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Journal of Spanish Cultural Studies

ISSN: 1463-6204 (Print) 1469-9818 (Online) Journal homepage: https://www.tandfonline.com/loi/cjsc20

Los trenes de la memoria

José María Naharro-Calderón

To cite this article: José María Naharro-Calderón (2005) Los trenes de la memoria, Journal of
Spanish Cultural Studies, 6:1, 101-122, DOI: 10.1080/1463620042000336938

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Published online: 17 Aug 2006.

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José Marı́a Naharro-Calderón

LOS TRENES DE LA MEMORIA

A los inocentes que sufrieron las bombas fascistas del Puente de Vallecas en noviembre
de 1936 (mi madre de 14 años) y a los de los trenes de la muerte que una mañana del 11
de marzo de 2004 se detuvieron para siempre sin sospechar que tras aquel escueto ‘‘El
Pozo’’ se escondı´a el barrizal que el tı´o Raimundo habı´a empedrado de solidaridad y de
esperanza . . .

Los exilios de las Españas de 1939 (pluralidad exigida por su diversidad polı́tica,
social, económica, genérica o geográfica) se han puesto de moda: se filtran por los
reflejos de las pantallas televisivas y cinematográficas, las salas y catálogos de
exposiciones, las apetitosas mesas de las librerı́as, los suplementos culturales y
dominicales, congresos y reuniones universitarias.1 Parece como si esta plusvalı́a
hubiera surgido en armonı́a con una obsesión por la memoria que Todorov (Mémoire)
describe como ‘‘memoria del mal, tentación del bien,’’ y con un fenómeno
globalizador y ‘‘humanitario’’ de desplazamientos y campos de refugiados actuales:
Palestina, Kosovo, Afganistán, Pakistán, Irak. . ., por sólo citar los más recientes o los
que mi memoria o ignorancia ocultan desenfocadas por las cámaras omnipresentes de
las multinacionales de la información planetaria. Ası́ lo ratifica un joven escolar de
diecisiete años al señalar, en una carta al director de El Paı́s Semanal, que las imágenes
de un reciente documental sobre los exilios de las Españas de 1939 le ‘‘han llevado a la
mente imágenes de Chechenia, Kosovo. . ., [que] hasta ahora pensaba existı́an lejos y
siempre en la tele.’’2 Los semas inestables de los exilios de 1939 han emigrado de las
desvencijadas cubiertas del ‘‘Sinaia,’’ ‘‘Ipanema,’’ ‘‘Mexique,’’ ‘‘Flandre’’ o ‘‘Stan-
brook,’’ al naufragio de las pateras que simbolizan la paradójica diseminación del
término en la brumosa estela de las diásporas contemporáneas alteradas por la
redefinición de los lı́mites territoriales e imaginarios culturales, nacionales y
lingüı́sticos.3
Los discursos mediático-culturales explotan ahora este interés por nuestro pasado
exiliado, teórica y prácticamente alejado de las analogı́as migratorias actuales, seguros
o ignorantes de la ineficacia ideológica de estas perturbadoras historias a pesar de su
patético impacto como simulacro de imágenes, prueba de que la memoria fósil del
exilio ya sólo emerge como arqueologı́a audiovisual. La presencia de sus imágenes
parece no molestar, no contradecir, no desestabilizar el imaginario general de una
sociedad de ‘‘libertad, diversidad cultural, convivencia democrática, proyección
internacional y desarrollo económico,’’ conceptos fundamentales definidos en el
Preámbulo de la Constitución que enmarcan la Exposición Mano a mano: La
Constitución de la España democrática (Centro Cultural de la Villa de Madrid: 6 de
diciembre 2003 22 de febrero de 2004), comisionada por el historiador Fernando
/

Garcı́a de Cortázar. En los cinco documentales de la muestra dedicados a cada una de


estas ideas, junto a las zonas donde los objetos ilustran diversos aspectos de la cultura,

Journal of Spanish Cultural Studies Vol. 6, No. 1 March 2005, pp. 101 /122
ISSN 1463-6204 print/ISSN 1469-9818 online – 2005 Taylor & Francis Group Ltd
http://www.tandf.co.uk/journals DOI: 10.1080/1463620042000336938
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la sociedad, la ciencia, la polı́tica y los deportes, pelı́culas y música u obras del


panorama artı́stico reciente, la memoria gremial o partisana de los exilios de 1939,
esa amalgama de signos conformada por protagonistas y testigos  cada vez más
/

escasos  , documentos, recuerdos, crónicas y ‘‘ficciones,’’ desaparece como espectro


/

desgajado de un presente de ‘‘España va bien,’’ lema de José Marı́a Aznar, presidente


del Gobierno de España por el Partido Popular (PP) hasta las sorprendentes elecciones
del 14 de marzo de 2004.
Por otro lado, el filósofo Gustavo Bueno, militante del Partido Comunista de
España durante el franquismo, critica la búsqueda de una memoria histórica común,
enmarcada por ejemplo por la ‘‘Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica.’’ En la misma lı́nea, el Partido Socialista Obrero Español e Izquierda Unida
presentaron en el Congreso de los Diputados proposiciones no de ley del 9 de
septiembre al 4 de octubre de 2002 para reivindicar el ejemplo colectivo de los
perdedores de la Guerra Civil, lo que finalmente desembocó en una declaración de
condena ‘‘unánime’’ de todas las fuerzas polı́ticas al golpe de Franco, con un
‘‘‘reconocimiento moral’ a quienes ‘padecieron la represión de la dictadura
franquista’’’ y la promesa de ‘‘ayudar a los exiliados y a reabrir las fosas comunes’’
donde fueron enterradas miles de vı́ctimas anónimas de la Guerra Civil (Cué, ‘‘El PP
condena’’ 28).
Tras estos gestos, Bueno destaca el carácter esencialista, metafı́sico y pseudo
objetivo como depositario de tota simul et perfecta posesio de una hipotética e inasible
memoria común. Frente a esta entelequia, destaca el proceso constructivo y partidista
que le da sus señas de identidad a toda memoria personal/gremial/colectiva/histórica
que pertenece a un grupo particular, sea de un espectro polı́tico u otro. Esta memoria
partisana se aparta de la historia, el relato falaciosamente objetivo basado en una
‘‘interpretación o reconstrucción de las reliquias que permanecen en el presente a las
que haya tenido acceso el historiador y una ordenación e interpretación por el punto
de vista de la narración de estas reliquias’’ (Bueno, El mito 265). En ese sentido, tan
parcial es la memoria histórica gremial de un grupo en particular cuyos vasos
comunicantes en permanente flujo y reflujo desembocan y manan de las experiencias
privadas e individuales, como la historia cual documento que aspirara a conformar una
memoria común imparcialmente asumible, ya que el pasado es siempre un cronotopo
inexplorable en su totalidad. La historia como discurso de utilidad social a través de
sus circuitos de difusión (escuelas, bibliotecas, publicaciones y reuniones, medios
audiovisuales) no posee otra legitimidad, para alimentarse y nutrir a la vez la
ambivalente memoria común, que no sea la de esgrimir una etiqueta engañosa que
afirma contar sin intereses partidistas a partir de fuentes fidedignas.
A pesar de la inexistencia de una supermemoria universal, justa, ecuánime, que
contente a la colectividad y a los diferentes grupos y/o individuos, ya que el exceso de
la memoria de los unos incide sobre la disminución memoriosa de los otros (Ricoeur
97), en la España del postfranquismo se produjo un pacto salomónico consensuado
para borrar del marco polı́tico y cultural ‘‘común,’’ la referencia a las memorias
partisanas de los grupos enfrentados en la Guerra Civil y los exilios. Se certificaban ası́
diversos gestos pactistas durante el interxilio a los que me referiré más abajo, sin tener
en cuenta que dicho olvido favorecı́a, velis nolis, la longevidad e inmunidad de la
memoria de los vencedores que habı́an ocupado el imaginario colectivo del interior
durante cuatro décadas.4 El interxilio, por un lado, es un término cronológico que
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engasto para enmarcar el perı́odo común tanto en el interior franquista como en el


exilio (1939 1977), para ası́ reivindicar la importancia de la cultura exiliada a pesar
/

de su aparente ausencia en el interior de la España franquista. Por otro, se trata de un


