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El legendario azul de Prusia, el color que puede salvar o segar

vidas
• Dalia Ventura 12 diciembre 2021
https://www.bbc.com/mundo/noticias-59572604

Fue el primer pigmento sintético moderno y mucho menos propenso a


desvanecerse que otros azules.
Un día, a principios del siglo XVIII, Johann Conrad Dippel, el residente más
notorio del castillo de Frankenstein que, posiblemente, inspiró a la escritora
Mary Shelley, estaba en su laboratorio en Berlín preparando su "elixir de la
vida".
El controvertido teólogo, que hasta fue encarcelado por sus creencias, optó por la
alquimia y, tras fracasar en sus intentos de convertir metales comunes en
preciosos, se dedicó a crear esa "medicina universal" que, según afirmaba, curaba
todos los males.
Su "aceite de Dippel", un brebaje cuyo aspecto era semejante al alquitrán líquido
con un sabor y olor tan desagradable que durante la Segunda Guerra Mundial fue
usado para hacer el agua imbebible y deshidratar al enemigo, era una destilación
de cuernos, cuero, marfil y sangre descompuestos a la que le agregaba potasa
(carbonato de potasio).
Al mismo tiempo, en el mismo lugar, un creador de colores suizo llamado Johann
Jacob Diesbach estaba preparando un lote de laca carmesí, un pigmento rojo
hecho con cochinilla, un insecto traído de Latinoamérica, para el cual también
necesitaba potasa. Pero no tenía suficiente, así que tomó prestada parte de la de
Dippel.
Al día siguiente, lo que encontraron en el laboratorio, sorpresivamente, era
azul, en vez del rojo esperado.
Resulta que la potasa de Dippel que usó Diesbach estaba contaminada con
sangre, que contenía hierro, y eso desencadenó una reacción química tan
complicada que, de no ser por ese accidente, posiblemente no habría sido
descubierta en años.
Como diría el químico francés Jean Hellot en 1762, "nada es quizás más peculiar
que el proceso mediante el cual se obtiene el azul de Prusia ... Y si el azar no
hubiera intervenido, sería necesaria una teoría profunda para inventarlo".

Precioso
El color creado fortuitamente era precioso, en todo el sentido de la palabra.
No sólo era hermoso sino valioso.
El azul siempre ha sido un color elusivo que, a pesar de estar a nuestro alrededor,
a menudo se siente fuera de alcance: no podemos tocar el azul del mar ni
palpar el del cielo.
El azul apenas existió en la historia temprana del arte occidental. Los griegos ni
siquiera tenían una palabra para describirlo. El mar de la Odisea es color vino.
Y tenerlo en las manos para colorear el mundo con él, hasta ese momento,
tampoco había sido fácil.
En el Antiguo Egipto desarrollaron un pigmento conocido como "azul egipcio", cuyo
ingrediente principal era una rara gema llamada azurita. Aunque se usó durante
miles de años, el método y la ciencia tras esa creación cayeron en el olvido.
Otros pigmentos azules tempranos se hacían moliendo turquesas y lapislázuli, y
esta última piedra semipreciosa seguía siendo en ese principio del siglo XVIII la
base del más estable, brillante, puro y fuerte de los pocos azules disponibles
en Europa.
Había llegado en la Edad Media y cambió dramáticamente el arte, abriéndole las
puertas del cielo a artistas como Giotto, el padre del Renacimiento italiano, quien
en la capilla de los Scrovegni de Padua elevó ese azul a un estatus divino.

El cielo estrellado de la bóveda de la Capilla de los Scrovegni.


Lo llamaron ultramarino, pues de allá venía el lapislázuli, esa piedra casi mítica
que, en ese entonces, sólo se podía encontrar en una pequeña mina en el extremo
lejano de lo que ahora es Afganistán.
Para llegar a Venecia, en esa época el líder mundial en color, recorría unos 5.600
kilómetros, atravesando cadenas montañosas, desiertos y, finalmente, el mar
Mediterráneo.
No en vano el azul ultramarino valía su peso en oro, literalmente: por siglos una
onza de ese color costaba una onza de oro.
Era todo un lujo.

Tomaba semanas de trabajo convertir el lapislázuli en pigmento.


Por eso, la posibilidad de crear un azul real, maravilloso, profundo, rentable y
viable era inmensamente atractiva.

Serendipia y ciencia
Si bien la serendipia fue el punto de partida, sus creadores inmediatamente
reconocieron el valor de su "error".
Experimentos posteriores los llevaron a producir un pigmento que era
considerablemente menos costoso que el ultramarino, más estable que el azul a
base de cobre y más versátil que el índigo.
Fue un éxito inmediato.
Diesbach y su socio Johann Leonhard Frisch enviaron el nuevo invento a las
cuatro esquinas del mundo y pronto se empezaron a enriquecer.
Papel tapiz, porcelanas, estampillas y banderas se tiñeron de azul, y en 1709 el
pigmento se convirtió en el color oficial del uniforme del ejército prusiano, lo que le
valió el nombre de "azul de Prusia", aunque en Alemania se le conoce como
Berliner Blau o azul de Berlín.

Uniforme de los húsares, 1858-1915. Chaqueta de teniente del Noveno


Regimiento.
Su composición fue objeto de especulaciones pues el método de fabricación
permaneció en secreto hasta 1724, cuando fue revelada.
¿La receta?
Toma una solución mixta de alumbre y vitriolo verde y añádele una solución de un
álcali previamente calcinado con sangre de buey. Eso da un precipitado verdoso
que se vuelve azul al hervirlo con alcohol de sal. (Pronto se demostró que la carne
u otra materia animal era tan eficaz como la sangre de un buey).
Arte y mucho más
Como era de esperarse, el azul de Prusia irrumpió en el mundo del arte, con una
enorme demanda tanto para pinturas en óleo como acuarelas.
Desde "Entierro de Cristo" (1709) del pintor holandés Pieter van der Werff, el uso
verificado más temprano en una pintura...

