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Williarn J.
Seyrnour
OJO Df TICJRf
Centerville. Louisiana. es una ciudad del Sur situada en un terre-
no pantanoso a pocas millas del Golfo de México. El 2 de mayo de
1870. Simon y Phyllis Seymour tuvieron allí un hijo varón. Los Sey-
mour habían sido liberados de la esclavitud sólo pocos años antes.
William nació en un mundo de horrible violencia racial. El Ku-Klux-
Klan había estado haciendo estragos durante años. Se había dictado
la ley Jim Crow. que prohibía a los negros cualquier tipo de justicia
social. La segregación era común, aun en la iglesia.
Una vez libres de esclavitud. los padres de Seymour continuaron
trabajando en la plantación. William creció y siguió sus pasos. Sin de-
jarse abatir por la falta de posibilidades de acceder a la educación, él,
como muchos otros. se enseñó a sí mismo principalmente por medio
de la lectura de la Biblia.
Seymour encontró su identidad en Jesucristo, creyendo que el Se-
ñor era el único liberador de la humanidad. Era un joven sensible y
animoso. hambriento de las verdades de la Palabra de Dios. Se dice
que experimentó visiones divinas. y que siendo de muy temprana
edad comenzó a anhelar el regreso de Jesucristo."
A la edad de veinticinco años, Seymour finalmente rompió con la
atadura mental de su complejo de inferioridad e hizo algo que pocos
hombres negros se atrevían a hacer: dejó su tierra natal en el sur de
Louisiana. y se dirigió al Norte, a Indianápolis, Indiana.
Según el censo de los Estados Unidos en 1900, sólo ellO por cien-
to de los negros habían dejado el Sur. Pero Seymour estaba conven-
cido, y partió. Estaba decidido a que las cadenas hechas por el hom-
bre jamás volvieran a atarlo.
SftnTOS y VIRUflft
Indianápolis. al contrario del ambiente rural del Sur, era una ciu-
dad pujante que ofrecía cantidad de oportunidades. Pero muchos co-
mercios aún cerraban sus puertas a la población negra, por lo que
Seymour sólo pudo encontrar trabajo como botones en un hotel.
No mucho después de llegar, comenzó a congregarse en la Iglesia
Metodista Episcopal Simpson Chapel. Esta rama de los metodistas
del Norte tenía un fuerte empuje evangelístico para gente de todas
clases, que atraía a Seymour. El ejemplo de la iglesia lo ayudó a for-
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mular más en detalle sus propias creencias. Para él cada vez era más
claro que en la redención de Jesucristo no había división alguna por
clase o color de piel.
Pero no pasó mucho tiempo antes que las divisiones raciales se en-
durecieran en Indianápolis, por lo que se mudó a Cincinnati, ühio.
Allí continuó asistiendo a una iglesia metodista, pero pronto notó que
su doctrina también se estaba endureciendo. Seymour era un ávido
seguidor de John Wesley. Wesley creía en la oración ferviente, en la
santidad, la sanidad divina y que no debía haber discriminación en Je-
sucristo. Pero parecía que los metodistas estaban apartándose de sus
raíces originales.
En busca de una iglesia, encontró accidentalmente a los Santos de
la Luz Vespertina, que luego serían conocidos como Movimiento de
Reforma de la Iglesia de Dios. El grupo no utilizaba instrumentos
musicales. Las mujeres no usaban anillos ni maquillaje. No bailaban
ni jugaban a las cartas. Aunque parecía una religión de prohibiciones,
eran extremadamente felices, y encontraban gozo en su fe tanto en los
momentos buenos como en los tiempos difíciles.'
Seymour fue cálidamente recibido por los Santos. Fue en este
ambiente que recibió el llamado al ministerio, pero luchó con es-
te llamado, al que tenía miedo de res-
ponder.