concepto que señala la incapacidad epistemológica del exilio para definir su ser y
encontrar su estar y para ser readmitido en un espacio copado por la prevalencia de la
cultura del interior (Naharro-Calderón, Entre el exilio 85 y ss.; ‘‘Cuando España’’ 26 y
ss.; ‘‘De exilios’’ 217 y ss.).
Para el caso de los exilios de las Españas de 1939, no se produjo en la transición
postfranquista un proceso de cambio polı́tico y cultural lento que hubiera acarreado la
creencia de que el presente debı́a esgrimir el pasado, destacando el ejemplo gremial
de los vencidos y vı́ctimas de la Guerra Civil y los exilios para contribuir a su
reemergencia, visibilidad y/o preeminencia, mientras se depuraba la prevalencia de la
memoria del franquismo: inframemorias. Tampoco se asistió a un cambio gradual en
que el pasado de los exilios se pudiera asumir como mito o historia ritual de los que la
comunidad fuera capaz de extraer ejemplos pertinentes para guiarse en el presente y
ası́ desintoxicar los circuitos colectivos de la prevalencia de la memoria de los
vencedores desenmascarando también las contradicciones y paradojas de los vencidos:
intramemorias. Al contrario, el cambio acelerado español evitó polı́tica o
culturalmente que el pasado fuera una estructura de referencia, ya que sin su
presencia activa, se cimentó una polı́tica silenciosa de rechazo de la Guerra Civil,
república y exilios, de trascendencia del pasado y abrazo del olvido: supramemorias
(Naharro-Calderón, ‘‘¿Y para qué?’’ 63 y ss.).5
Las inframemorias luchan dialécticamente por dominar los espacios culturales, ya
que sus protagonistas y/o vı́ctimas suelen reivindicar una legitimidad indiscutible. Éstas
se podrı́an decantar, cuando desaparecen los testigos, como intramemorias asumidas
por la comunidad, ya que los ejemplos de éstos se habrı́an ido filtrando como
enunciados preservables que actúan cua sı́mbolos reinscribibles en el presente. Por
ejemplo, de haberse destacado la utópica solidaridad de y hacia los grupos republicanos
en el exilio, ésta se podrı́a refractar hoy sobre los problemas de acogida a los grupos
inmigrantes. Por otro lado, las intramemorias no son garantı́a de ecuanimidad o de
equilibrio para el presente como lo muestra el tratamiento memorı́stico del
Holocausto. Como señas de identidad exclusivista del pueblo judı́o (por ejemplo, en
el Museo del Holocausto de Washington brillan por su ausencia las vı́ctimas no judı́as
como los españoles), el exterminio nazi o la inframemoria como mal radical se puede
volver fuente activa de una intramemoria que lleva al Sionismo a interpretaciones
‘‘perversas’’ para justificar el genocidio actual sobre el pueblo palestino.
Sin embargo, donde sı́ se aspira y se puede lograr un consenso sobre la memoria,
es paradójicamente en aquellas supramemorias donde se vacı́a de contenido el pasado,
donde el enunciado equivale al olvido, a la desmemoria, a la amnesia, cuando se
quiere impedir que el archivo se convierta en fuente de legitimidad, reivindicación o
conflicto, esgrimiendo objetivos que éticamente expresan valores esencialmente
asumibles por la colectividad: la amnistı́a, la reconciliación, la paz, el perdón. Pero el
conocido refrán ‘‘Muerto el perro se acabó la rabia,’’ manifiesta irónicamente el
sı́ntoma de que una supramemoria desmemoriada y/o amnésica acordada en torno
al olvido no elimina, a pesar de todo, los rescoldos de las inframemorias de los testigos
o gremios en desacuerdo con dicho vacı́o (por ejemplo, los colectivos franquistas y los
grupos defensores de una ruptura neta con el pasado durante la transición), o las
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aspiraciones intramemoriosas que suelen emitir los miembros ilustrados de la


comunidad cultural.
En algunos casos, representantes de este gremio como Santos Juliá, plantean que
las operaciones de supramemoria que he descrito pertenecerı́an a un proceso de
trasvase de olvido de la inframemoria de los vencidos a una intramemoria ecuánime y
vital. Por un lado, Juliá muestra convincentemente que las peticiones de amnistı́a en
torno a los excesos de la Guerra Civil no implicaban operaciones de amnesia y se
habı́an enunciado muchos años antes de la transición. Advierte que Estos manifiestos
se podrı́an remontar a Manuel Azaña (‘‘Paz, piedad, perdón’’ y La velada en Benicarló
de 1937), a pequeños grupos de exiliados como los destinatarios de las Cartas a un
español emigrado de Paulino Masip (1939), al interior a partir de 1944, a socialistas y
monárquicos en el pacto de San Juan de Luz auspiciado por Indalecio Prieto en 1948,
a 1956 entre la oposición antifranquista, al movimiento obrero o a las peticiones del
Manifiesto de Munich contra la dictadura en 1962. Escribe Santos Juliá:

Decir amnistı́a equivalı́a a nombrar la guerra civil. Sólo la guerra daba sentido a la
amnistı́a; sólo el recuerdo podı́a llenar de contenido polı́tico la decisión de olvido
[. . .] La transición no era nueva sino vieja de treinta años, en su exigencia básica:
fin del discurso de la guerra, reconciliación, amnistı́a y renuncia a la revancha.
(Vı´ctimas 49 y 50)

Sin embargo, el argumento de Juliá termina por destilar sus contradicciones al


ratificar que una operación de amnistı́a o de rechazo de las inframemorias se
desideologiza en la amnesia de las supramemorias: ‘‘Decidir olvidar es, por el
contrario, enfrentarse al pasado, recordarlo, tenerlo presente y llegar a la conclusión
de que no determinará el futuro, de que no se va a interponer entre el presente y lo
que se proyecta como posible en el futuro’’ (50). Juliá con la falsa conciencia de élite y
la deformación del historiador positivista que cree representar y dictar la super-
memoria común asume que la supramemoria de olvido pertenece al ámbito de lo
polı́tico para evitar ‘‘instrumentalizar polı́ticamente [la] memoria’’ y ası́ dar rienda
suelta a los espacios de las intramemorias intelectuales ya que ‘‘excluidas como arma
polı́tica la guerra y la dictadura pasaron a ocupar un lugar preferente en el trabajo
histórico’’ (Juliá, ‘‘Acuerdos’’ 16).6 El argumento de Juliá también es una falacia
porque no considera que gran parte de la sociedad era incapaz de olvidar lo que
ignoraba, sobre todo los exilios, que negados por la censura del franquismo durante el
interxilio o la supramemoria durante la transición, apenas recibieron tı́midos ecos en
algunas intramemorias pioneras, contrarias al discurso supramemorı́stico de olvido,
para quedar principalmente almacenados en los palomares del recuerdo de los
protagonistas retornados o englutidos por la diáspora o de los familiares y amigos de
éstos en el interior (Naharro-Calderón, Los exilios 5 y ss.).
Por ello, la sociedad española del tercer milenio se ha alejado por la senda de las
supramemorias de olvido o desmemoria ante las inframemorias gremiales o partisanas
de la Guerra Civil y los exilios, construidas sobre una lógica de enfrentamientos
ideológicos o la esperanza de las utopı́as. Apenas ha tenido contacto con esas
intramemorias históricamente documentadas de los libros de texto, exposiciones u
otros artefactos culturales (publicaciones, pelı́culas y documentales, foros y congresos,
etc. . .), aunque el reciente episodio bélico en Irak, la crisis del Prestige y sobre todo el
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11 de marzo han resquebrajado los cimientos de este sopor antiidealista. En


apariencia, veremos sus contradicciones más abajo, de la inframemoria republicana
sólo quedarı́an rescoldos deformados por los ultranacionalismos independentistas que
han ocupado el espacio plural donde antaño se encontraban las ideologı́as de
izquierdas, aunque éstas hayan reivindicado recientemente el supuesto ejemplo ético y
constitucionalista de los exilios, como una plataforma de pedigrı́ democrático.7
Veremos que los recientes gestos oficiales y oficiosos para potenciar las intramemorias
corroboran que éstas sólo son eficaces cuando pervive el cordón umbilical, las galerı́as
del alma como las llamarı́a Antonio Machado, que las remontan a sus orı́genes,
mientras que cuando emergen, desaparecidos los testigos y hundidos o ignorados los
referentes, sólo desembocan como afluentes de las supramemorias que habı́an
impuesto las polı́ticas de olvido.8
La construcción de un imaginario polı́tico del Partido Popular en el gobierno
entre 1996 y abril de 2004, basado en un pasado liberal conservador sin referencias a
las dos dictaduras del siglo XX, con gotas de jacobinismo (Manuel Azaña) o de
interesada manipulación cultural del exilio (Aub, Cernuda), ha ratificado su reticencia
a condenar la rebelión militar de 1936 y su desprecio a honrar la memoria de los
vencidos (Naharro-Calderón, ‘‘Cuando España’’ 25). Esta postura sectaria parece
haber favorecido un renovado interés por el pasado individual de algunos miembros
más intramemoriosos de las dos generaciones más jóvenes, nietos y bisnietos de la
Guerra y los exilios 1 y ha coincidido con la emergencia cultural de los exilios de 1939
por parte de instituciones privadas de izquierda o autonómicas unido a su interés
mediático. Se funde en un fenómeno de trivialización de las memorias partisanas que
se ven afectadas por una corriente general de alteración de los códigos del pudor
público y privado a través de la hiperdifusión audiovisual de aspectos hasta ahora más
recónditos y escondidos de las vidas o memorias privadas de los sujetos. Envueltos en
una espiral de medios gráficos, radiofónicos y telebasuras desvelados y/o fabricados,
en un entorno de virtualidad violenta imaginada e imaginaria, las memorias de la
Guerra y los exilios del 39 se pueden también convertir en lo que calificarı́a de
‘‘exiliobusiness’’ o ‘‘memoria kitch,’’ como espectáculo-obsesión sobre los aspectos
más truculentos de estas inframemorias (fusilamientos, terror, fosas comunes, campos
de concentración, cárceles, desarraigo de los exilios) coincidente también con una
profusión mediático-manipuladora del poder sobre la crisis y revisión de la hegemonı́a
del estado-nación español (recelos ultrarregionalistas, dudas multiculturales que
aporta la inmigración, vaivenes paneuropeos).9
Como extensión de esta corriente de onanismo consumista del sujeto
contemplado/r, se ha celebrado en el Cı́rculo de Bellas Artes de Madrid, un ciclo
de conferencias tituladas Exilios (enero-abril de 2004), organizada por el Centro de
Trabajo Psiconalı́tico y la Plataforma para el Estudio de la Condición Humana donde
paradójicamente parece haberse esfumado casi toda relación económica, social,
ideológica, polı́tica o colectiva que no tenga que ver con la pulsión individual.10
Es obvio que la reivindicación de la memoria histórica de raı́z desterrada no se
puede interxiliar en el presente ya que la Guerra Civil y el exilio fosilizados entre las
supramemorias, naúfragos de la posmodernidad al final de la historia, se derriten
como témpanos entre lo espectacular-espectral de las utopı́as a la deriva. Los exilios
del 39 están semihundidos entre la nostalgia revolucionaria cubana ma non troppo y el
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turismo sexual neocolonial, la villa olı́mpica levantada en parte sobre el populismo de