"Entierro de Cristo" de Pieter van der Werff.


...hasta "La gran ola de Kanagawa", creada por el artista japonés Katsushika
Hokusai al otro lado del planeta...

'La gran ola de Kanagawa', de Katsushika Hokusai.


...sin olvidar la obra de Picasso, quien con el azul de Prusia expresó su tristeza
por la trágica muerte de un amigo cercano en su Período Azul (1901-1904)...
...y tantos otros más.
Pero el pigmento además se empezó a usar —y se sigue usando— en ámbitos
alejados del arte, aunque a veces parecen cercanos, como en el caso de la obra
de la botánica inglesa Anna Atkins, quien publicó el primer libro de la historia
ilustrado exclusivamente con fotografías.
Las tomó valiéndose de un procedimiento fotográfico llamado cianotipia, que
produce una copia negativa del original en un color azul de Prusia, llamada
cianotipo.

Parece una obra de arte, pero es ciencia: uno de los cianotipos del libro de Atkins
de 1843, British Algae: Cyanotype Impressions.
El proceso lo había aprendido de su inventor, el renombrado astrónomo y amigo de
la familia John Herschel.
Este, apreciando las propiedades sensibles a la luz del azul de Prusia, lo utilizó
para producir los primeros cianotipos o blueprints, lo que permitió la reproducción
simple y eficaz de diagramas, dibujos técnicos, diseños de ingeniería y planos.
Por un siglo desde su invención en 1842, ese proceso de fotocopiado fue la
única forma barata de copiar dibujos.
Desde entonces, los usos del pigmento en diversas tecnologías no han dejado de
multiplicarse.
En este siglo, por ejemplo, su capacidad para transferir electrones de manera
eficiente lo convirtió en una sustancia ideal para su uso en electrodos de baterías
de iones de sodio, que se utilizan en aplicaciones de centros de datos y
telecomunicaciones.
Pero quizás lo más curioso es que el azul de Prusia es un color que cura.

Medicina esencial
Efectivamente: el azul de Prusia figura en la Lista Modelo de Medicamentos
Esenciales de la Organización Mundial de la Salud como un antídoto específico en
intoxicaciones por metales pesados.
Se usa para tratar a personas que han sido contaminadas internamente con
cesio radiactivo o talio altamente venenoso, como ocurrió en el accidente
radiológico de Goiânia, Brasil, en 1987, cuando una fuente radiactiva médica en
desuso fue robada de un hospital abandonado.
En esos casos, los pacientes ingieren cápsulas del pigmento y este atrapa los
metales peligrosos en su estructura, evita que el cuerpo los absorba y reduce el
tiempo que tarda el material radiactivo en salir del cuerpo, mitigando el daño.
En el caso del cesio lo reduce de unos 110 días a 30 y del talio, de unos ocho días
a tres.
Por otro lado, además de varias aplicaciones en tecnología médica de punta,
sigue siendo la principal herramienta del patólogo para detectar el envenenamiento
por plomo.
Y como tinción se usa ampliamente tanto con fines de diagnóstico como de
investigación para detectar la presencia de hierro en las muestras de biopsia,
especialmente en tejidos como la médula ósea y el bazo.
Aunque el hierro es esencial para la vida, también es tóxico debido a su capacidad
para formar radicales libres que pueden dañar las células.

El lado oscuro
Durante miles de años se sabía que muchas partes de plantas, como las hojas de
laurel cerezo, las semillas de durazno, la mandioca e incluso pepitas de manzana
eran letales si se administraban en forma concentrada, y que su veneno a menudo
se detectaba por su olor distintivo de almendras amargas.
Pero a pesar de que se usaron hasta en ejecuciones judiciales —los antiguos
egipcios tenían la "pena del melocotón" y los romanos "la muerte del cerezo"—, no
fue hasta 1782 que un químico farmacéutico sueco, Carl Wilhelm Scheele,
identificó el ingrediente tóxico activo.
Descubrió que si mezclaba azul de Prusia con ácido sulfúrico diluido, podía
producir un gas que era incoloro, soluble en agua y ácido.
En alemán lo llamaron Blausäure (literalmente "ácido azul") debido a su derivación
del azul de Prusia; en inglés, ácido prúsico.
Hoy lo conocemos como cianuro de hidrógeno (HCN), pero lo llamamos por su
nombre abreviado más común: cianuro, que viene de la palabra griega para
azul oscuro.
Es extremadamente tóxico. Si un humano lo ingiere, se absorbe rápidamente, se
une irreversiblemente al átomo de hierro en la hemoglobina y evita que la sangre
transporte oxígeno a las células y tejidos del cuerpo.
Palpitaciones, dolor de cabeza y somnolencia, son seguidos de coma,
convulsiones y muerte por asfixia.
Y a veces queda un ligero olor a almendras.
Un veneno tan efectivo pronto se convirtió en un arma, una que no sólo servía
en su forma líquida para matar individuos, sino que, como gas, era ideal para
asesinatos en masa, como los perpetrados por los nazis.
"Visité Treblinka [el campo de exterminio] para averiguar cómo llevaron a cabo su
exterminio", relató en su declaración jurada el comandante del campo de
concentración y exterminio de Auschwitz Rudolf Hoss.
"El comandante del grupo me dijo que había liquidado 80.000 en el transcurso de
medio año. Estaba principalmente interesado en liquidar a todos los judíos del
gueto de Varsovia. Usó gas monóxido y no pensé que sus métodos fueran muy
eficientes.
"Así que en Auschwitz usé Cyclon [Zyklon] B, que era un ácido prúsico
cristalizado que se dejaba caer en la cámara de la muerte. Tardó de tres a 15
minutos en matar a las personas en la cámara, según las condiciones
atmosféricas. Sabíamos que la gente estaba muerta cuando cesaban los gritos".

