Estudio Bíblico de Los Hechos

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Estudio Bíblico de Los Hechos

Introducción - 1:3
Nuestro viaje bíblico se aparta hoy de la ruta del Antiguo Testamento, para volver al Nuevo Testamento y
comenzar a recorrer las páginas de este libro que nos narra los Hechos de los Apóstoles. A este libro de los
Hechos de los Apóstoles se le ha llamado el quinto evangelio. Es una continuación del evangelio de Lucas.
Pero es interesante notar algo más. Algo bastante notable.
Veamos el último hecho que se registró en cuanto a Jesús en cada uno de los evangelios. Primero, en el
evangelio según San Mateo observaremos que el último hecho que se registró en cuanto a Jesús, fue Su
resurrección. La resurrección también se registra en Hechos capítulo uno. En segundo lugar vemos que en el
evangelio según San Marcos, el último hecho que se registró fue la ascensión de Jesús; un hecho que también
aparece en el capítulo uno de los Hechos. Luego, el evangelio de Lucas concluyó con la promesa del Padre en
cuanto a la venida del Espíritu Santo. Y esa promesa se halla también en Hechos capítulo uno. Por último
vemos que el último hecho que se registró en el evangelio según San Juan fue la promesa de la Segunda
Venida de nuestro Señor. Y estimado oyente, esa promesa también se halla en Hechos capítulo uno.
Es como si los cuatro evangelios hubieran vertido su contenido, por decirlo así, en un embudo, y todos
cayesen en la jarra del primer capítulo del libro de los Hechos. La gran comisión misionera que fue dada en
los cuatro evangelios, también fue confirmada en los Hechos. Este libro de los Hechos suple como una
escalera sobre la cual podemos colocar las epístolas que lo siguen en el Nuevo Testamento. El Nuevo
Testamento sin el libro de los Hechos quedaría con un vacío muy grande. El Dr. Howson, un erudito en
estudios bíblicos ha declarado: "Si se quitara el libro de los Hechos, no habría nada con qué sustituirlo."
En el libro de los Hechos aparecen los principios de la Iglesia, es decir, el nacimiento de la Iglesia. Mientras
que el libro de Génesis relata el origen del universo físico, el libro de los Hechos de los Apóstoles relata el
origen del cuerpo espiritual, el cual es la Iglesia.
Ahora, en casi todos los libros que hemos estudiado, hemos escogido del libro un versículo que expresa en
forma resumida el tema del libro. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, el versículo clave lo
encontramos en el capítulo 1, versículo 8 donde dice: "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra."
Hemos dividido el libro de los Hechos de los Apóstoles conforme al versículo clave, o sea de la manera
siguiente:
Primero, el Señor Jesucristo obrando mediante el Espíritu Santo a través de los apóstoles en JERUSALÉN.
Esta sección que comprende los capítulos 1 al 7.
En segundo lugar, el Señor Jesucristo obrando mediante el Espíritu Santo a través de los apóstoles en JUDEA
y en SAMARIA. Esta sección comprende los capítulos 8 al 12.
Y en tercer y último lugar, el Señor Jesucristo obrando mediante el Espíritu Santo a través de los apóstoles
HASTA LO ÚLTIMO DE LA TIERRA. Esta sección comprende los capítulos 13 al 28.
Ahora, creemos conveniente aclarar que el libro de los Hechos no se ha concluido. Simplemente termina sin
una conclusión concreta, mencionando que el apóstol Pablo estaba en su propia casa alquilada en Roma. No
hay ningún fin formal. ¿Sabe por qué no lo hay? Porque el libro de los Hechos forma parte de una historia que
continúa escribiéndose ahora desde el cielo. Quizá el Señor tenga allí al doctor Lucas escribiendo el resto del
libro de los Hechos. Quizá esté escribiendo lo que usted y yo estamos haciendo con el poder del Espíritu
Santo. Eso no lo sabemos, pero esperamos que así sea.
Bien, hemos dado un bosquejo algo simple de este libro, pero creemos que es mejor que sigamos un método
sencillo en nuestro estudio. No creemos que la Palabra de Dios deba ser presentada con bosquejos y estudios
demasiado complicados. Tampoco pretendemos acercarnos al estudio de la Biblia desde un punto de vista
filosófico, de ninguna manera. Nuestro estudio es desde un punto de vista puramente práctico, histórico y
bíblico.
Nosotros creemos que el Espíritu de Dios puede hablar a través de la Biblia misma. Damos gracias a Dios que
recibimos tantas cartas de nuestros oyentes, que representan casi todos los oficios y profesiones posibles. Y
todos testifican que estos estudios les resultan bastante comprensibles. Creemos que la Palabra de Dios es
comprensible y que debemos hacer todo lo posible para que continúe siendo comprensible. Bien, veamos
ahora algunas características especiales del libro de los Hechos:
En primer lugar, tenemos la Prominencia del Señor Jesucristo. El Señor Jesucristo ya había dejado a Sus
discípulos. Se había ido. Ascendió al cielo, según lo relata el primer capítulo de este libro. Pero, ¡todavía
continúa obrando! Simplemente ha cambiado Su posición, Su situación. Ha cambiado Su centro de
operaciones. Mientras estaba aquí en la tierra, Su centro de operaciones estaba localizado en Capernaúm.
Ahora, Su centro de operaciones está a la derecha del Padre. El Señor Jesucristo tiene pues, un lugar de gran
prominencia en este libro. Él está obrando desde el lugar ventajoso del cielo mismo.
En segundo lugar, tenemos la Prominencia del Espíritu Santo. Cristo había prometido enviar al Espíritu Santo.
Esta promesa se mencionó cuatro veces en el evangelio según San Juan en los capítulos 1, 7, 14 y 20. La
misma promesa se presenta en el libro de los Hechos capítulo 1, versículo 8. Usted y yo estimado oyente,
vivimos en la época del Espíritu Santo. El gran hecho de este período es que el Espíritu Santo mora en los
creyentes. Es decir, en toda persona que ha aceptado personalmente al Salvador, al Señor Jesucristo.
En tercer lugar tenemos el Poder de la Iglesia. La iglesia tiene poder y claro que este poder existe por medio
de la operación del Espíritu de Dios. Aquel poder de la iglesia primitiva no se manifiesta hoy en día en las
iglesias cristianas. ¿Por qué? Porque la iglesia primitiva operaba con un alto nivel espiritual; esta situación no
se ha logrado alcanzar en ninguna época desde aquel entonces. Se han producido movimientos esporádicos de
renovación a lo largo de la historia, pero ninguno como aquel que se registra en el libro de los Hechos.
Luego en cuarto lugar, tenemos la Prominencia de la Iglesia visible e invisible. Le iglesia es una nueva
institución y tiene sus comienzos en el libro de los Hechos.
En quinto lugar, tenemos la Prominencia de Lugares Geográficos que son mencionados por nombre. Hace
poco presentamos un bosquejo. El libro comienza en Jerusalén y termina en Roma. El célebre arqueólogo Sir
William Ramsey ha verificado la exactitud de todos los lugares que fueron mencionados por el Dr. Lucas y
los ha encontrado exactos.
Tenemos en sexto lugar, la Prominencia dada a la Gente. El doctor Lucas mencionó por nombre a unas 110
personas, además de sus referencias a multitudes o grupos. Creemos que al fin del primer siglo, había en el
mundo millones de creyentes. La iglesia tuvo un crecimiento extraordinario durante esos primeros 200 o 300
años. En comparación con aquel entonces, en la actualidad su crecimiento se ha retrasado.
En séptimo lugar tenemos la Prominencia de la Resurrección, que es el punto central de la predicación del
evangelio.
La resurrección es el centro mismo de la predicación del evangelio. En muchas iglesias actuales, solamente
una vez al año existe la costumbre de predicar un sermón en cuanto a la resurrección; me refiero al Domingo
de Resurrección. Pero en la Iglesia primitiva la resurrección de Jesucristo fue el centro y el corazón mismo del
mensaje, y creemos que ningún sermón se predicó sin mencionar la resurrección. El tema del gran sermón del
apóstol Pedro en el día de Pentecostés fue la resurrección de Jesucristo. Explicó el apóstol Pedro que lo que
ocurría se debía al hecho de que Jesús ya se encontraba a la derecha de Dios y que había enviado al mundo a
Su Espíritu Santo, y que todo esto se debía a la resurrección. Usted podrá comprobar también que la
resurrección fue el tema central de los mensajes del apóstol Pablo.
Ahora, hay muchos predicadores y maestros a quienes les gusta especializarse en el estudio de un tema
particular de la Biblia. A algunos les gusta el tema de la profecía. A otros les gusta tratar alguna otra frase o
aspecto. Ahora bien, si usted desea especializarse en cierto tema, permítanos darle uno, y es la Resurrección
de Cristo. En la Iglesia primitiva todos los domingos se celebraban como días de la resurrección, días para
proclamar la resurrección de Jesús. El mensaje se resumía en la declaración ¡Ha resucitado! Proclamaban este
mensaje por todas partes. Y éste es el mensaje que hallamos aquí en el libro de los Hechos.
Ahora, en octavo lugar, notamos que hay una Prominencia del apóstol Pedro en la primera sección del libro, y
del apóstol Pablo en la última sección. Hay en cambio una omisión extraña de los otros apóstoles. Creemos
que hubo una razón muy definida para que el énfasis recayese sobre los ministerios de los apóstoles Pedro y
Pablo. Creemos que el Dr. Lucas conocía bien los ministerios de estos dos hombres. Y no olvidemos que
Lucas hasta fue compañero del apóstol Pablo en algunos de sus viajes.
Algunos sostienen la idea de que había cierta discordia entre Pedro y Pablo. Pero francamente, somos de la
opinión de que el Dr. Lucas, Pedro, y Pablo, cada uno con su propio carácter y personalidad, se reunieron
muchas veces y que hablaron mucho entre sí. Hay en realidad muchísimas cosas que ocurrieron que
seguramente no han sido registradas en las Escrituras.
Y ahora, una palabra en cuanto al título. El propio título de este libro histórico siempre ha sido tema de
discusión. Una de las Biblias que estamos usando en nuestros estudios bíblicos es la Biblia de Reina-Valera y
esta Biblia llama a este libro, Hechos de los Apóstoles. Ahora, el Códice Vaticano y otras versiones también
lo llaman Hechos de los Apóstoles. Pero Roberto Lee otro erudito en estudios bíblicos lo llamó Hechos del
Señor Ascendido y Glorificado. Parece, pues, que en castellano el título más aceptado es Hechos de los
Apóstoles.
Y estamos ahora listos, para entrar al primer capítulo de este libro de los Hechos. Para comenzar, y en base a
los dos primeros versículos del capítulo 1, quisiéramos sugerir que nuestro título de este libro sea: El Señor
Jesucristo Obrando Mediante el Espíritu Santo a Través de los Apóstoles. La primera sección del libro de los
Hechos incluye los capítulos 1 al 7, y enseña que el Señor Jesucristo estaba obrando mediante el Espíritu
Santo a través de los apóstoles en Jerusalén. Llegamos así a

Hechos 1:1-3
El tema central del capítulo 1, es la preparación para la venida del Espíritu Santo. Incluye una introducción al
libro de los Hechos; un resumen del ministerio de Jesús durante 40 días después de Su resurrección; la
ascensión y promesa del regreso de Jesús; la espera del Espíritu; y el nombramiento de un apóstol para ocupar
el lugar de Judas. Leamos pues los primeros dos versículos de este capítulo 1 de los Hechos, que constituyen
una
Introducción
"En mi primer escrito, Teófilo, me referí a todas las cosas que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo hasta el
día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles
que había escogido."
Es claro que el primer tratado mencionado aquí, es una referencia al evangelio según San Lucas. Ahora,
Teófilo era el nombre del hombre que también fue mencionado en el evangelio de Lucas. Su nombre significa
"amante de Dios". El Dr. Lucas no escribió su evangelio ni el libro de los Hechos a cualquier amante de Dios.
Creemos que él en realidad conocía a un hombre llamado Teófilo. Éste era un nombre bastante común en
aquel entonces y estamos seguros de que el significado del nombre resultó apropiado para este hombre a
quien el libro fue dirigido. ¡Amante de Dios!
El Dr. Lucas le dijo que le había escrito un tratado, el cual es el Evangelio de Lucas y que en ese tratado le
había hablado "acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar". Esto implicaba que el libro
de los Hechos sería una continuación de aquella historia de la vida de Jesús, y contaría lo que Jesús seguía
haciendo y enseñando. Y, ¡Jesús todavía continúa obrando hoy! Continuará con este programa hasta el
momento en que se lleve del mundo a los suyos.
Ahora, la segunda parte del versículo 2 dice que: ". . .hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber
dado mandamientos por el Espíritu Santo. . ." Simplemente significa que porque Jesús había sido recibido
arriba en el cielo, no quería decir que no seguiría obrando. Y aún hoy en día, Él sigue obrando y enseñando
desde el lugar ventajoso a la diestra de Dios, y continúa actuando por medio del Espíritu Santo.
En el ejército se acostumbran a transmitir las órdenes de un mando a otro. De la misma manera, el Señor
Jesucristo está obrando mediante el Espíritu Santo. El Espíritu Santo obró a través de los apóstoles y sigue
obrando a través de nosotros, aquí mismo donde nos encontramos. Veamos ahora un nuevo párrafo que
desarrolla el tema de
El ministerio de Jesús durante los 40 días después de la resurrección
El Dr. Lucas presentó aquí una frase bastante larga, que se extiende hasta el versículo 4. Leamos aquí el
versículo 3 de este capítulo 1 de Hechos:
"A ellos también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables,
apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios."
"Se presentó vivo con muchas pruebas indubitables" después de Su sufrimiento y muerte. En la Biblia se
mencionan diez casos específicos en que Jesús apareció después de Su resurrección. Su ministerio después de
la resurrección, como es revelado en sus apariciones, tiene una relación más importante con las vidas de los
cristianos en la actualidad, que su ministerio terrenal de tres años tal como aparece detallado en los cuatro
evangelios.
Ahora, en cuanto al ministerio del Señor Jesús después de Su resurrección, el apóstol Pablo declaró lo
siguiente en su segunda carta a los Corintios, capítulo 5, versículo 16: "De manera que nosotros de aquí en
adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos
así."
En otras palabras, usted y yo estimado oyente, no conocemos hoy a Jesucristo, como el hombre que caminaba
sobre esta tierra hace más de 2000 años. Le conocemos como el Hombre en la gloria. Está allí ahora mismo,
mientras yo hablo con usted y usted me escucha. Él está allí y esto es un hecho comprobado. ¡Cuántas veces
los cristianos pierden de vista este aspecto!
Permítanos compartir con usted una declaración que llegó en una carta de un hombre que dijo que había sido
miembro de una iglesia durante toda su vida. Había cumplido con todos sus ritos y ceremonias, y se creía un
buen cristiano. Sin embargo, un día, al escuchar detenidamente la Palabra de Dios pudo darse cuenta de que ni
siquiera conocía a Jesús. Tuvo que aprender que Jesús no sólo caminó en la tierra hace ya más de 2000 años,
sino que también vive hoy y que está a la diestra de Dios. Tuvo que acercarse al Cristo viviente y aceptarle
como su Salvador y Señor. ¡Cuán maravilloso es que Cristo se haya presentado vivo y con tantas pruebas
evidentes e infalibles!
El problema hoy no está en los hechos históricos sino en la incredulidad del ser humano. Los hechos están a la
disposición de quienquiera examinarlos. Nos preguntamos si alguien que nos escucha duda la realidad de la
Batalla que se libró en Waterloo. Francamente, yo creo que es un hecho que Napoleón vivió, y creo también
que libró la Batalla de Waterloo. Pero, al mismo tiempo confieso que tengo personalmente, muy poca
evidencia de ello.
Permítame decirle estimado oyente, que hay como diez mil veces más evidencias en cuanto a la muerte y
resurrección del Señor Jesucristo, que la evidencia que hay para la citada batalla y sobre muchos otros hechos
históricos que solemos aceptar sin mayor discusión. Y sin embargo, hay quienes en la actualidad, dicen que
no creen que la resurrección de Cristo sea un hecho histórico. ¿Dónde está pues el problema? El problema
está en la incredulidad del corazón humano. Hay una tendencia natural en el ser humano a alejarse de Dios,
como lo hizo Adán. Así, en la actualidad, las personas le dan la espalda a Dios. El problema no está en la
Palabra de Dios porque Jesús ? dice aquí ? se presentó vivo con muchas pruebas indubitables. Usted puede
saber esto, si es que en realidad quiere saberlo. El problema, estimado oyente, es no querer saberlo. El
problema no está en la mente sino en la voluntad. Como dice el refrán: "No hay peor ciego que el que no
quiere ver."
Quisiéramos hacer aquí un breve comentario en cuanto a la resurrección. Hay un versículo que creemos ha
sido distorsionado hasta el punto en que no se comprende su sentido original. En el evangelio según San Juan,
capítulo 12, versículo 32, el Señor Jesucristo dijo: "Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a
mí mismo". Ahora, ¿Cómo fue Él levantado? Fue levantado en Su resurrección. Fue levantado de los muertos.
Ése es el mensaje. No importa cuánto hable usted en cuanto a Jesús, ni cuán bondadoso diga usted que Él es.
El mensaje es que Jesús ha sido levantado de los muertos. ¡Ha resucitado! El motivo por el cual más personas
no han sido atraídas a Cristo, es porque muchas veces no se predica a un Cristo resucitado. El libro de los
Hechos pone mucho énfasis en la resurrección de Jesucristo. Por tal motivo, estimado oyente, le invitamos a
aceptar la obra redentora de Jesucristo en la cruz a favor suyo. Cuando usted de ese paso de fe, al creer en Él,
tendrá la vida eterna y por la forma en que su vida comenzará a ser transformada, usted mismo comprobará
que Jesucristo vive hoy.

Hechos 1:4-26
Continuamos estudiando hoy el capítulo 1 de los Hechos. Y en nuestro programa anterior hablábamos de que
Jesús después de Su muerte, había resucitado y se había presentado vivo con muchas pruebas indubitables. Y
señalamos que el problema hoy en día no está en los hechos mismos, sino en la incredulidad del ser humano.
Los hechos están a disposición de quienquiera examinarlos. ¿Dónde está entonces el problema? El problema,
está en la persona, en el ser humano. El problema no está en la Palabra de Dios. Y usted estimado oyente,
puede saber esto si es que en verdad quiere saberlo. El problema con mucha gente hoy en día es que no quiere
realmente saberlo. El problema no está en la mente, sino en la voluntad. Como dice el refrán: "No hay peor
ciego, que el que no quiere ver". Comencemos hoy leyendo el versículo 4 de este capítulo 1 de los Hechos:
"Y estando juntos, les ordenó: No salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del Padre, la cual oísteis de
mí"
Este es el final de la larga oración gramatical de 2 versículos. Los apóstoles debían esperar la venida del
Espíritu Santo. Hasta que aquel evento tuviese lugar, Sus órdenes consistían en esperar la promesa del Padre.
Ahora, el versículo 5 dice:
"porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de
no muchos días."
El Cristo resucitado se apareció a los apóstoles y les dio estas instrucciones. Les dijo que algo les sucedería.
Serían bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. Este bautismo del Espíritu Santo era la
promesa del Padre. Y Jesús ya les había hablado acerca de ello.
Es importante notar que aquí no se estaba hablando acerca del bautismo con agua, el cual es un bautismo
ceremonial. En este pasaje se habla del bautismo del Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo es un
verdadero bautismo. Es este bautismo del Espíritu Santo, lo que coloca al creyente dentro del cuerpo de los
creyentes, al cual nos referimos como la Iglesia.
Cuando lleguemos al segundo capítulo que habla de la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés,
veremos que fueron llenos del Espíritu Santo. Eso era necesario para que pudieran servir. El hecho de que
fueron llenos del Espíritu Santo para llevar a cabo su servicio, indica que los otros ministerios del Espíritu
Santo también habían sido realizados. Pero, en nuestro estudio del capítulo 2 entraremos en más detalles al
respecto. Leamos ahora el versículo 6 de este capítulo 1 de Hechos:
"Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este
tiempo?"
Usted tal vez ha notado que algunos de los comentaristas han criticado a los apóstoles por haber hecho esta
pregunta. Creen que los apóstoles se equivocaron al hacerla. Pero, creemos que la respuesta que el Señor les
dio, indica que no se equivocaron en lo absoluto. Su pregunta fue legítima y natural, y nuestro Señor la
contestó como tal y no les reprochó nada.
Los apóstoles conocían bien el Antiguo Testamento. Habían esperado la venida del Mesías. Comprendían que
el Mesías sería el que establecería el reino sobre esta tierra. Ésa era su esperanza. Y ésta a propósito, es
todavía la única esperanza para esta tierra. Dios no ha acabado su trato con esta tierra. Dios tiene un propósito
eterno para la tierra, y fue precisamente en cuanto a este reino de Dios de lo que hablaron y que incluía el
restablecimiento de la casa real de David. Éstas fueron las cosas de las cuales habló Jesús después de Su
resurrección. Vimos en el versículo 3 que les habló "acerca del reino de Dios". Veamos ahora la respuesta que
Jesús les dio, aquí en el versículo 7:
"Les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad"
Les informó de que en este tiempo en particular, el reino no sería establecido. Entonces, más bien, tomaría de
todas las naciones un pueblo para Su nombre, es decir, la Iglesia. En el capítulo 15 de este libro de los
Hechos, cuando los apóstoles se reunieron para el primer concilio en Jerusalén, Jacobo les hizo notar esto.
Dice en el capítulo 15, versículos 14 al 18: "Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los
gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como
está escrito: Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus
ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones, sobre
las cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos."
Esto es lo que Dios está haciendo en la actualidad. Está visitando a los seres humanos para tomar de ellos un
pueblo en el que se invoque Su nombre. Dios está llamando del mundo a personas que confíen en Cristo, y
que el Espíritu Santo bautiza uniéndoles al cuerpo de creyentes, es decir, a la iglesia.
Por tanto, cuando los apóstoles le preguntaron a Jesús si restauraría el reino "en este tiempo", su respuesta fue
que éste no era el tema para discutir en aquella época. Ni tampoco es el tema para discusión hoy. Muchos
preguntan hoy: "¿No cree usted que Cristo vendrá pronto?" Bueno, estimado oyente, permítame decirle algo.
Yo sí creo que vendrá pronto, pero no tengo ningún derecho, ni autoridad para decirle a usted que vendrá
pronto, porque no lo sé. Es que, ni a usted ni a mi nos corresponde saber los tiempos o las ocasiones. Eso no
es lo importante para nosotros. Ahora, le aseguro que creo en la profecía. Sin embargo, creo que podemos
llegar a poner demasiado énfasis en la profecía. Creo que para crecer en la fe hace falta algo más que un
estudio profético.
Entonces, ¿cuál es nuestra misión en la actualidad? Observemos una vez más, que nuestro Señor no reprendió
a Sus discípulos por la pregunta que le habían hecho. En lugar de eso, les enseñó que Él pensaba en otra cosa.
Él les dijo: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones, que el Padre tiene autoridad para
hacer. . ." Pero escuche usted, aquí está Su misión explicada en el versículo 8:
"pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra."
Ésta es la comisión que todavía está en vigor en el día de hoy. Esta comisión no fue solamente a una
institución corporativa, o sea a la Iglesia como un cuerpo. En realidad es más bien una comisión muy
personal, un mandato que fue dado a cada creyente, individualmente. Esta comisión fue encargada a estos
hombres aun antes de que el Espíritu Santo hubiera venido y formado la Iglesia.
Éste, pues, un mandamiento personal que es para usted y para mi, estimado oyente. Es nuestra misión, es
nuestro trabajo, propagar la Palabra de Dios en el mundo. No podemos decir que le toca a la Iglesia enviar a
los misioneros para proclamar el evangelio por medio de ellos, y quedarnos nosotros de brazos cruzados. Lo
verdaderamente importante es lo que usted y yo estemos haciendo individualmente para proclamar la Palabra
de Dios. ¿Ha llegado usted hasta lo último de la tierra como testigo del evangelio? ¿Ayuda usted a un
misionero que sí lo ha hecho? ¿Colabora usted con un programa radio que difunde la Palabra de Dios? ¿Se ha
comprometido usted personalmente con esa misión? Eso es lo importante.
Dios quiere que los seres humanos se salven. Esta es nuestra misión. Pero para poder propagar el evangelio
necesitamos poder. Esa fue su promesa - "recibiréis poder". Y necesitamos de la guía del Señor. Ante esta
gran tarea, no hay ningún poder en nosotros, aunque sí hay poder en el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo
quien se mueve a través de una persona, a través de alguna iglesia, o por medio de un programa de radio. La
cuestión es si nosotros le permitimos actuar por medio nuestro.
El asunto es si le permitimos obrar por medio nuestro. Recordemos la promesa: "Pero recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, ? dice el versículo 8, y continúa diciendo ? y me seréis
testigos. . . ." Es decir, nuestro testimonio es en cuanto a Cristo. Él es el centro de atracción. Luego dice: "en
Jerusalén", es decir en nuestro pueblo natal; si no lo hay, debiera haber un testimonio para Cristo. Toda Judea,
se refiere a la vecindad, a nuestra comunidad. Samaria, está donde viven aquellos con quienes no nos
relacionamos. Es posible que no nos reunamos con ellos socialmente, pero tenemos la responsabilidad y el
privilegio de llevarles el evangelio.
Por último, este testimonio para Cristo debe llegar hasta los confines de la tierra. Nunca debemos perder de
vista el hecho de que ésta es la intención del Señor. Él nos ha dicho que si le amamos, guardemos Sus
mandamientos. Este mandamiento es personal. No podemos evadirnos de esta carga diciendo que la Iglesia lo
está cumpliendo y que por tanto, no tenemos que comprometernos con ello. Estimado oyente, ¿hasta que
punto se ha comprometido usted? ¿Hasta donde llega usted en su testimonio para Cristo? Pasemos ahora a
considerar la ascensión y la promesa del regreso de Jesús. Leamos el versículo 9 de este capítulo 1 de los
Hechos, para iniciar un nuevo párrafo titulado:
La ascensión y la promesa del regreso de Jesús
"Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y lo recibió una nube que lo ocultó de sus ojos."
La ascensión del Señor Jesucristo fue un milagro importante y significativo en el ministerio del Señor. Las
Escrituras dicen que sólo hubo una nube para recibirle.
¿Qué clase de nube sería? ¿Sería una nube común de vapor de agua? De ninguna manera. Ésta fue la misma
nube de gloria, la gloria ?shekina? que llenó el tabernáculo en los tiempos del Antiguo Testamento. En su
oración como Sumo Sacerdote, Él había orado lo siguiente en el capítulo 17 del evangelio según San Juan,
versículo 5: "Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el
mundo existiera". Cuando Cristo nació en el mundo, fue envuelto en pañales. Cuando salió de la tierra, fue
envuelto en nubes de gloria. Así fue como el regresó a la derecha del Padre celestial.
Mientras los apóstoles observaban esta escena, dos ángeles con el aspecto de hombres se les aparecieron y les
comunicaron un mensaje importante. Leamos los versículos 10 y 11 de este capítulo 1 de los Hechos:
"Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, se pusieron junto a ellos dos
varones con vestiduras blancas, los cuales les dijeron: Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este
mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo"
Fue Jesús glorificado quien subió al cielo. Este mismo Jesús, el Jesús glorificado vendrá así como se fue, y al
mismo lugar. El profeta Zacarías en el capítulo 14 de su profecía, versículo 4, nos dijo lo siguiente: "En aquel
día se afirmarán sus pies sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén, al oriente; El monte de
los Olivos se partirá por la mitad, de este a oeste, formando un valle muy grande; la mitad del monte se
apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur". Volviendo ahora al capítulo 1 de los Hechos, leamos el
versículo 12:
"Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén,
recorriendo la distancia que la ley permitía recorrer en sábado."
La limitada distancia que podían recorrer, de acuerdo con la ley mosaica, alrededor de un kilómetro, hacía que
la gente no se desplazase muy lejos de su lugar de residencia. Por tal motivo creemos que todos los discípulos
se quedaron muy cerca del templo durante los días de fiesta, cuando llegaron a Jerusalén para adorar. El
monte de los Olivos probablemente estaba cubierto por varios miles de personas, que estarían acampadas allí
durante la época de las fiestas. ¿Por qué? Porque según dicha ley, tenían que quedarse dentro de un día de
reposo de camino del templo. Continuemos con los versículos 13 y 14 de este capítulo 1 de los Hechos:
"Cuando llegaron, subieron al aposento alto, donde se alojaban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe,
Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos
perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus
hermanos."
Nos alegramos que María la madre de Jesús estuviera allí. Ella entonces estaba libre de cualquier duda que
hubiera existido con relación al nacimiento virginal de Jesús. En aquellos momentos, la actitud de los
apóstoles y de los creyentes era una actitud de unidad, de oración, y de espera.
Y no hay ninguna manera en que nosotros podamos duplicar hoy aquel período. Recordemos que aquel fue un
período de tiempo, parecido a una cápsula de tiempo, que se extendió entre la ascensión del Señor Jesucristo
al cielo y la venida del Espíritu Santo. Y nosotros no estamos viviendo en ese período de tiempo. No podemos
duplicarlo. El Espíritu Santo ya ha venido en nuestro tiempo. Leamos ahora los versículos 15 al 18, para
iniciar un párrafo que incluye
El nombramiento de un apóstol
"En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (los reunidos eran como ciento veinte en
número), y dijo: Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura que el Espíritu Santo, por boca de
David, había anunciado acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con
nosotros y tenía parte en este ministerio. Éste, pues, que había adquirido un campo con el salario de su
iniquidad, cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron."
Vemos aquí a Simón Pedro hablando otra vez. Ahora tengamos en cuenta que esto ocurrió antes de que el
Espíritu Santo viniera en Pentecostés. A este hombre le faltaba recibir la plenitud del Espíritu Santo, así como
nos falta recibirla a usted y a mí. Ahora ciertamente dio una descripción de Judas, ¿no le parece?
Continuemos pues con los versículos 19 y 20 de este capítulo 1 de los Hechos:
"Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia
lengua, Acéldama (que significa "Campo de sangre"), porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea
hecha desierta su habitación y no haya quien more en ella, y: Tome otro su oficio."
Siempre surge la pregunta en cuanto a lo que tuvo lugar aquí. ¿Debían ellos haber efectuado esta elección
para escoger a un hombre que sucediera a Judas? Creemos que no. Leamos los versículos 21 y 22 ahora:
"Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor
Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre
nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho con nosotros testigo de su resurrección."
Creemos que la elección de un sucesor para Judas Iscariote fue más bien gestionada por Pedro, sin la
presencia y guía del Espíritu Santo. Recordemos que el Espíritu Santo aún no había venido. Matías
evidentemente era un buen hombre. Eso fue indiscutible. Satisfizo todos los requisitos de un apóstol, lo cual
significaba que tuvo que haber visto al Cristo resucitado, ya que ese era un requisito indispensable.
Continuemos con los versículos 23 al 26 de este capítulo 1 del libro de Hechos:
"Entonces propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Y
orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cual de estos dos has escogido,
para que tome la parte de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por transgresión, para irse a su
propio lugar. Entonces echaron suertes sobre ellos, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once
apóstoles."
No vemos cómo el echar suertes pudiera tener relación con la dirección del Espíritu Santo, ni que Dios
pudiera revelarse por este procedimiento. Esa no es la forma cómo Dios guía. Surge entonces la pregunta:
¿Fue pues Matías el que ocupó el lugar de Judas? Nosotros creemos que no. Más bien, cuando el Señor
Jesucristo mismo lo consideró oportuno, nombró a alguien para ocupar el lugar de Judas Iscariote. Resulta
significativo que no volveremos a encontrar en el relato ninguna otra mención a Matías. Nada quedó
registrado sobre su ministerio, si realmente lo tuvo. Creemos que el Espíritu Santo ciertamente ignoró a
Matías. Ahora también creemos que aquel que el Espíritu de Dios eligió, no fue otro que Pablo el apóstol.
Alguien podría preguntar con qué autoridad hacemos esta afirmación. Escuchemos lo que el mismo apóstol
Pablo dijo en su carta a los Gálatas capítulo 1, versículo 1: "Pablo, apóstol (no por disposición de hombres, ni
por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos)". Lo que Pablo dijo fue
que había sido escogido por Dios el Padre y por el Señor Jesucristo. ¿Cómo fue elegido? Por medio del
Espíritu Santo, a quien Dios había enviado al mundo. El ministerio del apóstol Pablo ciertamente justificó el
hecho de que él fuera quien debía tomar el lugar de Judas. Otros comentaristas Bíblicos creen que fue Matías
quien ocupó el lugar de Judas.
Para concluir hoy, y aunque ya lo hemos hecho en la introducción, queremos enfatizar que Hechos 1 conduce
a los cuatro Evangelios hacia un punto focal. Mateo concluyó con la resurrección de Jesús. Marcos con Su
Ascensión. Lucas con Su promesa del Espíritu Santo y Juan, con Su promesa de la Segunda Venida. Hechos 1
reunió a los cuatro relatos y mencionó cada uno de estos hechos tan importantes. Así fue como los cuatro
Evangelios se encaminaron hacia el libro de los Hechos, y el libro de los Hechos constituyó el puente entre
los Evangelios y las Epístolas o cartas apostólicas. Estimado oyente, esperamos que al recordar estos grandes
acontecimientos en el propósito de Dios para la humanidad, nos referimos a la resurrección de Jesús, Su
ascensión al cielo, Su promesa del Espíritu Santo y Su segunda venida, usted sienta que Dios le ama y le
incluye a usted en su propósito salvador.
Hechos 2:1-13
Continuamos hoy nuestro estudio en el libro de los Hechos de los Apóstoles y llegamos al capítulo 2. Pero
antes de entrar en el estudio de este capítulo 2, quisiera mencionar una vez más el hecho de que el capítulo 1
de los Hechos concentró en un punto de enfoque común a los cuatro evangelios. El evangelio según San
Mateo, concluyó con la Resurrección. El evangelio según San Marcos, concluyó con la Ascensión. El
evangelio según San Lucas concluyó con la Promesa del Espíritu Santo. Y el evangelio según San Juan,
terminó con la Promesa de la Segunda Venida. Y el capítulo 1 de los Hechos reunió a esos cuatro grandes
acontecimientos y mencionó cada uno de ellos. Los cuatro evangelios desembocaron, por decirlo así, en el
libro de los Hechos de los apóstoles. Y el libro de los Hechos constituyó un puente entre los Evangelios y las
epístolas o cartas apostólicas. Bien, y ahora sí vamos a entrar en nuestro estudio del capítulo 2. Este capítulo
2, cuyo tema es el día de Pentecostés, puede ser dividido en dos partes principales. Los versículos 1 hasta el
13 contienen la Venida del Espíritu Santo. Y, en los versículos 14 al 47, se encuentra el primer sermón
pronunciado por el apóstol Pedro en la época de la iglesia. Leamos pues el primer versículo de este capítulo 2
de los Hechos, iniciando el párrafo correspondiente a
La venida del Espíritu Santo
"Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos."
El día de Pentecostés debía celebrarse cincuenta días después de la fiesta de las primicias o primeros frutos.
Usted recordará que en nuestro estudio del libro de Levítico vimos que la fiesta de las primicias hablaba de la
resurrección de Jesucristo. Y el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios capítulo 15, versículo 23
dijo: "Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida". La pascua en cambio, hablaba de la
muerte de Jesucristo. El apóstol Pablo una vez más en su primera carta a los Corintios capítulo 5, versículo 7
dijo: ". . .porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros."
Como la Pascua se ha cumplido en la muerte de Cristo y la fiesta de las primicias ha encontrado su
cumplimiento en la resurrección de Cristo, creemos que la fiesta de Pentecostés aquí representaba algo; es
decir, que era el cumplimiento de algo. Fue el día en que nació la Iglesia, el día cuando la Iglesia comenzó a
existir.
La expresión "cuando llegó el día de Pentecostés", o cuando se cumplió, significó que éste era el
cumplimiento del designio y propósito para el cual esta fiesta fue dada originalmente. En Pentecostés debía
haber una ofrenda del nuevo grano al Señor, y ésta debía ser ofrecida en dos panes de la mejor harina cocidos
con levadura, como vimos en el capítulo 23 de Levítico. Esto debía representar el principio y el origen de la
Iglesia. Esta fiesta hablaba de la venida del Espíritu Santo para el ministerio muy particular de llamar de este
mundo a un pueblo para formar el cuerpo de Cristo, que es la iglesia.
En otras palabras, lo que Belén fue para el nacimiento de Cristo, Pentecostés y Jerusalén lo fueron para la
venida del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se encarnó y comenzó a bautizar a los creyentes. Esto significa
que les identificó con Cristo como Su cuerpo aquí en la tierra. El apóstol Pablo en su primera carta a los
Corintios capítulo 12, versículo 13 explicó: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu."
El Espíritu Santo comenzó a hacer una obra en el día de Pentecostés. El día de Pentecostés se cumplió con
este evento. La expresión "Cuando llegó", no se estaba refiriendo a una determinada hora del día. Significaba
que Pentecostés, que Israel había estado celebrando durante muchas generaciones, al fin se había cumplido.
Veamos ahora el versículo 2 de este capítulo 2 de los Hechos:
"De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa
donde estaban"
Permítanos ahora dirigir su atención hacia algo que consideramos muy importante. Cuando el Espíritu Santo
vino, no fue en una forma visible. Sin embargo, dio a conocer Su presencia de dos maneras. Hubo una
apelación a dos de las vías sensoriales mediante las cuales el género humano recibe su conocimiento.
Adquirimos la mayor parte de nuestro conocimiento por las puertas de entrada del oído y del ojo. Oímos y
vemos. Pues bien, el Espíritu Santo hizo uso de ambas vías.
Por medio del oído percibieron un ruido que llegó del cielo, como de un viento fuerte que llenó toda la casa
donde estaban sentados. No fue ningún viento. Fue un estruendo como de un viento. No fue como el ruido de
la brisa que sopla suavemente por las copas de los árboles. Producía el ruido de un huracán o de un tornado y
creemos que toda la ciudad de Jerusalén lo pudo escuchar.
Leamos ahora el versículo 3 de este capítulo 2 de los Hechos:
"y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos."
Observemos que las lenguas eran como de fuego. No eran fuego, sino que parecían de fuego. Esto llamó la
atención por medio de la vía del ojo. Por tanto, en aquel día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino a la
Iglesia, bautizándolos al cuerpo de Cristo, hubo una apelación a sentidos como el oído y a la vista.
Esto no debe ser confundido con el bautismo de fuego. El bautismo de fuego es el juicio que todavía ha de
venir. En el libro de Apocalipsis vemos la ira de Dios revelada desde el cielo como un fuego del cielo. Ese
será el bautismo de fuego. Si los hombres no reciben el bautismo del Espíritu Santo, entonces tendrán que
experimentar el bautismo del fuego que significa juicio. El bautismo de fuego es sólo para aquellos que han
rechazado a Jesucristo. Pero, ese fuego de juicio es algo todavía futuro. El Espíritu Santo vino en el día de
Pentecostés, y ellos vieron algo que tenía la apariencia del fuego. Continuemos ahora con el versículo 4 de
este capítulo 2 de los Hechos:
"Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba
que hablaran."
Este versículo dice que ellos fueron llenos del Espíritu Santo. Ahora, alguien cuestionará el hecho de que
hemos estado diciendo que fueron bautizados con el Espíritu Santo. ¿Fueron de veras bautizados? Creemos
que sí. El Señor Jesús les dijo que lo serían. Dice en el capítulo 1 de este libro de los Hechos, versículo 4 y 5:
"Y estando juntos, les ordenó: no salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del Padre, la cual oísteis de
mí, porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de
no muchos días". El mismo hecho de que fueron llenos del Espíritu Santo indicaba que todos los otros
ministerios del Espíritu Santo a los creyentes de esta época habían sido realizados.
En primer lugar, ellos fueron regenerados Una persona tiene que nacer de nuevo espiritualmente. En el
evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 5, Jesús respondió al fariseo Nicodemo: ". . . De cierto, de
cierto te digo, que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios". En segundo
lugar, el Espíritu de Dios viene a morar en ellos. Dijo el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 8,
versículo 9: "Pero vosotros no vivís según los deseos de la débil condición humana, sino según el Espíritu, si
es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él". En tercer
lugar, fueron sellados por el Espíritu Santo para una relación eterna con Dios. El apóstol Pablo en su carta a
los Efesios, capítulo 1, versículos 13 y 14 dijo: "En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad,
el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la
promesa, que es las arras o garantía de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para
alabanza de su gloria". Y una vez más en el capítulo 4 de la misma carta a los Efesios, versículo 30 dijo: "Y
no hagáis entristecer al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención". Ahora
es posible contristar al Espíritu Santo de Dios, pero no es posible contristarlo hasta el punto de que salga de
uno. El Espíritu de Dios sella al creyente para el día de la redención. Nunca se nos mandó pedir el sello del
Espíritu Santo. Eso es algo que Dios hace al creer nosotros en Él. La fe en Jesucristo nos da el sello del
Espíritu Santo para el día de la redención.
En cuarto lugar, fueron bautizados con el Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo fue predicho por Juan
el Bautista en el capítulo 3 del evangelio según San Lucas, versículo 16, y fue repetido por el Señor Jesús,
como vimos en el capítulo 1 de los Hechos, versículo 5: "Porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero
vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". Entonces tuvo lugar este
bautismo, que les colocó en el cuerpo de los creyentes. Señaló el principio de la Iglesia. Desde aquel día en
adelante, todo creyente en el Señor Jesucristo es puesto en el cuerpo de Cristo por el bautismo del Espíritu
Santo. Como dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12, versículo 13: "Porque por
un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres;
y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu."
Ahora, la plenitud del Espíritu Santo también tuvo lugar en el día de Pentecostés. Observemos que dice aquí
en el versículo 4: "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo". Esta plenitud del Espíritu Santo fue para el
servicio cristiano. La experiencia del día de Pentecostés resultó de la plenitud del Espíritu Santo. Hoy ocurre
lo mismo. La plenitud del Espíritu Santo es para servicio. Ésta es la única obra del Espíritu Santo que
debemos pedir. Se nos mandó a ser llenos del Espíritu Santo, como dijo el apóstol Pablo en su carta a los
Efesios, capítulo 5, versículo 18: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed
llenos del Espíritu". Cabe destacar aquí que antes de Pentecostés los creyentes anhelaban esta plenitud del
Espíritu. En el capítulo 1 de los Hechos, versículo 14 leímos: "Todos éstos perseveraban unánimes en oración
y ruego". Ahora, ¿A qué se referiría su ruego? Pues, a la promesa del Señor Jesús que les enviaría el Espíritu
Santo.
El bautismo del Espíritu Santo no es un mandamiento que nos haya sido dado. No es una experiencia. Es un
acto de Dios por medio del cual el Espíritu Santo viene a morar en el creyente en Jesucristo, sellándole para el
día de la redención, y colocándole en la iglesia, es decir, en el cuerpo de Cristo mediante el bautismo del
Espíritu. Ahora, la plenitud del Espíritu de Dios, le capacita al creyente para el servicio cristiano. Se nos
manda pues que seamos llenos del Espíritu Santo.
Después de que fueron llenos del Espíritu Santo, dice el versículo 4 de este capítulo 2 de los Hechos, que:
"comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran."
Ahora estas ". . . otras lenguas. . ." no eran lenguas desconocidas. Había muchas lenguas habladas por los
judíos en todas las provincias del Imperio Romano. Estos adoradores habían venido de las diferentes partes
del Imperio Romano para la fiesta de Pentecostés. Recordemos que a todos los varones judíos se les requería
ir a Jerusalén para la celebración de tres de las fiestas anuales. Estaban pues, en Jerusalén para la fiesta, y
muchos de éstos no podían hablar hebreo.
Ahora, esto no era extraño. Hay muchos judíos en nuestros países hoy que tampoco pueden hablar hebreo. Por
muchos años fue un idioma casi sin uso, aunque hoy en Israel, se habla nuevamente.
El día de Pentecostés no puede ser duplicado. Fue un punto preciso en la historia que marcó un
acontecimiento histórico. No podemos duplicarlo de ninguna manera, así como tampoco podemos duplicar el
nacimiento de Cristo en Belén, en el tiempo de la Navidad.
El Espíritu Santo vino en el día de Pentecostés. No es necesario pedirle que venga de nuevo. Ya está aquí. El
Espíritu Santo de Dios está en el mundo hoy en día. Y Jesús nos dijo lo que haría después que viniera Su
Espíritu. Jesús dijo en el capítulo 6 del evangelio según San Juan, versículo 14: "Él me glorificará; porque
tomará de lo mío, y os lo hará saber". Cuando estamos hablando acerca de las cosas de Cristo, trayendo honor
y gloria a Su Nombre, sabemos que el Espíritu Santo de Dios está actuando.
Ahora, el versículo 4 de este capítulo 2 de los Hechos termina diciendo: "...según el Espíritu les daba que
hablasen". Estos apóstoles eran de Galilea. No podían hablar todos los otros idiomas que más adelante se
mencionan en este pasaje. Pero en aquel momento los estaban hablando. El Espíritu les daba la capacidad de
hablarlos. Ahora, leamos el versículo 5 de este capítulo 2 de Hechos:
"Vivían entonces en Jerusalén judíos piadosos, de todas las naciones bajo el cielo."
Habían llegado de todas partes para participar en la fiesta de Pentecostés. Éste era el motivo por el cual se
encontraban en Jerusalén. Ahora el versículo 6 dice:
"Al oír este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia
lengua."
Creemos que se refiere a aquel estruendo como de un viento fuerte que soplaba, que Jerusalén escuchó y por
eso se juntó la multitud. Creo que nunca me olvidaré la primera vez que escuché cuando uno de estos aviones
supersónicos rompió la barrera del sonido. Todos salieron para ver qué había sucedido. De dónde había
procedido ese estruendo. Nunca antes habíamos oído tal ruido. Pues bien, creemos que este estruendo aquí fue
algo que el pueblo de Jerusalén nunca antes había oído. Y por tanto, salieron con precipitación para ver de
dónde procedía ese estruendo. Y creemos que esto tuvo lugar en el área próxima al templo y que había allí
unos ciento veinte creyentes como se menciona en el capítulo 1, versículo 15 de este libro de los Hechos.
Ahora, los que se juntaron allí estaban confundidos, porque no solamente que hablaban el idioma de su país,
sino que también cada persona oyó su propio dialecto; es decir, la manera en que cada idioma era hablado en
una parte del país. Pero estos hombres no hablaban algo ininteligible. No hablaban en lenguas desconocidas,
sino en los dialectos de las personas que se hallaban en la multitud.
Ahora, hay otro aspecto que debemos mencionar. Algunos eruditos Bíblicos piensan que es posible que los
apóstoles no hablaran en lenguas extrañas de ninguna manera, pero hablaran en su propio dialecto galileo. En
ese caso, el milagro bien pudo haber ocurrido en el oír, porque se dice que cada hombre les oía hablar en su
propio dialecto. Entonces, el milagro que anuló la barrera del idioma, ¿estuvo en el hablar o en el oír? El caso
fue que se trató de un milagro. Leamos ahora los versículos 7 al 11:
"Estaban atónitos y admirados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, los
oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los
que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones
de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, los
oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios."
Aquí había gente de tres continentes. Ciertamente hablaban diversos idiomas y dialectos. Todos oyeron hablar
a estos galileos en un dialecto comprensible. No se trataba de lenguas desconocidas, sino de lenguas que los
oyentes entendieron. Y dice el versículo 12:
"Estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?"
Estaban perplejos y no comprendían lo que estaba ocurriendo. Ahora el versículo 13 dice:
"Pero otros, burlándose, decían: Están borrachos."
Es decir, que creyeron que estos hombres estaban ebrios, estaban borrachos.
Debemos terminar por hoy. Es evidente que el pasaje que hemos estudiado tiene un protagonista principal: el
Espíritu Santo. Estimado oyente, recordará usted que, hablando con los suyos poco antes de Su muerte, Jesús,
al anunciarles Su partida, también les comunicó que vendría el Espíritu Santo. Si usted confía en el Señor
Jesucristo como su Salvador, el Espíritu Santo vendrá, le regenerará y vendrá a morar en usted. Entonces
comenzará a disfrutar de todos los recursos que Dios ofrece a Sus hijos, junto con la fortaleza y el consuelo
para hacer frente a las circunstancias tan variables de la vida. Porque la Biblia lo dice y nosotros, por nuestra
propia experiencia también lo afirmamos, queremos que usted sepa que merece la pena ser un hijo de Dios.

Hechos 2:13-47
Continuamos hoy estudiando el capítulo 2 de los Hechos de los apóstoles. Y en nuestro programa anterior
estuvimos hablando de la venida del Espíritu Santo. Y vimos como todos los que estaban reunidos fueron
llenos del Espíritu Santo. Y vimos también cómo se reunió una gran multitud y estaban todos confusos porque
cada uno les oía hablar a los discípulos en su propia lengua y dialecto. Y estaban todos atónitos y perplejos,
como dice el versículo 12. Se preguntaban "qué quería decir esto". Es decir, no entendían lo que estaba
ocurriendo. Y el versículo 13 dice: ". . . Mas otros, burlándose decían: Están llenos de mosto". Es decir, que
creían que estos hombres estaban borrachos.
Recordemos que Pablo escribió lo siguiente en su carta a los Efesios capítulo 5, versículo 18: "No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". ¿Ha notado usted
estimado oyente, que al parecer, un borracho tiene más fuerza? Ciertamente, es más locuaz. Quizá muchos de
nosotros necesitamos hoy la plenitud del Espíritu Santo para ser más locuaces; no para hablar en un idioma
desconocido. Lo que necesitamos es poder para comunicarles el evangelio a otros, en un lenguaje que puedan
comprender. Esto es de suma importancia.
¡Qué día maravilloso fue este de Pentecostés! Fue el día cuando el Espíritu Santo vino para llamar un cuerpo
de creyentes para formar la iglesia. Así como la fiesta de Pentecostés en el Antiguo Testamento se celebraba
cincuenta días después de la fiesta de las primicias o primeros frutos de la cosecha, de la misma manera,
cincuenta días después que el Señor Jesús resucitó de los muertos, el Espíritu Santo vino para llamar a un
cuerpo de creyentes.
Vemos que Pedro se dispuso a contestar a la burla de que los discípulos estaban borrachos. Leamos, pues, los
versículos 14 y 15 de este capítulo 2 de los Hechos, con la respuesta de Simón Pedro que constituyó
El primer sermón de la época de la iglesia, pronunciado por Pedro
"Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Judíos y todos los que
habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras, pues éstos no están borrachos, como vosotros
suponéis, puesto que es la hora tercera del día."
Ahora, creemos que necesitamos volver y reconocer a los que estaban en la multitud. Estos eran los hombres
de Judea y todos los que vivían en Jerusalén. En aquel día Jerusalén era una ciudad completamente judía.
Pilato y su gente tenían su centro de operaciones en Cesarea, y no en Jerusalén. Esta Iglesia primitiva era
totalmente judía, es decir, que estaba integrada por israelitas. Y debemos destacar ese hecho. La iglesia
comenzó en Jerusalén y después se extendió por Judea, luego por Samaria y después hasta los confines de la
tierra. Este ha sido el movimiento de expansión de la iglesia desde aquel día hasta el día de hoy. En el
Antiguo Testamento tenían que ir a adorar a Jerusalén. Ahora, tenían que salir de Jerusalén y llevar el mensaje
del Evangelio a todo el mundo.
Pedro pues, respondió a los que se burlaban diciéndoles que esto que estaba ocurriendo no era resultado de la
embriaguez. Está hablándole a los cínicos, que le señalaban la hora del día, diciéndoles que ésta no era hora
de estar ebrios. Pedro entonces les habló a los judíos usando sus propias Escrituras y les dijo aquí en el
versículo 16:
Pero esto es lo dicho por el profeta Joel: Pedro hizo uso de esta profecía como una respuesta a aquellos
cínicos, a los incrédulos y a los burlones. Observemos que dijo: ". . . esto es lo dicho..." es decir, esto es
similar a o esto es como aquello. No dijo que éste era el cumplimiento de lo que había sido dicho por el
profeta Joel. Estaba diciendo: "¿Por qué creen ustedes que esto es algo raro o extraño? Pues bien, tenemos una
profecía que dijo que estas cosas iban a suceder". Y Pedro continuó citando la profecía de Joel. Y nos
alegramos que Simón Pedro citara tanto de este texto como lo hizo, porque dejó en claro que no trataba de
decir que esta profecía se había cumplido allí en ese momento. Ahora, ¿qué es lo que había de venir? Leamos
los versículos 17 al 21 de este capítulo 2 de Hechos:
"En los postreros días?dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras
hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis
siervos y sobre mis siervas, en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios
arriba en el cielo y señales abajo en la tierra, sangre, fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas
y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y glorioso. Y todo aquel que invoque el nombre
del Señor, será salvo."
No creemos que alguien alegue que en el día de Pentecostés la luna se convirtió en sangre, ni que el sol se
convirtió en tinieblas. Cuando Cristo fue crucificado, hubo oscuridad por tres horas, pero no en el día de
Pentecostés. Ni hubo prodigios arriba en el cielo, ni señales abajo en la tierra. Tampoco hubo sangre, fuego y
vapor de humo. Simón Pedro les citó de este pasaje a estos burlones para mostrarles que el derramamiento del
Espíritu de Dios no les debía haber resultado extraño el profeta Joel lo había predicho e iba a suceder.
Si leemos el libro del profeta Joel 2:28-32, veremos que tiene mucho que decir en cuanto al día del Señor. El
día de Señor comenzará con el período de la gran tribulación. Continuará por todo el milenio. Joel habló del
hecho de que sería un tiempo de guerra, un tiempo de juicio sobre la tierra. Esa profecía todavía no ha sido
cumplida. No fue cumplida en el día de Pentecostés.
Pedro hizo uso de un texto de sus Escrituras, para mostrarles que lo que había ocurrido no era extraño. Y que
llegaría el día cuando la profecía de Joel se cumpliría. Y en el día de Pentecostés los judíos estaban viendo
algo que era similar a lo que todavía había de venir. Después de esta introducción, continuó con el resto del
sermón. Recordemos que estaba hablando a gente que conocía el Antiguo Testamento. No tratemos de mirarlo
desde la perspectiva de más de 2.000 años de historia de la iglesia. Este fue simplemente el comienzo de la
iglesia en el día de Pentecostés. El origen de la iglesia. Evidentemente estaba hablando a judíos. Y les dijo:
"Varones israelitas,. . ." Y ahora sí estaba llegando al tema. Leamos el versículo 22:
"Israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas,
prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis"
En verdad el tiempo no nos permite entrar en cada una de estas maravillas, prodigios y señales. Personalmente
creemos que todos son diferentes. Creemos que los milagros se realizaban con un propósito, los prodigios con
otro propósito y las señales con otro. Jesús realizó ciertos actos con la intención de que fuesen señales.
Algunos milagros de sanidad fueron realizados para captar la atención de los oyentes. Nuestro Señor obró en
estas tres esferas de las maravillas, los prodigios y las señales. Leamos ahora los versículos 23 y 24:
"a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por
manos de inicuos, crucificándolo. Y Dios lo levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era
imposible que fuera retenido por ella."
Pedro estaba diciendo que lo que había sucedido no era contrario al programa de Dios. Esto no era algo que
había tomado por sorpresa a Dios. Sin embargo, dejó en claro que esto no liberaba a los hombres de su
responsabilidad. "¿Y quién fue responsable de la crucifixión de Cristo?" Las autoridades religiosas fueron los
que iniciaron el movimiento. Diríamos que ellas tuvieron la culpa mayormente. Persuadieron a la multitud
para que ésta promoviese alborotos. También manipularon al gobierno romano para que ejecutase a Jesús.
Pero, recuerde usted estimado que fue crucificado sobre una cruz romana. Y Pedro estaba señalando a sus
compatriotas israelitas con su dedo acusador.
Pero es inútil discutir en cuanto a quién fue responsable de la muerte de Jesús en aquel entonces. ¿Sabe usted
quien es responsable de la muerte del Señor Jesucristo? ¡Usted estimado oyente, es responsable. Y yo también
soy responsable! Fue por mis pecados y por sus pecados que Él murió. Escuche las palabras de Jesús mismo
en el evangelio según San Juan, capítulo 10, versículos 15, 17 y 18. Dijo el Señor Jesús: ". . . pongo mi vida
por las ovejas. . . versículo 17: ... Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. ?
versículo 18: ... Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo
poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre."
Pedro pues se dirigió a hombres que estaban implicados directamente en el complot de la crucifixión, y les
dijo: ". . . prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole."
Sin embargo, ésta no fue la parte más importante de su mensaje. Siguió diciéndoles: ". . . y Dios lo levantó,
sueltos los dolores de la muerte". Pedro predicó aquí la resurrección de Jesucristo. Éste fue el primer sermón
predicado en la era de la Iglesia. Éste fue el principio. Éste fue el día de Pentecostés. ¿Cuál fue el tema del
sermón? No fue la profecía de Joel, fue la resurrección del Señor Jesucristo.
Ahora, cuando Pedro hablaba de la resurrección, se refirió a un texto del Antiguo Testamento. Citó el Salmo
16, versículos 8 al 10. Y nos alegramos que hubiera hecho esto porque nos ayuda a entender el Salmo 16.
Leamos los versículos 25 al 28 de este capítulo 2 de los Hechos:
"pues David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.
Por lo cual mi corazón se alegró y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza, porque no
dejarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la
vida; me llenarás de gozo con tu presencia."
En el Salmo 16 David estaba hablando sobre la resurrección de Cristo. Ésta ya había sido cumplida. La
interpretación de este Salmo fue dada por Simón Pedro, quien estaba lleno del Espíritu Santo. Continuemos
con el versículo 29. Dijo Pedro:
"Hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está
con nosotros hasta el día de hoy."
Al parecer, Pedro se encontraba en el área del Templo y pudo señalar con el dedo a la cima del monte de
Sión, donde David fue sepultado. Y Pedro está diciendo: "Es obvio señores que David no hablaba de sí mismo
porque sus huesos están allí mismo enterrados en la cumbre del monte. Su sepulcro está allí y su cuerpo ha
pasado por la corrupción. Él no hablaba de sí mismo, sino de Alguien a quien vosotros conocéis y a quien yo
conozco. De Alguien que no pasó por la corrupción, sino que resucitó de los muertos". Continuemos con los
versículos 30 y 31 de este capítulo 2 de los Hechos:
"Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia en cuanto a
la carne levantaría al Cristo para que se sentara en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de
Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades ni su carne vio corrupción."
Fue de esto que David estaba hablando en el Salmo 16. Habló de la resurrección de Jesucristo. Usted dirá:
"Pero, yo leo el Salmo 16 y allí no dice que Jesucristo resucitará de los muertos". Estimado oyente, aquí en el
capítulo 2 de los Hechos, tenemos la interpretación del Espíritu Santo sobre este Salmo. Ahora podemos
volver y leer el Salmo 16, sabiendo que se refiere a la resurrección del Señor Jesús.
Ahora, ¿De qué habló Pedro? Ya hemos dicho que su sermón trataba de la resurrección de Jesucristo. Es
significativo que el primer sermón predicado en la época de la Iglesia, fue un mensaje acerca de la
resurrección. Todo sermón en la época de la Iglesia primitiva trató sobre la resurrección. Continuemos con el
versículo 32 de este capítulo 2 de los Hechos:
"A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos."
Ahora, Pedro le dijo a la multitud que se reunió allí aquel día: "Esto que habéis visto, es decir, el milagro de
oír lo que los galileos hablaban cada uno en su propio idioma, ha tenido lugar porque Jesús fue levantado de
los muertos". Y continuó en los versículos33 al 35 diciendo:
"Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha
derramado esto que vosotros veis y oís. David no subió a los cielos, pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi
Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies."
Los santos del Antiguo Testamento no fueron a los cielos. Si alguno de ellos hubiera ido al cielo, entonces
David debiera haber ido allí. Pero, David no había subido a los cielos. Porque los santos del Antiguo
Testamento serán levantados algún día para vivir aquí en la tierra. Es la Iglesia la que será levantada y
conducida a la Nueva Jerusalén. Se dice en cuanto a los creyentes hoy en día, que cuando mueren, están
"ausentes del cuerpo, y presentes al Señor", según dijo el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios
capítulo 5, versículo 8.
Luego, citó del Salmo 110, versículo 1. Y les estaba mostrando que Jesús estaba allí en el cielo a la diestra de
Dios. Estará allí hasta que vuelva para establecer Su reino. Pero mientras está a la diestra de Dios, aún
continúa trabajando en el mundo. Continuó Pedro hablando en el versículo 36 y dijo:
"Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo
ha hecho Señor y Cristo."
Pedro está predicando la resurrección de Jesucristo, que Cristo murió por nuestros pecados, pero resucitó. Y
veamos entonces lo que ocurrió aquí en los versículos 37 y 38 de este capítulo 2 de los Hechos:
"Al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Hermanos, ¿qué
haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo."
El mensaje de Pedro produjo convicción en los oyentes. Tenemos aquí a gente que tenía las Escrituras del
Antiguo Testamento, que habían oído el mensaje, y habían conocido las profecías. Habían estado marchando
en una sola dirección, pero alejándose de Dios, aunque tenían una religión que les había sido dada por Dios
mismo. Y ahora se les dijo que tenían que arrepentirse. Es decir, necesitaban dar media vuelta, cambiar de
dirección y dirigirse hacia Dios.
Tenían también que ser bautizados. El bautismo en agua sería la evidencia de que se habían arrepentido, de
que habían acudido a Cristo y habían depositado su confianza en Él. No debían ya traer un sacrificio para
ofrecerlo en el Templo. Debían mostrar una evidencia de que habían confiado en Cristo para la remisión de
sus pecados. Su bautismo sería un testimonio del hecho de que Cristo es el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo. Note usted que dijo que también recibirían el don del Espíritu Santo. Cualquiera que crea,
que ponga su confianza en Jesucristo, recibirá el don del Espíritu Santo. Y continuó Pedro hablando en los
versículos 39 y 40 y dijo:
"porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el
Señor nuestro Dios llame. Y con otras muchas palabras testificaba y los exhortaba, diciendo: Sed salvos de
esta perversa generación."
Hace más de dos mil años, usted y yo estábamos bastante lejos. Sin embargo, Pedro aquí estaba hablando
también de nosotros. La promesa era para el judío, pero también era para la persona de cualquier nación que
se encontrase lejos. El versículo 41 dice:
"Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas."
Estos fueron creyentes que genuinamente habían sido renacidos espiritualmente. Leamos ahora el versículo
42, para considerar
La iglesia que comenzó a existir
"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y
en las oraciones."
Tenemos aquí cuatro marcas visibles de la Iglesia local, y son:
Primero, Perseverancia en la doctrina de los apóstoles. Dice aquí que estas personas perseveraban en la
doctrina de los apóstoles. La marca de una Iglesia, se define en la medida en que se adhiere a la doctrina de
los apóstoles o no. La doctrina correcta era una de las señales de identidad de la iglesia visible.
En segundo lugar tenemos la Comunión. Compartían las cosas de Cristo.
En tercer lugar se menciona El partimiento del pan. El partimiento del pan era más que simplemente celebrar
el rito de la Cena del Señor. Significaba ser traídos a un compañerismo y a una relación con Cristo, y a una
relación el uno con el otro en el nombre de Cristo.
Y en cuarto lugar tenemos las Oraciones. Eso también es una marca. Tememos que en la Iglesia, en general,
ésta sea una marca que casi se pasa por alto, que se ha ido desdibujando con el tiempo, con el resultado de que
la oración es el punto débil de la iglesia. No olvidemos que, en realidad, la oración es el activo más
importante de la iglesia. Leamos el versículo 43:
"Sobrevino temor a toda persona, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles."
Observemos que fueron los apóstoles, los que tenían los dones de las señales. Leamos ahora los versículos
finales de este capítulo 2 de los Hechos, versículos 44 al 47:
"Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y
sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el
Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y
teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos."
Nunca ha sido la Iglesia tan fuerte espiritualmente, como lo fue en ese entonces. Ahora, esta clase de vida que
se menciona aquí, casi no podría llevarse a la práctica en la actualidad, porque hay demasiados cristianos que,
lamentablemente están más controlados por los deseos de su vieja naturaleza, dominada por las pasiones, que
por el Espíritu Santo de Dios. Ahora, observemos que era el Señor, quien añadía a la Iglesia los que habían de
ser salvos.
Mirando a nuestro alrededor, al escepticismo, a la pérdida de ciertos valores espirituales en una sociedad que
se define como secular, y considerando ciertos aspectos problemáticos de la vida individual y en sociedad,
problemas para los cuales nadie ha encontrado una solución, y, por otra parte, habiendo visto el nivel
espiritual que caracterizó a los primeros cristianos, ¿no quisiera usted, amigo oyente, disfrutar de esa calidad
de vida? Usted mismo puede dirigirse a Dios, buscando su perdón, su salvación por los méritos de Cristo. Y
Él le demostrará lo que puede hacer por usted

Hechos 3:1-26
Continuando hoy con nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los apóstoles, llegamos al capítulo 3. Y
en este capítulo tenemos el primer milagro de la iglesia y el segundo discurso de Simón Pedro. Todavía
estamos en la primera división, en la primera sección de los Hechos, que abarca los 7 primeros capítulos del
libro. En esta sección vemos cómo el Señor Jesucristo seguía obrando mediante el Espíritu Santo, a través de
los apóstoles en Jerusalén. En nuestro estudio anterior vimos el nacimiento de la Iglesia en el día de
Pentecostés. Destacamos que aquel día fue irrepetible. Ahora existe la Iglesia porque en aquel día el Espíritu
Santo se encarnó en los creyentes. Y al venir a morar en ellos les llenó con Su amor, con Su poder y
bendición para servicio.
De la misma manera que no podemos repetir el nacimiento en Belén, tampoco podemos repetir lo que sucedió
en el día de Pentecostés. Es un hecho innegable que necesitamos hoy del poder del Espíritu Santo. Gracias a
Dios que Él está en el mundo convenciendo al mundo y refrenando la maldad. Y no tenemos que buscarle; el
Espíritu Santo mora en todos los que creen en el Señor Jesucristo.
Al entrar ahora en el estudio de este capítulo 3, veremos primero en los versículos 1 al 11, la descripción de la
sanidad de un cojo. Luego tenemos el elocuente y revelador discurso de Pedro en los versículos 12 hasta el
26; predicación que resultó en la conversión de cinco mil hombres como veremos en el capítulo 4 de este
mismo libro. Comencemos pues considerando la sanidad del cojo. Leamos el primer versículo de este capítulo
3 de los Hechos:

"Pedro y Juan subían juntos al Templo a la hora novena, que era la de la oración."
Al parecer, esta era la hora del sacrificio de la tarde, la hora cuando entraba el sumo sacerdote, o sacerdote a
quien le tocaba en aquel día ofrecer el incienso con sus oraciones. En el evangelio según San Lucas vimos que
le tocaba a Zacarías ofrecer el incienso ante el altar de oro, cuando el ángel se le apareció. Es interesante notar
aquí que ese altar de incienso hablaba de la oración. Ésta era la hora de la oración. Y es muy probable que
hubiera un gran grupo de gente en el Templo orando en aquella hora. Continuemos con el versículo 2:
"Había un hombre, cojo de nacimiento, que era llevado y dejado cada día a la puerta del Templo que se
llama la Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo."
Este hombre había nacido cojo que era traído todos los días y dejado a la puerta del templo. ¡Qué contraste
había entre él y aquella puerta que se llamaba "la hermosa"! Allí estaba una puerta hermosa, y aquí estaba
también, junto a ella, un hombre lisiado. Los seres humanos pueden hacer cosas muy bonitas, pero a las
personas, estimado oyente, no les es posible mejorarse a sí mismos. Pueden cuidar de su aspecto físico,
mantenerse en forma, ser atractivos y engalanarse. Pero les resulta imposible cambiar esa vieja naturaleza que
tienen. Este es el contraste que tenemos aquí, entre una puerta hermosa del templo, y un cojo de nacimiento.
Pues bien, él estaba allí para pedir limosna; así se ganaba la vida. Ahora el versículo 3 dice:
"Éste, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les rogaba que le dieran limosna."
Esto nos muestra que aun después del día de Pentecostés, Pedro y Juan todavía subían al templo para orar.
Los creyentes en Jerusalén eran israelitas y continuaban asistiendo al templo para orar. El pobre mendigo vio
a Pedro y a Juan y según dice aquí, esperó que le dieran algo. Ahora los versículos 4 y 5 dicen:
"Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él los miró atento, esperando recibir de
ellos algo."
Cuando estos dos hombres le dedicaron su atención, el mendigo les miró con la seguridad de que le iban a dar
algo. Ahora el versículo 6 dice:
"Pero Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret,
levántate y anda."
Alguien ha dicho al contemplar la magnificencia de los edificios de ciertas iglesias, que la iglesia ya no puede
decir, "no tengo plata ni oro". Y desafortunadamente, estimado oyente, tenemos que añadir por otra parte, que
la iglesia tampoco puede decirle ya a un hombre postrado, "levántate y anda". A la iglesia le falta poder
espiritual. Ahora, observemos lo que hizo Pedro aquí en el versículo 7 de este capítulo 3 de los Hechos:
"Entonces lo tomó por la mano derecha y lo levantó. Al instante se le afirmaron los pies y tobillos"
Recordemos que el Dr. Lucas fue quien escribió este libro. Y es interesante notar que cuando el Dr. Lucas
relató un milagro, incluyó muchos detalles, detalles que no aparecen en otros libros. Por ejemplo, aquí vemos
que el Dr. Lucas contó específicamente lo que pasó. Dijo que la debilidad de este enfermo estaba localizada
en los pies y tobillos. Ahora el versículo 8 de este capítulo 3 de Hechos dice:
"y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, saltando y alabando a Dios."
Estimado oyente, no pierda de vista la palabra "saltando". Aparece dos veces en este versículo. Este es un
capítulo muy interesante. Veremos que Pedro iba a ofrecer nuevamente el reino a la nación, porque en este
tiempo la Iglesia estaba integrada completamente por israelitas, como hemos mencionado anteriormente. No
había creyentes de otras naciones en la Iglesia en aquel entonces. Es que la Iglesia comenzó con los judíos
que se encontraban en Jerusalén. Más tarde, el evangelio se extendería hasta los confines de la tierra. Pero
estamos aquí en el período de la iglesia en Jerusalén. En otras palabras, aquí se estaba comenzando a cumplir
lo que leímos en el versículo 8 del capítulo 1 de los Hechos donde decía que serían testigos primero en
Jerusalén, luego en toda Judea, después en Samaria, y por fin, hasta lo último de la tierra.
El Señor había dicho que habría un período de transición, e indicó que debían comenzar en Jerusalén. No les
dijo que comenzaran su misión llevando el evangelio hasta lo último de la tierra.
Ahora el reino se ofrecía nuevamente a Israel. Ésta sería su oportunidad final. Ahora, ¿Cuáles serían algunas
de las señales que identificaran el reino? Bueno, según Isaías capítulo 35, versículo 6, una de las señales sería
que ¡el cojo saltaría! Dice en Isaías, capítulo 35, versículo 6: "Entonces el cojo saltará como un ciervo, y
cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la estepa."
Todo israelita instruido que había subido al Templo aquel día, se admiró de este milagro, al ver al cojo
saltando. Ellos sabían que esto verdaderamente podría ser el comienzo del reino. El Mesías había sido
crucificado, resucitado de los muertos, ascendido al cielo, y ocupado su lugar a la derecha de Dios. Pero, Él
vendría otra vez. Ahora leamos los versículos 9 y 10 de este capítulo 3 de los Hechos:
"Todo el pueblo lo vio andar y alabar a Dios. Y lo reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la
puerta del Templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido."
Observemos que todos le vieron y todos reconocieron al hombre. También comprendieron el significado de
ese milagro. Sin embargo, tememos que haya muchos de nosotros hoy, que no habremos alcanzado a
comprender este relato que el Dr. Lucas nos ha dejado. Ahora leamos el versículo 11 de este capítulo 3 de
Hechos:
"Mientras el cojo que había sido sanado tenía asidos a Pedro y a Juan, todo el pueblo, atónito, concurrió a
ellos al pórtico que se llama de Salomón."
Ahora, ¿sería éste el principio del reino? Grandes cosas habían ocurrido en Jerusalén durante las últimas
semanas. Habían presenciado la crucifixión de Jesús, Su resurrección, Su ascensión, y el día de Pentecostés.
Así pues, todos estarían atónitos ante este incidente, preguntándose qué era lo que realmente estaba
ocurriendo. Leamos el versículo 12 de este capítulo 3 de Hechos, porque hemos llegado al
Elocuente y revelador discurso de Pedro
"Al ver esto Pedro, habló al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en
nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a éste?"
Vemos que se dirigió a los varones israelitas. Éste era aún el período de Jerusalén. Como ya dijimos, era un
período de transición. La Iglesia todavía no se había puesto en marcha hacia otras áreas. Por ejemplo, nadie en
Roma había escuchado aún el Evangelio. Todo esto ocurría en Jerusalén.
Pedro tuvo entonces mucho cuidado en aclararles que este milagro no se había realizado por medio de su
propio poder. Y veremos que Pedro dirigiría la atención de sus oyentes judíos hacia el Antiguo Testamento. Y
les pediría que si volvían a Dios, estas profecías se podrían cumplir. Escuche usted algunas de las profecías,
que la mayoría de aquellos israelitas conocía muy bien.
Dijo el profeta Zacarías en el capítulo 12 de su profecía, versículo 10: "Pero sobre la casa de David y los
habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y
llorarán como se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el primogénito".
Esta profecía podría haber sido cumplida si ellos se hubiesen vuelto a Él. No fue cumplida porque la nación
no aceptó al Señor Jesús en aquel entonces. No se arrepintieron y volvieron a Él. Y lo que Pedro estaba
haciendo era rogarles que se volviesen al Señor Jesús. Pero ellos se negarían a arrepentirse. De modo que la
hora todavía ha de llegar cuando esta profecía de Zacarías será cumplida. Veamos pues lo que escribió
Ezequiel; y más adelante también la profecía de Isaías. Ezequiel en el capítulo 36 de su profecía, versículos
27 y 28 dijo: "Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y que guardéis mis
preceptos y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros seréis mi pueblo y
yo seré vuestro Dios". Y el profeta Isaías en el capítulo 12 de su profecía, versículos 1 y 2 dijo:
"En aquel día dirás: Cantaré a ti, Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó y me
has consolado. He aquí, Dios es mi salvación; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción
es el Señor, quien ha sido salvación para mí."
Y anteriormente ya mencionamos a Isaías 35:6, donde se anunciaba que el cojo saltaría como un ciervo.
También leamos en este mismo capítulo 35, el versículo 10:
"Y los redimidos por el Señor volverán a Sión con alegría; y habrá gozo perpetuo sobre sus cabezas.
Tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido."
Ellos tendrían que haber comprendido que lo que sucedió a este cojo fue, en miniatura, una descripción del
estado espiritual de toda la nación. Si ellos se hubiesen vuelto a Dios, todas estas promesas habrían sido
cumplidas. Volviendo ahora al capítulo 3 de los Hechos, leamos los versículos 13 al 15 donde Pedro continuó
hablando y dijo:
"El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a
quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerlo en libertad.
Pero vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diera un homicida, y matasteis al Autor de
la vida, a quien Dios resucitó de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos."
Hay que destacar que Simón Pedro nunca predicó un sermón sin hacer mención de la resurrección de Jesús.
Ni tampoco lo haría, como veremos más adelante, el apóstol Pablo. Pero desafortunadamente, en la actualidad
muchos sermones son predicados sin mención alguna de la resurrección. Y continuó Pedro hablando en el
versículo 16 de este capítulo 3 de Hechos:
"Por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por
él ha dado a éste está completa sanidad en presencia de todos vosotros."
En esencia, Pedro estaba diciendo: "Ahora, ¿no veis aquí a este hombre saltando? Éste es un ejemplo viviente
de lo que sucederá en el reino. Aquí la pregunta es si vosotros queréis que el Mesías regrese, o no. ¿Queréis
recibirle?" Ahora, los versículos 17 y 18 dicen:
"Pero ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero
Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por boca de todos sus profetas: que su Cristo habría de
padecer."
Los hechos de ellos en el pasado requerían que adoptasen un nuevo curso de acción. Y esa acción era el
arrepentimiento y la conversión. Y este no era un mensaje nuevo para ellos. En Isaías capítulo 43, versículo
25, leemos: "Yo, yo soy quien borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados".
Ahora, escuchemos la continuación el mensaje de Pedro aquí en los versículos 19 y 20:
"Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la
presencia del Señor tiempos de consuelo, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado."
Ahora, si hubieran aceptado a Jesús, ¿habría regresado Jesús a la tierra? La respuesta es que sí. Pedro dijo que
habría regresado. Y entonces, ¿cuál habría sido el programa de Dios después de eso? No sabemos lo que
habría ocurrido. ¿Le sorprende esto? Bueno, tenemos noticias para usted. Nadie más tampoco lo sabe, excepto
Dios. Nos es posible hacer muchas preguntas y suposiciones, para las cuales no hay respuestas. Todo lo que
sabemos es que la nación no aceptó a Jesucristo. Leamos ahora nuevamente el versículo 20 e incluyamos
también el versículo 21 de este capítulo 3 de Hechos:
"y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado. A éste, ciertamente, es necesario que el cielo reciba
hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas
que han sido desde tiempo antiguo."
Hay quienes tratan de basarse en este versículo para reforzar su creencia de que eventualmente todos serán
salvos. Ahora la parte del versículo que usan para esto es esa frase que dice: "La restauración de todas las
cosas". Exactamente, ¿cuáles son "todas las cosas" que serán sometidas a la restauración? En su carta a los
Filipenses, capítulo 3, versículo 8, el apóstol Pablo hablaba de que el valor supremo de conocer a Cristo,
devaluaba para él todo lo demás y dijo: "Aun estimo todas las cosas como pérdida", ¿quiso decir, todas las
cosas en el universo de Dios? Era evidente que no. Por tanto aquí, esta expresión "todas las cosas" en este
versículo queda limitada por lo que sigue, ". . . los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló
Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo". Los profetas habían hablado de la
restauración de Israel. En ninguna parte hay profecía alguna de la conversión o la restauración de los muertos
malos, es decir, de los que mueren sin el perdón de sus pecados. Continuemos con los versículos 22 y 23:
"Pues Moisés dijo a los padres: "El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos,
como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable, y toda alma que no oiga a aquel profeta será
desarraigada del pueblo."
Es conveniente mencionar aquí que este pueblo que escuchaba a Pedro, estaba a punto de sufrir un gran
juicio. En el año 70 D.C. El romano Tito vendría y destruiría la ciudad. Se calculó que más de un millón de
personas perecieron, y que los demás fueron vendidos a la esclavitud por todas partes del Imperio Romano.
Verdaderamente, el juicio vino sobre estas personas. Y en los versículos 24 al 26, Pedro dijo:
"Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo con nuestros padres diciendo a Abraham: En
tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado
a su Hijo, lo envió para que os bendijera, a fin de que cada uno se convierta de su maldad."
Este era un período de transición y en él, les fue dada su oportunidad final para aceptar al Mesías. Pero como
rechazaron su ocasión para aceptarlo, más tarde el apóstol Pablo se presentaría como el apóstol a todas las
demás naciones no judías. Todo lo que podía haber sucedido si aquellos judíos se hubieran convertido a Dios,
es una mera especulación. No se convirtieron. Y Dios, estimado oyente, nunca se sorprende de lo que el ser
humano hace, y Él hace que todas las cosas se desarrollen para llevar a cabo Su plan y Su propósito.
El relato Bíblico no especifica la respuesta individual de los oyentes del discurso de Pedro que hemos
considerado, pronunciado en la parte del templo llamada el pórtico de Salomón. A pesar del paso de los
siglos, hoy Dios invita de muchas maneras a los seres humanos a que se vuelvan, a que cambien de dirección,
a que se conviertan. En la actualidad muchas personas no se encuentren precisamente buscando a Dios, sino
todo lo contrario. A Dios se le margina en la mayoría de los foros, o se le desconoce, o se le niega. Incluso, se
le blasfema o se le ridiculiza. Pero el mensaje del Evangelio continúa resonando en nuestro mundo, que es el
mundo al cual Dios amó. Y a pesar de la aparente indiferencia u oposición de los seres humanos ante la
invitación de Dios, hay muchas personas que, conscientes de su estado de alejamiento, y de su profunda
necesidad espiritual, están buscando a Dios. Al despedirnos hoy, a todos queremos hacer llegar las palabras de
San Pablo, pronunciadas en el Areópago de Atenas. El consejo del Areópago era la institución más venerable
de la ciudad y que tenía jurisdicción en asuntos de moral y de religión. El incidente se encuentra relatado en
este libro de los Hechos y será examinado más adelante. Pero hoy recordamos especialmente las palabras de
San Pablo a los griegos, tan oportunas para la época en que vivimos. Dijo allí San Pablo: "30Pero Dios,
habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que
se arrepientan; 31por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a
quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos."