la Barceloneta y la montaña judı́a de Montjuich, el crisol migratorio reapropiado como
sı́mbolo de la multiculturalidad en la rambla del Rabal o en el madrileño barrio del
Avapuet (Avapiés) judaico, el ‘‘capitalismo de empresa familiar’’ como arqueologı́a
industrial del espacio Guggenheim de Bilbao o del imaginario ‘‘tolerante’’ para los
negocios y la especulación urbana del Forum barcelonés de las Culturas 2004 y los
movimientos antisistema recuperados como pacifismos ‘‘impotentes’’ ante el eje del
mal y la coalición del miedo e intolerancia del macromilitarismo estadounidense
mediático-espectacular y cibernético y/o sus ‘‘otros’’ y negaciones fundamentalistas.
Por consiguiente, no existe una supermemoria englobadora de todas las
memorias, ecuánime y colectiva que contente a todos los gremios o individuos
memoriosos, ya que además de representar una entelequia, la existencia de esa teórica
memoria se conformarı́a continuamente con datos y elementos cambiantes de los
flujos y reflujos de inframemorias, intramemorias y supramemorias, las cuales se
moldean también con aumentos o disminuciones y cambios de puntos de vista de sus
patrimonios memoriosos, producto de sus contactos, rechazos e influencias mutuas.11
Sin embargo, conviene realizar una distinción entre las memorias partisanas de los
dos bandos de la Guerra Civil y los exilios. La de los vencedores no posee legitimidad
polı́tica, democrática ni jurı́dica, sino que se basa en un golpe de estado con una
represión y exilio cruentı́simos que los exegetas polı́ticos del franquismo han buscado
legitimar sin argumentos fehacientes, entre otros, en un supuesto golpe anterior, el de
los acontecimientos que rodearon la salida del rey Alfonso XIII y que dio paso a la
Segunda República. La expresión de esta legitimidad golpista, se manifestó en el
fallido episodio neofranquista del 23 de febrero de 1981, lo que paradójicamente
aportó un refuerzo de la polı́tica de supramemoria de amnesia y olvido del pasado de
la Guerra Civil y los exilios. Tras el 23 de febrero se escondı́a la fantasmagorı́a de un
nuevo pronunciamiento de corte decimonónico, mientras que a través de la
manipulación de las investigaciones de los atentados del 11 de marzo de 2004, ha
reemergido ese mismo espı́ritu golpista, ahora con armas tecnocráticas y virtuales,
arropado por la aparente eficacia intoxicadora de los medios de comunicación de
masas, que habı́an logrado mantener, ma non troppo, la ventaja electoral del Partido
Popular. El 11 de marzo, el espectro de ‘‘Madrid capital de la gloria,’’ de los
Carabancheles y Vallecas mártires bajo las bombas fascistas de 1936 o del Guernica
intertextualizador, del ‘‘3 de mayo’’ de Goya e ignorado por la prepotencia aznarista
en la obvia analogı́a iraquı́ del ‘‘Viva las cadenas,’’ volvió a pintarse de dolor y sangre
entre la masacre de los inocentes cuyo único delito habı́a consistido en abordar por el
sudor de su frente aquellos trenes en unas barriadas de nuevo cuño popular, ‘‘El pozo
del tı́o Raimundo’’ o de marcado recuerdo literariosocial : ‘‘San Fernando de
Henares.’’12 A través de una exposición de carteles de la Guerra Civil en el Cı́rculo de
Bellas Artes, organizada por la Fundación Pablo Iglesias, en la que se escogió como
cartel anuncio el de un miliciano heredero de los guerrilleros antinapoleónicos, las
vı́ctimas de las bombas de 1936 se actualizaron en las imágenes insostenibles de
Atocha y sus aledaños, a poca distancia de los museos donde cuelgan esos sı́mbolos
perennes de ‘‘la razón de la sinrazón’’ (Todorov, Le nouveau désordre). El 13 y 14 de
marzo, la espontaneidad de las muchedumbres armadas no de fusiles, sino de
cacerolas, de percutores SMS por teléfono móvil que llamaban, frente a las sedes del
Partido Popular, a la rebelión ante la infamia informativa (panen et circensis
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neofranquistas) ratificada por una votación insospechada pocos dı́as después, apuntó de
nuevo a otro 19 y 20 de julio del pueblo reivindicador ante el Cuartel de la Montaña o
las Atarazanas, a otro ‘‘No pasarán.’’
Pero a pesar de que Gustavo Bueno señale como sectario y propio de una
memoria gremial interesada, querer borrar un retrato de José Antonio Girón,
ministro de Franco y fundador de la Universidad Laboral de Gijón y no pedir la
eliminación en Asturias de los nombres de golpistas del 34 como Belarmino Tomás o
Ramón González Peña contra el gobierno del Bienio Negro, no se puede olvidar que los
segundos pagaron con la represión carcelaria sus actos y con el exilio posterior su
defensa de instituciones legı́timas polı́ticamente, mientras que los primeros nunca
respondieron ante la justicia ni ante la intramemoria democrática de sus actos. Para los
primeros existen, entre otros, abundantı́simos sedimentos visuales o institucionales :
las viviendas de protección oficial que pueblan la geografı́a española esgrimiendo en
una placa a la entrada del edificio el yugo y las flechas, las fachadas y portadas de
múltiples iglesias donde aparecen listas de represaliados por el terror ‘‘rojo’’ mientras
las cunetas y las fosas comunes siguen pobladas de más de 30 000 cadáveres
‘‘desconocidos’’ del otro lado, los Nuevos Ministerios con su estatua de Franco cuya
réplica todavı́a preside la plaza del Ayuntamiento santanderino, la Capitanı́a General
de Valencia, una plaza de Guadalajara, otra de Melilla, la Academia Militar de
Zaragoza, etc. . ., el complejo neoescurialense de la Moncloa madrileño con su Arco
del Triunfo imperial, las calles de múltiples ciudades y pueblos con los nombres de los
militares golpistas de 1936 (Alcalde), o el Valle de los Caı́dos como obvia sı́ntesis de
lo anterior; y sobre todo la tortura, práctica habitual del franquismo recuperada por
los cuerpos de seguridad del Estado ‘‘democrático’’ y denunciada por Amnistı́a
Internacional, o la reciente preeminencia de polı́ticos y polı́ticas de rancia alcurnia
franquista. Para la memoria republicana, apenas existe algún motivo que el franquismo
no eliminó por miedo, descuido o complicidad : en Madrid, la bandera de la Segunda
República en el alicatado de la entrada de la Plaza de toros de las Ventas de Madrid
alusivo a su inauguración en 1931, o la fecha de 1933 inscrita en la Fuente de la Calle
de Caravaca en el Avapies madrileño ; y aquellos escasos lugares de memoria
(nombres de calles o plazas, estatuas, etc. . .) que fundamentalmente por iniciativa
consistorial, local o autonómica se han ido añadiendo o cambiando en las últimas
décadas. La supramemoria desmemoriada, a pesar del vaciado de los contenidos de los
enunciados referentes a la Guerra Civil y los exilios no deja de ser principalmente una
inframemoria, a pesar de todo, que favorece los rastros vigentes de los vencedores y
castiga generalmente a la comunidad con la ignorancia sobre los exiliados y vencidos.
No obstante, los exilios de 1939 se han asomado a las pantallas televisivas y a los
anaqueles de una exposición itinerante Exilio (Madrid, A Coruña, Granada) organizada
por la Fundación Pablo Iglesias y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofı́a, que
ha atraı́do en la primera ciudad a grandes colas de visitantes (Madrid, Palacio de
Cristal, 17 de septiembre  2 de diciembre de 2002). Dividida en seis secciones, ‘‘la
/

retirada, la diáspora, la segunda derrota, la Numancia errante, los retornos y los


trasterrados,’’ esta exposición contó con documentos procedentes del Archivo del
Movimiento Obrero, del Archivo Histórico del Partido Comunista de España, de
la Fundación Anselmo Lorenzo que recoge materiales del anarcosindicalismo español
y con objetos prestados por los propios exiliados. El éxito de visitantes contrasta
con la indiferencia que rodeó a la del palacio de Velázquez de Madrid (diciembre
108 J O U R N A L O F S PA N I S H C U LT U R A L S T U D I E S

1983-febrero 1984) sobre El exilio español en México. El ya citado libro El exilio español
(1936 1978), de Julio Martı́n Casas y Pedro Carvajal Urquijo, extraı́do del
/

documental Exilio de los mismos autores, se ha convertido en un éxito de ventas,


mientras la misma multinacional que lo edita, el grupo Planeta, ha publicado El tiempo
del exilio, novela rı́o en tres volúmenes de Jordi Sierra i Fabra, presentado en su
contraportada como un narrador extraordinariamente innovador.13 En la primera
entrega de esta novela, Los años oscuros, su portada es un excelente reclamo del
‘‘exiliobusiness’’ o ‘‘memoria kitch’’: un gran barco transatlántico de lujo se aleja de
un muelle despedido por un grupo de personas elegantemente ataviadas, mientras que
el texto explota los mejores ingredientes de la novela bizantina y policı́aca clásica,
(viajes, naufragios y separaciones, reencuentros, crı́menes y venganzas, restauración
del orden social) muy alejados, por ejemplo, del botón de muestra aubiano en la
Marsella de El rapto de Europa, de sus cuentos concentracionarios en Enero sin nombre, o
sus dificultades en Casablanca para embarcar en el Serpa Pinto, ı́ndices testimoniales de
lo que fue el pandemonio de la persecución, lucha y resistencia de los exiliados en
Francia (Naharro-Calderón, ‘‘Lecturas de Max Aub’’ 97 y ss.; ‘‘Los papeles mojados
de Max Aub’’ 21 22; ‘‘Poética concentracionaria de Max Aub’’ 83 y ss.; ‘‘Claves’’ 35
/

y ss. y ‘‘Max Aub y los universos concentracionarios.’’ 105 y ss.).


