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Evaluacion 4674628
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forma: 4674628
Texto 1
La Ilíada
En su huida, parte de los troyanos caen al río Janto, nadando para escapar de la
furia de Aquiles. Este entra en la corriente, matando a diestro y siniestro con su
espada. Incluso, captura a doce prisioneros para sacrificarlos en honor de Patroclo.
Aquiles encuentra a Licaón, hijo de Príamo (de la misma mujer que Polidoro), a
quien ya antes había tomado prisionero y vendido como esclavo al hijo de Jasón,
en Lemnos. Luego fue pagado su rescate, y estaba recién llegado a Troya. Licaón,
que había dejado caer la armadura para escapar de las aguas del río, suplica por
su vida a Aquiles, pero no consigue su compasión:
-! No me hables del rescate, ni lo menciones siquiera. Antes que a Patroclo le llegara
el día fatal me era grato abstenerme de matar a los teucros, y fueron muchos los
que cogí vivos y vendí luego; mas ahora ninguno escapará de la muerte, si un dios
lo pone en mis manos delante de Ilión y especialmente si es hijo de Príamo. Por
tanto, amigo, muere tú también.
Tras matarlo y lanzar su cuerpo al río, el héroe aqueo se encuentra a Asteropeo,
líder de los peonios. También lo mata, y provoca que sus tropas huyan atemorizadas.
El propio río, transfigurado en hombre, se presenta a Aquiles y le pide que deje de
matar a los teucros, o al menos que lo haga en la llanura, para no ser testigo de ello.
El héroe acepta sus palabras, pero aun así vuelve a entrar en el río, que se revuelve
contra él, creando una gran corriente que incluso persigue a Aquiles cuando sale
huyendo hacia el campo. El aqueo se ve obligado a pedir ayuda a los dioses, siendo
salvado por Atenea y Poseidón; Hera llama a su hijo Hefesto, encomendándole que,
con su fuego, luche contra el río, que se ve obligado a calmarse.
Surge la contienda entre los dioses: Ares ataca a Atenea con la lanza, pero la diosa le
lanza una enorme piedra que lo tumba; Afrodita auxilia a Ares, y Atenea la golpea
también. Poseidón instiga a Apolo, quien a pesar de ser insultado por su hermana
Artemis rehuye el combate. Hera, enfurecida por las palabras de Artemis, arremete
contra ella, que no puede hacer otra cosa que esconderse y huir al Olimpo, donde
se queja a Zeus del maltrato. Apolo penetra en Troya, para seguir socorriéndola, y
el resto de dioses vuelven al Olimpo.
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1.- ¿Por qué comienza la pelea entre los dioses?
II. Porque Aquiles mata al hijo de Patroclo para vengarse de los Teucros.
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Texto 2
La Odisea
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Llegarán, después a la isla de Helios, donde, a pesar de las advertencias de no comer
las vacas que allí vivían, los hombres de Ulises lo harán y morirán todos en una
tempestad. Solo Ulises se salvará llegando a la isla de Calipso, que lo retendrá siete
años.
Así termina el relato de Ulises a los feacios, que conmovidos, lo llevarán a Ítaca.
Llegará disfrazado de mendigo y con la ayuda de su hijo Telémaco matará a todos
los pretendientes de Penélope, esto provocará la ira de muchos pero la intervención
de Atenea y Zeus hará que todo vuelva a la paz.
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5.- Ordena cronológicamente la ruta de Ulises durante la Odisea:
1. Isla de los cíclopes.
2. Isla de Heolo.
3. Tierra extranjera.
4. Tierra de los Lotófagos.
5. Tierra de Circe.
6. Paso por las sirenas.
7. Isla de Helios.
8. Isla de Calipso.
A) 1-2-3-4-5-6-7-8
B) 3-4-1-2-5-8-6-7
C) 1-2-3-4-6-7-8-5
D) 3-4-1-2-5-6-7-8
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8.- ¿Cómo se organiza, cronológicamente, la ruta durante la odisea de Ulises?
A) Isla de los Cíclopes, Isla de Heolo, Tierra extranjera, Tierra de los Lotófagos,
Tierra de Circe, paso por Las Sirenas, Isla de Helios, Isla de Calipso.
B) Tierra extranjera, Tierra de los Lotófagos, Isla de los Cíclopes, Isla de Heolo,
Tierra de Circe, Isla de los Cíclopes paso por Las Sirenas, Isla de Helios, Isla
de Calipso, Tierra extranjera.
C) Isla de los Cíclopes, Isla de Heolo , Tierra extranjera, Tierra de los Lotófagos,
Tierra de Circe, paso por Las Sirenas, Isla de Helios, Isla de Calipso.
D) Paso por Las Sirenas, Tierra extranjera, Tierra de los Lotófagos, Isla de los
Cíclopes, Isla de Heolo, Tierra de Circe, paso por Las Sirenas, Isla de Helios,
Isla de Calipso.
E) Tierra extranjera, Tierra de los Lotófagos, Isla de los Cíclopes, Isla de Heolo,
Tierra de Circe, paso por Las Sirenas, Isla de Helios, Isla de Calipso.
9.- ¿Qué ocurre después de que la barca de Ulises choca en tierra de los Feacios?
A) Ulises se enfrenta a Polifemo y lo ciega, provocando la ira de su padre.
B) Los feacios reparan su barca y le ayudan a emprender su viaje de regreso a
Ítaca.
C) Atenea hace que la princesa se enamore de Ulises y convenza a sus padres de
darle refugio y comida.