Hechos 4:1-24
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 4 de este libro de los Hechos de los Apóstoles, que iniciamos
en nuestro programa anterior. Como ya vimos, tenemos aquí la primera persecución de la iglesia y el poder
del Espíritu Santo. Dijimos también que este capítulo 4 revela el resultado del segundo sermón de Pedro.
Cinco mil hombres fueron salvados. Los apóstoles fueron arrestados y puestos en la cárcel por instigación de
los saduceos, cuyo único motivo fue su proclamación de la resurrección de Jesucristo. Leamos los primeros
dos versículos de este capítulo 4 de los Hechos, que comienzan el párrafo que trata sobre
La primera persecución de la iglesia
"Mientras ellos hablaban al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del Templo y
los saduceos, resentidos de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de entre los
muertos."
Quisiéramos resaltar aquí algo que es realmente sorprendente, si no lo ha notado ya. ¿Quiénes fueron los que
encabezaron la persecución contra el Señor Jesús y que por fin lograron que fuera arrestado y llevado a la
cruz? Fueron las autoridades religiosas, especialmente los fariseos. Ellos fueron los enemigos de Cristo
cuando Él estuvo en la tierra. Ahora, sabemos que más adelante algunos fariseos fueron salvados. Sabemos
por ejemplo que Nicodemo fue salvo y también José de Arimatea, que probablemente era fariseo. Sabemos
también que Saulo de Tarso era fariseo. Al parecer había muchos otros fariseos que llegaron a un
conocimiento salvador del Señor Jesucristo. Después de que los fariseos hubieron acabado con el Señor Jesús,
su enemistad y su rencor pasaron. Pero ahora tenemos a los saduceos quienes no creían en la resurrección y
entonces fueron ellos los que se constituyeron en enemigos contra los apóstoles, que estaban proclamando la
resurrección de Jesucristo.
Los saduceos de nuestros tiempos son los que niegan lo sobrenatural. Niegan la Palabra de Dios con sus
labios y con sus vidas. Y es importante que veamos que, como los saduceos de aquel entonces, los saduceos
de nuestro tiempo tratan de oponerse a cualquiera que predique la resurrección. Ellos permiten que se
predique acerca de Jesús y que uno diga que Jesús fue una persona amable, buena y tolerante. Y si usted lo
hace así, pues, no se hallará en problemas. Pero sí se encontrará con oposición si usted predica a Jesucristo
como el poderoso Salvador que vino a esta tierra, denunció el pecado y murió en la cruz por los pecados de
los seres humanos, y luego resucitó con gran poder. Ese es el mensaje impopular. Cuando los apóstoles lo
predicaron, estos saduceos les llevaron ante el Sanedrín, supremo tribunal religioso de los judíos. Leamos los
versículos 3 y 4 de este capítulo 4 de los Hechos:
"Y les echaron mano y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. Pero muchos de
los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los hombres era como cinco mil."
Ahora, no olvidemos que todo esto ocurrió en el pórtico de Salomón, después que Pedro predicó su sermón.
Si fueron salvados unos cinco mil hombres solamente, ¿cuántas mujeres y niños más creerían? Fue sin duda
alguna una gran multitud de personas la que se convirtió a Cristo en aquella ocasión. Aquella, espiritualmente
hablando, fue una verdadera pesca milagrosa que, por sus dimensiones, no se repetiría en toda la historia de la
iglesia.
Siempre hemos sido reacios a criticar a Simón Pedro. No podemos menos que amarle porque, en medio de los
contrastes de su carácter, amaba profundamente al Señor. Y no hay la menor duda que Dios le usó en esta
ocasión de una manera grande y poderosa. Los versículos 5 y 6 de este capítulo 4 de los Hechos dicen:
"Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el
sumo sacerdote Anás, y Caifás, Juan, Alejandro y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes;"
Ya habíamos visto antes a este grupo. También estaban allí, y con toda su astucia, Anás y Caifás, los dos
hombres que condenaron a muerte a Jesús. Ahora, el versículo 7 dice:
"y poniéndolos en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad o en qué nombre habéis hecho vosotros esto?"
Vemos que Pedro y Juan fueron traídos ante el Sanedrín. Esto ocurrió después que el cojo había sido sanado y
Pedro había predicado su segundo sermón. El Sanedrín quiso entonces saber con qué poder y en qué nombre
hacían ellos estas cosas. Y veamos la respuesta de Pedro, aquí en los versículos 8 hasta el 12 de este capítulo
4 de los Hechos. Leamos primero el versículo 8:
"Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel"
Ahora, fíjese usted que dice aquí que Pedro estaba lleno del Espíritu Santo. No dice que fuera bautizado con
el Espíritu Santo en esta ocasión. El ya había sido bautizado con el Espíritu. Pero dice que Pedro fue lleno del
Espíritu Santo, lo cual le capacitó para anunciar el Evangelio por medio de la predicación. Y a usted y a mi,
estimado oyente, nos hace falta también la plenitud del Espíritu Santo. Esto es algo que debiéramos buscar; es
algo que debiéramos anhelar. Ellos habían tenido que quedarse y esperar el día de Pentecostés, día en que
todos fueron bautizados en un cuerpo. En ese día sí fueron bautizados en el cuerpo que es la iglesia de Cristo.
Si usted viene a Jesucristo hoy, estimado oyente, será bautizado con el Espíritu Santo y colocado en el cuerpo
de creyentes, en el mismo momento en que usted es regenerado. Continuemos leyendo los versículos 9 y 10:
"Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste ha
sido sanado, sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo de
Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en
vuestra presencia sano."
Ahora, notemos que hasta este momento, cada vez que Pedro abría su boca, metía la pata, como solemos decir
en una conversación informal o coloquial. Pero, esta vez, Pedro, como diría Pablo en su carta a los Efesios,
tenía sus pies calzados con el celo por anunciar el evangelio de la paz. Estaba lleno del Espíritu Santo, es
decir, controlado por el Espíritu Santo, y dijo exactamente lo que debía decir. Observemos su aguda
observación, haciendo notar que estaban siendo interrogados por el bien hecho a un enfermo, para saber de
qué manera había sido sanado. Continuemos leyendo el versículo 11:

"Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo."
Pedro destacó dos cosas en cuanto al Señor Jesús. La primera, que fue crucificado y que resucitó de los
muertos. Y la segunda, que Jesucristo era la piedra, la roca. En Mateo 16:18, vemos que Jesús había dicho: ". .
. sobre esta roca edificaré mi iglesia". Ahora, ¿Quién era la roca? La Roca era Cristo mismo. Observemos que
Pedro dijo: "Este Jesús es la piedra". ¿Cuál era la piedra? ¿Era la Iglesia, o era Simón Pedro? No. Era el Señor
Jesucristo. Como Pedro mismo diría en su primera carta 2:7, Jesús, la piedra que los constructores
despreciaron, se ha convertido en la piedra principal del edificio. Esto ha sido logrado por medio de la
resurrección. Es evidente que la resurrección es el hecho central en la predicación del evangelio. Y Pedro
añadió en el versículo 12:
"Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos."
Ahora, recordemos que la pregunta fue: ¿Con qué poder y en qué nombre habéis hecho estas cosas? Y
después de explicar la fuente del poder, como vemos en este versículo, Pedro se refirió al nombre. Es decir
que Pedro recordó el nacimiento de Jesús las instrucciones del ángel, en el capítulo 1 del evangelio según San
Mateo, versículo 21, cuando el ángel habló con José y le dijo: "Y llamarás su nombre JESÚS, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados". Estimado oyente, Él es el Salvador. Éste fue su nombre desde el
principio. Cuando uno acepta este nombre, lo hace aceptando todo lo que Su persona implica. Y Pedro dejó en
claro, y nosotros queremos dejarlo en claro también y enfatizar el hecho de que cuando usted, estimado
oyente, acude a Jesucristo, usted viene a Él para salvación. No hay otro nombre bajo el cielo que pueda
salvarle. La ley no le puede salvar. La religión tampoco le puede salvar. Una ceremonia tampoco puede
salvarle. Solo uno, el nombre de Jesús le puede salvar. Jesús es el nombre de aquella persona que descendió a
esta tierra para salvar a Su pueblo de sus pecados. Cuando alguien acude a Él por fe, esa persona se salva. No
hay otro a quien acudir para poder obtener la salvación. Si usted acude a Él, si confía en Cristo, entonces
usted será salvo. Ese paso garantiza su salvación.
¿No es interesante que en la larga historia de este mundo, y entre todas las religiones del mundo, con todo el
dogmatismo que estas religiones presentan, ninguna de ellas puede ofrecer la certeza de una salvación segura?
Y éste fue también el gran mensaje de Simón Pedro, mensaje que dio mientras estaba lleno del Espíritu Santo.
Y ésta fue una gran afirmación para concluir su mensaje ante el Sanedrín. Continuemos ahora con el versículo
13 de este capítulo 4 de los Hechos:
"Entonces viendo la valentía de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se
admiraban; y les reconocían que habían estado con Jesús."
Los que les escucharon sabían que estos hombres no tenían estudios ni una formación cultural, como para
expresarse de esta manera. Pero, los hombres del Sanedrín notaron que ellos habían estado con Jesús. ¡Cuán
maravilloso es tener una vida que de un modo u otro, dirija la atención de los demás hacia la persona del
Señor Jesucristo! Continuemos con los versículos 14 y 15 de este capítulo 4 de Hechos:
"Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra.
Entonces les ordenaron que salieran del Concilio; y deliberaban entre sí"
¿Cree usted que por fin, al ver personalmente al hombre sanado, y después de haber escuchado el discurso de
Pedro, fueron acaso conmovidos? ¡No! De ninguna manera. Esto se observa al ver la forma en que
continuaron con su conferencia. Ahora leamos el versículo 16:
"diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque, de cierto, señal evidente ha sido hecha por ellos,
notoria a todos los que viven en Jerusalén, y no lo podemos negar."
Ni aun los saduceos de aquel entonces pudieron negar que un milagro había sido hecho en aquel hombre
enfermo. Tienen que ser personas que viven en el siglo veintiuno, alejadas por una gran distancia en el
tiempo, quienes niegan la existencia de los milagros. Y quisiéramos decir aquí que si algunos de estos
escépticos de nuestro tiempo hubieran estado allí en aquel entonces, habrían tenido muchas dificultades para
negar el milagro. Incluso los escépticos de aquella época tuvieron que reconocer que un milagro había tenido
lugar.
Hay muchas personas en la actualidad que dicen que si tan solo les fuera posible presenciar un milagro,
entonces creerían. Pero, eso no es verdad. Esta multitud aquí en el capítulo 4 de los Hechos había visto un
milagro, lo reconoció, pero no creyó. Y usted y yo, estimado oyente, tenemos la misma naturaleza humana
que tenía aquella gente. El problema aquí no pertenece al área de la mente. Es un problema de la voluntad y el
corazón. Es el corazón, lo que es por naturaleza perverso. La incredulidad, es decir, la dificultad para creer, no
proviene de la falta de evidencias; el problema radica en la condición del corazón humano, que tiene la culpa
de que no tengamos suficiente fe. Ahora, observemos que estas autoridades continuaban conspirando y
dijeron, aquí en los versículos 17 y 18 de este capítulo 4 de Hechos:
"Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémoslos para que no hablen de aquí en
adelante a hombre alguno en este nombre. Entonces los llamaron y les ordenaron que en ninguna manera
hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús."
Ahora, los apóstoles tenían una respuesta lista para ellos. Veámosla en los versículos 19 al 22 de este capítulo
4 de los Hechos:
"Pero Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes
que a Dios, porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.Ellos entonces, después de
amenazarlos, los soltaron, no hallando ningún modo de castigarlos, por causa del pueblo, porque todos
glorificaban a Dios por lo que se había hecho, ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de
sanidad tenía más de cuarenta años."
Uno creería que el corazón de los hombres del Sanedrín habría sido enternecido por esta declaración. Pero, no
sucedió así, sino todo lo contrario, ya que sus corazones se endurecieron aún más. Leamos los versículos 23 y
24 de este capítulo 4 de los Hechos, que inician un párrafo titulado,
El poder del Espíritu Santo
"Al ser puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los
ancianos les habían dicho. Ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios y dijeron: Soberano Señor, tú eres
el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay"
Veamos esta escena. Pedro y Juan habían sido puestos en libertad, habían regresado a la Iglesia y dieron su
informe. Tenemos aquí una descripción de una gran reunión de la Iglesia primitiva. Y creemos la condición
espiritual de la iglesia nunca ha estado después en un nivel tan alto como éste que aquí observamos. Hallamos
la clave de esto en su oración. No fue simplemente una oración cualquiera. Fue un himno de alabanza en el
cual dijeron "Soberano Señor, tú eres el Creador". Tememos que algunos que en la actualidad profesan ser
cristianos, no estén tan seguros como para poder afirmar lo mismo que con absoluta convicción proclamaron
aquellos antiguos cristianos; de que el Señor es Dios y Creador. ¿Estimado oyente, el Señor es Dios; ¿está
usted seguro de que el Señor Jesús es Dios? Es que se trata de un asunto muy importante.
Esta falta de seguridad caracteriza hoy a muchos que pretenden aceptar una especie de cristianismo "a la
carta". Se trata de no desentonar con el ambiente general, que acepta un cristianismo "light", libre de todo
compromiso con la fe Bíblica, que tolera e incluso promueve una actitud de duda permanente ante las
afirmaciones de las Sagradas Escrituras y rechaza, de manera especial, todos los elementos sobrenaturales del
relato Bíblico, tanto del Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Se ponen en duda eventos
relacionados con la vida y milagros de Jesús, Su muerte y su Resurrección de los muertos. De la misma
manera se niega la acción del Espíritu Santo en el mundo actual, su obra de llevar a las personas a una
convicción de su pecado y rebelión contra Dios, y de transformar a las personas que creen en el Señor
Jesucristo como su Salvador en nuevas personas, por medio de un nuevo nacimiento espiritual. Parece como
si algunos sectores llamados cristianos se estuviesen desmoronando, por la pérdida de convicciones firmes y,
en consecuencia, han perdido el poder divino que caracterizó a la iglesia del primer siglo y, en consecuencia,
han perdido también su impacto en la sociedad. Se piensa más en métodos para atraer a la gente, que en
movilizar a los cristianos para que proclamen el mensaje de las buenas noticias, el mensaje de la resurrección
y la victoria de Jesucristo sobre las fuerzas del mal. Sería trágico que algunos estuvieran más interesados en
constituir clubes religiosos que en aceptar las consecuencias que el sacrificio de Jesucristo en la cruz y su
triunfo sobre la muerte tienen para los seres humanos de nuestro tiempo.
Ante toda incertidumbre y falta de definición por parte de muchos, resulta inspirador contemplar a aquel
intrépido grupo que, acosado por sus adversarios, sin ningún apoyo por parte de los poderes públicos, y con
escasos recursos materiales y humanos, se dirigió a Dios en oración, ensalzando y honrando Su nombre. Y
cuando un grupo de cristianos se expresa con esta sencilla confianza en Dios, Él escucha estas oraciones, Él
manifiesta Su presencia, Él actúa con poder y ese poder se hace evidente de tal manera que supera todas las
expectativas. Y entonces, nadie puede atribuir los resultados a las circunstancias humanas, ni a la retórica de
ningún ser humano en especial. Estas son las oraciones expresadas para que las escuche Dios, y no para
impresionar a los oyentes. Claro que aquellos hombres y mujeres creían que Jesucristo era Dios, y conocían
las tremendas implicaciones de permitir que el Espíritu Santo de Dios actuase entre ellos y por medio de ellos.
Por todo ello, estimado oyente, le invitamos hoy a escuchar, desde las páginas de la Biblia, esta invitación a
cambiar de dirección, a dirigirse a Dios en oración, por medio del único camino para llegar a Él, es decir, por
medio del Señor Jesucristo. No le quepa a usted la menor duda de que Él le demostrará que ha oído su oración
y su ruego. Es que Dios se encuentra muy cerca. Más cerca de lo que usted se imagina

Hechos 4:23-5:23
Nuestro pasaje bíblico hoy, es el libro de los Hechos, capítulo 4, versículo 23 al capítulo 5, versículo 23.
Así, continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 4 de los Hechos de los Apóstoles. En nuestro programa
anterior comenzamos a considerar el poder del Espíritu Santo actuando en la primera Iglesia cristiana.
Quisiera leer una vez más los versículos 23 y 24 de este capítulo 4 de los Hechos de los Apóstoles:
"Al ser puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los
ancianos les habían dicho. Y ellos al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios y dijeron: Soberano Señor, tú eres
el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo que en ellos hoy"
Veamos por un momento esta escena. Pedro y Juan habían sido puestos en libertad y regresaron a la Iglesia a
la que presentaron un informe. Tenemos aquí una descripción de una gran reunión en la iglesia primitiva.
Creemos que nunca lograría la Iglesia en un futuro un nivel espiritual tan alto, una condición espiritual, como
la que se describe en esta primera iglesia.
La clave se encontraba en la oración. Esta no fue simplemente una oración cualquiera, fue un himno de
alabanza, dijeron "Soberano Señor, tu eres el Creador... "Tememos que muchos que profesan ser cristianos
hoy no estén tan seguros que sea Dios y Creador. ¿Está Ud., estimado oyente seguro de eso? ¿Está Ud.
seguro, hoy, que Jesús es Dios? Eso tiene muchísima importancia, y es, precisamente en la pérdida de ciertas
convicciones básicas y en el descuido de una auténtica vida de oración donde radica la pérdida del poder
espiritual de la Iglesia y de su impacto en la sociedad. La Iglesia de hoy parece preferir hablar de métodos
para poder atraer a más gente con la que llenar sus templos que para preparase a cumplir su misión de
transmitir el mensaje del Evangelio con poder espiritual.
La Iglesia primitiva en cambio estaba segura de que Jesús era Dios. Observemos ahora que estos creyentes
citaron en su oración una parte del Salmo 2. Leamos los versículos 25 y 26 de este capítulo 4 de los Hechos:
"que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas
vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su
Cristo."
El Salmo 2 comenzó a cumplirse cuando crucificaron a Jesucristo. Desde entonces el odio contra Jesús y
contra Dios se ha ido extendiendo por los siglos durante más de 2000 años habiendo ido acumulando cada vez
mayores sentimientos de agresividad e ímpetu.
Por fin culminará en un clímax sobre esta Tierra en la rebelión final del hombre contra Dios. Continuamos
con los versículos 27 hasta el 30 de este capítulo 4 de los Hechos:
"Y verdaderamente se unieron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel,
contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes
determinado que sucediera. Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con toda
valentía hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades, señales y prodigios
mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús."
Este encuentro en verdad, fue conmovedor; se expresaron con unanimidad en esta reunión de oración y
alabanza. Ahora, no creemos que todos oraban al mismo tiempo; estamos seguro que uno les dirigía en
oración mientras los demás dijeron "amén"; y no oraron para que cesara la persecución, sino por valor, para
soportarla. Oraron para que el Señor les diera poder para hablar la Palabra de Dios.
Realmente, aquella Iglesia primitiva era diferente a la Iglesia actual, y sus peticiones eran bastante diferentes
a las que elevamos como cristianos en la actualidad. Continuemos con el versículo 31:
"Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu
Santo, y hablaban con valentía la palabra de Dios."
Fue la condición de la Iglesia la que hizo posible que Dios actuase con poder. Ahora el versículo 32 dice:
"Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada
de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común."
Desafortunadamente esta situación no duró por mucho tiempo. Las pasiones humanas comenzaron a ejercer
su influencia pronto en la Iglesia y debido al egoísmo y los celos, tuvieron que abandonar esta práctica de
compartir los bienes materiales. Leamos ahora el versículo 33:
"Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era
sobre todos ellos."
Observemos que nuevamente era evidente el énfasis sobre la resurrección, que era el tema central de la
predicación evangélica. Leamos ahora los versículos 34 al 37, versículos finales de este capítulo 4 de los
Hechos de los Apóstoles:
"Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las
vendían, y traían el producto de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno
según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que significa,
Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, vendió una heredad que tenía, y trajo el producto de la venta
y lo puso a los pies de los apóstoles."
Ahora, como dijimos antes, esta clase de vida no podría realizarse por mucho tiempo debido a la condición
espiritual de la Iglesia. No tiene sentido decir que debiéramos aplicar esta regla en el día de hoy, entra otras
razones, si tratáramos llevar a cabo esta práctica, resultaría en una situación caótica. ¿Por qué? Porque no se
dan condiciones, con un alto índice nivel espiritual, que desafortunadamente no tenemos hoy. Seamos
sinceros, nos hace falta entrar en una relación más íntima con la persona de Jesucristo.
Se nos ha presentado aquí a Bernabé a quien conoceremos mejor al entrar en el capítulo 5 de los Hechos.
Y de esta forma pues, concluye entonces nuestro estudio del capítulo 4. Y llegamos así a los Hechos, capítulo
5, versículos 1 al 23. Al llegar a este capítulo continuamos viendo los efectos del gran sermón pronunciado
por el apóstol Pedro.
Aquí en el capítulo 5 se nos presenta la primera defección en la Iglesia Primitiva, seguida por la muerte de
Ananías y Safira, que eran cristianos, pero que no estaban viviendo de acuerdo con el elevado nivel espiritual
de la Iglesia primitiva.
En el capítulo anterior, el cuarto, como ya dijimos, el relato nos presentó a un hombre llamado Bernabé a
quien encontramos nuevamente en el capítulo 5. Él fue uno de los maravillosos santos de la Iglesia Primitiva,
un verdadero hombre de Dios; fue el primer misionero asociado del apóstol Pablo cuando juntos fueron a
Galacia, una zona difícil. Sin embargo, Dios bendijo plenamente su ministerio en ese lugar.
Ahora, este hombre había entregado una importante suma de dinero a la Iglesia, había hecho así una donación
muy generosa y toda la gente estaba hablando sobre ello. Tal vez, él recibió mucha publicidad y cierta
notoriedad debido a su generosidad. Recordemos que en la Iglesia primitiva los creyentes tenían todas las
cosas en común y esto revelaba el hecho que ellos mantenían un alto nivel espiritual de unidad para poder
hacer esto, pero después tuvo lugar esta defección. El tener las cosas en común no podía continuar y en
efecto, no continuó, simplemente por la codicia y el egoísmo que existe en la naturaleza humana.
Leamos, pues el primer versículo del capítulo 5 de los Hechos que comienza a describir los hechos que
condujeron a la muerte a Ananías y Safira:
"Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad."
Era obvio que estaban imitando a Bernabé. Ellos vieron que él había recibido cierta publicidad por lo que hizo
y pensaron que sería bueno que ellos también recibieran alguna notoriedad.
Hemos notado que hay algunas personas que entregan donaciones y lo hacen con el único propósito de que se
les preste atención. Esa ha sido y es actualmente la condición de la naturaleza humana, y esa era la condición
de Ananías y Safira. Continuemos con el versículo 2:
"Y Ananías sustrajo parte del precio, sabiéndolo también su mujer; luego llevó sólo el resto, y lo puso a los
pies de los apóstoles."
Ahora, no había nada malo en el hecho que se guardaran parte del precio, ellos tenían derecho a hacerlo. La
propiedad había sido de ellos y tenían derecho a disponer del dinero como lo viesen más conveniente.
Nosotros, en la Iglesia de hoy estamos viviendo bajo la Gracia de Dios. No tenemos la obligación de dar una
cantidad determinada. Alguien dirá que esta cantidad tendría que ser una décima parte de nuestros ingresos,
pero en esta Iglesia primitiva, los creyentes estaban dando todo lo que tenían. Ananías y Safira no dieron todo,
sino que retuvieron parte del precio obtenido por la venta de la propiedad. Aunque tuvieran el derecho de
hacerlo, el problema fue que cometieron un pecado al mentir al respecto; dijeron que lo estaban dando todo
cuando en realidad estaban guardándose parte del dinero para ellos mismos. Leamos ahora el versículo 3:
"Pedro le dijo: Ananías, ¿porqué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo, y sustrajeras
del producto de la venta de la heredad?"
Aquí es donde se especificó que el pecado de Ananías y de su mujer no fue haberse quedado con el dinero,
sino el de mentir. Pedro continuó hablando en el versículo 4 y dijo:
"Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón?
No has mentido a los hombres, sino a Dios."
Hoy hay quienes niegan que el Espíritu Santo sea Dios, pero observemos que Pedro pensaba que el Espíritu
Santo sí era Dios. El dijo primero: "Ananías, ¿porqué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu
Santo?" y luego dijo: No has mentido a los hombres, sino a Dios". Podemos ver que se expresa con claridad
que el espíritu Santo, es Dios.
Continuemos ahora con el versículo 5 de este capítulo 5 de los Hechos:
"Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron."
Hay personas que creen que Simón Pedro causó la muerte de aquel hombre, Ananías. No creemos que fuera
así. Probablemente Simón Pedro quedó tan sorprendido como los demás cuando Ananías cayó muerto. No
creemos que él supiera lo que iba a ocurrir. La pregunta entonces es ¿quién causó realmente la muerte de
Ananías? Dios mismo la causó.
Estimado oyente, el que puede dar la vida entonces también tiene el derecho a quitarla. Este es el universo de
Dios; nosotros somos las criaturas de Dios, respiramos de su aire, estamos usando el cuerpo que Él nos dio y
que Él puede reclamar en cualquier momento. En este caso, Dios ejerció una estricta disciplina en la Iglesia.
Veamos el versículo 6 hasta el 9 de este capítulo 5 de los Hechos:
"Entonces se levantaron los jóvenes, lo envolvieron, lo sacaron y lo sepultaron. Pasado un lapso de tres
horas, sucedió que entró su mujer, sin saber lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime
¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al
Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti."
Ahora, aunque no había sabido lo que iba a suceder a Ananías, Simón Pedro sí supo lo que iba a sucederle a
ella. Era fácil darse cuenta de lo que le ocurriría a Safira. Y en los versículos 10 y 11 leemos lo siguiente:
"Al instante ella cayó a los pies de él y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la
sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y sobrevino un gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los
que oyeron estas cosas."
Ahora hay dos cosas que me sorprenden en este incidente. Una, es el hecho que una mentira de esta naturaleza
como la que vivieron Ananías y Safira no podía existir en la Iglesia Primitiva, había santidad en la vida de la
Iglesia. Aunque eran salvos, Ananías y Safira mintieron al Espíritu Santo y fueron removidos de la
comunidad de los creyentes. Ellos cometieron un pecado de muerte. El apóstol Juan menciona en su primera
carta, capítulo 5, versículo 16, este pecado de muerte. Dijo él:
"Si alguno ve su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los
que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida."
Ananías y Safira pues cometieron ese pecado de muerte que no podía cometerse en la Iglesia Primitiva. Hubo
en esta iglesia una decepción, una separación, con deslealtad que requirió la aplicación de disciplina. Sin
embargo, después de esta experiencia, la Iglesia ya no sería tan pura como había sido antes, hasta ese
momento tenían todos los bienes en común. Este incidente casi les arruinó y veremos más sobre ello en el
capítulo próximo. Un gran temor vino sobre la Iglesia y sobre todos los que se enteraron sobre este asunto. El
poder de Dios continuó operando en la Iglesia y multitudes se salvarían, pero la Iglesia no volvería a ser tan
pura como en aquellos primeros días de existencia.
La otra cosa sorprendente aquí es el discernimiento y percepción espiritual de Simón Pedro, de lo cual
carecemos en la actualidad. Leamos los versículos 12 al 14 de este capítulo 5 de Los Hechos
"Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos
unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; sin embargo el
pueblo los alababa grandemente. Los que creían en el Señor aumentaban más, gran número de hombres y de
mujeres;"
Observemos que eran los apóstoles los que ejercitaban los dones apostólicos; los dones de sanidad y de hacer
milagros eran dones de hacer señales que fueron dados a los apóstoles; ellos realizaron muchos señales entre
la gente. La disciplina extrema que tuvo lugar en la Iglesia atemorizó a todos y detuvo aquel movimiento de
renovación espiritual. Sin embargo, hubo personas que continuaron siendo salvadas y muchos creyentes
fueron añadidos a la Iglesia.
Sabemos que para el año 300 D.C. había en el Imperio Romano, millones de personas que se habían
convertido al Cristianismo. Continuemos con los versículos 15 y 16 de este capítulo 5 de Los Hechos:
"sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y camillas, para que al pasar Pedro, a lo menos su
sombra cayera sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo
enfermos y atormentados de espíritus impuros y todos eran sanados."
Y ese era el poder de la Iglesia primitiva. Esta evidencia, de sanar absolutamente a todas y a cada una de las
personas que acudían a ellos, fue evidentemente única en toda la historia de la Iglesia. Usted puede ver que en
aquella época ellos no tenían el Nuevo Testamento escrito.
El apóstol Pablo en su carta a los Efesios capítulo 2, versículo 20, dijo que la Iglesia estaba edificado sobre
Jesucristo. Él es la piedra principal del edificio y los apóstoles habían sido testigos oculares de Jesucristo. Los
dones para realizar señales milagrosas les fueron dados para demostrar el hecho que ellos hablaron con la
autoridad de Dios. En la actualidad tenemos el Nuevo Testamento escrito, como nuestra autoridad.
Ahora volviendo al capítulo 5 de los Hechos llegamos a un párrafo que nos relata la segunda persecución.
Hemos visto entonces que hubo una medida divina extrema de disciplina en la primera Iglesia cristiana.
Ahora encontraremos que hubo una persecución desde afuera de la Iglesia. Cuando los apóstoles ejercitaron
sus dones milagrosos se produjo una reacción de oposición. Leamos ahora los versículos 17 y 18:
"Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se
llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública."
Aquí vemos que los saduceos todavía estaban al frente de la persecución. Recordemos que los fariseos fueron
los que dirigieron la persecución contra el Señor Jesús, pero fueron los saduceos los que dirigieron la
persecución contra la Iglesia primitiva. Así que los apóstoles fueron arrestados por segunda vez y llevados a
la prisión. Leamos también el versículo 19:
"Pero un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándoles, dijo:"
Observemos que dice "un ángel del Señor", no dice "el" ángel del Señor. "El ángel del Señor", en el Antiguo
Testamento, no era otro que el mismo Jesucristo antes de su encarnación, pero ahora Él es el "hombre en la
Gloria", a la derecha de Dios, y era el que estaba dirigiendo la actividad de los apóstoles.
Y hoy, desafortunadamente, y hasta cierto punto, Él tiene sus manos y sus pies paralizados, porque en este
mundo los miembros de la Iglesia no están actuando por Él. Permítanos decir, estimado oyente, que Él quiere
moverse a través de Su Iglesia y Él quiere obrar a través de usted, y de mí, si es que Le dejamos.
Continuemos con los versículos 20 al 23 de este capítulo 5 de Los Hechos:
"El ángel dijo: Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida.
Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban. Entre tanto, vinieron el sumo sacerdote
y los que estaban con él, y convocaron al concilio y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a
la cárcel para que los trajeran. Pero cuando llegaron los guardias, no los hallaron en la cárcel; entonces
volvieron y dieron aviso. diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los
guardas afuera de pie ante las puertas; pero cuando abrimos, a nadie hallamos adentro."
Esto es lo mismo que ocurrió en la resurrección de Jesucristo. La piedra no fue corrida para que Él pudiera
salir. Él ya había salido, cuando se corrió la piedra que tapaba la entrada de la tumba. La piedra fue
desplazada para dejar entrar a aquellos que estaban fuera. En esta ocasión ocurrió lo mismo. No había sido
necesario que se abrieran las puertas para dejar salir a los apóstoles; ellos ya habían salido mucho antes que
los soldados abrieran las puertas.
Así que, como no hubo piedras que pudieran bloquearan la tumba de Jesucristo, ni cerrojos que pudieran
impedir los avances de los apóstoles, podemos decir que todos los obstáculos que los seres humanos han
intentado colocar para frenar la propagación del mensaje del amor de Dios, han resultado inútiles.
Estimado oyente, el mismo mensaje que a principios de la era cristiana transformó a los hombres y a las
mujeres, para experimentar una vida de auténtica calidad en esta Tierra y les dio la vida eterna, opera hoy con
la misma eficacia.
Estimado oyente, le invitamos a realizar un "cambio de rumbo", y dirigirse a Dios por medio de Jesucristo,
para hacer suya esta realidad. Más allá de nuestras palabras es Jesucristo mismo quien le invita, y usted
mismo podrá comprobar que así, como el poder del Evangelio opera hoy en muchísimas personas, funciona
también en usted

Hechos 5:24-6:15
Continuamos hoy estudiando el capítulo 5 de los Hechos. Y en nuestro programa anterior, vimos cómo los
Apóstoles habían sido arrestados por segunda vez y puestos en la cárcel, pero que un ángel del Señor los
había sacado de la cárcel y les había dicho que fueran al templo y anunciaran al pueblo todo lo referente a esta
vida nueva, lo cual ellos, obedientes, hicieron. Y al día siguiente, cuando el sumo sacerdote y los que estaban
con él, se reunieron en concilio y enviaron a los alguaciles a que trajeran a los Apóstoles de la cárcel: y
fueron, pero no les encontraron en la cárcel. Y entonces volvieron y dieron aviso diciendo que habían
encontrado la cárcel cerrada con toda seguridad y los guardas fuera de pie ante las puertas, pero que cuando
abrieron, no habían encontrado a nadie adentro. Y dijimos que eso mismo había ocurrido en la resurrección de
Jesucristo. La piedra no fue corrida para que el Señor Jesús saliera. Él ya había salido cuando se corrió la
piedra que tapaba la entrada de la tumba. La piedra se corrió para dejar entrar a aquellos que estaban afuera,
como ocurrió aquí en esta ocasión con los apóstoles. Continuemos hoy leyendo los versículos 24 hasta el 28
de este capítulo 5 de los Hechos:
"Cuando oyeron estas palabras el Sumo sacerdote y el jefe de la guardia del Templo y los principales
sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello. Pero viniendo uno, les dio esta noticia: Los hombres
que pusisteis en la cárcel están en el Templo y enseñan al pueblo. Entonces fue el jefe de la guardia con los
guardias y los trajo sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Cuando los trajeron, los
presentaron en el Concilio, y el Sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que
no enseñarais en ese nombre? Pero ahora habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar
sobre nosotros la sangre de ese hombre."
La gente estaba escuchando a los apóstoles, quienes fueron buenos testigos en Jerusalén. Jesús les había dicho
que el Evangelio debía ser proclamado, comenzando por Jerusalén, y había sido predicado allí. Vemos que
aquí dice que habían llenado toda Jerusalén con sus enseñanzas. Continuemos con el versículo 29:
"Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres."
Los apóstoles estaban obedeciendo lo que su Señor y Maestro les había pedido hacer. A los creyentes se les
pide que se sometan a las autoridades civiles, siempre que éstas no entren en conflicto con un mandamiento
de Dios. Ahora, el versículo 30 de este capítulo 5 de Hechos dice:
"El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo en un madero."
El Señor Jesús, había sido colgado en un madero; un simple madero clavado en la tierra. Ahora el versículo
31 dice:
"A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón
de pecados."
Y continuó Pedro diciéndoles cómo ellos habían sido testigos de estas cosas y también el Espíritu Santo el
cual Dios daba a los que le obedecían. Y esas autoridades entonces, oyendo esta exposición de Pedro, se
enfurecieron y quisieron matarlos. Y observe usted lo que ocurrió aquí en el versículo 34 de Hechos capítulo
5:
"Entonces levantándose en el Concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la Ley, venerado de todo el
pueblo, mandó que sacaran fuera por un momento a los apóstoles"
Gamaliel hizo salir a los apóstoles para que él pudiese hablar al Sanedrín. Gamaliel, a propósito, fue el
maestro del apóstol Pablo. Era un hombre sobresaliente y muy respetado. Y les dijo aquí en los versículos 35
al 37:
"y luego dijo: Israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres, porque antes de
estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A este se unió un número como de cuatrocientos
hombres, pero él murió, y todos los que lo obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después de este
se levantó Judas, el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y
todos los que lo obedecían fueron dispersados."
Observemos que Gamaliel citó algunos ejemplos de los que habían encabezado insurrecciones y que habían
tenido seguidores. Y les hizo notar que en cada uno de los casos, una vez que el líder había muerto, sus
seguidores se habían dispersado. De modo que les aconsejó que no persiguieran a estos hombres, pues en este
caso podría suceder lo mismo y les dijo aquí, en los versículos 38 y 39.
"Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres y dejadlos, porque si este consejo o esta obra es de los
hombres, se desvanecerá; pero si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando
contra Dios."
Gamaliel concluyó con un consejo excelente. Les dijo: ". . . si esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
mas si es de Dios, no la podréis destruir". ¡Qué interesante! ¿No le parece? El tiempo ha confirmado que esta
obra era de Dios. Ahora, veamos lo que hicieron ellos aquí en el versículo 40:
"Estuvieron de acuerdo con él. Entonces llamaron a los apóstoles y, después de azotarlos, les ordenaron que
no hablaran en el nombre de Jesús; y los pusieron en libertad."
Ahora, aquí hay algo que no estaba bien. Si estos hombres eran inocentes, debían quedar en libertad. Y si eran
culpables, debían detenerles y castigarles. Castigarles y después dejarles en libertad fue un lamentable
subterfugio. Debieron haber escuchado con más cuidado el consejo de Gamaliel. Leamos ahora los versículos
41 y 42 de este capítulo 5 de los Hechos.
"Ellos salieron de la presencia del Concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por
causa del Nombre de Jesús. Y todos los días, en el Templo y por las casas, incesantemente, enseñaban y
predicaban a Jesucristo."
¡Mire usted a estos apóstoles! ¿No le parecen admirables? Se alegraron de que habían podido sufrir injurias
por causa del Señor Jesús.
¿Sabe usted estimado oyente, qué es el evangelio? El evangelio es una persona. ¡Es el Señor Jesucristo! ¿Le
conoce usted como su Salvador personal? No hay una posición intermedia. O bien, confía en Él. O bien, no
confía en Él. O Él es su Salvador personal; o de otra manera, ¡usted no tiene Salvador alguno! Ese fue el
mensaje central, y los apóstoles no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
Y así concluimos el capítulo 5 de los Hechos. Pasamos ahora, a

Hechos 6:1-15
En este capítulo 6 tenemos el relato del nombramiento de los 7 diáconos y el testimonio del diácono Esteban.
Vemos ahora otro resultado de la separación que se produjo en la Iglesia. Primero lo vimos en el caso de
Ananías y Safira. Eran creyentes salvos, pero no podían quedarse en la Iglesia primitiva por haber albergado
aquella mentira en sus vidas.
La defección que observamos en este capítulo, una verdadera crisis, condujo a la necesidad de elegir diáconos
o servidores. El capítulo continúa después con el relato de Esteban, uno de esos diáconos, y cuenta cómo fue
arrestado y juzgado por medio de falso testimonio. Leamos el primer versículo de este capítulo 6 de Hechos,
en el párrafo que relata
La elección de los diáconos
"En aquellos días, como crecía el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los
hebreos, que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria."
Necesitamos reconocer que esto tuvo lugar al principio de la historia de la Iglesia. Habían estado procurando
vivir de una manera comunitaria, y realmente tuvieron buen éxito, pero sólo por un tiempo breve. Luego las
pasiones humanas entraron en la Iglesia. Vimos cómo Ananías y Safira tergiversaron su situación financiera y
mintieron. Ahora, encontramos que hubo críticas de los griegos contra los hebreos.
Ahora, debemos tener en cuenta que no se trató de un conflicto racial. Esta no fue una demostración de
antisemitismo. La palabra "griegos" aquí, significa helenistas, es decir, los judíos de habla griega, formados
en la cultura griega. Por otra parte, los hebreos eran los que todavía seguían detalladamente la ley mosaica,
leyendo la Biblia en hebreo en las sinagogas. Pues bien, ocurrió que se formó una disensión entre estos dos
grupos.
Se ha calculado que el número de miembros de la iglesia en aquel entonces pudo haber llegado a los
veinticinco mil. Y tenemos que destacar aquí, que aquella Iglesia primitiva no era perfecta. Oímos decir a
muchos a veces, que "necesitamos volver a la Iglesia primitiva" y que la Iglesia primitiva era consciente del
poder de Dios que actuaba en ellos, y que hoy nosotros solo estamos conscientes de los problemas. Pero eso
es solamente una parte de la verdad. La Iglesia primitiva sí tenía poder, como ya hemos dicho, pero también
tenía sus problemas.
El alto nivel al cual el Espíritu había elevado a la Iglesia, fue interrumpido por la intrusión de una división y
confusión satánica. El reparto equitativo de los bienes materiales que primero caracterizó a la Iglesia, cedió
ante el egoísmo de la vieja naturaleza humana. Y los griegos, evidentemente un grupo minoritario, se sentían
desatendidos y pidieron que sus viudas recibieran igual consideración que las hebreas. Esta forma comunitaria
de vivir no resultaba tan bien como les hubiera gustado. Y así por último sus quejas llegaron hasta los oídos
de los mismos apóstoles. Ahora el versículo 2 de este capítulo 6 de los Hechos dice:
"Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la
palabra de Dios para servir a las mesas."
Los apóstoles creían que no debían desistir de impartir la enseñanza de la Palabra de Dios. Creían que era
muy importante continuar en esa labor. Sabían que si la descuidaban para servir a las mesas, eso sería su ruina
espiritual. Ellos debían pasar tiempo en la oración y en el estudio de la Palabra de Dios. Y es importante que
toda Iglesia reconozca esta necesidad de la enseñanza Bíblica en la actualidad y la necesidad de contar con
personas que se dediquen plenamente a esta tarea. De otra manera, los creyentes resultarán afectados por esta
carencia espiritual. Ahora, leamos los versículos 3 y 4 de este capítulo 6 de los Hechos:
"Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y
de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio
de la Palabra."
Los siete hombres tuvieron que ser nombrados debido a la crisis que se había presentado. Los apóstoles
creyeron que era importante que ellos no tuvieran que llevar la responsabilidad de estos detalles, para poder
así dedicarse más a la oración y al ministerio de la Palabra de Dios.
Ahora, observemos los requisitos espirituales de estos siete hombres que, como veremos, iban a asumir el
cargo de la distribución diaria de los recursos materiales. Constituyen un útil recordatorio para el ejercicio de
labores similares en la iglesia de nuestro tiempo.
Debemos decir que el cargo de diácono requiere espiritualidad, sabiduría y oración. Estos hombres tenían que
ser hombres de reconocido prestigio. Su conducta tenía que ser intachable. El segundo requisito fue que estos
hombres debían ser llenos del Espíritu Santo. Debían estar controlados por el Espíritu Santo, como dijo el
apóstol Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 5, versículo 18. Además, debían ser hombres llenos de
sabiduría. Debían ser espirituales y capaces de realizar una aplicación de la verdad espiritual a la vida
práctica. Eso era de suma importancia. Es que el hecho de que asumieran el cargo de la distribución diaria,
podía inclinarles a tener una visión desproporcionada de las cosas. Por tanto, era de la mayor importancia que
los diáconos fueran hombres que viesen estos asuntos desde un punto de vista espiritual.
Veremos que uno de esos diáconos ? Esteban, cumplía los requisitos exigidos. El versículo 10 nos dice que a
sus oyentes no les fue posible resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba. Tenía una verdadera
convicción, era un hombre lleno de fe. No solo tenía la fe salvadora, sino que también poseía la fe necesaria
para cumplir su misión, una fe que testificaba. Lo importante no era la cantidad de su fe, sino el objeto de su
fe. Nos enteramos según el versículo 8, que Esteban estaba lleno del poder de Dios. Esta fue, pues, la clase de
personas elegidas como diáconos. Leamos nuevamente el versículo 4 de este capítulo 6 de los Hechos:
"Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra."
Ese sería el deber de los apóstoles. En cuanto a lo demás, dice el versículo 5.
"Agradó la propuesta a toda la multitud y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a
Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía."
No podemos decir más en cuanto a los últimos cinco hombres que se mencionan aquí, ya que no serán citados
más en la Biblia. En cambio, veremos que los primeros dos, Esteban y Felipe, serán mencionados nuevamente
al seguir nuestro estudio del libro de los Hechos. Todos estos fueron hombres sobresalientes en la Iglesia
primitiva. Aunque fueron hombres elegidos para distribuir los alimentos y servir las mesas, según los
requisitos que ya vimos para tal oficio, evidentemente eran hombres espirituales y así fueron reconocidos.
Dice el versículo 6:
"A estos presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos."
A veces parece que se le da un aspecto muy ceremonial y misterioso, y aun casi mágico a la imposición de
manos.
Hablamos de este asunto cuando estudiamos el libro de Levítico y los sacrificios. El pecador ponía su mano
sobre la cabeza del animal que iba a ser sacrificado, y confesaba sus pecados. Eso quería decir que el animal
que iba a ser ofrecido ocupaba el lugar del pecador. La ofrenda era identificada con el pecador.
Cuando los apóstoles pusieron sus manos sobre las cabezas de los diáconos, eso quería decir que ahora, los
diáconos iban a ser sus compañeros. Estarían juntos en este servicio a los demás y se identificarían con ellos
totalmente en este trabajo en la iglesia. Este acto designaba a estos hombres como apartados para este oficio y
denotaba su compañerismo en las cosas de Cristo, y su posición como representantes para el cuerpo colectivo
de creyentes.
Observemos también que esto era un servicio social que estos hombres realizaban. La Iglesia se hacía cargo
de los suyos, y creemos que eso aun debe realizarse hoy. La Iglesia primitiva tenía un programa para los
pobres, pero aparentemente incluía sólo a los miembros de la Iglesia. La Iglesia actual también debiera cuidar
de los suyos. Ahora, el versículo 7 de este capítulo 6 de los Hechos dice:
"La palabra del Señor crecía y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén;
también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe."
Todavía en el día de hoy es importante que la Palabra de Dios crezca. Ese es el propósito de este programa de
radio, porque es nuestro deseo sincero que la Palabra de Dios se difunda cada vez más.
Ahora, no pasemos por alto la última parte de este versículo que dice: "también muchos de los sacerdotes
obedecían a la fe". Es decir, muchos de los sacerdotes judíos se convirtieron al Señor. Es seguro que algunos
de ellos estaban sirviendo en el templo, cuando el velo o cortina que separaba el lugar santo del lugar
santísimo se rasgó en dos, en el momento que el Señor Jesucristo murió en la cruz. Muchos de ellos deben
haberse convertido a Cristo después de esa experiencia. Consideremos ahora
El testimonio público de el diácono Esteban
Esteban fue uno de los grandes hombres en la iglesia primitiva. Leamos el versículo 8 de este capítulo 6 de los
Hechos:
"Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo."
Al parecer, estos diáconos eran como los apóstoles, en cuanto al ejercer los dones que constituían señales
milagrosas; o sea que llegaron a ocupar una posición singular. Esteban fue un elocuente y poderoso testigo del
evangelio, lo cual despertó el odio de los saduceos hacia su persona. Entonces, testigos falsos fueron llevados
ante el concilio para acusar a Esteban. Leamos los versículos 9 hasta el 15 de este capítulo 6 de los Hechos:
"Entonces algunos de la sinagoga llamada «de los libertos», y los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de
Asia, se levantaron para discutir con Esteban. Pero no podían resistir la sabiduría y el Espíritu con que
hablaba. Entonces sobornaron a unos para que dijeran que lo habían oído hablar palabras blasfemas contra
Moisés y contra Dios. Y alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, lo
arrebataron y lo trajeron al Concilio. Pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar
palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús de
Nazaret destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos transmitió Moisés. Entonces todos los que
estaban sentados en el Concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel."
Ahora veamos esta escena. Esteban fue llevado ante el Sanedrín y también fueron traídos testigos falsos. Los
testigos falsos dijeron la verdad, pero sólo en parte. El Señor Jesús sí dijo que destruirían el templo y que Él lo
levantaría nuevamente. Pero, Él estaba hablando de Su propio cuerpo. En el juicio del Señor Jesucristo, los
testigos falsos entendieron mal esa declaración y la tergiversaron. Por tanto aquí también entendieron mal a
Esteban cuando él dijo que el templo en Jerusalén sería dejado desolado. En realidad, el templo sin Cristo, ya
había quedado desolado de todos modos. Y ellos entendieron mal lo que Esteban les dijo, en cuanto a las
costumbres que les había dado Moisés. Por supuesto que los seres humanos nunca han sido salvados por la
ley, sino por la gracia. Pero la salvación en los días de Moisés era por la gracia de Dios, del mismo modo que
en la actualidad. La acusación de ellos se basó sólo en una verdad parcial. Ahora, según dice el versículo 15,
vieron algo maravilloso en el rostro de Esteban. Y creemos que este hombre se aproximó más a ser un ángel,
que cualquier hombre que jamás haya vivido. ¡Qué hermosa escena esta que contemplamos aquí con Esteban
frente al concilio ? frente al Sanedrín! En nuestro próximo programa iniciaremos el estudio del capítulo 7,
donde veremos la defensa y el martirio de Esteban. Sólo nos queda tiempo para hacer una reflexión. Por la
obra de Jesucristo en la cruz, Dios puede transformar a los seres humanos, a simples pecadores, en nuevas
personas. Al perdonar a quienes acuden a Él por la fe, Dios les conduce a una nueva etapa, en la cual el
Espíritu Santo trabaja en sus vidas, de manera que se van pareciendo cada vez más a Jesucristo. Estimado
oyente, desde aquel principio de la iglesia cristiana, Dios transformó al mártir Esteban y a muchísimas
personas. ¿No quisiera usted ser una de ellas?

Hechos 7:1-60
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos, llegamos hoy al capítulo 7. En este capítulo
tenemos la defensa de Esteban y su martirio. Esteban, ante el concilio, hizo un recuento de la historia de la
nación de Israel, incluyendo una descripción de su oposición y rebelión contra Dios. Acusó a los miembros
del concilio de haber sido los traidores y asesinos de Jesús. Eso, por supuesto, engendró un odio más violento
en ellos y condujo al apedreamiento de Esteban. Al repasar la historia de la nación, Esteban dejó en claro que
nunca hubo habido un tiempo en que toda la nación adorara a Dios. Sin embargo, por otra parte, en la nación
de Israel siempre había habido un remanente que permaneció fiel a Dios, tal como lo hay en la actualidad.
Leamos pues, los primeros dos versículos de este capítulo 7 de los Hechos, para comenzar a considerar
El discurso de Esteban
"El Sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así? Esteban dijo: Hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria
se apareció a nuestro padre Abraham cuando aún estaba en Mesopotamia, antes que viviera en Harán"
El capítulo anterior concluyó con una acusación contra Esteban. Y ahora, le preguntaron si la acusación que
se le había hecho era verdad, o no. Por lo tanto, Esteban comenzó su defensa.
Y observemos ¡qué comienzo tan conciliador! Les llamó hermanos. Eran sus hermanos, físicamente. Y llamó
padres a los más ancianos. Él era más joven que ellos y les mostró su respeto. Así era este joven, que sería el
primer mártir de la Iglesia.
A veces oímos decir que en sus comienzos, el cristianismo fue realmente un movimiento juvenil. Y en
realidad, no creemos que ésta sea una afirmación errónea. Por ejemplo, dos jóvenes que ocuparon un lugar
muy prominente fueron Esteban, el de nuestro relato, y Saulo de Tarso. A Saulo de Tarso, le conoceremos
más adelante como el apóstol Pablo. Estos dos hombres jugaron un papel clave en la formación del curso de
la Iglesia primitiva. Ambos eran jóvenes muy notables. Ambos tenían dones y fueron usados por el Espíritu
Santo. Sin embargo, la única vez en que estos dos jóvenes se encontraron fue siendo enemigos. La cruz separó
a Esteban y a Saulo de Tarso tan verdaderamente, como separó a los dos ladrones que fueron crucificados con
Jesús. El apóstol Pablo, Saulo antes de su conversión, sabía lo que decía cuando en su Primera Epístola a los
Corintios, capítulo 1, versículo 18, dijo: "Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los
que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios". Cuando Saulo vio a Esteban, él creyó que era un
insensato, un loco.
Esta defensa de Esteban aquí, constituyó un golpe maestro. Él hizo un repaso de la historia de la nación,
comenzando con Abraham. Allí es donde comenzó la historia de la nación de Israel. No retrocedió más que
hasta Abraham. Usted encontrará lo mismo en el evangelio según San Mateo. Este libro, escrito a la nación de
Israel, trazó la genealogía de Jesucristo hasta Abraham. Ahora, si usted quiere remontarse hasta Adán, tendrá
que ir al evangelio según San Lucas. Esteban pues, comenzó con Abraham, un hombre de fe.
Y aunque en este discurso histórico encontramos la oposición y la rebelión de la nación contra Dios, siempre
quedó un resto de creyentes. Es decir, un remanente fiel a Dios.
Y hoy ocurre lo mismo. En la Iglesia organizada, en la Iglesia visible, la cual usted y yo podemos ver, hay
siempre un remanente de creyentes. En la Iglesia visible no todos son verdaderos creyentes, aunque lo
parezcan. Algunos se cuestionan si ciertas personas que profesan ser cristianas son realmente creyentes,
aunque asistan a la iglesia. Y así como en la nación de Israel había un remanente fiel, así también en la Iglesia
visible hay un remanente de verdaderos creyentes. Eso todavía es cierto en la actualidad.
Abraham fue un hombre de fe. Creyó a Dios, y obedeció a Dios, porque la fe siempre conduce a la
obediencia. Esteban comenzó su discurso con Abraham, cuando éste vivía en Mesopotamia en el valle de los
ríos Tigris y Éufrates. Ese fue el lugar donde se encontraba el pueblo natal de Abraham. Fue allí donde Dios
le llamó. Leamos ahora el versículo 3 de este capítulo 7 de los Hechos:
"y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que yo te mostraré."
Dios llamó a Abraham a salir de su hogar porque era un lugar de idolatría. Ahora, los versículos 4 y 5 dicen:
"Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, cuando murió su padre, Dios lo
trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora. No le dio herencia en ella ni aun para asentar un
pie, pero prometió dársela en posesión a él y a su descendencia después de él, aunque él aún no tenía hijo."
Como ya dijimos, Esteban estaba presentando un relato de la vida de Abraham, y describió aquí el comienzo
de la fe de Abraham. Dios le había prometido un hijo, y le había prometido también una tierra. Aunque
Abraham no tenía ni lo uno, ni lo otro. Sin embargo, creyó a Dios. Continuemos con los versículos del 6 al 8
de este capítulo 7 de los Hechos:
"Dios le dijo que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los
maltratarían por cuatrocientos años. Pero yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual serán siervos; y
después de esto saldrán y me servirán en este lugar. Le dio el pacto de la circuncisión, y así Abraham
engendró a Isaac, y lo circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas."
Esteban prosiguió ahora relatando la historia desde Abraham, hasta el período patriarcal. Habló de los
hermanos de José quienes, motivados por envidia y odio, vendieron a José a la esclavitud en Egipto. Luego
contó cómo Dios anuló los planes de sus hermanos y usó a José para salvarles. Lo que tenemos aquí es
realmente la interpretación del Espíritu Santo del Antiguo Testamento. Eso es lo que hace que esta sección
sea una sección especialmente notable. Continuemos ahora con los versículos 9 hasta el 16:
"Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él y lo libró de
todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante del faraón, rey de Egipto, el cual lo puso por
gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa. Hubo entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de
Canaán, y gran tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos. Cuando oyó Jacob que había trigo en
Egipto, envió a nuestros padres la primera vez. Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y fue
manifestado al faraón el linaje de José. José envió a buscar a su padre Jacob y a toda su familia, en número
de setenta y cinco personas. Así descendió Jacob a Egipto, donde murió él y también nuestros padres, los
cuales fueron trasladados a Siquem y puestos en el sepulcro que Abraham, a precio de dinero, había
comprado a los hijos de Hamor en Siquem."
Ahora, Esteban llegó a otro período en la historia de esta nación. Y les hizo recordar su liberación de Egipto.
Dios convirtió a Moisés en el libertador. Y mostró que en el principio, los hijos de Israel se negaron a seguir a
Moisés, y que Moisés tuvo dificultades con ellos por todo el camino a través del desierto. Continuemos con
los versículos 17 hasta el 21:
"Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa que Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se
multiplicó en Egipto, hasta que se levantó en Egipto otro rey que no conocía a José. Este rey, usando de
astucia con nuestro pueblo, maltrató a nuestros padres hasta obligarlos a que expusieran a la muerte a sus
niños para que no se propagaran. En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue criado
tres meses en casa de su padre. Pero siendo expuesto a la muerte, la hija del faraón lo recogió y lo crió como
a hijo suyo."
Los comentarios que Esteban añadió confirmaron algunas de las cosas que ya dijimos cuando estudiamos
acerca de Moisés. Si Ramsés II había sido el Faraón de la opresión, Moisés podría haber sido el próximo
Faraón. La hija de Faraón le crió como a su propio hijo. Es que Faraón no tenía hijos, y por tanto, a Moisés le
habría correspondido ser su sucesor en el trono. Ahora, el versículo 22 dice:
"Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras."
Moisés fue criado en medio de la sabiduría de los egipcios. La sabiduría de los egipcios no puede ser ignorada
aun en nuestra época. Habían desarrollado las matemáticas, la química, la ingeniería, la arquitectura, y la
astronomía en un alto grado. Habían desarrollado estos campos de estudio de una manera realmente
extraordinaria. Consideremos las pirámides, por ejemplo; y los colores que hallamos en las tumbas; colores
que han permanecido brillantes durante el paso de los siglos. Ellos eran verdaderos expertos en cuanto al
embalsamamiento de cadáveres. También habían calculado la distancia existente entre la tierra y el sol.
Realmente, su cultura fue muy avanzada.
Moisés, pues, disfrutó de todas las ventajas de aquel entonces, siendo criado como hijo de la hija de Faraón.
Fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios. Fue sobresaliente en todo. Sin embargo, él no estaba
preparado para guiar al pueblo de Dios. Todos los conocimientos del mundo de aquel entonces, no le
capacitaron como para guiar al pueblo. Y de la misma manera, toda la sabiduría que los hombres tienen hoy,
no es suficiente para que puedan comprender la Palabra de Dios. Les resulta demasiado difícil. ¿Por qué?
Porque como dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14: "pero el
hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente". Por tanto, después de cuarenta años de formarse en la
sabiduría de Egipto, Dios le envió al desierto. Y allí Dios le preparó adecuadamente para ser el libertador.
Bien, continuemos con los versículos 23 al 25 de este capítulo 7 de los Hechos. Continuó Esteban hablando y
dijo:
"Cuando cumplió la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. Y
al ver a uno que era maltratado, lo defendió, y dando muerte al egipcio, vengó al oprimido. Él pensaba que
sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya, pero ellos no lo habían entendido
así."
Fíjese usted que Moisés hizo algo que consideró bien hecho. Tuvo la intención de liberar a sus hermanos.
Pero ellos en realidad, no lo entendieron así. En verdad, Moisés tampoco lo entendió. Todavía no había
alcanzado la madurez y Dios, entonces, necesitó llevarlo al desierto. Continuemos con los versículos 26 al 28:
"Al día siguiente se presentó a unos de ellos que reñían, e intentaba ponerlos en paz, diciéndoles: Hermanos
sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro?. Entonces el que maltrataba a su prójimo lo rechazó, diciendo:
¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros? ¿Quieres tú matarme como mataste ayer al
egipcio?."
Imaginemos el temor de Moisés en esta situación. Continuemos con los versículos 29 al 31:
"Al oír esta palabra, Moisés huyó y vivió como extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una
zarza. Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y al acercarse para observar, vino a él la voz del
Señor"
Moisés había querido liberar a los hijos de Israel, pero no estaba preparado para hacerlo, y los israelitas
tampoco estaban preparados para aceptarlo como libertador. No estaban dispuestos a aceptar su liderazgo, y
hasta se opusieron. Ahora, Dios le llamó para ser el libertador. Leamos los versículos 32 al 34, de este
capítulo 7 de los Hechos:
"Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando,
no se atrevía a mirar. Le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra
santa. Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, he oído su gemido y he descendido
para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto."
Dios le dijo a Moisés que Él había oído la queja de ellos. Él vio su necesidad. Fue por eso que los liberó. Y
fue por la misma causa, estimado oyente, que proveyó un Salvador para nosotros, para usted y para mí. No
fue porque nosotros fuésemos unas buenas personas. No miró aquí abajo diciendo. ¡De ninguna manera! Dios
miró aquí abajo y no vio nada sino a pecadores contaminados, con una inclinación natural al mal. Todos
estábamos en un estado de perdición. Pero, Él nos amó a pesar de nuestra condición tan lamentable. Ahora, el
versículo 35 de los Hechos dice:
"A este Moisés, a quien habían rechazado diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?, a éste envió
Dios como gobernante y libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza."
Observemos el énfasis que se puso sobre el ministerio de los ángeles en la vida de la nación de Israel.
Veremos también que el ministerio de los ángeles fue prominente a través de toda su historia. La ley misma
fue dada a Moisés por medio del ministerio de los ángeles.
Oímos hablar mucho acerca de los ángeles en el tiempo de la Navidad. ¿A quiénes se dirigieron los ángeles?
Y, ¿para qué? Tenían un mensaje para el pueblo de Israel; para María, para José, para Zacarías, y para los
pastores. Ahora, Dios no está enviando mensajes por medio de los ángeles durante este período de la Iglesia.
Pero, en contraste, los ángeles sí se aparecieron y trajeron mensajes de Dios para los miembros de la nación
de Israel. Y ahora Esteban continuó describiendo las experiencias en el desierto. Continuemos con los
versículos 36 al 39 de este capítulo 7 de los Hechos:
"Éste los sacó, habiendo hecho prodigios y señales en tierra de Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto por
cuarenta años. Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de
entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis. Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el
desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida
para darnos. Pero nuestros padres no quisieron obedecer, sino que lo desecharon, y en sus corazones se
volvieron a Egipto"
Ahora, Israel no se volvió a Egipto en un sentido físico, material. Pero, en sus corazones, regresaron a Egipto
muchas veces. De la misma manera, hoy hay quienes dicen que deploran ciertos pecados del mundo y los
pecados de la naturaleza humana, pero no los pueden apartar de su mente. Siempre es tan fácil señalar con el
dedo a otros, condenándolos por su pecado. Pero, hay ciertas preguntas que debemos hacernos. ¿Me gustaría a
mí vivir así? ¿Dónde está mi corazón? Israel pues, se volvió a Egipto en su corazón. No querían salir al
desierto. Ahora, dice el versículo 40:
"cuando dijeron a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a este Moisés que nos sacó
de la tierra de Egipto no sabemos qué le haya acontecido."
No sabían lo que le había ocurrido a Moisés, ni les importaba. Habían rechazado a Moisés. Dice el versículo
41:
"Entonces hicieron un becerro, ofrecieron sacrificio al ídolo y en las obras de sus manos se regocijaron."
Esteban está mostrándole a esta gente, que Israel siempre ha sido un pueblo rebelde. Ahora leamos el
versículo 42 de este libro de los Hechos, capítulo 7:
"Dios se apartó de ellos y los entregó a que rindieran culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro
de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, casa de
Israel?"
Es decir, se volvieron a la idolatría. Es por eso que vemos que Moisés, y más tarde Josué, imploraron al
pueblo que escogiera a Dios y se apartara de sus ídolos. Ahora, leamos los versículos 43 al 46 de este capítulo
7 de los Hechos:
"Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc y la estrella de vuestro dios Refán, figuras que os hicisteis
para adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de Babilonia. Tuvieron nuestros padres el Tabernáculo del
testimonio en el desierto, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciera conforme al
modelo que había visto. El cual, recibido a su vez por nuestros padres, lo introdujeron con Josué al tomar
posesión de la tierra de los gentiles, a los cuales Dios arrojó de la presencia de nuestros padres hasta los
días de David. Éste halló gracia delante de Dios y pidió proveer tabernáculo para el Dios de Jacob."
Ahora, destacaremos aquí que el templo fue la idea de David. Siempre hemos creído que debía haberse
llamado "el templo de David", aunque Salomón fue el que lo edificó. Ahora, los versículos 47 al 50 dicen:
"Pero fue Salomón quien le edificó Casa, si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice
el profeta: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O
cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?""
Ahora, Esteban llegó al momento de su discurso en que condenó a las autoridades religiosas de aquel
entonces. Escuche usted los versículos 51 al 53. Dijo Esteban:
"¡Duros de cerviz! ¡Incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como
vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a
los que anunciaron de antemano la venida del Justo, a quien vosotros ahora habéis entregado y matado;
vosotros que recibisteis la Ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis."
Ahora, físicamente, estos hombres habían cumplido el rito de la circuncisión. Pero, desde el punto de vista
espiritual, en sus corazones y en sus oídos, eran incircuncisos, o sea, no circuncidados. Es decir, que eran
tercos y en ninguna manera estaban más dispuestos a escuchar a Dios, que lo que estuvieron sus antepasados
durante todos esos años.
Este fue un discurso sobresaliente. Esteban les recordó su liberación de Egipto. Dios mismo había nombrado
como libertador a Moisés, pero los israelitas se negaron a obedecerle. La experiencia en el desierto consistió
en una serie de rebeliones contra Dios, que culminó con la fabricación de un becerro de oro. Más adelante en
la historia, una verdadera plaga de idolatría se propagó nuevamente en la tierra, como consecuencia de la cual
fueron llevados al cautiverio babilónico. Ahora, Esteban concluyó esta presentación hablando de Josué (cuyo
nombre equivale a la palabra griega Jesús) quien les guió hasta la tierra prometida, y de Jesús, el Único
camino al cielo. Dijo que la ley les había sido dada sobrenaturalmente por el ministerio de ángeles y que ellos
no la obedecieron. Creemos que ellos se acordarían que el nacimiento de Jesús fue anunciado por los ángeles.
Evidentemente, ellos mismos habían sido sus traidores y asesinos.
Pasemos ahora a considerar
El martirio de Esteban
Esteban fue el primer mártir de la iglesia cristiana. También en esta sección del capítulo 7 de los Hechos, se
nos presenta por primera vez a Saulo de Tarso. Leamos el versículo 54 de este capítulo 7 de los Hechos:
"Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones y crujían los dientes contra él."
¡Observemos cómo odiaban a Esteban por hablar lo que hablaba! Dice el versículo 55:
"Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús que
estaba a la derecha de Dios"
Dios es Espíritu. ¿Cómo entonces puede tener Dios una parte derecha? Bueno, esto quiere decir que la
derecha de Dios es un lugar de gran importancia, el lugar de honor. Dios había prometido a Jesucristo que le
glorificaría, y le daría el más excelente de todos los nombres. Jesucristo fue exaltado. Y está ahora a la
derecha de Dios. Eso quería decir que Su obra fue completada y la redención ya había sido consumada. Pero
eso no quiere decir que Él no esté aún trabajando a favor nuestro. Y no hay duda que Él estaba allí en aquella
ocasión, listo para recibir a Su primer mártir. Leamos los versículos 56 al 58 de este capítulo 7 de los Hechos:
"y dijo: Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, gritando,
se taparon los oídos y arremetieron a una contra él. Lo echaron fuera de la ciudad y lo apedrearon. Los
testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo."
Estos dos jóvenes: Esteban y Saulo; se encontraron aquí juntos por primera vez, por única vez, y por última
vez. Y se encontraron como enemigos. Se encontraban en lados opuestos de la cruz de Cristo. Y los versículos
finales de este capítulo 7, versículos 59 y 60 dicen:
"Mientras lo apedreaban, Esteban oraba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu». Y puesto de rodillas,
clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Habiendo dicho esto, durmió."
Sí, Esteban durmió. Jesús puso a dormir su cuerpo para esperar el arrebatamiento de la iglesia. Esteban entró
en la presencia de Cristo, quien estaba allí listo para recibirle. Esteban fue el primer mártir de la Iglesia, que
fue para estar con su Señor.
El otro joven que allí se encontraba, era fariseo y creía que lo tenía todo. Debió mirar al cielo cuando Esteban
dijo que había visto los cielos abiertos. Pero aunque Saulo miró con atención al cielo cuando Esteban afirmó
que veía el cielo abierto, suponemos que tuvo que admitir: "No veo nada, pero me gustaría ver lo que él ve.
Pero yo tengo un corazón muy vacío". Esteban fue un gran testigo ante Saulo. Personalmente creo que él fue
el que preparó a Saulo quien, como dijimos, luego sería conocido como el apóstol Pablo, para la aparición del
Señor Jesucristo en el camino de Damasco, como veremos más adelante.
Hemos visto a Esteban morir y contemplar inmediatamente a Jesús en la presencia de Dios. Estimado oyente,
así sucede con todo aquel que por la fe ha creído en el Señor Jesucristo como su Salvador.