A su vez, en el nuevo milenio, las librerı́as se han llenado de otras ficciones,
testimonios estudios o ediciones que iluminan de forma inusitada el perı́odo.14 La
diferencia con décadas anteriores de la transición es que el esfuerzo mediático que
rodea a estas publicaciones las puede transformar también en artefactos de la
‘‘memoria business,’’ mientras que el espejismo de la desmemoria o supramemoria
trasciende los contextos exiliados a un marco atemporal para la mayorı́a de los
‘‘consumidores’’ nacidos mucho después de los acontecimientos caı́dos en el olvido de
la transición, y ajenos, como en el caso de muchos jóvenes, a la cronologı́a y
periodización históricas.
Esta misma falacia planea sobre la exposición Las prisiones de Franco (1939 1977)
/

(Barcelona, 27 de noviembre 200313 de abril de 2004) patrocinada por la


/

Generalitat de Catalunya y el Museu d’Historia de Catalunya, cuyos objetivos


memorı́sticos no dejan lugar a dudas en sus intenciones de denuncia del marco
carcelario de la dictadura. Perotras la conjunción de un laberinto oscuro de sonidos,
textos y objetos represivos rezuma una excesiva espectacularización que puede
desrealizar y transformar la materia histórica en experiencia de terror ‘‘lúdica’’ y los
textos de los paneles en iconos atemporales que no llegan a traspasar los lı́mites
cronológicos de la muestra. Ası́, en la sección inicial ‘‘La Victoria,’’ la disposición de
una fila de ficheros semiabiertos nos envı́a a una instalación de Christian Boltanski
(Boltanski 132); en la de ‘‘La Tortura’’ una serie de testimonios inapelables y
sobrecogedores en sus detalles son artificialmente formalizados y distanciados por
voces de actores que el visitante escucha a través de los auriculares conectados a un
disco compacto en el que puede seleccionar los textos. En el último apartado,
‘‘Amnistı́a, Memoria, Historia’’ aunque se destaque que ‘‘la ley de amnistı́a de [14 de
octubre de] 1977 tuviera un carácter de ley de ‘punto y final,’ al beneficiarse de ella
torturadores y otros implicados en el terror consustancial al franquismo,’’ se evita
trascender aquellas fechas para verbalizar las implicaciones amnésicas que impidieron
la conformación de una intramemoria polı́ticamente legitimada por el recuerdo de las
instituciones republicanas y el exilio y ası́ desconstruir las imágenes del Valle de los
LOS TRENES DE LA MEMORIA 109

Caı́dos que el visitante atraviesa a la salida como testimonio infra e intramemorioso de


la victoria y permanencia de los lugares de memoria monumental de aquéllos que se
levantaron y aniquilaron a los defensores del poder constituido.15
Pero a pesar de la ‘‘corrección amnésica’’ y posible espectacularización de Las
prisiones de Franco, el Ministerio del Interior de la ‘‘aznaridad,’’16 se negó a prestar
diversos documentos para la exposición, en los que se mencionan huelgas de hambres
de reclusas o se recomendaba rebajar la moral de la población carcelaria, los
expedientes del poeta Miguel Hernández o del dirigente comunista Julián Grimau,
última vı́ctima ejecutada en 1963 por la dictadura con la jurisdicción de la Guerra
Civil, o la fuga de los presos de Segovia en 1976. Como muestra de ese miedo
esquizofrénico hacia las inframemorias en donde el PP viera reflejadas las contra-
dicciones de la ‘‘aznaridad,’’ su franquismo sin Franco, en las mismas fechas,
coincidentes con el veinticinco aniversario de la Constitución de 1978 y contra-
diciendo la resolución del 20 de noviembre de 2002, los parlamentarios del PP no
quisieron homenajear en el Congreso de los Diputados, junto a los otros grupos
polı́ticos, a las vı́ctimas del franquismo, porque ‘‘representa un regreso al pasado que
no aporta nada positivo’’ (Cué, ‘‘El PP condena,’’ 28 Obiols 23, Pérez 21).17
A su vez, en una jocosa cadena de provocación memorialista republicana, durante
la presentación de los equipos de la Copa Davis de tenis de España y Australia en
Melbourne, un trompetista local interpretó por error ‘‘el himno de Riego’’
provocando esta vez la airada protesta del Secretario de Estado para el Deporte
que declaró que ‘‘ha sido una ofensa intolerable a la delegación española y a toda la
nación,’’ por lo que mostraba que el pasado derrotado y exiliado representa todavı́a
una amenaza relativa para el imaginario de la ‘‘aznaridad’’ (Serras 44). Por otro lado,
Esquerra Republicana de Cataluyna (ERC) a través de su diputado en el Congreso,
Joan Puigcercós, al referirse a esta equivocación, afirmó que ‘‘en eso de los himnos, la
gente acaba optando por la mejor letra y la mejor música.’’ No advirtió que ‘‘el himno
de Riego,’’ impuesto por Manuel Azaña y escrito por Evaristo San Miguel, compañero
del General antiabsolutista, destila un belicoso discurso cuyo imaginario termina por
reunir, a pesar de todo, al PP y ERC, gracias a una serie de tópicos románticos y
nacionalistas (la llamada de la patria a la lid, la invocación a Marte o al vencer o
morir), que puede reunir al ultracatalanismo de senyera con el banderazo del
ultraespañolismo en el islote Perejil o el cuerpo militar expedicionario de la
‘‘aznaridad’’ en Irak.18
Esta sospechosa tendencia antirrepublicana afloró a su vez en la cobertura que la
televisión pública en el programa de entrevistas ‘‘El Tercer Grado’’ de Carlos Dávila
dio al libro panfletario de Pı́o Moa, Los mitos de la Guerra Civil,19 donde se vierte ‘‘una
interpretación sistemática en contra de la izquierda y a favor de la extrema derecha
adobada con gotas de extravagancia’’ y cuyas conclusiones son diametralmente
opuestas ‘‘a la resolución sobre el golpe de 1936 que el Congreso aprobó en
noviembre de 2002 con apoyo de todos los grupos polı́ticos, incluido el PP’’ en la que
se afirma que ‘‘nadie puede sentirse legitimado, como ocurrió en el pasado, para
utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones polı́ticas’’ (Tussell
26).20
Para evitar esta hipersensibilidad del poder con los motivos republicanos, el
dı́ptico que se entregaba al visitante en la exposición Exilio de la Fundación Pablo
Iglesias, mostró los colores de la bandera republicana con su orden sutilmente
110 J O U R N A L O F S PA N I S H C U LT U R A L S T U D I E S

deconstruido, mientras que el cartel anuncio de la muestra que la divulgó en primera


instancia, con un fondo completamente blanco y la imagen indecisa de unos refugiados
anónimos en sus rasgos y nacionalidad caminando en la nieve, pareció desexiliar
completamente el referente histórico del fenómeno, desterrándolo a un cronotopo de
exilio indefinido. Posteriormente, ante el éxito multitudinario de la muestra (cerca de
100,000 personas en Madrid), algún anuncio en la prensa reprodujo la famosa
instantánea de Robert Capa, un gendarme conduciendo a un campo de concentración
a una fila de republicanos, reinscribiendo en parte el contexto ideológico e histórico
del exilio de 1939.
El tı́tulo de la exposición Exilio esconde también falacias atemporales, genéricas,
numéricas, ideológicas (no hay referencias a fechas, la palabra está singularizada),
frente a la pluralidad y diversidad de los exilios (republicanos, socialistas, anarquistas,
comunistas, personas del pueblo, burguesı́a, hombres, mujeres, niños, civiles y
militares, en Europa, en las Américas, en la U.R.S.S, etc). La portada de El Paı´s
Semanal, compañero del asueto dominical de una población generalmente satisfecha y
desmemoriada, en su número ya referido dedicado al Exilio, reproducı́a una foto de la
partida en 1937 desde Bilbao de niños vascos hacia el puerto de La Rochelle, cuyas
caras daban una engañosa y descontextualizada impresión de alegrı́a y excitación ante
el viaje (efectivamente, muchos niños entonces de aquellas expediciones declaran hoy
que lo encararon mucho más como unas vacaciones alejadas de la guerra). Esta portada
‘‘lúdica’’ tampoco transmitı́a la tragedia del exilio y parecı́a negar su historia para no
perturbar en exceso el placentero aperitivo o paseo festivo.
Por ello, los exilios nos obligan a mantenernos alerta ante lo no dicho, lo no
sabido, lo no mostrado, frente a su heterogénea pluralidad esencial. Tomemos como
muestra el Sinaia, barco sı́mbolo de la libertad de la primera expedición de exiliados
de 1939 a México. En el imaginario mitificado de la intramemoria de los estudiosos,
no suele tener cabida que la financiación mayoritaria para fletarlo provino no del
Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles (SERE), sino del National Joint
Committtee for Spanish Relief presidido por la Duquesa Atholl, que la polı́tica de
embarque de las expediciones republicanas fue problemática y sectaria y que las
mujeres y los niños conformaron una parte fundamental del pasaje. Este colectivo
femenino e infantil emerge a su llegada a Veracruz en las fotografı́as de los hermanos
Mayo, aunque brille por su ausencia en el diario que fue publicado a bordo, si no es
como responsable de los pequeños o por referencia a los hombres. Por ejemplo,
Susana Gamboa, encargada mexicana de la expedición, figura sobre todo como la
esposa de Fernando Gamboa; o Juana Francisca, cónyuge de José Bardasano Baos,
expone sus dibujos en el barco junto a ‘‘la lista de los caballeros del lápiz’’. Aunque la
exposición Exilio mostró el diario del Sinaia sin las fotos de los Mayo, sı́ aparecieron
las mujeres y los niños en los documentos de la expedición del Winnipeg a Chile.
¿Cómo serı́an los diarios o relatos de aquellas pasajeras ya que las ficciones de Jordi
Sierra i Fabra, Los años oscuros ya citadas o la de Andrés Trapiello, Dı´as y noches, donde
reproduce el diario ficticio de un pasajero del Sinaia, Justo Garcı́a, no son documentos
históricamente fidedignos? Además, ¿quién recuerda que en diciembre de 1940, el
Sinaia fue utilizado por las autoridades del Estado francés como lugar de detención de
cientos de antifascistas que buscaban huir de la ratonera de Vichy, durante la visita del
Mariscal Pétain a Marsella? Hasta los sı́mbolos más firmes de los exilios flotan como
restos engañosos y ambiguos, requeriendo una mirada crı́tica y revisora.
LOS TRENES DE LA MEMORIA 111

