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Soneto 10 de Quevedo: “Contiene una elegante enseñanza de que todo lo

criado tiene su muerte de la enfermedad del tiempo”.


En este poema sobre la muerte y el paso del tiempo, Quevedo expone su idea de que ante
esto no solamente somos todos iguales, sino que todo es igual. El yo lírico comienza
afirmando que falleció César (que era el modo de llamar a los emperadores romanos) pese
a tener fortuna y ser fuerte. Y luego va más allá al afirmar que no hay piedad para su glorioso
monumento (su gran tumba) y que este también sufre el escarmiento del paso del tiempo
porque incluso la tumba muere a causa de este.

El pesimismo de este poema apunta, de todos modos, a brindar una enseñanza a los
lectores: no intentar resistirse al paso del tiempo y la llegada de la muerte, ya que de estos
ni siquiera se salva el César, ni la tumba del César. Quevedo condena a aquellos que no
aceptan el paso del tiempo e intentan prolongar su vida cuando ya es tiempo de aceptar la
llegada de la vejez y la muerte.

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