D) Los hombres de Ulises mueren en la tempestad.
10.- ¿Qué papel cumplen los siguientes personajes en la historia: Odiseo, Poseidón, Pe-
nélope, Atenea, Telémaco?
A) Rey de Ítaca, dios del mar, esposa de Ulises, hija de Zeus, hijo de Ulises.
B) Hijo de Ulises, hija de Zeus, esposa de Ulises, dios del mar, rey de Ítaca.
C) Rey de Ítaca, dios del mar, hija de Zeus, esposa de Ulises, hijo de Ulises.
D) Hijo de Ulises, dios del mar, hija de Zeus, esposa de Ulises, rey de Ítaca.
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11.- A partir de lo expuesto en el fragmento anterior, es correcto afirmar que el tema
principal de este texto es:
A) El viaje
B) El desamor
C) La amistad
D) El amor filial
E) La infidelidad
12.- ¿Cuál fue la situación por la que Atenea y Zeus tuvieron que intervenir para recu-
perar la paz?
A) La gente de Ítaca estaba molesta, porque Ulises no volvió con todos los marinos
que salió.
B) El pueblo manifestó su indignación a los dioses por todos los obstáculos que
tuvieron que pasar Ulises y sus hombres.
C) Ulises mató a todos los pretendientes de Penélope, provocandola furia de mu-
chos.
D) El pueblo manifestó su descontento a los dioses, porque Calipso retuvo siete
años a Ulises, impidiéndole regresar.
E) El pueblo se rebeló contra los dioses, porque no intervinieron a favor de Ulises
y sus hombres durante la travesía.
13.- ¿Por qué Poseidón no está dispuesto a dejar que Ulises vuelva a ítaca?
A) Porque Ulises abandonó a Penélope.
B) Porque Ulises mató a todos los pretendientes de Penélope.
C) Porque Ulises dejó ciego a su hijo.
D) Porque Ulises era prisionero de Calipso.
E) Porque Ulises permitió que Circe convirtiera a seis hombres en cerdo.
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14.- Según la información que se entrega en el texto, ¿se logra cumplir la profecía de
Tiresias?
A) Sí, porque los marineros fueron convertidos en cerdos.
B) No, porque el viaje de Ulises fue tempestuoso como cualquier otro.
C) Sí, ya que Zeus le envía diferentes obstaculos en su regreso a Ítaca.
D) No, porque las sirenas los acompañaron durante el regreso.
E) Sí, ya que se enfrenta con diferentes obstáculos, como el encuentro con sirenas.
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Texto 3
El ruiseñor y la rosa
—Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja —se lamentaba el joven
estudiante—, pero no hay una sola rosa roja en todo mi jardín.
Desde su nido de la encina, oyóle el ruiseñor. Miró por entre las hojas asombrado.
—¡No hay ni una rosa roja en todo mi jardín! —gritaba el estudiante.
Y sus bellos ojos se llenaron de llanto.
—¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído cuanto han
escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y encuentro mi vida des-
trozada por carecer de una rosa roja.
—He aquí, por fin, el verdadero enamorado —dijo el ruiseñor—. Le he cantado
todas las noches, aún sin conocerlo; todas las noches les cuento su historia a las
estrellas, y ahora lo veo. Su cabellera es oscura como la flor del Jacinto y sus labios
rojos como la rosa que desea; pero la pasión lo ha puesto pálido como el marfil y el
dolor ha sellado su frente.
—El príncipe da un baile mañana por la noche —murmuraba el joven estudiante—,
y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el
amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré en mis brazos, reclinará su cabeza
sobre mi hombro y su mano estrechará la mía. Pero no hay rosas rojas en mi jardín.
Por lo tanto, tendré que estar solo y no me hará ningún caso. No se fijará en mí
para nada y se destrozará mi corazón.
—Los músicos estarán en su estrado —decía el joven estudiante—. Tocarán sus
instrumentos de cuerda y mi adorada bailará a los sones del arpa y del violín.
Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y los cortesanos con sus
alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo no bailará, porque no tengo rosas
rojas que darle.
Y dejándose caer en el césped, se cubría la cara con las manos y lloraba.
Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció
silencioso en la encina, reflexionando sobre el misterio del amor.
Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante.
—Dame una rosa roja —le gritó—, y te cantaré mis canciones más dulces.
Pero el arbusto meneó la cabeza.
—Mis rosas son rojas —respondió—, tan rojas como las patas de las palomas, más
rojas que los grandes abanicos de coral que el océano mece en sus abismos; pero el
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invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán
ha partido mis ramas, y no tendré más rosas este año.
—No necesito más que una rosa roja —gritó el ruiseñor—, una sola rosa roja. ¿No
hay ningún medio para que yo la consiga?
—Hay un medio —respondió el rosal—, pero es tan terrible que no me atrevo a
decírtelo.
—Dímelo —contestó el ruiseñor—. No soy miedoso.
—Si necesitas una rosa roja —dijo el rosal—, tienes que hacerla con notas de música
al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con
el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las
espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se
convertirá en sangre mía.
—La muerte es un buen precio por una rosa roja —replicó el ruiseñor—, y todo el
mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su
carro de oro y a la luna en su carro de perlas.
—Sé feliz —le gritó el ruiseñor—, sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con notas
de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único
que te pido, en cambio, es que seas un verdadero enamorado, porque el amor es
más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte
que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios
son dulces como la miel y su hálito es como el incienso.
El estudiante levantó los ojos del césped y prestó atención; pero no pudo comprender
lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.
Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseñor que
había construido su nido en sus ramas.
—Cántame la última canción —murmuró—. ¡Me quedaré tan triste cuando te vayas!
Entonces el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que ríe en una
fuente argentina.
Al terminar la canción, el estudiante se levantó, sacando al mismo tiempo su cua-
derno de notas y su lápiz.
“El ruiseñor —se decía paseándose por la alameda—, el ruiseñor posee una belleza
innegable, ¿pero siente? Me temo que no. Después de todo, es como muchos artistas:
puro estilo, exento de sinceridad. No se sacrifica por los demás. No piensa más que
en la música y en el arte; como todo el mundo sabe, es egoísta. Ciertamente, no
puede negarse que su garganta tiene notas bellísimas. ¡Qué lástima que todo eso no
tenga sentido alguno, que no persiga ningún fin práctico!”
Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su jergoncillo y se puso a pensar en su
adorada.
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15.- ¿Cuál de las presentes alternativas ordena los siguientes enunciados según como se
presentan en el texto?
1. El estudiante señala que su amada bailará con él solo si lleva una rosa roja.
2. El ruiseñor le grita al rosal que le dé una rosa roja a cambio de sus canciones.
3. El ruiseñor señala que su muerte es un buen precio para obtener una rosa roja.
4. El estudiante se queja por la cosa insignificante que depende su felicidad.
5. El ruiseñor grita que necesita una rosa roja y pregunta por qué medio conseguirla.
A) 1-2-3-4-5
B) 1-4-2-5-3
C) 1-3-5-2-4
D) 2-4-1-3-5
E) 5-1-2-4-3
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Texto 4
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d’estas custiones de ánimas! Mira, la tía’e la Luchita dice qu’estas custiones son
re’mbromás, ¡re serias! No son inventos. Dice que las ánimas son. . . difuntos que no
se van ni al cielo ni al infierno porque’stán “reteníos”, eso dijo.
INDALICIO: No entendí esa custión.
NANO: Es que. . . Yo te voy a’ecir. Parece que a la gente que se muere sin hacer lo
que más quería, el alma se les queda pegá en la tierra, esperando. Y parece, tamién,
que no pueen descansar hasta que se cumple lo qu’estaban esperando.
INDALICIO: ¡Ah!... Y en esta casa, ¿Por qué penarán? ¿Sabís tú?
NANO: Dicen que aquí vivían unas hermanas, eran seis, y se murieron toas solte-
ronas.
INDALICIO: Ah. . .
NANO: Y están las seis ahí, esperando. . . Oye, y tu primo, el Eulogio, ¿pá qué se
quiere comprar el terreno este?, ¿por qué no elige otro?
INDALICIO: Pero si entuavía no lo ha visto. Si ese no sabe ná. Algún vivo, por
ahí, se lo recomendó. . . .pero el güerto es güeno, güena tierra.
NANO: Los árboles ‘tan secos.
INDALICIO: ¿Cuántos años qu’está abandonao esto?
NANO: Unos quince serán. O más. . .
INDALICIO: ¿Y hai visto la casa por dentro. . . ?
NANO: ¿Tai chiflao? Pero si está lleno de ánimas, esto.
INDALICIO: Pero de día, digo yo.
NANO: ¡Puchas no querís entender! ¿no te digo que aquí hay ánimas hasta de día
claro. . . ?
INDALICIO: De toos moos yo voy a entrar cuando llegue el Eulogio. . . Oye, ya
m’está preocupando este; ya debía estar aquí.
NANO: Seguro que pajareando por aquí y por allá debe estar. Y ese animal que le
pasaste no corre ni a empujones.
INDALICIO: ¿El Ñato? Si ese es re corredor, oh. . .
NANO: Se nota. . . como no se ha demorao ná
INDALICIO: ¡Es que el Eulogio, es re calmao! Además que no le pega mucho al
galope, parece.
NANO: ¿No se habrá caído?
INDALICIO: Capacito.
NANO: Vamo’ a ver, será mejor.
INDALICIO: Parece que lo que tú querís es irte ¿ah? Si no se va a aparecer nadie,
oh. . . Y si aparece ¿Qué? Tú le tenís muchazo mieo ¿ah? A mí me tinca que son
puros cuentos. ¿Tú creís de verás en estas cuestiones. . . ?
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NANO: Más o menos.
INDALICIO: No seai, oh. Acerquémonos un poco a la ventana y le pegamos una
loreaíta pa’entro.
NANO: ¿Tú te atrevís?
INDALICIO: Claro, pus. Vamos.
(Se abren lentamente las ventanas y la puerta. Los dos amigos se quedan estupe-
factos. Aparecen unas viejitas de unos 80 años, muy simpáticas. Los amigos, con
grandes gritos de susto salen corriendo, atropelladamente, hacia el camino)
BERTINA: ¡Oigan! ¡Oigan! Espérense. . . ¡Ay! ¡Qué gente más lesa! Too porque una
es ánima, se arrancan.
ZELMIRA: ¿Qué pasa que se van corriendo?
BERTINA: ¡Esta gente, pues, niña! Cualquiera creería qu’iuna se los va a comer.
Acérquense, chiquillas.
FLORIDEMA: ¿Pa que queri’s que nos acerquemos, niña?
BERTINA: No, si no’es ná. . . Ei’tan esas benditas tencas, de nuevo, pero ahora no
tienen ná que comerse.
ORFILIA: Antes que nos daba rabia, ¿te acordai? Too el día a pieirazo limpio pa
que no se comieran los damascos maúros y siempre volvían otra vez.