El extraordinario color azul que inventaron los mayas en el México


precolonial
• Devon Van Houten Maldonado 15 octubre 2018
https://www.bbc.com/mundo/vert-cul-45503886

Los murales de 1600 años en el templo maya de Chichén Itzá todavía tienen
colores vibrantes, incluido el azul, que generalmente se desvanece.
En la Europa del siglo XVII, cuando Michelangelo Merisi da Caravaggio y
Peter Paul Rubens pintaron sus famosas obras maestras, el pigmento azul
ultramarino era hecho de una piedra semipreciosa llamada lapislázuli,
proveniente de las lejanas minas en Afganistán, que costaba su peso en oro.
Solo a los pintores más ilustres se les permitía usar ese costoso material, mientras
que los artistas menores se vieron obligados a usar colores más apagados que se
desvanecían bajo el Sol.
No fue hasta la revolución industrial en el siglo XIX que una alternativa sintética
fue inventada, y el verdadero azul ultramarino finalmente se volvió más accesible
Sin embargo, al otro lado del océano Atlántico, los obras barrocas coloniales
creadas por artistas como José Juárez, Baltasar de Echave y Cristóbal de
Villapando, a principios del siglo XVII en México, Nueva España, estaban llenos de
un hermoso color azul.
¿Cómo era esto posible, si se considera que el lapislázuli era incluso más raro en
el Nuevo Mundo?

El lapislázuli es extraído de entre las rocas y luego es usado en diversos trabajos


artísticos, incluida la joyería.
No fue hasta mediados del siglo XX que los arqueólogos descubrieron que los
mayas habían inventado un color azul resistente y brillante siglos antes de que
sus tierras fueran colonizadas y sus recursos explotados.

Azul difícil
El azul ultramarino obtenido del lapislázuli en Europa no solo era
increíblemente caro, sino también extremadamente difícil de fabricar.
Por eso, en Europa, el azul era reservado para los trabajos más importantes.
Rubens fue lo suficientemente adinerado como para tener el lapislázuli para crear
el azul en su "Adoración de los Reyes Magos", hoy colocada en el Museo del
Prado.
"La Adoración de los Reyes Magos", de Rubens, la versión que se exhibe en el
Museo del Prado en Madrid, en la cual él trabajó durante más 20 años, es un
ejemplo.
El color era principalmente usado para pintar las túnicas de la virgen María, y
después se extendió para incluir a la realeza y otras figuras sagradas.
En México, por otro lado, el azul era usado para pintar temas menos sagrados y
cotidianos.
Los arqueólogos que estudiaban las ruinas prehispánicas de Mesoamérica se
sorprendieron con el descubrimiento de murales azules en la Riviera Maya, de
inicios del año 300 después de Cristo.
Quizás el más famoso de los murales está en el templo de Chichén Itzá, creada
alrededor del año 450 después de Cristo.
El azul está presente en numerosos murales mayas.
El color tenía un significado ceremonial especial para los mayas.
Ellos cubrían a las víctimas de sacrificios y los altares con ese color y eran
ofrecidos pintados con un color azul brillante, escribió en un documento Diego de
Landa Calderón, un obispo en la época colonial de México durante el siglo XVI.
Los arqueólogos estaban desconcertados por la resistencia del azul en los
murales.
La planta de añil, parte de la familia índigo, estaba ampliamente disponible en la
región, pero se usaba principalmente para tintes en lugar de pintura.
Y el índigo se desvanecía rápidamente a la luz del sol y los elementos naturales,
por lo que los expertos pensaron que los mayas no podrían haber usado el mismo
colorante ampliamente disponible para pintar los murales.

Fue la planta de añil con la cual los mayas mezclaron la arcilla que llamaron
atapulgita para crear pintura azul.
No fue hasta finales de la década de 1960 cuando se descubrió la fuente de la
resistencia del azul Maya a través de los siglos: una rara arcilla llamada
atapulgita, que se mezclaba con el tinte de la planta de añil.
Durante la colonización, materiales nativos como el azul maya y la cochinilla fueron
explotados junto con todos los demás recursos de la tierra y su gente en el Nuevo
Mundo.
Estos colores, que supuestamente representaban la riqueza del imperio maya, se
mantendrían como un símbolo de todo lo que sería saqueado.

Rapsodia en azul
A los maestros pintores de América se les coloca en la historia del arte, si es que
son mencionados, como una escuela menor del barroco en comparación con
Caravaggio y Rubens.
Es demasiado simplista suponer que estos maestros del barroco solo se dedicaban
a imitar a sus predecesores europeos.
De hecho, los pintores de segunda y tercera generación nacidos en Ciudad de
México, como Juárez y Echave Ibia, se alejaron de la estética europea, y en
cambio llegaron a algo único: composiciones enormes y sofisticadas que se
alimentaban de la vitalidad del Nuevo Mundo.
En el Museo Nacional de Arte de México (Munal) en la Ciudad de México, las obras
de José Juárezvistas cronológicamente muestran su evolución de simple imitador
europeo hasta un maestro del Nuevo Barroco español.

Esta obra de Baltasar de Echave Ibia, "La Inmaculada Concepción", está


prácticamente empapada de azul, un lujo que los pintores europeos de la década
de 1600 no podrían haberse dado.
Sus primeros lienzos se apartaron del dramático enfoque y la calidez de las
imágenes del Barroco europeo y en cambio pasaron a la saturación fría en todo el
plano pictórico.
Había azules vibrantes, amarillos, verdes y rojos, múltiples fuentes de luz,
composiciones de collage y gran formato, en parte porque el uso de materiales
locales, como el azul maya, amplió su paleta.
Si bien Rubens también usó colores vibrantes, sus composiciones, en general,
fueron más caóticas y más cálidas que las de Juárez.
Y la paleta de Juárez era incluso más vibrante que la deRubens, quizás la más
vibrante de los pintores barrocos europeos, aunque sus composiciones se
asemejaban más a Caravaggio.

