Está en la página 1de 11

¿Quieres ser Toni Ruttimann?

Construyó más de 326 puentes en todo el mundo. Dice que son un alivio para el sufrimiento diario
y que aquel que hace uno con sus propias manos, después no es el mismo.
Por Magela Demarco. De la Redacción de Clarín.com mdemarco@clarin.com
Llegó a la Argentina desde Camboya hace menos de dos meses. Aquí, su nombre todavía no
nos dice demasiado. Sin embargo, para más de 700 mil personas de todo el mundo su nombre
dice, y mucho. De profesión "bridgebuilder", Toni el suizo, se dedica a construir puentes en las
diferentes partes del mundo que lo necesiten. Aquellas zonas en donde el desborde de los ríos
deja incomunicadas a las poblaciones o donde los agitados arroyos arrastran todo lo que esté en
su camino, incluidas personas, ahí, en esos lugares, Toni edifica sus puentes. Levantar puentes
por el mundo es su singular aporte a la humanidad, la forma que eligió para ayudar a
quienes lo necesitan. Su legado hasta el momento ha dejado 131 puentes en Ecuador, 47 en
Vietnam, 33 en Honduras, 29 en México, 45 en Camboya, 17 en Colombia, 14 en Costa Rica, 4 en
Nicaragua, 1 en El Salvador, 3 en Laos y... Ahora también 2 puentes en la Argentina son
pruebas reales y contundentes de su contribución planetaria.

¿Cómo terminó este puentero de origen suizo en nuestro país? Tenaris Siderca, una de las
empresas que lo proveen de tubos para la edificación de sus puentes, le pidió que viniera a dar una
charla a sus empleados y operarios en su sede principal, ubicada en Campana, provincia de
Buenos Aires. Mientras conversaba con la gente, alguien le dijo que su ayuda vendría muy
bien en Tartagal, Salta. Para allí partió Toni. Hoy, Salvador Mazza, pueblo fronterizo con Bolivia, a
55 Km. de Tartagal, tiene dos puentes: uno de 72 metros, en el Sector 5 y el otro de 81 metros, en
el Barrio Ferroviaria. Fueron levantados en forma conjunta entre el suizo y sus pobladores.
Además, la municipalidad del lugar los proveyó con 600 sacos de cemento y demás materiales.
Los dos puentes estuvieron terminados en poco más de un mes.

¿Qué significan para Rutimann los puentes? "Significan el alivio al sufrimiento diario e
interminable de cientos de miles de campesinos . Significan un paso más allá de los ríos
turbulentos en nuestra vida", le responde a Clarín.com. Apodado de niño por sus compañeros de
colegio como el "pequeño Gandhi", en alusión a Mahatma Gandhi, cuenta que esta necesidad de
ayudar al otro despertó cuando estaba terminando el secundario, allá por el '86. Más precisamente
un 7 de marzo. Estaba mirando la televisión cuando vio el terremoto que azotó a Ecuador. Un
fuego interno lo impulsó a viajar para allá. "Me encontré con la gente que estaba aislada y decidí
quedarme para construir un puente", cuenta Ruttimann. Éste sería el primero de una extensa lista
que hoy alcanza los 326 puentes terminados, además de los más de 40 en proceso de
construcción.

La gente suele pensar que el suizo estudió ingeniería, arquitectura o alguna carrera similar. Nada
de eso. Fueron sus ganas de ayudar las que le hicieron recurrir a algunos ingenieros petroleros y
civiles de Ecuador, quiénes le enseñaron los conocimientos necesarios para levantar puentes.
Estuvo seis meses en aquel país hasta que concluyó el primero. Luego, regresó a Suiza para
comenzar sus estudios universitarios. Seis semanas de clases fueron suficientes para que Toni se
diera cuenta de que no era ese lugar. Todos los días entraba al centro de estudios y se hacía la
misma pregunta: "¿Qué hago acá? Voy a cursar cinco años de mi vida, me voy a acostumbrar a la
cómoda vida de Suiza y ... ¿Seguiré queriendo ayudar a los pobres después de esos años?"
Prefirió no quedarse a hacer la prueba y ponerse manos a la obra.

Desde aquel primer puente han pasado casi veinte años. La misma cantidad de años que hace que
Toni esté viajando de una parte a la otra del mundo. Todas sus pertenencias entran en dos
valijas. Una con ropa y cosas personales; en la otra lleva sus herramientas e instrumentos
necesarios para construir puentes. Eso es todo, su vida cabe en dos valijas. " Mi casa es el mundo,
y mi familia es la humanidad. Vivo de la providencia, o sea, de lo que las personas me proveen en
el camino. Duermo y como donde los campesinos, donde amigos de toda clase, o en alguna casa
de huéspedes. Visto ropa regalada y sencilla. Doctores me atienden gratis, universidades donde
doy presentaciones me regalan pasajes... Mucha gente se admira de esta historia y ayuda. En
estos diecinueve años no me ha faltado lo necesario, ni a los que andan conmigo", afirma
Ruttimann.