LUZMIRA: Y los gorriones. . . ¡No hay caso con los gorriones!
ZELMIRA: ¿De qué estábamos hablando?
ORFILIA: De los gorriones.
ZELMIRA: Ah, si pue’ los gorriones se ponen coloraítos cuando se le acercan las
gorrionas.
FLORIDEMA: ¿De qué estai hablando, niña? Ya empezaste a divariar.
ZELMIRA: No estábamos hablando de los... ¿de qué estábamo’ hablando?
FLORIDEMA: De cualquier cosa, menos de los gorriones con las gorrionas.
ZELMIRA: Eso es lo que tienen las gorrionas... Son como desmemoria’.
ORFILIA: Ya. Se callaron el par de lesas.
LUZMIRA: ¿Y la gente que salió gritando?
FLORIDEMA: Eran unos chiquillos.
ORFILIA: Y uno era re güen mozo.
BERTINA: Yo no sé porque si’arrancó.
LUZMIRA: De verte tan re fea, sería.
BERTINA: ¿Fea?
LUZMIRA: Es que’andai más vieja que nunca hoy día.
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BERTINA: ¿Ando vieja? Mira si seré lesa. . . No me di cuenta. Si vuelven, voy a
ponerme joven y los voy a recibir di’unos 50 años.
ORFILIA: Menos pues, niña. Como andai de 80 ahora, 50 te parece poco.
BERTINA: ¿De 20. . . ?
FLORIDEMA: Eso sí, pues.
BERTINA: Voy a estar de 20 cuando vuelvan. Me gustaría que volvieran.
LUZMIRA: ¿Pa qué?
BERTINA: Pa conversar y pa. . .
ORFILIA: ¿Queris qu’ese tipo te bese pa’irte al cielo?
BERTINA: No. No me quiero ir nál cielo toavía, ¿Qué voy a hacer yo allá arriba?
¡Hay tanto ángel! Y la tierra es tan re bonitaza. . . .Tan re bonita qu’es ¿no?...Oye
Chiquillas, si alguien me besa, ¿de veras que me voy a ir p’al cielo. . . ?
FLORIDEMA: Claro ¿Qué no era eso lo que más queriai? ¿Lo que nunca se cum-
plió. . . ?
BERTINA: Es cierto. . . ¡Nunca nadie me besó! ¿Por qué sería?
LUZMIRA: No te pongai triste, no pensís en eso.
BERTINA: Pero me voy a quedar con las ganas, no pienso irme al cielo. Con lo
güeno que es Dios para perdonar, no ha de haber ni’una nube desocupá.
ZELMIRA: ¿Tú creís?
16.- Sabemos que, efectivamente, los personajes femeninos son ánimas, porque:
1. Bertina lo dice en su primera intervención.
2. Indalicio y Nano comentan cuál es la razón de la existencia de las ánimas.
3. Orfilia señala el motivo por el que su hermana aún está en la tierra con lo que
comprueba una vez más la creencia popular.
4. la creencia popular de las zonas rurales chilenas así lo afirma.
¿Cuáles de los enunciados son correctos?
A) 1, 2 y 4
B) 2, 3 y 4
C) 1, 2 y 3
D) 1, 3 y 4
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17.- Los personajes Indalicio y Nano son dos jóvenes campesinos, esto se aprecia en:
A) la descripción al comienzo del texto.
B) sus acciones.
C) el tema de conversación que sostienen.
D) el registro de habla que utilizan.
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Texto 5
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¡Ah, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres Romeo?
Niega a tu padre y rechaza tu nombre,
o, si no, júrame tu amor
y ya nunca seré una Capuleto.
ROMEO
¿La sigo escuchando o le hablo ya?
JULIETA
Mi único enemigo es tu nombre.
Tú eres tú, aunque seas un Montesco.
¿Qué es »? Ni mano, ni pie,
ni brazo, ni cara, ni parte del cuerpo.
¡Ah, ponte otro nombre!
¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa
sería tan fragante con cualquier otro nombre.
Si Romeo no se llamase Romeo,
conservaría su propia perfección
sin ese nombre. Romeo, quítate el nombre
y, a cambio de él, que es parte de ti,
¡tómame entera!
ROMEO
Te tomo la palabra.
Llámame »y volveré a bautizarme:
desde hoy nunca más seré Romeo.
JULIETA
¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche
e irrumpes en mis pensamientos?
ROMEO
Con un nombre no sé decirte quién soy.
Mi nombre, santa mía, me es odioso
porque es tu enemigo.
Si estuviera escrito, rompería el papel.
JULIETA
Mis oídos apenas han sorbido cien palabras
de tu boca y ya te conozco por la voz.
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¿No eres Romeo, y además Montesco?
ROMEO
No, bella mía, si uno a otro te disgusta.
JULIETA
Dime, ¿cómo has llegado hasta aquí y por qué?
Las tapias de este huerto son muy altas
y, siendo quien eres, el lugar será tu muerte
si alguno de los míos te descubre.
ROMEO
Con las alas del amor salté la tapia,
pues para el amor no hay barrera de piedra,
y, como el amor lo que puede siempre intenta,
los tuyos nada pueden contra mí.
JULIETA
Si te ven, te matarán.
(. . . )
Por nada del mundo quisiera que te viesen.
ROMEO
Me oculta el manto de la noche
y, si no me quieres, que me encuentren:
mejor que mi vida acabe por su odio
que ver cómo se arrastra sin tu amor.
JULIETA
¿Quién te dijo dónde podías encontrarme?
