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Salmos 13:3-4 3 

SEÑOR y Dios mío , mírame y respóndeme, ilumina mis ojos. Así


no caeré en el sueño de la muerte; 4     así no dirá mi enemigo: «Lo he vencido»;  así
mi adversario no se alegrará de mi caída.
Nuestros ojos dicen los poetas, son las luces que encienden el alma, dicho de otra
manera, son los que nos ayudan a tener claridad de lo que pensamos o creemos.
Una de las dificultada más grande que tenemos es no tener la claridad frente a una
situación adversa. Acostumbramos estar preocupados, confundidos y llenos de
temores ante lo que no sabemos. Puedo decir que nuestros ojos se obscurecen,
nuestra vista se nubla.
Seguramente el salmista estaba viviendo una témpora difícil y estas emociones
desagradables lo invadían, es por eso que dice “Ilumina mis ojos” como un grito
desesperado tratando de encontrar sentido, dirección o claridad en medio del
sufrimiento.
Viktor Frankl sobreviviente de los campos de concentración, dedico su vida entera a
entender el tema del sufrimiento y dice: No es el sufrimiento el que aterroriza al
hombre, es el hombre el que le da sentido a sufrimiento. El sufrimiento en cierto
modo deja de ser sufrimiento cuando encuentra sentido.
Cuando suframos busquemos desesperadamente entonces el sentido, significado y
propósito. Solo así nuestros ojos espirituales podrán ver más allá de lo que ven
nuestras emociones.

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