Levantar un puente no es tarea sencilla, pero para un hombre solo es prácticamente imposible. Sin
embargo, Toni no está solo. En cada lugar que va recibe la ayuda y la colaboración de sus
pobladores, principales beneficiarios de dichos puentes. Son ellos los que se ponen a trabajar a la
par del suizo. " Aquel que construye un puente con sus propias manos, ya no es el mismo.
Construir junto con sus vecinos y amigos –y en ciertos casos, incluso con sus aparentes
enemigos– cambia algo en los corazones y en las mentes. No sólo levantan el puente sino que
acrecientan su autoestima y se toman a sí mismos con más respeto. Es que si se quiere, se
puede", explica Toni.

La ayuda económica para proveerlo de los materiales necesarios para la edificación la suministran
diferentes empresas de todo el mundo que le dan desde tubos, cables teleféricos y petroleros y
demás materiales; los gobiernos de los diferentes países que otorgan las autorizaciones para
construir los puentes en las zonas necesitadas; y, las autoridades locales que muchas veces
colaboran con camiones y materiales pétreos. "Además de un sinfín de individuos invisibles. Lo
más bello es que todos ayudan no por un beneficio personal, sino por un bien que es de todos",
acota. Muchos estarán pensando qué tan seguros son estos puentes. Las fotos dan cuenta de
cómo están hechos. Y Toni agrega que durante todos estos años, nunca se enteró de que haya
habido ningún accidente fatal. "O tenemos alguien de arriba que nos está cuidando o nuestro
trabajo responsable ha evitado que ocurriera alguna catástrofe", dice. Y se nota que está
convencido de las dos cosas

ZONA DE REFLEXION: EL SOL NO SE PONE


Fuente: Toni Ruttimann (Puentero y Autor de la nota) y Marcelo Barragán (PAG XXXIX)
http://www.incae.edu/ES/ssi/iea/archivo/Anno6No2004_23.shtml

¿Han escuchado hablar de "Tony el Suizo" y de "Walter Yañez"?. Son dos personajes que se
unieron para cambiar la historia. Nos demuestran como con empeño y espíritu, se puede ayudar a
los más necesitados. Su historia se inicia con el terremoto de 1987 en Ecuador, cuando Tony, y
posteriormente el ecuatoriano Walter, comenzaron a construir puentes con los desechos de la
industria petrolera. Posteriormente estuvieron en México y otros países de Centroamérica. ¡Ellos
son un ejemplo a seguir!

En Ecuador, donde se inició este proceso, Marcelo Barragán (PAG XXXIX) encontró una causa
para que su compañía donara material chatarra (desechos), que se transformaron luego en
hermosos puentes para poblaciones aisladas por su ubicación geográfica y por la poca posibilidad
de ayuda gubernamental. El resultado, de ver chatarra transformada en puentes, es asombroso y
con un impacto social invalorable, que me obliga a difundir estas historias, desde mi punto de vista,
de gran contenido educativo (Responsabilidad Social).

Esta es una "Historia real", que puede contribuir a la Comunidad INCAISTA, con un mensaje de
como se logran sueños de emprendimiento social y a valorar el resultado del alto espíritu de
emprendimiento, solidaridad y colaboración en el mundo. Por eso y más quiero compartirla con los
amigos del INCAE.

Toni "El Suizo", un joven de 19 años, llegó al Ecuador con fondos recolectados en su natal Suiza
para ayuda en el terremoto del año 1987. Al llegar, identificó que una de las necesidades más
grandes era ayudar a poblaciones de la amazonía que habían quedado aisladas. La solución era
construir puentes, pero de qué manera, pues en las indicadas circunstancias los recursos
necesarios eran difíciles de conseguir. El recurso más accesible era chatarra metálica de la
operación petrolera concentrada en la zona afectada del país. El resultado posteriormente se
difundió a otros países de América y Asia como se apreciará en la historia adjunta. Resumo los
logros de este proceso y comparto el artículo: Construyó 102 puentes en Ecuador y continua
haciéndolo a través de su compañero de aventura Walter Yanez; 17 en Colombia; 14 en Costa
Rica; 33 en Honduras; 4 en Nicaragua; 1 en El Salvador; 29 en México; 30 en Camboya; y 5 en
Vietnam.

El Sol No Se Pone
Mekong Delta, Vietnam, 24 de octubre 2004
Entré caminando a la República Socialista de Vietnam con una sola esperanza: ayudar a construir
puentes para sus campesinos. El Embajador de Vietnam en Phnom Penh, Camboya, me había
puesto en contacto con el Ministerio de Relaciones Exteriores en Ho Chi Minh City, el cual me
dirigió hacia la parte sur de Vietnam, a las provincias del Mekong Delta.

El delta del poderoso Río Mekong, con aproximadamente 40,000 km2, casi el tamaño de Suiza,
hogar para 15 millones de los 81 millones de vietnamitas, es una inmensa red de brazos del
Mekong, y de canales artificiales tanto para barcos como para la irrigación. Todos ellos entrecruzan
esta tierra fértil como una intrincada tela de arañas, interconectando ciudades y pueblos, sirviendo
como avenidas para el transporte de todos, desde enormes barcazas de 1,000 toneladas hasta las
canoas personales de pequeños campesinos.