Hechos 8:1-28
En este capítulo tenemos la conversión del Eunuco Etíope. Acabamos de llegar a la segunda división mayor
del libro de los Hechos. Usted recordará que habíamos dividido este libro según la comisión del Señor dada
en el capítulo 1, versículo 8. Primero debían testificar en Jerusalén; después en Judea; luego en Samaria, y por
último a todo el mundo. Pues bien, llegamos ahora a la segunda sección que describe la obra del Señor
Jesucristo mediante el Espíritu Santo, a través de los apóstoles en Judea y en Samaria. Esta sección del libro
incluye los capítulos 8 hasta el 12.
Ahora, usted recordará que el capítulo 7 concluyó con una escena muy extraña. Incluía a dos jóvenes que
tuvieron una influencia muy grande sobre la Iglesia primitiva. Uno de ellos era Esteban, diácono, un joven
que entregó su vida como primer mártir de la Iglesia. El otro era un joven fariseo que aprobó el
apedreamiento de Esteban. Y su nombre era Saulo. Leamos pues el primer versículo de este capítulo 8 de los
Hechos:
"Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en
Jerusalén, y todos, salvo los apóstoles, fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria."
Saulo desempeñó el principal papel en la persecución de Esteban. Ahora, este joven Saulo de Tarso se había
admirado cuando vio el rostro de Esteban. Esteban había mirado al cielo y dijo que allí estaba viendo al Hijo
del Hombre, a Jesús, a la derecha de Dios. Este joven Saulo también miró hacia arriba, pero no vio nada.
Pero, estimado oyente, seguramente habrá deseado ver algo. Más adelante, el también contemplaría algo. Era
un fariseo muy devoto. Y creemos que Esteban fue quien preparó a Saulo para la aparición del Señor Jesús en
el camino de Damasco.
Saulo llegó a ser el perseguidor principal de la Iglesia. Esto hizo que la Iglesia se dispersara, lo que realmente,
contribuyó al crecimiento de la Iglesia. Todos los creyentes habían permanecido establecidos en Jerusalén, y
no creemos que hubieran salido si no hubiera sido por causa de la persecución que Saulo había instigado.
Según el versículo 8 del capítulo 1 de los Hechos, Judea y Samaria eran los próximos territorios en los cuales
el Señor les había mandado que entraran. Judea abarcaba los alrededores de Jerusalén, y Samaria la región al
norte de Jerusalén. Continuemos leyendo los versículos 2 y 3 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Unos hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Saulo, por su parte,
asolaba la iglesia; entrando casa por casa, arrastraba a hombres y mujeres y los enviaba a la cárcel."
Éste era un joven fanático. Recordemos que más tarde escribió de sí mismo en su carta a los Filipenses,
capítulo 3, versículo 6, diciendo: "...en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia". Leamos ahora el versículo 4
del capítulo 8 de este libro de los Hechos:
"Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio."
Aquí vemos el efecto de la persecución. En realidad, no estorbó a la iglesia sino que promovió el crecimiento
de la iglesia. Más tarde, el apóstol Pablo daría este mismo tipo de testimonio después de que fuese echado en
la cárcel de Roma. En su carta a los Filipenses, capítulo 1, versículo 12, escribió: "Quiero que sepáis,
hermanos, que las cosas que me han sucedido, han contribuido más bien al progreso del evangelio". No
creemos que la Iglesia pueda ser dañada desde fuera. Puede ser dañada desde dentro, como veremos más tarde
en este capítulo. Llegamos ahora a un párrafo que nos dice que
Felipe se convirtió en el testigo principal después de la muerte de Esteban
Ahora, se nos presenta a Felipe, el segundo diácono, aquel que Dios usó de una manera maravillosa. Y esto ya
lo vimos en el versículo 5. Leamos el versículo 5, de ese capítulo 8 de Hechos:
"Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo."
El Señor Jesús había dicho que debían serle testigos en Jerusalén, en Judea, y en Samaria. Ahora vemos que la
Palabra se extendió hasta Samaria. Continuemos, versículo 6:
"La gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que
hacía"
Recordemos que Esteban había ejercido dones junto con señales, y ahora vemos que a Felipe le fueron dados
aquellos mismos dones. Ahora, no todos los tenían. Fueron dados a los que ocupaban puestos de autoridad, a
quienes llevaban la Palabra de Dios al mundo. Llegó el día cuando aquellos dones acompañados de señales
desaparecieron. Desaparecieron después de los tiempos de los apóstoles. Cuando el canon de la Escritura fue
completado y establecido, las credenciales de un verdadero hombre de Dios consistían en una doctrina Bíblica
correcta, antes que en aquellas señales. Continuemos con los versículos 7 y 8 de este capítulo 8 de los Hechos:
"pues de muchos que tenían espíritus impuros, salían estos lanzando gritos; y muchos paralíticos y cojos
eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad."
El evangelio había llegado entonces a Samaria. Felipe fue bien recibido en Samaria y allí el evangelio trajo
gran alegría. Veremos ahora que, debido a que la Iglesia estaba creciendo rápidamente, se añadían a la iglesia
personas que no eran creyentes. Pero aunque eran no creyentes, hacían una profesión de fe, es decir,
manifestaban ser cristianos. Y conoceremos ahora a uno de estos. Leamos el versículo 9 de este capítulo 8 de
los Hechos, donde se comienza a hablar de
Simón el mago
"Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad y que había engañado
a la gente de Samaria haciéndose pasar por alguien importante."
Este hombre alegaba tener un don que era acompañado de señales, atribuyéndose gran importancia.
Continuemos con los versículos 10 y 11 de este capítulo 8 de los Hechos:
"A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, y decían: Éste es el gran poder
de Dios. Estaban atentos a él, porque con sus artes mágicas los había engañado por mucho tiempo."
Estos hombres creían que Simón el mago era como un dios. Y lo mismo que le ocurrió a esa gente, hay
muchos hoy que son engañados. Estimado oyente, no sea usted engañado por algún hombre ni por su aparente
poder. Aun si alguien está predicando la Palabra de Dios, no mire al hombre. Mire a la Palabra de Dios y
compruebe si la está presentando con exactitud. Mire a Dios. Vuélvase a Él. Cuando fijamos la mirada en una
persona con admiración, la apartamos del Señor Jesucristo. Y eso es lo que le ocurrió a la gente en Samaria.
Ahora, leamos el versículo 12:
"Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se
bautizaban hombres y mujeres."
Felipe predicó el evangelio en Samaria, y muchos hombres y mujeres creyeron. Simón se encontró con Felipe
y al parecer, hizo una profesión de fe bajo el ministerio de Felipe. Creemos que Simón fue el primer estafador
religioso en la Iglesia pero, desafortunadamente, no el último. Profesó ser creyente durante el movimiento de
renovación de grandes repercusiones que tuvo lugar en Samaria, durante la visita de Felipe. Ahora, el
versículo 13 dice:
"También creyó Simón mismo, y después de bautizado estaba siempre con Felipe; y al ver las señales y
grandes milagros que se hacían, estaba atónito."
Simón cumplió todo el ritual externo. Profesó creer, pero no experimentó una fe salvadora; fue bautizado y
llegó a ser amigo de Felipe. Sin embargo, no se convirtió. Ahora, fíjese usted que había otros también que
decían ser creyentes, pero que no eran salvos. No habían experimentado un nuevo nacimiento espiritual.
Tenían un conocimiento sólo intelectual y acompañaban a los otros creyentes, pero en realidad no eran salvos.
Estos quizás hasta habían sido bautizados con agua, pero no habían sido bautizados y unidos a la iglesia de
Jesucristo por el Espíritu Santo.
Hay mucha gente también hoy como Simón el Mago. Recibimos muchas cartas de oyentes que nos cuentan
que desde que han estado estudiando la Biblia por medio de nuestro programa La Fuente de la Vida, han
comenzado a examinar su fe. Muchos se han dado cuenta de que han estado simplemente reuniendo o
acompañando a otras personas, pero que ellos mismos no han sido genuina personalmente convertidos. Ahora,
es necesario que nos examinemos. El apóstol Pablo dijo lo siguiente, en su segunda carta a los Corintios,
capítulo 13, versículo 5: "Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros
mismos". Es conveniente examinarse, para comprobar si usted está en la fe o no. Este hombre, Simón, tenía
todos las señales externas que le identificaban como un cristiano. Respondió que creía en Jesús, y por tanto
fue bautizado. Pero en realidad, no era salvo. No tenía una fe genuina. Leamos los versículos 14 al 16 de este
capítulo 8 de los Hechos:
"Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios,
enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, una vez llegados, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu
Santo, pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el
nombre de Jesús."
Cuando los apóstoles se enteraron de que había un gran movimiento del Espíritu en Samaria, enviaron a Pedro
y a Juan para verificarlo. Y hallaron un gran grupo de creyentes que profesaban, pero que realmente no habían
sido renacidos espiritualmente. No habían sido bautizados por el Espíritu Santo para formar parte de la
iglesia. El Espíritu de Dios no moraba en ellos. No eran salvos. Habían cumplido meramente una ceremonia
externa. Y estimado oyente, el ser bautizado en agua o cumplir alguna otra ceremonia no le hará cristiano.
Esto nos da los antecedentes para explicarnos por qué Simón había logrado aprovecharse de los demás. Y le
gustaba la idea de hacer milagros. Ahora, leamos el versículo 17:
"Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo."
Es posible que Felipe no hubiera explicado todos los hechos y las condiciones del evangelio. O puede ser que
ellos no los hubieran aceptado. En todo caso, se dirigieron a los apóstoles. Ahora creían al evangelio y creían
en el Señor Jesucristo. Y ahora, el Espíritu de Dios había entrado en ellos.
Creemos que es necesario considerar esto a la luz de su contexto histórico. La comisión fue dada a los
apóstoles para que abrieran cada nueva región al Evangelio. En el día de Pentecostés, el Evangelio fue
proclamado en Jerusalén. Después, Pedro y Juan debían propagarlo a Samaria y a Judea. El apóstol Pablo
sería el apóstol a los no judíos. Así fue cómo se planteó la comisión encargada por Jesús. Y ahora, la vemos
cumpliéndose aquí en Samaria. Leamos ahora los versículos 18 y 19 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció
dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba
el Espíritu Santo."
Simón el mago, quería pagar por el don. ¿Por qué? Porque este hombre era un estafador religioso. Quería
emplearlo para ganancia propia. ¡Cuántas alegaciones similares han sido hechas desde entonces!
La persecución de fuera no dañó a la Iglesia. Dispersó a los creyentes y, como ya hemos indicado, en realidad
ayudó para la extensión del evangelio. Lo que dañó a la Iglesia fue la entrada de personas que profesaban ser
creyentes cuando en realidad no lo eran. La Iglesia siempre resulta dañada desde sus mismas filas. Lo mismo
ocurrió con el Señor Jesús. Fue traicionado desde dentro. Uno de Sus propios discípulos le traicionó ante Su
nación. Y su propia nación le traicionó ante el Imperio Romano, y el Imperio Romano le crucificó.
Y todavía ocurre lo mismo en el día de hoy. La Iglesia es traicionada desde dentro. Recordemos el caballo de
madera que fue traído a la ciudad de Troya. La ciudad era impenetrable. Era invulnerable hasta que el caballo
fue introducido en la ciudad. El diablo comenzó por perseguir a la Iglesia, luchando contra ella desde fuera. Y
descubrió que no tenía éxito, porque la persecución simplemente difundía el evangelio. Entonces, decidió
comenzar su trabajo desde dentro. Y allí es donde se pudo introducir y hacerle verdadero daño. Bien,
continuemos con los versículos 20 y 21 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con
dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios."
Es por este motivo que dijimos que este hombre no se había convertido. Simón Pedro declaró que su corazón
no era recto delante de Dios. No era un verdadero creyente. Su gran interés estaba en el dinero. Eso era lo que
realmente le importaba a este hombre. Ahora, versículos 22 y 23:
"Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás."
Simón Pedro no se lo pudo decir más claro. Y ahora, veamos lo que ocurrió aquí en el versículo 24:
"Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis
dicho venga sobre mí."
Ahora, Simón no pidió ser salvado, ni que orasen para que él recibiera la salvación. Simplemente pidió que
ninguna de estas cosas le sucediera. No sabemos si este hombre vino alguna vez a Cristo. Continuemos con el
versículo 25:
"Ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones
de los samaritanos anunciaron el evangelio."
El evangelio comenzó su viaje hacia los confines de la tierra. Hemos visto que la iglesia empezó en Jerusalén.
Los apóstoles estaban allí y se estableció una iglesia. Pronto el centro de operaciones se trasladaría a
Antioquia, más tarde a Éfeso, luego a Alejandría, y después a Roma. En la actualidad, la iglesia se ha
extendido prácticamente a todos los rincones de la tierra. Ahora, creemos que uno de los vehículos más
eficientes para hacer que el evangelio llegue hasta lo último de la tierra es la radio. Por medio de este medio la
iglesia puede llevar a cabo lo que no se ha logrado desde el primer siglo, cuando el mensaje del Evangelio se
extendió por todo el mundo entonces conocido.
Pasemos ahora a considerar el encuentro entre
Felipe y el etíope
En los capítulos 8, 9 y 10 encontramos el relato de tres notables casos de conversión. Creo que éstos tres han
sido escogidos para transmitirnos una lección concreta. El capítulo 8 nos relata la conversión del etíope, de la
raza de Cam. El capítulo 9 nos cuenta la conversión de Saulo de Tarso, de la raza de Sem. Y el capítulo 10,
nos relata la conversión de Cornelio, un centurión romano, de la raza de Jafet. Recordemos que toda la familia
humana está dividida en estas 3 categorías. Se trató de una división etnológica y geográfica hecha después del
diluvio. Sem, Cam y Jafet, eran los hijos del patriarca Noé. Aquí encontraremos, pues, que el Evangelio
alcanzó a representantes de estas 3 divisiones de la humanidad.
También observaremos en estos ejemplos que, para que tenga lugar la conversión de una persona, tienen que
darse 3 factores. Estos 3 factores son evidentes en estas 3 conversiones representativas.
1. La obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo había llevado a Felipe hasta Samaria, donde se había
producido un gran movimiento del Espíritu de Dios. Después el Espíritu Santo le condujo a Gaza y
nuevamente podemos observar la acción del Espíritu en el corazón del etíope. El Espíritu de Dios se había
adelantado para preparar a aquel corazón y también para preparar al mensajero. Esta guía del Espíritu de Dios
es absolutamente esencial. Tememos que muchos intentos personales para llegar a las personas se realizan de
una manera descuidada y sin contar con la guía del Espíritu de Dios. Creo que, antes de hablar con alguien
para presentar a Cristo, debiéramos convertir el asunto en un tema concreto de oración. Tendríamos que
hablar con el Señor sobre el individuo, antes de hablarle al individuo sobre el Señor. No se trata simplemente
de que el Espíritu Santo nos guíe. Lo que necesitamos es que el Espíritu vaya delante de nosotros, prepare el
camino y entonces nos llame para que vayamos hacia donde Él se encuentre. Queremos dirigirnos hacia
donde el Espíritu de Dios se esté moviendo. Éste es el primer factor esencial de la conversión. Encontramos
este factor en acción en la conversión del etíope y también en la conversión de Saúl, y en la de Cornelio.
2. La Palabra de Dios. Dijo San Pablo en Romanos 10:17, "la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios".
Éste es el segundo factor esencial. El Espíritu Santo tomará las cosas de Cristo y se las revelará al individuo.
El Espíritu de Dios utiliza la Palabra de Dios. Pero, tiene que haber un elemento humano.
3. El hombre o la mujer de Dios. El Espíritu de Dios utiliza a un mensajero de Dios, que comunica Su Palabra
para hacer que alguien se convierta en un hijo de Dios, alguien que ha renacido espiritualmente. Veremos esto
especialmente en la conversión del etíope.
La segunda parte de este capítulo 8 nos conduce a otra parte del ministerio de Felipe. Como vimos, el
Evangelio había entrado en Samaria y ya había muchos verdaderos creyentes como resultado de la
predicación del evangelio. Pero también vimos que fue en Samaria donde la maldad entró en la Iglesia por
medio de Simón el mago. Ahora, en contraste con Simón el mago, llegamos ahora a la experiencia de Felipe
con el eunuco etíope. Felipe guió a este hombre a Cristo y el etíope se convirtió en un creyente genuino.
Llegó a ser un extraordinario hombre de Dios. Leamos ahora el versículo 26 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur por el camino que desciende de
Jerusalén a Gaza, el cual es desierto"
Samaria estaba situada en una región al norte de Jerusalén. Ahora, a Felipe se le dijo que se dirigiera hacia al
sur. Lo que conocemos como la franja de Gaza queda en el sur junto al Mediterráneo. Ésta era la vía
comercial por que se viajaba para volver a Egipto y a Etiopía.
Felipe había estado hablando a multitudes en Samaria y ahora fue enviado a un desierto. Tiene que salir del
lugar donde se había producido un gran movimiento del Espíritu de Dios e ir a un lugar desierto, donde no
había nadie. Sin embargo, cuando llegó allí, descubrió que Dios tenía a alguien allí a quien él debía hablar de
Cristo. Leamos los versículos 27 y 28 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace, reina de los etíopes,
el cual estaba sobre todos sus tesoros y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro,
leyendo al profeta Isaías."
Vemos que aquel etíope estaba a cargo del tesoro de la reina. Era como un ministro de Finanzas. En aquellos
tiempos era también un funcionario muy importante. Y no viajaba solo. Le acompañaban un séquito de
sirvientes y funcionarios de menor rango. No iba sentado en el carruaje sosteniendo con una mano las riendas,
y con la otra un libro. Estaba sentado en la parte posterior del carruaje y protegido del sol por un toldo. Tenía
un chofer privado y viajaba con toda comodidad.
Era un ciudadano de Etiopía, pero había venido a Jerusalén para adorar; lo que indicaba que era un prosélito,
es decir, un pagano convertido al judaísmo. Acababa de estar en Jerusalén, el centro de la religión judía.
Aunque el judaísmo era una religión establecida por Dios, el había salido de la ciudad en un estado de
oscuridad espiritual. Estaba leyendo al profeta Isaías, pero no entendía lo que leía.
Finalizamos hoy viendo a un hombre que buscaba a Dios, quería sinceramente saber quién era Jesús y le
buscaba ansiosamente en las páginas de las Escrituras del Antiguo Testamento. Cuando alguien le busca, Dios
se hace presente. Estimado oyente, si usted, de diversas maneras, a veces incluso sin darse cuenta, le ha estado
buscando, puede usted invocar su nombre. Y Él le escuchará, le responderá. Recordamos que San Pablo dijo,
citando a los profetas: "Todo aquel que en él cree, no será defraudado...Ya que todo aquel que invoque el
nombre del Señor, será salvo".

Hechos 8:29-9:16
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos, y en particular por el capítulo 8, seguimos
considerando hoy la conversión del eunuco etíope que comenzamos en nuestro programa anterior.
Leemos aquí que este hombre de Etiopía estaba encargado de todos los tesoros del reino. En realidad era el
Ministro de Finanzas. Era un funcionario importante. Este hombre no viajaba solo. Llevaba consigo un gran
séquito de siervos y oficiales menores. No viajaba en el carro con las riendas en una mano y un libro en la
otra. Este hombre estaba sentado cómodamente en su carro, protegido del sol por un gran parasol. Tenía su
chofer privado y había llegado a Jerusalén para adorar. Y esto indica que era prosélito, o sea, un pagano
convertido al judaísmo.
Este hombre acababa de estar en Jerusalén. Había visitado el centro de la religión judía. Aunque esa religión
había sido dada por Dios, el etíope salía de esa ciudad, pero todavía permanecía en sus tinieblas espirituales.
Leía las palabras del profeta Isaías, pero no entendía lo que leía. Y el versículo 29 de este capítulo 8 de los
Hechos, nos dice:
"El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro."
El Espíritu Santo estaba guiando aquí, como guiaría en cualquier conversión. Felipe era el hombre de Dios, a
quién el Espíritu de Dios estaba usando. Y la Palabra de Dios ya estaba en el carruaje, porque el etíope estaba
leyendo un ejemplar de las Escrituras que llevaba consigo. Ahora, el versículo 30 nos dice:
"Acudiendo Felipe, lo oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees?"
Podemos imaginarnos esta escena. Quizá Felipe levantó la mano y el eunuco ordenó detener el carruaje con
todo su séquito y entonces Felipe se acercó al carro y le oyó que estaba leyendo en voz alta al profeta Isaías.
Y entonces le preguntó, ¿Y entiendes lo que lees? Y esta fue una buena pregunta, porque el etíope estaba
precisamente necesitando una explicación porque no entendía lo que leía. Y veamos lo que ocurrió en los
versículos 31 al 33 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguien no me enseña? Y rogó a Felipe que subiera y se sentara con él. El pasaje
de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que
lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; mas su generación, ¿quién la
contará?, porque fue quitada de la tierra su vida"
¿Dónde estaba leyendo? En el capítulo 53 de Isaías. Estaba leyendo los versículos 7 y 8. Era obvio que había
estado leyendo por algún rato y también debía haber leído los versículos anteriores que dicen: "Despreciado y
desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él
el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió
nuestros dolores; ¡pero nosotros le tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido
por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus
llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su
camino; mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros". Era evidente, pues, que el eunuco debió haber
leído también estos versículos. Y dicen aquí los versículos 34 y 35 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo o
de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio
de Jesús."
¡Qué maravilloso lugar para comenzar! Es que, cuando el Espíritu de Dios guía, las cosas se revelan con
claridad, ¿ve usted? Él tomará las cosas de Cristo y las pondrá en claro. Usará la Palabra de Dios. Hemos
visto ya cuán poderosamente Dios usó a Simón Pedro en la conversión de multitudes de personas. Y Pedro
expresó con claridad, que la Palabra de Dios es necesaria para una conversión. Él dijo que una persona no
podía ser renacida espiritualmente sin esa Palabra. Escuchemos lo que él dijo en su primera carta, capítulo 1,
versículos 23 al 25. Dijo el apóstol Pedro: "...pues habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: Toda carne es como hierba,
y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba seca, y la flor se cae, mas la palabra del Señor
permanece para siempre. Y ésta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada."
Ahora, cuando el Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios, ¿qué sucede? Estos hombres estaban en el carruaje
hablando acerca de la Palabra de Dios. Felipe le estaba contando al etíope acerca de Jesús. Y veamos lo que
ocurrió aquí en los versículos 36 y 37 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Yendo por el camino llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua, ¿qué impide
que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Él respondiendo, dijo: Creo que
Jesucristo es el Hijo de Dios."
Recordemos que Felipe había tenido una experiencia con Simón el mago en Samaria, y no quería que el caso
se repitiera. Por eso, cuando este hombre pidió ser bautizado en agua, Felipe quiso estar seguro de que él creía
con todo su corazón. Y leemos aquí en los versículos 38 y 39:
"Mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando subieron del
agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más; y siguió gozoso su camino."
Dice aquí que Felipe fue llevado. Ya no era necesario que estuviera allí. Y el eunuco etíope siguió entonces su
camino y salió así de las páginas de la Escritura en su carruaje. Siguió alegremente su camino. Ahora, ¿qué
fue de este hombre etíope? ¿Sabe usted que la primera gran Iglesia estuvo en África del Norte, mucho antes
que hubiera Iglesias en otras partes? El eunuco etíope evidentemente volvió, y por su testimonio y su
influencia, se fundó allí una gran Iglesia. Sería muy provechoso poder leer algo sobre la historia de la Iglesia
en Etiopía, pero el tiempo no nos permite hacerlo aquí. Ahora, ¿qué fue de Felipe? Leamos el versículo 40:
"Pero Felipe se encontró en Azoto; y, al pasar, anunciaba el evangelio en todas las ciudades hasta llegar a
Cesarea."
Azoto es Asdod y estaba situada en las cercanías de Gaza. Para llegar a Cesarea, tendría que pasar por Jope,
donde está hoy Tel Aviv. Por tanto, él salió predicando el evangelio mientras subía a lo largo de la costa hasta
Cesarea. El evangelio pues, había ido hasta Judea y a Samaria, y ahora estaba extendiéndose hacia otras
tierras. El eunuco llevaría el evangelio a Etiopía. Felipe lo estaba proclamando por la costa hasta Cesarea.
Y así concluye estimado oyente, el capítulo 8 de este libro de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos ahora a

Hechos 9:1-16
Este capítulo cuenta otra conversión sumamente interesante. La conversión del eunuco etíope que estudiamos
en el capítulo anterior, tuvo lugar en un carruaje. La conversión de Saulo de Tarso que veremos ahora, tuvo
lugar en el polvo de la tierra. El relato bíblico no aclaró si Saulo iba a caballo, o si iba montado en burro
cuando subía a Damasco; pero sí sabemos que la luz fue tan brillante que el resplandor hizo que Saulo cayese
a tierra.
Cuando en nuestro estudio lleguemos a la carta a los Filipenses, consideraremos los aspectos teológicos,
psicológicos, y filosóficos de la conversión de Saulo de Tarso. Aquí solamente trataremos los hechos de lo
que realmente ocurrió en el camino a Damasco. Leamos, pues, los primeros dos versículos de este capítulo 9
de los Hechos, que inician el relato de
La conversión de Saulo de Tarso
"Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al Sumo sacerdote y le pidió
cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino,
los trajera presos a Jerusalén."
Cuando la persecución comenzó en Jerusalén, la Iglesia pasó a la clandestinidad. Y la Iglesia de Jerusalén
tuvo que comenzar a reunirse en secreto. Los apóstoles se quedaron en Jerusalén, pero muchos de los otros
salieron y se dispersaron. Hallamos por ejemplo a Felipe en Samaria, a lo largo de la costa mediterránea,
como ya hemos visto. Lo que precipitó esta dispersión, por supuesto, fue el apedreamiento de Esteban,
seguido por la persecución. Como resultado, los líderes religiosos en Jerusalén se sintieron satisfechos, por
haber ahuyentado de Jerusalén a los cristianos. Y al parecer, estaban dispuestos a quedarse satisfechos con
esto. Es decir, ¡todos, excepto Saulo de Tarso! Él no dejaba de amenazar de muerte a los discípulos del Señor.
Aborrecía a Jesucristo. No creemos que el Señor Jesucristo haya tenido jamás un enemigo mayor, que este
hombre Saulo de Tarso. Pues bien, él fue a ver al sumo sacerdote y le dijo: "Mire, me he enterado de que un
grupo de estos cristianos se ha ido para Damasco, y yo los voy a ir a buscar". El hecho es que Saulo hizo lo
posible por encontrar a los cristianos dondequiera que fueran. Su mayor deseo era exterminarles.
Continuemos leyendo los versículos 3 y 4 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Pero, yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente lo rodeó un
resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?"
Al proseguir nuestro estudio bíblico veremos que Pablo contará este incidente dos veces más, en el libro de
los Hechos. El hecho es que Pablo nunca se cansó de contar acerca de su conversión. Le encontramos
repitiéndola nuevamente en su carta a los Filipenses. Y es allí donde llegó al fondo del asunto y contó lo que
realmente le sucedió. Aquí sólo se nos ofrecen los hechos. Y nosotros los repasaremos de nuevo,
especialmente cuando estudiemos el discurso que Pablo pronunció ante el rey Agripa. Y veremos que ese
discurso fue una obra maestra. Leamos ahora el versículo 5 de este capítulo 9 de los Hechos.
"Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra
el aguijón."
Ahora, ¿Ha notado usted aquí la ignorancia de Saulo? Probablemente era el hombre más inteligente de su
tiempo. Probablemente se graduó en la Universidad de Tarso, la mejor universidad griega de aquel entonces.
Fue estudiante en la escuela de Gamaliel, el erudito hebreo. Había sido instruido en los detalles de la religión
judía. Pero Saulo no conocía al Señor Jesucristo. "¿Quién eres, Señor?" preguntó. Estimado oyente, conocer
al Señor Jesucristo es ¡recibir vida! ¡Y Saulo no le conocía! Leamos ahora el versículo 6:
"Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? El Señor le dijo: Levántate y entra en la
ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer."
Saulo se encontraba aquí tendido sobre el polvo, en aquel camino a Damasco. Ésta fue una conversión muy
notable. Notemos además que Pablo reveló inmediatamente su conversión. Este hombre que aborrecía al
Señor Jesús, el que había hecho todo lo que pudo en contra de Él, entonces le llamó "Señor", y le preguntó lo
que Él quería que hiciese. Estaba completamente dispuesto a cumplir las órdenes del Señor. Había sido
completamente transformado. Esto nos recuerda las palabras del Señor Jesús en Mateo 7:20 que dice: "Así
que, por sus frutos los conoceréis". Sin duda podemos saber lo que había ocurrido en la vida de este hombre.
El versículo 7 de este capítulo 9 de los Hechos, dice:
"Los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la voz, pero no veían a
nadie."
Más adelante, Pablo en su relato dijo que sus acompañantes no habían oído. ¿Es que hubo quizá un conflicto
entre este relato del doctor Lucas y el de Pablo? ¡No! Lo que ocurrió fue que oyeron el sonido de una voz y
eso fue todo. No les fue posible comprender lo que fue hablado. Lo que oyeron no tuvo sentido para ellos y
tampoco vieron a nadie. Y se quedaron mudos de asombro. Lo veremos con mayor detalle en los capítulos 22
y 26 de Hechos.
Leamos ahora los versículos 8 y 9 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Entonces Saulo se levantó del suelo, y abriendo los ojos no veía a nadie. Así que, llevándolo de la mano, lo
metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió."
Saulo se había quedado ciego debido al resplandor de luz del cielo que le había rodeado. Difícilmente alguien
habrá estado más perplejo y confuso que Saulo. Si nosotros nos hubiéramos encontrado con él durante uno de
esos tres días en Damasco, y le hubiéramos preguntado qué le había sucedido, creemos que nos habría
respondido que no tenía la menor idea. Pero veremos que pronto Saulo ya se enteraría de lo que le había
ocurrido. Leamos los versículos 10 al 12 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Él
respondió: Heme aquí, Señor. El Señor le dijo: Levántate y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en
casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso, porque él ora, 12y ha visto en visión a un hombre llamado
Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista."
Aquí vemos que Saulo de Tarso, un joven de mucho talento, se hallaba en Damasco ciego y confundido.
Mientras tanto, el Espíritu de Dios había venido a un hombre llamado Ananías y le había dicho que fuera
donde estaba Saulo de Tarso. Continuemos leyendo los versículos 13 al 16:
"Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a
tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los
que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste para llevar mi nombre
en presencia de los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario
padecer por mi nombre."
Dios explicó dos motivos por los cuales llamó a este hombre. Saulo fue el instrumento escogido por Dios para
cumplir dos propósitos. En primer lugar, debía llevar el nombre de Jesús. Fíjese que no fue llamado un
testigo, como lo fueron los otros discípulos. Es posible que Pablo hubiera conocido a Jesús en Su crucifixión,
pero no había caminado con Jesucristo en los días de Su vida en la tierra. En realidad no supo nada acerca de
Él, hasta aquel día en el camino a Damasco. Ahora, tendría que proclamar ése Nombre. Y es el mismo
nombre que nosotros debemos llevar hoy. Es el nombre de Jesús.
Ahora, Pablo presentaría este Nombre ante tres grupos diferentes: los gentiles o no judíos, los reyes, y los
israelitas. Los no judíos fueron nombrados en primer lugar. Pablo fue el gran apóstol a los no judíos. Luego,
se mencionan los reyes. Y veremos que Pablo aparecería delante de reyes, y probablemente aun ante el mismo
Nerón. Y luego, llevaría el nombre de Jesús a la nación de Israel. Cuando Pablo entrase en una ciudad,
siempre visitaría primero la sinagoga. La sinagoga casi siempre serviría como su lugar de arranque para
introducirse en una comunidad y en la vida de la ciudad. Desde allí alcanzaría a los no judíos. Pero siempre
iría primero a los judíos.
En segundo lugar, el Señor dijo que mostraría a Saulo cuán grandes cosas tendría que sufrir por el Señor. O
sea que fue escogido para sufrir por Jesucristo. Creemos que nunca ha habido otro que haya sufrido tanto por
causa del Señor como lo que sufrió el apóstol Pablo. Nadie se atrevería a decir: "Yo he sufrido más que
cualquier otro. ¿Por qué permite Dios que esto me ocurra a mí?" Podemos sufrir o podemos pensar que
sufrimos más de lo que realmente sufrimos. Sea como fuere, ninguno de nosotros sufre como sufrió Saulo de
Tarso por el Señor, después que llegó a ser el apóstol Pablo.
Ahora, al reflexionar sobre esta conversión extraordinaria, sabemos que hay quienes recordarán que dijimos
que la conversión requiere que el Espíritu Santo utilice la Palabra de Dios y por medio de un hombre de Dios.
¿Se aplicaron estos factores en la conversión de Saulo?
El Señor Jesús se le apareció personalmente a Saulo. Ahora, recordemos que antes que el Señor Jesús dejara a
sus discípulos, les dijo que iba a enviar a su Espíritu Santo, y les explicó lo que el Espíritu haría. Dijo el Señor
Jesús en el evangelio según San Juan, capítulo 16, versículos 14 y 15: "Él me glorificará; porque tomará de lo
mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará
saber."
Ahora, creemos que cuando el Señor Jesucristo apareció personalmente a Saulo, el Espíritu de Dios abrió sus
ojos espiritualmente y los cerró físicamente a fin de que pudiera ver al Señor Jesús. De modo que podemos
decir que ciertamente el Espíritu Santo estaba obrando.
¿Y qué diremos de la Palabra de Dios? ¿Cómo fue utilizada en la conversión de Pablo? Saulo de Tarso era
fariseo y conocía muy bien la Palabra de Dios. En efecto, si hubo alguien saturado por la Palabra de Dios
debió haber sido Saulo de Tarso. Cuando uno lee sus cartas, resulta obvio que estaba muy familiarizado con el
Antiguo Testamento. Por lo tanto, vemos que el Espíritu Santo y la Palabra de Dios fueron factores operativos
en la conversión de Saulo:
¿Y cómo podemos decir que Dios utilizó a un hombre de Dios para alcanzar a Saulo? Aunque no hubo
ninguno presente en aquel momento, creo que el hombre a quien el Señor utilizó para alcanzar a Saulo no fue
otro que el mártir Esteban. Estos dos hombres, Saulo y Esteban, se encontraron solo una vez, y me refiero al
momento en que Saulo se encontraba entre los que mataron a Esteban. Esteban había contemplado el cielo
abierto y dijo: "Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está a la derecha de Dios" (Hechos 7:56).
Saulo habrá mirado al cielo y no pudo ver a nadie. Después había mirado el rostro de Esteban, dándose cuenta
de que Esteban esta realmente viendo algo. Creo que Saulo habrá esperado que algún día los cielos se abrieran
y que él también pudiera tener una visión de Dios. Y eso ocurrió precisamente en el camino de Damasco,
cuando el viajero contempló una brillante luz. Fue Jesucristo el que se le reveló en aquel lugar. Estimado
oyente, usted también puede tener un encuentro con Dios por medio del señor Jesucristo. Usted también podrá
sentir que la luz de aquél que proclamó ser la luz del mundo le ilumina, disipa las sombras, aleja la oscuridad
espiritual y transforma su vida en este mundo con las realidades de la vida eterna.

Hechos 9:17-43
Continuamos estudiando hoy el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior,
estuvimos reflexionando sobre la conversión extraordinaria de Saulo de Tarso. Y usted recordará que
habíamos dicho que la conversión, requiere que el Espíritu Santo obre por la Palabra de Dios y por medio de
una persona que actúe como mensajero de Dios. Y en cuanto a la conversión de Saulo de Tarso, dijimos que
el agente humano había sido Esteban. Más tarde, el Señor Jesús apareció personalmente a Saulo. Ahora,
recordemos que el Señor Jesús, antes de dejar a sus discípulos, les dijo que iba a enviar a Su Espíritu Santo. Y
les explicó lo que el Espíritu haría. Dijo Jesús en el capítulo 16 del evangelio según San Juan, versículos 14 y
15, con respecto al Espíritu Santo: ". . . Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os hará saber las cosas
que habrán de venir. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber."
Ahora, creemos que cuando el Señor Jesucristo apareció personalmente a Saulo, el Espíritu de Dios, abrió sus
ojos espiritualmente y los cerró físicamente, a fin de que Saulo pudiera ver al Señor Jesús. De modo que
podemos decir, que ciertamente el Espíritu Santo estaba obrando. Ahora, ¿qué diremos en cuanto a la Palabra
de Dios? ¿Cómo fue usada en la conversión de Saulo? Saulo de Tarso era fariseo. Sabía muchísimo en cuanto
a la Palabra de Dios. El hecho es que si había alguien que estuviera saturado de las Escrituras del Antiguo
Testamento, ese era Saulo de Tarso. Más tarde, cuando escribió sus epístolas, fue obvio que conocía bien el
Antiguo Testamento. Por lo tanto, aquí se ve claramente que el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, operaron
en su conversión. Además, como dijimos, es muy claro que Esteban actuó como el instrumento humano para
alcanzar a Pablo. Y como veremos más adelante, creemos que además de Esteban, el Señor usó también a
Ananías como otro agente humano para alcanzar a Saulo.
Volviendo ahora al capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, leamos el versículo 17:
"Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor
Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno
del Espíritu Santo."
¡Qué cambio! Todavía era Saulo de Tarso, pero ahora era el hermano Saulo. Ya no era un enemigo. Era un
hermano. Porque cualquiera que ame al Señor Jesucristo llega a ser hermano de cualquier otro hermano.
Lamentablemente, tenemos que añadir aquí, que los hermanos no siempre se comportan como tales.
En fin, Saulo iba a recibir ahora su vista física. También iba a ser lleno del Espíritu Santo. Sería lleno del
Espíritu para desempeñar su servicio cristiano. Esta es la experiencia que se manifiesta en la vida del
creyente. Saulo había sido bautizado ya con el Espíritu Santo en el camino a Damasco. Es decir, que fue
salvado en ese camino a Damasco. Pero, no fue sino hasta que este hombre Ananías vino a él, que fue lleno
del Espíritu Santo. Iba a convertirse en un testigo para el Señor Jesús, y recibiría su vista física y espiritual.
Leamos ahora el versículo 18 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Al instante cayeron de sus ojos como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado."
Vemos ahora que Saulo fue bautizado con agua como señal y sello de su conversión. El agua no tenía nada
que ver con su salvación. Ya había sido bautizado con el Espíritu Santo, es decir, había sido salvado en el
camino de Damasco. Cuando Ananías puso sus manos sobre él, fue lleno del Espíritu Santo para servir a Dios.
Ahora, dice el versículo 19:
"Y habiendo tomado alimento, recobró las fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que
estaban en Damasco."
Leamos ahora el versículo 20, para ver como
Saulo comenzó a predicar en Damasco
"En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios."
Notemos que Saulo de Tarso comenzó a predicar en seguida. ¿Por qué? Porque estaba lleno, es decir,
controlado por el Espíritu Santo. Empezó a predicar en la sinagoga y a decir que Cristo era el Hijo de Dios.
Estimado oyente, es necesario que usted sepa quién es Cristo, antes de que pueda creer en lo que hizo. Él
murió y pagó el castigo de sus pecados. Es precisamente porque Él era el Hijo de Dios que le fue posible
morir por nuestros pecados. Ningún ser humano puede morir una muerte redentora por otro ser humano. Solo
Cristo Jesús pudo hacerlo, porque Él era el Hijo de Dios. Por tanto, Saulo empezó a predicar que Cristo era el
Hijo de Dios. Esa fue la primera verdad que era necesario saber. Continuemos ahora leyendo los versículos 21
y 22 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Y todos los que lo oían estaban atónitos, y decían: ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que
invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? Pero Saulo
mucho más se enardecía, y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando que Jesús era el
Cristo."
Ahora, la palabra Cristo significa el Mesías. Y parece que Saulo confundió a los judíos al predicar tal cosa.
Saulo de Tarso era el número uno. Sería el número uno en sufrimiento; y el número uno como misionero. Y
creemos que también era número uno en cuanto a su cociente intelectual. Pues, estamos convencidos que era
un hombre muy inteligente. Esto lo demuestra el hecho que pudo confundir a aquellos que trataron de hacerle
frente intelectualmente. Ahora los versículos 23 al 25 dicen:
"Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarlo; pero sus asechanzas llegaron a
conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarlo. Entonces los
discípulos, tomándolo de noche, lo bajaron por el muro, descolgándolo en una canasta."
Cuando los judíos no podían ganar por medio de argumentos, hacían entonces uso de otra táctica, que
consistía simplemente en eliminar al enemigo. Estamos seguros de que debe haber sido una experiencia muy
emocionante, el ser bajado por el muro, colgando en una canasta. Sin embargo, nunca leemos en ninguna
parte del Nuevo Testamento que Pablo contase esta experiencia. Aquí estaba un hombre que había tenido una
experiencia extraordinaria, pero que consideraba que tenía otras cosas más importantes que contar.
Leamos el versículo 26 de este capítulo 9 de los Hechos, que inicia un párrafo que nos relata las experiencias
de
Saulo en Jerusalén
"Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo
que fuera discípulo."
Creían que esto era un engaño por parte de Saulo de Tarso. Se imaginaban que Saulo quería sólo infiltrarse
entre ellos Después de todo, les había perseguido. Y probablemente habían oído de Simón el mago y las
tácticas que usó en Samaria. Ahora, el versículo 27 continúa con el relato:
"Entonces Bernabé, tomándolo, lo trajo a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto en el camino al
Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús."
¡Qué buen carácter tenía Bernabé, cuyo nombre significaba "hijo de consolación y solaz"! Ahora, Bernabé se
puso junto a Pablo para apoyarle. ¡Qué bendición fue Bernabé para Saulo! Y aquí vemos un ministerio que
todavía es necesario hoy. Cuánto necesitamos a cristianos como Bernabé, que apoyen a los que son nuevos en
la fe. Ahora, el versículo 28 dice:
"Y estaba con ellos en Jerusalén; entraba y salía"
Vemos aquí que por fin aceptaron a Saulo en la iglesia de Jerusalén y él sumó sus fuerzas a esa iglesia.
Leamos el versículo 29:
"y hablaba con valentía en el nombre del Señor, y discutía con los griegos; pero estos intentaban matarlo."
Ahora, estos no eran realmente griegos, sino israelitas que habían sido criados fuera de Israel, en alguna parte
del mundo griego. El testimonio de Saulo fue tan poderoso que ellos concluyeron que la única manera de
librarse de su efectividad era acabando con él. Ahora, leamos el versículo 30 de los Hechos capítulo 9:
"Cuando supieron esto los hermanos, lo llevaron hasta Cesarea y lo enviaron a Tarso."
Aquí vemos a Saulo volviendo a su pueblo natal. Probablemente volvió a su casa y nos imaginamos que habló
de Cristo a su padre, a su madre, a sus hermanos y hermanas, y a otros familiares. Pero en realidad no
sabemos nada en cuanto a ellos, porque Saulo nunca habló de su familia; con una sola excepción, en Romanos
16, donde mencionó a algunas personas relacionadas con él. Esto nos dice que algunos de sus parientes
también llegaron a ser creyentes en Cristo Jesús. Además es muy posible que el versículo 13 del mencionado
capítulo 16 de la misma carta a los Romanos, se refiera a su madre y a su hermano al decir: "Saludad a Rufo,
escogido en el Señor, y a su madre y mía."
Leamos ahora el versículo 31:
"Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; eran edificadas, andando en el temor
del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo."
Mientras tanto, la Iglesia seguía creciendo. El evangelio llegó a Judea, a Galilea, y a Samaria. Y dentro de
poco, comenzaría a ir hasta lo último de la tierra. Leamos ahora los versículos 32 al 35, donde se nos habla de
El ministerio de Pedro en Lida y Jope
"Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida. Halló allí a uno
que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Pedro le dijo: Eneas,
Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y lo vieron todos los que habitaban en
Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor."
Como Pedro era un apóstol, tenía los dones de señales de un apóstol. Ahora, el versículo 36 dice:
"Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, (que traducido es Dorcas). Ésta abundaba en buenas
obras y en limosnas que hacía."
Esta mujer prestaba un servicio social. Éste era su don. Es decir, tenía el don de costura. Ahora, algunos dirán:
¿quiere usted decir que la costura es un don divino?" Sí. Así lo era para esta mujer.
La costura era el don de esta mujer. Dudamos que jamás se pusiera al frente para hablar en un grupo de
mujeres en público. Pero, sí se ocupaba en hacer muchas cosas maravillosas. Y fíjese usted lo que ocurrió
aquí en el versículo 37:
"Aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala."
Observemos cómo los cristianos preparaban el cuerpo para el entierro en aquel entonces. Ahora, el versículo
38 dice:
"Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a
rogarle: No tardes en venir a nosotros."
Enviaron un mensaje de Jope a Lida comunicando que una maravillosa mujer en la Iglesia de Jope había
muerto. Al parecer, creyeron que Simón Pedro la podría levantar de los muertos. Por lo menos, le mandaron a
decir que viniera. Ahora, el versículo 39 de este capítulo 9 de los Hechos dice:
"Pedro se levantó entonces y fue con ellos. Cuando llegó, lo llevaron a la sala, donde lo rodearon todas las
viudas llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas."
Aquí vemos que fueron las viudas, las que participaron en esta exhibición de ropa. Todas sacaron a lucir los
vestidos que ella les había hecho. Ahora, ¿Por qué hicieron esto las viudas? Simplemente porque eran pobres.
No podrían haber tenido ningún vestido si no fuera porque Dorcas se los había hecho. Ella había cosido ropa
para estas mujeres. En esto consistía su ministerio. Éste fue su don. Continuemos con los versículos 40 y 41
de este capítulo 9 de los Hechos:
"Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: ¡Tabita,
levántate!."
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41Él le dio la mano y la levantó; entonces llamó a los santos
y a las viudas y la presentó viva.
Aquí tenemos un ejemplo del ejercicio de un don de un apóstol, un don que fue acompañado por una señal.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, que es el libro histórico de la Iglesia, tenemos el ministerio de
Simón Pedro, quien era un apóstol; y de Pablo, quien también era apóstol. Simón Pedro fue un predicador
para su propio pueblo, y sin embargo fue el que abriría la puerta para el cristianismo ente los no judíos. Saulo
de Tarso, por otra parte, se convirtió en el apóstol Pablo y fue el apóstol a los no judíos. El relato indica que
cada uno levantó a una persona de los muertos. Es muy posible que levantaran también a otros, pero estos
casos fueron relatados para mostrarnos que estos hombres tenían estos dones que se manifestaron
acompañados de señales milagrosas. Les fue posible sanar a los enfermos y levantar a los muertos. Éstas eran
las señales, las evidencias de un apóstol. Eran dones apostólicos. El apóstol Pablo dijo que los apóstoles eran
el fundamento de la Iglesia, en el sentido de que la Iglesia estaba edificada sobre ellos. Ellos son los que nos
dieron el Nuevo Testamento sobre el cual la Iglesia realmente está edificada.
Hoy en día, no tenemos necesidad de esos dones apostólicos. La cuestión hoy en día es la doctrina Bíblica. Al
fin de la época de las Escrituras del Nuevo Testamento, el apóstol Juan escribió sus cartas. Escuchemos sus
instrucciones para descubrir a los que engañan. Dijo el apóstol Juan en su segunda carta universal, versículos
10 y 11: "Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!
Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras."
Hacia el fin del ministerio del apóstol Pablo, la Escritura indica con toda claridad, que Pablo no ejerció el don
de sanar cuando estuvo con los que se encontraban enfermos. Por ejemplo, vemos que dejó a Trófimo
enfermo en Mileto (2 Timoteo 4:20). ¿Por qué no sanó Pablo a su amigo Trófimo? Es que Pablo estaba
llegando al final de su ministerio y tales dones estaban comenzando a desaparecer de la iglesia. Al comienzo
de su ministerio, aún no había sido escrito el Nuevo Testamento. Pablo mismo escribió el segundo libro del
Nuevo Testamento. Cuando él llegara a un nuevo territorio, ¿cómo acreditaría su autoridad? Lo haría con las
señales milagrosas. Después que el texto del Nuevo Testamento estuvo disponible, el énfasis se desplazó de
los dones milagrosos a la doctrina Bíblica correcta. Pablo advirtió en Gálatas 1:8, que si alguien no tuviera tal
doctrina, aunque fuese un ángel del cielo, no debían recibirle. Ahora, esto de ninguna manera quiere decir que
Dios ya no sana las enfermedades. Quiere decir en cambio, que los dones con señales ya no son necesarios
para poder autenticar el evangelio, ni para acreditar un apostolado. Leamos ahora el versículo 42, de este
capítulo 9 de los Hechos:
"Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor."
Aquí vemos que los dones acompañados de milagros se utilizaron para confirmar el Evangelio de la gracia de
Dios. Y dice el versículo 43, versículo final de este capítulo 9 de Hechos:
"Pedro se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor."
Un curtidor tomaba las pieles y las curtía en ácido. Es decir que la casa donde se alojó Pedro debía oler
bastante mal. Ahora, aquellos que habrán tenido la oportunidad de ir a Israel, y hayan visitado Jope, habrán
podido ver la casa donde se dice que Simón Pedro se hospedó, la casa del curtidor. Jope es un pueblo
pintoresco a la orilla del agua y esta casa está en la ribera. La casa parece ser lo suficientemente antigua como
para haber estado allí por muchísimo tiempo. Este, pues, podría haber sido el lugar donde Simón Pedro se
quedó por muchos días.
Nos llama la atención el milagro de Pedro al restaurar a la vida a aquella mujer tan amada en la iglesia de
aquel pueblo. Nos recuerda que, en cierto sentido, la escena ilustra el estado de muerte espiritual que
caracteriza a todas las personas que se encuentran alejadas de Dios, muertas espiritualmente en el sentido que
no tienen la vida espiritual que, Dios imparte a aquellos a quienes regenera por la obra de Su Espíritu.
Pensamos que esta vida es muy breve y, cuando llega a su fin, las personas se enfrentan con la eternidad.
Estimado oyente, le invitamos a aceptar la gracia de Dios, el don de Dios, la salvación provista por la obra de
Jesucristo al morir en una cruz y vencer a la muerte en Su resurrección. No olvidemos las siguientes palabras
de Jesucristo, con las cuales millones de hombres y mujeres se han enfrentado a las pruebas dolorosas de esta
vida, a las situaciones más trágicas y a la misma muerte. Le invitamos a participar de esa esperanza. No
quedará usted defraudado. En el Evangelio de Juan, cuando Jesús se encontraba ante una familia
compartiendo el dolor por la pérdida de un ser querido. En esa ocasión dijo Jesús: "Yo soy la resurrección y la
vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá". Y un tiempo después, queriendo reafirmar la confianza de los
suyos, sabiendo que Él triunfaría sobre la muerte, que compartiría con los suyos la victoria de la resurrección,
y queriendo reafirmar su confianza para esta vida, y para la vida futura, les dijo: "porque yo vivo, vosotros
también viviréis."

Hechos 10:1-29
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los Apóstoles, llegamos hoy al capítulo 10. Y en
este capítulo encontramos la conversión de Cornelio, el centurión romano. El capítulo 10 continúa el relato
iniciado en el capítulo 9 acerca del ministerio de Simón Pedro. Más tarde Pedro desaparecerá de la escena y la
historia continuará con el ministerio del Apóstol Pablo. Ahora aunque Pablo fue llamado el Apóstol a los no
judíos, no debemos olvidar que fue Pedro quien abrió la puerta para éstos, entrando en la casa de Cornelio y
presentando a toda la familia la salvación por medio de Cristo. Leamos el primer versículo de este capítulo 10
de los Hechos que inicia el párrafo sobre
La visión de Cornelio
"Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana"
Recuerde usted que Pablo había estado en Cesarea, como vimos en el capítulo 9, versículo 30, y que
probablemente algunos de los otros apóstoles habían estado predicando el Evangelio por la costa. La ciudad
de Tel Aviv en realidad es parte de la vieja ciudad de Jope. Al viajar uno por la costa desde Jope, el próximo
lugar de cierta importancia sería la ciudad de Cesarea. Ésta realmente era una ciudad romana. Era el lugar
donde vivía Pilato. Esta ciudad era la residencia oficial del gobernador y de los que gobernaban esa tierra. Por
tanto, esta era la ciudad donde estaba destinado Cornelio. Él era centurión de una compañía de soldados
llamada la Italiana. Continuando ahora con el versículo 2, leemos:
"Cornelio era piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba
siempre a Dios."
Aquí vemos que Cornelio era piadoso. Eso quiere decir que su adoración estaba bien encaminada. Él
reconocía una cierta dependencia de lo que era divino. Recordemos que aun a un pagano le era posible tener
devoción, una convicción profunda con respecto a sus dioses. A veces quisiéramos que los cristianos hoy en
día tuvieran más devoción y convicción. Pues bien, Cornelio era devoto y temeroso de Dios. No era un
prosélito judío en el sentido estricto del término, pero se inclinaba hacia el judaísmo. Hoy en día diríamos que
él era un "simpatizante", o sea una persona que vivía en el vecindario; asistía a la iglesia en ocasiones
especiales, se portaba amistosamente con los de la iglesia, pero no era en realidad un creyente y seguidor de
Jesucristo. Así pudo haber sido Cornelio. Este versículo 2 nos dice también que él era temeroso de Dios.
Ahora él ". . . hacía muchas limosnas al pueblo. . ." Esto quiere decir que él daba muchos regalos de caridad al
pueblo judío; o sea, a los pobres del pueblo. La nación de Israel siempre había dado mucha importancia al dar.
Dios les había enseñado esto en el Antiguo Testamento. Nosotros hablamos a veces de dar el diezmo o
décima parte, pero es obvio, al estudiar el sistema mosaico, que ellos en realidad daban tres décimas partes.
Daban para el funcionamiento del gobierno, que en el principio era una teocracia o gobierno regido por Dios.
Luego pagaban el impuesto del templo. Y en tercer lugar daban un diezmo de todo lo que producían. De
modo que Israel había sido un pueblo bastante generoso en cuanto al dar.
Es interesante que aun hoy hay muchas grandes obras de beneficencia que han sido fundadas por los judíos.
Por cierto que no hay ningún grupo de gente en nuestro día que dé tan generosamente como lo hace la
comunidad judía en muchos países, para apoyar a la nación de Israel. Son un pueblo muy generoso.
Volviendo ahora al capítulo 10 de los Hechos, vemos que Cornelio "oraba a Dios siempre". Este centurión
presentaba sus necesidades al Señor. Él, espiritualmente hablando, necesitaba más luz; y la quería tener.
Probablemente no sabía mucho acerca de la oración, pero igualmente oraba a Dios siempre. Ahora el
versículo 3 de este capítulo 10 de Hechos nos dice:
"Éste vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él
estaba y le decía: ¡Cornelio!"
Este centurión era un oficial del ejército romano, un soldado profesional. Era un hombre de influencia.
También tenía una influencia grande sobre su propia familia, e influía sobre todos en su derredor. Al parecer,
era un buen hombre, desde cualquier punto de vista. Hoy en día, muchos le considerarían un cristiano de los
más buenos, un hombre sobresaliente. Pero en realidad no era cristiano. No había escuchado el Evangelio.
Nunca había aceptado a Jesucristo como su Salvador.
Aquí, pues, tiene Ud. un ejemplo de un hombre que vivía según la luz espiritual que tenía. Juan 1:9 dice así,
acerca de Jesús: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo". Este centurión
romano no había conocido a Jesucristo ni había entrado en Su presencia. Pero vivía según la luz que tenía. Es
a esto a lo cual se refirió Pablo en Romanos 1:19 y 20 cuando dijo: "Porque lo que de Dios se conoce les es
manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Lo invisibles de él, su eterno poder y su deidad, se hace claramente
visible desde la creación del mundo, y se puede discernir por medio de las cosas hechas. Por lo tanto, no
tienen excusa". Aquí tenemos la respuesta de Dios a aquella pregunta que se hace con tanta frecuencia: ¿Qué
diremos del pobre pagano; aquel buen pagano que quiere conocer a Dios, pero que nunca ha tenido una
oportunidad? ¿Está perdido? La contestación es que Dios se encargará que la luz llegue a tal persona. Dios le
capacitará para que oiga el mensaje del Evangelio.
Ahora, ¿cómo haría Dios para que le llegase el Evangelio a Cornelio? Los obstáculos parecían insuperables.
La iglesia en aquel entonces, y por los primeros 8 años, estuvo integrada enteramente por Israelitas. Estos
judíos cristianos acostumbraban a ir al templo y todavía cumplían muchas costumbres judías. Podían seguir
haciendo esto aun estando en la época de la gracia, porque estaban confiando en Cristo. Más tarde el
Evangelio penetró en Samaria. Los judíos en Jerusalén se quedaron sorprendidos, pero reconocieron la mano
de Dios estaba detrás de ello. Ahora, ¿cómo abriría Dios la puerta del Evangelio a los no judíos?
Ya dijimos que Pablo llegaría a ser el gran misionero a los no judíos. Pero el hecho era que Dios puso a Pablo
en el desierto en Arabia donde le preparó. Pero fue Simón Pedro, quien abriría la puerta a los no judíos. Dios
usó al fanático con más prejuicios; a la persona más intolerante; al extremista más grande de aquel grupo de
cristianos, para llevar a cabo este plan. Obviamente, el Espíritu Santo dirigió todos los movimientos
encaminados a hacer que el Evangelio llegara a los no judíos. Estimado oyente, toda verdadera obra cristiana
es dirigida por el Espíritu Santo. Cualquier otra acción no logrará nada. El Espíritu Santo tuvo que obrar en el
corazón del no judío. Y el Espíritu Santo tuvo que obrar en el corazón del judío. Y así fue como el Espíritu
Santo supervisó la proclamación del Evangelio al mundo no judío. Continuemos ahora leyendo el versículo 4
de este capítulo 10 de los Hechos.
"Él, mirándolo fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han
subido para memoria delante de Dios."
Un ángel de Dios apareció a Cornelio en una visión. Él no estaba soñando pero recibió la visión mientras
estaba orando. Ahora tomemos nota de que hay ciertas cosas que en verdad tienen valor delante de Dios.
Éstas son cosas que, de por sí, en ninguna manera son méritos para obtener la salvación, pero son detalles que
Dios observa. Las oraciones de Cornelio y sus limosnas habían llegado para memoria delante de Dios y, en
consecuencia, Dios le trajo el Evangelio. Creemos que, dondequiera que haya una persona que busque a Dios
así como lo buscó Cornelio, esa persona va a escuchar el Evangelio de la gracia de Dios. Dios se ocupará de
que lo escuche. El ángel continuó hablando aquí en los versículos 5 y 6, y dijo:
"Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Éste se
hospeda en casa de cierto Simón, un curtidor que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario
que hagas."
El ángel le dijo dónde podría encontrar a Pedro. No necesitaba de otra dirección. El olor de las pieles en la
tina de curtir le conduciría al lugar donde debía ir. No tendría ningún problema para encontrar la casa del
curtidor. Los versículos 7 y 8, nos dicen:
"Cuando se marchó el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados y a un devoto
soldado de los que lo asistían, 8a los cuales envió a Jope, después de habérselo contado todo."
Estos hombres no tuvieron ninguna dificultad en encontrar el lugar. Dios tenía entonces que preparar a Simón
Pedro. Continuemos leyendo el versículo 9 de este capítulo 10 de los Hechos, donde comienza a hablarse de
La visión de Pedro
"Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, a eso del mediodía, Pedro
subió a la azotea para orar."
Era absolutamente necesario que Dios preparase a Simón Pedro porque él no tenía los antecedentes ni la
educación que tenía Pablo. Aun así, aunque él no tuviera esa preparación, Dios podía usarlo de una manera
diferente. Creemos que es un tremendo error creer que todos tenemos que ser echados en el mismo molde
para que Dios nos use. Dios puede utilizarnos cualesquiera que sean nuestros antecedentes y nuestra
educación, porque es Él quien nos prepara para el ministerio que nos encomiende. Así, pues, Dios iba a
preparar a Simón Pedro, así como ya había preparado a Cornelio. Leamos los versículos 10 al 14:
"Sintió mucha hambre y quiso comer; pero mientras le preparaban algo le sobrevino un éxtasis: Vio el cielo
abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la
tierra, en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz:
Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o impura he
comido jamás."
Mientras Pedro se preguntaba en cuanto a lo que esto significaba, una voz le habló. Ahora ¿no le parece
interesante que aunque Pedro le llamó "Señor", no obedeció a lo que el Señor le mandó que hiciese? Ahora
prestemos mucha atención a esto. Tenemos aquí a un hombre que estaba a este lado del día de Pentecostés.
Vivía en la época de la gracia de Dios, en la que ya no importaba si se comía carne, o si no se comía. Pero
Pedro todavía se atenía al sistema de la ley de Moisés y no comía nada que el sistema considerase
ceremonialmente impuro. Era sincero y honesto en cuanto a esto. Alguien dirá que él debía haber sido
tolerante, y tendría que haber comido de todo. Bueno, es que el Señor le estaba enseñando que ya no estaba
bajo el sistema mosaico, y que entonces tenía libertad para comer de todo. A veces hoy se presenta el
problema de que algunos deciden que quieren abstenerse de algo, y entonces tratan de poner a todos los
demás bajo el mismo sistema. Estimado oyente, en esta edad de la gracia usted puede hacer algo, o abstenerse
de ello. Eso es asunto suyo. Esa cuestión no va a cambiar su relación con el Señor. Continuemos leyendo el
versículo 15 de este capítulo 10 de los Hechos:
"Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común."
Dios le estaba diciendo a Pedro que él podía comer de todo lo que estaba en el lienzo. Ya no había ninguna
distinción entre alimentos limpios o impuros. Dios mismo le había dicho que podía. Ahora, el versículo 16
dice:
"Esto ocurrió tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo."
Esto realmente dejó perplejo a Simón Pedro en cuanto a su significado. Y los versículos 17 al 22, continúan
diciendo:
"Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, los hombres
que habían sido enviados por Cornelio, habiendo preguntado por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
Llamaron y preguntaron si allí se hospedaba un tal Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras
Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: Tres hombres te buscan. Levántate, pues, desciende y no
dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres
que fueron enviados por Cornelio, les dijo: Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa de vuestra venida? Ellos
dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación
de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras."
Simón Pedro tenía que ir entonces a Cesarea. Esta pequeña delegación de Cornelio le dio una explicación y le
invitó para que fuese con ellos a la casa de Cornelio. Continuemos leyendo los versículos 23 al 25 de este
capítulo 10 de los Hechos, donde comienza el relato de
La conversión de Cornelio
"Entonces, haciéndolos entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y lo
acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea. Cornelio los estaba
esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Cuando Pedro entró, salió Cornelio a
recibirlo y, postrándose a sus pies, lo adoró."
Podemos ver que Cornelio tenía mucha influencia sobre su familia y sus amigos. Había reunido a muchos de
sus parientes y amigos para esta ocasión. Pero al mismo tiempo podemos ver también que Cornelio aún era un
pagano. Cuando se le instruyó para que buscase a Simón Pedro, llegó a la conclusión de que este hombre en
verdad tenía que ser algún gran personaje. Por tanto, se postró y adoró a Pedro. Ahora, observemos la
reacción de Pedro. Esto es muy interesante. Simón Pedro nunca le habría permitido a nadie postrarse para
besar sus pies. Simplemente, no lo permitiría. Escuchemos lo que le dijo a Cornelio aquí en el versículo
siguiente, el versículo 26:
"Pero Pedro lo levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy un hombre."
Pedro se agachó y poniéndole en pie le dijo: "Levántate. Yo también soy un hombre". Y francamente, nos
agrada que haya tenido esa actitud. Continuemos con los versículos 27 y 28:
"Hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo: Vosotros sabéis cuán
abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero a mí me ha mostrado Dios que a
nadie llame común o impuro."
Pedro entró en la casa. ¡Qué paso fue aquél! Ésta fue la primera vez que Pedro entraba en una casa de un no
judío. Y vemos que todavía estaba algo desconcertado ante el mandato de Dios de ir allí.
Ahora, en su mensaje Pedro violó la primera regla de la homilética o ciencia de la predicación. Comenzó con
una disculpa. Lo que dijo no era la manera correcta de comenzar un mensaje. No fue una frase precisamente
amistosa. El hecho fue que bien podría haberse interpretado como un insulto. En otras palabras, Pedro dijo
algo así: "Si en verdad quieren ustedes saber cómo me siento en este momento, les diré que, simplemente no
quería venir. Nunca antes he entrado en casa de un gentil. Nunca antes he ido a un lugar que fuese impuro".
Ésta era la esencia de lo que Pedro dice en el principio. Pero continuó diciendo: "Aunque nunca antes he
entrado en una casa inmunda, Dios me ha mandado que no llame impura a ninguna persona. Todos somos
pecadores y todos podemos ser salvos". Ahora, ¿Cómo se sentiría usted estimado oyente, si algún visitante
llegara a su hogar y comenzara a hablar así como habló Pedro aquí, destacando la impureza de su casa?
Bueno, no creo que le respondería usted con palabras amistosas ni cálidas, ¿verdad? Sin embargo, ésta es la
esencia de lo que Simón Pedro dijo en aquella ocasión. Pero como Dios le había mostrado que no había
ninguna distinción entre lo limpio y lo impuro, él continuó diciendo aquí en el versículo 29 de este capítulo 10
de los Hechos:
"Por eso, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?"
Ahora, esto nos asombra. ¿Por qué haría aquella pregunta Simón Pedro? ¿Por qué no comenzó en seguida a
hablarles acerca de Jesucristo? Bueno, creemos que el Espíritu de Dios era quien controlaba esta situación e
impidió que Pedro se precipitase y entrase en el tema directamente.
Creemos que ésta debe ser para nosotros una lección importante. A veces presentamos nuestro testimonio
cristiano con demasiada crudeza y brusquedad. Como encontramos difícil aproximarnos a las personas,
cuando lo hacemos, actuamos como aficionados. Incluso a veces podemos expresarnos de una forma tan
brusca que podríamos llegar a ofender a una persona a la que estamos presentando la persona y el mensaje de
Cristo. Creemos que el mejor tipo de evangelización es aquella que está ligada a la oración. Tendríamos que
comenzar orando por una persona determinada. Entonces llegará el día en que deberemos poner a nuestra
oración en acción. Deberíamos pedir la dirección de Dios. Estimado oyente, si usted lo hace así, Dios le
guiará. Si usted ha estado orando por un ser amado, un amigo, o un conocido, no se le acerque simplemente
en sus propias fuerzas, ni con las energías de su persuasión humana; porque si lo hace así, fracasará. ¡Deje
que Dios le guíe!
En este programa hemos visto a Dios en acción, apoyando la extensión del Evangelio a todos los grupos y
etnias de aquella época. Le hemos visto preparando situaciones en las que el ser humano pudiese escuchar que
Dios ha enviado a Jesucristo al mundo para rescatar a los seres humanos de la esclavitud del pecado, y de las
consecuencias de la perversidad de la naturaleza humana. En la actualidad, el mensaje del Evangelio ha
cruzado todas las fronteras y ha llegado a los confines de la tierra, traspasando todas las barreras raciales y los
prejuicios sociales. Es un mensaje urgente, actual y de la máxima importancia. Y desde los antiguos días de
los profetas y de los predicadores de las Sagradas Escrituras, la voz eterna sigue proclamando las buenas
noticias de Dios para el ser humano. Y Él continúa haciéndonos escuchar Su mensaje y nos dice: Ahora es el
momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación!

