga.
—¿Planeas llegar entonces hasta las últimas consecuencias? —parece
divertida ante lo que dice.
—Así es —afirmo.
—Cuando pierdas, te darás cuenta de que debiste dejar las cosas como
estaban —advierte. No me da tiempo para responder, sale de la habitación
cerrando la puerta con fuerza.
El momento que tanto ansiaba estaba llegando, y estaba tan concentrado
en conseguirlo, en hacer que se volviera realidad, que no me di cuenta de lo
que realmente estaba sucediendo.
No presté atención a mi alrededor, y ese, fue mi primer error.
 
 
Grace Baker.
—De acuerdo, esto está siendo demasiado —la exasperación en mi voz
es evidente mientras observo mi celular sonar de nuevo—. ¿No entienden
que es una respuesta negativa?
—Al parecer no —Jane toma el celular, cuelga la llamada antes de
volver a dejarlo en si sitio—. ¿Alex sabe de esto?
—Lo sabe, pero no hay nada que pueda hacer al respecto —suelto un
suspiro frustrado al mismo tiempo que termino de acomodar mis cosas en el
interior de mi bolso. Voy tarde al trabajo, y la ansiedad de que a cada
minuto mi celular estuviese sonando por llamadas de números
desconocidos, no ayuda demasiado.
—¿Qué dices si intentas cambiar de número de celular? —sugiere.
—Es demasiado complicado —mascullo —tendré que guardar de nuevo
todos los contactos y…—mis palabras se interrumpen por el sonido de una
llamada entrante. Gracias al cielo, esta vez no se trata de ningún extraño.
Tomo el celular cuando leo en nombre de Lía en la pantalla. —Hola —
saludo apenas tomo la llamada.
—Paso por ti en diez minutos —informa —al parecer no eres la única
que llegará tarde.
Sonrío, coloco el celular entre mi oreja sosteniéndolo con mi hombro
para evitar que cayera. Sabía que esta era una postura poco favorable para
mi columna, pero la inexistencia de un tercer brazo hacía que no tuviese
otra opción.
—Le he dicho a Oliver que estamos atascadas en el tráfico —confiesa
con diversión. —Así que, por esta ocasión, no seremos despedidas por
llegar tarde.
—Eso es reconfortante —aseguro—. Te espero.
Ella me da una confirmación antes de colgar la llamada, guardo mi
celular en el interior del bolso mientras repaso la lista mental para
asegurarme que no estoy olvidando nada.
—¿Esta noche si volverás al departamento? —observo a Jane cuando
habla —Últimamente me has dejado demasiado abandonada —retengo la
risa cuando veo el mohín que forma con sus labios—. La casa es muy
solitaria sin ti.
—¿Quién diría que terminarías extrañando mi presencia? —la molesto
—. Solo por eso, si, esta noche pasaré la noche aquí.
—Tal vez podamos ver películas, tendré todo preparado para cuando
vuelvas —asegura.
—Excelente —el sonido de un claxon me indica que Lía ha llegado, me
cuelgo el bolso en uno de mis hombros mientras tomo el par de carpetas
que hay sobre la mesa—. Nos vemos después.
—¡Considera mantener apagado tu celular! —grita cuando ya he salido
de la casa.
Recorro con la vista los alrededores del departamento solo para
asegurarme que no hay ningún reportero cerca. La sensación de estar siendo
acosada no se va en ningún instante, no sé cómo es que Alex puede lidiar
con esto cada día de su vida.
—Hola, gracias por pasar por mí —agradezco cuando ingreso al auto —
me ahorras el llegar muchísimo más tarde. Pescar un taxi a esta hora es
prácticamente imposible.
—Esa fue la razón por la que decidí comprarme un auto —confiesa —
mis constantes retrasos amenazaban con acabar con la paciencia de Oliver.
—Bueno, el auto no ayudó mucho en eso —bromeo. Lía me observa
con una sonrisa mientras me dirige una mirada de fingida molestia.
—Que quede claro, pude llegar con menos tiempo de retraso, pero he
decidido pasar por mi querida amiga —una risa me invade mientras sacudo
la cabeza negando un par de veces.
Oliver no parece muy contento con nuestro retraso, sin embargo, no
menciona nada al respecto. Tan pronto como llego a mi oficina, me enfrasco
en todo el trabajo que tenía por hacer. No quería darle más motivos a Oliver
para que se enfadase aún más, así que, durante el siguiente par de horas, me
sumerjo en las numerosas hojas de artículos por revisar.
El teléfono fijo suena, lo tomo sin molestarme en checar el identificador
de llamadas.
—¿Grace Baker? 
—¿Quién habla? —cuestiono mirando el identificador. Suelto una
maldición cuando noto que es un número desconocido ¿cómo rayos han
conseguido el teléfono de la revista?
—Sabemos que tienes información muy valiosa sobre la carrera de
Alexander —asegura —podemos ofrecerte una gran cantidad de dinero por
eso. Si decides trabajar con nosotros como fuente anónima…
—No, no voy a trabajar con nadie —mascullo con molestia —y no sé
cuántas veces más tengo que repetirles que no poseo ningún tipo de
información sobre Alexander. Esto ya pasa por mucho la línea del acoso así
que… ¡Déjenme en paz de una maldita vez!
Dejo con fuerza el teléfono en su sitio mientras un grito frustrado se
escapa de mí.
—Oh, vaya. Esos teléfonos no son baratos, Grace. No me gustaría tener
que descontarlo de tu sueldo.
—Lo lamento —mascullo—. Oliver ¿es posible que la prensa haya
obtenido el número fijo de la revista?
—Grace, nosotros somos la prensa —me recuerda con diversión. —Si a
lo que te refieres es que alguien de nuestra competencia lo haya obtenido,
no sería muy extraño.
Me debato entre decirle lo que ocurre o no, la idea de decirle que
reporteros han estado llamando no creo que le haga demasiada gracia.
Tomando en cuenta que la línea de la empresa debe utilizarse solamente
para trabajo. 
—¿Marian Campbell no te ha llamado? 
—¿Marian Campbell? ¿Por qué me llamaría?
—Me habló hace un par de días, dijo que tenía un trabajo para ti.
Algo se remueve en mi pecho ante considerar la idea de quien era la
responsable de lo que estaba ocurriendo en mi entorno ahora mismo.
—¿Le diste la línea fija?
—Por supuesto —afirma —Asegúrate de informarme cualquier cosa
que se trate ¿de acuerdo? Recuerda que sigo siendo tu jefe.
Una sonrisa forzada es lo que obtiene como respuesta, él no parece
darse cuenta de eso y abandona la habitación. Algo se retuerce en mi
interior, solo había una forma de la insistencia de los reporteros sobre mí,
tenían una fuerte razón, una razón que, sin duda alguna, había sido
infundada por Marian Campbell.

 
 
 
 
43 FUEGO ARDIENTE
 
Alexander Campbell.

L levo prácticamente todo el día dentro del estudio de grabación,


Stephen parece igual de agotado que yo, ambos hemos estado
intentando grabar las canciones que formarían parte del nuevo álbum, pero
nos está llevando más tiempo del planeado.
—Ryan creo que podemos suspender esto por un momento —me quejo
mientras me incorporo del banco. Mi espalda lo agradece, me estiro
mientras siento mis músculos relajarse ante el movimiento.
—No tenemos mucho tiempo —reprende. —Considerando que has
pasado gran parte de los días con tu novia—. Hay cierto tono de molestia en
su voz, pero la sonrisa divertida que coloca en su rostro me hace saber que
probablemente no le toma demasiada importancia.
—Oh, vamos —tomo asiento de nuevo sobre la silla mientras me
impulso con los pies para poder avanzar. Las pequeñas ruedas chillan al
contacto con el piso, y Ryan niega un par de veces antes de centrar su
atención de nuevo en la computadora —después de lo agotado del
concierto, creo que merezco algunos días para descansar.
—Apoyo a Alex—. Ryan le dedica una mirada reprobatoria a Steph,
quien termina girándose de nuevo al micrófono y colocándose los
audífonos.
—Chicos, tienen que hacer esto. Mientras más pronto esté listo mejor.
—afirma—. ¿O prefieres que tu madre se haga cargo?
Él sonríe con suficiencia cuando lo observo con fastidio.
—Eso pensé —responde.
—A veces en verdad me cuestiono si fue buena idea contratarte. —Él
parece casi ofendido ante mi respuesta, no retengo la risa que me invade y
me impulso de nuevo hacia el lugar en donde me encontraba, colocándome
los audífonos antes de que Ryan pueda decir algo más.
Muevo la cabeza al ritmo de la canción, mientras mi vista viaja por las
líneas que hay escritas en el papel frente a mí.
La canción que Steph había escrito hablaba sobre la valentía, sobre lo
importante que era no quedarse callado ante algo que hacía daño. Hablaba
sobre la forma en la que eso, te consume lentamente, y luego, cuando te das
cuenta, ya ha acabado contigo.
By my strength, en todas y cada una de sus palabras afirma el hecho de
que, sin importar nada, siempre se debe de mostrar fortaleza, no importa lo
duro que parezca ser, o lo cuesta arriba que fuese, siempre habría modo de
escalar, de alguna manera. Siempre existe, aunque sea la mínima
probabilidad, de conseguir llegar a la cima.
Una sonrisa ladeada surca mi rostro cuando la voz de Steph se escucha,
observo de igual manera el gesto satisfecho que Ryan mantiene en el rostro,
eleva uno de sus pulgares cuando mi amigo lo mira, desvío mi atención de
ellos cuando es mi turno de cantar.
“Es un fuego arrasador, una corriente que quema todo a su paso. Es
tan fuerte que debes detenerlo. Sé valiente, ve contra ella, no dejes que te
consuma, no permitas que su fuego, convierta en cenizas tu alma”
El coro llega, tanto mi voz como la de Steph se combinan formando un
sonido glorioso, sonrió, sintiendo como la música vibra en mi ser, como
recorre cada parte de mi cuerpo hasta llegar a mi pecho, y entonces estalla.
“No permitas que su fuego, convierta en cenizas tu alma, eres corriente,
eres electricidad, demuestra tu poder y lucha. Grita, y hazlo tan alto que
todo el mundo te escuche decir: Por mi fuerza sobreviví.”
 
Pasar largas horas en el estudio de grabación fue sin duda agotador, pero
al final, había valido por completo la pena.
Gran parte de las canciones habían sido grabadas, algunas de ellas aún
necesitaban de la melodía, pero confiábamos en que estarían listas pronto.
Probablemente nunca me había sentido tan ansioso de terminar un álbum,
este era diferente, se sentía diferente.
—Acabas de interrumpir una planeada y organizada noche de películas
—me reprocha Jane cuando abre la puerta. Cruza los brazos sobre su pecho
mientras me dedica una mirada reprobatoria—. Estuviste con ella un par de
días ¿acaso quieres robármela?
—Él no quiere robarme —la voz divertida de Grace se escucha detrás
de su amiga—. Pasa.
Ambas chicas portan pijamas idénticos, haciendo que luzcan adorables.
—Si tienen planes, creo que mejor me voy —pronuncio bajando un
escalón para regresar al auto.
—Oh, no. Pasa —insiste Grace mientras esquiva a su amiga, toma uno
de mis brazos mientras me atrae hasta el interior de la casa.
—¿Quieres unirte a una pijamada de chicas? —cuestiona Jane elevando
una de sus cejas —estábamos a punto de colocarnos mascarillas. Creo que a
tus fans les encantará verte con una mascarilla puesta.
Me observa con diversión, mientras me hace un ademán para que las
siga. En cuanto llegamos a la habitación de Grace, compruebo las palabras
de la castaña al decir “planeada y organizada noche de películas”.
Una especie de colchón inflable se encuentra sobre la alfombra, de
frente se encuentra una pequeña mesa de noche con un televisor, el nombre
de una película se lee en la pantalla y varios recipientes con toda clase de
comida se encuentra en el suelo.
—Hay suficiente comida como para que puedas unirte —dice Jane. —
Pero pido el colchón de abajo, no quiero hacer un mal tercio con ustedes ahí
—señala la cama.
Ella se acomoda en el sitio que ha dicho. Grace por otro lado sube al
colchón de la cama mientras palmea su costado, invitándome a subir. Me
quito los zapatos y la chaqueta que traigo puesta, la dejo sobre el respaldo
de la silla que está frente al escritorio y me acomodo junto a Grace.
Jane reproduce la película, el sonido de plástico al romperse llama mi
atención y volteo hacia Grace.
—¿Quieres colocarte una? —cuestiona con curiosidad enseñándome el
empaque de una mascarilla.
—Creo que estoy bien así —ella rueda los ojos, se coloca de rodillas
sobre la cama mientras se acomoda frente a mí.
Extiende lo que parece ser una fina tela blanca la cual no parece tener
intención de colocarse.
—Recuéstate —indica con una sonrisa divertida en el rostro—. Anda.
—Grace…
—Vamos, hazlo —insiste. Dejo caer mi espalda sobre el colchón,
soltando un suspiro mientras Grace da un par de saltos.
Lo frío de la tela al contacto con la piel de mi rostro se siente
refrescante. Grace pasa las yemas de sus dedos sobre mi piel, supongo que
acomodando la fina tela.
—Oh, ahora veo porque a ustedes las chicas les agrada tanto esto. —
afirmo mientras acomodo una de las almohadas detrás de mi cabeza.
—Luego de un día complicado, esto siempre ayuda —confiesa mientras
se coloca ella misma una mascarilla en su rostro, deja el par de empaques
en el bote que está a nuestro costado y luego se acurruca contra mi cuerpo.
Fijo mi atención en el televisor, sin darme cuenta de que Jane nos está
enfocando con la cámara de su celular.
El flash se dispara y es en ese momento en el que tanto Grace como yo
centramos nuestra atención en ella. La castaña sonríe con satisfacción
mientras se recuesta de nuevo en su sitio, un par de instantes después el
celular de Grace suena.
Ella ríe, consiguiendo que la observe. Cuando gira su celular hacia mí
me doy cuenta de lo que le causa gracia.
—Somos lindos ¿eh? —cuestiona mientras observa la fotografía.
—Vaya que si —convengo—. ¿Me la envías?
Ella asiente, cuando mi celular suena lo saco de mi bolsillo. Abro mi
Instagram para poder colocar la foto en una de mis historias,
acompañándola de un pequeño corazón en la parte superior.
—Oh, ¿has hecho lo que creo? —cuestiona Grace.
—Tal vez —mascullo con diversión.
—Te perdono que hayas subido una foto nuestra sin preguntar primero
solo porque nos vemos adorables —afirma mientras deja el celular a un
costado mientras vuelve a recostarse contra mi pecho.
—Gracie, nosotros siempre nos vemos adorables —susurro de vuelta.
No responde, la leve risa que brota de ella es todo lo que necesito para
saber que me ha escuchado.
—Claro que si —susurra después de un par de minutos.
Sonrío, apegándola tan solo un poco más a mi cuerpo si es posible solo
porque me agrada la sensación que me proporciona.
En este momento, teniéndola entre mis brazos, mirando una película
romántica y con mascarillas puestas, lo comprendo.
Comprendo la intensidad con la que la he comenzado a querer, en este
momento, me doy cuenta de lo mucho que la amo.
 
Grace Baker.
Alexander pasó la noche en el departamento. Luego de habernos
dormido hasta altas horas de la madrugada, no me extraña que el aún no
diera el más mínimo indicio de despertar.
—¿Tu príncipe azul sigue durmiendo? —cuestiona Jane apareciendo en
la cocina. Lanza un bostezo mientras se acerca a la cafetera, una sonrisa
divertida aparece en mis labios mientras la observo tantear la alacena hasta
conseguir tomar una de las tazas.
—Un día de estos vas a sufrir un accidente —advierto ignorando su
pregunta —por andar más dormida que despierta.
—Cuando ese día pase, habré aprendido la lección —asegura.
Le doy un sorbo a la taza de café que tengo entre mis manos antes de
regresar la mirada a la pantalla de la computadora. Oliver me había enviado
un par de documentos para revisar, mismos que debía incluir en el formato
de la revista en digital que se lanzaría esta semana.
—No respondiste —la miro de soslayo, ella se dirige hacia mí mientras
sostiene su taza con ambas manos a la altura de su pecho.
—Sigue durmiendo —deslizo el cursor por la pantalla, intentando
asegurarme que no hay ningún error en el documento—. No creo que
despierte pronto.
—¿No tienes que ir al trabajo hoy? —se coloca a mi lado, acercando su
rostro a la pantalla con el objetivo de leer —¿Eso es una edición en digital?
—pregunta con curiosidad.
—No tengo que ir al trabajo aún, al menos no en un par de horas —
confieso —y sí, es una edición en digital. Se lanzará esta semana, y no se
supone que puedas ver —bajo la pantalla de la computadora para evitar que
ella siga leyendo.
—Oh, vamos —reprocha —yo te dejo ver mis diseños.
—Eso es porque me tomas como una de tus modelos —objeto.
Ella está por dar una respuesta, pero la aparición de Alexander en el
pasillo la detiene. Viene sin camisa, dando una perfecta vista de su
abdomen que me hace recordar la plática que tuvimos sobre si es o no real.
Suelta un bostezo, talla sus ojos con el dorso de su mano antes de
enfocarnos.
—Buenos días —saluda.
—Buenos días —respondo —Hay café y pan tostado en el horno, por si
quieres desayunar algo.
Asiente, se gira y lo observo caminar hacia la cocina en donde se mueve
sirviendo lo que comerá. Jane lo observa por largo rato, cuando estoy por
cuestionarle, ella lo llama.
—Alexander —él voltea en cuanto escucha que mi amiga pronuncia su
nombre. —¿Aceptarías modelar para mí?
—¡Jane! —exclamo, Alexander parece tomarlo del mismo modo porque
una risa lo invade mientras camina hacia nosotras.
—¡Lo siento! —chilla—. No quise que sonara de ese modo, lo que
quiero decir es que si estarías dispuesto a portar algunos de mis diseños.
—¿Eres diseñadora? —cuestiona con curiosidad.
—Lo soy ¿qué acaso Grace no te ha dicho? —Casi parece ofendida.
—Creo que no tenemos demasiado tiempo para hablar sobre eso —
intercede él—. Estaré encantado, aunque sí esperas algo monetario tendría
que hablar con mi manager porque…
—No, no —Jane sacude las manos frente a ella—. En realidad, lo único
que quiero es que la gente te vea con ellos, tal vez un par de etiquetas en
redes sociales…
—En ese caso tu tendrías que pagarme —la expresión que Jane coloca
en el rostro es demasiado graciosa —la publicidad no es gratis—. Sé que
está bromeando, porque intenta contener la risa mientras observa a mi
amiga.
El rostro desencajado de Jane es suficiente para que ambos estallemos
en carcajadas. El sonido fuerte de nuestras risas llena la estancia mientras
Jane nos reprocha el jugar con ella de esa manera.
—Estoy bromeando, no tienes que pagarme nada. Estaré encantado.
—Es demasiado cruel que asustes a tus amigos de esta manera —
reprocha.
—Oh, Jane ¿somos amigos? —Alex coloca una de sus manos sobre su
pecho mientras emplea un tono de ternura.
—Somos amigos desde el instante en el que comenzaste a robarte a
Grace, eres la única persona con la que la compartiría —asegura.
—Bueno, en algo estamos de acuerdo —concede Alexander.
—¿Quieren dejar de hablar de mí como si fuese una especie de
sándwich que pueden compartir? —cuestiono cruzándome de brazos.
—Eres una especie de Sándwich —bromea Jane—. Que claramente
podemos compartir.
—Ella tiene razón —concuerda él mientras señala a mi amiga.
—No soy ninguna especie de sándwich, y aunque lo fuera, no sería de
ninguno de ustedes —aseguro.
Ahora es turno de ellos el reír, ruedo los ojos mientras concentro de
nuevo mi atención en la computadora. Jane comienza a hablar con
Alexander sobre los diseños que tiene pensado para él y en algún punto se
levanta de la mesa para ir hacia su habitación.
—Sabes que no te veo como un sándwich —asegura mientras arrastra la
silla a mi costado.
—Lo sé. —afirmo—. ¿No planeas comer nada?
El chasquea la lengua, pareciendo recordar lo que hacía antes de venir a
la mesa.
—Voy por café —regresa hasta la cocina, una sonrisa se cuela por mis
labios mientras lo miro antes de ser capaz de regresar, o intentar regresar,
mi atención a la computadora.
Una llamada entrante en mi celular capta la poca atención que le había
puesto al documento frente a mí. Mi cuerpo entero se tensa cuando leo el
nombre en la pantalla.
Inconscientemente dirijo mi mirada a Alex, Jane se encuentra ahora con
él enseñándole algo en su celular.
Me debato entre sí tomar la llamada o no, trascurren un par de segundos
antes de que me atreva a deslizar la pantalla para responder.
—Señora Campbell, que sorpresa recibir su llamada.
—Sé que Alex está contigo ahora mismo —no se molesta en sonar
educada —Sé que pasó la noche en tu departamento y también estoy
enterada del pequeño conflicto que tienes con la prensa ahora. ¿Son
molestos, no es cierto?
—¿En qué puedo ayudarla? —intento mantener la compostura mientras
me repito mentalmente que necesito conservar la calma.
—Grace, seré clara. Creo que eres una chica inteligente, y me agradas
para Alexander. Pero no estoy a favor que lo estés incitando a seguir un
camino que terminará por perjudicarlo.
Alex no parece haberse dado cuenta de que me encuentro hablando por
teléfono. Está demasiado concentrado en mirar lo que Jane le enseña.
—Solamente está siguiendo lo que él desea, nadie puede impedirle eso.
—Claro que alguien puede impedirlo —Asegura—. Tú puedes.
—No voy a hacer nada de lo que me pida, lo siento.
—Grace, no volveré a pedirte esto. No habrá una nueva llamada. Debes
de hacer que se detenga, porque de lo contrario nada bueno saldrá de eso.
Alex ríe por alguna cosa que mi amiga ha dicho, dirige su mirada hacia
mí y su sonrisa vacila cuando me observa.
—Lo siento mucho, me temo que no puedo ayudarla con eso —cuelgo
la llamada, sintiendo mi corazón latir con fuerza.
—¿Todo bien? —Cuestiona tomando asiento a mi costado—. ¿Con
quién hablabas?
“Nada bueno saldrá de esto.”
—Reporteros —miento —siguen siendo igual de molestosos.
—Oh —él rueda los ojos. —Hablaré con Ryan al respecto. Le pediré
que contacte al equipo de publicidad para que se comuniquen con la prensa
y te dejen en paz. —informa.
Se incorpora de nuevo de la silla, dejando un beso en mis labios.
—Iré a ponerme una camisa —pronuncia— vuelvo enseguida.
—De acuerdo —le dedico una sonrisa tan real como me es posible.
No aparto la mirada de él mientras camina hacia el pasillo, lo quiero
tanto como para no importarme lo que su madre pudiera hacer, no voy a
convencerlo de permanecer en un lugar en el que es infeliz.
Alexander merece su felicidad, y yo haré tanto como me fuese posible,
por ayudarlo a conseguirla.
 
 
 
 
44 DESASTRE
 
Grace Baker.

M i celular estuvo inundado de llamadas de números


desconocidos durante el par de días siguientes. Sabía que esto
probablemente se debía a la última conversación que mantuve con Marian
Campbell, sin embargo, no tenía ninguna prueba de ello.
Han sido días complicados, la ansiedad que me provoca que
innumerables personas ahí afuera tuvieran mi número de teléfono, la línea
fija de la revista e incluso, intentaran abordarme al entrar al trabajo, es
inmenso.
Tanto que me soy incapaz estar de buen humor.
Tuvimos una reunión con Ryan para intentar encontrar una solución,
pero como es de esperar, no obtuvimos nada.
Camino con rapidez, necesito salir de las oficinas o voy a explotar.
—Grace, espera —no me detengo a pesar de que escucho la voz de
Alexander a mis espaldas—. Espera.
Él toma mi brazo con firmeza, pero sin ejercer demasiada fuerza que
consiga hacerme daño.
—¿Está todo bien?
—Incontables reporteros tienen mi número de teléfono ahí afuera, mi
celular está saturado de las llamadas y mi buzón de voz completamente
lleno de mensajes que no quiero escuchar. Me persiguen incluso hasta la
entrada de mi trabajo ¿te parece que algo está bien?
Sé que nada de esto es su culpa, lo sé perfectamente pero el malestar en
mi pecho no me deja pensar con claridad lo que sale de mi boca. Alex
plasma una mueca en los labios, desliza su mano acariciando la piel de todo
mi brazo hasta llegar a mis dedos, entrelaza los suyos con los míos y me
atrae con ligereza a su cuerpo.
—Lo siento, realmente me gustaría poder hacer algo para que no
tuvieras que pasar por esto —una mirada culpable es lanzada en mi
dirección —sé lo agotador que puede llegar a ser.
Escondo el rostro en el hueco de su cuello, su fragancia me envuelve,
ese olor tan fresco que consigue relajarme.
—Está bien, pasará.
Siento sus labios posarse en mi frente y ese pequeño contacto consigue
hacerme sonreír.
—Lamento interrumpirlos, tórtolos —ambos volteamos cuando
reconocemos la voz de Stephen.
Alex se aparta, choca los puños contra él mientras se aleja un par de
pasos de donde me encuentro.
Parecía que Stephen y Alexander se habían convertido en buenos
amigos, y más cercanos de lo que había imaginado.
—Lo siento, Grace. Pero me temo que tengo que robarte a tu chico —
informa empleando un fingido tono lastimero mientras cruza uno de sus
brazos por los hombros de Alex—tenemos un par de canciones que grabar.
—Así es —afirma Alex —así que nos vemos después, cariño.
—Ugh, ustedes dos son tan empalagosos que terminará por darme
diabetes —masculla con diversión Steph.
—Oh, cállate —pide Alex entre risas.
—Permitiré que te lo lleves solamente porque juntos consiguen
componer canciones realmente increíbles —bromeo—. De lo contrario,
Alexander sería todo mío.
Ambos chicos ríen.
—Le pediré a Ryan que mande un auto para que te lleve a casa —
informa.
—No es necesario, Jane pasará por mí.
—En ese caso, te veo luego —una genuina sonrisa acompaña sus
palabras. Eleva una de sus manos, haciendo un ademán de adiós antes de
que Steph lo tome del brazo para arrastrarlo hacia el pasillo.
Los quince minutos que Jane indicio para llegar trascurrieron con
rapidez, y pronto mi amiga envía un mensaje diciendo que se encuentra en
la entrada.
—Vaya que eres puntual —articulo mientras ingreso al auto.
—No quería dejarte a merced de los periodistas —bromea —por cierto
¿cómo estuvieron hoy?
—Gracias al cielo Alexander y yo no nos encontramos a ninguno —
informo —pero mi celular sigue tan invadido con sus llamadas como
siempre.
—De acuerdo, no quiero seguir hablando de esos molestos periodistas
—admite —así que cambiemos a temas menos molestos, como tu
cumpleaños. ¿Ya sabes que es lo que quieres?
—Sabes que no soy afecta a las fiestas —le recuerdo —y esta vez mis
padres están demasiado lejos como para una reunión familiar.
—¿Qué dices si invitamos a Jason y a un par de amigos del estudio? —
cuestiona —tal vez tu novio pueda traer a algunos amigos también.
Eleva sus cejas un par de veces, resultando en un gesto gracioso.
—¿Eso no será porque solamente quieres ver a Paul? 
Jane hace un intento de dar una respuesta, sin embargo, no lo consigue.
—¿Él te gusta? —inquiero, arqueo una de mis cejas cuando no hay
respuesta—. ¡Por Dios! ¡Paul te gusta!
—¡Claro que no! —se defiende —No me gusta, es decir, es atractivo,
pero…
—Debiste habérmelo dicho —reprocho —así pude haber ayudado en
algo.
—Por Dios, Grace. —masculla—. Paul Smith no podría prestarme
atención.
Me giro hacia ella, tanto como el cinturón de seguridad me lo permite.
—¿Cómo que no va a prestarte atención? —cuestiono—. Jane, eres
increíblemente atractiva.
—Lo sé —afirma con un gesto de orgullo —. A lo que me refiero, Paul
se mueve en un ambiente en el que las relaciones formales no son lo
acostumbrado. Me conoces, sabes que no aceptaría nada con un chico que
no tuviera intenciones serias conmigo, Paul y yo somos realmente distintos,
como amigos somos excelentes. Sin embargo, aunque sienta atracción por
él, no estoy segura de sí algo más que eso resulte en algo bueno.
—Paul es un chico increíble, Jane. Si le interesas va a tener intenciones
serias —afirmo —lo que me lleva a preguntar ¿te ha dado algún indicio?
La sonrisa ladeada que mi amiga intenta retener es todo lo que necesito
para saber la respuesta.
—Más de uno ¿no es cierto? —pregunto.
—No, olvídalo—pide —somos amigos, buenos amigos.
—Eso mismo dije con Alexander —le recuerdo —y ahora, míranos. Tan
enamorados.
Jane ríe, niega un par de veces mientras se detiene en un semáforo.
—El caso de ustedes es diferente, estuvieron juntos por laaargos meses
—pone énfasis en la penúltima palabra—. Así que el hecho de que se
enamorarán, fue algo que inevitablemente terminaría por ocurrir.
—No intentes desviar la atención a mi relación con Alex. —Jane me
dedica una mirada de fastidio, haciéndome reír. —¿Qué esperabas? Es mi
trabajo como mejor amiga insistir hasta que lo admitas.
—Eso no va a pasar —afirma.
—Ya lo veremos —sentencio acomodándome de nuevo en mi asiento.
 
—¿Esta vez tu novio no nos interrumpirá? —cuestiona Jane mientras
acomoda en la sala la colchoneta inflable.
—No lo creo —pronuncio —aunque no puedo asegurarte nada.
Me dejo caer sobre el colchón, adoptando una postura cómoda mientras
fijo mi atención en el televisor. Jane deja un recipiente de palomitas entre
nosotras, el olor a mantequilla llega hasta mí, haciéndome imposible el
retener el impulso de tomar un puñado de ellas.
—¿Algo que tengas en mente para ver?
—No tengo una en especial, aunque escuche que…—El sonido de mi
celular de interrumpe.
—¿De nuevo reporteros? —cuestiona mi amiga soltando un soplido—.
Déjame ver.
Toma el celular antes de que pueda ver de qué se trata, fijo mi atención
en ella siendo consciente de la forma en las que sus facciones adquieren una
expresión confusa.
—¿Y bien? ¿Qué es?
Ella me observa, tiende el celular en mi dirección y en cuanto leo el
título de la nota que se muestra en ella, mi corazón entero parece colapsar.
“Alexander Campbell, ¿controlado por su madre?”
El articulo entero habla sobre la situación legal de Alex con su madre,
mi vista viaja con rapidez por las líneas mientras siento a cada instante,
como si algo me arrebatara el aire.
No es el único, abandono la pestaña para abrir otras en las cuales
alguien me ha etiquetado, todas y cada una de ellas, hablan de lo mismo. Y
no es, hasta que llego al final de una de ellas, que siento que todo podrá
explotar.
“Una fuente de gran confiabilidad, cercana al cantante, nos ha informado que el juicio de
nuestro chico con su madre se llevará a cabo en un par de semanas.”
“Una fuente confiable y cercana”
“Nada bueno saldrá de esto”
“Te arrepentirás de haberte involucrado con un Campbell”
Todo se reproduce en mi mente con rapidez, mientras intento entender
que es lo que ha ocurrido, mientras intento comprender, como rayos la
prensa ha obtenido esta información.
—Es una noticia falsa ¿no es así? —inquiere Jane.
No soy capaz de responder, no puedo dejar de mirar la pantalla mientras
me repito una y otra vez, que su madre tiene algo que ver en esto. Marian
Campbell quiere arruinarme, y no me cabe ni una sola duda, de que esto,
tiene mucha relación con nuestra última conversación.
 
Alexander Campbell.
Pasar gran parte del día en el estudio de grabación es sin duda agotador.
Stephen se mantiene recostado en uno de los sillones mientras tararea la
letra de alguna canción que no logro reconocer.
—Steph —llamo. El detiene su canto para mirarme, se quita uno de los
auriculares mientras levanta la espalda del sillón. —¿Cuál crees que sea un
buen regalo para Grace? 
—¿Aniversario o algo? —pregunta con curiosidad.
—Es su cumpleaños en una semana. No sé qué pueda darle. Ya sabes,
algo que sea realmente especial. —Él parece pensarlo por algunos instantes.
—¿Qué es lo que le gusta? Eso te ayudará a saber si es algo
extravagante o prefiere la sencillez.
—La sencillez, sin duda alguna —sentencio—. Tal vez deba consultarle
a Megan, ella es mejor en estas cosas.
—Tal vez un viaje o algo —se encoje de hombros —un lugar en donde
estén ustedes dos, sin la atención de las cámaras. Conozco un lugar, está a
las afueras de la ciudad —informa —es un pequeño conjunto de cabañas,
cerca de un lago. Suficiente privacidad, sin Wi-Fi o televisores, al contacto
con la naturaleza al cien por ciento.
—Eso suena como una idea estupenda ¿tienes el número para hacer
alguna reservación? —Él asiente. Toma su celular y un par de instantes
después, me llega el contacto.
—Listo, te lo he enviado —él vuelve a recostar su espalda contra el
sillón —procura llevar protección porque no creo que Ryan le agrade que te
conviertas en padre.
—Oh, cierra la boca Steph —mascullo con diversión.
—Él tiene razón —miro de forma inmediata en cuanto escucho la voz
de Ryan —definitivamente no me agradará que te conviertas en padre.
—No tengo planes de tener descendencia pronto.
—Prefiero prevenirte —advierte señalándome.
—Gracias, Steph —mascullo con sarcasmo —ahora le has dado una
nueva preocupación a Ryan.
Antes de que cualquiera de nosotros tres pudiera decir algo, Tania
ingresa a la habitación.
—¿Qué ocurre Tania? —cuestiona Ryan.
—Tienes que ver esto —pronuncia hacia Ryan. Le tiende el celular, él
lo toma mientras se coloca las gafas que suele emplear cuando requiere leer
algo. Me incorporo del asiento al mismo tiempo que Steph para poder saber
de qué se trata.
Lo escucho soltar una maldición, prácticamente lanza el celular a mi
dirección en cuanto termina de leer.
Nuestro chico favorito ¿controlado por su madre? No es algo oculto,
muchos medios levantaron la sospecha de que Marian Campbell parecía
tener más poder sobre la carrera de su hijo que cualquier otra persona, sin
embargo, ahora todo ha salido a luz.
Una fuente cercana y confiable al cantante ha revelado que, en
realidad, es Marian Campbell quien tiene el poder absoluto de la carrera
de su hijo. Lo que parece ser una especie de contrato figura entre ellos, y
ahora, nuestro chico parece querer librarse de eso.
Se sabe que en un par de semanas se llevará a cabo un juicio para
romper la atadura que mantiene el joven de 25 años con su madre
¿conseguirá su objetivo?
No parece posible, siento como si una opresión se adueñara por
completo de mi pecho mientras un sabor amargo se instala en mi boca.
—¿Cómo rayos se ha enterado la prensa sobre esto? —brama Ryan. —
¿Cómo fuiste tan descuidado para permitir que se supiera? 
Tania parece completamente desconcertada, un par de imágenes de
algunas partes del contrato se leen en el artículo.
—¿Cómo…como han conseguido las fotos? —cuestiono sintiendo la
opresión en mi pecho crecer cada vez más. No había forma, de ninguna
jodida manera había forma de que saliera a la prensa.
—¡La prensa va a comerte vivo! —grita —¿Quién tiene idea de esto?
¿Quién más sabe lo que ocurre?
—¡Nadie más! —exclamo —no tengo ni la más jodida idea de que es lo
que pasó, como ellos tienen eso en su poder…yo no…
Ryan maldice, lo observo tomar su celular mientras hace algunas
llamadas y yo, yo intento comprender que rayos ha ocurrido.
—Alex, hay un audio —masculla Tania tendiéndome el celular —se ha
filtrado en las redes y...
Le arrebato el celular, reproduciendo casi de manera inmediata el audio.
—Grace, hay cosas que no entiendes —algo en mi pecho se retuerce
con furia, de una manera tan violenta que, por un instante, dejo de respirar
—No es tan fácil como dar un concierto o no, No puedo decir simplemente
se cancela ¿sabes si quiera todo lo que eso conlleva?
—No, pero tu madre...
—¿Por qué tienes que involucrar a mi madre? Hasta donde sé, este
artículo se trata sobre mí. —los recuerdos de esa conversación llegan a mi
mente, haciéndome sentir herido.
— Sí, de ti y de todo lo que te rodea. Tu madre forma parte de eso.
Haces esto por ella, ¿no es cierto? Tu madre te está obligando a dar el
concierto.
El audio se corta, el ambiente se torna pesado, demasiado. Mi estómago
se contrae, intento no perder el control ante lo que estaba sucediendo, todo
parecía ser irreal, como si no fuese más que una maldita pesadilla.
—¿Cómo consiguieron filtrarse? —inquiere Ryan con molestia—.
Alexander, Grace debió…
—No —lo interrumpo antes de que siquiera pueda terminar de hablar —
ella no tiene nada que ver en esto.
—¿Cómo estas tan seguro? —tenso la mandíbula, aprieto los puños
mientras retengo el impulso de responder—. ¿Cómo tienes la seguridad de
que ella no hizo nada de esto?
—¡Porque no sería capaz! ¡Joder! ¿Cómo puedes desconfiar de ella?
—¡Porque es la única que tiene las malditas grabaciones! —grita —y
probablemente está tan desesperada por librarse de los periodistas, que la
única opción que tuvo, fue darles información. Si ella está involucrada en
esto, sabes lo que pasará ¿no? Hay un contrato…
—Deja a Grace fuera de esto —advierto —no la involucres.
—Alex, ella es la única persona que tiene en su poder esos audios.
—Lo diré una última vez —mascullo con los dientes apretados —deja a
Grace fuera de esto.
Tomo la chaqueta que se encuentra sobre el sillón, no me molesto en
detenerme cuando escucho a Ryan llamándome, no lo hago tampoco cuando
Steph me toma del brazo para impedir que salga de la habitación.
Ahora, en estos precisos instantes, lo único que necesito es estar con
ella. Lo único que quiero, es asegurarme de que Grace, no esté involucrada
en toda esta locura.
 
 
 
45 EN REALIDAD, ¿ALGO BUENO?
 
Grace Baker.

M i corazón late con furia contra mi pecho, de una manera tan


violenta que jamás creí que ocurriría. La ansiedad en mi sistema
se había disparado luego de la breve llamada de Alexander, informando que
venía al departamento.
—Tranquilízate —Jane hace un fallido intento por tranquilizarme —
todo va a salir bien, Alex no sería capaz de desconfiar de ti.
—Es mujer pudo decirle tantas mentiras —mascullo con temor —Jane,
ella es capaz de todo con tal de salirse con la suya ¿qué tal si le inventó
algo? ¿Qué pasa si le ha mostrado alguna cosa para hacerle creer que es mi
culpa?
—Alexander confía en ti, y si conoce a su madre, entonces deberá saber
que nada de lo que está pasando es tu culpa —cierro los ojos, en un intento
desesperado de calmar la ansiedad en mi cuerpo.
La información que debía de ser confidencial, ahora le estaba dando la
vuelta al internet, las fotos del contrato acompañaban a varios artículos y el
hecho de que existiera una grabación, amenazaba con hacerme perder el
control. Sé que, con eso, sería muy fácil para la madre de Alexander
culparme de todo, la sola idea de considerar, aunque fuese la mínima
posibilidad de que el creyera en eso, me destroza por completo.
El timbre suena, dirijo de forma inmediata mi vista hacia la puerta,
siendo incapaz de hacer otra cosa que no sea permanecer en mi sitio, de pie
en medio de la sala. Jane camina hacia la puerta cuando nota que no tengo
intención de moverme, en cuanto abre, soy capaz de distinguir la figura de
Alex. Ellos intercambian un par de palabras antes de que él ingrese, apenas
lo hace, su mirada se posa en mí.
No encuentro que decir, permanezco mirándolo caminar con lentitud
hasta llegar y detenerse a unos pasos de distancia de donde me encuentro.
—No tuve nada que ver en eso —Mi voz sale inestable. Él me observa
por un par de segundos antes de que sus comisuras tiemblen, una sonrisa se
adueña con lentitud de su rostro y siento el alivio inundar cada parte de mi
ser.
—Lo sé —camino con rapidez hasta donde él se encuentra,
envolviéndolo en mis brazos apenas lo escucho hablar—. Solo quería
asegurarme de que estabas bien.
—¿Cómo consiguió la prensa esa información? —inquiero—. Alex, no
había manera…
—No tengo idea, Grace —su tono se escucha mortificado —no sé cómo
pudieron obtener tanta información. Mañana la prensa seguramente tendrá
más de la que me gustaría, se reveló el lugar en el que se llevará a cabo el
juicio, así que será imposible entrar ahí sin antes atravesar un mar de
cámaras.
—¿No crees que tu madre…?
—Mi madre tiene tanto que perder con esto como yo —masculla—.
Ella no se atrevería a revelar esta información. La principal perjudicada es
ella.
—Puede ser una clase de decisión desesperada, piénsalo por un
segundo, quiere que tengas la presión sobre tus hombros, está intentando…
—Basta, Grace —pide cerrando los ojos —mi madre no tiene nada que
ver en esto. La prensa debió de obtener la información de otra fuente.
—¿Y de qué fuente? Alex, esto solo lo sabemos tu madre, tú y yo —le
recuerdo —Ella es la que tiene las copias de los contratos, fácilmente pudo
sacar algunas fotografías…
—¿Y dársela a la prensa? —pregunta con ironía —Grace, eso es
completamente absurdo, sería como cavar su propia tumba.
—¿Qué pasa si tiene algo más en mente? ¿Qué tal si esto no se trata
solamente de sacar la información a la luz? —Él se aparta, pasa las manos
por su cabello, revolviéndolo en un gesto que demuestra su frustración. —
¿Qué harás? 
—¿Qué se supone que haga? ¿Salir y decir que nada de esto es cierto?
—una sonrisa irónica aparece en su rostro —¿Cómo voy a hacer algo como
eso?
—Alex…—Se deja caer sobre el sillón, apoyando sus codos sobre sus
rodillas mientras se inclina hacia adelante.
—Pasé tantos años de mi vida, intentando que esto no se supiera.
Cuidando que nada de esto se filtrara a la prensa y ahora…—cuando eleva
la vista la desesperación reina en su mirada, muerde su labio inferior
mientras niega un par de veces—. Y ahora todos ahí afuera están hablando
sobre lo difícil y complicado, intentando que la gente sienta lástima por el
hecho de que mi madre tenga el control de mi carrera.
Tensa la mandíbula, en realidad, todo su cuerpo está tenso. Me doy
cuenta por la fuerza que parece estar empleando en los brazos, y la manera
en la que abre y cierra las manos, como si intentara disminuirla. Camino a
pasos lentos hasta donde él se encuentra, me coloco a su lado, en completo
silencio. Él no dice nada, no hace otra cosa que no sea mantener su mirada
fija en la alfombra.
Cruzo uno de mis brazos por su espalda, apegándome a él y dejando
reposar mi cabeza contra uno de sus costados. Deslizo mi mano, desde la
parte alta de su espalda hasta la parte baja, impartiendo suaves caricias que
parecen disminuir la tensión en su cuerpo.
—Estoy arruinado. —la amargura es evidente en su voz.
—No, cariño, no lo estás —aseguro —tal vez esto en realidad es algo
bueno y…
—¿Cómo rayos esto va a ser algo bueno? —se aparta de mi cuerpo con
brusquedad, sobresaltándome —¿Cómo si quiera puedes considerar que
algo bueno puede salir de esto?
—Alex…
—No tienes una jodida idea de todo lo que esto implica, Grace —
masculla con molestia. —no te atrevas a decir que lo que está sucediendo,
tendrá algún beneficio.
—¡Tal vez esto es lo que necesitabas! —exclamo —¡Tal vez esto es lo
que faltaba para que tu madre te deje en paz! Deberías agradecerle a quien
sea que haya dado esa información, tal vez te está ayudando más de lo que
crees.
Algo en su mirada cambia. Se aleja algunos pasos, dudando de algo. En
ese instante recapitulo mis palabras, suelto una maldición cerrando los ojos
por unos escasos segundos.
—¿Así que tú crees que esto es bueno? —la lentitud con la que habla
me hace sospechar que comienza a dudar —¿tú crees que esto es lo que
necesito?
—Lo que creo, es que debes dejar de ver esto que acaba de ocurrir como
una desgracia. Con la prensa detrás de tu madre, ella no podrá intentar otra
cosa para detenerte. Estará en el ojo público, cariño
—¿Tienes idea de lo que pasará? —masculla —La prensa hará todo lo
posible por obtener hasta la más pequeña pizca de información, no habrá ni
un solo detalle que podamos ocultar del proceso legal. Vaya, que ir al juicio
sería darle la razón y si no gano ¿qué crees que harán? Cualquier cosa que
consigan, la harán tan grande que parecerá mucho peor de lo que en
realidad es. Ya comenzaron, involucrando ahora la reciente carrera de
modelaje de Megan. No soy el único que sale perjudicado en esto, las
especulaciones comienzan a surgir ¿y tengo que recordarte que ella aún
tiene el control? Ni siquiera he conseguido hacer que alguien la detenga, si
se siente amenazada no dudará en utilizar cualquier recurso para
defenderse.
—Tal vez ya lo está usando —susurro. —Tal vez ya se siente
amenazada y está haciendo todo este circo para hacer que te detengas. Hace
mucho que tu madre comenzó a defenderse, Alex. Tú mismo dijiste que esa
mujer es capaz de cualquier cosa con tal de salirse con la suya, considéralo
por un momento.
Algo en él parece romperse, es como si de un segundo a otro, toda la
fuerza se esfumase de su cuerpo. Me acerco con rapidez, rodeándolo con
mis brazos y la manera en la que él se aferra a mi cuerpo, me hace saber
que esto lo está sobrepasando.
Mi corazón parece estallar en un violento movimiento cuando lo siento
temblar.
—Ya no puedo, Gracie —sus ojos se cristalizan, su respiración se agita
parece a punto de romperse. —Ya no puedo.
—Has sido fuerte por largo tiempo, mi amor —susurro con suavidad —
aquí estoy.
Nunca lo he visto lucir tan vulnerable, nunca he evidenciado todo el
daño que su madre le ha hecho, pero ahora, justo ahora, eso es
completamente visible.
Marian Campbell está destruyendo a su hijo, lo está destrozando
completamente y lo más impactante de todo, es que no muestra ni siquiera
una pizca de remordimiento.
 
 
Alexander Campbell.
No he podido dormir, no he podido hacer otra cosa que no sea mantener
la mirada fija en el techo, intentando encontrar la causa de todo esto.
Intentando encontrar una respuesta ante la pregunta que me había
atormentado desde hace varias horas.
Grace se remueve a mi costado, ella se había dormido desde hace un par
de horas luego de que consiguiera calmar todo el caos en mi sistema.
—¿Aún sigues despierto? —el tono de su voz adormilada me hace
mirarla —¿No puedes dormir?
Niego.  Se incorpora con ligereza, solo la suficiente para permitirse
llegar hasta mi costado y colocarse contra mi pecho.
—Deberías intentar descansar —susurra —mañana…
—Mañana será una completa locura —susurro de vuelta—. No puedo
dormir pensando en todo lo que pasará ahora.
—Deberías llamar a tu abogado —sugiere —para que esté a tu lado, sea
lo que sea que pasará mañana, no deberías enfrentarlo solo.
—Tienes razón —concedo —tal vez deba llamarlo.
Ella asiente, acomoda la cabeza contra mi pecho y de manera inmediata
una ligera sonrisa se adueña de mi rostro. Grace conseguía traerme la calma
en momentos en donde sentía que perdería la cabeza por completo. Ella me
regresaba a la realidad.
—Gracie —ella emite un sonido curioso, robándome una leve risa—.
¿Crees que pueda quedarme aquí por algunos días?
Ella se incorpora, sosteniendo su cuerpo con uno de sus codos mientras
me observa.
—Es probable que ahora haya varios reporteros acampando en la puerta
de mi casa —confieso con una mueca —no me agrada la idea de regresar
pronto.
—En ese caso puedes quedarte aquí tanto tiempo como desees —afirma
acercándose para dejar un beso sobre mis labios. La suavidad del mismo me
hace sonreír, coloco mis manos a los costados de su cintura apegándola un
poco más a mi cuerpo.
Me acomodo a su lado, sintiéndome reconfortado, sintiendo que tal vez
puedo aguantar un poco más.
 
Despertar a la mañana siguiente con Grace a mi lado es suficiente para
que el sentimiento de bienestar se instale en mi sistema. La miro, ella se
encuentra cubierta con las sábanas, profundamente dormida.
Una sonrisa ladeada se apodera de mis labios cuando los recuerdos de
hace unas horas atrás regresan a mi memoria. Me permito permanecer en la
cama por algunos minutos más antes de ir en busca de mi ropa.
Sé que tengo que ir a la disquera, hablar con Ryan y lo más importante
de todo, enfrentar a mi madre. El movimiento a mi costado capta mi
atención, Grace se remueve, apegándose a mi cuerpo y cruzando uno de sus
brazos sobre mi torso.
—¿Por qué estás despierto tan temprano? —habla sin abrir los ojos. Un
bostezo abandona su cuerpo mientras se acomoda contra mí.
—Lamento haberte despertado —me disculpo. Ella emite un sonido,
parecido a una afirmación que me hace sonreír—. Debo levantarme ya, me
esperan en la disquera.
Ella se queja, sin embargo, termina por apartarse de mi cuerpo
permitiéndome incorporarme de la cama. Recojo la ropa del suelo,
intentando colocármela sin hacer tanto ruido.
El sonido de una llamada entrante se escucha, no parece provenir de mi
celular, así que recorro la habitación con la vista hasta localizar el de Grace.
Camino hasta la pequeña mesita de noche, un número desconocido se lee en
la pantalla así que me coloco a su costado, sacudiéndola con ligereza.
—Gracie, tu celular —ella se remueve, sin embargo, no parece tener
intención alguna de tomar la llamada.
—Responde tú —pide con voz adormilada —debe ser alguien de Icons.
Lo dudo por una fracción de segundo, sin embargo, termino tomando la
llamada.
—¡Grace! —la voz efusiva al otro lado me deja un tanto confundido,
habla sin siquiera darme la oportunidad para responder primero —Te
agradecemos la información, todo será de forma anónima tal y como te lo
prometimos.
Algo se retuerce en mi pecho, de una forma tan violenta que, por un par
de instantes, dejo de respirar. No puedo hacer nada más que permanecer
inmóvil, mientras mi mente intenta procesar lo que acaba de escuchar.
—Por el dinero no te preocupes, te lo trasferiremos pronto. Esperamos
que podamos estar en contacto ¿tienes alguna duda?
Mi boca está seca, mi corazón late con tanta fuerza que temo poder
sufrir un maldito colapso aquí mismo.
—¿Quién eres? —pregunto con los dientes apretados.
La llamada permanece en silencio por varios segundos y luego se corta,
sin emitir ni una sola respuesta. Me repito a mí mismo que esto tiene que
ser una equivocación, debería de existir una maldita explicación para esto.
La pantalla se ilumina, anunciando una nueva notificación. Algo estalla
en mi pecho, con una fuerza que me deja aturdido al leer la notificación del
banco, anunciando una nueva trasferencia.
—¿Quién era? —la voz de Grace me regresa a la realidad, ella se talla
los ojos mientras sostiene la sábana contra su pecho. —¿Qué ocurre?
—Llamada de la prensa, agradeciendo la información que les diste. —
La confusión se adueña de su mirada —y tienes una gran cantidad de dinero
en tu cuenta bancaria.
—¿De qué hablas? —Inquiere. —Alex…
Lanzo el teléfono sobre el colchón, ella lo toma, soy consciente de la
mirada aterrada que se adueña de sus ojos cuando ve la misma notificación
que yo hace algunos segundos atrás.
—Te lo dije, Grace —susurro sintiéndome frustrado conmigo mismo —
te dije que ellos eran capaces de todo.
Su mirada cambia, la incredulidad se adueña de ella mientras se
incorpora, aun sosteniendo la sábana contra su cuerpo.
Algo explota en mi pecho, algo crudo, tan fuerte que me convence de
que solo hay una manera de acabar con esto, Marian tiene que saber que no
voy a dejar que dañe a Grace. Porque es evidente, demasiado claro quién es
la causante de todo esto.
Tomo la chaqueta con rapidez, sin emitir ni una sola respuesta. Grace
me sigue, llamándome por toda la casa sin embargo no me detengo.
—¡Alexander, espera! —está en el umbral de la puerta, se esconde
detrás de ella y estoy seguro que de traer algo más que una sábana, hubiese
salido detrás de mí. —¡Alex!
—Voy a resolver esto —Mascullo deteniéndome por un par de segundos
—Voy a acabar con toda esta locura.
Subo al auto, enciendo el motor y piso el acelerador, siendo capaz de
distinguir su voz llamándome por última vez.
 