ROMEO
El amor, que me indujo a preguntar.
Él me dio consejo; yo mis ojos le presté.
No soy piloto, pero, aunque tú estuvieras lejos,
en la orilla más distante de los mares más remotos,
zarparía tras un tesoro como tú.
JULIETA
(. . . )
¡Cuánto me gustaría seguir las reglas,
negar lo dicho! Pero, ¡adiós al fingimiento!
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¿Me quieres? Sé que dirás que sí
y te creeré. Si jurases, podrías
ser perjuro: dicen que Júpiter se ríe
de los perjurios de amantes. ¡Ah, gentil Romeo!
Si me quieres, dímelo de buena fe.
O, si crees que soy tan fácil,
me pondré áspera y rara, y diré »
con tal que me enamores, y no más que por ti.
Mas confía en mí: demostraré ser más fiel
que las que saben fingirse distantes.
Reconozco que habría sido más cauta
si tú, a escondidas, no hubieras oído
mi confesión de amor. Así que, perdóname
y no juzgues liviandad esta entrega
que la oscuridad de la noche ha descubierto.
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Texto 6
La audición
Voz. (La del escritor.) —La siguiente por favor. La siguiente actriz.
(Entra una muchacha joven y camina hasta el centro del escenario. Se le ve muy
nerviosa y se aferra a su cartera en busca de seguridad. No sabe hacia dónde
mirar ni cómo comportarse. Esta es sin duda su primera audición. Valerosamente
trata de sonreír y de dar una buena impresión. Tiene un pañuelo en su mano y
constantemente se enjuga el sudor de su ardiente frente.)
Voz. —Nombre. . .
Joven. — (No entiende la pregunta.) ¿Qué?
Voz. —Su nombre.
Joven. —Oh,. . . Nina.
Voz. — ¿Nina? ¿Eso es? ¿Solamente Nina?
Joven. —Sí, señor... No, señor... Nina Mikhailovna Zarechnaya.
Voz. —Edad.
Joven. — ¿Mi edad?
Voz. —Sí, por favor... Eso significa, ¿Cuántos años tiene?
Joven. (Piensa.) — ¿De cuántos años es la actriz que necesita?
Voz. — ¿No podría limitarse a responder tan solo la pregunta?
Joven. —Sí, pero quiero que usted sepa que puedo aparentar la edad que usted
desee. . . Dieciséis, treinta. . . En el colegio representé a una anciana de setenta y
ocho años de edad y con reumatismo. Y todo el mundo me dijo que había estado
bastante convincente. Hasta me lo dijo una mujer reumática de setenta y nueve
años de edad.
Voz. —Sí, pero yo no ando buscando a una mujer reumática de setenta y ocho años.
Necesito una joven de veintidós años. . . ¿Me dice su edad ahora?
Joven. —Veintidós, señor.
Voz. — ¿En verdad? Yo le había calculado unos veintisiete o veintiocho.
Joven. —Tengo un resfrío muy fuerte, señor. Me hace aparentar más edad. El año
pasado, cuando tuve la influenza, el doctor creyó que tenía treinta y nueve. Le
prometo que puedo aparentar veintidós cuando usted lo necesite, señor.
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(Se pasa el pañuelo por la frente)
Voz. — ¿Tiene temperatura?
Joven. —Sí, señor. . . treinta y nueve. . .
Voz. — ¡Por Dios! Qué hace usted caminando en este invierno mortal con treinta
y nueve grados de temperatura. Váyase a casa, hija, y a la cama. Puede volver en
otra oportunidad.
Joven. —Por favor, no señor. He esperado seis meses para venir a esta audición y
tres meses más para quedar en la lista de los seis meses de espera.
Si me ponen al final de esa lista nuevamente tendré que esperar otros seis meses y
para entonces ya habré cumplido los veintitrés y será muy tarde para tener veintidós.
Por favor déjeme leer, señor. Ya me estoy sintiendo mucho mejor. (Se toca la frente.)
No creo que tenga más de treinta y siete ahora.
Voz. —Puedo ver que tiene el corazón puesto en ser actriz.
Joven. —Mi corazón, mi alma, mi propia respiración, los huesos de mi cuerpo, la
sangre en mis venas.
Voz. —Sí, sí. Ya hemos tenido suficientes informaciones de su historia clínica. Pero
quisiera saber qué experiencia ha tenido usted.
Joven. — ¿Cómo qué?
Voz. —Bueno, por ejemplo en lo que hemos estado discutiendo. Actuación. ¿Ha
tenido experiencia actuando?
Joven. —Quiere decir, ¿en un escenario?
Voz. —Ese es un lugar tan bueno como otro cualquiera.
Joven. — Bueno, estudié actuación durante tres años con madame Zoblienska.
Voz. — ¿Enseña aquí en Moscú?
Joven. — No. En mi colegioOdessa. . . .Pero ella fue una gran actriz.
Voz. — ¿Aquí en Moscú?
Joven. —No. En Odessa.
Voz. —Entonces usted no es más que amateur.
Joven. —En Moscú sí, señor. En Odessa soy profesional.
Voz. —Todo eso está muy bien, pero resulta que necesitamos una actriz profesional
de veintidós años en Moscú. Odessa, aunque es una ciudad encantadora, teatral-
mente hablando no es Moscú. Le recomiendo que adquiera más experiencia y tome
algunas aspirinas.
Joven. — ¿En Moscú?
Voz. —No. En Odessa.
