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Teoría psicologicistas
La Psicología, estudia el comportamiento humano, la conducta y le interesa el comportamiento
criminal como cualquier otro comportamiento identificando los factores y variables que le refuerzan,
tanto si es un comportamiento conformista como el inconformista.
La Psiquiatría es una rama de la Medicina que se ocupa del hecho psíquico morboso, del hombre
psíquicamente enfermo. Adopta sus enunciados desde una perspectiva clínica, contemplando la
conducta delictiva como expresión de un trastorno de la personalidad, patológico.
La peligrosidad del enfermo mental debe entenderse, desde un punto de vista estadísticamente poco
significativo, ponderando el total de la población criminal.
La peligrosidad del enfermo mental significa un porcentaje muy reducido en el total de la población
criminal, muy inferior del que pudiera pensarse, pues la experiencia demuestra, que la mayor parte
de los infractores de la ley son sorprendentemente normales, desde un punto de vista psícologicista.
Mientras que la criminalidad referida a disfunciones psíquicas menos graves tales como las que tiene
por ejemplo consecuencia por abuso de ciertas sustancias, trastornos de la personalidad, etc. es
mucho más significativa.
Dicho de otro modo: la relación o asociación estadísticamente constatada entre meros trastornos del
carácter, (patologías ligeras) y criminalidad, en general, parece mucho más alta, más severa, que los
cuadros de enfermedades mentales incapacitantes, las cuales explican solo un pequeño porcentaje
del total de la delincuencia.
Tal correlación debe estudiarse por grupos de delito, la funcionalidad y objetividad del trastorno o
alteración, esto es, la determinación del aspecto concreto del comportamiento o facultad afectada y
su impacto en la personalidad del individuo y la criminogénesis resultante.
De las muy diversas clasificaciones de trastornos psíquicos y enfermedades mentales, dos merecen
especial mención:
A juicio de los expertos, parece que oligofrénicos y psicópatas son los dos grupos que entran más a
menudo en conflicto con el ordenamiento penal.
Pero también ha de hacerse referencia a los trastornos orgánicos (cognoscitivos), esto es, al
«delirium» y las «demencias»; a los relacionados con el consumo y dependencia de las drogas; a la
«esquizofrenia» y otros trastornos psicóticos, en particular, a la «paranoia»; a las «psicosis maniaco-
depresivas», o «trastornos bipolares», y a las depresiones; a las «neurosis», y trastornos
somatomorfos, facticios y disociativos; a las «parafilias» y otros trastornos sexuales; a los que
afectan al control de los impulsos (la ludopatía, la cleptomanía y la piromanía); etc.
Segun su mayor o menor gravedad, normalmente los leves y moderados, sufren a menudo, de
síndromes neurológicos asociados, exhibiendo actitudes agresivas e impulsivas.
Particular interés, tanto desde un punto de vista forense como criminológico, tienen los supuestos
fronterizos al retraso mental («borderline») porque a la debilidad mental se asocian entonces otros
factores delictógenos como la agresividad, el escaso autocontrol, vida instintiva, baja tolerancia a la
frustración y alta impulsividad.
Quienes se hallan en esta zona limítrofe suelen implicarse en delitos contra las personas (homicidios
y lesiones), contra la libertad sexual (agresiones y abusos sexuales) y contra la seguridad.
En los delitos que comete con mayor frecuencia el oligofrénico, estos son de escasa cuantía y
significación, en los que, por sus limitaciones, no suelen intervenir en papeles de primera magnitud,
sino como cómplices, manipulados por los autores principales.
El oligofrénico se implica, también, en delitos contra la libertad sexual pudiendo influir cierto
componente vindicativo que concurre con tal déficit, pues ha sido con frecuencia víctima de burla,
abusos y menosprecio que hacen germinar en el mismo actitudes de hostilidad y venganza.
En la intoxicación crónica, el amplio deterioro que ésta induce, abarca todas las actividades sociales
y familiares, siendo frecuentes, entre otros, los delitos sexuales, agresiones y delitos de omisión. En
las alucinosis alcohólicas, pueden cometer delitos violentos contra supuestos enemigos, que suele
dar lugar a graves delitos contra las personas, incluidos el homicidio, etc.
Otras toxicomanías, describen trastornos muy diversos, cuya gravedad oscila entre la mera
intoxicación y el consumo perjudicial.
Desde un punto de vista criminológico, esto es, en cuanto a la delictogénesis inducida o asociada a la
droga, hay que distinguir la criminalidad instrumental que se orienta, precisamente, a la obtención y
financiación de la droga, diferenciándola de la criminalidad inducida por los efectos directos que la
droga pueda ocasionar en el sujeto.
La criminalidad ocasionada por los efectos directos de la droga (es decir, por los trastornos
psicóticos inducidos por ciertas sustancias, reacciones de ansiedad, delirium, estados confusionales,
estados de agresividad, etc.) suele traducirse en delitos contra la vida y la integridad, delitos contra la
libertad sexual, etc.