 
 
 
46 SENTENCIA
 
Grace Baker
N o encuentro una respuesta para todo lo que ha sucedido en
menos de sesenta minutos. ¿Cómo todo se pudo haber ido a la
basura de un momento a otro? El dinero estaba ahí, era completamente real.
Y yo no tenía ni una maldita idea de cómo es que pudo suceder.
—Su madre, esa es la única respuesta —Jane se cruza de brazos
mientras se acomoda frente a mí—. Grace, ¿Quién más sino haría esto con
el propósito de crear problemas entre ustedes?
—Su madre puede hacer cuanto quiere —afirmo —el problema aquí, es
que Alexander no confía en mí.
—Grace…
—Conoce a su madre, sabe de lo que es capaz y, aun así, simplemente
decide creer en lo que un extraño dijo al otro lado de la línea —reprocho—.
Como si no le hubiese demostrado mi lealtad desde el primer instante.
—Trata de entenderlo —pronuncia Jane con suavidad —Que se filtren
aspectos privados de tu vida no debe de ser sencillo, y tienes el dinero en tu
cuenta, no es sencillo creer tan fácilmente algo cuando estás viendo una
cosa distinta.  Además, no dijo que les creía.
—Pero soy su novia, se supone que debo merecer su voto de confianza
—objeto. —Jane, él sabe que jamás haría algo para dañarlo. Tal vez todo
este tiempo la única que ha estado siendo sincera en la relación, soy yo.
—Por favor, es evidente que ese chico te quiere. No puedes creer una
cosa distinta.
—Podría esperarme cualquier cosa de su madre —continúo en un hilo
de voz —pero no que desconfiara tan rápido de mí.
—Él dijo que iba a acabar con todo esto ¿no es cierto? —inquiere. —
Grace, él confía en ti. Solo está enojado.
Había intentado llamarlo por largo rato, sin obtener ninguna respuesta.
Al final, su celular me enviaba directo al buzón de voz.
La ansiedad que siento por no saber con exactitud lo que ocurre con
Alexander me está consumiendo, trato de entenderlo, juro que lo hago, pero
a pesar de eso, no dejo de sentirme herida por el hecho de que él no confíe
en mí.
Jane no dice nada más, se incorpora del asiento en el que se encuentra,
dedicándome una última mirada antes de marcharse de la habitación. Mis
ojos comienzan a picar en el instante en el que ella se va, los cierro con
fuerza, intentando por todos los medios mantener el poco autocontrol en mi
sistema.
¿Qué pasaría ahora? ¿A caso esta era la manera de Alexander para
decirme que esto había acabado? La sola idea de considerarlo hacía que mi
corazón amenazara con ser desecho.
No me atrevía siquiera a abrir mis redes sociales, ante el temor que todo
el mundo creyese también que lo que estaba ocurriendo era culpa mía.
Tener que ir al trabajo también es un pensamiento que me tortura, sé que
no puedo darme el lujo de ausentarme, hay demasiado trabajo por hacer.
Así que hago mi mayor esfuerzo para lucir lo más presentable que puedo e
ir a cumplir con mis obligaciones.
Al llegar, las oficinas de Icons parecían ser un completo caos.
—¡Grace! —exclama Oliver apenas se percata de mi presencia —Que
bueno que llegas ¿has leído los artículos? —retengo el impulso de rodar los
ojos y lucho por alejar de mí el malestar que me produce su pregunta—. La
revista emitirá un par de páginas, necesito que revises eso.
—Oliver…
—No te preocupes, tu solamente revisarás el contenido —aclara —y lo
aprobarás. Te dejé varios documentos en tu escritorio, revísalos y avísame
tan pronto como los termines.
No me deja responder, centra su atención de nuevo en su celular y luego
se aleja sin darme la oportunidad de replicar.
Tomo una profunda inhalación antes de comenzar a caminar hacia mi
oficina, mis intentos por comunicarme con Alexander durante la última
hora habían sido en vano, y mi ansiedad y preocupación cada vez iba en
aumento.
 
 
Grace:
Estoy preocupada, Alex, tan solo dime si te encuentras bien.
 
Envío el mensaje sin pensar demasiado si es buena idea o no, mantengo
la mirada fija en la pantalla, con esperanza de que él responda. La
confirmación de lectura aparece, sin embargo, no hay respuesta.
Dejo caer el celular sobre la mesa, en un gesto demasiado fuerte que, si
no fuese por el nivel de frustración que me cargo, me hubiese arrepentido al
instante. El sonido de un nuevo mensaje me obliga a tomar el celular de
nuevo.
Alexander:
Hablamos luego.
 
Es todo lo que el mensaje dice, bloqueo el celular antes de déjalo de
nuevo sobre el escritorio. Apoyo mis codos sobre la madera, mientras cubro
mi rostro con las palmas de mis manos.
—Tengo que hacer algo —susurro. —Tengo que hacer algo pronto.
 
Alexander Campbell
No puedo pensar con claridad, no puedo hacer otra cosa que no sea
recordar una y otra vez lo que había sucedido en el departamento de Grace.
—Muchacho, creo que tenemos que ir a la disquera —Bill pronuncia
mientras se incorpora del asiento. Había llegado a su oficina hace un par de
horas atrás, no quería ir a casa, los reporteros seguramente estarían ahí,
esperando por una oportunidad para obtener más información.  El despacho
de abogados de Bill parecía ser el único lugar en donde podría estar
tranquilo.
—Todo se arruinó ¿no es cierto? —cuestiono con pesar.
—Yo no lo vería por ese lado —afirma —Lo único que tu madre puede
usar en tu contra es la cláusula de confidencialidad. Lejos de eso, no puede
hacer nada más. El juicio sigue en pie, Alex. La fecha sigue siendo la
misma. Nada de lo que está pasando ahora va a cambiar nuestras
intenciones.
—¿Hiciste algo para dejar a Grace fuera de esto? 
—No hay mucho que pueda hacer al respecto, Alex —pronuncia —más
que un documento en donde le das la aprobación para hablar de lo que pasa.
Él toma una de las hojas que se encuentran en su portafolio, la desliza
por el escritorio hasta dejarla frente a mí.
—Eso la libra de cualquier problema legal. Si tu madre intenta acusarla
de incumplimiento de contrato, o por revelar información, eso la respaldará.
Sé que Grace puede salir perjudicada en todo esto, y no deseo eso.
Ella no lo merece.
—Solo tienes que fírmalo —informa —y tendrá la validez legal como
para protegerla. Lo que me lleva a preguntar ¿estás seguro que no fue ella la
que dio la información?
—Lo estoy —sentencio —El dinero debe de venir de mi madre, o de
algún sitio relacionado con ella.
—Grace debe de saber la cuenta de la que proviene, con una llamada al
banco se solucionaría —articula —debes hablar con ella, por lo que dices,
seguramente cree que sigues enojado.
—Quiero dejarla fuera de todo esto, Bill —confieso —mientras más
lejos se mantenga estos días, será mucho mejor.
—Esto no se tratará de días, Alex —me incorporo del sillón, pasando
las manos por mi cabello en un gesto frustrado—. Tu novia merece saber lo
que ocurre.
—Bill, si le digo lo que pasa…
—Podrá estar prevenida —interrumpe —Ahora mismo seguramente se
está matando por saber que ocurre contigo, si tu madre aparece y le dice
algo ¿cómo crees que lo tomará? —él comienza a tomar sus cosas, para
después colgarse el portafolio en uno de sus hombros—. Recuerda no darle
más armas.
Tomo la pluma que me ofrece y firmo sin dudar el documento frente a
mí, luego, se lo regreso a Bill quien lo guarda en una de las carpetas que
lleva en el portafolio. Él hace un gesto con la cabeza, indicándome que lo
siga. Mientras lo hago, saco el celular mi bolsillo para enviarle un mensaje
a Grace.
 
Alexander:
No hables con ningún reportero. Tampoco con mi madre o Ryan, Gracie,
espera a que llegue al departamento. Tengo algo que darte.
 
Guardo el celular de nuevo apenas envío el mensaje, Bill ya se
encuentra en su auto cuando salgo del edificio. Gracias al cielo no hay
ningún reportero cerca, sé que es cuestión de tiempo para que se supiera el
nombre de mi abogado, y pronto su despacho también estaría rodeado de
cámaras.
En nuestra larga charla que tuvimos a mi llegada, él había dicho que
cualquier aspecto relacionado con lo legal, él se encargaría de decirlo a la
prensa, lo que me resultaba un gran alivio, el no tener que enfrentarme a los
cuestionamientos legales. 
El auto de Bill me sigue de cerca, nos toma cerca de veinte minutos por
fin llegar a las oficinas de la disquera y para mí mala suerte, los reporteros
se encuentran cubriendo toda la entrada. En el momento en el que localizan
el auto, todos abandonan la puerta para rodearlo. Me coloco las gafas
oscuras antes de bajar del auto y apenas y consigo salir sin terminar
aplastado por las cámaras.
—¿Es cierto los rumores del contrato? ¿Qué harás ahora que ha salido
a luz esa información? ¿Tu madre hará algo al respecto?
Me abstengo de responder las preguntas que lanzan, mantengo la mirada
fija al frente mientras intento caminar entre ellos. Bill se queda atrás, y una
vez que ingreso al edificio, tengo que esperar un par de minutos antes de
que él llegue.
—Vaya que son insistentes —pronuncia mientras se quita las gafas que
lleva puestas—, ¿Dónde nos reuniremos con tu madre?
—Me esperan en las oficinas de Ryan —informo recordando el mensaje
que Tania había enviado hace un par de horas. Él asiente, caminamos en
silencio hasta el lugar y a nuestra llegada, mi madre ya se encuentra ahí.
Mi estómago se contrae al recordar todas las cosas que Grace había
dicho, ahora no parece tan descabellado.
—¿Viniste con tu abogado? ¿Qué clase de reunión crees que es esta? —
Mi madre se cruza de brazos, mirándome con desaprobación.
—Siempre que se trate del asunto del contrato, mi presencia es
necesaria —interviene Bill —por cierto, que gusto verla, señora Campbell
—retengo la sonrisa cuando ella rueda los ojos.
Ryan se encuentra frente a nosotros, detrás de su escritorio en completo
silencio. Me coloco en una de las esquinas de la habitación mientras que
Bill se posiciona a lado de mi madre.
—Estarás feliz ahora ¿no es cierto? —centro mi atención en mi madre
cuando ella habla —querías que todos supieran la verdad, bueno, pues lo
has conseguido.
—No fui yo quien dio esa información —mascullo —no sé si pueda
decir lo mismo de ti.
—Alexander sabes que esto me afecta tanto como a ti —pronuncia con
dureza —lo que menos necesito ahora es un escándalo legal. ¿Tienes idea
de lo que eso significa? ¡La prensa me está comiendo viva!
Me abstengo de decir que en realidad eso es lo que merece, porque sé
que solo terminaría pro enfurecerla.
—Tenemos que hacer algo al respecto —pronuncia Ryan rompiendo el
silencio que se había instalado en la habitación —tenemos que aclarar los
rumores de una forma u otra.
—No son rumores, Ryan. No podemos desmentir algo que es verdad.
—Por un momento piensa en tu reputación —reprende —y en todo lo
que este circo le está haciendo.
—Los audios que se filtraron en las redes solo pueden provenir de
Icons. —me tenso al escucharla hablar —y todos aquí conocemos a la única
persona que parecía ser frecuentada por los reporteros.
—No te atrevas, Marian —advierto.
—Grace Baker debe de ser la persona responsable por filtrar esa
información —afirma ignorando mis palabras —los audios, las fotos, todo
debe provenir de ella.
—Grace no ha hecho absolutamente nada —mascullo con molestia —
deja de culparla.
—¿Y quién te asegura que no lo hizo? ¡Esa chica solo está interesada en
el dinero!
—¡Pero claro que no! —exclamo —Todo esto lo has hecho tú ¿crees
que no lo sé? ¿Cuánto dinero le pagaste a la prensa para que la llamara? Sé
que fuiste tú, no quieras culpar a Grace. ¿Qué es lo que pretendes con esto?
—¿Cómo explicas que la prensa tenga los audios? La única persona que
los tiene en su poder es Grace. Alex, esa chica se está aprovechando de ti.
—Oh, no me salgas con eso. Porque si hablamos de aprovechar, creo
que tú te llevas el primer lugar. Te advertí, Ryan, que dejaran a Grace fuera
de esto —le recuerdo encarándolo.
—¡Ella es la culpable de todo! —exclama mi madre —¡Evidentemente
la involucraremos!
—¡No te atrevas a culparla! ¡Todo esto lo ocasionaste tú! ¡Esto es por tu
maldita culpa! —Bill tiene que incorporarse para detenerme antes que
consiga acercarme a ella, se incorpora de su asiento, mirándome con
reproche.
—No le hables así a tu madre, Alex. —Ryan se incorpora, el reproche
es su voz es evidente, tanto que no entiendo porque parece que tiene la
intención de defenderla.
—¡Ella no es mi madre! ¡Una madre no hace esto, joder! —me aparto
con brusquedad, sintiéndome sofocado —Una madre no hace todo lo que tú
has hecho conmigo. ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué buscas con todo este
circo?
—Te lo advertí. —Ahí obtengo la respuesta que necesito. —Te dije que
no sobrepasaras los límites.
—Así que has sido tú —la decepción estalla en mi pecho, más fuerte de
lo que siquiera imaginé que pudiera sentirse.
—Grace Baker filtró información —la seguridad con la que habla me
estremece —Ryan es consciente de eso.
Él hombre en el que por tanto tiempo confié, ahora luce diferente. Una
nueva daga parecer ser clavada en mi pecho.
—Podemos acusarla de incumplimiento de contrato, no podía revelar
ninguna información sobre la familia Campbell, y lo ha hecho.
—Yo le di permiso —la ira estalla en su mirada —Grace tiene un
documento en donde costa mi permiso por escrito para decir cualquier cosa
que desee sobre mi carrera o familia.
—Y cuenta con todo el respaldo de la ley —interviene Bill —Ya que
usted ha admitido que filtró información a la prensa, creo que el juez estará
de acuerdo conmigo de que ha roto su parte de la cláusula de
confidencialidad.
—Es su palabra contra la mía —Bill sonríe, saca un pequeño artefacto
de su bolsillo mientras lo enseña.
—Me temo que no solo será mi palabra contra la de usted. Estaré
encantado de encontrármela en los juzgados. —El silencio se apodera del
ambiente, Bill me mira al tiempo que hace un movimiento con la cabeza. —
Alex, es hora de irnos. —añade.
—Si sales por esa puerta haré que te arrepientas —detengo mis pasos
cuando la escucho hablar —Alexander, te lo advierto.
—Si intentas dañar a Grace, de cualquier manera, juro Marian, que yo
seré quien haga que te arrepientas. Voy a defenderla de todo y de todos,
incluyéndote. No me hagas olvidar que aún eres mi madre.
—No hay forma de que ganes esto. No te ilusiones, cielo.
—Hace mucho que deje de tenerte miedo, Marian —le recuerdo —tus
amenazas ya no funcionan conmigo.
No le doy la oportunidad de responder, salgo de la habitación sintiendo
la adrenalina correr por mis venas.
Acabo de firmar una sentencia, y el precio a pagar, esta vez sería mucho
mayor.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
47 NO TE VAYAS
 
Grace Baker.

E l auto de Alexander estaciona justo en la entrada del


departamento. Jane y yo compartimos una mirada antes de que mi
amiga se incorpore de la mesa para ir hacia la puerta. Observo a Alex bajar
de los asientos traseros, por lo cual es seguro que Jeff lo ha traído. No he
respondido al mensaje de Alexander, tampoco al par de llamadas que hizo
luego de eso. Si él había querido ignorarme toda la mañana, no iba a cederle
tan pronto.
—Los dejaré solos —observo a Jane tomar la chaqueta que cuelga del
perchero, reconozco la figura de Alex en el umbral, y me obligo a
permanecer serena .
—Hola —tomo una larga inhalación cuando Alexander habla.
Permanece de pie, a un par de metros de distancia. Me incorporo con
lentitud antes de atreverme a caminar hacia donde él se encuentra. —
Supongo que recibiste el mensaje. Grace…
—No voy a tolerar esto —afirmo. La confusión se adueña de su mirada
cuando me escucha hablar —no voy a tolerar que vuelvas a desconfiar de
mí.
—No desconfié de ti, en ningún segundo —da un par de pasos para
acercarse —nunca creí que tu fueses capaz.
—Eso no fue lo que a mí me pareció.
—Estaba furioso, no contigo, si no con las personas que están
ocasionando esto, con la persona que intenta culparte. Estoy furioso
conmigo mismo por no ser capaz de protegerte como me lo prometí.
Cierro los ojos, recuerdo las palabras de mi padre, esas en donde dice
que debo pensar en mí, vienen a mi mente.
—Esto es demasiado, Alex —mi voz tiembla —no sé si puedo tolerarlo.
Me mira con algo parecido a pánico.
—Te quiero, estoy profundamente enamorada de ti, Alexander —
susurro en un hilo de voz —pero no voy a seguir haciendo esto. Hasta que
no soluciones todo el asunto de tu madre, me temo que tú y yo, no
podremos seguir juntos.
—¿Estás terminando conmigo? —el temor está impreso en su voz, me
observa de una manera en la que probablemente no lo ha hecho nunca.
El pánico explota en su mirada, se acerca intentando tomar mis manos,
pero lo aparto, huyendo de su toque porque si lo hace, toda la fortaleza que
intento aparentar se esfumará.
—No, Gracie, no hagas esto. No me hagas esto.
El pánico se intensifica en su mirada, una fragilidad que me araña el
corazón.
—Estoy intentando acabar con todo esto, y detesto tanto que tú hayas
terminado envuelta porque eres quien menos lo merece. Pero te prometo
que voy a arreglarlo.
Sacudo la cabeza en una negativa, porque esto es demasiado, porque
comienza a sobrepasar mis límites.
—Se está formando un infierno a mi alrededor —murmuro con el nudo
en la garganta —y no quiero ser consumida, Alex. Tú estás buscando tu
bienestar, yo tengo que buscar el mío.
—Estoy buscando mi bienestar para poder estar contigo —se acerca
hasta tomar mis manos —Grace por favor…no me dejes…no tú.
En su mirada reina el temor, la fragilidad, la lucha interna entre seguir
intentando mostrarse fuerte pero también la vulnerabilidad. Una parte de mí
sabe que tiene que alejarse, pero… ¿Cómo dejas al chico del que estás
enamorada cuando sabes que te necesita?
—No me necesitas —aseguro.
—Te necesito, claro que te necesito, Grace. Te necesito cerca. Todo esto
sin ti no tiene ningún sentido. Sé que soy un cobarde la mayoría de las
veces, pero cuando se trata de ti, no quiero serlo. Quiero estar contigo,
cariño, no quiero perderte porque eres lo único bueno que me queda en toda
esta pesadilla.
Mi corazón da un vuelvo furioso, arañando con una sensación
desconocida.
—Grace, no quiero que te vayas, no ahora —suplica —ahora más que
nunca te necesito a mi lado, no puedo hacerlo sin ti. 
—Alex…
—Nunca pretendí culparte. Porque te amo, Grace, te amo tanto que
estoy suplicando que no te vayas.
Las lágrimas queman en mis ojos, una opresión en mi pecho se presenta
tan fuerte que, por breves instantes, me quedo sin aliento. No hago otra cosa
más que retener la respiración, observando al chico frente a mí lucir tan
vulnerable, con la mirada más sincera que probablemente no me ha dado
nunca.
—No quiero terminar con esto —su voz tiembla —no lo hagas tú, por
favor.
—Aquí la que siempre saldrá perdiendo seré yo —me atrevo a hablar.
Él coloca las manos a los costados de mi rostro, acercándose aún más a mi
cuerpo.
—Te amo, lo hago con una intensidad que, si te marchas, voy a
volverme loco. Sé que dije que entendería el momento en el que quisieras
alejarte, pero no ahora. No lo hagas ahora. Prometo que te protegeré, de
todos, de mi madre, de Ryan, de la prensa. Haré todo cuanto esté en mis
manos para mantenerte a salvo, pero por favor, cariño, no te vayas.
Cierro los ojos, sintiendo el ardor intensificarse. Las manos de Alex
permanecen a los costados de mi rostro, en un tacto suave que no se aparta. 
—Esa mujer no va a detenerse. —mascullo —no va a hacerlo por
ningún motivo y necesito entender el porqué. Sí, le diste el control, pero
Alexander, ¿cómo es posible que no sienta ni siquiera el más mínimo
arrepentimiento?
—No lo sé, he intentado encontrar una respuesta para eso. Durante largo
tiempo me he cuestionado por qué luce tan indiferente. A lo largo de toda
mi infancia fue probablemente la mejor madre que pude pedir, era cariñosa,
se preocupaba por mi bienestar decía que estaba orgullosa y no hay ningún
solo recuerdo de ella siendo mala en esos años—aprieta la mandíbula
mientras desvía la mirada de mí. —Luego todo cambió, sus discusiones se
volvieron más frecuentes, peleaban constantemente y papá casi nunca
estaba en casa.
Él permanece en silencio, manteniendo la vista fija en una esquina de la
habitación.
—Y luego pasó —susurra —él de un momento a otro simplemente se
marchó. Mi madre fue buena la mayor parte del tiempo luego de eso, sin
embargo, había ocasiones en las que se excedía, como en la gira anterior a
que nos conozcamos. Es como si en determinados momentos algo la hiciese
enseñarse conmigo. Y no tengo la menor idea del porqué. —Toma una larga
inhalación antes de regresar su mirada hacia mí. —Lamento que hayas
terminado envuelta en todo este lío, esto era lo que menos quería que
ocurriese —toma una de mis manos, la observa por un par de segundos
antes de volver a centrar su mirada en mí.
—¿Qué era eso que ibas a darme? —inquiero recordando lo que el
mensaje que envío decía.
Él parece recordarlo también, porque me hace una seña para que
aguarde mientras prácticamente sale a paso rápido del departamento. Me
dejo caer sobre el sillón, tomando una inhalación mientras me acomodo.
Alex regresa un par de minutos después, sostiene una carpeta entre sus
manos y camina hacia mí sin mirarme.
—Le pedí a Bill que hiciera algo para protegerte. Quiero evitar que mi
madre consiga hacer algo para perjudicarte. —Él saca un par de hojas de la
carpeta y las tiende en mi dirección.
—En ese documento tienes mi aprobación para escribir y difundir lo
que quieras sobre mi carrera, la de Megan, o incluso mi madre. No podrán
hacerte nada.
—Gracias —una leve sonrisa crispa sus labios.
—Has hecho tanto por mí que garantizar que no salgas perjudicada, es
lo mínimo que puedo hacer. Voy a defenderte, Gracie, de todo y de todos.
Y pese a todo, una parte de mí me grita que debo de confiar en él. Y lo
hago.
 

 
 
 
 
 
48 SOBREVIVIENDO
 
Grace Baker.
A lexander se marchó temprano al día siguiente, dijo que debía
reunirse con su abogado por todas las cosas que comenzaban a
surgir, más notas y artículos salían hablando sobre la carrera de “la estrella
del momento”, y no parecía que fuesen a detenerse.
—¿Qué es lo que planeas hacer? —cuestiona Jane luego de un par de
minutos.
—¿Sobre qué?
—Sobre todo esto que está ocurriendo —aclara —¿Las noticias, el
hecho de que su madre piense que fuiste tú quién filtró información, sobre
todo lo que ha pasado en menos de cuarenta y ocho horas?
Un largo suspiro brota de mis labios.
—En realidad no hay mucho que yo pueda hacer —suspiro. —El único
que puede hacer algo al respecto es Alex, yo solamente intentaré
mantenerme al margen. No quiero más problemas.
—Eso es justo lo que debes de hacer —concuerda —mantenerte al
margen. Alexander es capaz de tomar sus decisiones, no me agrada la idea
de que te atribuyan cosas que no has hecho. Recuerda que tú también tienes
una reputación que cuidar, Grace.
—Lo sé —me apoyo en la barra de la cocina, mientras observo a Alex a
través de la ventana hablar por teléfono—. ¿Cómo es que una persona
puede dañar tanto a alguien de su misma familia?
—En este mundo no todas las personas son sinceras, muchas de ellas
solamente se interesan en el dinero, fama sin tomar en cuenta el daño que
puedan hacer en el proceso para conseguirlo —afirma —el mundo de la
fama es así y no puedes hacer nada para cambiarlo, o te adaptas a él o eso te
termina consumiendo.
—¿Crees que Alexander se haya adaptado? —cuestiono prácticamente
en un susurro.
—Creo que ese chico está sobreviviendo —la miro de forma inmediata
cuando habla —creo que está haciendo su mejor esfuerzo. No podemos
juzgar su manera de actuar porque en todo caso, solamente busca estar bien.
Ella toma la taza de café, la observa por un par de instantes antes de
elevar la mirada de nuevo hacia mí.
—Y eso es justo lo que tú debes de hacer —asegura antes de darme la
espalda para regresar a su habitación.
 
A pesar de toda la locura que nos envuelve, no pude faltar al trabajo.
Tengo que aprobar un par de artículos que hablaban sobre lo que estaba
ocurriendo ahora mismo con la carrera de Alexander, y aun después de
haberle insistió a Oliver de que yo no era la mejor persona para aprobarlos,
el decidió ignorarme.
—¿No crees que todo esto es una locura? —cuestiona Lía. Le da un
sorbo a su café.
—Claro que lo creo.
—¿Cómo lo está tomando Alex?
—Lo mejor que puede —omito decir algo más. Lía parece darse cuenta
de aquello porque luego de eso, comienza a hablar sobre el chico con el que
se encuentra saliendo ahora. Es bastante entretenido escuchar como jura que
será el amor de su vida y lo mucho que cree que el destino tuvo algo que
ver.
—¿Crees en el destino, Grace? —cuestiona mientras caminamos sobre
la acera —¿O en las casualidades?
—No estoy segura —confieso —por una parte, creo que si alguien está
destinado a estar en tu vida lo estará, pero en cierta forma considero que
somos nosotros quienes creamos esas pequeñas casualidades. Como estar
en el mismo sitio, o tomar determinado autobús, o entrar a una cafetería en
específico.
—No puedes dejarle todo el trabajo al destino —continúo —tenemos
que poner de nuestra parte.
—En definitiva —concuerda —no queremos que el destino piense que
somos unas perezosas.
Una carcajada abandona mi cuerpo mientras observo con diversión a
Lía. Al regresar a Icons nos esperaba una gran cantidad de trabajo, tanto
para Lía en su respectiva área de fotografía como para mí, corrigiendo
varios artículos que serían publicados esta semana.
Para el final del día me encuentro agotada, con un dolor punzante en la
sien mientras considero que, al llegar a casa, dormiré tanto como me sea
posible. No había hablado mucho con Alexander, desde que salió del
departamento solo habíamos intercambiado un par de mensajes. Sin
embargo, al llegar a casa soy capaz de reconocer su auto estacionado justo
afuera.
—Tu novio ha decidido que es buena idea mudarse a nuestro pequeño
departamento —el reproche de Jane es lo primero que escucho al ingresar.
—Que no me estoy mudando, Jane. Estás haciendo un verdadero drama
solo por dos mochilas con ropa —objeta—. Grace, dile algo a tu amiga
antes de que termine por echarme.
No consigo ocultar la sonrisa divertida que brota de mis labios.
Alexander y Jane parecían llevarse bien con cada día que convivían, aunque
claro, esa convivencia prácticamente se basaba en molestarse el uno al otro,
pero es demasiado entretenido verlos discutir.
—No va a mudarse —intervengo dejando el bolso sobre el sillón —
solamente pasará aquí unos días.
. Les dedico una última mirada antes de encaminarme hacia mi
habitación, las voces de una nueva discusión se escuchan mientras camino
por el pasillo. 
Me quito el abrigo, soltando un suspiro cansado al tiempo que me quito
los zapatos y muevo los dedos de los pies.
—¿Todo en orden? —elevo la vista cuando escucho la voz de Alex en la
habitación.
—Si —le dedico una sonrisa antes de subirme completamente a la cama
—solo estoy cansada.
—¿Ha sido un día complicado? —cuestiona. Se descalza en un
movimiento, luego sube a la cama acomodándose a mi costado.
—Días complicados en realidad —confieso.
Él adopta un gesto comprensivo, se apega a mi cuerpo al momento que
elevo con ligereza mi espalda del colchón para permitirle cruzar uno de sus
brazos detrás de mí, luego, me acomodo contra su pecho disfrutando de la
sensación de bienestar que me invade de inmediato.
—Gracie —pronuncia mi nombre de una manera tan suave que no
puedo evitar sonreír, a este paso seguramente terminaré con un dolor me
mejías.
—¿Qué pasa? —respondo sin moverme.
—Cuando todo esto acabe ¿qué te parece si tú y yo hacemos un
pequeño viaje? —pregunta—. Sin molestias, sin cámaras o periodistas,
solamente tú y yo. 
Mi corazón da un vuelco ante la idea.
—¿A dónde iremos?
—Al lugar que quieras —responde.
—En ese caso me gustaría visitar parís, pero creo que es un sueño muy
grande ¿no? —cuestiono con diversión, él emite una risa mientras se aparta
con ligereza de mi cuerpo.
—Se suponía que respondieras que no importa el lugar siempre y
cuando estuvieses conmigo—bromea. —¿Dónde acabó tu romanticismo?
—Creo que tú eres el romántico de la relación—le recuerdo. —A mí no
se me da muy bien esas cosas.
Una risa incrédula brota de él, me aparto de su cuerpo para conseguir
mirarlo.
—Esa ni siquiera tú te la crees —objeta —eres más romántica que…
—¿Quién me escribió un álbum de canciones románticas? —deja de
reír, parece tener la intención de responder, sin embargo, no lo consigue.
—Touché —responde acomodándose de nuevo en la cama.
Ninguno de los dos dice algo más después de eso, simplemente me
limito a acomodarme de nuevo sobre su pecho, permitiéndome disfrutar de
las sensaciones que me provoca.
 
Alexander Campbell.
Los días que le siguieron al pequeño encuentro desastroso con mi madre
pasaron con rapidez, he intentado por todos los medios no encontrarme con
ella en la disquera, no respondí las innumerables llamadas que hizo ni
siquiera me atrevía a pasar por Megan cuando me invitó a almorzar. No
quería verla, al menos no hasta después de que el juicio se llevase a cabo.
Ryan es un caso distinto, no puedo escapar de él ya que en los ensayos
siempre está presente, no entiendo porque de pronto, de un día para otro su
actitud ha cambiado. Parece ser que no quería que mi madre se apartara de
esto, no me atrevía a confrontarlo, más en realidad porque no quería
conocer la respuesta.
—¿Cómo va todo? —cuestiona Steph colocándose frente a mí.
—De maravilla —respondo con una ligera sonrisa —¿Cómo te va a ti?
—Bueno, parece ser que mi popularidad ha aumentado desde el par de
canciones que se publicaron.
—Eso es bueno, tengo entendido que cantaras conmigo en los siguientes
conciertos —la emoción estalla en su mirada, me observa incrédulo por
largos minutos antes de ser capaz de responder—. ¿A caso Ryan no te dijo?
—¿Cantar contigo? —cuestiona.
—Steph, los chicos y tú lo han hecho siempre —le recuerdo.
—No, no —hace un movimiento exagerado de manos—. Una cosa es
cantar los coros contigo, detrás de ti. Nadie nos presta atención.
—Bueno, pues en lugar de cantar atrás de mí, cantarás a mi costado —
aclaro —es prácticamente lo mismo. Stephen, esto es una gran oportunidad
para ti, ¿Vas a decir que no?
—No podría decir que no —confiesa —solo estoy algo sorprendido, eso
es todo.
—¡Llegó la comida! —Tania aparece en la pequeña sala en la que nos
encontramos, deja frente a nosotros un par de bolsas de papel con el logo de
un restaurante de comida rápida conocido. —Hamburguesas, papas fritas y
refrescos —informa mientras saca del interior de las bolsas las cosas que
menciona.
—Oh ¿Qué haríamos sin ti? —Steph coloca una de sus manos sobre su
pecho, adoptando un gesto conmovido.
—Morir de hambre, porque ambos son lo suficientemente perezosos
como para no querer ir por comida —reprocha. Ambos reímos,
confirmándole así sus palabras.
—¿En dónde está Ryan? —inquiere Steph —se supone que tenemos
ensayo, y no se ha presentado.
—¿No lo saben?, tiene una conferencia de prensa, junto con tu madre.
Algo se remueve en mi interior, una molestia persistente que hace que el
apetito se esfume por completo de mi sistema.
—¿Conferencia de prensa? ¿Para qué? —Ella se encoge de hombros.
—Creí que lo sabías, Ryan dijo que te llamó.
El sabor amargo se instala en mi boca, algo no andaba bien.
—¿A qué hora es? —inquiero incorporándome.
—Ha comenzado —toma la tableta.
La observo teclear algo en ella antes de colocarla frente a mí. Centro mi
atención en las personas que aparecen en la pantalla, mi madre está de
frente a las cámaras, con Ryan a su costado. Ella habla sobre el
malentendido que hubo referente a la información del contrato, cuando los
reporteros hacen preguntas, su respuesta hace una oleada de ira cruda me
invada.
—Hacemos responsable a la señorita Grace Baker por el escándalo
legal en el que ha intentado involucrarnos. Estamos en proceso legal de
presentar una demanda por filtrar información confidencial, la revista
Icons también es culpable de permitir que los audios de la entrevista que le
realizaron a mi hijo llegaran al público.
La señorita Baker se ha aprovechado de la relación sentimental que
mantiene con Alexander para sacar y publicar tanta información falsa
como le es posible. No ha hecho más que levantar rumores y difamar a mi
familia por dinero. Mi hijo y yo estamos en los mejores términos, no lo
obligo a nada que él no desee hacer.
Míos oídos palpitan, me encuentro apretando los puños, tan fuerte que
mis nudillos han quedado blancos en cuestión de segundos.
—¿Quiere decir que el tema del contrato es mentira? ¿No hay ningún
juicio en puerta?
—Claro que no hay ningún juicio en puerta, es imposible que algo
como eso ocurra.
El zumbido en mis oídos es permanente, produciendo una sensación
molesta. El sabor amargo en mi boca se intensifica y pronto, las náuseas me
invaden. Soy incapaz de permanecer sentado un solo segundo más,
prácticamente lanzo la tableta contra la mesa mientras me aparto con
brusquedad.
—Alex —Steph me llama cuando nota mi intención de salir de la
habitación. —Alex ¿A dónde vas? ¿A dónde crees que vas?
No respondo, no hago nada más que sentir como a cada segundo que
trascurre, la ira cruda me llena por completo, llegando a cada rincón,
apoderándose de mí.
Esto es demasiado. Más de lo que puedo tolerar. Más de lo que siquiera,
puedo permitir.

 
 
 
 
49 SIN MIEDO
 
Alexander Campbell.

N o he sido capaz de disminuir si quiera un poco el enojo en mi


sistema, en realidad, no he hecho mucho por intentarlo. Rebaso el
límite de velocidad por mucho, tanto que me sorprende el no haber sido
perseguido por alguna patrulla en el camino.
—Alex —Megan abre la puerta—. ¿Qué haces aquí?
—¿Dónde está mamá? —inquiero cruzando por su lado—. ¿Dónde
está?
—No ha llegado —suelto una maldición—. ¿Qué ocurre?
Tenso la mandíbula, apretando los dientes tan fuertes que estos
comienzan a doler en cuestión de segundos.
—Necesito hablar con ella —mascullo.
—¿Sobre la rueda de prensa? —pregunta —. ¿Grace realmente…?
—¡Ella no tiene nada que ver en esto! —Megan se sobresalta ante mi
grito —¡Joder, ella no está involucrada en toda esta locura! Es Marian la
que se está encargando de hacer todo este maldito circo.
—¿Para qué? ¿Qué obtendría ella con eso? —la incredulidad en la voz
de Megan es evidente.
—Hay cosas que no sabes, Megan. Mamá ha estado…
—Hola, cielo —La voz de Marian interrumpe mis intentos de hablar. —
Sabía que vendrías. Megan, cariño ¿puedes dejarme sola con tu hermano?
Tenemos algunos asuntos que tratar.
Ella no parece demasiado convencida, pese a eso la observo tomar las
llaves de su auto y marcharse. Una vez que se ha ido, la sonrisa abandona el
rostro de la mujer frente a mí, me hace una seña, indicando que la siga a su
estudio.
—Creo que has visto la conferencia —afirma una vez que nos
encontramos dentro —te dije que no ibas a librarte tan fácil de mí.
—Ella no tiene nada que ver en esto, lo sabes bien, Marian —mascullo
—¿qué necesidad tienes de involucrarla?
—Puede que no, o tal vez si —pronuncia —lo único que sé es que ahora
mismo Oliver Taylor estará tan preocupado porque su revista no enfrente
alguna demanda que no dudará en echar a Grace de sus filas.
—No te atrevas a dañarla —advierto —Marian, deja a Grace fuera de
este circo. ¿Qué pretendes? ¡Todo se sabe!
—No, me aseguraré de que todo esto no quede más que en un mal
entendido. Del cual tu novia será la única responsable.
—No puedes hacer nada en su contra, tiene mi permiso…
—Sí, si —responde rodando tus ojos —sé que no puedo demandarla, ni
hacer nada por la vía legal, pero evidentemente puedo hacerle creer a la
prensa que ella es la responsable de todo, justo ahora deberá estar
recibiendo cientos de mensajes de odio, sabes cómo son las fanáticas ¿o no?
Mi estómago se contrae con violencia, me obligo a mí mismo a no
perder el control en este instante. Mi respiración es irregular y por unos
instantes, el dolor de lo que la mujer que se hace llamar mi madre me
provoca se clava en mi pecho.
—¿Cuándo dejaste de verme como tu hijo? —mi pregunta parece
quitarle la estabilidad que poseía—. ¿Cuándo me convertí para ti en un
simple instrumento por el cual puedes ganar mucho dinero?
El dolor está impreso en mi voz, no me agrada la idea de mostrarme así
frente a ella. No quería darle el poder de saber que en realidad todo lo que
hacía, me estaba consumiendo.
—Dime, Marian —continúo —¿Cuándo dejé de ser tu hijo?
La pregunta queda al aire, su rostro se contrae con una expresión que no
consigo identificar.
—Nunca has dejado de serlo —asegura varios minutos después. Sonrío
con tristeza.
—Esto me está consumiendo. A este paso vas a acabar conmigo. Eso es
lo que quieres, ¿verdad? —mi visión se nubla y ella parece desestabilizarse
más —¿qué fue lo que te hice? ¿Por qué me haces tanto daño, mamá?
Su mirada se cristaliza, deja de mirarme y hay un silencio tenso entre
nosotros.
—¿Es el dinero? ¿Es eso? Sabes que te hubiese dado la mejor vida
posible sin la necesidad de esos contratos. Sabes bien que te hubiese dado
todo, Marian. Lo que pidieras, si tu hubieses venido a mi pidiendo viajes,
autos, casas, tarjetas de crédito, cualquier cosa…te las hubiese dado sin
chistar.
Permanece en silencio, un silencio que se siente como una tortura.
—Estás dañando a la persona más importante para mí ahora. No toleras
verme feliz, ¿cierto? No toleras ver que a pesar de todo lo que haces…
Grace me hace feliz.
Una lágrima desciende por su mejilla y quiero que esto acabe, quiero
que la pesadilla se acabe aquí. Que ella diga que va a detenerse, que se
disculpe, quiero que me abrace y me haga sentir como que aún me ama.
Que me haga sentir que aún soy su hijo.
Pero no pasa. Solo permanece en silencio, cuando deja de mirarme otra
vez aprovecho el momento para recomponerme, para armarme de nuevo
con la fuerza que necesito.
—No sé por qué lo haces, y no seguiré buscando respuestas —afirmo—.
No dejaré que consigas nada de lo que pretendes.
—No serás tú quien sufra las consecuencias de todo esto —advierte
cuando estoy por salir de la habitación—. Puedo hundir a esa chica,
Alexander. No me obligues a hacerlo.
Ella lo sabe, se ha dado cuenta de cuál es mi punto débil. Grace Baker
es el único método que mi madre podría utilizar para doblegarme. Y lo está
usando.
—Mañana hay otra conferencia de prensa, si sigues en pie con ir a
juicio, ten por seguro que la destrozaré, no me tentaré el corazón para
hacerla pedazos, tanto que terminará odiándote. Tú eres el que decide aquí.
No yo.
Todo se cierra a mi alrededor, por una brevedad de instante es como si
todo colapsara sobre mí, como si no consiguiera hacer otra cosa más que
sentir de nuevo, que no había otra salida.
Pero la hay.
—Alexander, si te detienes dejo a Grace fuera de esto. —continúa. —La
chica conserva su trabajo, la prensa la deja en paz y tú puedes seguir con
ella tan feliz como hasta ahora. Solo tienes que detenerte.
—¿A qué precio? —inquiero acercándome —Dime, Marian, ¿cuál va a
ser el precio esta vez? Si te devuelvo el control, seguirás convirtiendo mi
vida en un maldito infierno. Dices que usarás a la prensa, bien. Entonces le
pediré a mi abogado que organice una rueda de prensa para mostrar el
contrato ante las cámaras, para que todos sepan que mientes. ¿O prefieres
que utilice las redes? Sé que son más efectivas cuando de compartir
información se trata.
—Alex…
—Que te quede claro, Marian, que no voy a regresarte el control —
sentencio.
Ella toma mi brazo con fuerza cuando intento marcharme, su mirada se
endurece, soy consciente de la forma en la que aprieta los dientes en un
intento de contener la ira que la embarga.
—Tienes hasta mañana —masculla —Si no lo haces Grace sufrirá las
consecuencias, no tú.
Me libero de su agarre con brusquedad.
—No voy a dejar que le hagas ningún daño, pero tampoco seguiré tus
malditas condiciones —sentencio.
No le doy la oportunidad de responder, salgo de ahí sintiendo como
todo amenaza con destruirse de nuevo.
 
Grace me observa con recelo, mantiene los brazos cruzados sobre su
pecho mientras parece endurecer la mirada cada vez más.
—No aceptaste ¿o sí? —inquiere con reproche.
—No, pero…
—Sin peros —pide —no puedes aceptar lo que ella diga. Sería echar a
la basura todo el avance que has hecho, Alex, no puedes permitir que eso
ocurra.
—Entonces, ¿qué?  —cuestiono con frustración—. ¿Me quedo
esperando que ella cumpla sus amenazas? O peor aún ¿qué tu termines
perjudicada en todo esto?
—¡Deja de pensar en mí! —exclama —Por un segundo piensa en ti,
Alexander. Podré tolerar que la prensa hable de mí, podré hacerlo.
—No, no podrás —afirmo. —No podrás hacerlo, tampoco todo lo que
eso conlleva. Grace, este no es tu ambiente, no estas acostumbrada a nada
de esto. Todos estarán hablando de ti, la prensa puede llegar a ser
demasiado cruel y las fans…—me detengo—. No podrás hacerlo.
—Entonces ella gana —hay cierto aire de decepción en su voz —
siempre gana.
—Gracie…
—Dices que no quieres regresarle el control a tu madre, pero es justo lo
que estás haciendo ahora —reprocha —le estas dando el poder de decidir
sobre nuestra relación.
—Lo que estoy haciendo es intentar librarte de todo esto. Necesito
encontrar una manera, el juicio no puede adelantarse y mi madre cumplirá
su palabra, necesito darle algo para detenerla. ¿No entiendes que intento
protegerte?
—No soy yo la que necesita protección —objeta —tú estás
entregándote de nuevo a las garras de esa mujer. Ha encontrado el modo de
hacerte volver bajo su control. No se detendrá jamás ¿crees que considerará
dejarte en paz? ¡No lo hará! ¡Nunca lo hará! La única forma que hay para
que consigas librarte de ella es ir a juicio, y ganar.
El silencio nos consume, la desesperación por no poder encontrar una
solución comenzaba a adueñarse de mi sistema. No podía con la idea de que
Grace resultara con algún daño en todo esto y tampoco toleraba la idea de
que mi madre tuviera el control sobre mi vida otra vez.
—Alex, confía en mí —susurra —podré tolerarlo.
No podría. Debí saberlo, debí de mantenerme firme en mi postura y no
confiar en ella.
Debí haber hecho algo más, que simplemente decir “está bien”
 
Grace Baker.
La ansiedad que me producía el hecho de estar en el ojo público es
incontrolable. He pasado todo el día ignorando las llamadas de mi celular,
las de mis padres incluso. He tratado de no pensar que mi vida pende de un
hilo que en cualquier momento puede romperse y hacer caer al vacío.
Alex está dormido cuando llego a la habitación, así que intento no hacer
demasiado ruido para no despertarlo. Me deslizo por el colchón con
lentitud, acomodándome justo a su costado.
—Te estaba esperando —la voz ronca y adormilada de Alex me
sobresalta. Él se apega a mi cuerpo, escondiendo su rostro en el hueco de
mi cuello mientras cruza una de sus manos sobre mi abdomen, siento su
aliento chocar contra mi piel, produciendo un ligero escalofrío.
—Deberías estar durmiendo —susurro acomodándome a su lado.
Él emite un sonido parecido a una afirmación, sin embargo, no obtengo
nada más, una leve risa me invade al notar que ahora, parece estar
profundamente dormido.
Cierro los ojos y por un instante, la sensación de que pronto todo esto
puede acabarse me invade. No sería capaz de alejarme de Alexander, por
mucho que lo deseara.
He desarrollado sentimientos por él como nunca antes, lo necesito
cerca.
—Todo saldrá bien —susurro—. Todo saldrá bien.
Mis intentos de convencerme de eso resultan fallidos, no tenía la
absoluta seguridad de nada, y eso, solamente lo confirmaría más tarde.
 
Sorprendentemente consigo llegar más temprano de lo habitual al
trabajo. Tal y como temía, la mayoría de mis compañeros parecían tener
especial interés en saber lo que había ocurrido.
Gracias al cielo conseguí esquivarlos y llegar a mi oficina sin emitir
ninguna palabra que consiguiera meterme en más apuros. La mañana la
paso intentando acabar con el trabajo, procurando no salir de las cuatro
paredes que me refugiaban del exterior.
Cerca del mediodía, Oliver me llama a su oficina. Es una llamada corta,
no dice nada más que: “Necesito que vengas a mi oficina ahora mismo”. El
presentimiento sobre que algo andaba mal no me abandona en ningún
momento mientras camino hacia ahí, intentando tolerar las miradas de las
personas a mi alrededor.
—Oliver ¿Me llamas…? —me detengo en seco en cuanto miro a la
mujer que está frente a Oliver. Marian Campbell me sonríe, dedicándome
un gesto que dista mucho de ser amable.
—Toma asiento, Grace —pronuncia con firmeza. Camino en silencio
hasta colocarme en el sitio que ha indicado, mi corazón comienza a
aumentar su ritmo, estoy segura que nunca antes me había encontrado tan
nerviosa como ahora, el no saber qué era lo que hacía esta mujer aquí.
—¿Qué ocurre?
—¿Todavía lo preguntas? —la molestia en su voz es evidente —Grace
¿Cómo explicas las acusaciones de la señora Campbell en tu contra?
Retengo la respiración, sintiendo como si un balde de agua fría cayese
sobre mí.
—No tengo nada que ver en eso —mascullo—. Oliver yo no…
—¿Y los audios? —inquiere —¿de qué manera explicas que hayan
conseguido filtrarse? Eres la única persona que los tiene en su poder, nadie
más.
—Oliver…
—No quería llegar a esto, señorita Baker —un fingido tono de
amabilidad se deja escuchar en su voz —pero no me ha dejado otra
alternativa.
—Usted sabe perfectamente que no tengo nada que ver en ese —afirmo
—. Lo sabe bien.
Ella se incorpora, observa a Oliver antes de volver a centrar su atención
en mí.
—No quería llegar a esto —repite —pero no me han dejado otra opción.
Abandona la habitación, y pronto, me encuentro sola con mi jefe quien
luce demasiado tenso.
—Grace, lo siento —sus palabras me aterran —no tengo otra opción.
—¿De qué hablas?
—La señora Campbell ha amenazado con demandar a Icons si no te
echo de la empresa —mi estómago se revuelve, se contrae con furia
mientras comienzo a entender que es lo que está ocurriendo. —Una
demanda por revelar información confidencial. No quiero hacer esto, eres
una chica talentosísima y no me queda duda de que hay una buena
explicación para todo lo que está ocurriendo.
—No tengo nada que ver en esto, Oliver —sueno desesperada, pronto
me encuentro a mí misma en un torbellino de ansiedad frente a lo que está
ocurriendo—. Te juro que…
—Lo siento, Grace. Pero estás despedida, no podrás trabajar más en
Icons ni en ninguna de las revistas con las que estamos asociados. Es una
completa lástima.
—No…—el pánico se adueña de mi voz —Oliver juro que…
—Pasarás por tu liquidación mañana, hasta entonces, no tienes ningún
motivo para permanecer en las instalaciones de Icons. Puedes marcharte.
Mis manos tiemblan, estoy haciendo uso de todo mi autocontrol para no
romperme aquí. La mirada compasiva que Oliver me dedica solo me hace
saber que no hay otra opción, no hay nada que pueda hacer para cambiar lo
que acaba de suceder.
Me incorporo, no entiendo de donde saco la estabilidad para caminar
con pasos firmes, siento como si todo a mi alrededor colapsara, como si
poco a poco, todo lo construido en estos meses, se derrumbara por
completo.
Una vez que ingreso a mi oficina, o la que lo fue, me rompo. La
respiración me falta, me obligo a mí misma a reponerme porque no puedo
hacer esto aquí.
—Es una lástima —me sobresalto, Marian Campbell ingresa al lugar
con una postura segura, triunfante.
Paso con rapidez mis manos por mis mejillas, limpiando con premura el
rastro de lágrimas que se me han escapado.
—Es una completa lástima, que Alexander no haya pensado en ti ni por
un segundo —sus palabras se dirigen hacia mí con toda la intención de
herirme —se lo advertí, le dije que te haría pedazos y ¿sabes qué hizo? —da
un par de pasos en mi dirección—. Nada.
—¿Sabes algo, Grace? —inquiere —Va a ser imposible que encuentres
un empleo en Baltimore, nadie quiere en sus filas a una persona que rompe
contratos de confidencialidad.
Pese a lo herida que me siento, tomo la poca valentía que me queda para
responder.
—Me está dando demasiada importancia, sabe perfectamente que no
tuve nada que ver con lo que ocurrió —pronuncio con firmeza—. ¿Cuánto
más está dispuesta a dañar a su propio hijo con tal de salir beneficiada?
—Todo lo que se necesario —afirma —solamente estoy obteniendo lo
que merezco, lo que Alexander me debe.
—Él no le debe nada.
—Oh, linda, claro que lo hace. —una sonrisa acompaña sus palabras. —
La traición es algo que duele superar, creo que acabas de experimentarlo
por ti misma, dime, Grace, ¿qué se siente que Alexander haya preferido su
bienestar antes que el tuyo?
Sus palabras son filosas, se incrustan en mi pecho dejando un dolor
agudo, a pesar de que sé que lo dice no tiene nada de verdad.
—Siempre será así, él no hará nada que pueda dañarlo, si te tiene que
sacrificar en el proceso lo hará —pronuncia —eso quedó completamente
demostrado esta mañana.
No encuentro la fuerza para responder.
—Te lo advertí, Grace. Te dije que te arrepentirías de haberte
involucrado con un Campbell.