Joven. (Comienza a irse, pero se detiene.) —He debido viajar cuatro días para llegar
hasta aquí, señor. ¿Por qué no me escucha leer?
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Voz. —Mi querida niña, eso es muy irregular. . .
Joven. —Aunque no llegara a emplearme, el solo hecho de leer para usted será un
recuerdo que atesoraré por el resto de mis días. . . Si me permite ser tan descarada,
señor; pienso que usted es uno de los más grandes autores vivientes en toda Rusia.
Voz. — ¿Verdad? Es usted muy amable. . . Quizás disponga de algunos minutos. . .
Joven. —He leído casi todo lo que ha escrito. . . Los artículos, los cuentos. (Se larga
a reír.)
Me encanta ese acerca del (ríe con más ganas), ese acerca de. . . (ríe descontrolada).
Oh, Dios. Cada vez que me acuerdo no me puedo controlar. . .
Voz. (Riendo también.) — ¿En verdad? ¿Es cierto? ¿Y qué cuento es ese?
Joven. (Aún riéndose.) —La. . . La muerte del Escribiente. Oh, Dios mío. Me reí
durante días.
Voz. — ¿La muerte del Escribiente? . . . No me recuerdo de. . . ¿De qué trata?
Joven. —Cherdyakov. . . El estornudador. . . . El salpicador.
Voz. —Ah, sí. ¿Y usted lo encontró divertido? Extraño. Quise escribir algo triste.
Joven. —Y era triste. Lloré durante días. . . Era tragicómico.
Voz. — ¿Lo cree en verdad?. . . ¿Y de todo lo que ha leído cuál es su favorito?
Joven. — ¿Mi favorito? . . . ¿El que me gusta más?
Voz. —Sí. ¿Cuál es?
Joven. — La Guerra y la Paz de Tolstoi.
Voz. —Yo no escribí eso.
Joven. —Lo sé, señor. Pero usted me preguntó por mi favorito.
Voz. —Bien. Al menos usted es una pequeña honesta. . . Es refrescante. Irritante,
pero refrescante. ¿Y ahora qué es lo que piensa leer para mí?
Joven. —Me gustaría leer de Las tres hermanas.
Voz. — ¿Ah, sí? . . . ¿Cuál hermana?
Joven. —Todas. . . si usted dispone del tiempo. . .
Voz. — ¿Todas? ¡Santo Cielo! ¿Y por qué no lee toda la obra mejor?
Joven. —Oh, gracias, señor. Me la conozco de memoria. Acto primero. . . .
(Mira hacia arriba.) “Un salón en casa de Prozorovs. Es medio día. Un brillante sol
penetra por las ventanas francesas.”
Voz. — ¡Eso no es necesario! Bastará con que recite un trozo, por favor.
Joven. —Sí, señor. Entonces me gustaría presentar el último momento de la obra.
Voz. — Magnífico. Eso no demorará mucho. En cuanto esté lista.
Joven. —Estoy lista desde hace seis meses y sin contar los tres meses. . .
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Voz. — ¡Comience!, por favor.
Joven. —Sí, señor. Gracias, señor. (Se aclara la garganta y se acuerda de algo en
el momento en que va a comenzar.) ¡Ah!, señor. ¿Podría usted entonar el “Tarara
bum. . . ba. Tarara bum. . . ba”?
Voz. —Por supuesto que no. ¿Por qué habría de tararear algo tan estúpido?
Joven. —Usted lo escribió, señor. Cheputykin lo tararea al final de la obra. Me
ayudaría enormemente si usted lo repitiera solo una vez. He esperado seis meses,
señor. Caminé todo el trayecto desde Odessa. . .
Voz. —Está bien, está bien. Ahora, ¿está lista?
Joven. —Sí, señor.
Voz. —Tarara bum. . . ba. . . Tarara bum. . . ba.
Joven. —Y Masha dice, “Oh, escuchen esa música. Ellos se van. Uno ya ha partido
para siempre y nos dejan solas para que recomencemos nuestras vidas por completo.
Tenemos que vivir. . . Tenemos que vivir. . . ”. E Irina dice, “Llegará el día en que todo
el mundo sabrá para lo que sirve todo esto (recita mucho mejor de lo esperado). . . el
sentido de tanto sufrimiento, y ya no habrá misterio; pero mientras tanto tenemos
que vivir. . . tenemos que trabajar, solamente trabajar. Mañana iré sola y comenzaré
a enseñar en la escuela.
Dedicaré toda mi vida a aquellos que lo necesiten. . . Ahora es otoño y pronto se
dejará caer el invierno cubriéndolo todo con nieve, pero yo continuaré trabajando,
trabajando. . . ”. ¿Termino?
Voz. (Muy suave.) —Por favor.
Joven. —Y Olga dice, “La música suena tan alegre, tan valerosa que invita a vivir.
¡Oh, Dios mío! Pasará el tiempo y nos habremos ido para siempre.
Nadie se acordará de nosotras. Se olvidarán de nuestras caras, de nuestras voces
y ni recordarán cuántas éramos. Pero nuestros sufrimientos se convertirán en ale-
gría para quienes vendrán después que nosotras. La paz y la felicidad imperarán
sobre la tierra y ese día deberán pensar con cariño y bendecir a quienes vivimos
ahora. Oh, queridas hermanas. . . pareciera que con un poquito más llegaríamos a
saber para qué vivimos y para qué sufrimos. . . Si tan solo supiéramos, si tan solo
supiéramos. . . ”. (Un momento de absoluto silencio.) Gracias, señor. Eso es todo lo
que deseaba. . . . Me ha hecho usted muy feliz. . . Dios lo bendiga, señor.