Pero el tráfico familiar de todos los días, para ir a la escuela, al trabajo, al mercado o al médico, es
muchísimo más fácil por bicicleta o motocicleta que por bote. Es impresionante ver las grandes
cargas que el ingenio local logra acomodar sobre las motocicletas y sus remolques. Cimentados
caminos, que frecuentemente tienen de ancho 2 m o menos, conducen hacia muchos pueblos.
Pero cuando estas angostas rutas llegan a un canal o a un río, todo para y hay que cruzar en ferry
o en bote.

Obstáculos para sobrellevar


Es fácil ver cuán adecuado es nuestro tipo de puente colgante para el tráfico de todos los días
aquí, y sin duda, cientos de puentes son necesarios para servir a cientos de miles de personas.
Igual que en las ocasiones anteriores, cuando por primera vez comenzaba en un país, aquí
también me ha tocado afrontar la usual montaña de problemas relacionados con la orientación, con
la búsqueda de materiales, de soldadores de calidad, de un patio de prefabricación y transporte
para los kits de puentes.

Además, específicamente en Vietnam, hubo tres problemas principales: Los caminos pequeños
casi nunca permiten el acceso en camión, así que todas las piezas de los puentes tienen que ser
transportadas por barcaza. ¿Dónde conseguir una barcaza? Luego, el espacio libre vertical debajo
de los puentes debe permitir el tránsito de grandes barcos con carga de hasta 200 toneladas,
inclusive en el tiempo de inundaciones; esta exigencia nos obliga a construir puentes colgantes con
arcos muy pronunciados y para ello, hay que incrementar la altura de las torres, lo cual complica
aún más la dificultad del transporte y montaje. Y finalmente, fue necesario cambiar el diseño del
piso por uno completamente de acero, ya que en Vietnam la madera dura es muy escasa y más
cara que el acero.

Sin embargo, tal vez el problema más difícil de sobrellevar, aquel que podía parar el sueño entero,
era yo mismo.

Me tomó un tiempo para ajustarme a la vida vietnamita, agitada como es, ruidosa, intensa,
exigente. Es frustrante ser igual de ignorante como lo es casi todo extranjero en Vietnam, peleando
con el idioma increíblemente difícil, y encima de eso, con mi cuerpo aún no recuperado de su
parálisis. ¿Cómo se puede dar el ejemplo en el sitio del puente, si se camina como un pato y las
manos carecen de un verdadero agarre? Ya no pienso más acerca de cuán ridículo debo parecerle
a la gente, aunque en su modo tan respetuoso jamás dirían algo, sino que más bien, me dan una
mano y solo sonríen. Mientras tanto intento mejorar mis músculos pedaleando en bicicleta hacia
todos los sitios de construcción que bien se puede, y levantándome a las 5 a.m. para hacer
ejercicios.

Contra, al lado de, y para Vietnam


Tomó unos tres largos meses para construir los primeros tres puentes en la Provincia de Dong
Thap, sacando del camino un problema después de otro. Hacia el final, mi colega camboyano,
Sopul, vino para ayudarme con los trabajos de cables, montando sobre las alturas y dando el
ejemplo práctico a los vietnamitas llenos de ganas.

Era la primera vez que Sopul, de 42 años, había salido de su país. Él pasó su infancia en un
pueblo no muy lejos de la frontera con Vietnam; desde muy niño tuvo que aprender a correr y a
esconderse de los bombardeos aéreos de los americanos. Se volvió listo para saber leer las
señales de los peligros provenientes tanto del cielo como de la tierra, y sobrevivió una y otra vez.
No como su tía; ella no salió corriendo del pueblo a tiempo y fue quemada viva por una bomba
aérea incendiaria, con su hijo aún agarrado en sus brazos. Cuando Sopul tenía 14 años de edad,
los americanos ya habían perdido la guerra en Vietnam y también habían salido de Camboya; con
los salvajes Khmer Rojos en el poder, se vio obligado a luchar en filas Khmer, en contra de los
vietnamitas y sus posiciones a lo largo de la frontera común.

En los últimos días del año 1978, los vietnamitas decidieron poner fin al genocidio de los Khmer
Rojos y los derrotaron en pocas semanas, obligándolos a retroceder hacia las montañas y selvas a
lo largo de la frontera con Tailandia. Desde allí los Khmer Rojos lanzaron una brutal guerra de
guerrillas durante los próximos 15 años. Esta guerrilla y sus espantosas minas antipersonales era
apoyada y sostenida con dinero y armamento de los Estados Unidos y China, quienes odiaban
Vietnam. Los soldados vietnamitas se quedaron 10 años en Camboya, luchando contra los Khmer
Rojos y al mismo tiempo reconstruyendo un país literalmente muerto de hambre, carente de
servidores públicos, profesionales, doctores, profesores, ingenieros; todos eliminados por el
régimen de Pol Pot.

Durante aquellos años Sopul trabajó al lado de los soldados vietnamitas, construyó caminos y
movió pertrechos hacia el frente contra los Khmer Rojos. En 1989, Vietnam devolvió por completo
el país al gobierno de Hun Sen, y se fue a casa. Después de casi cincuenta años de sucesivas
guerras contra los Japoneses, los Franceses, los Americanos, los Chinos y los Khmer Rojos, los
soldados vietnamitas pudieron por primera vez saborear la paz y su pueblo podía ahora comenzar
a dirigir su esfuerzo a reconstruir Vietnam.