Hechos 10:30-12:3
Continuamos nuestro estudio en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles. Dejamos en nuestro programa
anterior a Pedro ya en la casa de Cornelio y diciéndole que a pesar de ser abominable para un judío acercarse
a un extranjero, había venido porque Dios le había mostrado que a ningún hombre debía considerar impuro.
De modo que cuando fue llamado, vino sin replicar. Y luego le preguntó para qué le había hecho venir Y nos
preguntamos nosotros, ¿por qué haría Pedro esa pregunta? ¿Por qué no comenzó enseguida a hablarles acerca
de Jesucristo? Y dijimos que era porque el Espíritu de Dios controló la situación para que comenzara a hablar
a aquella gente con el mayor tacto posible.
Dijimos luego que esto debía servirnos de lección. A veces, se nos hace difícil aproximarnos a las personas
para testificar del Señor Jesucristo y cuando lo hacemos, no lo hacemos con tacto. A veces hablamos de
manera tan tajante, que podemos llegar a ofender precisamente a los que estamos tratando de ganar para el
Señor. Es necesario que seamos guiados por el Espíritu de Dios y debemos ser sensibles a Su dirección.
Simón Pedro no empezó enseguida a sermonear ni a predicar. Primero se enteró de lo que ocurría. Entonces
Cornelio dijo aquí en los versículos 30 al 33 de este capítulo 10 de Hechos:
"Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras
oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, y me dijo: Cornelio, tu
oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. Envía, pues, a Jope y haz venir a
Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual se hospeda en casa de Simón, un curtidor, junto al mar;
cuando llegue, él te hablará. Así que luego envié por ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos
nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado."
Cornelio le explicó que realmente no sabía por qué le había llamado, excepto que Dios así lo había indicado.
Se dio cuenta que Pedro debía tener algún mensaje para él. Pero, claro que él no sabía cuál sería ese mensaje.
Entonces Pedro le dijo aquí en los versículos 34 al 37:
"Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino
que en toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel,
anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se
divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan"
Al parecer, Cornelio y los que estaban reunidos con él habían oído ciertas cosas básicas en cuanto a Jesús de
Nazaret, y también acerca del ministerio de Juan el Bautista. Continuemos con los versículos 38 al 40:
"cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes
y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todas
las cosas que Jesús, a quien mataron colgándolo en un madero, hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén. A
éste levantó Dios al tercer día e hizo que apareciera"
Pedro presentó los hechos en cuanto a Jesucristo, asumiendo que había algunos incidentes acerca de los cuales
ellos ya sabían algo. Afirmó con toda claridad que Jesús había sido crucificado y colgado en un madero, y que
había resucitado al tercer día. Éste era el mensaje. Éste era el evangelio.
Ya hemos destacado que no hubo ni un solo sermón que predicado en el libro de los Hechos, que no hiciera
mención de la resurrección de Jesucristo. Es que esta verdad constituye el corazón, el tema esencial del
evangelio. Mientras que la resurrección no fuera anunciada, el evangelio no sería predicado. Jesucristo murió,
fue sepultado y resucitó de los muertos. Estos son hechos históricos. Ahora, la relación que usted tenga hoy
con el Cristo resucitado determina su destino eterno, debido a que Él murió por nuestros pecados conforme a
las Escrituras y resucitó para declararnos justos, como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Romanos,
capítulo 4, versículo 25. Leamos nuevamente la última parte del versículo 40 y continuemos con los
versículos 41 al 43 de este capítulo 10 de los Hechos.
"A éste levantó Dios al tercer día e hizo que apareciera, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios
había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.
Y nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y
muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él crean recibirán perdón de
pecados por su nombre."
Recordemos que ya hemos señalado antes, que Pedro tenía sus debilidades y sus fallos. Suponemos que en
realidad nos regocijamos del hecho de que Pedro fuera tan humano, porque todos somos así y de esta manera
podemos identificarnos con él. Pero lo importante fue que Pedro, predicó el evangelio. Y éste era el
evangelio: Jesucristo murió; fue sepultado y ha resucitado, y todos los que en Él crean, recibirán el perdón de
pecados. Si no compartimos este mensaje con otros, no les estamos comunicando el evangelio. Ahora, los
versículos 44 al 48 dicen:
"Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y
los creyentes procedentes del judaísmo que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también
sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo, porque los oían que hablaban en lenguas y que
glorificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean
bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y mandó bautizarlos en el
nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara por algunos días."
A este incidente se le ha llamado, el "Pentecostés de los que no eran judíos". Pedro se quedó atónito,
sorprendido de que los no judíos también recibieran el Espíritu Santo. Este derramamiento del Espíritu Santo
fue hecho audible por su hablar en lenguas. El hablar en lenguas constituyó otra evidencia más para Simón
Pedro y para los que estaban con él, de que Dios salvaría también a los no judíos y que les daría Su Espíritu
Santo. Pedro relató más tarde este incidente como evidencia de que estos no judíos habían creído en el Señor
Jesucristo y que Dios les había dado también a ellos arrepentimiento para vida eterna, como veremos en el
capítulo 11. En el capítulo 15, versículos 7 al 11 de este libro de los Hechos, Pedro nuevamente se referiría a
este incidente diciendo que comprobó que el Espíritu Santo había sido dado a los no judíos y que ellos eran
salvos por medio de la gracia del Señor Jesucristo, de la misma manera en que eran salvados los judíos. Es
difícil para nosotros darnos cuenta de la gran barrera que existía en aquel entonces, entre los judíos y la gente
de otras naciones. Los judíos de aquellos tiempos simplemente no podían creer que los no judíos iban a ser
salvos, aun a pesar del hecho de que el Señor les había dicho que esto sucedería.
Permítanos estimado oyente, dirigir su atención nuevamente al hecho de que el libro de los Hechos de los
Apóstoles nos presenta tres conversiones representativas de toda la humanidad, ya que estas tres personas
eran descendientes respectivamente de los tres hijos de Noé. El eunuco etíope era descendiente de Cam. Saulo
de Tarso era descendiente de Sem. Y Cornelio era descendiente de Jafet. En cada caso el Espíritu Santo
presentó a Cristo, utilizó a un mensajero de Dios como Su instrumento y usó la Palabra de Dios, porque la fe
viene al oír la Palabra de Dios.
En el caso del eunuco etíope el Espíritu Santo guió a Felipe, y la Palabra usada fue Isaías, capítulo 53. En el
siguiente caso, Espíritu Santo guió a Saulo por el camino a Damasco, y Jesús trató con él directamente. Saulo
había sido muy bien enseñado en el Antiguo Testamento y creemos que el testimonio de Esteban fue el
instrumento humano que Dios usó en su vida. También ahora, en este último caso, vemos que el Espíritu
Santo guió en cada detalle de la conversión de Cornelio. Preparó tanto a Cornelio como a Pedro. Y Pedro fue
el instrumento humano que predicó a Cristo resucitado ante Cornelio y su familia.
Y aquí concluye el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos ahora a

Hechos 11
En este capítulo Pedro defendió su ministerio y el evangelio avanzó hasta Antioquía. Pedro relató nuevamente
los hechos relacionados con la conversión de los no judíos en la casa de Cornelio. Las noticias de que los no
judíos habían recibido la Palabra de Dios, no parecieron causar mucha alegría en la iglesia en Jerusalén. Y
pidieron a Pedro una explicación de sobre su conducta, y por lo tanto él tuvo que defender su ministerio.
Leamos pues los primeros tres versículos de este capítulo 11 de los Hechos, que inician el párrafo en que
Pedro defendió su ministerio
"Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea que también los gentiles habían recibido la
palabra de Dios. Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, discutían con él los que eran de la circuncisión,
diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de los que no son judíos y has comido con ellos?"
Como podemos ver, hubo dudas y división. Y debemos comprender aquí que para los judíos, lo que hizo
Simón Pedro fue una cosa terrible. El hecho es que si hubiéramos podido conversar con Simón Pedro un mes
antes de su visita a la casa de Cornelio, el centurión romano, Pedro mismo también habría dicho que tal cosa
constituiría un hecho grave. En realidad, lo que sucedió aquí fue que Pedro les ofreció una disculpa. Y dejó en
claro que él de ninguna manera quería ir a llevar el evangelio a los no judíos, pero que el Espíritu de Dios le
había guiado en todo ese episodio. Leamos los versículos 4 al 6 de este capítulo 11 de los Hechos:
"Entonces comenzó Pedro a contarles de forma ordenada lo sucedido, diciendo: Estaba yo en la ciudad de
Jope orando, y tuve en éxtasis una visión: algo semejante a un gran lienzo suspendido por las cuatro puntas,
que bajaba del cielo y llegaba hasta mí. Cuando fijé los ojos en él, consideré y vi cuadrúpedos terrestres,
fieras, reptiles y aves del cielo."
Ahora, escuchemos bien su relato. Aquí Pedro nos reveló que aún estaba asombrado por todo lo que le había
sucedido. Continuemos con los versículos 7 hasta el 15:
"Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Yo dije: Señor, no; porque ninguna cosa común
o impura entró jamás en mi boca. Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios
limpió, no lo llames tú común. Esto se repitió tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. En aquel
instante llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo
que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un
hombre, quien nos contó cómo había visto en su casa un ángel que, puesto en pie, le dijo: Envía hombres a
Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás
salvo tú y toda tu casa. Cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como también sobre
nosotros al principio."
Observemos que aquí Pedro les contó lo que pasó por su mente. Leamos los versículos 16 y 17, de este
capítulo 11 de Hechos:
"Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, pero vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que
hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiera estorbar a Dios?"
El propósito de las lenguas habladas en aquella ocasión fue el proporcionar a Simón Pedro evidencias de que
el Espíritu Santo había descendido sobre ellos. ¿De qué otra manera hubiéramos sabido que ellos habían sido
bautizados por el Espíritu Santo, lo cual les incluía en el cuerpo de los creyentes? Observemos que recibieron
el Espíritu Santo cuando creyeron en el Señor Jesucristo. Continuemos leyendo el versículo 18:
"Entonces, oídas estas cosas, callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los que no
son judíos ha dado Dios arrepentimiento para vida!"
Aun los judaizantes tuvieron que callarse en ese momento. Los judaizantes eran judíos convertidos al
cristianismo que seguían practicando las prescripciones de la ley mosaica. No tuvieron objeciones ni nada
más que decir en contra de la conducta de Pedro porque todo esto sin duda provenía de Dios. Por lo tanto,
alabaron a Dios. Y éste fue un gran día. La puerta de la iglesia había sido abierta a los no judíos. Vemos
ahora, que se estaba preparando el escenario para la proclamación del evangelio hasta los confines de la tierra.
Continuemos ahora con los versículos 19 y 20 de este capítulo 11 de los Hechos, que inicia el relato de
cuando
El evangelio llegó a Antioquía
"Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban,
pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin hablar a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. Pero había
entre ellos unos de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los
griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús."
Los griegos aquí, como usted recordará, eran judíos que hablaban griego y que practicaban las costumbres
griegas. Hasta aquí observará usted que la predicación había estado dirigida solamente a los judíos.
Continuemos con los versículos 21 y 22:
"Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas
cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén, y enviaron a Bernabé para que fuera hasta Antioquía."
Hubo un gran movimiento del Espíritu de Dios en Antioquía y la Iglesia en Jerusalén oyó estas noticias. Por
tanto, la Iglesia en Jerusalén envió a Bernabé hasta Antioquía. Veremos ahora que Antioquía pronto se
convertiría en el segundo centro de la Iglesia. El hecho es que el centro realmente se desplazó de Jerusalén a
Antioquía. Continuemos con los versículos 23 y 24 de este capítulo 11 de los Hechos:
"Éste, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con propósito de corazón
permanecieran fieles al Señor. Era un varón bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue
agregada al Señor."
Observemos lo que se dijo en cuanto a Bernabé: Era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo, y de fe.
Realmente todo cristiano debiera caracterizarse por esta bondad, por estas cualidades espirituales.
Ahora, en realidad, Bernabé llegó a ser el Pastor de aquella Iglesia. Comenzó exhortando, lo cual hacía por
medio de la predicación y la enseñanza. Y la congregación creció, porque mucha gente se unió al Señor.
Ahora, al crecer la Iglesia, Bernabé se dio cuenta de que necesitaba un segundo Pastor, y él sabía dónde
encontrar uno bueno. Continuemos con los versículos 25 y 26 de este capítulo 11 de los Hechos:
"Después fue Bernabé a Tarso en busca de Saulo; y cuando lo halló, lo llevó a Antioquía. Se congregaron
allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente. A los discípulos se les llamó cristianos por
primera vez en Antioquía."
Bernabé tuvo que ir para buscar a Saulo y traerle con él. Sin embargo, descubrió que Saulo era poco reacio a
venir. Ahora, fue aquí en Antioquía donde los creyentes en el Señor Jesucristo, por primera vez, fueron
llamados cristianos. Ahora, no creemos que este término haya sido usado para burlarse de los creyentes en
Cristo Jesús. Creemos que simplemente significaba que éstos eran los seguidores de Cristo. Y fue un nombre
excelente. Y el capítulo 11 de los Hechos concluye diciendo aquí en los versículo 27 al 30:
"En aquellos días, unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos llamado
Agabo, daba a entender por el Espíritu que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual
sobrevino en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron
enviar un socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los
ancianos por mano de Bernabé y de Saulo."
El incidente registrado aquí, también fue verificado por la historia secular. Hubo un hambre general, pero su
efecto se sintió especialmente en Jerusalén donde la Iglesia había sido muy perseguida y sufrían una
necesidad acuciante. Y era maravilloso ver el espíritu fraternal; el vínculo de amor que mantenía unidos a los
miembros de la Iglesia primitiva. Ante esta circunstancia, los otros creyentes enviaron ayuda a la Iglesia
afligida en Jerusalén.
Ahora, recordemos que Saulo había sido uno de aquellos que antes había hecho daño a la Iglesia en Jerusalén
por su persecución contra ella. ¡Cuán maravilloso fue ver que con sus propias manos, un Saulo transformado
trajo entonces ayuda para esa misma Iglesia! Ése es el verdadero cristianismo, estimado oyente. Así es como
debe ser. Y pasemos ahora a

Hechos 12:1-3
En este capítulo encontramos la muerte de Jacobo y el arresto de Simón Pedro. Este capítulo describe un
período de persecución promovido por el rey Herodes Agripa. Alguien ha dicho que la sangre de los mártires
fue la simiente de la Iglesia. Y es un hecho comprobado que al aumentar la persecución, la Iglesia crece y la
Palabra de Dios se extiende. Leamos el versículo 1 de este capítulo 12 de los Hechos, que comienza con un
párrafo titulado
La muerte de Jacobo
"En aquel mismo tiempo, el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarlos."
Esta persecución empezó bajo Agripa primero, nieto de Herodes el Grande. Herodes el Grande fue el rey que
trató de matar al niño Jesús cuando dio la orden para la matanza de los niños en Belén. Si alguna vez ha
habido una familia que estuviera en enemistad contra Dios, fue esta familia de Herodes. Que sepamos, ni un
solo miembro de esa familia se convirtió a Cristo.
Usted recordará que hasta aquí, la persecución contra la Iglesia había provenido mayormente de los líderes
religiosos, y especialmente de los saduceos. Pero en este momento, surgió en las esferas del gobierno. La
persecución se desplazó de la religión a la política. Y quizá Herodes hizo esto para tratar de ganarse el favor
de ciertas personas y sectores influyentes. Lo que sabemos es que Herodes comenzó a perseguir a algunos de
la iglesia. Ahora, quisiéramos aclarar aquí, que la palabra "maltratar" no describe realmente lo que hizo. La
realidad fue que el rey Herodes desencadenó una persecución brutal y despiadada contra la Iglesia. El
versículo siguiente nos dice, sin rodeos, lo que hizo. Escuchemos el versículo 2 de este capítulo 12 de los
Hechos:
"Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan"
Jacobo se convirtió así en otro mártir de la Iglesia. Él fue el segundo mártir mencionado en la Biblia, pero es
nuestra opinión que hubo muchos otros que ya habían muerto por proclamar el nombre del Señor Jesucristo.
Ahora, el versículo 3 dice:
"y al ver que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los días
de los Panes sin levadura."
Jacobo fue muerto, pero Pedro sería milagrosamente preservado aun en medio de esta persecución.
Encontramos aquí un ejemplo de la voluntad soberana de Dios obrando en la Iglesia. Estamos seguros que
muchos que se preguntaron: "¿Por qué dejó Dios que uno de los principales líderes de la iglesia en Jerusalén
Jacobo muriera, mientras a Pedro le permitió vivir? ¿Por qué permitió Dios esto?" Y muchos hacen la misma
pregunta hoy. La respuesta es que ésta fue la voluntad soberana de Dios. Y Dios aún actúa así en la
actualidad.
En muchos casos el Señor ha quitado por medio de la muerte a muy cualificados miembros de una iglesia. Y
en cambio ha dejado a otros que quizás no sean tan fieles. Ahora, ¿por qué hace eso? Quizá algunos piensen
que Dios se ha equivocado, porque su forma de actuar no nos resulta fácilmente comprensible, desde un punto
de vista humano. Yo por ejemplo, no habría escogido a los que Dios había escogido para retirarles de esta
tierra. Pero la vida y la muerte están en manos de un Dios soberano, que obra según Su propia voluntad. Éste
es el Universo de Dios y no el nuestro. Esta es la Iglesia de Dios y no la nuestra. Y la mano de un Dios
soberano se mueve en la iglesia.
Pero aun en medio de las circunstancias más trágicas de la vida, aquellas en que llegamos a rebelarnos porque
Dios ha permitido que nos suceda algo que va más allá de nuestra capacidad de soportar el dolor, es bueno
recordar que Él tiene algo que comunicarnos. Es que muchas veces el trajinar de la vida nos aturde y nos
impide percibir la realidad del mundo espiritual, aquella dimensión en la que Dios actúa. Y es en esas
situaciones en que quedamos perplejos e inmovilizados por la confusión, o por la desilusión, Dios quiere
hablarnos. Estimado oyente, nos despedimos recordando las palabras del apóstol Pablo, aquel hombre
llamado Saulo, que fue transformado por Dios, quien nos dejó estas palabras de ánimo, escritas en Romanos
8:37-39: "pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Estoy convencido
de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas
espirituales, ni lo presente ni lo futuro, ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios.
¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor!"

Hechos 12:4-13:5
Continuamos estudiando hoy el capítulo 12 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior
estuvimos considerando la muerte de Jacobo. Dijimos que hasta ese momento la persecución contra la iglesia
había estado dirigida mayormente por los líderes religiosos y, especialmente, por los Saduceos. Pero a partir
de entonces, sería promovida por las esferas del gobierno. La persecución, pues, se desplazó de la religión a la
política. Y dijimos que quizás Herodes hizo esto para tratar de ganarse el favor de ciertas personas y sectores
influyentes. Lo cierto es que Herodes desencadenó una persecución brutal y despiadada contra la iglesia. Y
así, pues, dio muerte a espada a Jacobo, hermano de Juan.
Ahora viendo que esto había sido del agrado de los judíos, procedió entonces a arrestar también a Pedro. Y
observamos que Jacobo fue muerto, pero Pedro sería milagrosamente preservado aun en medio de estas
circunstancias. Y dijimos que había aquí un ejemplo de la voluntad soberana de Dios obrando en la iglesia.
Continuemos, pues, hoy con el versículo 4 de este capítulo 12 de los Hechos.
"Tomándolo preso, lo puso en la cárcel, entregándolo a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para
que lo vigilaran; y se proponía sacarlo al pueblo después de la Pascua."
En realidad Pedro había sido puesto bajo la vigilancia de una guardia, una guardia armada y reforzada.
Observemos que fue entregado a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno; o sea que había 16 soldados
custodiando a Pedro. ¿No cree usted que Herodes sospechaba que alguien trataría de librar a Pedro?
Continuemos con el versículo 5 de este capítulo 12 de Hechos, que nos introduce a un párrafo que habla sobre
La liberación de Pedro
"Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel, pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él."
Ahora estos creyentes no llegaron ante Dios con una larga lista de peticiones. Simplemente entraron a la
presencia de Dios y oraron seriamente para que este hombre, Simón Pedro, fuera librado. Sus corazones se
habían volcado en sus oraciones. El versículo 6 continúa diciendo:
"Cuando Herodes lo iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto
con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel."
¿Cómo le fue posible a Simón Pedro dormirse estando entre dos soldados? Bueno, recordemos que Pedro
también fue uno de los que se habían dormido en el Jardín de Getsemaní, poco antes de la muerte de Jesús.
Diríamos que Simón Pedro no tenía mucho problema para quedarse dormido. Parece que podía quedarse
dormido en casi cualquier circunstancia y a cualquier hora. Pero ¡qué gran confianza deber haber tenido Pedro
en Dios, para poder dormir entre estos dos soldados! Continuemos con los versículos 7 al 9 de este capítulo
12 de Los Hechos.
"Y se presentó un ángel del Señor y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, lo
despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos. Le dijo el ángel: Cíñete y
átate las sandalias. Él lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto y sígueme. Pedro salió tras el ángel, sin
saber si lo que el ángel hacía era realidad; más bien pensaba que veía una visión."
El ángel le pidió algo muy razonable. No hubo aquí acciones espectaculares que causaran alarma.
Simplemente le dijo a Pedro que se pusiera los zapatos y se vistiera. Pedro creyó al principio que todo era sólo
un sueño. Y ahora el versículo 10 dice:
"Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la
cual se les abrió por sí misma. Salieron y pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él."
Ciertamente había suficiente guardia para custodiar a Pedro en la cárcel. En realidad creemos que esperaban
que algo así pudiera suceder. Recordemos que anteriormente el Señor Jesús había salido del mismo sepulcro;
lo cual fue una vergüenza para ellos. Por esa razón decidieron que no iban a permitir que algo semejante les
sucediera otra vez, y colocaron, entonces, este gran cuerpo de guardia para custodiar a Pedro.
Recordemos también que la iglesia en Jerusalén estaba orando por Simón Pedro mientras esto sucedía. Tan
pronto como Pedro estuvo fuera de todo peligro, el ángel le permitió seguir solo. Así que las oraciones de la
iglesia fueron contestadas de una manera muy definida. Continuando con el versículo 11 de este capítulo 12
de Hechos, leemos:
"Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y
me ha librado de la mano de Herodes y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba."
Pedro enseguida reconoció que Dios lo había liberado. Leamos el versículo 12.
"Al darse cuenta de esto, llegó a casa de María, la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos.
Muchos estaban allí reunidos, orando."
La iglesia en aquel entonces, y por unos ciento cincuenta años después, no tenía edificios así como los
tenemos hoy. Hoy cuando hablamos de una iglesia, por lo general nos referimos a un edificio. Pero la iglesia,
según la Biblia, es el cuerpo de creyentes. En el principio, la iglesia nunca se reunía en un edificio público,
pues no disponían de esas comodidades. Se congregaban en las casas de los creyentes en Cristo.
Al parecer, la madre de Juan Marcos era una mujer con recursos y debe haber tenido una casa lo
suficientemente grande como para que se reunieran allí todos los miembros de la iglesia. Y precisamente
estaban todos reunidos allí aquella misma noche orando a Dios para que Simón Pedro fuera liberado.
Continuemos con el versículo 13.
"Cuando Pedro llamó a la puerta del patio, salió a atender una muchacha llamada Rode"
Ahora la expresión: "salió a atender" aquí, significa realmente que ella salió a escuchar. Aquellos eran días de
persecución y era importante saber quién estaba llamando a la puerta. Su nombre Rode significaba Rosa y era
probablemente una criada. Ahora el versículo 14 continúa diciendo:
"la cual, al reconocer la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro dio la nueva
de que Pedro estaba a la puerta."
¡Qué situación tan peculiar! ¡La joven se olvidó de abrirle la puerta! Esta muchacha estaba tan agitada que
simplemente dejó a Pedro esperando fuera, mientras ella corría hacia donde la congregación estaba orando. Y
el versículo 15 dice:
"Ellos le dijeron: ¡Estás loca! Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!"
¿Puede usted imaginarse esta conversación? Ella les dijo que Pedro estaba a la puerta, y ellos le dijeron que
ella estaba loca. "No", les dijo, "No estoy loca". Pedro está a la puerta". "Bueno, ¿lo has visto?" "No, no abrí
la puerta, pero le oí hablar y conozco su voz". "¡Ah!", dijeron ellos, "¡es su ángel!" La palabra aquí es
"neuma" que en realidad significa espíritu y no ángel. Ellos no creían que allí a la puerta estuviera una especie
de ángel guardián de Pedro. Creían que era su espíritu. En otras palabras, creyeron que Pedro había muerto,
que había sido ejecutado por Herodes. ¿No le parece esto muy significativo, estimado oyente? La iglesia
había estado orando para que Simón Pedro fuera puesto en libertad. Pero cuando fue liberado, no lo creyeron.
Así sucede con nuestras oraciones, ¿verdad? Me sirve de consuelo el hecho de que la iglesia primitiva, con
todo su gran poder espiritual, no creyera que sus oraciones habían sido contestadas en esta ocasión. No
creyeron que Simón Pedro había sido verdaderamente liberado. ¿No sucede lo mismo con nosotros tantas
veces, estimado oyente? Cuando recibimos una respuesta a una oración, nos alegramos mucho y hablamos
tanto de ella y nos comportamos como si en verdad estuviéramos sorprendidos; porque en realidad no
esperábamos ninguna contestación. Y quedamos realmente asombrados. Sin embargo, Dios oye y contesta
nuestras oraciones. ¡Cuán bondadoso es Dios!
Ahora aquí dice que ". . . Pedro persistía en llamar. . ." Esta persistencia era característica de Pedro. Nadie le
abría la puerta porque no creyeron que sus oraciones han sido contestadas y estaban allí adentro discutiendo si
era Pedro, o si era su espíritu. Mientras tanto, Pedro quería entrar y ya estaba por derribar la puerta. Leamos
los versículos 16 y 17:
"Pero Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y lo vieron, se quedaron atónitos. Pero él, haciéndoles
con la mano señal de que callaran, les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber
esto a Jacobo y a los hermanos. Luego salió y se fue a otro lugar."
Simplemente no podían creer lo que veían. Ahora Pedro salió de Jerusalén. Y considerando que Dios le había
liberado milagrosamente, ¿no habría podido Dios guardarle milagrosamente seguro allí en Jerusalén? ¿No
debió Pedro haber dicho, "Bueno, yo me quedaré por aquí. Dios me ha liberado de la cárcel y yo sé que me
seguirá protegiendo." ¡Claro que Dios podía haberle guardado! Pero en estos casos, Dios también espera que
usemos nuestro sentido común. A veces lo que parece una gran fe en Dios, es verdaderamente una actitud
presuntuosa y temeraria de probar a Dios. Incluso después de haber hecho alguna cosa maravillosa por usted y
por mí, Dios todavía espera que seamos prudentes. Ahora el versículo 18 de este capítulo 12 de Hechos dice:
"Cuando se hizo de día, se produjo entre los soldados un alboroto no pequeño sobre qué habría sido de
Pedro."
Lucas hizo uso del diminutivo y cuando dijo que hubo "un alboroto no pequeño", lo cual quiere decir que se
produjo un verdadero escándalo. En el capítulo 15 de los Hechos, versículo 2, cuando el judaísmo entró en la
iglesia, el Dr. Lucas dijo que tuvieron ". . . una discusión y contienda no pequeña". Esto quiere decir que se
armó en realidad una gran pelea. El Dr. Lucas siempre fue muy bondadoso y se expresó con gran delicadeza.
Cuando los soldados descubrieron lo que había ocurrido y se dieron cuenta que Simón Pedro se había ido, es
posible que llamaran a la mitad de las tropas. Deben haberle buscado de casa en casa. Quizás pusieron una
guardia alrededor de la ciudad para tratar de impedir que se escapara. Ahora el versículo 19 nos dice:
"Pero Herodes, habiéndolo buscado sin hallarlo, después de interrogar a los guardas ordenó llevarlos a la
muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí."
Herodes, como podemos ver, era un hombre impasible y empedernido. No tenía ninguna consideración por la
vida humana. Al ordenar ejecutar a todos los soldados que habían estado custodiando a Pedro, estaba dando a
entender a todos que él no creía que la huida de Pedro había sido un acto de Dios, porque consideró
responsables a aquellos soldados. Luego se fue a Cesarea que era un lugar muy popular para veranear en el
Mediterráneo, para tomar unas vacaciones. Pilato también solía disfrutar de aquel lugar, igual que muchas de
las autoridades romanas, que también residían allí. En realidad este era un centro de operaciones de Roma. A
los romanos, como a Pilato, no les gustaba la ciudad de Jerusalén. Iniciamos ahora el relato de
La muerte de Herodes
Ahora veremos que Dios consideró a Herodes responsable, de acuerdo con el conocimiento que le había dado.
Leamos entonces el versículo 20 de Hechos 12:
"Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón, pero ellos, de común acuerdo, se presentaron ante él,
y habiendo sobornado a Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era
abastecido por el del rey."
Tiro y Sidón comerciaban con Herodes y cuando él estaba enfadado por algo, su actitud le hacía daño a la
economía de aquellas ciudades. Llegaron, entonces, para hacerle una proposición a Herodes. Y en el versículo
21, leemos:
"El día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y los arengó."
Herodes era un hombre muy ostentoso y lleno de orgullo. Era también un buen orador. Era la clase de político
que habría sido elegido, cualquiera fuera su partido.
Podemos considerar a Herodes uno de aquellos hombres que fue como una miniatura del Anticristo. Juan nos
habló de esto en I de Juan 2:18, donde dijo: "Hijitos, ya es el último tiempo. Según vosotros oísteis que el
anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo". El
pueblo aclamó a Herodes como si fuera un dios. Pero veamos lo que ocurrió en los versículos 22 y 23:
"Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de un dios, y no de un hombre!. 23Al momento, un ángel del Señor lo
hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos."
Estimado oyente, Dios no comparte Su gloria con nadie. Dice en la profecía de Isaías, capítulo 42, versículo
8: "¡Yo el Señor, este es mi nombre! A ningún otro daré mi gloria, ni a los ídolos mi alabanza". Herodes
rehusó dar la gloria a Dios por medio del milagro de la liberación de Pedro de la cárcel. Y ahora estaba
dispuesto a dejar que el pueblo le deificara. Pero Dios le juzgó. Dios es celoso de Su gloria. ¡Qué lección
tenemos aquí sobre el fracaso inevitable del orgullo humano!
Ahora, uno creería que como resultado de toda esta persecución, la iglesia ya estaría casi destruida y que
pronto desaparecería. Sin embargo, el versículo siguiente, el versículo 24 de este capítulo 12 de Hechos, dice:
"Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba."
La persecución no le hizo ningún daño a la iglesia. Más bien influyó en su crecimiento y expansión. Y el
versículo final, el versículo 25, dice:
"Bernabé y Saulo, cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén, llevando también consigo a Juan, el que
tenía por sobrenombre Marcos."
Vemos aquí que Juan Marcos fue a Antioquía junto con Bernabé y Saulo. Recordemos que ellos, o sea
Bernabé y Saulo, habían ido a Jerusalén para llevar ayuda económica para la iglesia.
Y así llegamos al final del segundo período del libro de los Hechos de los Apóstoles. En el primer período el
Evangelio fue proclamado en Jerusalén. Ahora, en este segundo período, el Evangelio se había extendido en
Judea y en Samaria. Comenzando con el siguiente capítulo, el capítulo 13, veremos la difusión del Evangelio
hasta los confines de la tierra. En la actualidad, en los tiempos actuales nos encontramos en ese período y
esperamos que tanto usted como yo estemos participando activamente en él. Llegamos así a

Hechos 13:1-5
Ésta es la última división principal del libro de los Hechos. Esta sección presenta al Señor Jesucristo obrando
mediante el Espíritu Santo a través de los apóstoles hasta lo último de la tierra. Esta sección incluye los
capítulos 13 al 28.
Usted recordará que la clave del libro se encuentra en estas palabras de Jesús, Hechos 1:8, "Me seréis
testigos". Esto no fue un mandamiento a la iglesia como un organismo, sino que fue dirigido a cada miembro
de la iglesia, a cada creyente, individualmente. Es decir, nos incluye a usted y a mí. Este testimonio tenía que
ser promulgado en Jerusalén, luego en Judea y en Samaria, y luego hasta los confines de la tierra.
Durante el período de la proclamación en Jerusalén vimos que el Evangelio fue presentado a los judíos. La
iglesia en Jerusalén estaba integrada enteramente por judíos. Durante el siguiente período, vimos cómo el
Evangelio llegó hasta los samaritanos y vimos la conversión de algunos no judíos. Ahora el Evangelio
emprendió oficialmente su camino para llegar hasta todas las naciones de la tierra. Llegó así a mis
antepasados y a los suyos. Hoy, usted y yo somos los beneficiarios del hecho de que alguien hubiese
caminado por los caminos de esta tierra, para llevar el Evangelio a todo el mundo. Por tanto, usted y yo
debemos estar implicados en llevar el Evangelio, a los que aún no han escuchado este glorioso mensaje.
En este crecimiento vertiginoso del Evangelio más allá del ámbito de Pedro, veremos que Pablo llegó a ser el
líder dominante y Pedro desapareció de la escena. Dios había usado poderosamente a Pedro, pero en este
momento Pablo era el personaje prominente que Dios usaría.
Esperamos que usted, estimado oyente, pueda seguir en un mapa este primer viaje misionero de Pablo.
Comenzó su viaje con Bernabé. Se detuvieron primero en la isla de Chipre, hogar de Bernabé. Atravesaron la
isla y luego navegaron desde Pafos para ir a Perge en Panfilia. Luego penetraron en el interior de Asia Menor,
donde hoy se encuentra Turquía y entraron en el país entonces llamado Galacia. Visitaron Antioquía, Iconio,
Listra y Derbe. Luego, a su regreso, viajaron por Atalia, y desde allí navegaron de regreso a Antioquía.
Comencemos, pues, leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 13 de Hechos. En el párrafo en el
que
Bernabé y Pablo fueron enviados desde Antioquía
"Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se
llamaba Níger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo.
Ministrando éstos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra
a que los he llamado."
Notará usted que en el principio de su ministerio la designación era la de "Bernabé y Saulo". No llegarían
muy lejos en su primer viaje misionero, antes de que el nombre de Saulo fuera cambiado a Pablo. Pronto fue
evidente también que Pablo se convirtió en el líder y portavoz principal; y así el equipo sería designado
entonces, como "Pablo y Bernabé". Continuemos ahora con el versículo 3.
"Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron."
Estos hombres fueron entonces apartados para la obra misionera. ¿Se fijó usted en la iglesia que les envió al
mundo? No fue la iglesia en Jerusalén. Sinceramente hablando, la iglesia de Jerusalén no era una iglesia
misionera. En cambio, la iglesia en Antioquía sí tenía una visión misionera. Ayunaron y oraron, dice aquí,
debido a su sinceridad y determinación en cumplir la voluntad de Dios.
También les impusieron las manos a estos dos misioneros que enviaron. La imposición de manos era un
medio de identificación. Así pues, los cristianos en Antioquía indicaban, mediante la imposición de manos,
que se identificaban, como compañeros de Pablo y Bernabé, con la gran obra de proclamar la Palabra de Dios.
Estaban enviando a estos hombres como sus representantes. Ellos se quedarían en casa y trabajarían mientras
Pablo y Bernabé salían en su lugar.
Ahora es muy importante notar que fueron enviados por el Espíritu Santo y guiados por Él. Fueron al pueblo
de Seleucia, en la costa, y navegaron desde allí. Y el versículo 5 nos dice:
Al llegar a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan de
ayudante.
Tomemos nota de que llevaron a Juan con ellos. Ahora quisiéramos destacar aquí que desde el mismo
principio, Pablo adoptó un método que siguió durante todo su ministerio. Siempre entró primero en las
sinagogas, lugares que le sirvieron como punto de partida, desde el cual predicó el Evangelio a toda la
comunidad. Pero siempre predicó el Evangelio primero en la sinagoga.
No podemos evitar un sentimiento de simpatía y comprensión al ver que una misión tan extraordinaria
comenzase con tan pocos mensajeros, y con medios tan rudimentarios. Fueron instrumentos humanos débiles
y sin recursos importantes, humanamente hablando. Sin embargo, fueron guiados, impulsados y protegidos
por el Espíritu de Dios. Y así fue que los mensajeros comenzaron a multiplicarse y pronto harían oír su voz
por todo el mundo conocido en aquella época. Es que aquél no era un mensaje humano. Era Dios quien
hablaba a través de ellos, de la misma manera que le habla hoy a usted, estimado oyente. Es el mismo mensaje
universal, pero que le llega a usted personalizado, porque usted mismo, es objeto del amor de Dios, expresado
en la muerte y resurrección de Jesucristo

Hechos 13:6-14:7
Continuamos estudiando hoy el capítulo 13 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior
dejamos a Bernabé, a Saulo y a Juan Marcos en la isla de Chipre, concretamente en Salamina, donde
anunciaban la Palabra de Dios en las Sinagogas de los judíos. Y notamos que desde el principio, Pablo adoptó
un método que siguió durante todo su ministerio. Siempre entraba primero a predicar el Evangelio en las
sinagogas, lugares que le sirvieron como una punta de lanza, o puesto de avanzada para introducirse a la
comunidad. Hoy vamos a leer el versículo 6 de este capítulo 13 de Hechos, para considerar
La oposición en Pafos
"Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado
Barjesús"
Parece que su ministerio no producía muchos resultados en Salamina. Al menos, no se nos dio ningún informe
en cuanto a los resultados de sus actividades allí. Atravesaron la isla de Chipre, y en Pafos encontraron esta
oposición, la cual era realmente satánica. Se les presentó por medio de un mago que tenía mucha influencia
sobre el procónsul romano, gobernador de aquella isla, llamado Sergio Paulo. Allí en Pafos pues, encontraron
a este mago llamado Barjesús y dicen los versículos 7 y 8:
"(el mago) estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Éste, llamando a Bernabé y a Saulo,
deseaba oír la palabra de Dios. Pero los resistía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), intentando
apartar de la fe al procónsul."
Ésta fue una oposición satánica y este hombre influía sobre el gobernador. Lamentablemente hay muchos
dirigentes hoy que están bajo la influencia de toda clase de sectas que están en directa oposición a la Palabra
de Dios y al Evangelio. Ahora, el versículo 9 dice:
"Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos"
Ahora, vemos aquí que el nombre de Saulo fue cambiado. Aquí el Dr. Lucas dio por primera vez a Pablo, su
nombre romano, que desde ese momento en adelante sería su único nombre. Pablo pues, lleno del Espíritu
Santo, fijando en el mago los ojos, dijo aquí en el versículo 10:
"le dijo: ¡Lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de
trastornar los caminos rectos del Señor?"
Pablo bien pudiera haber sido un hombre de carácter bastante manso, en ciertos aspectos. Pero cuando
encontró esta clase de oposición, la denunció con todo su ser. Reconoció que era satánica y la denunció como
tal. Y creemos estimado oyente, que nos corresponde hacer lo mismo hoy en día. Pablo continuó hablando
aquí en el versículo 11 y dice:
"Ahora, pues, la mano del Señor está contra ti, y quedarás ciego y no verás el sol por algún tiempo.
Inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien lo condujera de
la mano."
Este supuesto mago ya andaba en tinieblas espirituales, pero ahora le cayeron tinieblas físicas. Y continúa
diciendo el versículo 12 de este capítulo 13 de los Hechos:
"Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, admirado de la doctrina del Señor."
Permítanos dirigir su atención estimado oyente, hacia el hecho de que Pablo tenía los dones de un apóstol
acompañados de señales milagrosas. Cuando llegó a Pafos no le fue posible pedir a la gente que se volviera a
las enseñanzas del Nuevo Testamento, porque todavía no había ningún Nuevo Testamento escrito. Pablo no
pudo predicar de la epístola a los Romanos, porque todavía no la había escrito. No podía referirse al evangelio
según San Juan porque Juan aun no había escrito su evangelio. Por lo tanto, ¿cómo iban a reconocer su
autoridad? Fue únicamente mediante los dones con señales milagrosas. Hoy, el Nuevo Testamento ya ha sido
escrito. Ahora nos ha sido dada una manera diferente para reconocer la autoridad de un maestro. El apóstol
Juan en su segunda epístola, versículo 10, dijo: "Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo
recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!" Esta doctrina se halla en la Palabra de Dios, en el Nuevo
Testamento.
Ahora, recordemos que el mago había estado haciendo algunos trucos bien elaborados con el poder de
Satanás. En aquellos días, un falso profeta probablemente podía sanar y hacer algunos milagros con el poder
de Satanás. Pablo, en cambio, recibía su autoridad del Señor Jesucristo y dominó completamente al mago por
el poder del Evangelio del Señor Jesucristo. Y vemos que el procónsul romano Sergio Paulo llegó a ver la luz.
Había vivido en tinieblas espirituales, pero ahora, se admiró de la doctrina del Señor y creyó. Leamos ahora el
versículo 13 de este capítulo 13 de los Hechos de los Apóstoles:
"Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose
de ellos, volvió a Jerusalén."
Ahora, eso es todo lo que nos dijo el doctor Lucas. El doctor Lucas era muy moderado en sus expresiones. No
nos dijo nada negativo en cuanto a la retirada de Juan Marcos. Pero, más tarde veremos que Juan Marcos en
realidad abandonó a estos dos hombres. Decidió volverse a su casa, junto a su madre. Ahora, recordemos que
su madre era miembro prominente de la Iglesia de Jerusalén y que su hogar era el lugar de reunión para esa
Iglesia. Pues bien, este joven regresó a casa. Al parecer, al llegar hasta el interior de Asia Menor y ver allí
todo el paganismo, los peligros para su integridad física y las dificultades, creyó que no había sido llamado
para ser misionero. Se encaminó entonces en otra dirección, y esa dirección le llevó a su casa.
Ahora, más tarde veremos que Pablo rehusaría llevar a Juan Marcos consigo en su segundo viaje misionero.
El hecho fue que Pablo y Bernabé no estaban de acuerdo en cuanto a si deberían o no llevar con ellos a Juan
Marcos; y su desacuerdo sería tal, que por fin Pablo y Bernabé se separarían. Pablo seguiría en una dirección
y Bernabé en otra. Ahora, creemos que Pablo se equivocaría en cuanto a Juan Marcos. Dios no le desecharía
por su fallo. Gracias a Dios, tampoco nos desecha a nosotros debido a nuestras fallas. Dios le daría a Juan
Marcos otra oportunidad. Más tarde, el mismo Pablo sería lo suficientemente noble como para admitir que se
había equivocado, y estando cercano a la muerte, pediría que Juan Marcos viniera a verle. Escribiendo su
segunda carta a Timoteo, capítulo 4, versículo 11 dijo: "Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele
contigo, porque me es útil para el ministerio."
Éste fue el mismo Juan Marcos que escribiría el evangelio que conocemos como el evangelio según San
Marcos. Al fin de cuentas, Juan Marcos saldría bien de su situación. Y es maravilloso que Dios nos de una
segunda oportunidad. Pero, aquí, en este momento del relato, Juan Marcos fracasó. Los abandonó y se volvió
a Jerusalén. Mientras tanto Pablo y Bernabé entraron en el interior de Asia Menor. Leamos ahora los
versículos 14 y 15 de este capítulo 13 de los Hechos, en un párrafo que gira alrededor de
El sermón de Pablo en Antioquía
"Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga un sábado y se
sentaron. Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los altos dignatarios de la sinagoga mandaron a
decirles: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad."
Pablo siguió con su método de ir primero a las sinagogas. Los judíos estaban dispersados por todas partes del
Imperio Romano, y habían establecido sinagogas en todas las ciudades donde vivían. Cuando llegaban
visitantes de Jerusalén, ya que los judíos deseaban escuchar alguna palabra de la capital religiosa, después de
leer las Escrituras, invitaban al visitante a decir algo. Esto siempre le daba al apóstol Pablo una maravillosa
oportunidad que, en este caso, aprovechó bien.
Creemos que este mensaje que Pablo predicó en Antioquía de Pisidia, fue uno de sus grandes sermones. Sin
embargo, generalmente es pasado por alto hoy. En realidad, es el primer sermón de Pablo que se menciona en
la Biblia. Lo predicó en la sinagoga en un día de reposo. Cuando le preguntaron a Pablo si quería decir algo,
estamos seguros de que contada seguridad, tenía mucho que decir. Era precisamente por eso, que estaba allí
en la sinagoga. Leamos el versículo 16:
"Entonces Pablo se levantó y, hecha señal de silencio con la mano, dijo: Israelitas y los que teméis a Dios,
oíd"
Podemos llegar a la conclusión, por esta introducción, que había allí algunas visitas. Había judíos y
probablemente algunos no judíos convertidos al judaísmo. Continuemos con los versículos 17 hasta el 20 de
este capítulo 13 de los Hechos:
"El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres y enalteció al pueblo siendo ellos extranjeros en
tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella. Por un tiempo como de cuarenta años los soportó en
el desierto, y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su territorio.
Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel."
Ahora, observemos que Pablo estaba haciendo lo mismo que hizo Esteban ante el Sanedrín, que era el
supremo tribunal religioso de los judíos. Hizo un recuento de la historia de la nación. Continuemos con los
versículos 21 al 23:
"Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años.
Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David, hijo
de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero. De la descendencia de éste, y
conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel."
Pablo repasó la historia de Israel hasta el tiempo de Jesucristo. Y entonces les presentó al Salvador. Veamos
los versículos 24 al 26:
"Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Cuando Juan
terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? Yo no soy él; pero viene tras mí uno de quien no soy
digno de desatar el calzado de los pies. Hermanos, hijos del linaje de Abraham y los que entre vosotros
teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación"
Al parecer, estos hombres habían oído hablar de Juan el Bautista. Aquí Pablo llegó a la parte más delicada de
su sermón. Continuemos con los versículos 27 y 28:
"porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, que no conocían a Jesús ni las palabras de los
profetas que se leen todos los sábados, las cumplieron al condenarlo. Sin hallar en él causa digna de muerte,
pidieron a Pilato que se le matara."
Al continuar Pablo exponiendo su reseña histórica, destacó también que todo sucedió como cumplimiento de
la profecía. Ellos estaban cumpliendo las profecías al mismo tiempo que las leían, todos los días de reposo.
Leían las profecías sin comprensión alguna de lo que leían. Pablo continuó en los versículos 29 al 31 y dijo:
"Y cuando cumplieron todas las cosas que de él estaban escritas, lo bajaron del madero y lo pusieron en el
sepulcro. Pero Dios lo levantó de los muertos. Y él se apareció durante muchos días a los que habían subido
juntamente con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo."
Notará usted que todo sermón que fue predicado en el Nuevo Testamento, tuvo como su punto central y su
núcleo esencial la muerte y la resurrección de Jesucristo. Ése era el mensaje. Simón Pedro lo predicó. Y en
este momento, Pablo el apóstol también lo predicó. No hubo ni el más mínimo desacuerdo en el mensaje de
estos dos apóstoles. Continuemos con los versículos 32 y 33:
"Nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios nos
ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi
hijo eres tú, yo te he engendrado hoy."
Esta referencia del Antiguo Testamente, en el Salmo 2:7, no se refiere al nacimiento de Cristo. Se refiere a la
resurrección de Cristo. La expresión, "Yo te he engendrado hoy", no es una referencia a Su nacimiento
virginal, sino a Su resurrección de los muertos. Leamos los versículos 34 y 35 ahora:
"Y en cuanto a que lo levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las
misericordias fieles de David. Por eso dice también en otro salmo: No permitirás que tu Santo vea
corrupción."
Y Pablo se extendió hablando de la resurrección. Estaba citando lo mismo que Pedro en el día de Pentecostés.
Continuemos con los versículos 36 al 39 de este capítulo 13 de los Hechos:
"Y a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió y fue
reunido con sus padres, y vio corrupción. Pero aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción. Sabed, pues,
esto, hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que no
pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, en él es justificado todo aquel que cree."
Ahora el concretó esto con precisión. Explicó el significado de la muerte y la resurrección de Jesucristo. En
realidad les estaba pidiendo que tomasen la decisión de creer en el Señor Jesucristo. Y continuó en los
versículos 40 y 41 y dice:
"Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas: Mirad, menospreciadores,
asombraos y desapareced, porque yo hago una obra en vuestros días, obra que no creeréis si alguien os la
cuenta."
Aquí estaba la apelación a ellos. Les pidió que no rechazasen su mensaje. Y dice el versículo 42:
"Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente sábado les
hablasen de estas cosas."
Esto revela que también había algunos gentiles que escucharon el mensaje. Querían que este mensaje también
les fuera predicado a ellos. Continuemos ahora con los versículos 43 y 44 de este capítulo 13 de los Hechos:
"Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a
Bernabé, quienes hablándoles los persuadían a que perseveraran en la gracia de Dios. El siguiente sábado
se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios."
Debe haber habido mucha discusión en cuanto al mensaje de Pablo. El siguiente día de reposo casi toda la
ciudad estuvo allí para escuchar la predicación de Pablo. Leamos el versículo 45 de este capítulo 13 de los
Hechos:
"Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo
y blasfemando."
Esta vez se produjo una gran conmoción porque los principales dirigentes religiosos se opusieron a Pablo y
Bernabé. Continuemos leyendo los versículos 46 al 49 de Hechos 13:
"Entonces Pablo y Bernabé, hablando con valentía, dijeron: A vosotros, a la verdad, era necesario que se os
hablara primero la palabra de Dios; pero puesto que la desecháis y no os juzgáis dignos de la vida eterna,
nos volvemos a los gentiles, porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los
gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra. Los gentiles, oyendo esto, se
regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida
eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia."
Éste fue el esquema recurrente: El evangelio se predicó primero a los judíos; ellos lo rechazaron; así que ellos
se dirigieron a los gentiles con el mensaje de las buenas noticias. Y los versículos finales de este capítulo 13
de los Hechos, los versículos 50 al 52 dicen:
"Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron
persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites. Ellos, entonces, sacudiendo contra ellos
el polvo de sus pies, llegaron a Iconio. Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo."
Observemos la condición de aquellos que fueron convertidos: "Estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo".
Y sí concluye el capítulo 13 de este libro de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos ahora a

Hechos 14:1-7
En este capítulo tenemos el primer viaje misionero de Pablo. Pues bien, tenemos aquí a Pablo y a Bernabé en
abierta confrontación con aquel paganismo impenetrable que imperaba en toda Galacia. Creemos que la
región de Galacia fue el campo misionero más difícil en que Pablo jamás tuviera que trabajar.
Es necesario leer la epístola de San Pablo a los Gálatas para descubrir eso. Si usted la lee, notará que fue la
epístola más dura que Pablo escribió. La escribió a un grupo de personas que tenían una tendencia espiritual
en la dirección equivocada y siempre se estaban apartando de la doctrina cristiana. Es interesante notar
también que Pablo visitó las Iglesias de Galacia más que a cualquier otro grupo de iglesias.
Permítanos ahora, darle los datos siguientes en cuanto a esta región de Galacia que fue visitada por Pablo en
su primer viaje misionero. Los habitantes que le dieron el nombre a esta provincia eran los galos, una tribu
celta de la misma raza que la que habitó partes de Francia. En el siglo IV A.C. invadieron el Imperio Romano
penetrando hasta su capital, o sea Roma, a la que saquearon. Más tarde cruzaron hasta Grecia y tomaron la
ciudad de Delfos en el año 280 A.C. Por invitación de Nicomedes I, rey de Bitinia, se dirigieron a Asia Menor
para ayudarle en una guerra civil; eran hombres bélicos, y veremos que pronto se establecieron en Asia
Menor. En el año 189 A.C. fueron hechos súbditos del Imperio Romano y se convirtieron en una de sus
provincias. Sus fronteras variaron, y por muchos años retuvieron sus propias costumbres e idioma. Las
Iglesias que Pablo estableció en su primer viaje misionero, fueron incluidas por un tiempo en el territorio de
Galacia. Por tanto, éste es el nombre que Pablo normalmente usaría al referirse a estas Iglesias.
Ahora, los habitantes de Galacia eran orientales rubios. César dijo lo siguiente en cuanto a los galos: "La
debilidad de los galos es que son muy volubles en sus resoluciones, demasiado aficionados al cambio, y no se
puede confiar en ellos". Otro escritor de aquel período los describió como: "francos, impetuosos,
impresionables, muy inteligentes, aficionados a la ostentación, pero, sumamente inconstantes, con una
vanidad excesiva". Hablaremos otra vez de estos habitantes de Galacia, cuando estudiemos la epístola a los
Gálatas. Pablo les escribió una carta muy severa, precisamente porque necesitaban esa clase de carta. Bien,
comencemos entonces nuestro estudio de este capítulo 14 del libro de los Hechos de los Apóstoles, leyendo el
versículo 1, que nos habla sobre
La obra en Iconio
"Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó
una gran multitud de judíos y de griegos."
Si seguimos este viaje misionero de Pablo y Bernabé en un mapa, veremos que atravesaron a lo largo la isla
de Chipre, y que luego navegaron a Perge en Panfilia. Luego viajaron hasta Antioquía, Iconio, Listra y Derbe,
ciudades de Galacia. Ahora se hallaban en el centro de Asia Menor, o sea en la Turquía actual. Continuemos
con los versículos 2 hasta el 4 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Pero los judíos que no creían excitaron y corrompieron los ánimos de los gentiles contra los hermanos. Sin
embargo, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con valentía, confiados en el Señor, el cual daba
testimonio de la palabra de su gracia, concediendo que se hicieran por las manos de ellos señales y
prodigios. La gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban con los judíos, y otros con los apóstoles."
Pablo y Bernabé causaron una división en la ciudad. Ahora, recordemos que Pablo y Bernabé eran judíos.
Siempre iban primero a ver a los judíos, predicaban en las sinagogas y las utilizaban como punto de arranque
para iniciar sus contactos con los no judíos. Continuemos con los versículos 5 al 7 de este capítulo 14 de los
Hechos:
"Pero sucedió que los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, se lanzaron a maltratarlos y
apedrearlos; y ellos, al darse cuenta, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región
circunvecina, y allí predicaban el evangelio."
Como no fueron bien recibidos allí en Iconio, tuvieron que huir, y llegaron a Listra y a Derbe. Sin embargo,
sabemos que en su viaje de regreso volvieron por Iconio. Esto parece indicar que había allí algunos creyentes.
Al finalizar nuestro programa, recordamos que en él estaba incluido el primer sermón de San Pablo registrado
en la Biblia. Dijo allí Pablo, hablando de Jesús: "que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y en él
es justificado todo aquel que cree". Inspiradas por Dios en el siglo 1 de nuestra era, estas palabras también
constituyen, estimado oyente, el mensaje divino para las personas del siglo veintiuno. Ese anuncio es para
usted, y tiene para usted una buena noticia. Dios le perdona sus pecados y le declara justo si cree en el Señor
Jesucristo como su Salvador.

Hechos 14:8-15:2
Continuamos hoy estudiando el capítulo 14 de los Hechos de los Apóstoles. Y consideraremos hoy los
eventos en Listra. Leamos los versículos 8 al 10 de este capítulo 14:
"Cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había
andado. Éste oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a
gran voz: ¡Levántate derecho sobre tus pies! Él saltó y anduvo."
Pablo y Bernabé tenían los dones del apóstol, es decir dones con señales milagrosas. Entraron en estos lugares
sin tener en la mano el Nuevo Testamento con el mensaje del evangelio. Entonces ¿cuáles serían sus
credenciales? ¿Cómo podrían probar que su mensaje provenía de Dios? Los dones de señales milagrosas
acreditarían su mensaje. Hoy tenemos a nuestra disposición la totalidad de la Palabra de Dios, con todo lo que
ella tiene que decir a los seres humanos ¡Ah, si sólo pudiéramos lograr que todos prestaran atención a su
mensaje!
Los hombres en Listra fijaron su mirada en Pablo y a Bernabé. Leamos el versículo 11, de Hechos 12:
"Entonces la gente, al ver lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: ¡Dioses con
la semejanza de hombres han descendido a nosotros!."
El hombre tuvo una verdadera fe para ser sanado. Y cuando Pablo le dijo que se levantara derecho,
poniéndose derecho sobre sus pies, saltó y anduvo. Los otros hombres de esta región eran paganos. Cuando
vieron lo que había hecho Pablo, empezaron a dar voces exclamando que los dioses habían bajado hasta ellos
en la forma de hombres. Sus ojos estaban puestos sobre Pablo y Bernabé. En realidad, estaban muy
emocionados. Continuemos con los versículos 12 y 13 de este capítulo 14 de los Hechos:
"A Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra. El sacerdote
de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y
juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios."
Ahora, vemos que Pablo era el líder del conjunto, el portavoz principal. Y los habitantes de esta región
quisieron hacerles dioses. Trajeron guirnaldas y sacrificios y estaban listos a adorarles. Todo esto nos
demuestra que eran muy volubles. Pero, ¿no nos recuerda esto algo? En todo el mundo pasa lo mismo hoy en
día: veneran hoy a un deportista famoso o a una estrella de cine, y mañana a un político o un cantante famoso.
Pero con el transcurso del tiempo, surgen otros personajes y los antes venerados van cayendo en el olvido.
Bien, continuemos con los versículos 14 al 16 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas y se lanzaron entre la multitud,
gritando y diciendo: ¿Por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os
anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo
que en ellos hay. En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos"
Pablo y Bernabé no solo están asombrados y admirados de que estos hombres les quisieran adorar, sino que se
quedan completamente escandalizados. Se lanzaron entonces en medio de ellos para decirles que eran seres
humanos y no dioses. Recordemos que el apóstol Pedro también tuvo que decirle lo mismo a Cornelio,
cuando éste se postró para adorarle. Es que tenemos que comprender que estos hombres eran paganos.
Continuemos ahora con los versículos 17 y 18, pero leamos una vez más el 16:
"En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos; si bien no se dejó a sí
mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y
de alegría nuestros corazones. Pero aun diciendo estas cosas, difícilmente lograban impedir que la multitud
les ofreciera sacrificio."
Aquí vemos que Pablo y Bernabé estaban intentando dirigir la atención de estas personas hacia el Dios vivo,
hacia el Creador. Quisieron apartarles de sus ídolos paganos y de la mitología de los griegos. Pero
observemos lo que ocurrió aquí en el versículo 19:
"Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio que persuadieron a la multitud; apedrearon a Pablo
y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto."
¡Cuán asombroso fue esto! ¡Qué hombres tan volubles! Un día estaban dispuestos a adorar a Pablo y a
Bernabé como dioses, y al día siguiente apedrearon a Pablo.
Pues bien, estos hombres apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad creyendo que había muerto.
¿Estaba realmente muerto? Creemos que Pablo en realidad murió. Pablo mismo escribió sobre su experiencia
en esta ocasión en su segunda carta a los Corintios, capítulo 12, versículos 2 al 4 donde dijo: "Conozco a un
hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe)
fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé;
Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre
expresar". Ahora, ¿Quién fue ese hombre? Creemos que fue Pablo mismo. Y continuó diciendo en ese mismo
pasaje, en el versículo 7: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue
dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca". No
creemos que la multitud le dejara allí solo medio muerto. Creemos que lo dejó por muerto. Y creemos que
Dios entonces, lo levantó de los muertos.
¿Por qué habrá Dios permitido que le apedrearan? Ahora, en su carta a los Gálatas, capítulo 6, versículo 7, el
apóstol Pablo dijo: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre siembre, eso
también segará". Y Pablo segó lo que había sembrado. Él había ordenado o permitido el apedreamiento de
Esteban. Ahora, quizá alguien ponga objeción diciendo que ahora Pablo era un hombre convertido. Pero,
todavía es cierto, estimado oyente, que segaremos lo que hayamos sembrado. Ésta es tanto una ley de la
naturaleza como una ley que opera en nuestras vidas. Saulo participó en el apedreamiento de Esteban y, años
después, lo mismo le sucedió a él. Leamos ahora el versículo 20 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Pero estando rodeado por los discípulos, se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente salió con Bernabé
para Derbe."
Ahora, esto fue verdaderamente milagroso. Un hombre que había sido apedreado, brutalmente herido y
normalmente sufriría graves fracturas de huesos y su cuerpo estaría desfigurado. Éste fue un auténtico
milagro, hubiera sido resucitado de los muertos o no. Leamos ahora los versículos 21 y 22 de los Hechos 14:
"Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, Iconio
y Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que permanecieran en la fe y
diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios."
Si usted está siguiendo este viaje en su mapa, verá que Derbe era un punto importante del viaje. Era el final
del recorrido. En este lugar iniciaron el regreso y volvieron sobre sus pasos pasando nuevamente por Listra,
Iconio y Antioquia. Ahora, el versículo 23 dice:
"Constituyeron ancianos en cada iglesia y, después de orar y de ayunar, los encomendaron al Señor en quien
habían creído."
Si volvemos nuevamente nuestra mirada al mapa, veremos que pasaron por Pisidia y Panfilia, y predicaron
nuevamente en Perge. Luego fueron a Atalia y desde ese puerto navegaron hasta Antioquía. Y los versículos
finales de este capítulo 14 de los Hechos, los versículos 26 al 28 dicen:
"De allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que
habían cumplido. Al llegar, reunieron a la iglesia y les refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con
ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Se quedaron allí mucho tiempo con los
discípulos."
En otras palabras, cuando Pablo y Bernabé regresaron a Antioquía, presentan allí un informe sobre su viaje y
sobre el avance de la obra, porque ésta era la misma Iglesia que les había enviado. Y en su informe revelaron
que Dios había abierto la puerta del evangelio a los no judíos. Cuando el Evangelio comenzó a extenderse, las
Iglesias habían estado integradas exclusivamente por los judíos. Luego, llegaron a estar parcialmente
integradas parcialmente por no judíos. Y a partir de esos días, el Evangelio, de modo definitivo, se dirigió a
los no judíos. Ahora, las Iglesias que estaban en Asia Menor estaban integradas totalmente por no judíos. Y
aunque debe haber habido algunos judíos en esas iglesias, parece que en la mayoría de los lugares los judíos
rechazaron el Evangelio, mientras que los no judíos lo recibían.
Y ahora, se presentó un gran problema en la Iglesia. Aparecieron los judaizantes, quienes insistieron en que
los no judíos debieran estar bajo la ley. Más tarde, veremos que Pablo tuvo que escribir una epístola a los
creyentes en Galacia, precisamente porque estos judaizantes habían ido a su país. Pero, como veremos en el
capítulo siguiente, primero fue necesario tener un gran concilio en Jerusalén para tratar este asunto. Aquel
concilio sería sumamente importante; pues, su decisión influiría en la vida cristiana aun en nuestros días.
Leeremos acerca de esta decisión en el próximo capítulo. Llegamos entonces a

Hechos 15:1-2
El tema de este capítulo es el Concilio en Jerusalén. El primer viaje misionero de Pablo y de Bernabé ya había
terminado. Habían viajado a través de la provincia de Galacia y las iglesias que establecieron allí estaban
formadas mayormente por no judíos. Pero ahora veremos que la iglesia se enfrentó con su primera gran crisis.
En Judea, muchos de los creyentes judíos habían sido Fariseos o sacerdotes, que no tenían ninguna intención
de renunciar al sistema legal de Moisés. Ellos creían que los no judíos debían integrarse en la iglesia a través
del sistema mosaico, que incluían la asistencia al templo, el guardar el día del reposo, los ayunos, ciertos
votos, etc. En realidad, creían que los no judíos no estaban salvados hasta que fueran circuncidados. Luego
creían que un creyente no judío, también debía guardar la ley mosaica y seguirla. .
Así fue que las noticias sobre esta controversia llegaron hasta la iglesia de Jerusalén. Allí, los apóstoles
tuvieron que enfrentar esta cuestión. ¿Qué rumbo debía seguir la iglesia? Por lo tanto se convocó un concilio
de la iglesia para resolver el problema. Ahora, es interesante recordar que a través de toda su historia, la
iglesia ha convocado grandes concilios para resolver ciertos problemas fundamentales, tales como la validez e
infalibilidad de las Sagradas Escrituras. Otro concilio tomó una decisión con respecto a la Deidad de Cristo y
el hecho de que Él fue tanto Dios como hombre. Y ha habido otros concilios importantes cuando se han
presentado ciertas diferencias en la iglesia. Si se realizase otro concilio en nuestra generación, tememos que
nunca se podía llegar a un acuerdo. Porque hay demasiadas iglesias hoy que niegan la verdad bíblica en
cuanto a la persona de Jesucristo. Un concilio que no se pueda reunir alrededor de la persona de Jesucristo no
sería realmente un concilio de la iglesia, porque la persona del Señor Jesucristo, debe ser el centro mismo de
la iglesia. El punto o la cuestión principal, no son los ritos, la membresía, o las ceremonias. El tema central, es
el de la relación personal de cada creyente con Jesucristo.
Lamentablemente las personas que se han alejado personal y espiritualmente de Cristo y que no gozan de un
compañerismo con Él, son las que más quieren discutir en cuanto a los ritos. Jesucristo debe ocupar el centro
mismo de nuestras vidas y de nuestra atención. La cuestión no consiste solamente en asistir a la iglesia los
domingos, cantar y participar visiblemente de la adoración en la iglesia y, a partir del día siguiente, comenzar
a vivir alejado del Señor Jesús. El Señor debe ser una parte integral de nuestra vida diaria, de todas las
situaciones de la vida, de nuestros pensamientos e ilusiones, de nuestras tensiones y de nuestras ansiedades.
Enfoquemos ahora nuestra atención en este concilio en Jerusalén. Vemos que fue un grupo sobresaliente el
que se reunió allí, convocado para considerar este tema importante: la Ley frente a la Gracia de Dios, o la Ley
frente a la Libertad cristiana. Leamos el primer versículo de este capítulo 15 de los Hechos, que aborda ya
La cuestión de la circuncisión
"Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de
Moisés no podéis ser salvos"
Aquí estaba el punto crucial del asunto. No se trataba simplemente de si uno debía ser circuncidado o no; ni si
uno debía comer carne o no. La cuestión que aquí se trataba era la siguiente: ¿debía uno hacer alguna de estas
cosas para ser salvo? Ahora, seguiremos y entraremos con más profundidad en este problema. Leamos el
versículo 2 de este capítulo 15 de Hechos:
"Pablo y Bernabé tuvieron una discusión y contienda no pequeña con ellos. Por eso se dispuso que Pablo,
Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta
cuestión."
Nuevamente observamos aquí el uso del diminutivo. Dijo el Dr. Lucas: "Una discusión y contienda no
pequeña". Y esto quería decir, que tuvieron una acalorada discusión. Tenemos que darnos cuenta que en
realidad era el evangelio lo que estaba en cuestión en este concilio. Es necesario leer la epístola a los Gálatas
para recibir una explicación más completa sobre este concilio. Pero ahora, tomaremos nota de que en el
Nuevo Testamento, la palabra "evangelio", se usa en dos sentidos. En primer lugar, están los hechos del
evangelio. Estos son categóricamente fundamentales y esenciales. El apóstol Pablo presentó estos hechos en
los primeros cinco versículos de su primera carta a los Corintios, capítulo 15 y eran los siguientes: la muerte,
la sepultura, y la resurrección del Señor Jesucristo. Ése es el evangelio. Dijo el apóstol Pablo en su primera
carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 1 al 5: "1Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he
predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2por el cual asimismo, si retenéis la
palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. 3Primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4que fue sepultado y que
resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5y que apareció a Cefas, y después a los doce."
Estos, estimado oyente, son los hechos del evangelio y todos tienen que ver directamente con la persona de
Cristo. Ahora, en los versículos 15 al 17 de este capítulo 15 de la primera carta a los Corintios, dijo el apóstol
Pablo:"Y somos hallados falsos testigos de Dios, porque hemos testificado que Dios resucitó a Cristo, al cual
no resucitó si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó;
y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados". Hay que enfrentarse con esta
realidad, estimado oyente, si Cristo no resucitó de los muertos, entonces tampoco hay ningún evangelio. Pero
gracias a Dios que, como dice el versículo 20, "pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; él es el primer
fruto de la cosecha; ha sido el primero en resucitar". Estos, pues, son los hechos del evangelio: la muerte, el
entierro y la resurrección de Cristo.
Ahora, el segundo sentido de la palabra evangelio, tiene que ver con la interpretación de los hechos. Esta
interpretación constituye la verdad fundamental expuesta en la epístola a los Gálatas. Y esto fue también el
aspecto crucial en este primer concilio en Jerusalén. Por eso, el evangelio también depende de este hecho que
el apóstol Pablo declaró en su carta a los Gálatas, capítulo 3, versículo 22, donde leemos:"Pero, según dice la
Escritura, todos son prisioneros del pecado, para que quienes creen en Jesucristo puedan recibir lo que Dios
ha prometido". Ahora, ¿qué debe hacer uno para ser salvo? Pues, nada más y nada menos que creer. Y otra
vez, en la misma carta a los Gálatas, capítulo 2, versículos 15 y 16, dijo el apóstol Pablo:"Nosotros somos
judíos de nacimiento, y no pecadores paganos. Sin embargo, sabemos que nadie es reconocido como justo por
cumplir lo que manda la ley de Moisés, sino por la fe en Jesucristo. Por eso, también nosotros hemos creído
en Jesucristo, para que Dios nos reconozca como justos por medio de la fe en Cristo y no por cumplir la ley.
Porque nadie será reconocido como justo por cumplir la ley."
Aquellos judíos convertidos al cristianismo que querían imponer el cumplimiento de la ley, llamados
judaizantes, eran diferentes a muchos críticos, quienes hoy niegan los hechos del Evangelio. Los críticos
actuales niegan la resurrección física de Cristo. Algunos llegan más lejos y sostienen que Jesús fue solo un
mito, y que nunca vivió ni murió. La mayoría, sin embargo, no tratan de forzar la historia hasta tal punto. Sin
embargo, sí niegan que Jesús murió por nuestros pecados.
En el siglo primero, los judaizantes no negaron los hechos del Evangelio. Es que simplemente había
demasiados testigos. San Pablo dijo que más de quinientas personas vieron en una ocasión al Cristo
resucitado. Realmente, si uno trajese quinientos testigos a un tribunal, ganaría el juicio. Y también los
apóstoles fueron testigos del Cristo resucitado y estuvieron allí para contarlo. Es evidente entonces, que los
hechos del Evangelio no fueron puestos en duda por aquellos judaizantes.
La controversia surgió por la interpretación de los hechos ante las preguntas: ¿Qué hizo Cristo por usted en la
cruz? ¿Es la obra de Cristo suficiente para salvarle? ¿Necesita usted cumplir ciertos ritos o alguna otra
ordenanza para salvarse? ¿Debe uno pasar por la Ley? Éstas eran las preguntas que se estaban haciendo.
Comenzamos nuestro programa con el relato de la curación de un hombre cojo de nacimiento, que nunca en
su vida había podido andar. Recordemos que el apóstol Pablo, con la autoridad y el poder de Dios, le ordenó
levantarse. Y el hombre, se levantó y anduvo. Este hecho milagroso e histórico ilustra la condición de
postración del ser humano y su imposibilidad total de acercarse a Dios por sus propios medios. Pero Dios se
acercó a las personas enviando al Señor Jesucristo a morir por nuestros pecados. Jesucristo no quedó retenido
en la tumba por la muerte, sino que resucitó y hoy vive para levantar al ser humano de su miseria espiritual,
para salvarle, para dar la vida eterna a todo aquel que crea en Él. Estimado oyente, ésta puede ser hoy su
experiencia.