 
 
 
50 ESTO SE ACABÓ
 
Grace Baker.

T odo se siente irreal, luego de la confrontación con Marian


Campbell, mi celular se ha sido invadido de cientos de mensajes
causados por la rueda de prensa de esta mañana.
Es incluso peor que la anterior, Marian se dedicó a mentir tanto como le
fue posible sobre mí. Y todos, absolutamente todos, decidieron creerle.
Ingreso al departamento, sintiéndome agobiada, estresada, ansiosa.
Sintiendo como poco a poco el control parece abandonarme por completo.
—Grace ¿Qué ocurre? —Jane se acerca con rapidez —¿Qué ha pasado?
—Me han despedido —un sollozo abandona mi cuerpo —Jane, Oliver
me ha echado.
En cuanto me abraza, es como si toda mi fortaleza se esfumase, como si
todos y cada uno de mis pilares se vinieran abajo.
—Esa mujer realmente lo hizo —la amargura tiñe mi voz —realmente
cumplió con sus amenazas.
En mi estado de angustia y ansiedad no me percaté que el auto de Alex
seguía en la entrada. Y no es hasta que lo observo a un par de metros de
distancia, que maldigo que él aún se encuentre aquí.
—Gracie —la forma dulce en la que habla solo hace que el enojo estalle
en mi pecho.
—¡Todo es tu culpa! —grito apartándome de Jane, Alex luce
sorprendido mientras camino con rapidez hacia él—. ¡Confié en ti!
—¿De qué hablas? ¿Qué fue lo que hice? —cuestiona mientras se cubre
con sus brazos cuando nota mi intención de golpearlo, mis puños se
encuentran contra su torso, la molestia no me permite pensar con claridad
porque mi mente necesita un culpable.
—¡Dijiste que me protegerías!
Sé que no se tiene la culpa de absolutamente nada, lo sé de sobra, pero
el enojo es mayor. El sentimiento de ira que me llena el pecho no me deja
pensar con claridad.
—Grace…
—Perdí mi empleo —confieso —tu madre me ha arrebatado todo lo que
conseguí con años de esfuerzo, y seguramente se asegurará de que no
vuelva a trabajar en ninguna revista de la ciudad.
Su rostro se contrae, la forma en la que aprieta los puños a los costados
de su cuerpo en signo evidente de su molestia.
—Y tú sabías que lo haría —reprocho.
—¿Qué? —la confusión lo invade—. Grace, te dije de las advertencias
de mi madre. Te dije todo lo que planeaba hacer ¡Y tu dijiste que podrías
con eso!
—¡Nunca mencionaste que iba a arrebatarme mi empleo!
—¡Basta! —Jane me sujeta cuando intento acercarme a él. —Grace,
detente. Él no se tiene la culpa de nada, necesitas calmarte.
—Claro que la tiene. Todo esto es tu culpa —siseo. Cruzo por su lado,
sin detenerme ni un solo segundo. Una vez que llego a la habitación, cierro
la puerta con tanta fuerza que el sonido retumba por la casa.
Sollozo, la frustración me llena por completo, el sentimiento abrumador
de estar pagando el precio por algo que no cometí quema en mi interior.
—Grace —elevo la vista cuando la voz de Alex se escucha. No
respondo, simplemente dejo de mirarlo porque no puedo con la idea de que
me vea tan frágil. —Lo siento —la culpabilidad tiñe su voz—. Tienes
razón, esto es mi culpa.
No soy capaz de contradecirlo, aun cuando quiero hacerlo. Aun cuando
quiero gritar que ninguno de los dos tiene la culpa de nada, el reproche y
molestia es demasiado en mi sistema, la herida en mi orgullo se siente
latente, impidiéndome hacer otra cosa que no sea mantenerme en absoluto
silencio.
—Debes irte —me atrevo a mirarlo, la culpabilidad es evidente en su
rostro. Intenta protestar, pero no lo permito—. Alex, debes irte.
No quería que permaneciera aquí porque sé que será imposible dejar de
sentir lo que sea que me estaba llenando el pecho, no seré capaz de
controlarme, y lo último que él merecía es que desquitara todo en su contra.
—Voy a arreglar esto —susurra.
—¿Cómo vas a hacerlo? —inquiero incorporándome—. ¿Cómo planeas
hacerlo?
—Encontraré la manera —asegura —lo haré y te libraré de todo esto.
—No es la primera vez que te escucho decir eso —objeto —siempre lo
dices, siempre aseguras que harás todo lo posible por protegerme, por
ponerle un alto a tu madre, por librarte de toda esta locura. Pero no lo haces,
no haces absolutamente nada más que hablar.
—Estás enojada y lo entiendo, Grace, pero… —se detiene, toma una
profunda inhalación antes de ser capaz de mirarme a los ojos. Y cuando lo
hace, sé exactamente qué es lo que va a hacer.
—No —mascullo —no harás eso.
—¿Entonces qué tengo que hacer? —inquiere —mientras no le dé
exactamente lo que ella quiere, no va a dejarte en paz. Ni siquiera
apartándote de mi lado va a detenerse, no creo poder tolerar ver cómo te
arrebata las cosas.
—¿Y qué hay de ti? —Mi voz sale en un hilo —dime ¿Qué pasa
contigo? Cuando le des el control de nuevo no hará más que desquitarse por
todo esto. ¡Estas condenándote!
—¡No tengo otra opción! ¡No hay nada más que hacer!
—¡Claro que las hay! —exploto —¡Simplemente eres un cobarde como
para atreverte hacerlo!
Mi grito se suspende en el aire, Alex no dice nada, mis palabras parecen
clavarse en él, pero no me arrepiento, he dicho la verdad.
—Si intentar protegerte me hace un cobarde, entonces lo soy. En todas
las veces que he intentado hacer algo para cambiar las cosas, alguien sale
lastimado. No voy a tolerar que esta vez seas tú.
Me da la espalda, con la firme intención de abandonar la habitación.
—Si haces eso, esto se termina. ¿Me oyes? —sus pasos se detienen —si
le das el control, no quiero que vuelvas a buscarme.
Se gira con lentitud, la expresión en su rostro lo dice todo,
absolutamente todo. Es capaz de tomar el temor que amenaza con filtrarse
en su rostro y convertirlo en algo que no reconozco.
—Te convertiste en el medio que mi madre intenta utilizar para
doblegarme a su voluntad. Y vaya que lo ha conseguido. Te amo tanto,
Gracie, que si teniéndote lejos de mí es la única manera de que estés segura,
lo aceptaré.
Sus palabras se clavan en mí, Alex luce herido, la culpa es evidente en
su mirada y me recrimino el haberlo culpado de lo que había ocurrido un
par de horas atrás. Nadie se tiene la culpa, ni siquiera él, Marian Campbell
es la autora intelectual de todo este circo que no hace nada más que dañar, y
eso, tiene que cambiar.
—Por una vez en tu vida, ten la valentía para hacer un cambio —
susurro—. No caigas en su juego, no le des exactamente lo que ella quiere.
Te ha traído hasta este punto, pero eres capaz de demostrarle que eres
mucho más que todo lo que ella cree.
—Haré lo que sea necesario para dejarte fuera de esto.
—Si lo haces, si realmente lo haces, esto se acaba, Alexander. No voy a
tolerar ver como esa mujer te sumerge de nuevo en ese mundo. —Soy
consciente de la forma en la que su cuerpo entero se tensa, como intenta
controlar lo que sea que está ocurriendo en su interior.
—En todas las veces que dije te amo, jamás te mentí —susurra. —
Quiero que tengas la seguridad de eso. Quiero que tengas la seguridad de
que, absolutamente todo lo que siento por ti, es real. Y es por esa razón que
voy a librarte de esto, Gracie.
Su mirada se cristaliza, el dolor explota en ellos de una manera tan
cruda que ocasiona una punzada dolorosa en mi pecho.
—Si tengo que condenarme para salvarte, lo haré sin dudar.
El dolor me araña, lo hace de una forma tan cruel, dejándome heridas
sangrantes. Me arrebata el aliento porque no merecemos esto. Porque él no
merece esto.
No merece tener que condenarse para salvarme, no merece seguir
siendo infeliz.
Avanza hacia la puerta y luego gira, mirándome por unos cortos
segundos que parecen una tortura.
—Te amo, Gracie —susurra —espero que después de esto, tú si puedas
ser feliz.
No dice nada más, me mira por una última vez antes de darme la
espalda y abandonar la habitación, y por alguna razón, esto se siente como
una despedida permanente.
 
Alexander Campbell.
Un dolor agudo y penetrante persiste en mi pecho, el sabor amargo en la
boca solo hace que las molestias en mi sistema se intensifiquen.
¿En qué momento esto se había salido de control?
Aumento la velocidad, piso el acelerador con firmeza mientras siento al
auto tomar fuerza a cada segundo que trascurre. No puedo dejar de pensar
en lo mismo una y otra vez, mi mente no puede dejar de repetir lo que había
sucedido momentos atrás.
“Si lo haces, si realmente lo haces, esto se acaba”
El corazón se me estruja cuando recuerdo sus palabras, sé que Grace
solo quiere lo mejor para mí, pero tengo que asegurarme, de cualquier
forma, que mi madre no sea capaz de dañarla de nuevo.
No me preocupo si el auto está bien estacionado o no. Cierro la puerta
del auto con fuerza mientras me adentro al edificio, no hago otra cosa que
no sea caminar con prisa hacia la oficina de Ryan.
Cuando llego, no me molesto en tocar, abro la puerta de la oficina,
posando mi atención en el hombre que hasta hace un par de semanas, era la
persona a la que más confianza le tenía.
—¿Por qué lo hiciste? —él parece sorprendido al verme—. ¿Por qué me
hiciste esto? —Detesto sonar herido, lo detesto profundamente pero no
puedo ocultar el tono de reproche de mi voz.
—Alex…—el parece sorprendido al verme ingresar de esa manera, sin
embargo, se recompone.
—Dime, Ryan ¿por qué? Confié en ti, lo hice ciegamente, joder. Te
confíe lo que ocurría cuando seguramente tú ya tenías idea de todo ¿no es
cierto? —el sentimiento de decepción se apodera cada vez más de mí—.
¿Tan difícil era mirarme a la cara y decirme que ya sabías todo?
—No es como te lo imaginas, hijo…
—No me llames hijo, no lo hagas cuanto tú también me traicionaste.
Cuando tú también me ves como todos ellos, como un medio para
enriquecerte. Solo…solo quiero saber el porqué. De ella lo entiendo, pero
de ti… ¿por qué?
—No lo entenderías —su mirada se ensombrece —lo que tu madre
hace…
—Lo que Marian hace es imperdonable —siseo —y tú estás de acuerdo
con ella. ¿Qué te ofreció? ¿Dinero? ¿Planeas gozar de ese maldito dinero
mientras ella me destruye? —la visión se vuelve borrosa —creí que te
importaba, pero eres igual de mentiroso que ella.
—Tengo mis propios intereses —dice y una ráfaga de frialdad aparece
en su mirada —no voy a decirte que te detengas, pero deberías renegociar,
Alex.
Estoy incrédulo ante las palabras que dice.
—Puedes obtener más derechos, pero tu madre sabe bien lo que hace.
Lo ha sabido siempre. Yo quiero asegurarme de que esta vez no sobrepase
las líneas y…
—Vete al jodido infierno, Ryan. Eres igual de detestable que ella.
—Ahorra tus insultos —la voz de mi madre se escucha —nosotros solo
queremos lo mejor, deberías entenderlo de una maldita vez. 
Me obligo a recomponerme, a volver a reunir la valentía que me había
traído hasta este lugar.
—Te advertí que no dañaras a Grace —agradezco que mi voz salga lo
suficientemente estable—y fue exactamente lo que hiciste.
—Eso fue para demostrarte que yo puedo cumplir mis amenazas
perfectamente —habla con tranquilidad mientras cruza por mi lado—. Ryan
¿puedes dejarnos solos?
—No, él se queda —sentencio —ya que al parecer está de acuerdo
contigo en todo lo que haces.
—Deberías intentar entender —dice él saliendo de detrás del escritorio
—Marian, deja que le explique…
—No tienes por qué explicar nada —la firmeza con la que Marian habla
es suficiente para detener lo que tenía por decir—. Déjanos solos.
Ryan me observa por un par de segundos antes de cruzar por mi lado,
dispuesto a salir de la habitación.
—Te dije claramente que no permitiría que involucraras a Grace en todo
esto, y eso fue exactamente lo que hiciste —no me molesto en ocultar el
evidente tono de reproche en mi voz.
—Creí que la querías lo suficiente como para hacer algo por ella —
murmura con una ligera sonrisa —al parecer me equivoqué. ¿O vienes a
pedir que la deje en paz?
—No lo harás, aunque lo suplique —ella emite una leve risa,
consiguiendo que algo en mi pecho se retuerza con furia.
—Sí, en eso tienes razón —pronuncia. —Detén el juicio y ella
recuperará su empleo —habla con tranquilidad, sobre si lo que
estuviésemos debatiendo ahora mismo no fuese lo suficientemente
importante.
—Me has amenazado lo suficiente. —Meto la mano en mi bolsillo,
localizando la pequeña grabadora que había tomado de la habitación de
Grace esta mañana. El artefacto es demasiado práctico, un solo clic y
comienza a grabar todo el sonido del entorno.
Necesito más que mi palabra para ir con la prensa, necesitaba las
pruebas suficientes como para destruir toda la farsa que Marian Campbell
había creado a mi alrededor.
—Y lo seguiré haciendo hasta que entiendas lo que tienes que hacer. Y
como primera demostración, quiero que veas algo.
Permanezco en mi sitio, Marian se aparta y va hasta la esquina de la
habitación en donde abre un compartimiento en el que Ryan guarda sus
cosas, cuando reconozco la funda de la guitarra, mi corazón da un vuelco
salvaje.
—Ten, cielo —la extiende hacia mí. Dudo en tomarla, la tensión se
dispara en mi cuerpo mientras doy lentos pasos hasta conseguir apoderarme
de la funda y cuando lo hago, sé que algo va mal.
La respiración se me corta cuando abro la funda, y descubro la guitarra
destrozada. Tomo una inhalación mientras observo los trozos de madera y
las cuerdas cortadas.
—Tú…—elevo la mirada sintiéndome tan herido —tú…era…era lo
único que tenía de él. Marian…era lo único que me quedaba de papá.
Mis yemas tocan el material destrozado, la visión se me vuelve
completamente borrosa y retengo el sollozo porque estoy tan cansado, tan
hastiado de que ella me vea así.
Me tallo los ojos, no sé qué decir, no sé qué hacer. Todos mis planes
parecen caerse a pedazos mientras miro el último regalo de mi padre
completamente hecho pedazos.
Una parte de mí se desgarra, se siente como caer en un precipicio sin
fin. El dolor me quema por dentro, quiero que acabe, quiero que esta
pesadilla llegue a su fin.
“Llévala contigo siempre, Alex. Es mi regalo ahora que comienzas a
conquistar el mundo”
Recuerdo las palabras de mi padre cuando me la obsequió, lo orgulloso
que parecía.
—Eres tan cruel —espeto sintiéndome furioso con ella —eres
detestable, Marian.
—Tú me obligaste —dice sin inmutarse —tú mismo ocasionaste todo
esto, y no voy a parar, hasta que entiendas quien tiene el control. Hasta que
decidas devolverme el poder.
—No haré nada —siseo —nunca volverás a controlarme, ¿entiendes?
¡Nunca voy a darte nada más!
Su rostro se endurece, y necesito que entienda que no voy a dejarla
ganar.
—¿Sabes algo, Marian? —inquiero. —Megan estará tan decepcionada
cuando sepa lo que ocurre. A pesar de todo te quiere tanto. —Ella sabe
perfectamente mi punto débil, pero yo también conozco el suyo.
Durante largo tiempo, he podido darme cuenta de que el talón de
Aquiles de mi madre tiene nombre y apellido, Megan Campbell. Yo soy
incapaz de dañarla, no le haría absolutamente nada a mi hermana, pero si
podía utilizarla en su contra.
—No involucres a tu hermana en esto —masculla con molestia —ella
no tiene relación aquí.
—Es irónico, que fue exactamente lo que yo dije respecto a Grace, y te
aseguraste de que terminara envuelta en todo esto —doy un par de pasos en
su dirección —no puedo imaginar lo herida que estará al enterarse de todo
lo que has hecho. Te dije que no permitiría que hicieras con ella lo que has
hecho conmigo. No dejaré que conviertas su vida en un completo infierno.
—No intentes adoptar una postura que no te corresponde —advierte.
—La mandaste al hospital, estuvo internada por varios días debido a tu
insistencia en que participara en el modelaje. —le recuerdo —¿acaso
quieres hacer con ella lo mismo que conmigo?
—Alexander…
—¿O es que tienes mejores planeas para Megan? —sé que estoy cerca
de rebasar el límite, lo sé perfectamente y no planeo detenerme—. ¿A caso
vas a arruinarle la vida también?
—¡No te comportes como un maldito hermano protector! —grita—.
¡No tienes ningún derecho!
—¡Claro que lo tengo! —exclamo—. ¡Es mi hermana!
—¡Desearía que no lo fuera! ¡Desearía que ni siquiera fueses hijo de
Nick! ¡Desearía nunca haberte acogido esa noche! —brama con furia, su
grito resuena por toda la habitación, haciendo eco e incrustándose en cada
pared. Repitiéndose en mi mente sin parar. 
Sus palabras me golpean con brutalidad, con tanta fuerza que, por un
par de segundos, toda la ira de disipa. Todo el enojo se esfuma de un
momento a otro para ser sustituido por una gran ola de confusión, una que
me golpea con ferocidad, una y otra vez.
—¿Qué? —Mi voz sale en un susurro—. ¿Qué es lo que has dicho?
Marian parece arrepentida, luce como si en cualquier momento pudiese
romperse. Y creo que lo hará, por primera vez en años, veo el
arrepentimiento cruzar en sus ojos. Como si la fortaleza que la cubre al fin
cayera, pero no lo hace.
Se recompone, armándose de nuevo con esa frialdad que la caracteriza.
—Esa es la verdad, me alegra que no seas mi sangre.
Mi corazón late con furia, con una fuerza que pareciera capaz de
traspasarme el cuerpo. Un dolor punzante se clava en mi pecho, mientras
intento entender que rayos ocurre. Mi boca se seca, tanto que, por varios
segundos no soy capaz de hablar. No soy capaz de hacer nada más que
sentir que todo esto, cada vez se convierte en una maldita pesadilla de la
cual quiero despertar.
Me siento envuelto en un torbellino de emociones arrasadoras que no sé
cómo controlar. Es como si de cierta manera, algo me atrajese hasta el
fondo, impidiéndome llegar a la superficie. Ahogándome con cada segundo
que trascurre.
—¿Qué estás diciendo, Marian? —sueno desesperado por saber la
respuesta, la ansiedad es demasiado evidente en mi voz y no me molesto ni
siquiera un poco en intentar ocultarla—¡Respóndeme! —me acerco a ella,
por breves instantes me olvido del lazo que compartimos y la tomo por los
hombros. —¡Responde maldita sea!
Ella eleva las manos, liberándose de mi agarre. El ambiente es pesado,
tanto que me cuesta respirar y cuando responde, cuando al fin lo hace,
desearía que jamás lo hubiese hecho.
Algo en mi se quiebra, se rompe en pequeños trozos cuando la escucho
decir:
—Tú no eres mi hijo, Alexander.
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
51 LA RAZÓN DE TODO
 
Alexander Campbell.

T odo esto se siente fuera de la realidad, como si de pronto me


hubiese sumergido en una especie de película, de la cual cada vez
entiendo menos.
—No —mi voz sale en un susurro. —No es cierto. —quiero que me dé
la razón, quiero que diga que esto no es nada más otra forma de someterme.
—Dices eso…dices eso para lastimarme. Tú solo quieres lastimarme.
Quiero tener razón, por primera vez deseo tenerla.
—No, Alexander —susurra—. No te estoy mintiendo.
—¡Claro que lo haces! —grito —¡Solo quieres hacerme daño! —el
pánico se adueña de mi cuerpo. —Mamá…—pronuncio la palabra con
súplica, intentando creer que lo que dice, no es otra cosa que una más de sus
mentiras.
Ella cierra los ojos, camina hasta dejarse caer sobre una de las sillas que
se encuentran en la habitación, no me mira, no lo hace por largo rato y eso
se siente como una tortura.
—Tú padre tuvo una carrera como músico —comienza a hablar —una
muy corta e insignificante carrera musical. No hacía más que tocar en bares,
o en clubes nocturnos en donde le pagaban apenas lo merecido. Solía irse
de viaje con sus amigos, pasaba semanas lejos de casa intentando encontrar
una oportunidad para ser reconocido.
—¿Qué tiene eso que ver con…?
—Ahí conoció a la mujer que me arrebataría todo —me interrumpe, la
amargura tiñe su tono de voz, el reproche también está impreso en ella. —
Tenía mis sospechas, pero al parecer era mucho más importante para tu
padre de lo que yo creía.
Hay un corto silencio, y luego dice algo que me arrebata una parte de mi
alma.
 —Eres un bastardo, un hijo fuera del matrimonio que jamás debió de
haber existido.
El aire abandona por completo mis pulmones, todo colapsa sobre mí en
cuestión de segundos y por más que lo intento, por mucho que lo hago, no
consigo mantenerme fuerte.
Mis ojos queman, lo hace tan fuerte que no consigo mantener la mirada
en ella.
—La noche en la que papá y tú discutieron…—no consigo terminar la
frase, mi mente grita que debo marcharme, que no tengo porque seguir
escuchando toda esta locura.
—Esa noche le dije que quería hacerme cargo de tu carrera, que lo
mejor que podría hacer era darme la autorización para manejarla. Le dije
que te aseguraría el éxito y que estarías bien. Pero no lo permitió. Me dijo
que no tenía ningún derecho sobre ti, porque no era tu madre. Ahí entendí,
Alexander, que en todo ese tiempo no signifiqué absolutamente nada para tu
padre, me dejo claro que solamente me veía como una mujer que cuidaba
de su hijo. Te quise ¡claro que lo hice! Te consideré mi hijo por largos años
hasta que tu padre me recordó cual era mi lugar.
—Dijo que quería el divorcio y que te alejaría de mí, dijo que yo no era
tu madre, que nunca debió de haberme permitido serlo. Él quería llevarte,
quería llevarse a ese niño al que cuidé por años, a ese niño que acepté como
parte de mi familia. No iba a permitirlo, así que te usé en su contra. Le dije
que haría de tu vida un infierno, le grité que serías el medio por el cual
cobraría tantos años de sufrimiento que me hizo pasar —cada palabra que
pronuncia se clava en mi pecho. Dejando una herida profunda, tan dolorosa
que consigue quitarme el aliento.
—¿Por qué? —el temblor en mi voz no le pasa desapercibido y me
maldigo por estar tan frágil, por darle justamente lo que quiere.
Una risa carente de afecto brota de sus labios.
—¿Por qué? ¡Tu padre me humilló! ¡Rompió su promesa! Prometió
amarme y respetarme, prometió que jamás me fallaría y eso fue justamente
lo que hizo, Alexander. De pronto llegó con un niño en brazos a mi hogar,
diciendo que era su hijo y que debía acogerlo. Fui demasiado estúpida al
hacerlo, pero lo amaba demasiado así que lo hice, lo hice por largos años
hasta que tu padre, volvió a hacerlo, volvió a traicionarme con la misma
mujer.
No hay ni un solo recuerdo en mi mente de la mujer de la que habla, ni
el más mínimo fragmento de ella.
—Seguramente vio que eras famoso, que tenías un futuro prometedor y
ahora, si quiso hacerse cargo de ti. Entonces decidí que, si él no era capaz
de mantener sus promesas, yo tampoco mantendría las mías. Esa noche él y
yo discutimos, dijo que quería el divorcio, que iba a marcharse para irse con
la mujer que me engañó, dijo que quería "empezar una nueva vida" a su
lado.
Todo esto se escucha irreal, como si me hubiese envuelto en una maldita
pesadilla. Cada palabra que dice es cruda, pronunciada con el único
propósito de herir.
—Le dije que, si lo hacía, si me dejaba, alejaría a Megan de él. Le
aseguré que te diría tantas mentiras que terminarías odiándolo. Fue
demasiado para su débil corazón.
El horror me invade, la crueldad con la que habla me roba el aliento, me
hace entrar en un estado de trance que no consigo procesar todo lo que está
ocurriendo.
—Fuiste tú —el infarto de mi padre no sucedió de la nada, ella había
sido la causante.
—En el hospital, antes de que pudieras entrar a verlo, le aseguré que
serías el método por el cual obtendría todo lo que él me negó. Tu carrera
estaba en el punto más alto, así que le prometí que obtendría de ti, tanto
como me fuese posible. El odio que por tanto tiempo me obligué a guardar,
ahora florecía. Tu padre me destrozó, y lo único que yo tenía para dañarlo,
eras tú.
—Así que, por tantos años, solo querías dañarme. Tú único propósito
fue hacer mi vida miserable, Marian, ¿cómo pudiste?
—Verte cada día era recordar lo que tu padre me hizo, nunca pude
hacerlo pagar…
—¿Qué culpa tenía yo en eso? —inquiero con dolor—. ¡Me arrebataste
a mi padre! ¿Eso no fue suficiente para ti?
—Nunca iba a ser suficiente, tantos años de rencor y odio hacia él
fueron más que suficientes, cada que te veía feliz, cada que parecía que
conseguías la felicidad, me recordaba a mí misma que no lo merecías, tu
arruinaste a mi familia, tu llegada solo hizo darme cuenta que tu padre no
me amaba.
El dolor agudo se intensifica, no puedo respirar y me siento sofocado.
Tan aturdido por todo lo que está ocurriendo.
—¿Cómo esperabas que quisiera que fueses feliz? ¿Cómo pretendías
que te dejara ser feliz cuando tu llegada me arruinó? ¡No lo mereces! ¡No
mereces nada de eso! Mientras yo viva, Alexander, nunca estarás en paz.
Jamás te dejaré ser feliz ¿Me escuchas? ¡Jamás!
—¡Marian ha sido suficiente! —Ryan ingresa a la habitación, pero de
pronto, es como si no fuese capaz de hacer nada más que sentir como mi
mente poco a poco comienza a encajar todas las piezas. —Alex…muchacho
escúchame…
Me libero con brusquedad de su agarre, parezco haber entrado en un
estado de trance que lo único que puedo hacer es salir de ese lugar.
—¿Alex? —mi cuerpo choco contra el de Megan—. ¿Alex que ha
pasado?
No respondo, no puedo reaccionar porque de pronto mi mente parece
haber sido bloqueada.
—¿Qué le hiciste? —consigo escuchar el grito de mi hermana detrás de
mí—. ¿Mamá que le hiciste?
Me recuerdo a mí mismo ingresando al auto, saliendo del
estacionamiento y acelerando por la carretera mientras siento como poco a
poco, todo se va a la mierda.
No es hasta que consigo llegar al interior de mi habitación, que todo
parece explotar como una bomba, llevándose todo a su paso. Mis manos
tiemblan mientras tomo el celular para poder llamarla, para poder hablar
con la única persona que quería hacerlo ahora.
—Por favor —mi voz tiembla, la opresión en mi pecho se vuelve más
intensa, tan fuerte que no puedo respirar—. Por favor, Gracie, responde.
El buzón de voz se escucha, un grito frustrado sale de mi garganta
mientras vuelvo a marca su número, necesito hablar con ella. Él pánico
crece, me absorbe por completo y cuando nuevamente el buzón es la única
respuesta que obtengo, lanzo el celular contra una de las paredes.
Todo ha sido una maldita mentira.
Toda mi vida no fue más que un juego de venganza.
De pronto, la ira, el sentimiento de ansiedad y angustia, el engaño, todo,
absolutamente todo se vuelve uno solo y se incrusta en mi cuerpo,
produciendo punzadas dolorosas en cada parte de mi ser. 
Pierdo el control, lanzando cualquier cosa que esté al mi alcance contra
las paredes, el sonido de los cristales al estallar es todo lo que llena mis
oídos. Un nuevo grito sale de mí, raspándome la garganta y ocasionando
una opresión mayor en mi pecho.
Hay una sensación de vacío en mi sistema, una desesperación que
parece incrementar a cada segundo. Mi parte racional ha sido opacada por
completo, no soy dueño de nada, ni siquiera de mi propia vida.
Todo esto era una maldita mentira, una mentira en la que alguien más
me había sumergido. Y de la cual se empeñaba en no dejarme salir.
En algún punto, cuando volteo la pequeña mesa de noche, un frasco de
pastillas para dormir cae. El cristal al golpear el piso resuena, sin embargo,
no se rompe.
“Mientras viva, nunca estarás en paz”
La crueldad de las palabras se repite en mi mente, no me había sentido
más dañado, traicionado y utilizado en toda mi vida como en estos
momentos, necesito apagar el ardor en mi pecho, necesito que todo esto se
acabe.
Quiero que deje de doler, quiero borrar los últimos años de mi vida,
desearía que nada de esto hubiese ocurrido. Fui criado por una mujer que
me odia, por una que durante años lo único que quiso fue lastimarme.
Aquella mujer a la que llamé mamá, la que cuidó de mí…es la misma
que quiere acabar conmigo, y lo ha hecho, porque me ha arrebatado todo.
Tomo el frasco, sintiendo una especie de ardor cuando entra en contacto
con mi piel.
—¡Alex! —coloco el pestillo en la puerta cuando reconozco la voz de
Megan en la planta baja. —¿Alex, en dónde estás? —sus pasos apresurados
subiendo las escaleras se escuchan, aprieto con fuerza el frasco sintiendo la
impotencia llenarme por completo, sintiéndome incapaz, como un total
cobarde al no poder hacer absolutamente nada más.
—Vete de aquí, Megan —pido con la voz rota.
—Alex —sus golpes fuertes y apresurados se escuchan en la puerta—.
Alex abre. Por favor.
—¡Vete!
—¡No! —la angustia en su voz es evidente—. Alex ¿Qué vas a hacer?
Abre…abre la puerta. ¿Qué es lo que vas a hacer?
—Voy a terminar con esto de una maldita vez. Le voy a quitar el poder
de manejar mi vida como si no valiera nada.
—¡No! ¡No lo hagas! —el grito desgarrador de mi hermana me quema
el cuerpo. —Encontraremos una solución, lo haremos juntos. Solo abre la
puerta.
No lo haríamos, no había ninguna jodida solución para toda esta locura.
Mi vida entera se ha convertido en una pesadilla, una que no tendría fin.
Una que se prolongaría tanto como Marian Campbell quisiera.
—Alex, te lo suplico —la forma en la que solloza me parte el alma. —
Eres todo lo que tengo, no puedo perderte. Lo siento, siento no haberme
dado cuenta de todo lo que estaba ocurriendo, pero ahora estoy aquí,
podemos salir juntos de esto. Somos hermanos, los hermanos se apoyan
¿no? ¿No es eso lo que has hecho siempre por mí?
Apoyo la cabeza contra la madera, cerrando los ojos con fuerza. El
dolor me quema, la firmeza incrementa en el agarre que ejerzo en el frasco.
—Solo abre la puerta, Alex, por favor —solloza con desesperación.
No puedo hacerlo, abrir esa puerta me quitaría las intenciones de acabar
con esto. No existe forma de librarme de todo lo que Marian Campbell ha
creado a mi alrededor, de una u otra forma, las personas que me importan
terminarán lastimadas.  Mis manos tiemblan mientras abro el frasco, cuando
las pastillas hacen contacto con mi piel, la sensación de ahogamiento se
intensifica. Quiero dejar de sentir esto, quiero apagar el ardor que me
consume, la sensación de vivir en una mentira, el sentimiento de no ser
capaz de hacer algo al respecto. Las palabras que Marian pronunció se
reproducen en mi mente, creando recuerdos tortuosos.
“Eres un bastardo, un hijo fuera del matrimonio que nunca debió de
haber existido”
—¡Alex! —la voz de Paul se escucha. Soy capaz de distinguir el
intercambio de palabras que mantiene con mi hermana y luego, golpea con
fuerza la puerta—. Amigo, abre la puerta. Todo estará bien. Encontraremos
la manera de solucionarlo, piensa en Megan, no hagas lo que sea que estás
pensando.
Estoy cansado de pensar en los demás, estoy tan cansado de buscar que
los demás no sufrieran daño y sacrificarme en el proceso. Ya no vale la
pena.
—Cuida de Megan, no dejes que Marian le haga lo mismo. ¿Escuchas
Megan? No confíes en ella.
—¡Alex, no!
—Y dile a Grace que lo lamento tanto, dile que la amo y que me
perdone —mi voz se rompe, un sollozo brota de mi cuerpo siendo incapaz
de contenerlo—. Nunca quise que nada de esto pasara, esto es todo lo que
nunca quise.
—¡Alex, por favor! —el grito desgarrador de Megan se incrusta en mis
oídos al mismo tiempo que llevo el puñado de pastillas a mi boca. Localizo
una botella de agua, no le doy tiempo a mis miedos internos de surgir, tomo
el agua sin pensarlo. Sin dudarlo ni por un segundo.
Los gritos de Megan y Paul se intensifican, no paran, tampoco los
golpes en la puerta que suenan cada vez más y más fuertes. Los minutos
pasan hasta que el primer estallido de dolor en mi cabeza se produce, las
náuseas me invaden mientras me apoyo contra una de las paredes. Soy
incapaz de sostenerme, es como si de cierta forma, todo diera vueltas. El
equilibrio se esfuma de mi sistema y mientras caigo, la recuerdo.
Recuerdo su sonrisa, recuerdo el sonido de su risa. Recuerdo la manera
en la que sus ojos me miraban como si para ella fuese lo mejor del mundo.
Recuerdo la manera en la que me sentía protegido y seguro a su lado,
recuerdo como me sentí amado.
Un sollozo brota de mis labios porque desearía ser más valiente para
estar a su lado, para hacerle saber que ella…que ella llegó a mi vida para
devolverme un poco de paz, pero también la destruí, también cree un
maldito caos a su alrededor, solo desearía poder haber tenido la oportunidad
de escucharla decir que me ama una última vez.
Soy capaz de sentir como mi corazón aumenta su ritmo, como late con
fuerza contra mi pecho. Gimo cuando una punzada de dolor se presenta en
mi abdomen, me inclino incapaz de tolerarla. Luego de eso, mi cuerpo
entero se relaja. La sensación de sueño extremo me invade y de un
momento a otro, dejo de respirar. No puedo llevar aire a mis pulmones, así
que simplemente, dejo de intentarlo.
Un golpe seco hace abrir la puerta, sin embargo, es demasiado tarde.
Suelto el frasco al mismo tiempo en el todas y cada una de mis fuerzas me
abandonan. Los gritos son lejanos, y parecen desvanecerse cada vez más.
Siento mi cuerpo golpear contra el suelo y luego la calidez de los brazos de
Megan envolverme.
—Alex, resiste, por favor, todo va a estar bien —Su voz es lejana, pero
soy capaz de reconocer el dolor en ella. Siento la forma en la que me
abraza, su llanto me llena hasta el último momento en el que mi mente
decide apagarse.
Y en este punto lo sé, todo se ha acabado.
 
 
 
52 UN AMOR PARA SOBREVIVIR
 
Grace Baker.

U n suspiro frustrado brota de mis labios cuando el celular de


Alex me manda directo al buzón de voz.
—Debe de estar ocupado—. Jane intenta sonar tranquila, pero por su
voz, puedo notar que se encuentra algo preocupada.
—No tengo idea de que es lo que pueda hacer —murmuro mientras dejo
caer el celular a un costado de la cama. —Me llamó dos veces, me pone
algo ansiosa el hecho de no haberle respondido. ¿Qué tal si ocurrió algo? Le
dije que no volviera a buscarme, Jane, ¿qué tal si me llamaba para terminar
conmigo? ¿Y ahora por eso no responde el celular?
—Grace, primero debes tranquilizarte —pide —Alex dijo que lo
resolvería, debes de confiar en él.
—No puedo —me incorporo de la cama —no puedo sabiendo que
probablemente le está dando el control de nuevo a su madre —echo la
cabeza hacia atrás —eso sería condenarse a sí mismo. ¿Por qué lo haría?
—Porque quiere que estés bien —me recuerda —ese chico te ama,
Grace. Te ama tanto que es capaz de condenarse a sí mismo con tal de que
tú te encuentres bien ¿Qué mayor prueba necesitas?
Cuando no respondo, ella continua.
—Llamará pronto. Y si no lo hace, entonces te llevaré a su casa ¿de
acuerdo? Y podrás hablar con él con tranquilidad.
El sonido de mi celular capta mi atención y lo tomo, con la esperanza de
que sea alguna llamada de Alex. Sin embargo, la decepción se incrusta en
mi pecho cuando leo el nombre de Paul en la pantalla.
—Hola —respondo apenas tomo la llamada.
—Grace —su voz se escucha agitada, tanto que una ligera confusión me
invade. Parece estar en un sitio con demás gente, porque las voces de fondo
se escuchan con claridad.
—Paul ¿todo en orden? —inquiero.
—No —su firme respuesta hace detener los cortos pasos que había
comenzado a dar por la habitación. —Tienes que venir al hospital.
—¿Al hospital? —cuestiono —¿Por qué iría al…?
—Alexander tuvo una sobredosis —mi cuerpo entero se congela al
instante en el que proceso sus palabras.
—¿Una…una sobredosis? —parece irreal, una completa locura—. Paul
¿Cómo…?
—Discutió con su madre —masculla y una punzada de ira me atraviesa
el pecho —Él grabó la conversación, Megan encontró la grabadora en uno
de sus bolsillos y…Grace, todo es una locura. Fue demasiado para él.
No soy capaz de responder, no puedo hacer otra cosa más que permitir
que mi mente cree miles de escenarios trágicos.
—Se tomó un maldito frasco de pastillas para dormir —un jadeo
abandona mi boca, arrebatándome todo el aire. Retrocedo, sintiendo como
mis piernas pierden fuerzas y me dejo caer en el borde del colchón.
—¿Él…él está bien? —inquiero con temor de conocer la respuesta.
—No lo sabemos aún, el medico dijo que probablemente tuvo una
parálisis respiratoria porque no estaba respirando cuando la ambulancia
llegó.
Me sumerjo en un agujero de ansiedad y angustia repentina, en un hoyo
profundo de pánico.
—¿Qué hospital es?
Él dicta la dirección, reconozco el hospital así que luego de asegurarle
que estaría ahí tan pronto como me fuese posible, cuelgo la llamada.
Al instante en el que lo hago, todo viene a mí como una gran avalancha.
—¿Qué ocurrió? —Jane se coloca frente a mí, posiciona sus manos a
los costados de mi cuerpo sacudiéndome con ligereza—. Grace ¿qué fue lo
que pasó?
—Él…él tuvo una…—me cuesta pronunciarlo, un nudo se instala en mi
garganta impidiéndome hablar, haciendo que el hecho de intentarlo, duela
—él tuvo una sobredosis.
Y escucharme decirlo en voz alta, asimilar que Alexander
probablemente intentó quitarse la vida, es más de lo que siquiera puedo
soportar.
 
La entrada del hospital fue una verdadera locura, las puertas estaban
rodeadas de periodistas que morían por saber el estado de salud de
Alexander. Intentar ingresar fue un martirio por completo, las luces de las
cámaras y los flashes siendo disparados en mi dirección mientras las
preguntas eran lanzadas sin la más mínima consideración, fue demasiado.
Una vez que conseguimos estar dentro, inmediatamente busco a Paul.
Los ubico sentados en una esquina de la sala de espera, él rodea a Megan
sus brazos y cuando se percata de mi presencia, parece decirle algo a la
rubia ya que ella voltea.
—¿Saben algo?
—No, aún…aún no nos han dicho nada —pronuncia con voz rota. —
Pudo llamarte ¿él no te llamó antes de…? —la voz se le rompe, Paul la
abraza de nuevo mientras una punzada de culpabilidad me atraviesa el
alma.
Si llamó.
Lo hizo, pero fui demasiado orgullosa como para prestar atención a mi
celular. La incógnita sobre si el haber tomado esa llamada o no hubiese
hecho alguna diferencia se instala en mi mente para torturarme.
—¿Familiares de Alexander Campbell? —todos centramos la atención
en el hombre que aparece en la sala. Megan se aparta de Paul para acercarse
a él.
—Es mi hermano —murmura. —¿Cómo se encuentra? ¿está bien?
—La cantidad de pastillas fue demasiada para su organismo —el horror
me invade ante la idea de lo que podrá decir a continuación —hemos
comenzado a administrar laxantes para intentar expulsar de su cuerpo la
droga, esperamos obtener algún resultado. No respira por sí mismo, está
conectado a un soporte respiratorio porque sufrió una parálisis respiratoria,
consecuencia común de tomar esa clase de medicamentos en exceso.
—¿Pero… estará bien? —mi voz está inundada en miedo.
—No podemos asegurarlo —la expresión de decepción en el doctor es
evidente —necesitamos obtener algún estimulo de su cuerpo para poder
determinarlo. ¿Su hermano tuvo antes intenciones de acabar con su vida?
Megan niega.
—¿Habló acerca de eso? A veces una expresión sobre no tolerar lo que
ocurría en su vida, o desear que algo acabase.
—Él tuvo una…una especie de discusión con alguien. —Paul informa
—recibió una noticia impactante. ¿usted cree…?
—No sabemos con certeza, pero es posible que haya sufrido alguna
especie de shock emocional, común en personas que intentan acabar con su
vida de un momento a otro. Una vez que despierte, será canalizado al
departamento de psiquiatría, para un diagnóstico mejor, ahora solo tienen
que esperar.
Es todo lo que dice antes de darnos la espalda.
—¿Qué voy a hacer si él muere?
—No, no digas eso —Paul se apresura a negar —él va a salir de esto
¿escuchas? Él va a estar bien.
Antes de que alguno de nosotros pueda decir algo más, los pasos
apresurados resuenan en la sala.
—¿Cómo está? Megan ¿Cómo está tu hermano? —la punzada de ira
regresa en cuanto veo a Marian Campbell aparecer ¿Qué estaba haciendo
aquí?
—¿Cómo si quiera te atreves a venir aquí? —el grito de Megan nos
sobresalta, no parece tener ni el mínimo gusto de ver a su madre—. ¡Esto es
tu culpa! ¡Mi hermano se tomó un maldito frasco de pastillas por tu culpa!
—exclama acercándose a ella. —No tuviste suficiente con hacerle daño
todos estos años, no estarás conforme nunca ¿verdad? ¿Cómo pudiste
hacerle eso?
—Megan no sé de qué estás hablando, cariño…
—Lo sé todo —la sorpresa surca el rostro de la mujer frente a nosotros
—sé todo lo que le hiciste, y también sé que, por tu culpa, papá falleció.
—No, Megan…
—¡Te odio tanto! —Paul tiene que sostener a Megan antes de que pueda
abalanzarse hacia su madre—. ¿Me oyes Marian? ¡Te odio tanto!
Por primera vez en el tiempo que la conozco, Marian parece estar a
punto de romperse mientras observa a su hija.
—Si Alex muere, si mi hermano no logra despertar… —se libera con
brusquedad del agarre de Paul—. Ten por seguro que nunca voy a
perdonarte.
—Es mi hijo, me quedaré hasta saber…
—No seas una hipócrita, no pretendas estar preocupada por él. No
tienes ningún derecho de estar aquí. —Megan parece tener la intención de
decir algo más, pero se contiene. —Si no te marchas, saldré a decirle a
todos los reporteros que aguardan afuera que tú eres la culpable de esto,
saldré a confirmar que eres completamente culpable de todo lo que se te
acusa. Parecías tan orgullosa de que Alex no fuese tu hijo, bueno, pues
debes sentirte aún más porque desde ahora, Marian, desde estos momentos,
no te considero más mi madre.
Una ola de confusión me invade ante las palabras de Megan. Me
desconecto por breves instantes en los cuales Marian se marcha.
—¿Por qué nunca me dijo nada? —la mortificación se adueña de su
tono de voz cuando habla —¿Por qué no confiarme lo que mi madre hacía?
—No quería que cambiaras el concepto que tenías de ella —Megan me
observa.
—Lo del contrato ¿tú lo sabías? —inquiere. Asiento con lentitud,
caminando los pasos que nos separan hasta conseguir tomar asiento a su
lado.
—Lo sabía —confieso. —Tú madre no quería que él se librara. Marian
quería seguir siendo dueña de la vida de tu hermano, no iba a dejar que
consiguiera su libertad tan fácil.
—Solo quiero que él esté bien —susurra. Extiendo una de mis manos
para colocarla sobre la de ella.
—Todos queremos eso, Megan.
 
Fueron largas horas en las que permanecimos sin tener más noticias del
estado de Alex. Largas horas de incertidumbre en donde la única cosa que
pude hacer, fue rogar al cielo porque él estuviese bien.
Los amigos de Alex habían llegado, y para mi sorpresa, Katherine
también apareció. La chica parecía afectada, Megan había intentado
echarla, sin embargo, Paul lo había impedido. Yo había permanecido a su
lado, para mí era difícil, pero no podía imaginar lo duro que resultaba para
ella, se trataba de su hermano, eso lo hacía mucho más doloroso.
Jeff también está aquí, y parece ser la única persona que consigue
tranquilizar a Megan. El hombre luce preocupado, y culpable porque repetía
que debió estar con Alex.
Todos están tan afectados, tan incrédulos de lo que ocurrió.
—¿Los reporteros siguen ahí afuera?
—No creo que se marchen pronto —masculla Nicolás —Vieron una
foto de Alex en una camilla, no se irán hasta tener alguna información.
¿Dónde está Ryan en todo caso? Él debería de estar aquí para hacer que se
marchen.
—Marian al parecer lo despidió —pronuncia Megan —antes de seguir a
Alex escuché que estaban discutiendo, no se ha aparecido ni contestado las
llamadas desde entonces.
—Sí, bueno, debe de haber alguien que pueda ir y hacer que se
marchen. Será complicado si Alex despierta y se encuentre con que
innumerables personas quieren saber que pasó.
—Tal vez podemos llamar a Bill —la atención de todos se centra en mí
—su abogado.
—¿Tiene un abogado? —inquiere Megan.
—Lo tiene, él puede hablar sobre lo que sea necesario —informo.
—¿Tienes forma de contactarlo? —cuestiona Paul. Asiento.
Alexander había registrado el número de su abogado en mi celular por
cualquier cosa que pudiera necesitar, en ese momento no lo consideré
importante, sin embargo, ahora le agradecía el haberlo hecho. Marco el
número, él contesta al tercer tono y luego de informarle lo que había
ocurrido, él prometió estar aquí en el menor tiempo posible.
El tiempo después de eso se resumió en una larga espera, una
interminable y tortuosa espera, llena de incertidumbre y ansiedad.
Cuando al fin el doctor sale a informar que Alex estaba estable, el alivio
inunda la sala. No sabían cuánto tiempo tardaría en despertar, pero lo haría.
Megan fue la primera persona en entrar a verlo, moría por hacerlo, tenía
que ver por mí misma que se encontraba bien, sin embargo, me obligué a mí
misma a ocultar la necesidad de estar con él.
Megan sale, una mirada es suficiente para comunicarme que puedo
pasar. Camino con lentitud, sintiendo mi corazón aumentar su ritmo de una
manera exponencial. Hay un ligero temblor en mis manos, mismo que
intento ocultar escondiéndolas en mis bolsillos.
El frío de la habitación me golpea, lo hace tan fuerte que me estremezco
por un par de segundos. Mi corazón se encoge con violencia cuando lo
miro, mantiene una mascarilla con lo que deduzco es oxígeno, y varios
cables se conectan en diversas áreas de su cuerpo.
Mis pasos son lentos, hasta conseguir colocarme a su costado.
—Hola —mi voz sale inestable, el nudo en mi garganta aprieta tan
fuerte que, por un segundo, no puedo hablar. Extiendo una de mis manos
para colocarla a un costado de su rostro. Deslizo mi pulgar por su mejilla, lo
frío de su piel me encoge el corazón. —siento tanto no haber estado para ti,
dije que lo estaría, dije que no te abandonaría y lo hice.
Mi voz se rompe, sollozo mirando al hombre que amo lucir tan frágil,
tan vulnerable.
—Te amo, Alex. —susurro —te amo y prometo que estaré para ti a
partir de ahora. No quiero separarme de ti, no quiero hacerlo nunca.
Tomo una de sus manos, mirándola por varios segundos antes de volver
a centrar mi atención en su rostro.
—Todo va a estar bien, mi amor, todo va a estar bien.
 