La celebración de un coloquio internacional sobre España: laberinto de exilios en


octubre de 2002 en la University of Massachussets-Amherst con la participación de
diferentes estudiosos internacionales, al tratar de ampliar el abanico del exilio a través
de la historia de las Españas, pareció evocar una de las falacias más extendidas en los
discursos sobre los exilios españoles: su diferencia fomentada principalmente a partir
de la Leyenda Negra y ratificada por diversos imaginarios que se han ido
reconfigurando en el tiempo a través del sema de la diferencia (España de las tres
culturas, las dos Españas, España de las autonomı́as, etc). Dichas construcciones se
basan parcialmente en repetidas escisiones históricas (diversidad territorial y cultural,
expulsión de judı́os y moriscos, Inquisición, encomiendas y esclavismo coloniales,
dificultades de la Ilustración y liberalismo, pronunciamientos militares, Guerra Civil,
exilios de 1939) pero sobre todo en el sesgo unı́voco que cierta lı́nea de pensamiento
en el exilio estableció fundamentalmente a partir de la derrota republicana de 1939.
Américo Castro no pudo substraerse desde el aherrojamiento a un espejo identitario
español y propio de exilio basado en una ‘‘vividura,’’ continuo abierto en la historia
culturalmente empapado en los conflictos de castas medievales y lo excepcional de
ejemplos literarios fundacionales a caballo sobre los multiculturalismos perdidos de las
jarchas o el destierro del ‘‘ejemplar’’ caballero de Vivar. Pero si cotejamos estos
ejemplos con hitos canónicos de la literatura europea (La Chanson de Roland, Tristan et
Iseut, La Divina Comedia, Cantar de los Nibelungos, Beowulf, Hamlet), hallaremos que
todos ellos contienen cronotopos de exilio, no jaleados por sus crı́ticas nacionales sino
al contrario, minimizados, para destacar caracterologı́as nacionales positivas, unı́vocas
y comunes.
Es obvio que las expulsiones peninsulares de judı́os y moriscos enmarcadas en
la lógica de un discurso de homogeneización estatal y revisadas hoy por la corre-
cción de los discursos multiculturales21 no se han contrastado suficientemente con
otras muestras anteriores de intolerancias desterradoras en Europa: progromos y/o
ejecuciones antijudaicos (acusación de crimen ritual contra los judı́os en Lincoln,
Inglaterra en el siglo XIII, o cargos por profanar una hostia en Berlı́n en 1243),
expulsiones de judı́os (Inglaterra 1290, Francia 1306), consenso imperialista, ataque a
las heterodoxias o a los judı́os por los concilios de Letrán (cruzadas, cátaros,
albigenses, decretos sobre la obligación de identificación vestimentaria de las minorı́as
hebraicas), representaciones mágicas y erotizadas del Islam, destrucción y persecu-
ciones antiprotestantes francesas del XVI y XVII o ejecuciones contra los mismos de
Enrique VIII y Marı́a Tudor superiores en número a las cifras manejadas para la
Inquisición, procesos a la homosexualidad, hechicerı́a y brujerı́a y represión
cromwelliana, terror francés de 1793 y de la restauración borbónica, etc.
La diferencia fundamental con estos discursos europeos no estriba en el qué, sino
en el cómo y sobre todo el cuándo. A su vez, la formación de imaginarios nacionales
como los de Francia, Inglaterra, Italia y Alemania se fomenta en el S. XIX sobre
ideologı́as liberales cohesionantes y un creciente expansionismo colonial. Ası́, la fuerza
de la secularización educativa de Jules Ferry, Ministro de Instrucción Pública de la
Tercera República francesa se impone entre su defensa de la expansión imperialista, a
pesar de los gemidos del desterrado Victor Hugo o las invectivas pro Dreyfus de Émile
Zola. El modelo victoriano de imperio modernizador domina frente a la cáustica
mirada de Oscar Wilde, o los volkgeist italianos y alemanes de corte colonialista,
orı́genes de regı́menes autoritarios, exiliadores y exterminadores profusa y
112 J O U R N A L O F S PA N I S H C U LT U R A L S T U D I E S

salvajemente de antifascistas y antinazis, contrastan con los retrocesos internacionales


(pérdida de las colonias ultramarinas) y los discursos depresivos de regeneracionistas o
noventaiochistas (modernidad, atraso secular, etc) ratificados por la diáspora de 1939.
La crisis de fin de siglo decimonónica en España es otro eslabón del anuncio del
conflicto europeo de 1914 como consecuencia de las contracciones y expansiones
imperialistas del perı́odo, mientras que la Segunda Republica española y la Guerra
Civil se pueden ver como episodios inaugurales de las paradojas del universalismo para
controlar sus totalitarismos intrı́nsecos, lo cual condujo finalmente al desastre de la
Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.22 Si aceptamos estas lecturas, la historia de
los exilios españoles caerı́a dentro de los parámetros de otros discursos europeos
también marcados por las paradojas de la desconfianza, intolerancia, violencia,
disidencia y destierro.
Como muestra paradójica de este pasado común, la mención en la exposición
Exilio de ‘‘centros de internamiento’’ en Francia, que pulı́a el más fidedigno de
‘‘concentración’’ que sı́ se utilizó en la de El exilio español en México, antesalas para
españoles o judı́os de los del Holocausto, generaron una protesta epistolar de la
Embajada de Francia, prueba de cómo los imaginarios institucionales no pueden
asumir las inframemorias desapacibles, a pesar de que los estados-nación anclen sus
raı́ces fundacionales en repeticiones de memorias-recuerdo basadas en la violencia y/o
la exclusión (Ricoeur 96 y ss).23 Probablemente, no fue la terminologı́a
eufemı́sticamente neutral de la exposición Exilio la que provocó dicha protesta,
sino la inequı́voca presencia del material fotográfico procedente de la prensa francesa
de la época, el cual revela sin ambages la naturaleza represiva de las alambradas de los
campos.24
Estas analogı́as se inscriben en el surco de la falaciosa obsesión supramemorı́stica
postfranquista de dar la espalda a inframemorias antimodernas ancladas en
caracterologı́as de escisiones y rupturas para conducirnos hacia un teórico imaginario
común, moderno y de progreso, gracias a un supuesto discurso de reconciliación
hegemónico, de pertenencia y seguridad constitucionalista y estatalista y de
integración europeista e internacional. Este imaginario se visualiza nı́tidamente en
la exposición Mano a mano : La constitución de la España democrática ya citada.
Precisamente, en el área de los materiales expuestos sobre ‘‘el devenir cultural de
España durante estos años’’ los más profusos son los sı́mbolos deportivos que conjugan
una curiosa sı́ntesis de equiparación multitudinaria con el mundo desarrollado
internacional. Por su reproducción en el trı́ptico de mano, también destaca la imagen
del Ejército no como institución tradicionalmente golpista y anticonstitucional sino
como sı́mbolo de paz y cooperación bajo el sı́mbolo de Naciones Unidas. Este
imaginario de una España que se codea fı́sica, técnica, económica, institucionalmente
con la Europa de las naciones, regiones o pueblos  tanto monta  , corresponde
/ /

de nuevo a la supramemoria desmemoriada pactada en la transición que escondió,


entre otras, las raı́ces polı́ticas y culturales del exilio de 1939. Al visualizarse
ahora como fotogramas pálidos, los exilios de la Guerra Civil no pueden tener para
nuestra sociedad otro marco que el de una arqueologı́a que surge como supramemoria
fosilizada y no como intramemoria crı́tica, ante la cual, sus receptores mayorita-
riamente aislados y/o ignorantes de sus referentes, no pueden asumir como pertinente
o propia. En las cinco grandes pantallas donde se ven imágenes en torno a los cinco
conceptos constitucionales ya referidos, la Guerra Civil o los exilios sólo aparecen
LOS TRENES DE LA MEMORIA 113