(Ella se retira. El escenario queda desierto.)
Voz. (Suavemente.) — ¿Quiere alguien salir a alcanzarla antes de que se vuelva
caminando hasta Odessa?
(Las luces bajan lentamente.)
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20.- ¿Qué pasa con la joven hacia el final de la obra?
A) Luego de recitar vuelve a Odessa.
B) Queda satisfecha por haber leído para el dramaturgo.
C) El dramaturgo se encanta con el talento de la joven y la contrata.
D) Al dramaturgo le gusta cómo lee la joven.
E) La joven se fue decepcionada de su actuación.
21.- Si la joven no hubiese conseguido dar la audición, ¿cuánto tiempo en total habría
esperado para la segunda oportunidad?
A) Casi un año
B) Un trimestre
C) Medio año
D) Casi un año y medio
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Texto 7
La remolienda
Primer cuadro
(Una loma en el campo, al sur de Villarrica. Doña Nicolasa, una mujer de campo
vestida, está inclinada entre sus bultos y canastos preparando cuatro vasos de ulpo.
Doña Nicolasa es una mujer pequeña, morena y dinámica. Viste completamente de
negro. Grita, sin dejar de trabajar. )
NICOLASA: ¡Nicolás, peazo’e mugre! ¿Dónde te juiste a quear, bestia? ¡Guaso
descosío! ¡Graciano! ¡Gilberto! ¡Los hijos que uno se gasta! ¡Nicolás! (Entra Nicolás,
un muchacho de veinte años con sombrero y manta, trae un bulto en la mano) ¡Ah,
menos mal que llegaste! ¿Qué no te mandé a buscar a tus hermanos?
NICOLÁS: Es que se quearon en ese camino duro que hay.
NICOLASA: ¡Pavimentao, ignorante!
NICOLÁS: ¡Má! ¿Y cómo no van a querer mirarlo, si nunca se había visto algo
así, poh?
NICOLASA: Entonces cuando lleguen al pueulo, se van a tener que quearse un
año pa ver toos los adelantos que se han hecho, entonce.
NICOLÁS: (Con cierto recelo) ¿Y no será mejor volvernos pa la casa?
NICOLASA: ¿Qué tenís mieo?
NICOLÁS: ¡No!, ¿por qué voy a tener? Pero, ¡pucha!, si no habíamos salío nunca
del rancho y de un repente se le ocurre salir pa el pueulo. ¿Qué no estábamo bien
como estábamo?
NICOLASA: ¡Veinte años allá arriba, sin moverse, y ahora dan un paso p’abajo y
se austan, los tontos guailones! ¡Claro que no estábamo bien como estábamo! Ustees
necesitas un paire (al público) y yo necesito un marío. Cinco años que enterramos
al finao el Abelino. ¡Bien llorao que está, no se me puee quejar! Le puse un atao’e
flores, en la tumba, con una cinta morá. ¡Y a ver gente se ha dicho! Y güeno es que
de pasá conozcan un poco’e mundo, también, poh. (Entran Gilberto y Graciano.
Los dos son menores que Nicolás y están vestido como este, manta y sombrero,
cada uno trae un atado con ropa) ¿Y? ¿Ya vieron el camino pavimentao?
GILBERTO: ¡Es re duro!
GRACIANO: ¡No pudimos sacarles ni un peazo!
GILBERTO: ¡Se me le llegó a quebrar la cuchilla!
NICOLASA:¡Hay que ver que son bien! Les faltan gramos pal kilo a ustedes tres.
Se me van a tener que andar con cuidao, que no van a poer meterle mano y cuchilla
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a too lo que vean en el pueulo, ¿entendío? Y ei sí que hay cosas bonitas. Si parece
que estoy viendo la calle principar, toa iluminá con su luh eléctrica. Faroles prendíos
que da un gusto.
NICOLÁS: ¡Ya, poh, ahora, córtela con eso’e la luh eléctrica. Si hasta que no
veamo, no creámo!
NICOLASA: La sacan de una energía que tiene el agua.
GRACIANO: Pero si el agua apaga el fuego, ¿cómo va a dar luh?
NICOLASA: ¡Guasos descreídos! ¡Ya van a ver, no más! Ei van a aprender.
NICOLÁS: Si estábamo requetecontra bien como estábamo.
GRACIANO: Claro, y la tierra no puee dejarse sola que sin cariño no rinde.
NICOLASA: ¡Más que cariño te hei dao a ese pelaero! ¿Qué fue tu paire, acaso,
el que lo convirtió en lo qu’es ahora? Un campo plantao y sembrao hasta el último
peazo. ¿No fui yo la que los endilguó por ese lao? (Le entrega un vaso a cada
uno de sus hijos y se sienta en un tronco a comer) Si son dos días, no más, los
que vamo a estar ajuera y no too ha de ser trabajar como bestia la vida entera
y estarse, encerrao, esperando que pasen las lluvias, tampoco. Hay que ver cómo
están las cosas en las tierras bajas, conocer gente, tamién, ver los adelantos del
mundo. ¿Acaso tu paire no bajaba toos los años al pueulo? Pero él ya no está pa
contarnos y güeno es que veamos las cosas mientras se puea que’l tiempo lo tenimos
contao. Y yo tan vieja no estoy pa quearme sola too lo que me quea, y sentá, sin
ver la eléctrica y tanta cosa nuea que hay.