LAS PSICOSIS
Esquizofrenia
Es la enfermedad mental por excelencia y la más frecuente de las psicosis. La psicosis afecta a cada
persona de forma diferente y, además, durante las etapas iniciales no siempre es posible poner un
nombre o una etiqueta
La esquizofrenia incapacita al sujeto para valorar la realidad y para gobernar su propia conducta, ya
que implica un abanico de disfunciones cognoscitivas y emocionales que pueden afectar a la
percepción, el pensamiento inferencial, la comunicación, la organización comportamental, la
afectividad, la fluidez y productividad del pensamiento, con el inexorable deterioro de su actividad
laboral y social.
La esquizofrenia produce una transformación psicótica del individuo que le impide establecer un
juicio correcto sobre los datos de la realidad.
El esquizofrénico no contraviene estadística o significativamente la ley penal. sus crímenes, aún
cuando no representen índices llamativos, atemorizan porque son atroces, crueles. El delito, en el
esquizofrénico, siempre es un crimen «sin historia» y sin «sentido», que no se entiende ni se puede
prever, inútil, absurdo, donde su comisión, le permita liberarse experimentando un gran alivio.
El esquizofrénico delinque solo, sin cómplices, actuando como un «lobo solitario». Sus delitos más
usuales son los delitos contra la integridad (lesiones) y amenazas; le siguen, los delitos contra el
patrimonio. Los crímenes más graves contra la vida suelen ser obra, muy a menudo, de
esquizofrénicos de tipo paranoide.
El trastorno delirante tiene particular interés criminológico, por la especial peligrosidad del
paranoico, no siempre fácil de percibir o detectar a tiempo. La temática delirante de esta psicosis da
lugar a diversos tipos o variantes, y de particular interés criminológico son:
La psicosis maníaco-depresiva es una enfermedad donde puede darse un único cuadro maníaco, o
bien depresivo, o la alternancia de éstos.
La fase maníaca representa la otra cara de la misma moneda y se caracteriza por la sintomatología
inversa; euforia, irritabilidad, exaltación, incremento de la actividad social, laboral, sexual, gran
fluidez del pensamiento (incluso fuga de ideas), locuacidad, sentimientos de grandeza y acusada
autoestima, disminución de la necesidad de dormir, predisposición a emprender actividades de
riesgo, actividades peligrosas e hiperactividad psicomotora.
El gran riesgo de la fase depresiva lo constituyen las conductas autolíticas y el suicidio. Junto al
suicidio puro y simple, cabe citar como delito típico de la depresión el «suicidio ampliado», que no
se debe confundir con el «doble suicidio por amor» o «pacto de muerte».
En el suicidio ampliado, el enfermo, después de matar a sus seres queridos, pone fin a su vida; les
mata por amor, para salvarles de las graves ruinas que anuncia el delirio y luego se suicida.
El neurótico no entra fácilmente en conflicto con la legalidad penal ya que su propia naturaleza
insegura, angustiada e inestable conspira contra el mismo.
De hacerlo, es más autoagresivo que heteroagresivo. Su actuar es, a menudo, compulsivo,
irresistible para aquel.
La parafilia conlleva un déficit insuperable para establecer relaciones afectivas adultas y maduras
con personas del sexo opuesto y frecuentemente van acompañadas de sentimientos de culpa y
vergüenza.
La pedofilia (deseo intenso y recurrente de mantener relaciones sexuales con impúberes, tanto de
tipo heterosexual como homosexual).
El pedófilo comete, por lo general, delitos de abusos sexuales en niños, de pornografía infantil y de
corrupción de menores.
El sadismo, como el masoquismo, provienen de una patológica «erotización del dolor» y según las
teorías psicodinámicas se explicaría como consecuencia de una mala identificación sexual.
El fetichismo es una parafilia relativamente frecuente, sobre todo en el varón, que obtienen
excitación y satisfacción sexual con determinados objetos.
A modo de síntesis, cabe afirmar que los trastornos de mayor interés criminógeno se dan en el varón;
la franja de edades más conflictiva corresponde a la década de los veinte;
Este, por lo general, experimenta una sensación de tensión o activación interior antes de realizar la
conducta, experimentando placer, gratificación o liberación en el momento de llevarla a cabo, con o
sin posterior sentimiento de culpa, arrepentimiento o autorreproche.
El trastorno explosivo intermitente se caracteriza por la aparición de episodios aislados en los que
el individuo no puede controlar los impulsos agresivos, dando lugar a violencias o daños en la
propiedad.
El trastorno explosivo intermitente puede explicar algunos delitos contra la vida.
La cleptomanía se caracteriza por una dificultad recurrente para resistir el impulso de robar objetos
que no son necesarios para el uso personal o por su valor monetario.
No planifica el cleptómano, ni ejecuta el delito de forma cautelosa y elaborada y actúa sólo, sin
cómplices.
Experimenta una sensación creciente de placentera tensión antes del robo, seguida de bienestar,
alivio o liberación una vez ejecutado.
El cleptómano no usa lo que sustrae porque no lo necesita, ni tiene especial valor, lo devuelve
inesperadamente o acumula.
La piromanía se caracteriza por un patrón de comportamiento que lleva a provocar incendios por
puro placer, gratificación o liberación de la tensión, y exhibe una llamativa fascinación o atracción
por el fuego y su parafernalia.
Experimentan una sensación de bienestar, alivio o liberación de aquella tensión cuando contemplan
complacidos el fuego y sus efectos devastadores o participan en sus consecuencias.