Un detalle de la aparición de la Virgen y el Niño a San Francisco, de José Juárez,


en la que es evidente el tono azul ultramarino del manto de María.
Los lienzos de Caravaggio estaban, sin duda, llenos de ricos rojos y amarillos, pero
casi desprovistos de azul. Si piensas en una obra maestra de Caravaggio, suele
estar ausente el azul.
Lo más cercano a un Caravaggio con tintes azules que puedes encontrar es el
trabajo de Juárez, pero, a pesar de su alcance prolífico y sus composiciones
realizadas, Juárez murió en la pobreza.
Y si Juárez murió sin un peso a su nombre, ¿cómo habría tenido los recursos para
pedir grandes cantidades de lapislázuli precioso de Europa?
Colores que delatan
Por otro lado, Villalpando, a menudo era considerado el pintor colonial más prolífico
de la Nueva España, imitó las composiciones caóticas de Rubens.
Este artista encaja mejor en la historia europea de la pintura barroca y no se apartó
del "miedo al espacio" de Rubens -la noción barroca de que cada espacio del
lienzo debe estar repleto de imágenes e incidentes- por lo que fue aceptado por el
canon de la historia del arte como la mascota de la pintura barroca
novohispánica.

Villalpando pintó esta cúpula del altar mayor en la catedral de Puebla, México, en
1688. Los azules siguen siendo muy vibrantes hasta la actualidad.
Aun así, por mucho que quisiera imitar a Rubens, Villalpando pintó con materiales
y mano de obra mesoamericanos. Y consistentemente el resultado, al igual que el
de sus pares en México, fue que sus pinturas y murales eran más frescos y
saturados.
Su mural que adorna la cúpula de la catedral de Puebla fue el primero y el único de
su tipo en Nueva España.
Las nubes azules y púrpuras remolinan las imágenes de la virgen, los santos y los
ángeles pintados por Villalpando.
A pesar de que trató de hacer un estilo barroco europeo en América sus
materiales lo delataban como un criollo (un descendiente de raza no mestiza de
los colonos españoles originales) de Ciudad de México.
Baltasar de Echave Ibia pintó unas obras azules tan elaboradas que se hizo
conocido como 'El Echave de los azules'.
Su padre, Baltasar de Echave Orio, también usó el azul generosamente, pero
Echave Ibia fue especialmente famoso por su copioso uso y dominio del color.

Y hay una razón por la cual Echave Ibia, que trabajaba en Ciudad de México entre
los siglos XVII y XVIII, tenía acceso a cantidades aparentemente ilimitadas de
azul.
De hecho, los tres tenían fuentes de ese color brillante muy cerca de casa.

Azul maya
La falta de evidencia escrita del uso de añil o azul maya en las pinturas barrocas
novohispánicas se compensa con evidencia visual.
De estos pintores y otros en las Américas colonizadas, es evidente que los artistas
barrocos en el Nuevo Mundo no estaban usando el mismo pigmento azul que
sus pares europeos.

La obra "Magdalena penitente", de Baltasar de Echave Ibia, era rica en tonalidades


de azul.
El lapislázuli para obtener el color azul que se usaba en Europa era de un azul
ultramar oscuro. Mientras que el azul que se usaba en Nueva España reflejaba el
vívido azul, originalmente extraído de añil por los mayas.
El azul maya es uno de los colores mesoamericanos más duraderos, como se
ve en los murales de 1600 años de Chichén Itzá.
Tal vez la misma resistencia al tiempo ha mantenido lienzos y murales barrocos en
las Américas, desde México hasta Perú, brillantes a través de los siglos.
Esta polinización cruzada de influencias, desde Maya hasta el Barroco Europeo,
que ocurre en América Latina en los lienzos de los pintores criollos, sugiere que la
globalización comenzó mucho antes de lo que la historia académica nos ha
hecho creer.

¿Por qué el cielo se ve azul? Los sencillos instrumentos con los


que el científico John Tyndall logró descubrirlo

https://www.bbc.com/mundo/noticias-49846462

28 septiembre 2019
Una curiosidad sin límite es lo que ha llevado a muchos a nuevos descubrimientos.
A lo largo de la historia, a muchos los científicos les ha motivado la
aspiración de comprender cómo funciona la naturaleza.
En su forma más pura, se trata solo de eso: el deseo de entender, sin tener en
cuenta cuán útiles o rentables puedan ser los descubrimientos.
Ese enfoque de la ciencia se llama "investigación impulsada por la curiosidad" o
"investigación sin límites".
Uno de los mejores ejemplos de los practicantes de esta forma pura de
descubrimiento es el físico irlandés John Tyndall (1820-1893).

El trabajo de Tyndall cubrió una amplia gama de temas.


Además de ser un erudito, Tyndall también era un romántico.
Era un entusiasta montañista y pasaba mucho tiempo en los Alpes. A menudo
hacía una pausa al atardecer pues las puestas de Sol alpinas y su magnífica gama
de colores lo dejaban extasiado.
Fue por eso que se propuso comprenderlas y, con ello, logró inspirar a
generaciones de científicos a realizar investigaciones fundamentales.
La razón de la belleza
Su ilimitada curiosidad y su interés por la naturaleza lo llevaron a explorar una
amplia gama de temas y a hacer muchos descubrimientos clave para la ciencia.
Fue él, por ejemplo, quien demostró por primera vez que los gases en la atmósfera
absorben calor en grados muy diferentes, descubriendo así la base molecular
del efecto invernadero.
Para encontrar respuestas a sus diversas preguntas, inventó experimentos para
los que construyó varios aparatos, algunos muy sofisticados, que requerían,
además, de una profunda comprensión teórica y una tremenda destreza.
Pero cuando quiso saber por qué el cielo se ve azul en el día y rojo al atardecer,
los instrumentos que usó fueron sencillos.

A este tubo de Tyndal, hecho de una aleación de cobre, hierro, vidrio y cera, lo
llaman "aparato cielo azul" en la Royal Institution donde está expuesto.
Armó un simple tubo de vidrio para simular el cielo y usó una luz blanca en un
extremo para simular la luz del Sol.
Descubrió que cuando llenaba gradualmente el tubo de humo, el haz de luz
parecía ser azul desde un costado pero rojo desde el otro extremo.
Se dio cuenta de que el color del cielo es el resultado de la luz del Sol
dispersándose por las partículas en la atmósfera superior, en lo que ahora se
conoce como el 'efecto Tyndall'.
Otro de sus aparatos fue aún más simple.

