Está en la página 1de 2

En ese momento solo sentía la brisa que me golpeaba

de frente como si me estuviera incitando a no hacerlo,


pero ya llegados a este punto era imposible.

—te amo. Y si existe algo después de la muerte allí


donde yo este, te seguiré amando. — Su voz aun
resonaba en mi mente.
Solo la imagen de verla en una cama de hospital débil,
enferma, desapareciendo, MURIENDO.
Esa imagen me perseguiría para siempre.

—No Ariana, yo no quería que dijeras eso, ¿no podías


decirme que estarías conmigo para siempre? — dije
entre sollozos mientras reunía el valor para saltar.

En ese momento mi única salida era saltar, el único


motivo de mi felicidad se había desvanecido, lo único
que me impulsaba a vivir me lo habían arrebatado, no
pude cambiarlo. aunque no creía en algún ser superior
le rogué miles de veces al cielo a quien sea que me
pudiese ayudar, que no la apartara de mi, y nadie me
escucho, así que he llegado a la conclusión de que no
existe nadie allá arriba. pero si es que existe y aun así
me ignoro, puedo jurar que aunque me suplique nunca
lo perdonare.

Mire hacia abajo, toda la ciudad en la que había vivido


desde hace 6 años y donde conocí a la persona que
cambio mi vida, mientras mi mente divagaba llegaron a
mi mente recuerdos que en algún momento me hicieron
infinitamente feliz, ahora sentía que eran un puñal
directo al corazón. Pero no podía parar de pensar en
todo eso, era como una ola inevitable que me llevaba
consigo. Un recuerdo de su ultimo cumpleaños me paso
por la mente y se quedo ahí incrustado.

—Si algún día esta enfermedad acaba conmigo... y


pasara.— dijo ella sentada en una cama de hospital,
apoyando su espalda con una pila de almohadas, aun
tenia en la boca rastros de el pedazo de pastel que me
convenció de buscar a escondidas de su mamá, la cual le
había dicho que ya había comido suficiente azúcar, y yo
sabia que tenia razón, pero Ariana siempre me pedía las
cosas de una forma en la que nunca me podía negar.

La interrumpí limpiándole la mejilla con el pulgar, y


aproveche para darle una suave caricia.

—¿Podrías escucharme? — dijo ella poniendo una cara


de disgusto

—Te estoy escuchando amor— respondí mirándola


fijamente —solo que no quiero que hablemos de eso.

Ella

También podría gustarte