Esperé a Sopul en el pequeño puesto fronterizo de Dinh Ba. Llegó después de un solitario viaje de
dos horas, sentado en la parte trasera de una motocicleta, serpenteando sobre caminitos lodosos a
lo largo de arrozales y a través del bosque. Había tomado un atajo desde Neak Leoung, la ciudad
sobre la cual en 1973 un bombardero B-52 americano, por error, soltó un cargamento entero de
bombas aéreas.

Me preguntaba qué sentiría Sopul por las vueltas y giros que da el destino. Primero, había luchado
contra los vietnamitas. Luego, había luchado al lado de los vietnamitas, y hoy venía para ayudar
construir puentes para los vietnamitas. Su respuesta, con una sonrisa elocuente y con una sola
palabra, fue: “Sam-ma-kí” (Solidaridad). La misma palabra que usaban los vietnamitas cuando
ayudaban en Camboya.

Ben Tre
Mientras montábamos los cables de uno de los primeros 3 puentes de Dong Thap, llegó a
buscarnos un señor mayorcito. Había recorrido toda el camino desde la provincia de Ben Tre,
distante algunas horas. El Sr. Son había sido el antiguo gobernador de Ben Tre, y también el
antiguo Secretario del Partido Comunista de la provincia. Ahora está jubilado y dedica su vida
voluntariamente a construir pequeños puentes y caminos para los campesinos, y así aliviar sus
muchas dificultades diarias. Cuando aceptamos “echar un vistazo” en su provincia, él armó en dos
días un equipo de soldadores y jóvenes ingenieros, y junto con una compañía estatal de
construcción, nos ofreció la barcaza, el camión y el patio de soldadura. Muy impresionados
comenzamos a trabajar.
Yo siento que dice mucho el que el Presidente del Comité del Pueblo Provincial, o sea el
gobernador, venga para un desayuno de sopa de fideos de 6 de la mañana, solamente para
desearnos un buen comienzo de trabajo para su provincia. Y que una semana más tarde, en otro
desayuno, espontáneamente ofrece que la Provincia pague el costo de las planchas metálicas para
el piso de mayor durabilidad. Todo esto para asegurarse que así se hagan muchos más puentes
aquí.

Pero aún más impresionantes son las comunidades campesinas de Ben Tre, conocidas por su
espíritu revolucionario durante la guerra contra los americanos. Y era desde aquí que el reportero
Peter Arnett de la Associated Press hizo público el triste y memorable comentario de un soldado
americano: “Tuvimos que destruir el pueblo para salvarlo”.

Aquellos horribles tiempos han pasado, por lo menos en Vietnam, y los campesinos vienen llenos
de esperanza a construir sus puentes. Para los dos días de cimentaciones y el día del montaje final
asomanno sólo con las 50 personas que se necesitan, sino con cien y muchas más. Entonces el
lugar se atiborra de hombres y mujeres con sus sombreros cónicos; el aire se llena de gritos y
risas, y aún ni el lodo más pesado propio de las excavaciones bajo agua, ni la persistente lluvia,
pueden ganarle a tantas manos hábiles y desbordantes de entusiasmo. La vida de todos los días
de los campesinos es muy dura; día tras día, permanecen agachados en sus campos de arroz, con
el agua hasta las rodillas, cargando, cavando, luchando para ganarse la vida. Entonces, construir
entre todos un puente tan anhelado parece ser una ocasión dura pero especialmente dichosa.
Nuestro idioma común de trabajo es el Khmer, porque Sopul y yo solamente hablamos unas pocas
palabras en vietnamita. Además, casi en todo pueblo hay al menos un hombre que como soldado
pasó unos años en Camboya, o sino, que es descendiente de las comunidades Khmer asentadas
en el delta del Mekong desde los remotos tiempos del antiguo reino Khmer.

El sol no se pone
En Vietnam cinco puentes han sido completados y 16 nuevos están en construcción. Al mismo
tiempo, estamos construyendo otros 12 más en Camboya.

Y en el Ecuador, exactamente en el lado opuesto del planeta, Walter Yánez ha construido en este
año impresionantes 18 puentes, con luces de hasta 129 m, y tiene otros 8 más en proceso. Él
avanza sólidamente y sin mayores complicaciones, guiado con mucho éxito por nuestro sistema de
control remoto. La única mala noticia es que la cuota de tubería donada por Petroecuador, acaba
de terminarse.

Es un problema más en la larga lista de materiales y transporte a solucionar en la quietud de mis


noches, en su mayoría por Internet: tubería y cables en Ecuador y Vietnam, cables usados de
Houston, planchas de acero de Russia, tubería desde Tailandia, grilletes de la China...y ahora, con
80 y más puentes en el horizonte para el año que viene, tengo la esperanza de conseguir los
necesarios kilómetros de cable de una nueva fuente: de los teleféricos y cablevías que cargan
turistas a los Alpes Suizos.

El sol no se pone sobre los puenteros. 235 puentes están completados hasta el día de hoy, y 36 en
proceso. De día y de noche. Cuando los campesinos ecuatorianos con sus sombreros de paja y
llenos de felicidad conectan las últimas piezas de su puente bajo el sol del atardecer, los
campesinos en Vietnam en sus sombreros cónicos, y aquellos en Camboya en sus kramas de tela
roji-blanca, comienzan a mezclar cemento y a halar cables por los ríos. Ellos se levantan a
construir este sueño, bajo el sol de la mañana, mientras los otros, cansados y satisfechos, se van a
dormir.