Bill llegó cerca de veinte minutos después de haberlo llamado. Y
gracias al cielo consiguió que varios reporteros se fueran del hospital.
—¿No tienen más familia? —inquiero hacia Megan.
—Nuestros abuelos fallecieron cuando nosotros éramos unos niños —
informa observándome —y nuestros padres son hijos únicos. Así que creo
que no tenemos más familia.
—No deberías estar enfrentando esto sola —pronuncio.
—No estoy sola —objeta —estás tú, esta Paul y también Jeff. Y sé que
Alex va a estar bien, solo…solo tenemos que esperar.
—Lo que le dijiste a tu madre…
Megan toma una inhalación.
—No tenía idea de todo lo que ella hacía, nunca pude imaginar que
llegara tan lejos. Cuando conseguimos entrar a la habitación y lo vi en el
piso…—se detiene, intentando no romperse de nuevo —cuando lo vi en el
suelo supe lo que había hecho, así que lo único que hice fue abrazarlo,
como si eso consiguiera hacer que despertara. Fue ahí cuando encontré la
grabadora. No se había detenido en ningún momento, no había dejado de
grabar ni un solo segundo. Así que cuando la ambulancia se marchó, la
detuve y escuché lo último que grabó. Alex no es hijo de Marian, se lo
reveló en la discusión que habían mantenido y parece ser que eso fue
suficiente para arrastrar a Alex a tomar la decisión de tomarse todas esas
pastillas. Fue horrible escuchar como la mujer que se hace llamar nuestra
madre, fue capaz de hacer tantas cosas.
Todo tenía sentido ahora, la forma en la que Marian parecía no sufrir
ningún arrepentimiento con todo lo que hacía, es porque en realidad no es
una madre.
—Me alegra que Alex haya encontrado en ti a alguien en quien confiar
—susurra —me alegra que estés con él.
Una sonrisa es todo lo que puedo darle, Megan se incorpora luego de
eso y me quedo sola, intentando convencerme de que al final, algo bueno
saldría de todo esto. No abandono el hospital en ningún momento, quería
estar aquí cuando Alex despertara, no me marcharía hasta entonces.
Y sucede antes de lo pensado. Intento retener la necesidad de decirle a
Megan que quiero verlo, ella parece tan feliz y emocionada por eso que
apenas y habla con nosotros cuando el doctor le dice que Alexander ha
despertado. Pese a eso, la reacción de Alex al despertar no es la que todos
esperábamos. Feliz de vernos, feliz de ver a su hermana. Megan sale
probablemente incluso más destrozada luego de hablar con él, tanto que
dudo de si el ir a hablar con él es buena idea.
—Si hay alguien que puede hablar con él, esa eres tú —me recuerda
Paul —Eres la única persona en la que él confía.
—¿Y si me echa?
—Encontraremos otro medio —responde—ve.
La reacción que esperaba de Alex no era esta, no esperaba que no
luciese feliz de haber despertado.
—Hola —mi voz sale en un susurro. Él me mira, la palidez en su piel es
notoria, aún mantiene un pequeño cable en la nariz. Me observa un par de
segundos antes de que una ligera sonrisa ladeada se filtre en su rostro.
—Hola —su voz es ronca, débil. Camino en silencio hasta colocarme en
el pequeño banco que está a un costado de la cama. —No me mires así.
—¿Así como?
—Es evidente que te has decepcionado de mí, no intentes ocultarlo.
—No estoy decepcionada —confieso con voz temblorosa —estoy
aterrada, estoy tan asustada de perderte, de que decidas rendirte de nuevo.
—Tal vez ya me rendí, tal vez ya me di cuenta de que no hay ninguna
salida. —El tono mortificado con el que habla me estruja el corazón —
estoy destinado a esto, Gracie.
—¡No lo estás! —sueno desesperada—. Eres mucho mejor que todo
esto, Alex. Siempre hay una salida.
Él aparta la mano cuando intento tomar la suya.
—Tienes que irte —pide—. Y llévate a Megan y a todos los que estén
aquí esperando por entrar. Por favor, Grace, quiero que te vayas.
La forma en la que me mira me rompe el corazón, no hay rastro del
chico que solía ser, es una mirada apagada, sin la más mínima chispa o
destello.
—No, no me iré —sentencio con firmeza.
—Quiero librarte de todo esto, Grace quiero que te mantengas alejada.
No quiero que estés conmigo solo porque intenté…
—No, no lo digas —suplico—. No puedes rendirte, no ahora.
—Estoy cansado de luchar. Estoy harto de tener que vivir en esta
pesadilla. Siento que por mucho que lo intente, jamás conseguiré librarme
de ella —su voz tiembla—. Solo…solo quiero sentirme en paz por un
momento, poder olvidar toda esta locura, si pudiera borrar todo de mi vida,
lo haría sin dudar. Si pudiera alejarme de todo, no lo pensaría ni por un
segundo.
—Alex…
—Estoy agotado —confiesa —tanto física como emocionalmente,
Gracie. Estoy roto, jodido, estoy en un punto de mi vida que no sé qué es lo
que tengo que hacer —un par de lágrimas caen por sus mejillas, las cuales
limpia con rapidez —me aterra pensar que nada tiene solución, y que
seguiré siendo un títere de mi propia vida.
—No, no pienses así —pido acercándome a él —estás tan cerca de
conseguirlo, todo saben la verdad, amor, Marian no ganará esta vez.
Sus ojos se humedecen, aparta la mirada por un par de segundos, tiempo
suficiente en el que consigo tomar su mano.
—Necesito que te vayas —pide con voz temblorosa —no te quiero aquí.
Mi corazón se estruja, cierro los ojos mientras me repito que eso no es
verdad. Él me quiere aquí, me ama tanto como yo a él, esto era complicado,
más de lo que siquiera podía imaginar así que no, no me iría.
—No me iré, no abandonas a las personas que amas—él voltea de forma
inmediata en cuanto me escucha hablar —te amo y no soporto la idea de
perderte ¿entiendes? A pesar de todo, te amo, te amo y no dejaré de hacerlo
nunca. Alexander Campbell, eres el amor de mi vida.
El brillo en sus ojos regresa, una leve sonrisa aparece en sus labios.
—Eres el amor de mi vida, y no voy a dejarte. —susurro en un hilo de
voz —así que te pido, que tú tampoco lo hagas. Te suplico que no me
obligues a apartarme de ti.
Permanece en silencio por varios segundos antes de abrir los brazos, y
entonces, sin querer evitarlo, me lanzo hacia él.
Hacia el único lugar en donde verdaderamente soy feliz.

 
 
 
 
 
53 COMENZAR DE NUEVO.
 
Alexander Campbell.

M i cuerpo entero se siente débil, tanto que tengo la necesidad


de dormir por varias horas más. Levantarme de la cama no es
una opción, se siente como si todas las fuerzas de mi cuerpo hubiesen
decidido esfumarse.
Dirijo mi mirada hacia Grace, ella duerme en el sillón de la habitación,
cubierta con un par de mantas que una de las enfermeras le había dado hace
un par de horas. No puedo dejar de mirarla, las ojeras debajo de sus ojos es
signo evidente de que no ha descansado como debería, y eso solo hace que
una punzada de culpabilidad se clave en mi pecho.
Me remuevo sobre el colchón, me quito el pequeño cable que lleva
oxígeno a mi organismo, intentando estar sin él. No lo consigo, después de
algunos minutos el aire es insuficiente así que vuelvo a colocármelo. Al
parecer, la consecuencia principal de tomarme una gran dosis de pastillas
para dormir es que mis vías respiratorias se paralizaron, tuve suerte de no
morir. Aunque yo no lo catalogaría como suerte.
—Dale tiempo —la voz adormilada de Grace me hace mirarla —apenas
llevas unas horas despierto.
—Es fastidioso —confieso—. Quiero ir a casa.
—Bueno, eso no va a ser posible —se incorpora, estirando los brazos
por algunos segundos antes de mirarme —el doctor dijo que tendrás que ver
a un terapeuta.
—No lo necesito, estoy bien.
—Acepta que por primera vez necesitas ayuda —reprende —y no te
dejare ir sin que antes lo hayas visitado, estoy segura de que Megan estará
encantada de apoyarme con eso.
Una sonrisa divertida se filtra en mis labios. Grace no se ha marchado
en ningún momento, a pesar de que se lo había pedido en varias ocasiones.
La puerta se abre, reconozco a la persona que ingresa de inmediato.
Grace parece un tanto incómoda ante la aparición de Katherine, y cuando
centra su atención en mí, sé que espera que le de alguna especie de
respuesta. Asiento ligeramente.
—Hola —Katherine murmura con suavidad.
—Hola, Kat —su rostro se relaja, dirige la mirada a Grace y es en este
punto en el que mi chica se incorpora.
—Necesito café —informa —regreso en seguida, si me necesitas, estaré
afuera.
—Gracias —ella se acerca hasta mí, deja un rápido beso sobre mis
labios antes de darse la vuelta y cruzar a un costado de Kat. Cuando se ha
marchado, me mantengo en espera de que ella diga o haga algo.
—Cuando lo supe estaba muy preocupada —camina con lentitud hasta
colocarse en la silla que se encuentra a un costado de la cama. —Sé que no
hablamos por largo tiempo, e intenté llamarte cuando la prensa comenzó a
hablar de ese contrato, pero no sabía cómo lo tomarías.
—Tal vez como que mi amiga estaba preocupada —una ligera sonrisa
se adueña de su rostro.
—Lo siento. —susurra —por todo.
No le doy una respuesta inmediata, ella baja la vista por un par de
segundos antes de atreverse a mirarme otra vez.
—Nunca quise sacar provecho de nuestra relación —admite —pero no
puedo negar que he estado enamorada de ti desde antes de tu fama, quise
decírtelo, en muchas ocasiones, pero luego fuiste una estrella y creí…creí
que nunca sería posible. Tú repetías constantemente ante todos que éramos
solo amigos, que no había nada así que me convencí que lo que yo sentía
por ti, nunca podría ser.
—Kat…
—Cuando ella apareció, me enojé porque sentiste por ella lo que yo no
pude causar en ti con todos nuestros años juntos. Nunca quise dañarte, pero
todo se salió un poco de control, solo quería tu atención otra vez —sus ojos
se humedecen —¿puedes perdonarme?
—No tengo energías para guardar resentimientos —murmuro —y
quiero dejar de recordar el pasado así que… ¿podemos olvidarlo?
—Sí, claro, lo lamento —ella se incorpora, pasa las manos por la tela de
su pantalón antes de volver a hablar. — Me alegra muchísimo ver que estás
bien.
—Creo que aún no estoy del todo bien —confieso.
—Es bueno ver que estás vivo, entonces —objeta.
—Sobreviviendo —ella sonríe. Niega un par de veces antes de tomar el
pomo de la puerta antes de abrirla, cuando lo hace, se topa con alguien más.
—Señora Campbell —mi cuerpo entero se tensa al ver a la mujer que se
encuentra a unos pasos de distancia.
—No la dejes pasar —Katherine voltea en cuanto me escucha hablar —
no dejes que entre.
—Kat, linda, necesito hablar con Alex.
—Sí, bueno, creo que ya lo ha escuchado —pronuncia Kat. La firmeza
de su voz ha regresado, adoptando la postura que la caracteriza—. Así que,
creo que debe de esperar.
Se coloca en el espacio que deja la puerta abierta, mientras sostiene con
firmeza la manilla.
—Alex…—cierro los ojos ante el tono suave que emplea —Alex cielo,
por favor…
—No me obligue a llamar a seguridad —masculla Kat
interrumpiéndola. —No será bueno para usted que todos los periodistas la
vean salir, o más bien, la vean ser echada por los de seguridad. Alexander
no quiere hablar con usted, así que lo mejor que puede hacer es marcharse
de aquí.
No consigo escuchar lo que Marian dice después de eso, Katherine
retrocede un par de pasos antes de cerrar la puerta de nuevo.
—Bien, creo que me quedaré hasta que tu novia vuelva —afirma antes
de tomar asiento de nuevo.
—Gracias. Estoy demasiado débil como para entrar en una discusión
con ella —confieso—. Aún no tengo la fuerza para enfrentarla.
Ella sonríe con comprensión. No pasa mucho rato hasta que la puerta se
abre con prisa, una agitada Grace aparece frente a nosotros, camina con
rapidez hasta colocarse frente a mí y posa las manos a los costados de mi
rostro.
—Vi a tu madre en la sala de espera, ¿estás bien? ¿te dijo algo? ¿quieres
que…?
—Estoy bien, Gracie —pronuncio con una ligera sonrisa. —no habló
conmigo.
—Oh, qué bueno —parece aliviada. —Realmente pensé que había
entrado a decir o hacer algo más. ¿Cómo es que siquiera se atreve a
aparecer? Creí que Megan había hablado con los de seguridad para que no
la dejaran pasar.
—No lo sé —un suspiro cansado brota de mi cuerpo—. No quiero
pensar en eso, solo quiero dormir.
Grace y Katherine comparten una mirada.
—Dormir en el buen sentido —aclaro rodando los ojos.
—Sí, entendemos es que el doctor dijo…
—Grace, no planeo tomarme otro frasco de pastillas ¿entiendes? —
inquiero—. Estaré bien.
Ella sonríe, un par de instantes después Katherine se marcha. Cuando
observo a Grace caminar hacia el sillón, me corro a un costado de la cama.
—Ven aquí —pido —ese sillón se ve lo suficientemente incómodo
como para dejar que estés ahí.
Camina hasta llegar al colchón, se acomoda con ligereza a mi costado
dejando el vaso de café que sostiene en la pequeña mesa que está a un lado
de la cama.
—Marian no es mi madre —susurro cuando la tengo contra mi pecho.
No lo había dicho, ni siquiera tuve el valor para confesarle a la verdad a
Megan.
—Lo sé —susurra de vuelta. Me aparto, observándola con confusión. —
Megan escuchó la grabación, la que tenías en tu bolsillo.
Todo había sido tan inesperado, tan confuso que había olvidado por
completo que toda la conversación había estado grabada.
—Marian vino cuando aún estabas inconsciente, dijo que quería verte y
que no se iría hasta saber tu estado. Ahí fue cuando Megan dijo que lo sabía
todo.
—¿Ella…?
—Alex, Megan te ama. No creerás que el hecho de que no seas hijo de
Marian cambia algo entre ustedes ¿o sí? Son hermanos, a pesar de todo. No
debes de apartarla, está asustada, muchísimo.
—No tengo el valor para verla a los ojos —confieso —Grace, ella
estaba ahí ¿Cómo voy a perdonarme el hecho de lo que le hice?
—La necesitas, y ella necesita de su hermano —murmura apartándose
de mi cuerpo —no la apartes, así como no lo hiciste conmigo. Todos siguen
en la sala de espera, indecisos sobre si entrar o no porque no parecías feliz
de verlos.
No respondo, desvío la mirada de ella siendo incapaz de mantener el
contacto.
—Cariño —lo suave de su voz me hace mirarla de nuevo —no puedo
imaginar lo complicado que esto está siendo para ti, pero sí puedo pedirte
que no alejes a las personas a las que le importas. Nicolás, Paul, Katherine.
Todos ellos han permanecido en la sala del hospital, esperando por tener
noticias tuyas. Megan no se ha marchado en ningún momento, y no quiere
entrar de nuevo porque lo último que le dijiste, es que no querías verla.
Katherine fue la única que se atrevió a venir a pesar de eso, y no resultó tan
mal ¿no?
—Tal vez no sería mala idea que vinieran —susurro. Grace parece
satisfecha con eso—. ¿Puedes decirles?
Una sonrisa orgullosa se filtra en su rostro mientras asiente, se incorpora
de la cama manteniendo aún su mirada en mí.
—Seguro, vuelvo enseguida.
La observo salir de la habitación, cuando me quedo solo, cierro los ojos.
El sentimiento de vacío aún no desaparecía de mi pecho, el sentir que había
vivido tanto tiempo en una mentira no me abandonaba, sin embargo, estaría
bien.
Vale la pena continuar. Lo vale completamente.
 
Bill habla sobre algo a lo cual no le estoy prestando la más mínima
atención.
—Creo…creo que es suficiente —mascullo interrumpiéndolo —
¿puedes hacerte cargo de todo eso? No tengo cabeza para pensar en asuntos
legales.
—Lo entiendo —murmura con comprensión —pero necesito saber qué
quieres que haga. La prensa tiene muchas preguntas, y tu manager no
aparece por ningún lado. Al parecer, la única persona a la que tienes para
responder todas esas preguntas, es a mí.
—Te lo agradezco, en serio —pronuncio —pero justo ahora no me
interesa la prensa, se cansarán y se marcharán. De todas formas, aún no
salgo de este lugar.
—En eso tienes razón —concuerda cerrando las carpetas que mantenía
frente a él—. Megan me entregó la grabación.
Mi completa atención se centra en él cuando dice aquello.
—Sabes que eso es un arma poderosa ¿no es cierto? —inquiere —es
algo que cambia las cosas completamente. Admitió todo lo que queríamos
demostrar, y lo que pasó…—se detiene como considerando si es buena idea
continuar —lo que sucedió solo es un factor más para darnos la razón. Esa
mujer no te hace bien y ningún juez dudará de eso ahora.
—¿Y qué pasará?
—Primero necesitas recuperarte —pide —para cuando el juicio llegue
confío en que estarás estable para hacerle frente. Si no es así, tu terapeuta o
la persona encargada de tu salud lo dirá, y veremos qué hacer. Por ahora,
solo queda informarte que el abogado de Marian me ha llamado, al parecer,
quieren un arreglo.
—No —la firmeza de mi voz me sorprende —no quiero ningún arreglo,
Bill. Esa mujer no dudo ni por un segundo en todo lo que hacía, quería
hacerme daño, no se arrepiente de absolutamente nada. Darle un arreglo es
permitir que no tenga ninguna consecuencia, me arrebató a mi padre, y
convirtió mi vida entera en una pesadilla solo por venganza, no merece ni
un solo arreglo. No voy a dárselo.
—Bien, eso es todo lo que necesito —se incorpora de su asiento —te
dejaré descansar, ¿quieres que le diga a Grace que pase, o a tu hermana?
—Quiero dormir un poco —él asiente, con un gesto comprensivo.
—Estaré al tanto —pronuncia —e intentaré localizar a Ryan.
—No lo encontrarás —confieso —si Marian hizo lo que Megan dice,
seguramente lo amenazó con algo. Aunque hay un contrato y no puede
desaparecer, lo único que quiero es ver si hay forma de romperlo.
—Eso es sencillo si él presenta una renuncia —informa —me haré
cargo, no te preocupes por eso.
El sale de la habitación. El silencio me consume de nuevo en cuanto me
quedo solo. Me acomodo sobre la cama, cerrando los ojos y tomando una
larga inhalación. He intentado recordar algo sobre la mujer que Marian
mencionó, si mi padre estaba dispuesto a marcharse con ella, yo debí de
haberla conocido. En algún punto, tuve que entablar alguna conversación o
hacer alguna interacción, tenía que tener un recuerdo. Pero no hay nada.
Mis intentos por dormir se ven arruinados cuando un hombre, que se
presenta como el doctor Joseph ingresa a la habitación. Recuerdo
perfectamente que el médico había dicho que necesitaba una especie de
evaluación psicológica, para determinar si no tenía una tendencia suicida.
Así que, durante el siguiente par de horas, me sumergí en una
conversación en donde me permití decir todo, no quería estar aquí por más
tiempo, y si para eso tenía que decir la verdad, entonces lo haría.
El doctor parece satisfecho cuando se marcha al fin, me siento aliviado
de que eso haya terminado, aunque en cierto modo se sintió liberador.
—Seguramente no es a mí a quien quieres verme —abro los ojos en
cuanto escucho la voz de Megan —pero prácticamente obligué a tu novia a
ir a dormir porque la pobre parecía un zombi —bromea.
—Gracias por eso entonces, necesita un descanso. Al igual que tú.
—Oh, estoy bien —afirma mientras camina para llegar a donde me
encuentro. —¿Cómo te sientes?
—No lo sé, Meg. Todo fue tan…loco —mascullo.
—Lo sé —concuerda acercándose para tomar mi mano. —Pero saldrás
de esta, me tienes a mí, tu hermana.
—Lo siento —soy consciente de la forma en la que sus ojos se
humedecen de forma inmediata —lo siento por lo que hice.
Megan no responde de inmediato, desvía la mirada mientras se sienta
con suavidad en el borde del colchón.
—No quería dejarte, no quería causarte ni un solo daño yo solo…yo
solo sentí que era demasiado, solo…solo quería apagar el dolor.
—No me tienes que pedir perdón —confiesa en un hilo de voz. —Pero
no quiero perderte, no quiero que te rindas y me abandones. ¿Pedir eso es
egoísta?
Niego, mordiendo el interior de mi mejilla en un intento de contener las
lágrimas y no romperme frente a ella.
—Eres la persona más valiente que he conocido, Alex —pronuncia con
suavidad —estoy muy orgullosa de ti. Quiero que no te rindas, te pido que
no lo hagas porque tienes un futuro brillante frente a ti. 
—Te quiero, Meg —ella sonríe, se coloca a mi lado, escondiendo su
rostro en mi pecho mientras afianza su abrazo en mi torno.
—Yo también te quiero —asegura.
Permanecemos en silencio por largo rato antes de que ella vuelva a
hablar.
—He terminado la tesis —la observo con sorpresa, ella mantiene una
ligera sonrisa en los labios cuando se aparta de mi cuerpo —se lo he
enviado a mi tutor, si la aprueba, creo que estará lista. Y me graduaré a
tiempo.
—Oh, estoy tan orgulloso —pronuncio con diversión adoptando un
gesto conmovido.
—Es en serio —dice entre risas.
—Estoy hablando en serio —insisto —eres mi orgullo.
—Y tú el mío.
Se lanza a mis brazos, y no dudo en recibirla, no dudo en apegarla a mi
cuerpo porque sabía que independientemente de todo lo que había ocurrido,
ella estaría conmigo.
 
Estar encerrado en la habitación, sin nada que hacer me creaba la
sensación de que, en cualquier momento, perdería la cabeza. Quería
regresar a casa, los dos días siguientes que estuve en el hospital se sintieron
eternos, tanto que necesitaba hacer algo que consiguiera distraerme antes de
ser devorado por el aburrimiento.
—Grace dijo que necesitabas algo de entretenimiento. —Steph ingresa a
la habitación, sostiene dos guitarras, una en cada hombro mientras sujeta
con sus brazos un par de libretas.
El recuerdo de lo que ocurrió con mi propia guitarra se me clava en el
pecho, y me regresa la sensación dolorosa.
—¿Darás un concierto aquí? —me las arreglo para lucir lo menos
afectado posible.
—Daremos, he conseguido una guitarra para ti—corrige. Él sonríe, me
tiende la guitarra y luego, deja una de las libretas a mi costado. La
reconozco de inmediato, es la libreta que mantengo en el estudio, en donde
escribo las rápidas canciones que vienen a mi mente.
—¿En dónde la encontraste?
—No estuve husmeando entre tus cosas —aclara —Tania me la entregó,
dice que escribir te hace bien. Así que he pensado en traer las guitarras y
componer algunas melodías para las letras. ¿Qué dices?
No respondo, sin embargo, mantengo la guitarra entre mis manos,
deslizando las yemas de mis dedos por cada una de las cuerdas. Sintiendo la
sensación reconfortante envolverme de nuevo cuando hago sonar el primer
acorde.
La música siempre fue mi sueño, un sueño que poco a poco había
terminado por convertirse en pesadilla, pero tal vez, existe la pequeña
posibilidad de revertir eso. Steph comienza a tocar, la sonrisa que mantiene
en el rostro me hace sentir bien. Él me hace una seña, dándome a entender
que quiere que continúe.
Y lo hago.
Se siente extraño no tener mi propia guitarra, me he acostumbrado a
ella, pero sé que no hay forma de tenerla de vuelta . No hay nada que pueda
hacer para recuperarla, así que me resigno, y dejo que la música me
envuelva.
No es en un escenario, no es frente a miles de personas, pero se siente
bien. Estoy en una cama de hospital, recuperándome de un intento de
suicidio, sosteniendo la guitarra tanto como me es posible entre mis manos,
nada de lo anterior importa porque por primera vez, lo siento de nuevo.
Stephen comienza a cantar, una de las canciones que habíamos
comenzado a componer antes de que toda esta locura se desatara, y pronto,
mi voz lo acompaña.
No todo está perdido, aún tengo la posibilidad de cambiar las cosas. Y
esta vez, lo haré todo, absolutamente todo, sin dudar. 

 
 
 
 
54 NO RENDIRSE
 
Grace Baker.

U na ola de gritos, flashes y preguntas nos envuelve apenas


salimos del hospital. Alex se cubre con la capucha de la sudadera
que trae puesta, mientras intenta atravesar el cumulo de gente que se había
reunido en el lugar. El personal de seguridad que Bill ha contratado no fue
de gran ayuda, a pesar de que hacían su mayor esfuerzo para evitar que más
reporteros se acercasen a Alexander.
Él parece aliviado en cuanto ingresamos al auto, suelta un suspiro
mientras se baja la capucha y se quita las gafas de sol. se acomoda en el
asiento mientras apoya su cabeza contra el cristal. Jeff ha permanecido con
nosotros, y parece ser la única persona, aparte de mí, con la que Alex se
siente cómodo. No hablamos mucho durante todo el camino a su casa,
cuando el auto estaciona, reconozco el auto del equipo de seguridad detrás
de nosotros.
—Bill se tomó esto de la seguridad muy enserio —comento mientras
bajamos del auto.
—No fue Bill —pronuncia él mientras caminamos hacia la entrada. —
Fue Marian quien los envío. Bill solamente me lo informó, ya que me he
rehusado a tomar todas sus llamadas.
Lo observo atravesar la sala, se detiene al pie de las escaleras al ver que
no lo sigo.
—¿Qué pasa?
—¿Tu madre…? —él rueda los ojos y me reprocho mentalmente el
haberlo olvidado —quiero decir, ¿Marian te envío un equipo de seguridad?
¿Por qué?
—No lo sé —responde —¿no quieres llamarla y preguntarle tal vez?
—Alex…
—Iré a dormir —es todo lo que dice mientras sube las escaleras. Un
suspiro cansado brota de mis labios mientras dejo mi bolso sobre el sillón.
Me dejo caer sobre el material echando la cabeza hacia atrás.
La actitud de Alex es demasiado cambiante en los últimos días, hay
momentos en donde parece que ha vuelto a ser él, donde sonríe, y hace
bromas. Y luego, momentos como este en donde lo único que quiere hacer,
es dormir.
Leo el mensaje de Paul en donde pregunta si hemos llegado, cuando le
doy una respuesta afirmativa, dice que vendrá y a pesar de que le informo
que Alex no está dispuesto a recibir a nadie, dice que eso no le impedirá
venir.
Guardo el celular de nuevo en uno de mis bolsillos mientras me quito
los zapatos con un movimiento, subo los pies al sillón mientras intento
encontrar una postura cómoda para permanecer. El silencio consume el
lugar, no encuentro nada mejor que hacer así que decido subir a la
habitación de Alex, al menos hasta que Paul llegue. Dejo un par de toques,
cuando no obtengo respuesta, abro la puerta.
Él se encuentra sobre el colchón, con los audífonos puestos y los ojos
cerrados. Me apoyo en el umbral, mirando lo sereno que luce así que decido
no interrumpirlo, cuando estoy dispuesta a marcharme de la habitación, él
habla.
—No te vayas —me giro en cuanto lo escucho. El mantiene uno de sus
ojos abiertos, con una expresión graciosa en el rostro que me hace reír.
—Creí que estabas dormido —murmuro acercándome. Cierro la puerta
con suavidad, luego camino hasta colocarme a un costado de él, apoyando
mi espalda contra la cabecera de la cama.
Alex se incorpora tan solo un poco para permitirse colocar su cabeza en
mi regazo, se remueve hasta acomodarse y luego, vuelve a cerrar los ojos.
—Es curioso que tenga tantas ganas de dormir, pero no consiga hacerlo.
—Entonces tal vez deberíamos de buscar alguna cosa para entretenerte.
—Tal vez deba buscar un nuevo manager —pronuncia abriendo los
ojos. Deslizo mis manos por su cabello, la suavidad del mismo me hace
sonreír.
—¿No han podido localizar a Ryan?
—Parece ser que no quiere que nos comuniquemos con él —un suspiro
brota de sus labios. —Esperaba que pudiera tener alguna explicación para
todo lo que ocurrió, no debería de haber desaparecido así, tan de repente. Le
confíe mi carrera por largos años, era lo más cercano que tenía a un padre.
No comprendo cómo puede simplemente ignorar mis llamadas.
—Porque no tiene la suficiente valentía para encararte —respondo—.
Está consciente de lo que hizo, Alex.
—¿No merezco ni una sola explicación?
—A veces las personas actúan por su propio beneficio, y las acciones
que realizan no necesitan de ninguna explicación. Hablan por ellas mismas.
Un largo suspiro brota de su cuerpo, antes de observarme fijamente.
—Gracias por todo.
—Creo que debes dejar de agradecerme por todo —murmuro con una
sonrisa —no merezco todos los méritos.
—Claro que si —él se incorpora, colocándose frente a mí —si tú no
hubieses llegado a mi vida, probablemente nunca me habría atrevido a
hacer algo al respecto. Estaba tan acostumbrado a la vida que llevaba que…
creo que no quería ponerle fin, muy en el fondo, estaba convencido de que
así sería siempre.
—Lo importante aquí, es que has decidido hacer algo.
—Respecto a eso…—deja de hablar, como si se debatiera entre
continuar hablando o no—. ¿Estarás en el juicio? Te necesito ahí —él
coloca una de sus manos al costado de mi rostro, luego la desliza hacia
llegar a la parte trasera de mi cuello y me atrae a él.
—Claro que estaré contigo —aseguro.
Nuestros labios se encuentran, cierro los ojos disfrutando de manera
inmediata del sentimiento que me llena el pecho cuando él hace aquello.
Sonrío en medio del beso, siendo incapaz de contenerme.
—Paul llegará en cualquier momento —le informo apartándome. Una
mueca de decepción se planta en su rostro cuando me incorporo de la cama.
—Deberías descansar —pronuncio caminando hacia la puerta —
necesitas recuperarte pronto.
—Estaré listo para el juicio, si eso es lo que te preocupa —asegura.
—Claro que lo estarás —sentencio—. No tengo duda.
Él sonríe, no dice nada más y eso es suficiente para hacerme salir de su
habitación.
 
No había querido revisar las redes sociales, sabía que inevitablemente
estarías hablando sobre lo que ocurrió con Alex, y eso solo hacía que me
entraran menos ganas de revisarlas.
—Todas las fans están preocupadas —murmura Paul mientras se lleva
una rebanada de pizza a la boca. —No ha posteado nada, la única aparición
que hizo fue saliendo del hospital, es lógico que el internet se haya salido
un poco de control.
—No creo que Alex quiera subir alguna fotografía ahora mismo.
—Podría subir la foto de esa deliciosa pizza —la voz de Alex bajando
las escaleras nos hace voltear —al menos sabrán que sigo vivo.
—Eso último no es gracioso —advierte Paul —no lo es en lo absoluto.
—Oh, vamos. Tómatelo con gracia —reprocha Alex con una sonrisa—.
Es tarde ¿van a quedarse toda la noche?
—El doctor dijo que debemos acompañarte —pronuncio con suavidad
—y escuchaste al terapeuta.
Él suspira, se apoya contra la mesa mientras toma una rebanada de pizza
para darle un mordisco.
—Ya les dije que no planeo tomarme otro frasco de pastillas, ni hacer
otra cosa que ponga en riesgo mi vida. El doctor lo sabe bien, no hay
necesidad de que cuiden de mí como si fuese un niño.
—Entonces no nos quedaremos a cuidar de ti, nos quedaremos para
comer tantas rebanadas de pizza como sea posible, y tomar tantas latas de
soda como nuestro organismo lo permita —asegura Paul —no es por ti, que
eso quede claro. ¿Qué opinas de eso, Grace? —cuestiona en mi dirección.
—Sí, suena como una mejor idea —bromeo.
Alexander rueda los ojos, sin embargo, la sonrisa no abandona su rostro
en ningún momento y varios minutos después, comienza a bromear y a reír
con Paul con las bromas que este último dice.
Y en ese momento la esperanza de que tal vez todo esto acabe al fin, se
clava en mi pecho.
 
Alexander Campbell.
Paul se quedaría en la habitación para invitados, y Grace dormiría en mi
habitación. Se sentía bien tenerla aquí, había olvidado lo reconfortante que
mi cama era y lo bien que se sentía tener a mi chica entre mis brazos.
Hace más de una semana que no duermo aquí, y no es hasta este
momento en donde me doy cuenta de cuanto extrañaba la calidez que estas
cuatro paredes me proporcionaban.
—¿De verdad subiste la fotografía de la pizza? —inquiere Grace con
diversión mientras observa el ultimo post que realicé en Instagram. La
cantidad de comentarios que había recibido solo confirmaban lo que mis
amigos habían dicho sobre las fans.
—Tenía que dar algún indicio de que sigo con vida —respondo —un
trozo de pizza es mejor que mi rostro, eso solo conseguiría preocuparlas
más.
—La barba te sienta bien —pronuncia apartándose de mi cuerpo —
estoy segura de que les hubiese encantado.
Sonrío, sin embargo, me mantengo en el pensamiento de que eso es una
mala idea. El silencio hace acto de presencia entre nosotros,
envolviéndonos por completo y por largos segundos, tengo la necesidad de
decir algo. Pero no encuentro nada inteligente para decir.
—¿Oliver no te ha llamado? —cuestiono.
—Solo para recordarme que tengo que ir por el dinero de mi liquidación
—hay un cierto toque de amargura en su voz. Un suspiro brota de ella
mientras apoya la espalda en la cabecera de la cama y cruza las piernas. —
pero lo he pensado, y aunque me hubiese pedido volver, no es algo que
vaya aceptar. Desconfió de mí, sin darme la oportunidad de mostrar mi
inocencia.
—Tal vez pueda ayudar en algo —murmuro —déjame hacer un par de
llamadas ¿de acuerdo? Y prometo conseguirte una entrevista. Es lo menos
que puedo hacer luego de que por mi causa perdieras tu empleo, déjame
hacer algo por ti.
Sonríe, extiende una de sus manos para acariciar el costado de mi
rostro.
—¿Quién diría que iba a terminar enamorándome de una súper estrella?
—cuestiona con suavidad —creo que es mejor que todas las novelas
románticas que Jane me ha obligado a leer.
Una risa divertida me asalta.
—Creo que aquí el afortunado soy yo por haberte encontrado —
murmuro colocando mi mano sobre la de ella, que aún no aparta de mi
rostro—. Tengo mucha suerte de haber sido obligado a aceptarte como mi
sombra.
—Oh, por favor, sabes que odio ese término —reprocha —creo que lo
que quieres decir, es que estabas destinado a soportar a alguien que te
persiguiera durante tres meses, me parece que eso dijiste. —Se burla.
—Sabes bien que no me refiero a eso —reprocho. Parece divertida, por
lo que termina contagiándome la risa a mí también. —Gracie, intento
hablarte seriamente.
—Bien, bien. Continua —pide haciendo un ademán. Se mantiene en un
intento fallido de permanecer seria, lo que solo hace que termine riendo aún
más.
—De acuerdo, esto es imposible —me rindo.
Tras un par de instantes más riendo ante las repentinas ocurrencias de
Grace sobre nuestro primer encuentro, ambos nos encontramos cubiertos
con las mantas, con la oscuridad de la habitación envolviéndonos y
sintiendo que el sueño ahora sí, podría consumirme por completo.
—Alex —volteo cuando la escucho susurrar mi nombre. —¿Has
pensando en la mujer que Marian mencionó? —inquiere. Tomo una
inhalación, claro que lo he hecho. Por largas horas.
—Si —respondo al fin —lo he hecho más de lo que me gustaría. Pero,
aunque desee hacer algo, no puedo. No tengo ni un solo recuerdo de ella. Ni
una foto, ni un nombre y estoy seguro de que, aunque se lo preguntara a
Marian, ella jamás me lo dirá.
—En todo caso…—un suspiro brota de mis labios cuando continúo
hablando —no sé si quiera seguir descubriendo cosas de mi vida. Si ella me
hubiese querido, si deseara estar a mi lado, me habría buscado. No hubiese
permitido que mi padre me alejara de ella con tanta facilidad. Tal vez
Marian tenía razón, cuando intentó acercarse fue solamente porque mi
carrera comenzaba y probablemente vio que podría obtener algo, no tengo
idea.
—¿Y si no es así? —me obligo a apartarme de su cuerpo para mirarla.
La escasa luz que logra entrar por la ventana es suficiente para que consiga
ver su rostro. —¿Y si hay algo más?
—No lo sé. No estoy seguro de querer averiguarlo —murmuro. —No
quiero que Marian termine teniendo la razón, la que creía que era mi madre
me dañó por largos años, no quiero que eso vuelva a repetirse.
—¿No te intriga que tal vez, no lo sé, pudieses tener más familia? —sé
que no intenta presionarme, pero ahora mismo se siente como si quisiera
obligarme a hacer algo de lo cual no estoy para nada seguro.
—No —respondo —porque no sé si esa “familia”, quiera saber de mí en
primer lugar. —mascullo. —Nunca me buscó, nunca hizo nada para
contactar conmigo. Si lo hubiese querido, si en verdad lo hubiese deseado,
entonces nada importaría. Es lo que hace una madre ¿no? Lucha por estar
con sus hijos, no solo se aparta. Siento que mientras más intente saber de
ella, o de todo lo que ocurrió, más daño me haré. No necesito más de eso,
suficiente tengo ahora con todo lo que ocurre como para destapar más
hechos que logren atormentarme. Si ella me quiso o no, no quiero
averiguarlo.
—¿Y si apareciera? Si de pronto un día viniera a ti, ¿la escucharías?
—Todos merecemos ser escuchados, Gracie —susurro. —Si ella
apareciera, tal vez entonces no sería capaz de guardar mis preguntas. Creo
que solo sería capaz de enfrentarme a la verdad, si ella estuviese aquí.

 
 
 
 
 
 
55 TODO ACABÓ
 
Alexander Campbell.

M e siento nervioso, probablemente como nunca antes me he


sentido. Hay una sensación extraña que me llena el pecho, que
no me deja tranquilo.
La sensación de ahogamiento con el traje que Megan me ha obligado a
usar se intensifica mientras caminamos hacia la sala en donde se llevaría el
juicio. Entramos y es como si de pronto el aire se volviera escaso, trato de
mantenerme bajo control, sigo a Bill hasta nuestros asientos y cuando nos
acomodamos, me convenzo de que esto no es tan malo.
No puedo mantener quieta mis manos, juego con mis dedos mientras
intento convencerme a mí mismo de que todo va a estar bien. La sala poco a
poco comienza a llenarse, mi madre entra, soy consciente de la mirada que
me dedica y no aparto la vista de ella hasta que se coloca al otro lado de
donde nos encontramos.
Tomo una profunda inhalación, intento calmar toda la explosión de
nervios que se ha producido en mi interior. Inconscientemente volteo,
buscándola entre la gente que ya ha tomado asiento detrás de nosotros.
Cuando mi vista se posa en ella, Grace parece notar el estado en el que me
encuentro.
“Todo va a estar bien”
Soy capaz de entender lo que dice, luego, forma con sus manos un
corazón haciéndome reír. El juez ingresa, nos colocamos de pie al momento
en el que Bill y yo compartimos una mirada y luego centramos nuestra
completa atención en el hombre que ha comenzado a presentar al juez y al
caso.
Intento prestar la mayor atención posible a todo lo que dice, cuando el
juez comienza a hablar me obligo a mí mismo a escuchar cada palabra.
Pronto, me encuentro en el estrado intentando disminuir la sensación de
ansiedad que me produce el estar aquí.
—Así que, Alexander —el abogado de mi madre me mira—. Dices que
no tenías idea de lo que tu madre haría cuando firmaste el contrato ¿no es
cierto?
—Así es.
—Pero nunca dijiste nada, cuando según todo esto comenzó, parecías
satisfecho con lo que pasaba en tu vida.
—No podía hablar de lo sucedido, había una cláusula de
confidencialidad que me impedía hacerlo —respondo con firmeza.
—Si claro, pero decidiste romperla al contarle a Grace Baker, tu pareja
sentimental, lo que ocurría ¿no es cierto?
Tengo la tentación de decir que no, de dejar a Grace fuera de todo esto.
observo a Bill, el asiente, dándome a entender que está bien.
—Si. Estaba siendo demasiado para mí, Marian Campbell comenzaba a
ser mucho más exigente, era agotador. Necesitaba contar con el apoyo de
alguien.
—No hay ninguna prueba de eso —asegura el abogado —nada que
demuestre que tu madre era un perjuicio para tu salud.
—Objeción, señoría —Bill se incorpora, y continúa hablando cuando el
juez se lo permite. —Tiene en su poder fotografías de Alexander de la
última gira. Fotografías que se ha comprobado no están editadas, tiene el
último reporte de hospital de mi cliente, señoría, es evidente que la señora
Campbell nunca se ha preocupado por la salud de Alexander.
—Señor juez, esas fotos no significan nada. ¿Quién no ha conocido a
algún artista que luce cansado luego de una larga gira? —inquiere el
abogado de mi madre. —Alex, tengo una pregunta más para ti.
El hombre camina hasta colocarse lo suficientemente cerca.
—Estuviste de acuerdo cuando ese contrato se firmó, sabías lo que eso
significaba ¿no es cierto?
—No, no lo sabía. Era un niño, por Dios —pronuncio obligándome a no
perder el control —ella nunca me dijo de que trataba, tuve que descubrirlo
por mi cuenta, luego de no entender porque me obligaba a hacer cosas que
yo no quería hacer.
—Tenías dieciséis años, ¿vas a decirnos que no entendías todo lo que tu
madre te decía?
—Tenía diecisiete —lo corrijo —Entender, ¿qué? ¿Qué mi madre quería
hacerse cargo de mi carrera?
—Sabías lo que significaba que tu madre te representara…
—Sí, pero…
—Es todo lo que necesito —interrumpe.
—¡No! —me maldigo a mí mismo cuando el grito sale de mi cuerpo —
ella nunca me dijo lo que eso conllevaba, solamente dijo que quería llevar
mi carrera, nunca dijo que iba a tener el control completamente.
Por alguna extraña razón el hombre parece satisfecho, cuando el juez le
pregunta si tiene algún otro cuestionamiento, el niega. Es el turno de Bill, y
me siento un poco más tranquilo cuando se coloca frente a mí.
—Alexander ¿tenías un abogado cuando la señora Campbell te hizo
firmar un contrato? —inquiere.
—No. Solo estaba presente su abogado.
—¿Y te entregó el duplicado del contrato? ¿Uno igual al que tenía en su
poder?
—El único existente es el que ella tenía.
—Señoría, con eso podríamos declarar nulo el contrato de cesión —
afirma Bill —es obligatorio y necesario expedir dos copias idénticas del
mismo contrato, una para cada parte. Sin contar que Alexander era aún
menor de edad siendo manipulado por dos adultos. Sin un abogado,
¿necesita alguna otra irregularidad? La firma de un menor de edad es
inválida. Y a base de amenazas el segundo contrato se renovó. La señora
Campbell convenció a mi cliente de firmar ese contrato, con falsas
promesas, omitiendo partes importantes del mismo durante su celebración.
No son solo fotografías, hay testigos que podrían corroborar de manera
confiable que el estado de salud de Alexander durante las giras, no era el
mejor.
Luego de la intervención de Bill, regreso a mi sitio, y es cuando Marian
ocupa el lugar en el que me encontraba hace algunos minutos atrás.
—Señora Campbell, su abogado dice que no hay ninguna prueba que
demuestre que usted era un perjuicio para la salud de Alexander, pero
déjeme preguntar algo —él toma una de las carpetas, pasando las hojas
hasta llegar a una en específico. —En la última gira ¿no obligó a subir a
Alexander a dar un concierto aun cuando las indicaciones del médico no lo
permitían?
—Alexander estuvo de acuerdo con eso —pronuncia con tranquilidad.
—No lo sabemos, pero usted, como su madre y persona que se preocupa
por su salud, ¿por qué hacerlo subir cuando el dolor, según testigos, era
insoportable para él?
—El concierto debía darse, no podíamos cancelarlo. Las personas ya
habían llegado, todo estaba listo.
—¿Entonces usted estuvo de acuerdo con eso? —inquiere Bill —
¿permitió que su hijo diera un concierto sabiendo que eso le acarrearía más
daños? ¿Sabiendo que no podía dar un paso sin sentir dolor? Señor juez, esa
actitud no corresponde demasiado con una mujer que dice que siempre ha
velado por la seguridad de sus hijos. Además, de eso, Alexander nunca
recibió un pago por el manejo de los derechos, usted realizó una venta de
canciones con un valor demasiado considerable, y no hay ni una sola
prueba, de que él haya recibido una parte de ese dinero por ser el autor
intelectual.
Marian permanece en silencio, Bill parece satisfecho y cuando saca de
su bolsillo el USB con la grabación, mi cuerpo entero se tensa.
—Señoría, tengo la prueba irrefutable de que Marian Campbell solo ve
a Alexander como un método para obtener dinero.
—¡Eso no es cierto! —grita—. ¡Es mi hijo! ¿Cómo se atreve a acusarme
de algo como eso?
—Señora Campbell tiene que calmarse —la voz firme del juez la hace
callar.
Bill sonríe, le entrega el USB al juez y cuando la grabación comienza, la
punzada de dolor se clava en mi pecho nuevamente. Cierro los ojos,
sintiendo como mi voz en la grabación me perfora los oídos. Escuchar de
nuevo cada palabra, cada frase pronunciada por la mujer frente a mí, abre la
herida que creía cerrada. Abro los ojos, solo para enfocarla y ver la
fragilidad en la mujer a la que por largos años consideré mi madre.
El grito final de Marian en la grabación es suficiente para llevarme al
borde de la ansiedad, retengo la respiración, recordándome a mí mismo que
no debo perder el control.
—Ahí, señora Campbell, admite abiertamente todo el daño que le causó
a Alexander. Daño que fue premeditado, completamente intencional—el
silencio se apodera de la sala—. ¿Se atreve a negarlo?
No hay respuesta, por largos minutos solamente mantiene la mirada fija
en mí.
—No. —Un jadeo brota de mi cuerpo, ella desvía la mirada. —Todo es
cierto, todo lo que hay en ese audio, es cierto.
Las voces en la sala se hacen escuchar, los murmullos aumentan de
intensidad hasta que pronto, el juez se ve obligado a poner orden en la sala.
Dicta un receso, tiempo en el que prácticamente salgo del lugar sintiéndome
sofocado, sintiendo que el aire me falta por completo. Experimentando de
nuevo la sensación de ahogamiento intenso, que comienza a arrebatarme el
control.
—Alex, hey —Grace se coloca a mi costado. Tomo una bocanada de
aire cuando me encuentro fuera, al mismo tiempo que cierro los ojos.
—No puedo…—intento respirar, pero no lo consigo, es como si de
pronto necesitara otra vez del pequeño cable que llevaba oxígeno a mis
pulmones—. No puedo…respirar. Yo no…
—Hey, mi amor —Grace coloca las manos a los costados de mi rostro
—está bien ¿sí? Está bien, respira, vamos.
Ella comienza a inhalar y luego a expulsar el aire. Pidiéndome que la
imite.
—Hazlo conmigo—pide.
Lo hago, o intento hacerlo, pero todo parece caer sobre mí de nuevo,
escuchar la grabación, la forma en la que Marian parecía odiarme solo
hacen que el dolor regrese.
—Alex —Grace intenta captar mi atención. —Alex, respira conmigo.
—La suavidad de su voz me envuelve, la miro, concentro mi total atención
en ella —respira conmigo.
Poco a poco siento el aire entrar por mi nariz, recorrer todo mi cuerpo
hasta llegar a mis pulmones, el ligero temblor en mis manos desaparece tan
pronto como ella coloca sus manos entre las mías. Un par de instantes
después, me envuelve con sus brazos. Me obligo a mí mismo a no perder el
control, a no desmoronarme aquí.
—Vas a estar bien —susurra aún contra mi cuerpo —todo va a estar
bien.
 
Cuando volvemos dentro, la ansiedad en mi sistema se intensifica.
Retuerzo mis dedos contra mis piernas, incapaz de encontrar un poco de
tranquilidad. Me mantengo mirando al juez, tratando de convencerme que
todo va a resultar bien.
—Hemos evaluado todas las pruebas que se han presentado, se ha
validado la originalidad de las mismas y hemos tomando en cuenta todas las
declaraciones presentadas.
Retengo la respiración, siendo incapaz de hacer otra cosa que no sea
mirar al juez, deseando con todas mis fuerzas que esto se acabe de una vez
por todas.
—Dado que el contrato celebrado entre Alexander Campbell y la señora
Marian Campbell no cumple con los requerimientos legales para hacerlo
válido, así como que el mismo presenta vicios que afectan a una de las
partes involucradas, he tomado la decisión de que el contrato de cesión de
derechos, es anulado.
Oh por Dios. Realmente lo conseguí.
—Señor Campbell, es usted libre para explotar, distribuir y manejar sus
creaciones, dinero y carrera, como mejor le parezca.
Los gritos a mi alrededor parecen hacerme reaccionar, Bill se incorpora
con rapidez mientras se gira hacia mí. Solo soy capaz de aceptar el abrazo
que me da mientras proceso lo que ha pasado.
Se acabó. Toda la pesadilla acabó.
Sonrío, sintiendo la electricidad recorrer cada parte de mi cuerpo,
sintiendo una nueva emoción envolverme mientras recorro la instancia,
buscándola. Grace se encuentra a unos pasos de distancia, abre los brazos
cuando me observa y no dudo en correr hacia ella. Rodeo su cintura con mis
brazos mientras la elevo, ella se aferra a mi cuerpo mientras su risa me llena
por completo.
—¡Lo lograste! Oh, por Dios. Estoy tan orgullosa —se abraza de nuevo
a mi cuerpo mientras la siento aferrarse a mí—. Lo lograste.
—Lo hice —susurro apegándola aún más a mí. Tanto que soy capaz de
sentir su corazón latir contra el mío.
Un estallido de emociones envolventes se presenta en mi interior.
—Te amo —los ojos de Grace se iluminan en cuanto me escucha hablar
—realmente te amo.
Ella no dice nada, no es necesario porque sé que me ama también.
Coloca las manos a los costados de mi rostro antes de besarme, y por
primera vez, me siento ligero.
Por primera vez en muchos años, me siento verdaderamente feliz.
 
