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To cite this article: José María Naharro-Calderón (2005) Los trenes de la memoria, Journal of
Spanish Cultural Studies, 6:1, 101-122, DOI: 10.1080/1463620042000336938
A los inocentes que sufrieron las bombas fascistas del Puente de Vallecas en noviembre
de 1936 (mi madre de 14 años) y a los de los trenes de la muerte que una mañana del 11
de marzo de 2004 se detuvieron para siempre sin sospechar que tras aquel escueto ‘‘El
Pozo’’ se escondı´a el barrizal que el tı´o Raimundo habı´a empedrado de solidaridad y de
esperanza . . .
Los exilios de las Españas de 1939 (pluralidad exigida por su diversidad polı́tica,
social, económica, genérica o geográfica) se han puesto de moda: se filtran por los
reflejos de las pantallas televisivas y cinematográficas, las salas y catálogos de
exposiciones, las apetitosas mesas de las librerı́as, los suplementos culturales y
dominicales, congresos y reuniones universitarias.1 Parece como si esta plusvalı́a
hubiera surgido en armonı́a con una obsesión por la memoria que Todorov (Mémoire)
describe como ‘‘memoria del mal, tentación del bien,’’ y con un fenómeno
globalizador y ‘‘humanitario’’ de desplazamientos y campos de refugiados actuales:
Palestina, Kosovo, Afganistán, Pakistán, Irak. . ., por sólo citar los más recientes o los
que mi memoria o ignorancia ocultan desenfocadas por las cámaras omnipresentes de
las multinacionales de la información planetaria. Ası́ lo ratifica un joven escolar de
diecisiete años al señalar, en una carta al director de El Paı́s Semanal, que las imágenes
de un reciente documental sobre los exilios de las Españas de 1939 le ‘‘han llevado a la
mente imágenes de Chechenia, Kosovo. . ., [que] hasta ahora pensaba existı́an lejos y
siempre en la tele.’’2 Los semas inestables de los exilios de 1939 han emigrado de las
desvencijadas cubiertas del ‘‘Sinaia,’’ ‘‘Ipanema,’’ ‘‘Mexique,’’ ‘‘Flandre’’ o ‘‘Stan-
brook,’’ al naufragio de las pateras que simbolizan la paradójica diseminación del
término en la brumosa estela de las diásporas contemporáneas alteradas por la
redefinición de los lı́mites territoriales e imaginarios culturales, nacionales y
lingüı́sticos.3
Los discursos mediático-culturales explotan ahora este interés por nuestro pasado
exiliado, teórica y prácticamente alejado de las analogı́as migratorias actuales, seguros
o ignorantes de la ineficacia ideológica de estas perturbadoras historias a pesar de su
patético impacto como simulacro de imágenes, prueba de que la memoria fósil del
exilio ya sólo emerge como arqueologı́a audiovisual. La presencia de sus imágenes
parece no molestar, no contradecir, no desestabilizar el imaginario general de una
sociedad de ‘‘libertad, diversidad cultural, convivencia democrática, proyección
internacional y desarrollo económico,’’ conceptos fundamentales definidos en el
Preámbulo de la Constitución que enmarcan la Exposición Mano a mano: La
Constitución de la España democrática (Centro Cultural de la Villa de Madrid: 6 de
diciembre 2003 22 de febrero de 2004), comisionada por el historiador Fernando
/
Journal of Spanish Cultural Studies Vol. 6, No. 1 March 2005, pp. 101 /122
ISSN 1463-6204 print/ISSN 1469-9818 online – 2005 Taylor & Francis Group Ltd
http://www.tandf.co.uk/journals DOI: 10.1080/1463620042000336938
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Decir amnistı́a equivalı́a a nombrar la guerra civil. Sólo la guerra daba sentido a la
amnistı́a; sólo el recuerdo podı́a llenar de contenido polı́tico la decisión de olvido
[. . .] La transición no era nueva sino vieja de treinta años, en su exigencia básica:
fin del discurso de la guerra, reconciliación, amnistı́a y renuncia a la revancha.