¡Qué sueño! ¡Uno que en realidad está sucediendo, ahora!


Este artículo ha sido reproducido en INCAISTAS EN ACCION y en el Sitio Internet de INCAE con
autorización expresa de su autor ( Toni Ruttimann). Para otras reproducciones debe comunicarse
directamente con Toni Ruttimann, escribiéndole a toni.ruttimann@ti-edu.ch y solicitar su
autorización. Las opiniones y comentarios presentados en este artículo corresponden a la fuente, lo
que implica que INCAE no necesariamente está de acuerdo con lo expresado.

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_1821000/1821152.stm
Puentes de libertad

El Paraíso, Honduras: "los niños contribuyen de alguna forma a la


construcción de un puente; algún día servirá a sus hijos."

Hace 15 años, Toni Ruttimann tomó una decisión que cambiaría la


vida de más de 600.000 personas, especialmente en América Latina.
Fue entonces cuando este joven suizo eligió su rumbo: hacer
puentes para los pobres.
El sueño de quien es conocido afectuosamente por los campesinos
como "Toni el Suizo" ya ha dado como fruto más de 160 puentes
para comunidades en Ecuador, Colombia, Honduras, El Salvador,
Nicaragua, Costa Rica, México y Camboya.
Mas allá de los tubos y cables usados donados por petroleras en
diferentes países, y donaciones de niños y amigos desde Suiza, son
las propias comunidades las que ayudan con su trabajo a hacer susToni el Suizo: "jamás
puentes realidad. renunciar a tu sueño".
Desde el pueblo de Entabladero, en el estado mexicano de Veracruz, Toni el Suizo explicó a
BBC Mundo porqué construir un puente es un acto de libertad.

-¿Para ti qué es un puente?


"Una forma muy personal de expresar el amor que tengo. Yo quisiera dar tanto de mí, y de la mejor
manera que lo puedo hacer es a través del puente, unir gente, unir a los que tienen con los que no
tienen, los que entienden con los que no entienden. Para mí el puente es un símbolo de unión."

-¿Cuál es exactamente el proyecto en el que estás trabajando en México?


"En México estamos ahora en proceso de construir 20 puentes en el estado de Veracruz, ya
tenemos la tubería que nos regaló la compañía de tubos en Veracruz, ya están soldados estos kits
de puentes prefabricados, Walter, mi compañero ecuatoriano ya los soldó, y en estos momentos
estamos en proceso de repartir esos kits de puentes a los diferentes sitios
de construcción para luego ya cimentarlos y montar los puentes junto con
la gente.
Después de esos 20 puentes veremos si nos quedamos todavía en
México o si nos regresamos probablemente a Centroamérica.

Esa es una parte de nuestro trabajo actual; el otro lado es el de


Camboya, donde simultáneamente estoy construyendo allá con dos
muchachos camboyanos un grupo de en este momento siete puentes,
que en las próximas semanas estarán listos para que yo vaya allá y hacer
el montaje."

-¿Cuáles son los mayores obstáculos que has enfrentado?


"Lo que hay son problemas logísticos o burocráticos y eso es cuestión de
insistencia hasta resolverlos. Los obstáculos mayores que enfrento aparte
de eso son los de cualquier puentero, que es la naturaleza misma.
Otra complicación, pero también es el reto al mismo tiempo, es hacer el
puente con la gente. Nosostros hacemos el puente con gente que no
tiene idea de construcción de puentes. "A pie descalzo,
construyen su propio
En cada nuevo sitio en que estamos trabajamos con gente que nunca enmonumento al
su vida ha hecho un puente. Entonces, darles la certeza de que lo pueden entendimiento entre
hacer, llevarlos juntos hacia la meta de ver el puente terminado, eso es naciones".
algo bastante especial y muchas veces difícil porque, para empezar, no tienen ellos por que
creerte.

¿Por qué te van a creer cuando tú les dices, '¿saben qué? Podemos hacer un puente juntos,
nosotros hacemos esto con cables y con tubos viejos, ustedes ponen tal y tal trabajo y en pocas
semanas van a ver su puente terminado'. La gente tiene que creer y para que crean tú tienes que
dar el ejemplo, los primeros pasos."

-¿Cómo es la vida de un puentero, cómo vive un puentero?


"Un puentero vive de río en río, se mueve constantemente, el puentero se va donde están los ríos y
donde está la gente, atrás de los ríos.
Quiere decir que tiene que caminar mucho, y para poder caminar mucho se necesita primero poco
equipaje, para que puedas llevar lo que tú tienes en tu espalda básicamente."

-O sea que tú no tienes una casa, tú tienes lo que traes...


"Eso es correcto, todo lo que poseo, todo para hacer mi trabajo, para hacer lo que quiero hacer, lo
puedo cargar conmigo. O sea, llevo dos maletas, una que yo llamo la oficina, otra con lo personal:
la ropa, los libros, la música.

Está bastante bien pensado y bien definido eso: cómo puedes llevar una oficina mundial en una
maleta y tu vida personal en otra. Son 44 kilos lo que cargo conmigo.