Seymour luchó con este
En medio de esta lucha. contrajo vi-
llamado, al que tenía
ruela, que en esa época generalmente era
miedo de responder.
fatal. Sobrevivió a tres semanas de horri-
bles sufrimientos. pero quedó ciego del
ojo izquierdo y con terribles marcas en el rostro.
Seymour creía que había contraído la enfermedad por negarse al
llamado de Dios, por lo que inmediatamente se sometió al plan del
Señor y fue ordenado por los Santos. Pronto comenzó a viajar como
evangelista itinerante, reuniendo lo necesario para su propIO sostén.
En esa época, pocos ministros pedían ofrendas. y Seymour. como
muchos en su círculo, creía que Dios sería su proveedor. Creía que si
Dios 10 había llamado, 10 sostendría.
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fn fl PRinCIPIO
Después de completar sus estudios en la escuela de Parham. los
eventos que llevaron a Seymour a Los Ángeles se produjeron rápida-
mente. A principios de 1906, Seymour comenzó a hacer planes para
comenzar una nueva iglesia pentecostal en la que pudiera predicar su
recién hallada doctrina. Entonces, inesperadamente. recibió una carta
de la señorita Neely Terry. Esta, que había estado visitando unos pa-
rientes en Houston, había asistido a la iglesia en que Seymour había
reemplazado a la Sra. Farrow. Cuando Terry regresó a California. no
había olvidado su suave pero seguro liderazgo. En la carta. la Srta.
Terry invitaba a Seymour a ir a Los Ángeles para pastorear una con-
gregación que se había separado de una iglesia nazarena. Creyendo
que esta carta revelaba su destino. Seymour empacó y partió para Ca-
lifornia a fines de enero. Luego escribiría:
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había sido sanado y lleno del Espíritu Santo. Tan pronto como Sey-
mour terminó, Lee levantó las manos y comenzó a hablar en otras
lenguas. Todo el grupo cayó de rodillas, adorando a Dios y clamando
por el bautismo. Entonces, seis o siete personas levantaron la voz y
comenzaron a hablar en otras lenguas. Jennie Evans Moare (que lue-
go se casaría con Seymour), quien estaba sentada al piano, cayó de
rodillas y fue una de las primeras en hablar en lenguas.
Algunos se apresuraron a salir al porche de entrada, profetizando
y predicando. Otros, mientras hablaban en lenguas, conieron a las ca-
lles para que todos los vecinos los oyeran. ¡La joven hija de los As-
bery corrió a la sala de estar para ver qué sucedía, sólo para encon-
trarse con su asustado hermano corriendo en dirección opuesta!
Entonces, Jennie Evans Moare regresó al piano y comenzó a cantar
con su hermosa voz, en hasta seis idiomas, todos con interpretación.
La reunión duró hasta pasadas las 22:00, cuando todos partieron lle-
nos de gozo y gratitud.!!
Durante tres días, celebraron lo que dieron en llamar "el primer
Pentecostés restaurado". La noticia se esparció rápidamente, atrayen-
do multitudes que llenaban el patio de los Asbery y rodeaban su ho-
gar. Grupos de todas las culturas comenzaron a abrirse paso hacia
Bonnie Brae Norte 214. Algunos se quedaban junto a las ventanas,
esperando escuchar a alguien arar en lenguas. Algunas veces oían
fuertes gritos. Otras, reinaba el silencio. Muchos "caían bajo el poder
del Espíritu" y quedaban tendidos en el suelo, algunos durante tres a
cinco horas.!2
También se producían sanidades extraordinarias. Una persona
relataba:
Se dice que el porche del frente de la casa de los Asbery "se con-
virtió en el púlpito, y la calle en los bancos", mientras Seymour pre-
dicaba a la gente desde ese hogar. Finalmente. el porche se derrumbó
al no poder soportar el peso de la multitud, pero rápidamente lo refor-
zaron para que las reuniones pudieran continuar.