como parte de una crónica donde la destrucción ha quedado borrada por los beneficios
del presente.
En la exposición Exilio con presencia en su inauguración de la máxima autoridad
del Estado, su impulsor, Alfonso Guerra, Presidente de la Fundación Pablo Iglesias,
señala en el catálogo de la muestra, la dificultad que tienen los exiliados para adaptarse
al destierro, como emblema asumible pero fosilizado de un pasado definitivamente
superado e irreversible, pero sin contrastarlo, por ejemplo, con las analogı́as
económicas, culturales y sociales de las polı́ticas de inmigración de la España actual.25
La exposición se abre en la sección ‘‘La retirada’’ y se cierra en la de ‘‘Los retornos’’
con las constituciones y banderas, respectivamente, de la República de 1931 y de la
Monarquı́a de 1978, como si ambos sistemas fueran equivalentes, siguiendo una
lectura consensuada sobre la ‘‘monaquı́a republicana,’’ ya que Guerra afirma en el
catálogo que ‘‘entre la pobreza, la indigencia, el desarraigo y la humillación, los
españoles del destierro concebı́an una España reconciliada, en paz: soñaban lo que
mucho más tarde serı́a la Constitución de 1978’’ (Admetlla, Barbadillo y Ramı́rez
13).26 Si los textos constitucionales comparten objetivos autonómicos, lingüı́sticos o
seculares, se puede debatir la equiparación de la monarquı́a constitucional como
heredera del espı́ritu republicano y de los sufrimientos del exilio, por mucho que el
monarca naciera fuera de España, debido a la salida de Alfonso XIII y la ‘‘usurpación’’
franquista. La monarquı́a actual por muy constitucionalista y democrática que parezca,
no puede esconder sus orı́genes como una institución marcada por el privilegio y la
diferencia con el exilio, tanto por su estancia dorada en Roma y Estoril, como por su
compromiso con la tutela franquista. Contemplar en las secciones ‘‘La retirada’’ o ‘‘La
Segunda derrota’’ a los idos de la escalera de Mauthausen, a los piojosos de los campos
de concentración franceses, o a la heroica carne de cañón de la guerrilla o de los
españoles en los ejércitos aliados con, por ejemplo, en la sección ‘‘La Numancia
errante’’ las noticias de los gestos pactistas de prietistas y monárquicos en San Juan de
Luz y la foto de la familia real en Estoril ratifica la gestación de la supramemoria de
olvido que la exposición Exilio desvela con otras analogı́as más obvias. La legitimación
republicana de la monarquı́a enmarcada por las enseñas que abren y cierran la muestra
efectivamente procede, entre otros gestos, del Pacto de San Juan de Luz ratificado por
Franco sui generis en San Sebastián y aprobado en la transición, a pesar de los cuarenta
años de franquismo y sus dobles de muertes y exilios. Al recoger documentos del
franquismo en que se reflejan, entre otros, la paulatina pero segura aceptación de éste
en los cenáculos internacionales, la exposición permite reconstruir los cimientos de la
supramemoria anteriores a la transición y la incapacidad del exilio para interxiliarse.27
A su vez, en ninguno de los documentos elaborados sobre el exilio en 2002
(exposición Exilio, documental de Pedro Carvajal Urquijo y libro de éste y Julio
Martı́n Casas) se tocaron temas controvertidos. Fueron en general inframemorias no
crı́ticas que afluı́an hacia supramemorias de un exilio largo pero exento de grandes
controversias. Por ejemplo, no emergió el escollo del tesoro republicano en manos
del SERE y de la Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles (JARE).28 El
protagonismo que dirigentes como Prieto y Negrı́n tuvieron sobre dichos fondos,
como continuación al del oro de Moscú, no fue ajeno a la indefensión de los
refugiados en los campos o de sus dificultades al llegar a México: ¿cuántos fallecieron
en los campos o a los pocos meses de su llegada ultramarina, o cuántos protestaron
114 J O U R N A L O F S PA N I S H C U LT U R A L S T U D I E S

por la escasez o nulidad de los subsidios? ¿Cómo hablar de uno de los episodios más
complejos y turbios del exilio de 1939?
En el volumen de Martı́n Casas y Carvajal, El exilio español (1936 1978), se
/

prosiguió la difusión de la mitografı́a sobre episodios ya despejados por los estudiosos,


por ejemplo, la discutida responsabilidad de Jesús Monzón en la fracasada invasión del
Valle de Arán mientras se exoneraba a Santiago Carrillo.29 El evidente interés
intrahistórico de este libro que recoge muchos testimonios se ve empañado por el
discurso arbitrario de su marco histórico. Un libro de historia oral no puede erigirse
como texto con aspiraciones de objetividad, sobre todo si sus andamios se hunden
exclusivamente en los testimonios de protagonistas interesados, con el descrédito
añadido del silencio mayoritario de los idos.
El documental Exilio mostraba una clara tendencia hacia la supramemoria cuando
se cerraba evocando el mito de la canción desterrada y sobreponı́a los retratos de
intelectuales en el destierro entre los que aparecı́a ¡Vicente Aleixandre! en un nuevo
ejercicio de desmemoria por el que parecı́a hacérsele un guiño reconciliador al
equı́voco concepto de ‘‘exilio interior,’’ que en el imaginario cultural de la época
regula y justifica paradójicamente la ausencia del exilio en el interior.30
Por lo tanto, exposiciones como Exilio y Mano a mano a través de las ambiguas
supramemorias de algunos de sus referentes encofran una reconstrucción del pasado al
servicio del Estado hijo de la transición y sus orı́genes, tanto en su forma de narrar
como a través de lo narrado. La España actual, al prescindir del marco del exilio, es
mayoritariamente descendiente de las estructuras polı́ticas, socioeconómicas y
culturales del interior (lo cual hemos visto que sı́ subyace en los documentos de la
muestra Exilio que apelan al reconocimiento internacional del franquismo) y que ‘‘La
Numancia errante,’’ sección ya referida de la muestra, precisamente lo fue y dejó de
ser porque no pudo estar, ni regresar, como corresponde a todo exilio que no es capaz
de manifestar su permanencia en el interior y que pierde poco a poco su razón de ser
en el destierro: su interxilio epistemológicamente ya descrito. Alfonso Guerra recoge
las falacias de este simultáneo e irónico recuerdo y carpetazo al olvido de la memoria
de los perdedores de la guerra y el exilio que desemboca ahora en un ‘‘definitivo’’
hundimiento, producto de las contradicciones de querer conjugar una supramemoria
institucional ‘‘común’’ a través de retazos de las inframemorias ‘‘conjugables’’ de los
dos bandos de la contienda, en un juego de manos imposible para las memorias
partisanas y no reconciliables de unos y de otros.

Siempre en la Historia el olvido pesa más que la memoria, y en los regı́menes


autoritarios de cualquier signo, uno de los objetivos principales es la destrucción
de los vestigios de la memoria y la creación de un pasado falso. Se da entre los
franquistas y en los de Batasuna: organizan un pasado que no existió. Que por
qué no se hizo durante la transición, porque hubo muchas renuncias para que no
volviera a suceder lo mismo que en los años 30. Pero ya ha llegado el momento
de saltarse las prevenciones. No se trata de reivindicar una penalización, pero una
sociedad no será democrática y pacı́fica mientras no afronte su pasado de una
forma libre. (Guerra 8)

En el libro de firmas de la exposición Exilio, los testimonios de la memoria


individual de testigos o familiares del exilio aspiraban inocentemente a ser reconocidos
LOS TRENES DE LA MEMORIA 115