Hechos 15:3-18
Continuamos estudiando hoy el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior,
estuvimos hablando del concilio que se había convocado en Jerusalén para considerar el asunto crucial de la
Ley frente a la Gracia de Dios; o la Ley frente a la Libertad cristiana. El problema surgió porque algunos que
venían de Judea estaban enseñando a los creyentes que si no se circuncidaban de acuerdo a la ley de Moisés,
no podrían ser salvos. Y dijimos que no se trataba simplemente de si uno debía ser circuncidado o no, ni de si
uno debía comer carne o no. Aquí se trató sobre si era necesario o no cumplir estos requisitos para ser salvo.
Ahora, como surgió esta controversia, que dio lugar a discusiones acaloradas, se decidió que Pablo y Bernabé
fueran a Jerusalén y se reunieran con los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión. Y dijimos que en
realidad, era el evangelio lo que estaba en cuestión en este concilio. Destacamos también que era necesario
leer la carta a los Gálatas para recibir una explicación más completa sobre este concilio.
Dijimos también que la palabra "evangelio" se usa en dos sentidos. Y vimos que en primer lugar, tenemos los
"hechos del evangelio", hechos que son categóricamente fundamentales y esenciales. Esos hechos son: la
muerte, la sepultura y la resurrección de Jesucristo. Ése es el evangelio. Y estuvimos también considerando el
segundo sentido de la palabra evangelio, que tiene que ver con la interpretación de los hechos. Esta
interpretación fue la verdad fundamental tratada en la epístola a los Gálatas. Y ésta fue también la parte
esencial en este primer concilio en Jerusalén. En aquellos tiempos no negaban los hechos del evangelio.
Simplemente hubo demasiados testigos presenciales como para poder negarlos. Pablo dijo que más de
quinientas personas vieron al Cristo resucitado. Y luego, los apóstoles también eran testigos del Cristo
resucitado. Pero no, los judaizantes no dudaban ni negaban los hechos del evangelio. Dudaban de la
interpretación de esos hechos.
Volviendo ahora al capítulo 15 de los Hechos, vamos a acompañar a Pablo y a Bernabé hasta Jerusalén.
Leamos los versículos 3 y 4 de este capítulo 15:
"Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria contando la
conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén fueron
recibidos por la iglesia, por los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho
con ellos."
Pablo y Bernabé presentaron su informe a la Iglesia en Jerusalén, así como también lo habían dado en la
Iglesia de Antioquía. Les informaron de cómo habían predicado el evangelio a hombres y mujeres por todas
partes en el país de Galacia, y que muchas de esas personas habían aceptado a Cristo. Se trataba de personas
que no sabían nada sobre la ley de Moisés; simplemente confiaban en Cristo, y debido a su fe eran salvos.
Ahora, observemos lo que ocurrió aquí en el versículo 5:
"Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario
circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés."
Ahora, estos creyentes querían añadirle algo al evangelio. Y estimado oyente, cuando se quiere añadirle algo
al evangelio, ya no será entonces el evangelio, sino una religión, considerada como un conjunto de ritos. La
única manera que tiene para acercarse a Jesucristo, es por medio de la fe. Todos tenemos que llegar a Cristo
por la fe. No hay otra manera sino sólo por la fe. Dios no nos dejará venir a Cristo de alguna otra manera. El
mismo Señor Jesucristo dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 6: "Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí". Incluyó en esta declaración a todo el mundo. Hay una
sola pregunta que Dios hará al mundo perdido. Y esta pregunta es: ¿Qué has hecho con Mi Hijo, quien murió
por ti?" Dios no va a preguntar, "¿Te portaste bien?" o, "¿asististe a la Iglesia?" o, ¿cumpliste este rito o
aquella ceremonia?"
El punto clave es lo que usted estimado oyente, haga con el Hijo de Dios. ¿Acepta usted al Hijo de Dios,
quien murió por usted y resucitó? ¿Pone usted su confianza en Él? Dice el Señor: "Nadie viene al Padre, sino
por mí". Es como si Dios estuviera diciendo: "Mi hijo murió por ti. ¿Qué harás tú con Él?" La respuesta a esa
pregunta determina su destino eterno. Éste era el asunto que se discutía en el concilio en Jerusalén. El
versículo 6 del capítulo 15 de los Hechos dice:
"Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto."
Pasemos ahora a otro párrafo que nos habla sobre
La decisión del concilio
Los apóstoles y ancianos se habían reunido y hubo mucha discusión ese día. Fue una reunión tensa. Era
necesario que se tomara una decisión y Simón Pedro fue el primero en expresarse en cuanto a este asunto.
Dice el versículo 7:
"Después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún
tiempo Dios escogió que los gentiles oyeran por mi boca la palabra del evangelio y creyeran."
Ahora, no creemos que esta fuera la primera vez que Pedro habló aquí en este concilio. Si se hubiera quedado
callado todo ese tiempo de discusión, no habría actuado conforme a su carácter. Opinamos que ya había dado
su opinión antes de esta intervención. Pero, en este momento dio un resumen en cuanto a este asunto.
Recordemos que ésta no era una nueva decisión para Pedro. Él ya había declarado lo mismo el día de la
conversión de Cornelio. En aquella ocasión Pedro mismo había quedado impactado antes de comprender la
verdad de aquella nueva situación. Se le había encargado la misión de entrar en el hogar de un no judío para
predicar el evangelio sin la añadidura de la ley. Estaba proclamando el evangelio a personas no circuncidadas,
que no seguían el sistema e la ley mosaica, y que comían carne de cerdo y, sin embargo, ¡fueron salvas!
Creemos que los miembros de este concilio estuvieron dispuestos a escuchar a Pedro porque él era un hombre
de miras estrechas. No decimos esto en un sentido negativo. Queremos decir que él era judío de judíos, es
decir, muy estricto. El mismo dijo que nunca antes había comido nada que fuese impuro, y ni había pensado
en entrar en una casa de un no judío. Estaba apegado al sistema mosaico como el que más y todos lo sabían.
Por tanto, si Pedro se levantaba a hablar, con toda seguridad le escucharían.
Pues bien, Pedro comenzó testificando que los no judíos habían escuchado el evangelio de su propia boca, y
que habían creído. Ahora, ¿Significó esto que realmente fueron salvos? Pedro declaró que sí, que habían sido
salvos por medio de la gracia de Dios. Pedro mismo había tenido que aprender que la salvación no dependía
de lo que uno comiese o dejase de comer; de si uno comía carne de cerdo, o no. La salvación no dependía de
guardar el día de reposo, ni de observar el domingo, ni de guardar cualquier otro día de la semana. La
salvación era por gracia, por medio de la fe. Eran libres para escoger lo que quisieran hacer en cuanto a esos
ritos, de la misma manera que nosotros tenemos hoy esa libertad. Y en los versículos 8 y 9 el apóstol Pedro
dijo:
"Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y
ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones."
¿Dijo Pedro que Dios había purificado los corazones de aquella gente en casa de Cornelio, cumpliendo la ley,
o participando en algún rito o ceremonia? No. Fue por le fe. Es como si Pedro en esta reunión de Jerusalén les
hubiera dicho: "Fui a casa de Cornelio y les presenté los hechos del evangelio. Creyeron y fueron salvos. El
Espíritu Santo vino sobre ellos tal como había venido anteriormente sobre nosotros en Jerusalén". Estimado
oyente, éste es el Único Camino de la Salvación. Es por medio de la fe. Uno no puede hacer nada para
merecer la salvación. Jesucristo lo hizo todo por usted hace ya más de 2000 años. Todo lo que Dios pide que
usted haga es que acepte a Su Hijo quien murió por usted. Continuó Pedro hablando en el versículo 10 del
capítulo 15 de los Hechos y dijo:
"Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre los discípulos una carga que ni nuestros padres ni
nosotros hemos podido llevar?"
Simón Pedro admitió aquí algo que era de suma importancia. Dijo que ni ellos ni sus padres habían cumplido
la ley. Ahora, usted que nos escucha habitualmente sabrá que hemos dicho esto muchas veces antes, y lo
vamos a decir otra vez, y es esto: Dios nunca ha salvado a nadie por haber guardado la ley. Y, ¿sabe por qué?
Porque nunca ha habido alguien que la haya cumplido. Dios salva sobre una sola base: la fe en la muerte y la
resurrección del Señor Jesucristo.
Antes de los tiempos de Cristo, las personas traían a Dios un sacrificio. Traían ese sacrificio por la fe. Abel
entendió que el cordero nunca podría quitar el pecado. Comprendió que el cordero señalaba a Aquel acerca de
quien Dios le había dicho a su madre. Había dicho, en Génesis 3.15, que alguien de la simiente de la mujer
vendría y heriría la cabeza de la serpiente. Y Abel creyó aquello, es decir, le creyó a Dios y fue salvo por la
fe.
Por tanto, Simón Pedro dijo: "Para decir la verdad - y por qué no admitirlo - no podemos cumplir la ley". Es
que no hay nada que haga más hipócrita a una persona, que fingir que uno está viviendo en un nivel espiritual
alto, que está cumpliendo la ley de Dios y que está complaciendo de esta manera a Dios. Es una actitud inútil
e hipócrita fingir que uno vive según principios como los del Sermón del Monte, y que está cumpliendo las
demandas éticas de Dios en la ley.
Si yo pudiera ahora mirarle a alguien a los ojos le preguntaría ¿Por qué no reconoce que es un pecador
perdido? ¿Por qué no confiesa que usted no está agradando a Dios y que no tiene la capacidad requerida para
hacerlo? ¿Por qué no viene a Dios como pecador que es, por la fe y confiando en Cristo como su Salvador
personal? Le aseguramos estimado oyente, que Dios ¡le recibirá a usted! Cristo mismo dijo en el evangelio
según San Juan, capítulo 6, versículo 37: "y al que a mí viene, no le echo fuera."
Fue de esa manera como yo también llegué al Señor. Todos los que siempre he conocido y que se han
salvado, han acudido a Jesucristo de esa misma manera. Saulo de Tarso vino así. El eunuco etíope también.
Todos los que han conocido a Cristo, han venido de esta manera, por medio de la fe. Pedro continuó hablando
en el versículo 11 y dijo:
"Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos."
Simón Pedro lo explicó muy bien. Dijo que los judíos serían salvados exactamente como serían salvados los
no judíos. Estamos seguros de que Simón Pedro todavía no había comido carne de cerdo. Pero, dejó en claro
el hecho de que su salvación no se basaba en manera alguna en este hecho de haberse abstenido de comer
carne de cerdo. Pedro se había salvado porque confiaba en Cristo. Era salvo por la gracia de Dios. Y
observemos lo que ocurre aquí en el versículo 12 de ese capítulo 15 de los Hechos:
"Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y
maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los no judíos."
¡Qué historia tenían para contar! Les fue posible contar de los milagros resultantes de sus dones con señales.
Podrían contar acerca del apedreamiento de Pablo y de cómo Dios le había levantado. Sin embargo, estamos
seguros que sus dones y sus experiencias no constituyeron el centro de atención en sus historias. Las
experiencias vienen y se van. Dirigieron sus corazones y mentes hacia la persona de Jesucristo. Los milagros
y prodigios le habían dado autoridad a su mensaje con respecto a Jesucristo.
Ahora, el siguiente que se levantó para hablar fue Jacobo. Y vamos a hacer una breve pausa para observar que
este no era Jacobo el hermano de Juan, ya que él ya había muerto como mártir, como usted recordará, en el
capítulo 12 de los Hechos, versículo 2. Hay algunos interrogantes en cuanto a quién era este Jacobo. Sabemos
que llegó a ser un líder de la Iglesia en Jerusalén. Pedro ya le había mencionado como líder, en el capítulo 12
de los Hechos, versículo 17. Muy bien pudo haber sido Jacobo hijo de Alfeo, uno de los doce, como leemos
en el capítulo 10 del evangelio según San Mateo, versículo 3. Sin embargo, la tradición de la Iglesia, aun
desde los padres de la Iglesia primitiva, ha identificado a este hombre como Jacobo, hermano de nuestro
Señor, como lo encontramos en el capítulo 13 del evangelio según San Mateo, versículo 55, el mismo que
escribió la epístola de Santiago.
Además, cabe añadir una observación más. Creemos que la mejor manera de estudiar el libro de los Hechos es
estudiarlo junto con las cartas del Nuevo Testamento. Por ejemplo, ya hemos mencionado la carta a los
Gálatas. En realidad, durante el estudio de los capítulos 13 y 14 del libro de los Hechos, sería oportuno leer
esa epístola. Y aquí mismo, en Hechos 15, sería apropiado estudiar la epístola de Santiago.
Pues bien, Jacobo realmente resumió lo que pensaba este concilio en Jerusalén y expuso el programa de Dios
para el futuro. Y debemos recordar que estos hombres estaban al comienzo de una nueva época en los tratos
de Dios con los seres humanos. La Iglesia acababa de nacer en el día de Pentecostés. De modo que todo esto
era aún muy nuevo; los creyentes estaban como en su infancia espiritual. Así que no seamos tan críticos con
estos hombres que se encontraban en el umbral de esta nueva era. Y dice el versículo 13 de este capítulo 15 de
los Hechos:
"Cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Hermanos, oídme."
Creemos que después de que Simón Pedro habló y después que Pablo y Bernabé presentaron su informe, hubo
un silencio porque ninguno tenía nada que decir. Incluso los judaizantes se quedaron callados debido a los
informes de lo que había sucedido. Cuando Jacobo habló a la multitud ese día, les pidió que escucharan con
cuidado, pues lo que tenía que decir era muy importante. De modo que quiso decir que usted y yo, estimado
oyente, también debiéramos escucharle con atención. Bien, vamos entonces a escuchar a Jacobo. Dice el
versículo 14 de este capítulo 15 de los Hechos:
"Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los no judíos para tomar de ellos pueblo para su
nombre."
Jacobo estaba completamente de acuerdo con Pedro. Los dos declararon cual era el plan de Dios para esta
época. ¿Está salvando Dios al mundo entero? No. ¿Está estableciendo Dios Su reino? No. Bueno, entonces,
¿qué es lo que Dios está haciendo hoy? Está visitando a gente de todas las naciones "para tomar de ellos un
pueblo para sí mismo". Vemos en el libro de Apocalipsis que delante del trono de Dios habrá gente redimida
de todo pueblo, lengua y nación. La Palabra de Dios ha de llegar a todo el mundo. Habrá oposición hacia Su
Palabra y habrá apostasía, pero la Palabra de Dios se difundirá por todo el mundo, porque Dios está tomando
del mundo a un "pueblo para sí mismo".
Es por eso mismo que estamos tan ansiosos de proclamar la Palabra de Dios. Ahora mismo hay gente de todo
color, de todo clima, de toda condición, de toda raza, y prácticamente de toda nación, que escuchan este
programa de radio de enseñanza Bíblica, y que se transmite por emisoras situadas alrededor del mundo.
Gracias a Dios que podemos usar este medio para proclamar la Palabra de Dios. ¿Qué hace Dios con aquella
Palabra? Está tomando de los que la oyen, un pueblo para Sí mismo. Ahora, no todos los que la oyen, creen la
Palabra de Dios. Todos no aceptan las buenas noticias de Jesucristo. Pero sería bueno subrayar esta frase del
versículo 14 en su Biblia: Dios está visitando a los no judíos para tomar de ellos pueblo para Su nombre, para
sí mismo. Es por eso que damos muchas gracias a Dios que nos ha dado esta oportunidad de hablar con todos
acerca de la salvación que se halla en el Señor Jesucristo, y de compartir las enseñanzas de la Palabra de Dios.
Continuó pues Jacobo hablando y dijo en el versículo 15:
"Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito"
Ahora, ¿Creía usted que esta nueva edad sería contraria a la enseñanza del Antiguo Testamento? Bueno, pues
no lo es. La palabra de los profetas estaba de acuerdo con este nuevo período histórico. Y Jacobo siguió
hablando y dijo: "Después de esto. . ." Ahora, Jacobo comenzó a citar a un profeta, el profeta Amós, en el
capítulo 9, versículos 11 y 12, y citó diciendo: "Después de esto", mientras que en la profecía de Amós decía:
"En aquel día". ¿Qué significaba esto? ¿Después de qué? Después de que Dios tomara un pueblo para Su
Nombre. Dios está hoy llamando a personas para Su pueblo, que se convierten en miembros de la iglesia, el
cuerpo u organismo de los creyentes. El día vendrá cuando Dios quitará a Su Iglesia del mundo. Será el
próximo evento en la agenda de Dios. "Después de esto", significa pues, después que la iglesia haya dejado
esta tierra. Y continuó Jacobo hablando y citando al profeta Amós y dijo en el versículo 16 de este capítulo 15
de los Hechos:
"Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo
volveré a levantar"
La casa real de David estaba caída. De eso no había ninguna duda. No había nadie en ninguna parte que
pretendiera ser del linaje real de David. En realidad el Único que tiene ese derecho está a la derecha de Dios
en este mismo momento. Pero Dios lo edificará nuevamente. Enviará nuevamente a Jesús. El escritor a los
Hebreos dijo en el capítulo 1 de su carta, versículo 13: "¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi
diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Dios está trayendo a todos los enemigos de
Cristo para ponerlos bajo Sus pies. La rebelión contra Él se acabará uno de estos días. Hasta aquel día cuando
envíe nuevamente a Jesús, la Palabra de Dios se seguirá promulgando a mucha gente. El Espíritu de Dios dijo
en el Salmo 2, versículo 12: "Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama
de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían."
El programa de Dios estaba siendo pues bosquejado. Él está llamando un pueblo en el mundo. Su segundo
paso será restaurar la casa de David. Y continuó Jacobo citando al profeta Amós en el versículo 17 de este
capítulo 15 de los Hechos y dice:
"para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones, sobre los cuales es invocado mi
nombre"
Hoy en día Dios está tomando un pueblo de todas las naciones. Sin embargo, el tiempo vendrá cuando habrá
un gran retorno a Dios, después de que la Iglesia haya sido quitada de este mundo. Estos son los que entrarán
en el reino. "El resto de los hombres que buscan al Señor" y "todas las naciones, sobre las cuales es invocado
mi nombre" como se menciona aquí, volverán al Señor. Éste, entonces, será el tercer paso en el programa de
Dios. Y concluyó Jacobo su cita del profeta Amós y dijo aquí en el versículo 18:
"dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos."
Así pues Jacobo al presentar este resumen, comprendió que Dios estaba llevando a cabo Su plan. Pero dentro
de ese plan para las naciones de la tierra, hoy destacamos que los seres humanos han sido objeto de Su amor,
y por ello Su Palabra y Su Espíritu destacan la centralidad de Jesucristo en la historia, y desde la Biblia
resuenan palabras muy antiguas que invitan a las personas, a usted también estimado oyente, a fijar una
mirada de fe en el Señor Jesús. Me refiero a las siguientes palabras del profeta Isaías 45:22: "Mirad a mí y sed
salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay otro"
Hechos 15:19-16:5
Continuamos estudiando hoy el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior,
estuvimos hablando del concilio que se celebró en Jerusalén, para considerar el asunto de la Ley frente la
Gracia de Dios; o la Ley frente a la Libertad cristiana, debido a que algunos estaban enseñando a los creyentes
no judíos que si no se sometían al rito de la circuncisión conforme a la ley de Moisés, no podían ser salvos.
Por lo cual fue necesario que se reunieran los Apóstoles y los ancianos para tratar esta cuestión. Y dejamos a
Jacobo haciendo uso de la palabra en este concilio y citando las palabras del profeta Amós que se encuentran
en el capítulo 9 de esa profecía, versículos 11 y 12. Y luego de hacer un resumen del programa de Dios,
Jacobo comunicó su decisión. Y prestemos mucha atención a esta decisión de Jacobo, porque fue una
resolución muy importante. Leamos pues, los versículos 19 y 20 de este capítulo 15 de los Hechos:
"Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los no judíos que se convierten a Dios, sino que se les escriba que
se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre"
La decisión tomada estableció que los no judíos que se habían convertido a Dios no debían ser puestos bajo el
sistema mosaico. Sin embargo, se les pediría que hicieran ciertas cosas, más bien por cortesía. Se les pediría
que se apartasen de todo aquello que hubiera sido contaminado por los ídolos. Ahora, la razón por la cual esto
se menciona tan específicamente se presentará nuevamente en la primera carta del apóstol Pablo a los
Corintios, en la sección en cuanto al asunto de comer o no comer carne. En la situación de aquella época, los
que no eran judíos adoraban a los ídolos y en una ciudad como Corinto, por ejemplo, los corintios tomaban
sus mejores animales y los ofrecían a sus dioses paganos. Ahora, ellos eran muy ingeniosos en cuanto a este
asunto, porque llevaban el animal y lo presentaban como su ofrenda, pero los dioses, que eran espirituales,
comían el animal "espiritual". Entonces la gente lo que hacían era recuperar la carne del animal y venderla en
las carnicerías de los templos paganos. Ese era el lugar donde se podía comprar la mejor carne de aquel
entonces.
Pues bien, los que no eran judíos no se ofendían por esto. Siempre habían comprado su carne en estos
mercados y para ellos no constituía un problema de conciencia. Sin embargo, para el cristiano israelita, esto
sería muy ofensivo. Habían sido educados e instruidos para no comer nada que hubiera sido ofrecido a los
ídolos. De modo que la idea aquí era que el no judío que invitara a un creyente judío a comer no debía
ofenderle sirviéndole carne que hubiera sido ofrecida a los ídolos. Así pues, esta petición no constituía en
manera alguna un esfuerzo por colocar a los no judíos bajo la ley mosaica. Fue más bien una petición de
buena voluntad para que no hicieran algo que resultaría muy ofensivo para sus hermanos judíos.
También les pidieron abstenerse de fornicación o inmoralidad sexual. Y una vez más tenemos que entender
aquel contexto social, para ver por qué esto se mencionó específicamente. El adulterio en aquella época era
tan común entre los que no eran judíos, que la conciencia de muchos se había insensibilizado. En realidad, el
adulterio era tan común entre los no judíos porque en sus religiones paganas, formaba parte del rito religioso.
Los no judíos que se habían convertido en cristianos debían pues abstenerse de esa inmoralidad sexual.
Necesitaban comprender que la adoración del Dios vivo y verdadero era totalmente diferente a sus ritos
paganos. El concilio de Jerusalén también les pidió a los cristianos no judíos que se abstuvieran de comer
carne de animales estrangulados o ahogados, y sangre, lo cual igualmente sería muy ofensivo para sus
hermanos judíos. Nuevamente destacamos que fue ésta una cuestión de cortesía y buena voluntad. Y dijo
Jacobo aquí en el versículo 21:
"porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es
leído cada sábado."
Creemos pues, que no estaría de más repasar lo que Jacobo había dicho. Incluía a la iglesia en el programa de
los profetas aunque la iglesia no estaba sujeta a la profecía. Hoy Dios está tomando de entre todas las
naciones un pueblo que proclame Su nombre, como vimos en el versículo 14. Después, el programa de los
profetas seguirá su desarrollo.
En primer lugar, tenemos la expresión "Después de esto", que quiere decir, después que la iglesia haya sido
quitada del mundo "Volveré", dice el versículo 16. Y esto se refiere a la Segunda venida de Cristo, según se
describe en Apocalipsis, capítulo 19.
En segundo lugar, en el versículo 16, tenemos que Él "reedificará el tabernáculo de David", que está hoy
caído y reparará sus ruinas.
Ahora, en tercer lugar, cuando Cristo vuelva habrá un camino para que el resto de los seres humanos busque
al Señor, según el versículo 17.
Y en cuarto lugar, todas los no judíos o naciones que hayan creído estarán en el reino "en aquel día" (Amós
9:11)
Notemos también el contraste que hay entre la expresión "de ellos", refiriéndose a los no judíos, en el
versículo 14, y la expresión "todos los no judíos" en el versículo 17, o sea los no judíos que invocan el
nombre de Jesucristo. Tenemos ahora la decisión del concilio. Leamos los versículos 22 y 23 de este capítulo
15 de los Hechos, para ver
El anuncio de la decisión del concilio
"Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir a algunos varones y
enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, que tenía por sobrenombre Barsabás, a Silas, hombres
principales entre los hermanos, y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles, los ancianos y los hermanos,
a los hermanos de entre los no judíos que están en Antioquía, Siria y Cilicia: Salud."
Hay algunos nombres que aquí se mencionan por primera vez. Silas, como veremos más adelante sería
compañero de Pablo en el siguiente viaje misionero. Ahora, observemos el amor demostrado en esta carta que
estaban escribiendo. Eran judíos cristianos los que escribieron esta carta a los no judíos o paganos que se
habían convertido a Dios, y los llamaron "hermanos de entre los no judíos." Continuemos con el versículo 24
de este capítulo 15 de los Hechos:
"Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han
inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la Ley"
Esta carta establecía con toda claridad que aquellos judaizantes que habían salido de Jerusalén, habían
actuado sin ninguna autoridad de la iglesia en Jerusalén. En realidad y en cuanto a nuestro tiempo, podemos
decir que cualquiera que trate de poner a otro creyente bajo la ley no lo hace en ninguna manera bajo la
autoridad o respaldo de la Palabra de Dios. Y continuaron diciendo en esta carta aquí en los versículos 25 y
26:
"nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros
amados Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo."
Ésta fue, en efecto, una forma afectuosa de expresarse. La iglesia enviaba a hombres que habían sido
probados, hombres que habían arriesgado sus vidas. Estimado oyente, ¿cuánto ha sufrido usted por Él?
¿Cuánto le ha costado? ¿Ha pagado algún precio por difundir la Palabra de Dios? Avancemos con el versículo
27:
"Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo"
Podemos ver que si hubieran enviado solamente a Bernabé y a Pablo la gente podría haber dicho, "Bueno, era
de esperar que estos dos hombres trajeran un informe como este". De modo que, enviaron también a Judas y a
Silas para confirmar el hecho de que esta era la decisión unánime del concilio. Continuemos con el versículo
28 de este capítulo 15 de los Hechos:
"pues ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas
necesarias"
Observemos la expresión, "ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros". Era una evidencia más de que el
Espíritu Santo les estaba guiando y dirigiendo en esta decisión. Continuemos con el versículo 29:
"que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de animal ahogado y de inmoralidad sexual; si os
guardáis de estas cosas, bien haréis. Pasadlo bien."
Éste era su informe. Eso era todo lo que tienen que decirles. No les estaban pidiendo que cumplieran ninguno
de los requisitos del sistema de la ley de Moisés, sino que esperaban que tuvieran estos gestos de cortesía
hacia sus hermanos judíos. Y leemos en los versículos 30 y 31:
"Así pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía y, reuniendo a la congregación, entregaron la
carta. Habiéndola leído, se regocijaron por la consolación."
Evidentemente, hay consuelo y paz en el Evangelio. La ley condena. La ley es como un espejo en el cual nos
vemos tal cual somos, como seres perversos y destituidos de la gloria de Dios. El Evangelio en cambio dice,
"Ven a Dios. Él te quiere recibir. Él te salvará por Su gracia". ¡Éstas sí que son palabras realmente
consoladoras! Sigamos adelante con los versículos 32 al 35:
"Judas y Silas, que también eran profetas, consolaron y animaron a los hermanos con abundancia de
palabras. Después de pasar algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a
aquellos que los habían enviado. Sin embargo, a Silas le pareció bien quedarse allí. Pablo y Bernabé
continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos."
Era evidente que Pablo y Silas se llevaban bien. A Silas le agradaba Pablo y le gustaba trabajar junto con él.
Así que se quedó allí en la iglesia de Antioquía. Debe haberse sentido entusiasmado de poder trabajar con
estos creyentes no judíos; de todos modos, permaneció allí. Pablo y Bernabé eran los pastores de la iglesia allí
en Antioquía. Veamos ahora los planes para el segundo viaje misionero. Leamos el versículo 36 de este
capítulo 15 de los Hechos, que comienza un párrafo que expone
Los planes para un segundo viaje misionero
"Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en
que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están."
Pablo tenía un profundo interés en las iglesias, y un interés sincero en los creyentes. Sabiendo cuan voluble
era la gente de Galacia, creyó que sería una buena idea visitar nuevamente aquellas iglesias. Continuemos con
el versículo 37:
"Bernabé quería que llevaran consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos"
Conocimos a Bernabé como una persona muy generosa y un verdadero hombre de Dios. Pero observemos lo
siguiente en cuanto a él. Estaba ansioso por dar a Juan Marcos otra oportunidad. Y una vez tomada una
decisión, era terco y no cedía. Recordemos que estos dos hombres nunca dejaron de ser seres humanos. Tanto
Pablo como Bernabé se aferraron a su propia posición y ninguno de los dos estuvo dispuesto a cambiar de
parecer. Observemos lo que ocurrió. Leamos el versículo 38 de este capítulo 15 de los Hechos:
"pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia y no había
ido con ellos a la obra."
Pablo también tenía sus convicciones. Bernabé quería llevar a Juan Marcos, pero Pablo dijo que no estaba
dispuesto a ello. Bueno, nos alegramos que estos dos hermanos en la fe tuvieran este pequeño altercado
porque en verdad nos enseña que eran personas normales, tal como usted y yo también lo somos, y nos
muestra que aun a los hombres de esa gran talla espiritual les era posible estar en descuerdo, sin ser
desagradables. No rompieron su relación, ni dividieron la iglesia, ni formaron dos iglesias diferentes en
Antioquia. Simplemente expresaron su desacuerdo, lo cual es perfectamente normal ante ciertas situaciones.
El versículo 39 ahora nos dice que:
"Hubo tal desacuerdo entre ambos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a
Chipre"
El relato no dice más en cuanto a Bernabé. Él se fue a Chipre. Es que Bernabé había salido de Chipre. Esa isla
era su hogar natal. Y él tenía el deseo de llevar el Evangelio a su propio pueblo. Y según nos indica la
tradición tuvo allí un gran ministerio y desde Chipre, más tarde se llevó a cabo un gran ministerio misionero
en África del norte. En este momento del relato Bernabé desapareció de las páginas de la Escritura. La Biblia
no nos dio ninguna información adicional en cuanto a su ministerio. De aquí en adelante, la atención se
concentró completamente en el apóstol Pablo. Leamos los versículos finales, versículos 40 y 41, de este
capítulo 15 de los Hechos:
"y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, y pasó por Siria y
Cilicia, animando a las iglesias."
En ese momento la iglesia tenía dos grandes proyectos misioneros donde antes tenía uno solo. Bernabé se
encaminó en una dirección y Pablo en otra. Éste era el método de Dios. Y Dios utilizaría a ambos hombres.
Pablo tenía entonces a Silas con él, y los hermanos los encomendaron a la gracia de Dios.
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos ahora a

Hechos 16:1-5
Y en este capítulo tenemos el segundo viaje misionero de Pablo. El último versículo del capítulo 15 realmente
nos contaba el principio de ese viaje. Pablo y Silas pasaron por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.
Desde allí veremos que seguirían hasta el país de Galacia. Pablo visitaría las iglesias de Galacia porque fue
allí donde había surgido el problema con los judaizantes. La carta a los Gálatas fue la carta de Pablo escrita
especialmente para ellos, advirtiéndoles severamente en cuanto a no ser confundidos por aquellos que estaban
tratando de colocarles bajo el sistema de la ley de Moisés. Esa carta sería su más enérgica declaración y
defensa de la doctrina de la justificación por la fe. No solo es el pecador salvado por la gracia de Dios, por
medio de la fe, sino que el pecador salvado también viviría por la gracia. La gracia de Dios es así un camino
hacia la vida, y un camino de vida.
Permítanos estimularle estimado oyente, una vez más a tener en su mano un mapa a fin de que pueda seguir
este viaje misionero en el mapa. Usted descubrirá que viajar con el apóstol Pablo es una experiencia
emocionante. En su segundo viaje misionero veremos como entraron en Europa (después de recibir la visión
de un hombre de Macedonia).Veremos como llegaron a Filipos, y cómo fueron a parar a la cárcel local. A
medianoche, Pablo y Silas oraron y cantaron canciones de alabanza. Un terremoto sacudió el edificio de la
cárcel, sus puertas se abrieron y el carcelero abrió su corazón para recibir al Señor Jesucristo. Leamos
entonces los versículos 1 y 2 de este capítulo 16 de los Hechos, bajo el párrafo titulado
Pablo visitó nuevamente a las iglesias de Galacia
"Después llegó a Derbe y a Listra. Había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía
creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en
Iconio."
Pablo llegó primero a Derbe y después a Listra, donde encontró al joven Timoteo y conoció a su madre y a su
abuela. En su primer viaje había guiado a este joven al Señor. Así que le llevó con él y el equipo de trabajo
quedó entonces formado por Pablo, Silas y Timoteo. Dice el versículo 3:
"Quiso Pablo que éste fuera con él; y tomándolo, lo circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos
lugares, pues todos sabían que su padre era griego."
Debemos observar cuidadosamente el método del apóstol Pablo. Cuando en una ocasión subió a Jerusalén,
Pablo llevó a Tito, un no judío, que no había sido circuncidado. Y Pablo se opuso a que fuera obligado a
circuncidarse. Ahora, en este momento de nuestro relato, Pablo quiso llevar a Timoteo consigo como
compañero misionero. Quiso que Timoteo saliera para alcanzar a personas para Cristo. Pero, como no quería
que se produjera ninguna discusión, ni ningún motivo de ofensa para nadie, entonces le pidió a Timoteo que
se circuncidara. Ahora, esto no fue porque hubiese mérito alguno en la circuncisión, sino que procuró evitar
que este tema se convirtiese en un asunto de controversia. Fue por este motivo que Pablo escribió en su
primera carta a los Corintios, capítulo 9, versículos 19 y 20 lo siguiente: "Por lo cual, siendo libre de todos,
me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a
los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a
los que están sujetos a la ley". Es decir, que Pablo hizo esto para desactivar cualquier polémica que pudiera
producirse.
Hay algunos fundamentos de la fe, de los cuales no puede haber ninguna desviación. Pero hay formas y ritos
que no son en realidad esenciales para la salvación, y creemos que debe haber flexibilidad en esas áreas. Esa
fue la manera de pensar de Pablo. Recordemos que Timoteo era medio judío y medio griego. Ciertamente, la
circuncisión no tenía nada que ver con la salvación de Timoteo. Pero este rito se llevó a cabo para que el
ministerio de Timoteo entre los judíos no se perjudicase. Prosigamos ahora con los versículos 4 y 5 de este
capítulo 16 de los Hechos:
"Al pasar por las ciudades, les comunicaban las decisiones que habían acordado los apóstoles y los ancianos
que estaban en Jerusalén, para que las guardaran. Así que las iglesias eran animadas en la fe y aumentaban
en número cada día."
Pablo tuvo nuevamente un gran ministerio en Galacia. No solo visitó a las iglesias que habían sido fundadas
en su primer viaje sino que, en otros lugares, multitudes se estaban convirtiendo a Cristo. Se establecieron
nuevas iglesias y cada día se incrementaba el número de los creyentes.
Al terminar hoy, no podemos dejar de enfatizar el hecho de que el ser salvo significa confiar en el Señor
Jesucristo. Las obras, el guardar la ley, y cualquier clase de legalismo, es decir, todo esfuerzo añadido,
constituyen un vano esfuerzo por completar la otra de Cristo y para ganar méritos ante Dios al intentar que un
pecador establezca una relación con Él. La redención ya fue consumada cuando Cristo murió en la cruz en
nuestro lugar y triunfó sobre la muerte en Su resurrección. Él ya hizo lo suficiente para lograr nuestra
salvación. Por eso Pablo dejó claramente establecido este principio en su carta a los Efesios 2:8, cuando dijo:
"Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, de modo
que nadie pueda jactarse de nada". Estimado oyente, creemos que la Palabra de Dios expone esta verdad con
mucha claridad. Esperamos que pueda usted dar ese paso de fe.

Hechos 16:6-17:1
Continuamos hoy nuestro estudio en el capítulo 16 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa
anterior comenzamos a considerar el segundo viaje del apóstol Pablo. Y decíamos que este viaje había
comenzado en realidad en el último versículo del capítulo 15 de los Hechos, donde vimos que Pablo y Silas,
pasaron por Siria y Cilicia, confirmando la organización de las iglesias. Más tarde pasaron a Galacia. Y vimos
que cuando Pablo estuvo en Listra, encontró a un joven a quien había conocido en su primer viaje misionero.
Este joven se había convertido por medio del ministerio de Pablo y por eso Pablo lo llamaba "su verdadero
hijo en la fe". Pablo conoció también a la madre y a la abuela de este joven. Y dijimos que este joven era
Timoteo, quien llegó a ser compañero de Pablo y de Silas en este viaje. Vimos también que cuando Pablo le
tomó por compañero, le circuncidó por causa de los judíos, para evitar cualquier tipo de controversia con los
judíos y los no judíos. Y finalmente vimos que Pablo se alegró por los resultados del ministerio en Galacia.
No solamente visitó las iglesias que habían sido fundadas anteriormente, sino que multitudes en otros lugares,
se estaban convirtiendo a Cristo. Nuevas iglesias tuvieron que ser establecidas, como resultado del aumento
en número de creyentes que tenía lugar cada día. Comenzaremos leyendo el versículo 6 de este capítulo 16 de
los Hechos, para comenzar a considerar
El viaje de Pablo en Filipos
"Atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en
Asia;"
Galacia incluía toda esta región. Opinamos que Pablo pasó desde este lugar al norte del país. La provincia de
Asia quedaba más al sur, donde estaba la ciudad de Éfeso. En realidad Éfeso era la principal ciudad de la
provincia de Asia. Posiblemente Pablo pudo haber planeado realizar un recorrido por Asia menor. Ésta era
una región densamente poblada en aquel entonces, y era el centro de la cultura griega. Ésta fue una gran zona
comercial, un centro político y un centro académico de gran importancia. Y Pablo esperaba describir un gran
círculo pasando por el país de Galacia, luego por Frigia, más tarde hacia el sur a la provincia de Asia, y luego
de regreso nuevamente a Antioquía para dar un informe a la Iglesia allí.
Pero el Espíritu de Dios tenía otros planes. Y se nos dice que a los viajeros les fue prohibido por el Espíritu
Santo hablar la Palabra en Asia, lo cual fue sorprendente. Pablo quería ir hasta allí, y el Espíritu de Dios
quería que la Palabra fuera promulgada. Pero, el mismo Espíritu le indicó a Pablo que quería que, en aquella
ocasión, estuviera en un lugar diferente. Por lo tanto, Pablo naturalmente creyó que si no podía ir hacia el sur,
se dirigiría hacia el norte. Bitinia quedaba en el norte, a lo largo del mar Negro. Había una gran concentración
de hebreos en esa región y era un centro de población bastante importante. Esta región hoy en día, queda en
Turquía. Leamos ahora el versículo 7 de este capítulo 16 de los Hechos:
"y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió."
El Espíritu les había prohibido ir al sur de la provincia de Asia y luego les prohibió dirigirse hacia el norte, a
Bitinia. Habían venido desde el oriente. Y ahora, ¿A dónde irían? Bueno, quedaba una sola dirección y era
hacia el occidente. Por lo tanto, Pablo siguió viajando hacia el oeste hasta que llegó a Troas. Allí tuvo que
detenerse porque le era necesario tomar un barco para poder continuar. Pablo no pudo imaginarse lo que iba a
hacer ni a donde dirigirse desde ese punto. Leamos el versículo 8:
"Entonces, pasando junto a Misia, descendieron a Troas."
Creemos que si hubiéramos conocido a Pablo durante el tiempo en que quedó demorado en Troas, podríamos
haberle preguntado: "¿Pablo, a dónde irás?" Y estamos seguros que nos habría contestado que no lo sabía. Y
tememos que la próxima pregunta que le habríamos hecho sería: "Y ahora, Pablo, ¿quiere decir que el gran
apóstol a los no judíos no sabe hacia donde se dirigirá ahora? Seguramente debes saber cual es la voluntad de
Dios para tu vida". Y entonces, nos habríamos sentado con él para charlar un rato en cuanto a la voluntad de
Dios en la vida del creyente. Pero el gran apóstol simplemente no sabía cual era la voluntad de Dios. ¿Por
qué? Porque el Espíritu de Dios le estaba guiando y allí en Troas, Pablo simplemente se encontraba
esperando. Se necesitaría un impulso poderoso para lograr que Pablo saliera de Asia y fuese a Europa.
Continuemos leyendo el versículo 9 de este capítulo 16 de los Hechos:
"Una noche, Pablo tuvo una visión. Un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a
Macedonia y ayúdanos."
Éste fue el llamado de Pablo a Macedonia. Ahora, Macedonia quedaba al otro lado del mar Egeo, en Europa
continental. Pablo estaba en Asia. El evangelio pasaría de Asia a Europa. Vemos que el Espíritu de Dios le
estaba dirigiendo en esa dirección. No sabemos por qué Pablo fue dirigido hacia el occidente, hacia Europa.
No comprendemos por qué no fue dirigido hacia el oriente, a un país como China. Y damos muchas gracias a
Dios por el hecho de que ésta fue la dirección que tomó.
Leamos ahora el versículo 10 de este capítulo 16 de los Hechos:
"Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos
llamaba para que les anunciáramos el evangelio."
Ahora, ¿Quiénes son los que se incluyen aquí en este cambio de persona, aquí donde dice que "Dios nos
llamaba para que les anunciásemos el evangelio". Observemos el cambio de la tercera persona del plural
"ellos" en el versículo 8, a la primera persona del plural "nos" en este versículo 10. Es que a partir de ese
momento el doctor Lucas, el escritor de este libro, se unió a este equipo que, entonces, pasó a ser un cuarteto.
En verdad, es posible que hubiera otros que también les acompañaban, pero, ahora tenemos por lo menos a
cuatro nombres que podemos identificar: Pablo, Silas, Timoteo, y el doctor Lucas. Ésta que entró en Europa,
fue realmente una cualificada delegación. Ahora, el versículo 11 nos dice:
"Zarpando, pues, de Troas, navegamos directamente a Samotracia, el día siguiente a Neápolis"
Neápolis estaba situada a alguna distancia de la costa. Continuemos con el versículo 12:
"y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia. Estuvimos en
aquella ciudad algunos días."
Filipos era una colonia de Macedonia, o sea, que era una colonia romana. Y en esta ciudad residía el
gobernador romano. Sus habitantes tenían costumbres romanas y hablaban en latín.
Ésta fue su primera parada en Europa. Pablo fue a un centro estratégico para comenzar allí su ministerio en
Europa. Esto hizo que la Iglesia en Filipos fuera una Iglesia notable. También había otras razones que
veremos en nuestro estudio de la epístola a los Filipenses, por las cuales esta Iglesia estuvo tan cerca al
corazón de Pablo. Ésta era la Iglesia que le amaba. Y Pablo amó a esta Iglesia.
Continuemos con el versículo 13, para ver
El ministerio de Pablo en Felipos
"Un sábado salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración. Nos sentamos y
hablamos a las mujeres que se habían reunido."
Ahora, observemos que apenas fuera de la ciudad, junto al río, se celebraba un culto de oración. Nos
preguntamos si esa reunión de oración no tuvo algo que ver con la llegada del apóstol Pablo a Europa y con la
visión del varón macedonio. Y una mujer llamada Lidia era que dirigía este culto de oración. Leamos el
versículo 14 de este capítulo 16 de los Hechos:
"Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios,
estaba oyendo. El Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo decía"
Tiatira estaba situada en Asia Menor. Era el lugar donde estaba situada una de las siete Iglesias que recibiría
una amonestación de nuestro Señor en los capítulos 2 y 3 del libro de Apocalipsis. De allí procedía esta mujer,
que adoraba al Dios vivo y verdadero, pero, tenía muy poco conocimiento de Él. Esta mujer Lidia era una
persona extraordinaria. Era una mujer de carácter dominante y dotes de liderazgo. Al parecer, era ella quien
dirigía el culto de oración y debió ser la primera persona convertida a Cristo, en Europa. Continuemos con el
versículo 15:
"y cuando fue bautizada, junto con su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor,
hospedaos en mi casa. Y nos obligó a quedarnos."
No sabemos nada en cuanto al marido de Lidia, pero debe haber estado en alguna parte. Hay familias así
como esa, en las que la mujer tiene un carácter dominante. Y al parecer, ése era el caso aquí, porque toda su
familia se convirtió a Cristo mediante su testimonio. Y ahora, encontramos que Pablo y su grupo se quedaron
en su hogar y se hospedaron allí. Es de suponer que Lidia era una mujer de ciertos recursos y que le fue
posible atender a las necesidades del grupo de viajeros. Ahora, continuemos con el versículo 16 de este
capítulo 16 de los Hechos:
"Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de
adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando."
No pensemos que la gente allí creía en una simple superstición. Esta muchacha estaba endemoniada. Es bueno
ser conscientes de que estamos viendo en nuestros tiempos un resurgimiento del interés en el ocultismo y en
los demonios. Es que la creencia en demonios está basada en la realidad. Esta muchacha que se menciona
aquí en este pasaje, estaba poseída por demonios. Era esclava y sus amos la usaban para obtener grandes
ganancias. Continuemos con los versículos 17 al 19 de este capítulo 16 de los Hechos:
"Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba: ¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo! Ellos os
anuncian el camino de salvación Esto lo hizo por muchos días, hasta que, desagradando a Pablo, se volvió él
y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.
Pero al ver sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los
trajeron al foro, ante las autoridades."
A Pablo le fue posible echar fuera al demonio en el nombre del Señor Jesucristo. Pero, esto afectó al dinero
que sus amos estaban obteniendo. De modo que, estos hombres ahora se declararon públicamente como
enemigos de Pablo y su grupo. Continuemos con los versículos 20 y 21:
"Los presentaron a los magistrados y dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad y
enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos."
Recordemos que Filipos era una colonia de Roma cuyo pueblo practicaba la idolatría romana. Pablo y sus
hombres fueron acusados de tratar de cambiar las cosas al predicar acerca del Dios verdadero. Pero el
verdadero punto en disputa era que aquellos hombres habían perdido su fuente de ingresos financieros.
Continuemos con los versículos 22 al 24:
"Entonces se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarlos
con varas. Después de haberlos azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los
guardara con seguridad. El cual, al recibir esta orden, los metió en el calabozo de más adentro y les aseguró
los pies en el cepo."
Observemos que estos hombres fueron azotados y con sus espaldas laceradas, fueron echados en la cárcel.
Para mayor seguridad, notamos que el carcelero sujetó sus pies en el cepo. Ahora, el versículo 25 dice:
"Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían."
Qué escena maravillosa fue esta en la que estos hombres cantaban alabanzas a Dios mientras se hallaban en
una situación tan miserable. ¡No fue extraño pues, que las puertas se abrieran! Continuemos con los
versículos 26 y 27. Pero leamos el 25 una vez más:
"Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces
sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al
instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Se despertó el carcelero y, al ver
abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido."
Vamos a considerar por un momento a este carcelero filipense. Él era el responsable de estos presos, y
naturalmente pensó que si las puertas se habían abierto y las cadenas habían caído, los presos habrían huido.
Y él sería responsable de su huida y tendría que perder su vida por incumplimiento de su deber. De modo que
se dispuso a caer sobre su propia espada. Cuando una persona se encuentra en una situación como ésta, piensa
en la eternidad. Y esto fue lo que este hombre hizo, como así lo indicó su pregunta a Pablo. Veamos lo que
ocurrió en los versículos 28 al 31:
"Pero Pablo le gritó: ¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí! Él entonces pidió una luz, se
precipitó adentro y, temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas. Los sacó y les dijo: Señores, ¿qué
debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa."
¿Qué debe hacer una persona para ser salva? Debe creer en el Señor Jesucristo. ¿Podría creer uno por otro
miembro de su familia o por alguna otra persona? No. Debía creer en el Señor Jesucristo, y sería salva; y si su
familia creía en el Señor Jesucristo, ellos también serían salvos. Ese es el significado aquí. Ahora, los
versículos 32 y 33, continúan diciéndonos:
"Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Él, tomándolos en aquella
misma hora de la noche, les lavó las heridas, y en seguida se bautizó con todos los suyos."
¡Qué diferencia! Él había causado las heridas de estos hombres. Pero entonces, les lavó las heridas. Era un
hombre totalmente transformado. Continuemos con el versículo 34:
"Luego los llevó a su casa, les puso la mesa y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios."
En una sola noche fueron azotados, arrojados en la cárcel, liberados por la intervención directa de Dios y,
finalmente, agasajados en la casa de estos alegres recién convertidos a Cristo. Continuemos leyendo los
versículos 35 y 36:
"Cuando fue de día, los magistrados enviaron guardias a decir: Suelta a esos hombres. El carcelero hizo
saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han mandado a decir que se os suelte; así que ahora salid y
marchaos en paz."
Esta acción se debió a que ellos se dieron cuenta de que lo que habían hecho era ilegal. Y en consecuencia
estaban ordenando soltar a los presos para que se fuesen en paz. Sin embargo, Pablo elevó una objeción. Dijo
que no saldría bajo tales circunstancias. Leamos los versículos 37 hasta el 40 de este capítulo 16 de los
Hechos:
"Pero Pablo le dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial y siendo ciudadanos romanos,
nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos liberan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a
sacarnos. Los guardias hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que
eran romanos. Fueron y se excusaron; los sacaron y les pidieron que salieran de la ciudad. Entonces,
saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia y, habiendo visto a los hermanos, los consolaron y se
fueron."
Observemos que Pablo objetó al hecho de que estos magistrados quisieran sacarles encubiertamente, después
de haberles azotado públicamente sin sentencia judicial, a pesar de ser ciudadanos romanos, lo cual era ilegal.
Y entonces, al oír esto los magistrados, dice aquí el versículo 38, "tuvieron miedo al oír que eran romanos".
De modo que decidieron venir y les rogaron que salieran y se fueran de la ciudad. Ellos entonces, saliendo de
la cárcel, entraron en la casa de Lidia y después de ver a los hermanos, los consolaron y se fueron. Por
supuesto, la insistencia de Pablo en un reconocimiento público de sus inocencia se debió a su intención de
proteger a los nuevos creyentes, quienes quedarían en Filipos después de su partida.
Y así concluye el capítulo 16 de este libro de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos así a

Hechos 17
En este capítulo el tema principal es la continuación del segundo viaje misionero de Pablo. Estamos
acompañando a Pablo en su segundo viaje misionero por Tesalónica, Berea y Atenas. Vimos en el capítulo 16
que Pablo había entrado por primera vez al continente europeo, lo cual constituyó un paso memorable,
significativo y revolucionario. Llevó el evangelio a los antepasados de muchos de nosotros. Ahora, no
podemos alegar ser superiores a otros. En realidad, Dios escoge lo que el mundo considera débil simplemente
para que mundo sepa que todo lo que Él hace se debe a Su soberana gracia y no a ningún mérito humano. Y le
damos gracias a Dios por enviar el evangelio a Europa.
Vimos que Pablo fue primero a la ciudad de Filipos y que allí le trataron muy mal. Sin embargo, en aquel
pueblo se pudo establecer una pequeña Iglesia. Cuando estudiemos la carta que Pablo escribió a esa Iglesia,
veremos que fue la Iglesia más cercana al corazón del apóstol Pablo que cualquier otra Iglesia, o cualquier
otro grupo de creyentes.
Y así, pues, continuó su viaje misionero. Esperamos que usted lo esté siguiendo en su mapa como le hemos
sugerido. Y notará que Pablo fue a Tesalónica y a Berea, aún viajando hacia el oeste, a Macedonia, y después
en dirección al sur, a Atenas. Tesalónica fue pues, su próxima parada importante en su actividad misionera.
Comencemos leyendo el versículo 1 de este capítulo 17 de los Hechos, para ver
El ministerio de Pablo en Tesalónica
"Pasando por Anfípolis y Apolonia llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos."
Ahora, como hemos destacado anteriormente, Pablo acostumbraba a usar la sinagoga como un punto de
partida para introducirse a la vida de la ciudad, o de la comunidad. Esto le conducía a relacionarse con los
judíos devotos de la ciudad, y algunos de esos judíos creerían. Nunca sucedió que todos creyeran, pero,
siempre hubo algunos que sí creyeron. El hecho fue que la mayoría de ellos le rechazaría, y esto le impulsaría
a dirigirse a los no judíos. Entonces, algunos de los gentiles también creerían. Y ésta fue la manera como una
iglesia comenzaría a existir. Una iglesia local integrada por judíos y gentiles.
Anfípolis también fue llamada "Nueve Caminos", y este nombre sugiere su importancia estratégica y
comercial. La mayoría de las ciudades se edifican sobre un modelo cuadrado; pero esta ciudad había sido
construida como una edificación redonda, y el muro alrededor de ella era también redondo. Anfípolis pues,
era un punto importante en la Vía Ignacia, un camino romano que era la vía pública prominente que pasaba
por aquella región. Por este camino, Helesponto quedaba a unos 800 kilómetros de Dyrrhachum en el mar
Adriático. Ésta sería la carretera utilizada por el ejército romano. Por esta ruta viajaban también los
comerciantes. Y ahora, venían algunos misioneros que iban de camino a Tesalónica. Y Apolonia era otro
pueblo importante en esta misma Vía Ignacia.
Tesalónica, por su parte, estaba situada a unos 61 kilómetros al oeste de Apolonia en la vía Ignacia. Quedaba
en el interior pero era en realidad un puerto marítimo porque desde allí salían tres ríos que desembocaban en
el mar. Era una ciudad importante de aquel entonces; otra colonia romana. Casandro, un rey macedonio, la re-
edificó alrededor del año 315 A.C. y le dio el nombre de Tesalónica, en honor a la hermanastra de Alejandro
Magno. El nombre anterior de Tesalónica era Terme, debido a que había allí fuentes de aguas termales.
Ahora, Casandro fue uno de los generales de Alejandro Magno, y él se hizo cargo del gobierno de aquella
región, después de la muerte de Alejandro. Sin embargo, en los tiempos de Pablo, la ciudad ya era una colonia
romana.
En este programa hemos considerado el extraordinario suceso de la cárcel de Filipos, que condujo a la
conversión del carcelero y su familia. Recordamos la gran pregunta de aquel carcelero: "¿Qué debo hacer para
ser salvo? Ante el fracaso humano cuando todo lo que nos rodea se derrumba, y ante la posibilidad de dejar
esta tierra, pasar a la eternidad y enfrentarse con las consecuencias de una falta de relación con Dios, ésta es la
pregunta que se han formulado millones de personas a través de los siglos. Estimado oyente, la respuesta
continúa siendo la misma que San Pablo pronunció en aquella ocasión. "Cree en el Señor Jesucristo y serás
salvo".

Hechos 17:2-23
Continuamos hoy estudiando el capítulo 17 de este libro de los Hechos que comenzamos en nuestro programa
anterior. Y decíamos que tenemos aquí la continuación del segundo viaje misionero del apóstol Pablo. Y
dimos algunos datos con respecto a las ciudades que se mencionan aquí en el primer versículo: Anfípolis,
Apolonia y Tesalónica. Y decíamos por ejemplo que Anfípolis era también llamada "Nueve Caminos" y este
nombre sugiere su importancia estratégica y comercial. La mayoría de las ciudades se edificaban sobre el
modelo de un cuadro, pero esta ciudad había sido construida como una edificación redonda y el muro
alrededor de ella, era también redondo. Anfípolis era una estación importante en la vía Ignacia, un camino
romano que constituía la vía pública prominente por aquella región. En este camino, Helesponto quedaba a
unos 800 kilómetros de Dyrrhachum en el mar Adriático. Ésta sería la carretera utilizada por el ejército
romano. Por esta ruta viajaban también los comerciantes. Y ahora venían por ella algunos misioneros que iban
de camino para Tesalónica. Ahora, Apolonia era otro pueblo importante en esta misma vía Ignacia.
Tesalónica, por su parte, estaba situada a unos 61 kilómetros al oeste de Apolonia en la vía Ignacia. Estaba
situada en el interior, pero era en realidad un puerto marítimo porque desde allí salían tres ríos que
desembocaban en el mar. Era una ciudad importante en aquel entonces; otra colonia romana. Casandro, un rey
macedonio la re-edificó alrededor del año 315 A.C. y le dio el nombre de Tesalónica, en honor a la
hermanastra de Alejandro Magno. El nombre anterior de Tesalónica era Terme, debido a que había allí
fuentes de aguas termales. Ahora, Casandro fue uno de los generales de Alejandro, y él se hizo cargo del
gobierno de aquella región, después de la muerte de Alejandro. Sin embargo, en los tiempos de Pablo, la
ciudad ya era una colonia romana. Continuemos pues leyendo los versículos 2 y 3 de este capítulo 17 de los
Hechos:
"Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados discutió con ellos, declarando y exponiendo por
medio de las Escrituras que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos. Y decía:
Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo."
Pablo siguió aquí su costumbre habitual de predicar en la sinagoga. Estuvo allí solamente tres días de reposo,
lo cual quiere decir que no pudo haber estado allí por más de un mes. En aquel período limitado de tiempo
llevó a cabo toda su obra misionera. Muchos hombres y mujeres se convirtieron a Cristo, se organizó una
Iglesia local, y Pablo les enseñó. En un período tan breve les enseñó todas las grandes doctrinas de las
Escrituras, incluyendo la doctrina del arrebatamiento de la Iglesia, lo cual sabemos por la primera carta a los
Tesalonicenses; primera carta que Pablo escribió. Notaremos que el asunto del regreso de Cristo es el tema
central en esa primera carta de Pablo a los Tesalonicenses. Por tanto, podemos ver que Pablo tuvo un
ministerio fructífero allí en su corta estancia de solamente un mes.
Veamos ahora en qué consistió el mensaje que Pablo presentó en Tesalónica. Dice aquí que estuvo
"declarando y exponiendo". Es decir, que declaraba y exponía las Escrituras del Antiguo Testamento. Ahora,
¿Qué enseñaban las Escrituras? "que era necesario que el Cristo padeciese". De modo que predicó la muerte y
la resurrección de Jesucristo, mostrándoles que ésta era necesaria según se manifestó en el Antiguo
Testamento. Estimado oyente, no encontrará usted ningún mensaje en el libro de los Hechos predicado por
Pedro o por Pablo, en el cual la resurrección no constituyese el tema central.
En la actualidad, con demasiada frecuencia, la resurrección no es la parte central del mensaje cristiano, y ni
siquiera forma parte de dicho mensaje. Hablamos más bien de la cruz. Pero, estimado oyente, hoy tenemos un
Cristo viviente. Alguien lo ha expresado de la siguiente manera: "Hay un hombre en la gloria celestial, pero,
la Iglesia lo ha perdido de vista." En este mismo momento el Señor Jesucristo está a la derecha de Dios. Y eso
tiene mucha importancia. Una cosa es hablar en cuanto a la muerte histórica de Cristo, que tuvo lugar hace
más de 2000 años, y en cuanto a Su resurrección en el tercer día. Pero, la pregunta es: ¿Qué relación tiene
usted con la muerte y la resurrección del Señor Jesucristo? Éste fue el gran tema en su carta a los Gálatas.
¿Tiene algún significado para usted el hecho de que Cristo murió y resucitó? ¿Tiene usted relación hoy con
ese Cristo viviente? ¿De qué manera ha afectado todo esto su vida?
Cada domingo debiera ser un día de resurrección. Recordemos que fue un primer día de la semana cuando
Cristo resucitó de los muertos. Todo sermón, debe hacer mención de la resurrección de Cristo en alguna parte.
Es importante mencionar la resurrección de Cristo porque estamos hablando acerca de Él como Hombre que
está en el cielo, en la gloria.
Lamentablemente, el caso es que esta verdad no recibe el énfasis que merece. Si usted hojea cualquier libro de
teología, descubrirá que tiene una extensa sección en cuanto a la muerte de Cristo. Y es verdad que este tema
tiene mucha importancia. Y damos gracias a Dios que le dedican tanto espacio a la muerte de Jesucristo. Pero,
la gran mayoría de estos libros sólo tienen una sección breve, simplemente unas pocas hojas, que tratan del
tema de la resurrección. Y creemos que ésta es una carencia importante. Creemos que debieran haberse
extendido mucho más en cuanto a este tema de la resurrección de Jesucristo. El hecho es que la resurrección
de Cristo fue la base de toda la predicación del Nuevo Testamento. Y estamos dándole gran énfasis a esta
verdad, porque la consideramos muy importante. Bien, resumiendo decimos entonces que Pablo estuvo en
Tesalónica tres días de reposo y que la resurrección de Cristo fue su mensaje. Ahora, observemos cómo le
recibieron, aquí en el versículo 4 de este capítulo 17 de los Hechos:
"Algunos de ellos creyeron y se juntaron con Pablo y con Silas; asimismo un gran número de griegos
piadosos, y mujeres nobles no pocas."
Algunos creyeron. Eso siempre pasa cuando la Palabra de Dios se proclama. Algunos creen. Claro que esto
implica que hay otros que no creen. La minoría cree, mientras que la mayoría no suele creer. Ahora, cuando el
doctor Lucas dijo: ". . . y mujeres nobles no pocas" estaba expresándose en su habitual estilo comedido para
indicar que un gran número de ellas vinieron al Señor. ¡Que respuesta tan extraordinaria! Continuemos con
los versículos 5 y 6 de este capítulo 17 de los Hechos:
"Celosos, entonces, los judíos que no creían, tomaron consigo algunos ociosos, hombres malos, con los que
juntaron una turba y alborotaron la ciudad. Asaltaron la casa de Jasón, e intentaban sacarlos al pueblo,
pero como no los hallaron, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad,
gritando: Éstos que trastornan el mundo entero también han venido aquí"
Ahora, no consideremos estas palabras como un recurso de oratoria o como una hipérbole o exageración.
Cuando ellos dijeron que estos hombres trastornaban el mundo entero, eso fue exactamente lo que querían
decir. Cuando el cristianismo penetró en aquel viejo Imperio Romano, causó una verdadera revolución.
Produjo un gran impacto. Es una lástima que no podamos experimentar hoy una revolución de este tipo para
llevar a muchas personas al Señor Jesucristo y a la Palabra de Dios. Nuestro mundo está lleno de hipocresía y
estamos viviendo en una de las épocas más paganas que este mundo jamás haya conocido. El "cristianismo"
de hoy, en su mayor parte, constituye una apariencia. Tenemos que reconocer que es necesario volver a la
Palabra de Dios y al Cristo viviente. ¡Cuán importante es esto! Continuemos ahora con los versículos 7 al 9 de
este capítulo 17 de los Hechos:
"y Jasón los ha recibido. Todos ellos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. Al
oír esto, el pueblo y las autoridades de la ciudad se alborotaron. Pero después de obtener fianza de Jasón y
de los demás, los soltaron."
Ahora, recordemos que esta ciudad era una colonia romana, que funcionaba bajo los dictados del César. Y
vemos que una vez que recibieron una fianza de Jasón y de los demás, les dejaron irse. Continuemos ahora
con el versículo 10 de este capítulo 17 de los Hechos, que comienza a hablarnos sobre
El ministerio de Pablo en Berea
"Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. En cuanto llegaron,
entraron en la sinagoga de los judíos."
Uno creería que esta situación desanimaría a Pablo; o que por lo menos retrasaría sus pasos. Sin embargo
vemos que este no fue el caso, sino que decidió proseguir su viaje. Y viajó hasta Berea, un pueblo cercano a la
costa. Ahora, el versículo 11 dice:
"Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud,
escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así."
Esta gente era razonable. Escudriñaban las Escrituras cada día y creemos que allí también se fundó una
Iglesia. Sin embargo, no oímos hablar tanto en cuanto a esa Iglesia. Es interesante ver que las Iglesias más
fuertes fueron las que se establecieron en los lugares donde la persecución era mayor. Una de las dificultades
que enfrentamos hoy es que la Iglesia, por lo general, no es perseguida. En realidad, la Iglesia, como el
cristianismo, es simplemente una realidad social que se da por sentada. Pero, no fue así en el primer siglo.
Continuemos con el versículo 12:
"Muchos de ellos creyeron, y de los griegos, mujeres distinguidas y no pocos hombres."
Aquí una vez más el doctor Lucas hizo uso del diminutivo. ¿Por qué no dice que creyeron muchos hombres y
mujeres de distinción? Bueno, de cualquier manera nos agrada su manera moderada de expresarse. Dijo: " y
no pocos hombres". Quiere decir que muchos creyeron. Ahora, los versículos 13 y 14 dicen:
"Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por
Pablo, fueron allá y también alborotaron a las multitudes. Entonces los hermanos hicieron que Pablo saliera
inmediatamente en dirección al mar; pero Silas y Timoteo se quedaron allí."
Pablo, pues, continuó su viaje y ahora viajó sin la compañía de los miembros de su equipo. Leamos ahora el
versículo 15 de este capítulo 17 de los Hechos, que nos introduce a
El ministerio de Pablo en Atenas
"Los que se habían encargado de conducir a Pablo lo llevaron a Atenas; y habiendo recibido el encargo de
que Silas y Timoteo vinieran a él lo más pronto posible, salieron."
Pablo entonces se fue a Atenas. Esperaría allí a Silas y a Timoteo. Quería que ellos visitaran a los creyentes
en Tesalónica para ver cómo estaban progresando. Luego debían ir a Berea para ver cómo marchaba la
congregación allí, y desde allí tenían que continuar su viaje para reunirse con él en Atenas. El versículo 16
dice:
"Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría."
Atenas era el centro de la cultura del mundo. El hecho es que cuando uno piensa en Atenas, recuerda
inevitablemente la cultura. Sin embargo, Atenas era una ciudad entregada a la idolatría. Y el versículo 17 de
este capítulo 17 de los Hechos, continúa diciendo:
"Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían."
Ahora, este mercado queda al pie de la Acrópolis. Y podemos imaginarnos a Pablo caminando por allí. Usted
recordará que Pablo hacía tiendas para ganarse la vida, y creemos que él muy bien habrá podido vender
algunas tiendas mientras estaba allí. Y mientras vendía sus tiendas, pues, hablaba del Señor Jesucristo.
Continuemos con el versículo 18:
"Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos discutían con él. Unos decían: ¿Qué querrá decir este
palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses. Esto decían porque les predicaba el
evangelio de Jesús, y de la resurrección."
La filosofía de los epicúreos era más o menos hedonista, o sea, que proclamaba la búsqueda del placer como
fin supremo de la vida. Los estoicos en cambio eran un grupo que creía en la circunspección y la moderación.
Los epicúreos creían que uno no debía restringirse. Creían que de esta manera uno podría vencer las
demandas de la parte física del ser humano. Creían que uno debía darle al cuerpo todo lo que quería tener. Los
epicúreos deben haber participado plenamente en cualquier forma de moralidad que nosotros hoy
consideramos avanzada. Ahora, por contraste, los estoicos creían que se debía ejercer un dominio total sobre
el cuerpo. Pues bien, vemos aquí al pueblo griego, es decir, a los filósofos de ambos grupos, que vinieron para
oír lo que Pablo tenía que decir. Pablo había estado hablando mucho y por eso lo llamaban charlatán. Ahora,
su tema era algo nuevo para ellos. Consideraban el nombre de Jesús y la idea de la resurrección, como
"nuevos dioses."
Hay muchos hoy, que dicen que Pablo tomó muchas de sus ideas del platonismo. Dicen que Pablo en realidad
no creía en la resurrección corporal, sino en la idea platónica de una resurrección espiritual, según la cual el
pensamiento y las obras de un individuo impregnaban la sociedad, y que esta influencia que continuaba, era la
vida después de la muerte. Uno todavía escucha estas ideas en la actualidad. Muchas tendencias actuales no
constituyen una nueva ideología, sino un resurgimiento de aquella antigua filosofía griega. Pero, observemos
que aquellos filósofos griegos, no lograron comprender a Pablo. Quizás Pablo era demasiado profundo para
ellos. Y la filosofía griega estaba en una fase de decadencia en Atenas, especialmente en esa época. Sin
embargo, la gente quiso escucharle. Continuemos con el versículo 19 de este capítulo 17 de los Hechos:
"Lo tomaron y lo trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que
hablas?"
El Areópago se encontraba en una formación de roca muy peculiar sobre cuya parte alta, en la acrópolis, se
habían erigido el Partenón y los demás edificios que tenían relación con aquel gran centro religioso y cultural
griego. El Areópago era un tribunal griego formado por un consejo de nobles, que se reunía al aire libre.
Francamente, éste era un ambiente estéticamente atractivo, con edificios y estatuas hermosos. Sin embargo,
debemos recordar que a pesar de su belleza, la ciudad estaba completamente entregada a la idolatría. Estamos
seguros que todos los creyentes en Cristo que visitan el Areópago hoy, leen desde la colina de Marte el
sermón de Pablo que se encuentra allí grabado.
Pues, bien, los filósofos griegos le dijeron a Pablo que querían saber más acerca de esta nueva doctrina. En
otras palabras, estaban en una completa oscuridad espiritual. Estaban en peores circunstancias que los gálatas,
los filipenses, y los tesalonicenses. Sin embargo, se creían grandes sabios. Las personas de este tipo son las
más difíciles de alcanzar con la Palabra de Dios y con el evangelio. Y así sucede también con los que no son
verdaderos creyentes, es decir, que profesan ser cristianos pero no lo son, porque creen que no necesitan más
que el conocimiento superficial que tienen. Parece que no se dan cuenta que en verdad, necesitan un Salvador,
no solo para salvarles del pecado, sino también para salvarles en su vivir diario, a fin de que sus vidas sean
dignas de ser vividas y tengan valor para Dios. Continuaron pues los atenienses hablando con Pablo y le
dijeron en los versículos 20 y 21:
"pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. (Porque todos los
atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo
nuevo.)"
Creemos que esta gente que estaba en Atenas era bastante ociosa: no trabajaban, no hacían nada, simplemente
hablaban. Tenían todo el tiempo disponible para hablar y proponer nuevas teorías y nuevas ideas. Parece que
la familia humana alcanza muy fácilmente ese grado de sofisticación. Muchas personas creen saber algo,
cuando en realidad solo tienen un conocimiento superficial de las realidades trascendentes; y desconocen el
hecho más importante en todo el universo. Hay quienes dicen que Pablo fracasó en el Areópago, pero no
estamos completamente de acuerdo con tal afirmación. Es más, creemos que éste fue uno de los más grandes
mensajes que Pablo jamás predicara. Continuemos con el versículo 22 de este capítulo 17 de los Hechos:
"Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Atenienses, en todo observo que sois muy
religiosos"
Vemos que Pablo comenzó su mensaje de una manera muy formal, diciendo: "Varones atenienses". Luego
dijo que percibía que eran muy religiosos. Los atenienses en verdad eran muy religiosos. Atenas estaba llena
de ídolos. El panteón de los dioses que los atenienses y los griegos tenían era interminable. Había dioses
pequeños y dioses grandes. Tenían un dios para casi toda circunstancia o situación. Eso es lo que Pablo estaba
diciendo. En ese sentido, eran verdaderamente muy religiosos. A veces oímos preguntar a muchas personas
hoy en día, en cuanto a la necesidad de enviar misioneros a ciertas regiones del mundo. Dicen que la gente ya
tiene su propia religión. ¿Por qué es necesario entonces enviar misioneros? Ahora, ¿Cuál piensa usted
estimado oyente, que sería la respuesta del apóstol Pablo en cuanto a esto? ¿Por qué fue él a predicar a
Atenas? Fue porque esta gente tenía ya su religión. Éste precisamente era su problema. Eran muy religiosos.
Vivían una religiosidad que les apartaba de Dios y de la persona de Jesucristo.
Ése es el gran problema que muchos enfrentan hoy. No se trata de que las personas sean demasiado malas
para ser salvas. Éste no es el verdadero problema. El problema es que algunos se creen muy religiosos, dignos
y buenos. Otros, en cambio, desde una postura materialista, también se consideran tan humanos, compasivos
y solidarios, que no necesitan a Dios. La verdad es que tenemos que predicar el evangelio, el mensaje de las
buenas noticias porque los seres humanos lo necesitan y están perdidos sin Cristo.
Y por este motivo, Pablo fue a Atenas. Los atenienses necesitaban escuchar el mensaje del evangelio. Y
destacaremos el hecho de que en Atenas, Pablo no fue a la sinagoga. Comenzó su discurso magistral
dirigiéndose a los "varones atenienses". Y, después que hizo esta observación de que eran muy religiosos,
continuó diciendo aquí en el versículo 23 de este capítulo 17 de los Hechos:
"porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: Al
dios no conocido. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerlo, es a quien yo os anuncio."
Pablo les dijo: "pasando y mirando vuestro santuario". Es decir, Pablo había visto los objetos de su adoración.
Había visto sus altares, sus ídolos, y sus templos. El hecho era que ese hermoso templo que llamaban el
Partenón, era un templo dedicado a Atena, la diosa virgen de los atenienses. Había ídolos por todas partes. Y
Pablo había tomado nota de esta circunstancia, y de que entre todos los ídolos, había encontrado un altar que
tenía esta inscripción: "AL DIOS NO CONOCIDO". Ahora, eso podía significar varias cosas, pero
entraremos en su consideración Dios mediante, en nuestro próximo programa.
Sólo nos queda reflexionar sobre la gran cantidad de dioses e ídolos que las personas de la sociedad
secularizada de nuestro tiempo adoran. Nos referimos a los valores y prioridades materiales de la sociedad de
consumo, que los seres humanos estiman hasta tal punto, que no pueden prescindir de ellos. Y el egoísmo les
ha hecho alejarse de Dios y, como consecuencia, se han apartado de sus semejantes. Y cuando estiman
conveniente aparentar una relación trascendente, acuden a formas y apariencias de religiosidad. Y con esas
falsas apariencias, pueden engañar a otras personas, preservando así una cierta respetabilidad social. Pero
Dios ve el interior de los seres humanos, como un lugar vacío, como una fuerza destructiva que se encamina
hacia la perdición eterna.
En este libro, en el capítulo 3, vimos a San Pedro predicando su segundo sermón. Y fue interesante el hecho
de que lo predicó ante una puerta llamada la Hermosa, que debió ser la puerta principal del templo. Allí, en
aquel lugar tan emblemático y ante una gran multitud, después de proclamar a Jesucristo muerto y resucitado,
les dirigió a sus oyentes una invitación que ha permanecido válida durante el transcurso de los siglos y que se
dirige a los seres humanos de nuestro tiempo. Estimado oyente: esta invitación fue general, pero también
personal, para todos aquellos que la oyen. Dijo el apóstol Pedro en aquella ocasión. Arrepentíos y convertíos,
para que sean borrados vuestros pecados.