Fue durante la tercera noche de estas reuniones que Seymour fi-
nalmente experimentó su propio encuentro con el Espíritu Santo. Era
tarde en la noche del 12 de abril de 1906. y muchos ya habían regre-
sado a sus casas después de la reunión. cuando Seymour mismo fue
lleno y comenzó a hablar en otras lenguas. Estaba arrodillado junto a
un hombre que lo estaba ayudando a orar por una nueva apertura es-
pirituaL cuando finalmente recibió el bautismo. El don del Espíritu
Santo. tan largamente esperado. había llegado a ese hombre cuya pre-
dicación había llevado libertad a tantos otros.
lOS COMIEnZOS
El 18 de abril de 1906 fue el día en que la historia registra el gran
terremoto de San Francisco. Al día siguiente, un temblor algo menor
fue sentido en Los Ángeles, que llevó a muchos a arrepentirse de sus
pecados por temor a morir. Cientos de personas corrieron a Azusa pa-
ra escuchar el mensaje del evangelio y experimentar el bautismo en
el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas. Aun los
ricos se acercaban a esta zona de clase baja de la ciudad, para escu-
char sobre el poder de Dios.
Los asientos estaban dispuestos en manera muy original en Azu-
sao Dado que no había plataforma, Seymour estaba al mismo nivel
que el resto de la congregación. Y los "bancos" estaban dispuestos de
manera que las personas estaban sentadas enfrentadas. Las reuniones
eran espontáneas, así que nadie sabía nunca qué iba a suceder o quién
sería el orador.
En los primeros tiempos de Azusa, la música también era espon-
tánea, y no se utilizaban instrumentos ni himnarios. Las reuniones co-
menzaban con alguien que daba su testimonio o cantaba una canción.
Dado que no había programa, generalmente luego alguien se levanta-
ba, ungido para dar el mensaje. El orador podía ser de cualquier raza,
edad o sexo. Y todos sentían que Dios era responsable de las invita-
ciones evangelísticas que podían producirse en cualquier momento de
la reunión.
En Azusa, los sermones eran inspirados en inglés o en lenguas,
con interpretación. Algunas veces los cultos duraban diez o doce ho-
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William J. Seymour - "El catalizador de Pentecostés"
ras. Algunas veces se extendían por varios días y noches. Muchos de-
cían que la congregación nunca se cansaba porque el Espíritu Santo
les daba energía. Al final de los cultos, en las primeras horas de la ma-
drugada, aún podía verse a muchos reunidos bajo las luces de la ca-
lle, hablando de cosas del Señor.
En Azusa, los cultos eran tan ungidos, que si alguien se levantaba
para hablar puramente por conocimiento intelectual, los creyentes lle-
nos del Espíritu rompían en gemidos. Esto queda claramente ilustra-
do en una historia sobre una mujer llamada "Madre Jones". Un hom-
bre se levantó para hablar, aparentemente sin haber sido guiado por el
Espíritu. Se dice que mientras él predicaba, la Madre Jones corrió ha-
cia la plataforma, donde se sentó al pie del púlpito. Allí se quedó mi-
rando al sujeto con ojos helados, que no presagiaban nada bueno, has-
ta que finalmente le dijo: "¿Acaso no se da cuenta de que no ha sido
ungido para predicar?" Gracias a este incidente, la Madre Jones rápi-
damente cobró una fama que desalentaba a cualquier predicador no
ungido de acercarse al púlpito. i Se dice que tan pronto como ella se
ponía de pie, el supuesto predicador salía corriendo del púlpito!