como historia de todos, sin percibir que sus memorias pertenecı́an casi únicamente al
archivo de las generaciones idas. Este deseo de inscripción colectiva se refrendaba,
como panel verbal a imitación del Memorial a la Guerra de Vietnam en Washington, en
una gran tira blanca que sobrevolaba el espacio superior de los anaqueles de la
exposición con nombres conocidos y anónimos del exilio (Caruthers 35 y ss). Pero
entre las contradicciones inevitables de los mensajes vindicativos de memorias todavı́a
enfrentadas e irreconciliables (testimonios de franquistas violentamente reivindica-
dores), aparecı́a una tercera vı́a, ignorada en los objetivos iniciales de estas muestras y
cuya presencia pueden desfosilizar los exilios de 1939 como arqueologı́a y traducirlos
en posibles manuales de convivencia actualı́simos.
Despachado a las supramemorias vaciadas gran parte de los traumas e
inframemorias de la Guerra civil y los exilios por la desaparición de sus protagonistas
y testigos, por los discursos, exposiciones y gestos oficiales y oficiosos de
reconocimiento y olvido, tras la localización y sepelio de los restos de las vı́ctimas
de algunas fosas comunes, han surgido otras contradicciones de exilio en una sociedad
española sumergida en las ambivalencias de ultranacionalismos, inmigraciones,
racismos y xenofobias, a pesar de la postura numantinamente reticente del PP hacia
estas inframemorias, a su entender, no suficientemente supramemorizadas.
Ası́ la ‘‘aznaridad’’ tendió a re-radicalizar con fines electoralistas el debate de
la memoria de la Guerra (por ejemplo, cobertura mediática y éxito de ventas de
los panfletos de Pı́o Moa, o rechazo a los homenajes a las vı́ctimas del franquismo)
para ası́ demonizar a los grupos socialdemocráticos y nacionalismos históricos con
imaginarios violentos cercanos a la Guerra Civil y los exilios, asociados ahora al
terrorismo de ETA o todo lo que oliera a una visión plural de las Españas (creación
de un corpus legal para reprimir cualquier gesto contra el artı́culo segundo del Tı́tulo
Preliminar de la Constitución de 1978 o la ‘‘indisoluble unidad de la nación
española’’).31 Estos nuevos « tres dı́as de julio » que han reemergido en marzo
de 2004, recuerdo del tı́tulo de un relato de Luis Romero, como en 1936 van de la
tragedia colectiva a la exaltación popular. Se ha actualizado la obvia fuerza de la ética
solidaria presente en la Guerra Civil y los exilios, amordazada durante la transición
y que se ha manifestado tardı́amente en las dos exposiciones citadas de la Fundación
Pablo Iglesias, sin que parecieran alterar significativamente los sondeos anteriores a
las elecciones de 2004 que predecı́an una continuidad de las polı́ticas de la
‘‘aznaridad’’.
Sin embargo, el gesto del actual gobierno del PSOE de invitar al desfile militar del
dı́a doce de octubre de 2004 a veteranos españoles de la División Leclerc que
encabezaron la liberación de Parı́s el 25 de agosto de 1944, junto con excombatientes
de la División Azul franquista que lucharon en el frente ruso con las tropas Nazis,
contrasta con un proyecto de ley para restablecer el honor de todos los españoles
represaliados por el régimen de Franco, entre ellos el del presidente de la Generalitat
Lluis Companys, fusilado en 1940 en el cementerio de Montjuich. Estas contra-
dicciones vuelven a recalcar los bandazos de las polı́ticas oficiales de reconciliación que
fluctúan generalmente entre las ‘‘buenas’’ intenciones y el oportunismo ‘‘ecuánime’’
que intenta borrar los problemas morales de los horrores históricos.
Como lo reclamaban los comentarios de visitantes inmigrantes y extranjeros en el
libro de firmas la exposición Exilio de la Fundación Pablo Iglesias, no era ese debate el
que interesaba a un grupo poblacional creciente en el que están depositadas, en parte,
116 J O U R N A L O F S PA N I S H C U LT U R A L S T U D I E S

las esperanzas demográficas de una sociedad española que en 2050 pudiera ser la más
envejecida del planeta. La memoria de los exilios de 1939 quizás servirı́a de llamada
de alerta, como paradójico espejo ante estas nuevas asignaturas pendientes que
representa la inmigración latinoamericana o del Estrecho, ésta última fragilizada y
vulnerable aún más ahora tras este episodio de terror ultraislámico. ¿Se podrán
desfosilizar las supramemorias exı́licas que vivieron en el destierro y se hundieron en
el interior como arqueologı́a, para reemerger como recuerdo de su instalación en una
América Latina que ha invertido el sentido del viaje o una zona norteafricana que ya
acogió a judı́os, moriscos y republicanos, desterrados al final de épocas relativamente
plurales en la historia española? ¿Podrá la ejemplaridad de los exilios todavı́a
mostrarnos no sólo retrospectiva sino proyectivamente, un marco de ‘‘solidaridad’’
para las diásporas actuales, que significativamente también han sido tocadas por la
barbarie del 11 M? ¿Las bombas de los nuevos almorávides o almohades del 11 M
producirán una irremediable brecha entre las actuales comunidades de moriscos de la
inmigración y sus anfitriones o aportarán una nueva oleada de recortes de derechos
democráticos? ¿Se podrá recuperar algo del crédito moral del legado al-andalusı́ que
hubiera permitido a los representantes españoles, en estos tiempos convulsos, mediar
en los conflictos de Oriente Medio, arropados por memorias de tolerancia relativa
entre las comunidades de dhimmis medievales? ¿Se evitará ası́ que la fosilización de
nuestro pasado actúe a la manera de las intramemorias crı́ticas que suelen afectar única
e inútilmente a élites cultivadas y/o ya sensibilizadas pero ineficaces (plataformas y
publicaciones universitarias, instalaciones artı́sticas, muestras culturales) o son
recuperadas por foros espectaculares como el de Barcelona 2004 que esconden tras
las especulaciones inmobiliarias y una retórica de tolerancia la pauperización del
habitat y los contratos basura?32 ¿Qué cordón umbilical de responsabilidad une al
consenso de desmemoria sobre la Guerra Civil y los exilios con la ‘‘aznaridad’’ y su
polı́tica de corte neofranquista la cual, velis nolis, ha potenciado en España una
crispación independentista en los nacionalismos históricos y una pleitesı́a neoimper-
ialista internacional que obviamente ha enturbiado más la ciénaga de la violencia
planetaria de corte estatal y terrorista? ¿No actualizaban inconscientemente los gritos
del ‘‘¿Quién ha sido?’’ que salieron de las gargantas de muchos españoles el 11 M, la
validez de la tópica frase de George Santayana de que ‘‘los pueblos que ignoran su
historia [Guerra Civil y exilios] están condenados a repetirla’’? ¿Encontrarán los
familiares de las vı́ctimas responsabilidades morales en esta cadena de olvidos, en estas
bombas cuyas explosiones se hicieron eco el 11 M de las de 1936? ¿Habrá despertado
violentamente el 11 M a pesar de todo (recordemos aquel eslogan de la resistencia
antifranquistra ‘‘a mayor represión mayor conciencia’’) a una sociedad española
desmemoriada y satisfecha en su sordina mediática (hay que notar los diez millones de
votos para la ‘‘aznaridad’’ el 14 de marzo o la tensión de las manifestaciones callejeras
que ha vuelto a esgrimir el espectro de las dos Españas)? ¿Encontrará respuesta esta
nueva búsqueda arqueológica de la utopı́a entre los fósiles de la solidaridad de nuestros
silencios exiliados? ¿Llegarán ahora por vı́a de las inframemorias del 11 M a las
estaciones de la decencia del recuerdo estos convoyes de las intramemorias de exilios
o quedarán también estacionados en las vı́as muertas del olvido, entre las sombras de
algunos de los que esa mañana en los andenes del cinturón popular del sur madrileño
creı́an abordar unos trenes que les permitirı́an algún dı́a bajarse de la diáspora española
en la lejana parada radiante de futuro de alguna barriada familiar de sus orı́genes?
LOS TRENES DE LA MEMORIA 117

Notas
1 Retomo algunas ideas de mis ‘‘Falacias’’ 351 357, ‘‘De exilios’’ 217 223 y
/ /

‘‘Epı́logo’’ 637 640. Como señala George Steiner (Grammaires), el poder más
/

terrible de nuestra época es el ruido y el lujo más caro el silencio.


2 El documental Exilio, realizado por Pedro Carvajal Urquijo y retransmitido en dos
partes por la televisión española en el año 2002, no mencionaba, entre otras cosas,
ni las fechas y orı́genes de las grabaciones, ni los datos biográficos para los testigos
fallecidos hacı́a varios años, por lo que se daba un inusitado aire de longevidad y
resistencia a los exiliados.
3 Como ejemplo de los nuevos retos transnacionales de la diáspora consultar, para el
caso cubano, decano ahora de las experiencias de exilio, el trabajo de Nara Araújo.
4 Para el marco del olvido de la guerra civil ver Aguilar Fernández.
5 Alfonso Guerra justifica este olvido como un gesto de generosidad [¿debilidad ?] de
los vencidos, ‘‘olvidando a los exiliados, a los defensores de la democracia’’ y apunta
veladamente al error de que ‘‘tan injusta laguna democrática la estamos pagando los
españoles con una reescritura de la historia, de tal manera que si no hubiera personas
que dedicaran sus esfuerzos a proclamar la verdad de lo que sucedió en los años de la
guerra civil, y los eternos años de la dictadura, la historia volverı́an a escribirla  /

ahora en la democracia  los que ya escribieron  ayer en la dictadura  una burda


/ / /

falsificación de la historia.’’ (Martı́n Casas y Carvajal Urquijo 10 11). Como se


/

verá, la plusvalı́a del imaginario gestado durante el franquismo es difı́cilmente


amortizable por una intramemoria crı́tica que puede tocar a las élites culturales pero
que no cala en el imaginario colectivo consensuado por la transición.
6 Sin embargo, Vicenç Navarro afirma que ‘‘la interpretación conservadora de nuestra
historia  promovida durante los cuarenta años de dictadura  no fue cuestionada
/ /

masiva y extensamente (a lo largo del territorio español y en todos los ámbitos


educativos, incluyendo las escuelas) durante la democracia’’ (‘‘Ideologı́a’’ 12).
7 Para las contradicciones de esa pureza exiliada, ver Sebastiaan Faber.
8 Ver, entre otros, Caudet, Cué, ‘‘El PP condena’’; Mate; Naharro-Calderón, Los
exilios; Navarro, ‘‘Los costes.’’
9 Para la ‘‘memoria kitch’’ a caballo sobre un discurso hollywoodense, ver Robin.
10 El exilio como problema individual descontextualizado de sus causas históricas se
refleja en tı́tulos de este ciclo como: ‘‘Constitución del sujeto: exilio y alteridad’’ de
Armando Ingala Chaplı́n o ‘‘El exilio de los sentimientos: el tango’’ de Roberto
Fernández.
11 La interacción entre vivencia y memoria se podrı́a aproximar cultural y
fisiológicamente según Eric Kandel, premio Nobel de Medicina, quien señala que
almacenamos (olvidamos) el impulso memorioso en el mismo lugar de nuestro
cerebro donde fue procesado (lo cual, por ejemplo, nos permite siempre recordar
una cara ya conocida).
12 Puente ferroviario al lado del que se desarrolla la novela El Jarama con obvios
recuerdos hacia la batalla de la Guerra Civil.
13 El tiempo del exilio, de Jordi Sierra i Fabra, está conformada por los volúmenes Los
años oscuros (2002), Los años de la espera (2003) y Los años rojos (2003). Dice la
contraportada que su autor es ‘‘uno de los más editados y leı́dos en lengua española,
tanto por la innovación de sus propuestas literarias como por la enorme capacidad
de sorprendernos con sus tramas y desenlaces.’’
118 J O U R N A L O F S PA N I S H C U LT U R A L S T U D I E S