"El cielo en una caja"


Sr trataba de un tanque de vidrio lleno de agua, al que le agregaba unas gotas de
leche.
Un recipiente de vidrio, al que le echas agua y unas gotas de leche. Después, sólo
necesitas una linterna.
Lo que hacía la leche era introducir algunas partículas en el líquido.
Una vez lista la sencilla receta, Tyndall encendió una luz blanca al lado de un
extremo del tanque.
Inmediatamente vio que el tanque se iluminaba con diferentes colores.
A Tyndall le fascinaba el experimento. En su estilo típicamente poético, lo describió
como "el cielo en una caja".
Y es que a un lado del tanque, la solución era azul. Pero a medida que viajaba
hacia el otro lado, se iba tornando más amarilla, hasta volverse naranja, como el
atardecer.

Arcoíris
Tyndall sabía que la luz blanca está hecha de todos los colores del arcoíris. Y
pensó que la explicación de ese fenómeno que tanto lo cautivaba era que la luz
azul tenía una mayor probabilidad de rebotar y dispersar las partículas de leche en
el agua.
Los tonos azules cerca de la fuente de luz.
Ahora sabemos que esto se debe a que la luz azul tiene una longitud de onda más
corta que los otros colores de luz visible. Eso significa que la luz azul es la primera
en dispersarse por todo el líquido.
Es por eso que la parte más cercana a la fuente de luz se ve azul. Y es por eso
que el cielo es azul: porque la luz azul del Sol tiene una mayor probabilidad de
dispersarse en la atmósfera.
Pero el tanque también explica los colores del atardecer.

El porqué del ocaso


A medida que la luz penetra más profundamente en el agua lechosa, todas las
longitudes de onda más cortas de la luz se dispersan dejando solo las longitudes
de onda más largas de naranja y rojo.
Entonces, el agua se ve progresivamente más naranja y, si el tanque es lo
suficientemente largo, roja.

En el otro extremo del tanque con agua y leche, la luz de la misma linterna se ve
de colores muy distintos.
Eso es lo que ocurre con el cielo.
A medida que el Sol se pone más bajo, su luz tiene que viajar a través de más
atmósfera, por lo que las longitudes de onda azules más cortas se dispersan por
completo, dejando sólo la luz naranja y roja, haciendo que el cielo se vea rojo al
atardecer.
Hoy, sabemos que la luz se dispersa principalmente en las moléculas de aire, en
lugar de partículas de polvo, como pensaba Tyndall.
Pero, aunque su explicación fue incorrecta en detalles, fue absolutamente certera
en su principio.
De hecho, la mala interpretación de sus resultados fue lo que llevó a Tyndall a
hacer su descubrimiento más importante.

Una caja y algo de polvo


Siendo un científico curioso, Tyndall decidió proceder y llevar a cabo más
experimentos.
Entonces tomó una caja de aire llena de polvo, y dejó que éste se asentara por
días y días y días.

Dejó que el polvo se asentara antes de empezar el experimento.


Llamó a esa muestra, con todo el polvo asentado, "aire ópticamente puro".
Luego comenzó a poner cosas en la caja para ver qué pasaba.
Primero puso un pedazo de carne. Luego, un poco de pescado. Incluso le añadió
muestras de su propia orina.
Y notó algo muy interesante. Ni la carne ni el pescado se pudrieron, y su orina no
se nubló. Según dijo "siguió tan clara como un jerez fresco".
Todo empezó con una pregunta: ¿por qué tanta belleza?

Sin proponérselo
Lo que había creado no era aire libre de polvo u ópticamente puro.
Sin darse cuenta, Tyndall lo había esterilizado. Dejó que todas las bacterias se
asentaran y se pegaran al fondo de la caja.
El aire adentro quedó libre de gérmenes.
Puede que no haya sido su intención original, pero Tyndall proporcionó evidencia
decisiva para una teoría controvertida de la época: aquella que decía que la
descomposición y la enfermedad son causadas por microbios en el aire.
John Tyndall era un hombre que investigaba exclusivamente por el ansia de
conocimiento, sin una focalización a priori vinculada a un problema del mundo
real.
No se propuso descubrir los orígenes de las enfermedades transmitidas por el aire
cuando comenzó a explorar los colores del cielo, pero eso fue exactamente lo que
hizo.
Su caso hace que la otra forma en la que se le llama a este tipo de investigación
guiada por la curiosidad en inglés (y que se usa en español) suene muy apropiada:
"blue-sky investigation" o "investigación de cielos azules".

Por qué los diamantes azules son tan preciosos para los
científicos

https://www.bbc.com/mundo/noticias-59824326 9 enero 2022

El deslumbrante y casi impecable Okavango Blue Diamond está expuesto por


primera vez en el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York.
Se formaron hace miles de millones de años y llevan un puñado de ellos
deslumbrándonos.
Hoy en día los diamantes son una promesa de amor eterno, una muestra de
riqueza o un anhelado lujo.
En el pasado, se les asignaba propiedades curativas, se creía que usarlos daba
fortaleza y protección contra todo enemigo y todo mal, hasta las pesadillas.
En India, estaba vinculado a las deidades védicas y luego hindúes.
En el "Sutra del diamante" majaiana, que data de 868 d.C., el diamante es el
material con el cuál "atravesar la ilusión mundana para iluminar lo que es real y
eterno".
Pero quizás los más poéticos fueron los antiguos griegos, para quienes los
diamantes eran lágrimas lloradas por los dioses o fragmentos de estrellas
caídas.
Lo maravilloso es que la verdad de los diamantes es casi tan extraordinaria como
todas esas creencias.