Mi casa se había convertido en un centro de celebración por la noticia.
Paul y Nicolás han llegado hace un par de horas, acompañados de toda
clase de comidas y bebidas. Jane también estaba aquí, y Paul no se había
apartado de su lado en ningún momento.
Stephen también estaba aquí, junto con Ethan el guitarrista de la banda.
Ambos parecían congeniar bastante bien con los demás, lo que hacía que el
aire divertido del lugar aumentara.
—Tus amigos sí que saben cómo hacer una fiesta, eh —pronuncia
Grace con una sonrisa mientras se coloca a mi lado.
—Que te puedo decir —pronuncio mientras tomo una de las papas que
se encuentran en el centro de la mesa —creo que, por esta ocasión, lo
ameritaba.
—¡Si! —exclama con emoción haciéndome reír —No puedo creer que
al fin todo haya acabado para ti, estoy tan feliz.
—Me hubiese encantado recuperar las canciones que vendió —la forma
en la que me mira me hace saber que entiende a lo que me refiero —pero
creo que es el único precio que tuve que pagar.
—No te preocupes por eso —pronuncia —aún la tengo en mi celular,
con tu voz. Y saber que fue para mí, eso es más que suficiente.
Sonrío, cruzando uno de mis brazos por detrás de su espalda para
conseguir apegarla a mí. Paso la vista por el lugar, los chicos ríen por
alguna broma que Paul ha hecho y en algún momento la música aumenta de
volumen.
—Los vecinos terminarán llamando a la policía —bromeo mientras me
sirvo un poco de refresco en el vaso.
—Definitivamente lo harán —concuerda Grace—. Y creo que alguien
está tocando en timbre.
Tanto ella como yo detenemos nuestros movimientos, como si de esa
forma consiguiésemos escuchar mejor si el timbre había sonado. Soy capaz
de distinguir el agudo sonido sobre la música, así que dejo mi vaso de
refresco mientras me incorporo del asiento.
—Tal vez es la policía —bromeo —los han llamado antes de lo
previsto.
Grace ríe, me alejo de ella preparándome para darle una buena
explicación al oficial que aparezca frente a mí, sin embargo, cuando abro la
puerta, no es ningún oficial de policía quien llama.
Una mujer relativamente joven está frente a mí, seguramente no llega ni
a los cuarenta años, su cabello rubio cae por sus hombros. Mantiene su
bolsa contra su pecho y en cuanto me mira, parpadea con rapidez.
—Hola —saludo —¿en qué puedo ayudarla? —La mujer no responde
de inmediato, parece salir de un pequeño trance porque sacude la cabeza.
—¿Tú eres Alexander Campbell? —inquiere.
—El mismo —respondo con una ligera sonrisa—. ¿Puedo ayudarla en
algo?
—Soy Lisa, Lisa Hale —se presenta con voz temblorosa —y vine hasta
aquí para…—se detiene, toma una profunda inhalación antes de rebuscar
algo en su bolso. Saca un par de fotografías y me las entrega—. Para darte
esto.
Extrañado, las tomo. Mi corazón entero parece detenerse, amenaza con
sufrir un maldito colapso mientras observo la imagen frente a mí.
Ahí está mi padre, sonriendo a la cámara posando a lado de una mujer, a
pesar de ser mucho más joven, consigo reconocerla, es la misma que ahora
se encuentra frente a mí. Ambos están sobre una cama, sonriendo hacia el
frente, pero no son los únicos en la fotografía, un bebé se encuentra en
brazos de la mujer, justo en medio de ellos. Volteo la foto, sintiendo el aire
escapar de mis pulmones al leer la letra casi desgastada detrás de la imagen.
Nacimiento de Alexander. 1995
 
 
 
56 PASADO
 
Alexander 15 años.

P or alguna extraña razón siento que mi padre está ocultándome


algo. No me dejó avisarle a mamá sobre la salida que haríamos hoy,
tampoco quiso que le dijera a Megan si quería acompañarnos.
—Papá ¿A dónde se supone que vamos? —inquiero—. ¿Tengo que
recordarte que necesito ensayar?
—Alex, deja de pensar en el concierto por un momento —pronuncia
con diversión.
—¿A la feria? ¿De verdad? —cuestiono soltando una risa cuando
distingo el lugar a lo lejos —¿tanto misterio para venir a la feria? Oh
¿tenías miedo de que mamá no me dejara venir?
—Esto no tiene nada que ver con tu madre —asegura dándome una
rápida mirada.
—¿Sabes que dijo el otro día? —inquiero acomodándome en el asiento
—Dijo que quería llevarnos a Megan y a mí a la playa, un día de madre e
hijos.
—No lo creo —responde estacionando el auto. —Sabes que no me
agrada la idea de tu madre y tú viajen solos.
—Sí, y no me has explicado por qué —le recuerdo —¿a quién buscas?
—cuestiono cuando lo observo pasar la vista por todo el estacionamiento.
—A una amiga —responde sin mirarme—. Alguien que conocí hace
tiempo.
Me mantengo en silencio, esperando que él diga o haga algo más.
—Ahí está —me hace una seña para bajar del auto. Él lo hace sin
esperarme siquiera, lo observo correr prácticamente hacia la mujer que está
a varios metros de distancia. Algo se remueve en mi pecho, ¿Mamá sabía de
esto?
Bajo del auto, guardando mi celular en la mochila mientras me acerco a
ellos.
—Lisa, él es Alexander —la mujer me observa con detenimiento y me
siento incómodo bajo su atenta mirada.
—Hola —saludo.
—Hijo, Lisa es una amiga que conocí cuando era músico —informa con
una sonrisa. —Ha venido a la ciudad así que la invité a que pasemos un
tiempo juntos. También para que te olvides un poco de todos esos
conciertos y entrevistas.
—Tu padre me ha dicho que cantas —pronuncia la mujer mientras
caminamos hacia le entrada.
—Si —respondo —tengo un concierto en un par de semanas. Aunque
mi padre dice que no debo presionarme demasiado.
—Si heredaste su voz, no tienes nada que de presionarte —pronuncia.
No deja de mirarme y no entiendo porque luce tan amable y sorprendida al
mismo tiempo.
—¿Desde cuándo conoce a mi padre? —inquiero con curiosidad—. No
había escuchado hablar de usted.
Ella parece incómoda, mi padre voltea y ambos comparten una mirada.
—Hace quince años, más o menos —confiesa —somos amigos desde
hace bastante tiempo.
—¿Y por qué no habías hablado de ella antes? —le cuestiono a papá. —
Megan pudo haber venido sin problema también.
—Tu hermana no se separa de tu madre —me recuerda —y hoy quiero
un tiempo de padre e hijo.
No quiero decirle que la presencia de la mujer con nosotros no nos
permite pasar precisamente un tiempo de padre e hijo.
Camino detrás de ellos, mi padre parece mucho más relajado mientras
habla con la mujer. Lisa, como recuerdo que se llama, en algún punto
regresa a mi lado. Es una mujer muy agradable, parece gustarle la música
porque por largo rato, hablamos de mi carrera.
Estuvimos todo el día feria, es genial divertirme de este modo junto con
papá, él casi no tenía el tiempo para salir juntos, y las pocas veces que
conseguíamos hacerlo, como ahora, se esforzaba porque la pasáramos bien.
El sol ya se está ocultando cuando salimos de la feria.
—Ha sido genial pasar el día con ustedes —confiesa cuando estamos
frente al auto.
—Ha sido genial conocerte —respondo —deberías venir alguna vez a
casa.
Ella sonríe, sin embargo, no responde. Cuando me aparto, soy
consciente de la forma en la que papá la abraza.
—No lo sabe —el susurro que mi padre emite consigue llegar a mí, en
ese momento, creí que se refería a mi madre. Tal vez debí de ser un poco
más inteligente.
—Adiós —Lisa me abraza con fuerza cuando se despide, como si no
quisiera soltarme. —Cuídate, Alex.
Asiento, cuando nos encontramos de nuevo en al auto, observo a mi
padre mientras me coloco el cinturón.
—Papá —el voltea.
—¿Sí?
—Ella es solo una amiga ¿verdad? —inquiero.
Él no me responde de inmediato, parece tener la intención de decir algo
más, pero permanece en silencio.
—Si —responde finalmente mientras enciende el motor —es solo una
amiga.
 
Actualidad:
Mi corazón late con tanta fuerza que temo que pueda sufrir un infarto
aquí mismo. No he sido capaz de dejar mirar las fotografías que Lisa me ha
entregado.
El silencio nos consume, Grace se ha encargado de hacer que la fiesta se
acabase casi tan rápido como comenzó. No quería a nadie aquí.
—Alex —pronuncia mi nombre con suavidad, y algo se retuerce en mi
pecho con furia.
—¿Por qué esperaste tanto tiempo? —mi voz sale temblorosa —¿Por
qué no hacerlo antes?
—No podía —susurra. Me incorporo, sintiendo la impotencia llenarme
hasta el último rincón de mi cuerpo. Tomo una inhalación, intentando
comprender todo lo que ha ocurrido en mi vida en las últimas semanas,
intentando encajar todas las piezas del rompecabezas.
—Claro que podías —reprocho —sabías donde encontrarme, sabías
donde encontrar a mi padre, pudiste…pudiste contactar a quien sea. ¿Por
qué no lo hiciste? ¿Por qué esperar hasta ahora?
—Alex…
—¡No! ¡No voy a creer ninguna de tus mentiras! —grito haciéndola
retroceder —No voy a…—mi voz se rompe, aprieto los dientes, tan fuerte
que comienzan a doler. La puerta se abre, Grace ingresa por ella y en cuanto
me ve, camina con prisa hacia mí.
—Señora, lo siento, pero creo que tiene que irse—. No soy capaz de
contradecirla, porque lo único que quiero hacer ahora es sentirme bien.
Por primera vez necesito sentirme bien, necesito que la felicidad en mi
vida dure.
No es hasta que Lisa toma el pomo de la puerta para marcharse, que la
detengo. Si se va, es probable que no regrese y entonces no tendría ninguna
respuesta, no habría forma de saber la verdad.
—No —ella voltea—. No te vayas.
—Alex…
—Necesito hablar con ella…yo…necesito esto —susurro.
—¿Estás seguro? —inquiere ella, extiende una de sus manos para
colocarla al costado de mi rostro. Su tacto es cálido, me dota de un poco de
valentía para poder hacer esto.
—Necesito esto, Gracie —murmuro—. De verdad.
—Bien, entonces estaré abajo —pronuncia con suavidad. Retrocede un
par de pasos, sin apartar la mirada de mí y luego sale. El silencio vuelve a
presentarse, nos envuelvo con rapidez y tengo la necesidad de que diga
algo.
—Necesito la verdad —la súplica es evidente en mi voz y no me
molesto en ocultarla —No me mientas, si estás aquí, quiero que me digas
absolutamente todo.
Ella asiente, deja su bolso de nuevo sobre la cama mientras centra su
mirada en mí.
—Conocí a tu padre mientras el tocaba en un bar, yo era mesera,
trabajaba en el mismo sitio en el que tu padre daría un pequeño concierto
esa noche. No lo había visto nunca, tampoco había escuchado hablar de él,
eran una pequeña banda, pero eso no los hacía menos talentosos.
>>Cuando su concierto finalizó el dueño del bar me envió para darles
algunas bebidas, y lo hice. Ahí comenzamos a hablar, me contó de su vida,
de la carrera que quería formar, en ocasiones se presentaba dos veces por
semana, siempre luego de tocar me esperaba en la parte de atrás. Y
charlábamos, nos hicimos buenos amigos, hasta que comencé a
enamorarme de él.
—Sabías que era casado. ¿Por qué…?
—No, claro que no —aclara —él nunca lo mencionó, jamás dijo que era
un hombre casado. Nunca vi un anillo, tampoco recibía llamadas de alguna
mujer, Alex…yo no sabía nada de la vida que tu padre llevaba. Él me creo
un mundo nuevo, uno en donde él era solo un hombre en busca de su sueño.
Un corto silencio se instala, toda mi atención está en la mujer,
intentando encontrar algún indicio de mentira, pero no hay nada.
—Cuando supe que estaba embarazada de ti, fue cuando él me lo dijo.
—susurra. El tono herido en su voz se deja escuchar —le reclamé, le grité
que no volvería a saber de mí que me iría, pero no lo permitió, era tu padre,
y yo no estaba dispuesta a alejarte de él. Así que dimos por terminado lo
que sea que tuvimos, seguí trabajando en el bar hasta que mi embarazo no
lo permitió.
>>Volví a la casa de mis padres, ellos me acogieron de nuevo hasta que
naciste —la voz se le rompe. —Naciste y las deudas parecieron
incrementar, no era capaz de conseguir una lata de leche para ti, lo intenté,
Alex, juro que lo intenté. Busqué otro empleo, doblaba turnos, trabajaba de
madrugada, pero nada era suficiente. Mi leche no era suficiente, y tu padre
a pesar del dinero que dejaba, no bastaba. Así que él me dijo que te llevaría
a su hogar, que ahí no te faltaría nada. Me dijo que te daría la vida que
merecías, yo trabajaba tanto y eran mis padres quienes cuidaban de ti, tu
padre dijo que no merecías eso…dijo que con él…lo tendrías todo.
—Y decidiste que lo mejor era abandonarme —mis ojos se humedecen,
tanto que me obligo a mí mismo a dejar de mirarla—. Decidiste que lo
mejor era entregarme a otra mujer para que criara de mí.
—No, no fue así —masculla.  —Le dije…le dije a tu padre que te
visitaría, que sabrías de mí y él dijo que estaría bien, que tú sabrías la
verdad. Iba a ser exactamente lo mismo, solo que vivirías con él y estarías
mejor. No tenía forma de saber que luego de eso, ellos se mudarían.
—¿Qué?
—Cuando tu padre se fue, pasaron un par de semanas antes de que me
atreviera a viajar hasta Londres —susurra —tu padre vivía ahí, así que junté
el dinero suficiente como para poder viajar, pero cuando llegué, se había
ido. Intenté buscarte, lo juro, intenté llamar a sus amigos de la banda, pero
ellos se rehusaron a darme cualquier información y pronto, era una chica de
veinte años sin dinero ni trabajo en una enorme ciudad. Años después,
cuando pude contactarlo me dijo que esa fue la condición que Marian puso
para aceptarte. Así que el simplemente la escuchó.
—Esa es una maldita excusa —mascullo —si hubieses querido, habrías
luchado por mí. Por encontrarme.
—Tal vez sí, pero estaba asustada, Alex —susurra —regresé a mi hogar
resignada a esperar alguna llamada de tu padre, en donde me dijera el lugar
en donde estaba, en donde me comunicara cuando podría visitarte. Pero esa
llamada nunca llegó. Jamás envío un mensaje de texto, simplemente
desapareció.
—Y cuando lo viste en televisión, cuando lo viste a mi lado ¿no
pensaste que tal vez podrías al fin encontrarme?
—Claro que si —ella intenta acercarse, pero me aparto —Lo hice, fui a
buscarte, pero no me dejó verte. Se aseguró primero de que no te dijera
nada, dijo que estabas bien, parecías tan contento abrazado a esa mujer que
pensé, solo por un momento, que había sido una buena decisión.
—Marian dijo que él quería marcharse contigo —ella niega.
—No, tu padre quería divorciarse, sí. Pero no para irse conmigo. Yo
solo quería tenerte, solo quería estar a tu lado y explicarte las cosas, pero
tenía tanto miedo de que me odiaras, viste a esa mujer como tu madre por
tantos años ¿Qué ibas a pensar si de pronto me aparecía y me presentaba
como tu madre?
—El día de la feria…ese día me llamó y dijo que te llevaría. Me hizo
prometer que me comportaría como una extraña, que no te daría ningún
indicio y te juro, Alexander, que fue lo más difícil que he hecho. El tenerte
tan cerca y no poder abrazarte, el saber que estabas junto a mí y no poder
llamarte hijo. Y luego hablabas de Marian con cariño, hablabas de Megan y
yo…yo me convencí a mí misma de que estabas bien. Que esa mujer te
quería, que era una buena madre.
—Esto es demasiado —pronuncio sintiendo el nudo en mi garganta
apretar con fuerza, sintiéndome sofocado.
—Te quería, y te he querido en todo este tiempo —elevo la mirada,
sintiendo una punzada clavarse en mi pecho.
—¿Por qué no te acercaste? Cuando papá murió ¿Por qué no decirme la
verdad entonces?
Ella me da la espalda, rebusca algo en su bolso antes de entregarme una
carpeta.
—Míralo por ti mismo —pide.
La tomo, debatiéndome entre sí hacerlo o no. Permanezco por un par de
minutos mirando la carpeta cerrada antes de atreverme a abrirla. Cuando lo
hago, la incredulidad me invade.
Son fotos mías, de diferentes edades. En conciertos, en el hotel, luego
de los conciertos, tan antiguas como recientes. En ninguna de ellas estoy en
mi mejor momento.
—¿Qué es todo eso?
—Cuando supe que tu padre falleció creí que al fin podría acercarme,
pero entonces conocí a Marian Campbell. Me dijo sobre el contrato que te
hizo firmar, me dijo sobre todo lo que haría si no me mantenía lejos. No le
creí, me conseguí un abogado, solo por prevención y fue cuando la primera
foto llegó. Te veías tan agotado, tan cansado que fui a hablar con ella,
¿quieres saber que me dijo?
No respondo.
—Dijo que cada vez que intentar acercarme, tú saldrías dañado. —Su
voz tiembla —lo veía por mí misma, Alex. Eras solo un niño que lucía tan
agotado, no podía dar ningún maldito paso sin que una de esas fotos
terminara en mi puerta. Esa mujer estaba acabando contigo por mi culpa.
Dijo que si intentaba contactarte te pondría en mi contra, era tu madre… ¿a
quién ibas a creerle?
—Así que solo te alejaste de nuevo, sabiendo lo mala que Marian era,
decidiste dejarme otra vez.
—Lo hice por ti.
—¿Por mí? Si lo hubieses hecho por mí, tu abogado te hubiese ayudado
a sacarme de ese infierno —reprocho.
—No, es que no lo entiendes —suena desesperada. — ¿Qué crees que
sentía cada vez que una de esas fotos llegaba a mi puerta? Me convenció de
que era por mi causa, cuando me alejé, ella paró. Lucías bien, tu aspecto
mejoró y…—cierra los ojos —y lucías feliz. Me mude a Baltimore, solo
por un par de semanas y entonces volvió a ocurrir. Esta vez no fue una foto,
fueron varias, dijo que, si no me alejaba de una vez por todas, terminaría
contigo. Sabía de lo que era capaz, sabía que podía hacerlo así que…solo
me alejé.
—Ella no se detuvo —mascullo —nunca se detuvo.
—Lo sé —susurra.
—¿Por qué hasta ahora? —mi voz es temblorosa, a pesar de que intento
sonar fuerte.
—Vi las noticias, todo lo que la prensa decía. Así que contacté a tu
manager, le dije la verdad y él me dijo dónde podría encontrarte. Ryan,
como recuerdo que se llama, me dio toda la información necesaria sobre ti,
y cuando iba a visitarte, ocurrió el incidente. No podía perderte, no otra vez,
así que me dije a mi misma que no importaba lo que ocurriese, esta vez te
diría la verdad.
Sus ojos se cristalizan, pero a pesar de eso, me mantiene la mirada.
—Todo lo que hice, lo hice por ti —la sinceridad se evidencia en sus
palabras —pensando que te hacía un bien, creyendo que mis acciones
podrían ponerte a salvo.
Un suspiro tembloroso sale de mí. No soy capaz de decir nada,
absolutamente nada.
—Te juro que te digo la verdad —pronuncia dando un paso en mi
dirección. Abre los brazos, mirándome suplicante. —Alex, cielo…
Escucharla llamarme de esa forma es más de lo que puedo tolerar. El
cariño envuelve su voz. Me sumerge en un torbellino de emociones que
estallan en mi pecho, emociones que no entiendo.
—¿Podrás perdonarme algún día?
—Todo esto es tan…confuso —sacudo la cabeza —¿Cómo sé que no
me estás mintiendo? ¿Cómo sé que no estás intentando…?
—No sería capaz —dice con seguridad —pero entiendo, entiendo que
esto es inesperado, así que… ¿por qué no me das la oportunidad de
mostrarte que estoy hablando con la verdad? Dame la oportunidad de
conocerte.
Lo dudo. Cuando intenta acercarse con los brazos abiertos, me aparto.
Retrocedo instintivamente, porque todo es tan malditamente confuso, todo
esto parece una enredadera imposible de liberar.
—Lo siento tanto, Alex —dice con suavidad —pero estoy aquí,
dispuesta a recuperarte, y no me iré hasta conseguirlo.
 
Grace ingresa a la habitación, me observa por algunos segundos antes
de acercarse.
—¿Se ha ido? —ella asiente. Tomo asiento en el borde del colchón,
centrando mi atención en la fotografía que Lisa había dejado sobre la mesa
de noche.
—¿Estás bien?
—Sí, es decir, creo que si —confieso tomando una inhalación. —Todo
esto es tan…repentino. Como si se tratara de una película. Creo que
necesitaré más sesiones con el terapeuta.
Ella sonríe, eliminando la distancia que hay entre nosotros y se coloca a
mi costado.
—¿Le preguntaste todo? —asiento. Me incorporo, caminando por la
habitación intentando convencerme de que está bien, de que todo está bien.
—Alex, está bien decir que esto es demasiado para ti. No tienes que
cargarlo tú solo.
—Mi madre apareció, y no sé cómo es que deba sentirme con eso —
confieso —siento que…siento que es sincera, pero todo lo que ha pasado en
los últimos meses me han arrebatado la confianza por completo. Grace ¿qué
pasa si la dejo entrar en mi vida y Marian tiene razón? ¿Qué va a pasar si
solo apareció por interés?
La fragilidad me envuelve de nuevo y me maldigo por eso, sin fuerzas
camino hasta la cama, dejando caer mi espalda contra el colchón.
—¿Qué pasa si al final, termina marchándose también? —susurro
manteniendo la mirada en el techo—. Si la dejo entrar en mi vida y luego
decide abandonarme de nuevo.
—No parecía tener intención alguna de abandonarte —murmura con
seguridad. —A mí me pareció, que eso es lo que menos quería hacer.
—Dejó su número, y su dirección —informo —dijo que está viviendo
en Baltimore con su esposo.
—¿Y qué harás?
—Es demasiado pronto para decidir eso —susurro. Ella se cambia de
lugar, se coloca sobre el colchón apoyando parte de su espalda en la
cabecera de la cama.
—Ven aquí —pide. No dudo en acercarme a ella, Grace me envuelve
con sus brazos mientras descanso mi cabeza contra su pecho.
—Su respuesta fue que Marian no la dejó acercarse —susurro —tiene
fotos mías, Grace, no entiendo como esa mujer puede ser tan mala. Como
parece odiarme lo suficiente.
—No trates de entenderla —pronuncia pasando una de sus manos por
mi cabello. Su acción me relaja —hay cosas que nunca conseguiremos
entender, cosas a las que nunca le encontraremos una razón lógica. Lo
mejor que puedes hacer ahora es seguir el camino que creas correcto, el
camino que te haga sentir bien.
—Quiero conocerla —confieso en un susurro. —Quiero averiguar si
ella dice la verdad. Es mi madre y yo…yo no quiero quedarme con la
incertidumbre del que habrá pasado si la hubiese dejado entrar en mi vida.
Grace no contesta de inmediato. Sigue pasando las manos con suavidad
por mi cabello y pasan algunos momentos antes de que ella vuelva a hablar.
—Estoy tan orgullosa de lo valiente que has sido —elevo la vista, ella
tiene un brillo en los ojos, uno que no había estado ahí —estoy tan
orgullosa del chico en el que te has convertido. Y te amo taaanto —confiesa
inclinándose con ligereza para plantar sus labios sobre los míos.
El contacto es suave, capaz de devolverme toda la calidez y confort del
mundo.
—Yo también te amo tanto —susurro contra su rostro.
Sonríe, vuelvo a recostar mi cabeza contra su pecho, al tiempo que
cierro los ojos. La suavidad del roce de las manos de Grace en mi cabello
me envuelve, me conducen a un lugar en el que me siento bien.
Tengo el control de mi vida, de mis sueños, de todo lo que amo. Las
cosas, después de mucho tiempo, al fin están en su lugar. Y eso se siente
increíblemente bien.
 
 
 
57 VOLVER A BRILLAR
 
Alexander Campbell.

I ngreso a la disquera, sintiéndome bien de estar aquí.


—¡Nuestra estrella ha vuelto! —el grito emocionado de Stephen
me hace reír. Los gritos y chiflidos de los otros chicos también me roban
una risa.
—Oh, no es la gran cosa —mascullo.
—¿Cómo qué no? Eres la estrella principal, sin ti no funcionamos. —
Steph coloca una de sus manos sobre su pecho, adoptando un gesto
melodramático.
—Bueno, creo que estoy un poco oxidado —confieso —¿les parece si
hacemos un ensayo?
El grito efusivo que obtengo como respuesta es suficiente para hacer
que mi sonrisa se haga un poco más grande.
No hablamos mucho después de eso, cada uno toma su lugar y pronto la
música producida por los instrumentos llena por completo el lugar. Es como
si de cierta manera, me sintiera mejor, como si todas y cada una de las
preocupaciones se hubiese esfumado.
No sé con exactitud cuánto tiempo es el que permanecemos en la sala de
ensayos, no es hasta que reconozco al hombre que se coloca detrás del
vidrio que divide las habitaciones que le hago una seña a los chicos.
—¿Todo en orden? —inquiere Steph.
—Sí. Pero quiero presentarles a alguien —informo —como saben, Ryan
desapareció del mapa, y ahora que ha presentado su renuncia, quiero que
conozcan a Colton Parker —él hombre ingresa a la habitación cuando le
hago un ademán —mi nuevo manager. 
—Hola —. Colton coloca una sonrisa amable en el rostro—. Alex me
ha hablado de todos ustedes, creo que podremos llegar a ser un gran equipo.
Realmente me emociona el comenzar a trabajar con ustedes.
Los chicos intercambian algunas palabras con él, preguntando cosas y
Colton les responde con amabilidad, era un hombre amistoso, parecía
bueno.
—¿Así que Ryan…solo se fue? —cuestiona Steph mientras salimos de
la sala y la pequeña reunión con Colton ha terminado.
—Sí, es decir, no he hablado con él. Bill se encargó de ver lo
relacionado con su renuncia. 
—¿Y Colton fue la mejor opción?
—Lo fue —confieso —es un padre de familia, sin antecedentes y con
un currículum impresionante. Además, Bill se aseguró de que todo
estuviese en orden, ya sabes, para prevenir.
—¿Y tú cómo estás? —el tono preocupado que emplea me hace
mirarlo.
Antes de que pueda responderle, Tania se coloca frente a mí con un
semblante algo ansioso.
—Alex…lo siento…hice todo lo que pude para no dejarla pasar, pero…
—Pero no hay nada que pueda hacer para impedirme el paso —me
tenso al reconocer la voz de Marian a mis espaldas.
—Lo siento —susurra Tania frente a mí.
—No hay problema —aseguro antes de darme la vuelta—. ¿Qué haces
aquí?
—Quiero hablar contigo. No has tomado mis llamadas, ni respondido a
mis mensajes. Y estoy seguro de que tus guardias no me dejarán ni
acercarme a tu puerta. 
—Sí, bueno, no hay nada que podamos hablar —mascullo. Ella toma mi
brazo con firmeza cuando cruzo por su lado.
—Por favor —me observa como si necesitara esto. Tenso la mandíbula,
considerando que esto era una muy mala idea.
Le hago una seña, para que me siga hacia la sala que había
acondicionado como una pequeña oficina. Cuando llegamos, ella no habla
de inmediato. Permanece en silencio y comienzo a ponerme ansioso.
—Lo que sea que quieras decir, solo dilo. No tengo todo el día.
—Ella apareció ¿no es cierto?
—No es asunto tuyo —mascullo.
—Claro que lo es, esa mujer solo quiere tu dinero, Alexander. —
Sorprendentemente suena preocupada.
—Bueno, si eso es cierto entonces las personas que se hacen llamar
“mis madres” tienen algo en común ¿no lo crees? —ella cierra los ojos,
toma una profunda inhalación antes de atreverse a volver a mirarme.
—La mantuve alejada de ti porque no quería que esto sucediera, Lisa
Hale no es una buena mujer, solo quiere estar contigo porque sabe lo
exitoso que eres, Alex, cielo…
—No, Marian, he tenido suficiente de esto —mascullo. —si decido
dejar entrar a Lisa a mi vida o no, si quiero darle la oportunidad de ser mi
madre…
—¡No! ¡No puedes hacerlo! —grita con desesperación. —¡Fui yo quien
te crio, quien cuidó de ti todos estos años! ¡Ella no merece ni por un
segundo ser tu madre!
—¿Y tú sí? —bramo. —¿Tú si te mereces el maldito título de madre?
¡Pudiste decirme! —exploto —¡Pudiste decirme todo lo que estaba
ocurriendo! Te hubiese defendido, sin dudarlo, de mi padre incluso, de
cualquier persona que hubiese intentado hacerte daño.
—Eras un niño…
—Un niño que te veía como su madre —pronuncio con voz rota. —
Marian, si tan solo me hubieses confiado lo que ocurría, todo sería tan
diferente. Tendría la oportunidad de hacer algo, yo hubiese creído en ti, sin
dudar. Te aseguro, Marian, que, si tan solo me hubieses dicho la verdad, yo
sin dudarlo habría escogido quedarme a tu lado.
Su fortaleza se rompe por completo, Marian se rompe y solloza
apartándose.
—Pero no quisiste —continúo intentando que mi voz salga estable —en
vez de eso, decidiste descargar toda tu ira contra mí, contra un chico que no
tenía la culpa de nada. Te centraste en hacerme daño, una y otra vez solo
porque era el único medio que tenías para dañar a las personas que te
lastimaron. Y eso, Marian, eso fue mucho peor. Me heriste, me llevaste al
borde del colapso y no te arrepentiste ni un solo segundo.
Paso con rapidez las manos por mi rostro, limpiando el rastro de
lágrimas que han conseguido escapar.
—Soy tu mamá —susurra con voz rota.
—Ya no te considero mi madre —el dolor explota en su mirada y decir
eso también me quema, también me lastima.
—Tomé decisiones equivocadas, pero tu padre no era una buena
persona.
—Lo sé —me tomo un par de segundos antes de volver a hablar. —Pero
eso no cambia nada. Si querías lastimarlo, lo hubieses hecho directamente
con él, no conmigo, no con un niño que no conseguía entender porque su
madre era tan mala.
—Lo siento —retengo la respiración, siendo incapaz de no hacer otra
cosa que no sea mirar a la mujer frente a mí. Mis ojos queman, la punzada
en mi pecho regresa y me reprocho el ser tan frágil frente a ella. No sé
supone que esto pase —Cielo, lo lamento tanto. Estaba herida, Alex…sé
que ahora eso suena como una maldita excusa, pero…eres mi hijo.
—¿Y no pudiste recordar ese detalle antes? ¿No te cabía en la mente
que era tu hijo, mientras obtenías ganancias a mis expensas?
Doy un paso hacia adelante, ella retrocede.
—¿No podrías recordar eso mientras te suplicaba que te detuvieras?
¿Qué pararas? ¿No podrías recordar que era tu hijo cuando me gritaste que
soy un bastardo? —las lágrimas bordean mis ojos, el pecho me araña con
dolor, con uno tan agudo que me lastima.
—No eres un bastardo —dice con voz rota —eres mi hijo, lo has sido
siempre. Y siempre ha estado ahí…torturándome. Haciéndome más infeliz
de lo que creí. La culpa me está matando, Alex. Y estoy tan arrepentida…
Le doy la espalda, dispuesto a marcharme de aquí. No quería seguir
escuchando.
—¿Por qué a ella si la perdonaste? —me detengo —¿por qué es tan
difícil perdonarme en comparación con ella?
Aprieto los dientes, cierro los ojos con fuerza mientras me giro para
volver a encararla.
—Porque no era mi madre haciéndome daño, no es la mujer que me
arrullaba de niño ni la que dejaba que me escabullera a su lado cuando tenía
pesadillas, no es la mujer que me llevó al preescolar y me dijo lo orgullosa
que estaba de mí —susurro con voz rota. Marian solloza, por primera vez se
rompe por completo. —No es la mujer que me abrazaba con cariño y de
pronto, un día decidió que debía odiarme.
—Ella, no eres tú. —continúo —Lisa Hale no es la mujer a la que llamé
mamá por largos años. Lo fuiste, te consideré y te amé como tal. Y cuando
alguien que amas te hace daño, se vuelve muchísimo más difícil perdonar.
 
La discusión con Marian consiguió mover algo en mí, algo que creía
que ya había sido eliminado. Sin embargo, consigo apaciguarlo lo suficiente
como para mantenerlo bajo control y no preocupar a nadie. Luego de pasar
gran parte del día en la disquera, al fin me encontraba en casa con Grace.
—Así que ¿la fiesta sigue en pie? —inquiere Jane mientras observa a su
amiga.
—No, no quiero una fiesta ¿entienden? —cuestiona—. Solo quiero
pasarla bien ese día, eso es todo. Sin fiestas, ni música, ni mi casa llena de
desconocidos.
—Puede ser en mi casa, el jardín es bastante amplio y respecto a las
personas, solo las que tu consideres.
—Solo las personas que yo elija —advierte. Tanto Jane como yo
elevamos las manos—. Bien, en ese caso, creo que puedo tolerar la idea la
fiesta.
Jane abraza a su amiga al tiempo que lanza un grito emocionado, luego
se va hablando sobre los planes de decoración y comida que tiene en mente.
—No hay nada que pueda hacer para detenerla —pronuncia con pesar,
sin embargo, una divertida sonrisa se presenta en su rostro. —¿Has hablado
con Lisa?
—No he tenido el valor para marcar su número.
—No quiero que te sientas presionado, tú debes decidir el momento en
el que la llamarás, si alguna vez quieres hacerlo claro está.
—A veces siento que nunca seré capaz de devolverte todo lo que haces
por mí. Me has ayudado tanto que no creo ser capaz de pagártelo nunca.
Grace Baker, te convertiste de pronto en todo aquello que necesitaba, me
diste la valentía para hacer un cambio, la esperanza de que no todo estaba
perdido. Tú me salvaste.
Parpadea con rapidez, observándome conmovida mientras coloca sus
manos al costado de mi rostro. Se acerca, plantando sus labios sobre los
míos y no consigo hacer otra cosa más que rodear su cintura para apegarla a
mí.
—Hay algo que he estado pensando—admito armándome de la valentía
para decirle aquello que me ha estado rondando la mente.
—¿Y ese algo es?
—Quiero te mudes conmigo. Quiero que vivamos juntos.
—¿Tú…tú quieres que vivamos juntos?
—Sí, es decir, me gustaría mucho —confieso. Sus ojos brillan con
emoción, una sonrisa se filtra en sus labios, tan bonita y genuina.
Mi ritmo cardiaco aumenta cuando todas esas imágenes que me he
creado en la mente aparecen. Nosotros viviendo juntos, despertando en la
misma cama todas las mañanas, compartiendo el desayuno, las cenas.
—Tengo que hablarlo con Jane —murmura con emoción —no creo que
le agrade demasiado la idea de que abandone el departamento, pero…a mí
también me gustaría muchísimo que vivamos juntos.
Y juro que esa…esa es la respuesta más maravillosa que he escuchado
en toda mi vida.

 
 
 
 
 
 
58 DECISIONES DEL PASADO EN EL
PRESENTE
 
Alexander Campbell

T amborileo las yemas de mis dedos sobre el volante. Mantengo


la mirada fija en la casa que está al otro lado de la calle,
debatiéndome si debo bajar del auto o no.
—Oh, vamos —pronuncio para mí mismo —has hecho cosas más
difíciles que esto —susurro intentando convencerme —¿qué es lo peor que
puede pasar?
Llevo cerca de veinte minutos en el auto, debatiéndome sobre si debo ir
y tocar el timbre de la casa de Lisa Hale. La había llamado hace un par de
días, y acordamos que la visitaría hoy, la hora de mi llegada debió de haber
sido media hora atrás, y a pesar de que llegué con puntualidad, no me
atrevo a bajar del auto.
Mi celular suena, la pantalla se ilumina y el nombre de Grace se deja
ver en ella.
Grace:
¿Estás con ellos?
Alexander:
Sí, lo estoy.
Era una mentira, pero no quería que ella se diera cuenta de que la
cobardía se había adueñado de nuevo de mí.
 
Grace:
Aún sigues en el auto ¿verdad?
 
Volteo, como si quisiera descubrirla en algún punto cerca de donde me
encuentro. Dejo de hacerlo cuando una llamada entrante se escucha.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no estás ahí? —inquiere apenas respondo,
reconozco el sonido de las voces al fondo.
—No sé si pueda hacerlo —confieso. —Debería estar contigo, es tu
cumpleaños.
—Alex, sabes que no tengo problema en que hayas decidido hacerlo
hoy —me recuerda —yo misma te apoyé. Así que, por favor, baja del auto y
ve a conocerlos.
—No puedo, Grace…—cierro los ojos solo por un par de segundos —
no sé si quiero hacerlo.
—Si no quieres hacerlo está bien, cariño. No te presiones, Lisa lo
entenderá —responde ella en tono suave.
El sonido de la voz emocionada de Lisa cuando la llamé regresa a mi
mente, parecía verdaderamente entusiasmada con mi llamada, y mucho más
aún cuando acepté su invitación para comer juntos.
Bajo del auto, cerrando la puerta y asegurándome de colocarle la
alarma.
—¿Has bajado del auto? ¿Irás con ella? —no me pasa desapercibido el
tono orgullos que emplea.
—Sí, te llamo cuando este de camino a casa —respondo.
—De acuerdo, te quiero.
—Yo igual —sonrío al mismo tiempo que cuelgo la llamada.
Tomo una profunda inhalación antes de atreverme a cruzar la calle.
Cuando me encuentro en la puerta, me debato entre tocar el timbre o
regresar al auto.
—Puedes hacerlo —susurro mientras elevo la mano y alcanzo el
pequeño botón Aguardo por un par de instantes, intentando no colapsar con
la cantidad de nervios que me cargo encima.
La puerta se abre, causando un ligero sobresalto en mí. Un hombre que
parece tener la misma edad que Lisa aparece en mi campo de visión. Parece
un tanto sorprendido al verme, sin embargo, un par de segundos después
una sonrisa cálida se apodera de sus labios.
—Alex, llegaste —pronuncia —Lisa, cariño, ha llegado.
Él se aparta de la puerta, permitiéndome ver el interior. Lisa se
encuentra en una mesa que está repleta de comida, doy un paso al interior al
mismo tiempo que ella se levanta.
—Lamento el retraso —me disculpo.
—No, no te disculpes —responde con una cálida sonrisa—. Pasa, cielo.
Antes de que pueda hacer o decir algo más, un grito emocionado capta
mi atención.
—¡Alex! —una niña de aproximadamente cinco años corre en mi
dirección. No tengo el suficiente tiempo para reaccionar porque de pronto,
la tengo abrazada a mis pies.
—Madison ¿qué fue lo que te dije? —la niña se aparta de mí, y luego
eleva la mirada.
—Mamá dijo podrías incomodarte —susurra.
“Mamá dijo…” ¿A caso ella…?
—¿Es tu hija? —inquiero hacia Lisa. Ella asiente.
Dejo de mirarla para colocarme en cuclillas, Madison, como escuché a
su madre llamarla, me mira con una sonrisa que enseña casi todos sus
dientes.
—Hola, Madison —saludo abriendo los brazos. Ella sonríe aún más si
eso es posible antes de acortar la distancia entre nosotros. Se cuelga de mi
cuello, así que la sujeto mientras me incorporo otra vez—. ¿Cuántos años
tienes?
—Cinco —me enseña la mano, con los cinco dedos levantados
causando que una ligera risa brote de mi cuerpo.
Por Dios, tengo una hermana de cinco años.
—Madie, cielo, ven aquí —el hombre se acerca para tomarla en brazos.
—Lo siento, Alex. Intentamos hablar con ella, pero está muy emocionada
de verte. Por cierto, soy Byron.
—No hay problema —respondo extendiendo una de mis manos para
acariciar el rizo color dorado de Madison—. Un gusto.
—¿Quieres comer algo? He cocinado cosas que creí que podrían
gustarte —informa Lisa. —Ven, siéntate.
Hago lo que pide, me coloco en uno de los asientos de la mesa, y tan
pronto como Byron deja a Madison en el piso, ella corre a mi lado.
Se coloca tan cerca de mí que comienzo a sospechar que quiere que la
abrace, sin embargo, antes de que pueda hacerlo, Lisa habla.
—Madison, ven aquí, cariño. Alex va a…
—No, está bien —la interrumpo. Madison celebra cuando la tomo en
brazos y la coloco sobre mis piernas.
—Mamá dijo que eres mi hermano.
—Creo…es decir, si —respondo con una ligera sonrisa —creo que lo
somos.
Ella lanza un grito emocionado antes de lanzarse a mi cuello. Parece
demasiado emocionada por mi respuesta, una risa abandona mi cuerpo
mientras ella repite una y otra vez que siempre quiso tener un hermano
mayor.
—Madison, suficiente, Madie…—Byron intenta apartarla de mi cuerpo,
pero la niña se rehúsa completamente.
La repentina muestra de cariño ha conseguido aturdirme.
—Lamento si todo esto te incomoda, Alex, de verdad, no se supone que
ella…
—Lisa, está bien —aseguro cuando Madison ya parece haber
abandonado su estado entusiasta —es algo…nuevo, pero estoy bien.
Madison no se aparta de mí ni un segundo, parece estar demasiado
emocionada por mi presencia, intento entablar una conversación cómoda,
aun cuando no sé exactamente qué es lo que tengo que decir.
Ni Byron ni Lisa mencionan algo sobre mi carrera y eso es algo que
agradezco profundamente.
Cerca de una hora después, cuando todos hemos terminado de comer,
Madie me arrastra prácticamente a su habitación.
—Oh, vaya, no sabía que tenía una pequeña fan —murmuro cando
ingreso a su habitación. Hay varios posters míos en las paredes, y un par de
discos sobre la mesita de noche.
—Le gusta demasiado escucharte cantar —confiesa Lisa —mira tus
videos todos los días, estaba muy emocionada por conocerte.
Salimos de la habitación, dejando a Madie con su padre. Cuando
estamos en el pasillo, nos detenemos. Fijo la atención en la pared, donde
innumerables fotografías familiares cuelgan.
—No quiero que pienses que voy a reprochar algo, pero…—me
detengo, considerando las consecuencias de mis palabras —tienes una
familia ahora, parece que fue sencillo continuar sin mí.
—Alex…
—Quiero creerte, Lisa —sacudo la cabeza, volteo asegurándonos que
estamos solos en el pasillo —pero es tan difícil cuando veo la vida que
llevas, y como parece que no me necesitaste. Entiendo…entiendo que
Marian lo haya impedido, pero una madre, Lisa, una verdadera madre hace
hasta lo imposible por sus hijos.
Un destello de culpa se filtra en su mirada. Pero no puedo simplemente
aceptar una disculpa luego de veinticinco años.
—Soy tu mamá…
—Yo ya tengo una madre —ella eleva las cejas, incrédula —una que me
recibió a pesar de no ser su sangre, una que me cuidó como su propio hijo
aún después de que mi padre la traicionara. Yo ya tengo una madre que si lo
fue por años…no puedo quitarle su lugar.
—Te hizo daño —dice casi rencorosa.
—Y es por eso que ahora mismo no está en mi vida —sentencio —pero
no voy a quitarle el mérito por los años anteriores. Fue mala, y cruel. Pero
también fue una madre antes de eso.
Tomo una inhalación, mirando las fotografías familiares, y las
individuales. Las únicas fotos mías, son las que Madie tiene en su
habitación, no hay ninguna otra.
—Gracias por todo, Lisa —me aclaro la garganta —la comida estuvo
deliciosa, y Madie es adorable. Pero tengo que irme.
—Gracias a ti —dice con un tono casi decepcionado —estaremos
encantados de que nos visites otra vez.
Apenas asiento, le sonrío por cortesía y luego me doy la vuelta,
dispuesto a salir para ir al único sitio en donde sí deseo estar.
 
Cuando llego a casa, la fiesta parece haber comenzado y me siento mal
por no haber estado aquí desde el inicio. 
—¡Creí que no llegarías! —pronuncia Paul prácticamente gritando
sobre la música.
—¿En dónde está Grace? —inquiero. Él señala un punto en la casa, lo
sigo con la mirada observando a Grace hablar con Jane y otro chico, al que
reconozco algunos minutos después.
Me aparto de mi amigo, caminando en dirección a mi chica.
—Ahí está mi cumpleañera favorita —ella voltea en cuanto escucha mi
voz. Lleva una falda dorada que se ajusta perfectamente a su silueta,
acompañada de un top blanco que deja al descubierto sus hombros.
Su cabello se encuentra perfectamente liso, y el labial rojo intenso con
el cual están pintados sus labios, la hacen lucir tan hermosa.
—Volviste —pronuncia dando unos cuantos pasos en mi dirección —
¿Cómo estás?
—Estoy bien —respondo cruzando uno de mis brazos por su cintura
para atraerla a mi cuerpo. Planto mis labios sobre los de ella, la siento
sonreír en medio del beso y un par de instantes después, se aparta.
—¡Tienes que contármelo todo! —pide en un grito entusiasta.
—Sí, te lo contaré todo, pero ahora, es tu noche —le recuerdo. Dejo un
beso en su mejilla al mismo tiempo que entrelazo nuestros dedos —ahora
debes disfrutar.
Una mueca de decepción se adueña de sus labios, sin embargo, no
replica. Grace había insistido demasiado en que no invitáramos a demasiada
gente, así que el jardín era del tamaño perfecto para que todos estuviesen
cómodos.
Jane se mantiene demasiado entretenida con Paul, Nicolás y Michael
también habían venido, ambos con regalos que apenas cabían en sus manos.
—Tus amigos se han lucido ¿eh? —inquiere Grace con curiosidad
mientras acomoda las cajas sobre la mesa que habíamos destinado para los
obsequios. —En verdad agradezco que hayan escuchado mi petición, y no
terminar con tu casa repleta de gente.
—Eres la festejada, así que tus deseos son ordenes —respondo con
diversión. Ella toma una de las botellas que se encuentran en la mesa de
bebidas para servirla en un vaso, la observo llevárselo a la boca y sonrío
cuando una mueca de desagrado se instala en su rostro.
—¿Quién en su sano juicio bebe esto? —inquiere.
—Al parecer, solo Paul —Ella deja a un costado la botella, cuando
parece ser que nadie requiere la presencia de Grace en el jardín, tomo una
de sus manos para llevarla a la habitación.
—¿A dónde vamos? —inquiere cuando es consciente de que me dirijo a
las escaleras.
—A mi habitación, tengo algo que darte —confieso.
—Creo recordar haber dicho que un regalo no era necesario —replica
cuando llegamos.
—No podías esperar que hiciera caso a eso —objeto dedicándole una
rápida mirada. Ella permanece en silencio mientras me acerco a uno de los
cajones del armario y busco en su interior el sobre que recibí la noche
anterior. Cuando lo encuentro, lo tomo mientras me giro de nuevo hacia
Grace. Ella mantiene una mirada curiosa sobre mí, cuando extiendo el sobre
en su dirección, tarda un par de segundos en tomarlo.
—Estaba pensando en que podría regalarte —pronuncio —ya que
prácticamente te negabas a cada cosa que sugería, así que…
Me detengo en cuanto ella abre el sobre, espero con ansias la reacción
que tendrá cuando lea el contenido, y esta tarda apenas algunos segundos
más en llegar.
—¡No puede ser! —grita con emoción—. ¡Dios mío! ¡Es un viaje a
París!
—Así es, recordé que…—no me deja terminar de hablar porque se
lanza a mis brazos, emitiendo un grito emocionado que me hace reír y
gracias a mi escasa habilidad para mantener el equilibrio, terminamos
cayendo a la cama.
—Esto es increíble, Alex —responde en un jadeo —es…es realmente
increíble.
—Feliz cumpleaños, Gracie —murmuro antes de recibirla en mis brazos
nuevamente, ella se aparta, tan solo unos centímetros antes de besarme, de
una forma en la que solamente ella lo sabe hacer.
De la única forma en la que consigue volverme completamente loco.
 
Grace Baker.
Son cerca de una de la mañana cuando todos se marchan de la casa de
Alexander. Estoy exhausta, siento los párpados pesados y la sensación de
que puedo caer dormida en cualquier sitio que pareciera ser lo
suficientemente cómodo.
Le doy un trago a la lata de refresco que aseguraba tenía la suficiente
cafeína como para mantenerme despierta, mientras continúo con mi tarea de
recoger todos los trastes sucios que habían dejado en la sala.
—Deja eso —elevo la vista cuando escucho la voz de Alex —podemos
limpiarlo perfectamente mañana en la mañana.
—Había olvidado lo desastrosas que terminaban las fiestas en casa —
respondo mientras dejo a un lado la bolsa de basura—.  Tu sala quedó echa
un basurero.
—Eso no importa ahora —responde él con una sonrisa —déjalo ya,
debemos ir a dormir.
Le hago caso solo porque el sueño en mi sistema es mucho mayor a mis
ganas de llevarla la contraria. Me quito la falda cuando siento que ha
comenzado a ser demasiado molesta, me cambio el top por una blusa
holgada mientras me deshago de las zapatillas.
No me he mudado oficialmente a la casa, sin embargo, unas cuantas
cosas mías habían terminado por ocupar un espacio en su habitación. Tomo
un poco de desmaquillante para mojar el pequeño algodón y pasarlo por mi
rostro. Alex sale del baño, enfundado en unos pantalones de pijama con
estampado de osos polares. Lo reconozco de inmediato, había sido un
regalo de Jane luego de que él confesara que no tenía ningún pijama con
estampado para nuestras noches de película.
—Los osos polares te sientan bien —aseguro con una sonrisa divertida.
—¿Verdad que sí? —se lanza sobre el colchón, lo observo tomar una de
las almohadas para acomodar su cabeza sobre ellas, al mismo tiempo que
mantiene la mirada fija en mí.
—Dijiste que me lo contarías todo —le recuerdo.
—No quiero hablar en tu cumpleaños sobre la reunión con Lisa —
pronuncia.
—Dejó de ser mi cumpleaños hace una hora y media —objeto —así
que, cuéntame.
Él no habla, supongo que espera hasta que termine con mi tarea de
deshacerme por completo del maquillaje. Cuando termino, le hago una seña
para que aguarde y me encamino al baño de la habitación. Me enjuago la
cara, siguiendo la estricta rutina que Jane me había obligado a practicar y
cuando acabo, salgo del baño sintiéndome nueva.
—Ahora sí —me acomodo a su costado, recargando mi espalda sobre la
cabecera de la cama—. Soy todo oídos.
—Tengo…tengo una hermana, Gracie —comienza a hablar. No me pasa
desapercibido el tono emocionado con el que habla. —Se llama Madison, le
gusta que la llamen Madie —una sonrisa se deja ver en sus labios. —y dice
que soy su cantante favorito.
—Oh ¿de verdad? —inquiero con ternura.
—¡Si! ¿sabes lo emocionada que estaba cuando respondí que si somos
hermanos? —cuestiona—. Creí que a esa pequeña niña le daría un infarto,
aunque es demasiado joven como para sufrir uno.
Una risa brota de mi cuerpo mientras me acomodo sobre la cama, sin
dejar de mirarlo.
—Son una familia estupenda, o al menos, eso es lo que pude ver —
admite. Pese a que mantiene la pequeña sonrisa en los labios, un destello de
duda cruza por su mirada.
—¿Pero…?
—Pero parece que no me necesitan —mi sonrisa titubea —Lisa dice que
Marian no la dejó acercarse, que lo intentó, pero nunca pudo. Sin embargo,
tiene una hija preciosa, un esposo, una casa acomodada, parece tener una
vida estable y, sin embargo, nunca luchó por mí.
Habla en tono suave, no hay rencor en su voz, tal vez solo un poco de
decepción.
—Dijo que es mi madre, pero… ¿por qué siento que Marian es más mi
madre que ella? —gira hacia mí —a pesar del daño…ella me amó, Grace.
No sé en qué punto dejó de hacerlo…pero me amó.
Extiendo la mano, trazando una caricia a lo largo de su brazo.
—Una madre hace hasta lo imposible por recuperar a sus hijos, no se
rinde. Y ella lo hizo, ella se rindió conmigo. No puedo solo aceptarla en mi
vida luego de veinticinco años. Compartimos lazos sanguíneos y saber que
tengo una hermanita es tan maravilloso, pero…no creo que pueda verla
como una madre.
—Eso está bien —me mira como si no esperara una respuesta —eso
está bien, Alex. No estás obligado a tener en tu vida a personas que no
deseas. Lisa puede ser tu madre biológica, pero si no deseas cultivar un
lazo, no es tu obligación. No si ella no se preocupó por fomentarlo.
—Tal vez me lleve tiempo —dice con un gesto pensativo.
—Tómate el que necesites —me apego a él —recuerda, tu bienestar es
primero.
—No puedo creer que todo este resultando bien —confiesa —siento que
de pronto despertaré, y mi vida seguirá siendo la de antes. Todo esto parece
ser un sueño, Grace. Sé que suena patético, pero ¿nunca has tenido la
sensación de vivir en un sueño? Como si de pronto alguien pudiese
despertarte.
—Creo que a todos en determinado momento nos ha invadido esa
sensación. Pero todo esto es completamente real, Alex. Comienza a creerlo.
Un bostezo brota de mis labios mientras me acomodo contra el cuerpo
de Alex. Él también bosteza.
El silencio se apodera de la habitación mientras siento mi cuerpo
relajarse.
—Buenas noches, Gracie —susurra dejando un beso sobre mi cabeza.
—Buenas noches, mi amor.
Yo también tenía la sensación de que estaba en un sueño, la había tenido
desde el momento en el que probé los labios de Alexander por primera vez.
Pero he entendido que esa sensación, no es nada más que un
recordatorio de que hemos conseguido la felicidad.

