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Monición de Entrada
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Buenos días Hermanos Les damos la más cordial bienvenida a esta santa misa en el Segundo
Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia. Dentro de la Cincuentena Pascual, tiene
personalidad propia esta primera semana que hoy acaba, la «octava de Pascua», que se celebra
como un único día. A este mismo domingo otros le llaman «domingo de Tomás», porque,
precisamente en un día domingo el Señor se aparece a sus discípulos, tal como nos lo relatará el
evangelio de hoy.
Celebremos el domingo, como la gran fiesta del Señor, con esta santa eucaristía. De pie,
cantamos….
Escucharemos una visión global de la vida de la primera comunidad cristiana, transformada por la
experiencia de la resurrección de Jesús. Este texto acentúa especialmente el espíritu fraternal de
los primeros cristianos. Pongamos mucha atención.
Con el salmista nosotros también manifestamos nuestra alegría y nuestro gozo diciendo:
Escuchemos ahora un texto del final de la primera carta de San Juan, en el que trata sobre varios
temas de nuestra vida cristiana, como hijos de Dios.
Por una venerable tradición, se lee cada año en este domingo el evangelio en el que Juan nos
cuenta las dos apariciones del Resucitado a los apóstoles. Preparémonos con el canto del aleluya,
para la escucha atenta de este relato.
«En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común»,
llevemos ahora al altar las ofrendas del vino y el pan, fruto de nuestro trabajo. Cantemos.
Comunión
¡Señor mío y Dios mío! exclamamos, como Tomás, ante la presencia real de Cristo Resucitado en el
Pan y el Vino. Acerquémonos a recibirle.