Excepcionales
Están hechos del elemento que es la base de la vida misma: carbono.
Extraordinariamente duros, pueden soportar la presión suficiente para recrear las
condiciones extremas en las que nacieron; y sin embargo, sometidos a la
combinación correcta de calor y oxígeno, desaparecerán en una bocanada de
dióxido de carbono.

El diamante Hope, también conocido como "Le Bijou du Roi" y el "Azul Tavernier",
un gran diamante azul profundo de 45,52 quilates.
Además de su lustre y brillo extraordinario, el diamante es el material más rígido,
el mejor conductor térmico con una expansión térmica extremadamente baja,
químicamente inerte a la mayoría de los ácidos y álcalis, transparente desde los
rayos ultravioleta profundos hasta los visibles y el infrarrojo lejano, y es uno de los
pocos materiales conocidos con una afinidad electrónica negativa.
Se forman naturalmente en unos pocos lugares de la Tierra: en las profundidades
de los cratones continentales o en el impacto de un meteorito.
Y llegan a la superficie de una manera explosiva, en el magma de algunas de
las erupciones más extrañas de la historia, de los pocos volcanes que tienen sus
raíces en lo más profundo del planeta.
No todos los diamantes son transparentes o ligeramente amarillos o marrones,
como los que generalmente imaginamos.
Los hay también coloreados y se les llama "de fantasía": el rojo, el azul y el verde
son los más raros, y el naranja, el violeta, el amarillo y el verde amarillento son los
más comunes.
Se les llama "diamantes de fantasía", y algunos, por su rareza, son muy preciados.
Pero todos, una vez se forman, tienen una capacidad única para albergar y
proteger cualquier mineral contenido dentro de sus estructuras cristalinas, lo que
les brinda a los científicos una muestra especial de la mineralogía del manto y un
vistazo a las condiciones a kilómetros por debajo de la superficie del planeta.
Y en ese sentido, el diamante azul es excepcional.

Profundamente interesantes
La mayoría de los diamantes se forman a profundidades de unos 150 kilómetros
bajo los continentes.
Los azules se originan hasta cuatro veces más profundo, en el manto inferior
de la Tierra.

El Okavango Blue Diamond es un diamante "de fantasía azul profundo" que pesa
20,46 quilates.
Eso sólo fue descubierto en 2018 pues estas piedras preciosas "son
tremendamente costosas, lo que dificulta el acceso a ellas con fines de
investigación científica", explicó el autor principal del estudio que lo reveló, el
geólogo Evan Smith del Instituto Gemológico de América.
No sólo son valiosos sino que suelen ser muy puros, así que tienden a no tener
"inclusiones", o pequeños trozos de material que no es diamante, minerales que
estaban en la cercanía cuando éste se estaba formando.
Esas imperfecciones le dan a los científicos más información.
Pero lograron analizar 46 diamantes azules con inclusiones, y determinar su origen
a entre 410 y 660 kilómetros de profundidad.
Varias de las muestras incluso mostraron evidencia clara de que provenían de más
de 660 kilómetros, lo que significa que se originaron en el manto inferior.
Eso los convierte en unas verdaderas cápsulas del tiempo, contenedores de una
información que es casi imposible de hallar.
"No podemos llegar al interior de la Tierra. Los diamantes se forman allá y
usualmente encapsulan lo que sea que esté allá abajo", le dijo a BBC Reel George
Harlow, geólogo y curador de las Salas de Gemas y Minerales del Museo
Americano de Historia Natural en Nueva York.
"Son como nuestras sondas espaciales. Eventualmente, algunos llegan a la
superficie de la Tierra para que podamos estudiarlos".
¿Un ejemplo de las pistas que nos han dado?

Un enigma envuelto en un misterio


Los diamantes azules fueron, durante la mayor parte de la historia, un misterio. No
se sabía por qué eran de ese hermoso color.
Finalmente se descubrió que se debía a que contenían trazas de boro, un
elemento químico metaloide que puede introducirse en la estructura de la red
cristalina de un diamante durante su crecimiento.

El diamante Farnese Blue fue un regalo de bodas para Elizabeth Farnese, hija del
duque de Parma, cuando se casó con Felipe V de España en 1715.
Pero una vez develado ese misterio, surgió un enigma.
Si los diamantes azules se forman en el manto de la Tierra, mientras que el boro se
concentra en la corteza. Entonces, ¿de dónde sacaron estos diamantes su
boro?
La respuesta a ese acertijo geoquímico nos daría pistas sobre las profundidades
de nuestro planeta.
La hipótesis planteada por el grupo de investigación liderado por Smith, es que el
boro provino del lecho marino y fue transportado hacia el manto de la Tierra
cuando una placa tectónica se deslizó debajo de otra, un proceso conocido como
subducción.
Incorporándose a minerales ricos en agua, pudo extenderse profundamente en el
fondo marino, incluso en la porción del manto de la placa oceánica.
Descubrir trazas de boro en diamantes que nacen a tal distancia de la superficie de
la Tierra revela que los minerales que contienen agua viajan mucho más
profundamente en el manto de lo que se pensaba, lo que indica la posibilidad
de un ciclo hidrológico súper profundo.
Como dice Harlow, los diamantes azules "no sólo son hermosos y raros, sino
extremadamente interesantes. Nos enseñan mucho sobre nuestro planeta".