 
 
 
59.- IMÁN DE PROBLEMAS.
 
Alexander Campbell.
—Por ahora no estarás dando ni una sola entrevista —informa Colton
mientras se acomoda detrás de su escritorio. —El equipo de publicidad está
haciendo su mayor esfuerzo para que el asunto legal con tu madre termine y
quede en el olvido.
—No puedo posponer los conciertos que Ryan había organizado —
informa —así que necesito que ensayes y me des tu mayor esfuerzo ¿de
acuerdo? Sé que todo lo que pasó en tu vida es complicado, pero no puedes
tomarte más tiempo del que ya has tomado.
—Lo sé —respondo. Una sonrisa se filtra en los labios de Colton. —No
has programado otra gira ¿o sí?
—Aún no —me siento aliviado al escuchar su respuesta—. Sé que ha
pasado tiempo desde la última, pero quiero darte un poco más de tiempo
antes de enfrascarnos en un viaje de varios meses.
—Bien, es bueno escuchar eso —él asiente.
—Alex, sé que Ryan fue tu manager por largos años, y sé también la
confianza que habías depositado en él. Quiero que nuestra relación sea más
allá de manager y artista ¿entiendes? Si me lo permites, podemos ser
grandes amigos también.
—Nada me gustaría más que eso —respondo con una sonrisa—.
Aunque, suelo ser demasiado testarudo a veces y…
Las risas de Colton me interrumpen.
—No te preocupes por eso, que yo también puedo serlo bastante—
confiesa. —Ahora, los chicos te esperan en la sala de ensayos, ve con ellos,
después de las cinco eres libre de hacer lo que quieras.
—Gracias —él me dedica un asentimiento mientras me incorporo de la
silla. Tania se encuentra conmigo en el pasillo, recordándome la hora de los
ensayos al día siguiente y luego de eso ella también se marcha.
He vuelto a mi rutina, ensayar una y otra vez con los chicos hasta que
estuviéramos exhaustos, luego volver a casa con Grace, y hacer cualquier
cosa que consiguiera entretenernos.
Diez minutos antes de las cinco, cuando los chicos ya se han marchado
y solo quedamos Stephen y yo, lo noto de nuevo en la libreta que parece
acompañarlo siempre desde hace días.
—¿Estabas componiendo?
—Algo así —responde. Pasan algunos segundos antes de que él se
atreva a mirarme—. Es algo más como una idea.
—¿Una idea? ¿De canción?
Él niega. El nerviosismo parece regresar a él, así que dejo a un lado la
funda la guitarra para centrar mi atención en él.
—Steph, somos amigos —le recuerdo —sabes que puedes decirme
cualquier cosa ¿no? Si estás pensando en irte o si alguien más te ha dado
una oportunidad para estar en otro sitio, lo entenderé.
—No, por Dios, no. Nada de eso —responde.
—¿Entonces? —Él toma una inhalación.
—Sé que tú eres la estrella, de acuerdo, yo solamente estaba con una
idea loca —confiesa sacudiendo las manos.
—No entiendo.
—Yo estaba…estaba pensando que tal vez podríamos ser…tal vez
podríamos ser una…
Capto de manera inmediata lo que quiere decir, parece demasiado
nervioso como para poder decirlo. Así que, con una sonrisa tirando de mis
labios, termino la frase por él.
—¿Una banda? —inquiero.
—¡Si! —el grito entusiasta que emite me hace reír, él parece darse
cuenta de eso porque se recompone, adoptando un gesto avergonzado —
quiero decir, solo fue una idea algo descabellada porque sé que tú amas ser
solista y tu carrera no necesita de más chicos que…
—De hecho, creo que podría considerarlo —no sé exactamente la
manera en la que su rostro se contrae. Si es emoción, sorpresa, incredulidad,
o las tres emociones juntas.
—¿Hablas…hablas en serio?
—Sí, quiero decir, puedo considerarlo. Colton tiene que saber de esto,
pero…no suena como una idea tan descabellada. —respondo.
—¡Genial! —responde —No te sientas presionado ¿eh? Yo solamente
tuve una idea no tienes que tomarla en serio.
Sale de la habitación casi tan rápido que no me da tiempo de decir ni
una sola palabra más. Me cuelgo la guitarra en la espalda, mientras camino
hacia el escritorio en donde la libreta de pasta café descansa. La abro, justo
en la página en donde Stephen la ha dejado.
Las comisuras de mis labios se curvan hacia arriba, mientras mis ojos
viajan por las letras que parecen ser escritas con rapidez sobre la hoja.
Entendía eso, la inspiración a veces surgía con demasiada rapidez que no
había tiempo para cuidar la caligrafía.
Pero no es eso lo que hace que mi sonrisa se ensanche, sino la frase
escrita al comienzo del papel.
Posibles nombres de bandas, para sugerirle a Alexander.
 
Bajo del auto, asegurándome de colocarle la alarma al auto mientras
camino hacia la puerta de la casa que se alza frente a mí.
—Llegaste temprano —Megan abre la puerta antes de que consiga tocar
el timbre —ella no está, si eso te preocupa.
—No me preocupa —aseguro.
Mi hermana asiente, la sigo cuando ella regresa al interior de la casa.
Cierro la puerta intentando no hacerlo con demasiada fuerza y un par de
minutos después, ya me encuentro en su habitación.
—¿Cuál era tu urgencia para hablar? —inquiero dejándome caer
cómodamente sobre el colchón de su cama.
—Grace me ha dicho que has ido a hablar con Lisa —informa mientras
se coloca a mi costado—. ¿Por qué no me has contado?
—Estabas ocupada con la tesis —me excuso.
—No me mientas —pide con seriedad —Alex, no hemos dejado de ser
hermanos ¿recuerdas?
—No podría olvidarlo —respondo —no lo he dicho porque, no sé, ni yo
mismo entiendo cómo me siento al respecto. ¿Grace te dijo algo más?
—Solo que fuiste a hablar con ella —admite —¿qué pasó?
Tomo una inhalación, caminando hasta el borde del colchón para
conseguir dejarme caer sobre él.
—Tengo muchas dudas, Meg —suelto un corto suspiro —no es sencillo
descubrir que tu madre en realidad no lo es, y luego conocer a tu madre
biológica, saber que tienes una hermana…—sacudo la cabeza —aún estoy
intentando procesarlo.
—No imagino lo complicado que es —susurra —sé que no necesitas
que te diga que hacer, pero no le des el camino fácil.
—¿Qué quieres decir?
—No la conoces, no sabes sus verdaderas intenciones, solo vino y lloró
frente a ti para ganar tu perdón. Alex, no quiero sonar como mamá, pero…
—se detiene —No quiero sonar a Marian —corrige —pero es demasiado
sencillo la forma en la que la has dejado entrar a tu vida.
—¿Y qué se supone que debo de hacer?
—No lo sé. —susurra —pero debes ir con cuidado. Sé que todo esto de
tener una familia, una adorable hermana menor, porque vaya que Madie es
adorable, puede parecer todo lo que siempre quisiste, pero debes pensar con
la cabeza fría. ¿De acuerdo? No quiero decir que Lisa Hale sea una mala
persona, solo que…no estás dejando que te demuestre cuanto está dispuesta
a luchar por ti.
Permanezco en silencio, Megan coloca una de sus manos sobre la mía.
—Y he hablado con Marian, parece…arrepentida, Alex.
—Por favor, Meg. Después de todo…
—Sí, se equivocó. Pero Alex ¿Quién no lo estaría con todo lo que tuvo
que tolerar? Nada de eso fue su culpa, pero no tenía nada más. Fue la única
salida que encontró y no, no la estoy justificando solo creo que…es nuestra
mamá después de todo. ¿Cuándo comenzó todo eso? —cuestiona
imitándome, se planta con firmeza en medio de la habitación mientras me
observa —¿Cuándo tenías diecisiete? ¿Dejó de ser tu madre en ese
momento?
—Megan…
—¿Y qué me dices de los dieciséis años anteriores a eso? —insiste —
La forma en la que cuidó de nosotros, la manera en la que cuidaba de ti
cuando papá estaba lejos. No se molestó cuando le pintaste el cabello de
azul solo porque no te dejó ir a esa fiesta. —me recuerda —¿O la forma en
la que le gritó a esa maestra cuando dijo que debías prestar más atención en
la escuela en vez de pensar que algún día serías famoso? ¿Has olvidado
todo lo que hizo por ti? ¿Por nosotros?
—No, y tampoco he olvidado todo lo que me hizo pasar —mascullo con
molestia —sé que a ti no te hizo nada de eso, y entiendo que creas ahora
que puede estar arrepentida, pero…Megan, ella me arrebató la felicidad por
mucho tiempo. No puedo mirarla sin recordar todo el agotamiento físico y
emocional que me causó, tampoco olvido cada una de sus amenazas. Siento
muchísimo no conseguir perdonarla tan fácil como tu pareces haberlo
hecho.
—Está devastada, Alex…
—Yo también lo estuve ¿recuerdas? Por largo tiempo. Y eso a ella no le
importó.
No responde nada, así que me atrevo a continuar.
—No le estoy dando el camino fácil a Lisa —sentencio —le he dejado
claro que no planeo perdonarla con tanta rapidez. Pero…
—Sé que lo que Lisa te ofrece es lo que siempre has anhelado —susurra
—pero si no luchó por ti, ¿por qué aparecer ahora que las cosas están
completamente fáciles?
—Porque no tiene que esforzarse —respondo en un suspiro —dice que
Marian la amenazó…
—Sí, al igual que a Grace —me recuerda —le arrebató su empleo,
amenazó con hacerte daño ¿y qué fue lo que hizo? Se quedó a tu lado.
Porque te ama. Grace pudo librarse de eso, romper contigo e ir a su lugar
seguro, lejos de las cámaras y la atención pública, pero en cambio, decidió
quedarse y luchar por ti. Eso, Alexander, eso es lo que las personas que
verdaderamente nos aman, hacen.
—Eres más sabia de lo que pensé —la molesto y ella golpea mi hombro
—no tienes de que preocuparte, estaré bien.
—Lo sé —responde con seguridad. 
—¡Megan, he vuelto! —el grito proveniente del piso de abajo nos
alerta. La mira de súplica que mi hermana de dedica es suficiente para
hacerme rodar los ojos.
—Dame tiempo —pido —hablaré con ella cuando esté listo.
Me incorporo de la cama, dándole una sonrisa a mi hermana antes de
salir de su habitación, con el propósito de marcharme. 
De una u otra manera tengo que arreglar todo, dejar las cosas en su
lugar, y eso no puede esperar.
 
Grace Baker.
Nuestro viaje a París estaba programado para el viernes de la siguiente
semana, serían dos semanas enteras que pasaríamos en ese lugar, lejos de
toda atención, según Alex. Al parecer había arreglado todo con su manager
para permitirnos la libertad de hacer todos nuestros planes sin apuros. Y
decir que no estaba ansiosa, sería mentir terriblemente.
—Gracie —escucho la voz de Alexander a mis espaldas. Así que aún
con la ropa en mano, me giro hacia él. —Stephen me ha dado una idea.
Quiere que formemos una banda —giro de inmediato cuando termina de
hablar.
—¿Una banda?
—Si —responde con una diminuta sonrisa en los labios. —Él, Ethan,
Jake y yo. Nosotros cuatro. Suena genial ¿no es así? 
—Suena más que genial —confieso —¿lo estás considerando?
—Sí, es decir, creo que todo esto es más llevadero si lo haces con
amigos ¿no es cierto? Las giras no serán tan complicadas, creo que, en
cierta parte, nos apoyaremos entre todos.
—Parece una idea estupenda —concuerdo.
—Hay demasiadas cosas que tengo que considerar todavía —confiesa
—solo es una idea, pero…pero me gusta.
Su celular suena, anunciando una notificación. Cuando lo toma, soy
capaz de leer lo que se muestra en él.
—Oh, maldición —masculla. Inevitablemente, a pesar de lo que mis
ojos ven en la pantalla, una carcajada abandona mi cuerpo. —Joder, Grace
¿qué te parece gracioso en esto? —cuestiona.
—Alex, mi amor, al parecer, eres un imán de problemas y malas
noticias—respondo entre risas.
Ahí, en la pantalla del celular, una imagen de Lisa Hale hablando con un
reportero se apreciaba a la perfección. Y no hace falta leer el encabezado,
para saber exactamente qué es lo que ha ocurrido.
 
 
 
60.- VERDADERAS INTENCIONES.
 
Alexander Campbell.

C olton está enojado, en el poco tiempo que llevábamos


conociéndonos no lo había visto de esta manera. Con los puños
apretados y gritándole a la pobre persona que se encuentra del otro lado de
la línea.
Al parecer, Megan y Marian tenían razón. Lisa Hale ha hablado con los
reporteros, con la intención de gritarle al mundo que es mi verdadera
madre. Creo que una parte de mí esperaba que algo como esto ocurriera.
—¡Me importa un carajo, tienes que arreglarlo! —grita antes de colgar
la llamada y prácticamente aventar el celular al escritorio—. Debiste
decirme esto, Alex. Maldición.
—Lo lamento, pero…
—Creí que había confianza. ¿Cómo se supone que voy a ayudarte si
estas cosas me toman por sorpresa? —permanezco en silencio, no sé qué
responder con exactitud así que mi mejor opción parece ser no abrir la boca.
—¿Lo qué esa mujer dice, es cierto? ¿Es tu madre biológica?
—Si —él cierra los ojos, masajea sus cienes antes de conseguir volver a
mirarme.
—¿Sabes lo que está pasando ahora? —inquiere.
—No he querido revisar mi celular desde anoche —confieso —así
que…no. No tengo idea.
—La prensa cree que estás creando todos estos escándalos para coger
más fama. —esperaba cualquier reacción de la prensa, menos esta. —Se
han creado rumores de que tu popularidad ha bajado, y este es un intento
desesperado por volver a atraer la atención en ti.  Casi nadie cree en las
palabras de Lisa Hale. Así que la he citado aquí.
—¿Qué? Colton no, eso es una mala idea ¿qué crees que dirá la prensa
si algún periodista la ve entrando a la disquera?
—Necesitas hablar con ella, pedirle que deje de hacer todo esto —la
firmeza de su voz me hace darme cuenta que no va a cambiar de opinión —
dile lo que está pasando, si te quiere tanto, dejará de hacerlo.
—Oh, lo único que ella quiere es dinero y atención —mascullo —en eso
es igual a Marian.
—Te equivocas —me sobresalto al escuchar la voz de Marian a mis
espaldas.
—¿También la llamaste a ella? —inquiero con reproche a Colton.
—Necesitas a alguien firme que sea capaz de intimidar a esa mujer —
responde elevando sus hombros—. Marian Campbell parece ser la mejor
opción.
—No, nada de esto es una buena idea —mascullo con molestia.
—Bueno, se hace lo que yo diga —me recuerda. Una mirada de
reproche es lo que obtiene por mi parte. —Te dije que era demasiado
testarudo ¿no es cierto? Bueno, esta es una de las veces en las que no
conseguirás hacerme cambiar de opinión. Lisa llega en diez minutos.
Necesitas arreglar todo esto.
Es lo último que dice antes de dejarme solo con Marian. En palabras de
Megan, ella estaba destrozada. Pero al parecer ni así perdía el porte elegante
que la caracteriza.
—No necesito que estés aquí —afirmo.
—No seas tan terco, cielo —pronuncia dejando su bolso sobre la mesa
—. Claro que necesitas que esté aquí. ¿No tenía razón? Claro que sí, pero
no quisiste escucharme.
Me mantengo en silencio, ella también lo hace y ninguno de los dos
dice absolutamente nada, hasta que la persona por la cual esperábamos
llega.
—Alex, te juro que puedo explicarlo —Lisa ingresa con un aire
preocupado a la habitación, sin embargo, parece abandonar el papel de
madre preocupada cuando ve a Marian detrás de mí—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a defender a mi hijo —asegura Marian.
—Oh, por favor, jamás lo has querido como tú hijo —objeta Lisa.
—Suficiente, no estamos aquí para discutir quien me ha querido más —
reprocho incorporándome.
El silencio se instala entre nosotros, intento encontrar las palabras
adecuadas para comenzar a hablar, pero no parezco ser capaz de hallarlas.
—Todo esto hubiese sido más sencillo si me hubieses dicho lo que
querías desde un principio —el reproche en mi voz es demasiado evidente y
no me molesto en apartarlo.
—No es cómo estás pensando, ellos se presentaron a mi puerta, no sabía
lo que querían así que solo respondí sus preguntas, cielo, es todo…
—Por Dios, esa es la excusa más barata que he escuchado, y mira que
me han dado muchas —aseguro. —¿Qué es lo que pretendes Lisa? ¿Venir
aquí y hacerte de fama? ¿Presentarte al mundo como una madre que fue
separada de su hijo? Te di la oportunidad de entrar en mi vida, no debí de
haberlo hecho con tanta facilidad, claro está. Pero agradezco que te hayas
tomado solo un par de semanas en demostrar lo que buscabas en realidad.
Toda esa acogida de familia amorosa, lo ensayaron bien ¿no es así?
—¿Cómo sabes que no fue ella quien organizó todo eso? ¿Quién envió a
esos reporteros a mi casa?
—Lisa, por favor —pronuncio—. Marian pudo haber enviado a todas
las personas que quisiera, pero tú decidiste dar toda esa información, tú
decidiste que era buena idea hablar sobre nuestra relación.
—Un movimiento no muy inteligente de tu parte —Marian da un paso
hacia adelante, no abandona su postura firme, no parece ni siquiera alterada
—hubieses podido conseguir muchísimo más si no hubieses sido tan
ambiciosa e intentar colgarte de la fama de Alex tan de prisa.
—Fue lo mismo que hiciste tú —Lisa centra su completa atención en
Marian. —Lo hiciste por largo tiempo ¿cómo pretendes juzgarme?
—Yo jamás me colgué de la fama de Alex, no tuve necesidad —
asegura.
—Porque estabas lo suficientemente entretenida ganando dinero a sus
expensas. Que eso es mucho peor. Alex, hijo…
—No, no me llames así —pido con firmeza —estamos muy lejos de
tener una relación de madre e hijo, así que Lisa, no me llames de ese modo.
Fui demasiado estúpido al aceptar tan de prisa tus fingidas muestras de
cariño…
—No fueron fingidas, Alex…
—Es innecesario que intentes convencerme de tu sinceridad —afirmo.
—No necesito conocer más de ti para saber qué es lo que buscas. ¿Un
momento de fama? Bien, la has tenido. Alégrate que lo conseguiste, pero
esto Lisa, esta pronta relación que creamos, se acaba aquí.
Un grito emocionado que reconozco perfectamente llega hasta donde
estamos, la puerta se abre y pronto, Madie entra corriendo al lugar.
—Lo siento, Alex, intenté detenerla, pero…—Tania corre detrás de ella.
Me inclino para recibirla en brazos mientras sonrío.
—¡Alex! —es la misma emoción que había en ella el otro día en su
casa. Ella se cuelga de mi cuello, así que la rodeo con mis brazos mientras
dejo un sonoro beso en su mejilla.
—Hola, Madie —pronuncio mientras me incorporo de nuevo.
—Mamá dijo que vendríamos a verte ¡también que me llevarías a un
concierto! —algo se retuerce en mi pecho.
La risa de Marian nos hace mirarla.
—Vaya, así que utilizas a tu pequeña hija para generar lastima en
Alexander —afirma con diversión —quien lo diría.
—¿Cuándo irás a casa de nuevo? —cuestiona con inocencia —¡Mamá
dice que ahora estarás con nosotros!
La emoción con la que habla me encoge el corazón.
—Bueno, no creo poder ir a tu casa pronto —ella forma un mohín en
sus labios. —Pero es cierto que te llevaré a un concierto, solo tú y yo.
Ahora ¿Por qué no vas con Tania? Te llevará al lugar en donde ensayamos,
con guitarras y todo eso.
Ella chilla emocionada y corre hacia el lugar en donde Tania la espera,
cuando me aseguro que se han alejado, el sentimiento de decepción
mezclado con el enojo me hace encarar a Lisa.
—La trajiste para que me sintiera mal ¿no es así? Para que no fuera
capaz de hacer otra cosa que no sea perdonarte.
—Te quiere tanto, Alex. Está emocionada por todo esto ¿cómo
pretendes que nos alejemos?
—Estaré con ella, es mi hermana después de todo. La visitaré y asistirá
a tantos conciertos como quiera, pero tú no —afirmo—. Le contrataré una
niñera que pueda estar pendiente de ella cuando tengamos que viajar, o cada
vez que quiera visitarme. Pero no volveré a poner un pie en tu casa. No
quiero ver que regreses por aquí ¿entiendes? Si lo haces entonces hablaré
con seguridad para que no te permitan el acceso y entonces, harás muy
difícil mi relación con Madison.
—Y si por alguna extraña razón no consideras que eso no es lo mejor,
tal vez podemos hablar con la prensa para contarles la forma en la que te
involucraste con un hombre casado, y la manera en la que abandonaste a tu
hijo.
—Marian… —advierto, pero ella me hace una seña para detenerme.
—Si lo que quieres es el bienestar de tu hija, Alexander te está dando la
mejor opción.
—Lo que sea que estabas buscando, o cualquiera que sea tu plan al
acercarse, se acaba aquí —sentencio.
Lisa permanece en silencio, mirándome como si consiguiera dar mi
brazo a torcer. No lo haría, no iba a arriesgarme a pasar por lo mismo otra
vez. Lo mejor y lo más inteligente, era cortar la relación aquí.
—¿Es eso lo que quieres? —cuestiona —Todo esto es un malentendido,
Alexander, si me das la oportunidad…
—No quiero darte otra oportunidad —mascullo —no quiero volver a
tenerte cerca. Quiero que te vayas, Lisa.
Giro, incapaz de mirarla por más tiempo y solo me permito relajarme al
escuchar el golpe seco de la puerta al cerrarse. Me dejo caer sobre el
asiento, cerrando los ojos olvidando por un instante que Marian se
encuentra también en la misma habitación.
—No quiero usar el “te lo dije”, pero…
—No necesito que me lo recuerdes —mascullo.
—Alex…
—¿Qué? —Marian suspira. Camina hasta colocarse en el asiento de mi
costado.
—Sé que es imposible que mantengamos una relación como la de
cuando eras un niño —murmura —pero me gustaría que lo intentáramos. Te
quiero, Alex. Aunque no seas capaz de creerme.
—Es demasiado pronto para intentar recuperar nuestra relación —
confieso —hay demasiados rencores entre nosotros, Marian. Me hiciste
daño y yo soy un recuerdo constante de lo que mi padre te hizo. Aunque lo
intentemos, eso siempre estará ahí.
—Tú padre estaría muy orgulloso —susurra. Parpadea con rapidez. —
La forma en la que te enfrentaste a ella, creo que lo heredaste de mí —
arruga la nariz. Aunque lo intento, no puedo evitar que una sonrisa divertida
se apodere de mis labios.
—Ya lo dije, pero, lo lamento, por todo —pronuncia, me mira a los
ojos, me sostiene la mirada mientras habla, no hay duda en ella—. Quiero
saber si en algún punto podrás perdonarme.
—No puedo asegurarte algo como eso —confieso después de haber
permanecido demasiado tiempo en silencio—. Aunque creo que, con el
tiempo, conseguiré hacerlo. —Ella sonríe. Me incorporo del asiento,
tomando una inhalación antes de observarla.
—Antes de que te vayas, quiero darte algo —dice suavemente.
Se incorpora, me pide con la mirada que aguarde así que lo hago,
permanezco en mi sitio mirándola salir de la habitación. Pasan alrededor de
cinco minutos hasta que vuelve, con una funda de guitarra entre sus manos.
—Sé que arruiné algo irremplazable para ti —susurra con culpa —y sé
que ni obsequiándote mil más, será suficiente.
Sé a lo que se refiere, no le he dicho a nadie lo que ocurrió con mi
guitarra. Grace lo preguntó una vez, pero conseguí evadir la pregunta
porque aún duele.
—Así que quiero darte esto, esperando que pueda compensarlo.
La extiende hacia mí y tardo más de lo necesario en tomarla. Cuando
estoy lo suficientemente cerca, mi cuerpo se congela, la respiración se me
corta y la visión se me nubla mientras leo el nombre bordado.
Propiedad de Nick Campbell.
Deslizo el cierre y sonrío al mirar la guitarra de mi padre. Tan cuidada,
reluciente.
—Estoy segura de que él hubiese querido que la tuvieras —la saco, mis
dedos acarician el material y entonces lo siento cerca otra vez.
Parpadeo tratando de alejar las lágrimas, pero es imposible, no lo
consigo.
—Gracias —susurro.
—No, no me agradezcas, no después de lo que hice.
Solo puedo asentir, coloco la guitarra de nuevo en la funda y la cierro.
Me tallo los ojos eliminando las lágrimas y consigo recomponerme. No
tengo más que hacer aquí, es hora de irme.
—Adiós, Marian —me despido.
—Adiós, cielo —me detengo en el umbral, dándole una última mirada
antes de salir de la habitación.
 
Colton hizo un trabajo increíble junto con el equipo de publicidad,
habíamos optado por confirmar el rumor de que Lisa Hale decía la verdad,
sobre todo porque no estaba dispuesto a dejar a un lado a Madison, y estar
en contacto con ella solo generaría más rumores.
Él había organizado una rueda de prensa, aclarando que no estaba
haciendo ningún escándalo para obtener más atención, confirmó la relación
sanguínea que mantengo con Lisa, y eso fue todo. No entramos en detalles,
tampoco hablamos sobre la historia detrás de eso.
Simplemente lo dejamos estar.
—Ese viaje a París nos vendrá bien ¿eh? —cuestiona Grace, nos
encontrábamos en un restaurante que está a pocas cuadras de la casa. Luego
de no encontrar absolutamente nada que comer.
—En definitiva —concuerdo—. Y estaba pensando, en que, no lo sé.
Tal vez podemos llegar a Nueva York, y visitar a tus padres.
Me causa gracia la expresión de incredulidad que se adueña de su
rostro. Emite un pequeño grito y luego, voltea en todas direcciones como
para asegurarse que nadie la ha escuchado.
—¿Hablas en serio? —cuestiona.
—Más serio que nunca —respondo entre risas —Oliver te dio tres
semanas de vacaciones ¿no es así? —ella asiente —Bueno, podemos pasar
dos de esas semanas en París, y luego viajar una completa a Nueva York.
Contamos con el tiempo suficiente.
—Me parece una idea estupenda, pero…—sé lo que dirá a
continuación, así que me adelanto.
—No, no menciones el costo del viaje —le recuerdo —es mi regalo.
—No, tu regalo fue un viaje a París.
—Bueno, eso incluye también a Nueva York. —Me encojo de hombros,
intentando restarle importancia. —Déjame hacer esto por ti ¿sí? Quiero
hacerlo, después de esas semanas es seguro que Colton organice una gira, y
sabrá Dios de cuantos meses será. Así que, quiero estar contigo el mayor
tiempo posible.
—¿Te irás de gira? —cuestiona con suavidad.
—Si —emito un carraspeo. Sabía que Grace no siempre podría ir
conmigo, aun cuando es lo que más deseo en el mundo. —Sé que es poco
probable que puedas venir conmigo, y lo entiendo, por eso quiero estar
contigo tanto como me sea posible, porque es seguro que te extrañaré como
no tienes una idea.
Una suave sonrisa se filtra en sus labios.
—Te echaré mucho de menos —asegura. —Y con esa información, creo
que estaré más que encantada de aceptar el viaje a Nueva York. Aunque
tengo que llamar a mis padres y avisarles, ya sabes, solo para no tomarlos
por sorpresa.
Asiento, dándole la razón.
El fin de semana estaba cada vez más cerca, así que teníamos que
asegurarnos de tener todo lo necesario para que el viernes en la mañana
pudiéramos partir sin ningún contratiempo.
Tania me había entregado todo un itinerario para realizar durante
nuestro viaje, las habitaciones de hotel estaban ya reservadas, con
demasiado tiempo de anticipación a mi parecer, y había un par de
atracciones turísticas que estaban remarcadas con énfasis.
Apenas estábamos comenzando la semana, pero con tantos pendientes
que resolver, los días trascurrieron demasiado rápido, y antes de que
pudiésemos darnos cuenta, nos encontrábamos preparando las maletas.
—Será increíble —la emoción en el tono de voz de Grace es demasiado
evidente. —Aún no creo que en realidad esté viajando a París.
—Bueno, comienza a creerlo porque nuestro vuelo sale mañana
temprano —le recuerdo —Lo que me hace recordar que tenemos que estar
en el aeropuerto a las ocho de la mañana, ya que el vuelo sale a las diez.
—¿Dos horas? Es demasiado tiempo —objeta.
—Ya, cariño, creo que no frecuentas muchos los aeropuertos —bromeo.
Una almohada golpea contra mi rostro.
La observo cerrar la maleta y colocarla a un lado del armario.
—Listo, todo en orden —pronuncia antes de prácticamente lanzarse
sobre mi cuerpo.
Suelto un jadeo cuando una de sus rodillas golpea justo en mi
entrepierna. La ola de dolor me invade, obligándome a colocar las manos en
la zona donde ha golpeado, por mucho que lo intento, no consigo ahogar el
gemido de dolor que abandona mi boca.
—¡Lo siento, lo siento! —pronuncia apartándose de nuevo—. ¿Estás
bien?
Me giro, escondiendo mi cara en una de las almohadas para mitigar el
quejido de dolor que me invade el cuerpo.
—Ay, lo siento tanto —ella coloca las manos sobre mi espalda—. No
era mi intención, lo juro.
Cuando la intensidad del dolor baja, aunque no consigue desaparecer,
despego mi rostro de la almohada.
—Gracie, amor mío, creo que has matado a nuestra descendencia —ella
parece no entender mi comentario, sin embargo, apenas un par de segundos
después, una carcajada brota de su cuerpo. —Hablo en serio, creo que…no
tendremos hijos jamás —dramatizo.
—Ya, tampoco fue para tanto —dice dándome un leve empujón.
Suspiro, cuando el dolor prácticamente ha desaparecido y me apoyo en
la cabecera de la cama.
—Que conste que, si no tenemos hijos, es por tu culpa. —Ella niega, sin
embargo, no aparta la sonrisa de sus labios y una segunda almohada, va
directamente hacia mi rostro.
 
Grace Baker.
La ansiedad y sensación de emoción recorren cada parte de mi cuerpo.
Observo a Alex terminar todos los trámites en el aeropuerto, y cuando es mi
turno, me sorprende el no haber dejado caer todos los papeles al suelo.
Ambos atravesamos la zona de seguridad, y permanecimos largo rato en
la cafetería mientras aguardábamos que el vuelo saliera. Alex portaba una
chaqueta gris, una gorra y unas gafas oscuras. Llevaba el gorro de la
capucha encima, y me sorprendía el hecho de que ningún guardia parecía
pensar que se trataba de un terrorista o algo por el estilo.
—Creo que puedes bajarte el gorro —sugiero mirando a nuestro
alrededor —no parece que alguien esté interesado en tu presencia. —Él
hace lo que digo, también se quita las gafas solo para dejarme ver la mirada
de fastidio que me dedica.
—Sabes que me gusta prevenir —murmura.
—Sí, pero hace calor —pronuncio con una mueca —¿no tienes calor?
—Él niega.
A excepción de un grupo de chicas, nadie parecía haber reparado en la
presencia de Alexander Campbell en el aeropuerto, así que habíamos tenido
una llegada y estadía tranquila. Creo que también eso estaba relacionado a
que nos encontrábamos en una de las salas VIP.
Cerca de treinta minutos después, los altavoces informan que nuestro
vuelo está por salir. Me aseguro de no olvidar nada en la mesa mientras me
incorporo, Alex toma una de mis manos mientras con la otra sujeta una
maleta llena de cosas que tal vez pudiésemos necesitar.
Serían cerca de dieciséis horas de vuelo, así que Alexander, quien se
había autodenominado experto en vuelos, me obligó a cargar con una
pequeña manta, una almohada para la cabeza, dos pares de auriculares
(aunque para mí un par era más que suficiente) y algunos snacks que el
aeropuerto permitía pasar.
Localizamos nuestros asientos, viajar en primera clase parecía un sueño.
Los asientos eran suaves, había pantallas frente a cada uno, una música
suave se dejaba escuchar y daba la sensación de estar en la sala de alguna
casa.
Cuando nos encontramos en nuestros respectivos asientos, disfruto de la
comodidad de los mismos. Debajo de la pantalla que servía como tv, había
una más pequeña en donde se mostraba todo el menú con opciones de
comida. Dios mío, esto parece irreal.
—Todo un sueño ¿eh? —cuestiona Alex del otro lado. Nuestros asientos
estaban separados por un corto pasillo. El suficiente para permitirles el paso
a las azafatas.
—Vaya que lo es —murmuro con una sonrisa. Lo observo acomodar sus
cosas en el espacio sobre los asientos, y luego, cuando ha terminado se gira
hacia mí.
—¿Lista para conocer París? —extiende su mano a través del pasillo,
sonrío, incapaz de hacer otra cosa más que tomar la mano que me ofrece y
dejar un apretón.
—Lista, completamente lista.
 
 
 
61.- PARÍS.
 
Alexander Campbell.

L uego de pasar dieciséis largas horas de vuelo, al fin nos


encontramos llegando al hotel. Las reservaciones estaban listas, así
que apenas ingresamos, la chica encargada de recepción toma nuestros
nombres, y un par de minutos después un chico llega para llevar las maletas
hacia la habitación que se nos había asignado.
—Por Dios, esto es increíble, Alex. —Grace parece en verdad
emocionada por la habitación en la que nos encontramos—. ¿A caso es…?
—Una suite —respondo con orgullo. Grace da un par de brincos antes
de correr en mi dirección y envolverme en sus brazos.
La habitación es elegante, con un espacio tan grande que nos permite
movernos sin ningún problema. No hay puertas que dividan los espacios,
sin embargo, el lugar en donde se encuentra la cama cuenta con cortinas a
los costados, para una mayor privacidad. Un gran ventanal está a unos
pasos de distancia de la cama, las cortinas están corridas por lo que nos da
una excelente vista de la ciudad.
—Es una locura —la expresión emocionada de Grace me hace sonreír.
—¿Te gusta? 
—¡Me encanta! —exclama mientras se apega a la ventana —todo esto
es tan increíble. Creo que es el mejor regalo de cumpleaños que alguien me
haya dado.
Las paredes se encuentran pintadas de un color rojo, combinadas con un
café claro que dotan a la habitación de un grado mayor de elegancia.
—Me alegra saber eso —respondo centrando mi atención de nuevo en
la ropa frente a mí. El armario que hay a un costado de la cama es lo
suficientemente grande como para guardar toda la ropa que habíamos traído
con nosotros. Cuando elevo la vista observo a Grace enfocando la ciudad
con su teléfono.
—Le prometí a Jane que le enviaría tantas fotografías como me fuese
posible —murmura cuando se da cuenta de mi mirada —y respecto al
itinerario ¿qué es lo primero en la lista?
—¿Tú que crees? —inquiero. Ella voltea con rapidez, soy consciente de
la forma en la que su rostro adopta una expresión emocionada.
—¿Visitar la torre Eiffel? —inquiere.
—Así es —no puedo retener la risa de mi cuerpo cuando Grace da un
par de saltos en su lugar antes de prácticamente correr hacia donde me
encuentro.
Mis habilidades de equilibrio al parecer van mejorando, porque consigo
sostenerla en brazos cuando se lanza hacia mí, enrosca sus piernas a los
costados de mi torso mientras se abraza a mi cuello.
—¡Eres el mejor! —asegura antes de bajarse de nuevo.
—Eso ya lo sabía —respondo entre risas —y mejor aún, no tendremos
que hacer filas porque he conseguido los París Pass. Nos ahorraremos el
tiempo en filas de entrada y así podremos disfrutar de todas las atracciones
turísticas sin perder tiempo.
—Recuérdame llevarte conmigo a cada viaje que realicemos —pide
ladeando la cabeza sin apartar la sonrisa de los labios. —Eres algo así como
un “todo incluido” —afirma colocando las manos sobre mis hombros, luego
se acerca hasta posar sus labios sobre los míos, y en ese instante, todo
parece pasar a segundo plano.
Grace se apega a mi cuerpo, profundizando el beso y es todo lo que
necesito para olvidar las maletas con ropa, el hambre, el cansancio, todo se
esfuma de mi mente cuando caemos sobre la cama. Las sensaciones
placenteras explotan en mi cuerpo, teniéndola sobre de mí, sin apartar su
boca de la mía. Nos dejamos llevar, nos dejamos consumir por el momento
en el que dos cuerpos, se hacen uno solo. 
 
Estamos visitando París en verano, y eso hace muchísimo más caluroso
el clima. Grace camina a unos pasos de distancia, lleva un bonito vestido
con estampado de girasoles, su cabello se encuentra recogido en una coleta
alta que se balance con ligereza a cada paso que da. Mantiene su vista fija
en el folleto que sostiene entre sus manos mientras eleva la mirada en
ocasiones solo para corroborar que estamos yendo al sitio correcto.
—Pudimos alquilar un auto sin problemas.
—¿Y eso qué sentido tendría? —inquiere girándose hacia mí, pero sin
detenerse, así que continúa su camino dando pasos hacia atrás.
—Que no tendríamos que sufrir del calor —pronuncio acomodándome
las gafas de sol—. Y ya estuviésemos ahí.
—No seas aguafiestas —pide con una sonrisa. Arruga el rostro por el
sol, a pesar de llevar unas bonitas gafas oscuras que le había obsequiado al
salir del hotel.
Nos toma cerca de veinte minutos más llegar, la larga fila que hay
apenas llegamos al lugar me hace agradecer el haber escuchado a Tania y
comprar el París Pass.
Grace da un par de pequeños brincos cuando nos encontramos dentro
del elevador que nos llevaría a través de las plantas de la torre. Grace
enrosca sus manos alrededor de uno de mis brazos, mientras se apega a mi
cuerpo. No somos los únicos en el elevador, un par de parejas se encuentran
también dentro. Aguardamos en silencio los segundos en los cuales el
elevador tarda en subir, y cuando las puertas de metal se abren, la vista es
sin duda alguna impresionante.
—¡Mira eso! ¡Mira lo increíble que es! —sonrío, mientras
prácticamente soy arrastrado fuera del ascensor.
—Quédate ahí —pido —voy a tomarte una fotografía.
Ella asiente, se coloca en uno de los puntos, lejos de los demás turistas y
sonríe a la cámara. Capturo la foto, ha quedado bastante genial así que
comienzo a presumirle mis habilidades de fotógrafo, ella insiste en tomarme
un par de fotografías así que tras tenerme varios minutos haciendo toda
clase de poses se dirige hacia una de las chicas que estaban cerca para
pedirle que nos tome un par de fotos.
—Sonrían —indica, coloco una de mis manos en la cintura de Grace,
apegándola a mi cuerpo.
Cuando el sonido de la foto al ser capturada se escucha, mi mano
abandona su cintura, me giro hacia ella, cruzando uno de mis brazos por
debajo de sus rodillas y el otro lo coloco por debajo de sus brazos, suelta
una exclamación cuando la cargo y se abraza a mi cuello, la chica parece
aprovechar el momento porque el sonido de la cámara se escucha un par de
veces más, luego, camina hasta nosotros para devolvernos el artefacto.
—Dignas de postear en Instagram ¿no crees? —cuestiono enseñándole
el celular.
—Sin duda alguna —concede.
Pasamos al menos una hora en la torre, llegando hasta el punto más alto
que estaba permitido antes de que el hambre nos obligara a buscar un lugar
en donde comer.
— Le Soufflé y l’Ardoise. Suenan bastante bien ¿no lo crees? —Grace
eleva una de sus cejas cuando me escucha hablar.
—¿Desde cuándo tu francés es tan bueno? No entiendo que significan,
así que todo lo que dices en francés, me suena bien.
—Digamos que he intentado aprender lo básico —pronuncio —y según
las reseñas, son los mejores lugares y los cuales se encuentran más cerca de
donde estamos —informo —por favor, no me hagas caminar de nuevo una
hora más solo para encontrar un lugar para almorzar.
—Oh, no seas un quejica —pide entrelazando nuestras manos—.
¿Dónde ha quedado tu espíritu aventurero?
—Está aquí, conmigo —respondo —pero no le gusta caminar
demasiado, creo que prefiere tomar el metro, o alquilar un coche.
Ella ríe, deja un golpe en uno de mis hombros mientras tira de mí para
hacerme caminar.
—De acuerdo, creo que podemos tomar un taxi hasta ahí.
Hago una especie de baile de celebración solo para molestarla. Entre
risas, llegamos a un costado de la calle en donde gracias al cielo
conseguimos tomar un taxi. Tras darle la dirección del restaurante y obtener
una buena opinión del conductor, intentamos disfrutar del trayecto. Las
reseñas no mentían, tampoco el conductor del auto en el que viajamos, la
comida en el l’Ardoise fue exquisita, por mucho la mejor comida que he
probado en mi vida. Intentamos aprovechar al máximo el día, así que no nos
demoramos demasiado en el restaurante, cuando salimos, busco en el
itinerario el siguiente destino a visitar.
Las calles de París proporcionaban un aire tranquilo, parecen remontarte
a cualquiera de las películas románticas que Megan me obligaba a ver con
más frecuencia de la que me gustaría admitir. Las personas caminan a
nuestro alrededor, regalando sonrisas mientras el sol comienza a ocultarse.
La iluminación de las calles solamente las dotaba de un aire más romántico,
más placentero.
La noche nos ha alcanzado cuando volvemos al hotel, Grace es la
primera en adueñarse del baño así que solamente me cambio de ropa antes
de acostarme sobre el colchón. Mis piernas comenzaban a doler, no estaba
acostumbrado a recorrer largas distancias, y la consecuencia de rebasar mi
récord hoy comenzaban a presentarse.
—Puedo acompañarte si quieres —bromeo cuando escucho que el agua
comienza a correr —así ahorramos tiempo, y agua.
Su risa llega hasta donde me encuentro. El sonido del agua se detiene,
no obtengo ninguna respuesta así que permanezco mirando la puerta del
baño, una sonrisa se dibuja en mis labios cuando la observo asomar la
cabeza.
—Tardaste demasiado tiempo en sugerirlo —pronuncia con una sonrisa
juguetona en el rostro. Muestra una de sus manos, haciendo un ademán para
invitarme a entrar, así que no lo dudo ni un solo segundo.
 
Grace Baker.
Esto parece un sueño, todo este viaje de hecho lo parece. Luego de
haber pasado todo el día recorriendo la ciudad, Alexander prácticamente me
ha obligado a cenar en uno de los restaurantes que están apenas a un par de
cuadras del hotel.
El cansancio en mis pies no ha sido impedimento para aceptar sus largas
insistencias, así que aquí estamos, degustando toda una serie de platillos tan
deliciosos que podría comer hasta reventar. Menos de veinticuatro horas es
lo que hemos estado en París, y lo cierto es que ha sido sensacional. Tomé
varias fotografías para enviárselas a Jane y a Lía, y hemos comprado dos
recuerdos de la torre Eiffel en miniatura, tal y como lo solicitaron.
La tranquilidad de la que gozan las calles que nos rodean hacen de
nuestro viaje algo más tranquilo, no hay gente chocando por las avenidas, ni
ruidos de motores en exceso. Parece una ciudad en calma. Y eso me agrada.
Cuando la cuenta llega, me ofrezco a pagar pese a saber que Alexander no
lo permitirá.
—Hagamos algo —sugiero —dejemos las tarjetas en la mesa, y que el
mesero escoja una.
—No, déjame pagar —insiste —Gracie, déjame hacerlo.
—Ya te dejé pagar todas las entradas a los sitios que visitamos hoy, te
dejé comprarme ese delicioso helado de menta e incluso, dejé de protestar
respecto al viaje a Nueva York, así que pagar esta cena, es lo que yo te
estoy pidiendo que me dejes hacer.
Cuando el mesero regresa, le explicamos que necesita elegir una tarjeta
de crédito para pagar la cena. Él parece no entender muy bien lo que
decimos y Alex termina diciendo una frase en francés, lo que, por alguna
extraña razón, me resulta atractivo.
—¡No es justo! —exclamo cuando el mesero toma la tarjeta de
Alexander —¡Se lo dijiste en francés! —reprocho—. Sabes que no entiendo
nada de eso así que le dijiste que escogiera la tuya.
Se carcajea, observándome con diversión mientras sacude la cabeza.
—No, claro que no —se defiende —el escogió la mía ¿no era ese el
trato?
Me cruzo de brazos, bajo la mirada divertida de Alex y la del mesero
también. Termina de retirar nuestros platos de la mesa y cuando salimos,
aún me mantengo con la idea de que el mesero sabía exactamente cuál era
la tarjeta de Alex.
—Haré desaparecer tu tarjeta de crédito si vuelves a jugar sucio.
—Que no jugué sucio —la risa que brota de él evita que crea en sus
palabras. Entrelaza nuestros dedos, mientras con la mano libre se ajusta el
abrigo.
Es increíble la rapidez con la que el clima ha cambiado, habíamos
pasado un calor increíble durante todo el día, sin embargo, la noche parece
ser más fresca, demasiado.
—A ver —él se detiene, ocasionando que, debido al agarre en mi mano,
yo me detenga un par de pasos después. —¿Quieres hacerme el enorme
favor de dejarme consentirte como se debe? 
—Alex, no sé qué termino tengas de consentir —pronuncio
acercándome a él —pero creo que lo rebasaste desde el momento en que me
regalaste el viaje, con hoteles y turismo incluido. ¡Reservaste una suite! ¡Y
un vuelo en primera clase!
—Gracie, esto es lo menos que te mereces —debate. Rompe el agarre
entre nuestras manos, solo para colocar sus manos a los costados de mi
cintura. Por inercia, coloco las manos en la parte trasera de su cuello,
entrelazando mis dedos en ese lugar.
—No podré ganar esta discusión ¿verdad? —Él niega. —Bien, entonces
definitivamente, desapareceré tu tarjeta de crédito. —Me aparto de su
cuerpo, comenzando a caminar lejos de él, pero es más rápido de lo que
preveo, en pocos segundos me ha alcanzado y tras un par más, me sostiene
en brazos, tal y como en la torre Eiffel.
Y justo así, riendo y abrazada a su cuerpo, sé que, a su lado, es el único
lugar en donde siempre quiero estar.

 
 
 
62.- PROMESAS. 
 
Alexander Campbell.
dónde iremos hoy? —Grace me cuestiona mientras
— ¿Acompartimos un exquisito desayuno en el balcón de nuestra
habitación. estamos en la suite, en el último piso por lo que la ciudad desde
este punto, es impresionante.
Se puede distinguir perfectamente la torre Eiffel, así como los canales
de agua que dividen la ciudad. 
—Iremos a la catedral de Notre Dame —informo. —He reservado un
auto de alquiler, estará aquí en una hora. Podemos ir perfectamente hacia
ahí y luego volver, probablemente hoy solo consigamos visitar un sitio o
dos, pero creo que valdrá la pena.
—Oh, sí. Definitivamente —concuerda, me regala una sonrisa antes de
concentrarse por completo en la comida que está entre nosotros.
Luego del desayuno, nos cambiamos de ropa y Grace organiza en una
mochila todas las cosas que podríamos llegar a necesitar durante el camino.
—¿De verdad? ¿No pudiste alquilar un auto más…normal? —inquiere
con una sonrisa divertida.
—¿Más normal? —arqueo las cejas —¿a qué te refieres con más
normal?
—Este auto grita lujo por donde lo veas —murmura. —Debes dejar de
gastar tanto dinero. —añade en tono suave.
—Gracie, el dinero no supone problema alguno para mí —murmuro con
una sonrisa —no te quejes, solo disfruta.
Le dedico un guiño, mientras abro la puerta del auto para permitirle el
acceso. La catedral de Notre Dame está a casi cuarenta y cinco minutos de
distancia, llegaríamos a una hora en donde probablemente habría gente,
Grace me había obligado prácticamente a comprar un par de boinas, y
pareció considerar que esta era la oportunidad perfecta para lucirlas.
No estaba equivocado, al llegar había una larga fila esperando por
entrar, esta vez ni siquiera nuestros inseparables París Pass pudieron
salvarnos de la espera. Cerca de treinta minutos después, al fin estamos
ingresando.
—Te ves adorable —murmura mientras me acomoda la boina en la
cabeza. —Luces como todo un chico francés.
—Et tu es si belle —Ella voltea, arqueando las cejas, pero dibujando
una genuina sonrisa en el rostro—. Luces tan hermosa.
—¿A caso usaste Google traductor para saber esa frase? —inquiere con
diversión, pero el brillo en sus ojos consigue darle un vuelco a mi corazón.
—Solo por esta vez—confieso—. Ya sabes, quería estar preparado para
la ocasión.
Ver a Grace emocionada por entrar fue todo lo que necesitaba para estar
satisfecho, ella ejerce un agarre firme en mi mano mientras señala algunos
de los lugares de la catedral. Las gárgolas es probablemente la cosa que más
le emocionó a Grace, ella suelta mi mano para tomar fotografías, muchas en
realidad, y luego, como en la torre, le pide a una pareja de desconocidos que
nos tome algunas fotografías.
Grace toma tantas fotos como le es posible, también saca algunas de
nosotros, utilizando la cama frontal y asegurando que las subiría a sus
historias tan pronto le fuese posible.
Nos lleva más tiempo del planeado estar en la catedral, para cuando
salimos el sol está en su punto más alto. Observo a Grace deshacerse del
pequeño abrigo que traía, debido a lo fresca que amenazaba ser la mañana.
Se forma una coleta alta, mientras amarra el abrigo a su cintura.
—Luces como toda una turista —bromeo entrelazando nuestros dedos.
Mientras caminamos hacia el auto, los sonidos de unas pisadas detrás de
nosotros nos hacen voltear. —Oh, grandioso —mascullo al notar a un par
de chicos siguiéndonos con la cámara. —Se habían demorado demasiado
tiempo en aparecer.
No hacemos demasiado caso, llegamos al auto, conseguimos subir antes
de que los reporteros nos alcancen.
—¿Siempre sales huyendo? —Grace inquiere en tono divertido
mientras se coloca el cinturón.
—Sí, bueno, creo que no quería responder a cualquier pregunta que
ellos hicieran —confieso. Grace observa su celular, luego lo extiende en mi
dirección para enseñarme lo que sea que está viendo.
“Viaje romántico en París”
Sonrío al leer el encabezado del artículo que se muestra en la pantalla.
Hay una breve descripción luego de la frase, y justo debajo, una fotografía
de nosotros en la torre Eiffel.
—Dicen que al parecer quieres olvidar tus penas en Francia —habla
Grace.
—Bueno, no precisamente olvidar penas —respondo entre risas. —Pero
mira lo bien que salimos —añado.
—¿Verdad que sí? —cuestiona ella apegándose a mi cuerpo —somos
todos unos modelos.
—¿Es el único artículo? —inquiero.
—Es el único que Jane me envío. —confiesa—. Aunque al parecer las
fotos que posteaste en Instagram les han dado la vuelta a las redes.
—Debes de admitir que eran fotos bastante geniales —comento.
Enciendo el auto, saliendo a la avenida principal para poder dirigirnos
hacia nuestro próximo destino.
El museo de Louvre.
 