Eso es una parte, lo que llevas contigo. Luego también, necesitas el espíritu que se ajusta a ello,
porque cambiarte cada rato de ambiente, donde duermes, donde comes, de idioma, eso requiere
mucho entrenamiento, es casi como un deportista que se entrena toda la vida para hacer lo que él
hace."

-¿Y ese entrenamiento de dónde lo sacas?, ¿cuáles son los elementos espirituales de donde
tomas la fuerza?
"Pues la tomo de ejemplos, que para mí son héroes y guías en lo que estoy haciendo, personas
que han andado antes de nosotros y que han dado tanto al mundo que un pedazo de lo que ellos
nos han dejado lo estoy aprovechando para mi propia vida."

-¿Como quiénes?
"Como Mahatma Gandhi, claramente, para mí, él me ha ayudado en estos quince años en muchas
situaciones. También Steve Biko de Sudáfrica, la Madre Teresa, gente como Martin Luther King. Y
sobre todo las enseñanzas de Jesús de Nazaret, de Buda, de Lao Tse, de Mahoma, los filósofos
griegos.... y hasta una persona que no parece muy verosímil, Pitágoras, el gran griego que
conmigo anda. O sea yo cuando hago los puentes, los hago con
Pitágoras, buena parte de eso va gracias a él.

En las soluciones diarias que encuentro para mis propias decisiones hay
toda esa gente que ha andado antes de nosotros que a mí me ayuda, y
luego son personas vivientes, que me ayudan con sus consejos.
Un camino como ese no se puede andar sólo, aislado, se va junto con
mucha gente. Lo que yo llamo nuestro 'Equipo Invisible'".

-Hablas a menudo de "liberar a la gente", ¿en qué medida los


puentes son liberadores?
"Cuando tú creas algo con tus propias manos, cuando tú te subes a un
puente que tú mismo has construido, yo creo que eso te cambia. Con eso
te das cuenta que tú sí puedes lograr las cosas.

Yo lo veo en mi propia vida, y eso no sólo en los puentes pequeños, sino


en los puentes grandes, cuando regreso a un sitio y digo, '¡qué bestia!

"Cuando te subes a un
puente que tu mismo has
construido, eso te
cambia".
eso se hizo porque decidiste hacerlo y toda la gente ayuda para hacerlo'. Yo creo que los
campesinos sienten lo mismo.

Por otro lado, también veo que sucede que donde antes había peleas en su pueblo, que tenían sus
riñas internas, cuando todos se juntan para construir un puente -y no es sólo un rato, son varios
días o varias semanas que se esfuerzan, que cargan sus piedras juntos, que cargan su arena
juntos, que una broma, que otra broma- y que las diferencias que tuvieron se van limando y
finalmente el puente está ahí parado para todos y les sirve a todos.

Yo creo que eso es una forma de liberación, de liberarse uno mismo de sus miedos, de decir, 'yo no
puedo', y de liberarse juntos, de ver que aunque hay diferencias todos pueden trabajar para un fin,
y para un fin tan práctico y tan útil como es un puente."

-¿En qué momento decidiste hacer lo que estás haciendo?


"Cuando estaba terminando el bachillerato y vi las imágenes de un terremoto en Ecuador, sentí
como un fuego, y me fui para el Ecuador, y me encontré con la gente que estaba aislada y me
quedé seis meses, construyendo ese primer puente, junto con mi amigo, un ingeniero holandés.

Pero luego regresé a Suiza y empecé a estudiar en la universidad y ahí estudié seis semanas.
Todos los días yo llegaba a la universidad y me preguntaba cada día, '¿qué vas a hacer tú aquí
Toni? Aquí vas a estudiar ahorita cinco años, te vas a acostumbrar a la vida suiza, a un cuarto
bonito, y crees que después de cinco años todavía vas a estar listo para decir, 'ahora sí me voy de
regreso para ayudar a los pobres'?.

Fue un proceso, no era una decisión que la tomas y saltas (...) te juegas el futuro realmente de tu
vida, porque si no tienes estudio en Suiza tu futuro no se ve muy bien.

Y luego te vas y empiezas a vivir todos los días en este sueño, en que tú dices, lo que yo quiero
hacer es ayudar a los pobres.

En esa fase me cayeron todavía las enfermedades como la malaria, y cuando estas así en cero yo
creo que ahí es donde o te derrumbas y dejas todo tu sueño atrás, o te fortaleces, te levantas y vas
por ese rumbo que has escogido.

Fue esa fase la que realmente me fortaleció y me mostró que sí es posible hacer lo que quiero
hacer."

http://www.sudnordnews.org/toni.html
TONI RUTTIMANN O "TONI EL PUENTERO ", El SUIZO QUE , EN FORMA BENÉVOLA,
CONSTRUYE PUENTES PARA LOS POBRES DEL MUNDO
Retorno a los Puentes Nonthaburi, 16 de Abril 2003

Mañana seré dado de alta en el Centro Sirindhron en Nonthaburi, Tailandia. Al cabo de un año de
terapia mi cuerpo ha recuperado algo de su fuerza y buena parte de su libertad de movimiento.
Lejos estoy todavía de ser normal, y seguramente normal nunca seré. Pero ya es hora de irme, de
volver a unirme al mundo allá fuera, y tratar de contribuir mi parte.