(Vı´ctimas 49 y 50)
neofranquistas) ratificada por una votación insospechada pocos dı́as después, apuntó de
nuevo a otro 19 y 20 de julio del pueblo reivindicador ante el Cuartel de la Montaña o
las Atarazanas, a otro ‘‘No pasarán.’’
Pero a pesar de que Gustavo Bueno señale como sectario y propio de una
memoria gremial interesada, querer borrar un retrato de José Antonio Girón,
ministro de Franco y fundador de la Universidad Laboral de Gijón y no pedir la
eliminación en Asturias de los nombres de golpistas del 34 como Belarmino Tomás o
Ramón González Peña contra el gobierno del Bienio Negro, no se puede olvidar que los
segundos pagaron con la represión carcelaria sus actos y con el exilio posterior su
defensa de instituciones legı́timas polı́ticamente, mientras que los primeros nunca
respondieron ante la justicia ni ante la intramemoria democrática de sus actos. Para los
primeros existen, entre otros, abundantı́simos sedimentos visuales o institucionales :
las viviendas de protección oficial que pueblan la geografı́a española esgrimiendo en
una placa a la entrada del edificio el yugo y las flechas, las fachadas y portadas de
múltiples iglesias donde aparecen listas de represaliados por el terror ‘‘rojo’’ mientras
las cunetas y las fosas comunes siguen pobladas de más de 30 000 cadáveres
‘‘desconocidos’’ del otro lado, los Nuevos Ministerios con su estatua de Franco cuya
réplica todavı́a preside la plaza del Ayuntamiento santanderino, la Capitanı́a General
de Valencia, una plaza de Guadalajara, otra de Melilla, la Academia Militar de
Zaragoza, etc. . ., el complejo neoescurialense de la Moncloa madrileño con su Arco
del Triunfo imperial, las calles de múltiples ciudades y pueblos con los nombres de los
militares golpistas de 1936 (Alcalde), o el Valle de los Caı́dos como obvia sı́ntesis de
lo anterior; y sobre todo la tortura, práctica habitual del franquismo recuperada por
los cuerpos de seguridad del Estado ‘‘democrático’’ y denunciada por Amnistı́a
Internacional, o la reciente preeminencia de polı́ticos y polı́ticas de rancia alcurnia
franquista. Para la memoria republicana, apenas existe algún motivo que el franquismo
no eliminó por miedo, descuido o complicidad : en Madrid, la bandera de la Segunda
República en el alicatado de la entrada de la Plaza de toros de las Ventas de Madrid
alusivo a su inauguración en 1931, o la fecha de 1933 inscrita en la Fuente de la Calle
de Caravaca en el Avapies madrileño ; y aquellos escasos lugares de memoria
(nombres de calles o plazas, estatuas, etc. . .) que fundamentalmente por iniciativa
consistorial, local o autonómica se han ido añadiendo o cambiando en las últimas
décadas. La supramemoria desmemoriada, a pesar del vaciado de los contenidos de los
enunciados referentes a la Guerra Civil y los exilios no deja de ser principalmente una
inframemoria, a pesar de todo, que favorece los rastros vigentes de los vencedores y
castiga generalmente a la comunidad con la ignorancia sobre los exiliados y vencidos.
No obstante, los exilios de 1939 se han asomado a las pantallas televisivas y a los
anaqueles de una exposición itinerante Exilio (Madrid, A Coruña, Granada) organizada
por la Fundación Pablo Iglesias y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofı́a, que
ha atraı́do en la primera ciudad a grandes colas de visitantes (Madrid, Palacio de
Cristal, 17 de septiembre 2 de diciembre de 2002). Dividida en seis secciones, ‘‘la
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1983-febrero 1984) sobre El exilio español en México. El ya citado libro El exilio español
(1936 1978), de Julio Martı́n Casas y Pedro Carvajal Urquijo, extraı́do del
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como parte de una crónica donde la destrucción ha quedado borrada por los beneficios
del presente.