Al parecer la noticia de que me encontraba en Francia corrió más rápido
de lo esperado, mantenía la esperanza de poder pasar días tranquilos en
París, anhelo que prácticamente se esfumó luego de que un par de
reporteros nos siguieran en nuestro paseo por el museo, y que algunas de las
fanáticas se acercasen a donde nos encontrábamos para pedir fotografías y
autógrafos. Eso nos había retrasado muchísimo más de lo que teníamos
planeado.
—Lamento que no hayamos conseguido hacer el turismo en el museo
como esperabas —murmuro mientras entramos a una de las cafeterías que
estaban menos concurridas.
Según Google, es un sitio al que no acudía demasiada afluencia de
gente, así que consideramos que era el lugar perfecto para descansar.
—Era algo que estaba consciente de que pasaría —responde con
suavidad mientras el mesero deja frente a nosotros nuestras órdenes—. No
es como si pudieras pasar desapercibido.
—¿Eso fue sarcasmo? —inquiero con diversión.
—Para nada —responde —hablo con total sinceridad.
Como de costumbre, no hablamos demasiado durante nuestra comida.
Parecía que cualquier lugar que visitáramos tendría la comida más exquisita
que ofrecer, comemos hasta que prácticamente no podemos más, y esta vez,
no puedo hacer nada para evitar que Grace pague la cuenta.
Estamos agotados cuando volvemos al hotel, tomamos una ducha antes
de meternos a la cama. La ciudad es bastante silenciosa de noche, sin
embargo, en algún punto, Grace logra distinguir algo a través de la gran
ventana de la habitación.
—¡Oh, mira! —chilla mientras sale de la cama. La habitación está
prácticamente en total oscuridad, ella corre por completo las cortinas y ahí
me percato, la torre Eiffel está a punto de ser iluminada.
Regresa a la cama solo para tomar mi mano y prácticamente arrastrarme
hacia el ventanal. Se coloca a mi costado, abrazada a uno de mis brazos
mientras da un par de brincos.
La observo, a pesar de la oscuridad del lugar soy capaz de mirarla
perfectamente, mis ojos recorren desde la punta de su barbilla, viajando por
sus mejillas y deteniéndose en las largas y onduladas pestañas. La emoción
es evidente en sus ojos, y no aparto la mirada de ella, no puedo hacerlo
porque en este momento el rostro de Grace luce muchísimo más bello.
Ella siente mi mirada sobre su rostro así que voltea, una sonrisa se
dibuja en sus labios.
—¿Qué ocurre? —niego, dejando un beso sobre su frente mientras
volteo hacia el frente.
Ella hace descansar su cabeza sobre mi hombro, en el momento exacto
en donde los cientos de luces blancas iluminan la torre, parece como si una
cascada de brillos cayera encima, cubriéndola toda y proporcionándonos un
espectáculo increíble.
Ahí lo entiendo, no se trata de París, ni de la calma o el ambiente
romántico del lugar, lo que verdaderamente hace especial esto, es la chica
que miraba emocionada las luces a cientos de metros de nosotros.
Es la chica que se abraza a mi cuerpo, trasmitiéndome toda la calidez y
paz que necesito.
Es Grace Baker. Y de eso, no tengo ni una sola duda.
 
Los siguientes días en París fueron igual de espectaculares como los
primeros dos. Nos dedicamos a recorrer tantas calles como se nos fue
posible, visitando pequeños establecimientos que parecían estar tan
escondidos como si no quisieran ser encontrados. Tomando fotografías en
cualquier lugar que se nos hiciera lo suficientemente bello, razón por la cual
prácticamente nuestros celulares estaban llenos de fotografías de la última
semana.
Viajamos en barco, tuvimos cenas Gourmet y pasamos grandes tardes
en el barrio latino. Cruzamos el Pont des Arts. y el Pont Neuf, para llegar a
la bonita Isla de la Cité.
Todo fue una maravilla.
Compramos varios recuerdos para nuestros amigos, y varias camisetas
con el logo de París impresas en la espalda. Paseamos por los jardines del
Palacio Real, y para nuestro último día en la ciudad, no había nada mejor
que acudir a la Torre Montparnasse, el mejor mirador de París. Intentamos
llegar temprano, probablemente antes de las diez de la mañana para poder
ahorrarnos las filas de entrada.
—No puedo creer que haya pasado más de una semana con tanta
rapidez —pronuncia mientras aguardamos nuestro turno para subir—.
Siento que podría quedarme aquí para siempre.
—Nos quedan menos de tres días para viajar —susurro cruzando una de
mis manos por su espalda para apegarla a mi cuerpo —¿has llamado a tus
padres?
—Están muy emocionados por recibirnos —afirma con una sonrisa. —
Mi madre ya ha comenzado a hacer planes para nuestra llegada —una risa
brota de ella mientras apoya su rostro contra mi pecho.
—Voy a extrañar esto —confieso —conocer lugares contigo, despertar a
tu lado, comer en lugares exquisitos. Voy a echarte mucho de menos cuando
la gira comience.
—Yo también —apoya la barbilla en mi pecho, elevando la mirada —
Pero creo que dos meses pasará rápido, o al menos, mantengo la esperanza
de que así sea.
La fila avanza, así que me veo obligado a apartarme de su cuerpo para
poder caminar. Nos toma cerca de veinte minutos más por fin entrar, y al
llegar al lugar, todo es absolutamente maravilloso.
Todo parece estar en miniatura, los canales de agua trazan líneas azules
alrededor de la ciudad, y las largas avenidas llenas de árboles ahora se
resumen a líneas verdes que se cruzan en todas direcciones.
La torre Eiffel luce miniatura, pero pese a eso, no deja de verse
impresionante. Es hasta este punto en el que saco de mi bolsillo la pequeña
joya que había conseguido hace un par de días atrás.
La caja de terciopelo cabe perfectamente en mi mano, Grace está
bastante entretenida con la vista como para prestarme atención, así que
cuando toco uno de sus hombros y ella se voltea, la sorpresa la invade.
—Compré algo para ti —susurro abriendo la caja. El sencillo pero
increíble anillo reluce en el interior—. Es un anillo de promesa.
Sus ojos brillan, mientras coloca una de sus manos sobre sus labios.
—Te amo tanto como para dejarte ir —susurro—. No quiero pasar ni un
solo día de mi vida sin ti.
Saco el anillo de la caja, tomando una de sus manos y deslizando la joya
en el dedo correcto.
—Y te prometo, Gracie, que un día, cambiaré este anillo por uno de
compromiso. Tienes mi palabra.
Cuando el anillo está en su lugar, ella se abraza a mi cuerpo, rodeando
mi cuello con mis brazos mientras la siendo afianzarse contra mí.
La amo, con una intensidad con la cual nunca me creí capaz de hacer.
Se ha convertido en mi todo, en algo indispensable para mi vida. Grace
ahora es el principal motor, quiero estar con ella el resto de mi vida, y esto,
esto es solo una forma de demostrarle que, sin duda alguna, estoy hablando
con la verdad.
 
Grace Baker.
Estar en París dos semanas fue completamente sensacional, recorrimos
tantos lugares como nos fue posibles, y comimos en todos aquellos
establecimientos que tenían comida tan exquisita para ofrecer que estaba
segura de que, al regresar a casa, habría subido un par de kilos.
Alex acomoda las maletas sobre en la repisa superior de nuestros
asientos. Hace aproximadamente dos horas que salimos del hotel rumbo al
aeropuerto para poder tomar nuestro vuelo a Nueva York. Estoy
emocionada por ver a mis padres, y por ver la convivencia que ellos
tendrían con Alexander. Cuando fueron a Baltimore, no pudieron conversar
por más de dos horas, debido a todos los asuntos pendientes que Alex tenía
en esos momentos, sin embargo, ahora esperaba que la convivencia fuese
mayor.
El vuelo sería de casi ocho horas, la mitad del tiempo de lo que nos
había costado llegar a París.
Observo el anillo en mi mano, el pequeño diamante reluce desde la
distancia. Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras recuerdo las
palabras de Alex en el mirador. Por una fracción de segundo creí que me
propondría matrimonio ahí mismo, y aunque la idea me generaba algo de
emoción, no olvidaba el hecho de que no llevábamos ni un año como pareja
oficial.
Es demasiado pronto.
—Listo —Alex se escabulle en el asiento de mi lado —todo en orden y
listos para pasar las siguientes ocho horas en estos asientos.
—Sobrevivimos a dieciséis horas de vuelo, esto será pan comido.
Él extiende una de sus manos hasta alcanzar la mía, entrelaza nuestros
dedos dejando un leve apretón.
—¿En qué momento conseguiste el anillo? —inquiero con curiosidad
—no te vi parar en ninguna joyería.
—Es un secreto —responde con una sonrisa ladeada —tenía que ser
parte de la sorpresa.
—Esa foto en el mirador, jamás había visto que una fotografía alcance
tantas reacciones —confieso—. Creo que ahora el resentimiento de tus
fanáticas hacia mí ha aumentado.
—No lo creo, conseguí leer un par de comentarios deseándonos un
felices para siempre —pronuncia.
—No estamos comprometidos —él voltea, se encoge de hombros antes
de acurrucarse a mi costado.
—Eso no impide que nos deseen un final de cuento.
Consigo ver por el rabillo del ojo que el cierra los ojos. Se acomoda
contra mi cuerpo y deja descansar su cabeza contra uno de mis hombros.
Sonrío, tomando mi celular para enviarle un mensaje a Jane indicándole que
estábamos a punto de despegar, y otro a mi madre. No pasa nada importante
durante el vuelo, un poco de turbulencia que consigue ponerme los nervios
de punta, pero fue todo.
Mi espalda duele cuando aterrizamos, Alexander se encarga de arrastrar
las maletas fuera mientras intento localizar a mis padres. Una sonrisa se
apodera de mis labios cuando los observo, sosteniendo una cartulina entre
las manos con nuestros nombres.
—Que buen recibimiento —pronuncia Alex a mi costado conforme nos
acercamos.
—¡Oh, cariño! —mi madre me envuelve en sus brazos tan pronto me
encuentro frente a ella —¡Te eché mucho de menos! —exclama. Suelto un
quejido cuando su abrazo se vuelve demasiado fuerte, sin embargo, eso no
impide que mi progenitora continúe apretando como si no hubiese mañana.
—Hola cielito —mi padre es más considerado respecto a la fuerza en su
abrazo. Sin embargo, soy yo quien afianza el agarre.
Mi padre y yo teníamos una relación bastante fuerte, lo amaba
demasiado, a mamá también, pero creo que todo hijo es más cercano a uno
de sus padres.
—Un gusto verlos de nuevo, señores Baker —Alex lanza una sonrisa
encantadora hacia mi madre, no parece poder escapar de la fuerza que mi
madre parece aplicar en él cuando lo abraza, y por la mueca que
fallidamente intenta disimular, sé que el abrazo ha sido con igual fuerza que
el mío.
—Alex, nos alegra saber que estás bien —mi padre estrecha la mano
con él. —estábamos muy preocupados.
—Estoy bien ahora —asegura.
Luego de los saludos, mi padre nos ayuda con las maletas y poco
tiempo después ya nos encontramos en el interior del auto de mi padre. Mis
padres nos dejan solos cuando llegamos a la casa, Alexander me sigue hasta
la que fue mi habitación durante casi veinte años de mi vida y la cual parece
estar del mismo modo en la que la dejé.
Nos concentramos en desempacar las cosas, cuando todo está listo
ambos nos damos una necesaria ducha, esta vez separados, y luego bajamos
a cenar. Alex parece desenvolverse demasiado bien con mis padres, la
plática es amena y permanecemos un largo rato en la sala de la casa, antes
de subir de nuevo a la habitación.
No hablamos prácticamente nada cuando ingresamos, ambos estamos
agotados así que, tras cambiarnos y lavarnos los dientes, nos escabullimos a
la cama. Alex abre los brazos, invitándome a acercarme, no lo dudo, sonrío
con ligereza mientras me acomodo a su lado, sintiendo esa vibración en mi
pecho cada que estoy junto a él.
Cierro los ojos, adoptando una postura más cómoda sobre su cuerpo, me
acomodo contra él, sintiéndome reconfortada, sintiéndome en una especie
de cuento de hadas que está muy lejos de acabar.
 
 

 
 
 
63.- FIN DEL VIAJE.
 
Grace Baker.

N ueva York nos trató igual de bien que Paris, los siete días que
permanecimos con mis padres fueron tan increíbles y relajantes
como los catorce anteriores.
No me había dado cuenta de cuanto disfrutaba de pasar tiempo con
Alex, lejos de ajetreos de nuestra vida diaria, lejos de compromisos que
cumplir, simplemente siendo nosotros dos, disfrutando de todas las
atracciones que Nueva York tenía para ofrecer.
Fue imposible escabullirnos de los periodistas, aun cuando lo
intentamos con demasiado esfuerzo, en algún punto, algunos de ellos nos
habían cerrado el paso tanto que Alexander tenía que detenerse a hablar con
ellos.
Pese a eso, el tiempo que pasamos en casa también fue igual de
placentero. Perdí la cuenta de cuantas veces mi padre y Alex pasaron
viendo partidos de futbol, emocionándose por cada gol y me resultaba
verdaderamente gracioso la forma en la que mi novio parecía haber creado
una pasión por el deporte.
Sin embargo, nuestros días de placer y descanso han terminado. Y
ahora, nos encontramos haciendo las maletas para poder tomar nuestro
vuelo de regreso a Baltimore.
Observo a Alex doblar la ropa con cuidado antes de acomodarla en el
interior de la maleta, parece estar demasiado concentrado en ordenar la ropa
de manera correcta, tanto que no presta atención a nada más.
Cuando hemos terminado, nos escabullimos en la cama. No es tan
grande como la del departamento, y seguramente era la mitad de grande a
comparación de la que había en su casa, pero nos permitía estar a ambos
perfectamente.
—No puedo creer que se ha acabado —murmuro contra su pecho. Él
acaricia mi cabello, desde la parte alta de mi cabeza hasta llegar a la mitad
de mi espalda.
Sus dedos dibujan siluetas sobre la tela de la blusa que llevo puesta.
Proporcionándome una sensación tan cálida que cierro los ojos.
—Yo tampoco. Ha sido completamente increíble pasar este tiempo
contigo —asegura. —Voy a extrañar esto, el no tener ninguna otra
preocupación que no sea el a que sitio visitaremos mañana.
Me acurruco contra su pecho aún más, como si de esa manera
consiguiera estar mucho más cerca de él.
—Supongo que es lo malo de los viajes —susurro con los ojos cerrados
—. Saber que en algún momento van a acabarse y tendremos que regresar a
nuestra vida diaria.
Alex no responde, se limita a abrazarme y yo disfruto de la sensación de
estar contra su pecho. Me agrada sentir el latir de su corazón, y la forma en
la que su pecho sube y baja con suavidad hasta convertir su respiración tan
lenta, que me da el indicio que probablemente se ha quedado dormido.
Por mi parte, no lo consigo de inmediato. Es una de esas veces en donde
comienzas a recordar todo lo vivido en los días anteriores, como si los
recuerdos se reprodujeran en la menta como una película fotografía, como
si los momentos vividos fuesen videos a los cuales alguien les ha puesto
reproducir.
No sé en qué punto me quedo dormida, pero sin duda alguna lo hago
con los recuerdos de tres semanas, completamente extraordinarias, en
mente.
La alarma no suena al día siguiente, o si lo hizo, ninguno la escuchó. Lo
que nos despertó fueron los gritos de mi madre entrando a la habitación que
hicieron que el pobre de Alexander casi sufriera un paro cardíaco.
Parecía que mi madre había regresado a le época en donde tenía que
gritar apresurándome para que consiguiera llegar temprano al colegio, esta
vez, sin embargo, no había ningún colegio esperando por mi llegada.
—Por Dios, tu madre es más efectiva que un despertador—. Alex suelta
un bostezo mientras caminamos por los pasillos para llegar al avión.
No habíamos alargado mucho la despedida, un par de abrazos y muchos
“te echaremos de menos” por parte de mis padres fue todo lo que nos
permitirnos.
—Lamento que te haya despertado de esa forma —una risa me invade
ante el recuerdo del brinco sobresaltado que Alex sufrió cuando mi
progenitora ingresó al cuarto diciendo que perderíamos el avión—. Sé que
no es nada agradable.
—Al menos me sirvió para que no me metiera en la cama a seguir
durmiendo por un par de horas más —responde divertido.
Subimos al avión, localizando nuestros asientos y tomándonos el tiempo
para acomodarnos en ellos. Esta vez los asientos están juntos, sigue siendo
un vuelo de primera clase, pero mucho más sencillo que el primero que
tomamos.
La distancia es escasa, a comparación a todo el tiempo que habíamos
volado con anterioridad, sería menos de una hora lo que nos tomaría llegar
a casa. Alex se la pasa durmiendo durante todo el trascurso del vuelo, y yo
intento hacerlo, aunque no lo consigo muy bien.
Mi cuerpo parece reflejar todo el agotamiento de las últimas semanas,
para cuando aterrizamos, el dolor en mi espalda comienza a torturarme.
Pese a eso, cuando miro a Jane lucir entusiasmada sosteniendo un cartel con
nuestros nombres, me siento muchísimo más animada.
Alex se niega a darme las maletas y se empeña en llevarlas él hasta el
auto. Jeff, el chofer y gran amigo de Alex también nos recibe con su
habitual sonrisa cálida y nos deja saber lo mucho que nos echó de menos.
Jane apenas y nos acompaña a casa, dice que tiene asuntos que resolver
sobre el estudio de moda así que se marcha apenas llegamos a la entrada de
nuestro hogar.
Llegar se siente bien, se siente como volver a un sitio que te devuelve
las fuerzas y todas y cada una de las energías.
—En casa otra vez —susurra Alex con una sonrisa —estamos de vuelta.
El gesto en su rostro es sincero, tan genuino que me contagia.
—Estamos de vuelta —concuerdo antes de acercarme y envolver mis
manos alrededor de su cuello para besarlo.
 
Alexander Campbell.
Un par de días después de volver, me encuentro de pie frente a Steph,
tratando de encontrar el momento oportuno para decirle a mi amigo, que
había aceptado su idea.
—¿Por qué parece que quieres decirme algo? —inquiere Steph con
curiosidad mientras ajusta las cuerdas de su guitarra—. ¿A caso me
extrañaste por tu viaje a París y quieres confesármelo ahora?
—Él estuvo bastante deprimido sin ti —bromea Ethan uniéndose a la
conversación.
—Ya lo creo, soy demasiado indispensable en tu vida ¿no es cierto? —
Steph me lanza una mirada divertida.
Ethan arrastra una butaca hasta donde nos encontramos, se sienta
mientras juega con las baquetas entre sus dedos, localizo a Jake, del otro
lado de la habitación y agradezco que todos estuviesen aquí.
Lo haría más sencillo.
—Ya, enserio hombre, dinos que pasa —murmura Steph —¿A caso has
decidido que no nos necesitas?
—No, de hecho, es todo lo contrario —mascullo. Juego con el zíper de
mi chamarra mientras intento encontrar las palabras adecuadas.
Steph arquea la ceja, parece entender a lo que quiero llegar sin haber
dicho ni una sola palabra. Jake se acerca, cuando sospecha que hablamos de
algo importante y termina apoyando uno de sus codos sobre el hombro de
Ethan.
—¿Y bien? —insiste Ethan—. No nos dejes con la curiosidad.
—Stephen el otro día me comentó que tenía la idea de formar una banda
—el rostro de los chicos frente a mí se contrae con emoción —yo creo que
en realidad ya lo somos, pero…pero he pensado que tal vez…no lo sé,
podríamos presentarnos como tal.
El silencio nos consume, se instala entre nosotros mientras me
mantengo con ansias de una respuesta.
—¿Una banda? ¿Quieres que seamos una banda? —inquiere Jake con
incredulidad.
—Chicos, tienen voces increíbles —aseguro. —Y componen tan bien
que creo que esto puede resultar y si no lo hace, ¿qué más da? Quiero hacer
algo nuevo, y no encuentro mejores personas que ustedes, que han estado
conmigo desde que mi carrera comenzó. Ya no quiero salir al escenario y
que griten mi nombre, quiero que griten nuestros nombres.
—Lo tomaste en serio —el susurro emocionado y casi incrédulo de
Steph se hace oír.
—Claro que lo tomé en serio —afirmo. —Puedo hablar con Colton, él
puede representarnos si están de acuerdo, pero…pero necesito saber si están
de acuerdo con esto.
—Es una locura —Ethan masculla incorporándose —Alex, tú eres la
estrella ¿por qué quieres que tres chicos desconocidos se te unan? Nosotros
estamos ahí, contigo, pero nadie nos mira, el centro de atención eres tú y
ahora ¿quieres compartir esa atención con nosotros?
—Si, tal vez es una locura, pero no quiero seguir haciendo esto solo —
afirmo. —Hablo en serio, chicos. Si están de acuerdo…
Un grito emocionado y unísono se escucha interrumpiendo mis
palabras, los tres se lanzan sobre mí como si fuesen niños y, por
consiguiente, los cuatro acabamos en el suelo. Un par de instrumentos caen
también con nosotros, el sonido resuena por la habitación mientras tomo esa
respuesta como un sí.
—¿Y cuál es nuestro nombre? —inquiere Stephen—. Leíste la libreta
¿no?
—Todos son geniales, pero sin duda hay uno que estoy seguro que es el
adecuado
—¿Y bien? ¡Dilo! —exige Jake.
—The Last Desire.
El nombre encaja perfectamente bien con lo que todo esto era, la sonrisa
de los chicos me afirma que es el nombre correcto.
—¡Señoras y señores…con ustedes…The Last Desire! —el grito
emocionado de Stephen mientras toca un par de acordes con la guitarra
eléctrica de Jake nos hacen reír.
Tanto como probablemente no lo he hecho con ellos. Y se siente bien,
increíblemente bien.
 
Es tarde cuando vuelvo a casa. He pasado hablando prácticamente toda
la tarde con Colton, él estaba demasiado sorprendido por la decisión, no lo
aceptó de inmediato, de hecho, tuvimos que insistir por largas horas para
que él accediera a considerarlo. Su argumento es que no es sencillo, había
conciertos programados como solista los cuales le aseguré que daría, luego,
nos alejaríamos por un tiempo para hacer nuestro regreso como una banda
oficial.
Y eso pareció convencerlo.
—¡Gracie, volví! —el silencio es la respuesta que recibo a mi grito.
—Hola —ella aparece por las escaleras, con un camisón para dormir y
el cabello revuelto. No lleva nada debajo así que tengo una vista perfecta
que sus largas piernas—. ¿Cómo estuvo tu día?
—Mejor de lo que esperé —admito —¿qué hay de ti?
—He dormido todo lo que no pude durante los vuelos —bromea —me
siento como un oso, pero quiero saber, ¿qué tal estuvo tu regreso?
—Hablé con los chicos —pronuncio mientras le hago un ademán para
que subamos a la habitación. —Les dije que quería formar una banda.
—¿De verdad? —inquiere con aire emocionado—. Eso es genial.
Demasiado de hecho. ¿Lo han aceptado? —asiento con énfasis.
—Todos están muy emocionados, es decir, esto es algo nuevo, pero es
lo que quiero hacer. No creo querer continuar solo en este, amo la música,
Gracie, pero creo que, si la creas con amigos, es mucho mejor.
Ella sonríe, acercándose a mí y tomando una de mis manos entre las
suyas.
—Si te hace feliz, entonces no dudes en que es lo correcto. —asegura
con suavidad—. ¿Qué opina Colton al respecto?
—No está muy convencido —confieso —pero confío en que al final
terminará por aceptarlo. Lo entiendo, no es lo mismo representar a un
solista, que a una banda.
Me aparto, para tomar asiento en el borde del colchón mientras ella
permanece a unos pasos de distancia.
—Y he encontrado el nombre perfecto. —susurro.
—¿Y cuál es? —Me observa con curiosidad, atenta a la respuesta.
—The Last Desire. 
Grace sonríe, se acerca hasta tomar mi mano y mirarme de esa manera
en la que solo ella es capaz, con una dulzura y comprensión que me
envuelven haciéndome sentir bien, me hacen sentir feliz.
—Es excelente, estoy tan orgullosa de ti, cariño. Tan orgullosa de que
continúes con aquello que más amas. Con todo esto, ¿quieres decir que…?
—Que The Last Desire está cada vez más cerca de existir —confiesa
con tono emocionado—. Y el álbum en el que Steph y yo estábamos
trabajando, se lanzará como el primer disco oficial de la banda.
—¡Por Dios, Alex! ¡Eso es asombroso! —me lanzo hacia él,
envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y sujetándolo con fuerza—.
Es completamente increíble.
—Gracie, cuando esto se haga real, probablemente tengamos conciertos
y…
—Lo sé. Sé que es probable que tengas que viajar, y estaré bien con eso.
No me molestará el hecho de que persigas tu sueño —asegura. —Al
contrario, me siento tan orgullosa de que lo estés haciendo. Es hora de que
comiences a hacerlo, sin miedo, te que te sientas libre de hacer lo que amas,
lo que te hace feliz. Es hora de que te des cuenta de que no hay nada que te
detenga de hacer lo que siempre has deseado. Y yo estaré ahí, tan orgullosa
de que al fin lo has conseguido, mi amor. Estaré contigo, a tu lado, o tal vez
a kilómetros de distancia, mirándote por un televisor. Pero estaré. Eso
siempre será así. Que compartas esa felicidad ahora con más personas, es
estupendo, los sueños cambian, se hacen más grandes, pero debemos
perseguirlos. Y no sabes lo feliz que me hace ver que tú los estás siguiendo.
Grace tiene razón, lo que hemos pasado es solo parte de la vida, perder
batallas, ganar otras, todo nos lleva al mismo punto final. Cada acción, cada
decisión se refleja en el camino que nos ha traído hasta este momento.
—Soy fiel creyente de que los errores del pasado nos hacen las personas
que somos ahora, sin ellos, todo sería distinto, no seríamos lo que somos en
estos instantes, existen mil posibilidades frente al riesgo de tomar una
decisión, pero sin duda alguna, sé que tomaría las mismas opciones,
correría los mismos riesgos y tomaría exactamente las mismas decisiones
sin personarlo, todo con tal de estar aquí, con tal de estar contigo —sus
palabras me atrapan en un mar de emociones, que lo único que deseo, es
besarla.
La tomo de la cintura, atrayéndola a mí. Mis labios se posan sobre los
de ella, y ahí comprendo que, los sueños, también requieren de algo que los
acompañe, también requieren de aquella palabra de cuatro letras, que causa
un revuelo en los corazones.
Podré tener mil sueños, pero ninguno de ellos tendría sentido, sin Grace
Baker, la total y absoluta dueña de mi corazón.
 
 
 
64.- DEUDAS SALDADAS.
 
Alexander Campbell.
Un año después.

E l rugido emocionado consume el lugar, nos envuelve en una


sensación satisfactoria.
—¡Gracias Nueva York! —mi voz resuena por los altavoces, hace eco
en todo el lugar mientras parece ser que los gritos aumentan su intensidad
muchísimo más.
Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras mi vista viaja por toda le
estancia. Miles de luces se mueven frente a nosotros, dando la sensación de
que nos encontramos en medio de un campo de luz. Un aire de paz y
satisfacción puede respirarse, una felicidad absoluta me envuelve mientras
camino al borde del escenario. Saludo en dirección a las cámaras de los
numerosos celulares que me enfocan, luego, regreso sobre mis pasos
encontrándome a Steph en medio del camino.
—¿Están listos para una última canción? —cuestiona al momento que
hace sonar uno de los acordes de su guitarra. Los gritos regresan mientras
mi amigo sonríe y me hace un ademán para indicarme que es momento.
La canción By my strength comienza a sonar.
Los acordes de la guitarra eléctrica de Jake se hacen escuchar, llenando
el lugar y haciendo que un rugido intenso nos envuelva, luego Ethan con la
batería, tocando con énfasis mientras a cada golpe de sus baquetas, un
glorioso sonido se deja escuchar.
Y luego, estamos Stephen y yo con las guitarras.
Juntos nos hemos convertido en The Last Desire.
—¡Dreamers, déjense oír! —pide Steph mientras se coloca al borde del
escenario.
La canción que había compuesto con Steph, él había dejado que la
cantara solo. Según sus palabras, no había nadie mejor para cantar esta letra
que yo.
—Lo sabes, lo sabes bien.
Me he perdido, he estado vagando por largo tiempo.
No sé en qué momento, esto sucedió.
No sé en qué punto, conseguí tocar fondo.
Pero me repuse, hay fuerza en todo,
incluso en aquello que no crees posible.
 
¿Te has sentido tan solo como en medio
de un desierto?
¿Has llegado al punto de no querer continuar?
Lo sé, lo sabes.
 
La oscuridad absorbe, llena cada rincón.
Cariño, no cedas.
Cariño, no lo dejes ganar.
 
Es un fuego arrasador,
una corriente que quema todo a su paso.
Es tan fuerte que debes detenerlo.
Sé valiente, ve contra ella,
no dejes que te consuma,
no permitas que su fuego,
convierta en cenizas tu alma.
 
Cariño, recuerda esto.
No lo saques de tu mente.
No permitas que su fuego,
convierta en cenizas tu alma, eres corriente,
eres electricidad, demuestra tu poder y lucha.
Grita, y hazlo tan alto que todo el mundo te escuche decir: Por mi
fuerza sobreviví.
 
¿Te has sentido tan solo,
como para no querer continuar?
¿Has sentido que no hay sentido,
o camino alguno que te lleve a la felicidad?
Cariño, lo sé, lo sabes.
 
Recuerda esto.
No lo saques de tu mente.
No permitas que su fuego,
convierta en cenizas tu alma, eres corriente,
eres electricidad, demuestra tu poder y lucha.
Grita, y hazlo tan alto que todo el mundo te escuche decir: Por mi
fuerza sobreviví.
 
Hay un nuevo sentimiento en mi pecho, cuando dejo de cantar y miro a
Steph, el también mantiene una sonrisa genuina en el rostro. Jake hace
sonar un par de acordes más, Ethan deja un par de golpes fuertes sobre la
batería y luego, un silencio. Uno que dura apenas unos segundos, para ser
sustituido casi de manera inmediata por un unísono grito emocionado.
Sabemos que sigue, Ethan abandona su sitio, pero aún sostiene la
baqueta entre sus manos, Jake coloca en su espalda la guitarra mientras nos
colocamos en el centro, justo enfrente de la gran multitud que grita nuestros
nombres, y nos inclinamos hacia adelante. Los cuatro giramos, aun siendo
capaces de escuchar los gritos emocionados y corremos de regreso fuera del
escenario. Unas risas eufóricas es lo que viene a continuación.
—¡Eso ha sido asombroso! —Colton grita con entusiasmo—. ¡Así es
como se da un concierto jodidamente increíble!
—¡Hicimos arder el escenario! —Ethan eleva las baquetas, luego da
golpes al aire frente a él antes de lanzarse contra Jake —¡Justo en el primer
año como banda! ¡Esto es asombroso!
—¡Somos asombrosos! —grita Steph.
Era increíble pensar que un año había pasado desde la primera vez que
nos presentamos de manera oficial como una banda. Un año desde que The
Last Desire se creó, un año en donde hemos dado innumerables conciertos,
en donde una gira estaba a justo a la mitad, un año en donde comenzaba a
sentirme de nuevo tan feliz por estar cumpliendo un sueño.
Daniel, el dueño de la disquera que nos representaba da un par de
palmadas, captando nuestra atención.
—Ha sido estupendo, chicos —pronuncia.
—¡Oh, Daniel! —exclama Steph. —Ha sido más que estupendo, danos
algo más de créditos. Hicimos estallar el escenario.
—Ya, ya —dice —no quiero alimentar tu ego —asegura. —Así que,
anda, vayan a sus camerinos y dense un baño. Alex —me detengo en cuanto
escucho que me llama —tú no. Ven aquí muchacho.
—Cualquier cosa de lo que se le acuse, no fue él, fuimos todos—. Una
risa me invade en cuanto Ethan regresa sobre sus pasos y cruza uno de sus
brazos sobre mis hombros.
—Está bien, Ethan, si quisiera regañarme ya lo hubiera hecho —le
recuerdo, mi amigo chasquea la lengua mientras me señala con su dedo
índice.
Formar parte de una banda se siente sensacional, presentarte con
amigos, disfrutar de la música, pasar largas horas componiendo canciones
entre risas y bromas, todo es más llevadero.
Llegaba un punto en donde veía sobre mi hombro, y ahí estaban ellos.
Disfrutando de este sueño tanto como yo.
—Tienes razón —asegura dando un par de palmaditas sobre mi espalda.
Cuando se ha alejado lo suficiente, regreso mi atención hacia Daniel.
Colton se coloca a su costado, así que comienzo a sospechar que algo va
mal.
—¿Qué ocurre? —inquiero—. ¿Todo en orden?
Colton sonríe.
—Todo de maravilla, no es nada malo, no te preocupes —murmura
mientras comparte una mirada con Daniel. —Es solo que, hay alguien
esperándote en tu camerino. Alguien a la que, sin duda, te hará mucho gusto
ver. Así que queremos asegurarnos de que vayas directamente ahí y no la
dejes esperando.
Mi corazón da un vuelco furioso, no puedo evitar que una sonrisa se
dibuje en mis labios mientras un nombre se cruza en mi mente. Hacía cerca
de tres meses que había visto a Grace, nuestro último encuentro fue en el
aeropuerto antes de que la gira comenzaba, y decir que la había extrañado,
se quedaría corto.
—¿A caso ella…? —Colton asiente.
Prácticamente me alejo de ellos corriendo, me disculpo en el camino
con un par de chicos del Staff a los que golpeo sin querer con mi prisa, e
intento llegar al camerino tan rápido como me es posible.
Necesito verla, necesito hacerlo ahora. En cuanto abro la puerta, la
busco con la mirada. Mis ojos esperan encontrarla en algún sitio, pero no
está ahí.
—¡Sorpresa! —pego un brinco en cuanto una voz femenina grita a mi
costado. Volteo, Grace se encuentra ahí, a un par de pasos de distancia
luciendo tan bella como nunca antes. Ella se lanza a mis brazos, la tomo por
la cintura no resistiendo las ganas que tengo de estrecharla contra mí. Estar
en sus brazos se siente como estar en casa, se siente tan increíblemente
bien.
—Hola, mi amor —murmura apretándome contra ella— te extrañé
demasiado.
—Yo también —confieso apartándome de su cuerpo tan solo un par de
centímetros —¿Cómo conseguiste venir? ¿Stela decidió darte vacaciones?
Grace conoció a Stela Grant hace seis meses. Stela es la directora de
una nueva revista que parecía estar a la altura de Icons, no dudó en aceptar
el puesto como jefa de redacción y luego, como mano derecha de Stela.
Rollings Stars había sido un completo éxito, la revista fue la preferida
del público por meses, e incluso, lo seguía siendo. Así que los horarios
laborales de Grace en ocasiones de excedían más de lo que ambos nos
gustarían.
—Digamos que utilicé algunos trucos para convencerla —asegura —
Estuviste sensacional esta noche, Alex —susurra contra mis labios.
No resisto más y la beso, demostrándole en esa acción cuanto la había
echado de menos. Ella enrosca sus manos alrededor de mi cuello mientras
se apega a mí, dándole profundidad al beso. Me aparto, antes de perder el
control y que ambos terminemos sobre el sofá del camerino.
—No sabes cómo me alegra saber que estás aquí —murmuro cuando
ella se aparta—. ¿Irás con nosotros?
—Tal vez por un par de conciertos más —afirma mientras se acomoda
en el sillón —tengo un par de semanas antes de volver.
Ella recorre el camerino con la vista, soy consciente de la ligera sonrisa
que se dibuja en sus labios mientras parece observar cada detalle.
—Voy a darme un baño, no me tardo —informo tomando el conjunto de
ropa que Tania había dejado. Ella asiente.
Cuando estoy por ingresar, me detengo. Regreso sobre mis pasos
colocándome de nuevo frente a ella. Me inclino, dejando un rápido beso
sobre sus labios mientras una sonrisa ladeada se apodera de mi rostro.
—En serio me hace feliz que estés aquí, Gracie —aseguro—. No tienes
idea.
Ella ladea la cabeza, mirándome con dulzura mientras toma una de mis
manos.
—A mí también me hace feliz estar aquí. —susurra.
La observo por un par de segundos más antes de por fin, marcharme al
baño. Esto había resultado mejor, muchísimo mejor de lo que había si
quiera podido imaginar.
 
Al parecer Colton y Daniel tenían todo organizado, porque la habitación
que se nos había asignado contaba con una cama matrimonial, con el
suficiente espacio para dejarnos dormir cómodamente.
En cuanto llegamos, me meto al baño. La ducha que tomé a prisa en el
camerino pareció no ser suficiente así que tras informarle eso a Grace,
decido meterme bajo la regadera. El agua se siente bien, relaja mi cuerpo
mientras me tomo el tiempo para disfrutarlo. Son cerca de las cuatro de la
mañana, y mi cuerpo comienza a agotar sus últimas energías.
Cerca de quince minutos después salgo, con una toalla enrollada en la
cintura.
—He olvidado que…—Detengo mis palabras en cuanto observo lo que
Grace sostiene en las manos.
Joder.
No se supone que lo viera, de hecho, había conseguido la sortija en
estos meses porque no tenía idea que ella podría venir. Había arrastrado a
Steph conmigo por todas las joyerías posibles, el pobre tuvo que tolerar
verme indeciso en más de una ocasión, pero al final lo conseguimos.
Planeaba pedirle matrimonio volviendo de la gira, una propuesto a lo
grande, inolvidable.
Quiero casarme con ella, quiero convertirla en mi esposa. Deseo como
nunca antes, formar una familia con Grace.
—Alex…—un susurro cargado de emoción brota de sus labios—. ¿Esto
es…?
En cuanto eleva la mirada, soy capaz de distinguir la emoción en sus
ojos. Parpadea con rapidez antes de apartar la vista de mí para regresarla al
anillo de compromiso que sostiene en sus manos.
—No se supone que lo vieras aún —un suspiro brota de mis labios—.
Bueno, creo que todo el plan sobre una petición increíble e inolvidable se
ha estropeado.
—Lo siento muchísimo. Estaba intentando acomodar tu ropa, pero la
maleta cayó y…— camino hacia ella, tomando con ligereza la pequeña caja
de terciopelo rojo.
—Gracie, tenía todo un plan estructurado para cuando este momento
llegara. Tal vez te llevaría a un bonito restaurante para cenar, y luego
iríamos a un lugar lo suficientemente impresionante para permitirnos hacer
el momento tan especial como debería de ser.
Envuelvo sus manos entre las mías.
—En París, hace poco más de un año atrás, te dije que algún día
cambiaría este anillo —señalo la joya que está en uno de sus dedos —por
uno de compromiso. Y bueno, creo que ese momento ha llegado.
Un jadeo brota de sus labios cuando me arrodillo frente a ella.
—Probablemente este no es el mejor momento, ni estoy tan presentable
como me gustaría estarlo —sonrío con nerviosismo —y no tengo ni la más
mínima idea de que es lo que tu opinas al respecto, pero, Gracie, amor
mío…—sus ojos brillan, tanto como no creo haberlo visto antes —te amo,
te amo de una forma en la que no me creí capaz de hacer.
>>Te convertiste en mi fuerza, me demostrarte las cosas de las cuales
era capaz. Te aseguraste de hacerme libre. Y te amo, te amo tanto como
probablemente no ame a nadie nunca más. Y quiero casarme contigo,
quiero que formemos una familia, que tengamos muchos hijos, o solo uno,
quiero todas esas cosas que las películas románticas muestran, y lo quiero
contigo. Quiero vivir todo eso a lado de la chica de la cual me he
enamorado con una profundidad inigualable.
—Quiero que estés conmigo siempre, quiero poder envejecer a tu lado y
demostrarle a todo el mundo que no mentía cuanto decía que tú eres el amor
de mi vida. Quiero que viajemos como en aquellas semanas a París,
disfrutar de momentos inolvidables a tu lado, Gracie, deseo toda una vida
contigo.
Sus ojos se humedecen, abro la caja de terciopelo, revelando el interior.
Adiós planes perfectos, adiós cena romántica y decoración inolvidable.
Hola sinceridad, hola espontaneidad. Mis nervios explotan, ocasionan un
enorme estallido en mi interior mientras reúno la valentía para hacer la
pregunta.
—Grace Baker, ¿me harías el inmenso honor de convertirte en mi
esposa?
Esta no es la forma en la que pensaba hacerlo, en una habitación de
hotel, con una toalla enrollada a la cintura.
—Por Dios, sí, sí, claro que si —no espera a que me levante. Me
envuelve en sus brazos mientras intento incorporarme, cuando lo consigo,
se abraza a mi cuello. Me estrecha tan fuerte que creo que no va a soltarme
jamás.
Pero lo hace, se aparta de mi cuerpo y puedo verlo, la forma en la que
me mira, la manera en la que sus ojos obtienen un brillo incomparable, la
sonrisa radiante en sus labios, me dejan saberlo. Me dejan saber que Grace
Baker, es sin duda alguna, el gran amor de mi vida. Deslizo el anillo por su
dedo, justo por encima del anillo de promesa, ambos parecían haber sido
diseñados con el propósito de encajar en el mismo sitio. Haciéndose uno.
—Yo…yo en realidad viajé hasta aquí para darte algo —susurra con voz
temblorosa. No sé si debido a los nervios de lo que ocurrió algunos
segundos atrás, pero parece estar muchísimo más nerviosa ahora. —Y no sé
si debí de haberlo dicho antes de tu propuesta o no, pero…
Suelta mis manos mientras rodea la cama hasta llegar a donde su bolso
descansa. La miro rebuscar algo en el interior, antes de volver a donde me
encuentro con una hoja entre sus manos.
—Ten, es para ti —informa mientras extiende la hoja en mi dirección.
La tomo, mirándola por un par de segundos más antes de tomar el sobre.
Saco la hoja de su interior al mismo tiempo que siento mi corazón
comenzar a latir más rápido de lo que debería. Dejo de respirar en el
momento en el que leo la primera palabra. Mis ojos viajan con rapidez por
las líneas, mientras siento a cada segundo, la emoción estallar en mi pecho.
Positivo.
Elevo la vista de forma inmediata, Grace parece estar reteniendo el
llanto por lo que en cuanto mis ojos conectan con los de ella, asiente.
—¿Estás…estás embarazada? —susurro con emoción. Ella asiente con
frenetismo.
—Así es mi amor, vamos a ser papás. —confiesa.
Un grito abandona mi cuerpo, siento la emoción recorrer mis venas
mientras me recuerdo a mí mismo corriendo hacia ella, envolviéndola en
mis brazos y repitiendo, una y otra vez, cuanto la amo.
—Tengo casi cuatro meses de embarazo, el doctor dice que todo está en
orden. No parecía una noticia que quisiera darte por teléfono. Me enteré
unos días después de que te marcharas de gira, no quise decirte nada, al
menos no hasta asegurar que esto es real porque no quería formar falsas
ilusiones, pero ahora…ahora sé que es completamente real —informa en un
hilo de voz—. Cariño, vamos a ser papás.
—Vamos a ser papás —respondo en el mismo tono que ella —Dios
santo, Gracie. ¡Vamos a ser papás!
Mi mirada viaja a su vientre, no es notorio, sin embargo, el pequeño
bulto que se forma me hace cuestionarme como no me di cuenta antes. Me
acerco para envolverla en mis brazos, disfrutando de su calidez, disfrutando
de la sensación de paz que ella me brinda.
Grace Baker se convirtió en mi motor desde el primer momento, somos
dos almas que estaban destinadas a encontrarse, sabía que todo lo ocurrido
con anterioridad, valió por completo la pena, porque ella está aquí, está
conmigo, y me hace el hombre más feliz sobre la faz de la tierra. Algo
nuevo me llena el pecho, una seguridad de la que no había gozado jamás.
La deuda estaba saldada, no hay ni un solo precio más por pagar. Y con
eso, mi más grande anhelo, comienza a hacerse realidad.
 
 
 
65.- EL PERDÓN PARA SANAR
 
Alexander Campbell.

G race tuvo que volver a Baltimore apenas un par de semanas


después de su llegada, y aunque me hubiese gustado que
permaneciera por mucho tiempo más, no fue posible.
Sin embargo, los tres meses restantes pasaron con demasiada rapidez,
había tomado varios vuelos a Baltimore solo para estar con ellas en sus citas
médicas, en especial en aquella donde nos enteraríamos del sexo de nuestro
bebé.
Fue el viaje más apresurado de mi vida, tuve que hacer un vuelo de
escala de poco menos de veinticuatro horas para conseguir llegar a tiempo,
apenas pasé la noche en casa antes de tener que viajar el aeropuerto y tomar
un vuelo para poder alcanzar a los chicos en el siguiente concierto.
Fue una locura, pero valió por completo la pena. Porque pude estar ahí
en el momento exacto en el que Gracie y yo nos enteramos que seríamos
padres de una hermosa niña.
Ahora, la gira ha acabado. Estoy en casa, y creo que nunca me sentí tan
ansioso por verla como ahora. No quise que fuera al aeropuerto, la ola de
periodistas y fanáticas sería enorme, no quería exponerla a algún golpe o
ataque de fans, ya habíamos vivido algo como eso.
Así que tuve que resistir cerca de una hora más de viaje, para llegar a
casa. El auto de Jane está estacionado en la puerta, así que deduzco que
Paul también estará aquí.
—¡Gracie, he vuelto! —dejo las maletas a un costado, recorriendo el
lugar con la vista, cuando estoy por ir a las escaleras, escucho su voz. —Por
Dios santo.
Su vientre de casi ocho meses es lo primero que capta mi atención,
luego, lo increíblemente bella que luce de ese modo. Corro hacia donde se
encuentra, envolviéndola en mis brazos y disfrutando plenamente de la
sensación que me provoca.
—¡Te extrañé tanto! —murmura abrazándose a mi cuerpo.
—Un mes más sin verte e iba a volverme loco —aseguro—. Por Dios,
luces tan bella.
No me resisto, planto mis labios sobre los de ella en un gesto ansioso,
en un intento de apagar la necesidad que tengo de sentirla cerca. Se abraza a
mi cuerpo, profundizando el contacto hasta que necesito respirar, y me
aparto.
—¿Cómo estás? ¿Cómo está nuestra pequeña?
Me inclino hacia su vientre, dejo un suave beso antes de colocar una de
mis manos en el sitio.
—Hola amor, soy papi —el movimiento que se genera debajo de mi
toque me hace elevar la vista —¿Sentiste eso? Claro que lo sentiste.
—Parece que no fui la única que te extrañó —confiesa con una sonrisa
—. Nos alegra que estés en casa.
Me enderezo, con una sonrisa en los labios mientras la atraigo hacia mí.
—Igual a mí me alegra volver —afirmo—. Me hace inmensamente feliz
estar aquí de nuevo.
Nuestros labios se encuentran por segunda vez, sonrío, incapaz de
romper el contacto porque la he extrañado muchísimo, la he echado tanto de
menos, que no quiero alejarme, pero inevitablemente tengo que hacerlo.
—Jane y Paul están en el jardín —informa con una leve sonrisa—.
Esperan por nosotros.
—No los hagamos esperar más entonces —afirmo entrelazando
nuestros dedos. Grace sonríe de nuevo, me inclino para dejar un suave beso
en su frente y luego la sigo a través de la casa para conseguir llegar hasta el
jardín en donde los demás esperan por nosotros.
 
