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El hombre de la
máscara de hierro
TÍTULO ORIGINAL
The Man in the Iron Mask

GÉNEROS
Cine

D I R EC TO R E S
Randall Wallace

JOSÉ MARÍA ARESTÉ 6 M AY O , 1 9 9 8 ! " # ! "

Director y guionista: Randall Wallace. Intérpretes: Leonardo


DiCaprio, Jeremy Irons, Gabriel Byrne, Gérard Depardieu, John
Malkovich. 117 min. Jóvenes.

En 1698, un misterioso prisionero ingresó en La Bastilla. Ocultaba su rostro


tras una máscara. Falleció en 1703. La leyenda imaginó un malvado Luis
XIV, que habría mantenido a su hermano gemelo entre rejas, con una
máscara de hierro. Casi todas las versiones cinematográficas se han
inspirado en Alejandro Dumas: Allan Dwan, en 1929, o James Whale, en
1939, firman dos de ellas. Ahora llega, bastante libre, la de Randall Wallace,
guionista de Braveheart, que debuta en la dirección.

El film muestra cuatro mosqueteros crepusculares. D’Artagnan se debe al


rey Luis, pese a su evidente tiranía; algo irracional, que sus antiguos
compañeros de armas no entienden. Aramis, hombre de Dios, se ve llamado
a la acción por amor a Francia. Porthos, libertino y mujeriego, ve cómo su
vigor se va; y aunque sea a través de un humor demasiado zafio, da qué
pensar este hombre abocado al suicidio cuando le faltan los deleites
carnales. Finalmente está Athos, que sufre la pérdida de un hijo, de la que
culpa a D’Artagnan.

Wallace ha elaborado el guión con habilidad. Por supuesto, se beneficia de


unos magníficos actores. Pero además, con apenas algunos trazos, empareja
a los mosqueteros dos a dos, dando solidez a la historia: Aramis se acerca al
mundo -la acción-, Porthos recupera los ideales grandes -Francia-; de
D’Artagnan y Athos, antagonistas a la fuerza, se descubre un común y fuerte
sentido paternal. Igualmente sabe recurrir al relato bíblico del rey David
para describir cómo el rey trata de satisfacer su lujuria. Leonardo DiCaprio
está espléndido en su doble papel de rey y su gemelo: el primero cruel, el
segundo noble y desconcertado.

Si Wallace acierta a tramar bien su historia, dosificando la sorpresa final,


más titubeante se muestra en la puesta en escena. Le faltan tablas, lo que es
patente en los momentos de acción, con cámara y planificación demasiado
estáticas. No obstante, se muestra inspirado en la escena del baile y en el
intenso desenlace.

José María Aresté

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