En la exposición Exilio con presencia en su inauguración de la máxima autoridad
del Estado, su impulsor, Alfonso Guerra, Presidente de la Fundación Pablo Iglesias,
señala en el catálogo de la muestra, la dificultad que tienen los exiliados para adaptarse
al destierro, como emblema asumible pero fosilizado de un pasado definitivamente
superado e irreversible, pero sin contrastarlo, por ejemplo, con las analogı́as
económicas, culturales y sociales de las polı́ticas de inmigración de la España actual.25
La exposición se abre en la sección ‘‘La retirada’’ y se cierra en la de ‘‘Los retornos’’
con las constituciones y banderas, respectivamente, de la República de 1931 y de la
Monarquı́a de 1978, como si ambos sistemas fueran equivalentes, siguiendo una
lectura consensuada sobre la ‘‘monaquı́a republicana,’’ ya que Guerra afirma en el
catálogo que ‘‘entre la pobreza, la indigencia, el desarraigo y la humillación, los
españoles del destierro concebı́an una España reconciliada, en paz: soñaban lo que
mucho más tarde serı́a la Constitución de 1978’’ (Admetlla, Barbadillo y Ramı́rez
13).26 Si los textos constitucionales comparten objetivos autonómicos, lingüı́sticos o
seculares, se puede debatir la equiparación de la monarquı́a constitucional como
heredera del espı́ritu republicano y de los sufrimientos del exilio, por mucho que el
monarca naciera fuera de España, debido a la salida de Alfonso XIII y la ‘‘usurpación’’
franquista. La monarquı́a actual por muy constitucionalista y democrática que parezca,
no puede esconder sus orı́genes como una institución marcada por el privilegio y la
diferencia con el exilio, tanto por su estancia dorada en Roma y Estoril, como por su
compromiso con la tutela franquista. Contemplar en las secciones ‘‘La retirada’’ o ‘‘La
Segunda derrota’’ a los idos de la escalera de Mauthausen, a los piojosos de los campos
de concentración franceses, o a la heroica carne de cañón de la guerrilla o de los
españoles en los ejércitos aliados con, por ejemplo, en la sección ‘‘La Numancia
errante’’ las noticias de los gestos pactistas de prietistas y monárquicos en San Juan de
Luz y la foto de la familia real en Estoril ratifica la gestación de la supramemoria de
olvido que la exposición Exilio desvela con otras analogı́as más obvias. La legitimación
republicana de la monarquı́a enmarcada por las enseñas que abren y cierran la muestra
efectivamente procede, entre otros gestos, del Pacto de San Juan de Luz ratificado por
Franco sui generis en San Sebastián y aprobado en la transición, a pesar de los cuarenta
años de franquismo y sus dobles de muertes y exilios. Al recoger documentos del
franquismo en que se reflejan, entre otros, la paulatina pero segura aceptación de éste
en los cenáculos internacionales, la exposición permite reconstruir los cimientos de la
supramemoria anteriores a la transición y la incapacidad del exilio para interxiliarse.27
A su vez, en ninguno de los documentos elaborados sobre el exilio en 2002
(exposición Exilio, documental de Pedro Carvajal Urquijo y libro de éste y Julio
Martı́n Casas) se tocaron temas controvertidos. Fueron en general inframemorias no
crı́ticas que afluı́an hacia supramemorias de un exilio largo pero exento de grandes
controversias. Por ejemplo, no emergió el escollo del tesoro republicano en manos
del SERE y de la Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles (JARE).28 El
protagonismo que dirigentes como Prieto y Negrı́n tuvieron sobre dichos fondos,
como continuación al del oro de Moscú, no fue ajeno a la indefensión de los
refugiados en los campos o de sus dificultades al llegar a México: ¿cuántos fallecieron
en los campos o a los pocos meses de su llegada ultramarina, o cuántos protestaron
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por la escasez o nulidad de los subsidios? ¿Cómo hablar de uno de los episodios más
complejos y turbios del exilio de 1939?