Luego de la gira, Colton y Daniel decidieron que era buena idea darnos
algo de descanso, además, con los últimos meses de embarazo de Grace,
deseaba pasar tanto tiempo en casa como me fuera posible.
Agradecía que no tuviésemos conciertos, y que ellos fueran tan
considerados con los horarios que debía cumplir en la disquera. Los chicos
nos habían saturado de regalos de toda clase, desde pequeños osos de
peluche hasta prendas carísimas que estaba seguro que nuestra hija solo
podría usar una vez.
Marian también me había llamado, sin embargo, no tomé sus llamadas.
Ni respondí los cientos de mensajes que me dejó. No pude hacer nada con
respecto a los innumerables paquetes que envío hasta nuestra casa, ropa,
accesorios, juguetes. Grace decía que debíamos conservarlos por educación,
de no ser por ella, los hubiese regresado a la paquetería.
—Me pone ansiosa saber que estoy en el noveno mes —Grace confiesa
en un suspiro mientras se acomoda sobre la cama—. Si pudiera mudarme al
hospital, lo haría.
—No seas tan paranoica, Gracie —murmuro —estamos cerca del
hospital, no pasará nada.
—Steph me llamó hoy —informa —quería saber que preferíamos un
Lamborghini rosa o un Mazda dorado.
—¿Planea regalarnos un auto? —cuestiono con incredulidad. Ella suelta
una carcajada.
—No, tonto, para Harriet. Cuando nazca. Quiere lucirse con el regalo y
dice que quiere obsequiarle un auto de batería, ya sabes, de esos que puedes
manejar con controles y meter al bebé adentro.
Harriet es el nombre escogido para nuestra pequeña, luego de una larga
lista de nombres descartados y miles de posibilidades, ambos coincidimos
en que el nombre es hermoso, perfecto para nuestra hija.
Me acomodo a su lado, dejo descansar mi cabeza sobre su hombro
mientras una de mis manos viaja hasta su vientre. Lo acaricio, no puedo
evitar que una sonrisa se coloque en mis labios mientras imparto suaves
masajes, esperando por algún movimiento.
—Creo que prefiero el Lamborghini entonces —murmuro.
—Mis padres llegarán este fin de semana —informa—. Les he dicho
que pueden quedarse en la habitación de invitados.
—Perfecto, estaré más seguro si tienes a tu madre contigo. Aunque le he
pedido a Colton que me mantenga fuera de cualquier actividad que los
chicos realicen, quiero estar contigo.
Ella ladea la cabeza, observándome con adoración.
—Has sido increíblemente estupendo en estos meses —confiesa —has
tomado vuelos larguísimos solo para las consultas.
—Es mi deber como tu prometido y como padre —sentencio —no me
tienes que agradecer absolutamente nada.
—Creo que si tengo porque…—se detiene, una mueca de dibuja en sus
labios antes de relajarse.
—¿Qué fue eso? ¿Una contracción?
—Sí, aunque no fue demasiado larga. —murmura cerrando los ojos por
una brevedad de tiempo —la doctora dijo que debemos ir al hospital
cuando…
Vuelve a detenerse, suelta un quejido mientras coloca las manos sobre
el vientre.
—Gracie ¿están siendo seguidas?
—Las tuve toda la mañana —confiesa.
—¿Toda la mañana? ¿Y por qué no me has dicho nada? —cuestiono con
indignación. Me incorporo de la cama. —Debemos ir al hospital, ahora.
—No, está bien —pronuncia ella sacudiendo las manos—. Aún no es
tiempo.
—Grace, acabas de decirme que querías mudarte al hospital. Y has
tenido las contracciones toda la mañana, definitivamente debemos ir al
hospital.  —Cuando me mira, lo noto, el temor en su mirada.
—Gracie…
—¿Qué tal si algo sale mal? —cuestiona—. ¿Qué tal si algo se
complica, Alex?
Me coloco a su lado, tomando una de sus manos entre las mías.
—Mi amor, nada va a salir mal, estarás bien, nuestra hija va a estar bien.
—susurro—. Pero debemos ir al hospital ahora, porque si algo ocurre,
estaré demasiado ansioso como para conseguir conducir de manera segura.
Ella está por hablar, pero un nuevo dolor la invade, es más largo, porque
aprieta con fuerza mi mano por largos segundos antes de que consiga
recomponerse.
—Sí, creo que definitivamente debemos ir al hospital —concede.
 
Megan, Jane y todos los chicos están en la sala de espera del hospital,
hace aproximadamente dos horas que Grace entró en labor de parto, dos
horas en las que había tenido que aguantar pacientemente ser llamado de
todas las formas posibles.
He perdido la cuenta de cuantas veces Grace ha dicho que me detesta
por hacerle esto, maldiciendo el momento en el que olvidó la pastilla y en el
cual el anticonceptivo falló, y las innumerables veces en las que repitió que
no volvería a acostarse conmigo.
Parecía decirlo tan enserio que, de no encontrarse en semejante estado
de sufrimiento, sin duda lo hubiese tomado muy en serio. Tan enserio como
para suplicarle que se retractara.
La doctora repita las instrucciones, diciéndole cuando debe pujar y
asegurándose de que todo marcha como debe ir, joder, ¿Cómo iba a ir bien
si llevábamos casi tres horas del mismo modo?
Pierdo la noción del tiempo, simplemente permanezco a lado de Grace
intentando serle de apoyo, en algún momento deja de maldecirme para
aceptar la ayuda y escuchar lo que tengo por decir.
—Vamos, Gracie, tú puedes —susurro cuando ella se deja caer contra la
almohada. Ahoga un sollozo mientras niega —mi amor, un poco más.
—Grace, necesito que pujes otra vez, ya casi está, linda —pide la
doctora— tu hija quiere nacer, vamos, Grace, necesito que me ayudes.
—No puedo —el susurro débil que brota de su cuerpo me estruja el
corazón —ya no puedo.
—Claro que puedes amor, una vez más —dejo un beso sobre su frente,
apretando su mano en un intento de darle confort—. Una vez más.
Un grito adolorido brota de ella mientras se inclina hacia adelante, el
agarre en mi mano se vuelve mucho más fuerte y muerdo el interior de mi
mejilla para no quejarme, hace lo mismo un par de veces más antes de que
por fin suceda.
El llanto se escucha, resonando por las paredes, haciéndome sentir una
maldita explosión de sentimientos maravillosos en el pecho. El rostro de
Grace se inunda con alivio mientras me mira.
—Lo hiciste, cariño —susurro limpiando su frente —lo hiciste.
—Felicidades —ambos miramos a la doctora —han sido padres de una
hermosa y saludable niña.
Se acerca con el bulto en brazos, y tan pronto me la entrega, comprendo
cuanto la amo, me doy cuenta de la intensidad con la que mi corazón parece
latir por esta pequeña bebé.
—Por dios, es tan pequeña —mi voz brota en un susurro emocionado,
mi visión se nubla y tengo que dejar de mirarla para conseguir
recomponerme, me giro, observando a Grace quien extiende los brazos para
tomar a nuestra hija.
Se la entrego, y viéndola ahí, con nuestra hija en brazos, sé que esto es
mucho más de lo que una vez soñé, me doy cuenta la intensidad con las que
la amo, comprendo la idea de que soy papá, me he convertido en papá de
una hermosísima niña.
—Se parece tanto a ti —susurra Grace —mira lo hermosa que es.
Me coloco a su lado. Rodeando su espalda para conseguir apegarme a
ella.
—Nuestra pequeña —susurro. —Dios, Gracie, te amo tanto.
Ella me mira, hay un nuevo brillo en sus ojos.
—Nuestra pequeña —repite ella con emoción—. Yo igual te amo tanto,
Alex.
Y aquí sé, que no necesito nada más que a ellas para sentirme tan feliz,
tan pleno y tan satisfecho con mi vida, como lo estoy ahora. Aquí
comprendo, que no necesito ni necesitaré nada más para sentirme
inmensamente feliz.
 
Hace media hora que hemos salido del quirófano, media hora en la que
han traído a Harriet a los cuneros y no he podido separarme de ella. La
observo a través del cristal, duerme con serenidad, ajena a todo lo que pasa
a nuestro alrededor.
—Tú estabas igual de pequeño cuando llegaste a casa —mi cuerpo
entero se tensa cuando reconozco la voz a mi costado.
No miro de inmediato, tomo una inhalación antes de mirar a la mujer
que se ha colocado a mi lado, Marian Campbell está aquí, mirando a mi hija
con algo parecido a ternura.
—¿Qué haces aquí? —inquiero.
—Megan me informó, quise venir a ver si necesitabas algo —confiesa.
—Estamos bien—. Dejo de mirarla para regresar la atención a mi hija.
Ninguno de los dos habla, una enfermera ingresa, revisa a los bebés
antes de reparar en nuestra presencia. Cuando sale, se acerca.
—¿Es padre? —inquiere.
—Esa de ahí es mi bebé —informo señalando a Harriet. La enfermera
sonríe.
—Puede pasar y tomarla, si desea.
No lo dudo, ingreso a la habitación caminando hasta la cuna de mi
pequeña, me inclino con ligereza para conseguir tomarla en brazos. La
sensación que me invade cuando la tengo contra mi pecho es maravillosa,
es tan increíble que deseo no dejar de sentir esto nunca.
He olvidado la presencia de Marian, así que cuando toca mi hombro,
pidiéndome cargar a Harriet, mi cuerpo entero se tensa.
—Es mi hija —murmuro como si ella no lo supiera —es lo más valioso
que tengo ahora, Marian.
—Lo sé, cielo —susurra con suavidad—. Puedo entender ese
sentimiento, el querer protegerla de todos, de todo. El creerte un superhéroe
que puede cuidarla para siempre—. No hay rastro de maldad en su tono de
voz, tampoco de sarcasmo—. Yo sentí exactamente lo mismo cuando tu
padre te trajo a casa.
Miro a Harriet, ella duerme entre mis brazos, lo pequeño de su cuerpo
crea en mí un instinto de protección mucho mayor al que he sentido con
Grace, o con Megan, un instinto de evitar todo cuanto pudiera hacerle daño.
Doy un paso hacia adelante, Marian sonríe en cuanto se la entrego. La
dulzura que la embarga cuando la tiene en ellos es algo que no había visto
antes en ella. Sonríe, mientras habla con tono dulce y acaricia con suavidad
la mejilla de mi hija.
—Dios mío, es tu retrato —confiesa con una sonrisa. No respondo,
pasan algunos minutos antes de que la enfermera ingrese de nuevo.
—La madre pide verla —informa con amabilidad, así que Marian me la
entrega de nuevo. Yo a su vez se la entrego a la enfermera, no voy detrás de
ella porque Marian toma mi mano, impidiendo que lo haga.
—He intentado llamarte, y te he enviado mensajes —susurra cuando
llegamos al pasillo.
—Lo sé. No me sentía listo para hablar contigo. —confieso.
—¿Y ahora lo estás?  —Pareciera que la llegada de Harriet me ha
dotado de una valentía que desconocía.
—Puede ser. —Ella sonríe.
—Ya te he dicho que lo lamento, por todo —susurra con suavidad—. Te
lo he dicho más de una vez, en ninguna de ellas he mentido.
—Lo que pasó no es algo que pueda solucionarse con un simple “lo
siento”. Estuviste a punto de acabar con mi vida, Marian.
Ella cierra los ojos, un gesto de dolor la invade.
—Lo sé, estuve ahí, cuando aún no despertabas —masculla. Me aparto,
mirándola con incredulidad—. Cuando estabas inconsciente, y tu hermana
me echó, no me fui. Conseguí hablar con tu médico, no me enorgullezco de
la manera en la que conseguí que me dejaran entrar, pero lo hice. Verte de
esa manera, tan frágil, me destrozó, Alex. Me hizo pedazos el corazón y
comprendí todo lo que había hecho, me di cuenta de cuánto daño había
causado. Me sentí como un monstro, pensar que tal vez no despertarías fue
una completa tortura. No me lo hubiese perdonado jamás.
Su voz se rompe.
—Verte sobre esa cama, me hizo arrepentirme como nunca antes de
todo lo que hice, de todo lo que dije. Fue como verte el primer día que
llegaste a mi vida, tan frágil, tan indefenso, el instinto de protección volvió,
más fuerte que nunca.
Está llorando ahora, y yo tengo que hacer uso de toda mi fuerza de
voluntad para no romperme, no quería darle ese poder de nuevo. No quería
que me viera frágil otra vez.
—Te amo, y te he amado desde la primera noche que cuidé de ti, solo
que estaba demasiado herida como para admitirlo. Eres mi hijo, lo fuiste y
lo serás siempre, aunque ante tus ojos, yo ya no sea tu madre.
El dolor es palpable en su voz, ella parece interpretar mi largo silencio
como una respuesta, cierra los ojos, el gesto mortificado consigue
ablandarme. Me da la espalda, se aleja un par de metros antes de que sea
capaz de reaccionar y pronunciar su nombre.
—Harriet va a necesitar de una abuela —pronuncio con la voz tan
estable como puedo —a alguien que le dé pasteles de chocolate cuando no
estemos. Y a alguien que le enseñe de moda y elegancia.
Ella solloza, regresando hacia mí.
—Creo que aún estamos a tiempo de solucionarlo ¿no lo crees? —
inquiero. —Aún podemos conseguirlo, mamá.
Me abraza de una forma en la que jamás había sentido, me envuelve en
sus brazos y por primera vez, lo siento como un abrazo de una madre, por
primera vez en mucho tiempo esa calidez llega a mí, tal vez siempre estuvo,
solo que ninguno se daba cuenta. Había demasiado dolor y rencor como
para dejarnos experimentar esta sensación.
—No dejé de considerarte mi madre —susurro contra su cuerpo—.
Puede que haya dicho lo contrario, pero no has dejado de serlo. 
—Te recompensaré toda la vida si hace falta —promete colocando las
manos a los costados de mi rostro —cielo, te recompensaré todo si me lo
permites.
La abrazo, claro que iba a permitirlo. Ahora todo está bien, no hay
piezas faltantes en el rompecabezas, no hay rencores adheridos, no hay nada
más que felicidad. Y esta es la forma en la que esperé sentirme, esta es la
manera en la que quiero vivir hasta mis últimos días.
 
 
 

 
EPÍLOGO.
 
Grace Baker.

A lexander Campbell y yo nos casamos un veintidós de marzo, le


dimos la bienvenida a la primavera con nuestra unión. Fue una
ceremonia tranquila, simple, aunque estaba segura de que, de haber contado
con mi aprobación, Alexander la hubiese hecho por todo lo alto.
Aún lo recuerdo, luciendo tan apuesto con su traje negro, jugando con
sus manos mientras me miraba de la única forma en la que solo él podía
hacer. Me sentía en una especie de sueño, como si toda nuestra historia, no
hubiese sido más que un cuento de fantasía. Recuerdo la pregunta del
sacerdote, la manera en la que, sin dudar, le di el sí ante Dios. Recuerdo
nuestros votos de amor, la forma en la que prometió amarme y respetarme,
hasta que la muerte decidiera separarnos.
Y es imposible olvidar la luna de miel, inmersos en un viaje con nuestra
hija. Con nuestra pequeña Harriet.
—¡Harriet! —El grito de Alex me saca de la ensoñación en la que he
entrado—. ¡Vuelve aquí con eso!
Sonrío, cerrando el álbum de fotos al mismo tiempo que miro como mi
hija corre hacia mí, abro los brazos para recibirla y ella se esconde en mi
pecho, riendo, pero ocultando el rostro en el hueco de mi cuello.
—¡Papá estaba escribiendo! —Me enseña la hoja que probablemente ha
hurtado de la habitación. Así que la tomo, antes de que pueda hacer pedazos
y la letra se pierda.
—¡No la leas! —El grito alarmado de Alex me hace mirarlo, llega hasta
donde me encuentro, prácticamente me arrebata la hoja de las manos. —
Harriet ¿Cuántas veces más tengo que decirte que no tomes mis cosas? 
Harriet Campbell Baker, cuatro años de edad, una niña con el cabello
tirando a rubio, con ondas cayendo sobre sus hombros. Posee unos
preciosos ojos verdes, mi nariz respingada y lo que más increíble es, posee
una voz tan angelical que cuando ella y Alex cantan, me siento en el cielo.
—No debes tomar las cosas de papá —le recuerdo acariciando su
cabello.
—Pero yo quiero cantar —un mohín se forma en sus labios.
—Bueno, cariño, una vez que la termine te prometo que tú y yo la
cantaremos ¿de acuerdo? —un grito emocionado brota de nuestra hija.
Pronto se baja de mi regazo, y corre de nuevo hacia su habitación.
—Parece tener la costumbre de husmear entre mis cosas —Alex se deja
caer a mi costado en el sillón—. ¿Qué haces?
—Estaba viendo algunas de nuestras fotos —confieso abriendo el álbum
de nuevo. La fotografía que nos tomaron justo antes de salir de la iglesia
aparece frente a nosotros.
Ambos lucíamos felices, con una enorme sonrisa en el rostro mientras
yo mantenía elevado el ramo de rosas, nuestras manos se encontraban
entrelazadas y Alex lucía radiante.
—Es una de nuestras mejores fotos —apoya la barbilla sobre mi
hombro, siento uno de sus brazos deslizarse por detrás de mi espalda
mientras me apega a él. —Y tú lucías tan hermosa en ese vestido —susurra
contra mi oído.
Jane fue la encargada de diseñarlo, mi mejor amiga había sido capaz de
reflejar en el absolutamente todo lo que yo deseaba. Las mangas fueron de
bordado, la falda del vestido estaba dotada con ligeros destellos que, a cada
movimiento, parecían encenderse. Una ligera abertura había a un costado,
haciéndolo lucir sexi, pero sin dejar de ser elegante.
—No puedo creer que este año será nuestro quinto aniversario —
susurro—. Siento que fue ayer cuando nos casamos.
—Creí que era el único —confiesa apegándose a mi cuerpo—. Los
chicos llegarán pronto, así que es probable que deba de comenzar a alistar
todo.
—¿Stephen y Paul vendrán? —inquiero.
—Stephen, Ethan, Jake y Paul —informa con una sonrisa—. No hay
problema con eso, ¿verdad?
—Ni uno solo —afirmo—. Estoy segura de que Harriet estará encantada
con la presencia de Jude.
Jude Smith, la hija de mi mejor amiga y Paul. Sorprendente, ¿no? Nos
gustaba pasar tiempo de calidad, cosa que no conseguíamos cuando los
chicos salían de gira. Ese es probablemente el momento menos favorito de
Alex, ya que Harriet se colgaba de él como si no hubiese mañana, quedaba
destrozada y durante los días siguiente, no había nada que pudiera hacer
para animarla.
El corazón se me encogía cada vez que tenían que despedirse, la forma
en la que nuestra pequeña lloraba a su padre era demasiado para mi
sentimental corazón. la manera en la que se aferraba a la ropa de Alex sin
querer soltarlo era dolorosa. Para ambos. Incluso habíamos optado por no ir
a los aeropuertos, pero en cuanto las camionetas de la disquera aparcaban
en casa, o Harriet lo veía subir a un auto con maletas, sabía perfectamente
lo que significaba. Significaba que papá se marcharía por largos meses.
Tanto parecía ser el dolor de nuestra hija que Alexander había optado
por contratar a una especie de niñera para la próxima gira, para que nuestra
pequeña fuera con él. Por mi parte, el trabajo me absorbía demasiado
tiempo como para siquiera considerar ir. Sin embargo, no me perdía ni un
solo concierto.
The Last Desire se ha convertido en un fenómeno mundial, la vibra que
los chicos trasmiten en cada una de sus presentaciones es increíble.
Demasiado sorprendente.
Alex se incorpora, supongo que va donde nuestra pequeña hija se
encuentra así que lo sigo. Lo encuentro en el umbral de la puerta, sin entrar.
Voltea en cuanto escucha mis pasos, y me hace una seña de silencio.
Camino con suavidad hasta llegar a su lado, ahí a un par de metros se
encuentra nuestra pequeña.
Sostiene un micrófono de juguete, obsequio de la navidad pasada
mientras hace ademanes demasiado naturales, como si se encontrara en un
concierto. Está cantando la canción de Rapunzel, una que ella y Alexander
suelen cantar siempre antes de dormir, y lo angelical de su voz me encoge el
corazón.
—Me recuerda tanto a mí —susurra Alex con emoción mirándola. —
¿Crees que de mayor quiera seguir el mundo artístico? —inquiere con
curiosidad.
—Es demasiado pronto para saberlo —pronuncio abrazándome a uno de
sus brazos—. Pero si lo decidiera, tendría nuestro apoyo. Tendrá a su padre
para cuidar de ella.
Algo brilla en los ojos de Alex, mientras regresa la mirada hacia
Harriet.
—¡Papi ven! —grita cuando se percata de nuestra presencia—. Es tu
turno.
Él sonríe, se acerca hasta dónde están y se sienta justo en medio de la
alfombra. Es una escena digna de admirar, la forma dulce en la que Harriet
canta, y la manera en la que Alex parece disfrutar de estar con ella, es todo
lo que necesito para sentirme feliz. Ambos comparten un vínculo, a su
escasa edad, Harriet ha demostrado ser una fiel admiradora de la música.
Desde pequeña, ama oír a su padre cantar. Mis canciones de cuna no
funcionaban, pero eran el remedio ideal para hacerla dormir si salían de la
voz de Alexander.
—Papi. ¿Algún día cantaré contigo? —cuestiona cuando él la ha
tomado en brazos.
—Siempre cantamos juntos, cielo —responde. Esa respuesta no parece
tenerla contenta.
—No, quiero cantar contigo. Delante de mucha, mucha gente. El tío
Steph me dijo que un día podríamos cantar. Me dejará subir al escenario —
lo asegura con aire orgulloso —pero yo solo quiero cantar contigo, papi.
No me pasa desapercibido el brillo en la mirada de Alex. Me apoyo en
el umbral, mirándolos con adoración.
—Claro que sí, amor mío —responde dejando un beso en su mejilla. —
Un día, tú y yo cantaremos en un escenario delante de mucha, mucha gente.
Solo tú y yo, y ese día, mi querida Hattie, ese día será por completo
asombroso.
Ella lo envuelve en sus brazos, Alex sonríe, una sonrisa sincera,
genuina, plena. Extiende una de sus manos cuando nota que me encuentro
mirándolo. Así que me acerco a ellos.
Cinco años eran apenas el comienzo de toda la historia de amor que nos
quedaba por vivir. Teníamos toda una vida por delante.
Cinco años era solo el inicio de nuestro: Felices por siempre.
 
 
 
EXTRA: UN AMOR PARA SIEMPRE.
 
Alexander Campbell.
—Definitivamente esa pequeña sacó el talento de su padre —sonrío en
cuanto escucho a Steph pronunciar aquello.
—Cuando sea mayor, será toda una estrella como su padre y sus tíos —
asegura Ethan mientras destapa una de las botellas antes de entregármela.
—Eso solo el tiempo lo dirá —murmuro.
—Oh, vamos, Alex. —pide Steph—. No puedes negar que tu hija tiene
talento. A sus cuatro años y canta como un ángel.
—Lo sé, que es talentosísima —una sonrisa orgullosa se dibuja en mis
labios —pero es demasiado pequeña para mostrarla al mundo, apenas tiene
cuatro.
—Sería una sensación en internet —asegura Ethan.
—Es una bebé apenas —adopto un tono serio —no planeo exponerla de
esa manera. Si dentro de unos años ella desea mostrarse al mundo, entonces
lo hará, luego de tener una carrera profesional podrá hacer lo que desee y
tendrá mi total apoyo.
—Alex…
—Chicos, saben cómo es el mundo artístico —les recuerdo —es
demasiado pequeña como para exponerla de ese modo. Además, estoy
seguro de que internet me comería vivo, tachándome de un padre
aprovechado.
—Alex, a comparación de ti y todos nosotros, ella tiene a su padre. —
afirma Steph—. Harriet tiene talento, basta con escucharla cantar por un par
de minutos para confirmarlo. Y ama ser el centro de atención ¿o has
olvidado lo insistente que es para que la dejemos subir al escenario?
—Todavía es muy pequeña —insisto. Nuestra conversación pasa a
segundo plano cuando el grito emocionado de mi hija nos interrumpe.
—¡Abuela! —Harriet corre hacia mi madre, Marian Campbell ingresa al
jardín, sostiene varias bolsas con moños entre sus manos, signo evidente de
que son regalos para mi pequeña.
—Vuelvo enseguida —dejo a un lado la botella mientras camino hacia
donde ella se encuentra.
—Oh, pero a quien tenemos aquí. ¡Mi estrellita! —Tomo las bolsas en
cuanto mi madre me las entrega con descuido para abrazar a Harriet.
—Hola mamá, yo también te eché de menos —murmuro con una
sonrisa divertida.
—Oh, cielo. Hola —responde. Una sonrisa es todo lo que obtengo y de
nuevo, las atenciones van hacia mi hija.
Marian Campbell había quedado encantada en cuanto Harriet nació. Se
había convertido en el centro de todas sus atenciones, y mi hija parecía
encantada con eso.
—¡Hoy es el cumpleaños de papá! —grita con emoción Harriet.
—Sí, aunque creo que pensó que la cumpleañera eras tú porque ¡Mira
cuantos regalos! —exclamo.
—Son solo algunas cosas que compré para ella —pronuncia haciendo
un ademán para restarle importancia. Cuando deja a mi pequeña sobre el
césped quien luce demasiado entretenida con las envolturas de regalos,
entonces camina hacia mí—. Feliz cumpleaños, cariño.
Me envuelve en sus brazos, acepto su abrazo con gusto. Nos habíamos
esforzado demasiado porque nuestra relación mejorara, y al parecer lo hizo,
desde el nacimiento de Hattie, Marian había sido la mujer cariñosa que
durante toda mi infancia fue.
Grace no estaba del todo convencida con su repentina muestra de cariño
hacia nuestra familia, sin embargo, solo le bastaron algunos meses antes de
convencerse de que esta vez, Marian actuaba con total sinceridad.
Mi cumpleaños número treinta y uno había llegó más pronto de lo que
me gustaría. Cinco años pasaron con rapidez, tanta que me costaba creer
todos los cambios que mi vida había tenido en todo ese tiempo.
Me aparto del jardín, dejando a mi hija bajo el cuidado de mi madre
mientras ingreso a la casa. Grace se encuentra en la cocina, terminando de
preparar la comida y en cuanto me ve entrar, sonríe.
—He visto llegar a tu madre —informa—. ¿Harriet está con ella?
—Sabes que no pueden separarse —le recuerdo—. ¿Necesitas ayuda en
algo?
—No, todo bajo control. Jane está ayudándome —confiesa—. Aunque,
si puedes llevar esa bandeja con comida al jardín, te lo agradecería.
Hago lo que dice, poco a poco mis amigos comienzan a llegar, Madison
también lo hace un par de horas después, acompañada de la chica que
cuidaba de ella cada que venía de visita.
Nuestra relación como hermanos se había afianzado,
independientemente de todas las diferencias que he tenido con Lisa Hale a
lo largo de estos años. Sus constantes obstáculos para intentar alejar a
Madie de mi lado se habían vuelto algo intolerables, aunque hacía mi mejor
esfuerzo.
El tiempo pasa volando, literalmente. Para cuando todos se marchan, el
sol se ha escondido y lo fresco de la noche se ha adueñado del ambiente.
—Por fin se quedó dormida —murmura Grace mientras ingresa a la
habitación—. Al parecer mi voz comienza a agradarle.
Sonrío.
—Tu voz le agrada, solo que debes de admitir que la mía es mucho más
encantadora —pronuncio con diversión.
Se escabulle en la cama, acomodándose a mi costado mientras se cubre
con las sábanas.
—He escuchado a Colton decir algo sobre una gira —pronuncia—.
¿Harán una nueva?
—Si —confieso tomando una inhalación —en un par de meses. ¿Crees
que en esta ocasión puedas venir? Sabes que detesto con toda mi alma
separarme de Harriet, y no sé si una niñera sea la mejor opción.
—He hablado con Stela —informa. —Y parece que va a darme todas
las vacaciones que me debe —confiesa con diversión —así que tal vez, por
esta vez…pueda ir contigo.
—Oh, no sabes lo feliz que eso me pone —aseguro girando para poder
colocarme sobre ella. Grace emite una risa, aparto un par de mechones de
su rostro antes de plantar mis labios sobre los de ella.
Es increíble cómo alguien puede hacerte sentir tantas cosas a la vez.
Como una persona puede despertar reacciones en el cuerpo con solo un
roce. Grace lo consigue, a pesar de todo este tiempo, no ha perdido la
habilidad de hacerme perder la cabeza. Vuelve a acurrucarse contra mi
cuerpo, acaricio su cabello hasta llegar a su espalda. Mis dedos trazan líneas
invisibles en su piel mientras mantengo la mirada fija en el techo.
—Te amo —las palabras brotan de mi boca —te amo tanto, Gracie. No
sabes lo feliz que soy a tu lado, nuestra vida, nuestra pequeña hija, la forma
en la que espero volver a casa solo para verlas, es el sueño que no sabía que
tenía.
—La música es mi pasión —continúo —pero no creo que tenga sentido
alguno sin ustedes —confieso mirándola—. No creo que tenga sentido
alguno, sin mi principal fuente de inspiración.
Grace ladea la cabeza, mirándome con dulzura mientras extiende la
mano para colocarla al costado de mi rostro.
—Y nosotras te amamos, tanto como nos es posible. Tanto que rayamos
la locura —responde soltando una risa. —Y estoy feliz por ver que tú eres
feliz haciendo lo que amas, por ver la manera en la que brillas sobre los
escenarios, o la forma en la que disfrutas crear música. Alex, me hace
inmensamente feliz verte libre. No quiero que dejes de serlo nunca.
A lo largo de los años me he dado cuenta de algo, el dinero, la fama, el
éxito, nada de eso importa. No importa quién eres, o como eres, lo
verdaderamente importante, es tener en el mundo a personas que te amen.
Tener a tu lado a personas que te hagan sentir libre, con las que te sientas el
dueño del mundo, personas que impulsen tus sueños, que te den alas y no
las corten nunca, que remen contigo contra la marea, que sean el faro de luz
que da esperanza en medio de una tormenta.
Personas como Grace Baker. Que sean capaces de amarte a pesar de
todos. Que permanezcan contigo, y luchen. Que te hagan amar, que te
hagan sentir amado. Que te enseñen que, en este mundo, no debe existir
precio alguno para hacer algo que amas.
—Alex —el susurro adormilado me hace mirarla. Ella me observa con
detalle.
—Gracie —una sonrisa se dibuja en sus labios.
—Lo sabes, pero quiero repetirlo. Eres el amor de mi vida —pronuncia
con dulzura.
Y la forma en la que me mira, la manera en la que un destello se
apodera de sus ojos, adoptando el brillo que los caracterizaba, me deja saber
que no miente.
Una calma me envuelve al escucharla, me lleva a un sitio seguro.
Grace Baker nunca había mentido, no lo había hecho ni una sola vez, y
yo tampoco lo hacía al decir que ella fue, es, y será por siempre, el gran
amor de mi vida. 

 
 
 
UN AMOR INSTANTÁNEO.
 
Marian Campbell.
Llegada de Alexander.

C omo muchas mujeres, me casé creyendo que tendría una vida


de ensueño, con el hombre que esperaba por mí en el altar. Y lo
fue, por muchos años viví feliz en mi matrimonio, apoyando
incansablemente a Nick Campbell. Mi esposo.
Nick siempre tuvo el sueño de dedicarse a la música, poseía una voz tan
magnifica que conquistaba a las personas que lo escuchaban, sin embargo,
no tuvo tanta suerte como esperaba.
Vengo de una familia acomodada, y con una carrera en administración y
finanzas, me iba bastante bien. Nick no ganaba demasiado dinero con sus
“giras” musicales, que se resumían a tocar en pequeños bares en los cuales
su pequeña banda era aceptada. Sin embargo, no significó un problema para
mí, o al menos, eso fue lo que pensé.
No sé en qué momento el amor se esfumó, no sé en qué momento, Nick
decidió que tenía que buscar en otra mujer algo que yo no le ofrecía.
Nunca quise creerlo, mis amigas decían que debía dejarlo, que estaría
mucho mejor sin él. Mis padres dijeron que no debía tolerar un engaño de
ese tipo, pero todo eran simples sospechas, sospechas que yo me negaba a
aceptar.
Hasta esa noche.
—No, Nick tuvo una presentación —me excuso con Raquel, una
compañera del trabajo, cuando me pregunta si mi esposo se encuentra en
casa —ya sabes, suele tomar semanas.
—¿A una presentación? ¿Estás segura? —cierro los ojos —Marian,
mereces mucho más que un músico mediocre al que mantienes, y que
además te engaña.
—No es un músico mediocre —objeto con molestia —y no sé si en
realidad me engaña, Raquel. Es decir, solo son sospechas.
—Pero algo debe de estar haciendo para que sospeches —debate —en
todo caso, no quiero hablar de ese idiota. Mejor dime… ¿Cuándo salimos
por un par de tragos? No haces más que trabajar.
El sonido de las llaves en la entrada me alerta, volteo, distinguiendo la
silueta de Nick a través del cristal opaco de la puerta.
—Lo siento, Raquel. Nick ha vuelto, ¿te parece si te llamo mañana
temprano?
Apenas aguardo por una contestación antes de colgar, y camino con
entusiasmo hasta la puerta. Nick estuvo fuera por dos semanas, así que el
hecho de verlo me entusiasma bastante.
—¡Cielo! ¡Volvis…!
Mis palabras se detienen, Nick está de pie en la entrada, con su vieja
mochila sobre la alfombra, y un bulto de mantas entre los brazos.
—Marian…— solo me bastaron diez segundos para comprender lo que
está ocurriendo. Diez segundos hasta que un llanto se deja oír, inundando
mi sala —Lo siento tanto, Marian.
Suelto un jadeo, siendo incapaz de apartar la mirada de las mantas
azules. Mi pecho se hunde con fuerza, cubro mi boca con una de mis manos
cuando sollozo. El dolor me araña el pecho, deja una herida profunda que
parece sangrar hasta acabar conmigo.
—Marian…
Su voz, esa voz que eché de menos los últimos catorce días, la voz que
ahora suena torturada y llena de culpa. Un nudo se instala en mi garganta,
aprieta tanto que me arrebata la voz. Mis ojos arden por las lágrimas, al
confirmar cada una de las sospechas.
Me bastó ver al bebé en sus brazos, y su mirada de culpa para saber qué
Nick Campbell me había engañado.
Entonces dejé que la ira me llenara, dejé de razonar y juro que, si no
fuese por el llanto que se dejó oír, hubiese sido capaz de asesinar con mis
manos al hombre al que, por desgracia, amo tanto.
—Es mi hijo —dice dando un paso hacia mí —su madre no tiene forma
de cuidar de él, así que lo traje conmigo. Necesita una familia, necesita que
alguien cuide de él…
Soy incapaz de responder, las lágrimas siguen descendiendo por mis
mejillas. El dolor sigue tan fuerte en el pecho. Quiero gritar, quiero correrlo
de mi casa, quiero decirle que se vaya y no vuelva jamás, que se lleve a su
hijo con él. Pero no lo hago, por el contrario, camino hasta donde se
encuentra. Camino hasta llegar tan cerca de él y conseguir mirar al pequeño
bebé que se remueve inquieto entre sus brazos. Nick lo sostiene mal, con
demasiada fuerza y en una incómoda posición, así que los llantos continúan.
Ese sonido agudo que me taladra el pecho. Delante de mí tengo al fruto
de la traición de mi marido, y contrario a lo que muchas mujeres hubiesen
hecho, extiendo mis brazos hasta arrebatárselo a Nick.
—Shht —apego al pequeño bebé a mi pecho, doy suaves palmaditas
contra su espalda —ya, ya.
—Marian…
—Cállate, Nick —espeto cerrando los ojos —solo…solo cierra la boca.
Nick y yo decidimos no tener hijos pronto, llevábamos siete años de
matrimonio, y ninguno parecía querer niños. Pero mientras mantengo al
bebé entre mis manos, sé que tal vez debimos haber pensado en eso antes.
Tal vez con un bebé, Nick no hubiese pasado tanto tiempo fuera de casa.
Tal vez con un bebé, Nick nunca se hubiese fijado en otra mujer.
Observo a la criatura entre mis brazos, debe tener aproximadamente tres
meses de edad. Tiene el cabello tan negro como el de su padre, las mismas
facciones definidas, la misma nariz. Y cuando abre los ojos, cuando detiene
el llanto y me mira, los ojos son exactamente igual a los de mi esposo.
Dos pequeños luceros azules que me miran con detenimiento. Sus
mejillas están sonrosadas, y mueve las manos casi con desespero. Afianzo
mi agarre en él, haciéndolo sentir seguro.
—Se llama Alexander —el susurro torturado llega hasta mí —tiene tres
meses de edad. Y necesita una familia, Marian. Sé que no lo merezco, sé
que merezco que me eches a la calle con mi hijo, pero…pero te necesito.
—¿Ahora si me necesitas? —giro hacia él —¿ahora si recuerdas que
tienes una esposa?
—Marian…
—¡Ahora que vienes con un bas…! —me detengo antes de poder
pronunciar la palabra y bajo la vista. El pequeño bebé me observa
fijamente, como si estuviese esperando la palabra que no me atrevo a
pronunciar.
Cierro los ojos con dolor y mis rodillas flaquean, un sollozo desgarrador
brota de mis labios mientras me dejo caer aferrando al pequeño bebé a mi
pecho. Nick corre hacia mí, me envuelve con sus brazos y lloro, lloro
porque el hombre al que amo me ha traicionado, me ha engañado cuando
juró amarme.
Lloro porque no soy suficiente para él, porque tuvo que recurrir a los
brazos de otra mujer. Lloro porque hay un pequeño bebé entre nosotros que
no tiene la culpa de nada. Lloro porque sé que nada va a ser igual.
—Lo siento tanto, cariño —siento sus labios besarme la frente —
perdóname, por favor, cariño, perdóname. Te fallé y me arrepiento, te juro
que no volverá a ocurrir, te amo, Marian. Eres tú la mujer a la que amo.
No debería creer en sus palabras, no debería creer en nada que salga de
su boca. Pero lo hago. Me levanto luego de haber perdido la cuenta del
tiempo que permanecimos sobre la alfombra. Nick me da mi espacio,
mientras me aparto con Alexander en brazos, mientras lo arrullo y luego lo
dejo sobre la cama.
—¿Cuál es el nombre de su madre? —mantengo la mirada fija en el
bebé. No me atrevo a mirar a mi esposo.
—Lisa, Lisa Hale —nunca creí poder odiar a una persona sin conocerla,
pero ahora no estoy tan segura.
—¿Te lo entregó?
—Dijo que quiere estar presente —susurra —aceptó que lo trajera
conmigo, ella vendrá en un par de semanas para visitarlo y…
—No —hay un nuevo sentimiento en mi pecho —no vendrá.
—Marian…
—¿Está registrado? —inquiero —¿tiene sus apellidos? —él niega.
Sonrío sin querer hacerlo. —Tres meses y no se ha molestado en colocarle
los apellidos, pero supongo que será mucho mejor así. Será nuestro, Nick,
tus apellidos, y los míos.
—Marian, no…
—Si quieres mi ayuda, si no quieres que te eche de mi casa, lo haremos
a mi modo —declaro —nos mudaremos, iremos a la casa de mis padres en
Maryland. No volverás a llamar a esa mujer, no volverás a verla. Y este
bebé…este bebé nunca verá a Lisa Hale otra vez.
Nick me mira aún con la culpa en los ojos, pero no está de acuerdo.
—Le prometí que Alex sabría que ella es su madre…
—La madre de este bebé, soy yo —sentencio dando un paso al frente —
desde este momento, Alexander no tiene otra madre que no sea yo. Será mi
hijo, lo aceptaré como mío, será parte de mi familia, pero no quiero que esa
mujer se le acerque.
—Marian…
—O puedes irte, llevarlo a darle una vida de miseria. Porque no serás
capaz de darle lo que se merece. Tú decides, Nick —cierra los ojos, sacude
la cabeza y suspira.
—Sabes que aceptaré tus condiciones —dice y mi corazón se estruja —
te lo debo, Marian. Haremos lo que tú quieras.
Esa noche Nick no durmió en la habitación. Solo estuvimos el pequeño
bebé y yo.
—¿Por qué? —susurro mirándolo —Debería estar enojada contigo,
debería repugnarme el tenerte aquí, en mi cama. Debería detestar tu
existencia, pero apenas eres un bebé.
Acaricio su cabello, una sonrisa curva mis labios cuando sus ojos me
escanean.
—¿Pero sabes algo, Alex? —trazo una caricia por su pequeño rostro —
Lisa alejó a tu padre de mí, así que ahora le haré lo mismo. No volverá a
verte, no volverás a verla. Serás mi hijo, serás mío. Llegaste para
demostrarme que mi esposo no me ama en lo absoluto —las lágrimas
acuden a mis ojos —pero no me importa. No me importa en lo absoluto.
Ahora estarás aquí, conmigo. Seré tu mamá, y me aseguraré de que me
ames tanto, te daré la vida que ellos jamás podrán. Te lo prometo, cielo.
Me inclino hasta dejar un suave beso en su frente.
—Seré tu mamá a partir de este día —sentencio —voy a cuidar de ti. No
va a faltarte nada. Aprenderé a quererte, a amarte. Seremos una familia, y
nunca sabrás la verdad. Nunca sabrás cómo es que llegaste a mí, seré tu
madre y te amaré, sé que lo haré.
Lo acuno en mis brazos.
—Te amaré, Alexander —susurro cerrando los ojos —y tú me amarás
también.
Y ahí en medio de una habitación apenas iluminada, me prometo que
este bebé será amado como mío.
 
El tiempo pasó, hicimos lo que acordamos esa noche.
Apenas unos días después, nos mudamos a Baltimore, Maryland. Mis
padres parecían demasiado enojados con el hecho de su hija llegando con
un bebé en brazos, un bebé que claramente no fue concebido por mí.
Sin embargo, en cuanto mi madre sostuvo a Alex en brazos, supe que
también lo aceptarían. Nick se alejó de la música, yo continúe con mi
trabajo y todo pareció volver a la normalidad, a una normalidad que ahora
incluía a un bebé.
Ocurrió lo inevitable, Alex creció convirtiéndose en mi adoración. El
amor comenzó a crecer, cuando lo vi dar sus primeros pasos, cuando lo
escuché decir “mamá”, supe que aceptarlo fue una de las mejores
decisiones de mi vida.
Cuando Alex tenía cinco años, me embaracé. Creí ingenuamente que
Nick al fin comenzaba a amarnos como una familia. Megan Campbell nació
y me creé la ilusión de que al fin tenía la familia que siempre añoré formar
con Nick.
Los años pasaron, mis hijos crecían y en cada cumpleaños, en cada
aniversario, confirmaba que era feliz, o al menos, trataba de convencerme a
mí misma que lo era.
—Lo hiciste estupendo —le acomodo el cabello a Alex mientras
aguardamos detrás del auditorio en donde había adicionado.
Alex trajo consigo el mismo talento de su padre para la música. Sin
embargo, a diferencia de Nick, él posee todo para triunfar.
—¿Lo crees, mamá? —inquiere fijando su mirada ilusionada en mí.
—Lo creo completamente —coloco las manos a los costados de su
rostro, y dejo un beso en su frente —ahora ve a tu sitio, estaré en primera
fila, ¿de acuerdo?
Alex asiente, sigue a la chica del staff que se encarga de todos los
concursantes, y yo vuelvo al asiento de primera fila, junto a Nick.
—Ya lo tiene —asegura mi esposo.
—Claro que lo tiene.
No nos equivocamos, Alexander esa noche ganó el concurso más
importante de todo Maryland. Y ese, ese fue el pequeño empujón que
necesitó para convertirse en una estrella.
Sin embargo, con la repentina fama de Alex, también llegaron los
fantasmas del pasado. Nick volvió a alejarse, Alexander conquistó el éxito y
se volvió una estrella juvenil aclamada.
Me llenaba de orgullo mirarlo sobre los escenarios, pero el miedo
creciente cada que salía de gira aumentaba también, el miedo a que Nick
volviera a traicionarme. Megan requería mi atención, así que no podía a
acompañarlo a todas sus presentaciones, trataba de decirme a mí misma que
él no podría traicionarme otra vez.
Pero si has llegado hasta aquí, sabrás que Nick Campbell no fue un
hombre de palabra. Luego de dieciséis años de cuidar de su hijo, de un niño
que no era mi sangre, pero amé como mío, luego de haberle dedicado mis
mejores años…Nick volvió a traicionarme.
Y lo más doloroso, es que fue con la misma mujer. Con la mujer que
juré que nunca volvería a ver, y la daga que casi acabó conmigo, fue saber
que dejó que Alexander se acercara a ella. Lo llevó a una maldita feria a
pasar un día familiar, dejó que mi hijo conviviera con la mujer que me
arrebató todo lo que creía poseer.
Ahí me di cuenta que no significaba nada para mi esposo, que yo, era
insignificante.
Y esta vez, esta vez no iba a dejar que me humillara otra vez.
—Quiero el divorcio —Nick me mira con frialdad —quiero separarme
de ti, Marian.
Sonrío. Esta vez no hubo disculpas por el engaño, no hubo palabras de
amor, solo un “quiero separarme de ti”
—Lástima para ti que eso no sea posible —mascullo.
—Claro que va a ser posible —sentencia —no necesito que estés de
acuerdo para divorciarme.
Ensancho la sonrisa, me quito el abrigo que Alex me obsequió en
navidad, y lo dejo sobre el respaldo de la silla.
—No tiene caso que hagas esto más complicado, Marian. Dame el
divorcio, no quiero continuar con este matrimonio fracasado, quiero
comenzar una vida diferente a esta.
—Bien, si quieres el divorcio adelante. Pero no creas que dejaré que te
lleves a Alex.
Su mirada se endurece, Nick tiene una adoración especial por nuestro
hijo. Es su punto débil, el arma que puedo usar para doblegarlo. Porque
todos la tenemos.
—Nunca debí de haber aceptado tus condiciones, Marian —espeta
acercándose —nos divorciaremos, te dejaré y me llevaré a mi hijo. Al hijo
que nunca debí de haber alejado de su madre.
—¡Yo soy su madre! —grito con la ira recorriéndome las venas —¡No
voy a permitir que te lo lleves con esa mujer!
—¡Esa mujer es su madre! ¡Una madre de la cual nunca debí de haberlo
alejado!
—¡Ella lo abandonó! ¡Nunca luchó por él!
Mi corazón araña con dolor al considerar que él pudiese llevárselo, que
pudiera convencer a Alexander de abandonarme también. Así que me
obligué a dejar de ser débil, y usarlo en su contra.
—Si lo haces, Nick, si me dejas, alejaré a Megan de ti —amenazo —le
diré tantas mentiras a Alexander que terminará por aborrecer tu nombre. Me
adora, me ama, ¡soy su madre! ¿A quién crees que va a creer?
Nick retrocede, negando con la cabeza. Me observa incrédulo, como si
no fuese capaz de entender mis palabras.
—Haré que te odie, que los deteste a ambos —avanzo hacia él —no vas
a quitarme a mi hijo, Nick. No voy a permitirlo. Jugaste conmigo, me
humillaste y traicionaste así que ahora, si me dejas, yo voy a quitarte todo
lo que amas, te quitaré el amor de tus hijos, te dejaré en la miseria, y voy a
ser tan feliz haciéndolo, Nick.
El odio en mis palabras consigue palparse, todos los sentimientos que
me obligué a guardar por años, ahora florecían, brotaban a manos llenas.
—Tú nunca serás su madre —dice agitado —él va a saber la verdad
tarde o temprano.
—No si lo impido —elevo el mentón con suficiencia.
Nick se queja, no me inmuto cuando se inclina hacia adelante
sosteniendo su brazo izquierdo, no me inmuto cuando su cuerpo se
desvanece, y cae frente a mí.
 
Alex está devastado. Y eso es lo único que consigue taladrarme el
corazón.
Nick sufrió un infarto, parece que su corazón es mucho más débil de lo
que imaginé.
—Tranquilo, cielo —acaricio la espalda de mi hijo —deberías ir a
descansar.
—No, quiero quedarme con papá —dice con firmeza —¿Cuándo podré
verlo?
Miro al doctor ingresar a la sala, si Nick habla con Alex le dirá la
verdad. Sé que Alex ama a su padre, y es solo un niño, no podrá lidiar con
todas las cosas que él va a decirle.
Así que tengo que impedirlo.
—Hablaré con el doctor para que puedas verlo —aseguro.
Me incorporo, caminando hasta donde el médico se encuentra. Obtengo
la noticia de que mi esposo ha despertado, y que puedo pasar a verlo. Miro
sobre mi hombro, Alex se encuentra apoyado contra el respaldo de la silla,
con los ojos cerrados y el rostro contraído por la angustia.
Tengo que hacerlo.
—Hola, Nick —mi esposo me mira, se deshace de la máscara de
oxigeno tan pronto me mira.
—Largo de aquí, Marian. No te quiero cerca, solo quiero ver a Alex.
—Me temo que eso no es posible, cariño —lo miro con desdén —no lo
verás.
Nick arruga la frente.
—Me traicionaste —el dolor se imprime en mi voz —me heriste, me
humillaste. Fallaste a todas tus malditas promesas, Nick.
—No voy a disculparme —creí que mi corazón se había roto hace
mucho tiempo, no pude estar más equivocada, porque escucharlo decir eso,
me destroza.
—¿Sabes, Nick? —Me acerco consiguiendo que su cuerpo se tense —la
carrera de Alexander está despegando, está en el punto más alto.
—No te atrevas a dañarlo —me mira con alarma—es solo un chico,
Marian. Él no tiene la culpa de nada.
—Como yo lo veo, Nick. Ese chico, solo llegó a nuestras vidas para
arruinarlas —mientes, eres una mentirosa —llegó para demostrar que tu
amor no era más que una farsa. Una mentira.
La máquina que monitorea los latidos de Nick emite un sonido.
—Alexander será el método por el cual obtendré todo lo que tú me
negaste, juro, Nick, que obtendré de ese chico tanto como me sea posible.
Lo haré tan infeliz como tú me hiciste serlo. Es lo único que tengo para
hacerte pagar, Nick, y no dudaré en usarlo.
—No…te…atrevas —su respiración se agita y la máquina de
monitoreos vuelve a sonar.
—Condenaste a tu hijo, Nick —ladeo la cabeza —me aseguraré de que
Lisa lo sepa también, me aseguraré que Alexander nunca la conozca. Me
aseguraré de que jamás sepa la verdad. Condenaste a tu hijo, lástima que no
estarás para salvarlo.
—Te…arrepentirás…Marian —esas fueron sus últimas palabras.
Nick Campbell murió esa noche. Eso destrozó a Alexander, lo destrozó
de una manera que no imaginé. Mis palabras retumbaron en mi mente,
durante el funeral, durante el tiempo que le siguió. No las olvidé, y tampoco
olvidé las últimas palabras de Nick: Te arrepentirás, Marian.
No se equivocó, porque lo hice.
No solo enterré a mi esposo, con él, enterré todo el amor que le profesé
a Alexander. Amor que, durante los años siguientes, luchó por salir a la
superficie, amor que por las noches me hacía llorar al saberme un monstruo,
un alma sin corazón. Amor que me recordó, día con día, que le fallé a ese
pequeño bebé que llegó a mi hogar y eso es algo que jamás pude
perdonarme.
 

ACERCA DEL AUTOR


 
 
Mariza Canto es una chica de veintidós años, mexicana, que ha
comenzado una de las aventuras más emocionantes de toda su vida: la auto
publicación.
Autora de más de quince historias en plataformas digitales como
Wattpad, ha decidido comenzar con la aventura de la publicación en físico
con una de sus obras más preciadas: Todo lo que nunca quise.
Actualmente está cursando el último año de su carrera profesional, y
espera acabar con su licenciatura para sumar su titulación a la larga lista de
metas y sueños por cumplir.
Es una amante del romance y las historias de amor por lo cual encuentra
en sus personajes el medio perfecto para plasmar todas las ideas soñadoras
que tiene en su muy grande imaginación.
Disfruta pasar tiempo con su familia, con sus amigos y personas
especiales, pero, sobre todo, disfruta compartiendo de sus ideas,
pensamientos y sentir con cada uno de sus lectores que han conseguido
hacerla llegar hasta este punto, la publicación.
 

También podría gustarte