Estatua de Hapu-Seneb. Museo del Louvre. (Fot. Chuzeville).
Durante toda la dinastía XVIII, los hijos de esposas secundarias se
casaban con princesas reales y esto les proporcionaba la legitimidad nece- saria para acceder al trono de Egipto. Pero con Hatshepsut este principio iba a cambiar por varios motivos. El primero, porque ella era la Gran Esposa Real, aunque no la madre del futuro rey, por lo que la lógica corregencia entre madre e hijo no se podría dar. Por otro lado, Hatshep- sut probablemente consideraba, al igual que ya lo hicieran su abuela y su madre que, al ser hija legítima de matrimonio real, ella, y sólo ella, pose- ía derecho a ocupar el trono de Kemet. Así pues, en el año siete, después de haber ejercido con su hijastro Thutmosis III una tácita corregencia que no parecía ser de su agrado, parece que Hatshepsut ya se había autoproclamado Rey del Alto y Bajo Egipto, postergando al joven Thutmosis a un segundo plano.5 Ello supu- so un vuelco en las aspiraciones del clero de Heliópolis que veía en el joven faraón el vehículo perfecto para tratar de controlar los resortes del poder, hasta ese momento en manos del clero de Amón.
5 Murnane, W. J. “Ancient Egyptian Corregencies”. SAOC, 40. Chicago, 1977, 35-43.