Hechos 17:23-18:11
Continuamos estudiando hoy el capítulo 17 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior,
dejamos al apóstol Pablo en Atenas, precisamente en el Areópago, dirigiéndose a los atenienses, a quienes les
dijo que había observado que eran muy religiosos. Y después continuó diciéndoles, en el versículo 23,
"Porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: "Al
dios no conocido". Al que vosotros adoráis pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio". Pablo había visto
los objetos de su adoración. Se había fijado en sus altares, sus ídolos y sus templos. El hecho es que, ese
hermoso templo que llamaban el Partenón, era un templo dedicado a Atena, la diosa virgen de los atenienses.
Había ídolos por todas partes y Pablo había observado que, entre todos los ídolos, un altar que tenía esta
inscripción, "al dios no conocido". Ahora, eso podía significar que los atenienses eran muy liberales y
tolerantes, y no querían excluir a ninguno de los dioses. De modo que cualquier extranjero podría venir a
adorar en el altar al "dios no conocido", creyendo que había sido construido para su dios. Por otra parte, esto
podría significar que reconocían que había un dios a quién no conocían. Muchos paganos han reconocido que
detrás de su idolatría hay un Dios vivo y verdadero, de quien no saben nada y a quien no saben como
aproximarse. Tienen tradiciones según las cuales en algún pasado oscuro y remoto, sus antecesores de alguna
manera u otra, adoraron a ese dios. Y este pudiera haber sido el caso con los atenienses.
Pablo, pues utilizó la idea del "DIOS NO CONOCID0" como un punto de partida para su mensaje. Les dijo
que quería hablarles de ese dios a quien ellos no conocían. Ahora, quizá este enfoque no fue tan diplomático
como la primera frase de su mensaje. Después de todo, los atenienses, como amantes de la filosofía que eran,
creían que lo sabían todo. Esa multitud que se reunía en Atenas, simplemente se ocupaba en hablar de todo lo
que se podía hablar. Ahora, ¿Quién era aquel Dios? Bueno, en primer lugar, según lo expuso Pablo, era el
Dios de la creación. Leamos aquí el versículo 24 de este capítulo 17 de los Hechos:
"El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en
templos hechos por manos humanas."
Dios había establecido con suma claridad a través de todo el Antiguo Testamento -aun cuando les dio a los
israelitas los modelos para el tabernáculo y para el templo- que Él no habitaría en un determinado lugar
geográfico. Salomón reconoció esta verdad en su oración de dedicación del templo. En el primer libro de los
Reyes, capítulo 8, versículo 27, leemos lo siguiente: "Pero ¿es verdad que Dios habitará sobre la tierra? Si los
cielos, y los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?" Ahora,
aquellos hombres en el Antiguo Testamento se dieron cuenta de que Dios el Creador, el Dios vivo, no podía
vivir en un edificio que había sido construido por hombres. Los hombres viven en un universo que Dios ha
hecho. ¿Por qué entonces tuvieron la idea de que les era posible crear un edificio en el que Dios fuera a vivir?
Continuó pues, Pablo hablando a los atenienses y les dijo aquí en el versículo 25:
"ni es honrado por manos de hombres, como si necesitara de algo, pues él es quien da a todos vida, aliento y
todas las cosas."
Aquí, Pablo dio un golpe magistral. No solo les dijo que Dios era el Creador, sino que Él tampoco necesitaba
nada de ellos. Y aquí estaban ellos, que habían tratado de edificarle un templo. Traían sus ofrendas para
aplacar a este dios no conocido. Querían que este dios no conocido supiera que pensaban en Él. Entonces
Pablo les dijo que Dios no necesitaba nada de ellos. Dios, por el contrario, es el que da. Les provee a todos; le
da a usted todo lo que necesita. Le da la vida, le da Su aliento. Le ha dado el sol, la luna, y las estrellas. Le ha
provisto todas las cosas.
Estos atenienses adoraban el sol. Decían que Apolo venía arrastrando su carro de dos ruedas a través del cielo,
todos los días. Pero, Pablo les dijo que eso no era verdad y que el sol era algo que Dios había creado como un
don para los seres humanos. El Creador es el Dios viviente y el dador de todas las cosas. A propósito, también
nos da la salvación. No solo nos proporciona las cosas físicas, sino que también nos da los dones espirituales.
Y continuó Pablo hablando aquí en el versículo 26 y dijo:
"De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les
ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación"
Se ha dado gran importancia a este asunto de "una sangre" y creemos que aquí debemos descartar algunas
nociones erróneas. Una traducción mejor sería la siguiente: A partir de un solo hombre hizo él todas las
naciones. Dios ha creado una sola familia humana. Pero aquí no se habla de una hermandad universal. La
única hermandad que la Escritura reconoce, es la hermandad de los que están unidos en Jesucristo. Lo que si
reconocemos es una hermandad del pecado, en el sentido que todos somos pecadores. Todos somos de una
sola familia. Todos fuimos creados por el mismo Creador. Todos somos pecadores. Ante la realidad del mal,
todos somos iguales.
Esta declaración que hizo Pablo fue significativa. Dijo que Dios había colocado a ciertas agrupaciones o razas
humanas en ciertas localidades geográficas. Un Dios soberano, en su omnipotencia, ha ordenado la historia
(es decir, los tiempos) y determinado los límites (los lugares exactos) para que las naciones los habiten.
Después de todo, los orgullosos griegos tendrían que admitir que ellos no eran la única nación privilegiada de
la tierra. Y cuando los seres humanos han intentado traspasar los límites fijados por el Creador, se han
producido conflictos; tanto en la naturaleza como en las relaciones humanas. Continuó Pablo hablando y dijo
en el versículo 27 de este capítulo 17 de los Hechos:
"para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarlo, aunque ciertamente no está lejos
de cada uno de nosotros"
Esta frase: "si en alguna manera, palpando, puedan hallarle", proyecta la idea de buscarle a tientas. El ser
humano no busca verdaderamente al Dios vivo y verdadero. Está buscando algún dios palpable, es decir,
patente, evidente, y por eso está más dispuesto a hacerse un ídolo que pueda ver, que pueda tocar, para
adorarle. Pero aunque el hombre no esté en busca del Dios vivo y verdadero, sí está buscando algo. Porque el
propósito de Dios al revelarse en la creación y en la historia, fue que el ser humano le buscase. Continuó
Pablo y dijo en el versículo 28:
"porque en él vivimos, nos movemos y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho:
Porque linaje suyo somos."
Ahora, observemos que no los llamó hijos sino linaje, descendientes de Dios. Estaba refiriéndose a la creación
y a la relación de las criaturas con Dios mediante su creación. A propósito, aquí no se está estableciendo el
panteísmo, que es el sistema que cree que la totalidad del universo es el único Dios. Pablo no estaba diciendo
que el todo era Dios. Dijo que en Dios vivimos, nos movemos, y existimos, pero que Dios se encuentra más
allá del universo creado y es superior a él.
Pablo citó aquí a uno de sus propios poetas. Es decir, a uno de los poetas atenienses. Uno de los poetas citados
fue Arato, quien vivió alrededor del año 270 A.C. Era estoico, de Cilicia. Comenzó un poema titulado
Fenómenos, con una invocación a Zeus, dios del cielo que equivalía al romano Júpiter, en el cual dijo:
"Nosotros también somos linaje suyo". Cleanto fue otro poeta que vivió alrededor del año 300 A.C. El
también escribió un himno a Zeus, y en él habló de que "linaje suyo somos". Pablo, pues, se sirvió de la
poesía que esa gente conocía, para mostrar que el hombre es "linaje de Dios". Dios es Creador, y nosotros
somos Su creación, Sus criaturas. Continuó Pablo hablando, y dijo en el versículo 29:
"Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra,
escultura de arte y de imaginación de hombres."
En otras palabras, dijo que no debíamos ser idólatras. Pablo les presentó al Dios verdadero, al Creador. Y a
continuación, le presentó como el Redentor. Y dijo aquí en el versículo 30:
"Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en
todo lugar, que se arrepientan;"
Hubo un tiempo cuando Dios dejó que el paganismo siguiera su curso. Pero ahora la luz había venido al
mundo. Ahora Dios pide a los hombres en todas partes que acudan a Él. Es que la luz, crea responsabilidad.
Ahora Dios "manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan". Pablo les había presentado ya a
Dios como Creador en Su obra pasada. Ahora les presentaba a Dios como Redentor en Su obra presente. Pero
Pablo no se detuvo allí, sino que continuó y presentó a Dios como Juez en Su obra futura. Notemos lo que
dijo aquí en el versículo 31 de los Hechos capítulo 17:
"por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó,
acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos."
Cuando Dios juzgue será un juicio justo. El juicio vendrá por medio de un Juez que tiene la señal de los
clavos de la cruz en sus manos. Él es quien ha sido resucitado de los muertos. El apóstol Pablo siempre
presentó la resurrección de Cristo. La resurrección de Jesucristo de los muertos fue una declaración hecha
para todos los hombres. Es por esto que Dios aseguró a todo ser humano que habrá un juicio. Veamos ahora
lo que ocurrió aquí en el versículo 32:
"Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban y otros decían: Ya te oiremos
acerca de esto otra vez."
¿Sabe usted estimado oyente, por qué se burlaban? Porque el platonismo negaba la resurrección de los
muertos. Ésa era una de las marcas distintivas del platonismo. Negaba la posibilidad de una resurrección
física. Cuando usted oiga hablar hoy a los miembros de ciertas sectas acerca de una resurrección espiritual,
mientras niegan la resurrección física, entonces, estará oyendo la filosofía platónica y no la enseñanza de las
Escrituras. El apóstol Pablo enseñó la resurrección de los muertos. Por lo tanto, cuando aquellos griegos
oyeron acerca de la resurrección de los muertos, algunos se burlaron. Y dice el versículo 33:
"Entonces Pablo salió de en medio de ellos."
Algunos críticos han dicho que Pablo fracasó en Atenas. No creemos que haya fracasado. Siempre habrá
quienes se burlen del evangelio. Pero, también habrá quienes crean. Observemos lo que dice este versículo 34,
el versículo final de este capítulo 17 de los Hechos:
"Pero algunos de los que se le habían juntado, creyeron; entre ellos, Dionisio el areopagita y una mujer
llamada Dámaris, y otros con ellos."
Pablo vio a algunos que se convirtieron en la ciudad de Atenas. Cuando Pablo iba a un lugar y predicaba el
evangelio, siempre había quienes se convertían a Cristo. Por eso decimos que no fracasó, sino que tuvo éxito.
En cualquier parte donde se predique la Palabra de Dios, habrá quienes escuchen y crean.
Y así concluye nuestro estudio del capítulo 17 de los Hechos. Y llegamos ahora a

Hechos 18:1-11
En este capítulo todavía estamos en el segundo viaje misionero de Pablo. Pablo estaba solo en Atenas,
esperando la llegada de Timoteo y Silas, quienes le iban a traer informes de las iglesias en Berea y en
Tesalónica. Después de pasar un tiempo en Atenas, Pablo prosiguió su viaje llegando hasta Corinto. Leamos
el primer versículo de este capítulo 18 de los Hechos, para considerar
El ministerio de Pablo en Corinto
"Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto."
Hoy se puede viajar desde Atenas hasta Corinto en autobús. Pero Pablo probablemente lo hizo a pie.
Seguramente se demoró mucho tiempo para recorrer esa distancia, pero quizá el viaje no fue tan desagradable
porque por lo menos, el paisaje es muy hermoso. Por ese camino, se puede ver el sitio donde se libró la batalla
de Salamina en el mar, cuando la armada persa fue destruida. Y pueden verse otros lugares históricos muy
interesantes en el camino, antes de llegar a Corinto.
Ahora, cuando lleguemos a nuestro estudio de la Primera carta a los Corintios, hablaremos acerca de Corinto
y las razones por las cuales Pablo les escribió de la manera que lo hizo a los creyentes en esta ciudad.
Por ahora diremos que la ciudad de Corinto probablemente era la ciudad más perversa de aquel entonces. Era
la Sodoma y la Gomorra del Imperio Romano. Era el lugar a donde uno iría para divertirse, traspasando todos
los límites morales. Allí se ofrecían todos los placeres sensuales. Hoy aún pueden verse allí las ruinas de un
gran baño romano. En la distancia están las ruinas del templo que había sido dedicado a Afrodita (o Venus).
Había allí unas mil llamadas vírgenes vestales. Porque, en realidad, éstas no eran vírgenes sino prostitutas. El
sexo, pues, era una parte esencial de la religión. Y había allí grandes teatros y otros centros de entretenimiento
y la gente venía de todas partes del Imperio.
Pablo pues, entró en Corinto durante su segundo viaje misionero y nuevamente, en su tercer viaje misionero.
Creemos que fue aquí donde Pablo tuvo uno de sus ministerios más efectivos. Diríamos que Pablo tuvo sus
más grandes ministerios en Éfeso y en Corinto. Mientras que Éfeso era un centro de la religión; Corinto era
un centro de pecado, de expresión de todas las pasiones humanas. Ambas ciudades eran grandes centros del
comercio. Allí llegó Pablo procedente de Atenas. Fue entonces su primera visita a Corinto. Continuemos
ahora leyendo el versículo 2 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila, su mujer, por
cuanto Claudio había mandado que todos los judíos salieran de Roma. Fue a ellos"
En la ciudad de Corinto Pablo conoció a esta pareja judía. Aquila y Priscila recién llegados de Roma, donde
habían vivido anteriormente. Y el motivo por el cual habían salido de Roma fue la ola de antisemitismo que
se había extendido sobre la tierra. Durante los días del Imperio Romano esto ocurrió varias veces. En ese
tiempo, Claudio mandó a todos los judíos a salir de Roma. Entre aquellos que salieron de la ciudad había una
pareja maravillosa, formada por Aquila y Priscila. Sigamos adelante con el versículo 3 de este capítulo 18 de
los Hechos, junto con la última parte del versículo 2:
"Fue a ellos y, como era del mismo oficio, se quedó con ellos y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era
hacer tiendas."
Pablo naturalmente fue a ellos, porque eran del mismo oficio que él. Ellos tenían un comercio allí y a este
judío que había hecho el largo viaje desde Antioquia le invitaron a quedarse con ellos. No es difícil suponer
de qué hablaron, porque Pablo les guió a conocer al Señor. Y en la sinagoga hubo otros que también se
convirtieron a Cristo. Sin embargo, surgió entre los judíos una gran oposición contra Pablo. Ahora, los
versículos 4 y 5 dicen:
"Y discutía en la sinagoga todos los sábados, y persuadía a judíos y a griegos. Cuando Silas y Timoteo
vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los
judíos que Jesús era el Cristo."
Pablo había esperado en Atenas la llegada de Timoteo y Silas, pero, aparentemente no llegaron. Ahora, ellos
vinieron a reunirse con él en Corinto, y le trajeron el informe de las Iglesias en Macedonia. Cuando lleguemos
a la primera carta a los Tesalonicenses veremos que Pablo la escribió durante este período, después de haber
recibido el informe de Timoteo. Ahora, vemos que Pablo creyó que era necesario hablar con claridad. De
modo que testificó que Jesús era el Cristo. Continuemos con el versículo 6 de los Hechos, capítulo 18:
"Pero oponiéndose y blasfemando estos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra
propia cabeza. Mi conciencia está limpia; desde ahora me iré a los que no son judíos."
Y parece que de aquí en adelante el ministerio del apóstol Pablo se dirigió mayormente a los no judíos.
Encontramos que esto fue cierto en Éfeso, y creemos que menos evidente en Roma. Avancemos con los
versículos 7 y 8:
"Salió de allí y se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga.
Crispo, alto dignatario de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios al oír,
creían y eran bautizados."
Pablo estuvo unos 18 meses en la ciudad de Corinto, y allí llevó a cabo un gran ministerio. Ya vimos que al
oponerse los judíos, se dirigió a los que no lo eran. Aquí encontramos que el Señor le habló a Pablo porque él
estaba entrando en una nueva dimensión de su esfuerzo como misionero. Lo podemos ver a continuación en el
versículos 9 y 10:
"Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla y no calles, porque yo estoy
contigo y nadie pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad."
Corinto era el último lugar donde uno esperaría que el Señor tuviera un pueblo numeroso, por los motivos que
ya hemos expuesto.
Cuando uno observa estas grandes ciudades de nuestros países, donde se puede apreciar todo tipo de
corrupción y de pecado, es difícil imaginar que el Señor pueda tener un pueblo numeroso en esas ciudades.
Sin embargo, esto fue lo que ocurrió aquí en Corinto. Dijo el Señor: "Tengo mucho pueblo en esta ciudad".
Ahora, Pablo ya había estado en Corinto por mucho tiempo y estamos seguros de que se sentía inquieto y
estaría preguntándose si merecía la pena concentrarse en esta ciudad. Y creemos que cuando él se enfrentó
con esta oposición, habrá estado dispuesto a dirigirse a otra parte. Sin embargo, el Señor mismo intervino y
retuvo a Pablo. Le dijo que quería que se quedase allí, porque muchos en esa ciudad pertenecerían a Su
pueblo. Y veamos lo que ocurrió en el versículo 11 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios."
O sea que Pablo se quedaría todavía dieciocho meses más en Corinto. Y veremos que el evangelio continuaría
causando oposición.
En este sentido, hoy vivimos en una época caracterizada por factores tan dispares como indiferencia, u
oposición hacia el mensaje del Evangelio. Hemos expuesto hoy el mensaje de San Pablo en Atenas, en el cual
les dijo a los atenienses que Dios deseaba que los seres humanos le buscasen y quizás, como a tientas,
pudiesen encontrarle. Y en una época de tanto brillo científico e intelectual, nos imaginamos a las personas
buscando a Dios a tientas, en medio de una densa oscuridad espiritual. Sin embargo, estimado oyente, las
antiguas palabras del Salmo 145:18 nos recuerdan que Dios está muy cerca de los que le invocan con
sinceridad. Y San Pedro nos recordó en este mismo libro, en su primer discurso, que todo aquel que invoque
el nombre del Señor, será salvo.
Hechos 18:12-19:10
Continuamos nuestro estudio del capítulo 18 de los Hechos. Y en nuestro programa anterior, vimos cómo
Pablo había salido de Atenas y había ido hasta Corinto. Y que allí en Corinto había conocido a una pareja,
Aquila y Priscila, quienes habían escapado de Roma, debido a la ola de antisemitismo que Claudio había
promovido. Y vimos que Pablo fue a vivir con ellos, porque ellos desempeñaban el mismo oficio de Pablo, o
sea, el de hacer tiendas o carpas. Y así fue que les condujo al Señor. Vimos también que Corinto era un gran
centro comercial del imperio romano y, al mismo tiempo, una ciudad de moralidad depravada. Había una
exhibición vulgar y ostentosa de la riqueza y también una pobreza horrible y cruel. Corinto era pues, la feria
de la vanidad de aquel entonces. Sin embargo, aunque algunos creyeron, Pablo también se encontró con gran
oposición entre los judíos. De modo que, entonces, se dirigió a los no judíos. Y vimos también que el Señor le
habló a Pablo, porque estaba entrando en una nueva y gran dimensión de su obra misionera. Y creemos que
cuando él recibió esa oposición, estaba dispuesto a salir de allí, pero el Señor mismo intervino y detuvo a
Pablo, diciéndole que quería que se quedara en esa ciudad porque muchos creerían en Cristo. Y vimos que
Pablo en obediencia se quedó en Corinto 18 meses, enseñándoles la Palabra de Dios. Ahora, una vez más, el
evangelio causó oposición. Leamos ahora el versículo 12 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo y lo
llevaron al tribunal"
Este tribunal es el que Pablo mencionó en su carta a los Corintios. Le condujeron al tribunal, y allí lanzaron su
acusación contra él, diciendo aquí en el versículo 13:
"diciendo: Éste persuade a los hombres a honrar a Dios contra la Ley."
Ahora, ellos no quisieron decir que Pablo hacía algo que era contrario a la ley del Imperio Romano, ni
contrario a la ley de Corinto. Lo que querían decir era que obraba de una manera contraria a la ley del sistema
legal de Moisés. Y veamos entonces lo que ocurrió. Leamos los versículos 14 al 17 de este capítulo 18 de los
Hechos:
"Al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, judíos,
conforme a derecho yo os toleraría; pero si son cuestiones de palabras, de nombres y de vuestra Ley, vedlo
vosotros, porque yo no quiero ser juez de estas cosas. Y los echó del tribunal. 17Entonces todos los griegos,
apoderándose de Sóstenes, alto dignatario de la sinagoga, lo golpeaban delante del tribunal. Pero Galión no
hacía caso alguno."
Muchos han condenado a este hombre Galión. Lo han descrito como un juez típico e insensible de aquel
entonces. Pero quisiéramos decir algo en defensa de Galión. Damos gracias a Dios por él, y vamos a decir por
qué, él probablemente fue la primera persona que hizo una separación entre la Iglesia y el estado. Galión dijo
que si la cuestión se refería a la religión, debían tratarlo ellos mismos. Él era un magistrado romano y su
responsabilidad era hacer cumplir la ley romana. Pero mientras el caso no involucrara a la ley romana, él no
intervendría. No quería intervenir en asuntos religiosos y les invitó a solucionarlos ellos mismos. Es decir que,
adoptó una política de no intervención, él separó la Iglesia y el Estado, y no intervendría en cuanto a la
libertad de Pablo de predicar en la ciudad de Corinto. Corinto era una ciudad de libertades civiles, incluyendo
a la libertad religiosa.
Continuemos ahora leyendo el versículo 18 de este capítulo 18 de los Hechos, en que se nos dice que
Pablo navegó hacia Antioquía
"Pablo permaneció allí muchos días. Luego se despidió de los hermanos y navegó a Siria, junto con Priscila
y Aquila. En Cencrea se rapó la cabeza, porque tenía hecho voto."
Hay muchos que culpan a Pablo por haber hecho un voto. Dicen que éste fue el hombre que predicó que no
estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, y por tanto no debía haber hecho este voto. Pero tales personas están
diciendo que Pablo debía hacer las cosas de acuerdo a lo que ellos piensan. Bajo la gracia de Dios, estimado
oyente, si usted quiere hacer un voto, muy bien puede hacerlo. Y si no quiere hacer un voto, pues, no tiene por
que hacerlo. Pablo nunca obligó a nadie a hacer un voto. El hecho es que dijo muy enfáticamente que nadie
estaba obligado a hacer eso. Pero, si Pablo quiso voluntariamente hacer un voto, eso le concernía
personalmente a él. Esa es la maravillosa libertad que tenemos hoy bajo la gracia de Dios.
Nuestra relación es con el Señor Jesucristo y es una relación de amor. El Señor Jesucristo dijo en el evangelio
según San Juan, capítulo 14, versículo 15: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". No cumplimos Sus
mandamientos por obligación. Pero si le amamos, no haremos nada que interrumpa nuestra relación de
compañerismo con Él.
La Biblia nos dice lo que debemos hacer en cuanto a tales cosas. Si uno quiere abstenerse de ciertas cosas o
simplemente hacerlas como, por ejemplo, comer carne, tiene libertad para ello. Si uno desea guardar cierto
día, tiene libertad para guardarlo. Dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 10,
versículo 31: "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios". El hacer algo
o abstenerse de ello, no le hace más, o menos aceptable ante Dios. No vamos pues a culpar aquí a Pablo. En
este pasaje particular, el pobre Galión y también Pablo, verdaderamente se enfrentaron con dificultades ante
sus críticos. De modo que deseamos defender a los dos.
Pablo pues, regresó entonces de su segundo viaje misionero. La ciudad de Corinto había sido el punto más
lejano de su viaje y ahora emprendía el regreso. Navegó desde de Cencrea, que era el puerto de Corinto
situado en su parte oriental. Hay un canal que atraviesa la península corintia hoy, pero, no lo había en aquel
entonces. Y entonces, arrastraban los barcos por tierra. Si usted va hoy por esa región, puede ver las rocas
gastadas por los barcos que eran arrastrados por el istmo hasta el otro lado. Cencrea era, pues, el puerto de
Corinto al lado oriental. Pablo fue allí con Aquila y Priscila, y allí subieron al barco. Y ya no siguió rumbo
hacia el oeste, sino que navegó de regreso a casa. Leamos ahora el versículo 19 de este capítulo 18 de los
Hechos:
"Llegó a Éfeso y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos."
Recordemos que cuando Pablo salió en su segundo viaje misionero, el Espíritu de Dios no le había permitido
ir a Éfeso. Pero en su viaje de regreso, se detuvo en Éfeso, aunque no se quedó allí por mucho tiempo.
Continuemos con los versículos 20 y 21:
"Estos le rogaban que se quedara con ellos más tiempo, pero él no accedió, sino que se despidió de ellos,
diciendo: Es necesario que en todo caso yo celebre en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a
vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso."
Ahora, quizá, alguien se preguntará otra vez por qué Pablo guardaba las fiestas judías. Recordemos sus
antecedentes. Era judío, así como Simón Pedro. Tenía antecedentes del sistema mosaico. Y él sabía que
muchos de sus amigos estarían en Jerusalén para la fiesta. Y quizá quería subir a la ciudad para hablarles del
Señor. Aquí podemos recordar la presencia de Jesús en fiestas judías, y la forma en que se presentó en ella,
como el cumplimiento de esas fiestas. En el caso de Pablo, él creyó que, en cualquier caso, le era necesario
estar presente en esta fiesta en Jerusalén. Sin embargo, y como hemos dicho antes, estaba bajo la gracia de
Dios y si él quería guardar la fiesta, esa cuestión personal le concernía solo a él.
De todos modos, observemos que Pablo vio que se le había abierto una puerta grande, una oportunidad en
Éfeso. Pablo tenía corazón de misionero, y quería regresar para estar con aquellos creyentes. Éfeso era una de
las grandes ciudades del Imperio Romano. Sigamos adelante, ahora con el versículo 22 de este capítulo 18 de
los Hechos:
"Habiendo llegado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia y luego descendió a Antioquía."
Vemos pues, que Pablo desembarcó en Cesarea. Ahora, Cesarea y Jope eran los puertos desde donde uno
subiría a Jerusalén. Se fue, pues, a Jerusalén y dio allí su informe. Luego volvió al norte a su Iglesia que
estaba en Antioquía. Y esto concluyó el segundo viaje misionero de Pablo. Ahora, observemos que Pablo
salió inmediatamente en su tercer viaje misionero. Leamos el versículo 23 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Después de estar allí algún tiempo, salió y recorrió por orden la región de Galacia y de Frigia, animando a
todos los discípulos."
Éste fue entonces el tercer viaje de Pablo a través de Galacia. Veremos que en este tercer viaje también
incluiría la ciudad de Éfeso, y que tendrá allí un gran ministerio. Pero, veremos que mientras tanto, alguien
había entrado en Éfeso. Se trataba de Apolos, otro gran predicador de la Iglesia primitiva. No era tan conocido
como Pablo, pero podremos aprender mucho acerca de él. Leamos, pues, el versículo 24 de este capítulo 18
de los Hechos, que comienza el párrafo titulado
Apolo en Éfeso
"Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente, poderoso en las
Escrituras."
Ahora, Apolos era judío, y por lo tanto había sido formado en la ley de Moisés. Su nombre Apolos, era
griego. De modo que, era helenista de la Diáspora, es decir, que pertenecía al grupo de judíos dispersos, fuera
de Palestina. Sin embargo, no había nacido en Grecia ni en aquella región de Macedonia. Nació en Alejandría
en la parte norte de África, que en realidad está en el norte de Egipto. Alejandría, ciudad que había sido
fundada por Alejandro Magno, era uno de los grandes centros de la cultura griega. Allí había una gran
universidad y también una de las mejores bibliotecas de todo el mundo. Fue allí donde se tradujo la versión
griega del Antiguo Testamento de los Setenta, o Septuaginta. Había un templo judío en Alejandría, y esta
ciudad llegó a ser uno de los grandes centros de la Iglesia primitiva junto con Jerusalén y Antioquía. El centro
de la iglesia primitiva se desplazaría de Jerusalén y Antioquia hacia Alejandría, que retuvo su importancia por
varios siglos de historia de la iglesia. Atanasio, Tertulio, y Agustín, tres grandes hombres de la Iglesia
primitiva eran de allí. Y Filón, el filósofo judío heleno, era contemporáneo de Apolos. Filón había mezclado
la filosofía griega con el judaísmo, o sea que combinó el platonismo y el judaísmo. Y todas estas cosas sin
duda influyeron en la formación de Apolos.
Se nos dice que Apolos era un hombre elocuente, y un gran predicador. También era muy efectivo en la
exposición de las Escrituras. Es decir, conocía muy bien el Antiguo Testamento. Continuemos con el
versículo 25 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Éste había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba
diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solo conocía el bautismo de Juan."
Había sido instruido en el camino del Señor. Esto quiere decir que había tenido una educación formal en las
Escrituras. Pero, no quería decir en manera alguna que hubiese recibido una revelación directa. Él hablaba con
fervor de espíritu, y no necesariamente con el poder del Espíritu Santo, o sea, que tenía una verdadera pasión
para las cosas de Dios. Éste fue el testimonio que el Espíritu dio en cuanto a él. Francamente, tenemos que
concluir que Apolos era un gran hombre, un hombre extraordinario.
Este hombre hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor. Enseñaba todo lo que había
aprendido de las Escrituras, pero solo sabía acerca del bautismo de Juan. No podía ir más allá de eso.
Aparentemente no había oído hablar acerca de Jesús. Y el versículo 26 nos dice:
"Comenzó, pues, a hablar con valentía en la sinagoga; pero cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron
aparte y le expusieron con más exactitud el camino de Dios."
O sea que Priscila y Aquila invitaron a Apolos a su casa para comer con ellos después del servicio religioso.
Y como comprobaron que la información que tenía era muy limitada, le hablaron sobre Jesús. Continuemos
con el versículo 27 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Cuando él quiso pasar a Acaya, los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos que lo recibieran.
Al llegar allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído"
Apolos era un hombre brillante, pero, hasta que Aquila y Priscila le llevaron a casa para comer, no conocía el
evangelio de la gracia de Dios. Aquí tenemos pues, un caso en que una mujer ayudó mucho a un predicador.
Ella le enseñó algo que él no sabía. Y el versículo 28 dice:
"porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús
era el Cristo."
Apolos había enseñado con eficacia y entusiasmo el Antiguo Testamento, y hasta el bautismo de Juan el
Bautista. Pero no había avanzado más en su conocimiento, hasta que Priscila y Aquila le pusieron al día y le
guiaron en su conversión a Cristo. Entonces fue a Acaya, visitando las iglesias de Grecia, incluyendo a
Corinto y Atenas, predicando a Jesús como Mesías y Salvador.
Y así concluye el capítulo 18 de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos ahora a

Hechos 19:1-10
Ya notamos que el relato sobre el tercer viaje misionero de Pablo comenzó en realidad en el capítulo 18,
versículo 23, donde se nos dice que salió nuevamente de Antioquía. Volvió sobre sus pasos por una parte de
la misma ruta recorrida en sus primeros dos viajes misioneros. Después se dirigió a Éfeso, donde, como
veremos ahora, pudo cumplir un gran ministerio, enseñando en la escuela de Tirano por dos años. Allí
también realizó milagros que provocaron una marcha de protesta contra él, organizada por Demetrio y sus
compañeros plateros. El alboroto fue calmado por el secretario de la ciudad, que les pidió que apelasen a la
ley, en vez de recurrir a la violencia. Leamos pues los primeros dos versículos de este capítulo 19 de los
Hechos, que nos introducen a
El ministerio de Pablo en Éfeso
"Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores,
vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les preguntó: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?
Ellos le dijeron: Ni siquiera habíamos oído que hubiera Espíritu Santo."
Recordemos que Pablo había pasado por Éfeso en su viaje de regreso de su segundo viaje misionero, y que les
había dicho que volvería a visitarles si Dios se lo permitía. No se había quedado en Éfeso previamente y no
había tenido ningún ministerio allí.
Ahora regresaba a Éfeso, pero allí le había precedido el gran predicador Apolos, como vimos en el capítulo
anterior. Al comienzo, y como también dijimos anteriormente, Apolos no había conocido nada acerca de la
muerte, ni de la resurrección de Jesucristo hasta que Aquila y Priscila tuvieron que tomarle aparte y contarle
acerca de Jesús. Todo lo que Apolos había predicado hasta entonces era el bautismo de Juan, que era hasta
donde había llegado su conocimiento. Como resultado de esto, los que habían oído sus enseñanzas, habían
sido instruidos solamente hasta el tema del arrepentimiento y el bautismo de Juan, y por lo tanto, no habían
oído hablar del Espíritu Santo. Y Pablo, fue consciente de ello.
Y les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Ellos contestaron que ni siquiera habían oído
si había un Espíritu Santo. No habían sido instruidos en cuanto al Señor Jesús y no sabían nada acerca de
Pentecostés. Entonces dice aquí el versículo 3:
"Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan."
Es que estos discípulos habían sido bautizados, pero todavía no habían sido salvados. No habían recibido el
Espíritu Santo porque no eran salvos. Estimado oyente: en el momento en que usted confía en Cristo, usted es
regenerado por el Espíritu de Dios, el Espíritu de Dios viene a morar en usted, y así usted es sellado por el
Espíritu Santo, y bautizado y unido al cuerpo de creyentes por medio del Espíritu Santo. Esto sucede en el
momento preciso en que usted cree y confía en Cristo. Pablo descubrió que aquella gente no había pasado por
aquella experiencia de conversión. Entonces, Pablo les explicó que tenían que confiar en el Señor Jesucristo
para ser salvos y, como veremos ahora, muchos respondieron a su mensaje y creyeron. Leamos ahora los
versículos 4 y 5 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que
vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del
Señor Jesús."
El bautismo de Juan era un bautismo de arrepentimiento. Era una preparación para la venida del Señor
Jesucristo. Ahora, estos hombres se convirtieron a Cristo y fueron salvos. No habían sido salvados bajo el
ministerio de Apolos porque él mismo no conocía nada acerca de Cristo cuando les había predicado. Algunos
hoy creen que ellos ya eran salvos, y que luego, cuando Pablo les habló, recibieron el Espíritu Santo. Pero,
según la Biblia, eso no es verdad. Sigamos adelante con los versículos 6 y 7 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y
profetizaban. Eran entre todos unos doce hombres."
A estos hombres ahora les fue posible hablar en otros idiomas, en idiomas que pudieran ser comprendidos y
les fue posible predicar el Evangelio. Éfeso era una ciudad políglota del Imperio Romano. Allí se hablaban
muchos idiomas, así como fue el caso de los que habían estado presentes en el día de Pentecostés. Se
encontraban en esa costa muchas personas del oriente y del occidente, al ser Éfeso una de las grandes
ciudades de aquel entonces. A estos hombres, pues, les fue posible anunciar las buenas nuevas de Cristo a la
totalidad de la ciudad. Y dice aquí que eran doce hombres. Éste fue el principio del ministerio en Éfeso. Pablo
tuvo un gran ministerio en Corinto y un ministerio incluso mayor en Éfeso. Sigamos con los versículos 8 al 10
de este capítulo 19 de los Hechos:
"Entrando Pablo en la sinagoga, habló con valentía por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo
acerca del reino de Dios. Pero como algunos se rehusaban a creer y maldecían el Camino delante de la
multitud, Pablo se apartó de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno
llamado Tiranno. Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia,
judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús."
Pablo tuvo que salir de la sinagoga porque recibió mucha oposición. Cambió entonces su centro de
operaciones y comenzó a enseñarles diariamente en la escuela de Tiranno, que se menciona aquí. Ahora,
¿Cuál era esta escuela de Tiranno? Bueno, era una escuela para los efesios. Tenían su tiempo para la siesta,
probablemente por unas dos o tres horas. Nos imaginamos que quizá alquiló el salón, y allí, aprovechando la
pausa de la hora de la siesta, después del mediodía, Pablo predicó la Palabra de Dios por un período de dos
años. Como resultado de esto, toda la provincia de Asia oyó la Palabra de Dios, tanto judíos como griegos.
El relato nos da alguna idea de cómo la Palabra de Dios crecía en ese tiempo. Al parecer, desde este lugar
ventajoso la Iglesia en Colosas tuvo sus comienzos. Es que Pablo les escribió a los colosenses tal como les
escribió a los romanos, sin haberles visitado antes. Sin embargo, Pablo fue el fundador de esas iglesias.
¿Cómo pudo ser? Bueno, pues, se debió al simple hecho de que en la escuela de Tiranno el evangelio se
proclamó y se divulgó a todas partes. Ahora, sabemos que los corintios habían deseado que Pablo les visitara,
pero él les escribió lo siguiente en su primera carta a los Corintios, capítulo 16, versículos 7 al 9: "No quiero
veros ahora de paso, pues espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite. Pero estaré en Éfeso
hasta Pentecostés; porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, aunque muchos son los adversarios."
Por dos años el evangelio se proclamó en Éfeso a fin de que todo el mundo lo pudiese escuchar en la
provincia de Asia. Creemos que las siete iglesias de Asia Menor debieron su existencia a la predicación del
apóstol Pablo en aquí en Éfeso. Y creemos que fue aquí fue donde Pablo tuvo el ministerio más amplio de
toda su vida.
Hemos visto actuar a la Palabra de Dios, al mensaje de las buenas noticias del Evangelio de Cristo, en aquel
mundo cosmopolita, mundano y complejo de aquella ciudad de Éfeso. A pesar de la dura oposición y a los
influyentes medios empleados para detenerla, esa palabra avanzó, se abrió paso y penetró en las vidas de
muchísimas personas, transformándolas. Estimado oyente, le invitamos a abrirse a ella porque, como bien dijo
el escritor de la carta a los Hebreos 4:12: "La palabra de Dios tiene vida y poder. Es más aguda que cualquier
espada de dos filos; penetra hasta lo más íntimo de la persona, y somete a juicio los pensamientos y las
intenciones del corazón".

Hechos 19:11-20:6
Continuamos nuestro estudio en el capítulo 19 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa
anterior hablamos del apóstol Pablo y su ministerio en Éfeso. Y dijimos que Pablo había recibido mucha
oposición y por eso tuvo que salir de la Sinagoga. Cambió su centro de operaciones y comenzó entonces a
enseñar diariamente en la escuela de Tiranno. Y dijimos que esta escuela era una escuela para los efesios y
que Pablo había predicado allí la Palabra de Dios por un período de dos años; y que como resultado de esto,
toda la provincia de Asia había escuchado la Palabra de Dios, tanto judíos como griegos. Y mencionamos que
esto nos daba una idea de cómo la Palabra de Dios crecía en ese tiempo. Al parecer desde este lugar
estratégico, la iglesia de Colosas tuvo sus comienzos. Es que Pablo les escribió a los colosenses de la misma
manera que escribió a los romanos, es decir, sin haberles visitado antes. Sin embargo, Pablo fue el fundador
de esas iglesias por medio del simple hecho de que en la escuela de Tiranno, se había proclamado el evangelio
y en consecuencia había entrado en todas partes. Ahora, sabemos que los corintios habían deseado que Pablo
les visitara, pero él les escribió diciendo en el capítulo 16 de la primera carta a los Corintios, versículos 7 al 9:
"Porque no quiero veros ahora de paso, pues espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite.
Pero estaré en Éfeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los
adversarios". Por dos años, dijimos, el evangelio se proclamó en Éfeso a fin de que todo el mundo lo pudiese
escuchar en la provincia de Asia. Y creemos que las siete iglesias de Asia Menor, debieron su existencia a la
predicación del apóstol Pablo en este lugar. Podemos afirmar con certeza que fue aquí donde Pablo tuvo el
ministerio más grande de toda su vida. Leyendo ahora el versículo 11 de este capítulo 19 de los Hechos, dice:
"Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo"
Ahora, hay diferentes palabras que se usan en griego, que nuestra Biblia traduce como milagro. Aquí la
palabra para milagro es "dunamis" de la cual proviene nuestra palabra dinamita. Y quiere decir, un acto de
gran poder. Es decir, que Dios hizo obras especiales de gran poder por medio de las manos de Pablo. Estos
milagros fueron una señal de que Pablo tenía los dones de un apóstol.
Éfeso era un gran centro de la religión, posiblemente más importante que Atenas, o cualquier otro lugar de
aquel entonces. El gran templo de Diana estaba allí, y la adoración relacionada con ella era satánica, en todos
sus aspectos. Cuando estudiemos la carta a los Efesios, veremos con más detalle el carácter de la ciudad de
Éfeso y la clase de adoración satánica que se desarrollaba allí. Ahora, para poder enfrentar esa clase de
oposición, Dios le dio a Pablo algunos poderes especiales. Leamos el versículo 12 de este capítulo 19 de los
Hechos:
"de tal manera que hasta los pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo eran llevados a los
enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían."
¿Qué eran los pañuelos y delantales que se mencionan aquí? Bueno, en verdad podríamos llamarlos telas o
paños para el sudor y Pablo los usaba en su trabajo. Recordemos que él hacía tiendas y que este era un clima
cálido. Mientras trabajaba, seguramente sudaba y es probable que su sudor cayese sobre las tiendas que hacía.
Pues, entonces Pablo tomaba estos trapos, estos paños, y probablemente con ellos se quitaba el sudor de la
frente. La gente entonces venía y recogía estos trapos sucios con el sudor de Pablo, y era sanada de sus
enfermedades. En esa región se practicaban las religiones de misterio. En algunas de ellas usaban vestidos
blancos y ponían énfasis sobre el hecho de que todo tenía que estar muy limpio y blanco. Parece que Dios
estaba desafiando estas prácticas, al usar estos trapos sucios de sudor para sanar a los enfermos.
Y esto revela el poder especial que le había sido dado al apóstol Pablo. Ahora, que sepamos, éste fue el único
incidente de este tipo que jamás haya ocurrido; y esto incluye los tiempos en que vivimos. Es casi blasfemo
que alguien diga que tiene el poder de enviarle a uno un pequeño pañuelo y que ese pañuelo tenga algún
poder especial. Estos trapos sucios impregnados de sudor fueron utilizados por Dios como respuesta a las
religiones paganas de aquel entonces. Los enfermos eran sanados y los espíritus malos salían de los que
padecían estas dolencias, cuando recogían estos paños. Bien, continuemos ahora con el versículo 13:
"Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los
que tenían espíritus malos, diciendo: ¡Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo!."
Cuando vieron lo que Pablo hacía, trataron de duplicar los milagros. Y observemos ahora, lo que ocurrió en
los versículos 14 y 15:
"Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el
espíritu malo, dijo: A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?"
Vemos que estos eran hijos de un sacerdote. O sea que hasta los sacerdotes se habían metido en esta clase de
prácticas. La palabra griega aquí para conozco es "ginosko" y no implica un conocimiento por la fe.
Simplemente significaba que el espíritu malo sabía quién era Jesús. Ahora, el versículo 16 dice:
"El hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal
manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos."
El esfuerzo de los hijos de Esceva por tratar de duplicar los milagros de Pablo, se volvió en contra de ellos,
causándoles una humillación pública, heridas y una situación embarazosa. Leamos ahora el versículo 17:
"Esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y
era glorificado el nombre del Señor Jesús."
Se pudo ver con toda claridad el resultado de este incidente. El nombre del Señor Jesús se divulgó a través de
toda esa ciudad pagana. Éfeso era una gran ciudad y dice aquí que todos sus habitantes se enteraron de lo
ocurrido y tuvieron temor. Los milagros realizados por medio de Pablo sacudieron los mismos fundamentos
de la sociedad de Éfeso, y el nombre del Señor Jesús fue magnificado ante todos. Continuemos con los
versículos 18 y 19 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de
los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de
su valor, hallaron que era de cincuenta mil monedas de plata."
Ésa sí que fue una verdadera hoguera, una hoguera que consumió una cuantiosa suma de dinero. Y eso fue lo
que ocurrió en Éfeso. Sigamos adelante con los versículos 20 al 22 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor. Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en su
espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya. Decía él: Después que haya estado allí, me
será necesario ver también Roma. Envió entonces a Macedonia a dos de los que lo ayudaban, Timoteo y
Erasto, y él se quedó por algún tiempo en Asia."
Después de pasar por estas experiencias que el doctor Lucas nos ha relatado hasta aquí, al parecer, Pablo tenía
intención de ir a Roma en este viaje misionero. Lo interesante es que por fin iría a Roma, pero, no de la
manera en que había pensado. Fue durante este tiempo que Pablo escribió su primera carta a los Corintios, y
parece que Timoteo y Erasto llevaron esta carta para entregarla allí. Aunque estaba dirigida a los Corintios, la
carta sería leída también a muchos de Macedonia, incluyendo así a los de Filipos y de Tesalónica, y también
sería leída a las Iglesias en Acaya, entre ellas, a las de Atenas y Corinto. Fue en esta carta donde Pablo
declaró que se le había abierto una puerta grande y eficaz en Éfeso, pero, que a la vez había muchos
adversarios. Podemos ver ahora que los adversarios eran satánicos. Esta ciudad era un centro de religión
pagana y de la adoración satánica. Necesitamos darnos cuenta en la actualidad, que la adoración satánica
actual no es, en ni ninguna manera, algo nuevo. Avancemos con el versículo 23 de este capítulo 19 de los
Hechos:
"Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino"
En aquel entonces las Iglesias no tenían nombres ni se identificaban por denominaciones, como en la
actualidad. A los creyentes se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía, pero el cristianismo
simplemente se conocía como "el Camino". Por cierto que era un nuevo Camino. Se trataba de un nuevo
Camino, que era el Señor Jesús, como Él mismo dijo. En el capítulo 14 del evangelio según San Juan,
versículo 6, dijo Jesús: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí".
Continuemos ahora con el versículo 24 de este capítulo 19 de los Hechos:
"porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a
los artífices"
El templo de Diana era un gran templo pagano y a su alrededor estaba el centro comercial. Era el centro
bancario de aquel entonces, pero, también el centro del pecado. A su alrededor se desarrollaban actividades
inmorales. En verdad la religión es capaz de rebajarse a un nivel más bajo que cualquier otra cosa. Aquel
templo era una de las siete maravillas del mundo antiguo. Fue el templo griego más grande que jamás se había
construido. Era sumamente hermoso, con sus magníficas tallas, pero la imagen de Diana o Artemisa era
espantosa. No era la Diana estéticamente elegante de los griegos, sino más bien la Diana Oriental; una Diana
imperfecta, con muchos senos. Vendían pues esas imágenes de plata, negocio que resultó de mucha ganancia
para algunos. Y el ministerio de Pablo estorbó la venta de estos templecillos y de muchas otras reliquias
religiosas que producían grandes entradas. Este platero llamado Demetrio, reunió entonces a todos los
artífices que elaboraban tales imágenes. Y dice aquí en los versículos 25 al 27:
"a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Sabéis que de este oficio obtenemos nuestra
riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a mucha
gente con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro
de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea
estimado en nada y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia y el mundo
entero."
Se pudo ver que la causa de esta protesta de los plateros, encabezados por Demetrio, era el temor de perder su
sustento diario, obtenido de ese comercio religioso. Como mucha gente venía de muchas partes al templo de
Diana en Éfeso, podemos imaginarnos la reacción de aquellos que se habían enriquecido tanto al vender estas
miniaturas del templo y muchas otras reliquias religiosas.
La adoración de Diana se había extendido por toda Asia. Éfeso era un centro de comercio, de religión, y de
adoración, tanto para los orientales como para los occidentales; un lugar donde se encontraban el oriente y el
occidente. Y tememos que a Éfeso llegara lo peor de ambos mundos. Leamos ahora el versículo 28 de este
capítulo 19 de los Hechos:
"Cuando oyeron estas cosas se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!"
Se ve que salieron por la ciudad llevando sus carteles y gritando: ¡Grande es Diana de los efesios! Prosigamos
con los versículos 29 y 30:
"La ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco,
macedonios, compañeros de Pablo. Pablo quería salir al pueblo, pero los discípulos no lo dejaron."
Claro que, Pablo habría sido peligrosamente acosado y quizás linchado. Él ya había pasado por una
experiencia similar a ésta en el país de Galacia, cuando fue apedreado en Listra. Ahora, el versículo 31 dice:
"También algunas de las autoridades de Asia, que eran amigos suyos, le enviaron recado rogándole que no
se presentara en el teatro."
Había algunos hombres prominentes en aquella región, funcionarios políticos y religiosos llamados Asiarcas.
Muchos de éstos se habían convertido a Cristo y le aconsejaron a Pablo que no intentara hablar a esa multitud.
Le dijeron que sería peligroso que él se presentara en el teatro. Avancemos con los versículos 32 al 34 de este
capítulo 19 de los Hechos de los Apóstoles:
"Unos, pues, gritaban una cosa y otros otra, porque la concurrencia estaba confusa y la mayoría no sabía
por qué se habían reunido. De entre la multitud sacaron a Alejandro, empujado por los judíos. Y Alejandro,
pidiendo silencio con la mano, quiso hablar en su defensa ante el pueblo. Pero cuando se dieron cuenta de
que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!"
Alejandro era probablemente un recién convertido. Ésta era una típica turba fuera de control. Muchos ni
siquiera sabían por qué se habían reunido. Sin embargo, vemos que no le otorgaron libertad de palabra a
nadie. No permitieron a Alejandro que hablara. Sólo les interesaba gritar el lema: ¡Grande es Diana de los
efesios! Ahora, los versículos 35 y 36 dicen:
"Entonces el escribano, cuando apaciguó a la multitud, dijo: Efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que
la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter?
Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis
precipitadamente"
Este escribano o secretario de la ciudad les dijo que le estaban dando demasiada importancia a todo el asunto.
Les dijo que miraran a aquel gran templo y a la gran diosa Diana que al ser tan popular, nadie podría decir
nada en contra de ellos, y que nada les sucedería. Ahora, ¿No es interesante que de todo aquel santuario y del
sistema que lo rodeaba no quedan más que ruinas y así ha quedado permanecido por más de dos mil años?
Continuemos con los versículos 37 y 38 de este capítulo 19 de los Hechos:
"porque habéis traído a estos hombres, que no son sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. Que si
Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden y procónsules
hay; acúsense los unos a los otros."
Estaba diciendo que si querían presentar cargos legales, el tribunal estaba abierto. Y los versículos 39 al 41
dicen:
"Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir, pues hay peligro de que seamos
acusados de sedición por esto de hoy, ya que no existe causa alguna por la cual podamos dar razón de este
alboroto. Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea."
Les dijo que si tenían algún pleito que entablar, debían sentarse para tener una reunión ordenada, y que debían
bajar esos carteles y dejar de gritar. En verdad, estaban bajo peligro de ser llamados por las autoridades del
Imperio para dar cuenta de esa alteración del orden público. Despidió pues, este funcionario público a la
multitud, que entonces se dispersó. El ministerio de Pablo en Éfeso llegó así a su fin aquí. Veremos luego, que
Pablo saldría de Éfeso y regresaría a Macedonia.
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 19 de los Hechos. Y pasamos ahora a

Hechos 20:1-6
Después de la experiencia de Pablo en Éfeso, continuó viaje a Macedonia, a Filipos, de regreso a Troas, y a
Mileto. Los ancianos de la iglesia en Éfeso se encontraron con él en Mileto, donde celebraron una afectuosa
reunión y una conmovedora despedida. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 20 de los Hechos,
que señalan el momento en que
Pablo viajó a Macedonia
"Cuando cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos y, habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y
salió para Macedonia. Después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarlos con abundancia de palabras,
llegó a Grecia."
Esto quiere decir que Pablo visitó nuevamente a Atenas y a Corinto. Continuemos con los versículos 3 y 4:
"Al cabo de tres meses de estar allí, debido a los planes que los judíos tenían contra él cuando se embarcara
para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia. Lo acompañaron hasta Asia, Sópater hijo de Pirro, de
Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo."
Todos estos eran creyentes que se habían convertido a Cristo bajo el ministerio de Pablo. Y ahora, él tenía la
ayuda de un equipo numeroso.
Es preciso reconocer que cuando Pablo pasó por Grecia y Macedonia, visitó a todas las Iglesias que había
establecido allí; para hacer esto, tuvo que visitar las ciudades de Atenas, Corinto, Tesalónica, Berea y Filipos.
Además Pablo volvió sobre sus pasos y visitó a todas las Iglesias que estaban en Europa, o por lo menos en la
región europea de su tercer viaje.
Llegamos ahora al párrafo encabezado por el título
Pablo en Troas
Recordemos que Troas fue el lugar desde donde Pablo partió para Europa en su segundo viaje misionero.
Ahora, regresaba a Troas durante su último viaje misionero. Y el versículo 5 nos dice:
"Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas."
El pronombre "nos" nos indica que el doctor Lucas todavía estaba con Pablo mientras los otros se les
adelantaron hasta Troas.
Este grupo de hombres que le acompañaban también eran misioneros y ya habían viajado antes con Pablo.
Creemos que cuando Pablo tenía un ministerio en un lugar como Corinto, estos hombres probablemente salían
y se distribuían por los distritos rurales y pueblos pequeños proclamando la Palabra. Leemos en la carta a los
Colosenses capítulo 1, versículo 6, acerca del hecho de que la Palabra de Dios estaba creciendo y dando fruto
en todo el mundo de aquel entonces. Parecía increíble, pero, era cierto. Aquella frase "a todo el mundo" no era
un mero recurso oratorio. Significaba todo el Imperio Romano, porque ese era el mundo de aquella época y la
Palabra de Dios se había difundido a través de todo el mundo romano. Esto nos permite hacernos la idea de
que había otros que trabajaban con los apóstoles. El libro de los Hechos describió la obra de Pedro y de Pablo
como personajes predominantes: Pedro como el apóstol a los judíos, y Pablo como el apóstol a los no judíos.
Lo que tenemos aquí en el libro de los Hechos es un relato muy resumido de la obra misionera que se llevó a
cabo. Sigamos adelante con el versículo 6 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Y nosotros, pasados los días de los Panes sin levadura, zarpamos de Filipos y en cinco días nos reunimos
con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días."
Es interesante ver que tardaron cinco días en realizar este viaje, en la actualidad, los turistas lo pueden hacer
en unos cincuenta minutos. ¡Cuán diferentes son hoy los medios de transporte! Estos son más cómodos y
eficaces pero, ¿es la influencia del mensaje cristiano más efectiva?
En este programa hemos vuelto a destacar la rápida difusión de la Palabra de Dios y el mensaje del Evangelio
en el mundo del Imperio Romano. Frente a la oposición de los judíos y de los intereses creados, el mensaje de
las buenas noticias avanzó y se extendió a pesar de los limitados recursos, de las comunicaciones limitadas de
la época, y de la precariedad de los medios de transporte. También hoy, en medio de la oposición del
fanatismo y la hostilidad de una sociedad en gran medida secularizada, la Palabra de Dios llega a través de la
radio, prácticamente a todos los rincones de la tierra. Y aunque a veces no lo parezca, hay hombres y mujeres
que están dispuestos a recibirla. Estimado oyente, le invitamos a usted también a abrir su mente, su corazón
para recibirla. Porque, como dijo el profeta Isaías en 55:10 y 11,
"Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace
germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié."

Hechos 20:7-21:4
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 20 de los Hechos de los Apóstoles. Y vamos a continuar hoy la
consideración de este pasaje comenzando por el versículo 7 de este capítulo 20 de los Hechos de los
Apóstoles:
"El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo que tenía que salir al día
siguiente, les enseñaba, y alargó el discurso hasta la medianoche."
Ahora, hay varias cosas que quisiéramos decir en cuanto a este versículo. En primer lugar, observamos que
fue un primer día de la semana, cuando se reunieron. La iglesia primitiva ya tenía la costumbre de reunirse en
el primer día de la semana. Más tarde veremos que Pablo dijo a los Corintios, que debían traer sus ofrendas en
el primer día de la semana. Dijo en su primera carta a los Corintios, capítulo 16, versículo 2: "Cada primer día
de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando
yo llegue no se recojan entonces ofrendas". Ahora, en nuestro versículo aquí en los Hechos leemos, " el
primer día de la semana reunidos los discípulos para partir el pan". Eso quiere decir, que celebraban la Cena
del Señor los domingos. Fue en este día cuando Pablo les predicó. La iglesia primitiva pues, se reunía el
primer día de la semana. Ése era el día importante, porque ése fue el día cuando Jesús había resucitado de los
muertos. Bajo la vieja creación, el séptimo día era el día importante, el día de reposo. Aquel día pertenece
ahora a la vieja creación. Jesús estuvo muerto dentro de la tumba en el día de reposo, pero en el primer día de
la semana, Él resucitó. Y nosotros nos reunimos en ese día ahora, porque estamos unidos a un Cristo viviente.
Éste es el testimonio del primer día de la semana.
Ahora, otro detalle que nos interesa en cuanto a este versículo es que Pablo iba a partir desde allí al día
siguiente. Y por lo tanto, les predicó hasta la medianoche. Suponemos que lo hizo así porque ésta era la
última visita de Pablo a estos creyentes. Era una reunión entrañable. Se estaba preparando para partir y no
volvería. Y por tal motivo predicó un sermón tan largo. Ahora, el versículo 8 nos dice:
"Había muchas lámparas en el aposento alto donde se hallaban reunidos."
Tenían muy iluminado el lugar y se quedaron hasta la medianoche escuchando el sermón de Pablo. Pero,
parece que su sermón resultó un poco largo para algunos, pues escuchemos lo que sucedió aquí en el versículo
9 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Un joven llamado Eutico estaba sentado en la ventana, y rendido de un sueño profundo por cuanto Pablo
disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto."
Podemos imaginarnos a este joven Eutico. Dice aquí que se quedó dormido con un sueño profundo. Y lo que
habría sido una simple situación anecdótica, entonces se convirtió en una tragedia. El joven cayó abajo desde
el tercer piso, y dice aquí que cuando le levantaron, estaba muerto. Veamos entonces lo que ocurrió en los
versículos 10 al 12 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándolo, dijo: No os alarméis, pues está vivo. Después
de haber subido, partió el pan, lo comió y siguió hablando hasta el alba; y luego se fue. Llevaron vivo al
joven, y fueron grandemente consolados."
Pablo levantó de los muertos a este muchacho. Usted recordará que Simón Pedro también levantó a Dorcas de
los muertos. Estos eran dones especiales de los apóstoles, que habían sido testigos presenciales de Jesús.
Ahora, en realidad se quedaron allí emocionados de que este joven hubiera sido levantado de los muertos y
que estuviese en medio de ellos otra vez. Y ahora, Pablo continuó predicando después de la medianoche,
hasta el amanecer. Estos creyentes primitivos se quedaron allí toda la noche escuchando a Pablo. Sabemos
que Apolos era un orador elocuente, pero, eso no se dijo en cuanto a Pablo. Estos creyentes simplemente
querían escuchar la Palabra de Dios. ¡Debió ser una maravillosa experiencia! Y en nuestro caso, es evidente
que necesitamos más anhelo por conocer la Palabra de Dios. Continuemos ahora con el versículo 13 de este
capítulo 20 de los Hechos, que inicia el párrafo que nos presenta a
Pablo en Mileto
"Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había
determinado, queriendo él ir por tierra."
Ahora viajaron una vez más. El doctor Lucas y otros miembros del grupo navegaron a Asón, pero Pablo viajó
a pie. Ahora, ¿Por qué haría esto Pablo? Bueno, estamos seguros de que era para poder testificar acerca de
Cristo por el camino. Creemos que durante su trayecto se detendría en muchos lugares del recorrido para
hablarles a las personas con quienes se encontrase. Leamos ahora los versículos 14 y 15:
"Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándolo a bordo, vinimos a Mitilene. Navegando de allí, al día
siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tocamos puerto en Samos. Hicimos escala en Trogilio, y al
día siguiente llegamos a Mileto."
Ahora, esperamos estimado oyente, que usted tenga a mano un mapa y que siga estos viajes de Pablo, como
hemos sugerido antes. Continuemos con el versículo 16:
"Pablo se había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar
el día de Pentecostés, si le fuera posible, en Jerusalén."
Ahora, Pablo quería estar en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés, así que tenía prisa. Sin embargo, estaba
resuelto a no dejar de visitar Éfeso. Y se detuvo entonces en Mileto que era el puerto de Éfeso. Y dice el
versículo 17 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia."
Un buen mapa le mostrará que Éfeso en verdad estaba muy cerca de la costa. El río había ido llenado
lentamente el puerto en Éfeso. Hoy, la ciudad de Éfeso en realidad queda en el interior, a unos tres o cuatro
kilómetros de la costa. Y una gran parte de la ciudad podría llegar a estar a unos ocho kilómetros hacia el
interior. Mileto estaba allí en la misma costa. Pablo pues, envió un mensaje a los ancianos de Éfeso para que
vinieran a Mileto a reunirse con él. Avancemos ahora en nuestra lectura con los versículos 18 hasta el 21 de
este capítulo 20 de los Hechos:
"Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde
el primer día que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con muchas lágrimas y pruebas que
me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuera útil he rehuido de anunciaros y
enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para
con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo."
Pablo era un fiel testigo de Jesucristo. Nunca anduvo con rodeos. Podía declarar que les había dado la Palabra
de Dios, toda la Palabra de Dios. Estimado oyente, nosotros no hemos sido los primeros en presentar un
programa como éste, que recorre la totalidad de la Biblia, Pablo también la enseñó toda. Les comunicó a los
creyentes de su generación todo el consejo de Dios. Fue fiel, aun a pesar de la oposición de los líderes
religiosos judíos. Continuemos con los versículos 22 al 24 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Ahora, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu
Santo por todas las ciudades me da testimonio de que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna
cosa hago caso ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el
ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios."
Ahora, aquí hay un punto sobre el cual muchos grandes profesores de la Biblia no están de acuerdo. Creen
que Pablo se equivocó al decidirse ir a Jerusalén. Creen que no debió haber ido allí. Ahora, nosotros creemos
que el testimonio que Pablo dio aquí, fue muy claro. Creemos que sí actuó según la voluntad de Dios cuando
se dirigió hacia Jerusalén. Creemos que estaba diciendo: "me dirijo a Jerusalén porque siento en mí espíritu
una responsabilidad ineludible. En todas las ciudades a donde voy, el Espíritu Santo me dice que en Jerusalén
me esperan la cárcel y muchos sufrimientos". Ahora, esto era diferente al incidente que vimos en el capítulo
16 de los Hechos, cuando el Espíritu de Dios simplemente le prohibió predicar en Asia, poniéndole obstáculos
que dirigieron sus pasos hacia Europa. Aquí no hubo ningún impedimento. Sino que, más bien, el Espíritu de
Dios le estaba revelando a Pablo lo qué le esperaba cuando llegara a Jerusalén. Pablo dejó en claro que se
daba cuenta de que sufriría si iba a Jerusalén. Y seguramente pensó: "Mi propia vida no cuenta. Estoy
dispuesto a entregar mi vida por Jesús". Su deseo era llevar la ofrenda a los creyentes pobres de Jerusalén con
sus propias manos. Sabemos que cuando Pablo llegó al fin de su vida, le fue posible escribir las siguientes
palabras en su segunda carta a Timoteo, capítulo 4, versículo 7: "He peleado la buena batalla, he acabado la
carrera, he guardado la fe". Volviendo ahora al capítulo 20 de los Hechos, continuemos leyendo los versículos
25 al 27:
"Y ahora, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá
más mi rostro. Por tanto, yo os declaro en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos, porque no he
rehuido anunciaros todo el consejo de Dios."
Pablo sabía que no vería más en su vida a estos creyentes. Pablo también sabía que de veras les había
enseñado toda la Palabra de Dios. Continuemos con el versículo 28 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para
apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre"
Creemos que éste es el deber de las autoridades espirituales de la Iglesia: velar que los miembros de la
congregación sean alimentados espiritualmente. Deben procurar que los creyentes sean alimentados con la
Palabra de Dios. Continuó Pablo hablando aquí en los versículos 29 y 30, y dijo:
"porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al
rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras
sí discípulos."
Estimado oyente, esto ha sucedido con mucha frecuencia desde aquel entonces. El diablo, como enemigo de
Dios, quiere introducirse en una Iglesia donde se enseña la Biblia. A él también le gustaría destruir un
ministerio en el que se enseña la Palabra de Dios por medio de la radio. Porque el diablo no es nuestro amigo,
sino nuestro enemigo. Y él querría eliminar la enseñanza de la Palabra de Dios, porque sabe que ésta trae
salvación a los seres humanos y edifica espiritualmente a los creyentes. En aquella ocasión Pablo les advirtió
a los creyentes de Éfeso que esto mismo les sucedería a ellos. En otras palabras, les dijo que habría entre ellos
mismos, personas que actuarían como insectos termitas, que les causarían verdaderos problemas. De modo
que les dijo aquí en los versículos 31 al 34 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con
lágrimas a cada uno. Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder
para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he
codiciado. Antes bien vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo,
estas manos me han servido."
Vemos que les encomendó a Dios y a Su amor. Les aclaró que no era codicioso del dinero. Él había trabajado,
como dice aquí, para ganarse la vida, tanto para él como para los que estaban con él. Y concluyó Pablo de
hablar con estos ancianos, y les dijo en los versículos 35 al 38 de este capítulo 20 de los Hechos:
"En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del
Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir. Cuando terminó de decir estas cosas, se puso
de rodillas y oró con todos ellos. Entonces hubo gran llanto de todos, y echándose al cuello de Pablo, lo
besaban, y se dolían en gran manera por la palabra que dijo de que no verían más su rostro. Y lo
acompañaron al barco."
Ésta fue realmente una reunión entrañable entre Pablo y los líderes de la iglesia en Éfeso. Vemos cómo ellos
amaban a Pablo y él a ellos. Les resultó difícil dejarle partir, sabiendo que no le verían otra vez en esta vida y
le hicieron una emocionante despedida.
Y así concluimos nuestro estudio de este capítulo 20 de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos así a

Hechos 21:1-4
En este capítulo continuamos acompañando al apóstol Pablo en su regreso de su tercer viaje misionero, en su
viaje a Jerusalén. Recordemos que el apóstol Pablo hizo tres viajes y su regreso fue como una maravillosa
marcha de victoria hacia la ciudad de Jerusalén. Pero, mientras él iba por el camino, recibió algunas
advertencias. Y él sabía que le aguardaban problemas en Jerusalén. El capítulo 20 concluyó con el afectuoso
encuentro que el apóstol Pablo tuvo con los dirigentes de la Iglesia en Éfeso. Después, Pablo continuó su
viaje, y si usted tiene un mapa podrá ver la trayectoria de su tercer viaje misionero. Salió de Mileto y se
embarcó para el viaje que le llevaría de regreso a Israel. Comencemos, pues, leyendo los primeros dos
versículos de este capítulo 21 de los Hechos, que nos hablan del recorrido de su viaje hasta que vemos a
Pablo en Tiro
"Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos; al día siguiente, a Rodas, y de
allí a Pátara. Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos."
Después de tomar el barco en Mileto navegó hacia la costa sur de Asia Menor hasta Pátara, donde cambió de
embarcación. De allí viajó hacia Tiro, en la costa, al norte de Cesarea. En realidad era la costa de Israel, la
tierra que se conoce hoy como la antigua Fenicia, que viene a ser hoy el Líbano. Y veamos lo que dice aquí el
versículo 3 de este capítulo 21 de los Hechos:
"Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria y llegamos a Tiro, porque el barco había
de descargar allí."
Mientras ellos navegaban hacia Tiro, Chipre se veía a la distancia. Y ellos no quisieron desembarcar allí; el
apóstol Pablo ya había estado en ese lugar anteriormente. Entonces continuaron sin parar allí y siguieron hacia
lo que era en ese entonces Siria. Llegaron a la ciudad de Tiro, que fue desde tiempos antiguos un gran centro
comercial. Notemos ahora lo que dice el versículo 4:
"Hallamos a los discípulos y nos quedamos allí siete días; y ellos, por el Espíritu, decían a Pablo que no
subiera a Jerusalén."
Ahora, como dijimos antes, hay quienes creen que Pablo cometió un error en ir a Jerusalén y usan este
versículo diciendo que estos creyentes hablaron aquí al apóstol Pablo guiados por el Espíritu. Ahora, si lo
entendemos correctamente, veremos que el Espíritu no se iba a contradecir a sí mismo, sino que estaba
diciendo otra vez lo mismo que había dicho antes, que Pablo no debería ir a Jerusalén a menos que estuviera
preparado para hacer el sacrificio que ello implicaría. Y Pablo continuó diciendo que estaba dispuesto a dar su
vida por el Señor Jesús. Creemos que este pasaje debe ser interpretado de esa manera.
No creemos que el apóstol Pablo se saliera de la voluntad de Dios cuando subió a Jerusalén. Tenía una razón
sentimental para ir allí, y era una buena razón. Tenía una ofrenda de dinero entregada por los creyentes no
judíos, y la quería llevar a los creyentes que estaban sufriendo en Jerusalén con sus propias manos, porque
esas mismas manos habían hecho daño a esa Iglesia y eran en parte responsables de que esa Iglesia hubiera
llegado a tal extremo de pobreza. Por tal motivo, no quiso enviar a algún representante a Jerusalén, sino que
prefirió ir él mismo.
Otra razón para creer que el apóstol Pablo no actuó fuera de la voluntad de Dios está relacionada con algunos
de sus escritos posteriores. Cuando Pablo estaba preso en Roma, la Iglesia de Filipos le envió una expresión
de su cariño, para solidarizarse con su situación. Pero Pablo les escribió lo siguiente, en su carta a los
Filipenses, capítulo 1, versículo 12: "Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han
contribuido más bien al progreso del evangelio". Porque lo que le sucedió a Pablo no obstaculizó la difusión
del Evangelio sino que la favoreció. Es otro motivo para creer que Pablo no estaba fuera de los propósitos de
Dios.
Más aun, recordemos que, en Hechos 9:15, poco después de la conversión de Pablo, cuando el Señor Jesús le
dijo a Ananías que fuera a hablar con Pablo, le dijo: "Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar
mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes". Bueno, hasta este momento del relato, no hemos visto en
nuestros estudios de los Hechos, al apóstol Pablo ante reyes y gobernadores. Pero después estudiaremos los
capítulos en los cuales él aparecería ante ellos. Pablo tendría la oportunidad de hablar con el rey Agripa; luego
veremos que estaría también en Roma, probablemente en presencia de Nerón y llegaría hasta aquellos que
estaban en la misma casa de César. El apóstol Pablo hizo referencia a esto cuando escribió su carta a los
Filipenses desde su prisión en Roma.
Finalmente, como hemos mencionado, él escribió en su segunda carta a Timoteo, capítulo 4, versículo 7,
diciendo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe". Y estas palabras fueron
escritas cerca del final de su vida. No creemos pues, que el apóstol Pablo habría hecho esta afirmación, si en
un momento culminante de su vida se hubiera apartado de la voluntad de Dios. Ahora, en nuestro caso,
estamos seguros de que alguna vez en la vida nos hemos alejado por un momento de la voluntad de Dios; y
quizás más de una vez. Pero no lo hicimos a propósito, lo hicimos en nuestra ignorancia, siguiendo nuestra
propia voluntad y convicción, pensando que tomábamos la mejor decisión. Y creemos que de alguna manera
el Señor compensó esas deficiencias. Pero en el caso de Pablo, no creemos que él, al final de su vida, hubiera
sido capaz de escribir que había peleado la buena batalla, que había llegado al término de su carrera, y que se
había mantenido fiel, si hubiera actuado en contra de la voluntad de Dios. Hemos dedicado algo de tiempo a
este asunto, porque creemos que se ha prestado a cierta controversia.
Terminamos con una reflexión. El apóstol Pablo, que antes de su conversión había perseguido a los cristianos
causando su ruina y grandes sufrimientos, se encontró un día con Jesucristo mismo. Él transformó su vida de
tal manera que, a partir del día de su conversión, dedicó su vida a proclamar el nombre de Cristo a través de
grandes sacrificios y dolorosas experiencias, y estuvo dispuesto a entregar esa vida por amor al Señor y a Su
pueblo. Estimado oyente, Dios puede transformar a cualquier persona, no importando la condición en que se
encuentre. Bien pudo escribir el mismo San Pablo, en Romanos 1:16, las palabras con que hoy nos
despedimos, y que son un reflejo de su propia vida y experiencia: "No me avergüenzo del evangelio, porque
es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree."