¿Por qué muchas civilizaciones antiguas no reconocían el color


azul?
• Dalia Ventura 21 febrero 2016
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160217_griegos_color_azul_finde_dv

Ese mar color de vino que Homero plasmó en nuestra memoria colectiva.
"Lo entendían con la mente pero no con el alma", le dijo a BBC Mundo el
lingüista Guy Deutscher.
Se refería a la ausencia del color azul en varias civilizaciones antiguas, que
examinó en su investigación sobre si el lenguaje afecta la manera en la que vemos
el mundo.
El mundo de Homero parecía psicodélico: las ovejas eran vinotinto; la miel, verde;
el cielo, a menudo, bronce.
El primer intelectual que sabemos que notó algo raro fue William Ewart Gladstone
(1809-1898), quien no sólo fue primer ministro británico cuatro veces, sino que
también era un apasionado de la obra del poeta épico Homero.
A pesar de las maravillosas descripciones en "La Ilíada" y "La Odisea", que incluían
frases como "la aurora con sus sonrosados dedos", en ningún momento pintaba
algo de celeste, índigo o añil.
Gladstone repasó entonces todo el relato, pero fijándose especialmente en los
colores mencionados.
Encontró que, mientras el blanco aparecía unas 100 veces y el negro casi 200,
los otros colores no tenían un rol tan protagónico.
El rojo estaba mencionado menos de 15 veces, y el verde y amarillo, menos de 10.
Se puso entonces a leer otros textos de los antiguos griegos y confirmó que nunca
aparecía el azul.
Gladstone concluyó que los griegos de la época no tenían el sentido del color
desarrollado, y que vivían en un mundo en blanco y negro, con algunos
destellos de rojo y brillos metálicos.

En ninguna parte
La pesquisa de Gladstone inspiró al filósofo y lingüista alemán Lazarus Geiger,
quien se preguntó si el fenómeno se repetía en otras culturas.
Y sí: en el Corán, en antiguas historias chinas, en la versión antigua de la Biblia
hebrea, en las sagas islandesas y hasta en las Vedas indias, sobre las que dijo...
Ulises navegaba por mares que no necesitaban ser azules.
"Estos himnos, de más de diez mil líneas, están llenos de descripciones de los
cielos. Casi ningún otro tema es evocado con más frecuencia. El Sol y el
enrojecimiento de la madrugada; el día y la noche; las nubes y los relámpagos; el
aire y el éter, todos se despliegan ante nosotros, una y otra vez... pero hay una
cosa que nadie podría aprender de estas canciones antiguas... y es que el
cielo es azul".
Pero eso no fue lo único que descubrió, sino que además había una secuencia
común en todos esos lenguajes.
Primero aparecen las palabras para negro y blanco u oscuro y claro -del día y la
noche-; luego llega el rojo -de la sangre-; después le corresponde el turno al
amarillo y al verde, y sólo al final, el azul.

Pero, ¿por qué no tenían azul?


"¿Y por qué deberían de tenerlo?", le contestó desafiante a BBC Mundo el
psicólogo Jules Davidoff, director del Centro para Cognición, Computación y
Cultura (CCCC) de la Universidad de Londres.
"Pues, para poder describir ciertas cosas", le contestamos vacilantes.
"¿Para qué necesitarían el color azul para describir algo?", replicó.
"Bueno, por ejemplo para describirle el mar a alguien que no lo conoce. O para
contarle cómo estaba el cielo en algún momento...".
"¿Quién dice que el cielo y el mar son azules? ¿Acaso son del mismo color?",
cuestiona.
Probablemente tiene razón en objetar ese punto de vista. Al fin y al cabo, él ha
dedicado tiempo a investigar reconocimiento de objetos, colores, nombres y
neuropsicología cognitiva.
Además, hizo experimentos con una tribu de Namibia cuyo lenguaje no tiene una
palabra para el azul, pero sí varias para diferentes tipos de verde.
Cuando les mostró 11 cuadrados verdes y uno azul, no podían encontrar el que era
distinto, pero si en vez de azul ese cuadrado era un tono tan levemente diferente
de verde que nosotros difícilmente lo notaríamos, lo señalaban inmediatamente.
Y es que, si nos ponemos a pensar, pocas cosas en la naturaleza son azules: una
que otra flor quizás, las alas de algunas mariposas, las plumas de ciertas aves, los
zafiros, el lapislázuli.

¿A qué te refieres, papi?


¿Cómo describirlo sin usar la palabra azul?
Sin embargo, Homero estaba en Grecia, ese lugar que en muchas de nuestras
mentes está enmarcado entre el cielo y mar... ¿cómo podían ignorar su color?
Con sus estudios, Guy Deutscher había llegado a comprenderlo intelectualmente,
pero quiso entenderlo con su alma... o más bien con Alma, su hija.
"Cuando estaba investigando y descubrí cuán complejo era el tema del color azul y
cuán difícil era para los occidentales entenderlo, quise hacer un experimento".
"En ese momento mi hija estaba en la edad de aprender a hablar y, como cualquier
otro padre, yo jugaba con ella y le enseñaba los diferentes colores", recuerda
Deutscher.
"Se me ocurrió una idea para ver cuán natural es todo el asunto del azul, y en
particular el color del cielo, que había dejado perplejos a los que lo habían
investigado: ¿cómo puede ser que los antiguos, particularmente los del
Mediterráneo, no tuvieran un nombre para el color del cielo, que a nosotros
nos parece la cosa más obvia?".

Entre olivares, todo es amarillo, verde y café.


Lo que hizo fue enseñarle a Alma todos los colores, incluido el azul, pero se
aseguró de que nadie le dijera de qué color era el cielo.
"Cuando estuve seguro de que sabía usar la palabra 'azul' para los objetos, en mis
salidas con ella -los días en que el cielo estaba azul (¡estábamos en Inglaterra, no
el Mediterráneo!)- empecé a preguntarle: de qué color es ese auto o ese árbol, etc.
Y luego, señalaba el cielo y le preguntaba: ¿De qué color es eso?".
Durante mucho tiempo, Alma no le respondió.
"Con todo lo demás, inmediatamente me contestaba, pero con el cielo, miraba y
parecía no entender de qué le estaba hablando", cuenta.
"Eventualmente, cuando ya estaba segura y cómoda con todos los colores, me
respondió. La primera vez dijo: 'blanco'. Fue sólo después de mucho tiempo y tras
ver postales en las que aparecía el cielo azul, que lo describió de ese color".
Fue así que su hija le enseñó que no es tan obvio como nos parece.
"Lo entendí con mi corazón, observándolo en una persona, no leyéndolo en libros o
pensando en pueblos del pasado remoto".
"Y Alma ni siquiera estaba en la misma situación que los antiguos: ella sabía la
palabra azul y sin embargo no la usó para el cielo. Comprendí que no era una
necesidad imperiosa ponerle un nombre al color del cielo. No se trata de un
objeto", precisa Deutscher.
Lo mismo ocurre con el mar: al igual que el cielo, no siempre es del mismo color y,
sobre todo, no es un objeto, así que no hay motivación para "colorearlo" con una
palabra.