Mañana me despediré de mis colegas pacientes, los paralizados, los amputados, los dañados de
cerebro. Ellos continuarán aqui con sus ejercicios diarios, mientras que yo haré los míos en el
camino. Muchos de ellos esperan algún día poder salir caminando de aquí, así como yo lo hago
ahora. Mis terapistas sonríen orgullosas, porque su paciente antes paralizado ahora se ha vuelto
un hombre que camina erguido. Me puedo llamar afortunado, aunque sin entrenamiento contínuo
los músculos pronto se volverán tensos y débiles.

Así como a todos las personas que me han ayudado desde la lejanía en este largo año, así les
agradezco a los Tailandeses que aquí cuidaron de mí. Ellos no tenían ninguna razón de acoger
este extranjero en su Centro previsto para Tailandeses sin recursos, sin embargo me trataron como
uno de los suyos. Los llevaré en mi corazón, y me acordaré de lo que he visto aquí por el resto de
mi vida.

Todo podría ser aún peor

Entre ello seguro la lección que, no importa que tan grave parece ser nuestra situación, aún podría
ser peor. Como la señora que por un derrame cerebral ahora se encuentra no solamente
paralizada, sino además ciega. O como aquella pareja cuyo hijo nació con parálisis cerebral, y que
después de seis años decidieron tener otro bebé que en el futuro podría ayudarles con el primer
niño. El segundo bebé también nació con parálisis cerebral, solo que aún más grave. Los padres
son tan pobres que tiene que vivir en un solo cuarto sin ventanas y techo de lata, sus dos hijos en
el calor, sin espacio para ejercicio, retorciendose sobre el suelo con ataques espásticos. "Si
solamente aprendieran a sentarse y a comer por sí mismo - eso es todo lo que deseo", dice su
madre quien una vez por semana los trae desde lejos hasta el Centro Sirindhorn. Con el dinero que
los campesinos del valle del Río Lempa entre Honduras y El Salvador han recogido en una
maratón para mi sanación, les pudimos hacer fabricar una silla especial y mesa giratoria para
ejercicio en la casa. Con regalos similares desde el Ecuador y Suiza ahora las chicas terapistas
pueden ayudar con aparatos tambien a otros niños.

Una vez más he visto qué es lo que parece hacerlo todo soportable: es la fé y la esperanza;
nuestra voluntad de continuar a pesar de todo; la humanidad de la gente alrededor nuestro. Es su
compasión, su amor, su habilidad, su sonrisa y su presencia. Como faros en nuestra travesía por el
océano tempestuoso de la vida.

El Ecuatoriano Loco

A mí tambien me ayudó el ver que el sueño de los puentes de los pobres continuaba. Walter, quien
apenas un año antes había estado muy cerca de colgar la toalla para siempre, respondió a mi
enfermedad con un e-mail desde México: "Quiero que sepas que ahora más que nunca no te
dejaré solo con lo de los puentes." Y así construyó junto con los campesinos mexicanos 26 puentes
en un sólo año. Antes de eso yo había tardado dos años solamente para conseguir los permisos
del gobierno. Ya cuando estuvo por iniciar los últimos cuatro puentes cerca de Córdoba, Veracruz,
escribió: "Oye Toni, los ingenieros aquí se ríen: "Este Ecuatoriano está loco. Dice que va construir
este puente de 70 metros en un mes." Walter les respondió: "Bueno, ustedes me pueden llamar
loco, pero en realidad voy a construir cuatro de ellos en un mes." Y así lo hizo.

Incluso el gobierno del Estado de Veracruz empezó a ver el valor de estos puentes, los cuales
contratando una compañía les hubiera costado más de un millón de dólares. Y de pronto
aparecieron grandes y coloridos rótulos por el estado, junto con anuncios en los periódicos. La
alegre cara del Sr. Gobernador Miguel Alemán con un lindo puente y la leyenda: "14 nuevos
Puentes colgantes - Un gobierno que sí trabaja para tí." Será que se les occurrió que con eso
desbarataron el orgullo que los campesinos sentían de haberlo hecho por sí mismos, bajo sol y
lluvia, con su sudor y esfuerzo? Cuando terminó el último puente, Walter devolvió la camioneta con
soldadora y herramientas al generoso dueño de una empresa constructora mexicana, quien nos las
había prestado por más de un año. Luego tomó su maleta y contento retornó al Ecuador.

Ahora está esperando a que yo también llegue al Ecuador, para organizar un nuevo programa en
su patria en Mayo. Después de más de cuatro años en Centroamerica y México, lejos de esposa e
hijo, él ahora quiere vivir y trabajar en Ecuador. Está listo para llevar adelante la construcción de
puentes con sus compatriotas necesitados.

Queremos invitar a las comunidades del Ecuador que sufren por un puente tomar esta oportunidad
y contactarnos. Con una idea general de cuantos puentes se requieren, podemos buscar el
material necesario y Walter podrá comenzar a construir. El mayor obstáculo, como siempre, serán
los permisos de aduana para re-importar nuestros camiones usados desde Honduras, así como la
tubería y los cables donados.

Yin Sopul & Pen Sopoan

En Camboya, mis dos colegas Sopul y Sopoan ya están con el puente número 23, una hazaña
parecida a la de Walter en México. Quien conoce su historia, quizás podrá imaginarse cuanto
significa eso para los dos.