En el volumen de Martı́n Casas y Carvajal, El exilio español (1936 1978), se
/
como historia de todos, sin percibir que sus memorias pertenecı́an casi únicamente al
archivo de las generaciones idas. Este deseo de inscripción colectiva se refrendaba,
como panel verbal a imitación del Memorial a la Guerra de Vietnam en Washington, en
una gran tira blanca que sobrevolaba el espacio superior de los anaqueles de la
exposición con nombres conocidos y anónimos del exilio (Caruthers 35 y ss). Pero
entre las contradicciones inevitables de los mensajes vindicativos de memorias todavı́a
enfrentadas e irreconciliables (testimonios de franquistas violentamente reivindica-
dores), aparecı́a una tercera vı́a, ignorada en los objetivos iniciales de estas muestras y
cuya presencia pueden desfosilizar los exilios de 1939 como arqueologı́a y traducirlos
en posibles manuales de convivencia actualı́simos.
Despachado a las supramemorias vaciadas gran parte de los traumas e
inframemorias de la Guerra civil y los exilios por la desaparición de sus protagonistas
y testigos, por los discursos, exposiciones y gestos oficiales y oficiosos de
reconocimiento y olvido, tras la localización y sepelio de los restos de las vı́ctimas
de algunas fosas comunes, han surgido otras contradicciones de exilio en una sociedad
española sumergida en las ambivalencias de ultranacionalismos, inmigraciones,
racismos y xenofobias, a pesar de la postura numantinamente reticente del PP hacia
estas inframemorias, a su entender, no suficientemente supramemorizadas.
Ası́ la ‘‘aznaridad’’ tendió a re-radicalizar con fines electoralistas el debate de
la memoria de la Guerra (por ejemplo, cobertura mediática y éxito de ventas de
los panfletos de Pı́o Moa, o rechazo a los homenajes a las vı́ctimas del franquismo)
para ası́ demonizar a los grupos socialdemocráticos y nacionalismos históricos con
imaginarios violentos cercanos a la Guerra Civil y los exilios, asociados ahora al
terrorismo de ETA o todo lo que oliera a una visión plural de las Españas (creación
de un corpus legal para reprimir cualquier gesto contra el artı́culo segundo del Tı́tulo
Preliminar de la Constitución de 1978 o la ‘‘indisoluble unidad de la nación
española’’).31 Estos nuevos « tres dı́as de julio » que han reemergido en marzo
de 2004, recuerdo del tı́tulo de un relato de Luis Romero, como en 1936 van de la
tragedia colectiva a la exaltación popular. Se ha actualizado la obvia fuerza de la ética
solidaria presente en la Guerra Civil y los exilios, amordazada durante la transición
y que se ha manifestado tardı́amente en las dos exposiciones citadas de la Fundación
Pablo Iglesias, sin que parecieran alterar significativamente los sondeos anteriores a
las elecciones de 2004 que predecı́an una continuidad de las polı́ticas de la
‘‘aznaridad’’.
Sin embargo, el gesto del actual gobierno del PSOE de invitar al desfile militar del
dı́a doce de octubre de 2004 a veteranos españoles de la División Leclerc que
encabezaron la liberación de Parı́s el 25 de agosto de 1944, junto con excombatientes
de la División Azul franquista que lucharon en el frente ruso con las tropas Nazis,
contrasta con un proyecto de ley para restablecer el honor de todos los españoles
represaliados por el régimen de Franco, entre ellos el del presidente de la Generalitat
Lluis Companys, fusilado en 1940 en el cementerio de Montjuich. Estas contra-
dicciones vuelven a recalcar los bandazos de las polı́ticas oficiales de reconciliación que
fluctúan generalmente entre las ‘‘buenas’’ intenciones y el oportunismo ‘‘ecuánime’’
que intenta borrar los problemas morales de los horrores históricos.