Cuestión de necesidad
"Nada ha cambiado en nuestra visión. Por siglos hemos tenido la misma capacidad
física ver distintos tonos, pero no la misma necesidad".
"Era perfectamente normal decir que el mar era negro, pues cuando está de color
azul oscuro, parece negro, y eso era suficiente en esa época; una sociedad simple
funciona perfectamente bien con negro, blanco y un poco de rojo", comenta el
experto.

Eventualmente, el Mediterráneo se volvió profundamente azul.


Entonces, ¿por qué empezamos a decir que algunas cosas son 'azules'?
"Entre más avanzan tecnológicamente las sociedades, más se desarrolla la
gama de nombres de los colores".
"Con más capacidad de manipular los colores y con la disponibilidad de nuevos
pigmentos surge la necesidad de una terminología más refinada. Y el azul es el
último porque además de que no se encuentra fácilmente en la naturaleza, tomó
mucho hacer el pigmento".
Y, ¿qué me dice de imágenes como ésta?

Preciosos y definitivamente azules ropajes de hermosas egipcias.


Los antiguos egipcios tenían pigmento azul y una palabra para nombrarlo, "pero,
por supuesto, se trataba de una sociedad sofisticada".
"Lo que importa no es tanto la época en la que vivieron sino del nivel de avance
tecnológico. Es eso lo que se correlaciona muy de cerca con el volumen de
vocabulario para los colores", subraya el lingüista.
Pero un momento: en el hebreo bíblico está la palabra "kajol", que significa
azul.
"Es cierto, pero la razón por la que es confuso es que la palabra 'kajol' significaba
negro. Tiene la misma raíz que la palabra 'alcohol', y el 'kohol' era un cosmético de
polvos de antimonio que las mujeres utilizaban para pintarse los ojos, que era
negro".
Poco a poco fue cambiando hasta tomar el significado que tiene en el hebreo
moderno: azul. Y ese no es el único caso.
"Lo mismo pasó con la palabra 'kuanos' en griego. Homero la usa, pero significa
negro o algo oscuro. Fue después que empezó a significar azul", nos dice
Deutscher.

¿Por qué los fuegos artificiales azules son tan difíciles de


producir? Un experimentado químico te lo explica
https://www.bbc.com/mundo/noticias-44705208

4 julio 2018 Actualizado 5 julio 2019


Si ves un fuego artificial de color azul esta noche, serás uno de los pocos
afortunados.
Son como el Santo Grial de los fuegos artificiales.
Y una deuda de la industria pirotécnica con los aficionados a estos maravillosos
espectáculos.
Este 4 de Julio, Estados Unidos celebra el Día de la Independencia y, como es
costumbre desde el siglo XVIII, habrá fuegos artificiales en los 50 estados.
Los rojos, los blancos y los verdes, por ejemplo, serán más comunes.
Pero no los azules, un color que la industria no acaba de lograr; al menos no en la
tonalidad adecuada.

Una llama azul débil


A pesar de ser un arte vigente por miles de años —China fue el precursor en este
campo y los usó en un inicio como bombas— "el color azul profundo e intenso
continúa siendo el más difícil de alcanzar".
La cita viene de John Corkling, el director técnico de la Asociación Estadounidense
de Pirotecnia (APA, por sus siglas en inglés), quien lleva más de 40 años en esta
industria.
John Conkling: "No existe ninguna especie de químico conocido que emita luz azul
brillante en una llama".
Corkling explica a BBC Mundo que lograr una llama de color azul en el cielo es un
reto, porque "no existe ninguna especie de químico conocido que emita luz azul
brillante en una llama".
"El cobre —comenta— es el elemento que más se ha acercado a producir un azul
aceptable cuando se dispara un fuego artificial al cielo, usándolo en forma de
cloruro de cobre".
Esta sustancia química requiere de una temperatura por encima de los 1.200
grados centígrados para que emitan una luz azul significativa, pero el problema es
que "se descompone aproximadamente a la misma temperatura, causando que la
intensidad del color se desvanezca con rapidez.
Hasta el momento, lo mejor que la industria pirotécnica ha podido alcanzar es una
llama azul débil que no es tan brillante como la roja, la verde o la naranja.
También en esta ocasión los fuegos de color rojo, blanco y verde serán mayoría.
Colores como estos y el blanco han sido perfeccionados a través de los años y
llegan a producir destellos muy brillantes, gracias al uso de químicos como el
Estroncio o el Bario.
"(Con estos elementos) se logra que las sustancias emisoras de luz que se crean
en la llama sean suficientemente estables a temperaturas elevadas", explica
Corkling.

Un mercado de US$12.000 millones


La pirotecnia es un mercado que sigue estando dominado por las manufactureras
chinas y que mueve más de US$12.000 millones al año.
El negocio de la pirotecnia mueve más de US$12.000 millones al año.
Y a pesar de que los expertos trabajan para seguir convirtiendo las grandes
celebraciones en explosiones de color más variadas, el misterio de los fuegos
artificiales azules está lejos de arruinar esta industria, que al menos en
Estados Unidos crece exponencialmente cada año.
Según datos de APA, las ganancias por ventas a usuarios en el país dieron un
salto de US$284 millones en 1998, a US$885 millones en 2017.
Como muchos en Estados Unidos, John Corkling tiene su plan para este miércoles
en la noche.
"Mis hijos vienen a visitarme con sus esposas y mis cuatro nietos a mi casa de
Chestertown, Maryland. Así que disfrutaré del espectáculo en compañía. Espero
ver nuevos efectos y quizás algún hermoso fuego artificial de color azul".

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