Hechos 21:5-22:5
Continuamos hoy estudiando el capítulo 21 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior
estuvimos hablando del apóstol Pablo y del regreso de su tercer viaje misionero. Y dejamos en claro que
Pablo no se había apartado de la voluntad de Dios cuando se propuso ir a Jerusalén. Continuemos hoy
entonces con el versículo 5 de este capítulo 21 de los Hechos, que dice:
"Cumplidos aquellos días, salimos. Todos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron hasta las afueras de la
ciudad, y puestos de rodillas en la playa, oramos."
A propósito sería interesante ponernos a pensar un poco en la postura en que debemos estar al orar. Dice aquí:
"puestos de rodillas en la playa oramos." Ahora, aunque parece muy apropiado arrodillarnos cuando nos
acercamos a la presencia de Dios en oración, no vamos a argumentar a favor de una posición única al orar. No
creemos que haya una única postura exclusiva para la oración. Creemos que se puede orar en cualquier parte y
en cualquier forma. Podemos orar con nuestros pensamientos mientras nos dirigimos a un lugar, tanto
andando como en un vehículo. Y podemos encontrar muchos momentos apropiados para orar. Continuemos
pues, con los versículos 6 y 7 de este capítulo 21 de los Hechos:
"Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas. Nosotros
completamos la navegación saliendo de Tiro y llegando a Tolemaida; saludamos a los hermanos, y nos
quedamos con ellos un día."
Nos podríamos preguntar por qué Pablo se quedó solamente un día allí. Pero es hermoso leer y observar la
maravillosa bienvenida que le dedicaron, y el número de creyentes que había en estos lugares en ese tiempo.
Creemos que había millones de creyentes en el Imperio Romano, en los últimos años del siglo primero.
Leamos ahora el versículo 8, en el cual encontramos a
Pablo en Cesarea
"Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; entramos en casa de Felipe, el
evangelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos con él."
Si usted sigue la trayectoria en el mapa que encuentra en su Biblia, podrá darse cuenta que el apóstol Pablo
continuó bajando por la costa de un lugar a otro. Aquí vemos que se menciona a un personaje notable, que ya
hemos conocido anteriormente, en los capítulos 6 y 8 de este libro. Dice el versículo 9 de Hechos 21:
"Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban."
Ahora, en esta parte cuando dice que Felipe era un evangelista, la palabra significa literalmente "uno que
anuncia buenas noticias". Este versículo muestra que las mujeres ocupaban un lugar destacado en la iglesia.
Estas mujeres, concretamente, tenían el don de profecía. Todavía no se había escrito el Nuevo Testamento.
Ahora, los versículos 10 y 11 dicen:
"Mientras nosotros permanecíamos allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien,
viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así
atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinto, y lo entregarán en manos de los no judíos."
El Espíritu Santo le estaba revelando a Pablo lo que le sucedería cuando fuera a Jerusalén. Pero Pablo, aun
sabiéndolo, estaba completamente decidido a ir. Además, este profeta no le estaba diciendo nada nuevo. En el
capítulo 20, cuando aun estaba en Asia Menor, él ya había recibido una revelación sobre las grandes
aflicciones que le esperaban. Leamos los versículos 12 y 13 de este capítulo 21 de los Hechos:
"Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar que no subiera a Jerusalén. Pero Pablo respondió:
¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón?, pues yo estoy dispuesto no solo a ser atado, sino
también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús."
Recordemos que esto fue lo que escribió el Dr. Lucas. Él y sus compañeros no querían que Pablo fuese a
Jerusalén. El Espíritu de Dios le estaba revelando a Pablo que iba a ser apresado. Y él les pidió a los creyentes
que no llorasen, porque le estaban entristeciendo. Es conmovedor ver aquí la cariñosa preocupación de
aquellos creyentes por el apóstol Pablo. ¡Cómo le amaban! Y el versículo 14 nos dice:
"Como no lo pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor."
Vemos pues, que el apóstol Pablo estaba actuando de acuerdo con la voluntad del Señor, y que ésta se
cumpliría. Continuemos ahora con los versículos 15 al 17 de este capítulo 21 de los Hechos:
"Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén. Y vinieron también con nosotros
algunos de los discípulos de Cesarea, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo,
con quien nos hospedaríamos. Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo."
Aquí vemos que cuando el apóstol Pablo llegó a Jerusalén, la Iglesia local le recibió con mucha alegría.
Continuemos con el versículo 18:
"Al día siguiente, Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos"
Ya por ese entonces él era un veterano, que había estado en el ministerio cristiano por largo tiempo y llevaba
en su cuerpo las cicatrices que demostraban que era un siervo del Señor Jesús. Avancemos con los versículos
19 al 21 de este capítulo 21 de los Hechos:
"a los cuales, después de haberlos saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los
no judíos por su ministerio. Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano,
cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la Ley. Pero se les ha informado en
cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los no judíos a apostatar de Moisés, diciéndoles
que no circunciden a sus hijos ni observen las costumbres."
En realidad los judíos habían distorsionado lo que Pablo estaba realmente enseñando y haciendo.
Aquí hemos llegado a otro pasaje interesante, acerca del cual algunos buenos expositores Bíblicos ofrecen
diferentes explicaciones. ¿Estaba Pablo dentro o fuera de la voluntad de Dios cuando fue a Jerusalén y
cumplió un voto o promesa que evidentemente implicaba la presentación de una ofrenda?
Los creyentes de Jerusalén contaron a Pablo que miles de judíos habían creído en Cristo, pero no habían
abandonado la ley de Moisés. Sin embargo no podían insistir en que los no judíos debían sujetarse a la Ley.
Por otra parte, los no judíos no podían insistir en que los judíos renunciasen a las costumbres o prácticas de la
Ley, siempre y cuando no confiaran en ellas para obtener la salvación. Aquellos que insistían en que la gracia
de Dios no obligaba a los no judíos a cumplir la ley de Moisés, parecían olvidar que la misma gracia de Dios
permitía a los judíos continuar cumpliendo con sus preceptos, si ellos sentían que ésa era la voluntad de Dios.
Recordemos que Pedro no había comido nada en contra de la ley mosaica hasta que visitó a Pablo en
Antioquía. De la misma manera, los creyentes judíos aborrecían el comer cualquier cosa que hubiese sido
sacrificada a los ídolos, lo cual no molestaba a la conciencia de los no judíos. Sin embargo, si el comer esa
carne ofendía la conciencia de otro creyente y era para él un obstáculo espiritual, entonces no debía hacerse.
Pablo dijo en 1 Corintios 8:8 que el hecho de que Dios nos aceptase no dependía de lo que comiéramos, pues
no íbamos a ser mejores por comer ni peores por no comer.
Pablo también escribió que si una persona se crió de acuerdo con ciertas costumbres, la gracia de Dios le
permite seguir practicando esas costumbres, después de haber aceptado al Señor Jesús como su Salvador. Dijo
en su primera carta a los Corintios, capítulo 7, versículos 17 al 20, diciendo: "Cada uno debe vivir según los
dones que el Señor le ha concedido y tal como era cuando Dios lo llamó. . . Si Dios llama a uno que ha sido
circuncidado, no trate éste de disimular su circuncisión; y si llama a uno que no ha sido circuncidado, no debe
circuncidarse. Porque lo importante no es estar o no estar circuncidado, sino obedecer los mandatos de Dios.
Quédese cada uno en la condición en que se encontraba cuando Dios lo llamó".
Pablo aplicó este principio para ganar a gente para Cristo. Más adelante, en el capítulo 9 de la misma primera
carta a los Corintios, versículos 19 al 23, Pablo dijo: "Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de
todos para ganar al mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que
están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos
a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de
Cristo), para ganar a los están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he
hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme
copartícipe de él". No critiquemos, pues, al apóstol Pablo por lo que él hizo en Jerusalén. Él hizo una promesa
o un voto para ganar a los judíos. Si él no hubiera sido judío, habría sido cuestionable que adoptara una
costumbre extranjera. Con estos antecedentes, pues, podemos comprender la acción de Pablo. Leamos los
versículos 22 al 26 de este capítulo 21 de los Hechos, donde continuaron hablando los ancianos y le dijeron a
Pablo:
"¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido. Haz, pues, esto que te
decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo,
purifícate con ellos y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada
de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la Ley. Pero en
cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto;
solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación. Entonces
Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el
Templo para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda
por cada uno de ellos."
Ahora, ¿que tendría que haber hecho Pablo? Había llegado a Jerusalén, siendo muy bien recibido por esa
iglesia. Había recibido un don para trabajar en las iglesias de los que no eran judíos. Estos creyentes de
Jerusalén habían escuchado sus informes y se habían alegrado de cómo Dios estaba salvando a los no judíos.
Pero luego le dijeron que había miles de judíos en Jerusalén que habían confiado en Cristo aceptándole como
su Mesías y Salvador. Ninguno de ellos quería que hubiera una división en la iglesia, porque había una sola
iglesia de Jesucristo y no una iglesia judía y otra no judía, Un judío que hubiera venido a Jesucristo no dejaba
de ser un judío. Así que le dijeron a Pablo: "Tú eres un judío. Estos son tus antecedentes y seguramente
quieres ganar a los judíos para Cristo. Ya que eres judío, no te va a perjudicar ir con estos cuatro judíos que
han hecho una promesa. Ellos se han rapado la cabeza y van a ir al templo. ¿No podrías ir con ellos?" Y así lo
hizo Pablo. No hizo un voto porque estaba obligado a hacerlo. Lo hizo porque quería ganar a aquella gente.
Estimado oyente, usted no tiene que prometerle a Dios cumplir con un voto, o hacerle una promesa solemne;
pero, si usted quiere hacerlo, bien puede. Porque como creyente usted tiene libertad de hacerlo bajo la gracia
de Dios. Pero, lo que realmente cuenta es entender que no somos salvos por lo que hagamos sino sólo por
medio de la gracia infinita de Dios. Ahora veamos lo que ocurrió aquí en los versículos 27 y 28, de este
capítulo 21 de los Hechos, en los cuales encontramos a

Pablo en el templo de Jerusalén


"Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verlo en el Templo, alborotaron a
toda la multitud y le echaron mano, gritando: ¡Israelitas, ayudad! Éste es el hombre que por todas partes
enseña a todos contra el pueblo, la Ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el Templo y ha
profanado este santo lugar."
Como generalmente sucede con las turbas, aquella multitud actuó impulsada por suposiciones y
desinformación. Lo podemos ver claramente aquí en el versículo 29:
"Decían esto porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Éfeso, a quien pensaban que Pablo
había metido en el Templo."
Necesitamos hacer aquí una distinción clara. Cuando Pablo, que era judío y criado en esa tradición llegó a
Jerusalén, fue al templo. Ahora, Trófimo, que era efesio y aparentemente uno de los convertidos por el
ministerio de Pablo cuando estuvo con él en Jerusalén, no tenía ningún motivo para ir al templo ni para
participar de algún ritual. Esta tradición no formaba parte de sus antecedentes. Como creyente que era, estaba
bajo la gracia de Dios y podía haberlo hecho si así lo hubiera deseado, como parte de su libertad cristiana. Por
supuesto, Pablo supo que el voto que estaba haciendo no tenía nada que ver con su salvación.
El voto de Pablo probablemente incluyó el ayuno y una cierta dieta. El apóstol Pablo estaba acostumbrado a
ayunar porque era judío. Vemos hoy en día, que hay cristianos que siguen dietas con una constancia tal que,
en algunos casos, parece una actitud de fe o religiosidad. Y el único beneficio que se notará al cumplirlas, será
en la salud y en el cuerpo lo cual, por supuesto, es importante. Pero, desde un punto de vista espiritual, una
dieta no le hará a nadie más aceptable delante de Dios. Bajo el principio de la gracia de Dios y la libertad
cristiana, un cristiano puede adoptar una dieta o no. Pero ello no tendrá nada que ver con su relación con Dios.
Pero, regresemos pues a nuestro estudio y vemos que en realidad esta gente aquí causó un gran desorden, y
hasta incluso intentaron matar a Pablo. Leamos ahora los versículos 30 al 32 de este capítulo 21 de los
Hechos:
"Toda la ciudad se alborotó, y se agolpó el pueblo. Apoderándose de Pablo, lo arrastraron fuera del Templo,
e inmediatamente cerraron las puertas. Intentaban ellos matarlo, cuando se le avisó al comandante de la
compañía que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada. Éste, inmediatamente tomó soldados y
centuriones y corrió a ellos. Cuando ellos vieron al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a
Pablo."
Observemos la amargura y el odio que sentían hacia Pablo, porque enseñaba que no era necesario someterse a
la ley mosaica para ser salvo. Pero, por otra parte, Pablo actuaba correctamente al seguir una de las
costumbres de su propio pueblo, si así lo deseaba o creía conveniente, porque estaba tratando de ganar a los
judíos. Ahora aquí, si el comandante y los soldados no hubieran intervenido, habrían matado a Pablo.
Continuemos ahora con el versículo 33, en el que vemos a
Pablo sujetado con cadenas
Ahora, el comandante no conocía al apóstol Pablo y pensó que Pablo había cometido algún delito, porque
ordenó que fuese encadenado. Leamos los versículos 34 al 36:
"Pero, entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros otra; y como no podía entender nada de cierto a
causa del alboroto, lo mandó llevar a la fortaleza. Al llegar a las gradas, aconteció que era llevado en peso
por los soldados a causa de la violencia de la multitud, porque la muchedumbre del pueblo venía detrás,
gritando: ¡Muera!"
Ahora, como el oficial romano no pudo entender de qué se le acusaba, decidió llevarse a Pablo a la fortaleza.
Dice el versículo 37:
"Cuando estaban a punto de meterlo en la fortaleza, Pablo dijo al comandante: ¿Se me permite decirte algo?
y él dijo: ¿Sabes griego?"
Aquí vemos que el comandante se sorprendió mucho. En un principio pensó que tenía ante sí a un criminal
común, pero este hombre hablaba griego perfectamente. Y le entendió, porque él mismo era un emisario
extranjero. Entonces le dijo, en el versículo 38:
"¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días y sacó al desierto los cuatro mil
sicarios?"
Pensó que Pablo era el líder de un grupo rebelde, y que lo había introducido en el país. Pero, veamos lo que
contestó Pablo en el versículo 39:
"Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de
Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo."
Notemos que el apóstol Pablo no solamente habló en griego, sino que dijo que era judío. Y al identificarse el
comandante le dijo entonces: "Sí, claro, no sabía quién eras. Puedes hablar al pueblo". Y entonces, en el
versículo 40 leemos:
"Cuando él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Se hizo un gran
silencio, y comenzó a hablar en lengua hebrea, diciendo..."
Aunque Pablo le había hablado al comandante en griego, cuando se dirigió a la multitud, habló en hebreo, su
lengua nativa. En el momento en comenzó a hablarles en hebreo, el idioma que comprendían y amaban, ellos
le escucharon. Y con esto llegamos a

Hechos 22:1-5
Y en este capítulo tenemos el mensaje de Pablo a la multitud. Les hablaría de su encuentro con Cristo y su
posterior experiencia, que le llevaría a Jerusalén. Después apelaría a su ciudadanía romana para librarse de los
terribles azotes que sufrían los presos. Leamos, los versículos 1 y 2 y comencemos a escuchar este elocuente
mensaje que fue
La defensa de Pablo ante la multitud
"Hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros. Al oír que les hablaba en lengua hebrea,
guardaron más silencio. Él les dijo..."
El momento en que el apóstol Pablo empezó a hablar en hebreo fue como un viento furioso desapareciendo
gradualmente. Fue como cuando se calman las olas del mar. Ellos se callaron, se calmaron. Estaban
escuchando a alguien que era uno de ellos. Y Pablo comenzó contándoles su historia, y les dijo aquí en el
versículo 3:
"Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de
Gamaliel, estrictamente conforme a la Ley de nuestros padres, celoso de Dios como hoy lo sois todos
vosotros."
Pablo estaba siendo perseguido por los líderes judíos, los líderes religiosos de ese tiempo. Y Pablo había sido
uno de ellos. Él había sido fariseo. Y una de las razones por las cuales él les comprendía y amaba tanto, era
porque él sabía exactamente como se sentían. Les habló de sus antecedentes porque quería ganarlos para
Cristo. Y Pablo tenía un currículo excelente. La mejor universidad griega de aquel tiempo se encontraba en
Tarso, y no en Atenas, ni en Corinto. Éstas dos últimas ya habían pasado su apogeo, y en esos momentos,
Tarso era una próspera ciudad y un importante centro educativo. Ahora, era muy probable que Pablo hubiera
estudiado en la universidad de Tarso, y que tuviera una buena educación en la cultura griega. Y había estado
en Jerusalén, estudiando bajo Gamaliel, que era el erudito más sobresaliente de aquel entonces. Y continuó
diciéndoles en el versículo 4 de este capítulo 22 de los Hechos:
"Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres"
Vemos que Pablo dijo nuevamente: "este Camino". No mencionó ni a la Iglesia, ni a los seguidores de Cristo,
los cristianos. Utilizó un término común, con el cual estaban familiarizados. Pero cuando él dijo: "este
Camino", se refería al mismo Señor Jesucristo, quien se presentó como el Camino, la Verdad y la Vida. Pablo,
prácticamente les estaba diciendo: "Yo tengo los mismos antecedentes que vosotros tenéis. Y yo también
perseguía a este Camino. Yo sé cómo os sentís, porque yo hice lo mismo antes". Y continuó diciéndoles aquí
en el versículo 5:
"como el Sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para
los hermanos, fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuvieran allí, para que
fueran castigados"
Y en nuestro próximo programa continuaremos con este relato de su conversión. Pero hoy, estimado oyente,
nos quedamos con la frase de Jesús en la mente. En un mundo en que todos los caminos parecen formar, en su
conjunto, una especio de laberinto que no conduce a ninguna parte, donde las verdades se transforman en
lemas provisionales, cambiantes e inciertos, y donde la vida es un término que más bien nos recuerda a la
muerte y al fracaso humano, es importante recordar la vigencia de aquella afirmación de Jesús cuando dijo:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene a Dios, el Padre, sino por mí."

Hechos 22:6-23:24
Continuamos estudiando hoy el capítulo 22 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior
hablamos de la defensa que el Apóstol Pablo comenzó a hacer de sí mismo ante el pueblo que se había
reunido en Jerusalén. Y notamos cómo había comenzado a hablarles en lengua hebrea, se identificó diciendo
quién era, cómo se había educado, y luego les dijo que él mismo anteriormente perseguía a este Camino. Por
ese motivo, comprendía cómo ellos se sentían. Había usado la expresión "este Camino", sin mencionar a la
iglesia ni a los cristianos, sino que utilizó un término común, que el pueblo judío que se hallaba allí reunido,
comprendía. Cuando él dijo "este Camino", estaba, entonces, refiriéndose al Señor Jesucristo mismo, porque
Él se presentó como el Camino, la Verdad, y la Vida. Y continuó contándoles como había ido a Damasco para
tomar prisioneros a los creyentes y traerlos a Jerusalén, para que fueran castigados. Y continuó entonces
Pablo, narrando su conversión. Leamos los versículos 6 al 9 de este capítulo 22 de los Hechos.
"Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz
del cielo. Caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?. Yo entonces
respondí: ¿Quién eres, Señor?. Me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Los que estaban
conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron, pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo."
Sería bueno recordar algo del relato de la conversión de Saulo, que se encuentra en Hechos 9:7, donde dice:
"Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la voz, pero no veían a
nadie". Aquí no hay ninguna contradicción con lo que acabamos de leer aquí en el versículo 9 del capítulo 22
de los Hechos, donde dice que los hombres que estaban con Pablo en el momento de su conversión, "vieron a
la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba" con él. O sea que escucharon el
sonido de la voz, pero no comprendieron el significado de la voz, ni supieron de quién era esa voz.
Continuemos ahora con los versículos 10 hasta el 16 de este capítulo 22 de los Hechos. Continuó Pablo
hablando y dijo:
"Yo dije: ¿Qué haré, Señor?. Y el Señor me dijo: Levántate y vete a Damasco, y allí se te dirá todo lo que
está ordenado que hagas. Como yo no veía a causa de aquella luz resplandeciente, llegué a Damasco llevado
de la mano por los que estaban conmigo. Entonces uno llamado Ananías, hombre piadoso según la Ley, que
tenía buen testimonio de todos los judíos que allí habitaban, vino a mí y, acercándose, me dijo: Hermano
Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. Él dijo: El Dios de nuestros
padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y oigas la voz de su boca, porque serás
testigo suyo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate,
bautízate y lava tus pecados invocando su nombre."
Cabe destacar aquí que Pablo había estado participando de una entrevista privada con el Señor Jesús. Creo
que el Señor habló e instruyó a Pablo cuando pasó un tiempo en el desierto de Arabia. Continuemos con los
versículos 17 al 20.
"Volví a Jerusalén, y mientras estaba orando en el Templo me sobrevino un éxtasis. Vi al Señor, que me
decía: Date prisa y sal prontamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. Yo dije:
Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se
derramaba la sangre de Esteban, tu testigo, yo mismo también estaba presente y consentía en su muerte, y
guardaba las ropas de los que lo mataban."
Pablo no había olvidado que había estado presente cuando Esteban fue apedreado, y que él había sido el
responsable. Esto le había producido una impresión que nunca podría borrarse de su mente, y que en realidad
le preparó para su propia conversión. Y continuó Pablo hablando de su visión y dijo aquí en los versículos 21
y 22:
"Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos, a los que no son judíos. Lo oyeron hasta esta palabra;
entonces alzaron la voz, diciendo: ¡Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva!"
Pablo mencionó a los no judíos porque había estado entre esa gente, hablándoles de Jesucristo. Los judíos lo
habían oído y ya sabían que él lo había hecho. Pero en el momento en que el Apóstol Pablo mencionó a los no
judíos, fue como si hubiera encendido una mecha, y los judíos ya no quisieron escucharle más. Y leemos aquí
en los versículos 23 y 24 de este capítulo 22 de los Hechos:
"Y como ellos gritaban, arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el comandante que lo metieran
en la fortaleza y ordenó que fuera azotado para que hablara, a fin de saber por qué causa gritaban así
contra él."
Cuando el Apóstol Pablo dejó de hablar en griego y empezó a hablar en hebreo a la multitud, el comandante
se quedó allí sin poder entender lo que Pablo decía. No podía entender lo que estaba ocurriendo, ni tampoco le
fue posible comprender en qué consistía el problema. Todo lo que pudo hacer cuando la multitud se
enardeció, fue llevar a Pablo dentro de la fortaleza. Y como Pablo era un prisionero, pensó que podría
averiguar la verdad de todo este asunto azotándole, como era la costumbre en esos tiempos. Pero veamos
como, en el versículo 25:
Pablo apeló a su ciudadanía romana
"Pero cuando lo ataban con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os está permitido azotar
a un ciudadano romano sin haber sido condenado?"
Aquí vemos que al Apóstol Pablo le habían entendido mal en todo. Los judíos creían que él había llevado a
Trófimo al Templo, pero él no lo había hecho. El comandante había pensado que él era egipcio, que era un
provocador de disturbios, y resultó que no lo era. Pero observemos quien era. Era un hebreo que hablaba
griego con soltura. Habla griego perfectamente. Además, era un ciudadano romano. Y entonces Pablo apeló a
su ciudadanía romana para evitar recibir los azotes que recibían los presos. Y veamos lo que ocurrió en los
versículos 26 al 28 de este capítulo 22 de los Hechos:
"Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al comandante, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este
hombre es ciudadano romano. Se acercó el comandante y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo:
Sí. Respondió el comandante: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo
lo soy de nacimiento."
Es sorprendente ver que este tribuno había sido antes un esclavo. Quizás él había ahorrado dinero o lo había
conseguido por otros medios y de esa manera había podido comprar su libertad. Después había progresado en
el ejército romano hasta lograr ascender al grado de comandante. Y el comandante se encontraba asombrado
de tener como prisionero a un ciudadano romano que había nacido libre, sin haber tenido que comprar su
libertad y ciudadanía. Y dicen los versículos finales, los versículos 29 y 30 de este capítulo 22 de Hechos:
"Así que, al punto se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el comandante, al saber que era
ciudadano romano, también tuvo temor por haberlo atado. Al día siguiente, queriendo saber con certeza la
causa por la cual lo acusaban los judíos, lo soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes
y a todo el Concilio, y sacando a Pablo, lo presentó ante ellos."
El oficial romano entonces se dio cuenta que tenía en su presencia a un hombre extraordinario. Era un hombre
culto que hablaba griego; era judío, pero también era un ciudadano romano, y de ninguna manera era un
delincuente común. El comandante resolvió entonces, no tratar a Pablo como tal. Sin embargo, quiso
averiguar cuáles eran las acusaciones que se presentaban contra Pablo, y resolvió celebrar una audiencia ante
los principales sacerdotes y la junta suprema para oír esas acusaciones.
Vemos, pues, que Pablo tenía muchas ventajas que le convertían en el hombre apropiado para ser un
misionero ante el Imperio Romano. El tenía una visión global de su actividad. Su formación griega le había
preparado para tener esa perspectiva cristiana cósmica. También había sido educado en el sistema legal de
Moisés, lo cual le preparó para interpretarlo a la luz de la venida de Cristo, Su muerte redentora y
resurrección. Y una ventaja de no poca importancia era su ciudadanía romana, que finalmente le abrió la
puerta para visitar Roma.
Y así concluye nuestro estudio del capítulo 22 de los Hechos. Llegamos ahora a

Hechos 23:1-24
Y en este capítulo tenemos al Apóstol Pablo ante el Sanedrín, supremo tribunal religioso de los judíos, donde
se encontraban los líderes religiosos que querían juzgarlo. A partir de este momento encontraremos a Pablo
presentando una defensa de sí mismo y de su ministerio. Como los judíos tenían un plan para matarlo, sería
conducido preso a Cesarea, para ser juzgado ante Félix. Pasaría unos 2 años allí en la prisión hasta que
finalmente apeló y fue enviado a Roma.
Estimado oyente, durante el estudio de este capítulo podremos ver la mano de Dios actuando en la vida del
Apóstol Pablo. Y de la misma manera, Dios quiere obrar hoy en su vida y en la mía. Es maravilloso saber que
en cualquier parte por donde usted y yo nos encontremos, el Señor está obrando. No importa si nuestras vidas
son muy sencillas o rutinarias; Dios tiene interés en nosotros. Dios quiere darnos aquella guía y dirección que
necesitamos para poder enfrentar la complejidad de las situaciones propias de nuestra cultura contemporánea.
Volviendo a nuestro relato, recordemos que, frente al Sanedrín, Pablo hizo un intento inútil de explicar su
posición y su conducta. Después veremos su traslado a Cesarea para el juicio ante Félix. Ésta es una sección
notable, con un relato emocionante de las experiencias de Pablo como prisionero por causa de Jesucristo.
Comencemos, pues, leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 23 de Hechos, que comienzan a
relatarnos
La defensa de Pablo ante el sanedrín
"Entonces Pablo, mirando fijamente al Concilio, dijo: Hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido
delante de Dios hasta el día de hoy. El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él
que lo golpearan en la boca."
Tratemos de imaginarnos a Pablo ante el Sanedrín. Allí se encontraban reunidos el sumo sacerdote y el
concilio. Pablo, mirándolos fijamente, comenzó su defensa. El sumo sacerdote se destacó por su brusquedad y
agresividad. Ahora dice el versículo 3:
"Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, hipócrita! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la
Ley, y quebrantando la Ley me mandas golpear?"
De acuerdo a la ley romana, ningún hombre podía ser castigado hasta que la sentencia hubiera sido
pronunciada. El simple hecho de que Pablo había sido arrestado y acusado, no les daba ninguna libertad a
aquellos que lo habían arrestado, para abusar de él. En esos días las leyes romanas otorgaban protección legal
a los detenidos, pero este incidente del Apóstol Pablo y el juicio de Jesús, nos hacen reconocer que aun la ley
romana podía ser desvirtuada. La justicia dependía del que aplicaba la ley. Un sistema o una ley no tienen
tanta importancia como aquellos que están encargados de ejecutarla.
En nuestro tiempo hay quienes creen que si cambiáramos nuestra forma de gobierno, se acabarían los
problemas. Lo que necesitamos no es un cambio de sistemas, sino una transformación auténtica del corazón
humano.
El sumo sacerdote, pues, ordenó que golpearan a Pablo en la boca, pero Pablo continuó hablando de una
manera clara y enérgica. Con esto debemos disipar la idea de que Pablo les tenía miedo. Muchas veces
interpretamos mal la humildad y creemos que quita la capacidad de reacción ante las injusticias. En realidad,
la humildad y la mansedumbre significan que nos sometemos a la voluntad de Dios, sin preocuparnos del
precio que haya que pagar. Pablo era manso y humilde, y se sometió a la voluntad de Dios. Sin embargo,
demostró conocer sus derechos, habló claro en contra de esta injusticia y llamó al sumo sacerdote hipócrita,
advirtiéndole que estaba violando la ley. Continuemos ahora con el versículo 4:
"Los que estaban presentes dijeron: ¿Al Sumo sacerdote de Dios insultas?"
Ahora Pablo no sabía que este hombre era el sumo sacerdote. Creemos que, al verle, en condiciones normales,
él habría conocido al sumo sacerdote. Antes de convertirse había sido Fariseo. Pero posiblemente esta sea otra
evidencia de que Pablo sufría de una enfermedad de los ojos, y no veía bien. Al entrar en nuestro estudio de
las cartas que Pablo escribió, encontraremos otras declaraciones que indican que Pablo tenía dificultades con
su visión. El versículo 5 dice:
"Pablo dijo: No sabía, hermanos, que fuera el Sumo sacerdote, pues escrito está: No maldecirás a un
príncipe de tu pueblo."
Vemos que Pablo conocía la ley en todos sus detalles. Él sabía perfectamente que había que respetar a los que
ejercían la autoridad. Debemos respetar a quienes han sido colocados en posiciones de autoridad, aunque
creamos que tales autoridades estén equivocadas o no gobiernen bien. Pablo escribió en su carta a los
Romanos, capítulo 13, versículo 1, diciendo: "sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no
hay autoridad que no provenga de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas". Es interesante destacar
que Pablo escribió esto cuando Nerón ocupaba el trono de Roma, y Nerón, como bien sabemos, estaba loco.
Leamos a continuación el versículo 6:
"Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el Concilio:
Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me
juzga."
Pablo, pues, siguió dando a los miembros del Sanedrín más informes en cuanto a su pasado, mientras
continuaba hablando. Su padre también había sido fariseo, y por tanto, un hombre rico e influyente.
Ahora veamos cómo el Apóstol Pablo se aprovechó de la discordia existente entre los dos partidos que se
encontraban allí presentes para apoyar su propia defensa. La cuestión aquí no era la resurrección de
Jesucristo. Simplemente ocurría que los fariseos creían en la resurrección de los muertos, en la cual tenían
puesta su esperanza, mientras que los saduceos no creían en la resurrección. Ahora Pablo aprovechó esta
diferencia entre ellos, para convertir el juicio en una controversia teológica entre los fundamentalistas y los
progresistas de aquel tiempo. Y no le fue muy difícil crear esta situación. Y vemos en los versículos 7 al 9 de
este capítulo 23 de los Hechos, lo que sucedió:
"Cuando dijo esto, se produjo discusión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió, porque
los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángel ni espíritu; pero los fariseos afirman que sí existen.
Entonces hubo un gran vocerío y, levantándose los escribas de la parte de los fariseos, discutían diciendo:
Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios."
Cuando los fariseos se enteraron que Pablo había sido un fariseo, salieron en su defensa. Dice el versículo 10.
"Como la discusión era cada vez más fuerte, el comandante, temiendo que Pablo fuera despedazado por
ellos, mandó que bajaran soldados, lo arrebataran de en medio de ellos y lo llevaran a la fortaleza."
Ésta fue la primera vez que el doctor Lucas, escritor del libro de Hechos, por primera vez dijo que se produjo
una gran discusión. Conociendo la gran moderación de este escritor para describir las situaciones extremas,
deducimos que ésta fue la peor disensión que se registró en el libro de Hechos, por parte de cualquier grupo.
Pablo nuevamente se halló en tanto peligro que el comandante romano tuvo que intervenir con sus soldados
para salvarle de un Sanedrín furioso y fuera de control. Y aunque hemos defendido anteriormente el concepto
del gobernador de Acaya, Galión, de separación entre la iglesia y el estado, reconocemos que en esta ocasión
el estado estaba actuando adecuadamente para proteger al apóstol Pablo. Por consiguiente, el oficial romano
salvó otra vez al Apóstol Pablo sin enterarse de la razón por la que le odiaban. Y leemos aquí en el versículo
11, acerca del momento en que
El Señor se le apareció a Pablo
"A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en
Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma."
Una vez más vemos que Pablo no estaba fuera de la voluntad de Dios al haber ido a Jerusalén. El Espíritu de
Dios le había advertido que tendría prisiones y tribulaciones cuando fuese a Jerusalén. Pero, a pesar de esa
advertencia, el Apóstol Pablo iría a Jerusalén y testificaría del Señor Jesús en esa ciudad. Éste era el método
de Dios. Pablo nunca había tenido antes una oportunidad como ésta para predicar en Jerusalén. Y Dios le
daría una ocasión para testificar también en Roma. Es decir que, en vez de palabras de reproche por haber ido
a Jerusalén, Pablo recibió palabras de ánimo. Dios estaba utilizando estos medios para llevarle a Roma.
Continuemos con el versículo 12 de este capítulo 23 de los Hechos, que inicia el relato de

La conspiración contra Pablo


"Cuando fue de día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo
que no comerían ni beberían hasta que hubieran dado muerte a Pablo."
Nos imaginamos que estos judíos habrán pasado mucha hambre y sed antes que este asunto terminara (y nos
preguntamos si habrán llegado a terminar su huelga de hambre). En los versículos 13 hasta el 15 leemos que
"Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes
y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición a no gustar nada hasta que
hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el Concilio, requerid al comandante que lo traiga
mañana ante vosotros, con el pretexto de que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y
nosotros estaremos listos para matarlo antes que llegue."
Éste fue el complot que ellos hicieron para asesinar al Apóstol Pablo; pero sabemos que el Señor tenía un plan
diferente para Pablo. Dios indicó claramente que Pablo iría a Roma, y vemos que en realidad esto sucedió
después. Continuemos leyendo los versículos 16 al 18, para ver cómo se desarrolló este plan.
"Pero el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza y dio aviso a
Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el comandante, porque tiene
cierto aviso que darle. Él entonces, tomándolo, lo llevó al comandante y dijo: El preso Pablo me llamó y me
rogó que trajera ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte."
Aquí vemos que Pablo ejerció su derecho como ciudadano romano. Además, estos dos versículos nos
permiten conocer un poco más acerca de la familia de Pablo, y vemos que tenía una hermana que vivía con su
familia en Jerusalén. Continuemos con los versículos 19 al 22:
"El comandante, tomándolo de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que
decirme? Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el Concilio, con el
pretexto de que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no los creas, porque más de
cuarenta hombres de ellos lo acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición a no comer ni beber
hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el comandante
despidió al joven, mandándole que a nadie dijera que le había dado aviso de esto."
De esta manera el oficial romano se enteró del complot contra Pablo. Hubiera sido muy sencillo para el
Apóstol Pablo, decirle a su sobrino aquí: "Gracias por venir, pero como estoy confiando en el Señor, tú
puedes regresar a tu casa". Pero no fue así; vemos que Pablo se sirvió de los privilegios que su ciudadanía
romana le brindaba y dio aviso al comandante para que tomara las medidas oportunas. Es que Dios provee los
medios necesarios y espera que hagamos uso de ellos. Y esto en ningún momento significa que no estemos
confiando en el Señor. Significa que estamos confiando en que Dios puede usar los métodos y los medios que
Él ha puesto a nuestra disposición para llevar a cabo Sus propósitos. Esto es lo que nosotros ciertamente
entendemos por confiar en el Señor. Leamos entonces, lo que hizo el comandante, en los versículos 23 y 24
de este capítulo 23 de los Hechos, que inician un párrafo que nos relata que
Pablo fue enviado a Cesarea
"Llamando a dos centuriones, mandó que prepararan para la hora tercera de la noche doscientos soldados,
setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fueran hasta Cesarea; y que prepararan cabalgaduras en que,
poniendo a Pablo, lo llevaran a salvo a Félix, el gobernador."
Recordemos que un centurión tenía a 100 soldados a su mando. Un verdadero ejército acompañó al Apóstol
Pablo en si viaje a Cesarea. Pablo se hallaba siguiendo en todo este asunto la voluntad de Dios. Esto nos
revela el peligro que su vida corría. No había duda de que los judíos tenían toda la intención de asesinarle.
Pablo fue, pues, llevado a Cesarea para comparecer ante Félix, el gobernador. Recordemos que los
gobernadores romanos tenían su centro de operaciones en Cesarea, y solo ocasionalmente subían a Jerusalén.
Pilato, por ejemplo, tenía allí su centro de operaciones. Los gobernadores romanos, pues, preferían vivir en
Cesarea antes que en Jerusalén, porque el clima era más agradable.
Estimado oyente, en nuestro programa anterior vimos que Dios transforma por Su Espíritu a los que confían
en Jesucristo, por su obra en la cruz. Y cuando una vida se entrega incondicionalmente en las manos de Dios,
Él se hace cargo de ella, y la utiliza para bendecirla abundantemente, y para le extensión del reino de Dios. Y
no hay fuerza en el mundo capaz de impedir que Dios cumpla Su propósito en ese hombre, en esa mujer.

Hechos 23:25-24:25
Continuamos estudiando hoy el capítulo 23 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior
hablamos del complot que habían tramado los judíos contra el apóstol Pablo. Cuando el tribuno se enteró de
este complot, decidió entonces, enviarle a Cesarea para que Félix el Gobernador, se encargara del asunto. Y
dijimos que un verdadero ejército acompañó al apóstol Pablo cuando le llevaron a Cesarea, a donde fue
llevado para comparecer ante Félix, el Gobernador. Dijimos que los gobernadores romanos tenían su centro
de operaciones en Cesarea y solamente de vez en cuando, subían a Jerusalén. Desde luego, esto apartó a Pablo
del peligro que representaba para él, estar en Jerusalén. Continuemos hoy con los versículos 25 al 29 de este
capítulo 23 de los Hechos, donde vemos lo que hizo el comandante:
"Y escribió una carta en estos términos: Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. A este
hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo
sabido que era ciudadano romano. Y queriendo saber la causa por la que lo acusaban, lo llevé al Concilio de
ellos; y hallé que lo acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte
o de prisión."
Vemos que la carta era muy formal. En aquellos días las cartas no eran firmadas como lo hacemos hoy en día.
Ellos ponían más bien el nombre de la persona que enviaba la carta, al principio; mientras que hoy va al final.
También podemos notar en la carta, que el comandante quería que el gobernador Félix se diera cuenta de que
él estaba cumpliendo con su deber, al proteger a los ciudadanos romanos. Claudio Lisias, el comandante que
enviaba la carta a Félix, le dijo claramente que en realidad no sabía con exactitud cuál era la acusación
lanzada contra Pablo. Lo que sí sabía era que se trataba de la ley de los judíos, pero que bajo la ley romana,
Pablo no era culpable de nada digno de muerte ni prisión. Continuemos, pues, con los versículos 30 hasta el
35 de este capítulo 23 de los Hechos:
"Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto lo he enviado
a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien. Los
soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, lo llevaron de noche a Antípatris. Al día siguiente, dejando a
los jinetes que fueran con él, volvieron a la fortaleza. Cuando aquellos llegaron a Cesarea y dieron la carta
al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. El gobernador leyó la carta, y preguntó de qué
provincia era; y al saber que era de Cilicia, le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que lo
vigilaran en el pretorio de Herodes."
Veremos que quienes acusaban al apóstol Pablo estarían dispuestos a viajar hasta Cesarea. Y veremos luego
que Pablo no se defendería tanto a sí mismo, sino que hablaría de Cristo. Recordemos que anteriormente el
Señor había dicho que Pablo proclamaría Cristo ante reyes, gobernadores y soberanos. Pablo estaba actuando
de acuerdo con la voluntad de Dios y Dios estaba llevando a cabo Su propósito.
Y con esto concluimos el capítulo 23 de los Hechos. Llegamos ahora a

Hechos 24:1-25
Y en este capítulo tenemos a Pablo ante Félix. Pero, antes de seguir adelante, hagamos un breve repaso.
Francamente, Pablo había fallado en ganar la simpatía de los judíos hacia el ministerio del evangelio al cual se
había dedicado. Creemos que pasó por momentos de depresión mental y desaliento. Creemos que fue por esto
que el Señor se le apareció a Pablo en la noche para darle el ánimo que necesitaba (Hechos 23:11). Le dijo a
Su fiel testigo, que hablaría de Él también en Roma. Ahora, este anuncio no fue una promesa para Pablo, de
que no tendría problemas, ni dificultades. El caso era que para Pablo, las pruebas y dificultades se
presentarían rápidamente. Fue un hecho que a partir de estos momentos hasta su martirio final, no habría sino
riesgos y peligros. En realidad, ¿no fue esto mismo lo que Pablo conoció desde aquel día cuando en Damasco,
para salvarle la vida, le bajaron por el muro en una canasta?
Ahora, en este capítulo 24, veremos que el sumo sacerdote Ananías y los ancianos, vinieron de Jerusalén
hasta Cesarea para acusar a Pablo ante Félix. Acusaron a Pablo de sedición, de rebelión, y de profanar el
templo. Comencemos, pues, leyendo el primer versículo de ese capítulo 24 de los Hechos, en el cual vemos a
Pablo ante Félix
"Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador
llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo."
Ahora, note usted que los acusadores no perdieron el tiempo. Después de pasar solamente cinco días,
descendieron a Cesarea desde Jerusalén para poder presentar sus acusaciones ante Pablo. Además, trajeron
con ellos a un hombre llamado Tértulo, el fiscal encargado de preparar el caso contra Pablo. Este abogado era
un hombre inteligente y bien preparado. La acusación que lanzó también estaba muy bien preparada. Era
breve, pero, iba al grano y aprovechó al máximo los cargos presentados. Veamos lo que dice aquí el versículo
2 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarlo, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y
muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia"
Ahora, veremos que este Tértulo, comenzó su discurso con una adulación a Félix. Esto no tenía nada que ver
con la acusación contra Pablo. Continuemos con el versículo 3:
"excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud."
Este hombre estaba realmente empleándose a fondo para adular a este gobernador. Continuemos con los
versículos 4 y 5:
"Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad. Hemos
hallado que este hombre es una plaga, promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y
cabecilla de la secta de los nazarenos."
Calificó a Pablo como "plaga y de promotor de sediciones". Claro que no le sería posible comprobar tal
acusación. Y continuamos leyendo aquí en los versículos 6 al 9 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Intentó también profanar el Templo, así que lo prendimos y quisimos juzgarlo conforme a nuestra Ley. Pero
interviniendo el comandante Lisias, con gran violencia lo quitó de nuestras manos, mandando a sus
acusadores que vinieran a ti. Tú mismo, pues, al juzgarlo, podrás informarte de todas estas cosas de que lo
acusamos. Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo."
Al decir aquí "los judíos" se refería a los dirigentes religiosos que promovían las acusaciones. Ahora, aquí el
fiscal hizo insinuaciones sutiles en cuanto a la manera en que el comandante manejó el caso. No le pudo
acusar de negligencia en el desempeño de su cargo, pero, insinuó una cierta crítica hacia él. Dijo que los
judíos mismos podrían haberse hecho cargo de este caso de forma más adecuada. Este fiscal no tuvo más que
palabras de adulación para Félix; acusaciones injustas contra Pablo, e insinuaciones sutiles contra Claudio
Lisias.
Por lo tanto, las acusaciones contra Pablo fueron: que era promotor de sediciones, líder de la secta de los
nazarenos, y que había profanado el templo. Tértulo presentó estas acusaciones que ya habían sido lanzadas
en contra de Pablo, por los líderes religiosos. Ahora, Pablo presentó su defensa ante Félix. Leamos los
versículos 10 y 11 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablara, este respondió: Porque sé que desde hace
muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo haré mi defensa. Como tú puedes cerciorarte, no hace
más de doce días que subí a adorar a Jerusalén"
Pablo estaba diciendo que estaba encantado de presentar su caso ante Félix. Sabía que Félix había servido de
juez del pueblo por mucho tiempo y que esto significaba que Félix conocía bien sus costumbres. De modo
que, lo que Pablo iba a decir no sería algo extraño o nuevo para Félix. Y continuó diciendo Pablo aquí en los
versículos 12 al 14:
"y no me hallaron discutiendo con nadie, ni amotinando a la multitud, ni en el Templo ni en las sinagogas ni
en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan. Pero esto te confieso: que, según el
Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres; creo todas las cosas que en la Ley y en los
Profetas están escritas"
Ahora, considerando que Félix tenía amplio conocimiento de las costumbres de los judíos, Pablo le dijo que
había subido a Jerusalén para adorar según las costumbres del pueblo judío. Le informó que él estaba de
acuerdo con la nación de los judíos, pero que confesaba que la manera en que él adoraba a Dios, a ellos les
parecía herejía. Pero, al mismo tiempo, aclaró que la manera en que él adoraba, estaba de acuerdo con el
mensaje dado a los padres, es decir, conforme a todo lo que estaba escrito en el Antiguo Testamento. Y
continuó diciendo Pablo aquí en el versículo 15:
"con la esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así
de justos como de injustos."
¿No es evidente aquí que la resurrección ha sido y es el punto central del cristianismo? Y fue así desde el
principio mismo. La pregunta clave siempre fue: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿Murió por tus pecados? ¿Resucitó
de los muertos? Pablo fue directamente al núcleo de su mensaje. Sigamos adelante con el versículo 16 de este
capítulo 24 de los Hechos:
"Por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres."
Pablo aquí testificó que lo que había hecho, lo hizo por causa de su conciencia, una conciencia limpia delante
de Dios y de los hombres. Y continuó diciendo aquí en el versículo 17:
"Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas."
Pablo había venido para traer a la Iglesia en Jerusalén las donaciones que él había estado recogiendo en su
tercer viaje misionero. Creemos que esta donación que los creyentes no judíos habían enviado a Jerusalén, era
una suma considerable de dinero, y que por eso Pablo había querido traer esa ofrenda con sus propias manos.
Leamos ahora los versículos 18 y 19 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el Templo, no con multitud ni con
alboroto. Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo."
Los verdaderos acusadores, si en verdad hubiera alguno, ni siquiera estaban presentes. La acusación que
Tértulo lanzó fue que Pablo había estado excitando a algunos en el templo. Pero, ¿dónde estaban aquellos
hombres? Si ellos habían sido incitados a la violencia, ¿por qué no estaban testificando en ese momento
contra Pablo? Y continuó Pablo diciendo en el versículo 20:
"O digan estos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha cuando comparecí ante el Concilio"
En otras palabras, dijo: "deja que ellos te cuenten acerca de mi comparecencia ante el Sanedrín. ¿Consideran
que yo he hecho alguna cosa mala? Deja que den testimonio de ello". Y continuó Pablo aquí en el versículo
21 y dijo:
"a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy
juzgado hoy por vosotros."
O sea, que le dijo a Félix una vez más, que el verdadero punto en cuestión era el de la resurrección. Pablo
enseñaba la resurrección como el tema central mismo del mensaje del evangelio. La verdad fundamental se
resumía en las siguientes palabras: Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado, y resucitó al tercer día.
En realidad, estimado oyente, concebimos al cristianismo como un arco sostenido por dos columnas. Una de
las columnas es la muerte de Jesucristo y la otra es la resurrección de Cristo. Sin la una o la otra, el arco se
derrumbaría. Leamos ahora el versículo 22 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Al oír esto, Félix, como estaba bien informado de este Camino, los relegó, diciendo: Cuando descienda el
comandante Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto."
Félix había estado oyendo acerca de aquel nuevo Camino y sabía que se predicaba la muerte y resurrección de
Cristo. Se dio cuenta que Pablo era el experto en ese asunto, y que Pablo era el hombre que le podía contar
todo sobre ello. Por lo tanto, aplazó la sesión conjunta con los judíos porque quería tener otra audiencia con
Pablo en cuanto a esta cuestión. Les dijo a los judíos que él esperaría a que Lisias llegara, y luego oiría la
verdadera historia en cuanto a lo que le había sucedido a Pablo. Al parecer, no le fue posible tomar ninguna
decisión en base del testimonio contradictorio que le fue presentado aquí. Tértulo había hecho ciertas
acusaciones, pero, Pablo aseveró que el verdadero punto en cuestión era la resurrección. De modo que, Félix
decidió entonces aplazar la sentencia. Ahora, veamos lo que dice aquí el versículo 23 de este capítulo 24 de
los Hechos:
"Y mandó al centurión que se custodiara a Pablo, pero que se le concediera alguna libertad, y que no
impidiera a ninguno de los suyos servirlo o venir a él."
En realidad, Félix debía haber puesto a Pablo en libertad. Sin embargo, veremos que él era político y un
político muy astuto. Lo que hizo fue otorgar a Pablo una libertad limitada, es decir, una libertad condicional
mientras continuaba manteniéndolo preso. Leamos ahora los versículos 24 y 25 de este capítulo 24 de los
Hechos, que nos informan que
Félix tuvo una audiencia privada con Pablo
"Algunos días después, viniendo Félix con Drusila, su mujer, que era judía, llamó a Pablo y lo oyó acerca de
la fe en Jesucristo. Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero,
Félix se espantó y dijo: Ahora vete, y cuando tenga oportunidad, te llamaré."
Como indicamos anteriormente, Félix ya había escuchado y conocido algo acerca del evangelio, que aquí en
el libro de los Hechos se le llamó "el Camino". Este nombre es sinónimo con lo que hoy en día, llamamos el
cristianismo o la fe cristiana. A algunos les agradaría que ese nombre fuera restaurado porque la palabra
cristianismo, tal como se la usa en la actualidad, ha sido objeto de abusos y ha perdido su verdadero
significado. En cierta ocasión un predicador se refirió a cierto país y lo llamó una "nación cristiana". Se estaba
probablemente refiriendo a una nación cuya sociedad había tradicionalmente adoptado la cultura y ciertos
valores cristianos. Porque, estimado oyente, no hay, en realidad, una nación cristiana. Es verdad que en
algunos países muchos de sus habitantes son miembros de iglesias cristianas. Pero los verdaderos cristianos,
los que realmente creen en Cristo, constituyen una minoría.
Ahora, Félix ordenó que Pablo entrara para explicarle el evangelio, ese evangelio que había provocado toda
esta situación. Llamó a Pablo y le escuchó mientras testificaba en cuanto a su fe en Cristo.
Algunas de las Biblias que llevan títulos sobre las secciones de cada capítulo, designan esta sección como la
"Defensa de Pablo ante Félix". Pero Pablo de ninguna manera se defendió a sí mismo. Lo que hizo en esta
segunda comparecencia ante Félix, fue testificar acerca de Jesucristo, tratando de ganar a este hombre para
Cristo.
Ahora, observemos que el relato Bíblico no nos presentó a este hombre de la manera negativa en que lo
describe la historia secular. Y quisiéramos que usted lo conociera como lo que era en la realidad y para ello,
debemos estudiar lo que los historiadores escribieron acerca de él en aquel entonces. Félix había sido un
esclavo libertado, alguien que por su crueldad y brutalidad había ido progresando hacia una posición
importante. Era un hombre entregado al placer y al libertinaje. Hasta su mismo nombre significaba placer. El
historiador romano Tácito dijo lo siguiente en cuanto a él: "Usando todo tipo de crueldad y libertinaje, ejercía
la autoridad de un rey con el espíritu de un esclavo". Ahora, éste era el hombre en cuyas manos fue puesto
Pablo. Sin embargo, las Escrituras no le condenan.
Ahora, su esposa Drusila estaba allí sentada a su lado. Y una vez más, la historia secular nos permite
conocerla. Ella era hija de Herodes Agripa I. Su padre fue quien ordenó matar a Jacobo, como ya vimos en
nuestro estudio del capítulo 12 de este libro de los Hechos. Dice en el capítulo 12, versículos 1 y 2: "En aquel
mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo,
hermano de Juan". Ahora, el tío abuelo de esta mujer, había matado a Juan el Bautista. Y su bisabuelo trató de
matar al Señor Jesucristo.
Pues bien, esta pareja de personajes ruines y astutos, Félix y Drusila, ocupaban una elevada posición.
Probablemente nunca habían escuchado una exposición del evangelio, ni creemos que hubieran ido a escuchar
predicar al apóstol Pablo, si él hubiera llegado a su pueblo para predicar. Sin embargo, aquí tenemos a estos
dos que tuvieron una oportunidad única, y bajo las circunstancias más favorables. Tuvieron una entrevista
privada con el mejor predicador de la gracia de Dios que el mundo jamás había conocido. Dios les concedió
esta ocasión de escuchar un sermón privado. Su palacio, por unos momentos se convirtió en una Iglesia y sus
tronos en bancos. ¡Nos admiramos de la gracia de Dios, que les dio a estos dos semejante oportunidad!
Fue como si el reloj hubiera señalado para ellos la hora de la salvación. Las puertas del reino se les abrieron y
ellos tuvieron la oportunidad de entrar. Esto fue un cumplimiento más del Salmo 2:10, donde dice: "Ahora,
pues, reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra". Creemos, pues, que escucharon a Pablo
con mucho interés. Creemos que Félix habría querido tomar una decisión de aceptar a Cristo. Pero,
lamentablemente ¡no lo hizo! Quiso esperar otro momento más oportuno. Y estimado oyente, esa es una
posición arriesgada, porque puede que un pecador nunca tenga otra oportunidad para escuchar el evangelio.
Es necesario tener en cuenta que no es el hombre quien fija la hora. Es Dios quien la fija. Y Pablo, pues,
razonó con Félix en cuanto a como entrar en la vida de justicia y rectitud, de cómo lograr el dominio propio, y
sobre el juicio venidero y sus consecuencias. Aquí la justicia se refería a la justicia de la ley, que el ser
humano no puede cumplir. En otras palabras, le ley revela que el ser humano es pecador, y que no puede
alcanzar esa rectitud que resulte aceptable para Dios. Así que Dios provee esa justicia en Jesucristo. Es como
un manto de justicia que desciende como una vestidura sobre todos aquellos que depositan su fe en Cristo,
como Pablo mismo escribió a los Romanos en 3:22, al hablar de la justicia de Dios provista por medio de la fe
en Jesucristo, para todos los que creen. Pablo razonó con aquel hombre sobre la justicia de la ley, que él no
podría lograr y la justicia que Cristo provee al pecador que confía en Él. Después Pablo le habló del dominio
propio. Porque Félix era un hombre dominado por las pasiones y la crueldad. Aquellas dos personas, Félix y
Drusila, pecadores hasta un grado sumo, viviendo una vida esclavizada por el pecado, no conocían la
verdadera libertad. Y finalmente, Pablo les habló del juicio final, aquel juicio llamado del Gran Trono Blanco,
citado en Apocalipsis 20:11-15. Estimado oyente, hoy sus pecados están sobre usted, o sobre Cristo. Si están
sobre Cristo, si usted ha confiado en Él, entonces Él ha pagado el castigo de sus pecados cuando murió en la
cruz. No serán causa de juicio para usted en el futuro. Pero si sus pecados aún están sobre usted, entonces
habrá un juicio en el futuro. Es que a nadie le gusta que le hablen de un juicio. En el caso de Félix y Drusila,
tampoco les agradó oír hablar de ese tema. Usted podrá cerrar la Biblia y negarse a seguir escuchando; pero
ello no alterará el hecho y la realidad de que si usted no ha confiado en el Señor Jesucristo como su Salvador,
tendrá que sufrir ese juicio. Por ese motivo, le invitamos a ser consciente de que Dios le está haciendo llegar
hoy este mensaje y a esta hora, en este momento oportuno de su vida.

Hechos 24:26-25:11
Continuamos hoy estudiando el capítulo 24 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior,
estuvimos hablando del gobernador Félix y su esposa Drusila, frente a una oportunidad única y bajo las
circunstancias más favorables. Tuvieron una entrevista privada con el mejor predicador de la gracia de Dios
que el mundo jamás conocería en los próximos siglos. La hora de la salvación sonó para ellos. La puerta del
reino se les abrió y tuvieron su oportunidad. Creemos, pues, que Félix y Drusila, escucharon a Pablo con
mucho interés y que Félix hasta habría querido hacer una decisión por Cristo, pero lamentablemente no la
hizo. Decidió esperar hasta otra oportunidad.
Y dijimos que Pablo razonó con Félix en cuanto a la justicia, el dominio propio y el juicio venidero. Ahora, la
justicia aquí, creemos que es la justicia de la ley, que el hombre no puede alcanzar. En otras palabras, la ley
revela que el hombre es pecador, señalándole como debe vivir, y muestra que al pecador no le es posible
cumplir con la ley de una manera que sea aceptable para Dios. Un pecador necesita ser justificado ante Dios,
y no puede proveer esta justificación por sí mismo. De modo que Dios la provee para él en la persona de Su
hijo Cristo Jesús.
Luego, Pablo habló del dominio de uno mismo. Félix era un hombre dominado por la pasión y la crueldad.
Estos dos, pues, tanto Félix como su esposa Drusila, estaban esclavizados por el pecado y no sabían lo que era
la verdadera libertad.
Luego, Pablo les habló acerca del juicio venidero. Estimado oyente, ahora mismo sus pecados están, o bien
sobre usted, o sobre Cristo. Si sus pecados están sobre Cristo, si usted ha puesto su confianza total en Él,
entonces todos esos pecados fueron llevados y borrados, perdonados hace más de dos mil años. No están
como un asunto pendiente para ser juzgados en el futuro. Pero, si sus pecados hoy en día, todavía están sobre
usted; entonces para usted aún queda por delante el juicio venidero. Y a nadie le agrada oír hablar acerca del
juicio venidero. Y estamos seguros que a Félix tampoco le gustó oír hablar acerca del juicio venidero.
Ahora, es interesante observar aquí a Félix. Cuando Pablo tuvo que comparecer ante él, al llegar Ananías el
sumo sacerdote, y los ancianos, y el gran orador Tértulo para lanzar sus acusaciones contra Pablo, Félix en
seguida comprendió que verdaderamente no había ninguna acusación real. En tal caso, debió entonces haber
puesto en libertad a Pablo. Pero Félix, antes que nada era un político y no quiso oponerse a los judíos. No hizo
lo justo, sino lo que creyó conveniente desde un punto de vista político. Entonces Félix tuvo esta entrevista
privada con Pablo y al parecer, Pablo realmente le conmovió. Sin embargo, Félix retrasó el tomar una
decisión, aplazándola para otro día.
Ahora, es una observación muy interesante, pero a la vez, triste y comprobada a lo largo de toda la historia
por más de 2000 años. Y es que le es posible a uno seguir postergando el tomar una decisión de aceptar a
Cristo, porque llega el día en que le resultará realmente imposible hacer esa decisión. Es por eso que la
mayoría de las decisiones son hechas por los jóvenes. Y es por eso que debemos tratar de alcanzar a los
jóvenes. Las personas mayores se van insensibilizando en cuanto al evangelio.
Alguien cuenta un incidente que le sucedió hace muchos años a un famoso predicador y que ilustra esta
última observación. Un amigo abogado que no era cristiano se le acercó y le dijo: "Tú y yo llegamos a esta
ciudad al mismo tiempo. Tú eras un predicador joven y yo un abogado joven. Debo confesar que cuando
primero te oí hablar, me sentí sumamente conmovido. Y francamente, había noches cuando no me era posible
dormir. Pero, al pasar los años, llegó el día cuando me fue posible disfrutar escuchándote, sin que tu mensaje
me conmoviera en lo más mínimo. Y así es en el día de hoy". El abogado se rió por lo bajo al decirlo. Pero no
se dio cuenta de cuán trágica era esa conclusión porque añadió: "Y sin embargo, tú eres hoy un predicador
mejor, que lo que fuiste en el principio". Era una tragedia porque este hombre no se daba cuenta hasta que
punto había llegado. Y así ocurrió con Félix, que le dijo a Pablo: "Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad
te llamaré". Pero, esa esperada oportunidad nunca llegó para Félix. La oportunidad tampoco vino para el
abogado del que acabamos de hablar. Esa segunda oportunidad, estimado oyente, al final no llega para
muchas personas, que van postergando su decisión de recibir a Cristo. Continuemos, pues, con el versículo 26
de este capítulo 24 de los Hechos de los Apóstoles:
"Esperaba también con esto que Pablo le diera dinero para que lo soltara, por lo cual muchas veces lo hacía
venir y hablaba con él."
Ahora, note usted que Félix era un político astuto y además un oportunista. Esperaba que Pablo le sobornara,
y entonces le habría otorgado su libertad. Y dice aquí el versículo 27, el versículo final de este capítulo 24:
"Pero al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los
judíos, dejó preso a Pablo."
Ahora, Félix se aprovechó de la política hasta el fin. Y dejó en la cárcel a Pablo. Y una vez más, tenemos que
reconocer que la justicia romana no era de ninguna manera mejor que los hombres que la ejecutaban. O bien
Pablo era culpable, o no lo era. Ahora, si era culpable de traición, debieron haberlo ejecutado. Pero, si no era
culpable, debieron haberle otorgado su libertad. Debieron haber hecho o una cosa, o la otra. Bajo ninguna
circunstancia debieron haberle dejado en la cárcel por dos años.
Y así concluye el capítulo 24 de los Hechos de los Apóstoles. Y llegamos ahora a

Hechos 25:1-11
Y en este capítulo tenemos a Pablo, ante Festo, el nuevo gobernador. Pablo había estado en la cárcel
injustamente por un período de dos años, como resultado de una decisión arbitraria del gobernador Félix.
Pero, entonces llegó un nuevo gobernador, Festo, quien era el que reemplazó a Félix. En nuestro estudio de
este capítulo 25 de los Hechos, veremos ahora la escena que se desarrolló cuando Pablo compareció ante
Festo.
Hasta ahora hemos visto a Pablo en varias situaciones en las que tuvo que enfrentar multitudes hostiles,
comparecer ante autoridades, e inclusive, sufriendo la incomprensión de otros creyentes. Le hemos visto ante
una gran multitud en la escalinata de la fortaleza de Jerusalén. Le hemos visto ante el consejo del Sanedrín; le
vimos también ante Félix, el gobernador de Cesarea. Y por último, le vimos en el capítulo anterior, en una
entrevista privada con Félix y con su esposa Drusila. Al parecer, Pablo tuvo también otras muchas entrevistas
y confrontaciones en su vida. Ahora, lo veremos ante Festo, el nuevo gobernador de Cesarea, y más adelante
le veremos ante Agripa. El apóstol Pablo tuvo que comparecer ante todos estos gobernantes, y creemos que en
muchos casos estas fueron experiencias bastante tediosas para Pablo; experiencias que pusieron a prueba su
paciencia. Sin embargo, estamos seguros que Pablo se alegró con cada oportunidad que le fue concedida para
testificar del Señor Jesucristo ante esa gente perteneciente a la jerarquía del Imperio Romano. No debemos
olvidar, que cuando Pablo se convirtió a Jesucristo, cuando fue llamado a ser Su siervo en el camino de
Damasco, recibió la promesa de que hablaría de Él ante soberanos y reyes. (Hechos 9:15)
Y vemos que cada vez que Pablo compareció ante estos gobernantes, se presentó ante ellos y les contó lo que
el Señor Jesús había hecho por él, y lo hizo con gran convicción y entusiasmo. El apóstol Pablo, dondequiera
que estuvo, siempre dio un testimonio elocuente de Jesucristo. Aunque Félix, el gobernador, demostró
conmoverse al escuchar el testimonio de Pablo, al fin, su codicia personal y su picardía se impusieron. Vimos
que después mandó a buscar a Pablo desde la cárcel muchas veces; pero, aparentemente ya no estaba más
interesado en obtener la salvación de su alma, sino solamente en un soborno.
Ahora, aquellos dos años que Pablo pasó en la cárcel, fueron años silenciosos en su vida, por lo menos en
cuanto al aspecto histórico. Quizás fueron años en que Pablo estuvo irritado y frustrado por esta situación. No
lo sabemos. Pero, sabemos muy bien en cambio, que la mano de Dios se manifestó en esas circunstancias, y
que Sus propósitos se llevaron a cabo. Y creemos que esto debe ser una verdadera fuente de aliento, de ánimo
para cada uno de nosotros, cuando vemos que nuestra actividad parece estancada y no podemos avanzar según
nuestros propios deseos. Leamos, pues, los primeros cuatro versículos de este capítulo 25 de los Hechos de
los Apóstoles, que inician un párrafo que nos relatará como
Pablo compareció ante Festo
"Llegó, pues, Festo a la provincia, y a los tres días subió de Cesarea a Jerusalén. Entonces los principales
sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron, pidiendo
contra él, como gracia, que lo hiciera traer a Jerusalén. Y preparaban ellos una celada para matarlo en el
camino. Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve."
Bueno, creemos que en este caso, Festo ya tenía pleno conocimiento de la situación en la cual se encontraba
Pablo. Estamos seguros que Félix debió haberle contado acerca de las circunstancias que rodeaban este caso,
y sus razones para encarcelarlo. Probablemente le explicó que había traído a Pablo a Cesarea y le había
encarcelado allí para protegerle de los judíos que querían matarle. Por lo tanto, cuando Festo recibió la noticia
de que los judíos solicitaban que Pablo fuese traído a Jerusalén, él les respondió diciendo que no era su
intención llevar a Pablo a Jerusalén, porque él mismo ya había hecho sus planes para viajar y quedarse en
Cesarea. Ahora, aquí tenemos otro caso de un gobernante romano que prefería vivir en Cesarea antes que en
Jerusalén.
Ahora, es interesante ver que los enemigos de Pablo no desperdiciaron el tiempo en su intento de acercarse al
nuevo gobernador para conseguir una sentencia condenatoria contra Pablo. No sabemos si Festo tenía
conocimiento de los planes de los judíos para llevar a cabo una emboscada y asesinar a Pablo. Pero creemos
que él sabía esto, aunque aquí no se nos dice si lo sabía o no. Sin embargo, quedó claro que Festo rechazó las
demandas de este grupo y les contestó que en lugar de traer a Pablo a Jerusalén, ellos tendrían que hacer el
viaje hasta Cesarea para presentar sus acusaciones. Continuemos leyendo los versículos 5 hasta el 7 de este
capítulo 25 de los Hechos:
"Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenlo.
Estuvo entre ellos no más de ocho o diez días, y luego fue a Cesarea; al siguiente día se sentó en el tribunal y
mandó que fuera traído Pablo. Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén,
presentando contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar."
Pablo tuvo que comparecer nuevamente ante un tribunal para defenderse de estas falsas acusaciones de los
judíos. Sin embargo, tuvo una oportunidad de presentar el Evangelio ante Festo. Ahora, veamos lo que dijo
Pablo en su defensa, aquí en los versículos 8 y 9:
"Pablo se defendía diciendo: Ni contra la Ley de los judíos, ni contra el Templo, ni contra César he pecado
en nada. Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, le preguntó a Pablo: ¿Quieres subir a Jerusalén
y ser juzgado allá de estas cosas delante de mí?"
Con esto vemos que Festo era astuto, como su antecesor Félix. De modo que Pablo se encontró aquí, no
solamente entre un grupo de intrigantes, y también ante autoridades llenas de maldad y corrupción. Leamos
ahora el versículo 10:
"Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún
agravio, como tú sabes muy bien."
Hay algunos estudiantes de la Biblia que creen que Pablo cometió un error aquí, y que él no debió haber
apelado a César. Dicen que Pablo simplemente debió haber dejado que su caso quedase bajo Festo. Pero, ellos
aparentemente no se dan cuenta que Festo pensaba usar a Pablo para cumplir sus propios fines políticos, que
seguramente había recibido algún soborno de parte de los hombres que habían venido a Cesarea desde
Jerusalén, y que al fin accedería a llevar a Pablo a Jerusalén. Es por esto que no nos sentimos inclinados a
criticar a Pablo, diciendo que cometió un error. Pablo era un ciudadano romano, ejerció sus derechos como tal
y obró correctamente al apelar a César; un procedimiento completamente normal y correcto. El sabía con toda
seguridad que su regreso a Jerusalén sólo significaría su muerte. Pablo no tenía intención de convertirse
deliberadamente en un mártir. De modo que, lo que hizo aquí fue para evitar un martirio seguro.
Hoy en día parece que abundan aquellos que desean encontrarse en situaciones de martirio o persecución.
Realmente padecen de lo que llamamos "complejos de mártir". Parece que estas personas están siempre
dispuestas a apartarse de su camino, en busca de algún sufrimiento que puedan padecer; casi siempre un
sufrimiento autoinflingido, un sufrimiento que no han recibido de parte de Dios. Una cosa es estar dispuestos
a sufrir las consecuencias de la fidelidad a Jesucristo; pero otra muy diferente es salir a buscarse uno mismo
sus propios problemas y sufrimientos innecesarios. Una persona que vive buscando el sufrimiento y el
martirio, posiblemente sufre de una depresión mental o espiritual. Martín Lutero por ejemplo, fue una persona
que trató de encontrar la paz con Dios por medio del sufrimiento autoinflingido; pero se dio cuenta que ese
era un camino equivocado, incapaz de proporcionar la paz espiritual que él tanto anhelaba.
Ahora bien, hay otro asunto que también debemos considerar en cuanto a esta decisión de Pablo de apelar a
César. En el capítulo 23:11 vimos que dos años antes, el Señor había aparecido ante Pablo y le había
prometido que iría hasta la ciudad de Roma y eso era precisamente lo que le estaba sucediendo, de acuerdo
con la voluntad de Dios. El Señor no le había dicho cómo iría a Roma. Le tocaría ir encadenado, y éste fue el
método que Dios había escogido para él. Cuando Pablo escribió su epístola a los Romanos, les dijo que estaba
orando por poder ir a Roma, y les pidió que oraran para que ese viaje se convirtiera en realidad. Podemos
encontrar esta petición en la epístola a los Romanos, capítulo 1, versículos 9 y 10, y también en el capítulo 15
de la misma epístola, versículos 30 al 32.
"Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las
cosas de que estos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo."
Ahora, creemos que uno puede notar aquí que Pablo se puso un poco impaciente. Roma se había destacado
por su sistema de justicia; y no hay duda alguna que Pablo era un hombre que respetaba la autoridad del
gobierno. Pero, aquí Pablo reconoció que no estaba recibiendo justicia, y por tanto presentó una apelación
legal. Dios mostró que tenía la intención de que Pablo hiciera uso de sus derechos como ciudadano romano,
por lo tanto, no cometió un error al hacerlos valer ante las autoridades. Es muy interesante observar aquí, que
Dios guía a algunos de una manera y que guía a otros de otro modo. Otros, en su lugar, no podrían haber
demandado la protección de la ciudadanía romana, como hizo Pablo, a quien Dios le había permitido tener esa
ciudadanía que, en aquellos tiempos constituía un privilegio, así como una garantía de protección legal y
física, gracias a la cual la seguridad de Pablo estuvo garantizada en momentos claves de su vida y actividades.
Estimado oyente, permítanos una pregunta personal: ¿Qué ha hecho el Señor por usted? Si usted ya ha
recibido al Señor Jesucristo como su Salvador, si ya es un cristiano, un creyente, usted ha sido perdonado, ha
iniciado una relación con Dios y ha recibido la vida eterna. Pero considerando su vida aquí en la tierra,
mientras Él no le llame a Su presencia, usted como hijo que es de Dios podrá vivir una vida de auténtica
calidad espiritual, una vida en constante transformación, para bendición suya y de todos aquellos que le
rodeen. Y lo que usted posea en cuanto a bienes materiales, oportunidades, o la posición que sea en la vida,
debe disfrutarlo y utilizarlo para la extensión de Su reino. Usted podrá manifestar lo que Cristo significa para
usted en cualquier ocupación que tenga, y en todo contexto en que actúe. Si el Señor ha puesto algo en la
mano, úselo para Él. Recuerde que Moisés, cuya vida estudiamos en el libro del Éxodo, sólo tenía una vara en
la mano al comenzar a cumplir la gran misión que Dios le había encomendado, y que implicaba liberar a un
pueblo enfrentándose a un Faraón opresor y conducirle luego a través del desierto durante cuarenta años,
enfrentándose entonces con gente voluble e incrédula. Simplemente una vara, pero tuvo que ponerla a
disposición de Dios. Y éste es el pensamiento central aquí. Pablo tenía su ciudadanía romana. Fue como si
hubiera tenido una vara colocada en su mano. Y la usó para proclamar el Evangelio de Cristo y honrar a Dios.
Una de las grandes preguntas formuladas a aquellos que desearon servir a Dios en todas las épocas de la
historia, debió ser aquella que Dios le hizo a Moisés cuando le llamó en la soledad del desierto, a Pablo
cuando le encomendó una tarea de inmensa complejidad ante el poder religioso de los judíos y el poder
secular del Imperio Romano. Esa pregunta fue: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Estimado oyente, esta
pregunta también va dirigida a usted.