Sopul es un humilde mecánico, 40 años de edad, tenaz y pilas, mi mano derecha en Camboya.
Sopoan, 39, es camionero, de pocas palabras, alto y fuerte. Tiene la paciencia y resistencia que
viene de toda una vida en los caminos de Camboya. Era él quien estuvo trabajando conmigo en
Aoral, provincia de Kampong Speu, región olvidada y anteriormente de los Khmer Rojos, en donde
parece que agarré la infección de comida que luego desencadenó el Síndrome de Guillain-Barré.
Ninguno de los dos habla otra cosa que el idioma camboyano, Khmer, ninguno llegó más allá de la
primaria, ambos tienen esposa y tres hijos cada uno. Y los dos han visto su parte de sufrimiento en
la vida.

Cuando niños en sus pueblos de Prey Veng y Svay Rieng al sur de Camboya, a pocos kilómetros
de la frontera con Vietnam, no pudieron ir a la escuela. Sus clases eran las de la sobrevivencia y
de la guerra. Sus pueblos fueron bombardeados por los B-52 de los Americanos, en una guerra
que trajo el infierno para la gente de Vietnam, Camboya y Laos. De alguna manera sobrevivieron el
resultante reino de terror de los Khmer Rojos entre 1975 y 1979, al filo de morir de hambre. A la
edad de dieciseis, Sopul fué enviado al oriente del país a pelear en Memot, Snuol y Mondulkiri,
donde vivió en la selva, cargando fusíl y granadas, débil y enfermo con malaria. Finalmente,
en1979, los vietnamitas decidieron invadir Camboya y ponerle fin al genocidio bajo Pol Pot. Su
ejército disciplinado y hábil pasó en pocos días por encima de los soldados khmer como Sopul,
encontrando milliones de Camboyanos moribundos y acabados por el hambre.

Bajo la ocupación vietnamita, Sopoan, ya de dieciocho años, ingresó a las filas del nuevo ejército
de gobierno de Hun Sen. Allí aprendió manejar su primer camión, como también leer y escribir. Los
proximos ocho años le tocó transportar suministros al frente, en las montañas del noroeste, cerca
de la frontera con Tailandia, bajo fuego y el peligro contínuo de minas sobre los caminos. Esta vez
peleaba con las tropas de Hun Sen contra los restantes Khmer Rojos, quienes por su lado fueron
equipados por Estados Unidos y China.

En cambio Sopul ya se había cansado del dolor de la guerra, y a los 19 entró al departamento
provincial de obras públicas de Battambang, que se dedicaba a reconstruir lo que había quedado
de las carreteras. Allí aprendió mecánica con viejos camiones Leyland ingleses y ZIL's rusos, y en
la noche iba a la escuela primaria.

Una mañana de 1984 estuvo en la ruta entre Svay Sisophon y Seam Reap, avanzando muy
lentamente por la cantidad de baches y la lluvia. Apretado sobre la plataforma del camioncito entre
otros 20 trabajadores y campesinos alzados en el camino, Sopul estaba firmemente agarrado de
un barril de 55 galones de gasolina y la pared posterior de la cabina. Cuando pegaron la mina
antitanque, el camioncito estalló en una bola de fuego. Los pedazos de metal y los pedazos de
cuerpos se regaron en todo el camino. Sopul volvió en sí diez metros más allá, abajo en el arrozal,
herido de la espalda. Aún así se esforzó en arrastrar otros heridos desde el agua sobre el camino,
donde los depositó bajo un plástico al lado del cráter. Cuatro largas horas tuvieron que esperar, con
dolor, gemidos y hemorragias, hasta que al anochecer apareció un viejo tractor en la lluvia. Al final
sobrevivieron cinco de veinticinco, entre ellos Sopul.

Un poco más allá…

Eso son los hombres con los que tengo el privilegio de trabajar. Ningún profesional educado, sino
humildes obreros, tan resistentes como para construir estos puentes en un país como Camboya;
tan valientes como para entregarse en lugares tan brutales como Samlot, donde 90% de los
campesinos asoma con un pedazo de madera ó plastico como pierna, donde la parte costosa del
puente es la limpieza de las minas antipersonales y donde estarse por una semana es garantía de
agarrar malaria.

Mientras estuve trabajando en Suramérica yo sentía que allí era donde yo pertencía. Mientras
ayudaba en Centroamerica sentía que allí también estaba en el lugar preciso. Seguí mi camino,
llegué a Camboya y sabía que estaba bien. Luego el Centro Sirindhorn en Tailandia se volvió mi
hogar, el cual igualmente dejaré mañana.

Hoy sé que pertenezco a toda parte, porque mi hogar es el planeta, y mi familia es la humanidad.
Yo sé que la humanidad está profundamente adolorida, así yo tambien.
Pero mientras yo sienta este anhelo dentro de mi de hacer de nuestro hogar un lugar un poquito
mejor, de amar nuestra familia un poquito más, no sentiré miedo. Aunque vaya ser más difícil que
antes. Aunque no pueda correr. Pero puedo caminar, y puedo levantarme.

http://www.ewb-uk.org/node/1580

También podría gustarte