Como lo reclamaban los comentarios de visitantes inmigrantes y extranjeros en el
libro de firmas la exposición Exilio de la Fundación Pablo Iglesias, no era ese debate el
que interesaba a un grupo poblacional creciente en el que están depositadas, en parte,
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las esperanzas demográficas de una sociedad española que en 2050 pudiera ser la más
envejecida del planeta. La memoria de los exilios de 1939 quizás servirı́a de llamada
de alerta, como paradójico espejo ante estas nuevas asignaturas pendientes que
representa la inmigración latinoamericana o del Estrecho, ésta última fragilizada y
vulnerable aún más ahora tras este episodio de terror ultraislámico. ¿Se podrán
desfosilizar las supramemorias exı́licas que vivieron en el destierro y se hundieron en
el interior como arqueologı́a, para reemerger como recuerdo de su instalación en una
América Latina que ha invertido el sentido del viaje o una zona norteafricana que ya
acogió a judı́os, moriscos y republicanos, desterrados al final de épocas relativamente
plurales en la historia española? ¿Podrá la ejemplaridad de los exilios todavı́a
mostrarnos no sólo retrospectiva sino proyectivamente, un marco de ‘‘solidaridad’’
para las diásporas actuales, que significativamente también han sido tocadas por la
barbarie del 11 M? ¿Las bombas de los nuevos almorávides o almohades del 11 M
producirán una irremediable brecha entre las actuales comunidades de moriscos de la
inmigración y sus anfitriones o aportarán una nueva oleada de recortes de derechos
democráticos? ¿Se podrá recuperar algo del crédito moral del legado al-andalusı́ que
hubiera permitido a los representantes españoles, en estos tiempos convulsos, mediar
en los conflictos de Oriente Medio, arropados por memorias de tolerancia relativa
entre las comunidades de dhimmis medievales? ¿Se evitará ası́ que la fosilización de
nuestro pasado actúe a la manera de las intramemorias crı́ticas que suelen afectar única
e inútilmente a élites cultivadas y/o ya sensibilizadas pero ineficaces (plataformas y
publicaciones universitarias, instalaciones artı́sticas, muestras culturales) o son
recuperadas por foros espectaculares como el de Barcelona 2004 que esconden tras
las especulaciones inmobiliarias y una retórica de tolerancia la pauperización del
habitat y los contratos basura?32 ¿Qué cordón umbilical de responsabilidad une al
consenso de desmemoria sobre la Guerra Civil y los exilios con la ‘‘aznaridad’’ y su
polı́tica de corte neofranquista la cual, velis nolis, ha potenciado en España una
crispación independentista en los nacionalismos históricos y una pleitesı́a neoimper-
ialista internacional que obviamente ha enturbiado más la ciénaga de la violencia
planetaria de corte estatal y terrorista? ¿No actualizaban inconscientemente los gritos
del ‘‘¿Quién ha sido?’’ que salieron de las gargantas de muchos españoles el 11 M, la
validez de la tópica frase de George Santayana de que ‘‘los pueblos que ignoran su
historia [Guerra Civil y exilios] están condenados a repetirla’’? ¿Encontrarán los
familiares de las vı́ctimas responsabilidades morales en esta cadena de olvidos, en estas
bombas cuyas explosiones se hicieron eco el 11 M de las de 1936? ¿Habrá despertado
violentamente el 11 M a pesar de todo (recordemos aquel eslogan de la resistencia
antifranquistra ‘‘a mayor represión mayor conciencia’’) a una sociedad española
desmemoriada y satisfecha en su sordina mediática (hay que notar los diez millones de
votos para la ‘‘aznaridad’’ el 14 de marzo o la tensión de las manifestaciones callejeras
que ha vuelto a esgrimir el espectro de las dos Españas)? ¿Encontrará respuesta esta
nueva búsqueda arqueológica de la utopı́a entre los fósiles de la solidaridad de nuestros
silencios exiliados? ¿Llegarán ahora por vı́a de las inframemorias del 11 M a las
estaciones de la decencia del recuerdo estos convoyes de las intramemorias de exilios
o quedarán también estacionados en las vı́as muertas del olvido, entre las sombras de
algunos de los que esa mañana en los andenes del cinturón popular del sur madrileño
creı́an abordar unos trenes que les permitirı́an algún dı́a bajarse de la diáspora española
en la lejana parada radiante de futuro de alguna barriada familiar de sus orı́genes?