Hechos 25:12-26:3
Continuamos hoy nuestro recorrido por el capítulo 25 de los Hechos. Y en nuestro programa anterior, dijimos
que había quienes creían que cuando Pablo había apelado a César, aquí en la última parte del versículo 11, se
había equivocado, había cometido un error. Pero dijimos que nosotros no compartíamos esa opinión. Por el
contrario, creemos que Pablo obró correctamente al apelar a César. Pablo era un ciudadano romano y lo que
hizo fue simplemente ejercer sus derechos de ciudadano, un procedimiento completamente normal y correcto.
Él sabía con toda seguridad que su regreso a Jerusalén solo significaría su muerte. Ahora, Pablo no tenía
complejos de mártir ni era su deseo ofrecerse deliberadamente como mártir. De modo que lo que hizo aquí fue
evitar un martirio seguro. También dijimos que había otro asunto que debíamos considerar en cuanto a esta
decisión de Pablo, de apelar a César. En el capítulo 23, vimos que dos años antes, el Señor había aparecido
ante Pablo y le había prometido que iría hasta la ciudad de Roma. Ahora, no le había dicho cómo iría a Roma.
Le tocó ir encadenado y éste fue el método que Dios había escogido para él. Cuando Pablo escribió su
epístola a los Romanos, él dijo que estaba orando para que Dios le permitiera visitar Roma y les pidió que
oraran por para que ese viaje se convirtiera en realidad. Dijimos también que no hay duda alguna que Pablo
era un hombre que respetaba la autoridad del gobierno. Pero que reconoció a la vez, que no estaba recibiendo
un trato justo. Y por lo tanto, presentó una apelación legal. Pablo tenía su ciudadanía romana y la voluntad de
Dios era que él usara sus derechos como ciudadano. Es muy interesante observar cómo Dios guía a algunos de
una manera, y a otros, de otra manera. Otras personas quizá no hubieran podido haber demandado la
protección de la ciudadanía romana, como lo hizo Pablo. En aquellos tiempos esa ciudadanía era un
privilegio, a la vez que una garantía de protección legal y física, por medio de la cual el apóstol recibió
protección en momentos claves de su vida, Recordamos además que Moisés por ejemplo, solo tenía una vara
en su mano, simplemente una vara, cuando Dios le llamó para liberar a un pueblo. Pero la había usado para
Dios, poniéndola a su disposición. Pablo tenía su ciudadanía romana, era como si tuviera una vara en su
mano, un recurso provisto por Dios para servirle y honrarle y ciertamente la usó para glorificar a Dios.
Continuaremos hoy considerando la comparecencia de Pablo ante Festo, leyendo el versículo 12 de este
capítulo 25 de los Hechos:
"Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás."
Festo se vio obligado a acceder a esta demanda de Pablo. No podía impedir que Pablo fuera a Roma al
tribunal del César. Continuemos con el versículo 13, para ver como
El rey Agripa y Berenice vinieron a visitar a Festo
"Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo."
Ahora, Festo acababa de asumir su cargo como gobernador, y por lo tanto el rey vino a visitarlo. Creemos que
todos estos políticos trabajaban juntos. En cierto sentido, todos pertenecían al mismo bando. Prosigamos con
los versículos 14 y 15 de este capítulo 25 de los Hechos:
"Como se quedaron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido
dejado preso por Félix, respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales
sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él."
Agripa y Berenice se quedaron allí por mucho tiempo. Pero, parece que por fin no hubo más de qué hablar.
Aun a un rey y a un gobernador, por fin se les puede terminar el tema de conversación. De modo que cuando
se produjo una pausa, creemos que Festo comenzó a exponerle a Agripa el caso de Pablo: Y continuó Festo
hablando aquí en el versículo 16 de este capítulo 25 de los Hechos, y le dijo a Agripa:
"A éstos respondí que no es costumbre de los romanos entregar a alguien a la muerte antes que el acusado
tenga delante a sus acusadores y pueda defenderse de la acusación."
Quisiéramos hacer aquí una observación. A veces hemos creído que la ley romana no era justa porque hemos
visto cómo falló su aplicación en el caso del Señor Jesucristo, y también en el caso del apóstol Pablo. Pero,
estos errores no se debieron a la ley misma sino a los políticos corruptos. En la actualidad aún operamos bajo
muchos de los principios de la ley romana, según la cual no se podía sentenciar a muerte a ninguna persona,
hasta que haya sido traída ante sus acusadores, y hasta que la acusación en su contra haya sido probada. Aquí
vemos, pues, que esta ley no había sido aplicada en el caso del apóstol Pablo porque Félix y Festo estaban
valiéndose de la política para lograr sus propios designios y ambiciones personales. Y continuó Festo
hablando al rey Agripa y le dijo aquí en los versículos 17 al 19 de este capítulo 25 de los Hechos:
"Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal,
mandé traer al hombre. Y estando presentes los acusadores, ningún cargo presentaron de los que yo
sospechaba, sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión y de un cierto Jesús, ya
muerto, que Pablo afirma que está vivo."
Ahora, observemos que el punto en cuestión era siempre el mismo. Era la resurrección. Y aquí vemos una vez
más que Pablo había testificado en cuanto a la resurrección de Jesucristo, a fin de que Festo estuviera enterado
de ella. Y continuó Festo hablando y dijo en los versículos 20 al 22:
"Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de estas cosas.
Pero como Pablo apeló para que se le reservara para el conocimiento de Augusto, mandé que lo custodiaran
hasta que lo enviara yo a César. Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír a ese hombre. Y él le
dijo: Mañana lo oirás."
En realidad Festo aquí estaba en una situación difícil. La acusación presentada contra Pablo era la de sedición,
y si era culpable debía morir; pero no había pruebas de que hubiera cometido crimen alguno. Ahora, Pablo
había apelado a César. ¿Qué iba a hacer uno con un preso como éste? Por lo tanto, Festo le pidió ayuda al rey
Agripa. Creemos que Agripa ya había oído hablar acerca de Pablo y que en verdad estaba ansioso por
escucharle. Quería saber más en cuanto a las acusaciones, y quería oír lo que Pablo tenía que decir. De modo
que, fijaron una audiencia.
Es interesante ver cómo esta audiencia fue arreglada para Pablo, ante un rey y un gobernador. Y al concordar
en esto, en todo momento estaban cumpliendo la profecía del Señor, aunque no eran conscientes de ello.
Pablo tenía que comparecer ante reyes, tal como el Señor se lo había anunciado. Continuemos ahora leyendo
el versículo 23 de este capítulo 25 de los Hechos, que comienza a describirnos
La audiencia ante Festo y Agripa
"Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los comandantes
y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo."
¡Qué escena! ¿Cuándo tuvo un predicador un público tan destacado y representativo? La escena estaba
cargada de dramatismo, con un despliegue espectacular y un ambiente solemne. Pablo apareció encadenado
ante este grupo majestuoso de soberanos y reyes. Festo le pidió a Agripa que le ayudara a elaborar un cargo
contra Pablo para poder enviarlo al César. Pero, leamos los últimos versículos de este capítulo 25 de los
Hechos, los versículos 24 al 27:
"Entonces Festo dijo: Rey Agripa y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este
hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, gritando que
no debe vivir más. Pero yo he hallado que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a
Augusto, he determinado enviarlo a él. Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, lo he traído ante
vosotros, y mayormente ante ti, rey Agripa, para que después de examinarlo tenga yo qué escribir, pues me
parece fuera de razón enviar un preso sin informar de los cargos que haya en su contra."
Pablo se sirvió de esta oportunidad para predicar uno de los más grandes sermones jamás registrados, sermón
que estudiaremos ahora al comenzar el capítulo 26. Y así concluimos el capítulo 25 de los Hechos. Llegamos
ahora, a

Hechos 26:1-3
En este capítulo 26 tenemos el testimonio de Pablo ante el rey Agripa. Este testimonio de Pablo no constituyó
una defensa de sí mismo. Fue una declaración del evangelio con el fin evidente de ganar para Cristo al rey
Agripa y a los otros que estaban presentes. Ésta fue realmente una escena dramática y este capítulo es una de
las más grandes obras literarias, ya sea en el campo secular o en el religioso. Comencemos, pues, leyendo el
primer versículo, que inicia
El testimonio de Pablo ante el rey Agripa
"Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano,
comenzó así su defensa"
Ahora, creemos que el hecho de que Pablo compareciera ante Agripa, fue el acontecimiento culminante en
todo el ministerio de este apóstol. Fue el cumplimiento de la profecía que el Señor le había dado, de que él
comparecería ante reyes y soberanos. Indudablemente fue la voluntad de Dios que él pudiera presentarse ante
el rey Agripa.
Ahora, hay algunas características acerca de este capítulo que debemos considerar antes de entrar de lleno en
nuestro estudio de este mensaje de Pablo ante el rey Agripa. En primer lugar, deseamos dejar en claro el
hecho de que en éste Pablo no estaba siendo procesado. Este no era el juicio de un tribunal. Pablo no estaba
presentando ninguna defensa ante Agripa. Estaba predicando el evangelio. En vista del hecho que éste gran
apóstol había apelado al César, ni siquiera el rey Agripa tenía la autoridad para condenarle y tampoco estaba
en manos del gobernador Festo, como el versículo final de este capítulo, el versículo 32, confirmará diciendo:
y Agripa dijo a Festo: Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera apelado al Cesar. Ya no tenían
autoridad para condenarlo. Pero, por otra parte, tampoco podían ponerle en libertad. Estaban prácticamente
impotentes para actuar. De modo que, Pablo no trató de hacer ninguna defensa, sino más bien, trató de ganar a
estos hombres para Cristo.
Entonces no fue un juicio sino una presentación pública de Pablo ante el rey Agripa y el tribunal, a fin de que
ellos pudieran conocer directamente del apóstol en qué consistía realmente aquel Camino. El caso es que ya
para ese entonces, había sido presentado con tanto fervor, que todo el mundo hablaba acerca del Camino. Nos
imaginamos que aun Festo y Agripa habrían tenido un intercambio de impresiones, o más bien de dudas,
sobre el tema del nuevo Camino.
Aquí Pablo tenía pues, una audiencia pública para explicar ese Camino. Y creemos que ésta fue una de las
mejores oportunidades que cualquier predicador jamás haya tenido para predicar a Cristo. Nunca antes o
después, ha habido una oportunidad como ésta. Ésta fue una ocasión llena de pompa y fausto pagano,
reflejado en la solemnidad de la música y la decoración de la sala con sus tapices. Es decir, que todos los
personajes prominentes, y el prestigio de Roma de aquella región, estaban presentes en la función.
Imaginemos la demanda de espacio y las aglomeraciones de gente para asistir a este evento. La púrpura de
Agripa y las perlas de Berenice podían ser admiradas por todos. También podía admirarse el brillo de los
cascos dorados y en bronce del Imperio Romano. Los privilegiados, la élite, los intelectuales y los sofisticados
aristócratas se reunieron en un despliegue de elegancia, luciendo sus mejores galas, sus insignias y
condecoraciones. Estamos seguros que allí podría contemplarse todo el orgullo, la ostentación, dignidad y la
pompa que sólo Roma podía exponer en aquel entonces.
Esperamos que de alguna manera podamos imaginarnos esta escena que tenemos delante de nosotros al
escuchar el mensaje de Pablo. Tenemos esta reunión tan elaborada se había convocado con un solo propósito,
y fue el de oír lo que tenía que decir aquel preso notable llamado Pablo. Él era el que había viajado ya por la
mayor parte del Imperio Romano, especialmente por toda su región oriental, predicando acerca del Camino. Y
¿qué era el Camino? Bueno, el Camino era una persona. Leemos en el evangelio según San Juan, capítulo 14,
versículo 6, las Palabras del Señor Jesús, cuando dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida."
Entonces, cuando se abrió la puerta de aquella gran sala del trono, un preso fue introducido a esta escena llena
de colorido. Estaba vestido con ropa de presidiario y permanecía encadenado entre dos guardias. Su
apariencia personal era poco llamativa, más bien insignificante. Éste era el hombre que enseñaba y predicaba
sobre la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo a favor de los seres humanos, porque eran pecadores y
necesitaban un Salvador. Éste era el que verdaderamente podía hablar con autoridad acerca de aquel nuevo
Camino. Y sin duda, todos estaban dispuestos a escuchar a este hombre porque sabía cómo expresarse y
porque era un orador inteligente. La luz del cielo brillaba en su rostro. Ya no era Saulo de Tarso, sino Pablo el
apóstol. ¡Qué contraste debe haber habido entre Pablo y esa multitud ebria de nobleza y frivolidad que se
congregaba allí!
Festo contó cómo los judíos habían tratado de matar a Pablo. Cómo le aborrecían, y que sin embargo, no
presentaban ninguna acusación fiable contra él. Toda esa multitud miró a Pablo con curiosidad, y creemos que
él debió recorrer con su vista a la multitud con una expresión de dignidad. Ahora, Pablo no era una
personalidad deslumbrante. Algún crítico incluso se ha expresado con desprecio sobre su carácter. Bueno, es
posible que en el Imperio Romano eso también fuera lo que pensaran de él. Recordemos que el Señor Jesús
había dicho en el capítulo 15 del evangelio según San Juan, versículo 18: "Si el mundo os odia, sabed que a
mí me ha odiado antes que a vosotros". Éste hombre fue pues fiel al Señor Jesús y por tanto el mundo le
despreciaría. Realmente, estas palabras no parecían presagiar la popularidad futura de los propagadores del
Evangelio.
Francamente no creemos que Pablo fuera atractivo físicamente. Sin embargo, tenía la clase de carisma y
atracción dinámica que solo la gracia de Dios puede da a una persona. El Espíritu Santo le dio las energías
que necesitaba. Estimado oyente, esto es lo que quiso decir Pablo en su carta a los Gálatas, cuando en el
capítulo 2, versículo 20 dijo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo
por mí."
Ahora, ya hemos notado el gran contraste entre Agripa y Pablo, los dos hombres que sobresalían en medio del
atractivo y el resplandor de la ocasión. ¡Qué contraste! Mientras uno de ellos se vestía de púrpura, el otro
lucía la ropa de un preso. Uno se sentaba en el trono, y el otro estaba encadenado. Uno llevaba una corona y el
otro solo cadenas. Agripa era un rey, pero viviendo en la esclavitud del pecado. Pablo, en cambio, era un
preso encadenado, pero disfrutando de la libertad de tener los pecados perdonados, es decir, de la libertad que
hay en Cristo Jesús. Agripa era un rey terrenal que no podía liberar a Pablo, ni a sí mismo. Pablo, por su parte,
era embajador de un Rey que le había liberado a él y que podía liberar a Agripa también de la condena y
poder esclavizador del pecado.
Ahora, recordemos que el rey Agripa era miembro de la familia de Herodes. Pertenecía a la familia más
perversa y corrupta que se conozca. Fue la familia más perversa que se mencionó en la Biblia. Agripa era un
hombre inteligente y un gran personaje, a pesar de sus antecedentes. Conocía la ley mosaica. Por lo menos la
conocía en un sentido literal. Y Pablo se alegraba de este acontecimiento porque le dio la oportunidad de
hablar a un hombre educado, que comprendería la naturaleza de las acusaciones.
Ahora, dijimos antes que no pudimos menos que deducir que Pablo se puso algo impaciente durante estos dos
de encarcelamiento en Cesarea. Había comparecido ante la multitud enfurecida en Jerusalén, ante el
comandante, y luego ante Félix; con Félix en público y varias veces en privado. Y luego compareció ante
Festo. Ahora, lo vemos ante Agripa. Ninguno de esos hombres había comprendido plenamente los
antecedentes de las acusaciones contra Pablo. Tampoco entendieron el evangelio. Esto fue cierto incluso del
comandante romano en Jerusalén. Resulta sorprendente que estos personajes pudieran haber vivido en esa
región, expuestos a los cristianos, habiendo escuchado al apóstol Pablo, y todavía no entendieran el evangelio,
o si lo entendieron, no estuviesen dispuestos a aceptarlo Sin embargo, ésa era su situación.
La súplica de Pablo al rey Agripa para que se convirtiese a Cristo fue magnífica. Fue lógica, inteligente y
apasionada. Más que una defensa, fue una declaración del evangelio. Y leemos aquí los versículos 2 y 3 de
este capítulo 26 de los Hechos, en los cuales Pablo, en medio del silencio y la expectativa de todos comenzó a
hablar, diciendo:
"Me tengo por dichoso, rey Agripa, de que pueda defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy
acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los
judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia."
Ahora Pablo por fin le hablaba a un hombre que entendía lo que él estaba diciendo. Como ya hemos dicho,
Agripa era un hombre inteligente, que conocía la ley mosaica y las costumbres judías. Pablo en verdad estaba
satisfecho de tener esta oportunidad de hablar a un hombre tan capacitado para comprender la verdadera
naturaleza de este asunto. Es que Pablo también era un judío que había sido bien instruido en la ley mosaica,
pero Pablo, además, se había encontrado con Cristo. Ahora la ley tenía un nuevo significado y sentido para él.
Su alma había sido inundada por una nueva luz. Ahora veía que la ley se cumplía en Cristo para que fuesen
declarados justos todos los que tuviesen fe. Ahora sabía que Dios había suplido lo que él mismo había
exigido. Pablo sabía que Dios es bueno y que por medio de Cristo, Dios muestra Su bondad y su misericordia.
Y Pablo quiso que el rey Agripa también conociese todo esta verdad. Una pasión consumada llenaba el alma
del apóstol Pablo mientras hablaba. Y aquí, una vez más, creemos que este discurso fue su obra maestra. Su
discurso en el Areópago en Atenas había sido sobresaliente, pero, no creemos que pueda compararse con este
discurso.
Aunque posiblemente había centenares reunidos en aquella corte para escuchar este mensaje, creemos que
Pablo se dirigió hacia un solo hombre, y ese hombre era el rey Agripa. Pablo trató de ganar a este hombre
para Cristo. Ahora, Pablo comenzó con una introducción muy cortés, diciéndole a Agripa cuánto se alegraba
de tener esta oportunidad. Luego, continuaría dando al rey Agripa una breve reseña de su juventud y de sus
antecedentes. Y después le contaría acerca de su conversión. Finalmente, realizó su intento final para alcanzar
a este hombre para el Señor Jesucristo.
Estimado oyente, al despedirnos le rogamos que lea sin interrupción todo este discurso. Pasando por alto las
peculiaridades de aquella situación, este mensaje, que es universal, se personaliza ante cada ser humano.
Porque Dios le habla a cada uno de acuerdo con su necesidad. Le habló de una manera a Pablo, y de otra muy
diferente a este rey. Le invitamos pues a abrirle al Señor, al Salvador, las puertas de su vida, para que Él
pueda asumir el control, para transformarle y convertirle en una nueva persona.

Hechos 26:2-32
Continuamos hoy estudiando el capítulo 26 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior,
dejamos al apóstol Pablo en el salón del trono, frente a Festo el gobernador, y al rey Agripa y su esposa
Berenice. Y vimos que Agripa dio a Pablo permiso para hablar. Y entonces, Pablo extendiendo la mano,
comenzó su defensa. Ahora, notamos que Pablo comenzó con una introducción muy cortés, diciéndole a
Agripa cuánto se alegraba de tener esta oportunidad. Luego siguió dando al rey Agripa una reseña de su
juventud y de sus antecedentes. Le contó después acerca de su conversión. Y dijimos que Pablo luego intentó
alcanzar a este hombre para Cristo. Al terminar, dijimos también que pensábamos hacer hoy algo que nunca
antes habíamos hecho. Creemos que este testimonio de Pablo aquí, es tan excelente que vamos a leerlo todo
de una vez. Es algo largo, pero esperamos que usted estimado oyente, lo escuche porque en verdad habla por
sí mismo. Éste es un mensaje que vale la pena escuchar. Luego volveremos sobre el texto para hacer algunos
comentarios. Comencemos pues, leyendo a partir del versículo 2 y leeremos hasta el versículo 23:
"Me tengo por dichoso, rey Agripa, de que pueda defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy
acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los
judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia. 4Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el
principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo
desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión viví como
fariseo. Ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres, soy llamado a juicio;
promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a
Dios de día y de noche. Por esta esperanza, rey Agripa, soy acusado por los judíos. ¡Qué! ¿Se juzga entre
vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos? Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas
cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a
muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di
mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y, enfurecido
sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras. Ocupado en esto, iba yo a
Damasco con poderes especiales y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, rey, yendo
por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que
iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba y decía en lengua
hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije:
¿Quién eres, Señor?. Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate y ponte sobre tus
pies, porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto y de
aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío para
que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para
que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. Por lo cual, rey
Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco y
Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintieran y se convirtieran a Dios,
haciendo obras dignas de arrepentimiento. Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el Templo,
intentaron matarme. Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy dando testimonio
a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de
suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar
luz al pueblo y a todas las naciones."
Hemos leído este discurso de San Pablo de forma ininterrumpida porque creemos que presenta un impacto
único. En verdad está demasiado bien articulado como para interrumpirlo con algún comentario de nuestra
parte. Ahora, notará usted que este discurso comenzó con una referencia a la juventud del apóstol Pablo, en el
versículo 4 donde él dijo: "Mi vida, . . . desde mi juventud..." Luego, llegó casi enseguida al tema de la
resurrección de Jesucristo. Es que lo más importante de todo, estimado oyente, es la resurrección. Si uno quita
toda mención a la resurrección de los mensajes de los apóstoles, estos perderían su significado. Y en
consecuencia, no habría tampoco ningún mensaje del evangelio. Y tampoco habría ningún apóstol. No se
puede explicar a Pablo, ni a los otros apóstoles sin la resurrección. Se le quita todo significado y poder al
evangelio, si se trata de eliminar la resurrección. Es por eso que tantas Iglesias en la actualidad se encuentran
en un estado de impotencia ante los valores del mundo, porque no toman lo suficientemente en serio el hecho
central del cristianismo, que es la resurrección de Jesucristo.
La muerte de Cristo y la cruz de Cristo de por sí, constituirían una tragedia. Si no hubiera tenido lugar la
resurrección, siempre estaríamos en duda en cuanto a la bondad de Dios. El evangelio que Pablo predicó fue
el de la cruz, interpretada a la luz y el poder de la resurrección. Nunca predicó la cruz aparte de la
resurrección. Dijo él mismo escribiendo su carta a los Romanos, capítulo 4, versículo 25: "El cual - es decir,
Jesucristo - fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación."
Pablo escribió también a los Corintios, en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 2 diciendo:
"Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado". Más tarde en
esta misma carta, explicó lo que era el evangelio. Y dijo en esa primera carta a los Corintios, capítulo 15,
versículo 6, que el evangelio esta resumido en las siguientes palabras: "Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras".
Ahora, siguiendo nuestro estudio de este mensaje de Pablo ante el rey Agripa, vemos que después de dar una
explicación de su previa conducta, la cual era el resultado natural de sus antecedentes, Pablo contó su vida
como fariseo, y su experiencia en el camino de Damasco. Y admitió en el versículo 9 lo siguiente: "Yo
ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret". Estimado
oyente, no creemos que el Señor Jesús jamás haya tenido otro enemigo tan cruel y tan brutal como Saulo de
Tarso. Él tenía un odio crónico e intenso contra Jesucristo y el evangelio. Y contó como asoló a la Iglesia en
Jerusalén y como encerró en cárceles a muchos de los creyentes. Y creemos que fue precisamente por esto,
que le fue posible a Pablo soportar la cárcel por dos años. Le fue posible sufrir tal abuso de parte de los líderes
religiosos, porque antes él también había sido uno de ellos. Y sabía exactamente cómo se sentían ellos, pues,
él también había perseguido a los creyentes aun hasta en las ciudades extranjeras.
Luego, en el versículo 13, Pablo relató aquella experiencia que tuvo en el camino hacia Damasco. Contó
acerca de su visión y de su conversión: cómo el Señor Jesucristo le detuvo en el camino a Damasco, le hizo
caer en tierra y entonces le habló y de cómo por fin se dio cuenta de que estaba viviendo en contra de la
voluntad de Dios.
Más tarde Pablo escribiría a los Filipenses sobre esta experiencia, en el capítulo 3 de aquella carta, versículos
7 y 8, diciendo: "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús,
mi Señor. Por amor a Él lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo". Una revolución en
verdad había tenido lugar en la vida de Pablo. Hasta entonces él había confiado en la religión y era muy
religioso; pero cuando se encontró con Jesús, se libró de todo aquella religiosidad. Las cosas que para él
habían constituido una ganancia, ahora las consideraba como una pérdida. Y Jesucristo, a quien había
aborrecido más que a cualquiera otra cosa, se convirtió para Pablo en la persona más maravilloso de su vida.
Y así fue como Pablo les describió aquí a estos personajes, a Festo y al rey Agripa, la realidad de la visión que
había tenido. Luego les cuenta que el Señor le había encargado predicar a los no judíos y le había prometido
librarle de ellos. Y ésa fue una afirmación impactante, porque allí se encontraba él ante estos dos poderosos
personajes que no eran judíos, predicándoles el Evangelio, y no le podían hacer ningún daño porque, como
ciudadano romano, había apelado al César. Fue exactamente como el Señor le había dicho que sucedería. El
Señor había prometido librarle de aquellos ante quienes sería enviado.
Pablo contó ahora acerca de su respuesta a la visión, comenzando por el versículo 19, que dice: "Así que, rey
Agripa, no desobedecí a la visión del cielo". Y la implicación era: ¿Qué otra cosa podía haber hecho? ¿No
habrías hecho tu lo mismo?
Desde el principio Pablo afirmó con claridad total que el nuevo "Camino" era un desarrollo y un
cumplimiento del Antiguo Testamento. Dice el versículo 22: "Pero habiendo obtenido auxilio de Dios,
persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas
que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder."
Entonces Pablo presentó el evangelio al rey Agripa y a todos en aquella multitud allí presentes en aquel día, lo
oyeron. Y dijo en el versículo 23: "Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los
muertos, para anunciar luz al pueblo y a todos los Gentiles". La palabra "gentiles" hace referencia a las demás
naciones no judías y creemos que Pablo la enfatizó porque el rey no era judío, o sea, que era un gentil.
Observemos que el presentó el evangelio de esta manera: Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado, y
resucitó de los muertos. Como hemos señalado con frecuencia, Pablo siempre enfatizó la resurrección, así
como hicieron los demás apóstoles. Nunca debiéramos predicar la muerte de Cristo sin proclamar también Su
resurrección. Pablo confrontó a esa augusta audiencia con el hecho de que Dios se introdujo en la historia del
hombre, y que Dios había hecho algo por el ser humano. Dios le había demostrado Su amor y de tal manera,
que había entregado a Su Hijo. Como dijo el Señor Jesucristo mismo, en el evangelio según San Juan,
capítulo 3, versículo 16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."
En ese momento se produjo una interrupción. Evidentemente, el gobernador Festo fue consciente de que
estaba en una situación difícil e interrumpió pues a Pablo a gran voz. Dicen los versículos 24 y 25:
"Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: ¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te
vuelven loco! Pero él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de
cordura."
Francamente, creemos que fue una lástima que Festo hubiera interrumpido a Pablo en ese momento. Pero
veamos cuán cortésmente Pablo le contestó. Ciertamente, su respuesta tranquila demostró que no estaba loco,
y que tampoco era un fanático.
Estimado oyente, hoy en día, hay muchos que tratan de testificar, especialmente predicadores o dirigentes de
iglesias, que tienen tanto miedo de no parecer intelectuales, y de ser considerados fanáticos, que no proclaman
las grandes verdades del evangelio. Debemos estar dispuestos a soportar que se nos compare con los locos, en
la consideración de la gente, actuando como personas cuerdas que somos, presentando el evangelio con
sobriedad, como Pablo lo proclamaba.
Habiendo respondido al gobernador Festo, Pablo se dirigió nuevamente al rey Agripa para formularle una
pregunta, como relatan los versículos 26 y 27, diciendo:
"El rey, delante de quien también hablo con toda confianza, sabe estas cosas, pues no pienso que ignora
nada de esto, porque no se ha hecho esto en algún rincón. ¿Crees, rey Agripa, a los profetas? Yo sé que
crees."
Es que resulta posible creer en los hechos, sin que éstos sean significativos para el que escucha. Uno puede
conocer los hechos del evangelio ?que Jesús murió por nuestros pecados y resucitó?pero lo esencial es la
relación de uno con esos hechos.
Veamos pues la respuesta de Agripa y la reacción de Pablo, leyendo los versículos 28 y 29 de Hechos 26:
"Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a hacerme cristiano. Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios
que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fuerais hechos tales
cual yo soy, excepto estas cadenas!"
Agripa era un hombre inteligente. Y lo vemos en su respuesta, aquí en el versículo 28: "Por poco me
persuades a hacerme cristiano". Estimado oyente, ¿sabe usted que es posible ser casi cristiano, y luego estar
perdido para toda la eternidad? ¡Cuán trágico es eso! El casi, simplemente no sirve para nada. O bien usted
acepta a Cristo, o bien no le acepta. En realidad, a ningún teólogo le es posible examinar las profundidades de
la salvación, ni su significado. Porque resulta una cuestión tan simple que la mayoría podría comprender. O
usted tiene a Cristo, o no lo tiene. O, confía usted en Cristo, o no. O Jesucristo es su Salvador, o no lo es. Se
trata de elegir una de las dos opciones. No hay tal cosa como una posición intermedia. En ningún caso puede
ser la opción de un "casi". Se trata de aceptar o rechazar la totalidad que significa la persona del Señor
Jesucristo.
Pablo contestó entonces aquí en el versículo 29, que acabamos de leer: "Quisiera Dios que por poco o por
mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto
estas cadenas". Pablo estaba diciendo que desearía que ellos que le estaban escuchando llegaran a ser como él
en su relación con Cristo, aunque sin esas cadenas, que el no querría poner a nadie. Éste era el hombre que
había sido un fariseo orgulloso y celoso y que, unos pocos años antes, había encarcelado a los cristianos y les
había conducido a la muerte. En ese momento, su actitud era totalmente diferente. Quiere que todos llegaran a
ser cristianos y que tuvieran una relación vital y personal con Jesucristo. Uno no puede menos que admirarse
de la poderosa transformación que se había operado en la vida de Saulo de Tarso. Ahora, ¿cómo se explicaba
ese cambio? La respuesta era que Jesús vivía. Había resucitado de los muertos, y se había revelado. Es por eso
que Pablo dijo en el versículo 8, muy al principio en su testimonio ante Agripa: ¿se juzga entre vosotros cosa
increíble que Dios resucite de los muertos? No había nada irrazonable en cuanto a ello. Más de dos mil años
de desarrollo humano y de conocimiento en muchas áreas han hecho a la resurrección aun más creíble en
nuestro tiempo. En realidad, estimado oyente, tendría que ser más fácil para usted creer en la resurrección que
lo que debió serlo para las personas del tiempo de Pablo.
Nuestra escena estaba transcurriendo en una sala de juicios en la cual había un trono. Ahora, puesto que Jesús
había sido levantado de los muertos, también es verdad que habrá otro juicio futuro. Habrá otro trono y Jesús
estará sentado sobre él. Y en esa ocasión habrá otro prisionero, que podría ser usted o yo. O usted se ha
postrado ante Él y le ha aceptado como su Señor y Salvador, o algún día tendrá que rendirle cuentas en aquel
día futuro. Y estimado oyente, la resurrección es muy importante para el no creyente, así como lo es para el
creyente. Para el inconverso, el Cristo resucitado se aparecerá como Juez. Leamos ahora los versículos 30
hasta el 32 de este capítulo 26 de los Hechos:
"Cuando dijo estas cosas, se levantaron el rey, el gobernador, Berenice y los que se habían sentado con
ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión
ha hecho este hombre. Y Agripa dijo a Festo: Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera
apelado a César."
Es obvio entonces que Pablo tendría que ir a Roma. Hemos mencionado en un programa anterior que había
quienes dudaban que Pablo hiciera lo correcto cuando apeló a César. Algunos creen que se equivocó. Pero,
insistimos en que Pablo no se equivocó de ninguna manera.
En su carta a los Romanos, Pablo expresó su anhelo de ir a Roma y les pidió a los creyentes que oraran que
pudiera ir. Escuchemos lo que dijo en su carta a los Romanos, capítulo 1, versículos 10 y 11: "Rogando que
de alguna manera, si es la voluntad de Dios, tenga al fin un próspero viaje para ir a vosotros porque deseo
veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis fortalecidos."
No había duda pues, que Pablo iría a Roma. Ahora, usted quizás dude que Pablo tuviera un próspero viaje.
Creemos que sí, que lo tuvo porque era la voluntad de Dios que él fuera a Roma.
En nuestro próximo programa, Dios mediante, entraremos en más detalles con respecto a este viaje de Pablo a
Roma. Nos quedamos hoy pensando en este mensaje de San Pablo, el más elocuente de sus sermones
registrado en la Biblia. Pero otro más de los mensajes apostólicos que presentó la muerte y la resurrección de
Cristo, eventos fundamentales de la fe cristiana.
¿Qué relación tiene usted, estimado oyente, con los hechos de la muerte y la resurrección de Cristo? ¿Se los
ha apropiado usted personalmente y ha depositado su fe en Cristo Jesús? Si se ha apropiado de ellos,
¿entiende usted que Dios le acepta como justo? Dios le ve a usted como si usted hubiera muerto, hubiera sido
sepultado, y resucitado a una nueva vida en Cristo. Estos entonces, no son solamente unos hechos históricos,
objetivos, sino la sustancia, la esencia de una nueva relación. Esto es lo que Pablo escribió a los Gálatas,
cuando les dijo en el capítulo 2 de su carta a los Gálatas, versículo 20: "Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo
de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."

Hechos 27:1-29
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los Apóstoles, llegamos hoy al capítulo 27. Y en
este capítulo, tenemos a Pablo en su viaje a Roma, pasando por una tempestad y un naufragio. Ahora,
creemos que éste podría llamarse "el Cuarto Viaje Misionero de Pablo". Pablo estuvo tan activo cuando viajó
hacia Roma, como lo fue en sus otros viajes. Ejerció la misma libertad, hizo igual número de contactos y
testificó con la misma fidelidad. Las cadenas no le estorbaron aunque todo este viaje lo hizo encadenado.
Recordemos que en su segunda carta a Timoteo, capítulo 2, versículo 9, dijo: "por este evangelio soporto
sufrimientos; incluso el estar encadenado como un criminal. ¡Pero la palabra de Dios no está encadenada!" Y
en su carta a los Filipenses, capítulo 1, versículo 12, dijo que las cosas que le habían sucedido, habían
ayudado más bien para el progreso del evangelio. Dios, pues, estaba presente en todas aquellas circunstancias.
Este viaje sería un poco diferente a los anteriores y sus gastos correrían a cargo del gobierno romano, porque
Pablo era su prisionero. Ésta era pues, la respuesta a la oración de Pablo, y a la oración que pidió que los
romanos elevaran, para que él pudiera ir a Roma.
Ahora, cuando Pablo apeló su caso al César, fue apartado de la jurisdicción de Festo el gobernador y del rey
Agripa. Como dijo Agripa: "Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César". Pues
bien, entonces ellos no podían hacer nada en cuanto a él. Tenían que enviarle a Roma.
En este capítulo 27 de los Hechos tenemos el relato de ese viaje a Roma. Lo que tenemos aquí podría llamarse
el "diario de navegación". Y este relato del capítulo 27 del libro de los Hechos, ha sido considerado como la
mejor descripción que se tenga de un viaje por mar en el mundo antiguo. Se considera la mejor descripción
que la historia registra hoy en día. El famoso arqueólogo británico Sir William Ramsey, hizo un estudio de la
narración del doctor Lucas y la considera como una obra maestra y la descripción más exacta de este tipo de
literatura que jamás haya sido escrita. De modo que, todo indica que hemos llegado a otro gran capítulo de la
Biblia.
Si usted ha estudiado "César" en latín quizá puede recordar el relato de la construcción de un puente. Ése
siempre ha sido un pasaje que resalta en la memoria de todos los que han estudiado el latín, porque tiene
tantas nuevas palabras latinas. Esto es porque dichas palabras son técnicas y tienen que ver con la
construcción de un puente. En realidad, este capítulo de los Hechos corresponde a una situación similar que
corresponde al idioma griego. Hay muchos términos técnicos que el doctor Lucas usó para describir este
viaje, que tienen que ver con el mar y con la navegación. Vamos entonces a salir ahora con el apóstol Pablo.
Vamos a hacer un viaje por mar hacia Roma. Tenemos el diario del viaje aquí en este capítulo 27. Y
esperamos que usted esté disfrutando de estos viajes que estamos haciendo en este libro de los Hechos.
Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo 27, que nos introduce a
El próspero viaje de Pablo a Roma
"Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un
centurión llamado Julio, de la compañía Augusta."
Éste es el principio del viaje a Italia. Pablo junto con los demás presos fue entregado al cuidado de un
centurión llamado Julio. Ahora, creemos que es cierto que Pablo era el único de los presos que era ciudadano
romano. Los otros eran criminales que probablemente estaban siendo enviados a Roma para su ejecución.
Muchos de ellos llegarían a ser gladiadores y servirían de comida para las fieras.
En aquel entonces había un flujo continuo de seres humanos de todas partes del Imperio que suplía las
necesidades de este centro del vicio público que era el coliseo en Roma. Estos presos, pues, eran hombres
completamente desesperados. ¡Qué oportunidad tuvo Pablo para traer el evangelio de esperanza a esta clase
de hombres! Usted recordará que el Señor Jesús mismo, dijo que uno de los motivos de Su venida era para
poner en libertad a los oprimidos. Serían puestos en libertad espiritualmente, es decir, librados de sus pecados
y de su culpa. Nos imaginamos que este centurión Julio era un pagano muy cortés, como veremos más tarde
en la narración, en su trato con Pablo. Veamos ahora el versículo 2 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Nos embarcamos en una nave del puerto de Adramitio que iba a tocar los puertos de Asia, y zarpamos.
Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica."
Una ve más, quisiéramos decirle, estimado oyente, que le resultaría útil seguir este viaje misionero en un
mapa. La mayoría de las Biblias tienen mapas al final. Ahora, fíjese usted que su rumbo entonces era paralelo
a la costa de Israel. En otras palabras, no navegaron directamente hacia alta mar desde el punto de partida,
para luego llegar a Roma. El barco siguió su ruta siguiendo de cerca la costa de Israel y dice el versículo 3:
"Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuera a los amigos
para ser atendido por ellos."
Sidón es un lugar familiar para nosotros. Tiro y Sidón estaban en la costa de Fenicia, en lo que ahora es el
país de Líbano. Ahora, veamos la libertad que se le dio al apóstol Pablo. Creemos que aquí tenemos a un
oficial romano al cual Pablo alcanzó con el evangelio. Su trato para con Pablo fue atento y humano. Incluso
un hombre como Pablo necesitaba del compañerismo y alivio de encontrarse con sus hermanos cristianos.
Ninguno de nosotros está exento de esa necesidad. Necesitamos la comprensión y estímulo de los demás
creyentes en momentos de soledad y en las circunstancias más extremas de nuestra vida. Leamos ahora los
versículos 4 y 5 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos protegidos del viento por la isla de Chipre, porque teníamos
al viento en contra. Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, llegamos a Mira, ciudad de
Licia."
Ya hemos viajado por esta ruta antes. Están ahora bordeando la costa de Asia Menor. Y dice el versículo 6 de
este capítulo 27 de los Hechos de los Apóstoles:
"Allí el centurión halló una nave alejandrina que zarpaba para Italia, y nos embarcó en ella."
Mirando el mapa usted podrá ver a Mira, que era un lugar apropiado para pasar a una nueva etapa y fue allí
donde cambiaron de nave. El centurión halló una nave de Alejandría, que había llegado de África del Norte e
iba en dirección a Italia. Continuemos con los versículos 7 y 8:
"Navegamos despacio muchos días, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido porque nos lo impedía
el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón. Después de costearla con dificultad, llegamos a
un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea."
Dirigieron su rumbo hacia la isla de Creta. Al parecer, todavía tenían dificultades en su navegación. Los
vientos contrarios causaban grandes dificultades a las naves en aquellos tiempos. Vemos, pues, que ellos
pasaron al lado sur de la isla y llegaron a Lasea que queda en la orilla sureña de Creta. Leamos ahora el
versículo 9:
"Como habíamos perdido mucho tiempo y era ya peligrosa la navegación por haber pasado ya el ayuno,
Pablo los amonestaba"
Ahora, esto significa que aquella temporada estaba bastante avanzada, y que se acercaba el invierno. Habían
esperado llegar a Roma antes de la época de las tormentas las tempestades vinieran y los vientos empezaran a
soplar. Es interesante notar aquí que Pablo asumió un ascendiente moral y cuando la navegación se puso
peligrosa, Pablo les amonestó diciéndoles aquí en los versículos 10 y 11:
"diciéndoles: Veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la
nave, sino también de nuestras vidas. Pero el centurión daba más crédito al dueño y al capitán de la nave
que a lo que Pablo decía."
Bueno, era fácil en realidad comprender el modo de pensar del centurión. Después de todo, era de esperar que
el capitán de la nave supiera mucho más que Pablo acerca de la navegación. Vemos aquí a Pablo pasando por
una verdadera prueba. Hizo una sugerencia aquí, y más tarde descubrirían que debían haber seguido su
consejo. Creemos que en este momento se reveló la superioridad espiritual de Pablo, la cual de paso, fue muy
evidente en estos momentos. No había ninguna confusión en la vida de Pablo, ni ninguna incertidumbre, ni
frustración. Tenía lo que llamaríamos una personalidad con aplomo. Pablo conocía el camino y sabía a dónde
iba. Podemos observar estas cualidades en su conducta durante este viaje. Pablo vivió su vida como un
hombre que estaba en contacto con Dios. Continuemos con el versículo 12 de este capítulo 27 de los Hechos:

"Y como el puerto era incómodo para invernar, la mayoría acordó zarpar de allí e intentar llegar a Fenice,
puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí."
Creta es una isla que queda cerca de la costa de Asia Menor y también cerca de la costa de Grecia. Es la isla
más grande y tiene varios puertos buenos. Ahora, los eventos que siguieron confirmaron que Pablo tenía
razón. Durante todo este viaje, el capitán, los soldados, y los marineros, dependían sólo de la especulación
humana. Pablo en cambio, dependía de Dios. Veamos que dice aquí el versículo 13 de este capítulo 27 de los
Hechos:
"Y como comenzó a soplar una brisa del sur, les pareció que podían continuar el viaje. Entonces levaron
anclas y fueron costeando Creta."
Para los marinos, este viaje estaba basado en conjeturas. El piloto de la nave era un hombre que confiaba en sí
mismo y en la sabiduría humana. Pablo, en cambio, como ya dijimos, acudió a Dios. Más tarde Pablo podría
decir a estos hombres: "yo confío en Dios" como veremos en el versículo 25. La vida, estimado oyente, es
como un gran mar y nuestras vidas, como unos botes pequeños, con los que podemos navegar según las
suposiciones humanas, si así lo deseamos. Y así quedamos a expensas de cualquier vendaval o tempestad que
se presente. La tragedia es que, en medio de la confusión, el caos mundial y la oscuridad,
desafortunadamente, la mayoría conduce su bote simplemente guiándose por especulaciones. Hay miles de
planes humanos y todos diferentes, para la construcción de un mundo mejor. Sin embargo, dondequiera que
miremos vemos el fracaso. Hoy en día, lo que necesitamos, estimado oyente, son hombres que conozcan a
Dios y bajo su inspiración reciban sabiduría para interpretar Su Voluntad en el curso de la historia. Veamos,
pues, lo que ocurrió aquí en el versículo 14 de este capítulo 27 de los Hechos, que inicia el párrafo titulado
La tempestad
"Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón."
Ahora, ¿Qué es el Euroclidón? El doctor Lucas utilizó aquí un término técnico de la navegación de aquel
entonces. Tenía que ver con el aquilón, un viento procedente del norte, que en realidad soplaba allí
generalmente desde el cuadrante nordeste. En otras palabras, esta tempestad provenía desde Europa. Ya era
invierno, la estación de las tempestades. Éste era un viento huracanado que sopló sobre Pablo y todos aquellos
que estaban con él en la nave. Sin darse cuenta, habían navegado directamente hacia el centro de la furiosa
tempestad.
Deseamos ahora, detenernos aquí por un momento, para destacar un detalle interesante. Recordemos que
cuando Pablo estuvo en Éfeso, en una hora de triunfo para el evangelio, expresó un gran deseo de visitar a
Roma. Éste era el gran anhelo de su corazón. Dijo en el capítulo 19 de los Hechos, versículo 21: "Pasadas
estas cosas, Pablo se propuso en su espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya. Decía él:
Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma". Pero, pareció como si una hora de
tinieblas oscureciera el ánimo de Pablo en Jerusalén. Le pareció que ya nunca podría ver a Roma. En esa hora
de abatimiento, desesperación y derrota, Dios se le presentó para tranquilizarle, como vimos en el capítulo 23
de los Hechos, versículo 11, donde leemos: "A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo,
Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma". El
Señor, pues, le había asegurado a Pablo que iría a Roma. Continuemos ahora leyendo los versículos 15 al 18
de este capítulo 27 de los Hechos:
"La nave era arrastrada, y al no poder poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.
Después de pasar por detrás de una pequeña isla llamada Clauda, donde el viento no soplaba con tanta
fuerza, con dificultad pudimos izar el bote salvavidas. Una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para
asegurar las amarras de la nave; y por temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.
Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a deshacerse de la carga"
Allí estaban en el mar Mediterráneo siendo impulsados por el viento hacia el occidente desde la Isla de Creta.
Parecía casi seguro que naufragarían en la isla de Clauda, una isla muy pequeña al sur de Creta. Pero tuvieron
que dejar que el viento llevara la nave. Echaron al mar todo el cargamento para aligerar el peso de la nave,
como dice aquí el versículo 19:

"y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave."
Quitaron de la nave todo lo que tenía algún peso. Y continúa el versículo 20, diciendo:
"Al no aparecer ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos
perdido toda esperanza de salvarnos."
El doctor Lucas dice que una tempestad no pequeña les acosó. Ya hemos visto en otras ocasiones cómo al
doctor Lucas le gustaba hacer uso del diminutivo, como lo hizo aquí. Quería decir en realidad que
verdaderamente era una gran tempestad, hasta tal punto que no creían poder salvarse de un naufragio. Y fue
en medio de esta tempestad que la voz del Señor fue oída por medio de los labios del apóstol Pablo.
Después de pasar catorce días de olas y viento, los tripulantes y pasajeros del barco creyeron que no
escaparían con vida. Sin embargo, recordemos que el Señor se le había presentado a Pablo y le había
asegurado que el iba a ver Roma. Con esta seguridad, pues, a Pablo le fue posible levantarse en medio de
todos para decirles algo. Leamos los versículos 21 al 26:
"Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido
por cierto conveniente haberme oído, y no zarpar de Creta tan solo para recibir este perjuicio y pérdida.
Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino
solamente de la nave, pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, y me
ha dicho: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; además, Dios te ha concedido todos
los que navegan contigo. Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha
dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla."
Es fácil comprender que ésta fuera una palabra alentadora para todos los que estaban a bordo de esa nave. En
realidad, éstas eran las únicas palabras animadoras y de esperanza en aquel horizonte negro. Observemos lo
extraordinario del testimonio del apóstol Pablo y bien pudo él decir: "el Dios de quien soy y a quien sirvo". Su
confianza estaba depositada en Dios. Y añadió: "Tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así
como se me ha dicho". Le fue revelado también al apóstol Pablo, que serían arrojados en alguna isla. Más
tarde, veremos que sería la isla de Melita que estaba situada al sur de Sicilia. Así que viajaron una distancia
considerable a través del Mediterráneo desde la isla de Creta. Melita es la misma isla que hoy conocemos
como la isla de Malta. Y leemos aquí en el versículo 27:
"Al llegar la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los
marineros sospecharon que estaban cerca de tierra."
El mar Adriático esta situado entre Italia y Macedonia, o sea Grecia. Al parecer, habían sido impulsados por
el viento de un lado a otro del mar Adriático, pasando entre las islas de Creta y Sicilia. En otras palabras,
ahora se encontraban en las profundidades, en alta mar. Pero entonces, a la décima cuarta noche, alrededor de
la medianoche, se dieron cuenta que estaban acercándose a tierra. Continuemos con los versículos 28 y 29:
"Echaron la sonda y hallaron que la profundidad era de 36 metros; y pasando un poco más adelante,
volvieron a echar la sonda y hallaron que estaban a 27 metros de profundidad. Temiendo dar en escollos,
echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciera de día."
La sonda indicó que se estaban acercando cada vez más a la tierra. Y así vemos que se iban cumpliendo todas
las previsiones anunciadas por Pablo.
Al ver al gran apóstol, prisionero en aquel barco que se dirigía hacia Roma, no podemos dejar de admirar su
temple, su calma en medio de la situación caótica de un barco a punto de naufragar, y su forma de hablar con
autoridad, opinando y dando sugerencias ante los veteranos marinos allí presentes, a quienes la situación se
les había ido de las manos. Nos imaginamos a Pablo, firmemente puesto en pie a pesar de los movimientos
violentos del barco, haciendo resonar su voz, que debió superar al viento y a las olas. Recordamos sus
palabras, que le trajeron paz y confianza a él y a sus compañeros de viaje: "esta noche ha estado conmigo el
ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo. . . . Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que
será así como se me ha dicho."
Estimado oyente. Solo Dios puede hacer sentir Su presencia de una manera muy real, para infundir confianza
en aquellos hijos suyos que atraviesan una situación que, humanamente hablando, no ofrece solución ni
esperanza alguna. La vida del gran apóstol, se aproximaba a la meta que Dios había fijado para el final de su
vida y ministerio. Si hubiéramos podido verle allí en el barco, imponiendo la calma en medio de la tempestad,
inevitablemente, habríamos recordado a Aquel a quien Pablo debía su salvación y a quien sirvió. Me refiero a
Jesucristo. También Él en una ocasión estuvo en una barca sacudida violentamente por las olas, rodeado de
hombres temerosos por la inminencia de un naufragio, que gritaron desesperadamente: ¡Señor! ¡ Sálvanos,
que perecemos! Y Él les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Y a continuación, dio una orden al
viento y al mar, y todo quedó completamente en calma. En este programa dijimos que nuestras vidas se
parecen a pequeños y frágiles botes que surcan los mares de este mundo. Estimado oyente, su embarcación
necesita la presencia de un capitán, Y nadie sino Aquel que creo el universo, que sustenta su creación y que
controla los vientos y los mares, puede evitar el naufragio, la catástrofe del alma que, sin Dios, está
inevitablemente perdida. Por todo ello le invitamos a dar el paso de fe de dejar entrar en su vida al Señor, al
Salvador, quien para poder ofrecerle la salvación murió por usted y resucitó. Solo Él puede darle hoy la vida
eterna. Solo Dios puede transformar un naufragio, una catástrofe humana, en un nuevo comienzo, en una
nueva etapa, en una nueva vida, en un anticipo del cielo.

Hechos 27:30-28:31
Continuamos hoy estudiando el capítulo 27 de los Hechos de los Apóstoles. Estuvimos leyendo sobre el viaje
de Pablo a Roma, viendo el barco a merced de la tempestad en el Mar Adriático acercándose a tierra y a punto
de ser arrastrado contra las rocas, por lo cual los marineros echaron las cuatro anclas. Y leemos aquí en los
versículos 30 y 31:
"Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el bote salvavidas al mar aparentaban como
que querían largar las anclas de proa. Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si estos no permanecen
en la nave, vosotros no podéis salvaros."
En realidad, bajo la apariencia de echar las anclas, la intención de estos marineros era abandonar la nave.
Pablo les dijo que la única certeza de seguridad estaba precisamente en que todos permanecieran en la nave.
No había seguridad alguna en echarse al mar. Pablo había puesto su confianza en Dios. ¡Qué experiencia
maravillosa es confiar en la Palabra de Dios! El ángel de Dios le había dicho a Pablo que él y los demás
hombres en la nave serían salvos. Pero, no podían salvarse si obraban según su propio parecer. Sólo podrían
salvarse si actuaban según la manera de Dios, que consistía en que ellos permaneciesen en la nave. La
cuestión era, o bien creer que Dios les salvaría o sino, que ellos tomasen esta emergencia bajo su control.
Para nosotros hoy en día, estimado oyente, también es cuestión de confiar en Dios, de descansar en Cristo. En
estos días tan difíciles y oscuros, es tan fácil abandonar la nave y echarnos al mar. Es tan fácil seguir aquel
camino creyendo que podremos huir de algunas circunstancias adversas y salvar nuestras propias vidas de esa
manera. No, estimado oyente. Se trata de confiar en Cristo y de descansar en Él. Leamos ahora el versículo 32
de este capítulo 27 de los Hechos:
"Entonces los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron perderse."
Pablo había dado esta información al centurión. Y parece que por fin, el centurión comenzaba a escuchar a
Pablo. De modo que, dio la orden y los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas. Ahora, todos
tuvieron que permanecer en la nave. Continuemos con los versículos 33 y 34:
"Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comieran, diciendo: Este es el decimocuarto día
que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud, pues
ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá."
Unos catorce días de ayuno debilitarían incluso a los hombres más fuertes. Así que, después de haberles
pedido que permanecieran en la nave, Pablo les dijo a todos que comiesen. Al parecer, todos habían ayunado.
Los paganos habían ayunado porque estaban muy asustados. Pablo y los creyentes habían ayunado porque lo
hacían para el Señor. Como estaban por desembarcar en una situación extrema, y todos necesitarían fuerzas,
Pablo hizo uso del sentido común y les pidió que se alimentasen.
Creemos que en el servicio cristiano es muy necesario hacer buen uso del sentido común, casi más que en
cualquier otra área de la vida. Pero la confianza en el Señor, no excluye ejercitar ese sentido común que Dios
nos ha dado para que lo apliquemos.
Continuemos con el versículo 35 de los Hechos capítulo 27:
"Y dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y comenzó a comer."
Pablo dio gracias a Dios en presencia de todos. ¡Éste fue nuevamente un testimonio maravilloso! ¡Éste fue el
próspero viaje a Roma! Algunos creen que no parecía muy próspero, como si estuviera fuera de la voluntad de
Dios. Pero, no, estimado oyente, Pablo de ninguna manera estaba fuera de la voluntad de Dios.
¿Recuerda usted otro caso en los evangelios, cuando una noche el Señor Jesús hizo subir a Sus discípulos en
una barca y los envió a través del mar de Galilea? Les había enviado a la otra orilla, y durante la travesía, una
tempestad se presentó en el mar. Les había enviado directamente al centro de la tempestad. Ahora, no
podemos decir que Jesús no sabía que venía una tempestad. Para mí, no hay ni sombra de duda que Él los
envió deliberadamente hacia la tempestad. Él es Dios. Él sabía acerca de la tempestad. Sabía lo que hacía.
Personalmente creo que muchas veces el Señor deliberadamente nos envía hacia una tempestad; y debemos
recordar que podemos estar en el mismo centro de una tempestad y aún así, permanecer en la voluntad de
Dios. Nunca nos ha prometido que no habrá tempestades. Nunca ha dicho que no nos evitaría pasar por tales
experiencias. Lo que nos ha prometido es que llegaremos al puerto. Además, ha prometido estar allí mismo
con nosotros en medio de la tormenta, cuando la furia de los elementos se desencadena con toda su violencia.
Ése es el consuelo que el hijo de Dios debe experimentar en esa hora de la prueba. Leamos ahora los
versículos 36 y 37 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. Y éramos todas las personas en la nave
doscientas setenta y seis."
Había 276 personas a bordo de esa nave. En verdad, era un barco bastante grande. El versículo 38 dice:
"Una vez satisfechos, aligeraron la nave echando el trigo al mar."
Antes, habían echado al mar todo el cargamento. Ahora, arrojaban al mar todas sus provisiones. Leamos
ahora los versículos finales, versículos 39 al 44 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Cuando se hizo de día, no reconocieron el lugar, pero vieron una ensenada que tenía playa, en la cual
acordaron varar la nave, si podían. Cortaron, pues, las anclas y las dejaron en el mar; aflojaron también las
amarras del timón, izaron al viento la vela de proa y enfilaron hacia la playa. Pero, dando en un lugar de
dos aguas, hicieron encallar la nave. La proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del
mar. Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugara nadando. Pero el
centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que supieran nadar se
arrojaran al agua primero y salieran a tierra; y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así
aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra."
Creemos que podemos considerar ese desembarco, como un milagro, aunque no vamos a insistir en que fue
un milagro. Sin embargo, Dios ciertamente cumplió Su promesa de que Pablo y todos los que estaban en la
nave se salvarían. A todas las 276 personas les fue posible llegar a tierra sanas y salvas.
Y así terminamos el capítulo 27 de los Hechos. Llegamos ahora al último capítulo de este libro.

Hechos 28
Y en este capítulo tenemos la llegada de Pablo a Roma. En este capítulo seguiremos la ruta de Pablo desde
Malta hasta Roma. Al llegar Pablo a Roma, veremos que se dirigiría primero a los judíos y luego a los
gentiles o no judíos. Observaremos también que la narración queda inconclusa, se interrumpe y simplemente
nos deja con Pablo predicando en Roma. Los hechos del Espíritu Santo no se han terminado, ni aún en
nuestros tiempos. Este libro de los Hechos sólo terminará con el arrebatamiento de la Iglesia de Cristo,
cuando Él venga a buscarla. Comencemos pues, leyendo el primer versículo de este capítulo 28 de los
Hechos, que nos describe
El desembarco en Malta
"Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta."
Es de especial interés saber que la bahía donde se cree que el desembarco tuvo lugar, se conoce hoy como la
Bahía de San Pablo. La isla de Malta es un lugar muy interesante. A los que vivieron durante la Segunda
Guerra Mundial, les recuerda que esta isla era muy mencionada en los titulares de los periódicos, al principio
de la segunda guerra mundial. Fue el sitio más bombardeado debido a su situación estratégica en el mar
Mediterráneo.
Ciertamente, en este incidente del naufragio y del desembarco de Pablo en la isla de Malta vemos la
providencia de Dios en la vida del apóstol Pablo. Todo esto fue registrado para nuestra enseñanza.
Continuemos con el versículo 2:
"Los habitantes del lugar nos trataron con no poca humanidad, pues, encendiendo un fuego, nos recibieron a
todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío."
Aquí vemos otro ejemplo de la bondad y la cortesía de personas paganas. Recordemos que había 276 personas
que desembarcaron en esta isla. De este grupo, muchos eran criminales que estaban siendo enviados a Roma
para ser castigados. Sin embargo, hallamos esta maravillosa bondad y cortesía que fue manifestada por parte
de estos habitantes de Malta que eran paganos.
Vemos en el libro del profeta Jonás otro ejemplo de lo mismo. Los marineros paganos se portaron muy
bondadosamente con Jonás. No querían echarlo al mar aunque él les había dicho que eso era lo que debían
hacer. En ese caso, se esforzaron por hacer volver la nave a tierra y se dieron cuenta que no podían hacerlo. A
veces las personas que honradamente admiten estar sin Dios, manifiestan más bondad y generosidad que los
que son religiosos. Y eso incluso es verdad, aun hoy en nuestros días. Continuemos con el versículo 3:
"Entonces Pablo recogió algunas ramas secas y las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le
prendió en la mano."
Recordemos que al final del evangelio según San Marcos, en el capítulo 16, versículo 17 y 18, tenemos las
promesas siguientes: "Estas señales seguirán a los creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán
nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los
enfermos pondrán sus manos, y sanarán". Creemos que estas señales estaban limitadas a ese tiempo, antes de
que fuera completado el Nuevo Testamento y la iglesia dispusiera de un texto con autoridad, cuando los
creyentes necesitaban dones acompañados de señales para verificar el mensaje del evangelio.
Observemos que Pablo no cogió deliberadamente esta víbora. Pablo no estaba probando e, alcance del poder
de Dios. En verdad creemos que esta fue otra prueba de que lo que Pablo llamó en 2 Corintios el aguijón en su
cuerpo, era una enfermedad de la vista. Queremos desarrollar este tema, cuando lleguemos a la epístola a los
Gálatas. Tenemos aquí otro caso que manifiesta que Pablo no podía ver muy bien. Cuando cogió algunas
ramas secas, simplemente no vio la víbora que estaba entre las ramas.
Hay algo más de interés aquí en cuanto al apóstol Pablo, que quisiéramos destacar. Estos habitantes de la isla
habían sido muy hospitalarios con todos estos náufragos. Habían aceptado a los 276 extranjeros que acababan
de llegar. Hacía frío y como había lluvia, ellos encendieron un fuego para calentar a éstos que habían llegado.
Ahora, cuando el fuego empezó a extinguirse, Pablo fue a buscar ramas secas. Y eso debe disipar cualquier
idea de que Pablo simplemente viajaba de ciudad en ciudad, limitándose a predicar, y prácticamente sin
ocuparse de nada más. Él mismo nos dijo que trabajaba para su propio sostenimiento económico haciendo
tiendas, para no ser carga a ninguna iglesia. No creemos que tuviera reparos para trabajar, sino todo lo
contrario.
Ahora, cuando Pablo echó al fuego las ramas secas, la víbora naturalmente huyó del calor. La víbora no
solamente mordió a Pablo, sino que también se le prendió de la mano. Y dice aquí en el versículo 4:
"Cuando la gente de allí vio la víbora colgando de su mano, decía: Ciertamente este hombre es homicida, a
quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir."
En otras palabras, creyeron que Pablo era culpable de algún gran crimen y que la justicia le estaba
alcanzando. Había escapado del mar, pero, ahora con toda certeza, moriría a causa del veneno. Y esperaban
ver en cualquier momento una hinchazón en la mano y en el brazo, y pensaban que caería muerto allí mismo.
Sabían por experiencia triste que esto era lo que había pasado a su propia gente. De modo que esperaban que
lo mismo le sucediera a Pablo.
Ahora, vemos que esta gente tenía un sentido de justicia. Creían que Pablo era un asesino y que merecía el
castigo. Creemos que este incidente enseña que a través de todo el Imperio Romano en aquel entonces, había
un sentido de justicia. Sabían que la justicia tenía que cumplirse. La Roma pagana había hecho esta
contribución al mundo. Y Roma se destacó por la justicia, no por la misericordia. Los pecados o infracciones
a la ley, no eran perdonados. El que quebrantaba la ley, tenía que pagar la pena. Por ello, bajo el dominio
férreo de Roma, el mundo estaba clamando por misericordia. Este sentimiento fue una preparación para la
venida de Cristo, quien vino como un Salvador del pecado, para que la humanidad conociese la misericordia y
el perdón de Dios. Continuemos ahora con los versículos 5 y 6 de este capítulo 28 de los Hechos:
"Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchara
o cayera muerto de repente; pero habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de
parecer y dijeron que era un dios."
Creemos que ésta fue la manera en que se cumplió la promesa que tenemos en el evangelio según San Marcos
16:18. La víbora venenosa mordió a Pablo, pero él no sufrió los efectos del veneno. Dios lo había protegido.
Desafortunadamente, cuando los isleños vieron que Pablo no había sufrido daño alguno, entonces
concluyeron que Pablo no era un criminal, sino un dios. Ambas suposiciones eran igualmente falsas, aunque
este incidente le dio a Pablo un contacto muy importante para su testimonio aquí en la isla de Malta.
Continuemos ahora con los versículos 7 y 8 de este capítulo 28 de los Hechos:
"En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y
hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de
disentería. Pablo entró a verlo y, después de haber orado, le impuso las manos y lo sanó."
Pablo estaba entonces ejerciendo su don de apóstol. Oró pidiendo dirección para saber cuál era la voluntad de
Dios. Una vez que supo la respuesta, actuó en consecuencia. Prosigamos con los versículos 9 y 10:
"Viendo esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades venían, y eran sanados; los cuales
también nos honraron con muchas atenciones, y cuando zarpamos nos proveyeron de todo lo necesario."
Ha surgido la pregunta en cuanto a si Pablo predicó el evangelio en Malta, o no. Hay quienes creen que éste
fue un lugar donde Pablo no lo predicó. Éste es un caso donde creemos que el Espíritu Santo espera que
hagamos uso de nuestro sentido común. Por supuesto que Pablo predicó el evangelio. No hay razón alguna
para dudarlo. Lo que sucede es que como estamos llegando ya al fin del libro, este relato se presentó de una
manera muy breve y directa. Es que, a estas alturas, el doctor Lucas esperaba que conociéramos lo que Pablo
haría. Recordemos que fue Pablo quien escribió en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 2:
"Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado". Para los
apóstoles, la sanidad equivalía a la confirmación que el Evangelio que predicaban procedía de Dios. Y
creemos que es muy importante para nosotros darnos cuenta que Pablo predicó aquí el evangelio, y que la
sanidad fue el resultado de esa predicación. Era una evidencia de la verdad que él estaba predicando. Creemos
entonces que la inferencia normal aquí es que Pablo hizo aquí exactamente lo mismo que hizo dondequiera
que fue. Avancemos con el versículo 11 de este capítulo 28 de los Hechos, que nos informa que
El viaje continuó
"Pasados tres meses nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual
tenía por enseña a Cástor y Pólux."
Ahora, ya que Pablo se quedó en Malta por tres meses, es más que evidente que los pocos versículos que se
nos dan aquí, no presentan la historia completa de su ministerio en esa isla. Por eso creemos que podemos
estar seguros de que Pablo predicó el evangelio ampliamente. Ahora, Cástor y Pólux, que se mencionan aquí
en este versículo 11, como la enseña en su nave, eran dioses de los romanos. Todavía hay una columna
erigido a ellos en las ruinas del foro romano. Sigamos adelante con los versículos 12 hasta el 15:
"Llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y al día
siguiente, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli. Allí encontramos a algunos hermanos,
los cuales nos rogaron que nos quedáramos con ellos siete días. Luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de
nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas. Al verlos, Pablo dio
gracias a Dios y cobró aliento."
La tempestad ya había pasado. El Euroclidón, ese viento huracanado del norte, se había alejado. Entonces
sopló nuevamente un viento del sur. Pablo, ahora, había llegado a la Vía Apia. Y una vez más, vemos cuán
importante era para el apóstol Pablo el ánimo de los creyentes. Continuemos con el versículo 16, que nos
presenta a
Pablo en Roma
"Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar; pero a Pablo se le permitió
vivir aparte, con un soldado que lo vigilara."
Al parecer, Pablo tuvo la libertad de vivir en una casa, aunque siempre fue custodiado por un soldado. En
realidad, había diferentes soldados que se turnaban custodiando a Pablo. Prosigamos con los versículos 17 al
20:
"Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que
estuvieron reunidos, les dijo: Yo, hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo ni contra las
costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los
cuales, habiéndome examinado, me querían soltar por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero,
oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César, aunque no porque tenga de qué acusar a mi nación.
Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros, porque por la esperanza de Israel estoy sujeto
con esta cadena."
Vemos que Pablo continuó aplicando su método acostumbrado de dirigirse primero a los judíos, en este caso
para explicarles el motivo por el cual estaba encadenado. Y continuamos con los versículos 21 al 24 de este
capítulo 28 de los Hechos:
"Entonces ellos le dijeron: Nosotros no hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido ninguno de
los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. Pero querríamos oír de ti lo que piensas,
porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella. Habiéndole señalado un día,
vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la
mañana hasta la tarde, persuadiéndolos acerca de Jesús, tanto por la Ley de Moisés como por los Profetas.
Algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían."
Vemos aquí la clase de libertad que Pablo tenía como preso. Al parecer, le fue posible recibir a grandes
multitudes en su casa. Sin embargo, siempre hubo un soldado de guardia para vigilarlo.
Nuevamente vemos que el apóstol Pablo se sirvió de su conocimiento del Antiguo Testamento para persuadir
a los judíos en cuanto a Jesús, como su Mesías prometido. Como siempre, surgieron las dos respuestas al
mensaje: algunos creyeron, mientras que otros no creyeron. Y los versículos finales de este capítulo, los
versículos 25 al 31 nos dicen:
"Como no estaban de acuerdo entre sí, al retirarse les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo
por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Ve a este pueblo y diles: De oído oiréis y no
entenderéis; y viendo veréis y no percibiréis, porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los
oídos oyeron pesadamente y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos y oigan con los oídos, y
entiendan de corazón y se conviertan, y yo los sane. Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación
de Dios, y ellos oirán. Cuando terminó de decir esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.
Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían. Predicaba el
reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento."
El libro de los Hechos nos cuenta del principio del movimiento del evangelio hasta su expansión hacia los
confines de la tierra. Recordemos que en el huerto de Edén el hombre dudó de Dios, y que ello le condujo a la
desobediencia. El camino de regreso a Dios se recorre por medio de la fe, es decir, del creer que conduce a la
obediencia, como Pablo dijo en su epístola a los Romanos 1:5. Por tanto, vemos que en aquel día algunos
creyeron el evangelio y otros no. Y todavía sucede lo mismo hoy en día.
El libro de los Hechos de los Apóstoles, termina con Pablo predicando el reino de Dios y enseñando acerca
del Señor Jesucristo sin que nadie le estorbara. Pero, en realidad, como ya hemos dicho antes, la narración no
concluye aquí en el capítulo 28. El Espíritu Santo continúa actuando en el día de hoy. Los hechos del Espíritu
Santo no han terminado aún en nuestros tiempos. La obra de la iglesia aún no ha sido completada; es una
historia continua. Lo que usted y yo hemos hecho y hagamos en el poder del Espíritu Santo, también forma
parte de este relato. Y la mejor forma de continuarlo es compartir con otros el mensaje del Evangelio que
caracterizó a la predicación de los apóstoles. Y ese mensaje establece que el Señor Jesucristo murió, y
resucitó. Por lo tanto, su obra de redención está al alcance de todos aquellos que, por la fe, acepten el don
gratuito de la salvación que Dios hoy ofrece.
Y así concluimos nuestro estudio del libro de los Hechos de los Apóstoles. Dios mediante en nuestro próximo
programa, volveremos al antiguo testamento, para comenzar nuestro estudio del primer libro del profeta
Samuel.

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