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Creo que esta afirmación de Bartleman quizá sea una de las razo-
nes principales por las que Seymour ha sido duramente criticado co-
mo líder. Dios estaba buscando un canal dispuesto, y lo encontró en
él. Dios no está buscando a quienes se jactan de su posición y su
experiencia. Pero, en términos espirituales, la limitada experiencia de
Seymour quizá haya sido la causa de sus dificultades. Estoy de acuer-
do en que los líderes deben exponer firmemente la verdad en lugar de
concentrarse en lo falso. El engaño no puede prevalecer frente a la au-
toridad, la fortaleza y la sabiduría de los líderes ungidos por Dios que
se entregan a la oración. Me alegro de que ellos dependieran de la
oración. Pero Dios también da voz a sus líderes, y esa voz, por la for-
taleza del Espíritu Santo, sabrá cómo separar lo que es valioso de los
engaños que corrompen. Los líderes fuertes, guiados por Dios, pue-
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LOS GENERALES DE DIOS
Quizá lo que Parham percibía era lo correcto, pero aun así, las co-
sas habrían resultado de otra manera si hubiera actuado en forma más
paternal que dictatorial. Seymour no cambió su teología; tampoco lo
hizo Parham. Seymour no mencionó esta rivalidad durante dos me-
ses, y cuando finalmente lo hizo, sus palabras fueron muy discretas,
evitando cualquier crítica directa:
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SOf'\~RftS y LO~OS
En los años siguientes a la muerte de Seymour, su esposa pastoreó
la obra misionera de Azusa. Todo continuó normalmente durante
ocho años. Entonces, en 1931, surgieron nuevos problemas. A conse-
cuencia de una serie de batallas legales encabezadas por alguien que
intentaba apoderarse de la obra misionera, las autoridades de la ciu-
dad se pusieron en contra del grupo y declararon que el edificio im-
plicaba una amenaza de incendio. Ya avanzado el año, la propiedad
fue demolida, mas no sin antes ser ofrecida a una denominación pen-
recostal que contestó: "No estamos interesados en reliquias".40 En la
actualidad, lo único que queda es un cartel con el nombre de la calle
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LOS GENERALES DE DIOS
lEúftDO DE PODER
Aunque el legado y el ministerio de William J. Seymour parecen
una historia desgarradora, los resultados de sus esfuerzos entre 1906
y 1909 produjeron el movimiento pentecostal y lo hicieron explotar
hacia todo el mundo. Hoy, muchas denominaciones atribuyen su fun-
dación a los participantes de Azusa. La mayoría de los primero líde-
res de las Asambleas de Dios provenían de Azusa. Demos Shakarian,
fundador de la Fratemidad de Hombres de Negocios del Evangelio
Completo, afirma que su abuelo era miembro de la congregación ori-
ginal de Azusa. Los esfuerzos evangelísticos de la familia Valdez, de
la familia Garr, del Dr. Charles Price, y de incontables otros también
están relacionados con este avivamiento.
Probablemente todos en el movimiento pentecostal puedan atri-
buir sus raíces, en alguna forma, a Azusa. A pesar de todas las contro-
versias y de las peculiares doctrinas de Azusa, dondequiera que se
menciona este nombre, la mayoría inmediatamente piensa en el poder
del Espíritu Santo que se derramó en sus filas.
DIOS no ES RftCISTfi
Algunos han tratado de hacer del avivamiento en Azusa y el mi-
nisterio de Seymour un tema racial. Lamentablemente, algunas veces
un mover puro de Dios queda escondido entre excesos raciales. Qui-
zá esta fue una de las razones principales por las que Azusa duró so-
lamente tres breves años. Dios no permitirá que su gloria sea presa de
los argumentos de los hombres. Si esto sucede, él se aparta; fin de la
cuestión.
Algunos que parecen dejarse influir por el racismo se molestan
cuando Seymour es llamado "catalizador" de Pentecostés, en lugar de
"padre" del movimiento. Según el diccionario Webster, un "cataliza-
dor" es algo que "precipita un proceso o un hecho y aumenta la velo-
cidad a la que se produce una reacción". Esto es exactamente lo que
hizo Seymour. El ministerio pentecostal de William Seymour aumen-
~b***+
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Williall1 1. Se)'lI1our - "El catalizador de Pentecostés"
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