14 Ver entre muchı́simos otros, la colección ‘‘Biblioteca del exilio’’ de la Editorial


Renacimiento ; Juan Carlos Arce, Los colores de la guerra. Barcelona: Planeta,
2002; Javier Cercas. Soldados de Salamina. Barcelona: Tusquets, 2001; Javier Cercas
y David Trueba. Diálogos de Salamina: un paseo por el cine y la literatura. Edición
de Luis Alegre. Barcelona: Tusquets, 2003; Dulce Chacón. La voz dormida.
Madrid: Alfaguara, 2002; Rafael Chirbes. La larga marcha. Madrid: Anagrama, 1996
y La caı´da de Madrid. Barcelona: Anagrama, 2000; Carlos Elordi, ed. Los
años difı´ciles. Madrid: Aguilar, 2002; Jesús Ferrero. Las trece rosas. Madrid: Siruela,
2003; Fernando Garcı́a de Cortázar. Los mitos de la historia de España. Barcelona:
Planeta, 2003; Isaı́as Lafuente. Esclavos por la patria. La explotación de los presos
bajo el franquismo. Madrid: Temas de Hoy, 2002; Reyes Mate. Memoria de
Auschwitz: actualidad moral y polı´tica. Madrid: Trotta, 2003; Emilio Silva y
Santiago Macı́as. Las fosas de Franco: los republicanos que el dictador dejó en las cunetas.
Madrid: Temas de Hoy, 2003; Rafael Torres. Los esclavos de Franco. Madrid:
Oberón, 2000 y Vı´ctimas de la victoria. Madrid: Oberón, 2002; Desaparecidos de la
guerra de España (1936 ?). Madrid: La Esfera de los Libros, 2002; Andrés Trapiello.
/

Dı´as y noches. Madrid: Espasa, 2000; Rodolfo y Daniel Serrano. Toda España era una
cárcel: memoria de los presos del franquismo. Madrid: Aguilar, 2002; Ricard Vinyes.
Irredentas: las presas polı´ticas y sus hijos en las cárceles franquistas. Madrid: Temas de
hoy, 2002; C. Molinero, M. Salay y J. Sobrequés, eds. Una inmensa prisión. Los
campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el franquismo. Barcelona:
Crı́tica, 2003. Como botón de muestra mediático-cultural del fenómeno, ver
‘‘Exilio.’’
15 Recientemente el cómico Leo Bassi ha mostrado las contradicciones del mausoleo en
‘‘Viaje a lo peor de Madrid’’ mostrando una foto de ‘‘Franco con Sadam Husein en
1974’’ y declarando que ‘‘me siento ofendido de que exista un lugar ası́ en vez de un
museo que rinda homenaje a todas las personas que tuvieron que trabajar para
levantar este sitio’’ (Hidalgo 7).
16 Para Manuel Vázquez Montalbán, la ‘‘aznaridad’’ serı́a la persistencia del franquismo
sin Franco.
17 El PP tampoco ha favorecido la aclaración de las fosas comunes.
18 El islote Perejil es una pequeña isleta frente a la costa marroquı́ en la que se produjo
una simbólica invasión alahuita en el verano de 2002, replicada contundentemente
por tropas españolas. El gobierno de José Marı́a Aznar se unió en contra de la
mayorı́a de la opinión pública española a la polı́tica intervencionista de EEUU y el
Reino Unido en Irak.
19 El libro de Pı́o Moa, que se ha convertido en éxito de ventas, reproduce las tesis
neofranquistas del historiador Ricardo de la Cierva y difunde la falsedad de que la
historiografı́a canónica sobre la Guerra Civil sólo transmite la versión de los
vencidos.
20 Esta resolución estaba redactada con el espı́ritu reconciliador supramemorı́stico ya
descrito.
21 Una relectura sospechosa sobre la tolerancia relativa de las tres culturas,
excesivamente basada en los ejemplos culturales como plataforma de lo cotidiano
en Menocal.
22 Para una profunda crı́tica de los fósiles de la historia europea, ver Josep Fontana,
Europa.
LOS TRENES DE LA MEMORIA 119

23 Por ejemplo el 14 de julio, toma de la Bastilla, imaginario violento ‘‘positivo’’ o el


más ‘‘negativo’’ jaleado por la Leyenda Negra del doce de octubre, puerta para la
destrucción de las culturas ameroindı́genas.
24 ‘‘Le camp d’Argelès-sur-Mer ne sera pas un camp pénitentiaire, mais un camp de
concentration. Ce n’est pas la même chose,’’ declaró el Ministro del Interior francés
el 2 de febrero de 1939, destacando la acepción benigna del término (cit. Por
Dreyfus-Armand y Temine 20 21). La protesta de la Embajada de Francia no
/

llegaba ni a reflejar las tesis edulcoradas de Denis Peshanski.


25 El autor de estas lı́neas ha participado con un artı́culo en el catálogo de la misma,
sugerencias de poemas, y nombres de exiliados para el panel que colgado sobre los
anaqueles, rodeaba la muestra, etc . . . por lo que asume, hic et nunc, sus
contradicciones.
26 ‘‘Nos sirve una Monarquı́a que se comporte con espı́ritu republicano,’’ afirma José
Luis Rodrı́guez Zapatero, a la sazón secretario general del PSOE y candidato a la
presidencia del gobierno en 2004, asumiendo en parte el histórico pacto de San Juan
de Luz (‘‘Elogio’’ 12). Aunque en polı́tica exterior, la presencia de tropas españolas
en Irak fuera una iniciativa del gobierno de Aznar, luego corregida por el de
Rodrı́guez Zapatero, recordemos que la Constitución Republicana en el artı́culo
sexto del Tı́tulo preliminar, señalaba que ‘‘España renuncia a la guerra como
instrumento de polı́tica nacional.’’ Por otro lado, la dimisión del Embajador de
España en Irak en octubre de 2004 pocos meses antes del inicio del conflicto y la de
Luis Jiménez de Asúa, cerebro de la Carta Magna republicana y representante en
1939 ante la Sociedad de Naciones y su renuncia a los subsidios en el momento en
que sus compatriotas se hacinaban en los campos de concentración franceses, son
muestras de la vigencia de una misma ética de carácter republicano.
27 Indalecio Prieto, Secretario General del Partido Socialista en el exilio intentó en San
Juan de Luz en 1948, al excluir al Partido Comunista de España, forzar un regreso
democrático antifranquista donde cupiera la monarquı́a. Dı́as antes, Franco ya habı́a
desactivado aquella posibilidad al pactar con el Conde de Barcelona en el yate Azor
la educación en la España del dictador del futuro monarca.
28 La JARE de Prieto controló desde México el tesoro republicano del yate Vita. Con
fines puramente de derecho, se podrı́a plantear al estado actual una reclamación
judicial basada en la jurisprudencia internacional y en los documentos de los
depósitos que desaparecieron del Monte de Piedad o del Banco de España.
29 El 19 de octubre de 1944, unos cuatro mil guerrilleros de la Unión Nacional
Española cercana al Partido Comunista de España iniciaron una invasión del Valle de
Arán que se saldó en fracaso. Del Valle de Arán, salieron reforzadas tres facciones
ajenas a los guerrilleros muertos allı́: el franquismo que logró una victoria
propagandista muy importante en un momento clave de presión internacional contra
su régimen; el General De Gaulle que destestaba a los guerrilleros españoles, lo que
le permitió decretar su disolución como cuerpo armado, y a los que habı́a
arrogantemente insultado por su falta de etiqueta militar cuando les pasó revista en
Toulouse en agosto de 1944; y Santiago Carrillo que pudo regresar de Moscú para
apoderarse del aparato polı́tico del PCE en Francia que lideraba Monzón. Sobre
Monzón, ver Martorell.
30 Para una amplia discusión de ‘‘exilio interior,’’ y la presencia de Vicente Aleixandre,
ver Naharro-Calderón, Entre el exilio 88 y ss.
120 J O U R N A L O F S PA N I S H C U LT U R A L S T U D I E S

31 ‘‘ETA es el único rescoldo del pasado’’ afirma también Jorge Semprún (‘‘ETA’’ 12).
Recordemos que el abuelo de José Marı́a Aznar fue el ‘‘intelectual’’ al que Jaime de
Andrade, alias Francisco Franco, entregó el manuscrito de Raza.
32 Durante los meses que rodearon al conflicto de Irak de 2003, fueron desalojados
violentamente por el ‘‘tolerante’’ ayuntamiento de Barcelona afiliado al PSOE,
varias ocupaciones de colectivos pacifistas y antiglobalizadores que con el eslogan
‘‘¿Cuál es tu guerra?’’ denunciaban la hipocresı́a de las polı́ticas especuladoras. Un
monigote del dibujante ‘‘El Roto’’ esperpénticamente reclamaba ‘‘no contratos
cloaca sino basura.’’

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