LOS TRENES DE LA MEMORIA 117
Notas
1 Retomo algunas ideas de mis ‘‘Falacias’’ 351 357, ‘‘De exilios’’ 217 223 y
/ /
‘‘Epı́logo’’ 637 640. Como señala George Steiner (Grammaires), el poder más
/
Dı´as y noches. Madrid: Espasa, 2000; Rodolfo y Daniel Serrano. Toda España era una
cárcel: memoria de los presos del franquismo. Madrid: Aguilar, 2002; Ricard Vinyes.
Irredentas: las presas polı´ticas y sus hijos en las cárceles franquistas. Madrid: Temas de
hoy, 2002; C. Molinero, M. Salay y J. Sobrequés, eds. Una inmensa prisión. Los
campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el franquismo. Barcelona:
Crı́tica, 2003. Como botón de muestra mediático-cultural del fenómeno, ver
‘‘Exilio.’’
15 Recientemente el cómico Leo Bassi ha mostrado las contradicciones del mausoleo en
‘‘Viaje a lo peor de Madrid’’ mostrando una foto de ‘‘Franco con Sadam Husein en
1974’’ y declarando que ‘‘me siento ofendido de que exista un lugar ası́ en vez de un
museo que rinda homenaje a todas las personas que tuvieron que trabajar para
levantar este sitio’’ (Hidalgo 7).
16 Para Manuel Vázquez Montalbán, la ‘‘aznaridad’’ serı́a la persistencia del franquismo
sin Franco.
17 El PP tampoco ha favorecido la aclaración de las fosas comunes.
18 El islote Perejil es una pequeña isleta frente a la costa marroquı́ en la que se produjo
una simbólica invasión alahuita en el verano de 2002, replicada contundentemente
por tropas españolas. El gobierno de José Marı́a Aznar se unió en contra de la
mayorı́a de la opinión pública española a la polı́tica intervencionista de EEUU y el
Reino Unido en Irak.
19 El libro de Pı́o Moa, que se ha convertido en éxito de ventas, reproduce las tesis
neofranquistas del historiador Ricardo de la Cierva y difunde la falsedad de que la
historiografı́a canónica sobre la Guerra Civil sólo transmite la versión de los
vencidos.
20 Esta resolución estaba redactada con el espı́ritu reconciliador supramemorı́stico ya
descrito.
21 Una relectura sospechosa sobre la tolerancia relativa de las tres culturas,
excesivamente basada en los ejemplos culturales como plataforma de lo cotidiano
en Menocal.
22 Para una profunda crı́tica de los fósiles de la historia europea, ver Josep Fontana,
Europa.
LOS TRENES DE LA MEMORIA 119
31 ‘‘ETA es el único rescoldo del pasado’’ afirma también Jorge Semprún (‘‘ETA’’ 12).
Recordemos que el abuelo de José Marı́a Aznar fue el ‘‘intelectual’’ al que Jaime de
Andrade, alias Francisco Franco, entregó el manuscrito de Raza.
32 Durante los meses que rodearon al conflicto de Irak de 2003, fueron desalojados
violentamente por el ‘‘tolerante’’ ayuntamiento de Barcelona afiliado al PSOE,
varias ocupaciones de colectivos pacifistas y antiglobalizadores que con el eslogan
‘‘¿Cuál es tu guerra?’’ denunciaban la hipocresı́a de las polı́ticas especuladoras. Un
monigote del dibujante ‘‘El Roto’’ esperpénticamente reclamaba ‘‘no contratos
cloaca sino basura.’’
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