NICOLÁS: Si el taita le metió toas esas historias de la ciudá en la caeza, jue
por que era güeno pa contar cuentos, no más. Cuando golvia’el pueulo losotro
también lo oíamos con la boca abierta, pero ya crecimos, poh ahora ya no creímos en
esas cuestiones. ¿Se acuerdan que contaba que andaban carretas solas, sin gueyes?
(Nicolás y Graciano se ríen a gritos) ¿Y subían y bajaban y las luces que se prendían
y se apagaban! Y las casas amontonás una encima de otra, sin querse.(Ríen) ¿Y las
niñas niñas con las polleras hasta la rodilla!
NICOLASA: A mí no me contó ná eso’e las niñas de pollera corta.
NICOLÁS: Eran cuentos, no más. ¿Cómo va a ser así? Si a poco más nos sale con
que la gente anda volando, también.
GRACIANO: Güeno pa el trago y pa el cuento que era el finao39;e mi taita, no
se iba a quear callao.
GILBERTO: ¿Y cómo sabís si es cierto, oh?
NICOLÁS: ¡Cállate vos! Este se lo tragaba too. Vai a ver cuando lleguemos al
pueulo acaso encontrai algo’e lo que contó.
GRACIANO: (Al público) Yo no lo creo.
NICOLÁS: (Al público) Yo menos.
GILBERTO: (Al público) Yo sí.
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NICOLASA: ¡Callarse toos los lesos! (Mirando hacia delante) Allá se divisa un
caserío que ha de ser el pueulo. (Se adelanta a mirar. Los tres hijos se reúnen con
ella. Pausa)
NICOLÁS: ¿Cuál es que hay luces?
NICOLASA: ¿Qué no veís qu’es de día? A la noche vai a ver.
GILBERTO: ¿Y cómo es que se llama el pueulo?
NICOLÁS: Curanilape, oh. Vámolo caminando, será mejor, que si no se los va a
oscurecer.
GRACIANO: Aguaita, hay dos caminos ei, ¿cuál será el del pueulo?
NICOLÁS: El más ancho, poh.
GILBERTO: Y el pavimentao, ¿pa dónde irá, no?
NICOLASA: Lejos va, pa’l Norte. Hasta la capital es que me decía el Abelino.
NICOLÁS: ¿Cómo sabía él, si no jue nunca?
NICOLASA: En el pueulo le han de haber dicho. Los del pueulo too lo saben.
Si hasta colegio tienen. Asi que portarse como les hei enseñao, pa no pasar por
guasos. Y ya saben, a las niñas mujeres hay que saluarlas con una inclinación,
sacándose el sombrero. ¡Que no se les olvíe! A ver, Salúenme a mí. (Pasa frente a
ellos, inclinando la cabeza. Los tres le hacen reverencias muy tiesas, sacándose el
sombrero. Nicolasa los mira con orgullo) Güeno, nadie poirá decirme que no los
hei educao como a gente civilizá. Y ahora, en nombre sea de Dios. ¡Los juimos p’al
pueulo! (Sale seguida por sus tres hijos).
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Texto 8
1. ELISA
2. CLEANTO
Una joven que se aloja desde hace poco en este barrio, y que parece estar hecha
para inspirar amor a cuantos la ven. La naturaleza, hermana mía, no ha creado
nada más adorable; yo me sentí transportado desde el momento en que la vi. Se
llama Mariana, y vive bajo la guarda de una anciana madre, casi siempre enferma,
y por quien esta amable niña experimenta un afecto inimaginable. La atiende, la
compadece y la consuela con una ternura que os llegaría al alma. Se aplica a las
cosas que hace con el aire más encantador del mundo, y en todas sus acciones se
ven brillar mil gracias: una dulzura llena de atractivos, una bondad alentadora, una
cortesía adorable, una... Ah, hermana, quisiera que la hubieseis visto.
3. ELISA
La veo perfectamente, hermano, a través de las cosas que decís; y para comprender
lo que es, me basta con que vos la améis.
4. CLEANTO
5. ELISA
6. CLEANTO
Ah, hermana mía, es más grande de lo que pudiera creerse. Porque, en fin, ¿puede
haber nada más cruel que esta estrechez rigurosa que sobre nosotros ejercen, que
esta sequía espantosa en la que nos hacen languidecer? ¿Y de qué nos sirve tener
fortuna, si no ha de venir a nuestras manos más que en época en que estemos
ya en buena edad para gozarla, y si hasta para mantenerme ahora es preciso que
me empeñe por todos lados, si estoy reducido como vos a buscar todos los días la
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ayuda de los comerciantes para tener algún medio de llevar trajes decentes? En
fin, he querido hablaros para que me ayudéis a sondear a mi padre acerca de esta
pasión mía; y si lo encuentro contrario a ella, he resuelto irme a otro país, con
esta amable persona, a gozar de la suerte que el Cielo quiera ofrecernos. Con ese
objeto, estoy haciendo buscar por todas partes dinero a préstamo; y si vuestros
asuntos, hermana, son semejantes a los míos, y sucede que nuestro padre se oponga
a nuestros deseos, lo abandonaremos ambos y nos libertaremos de esta tiranía en
que nos tiene desde hace tanto tiempo su avaricia insoportable.
7. ELISA
Es muy cierto que cada día nos da más y mayores motivos para lamentar la muerte
de nuestra madre y que...
8. CLEANTO
ESCENA TERCERA
9. (Harpagón, La Flecha)
10. HARPAGÓN
Jamás he visto nada más malo que este maldito viejo, y me parece, con perdón sea
dicho, que tiene el diablo en el cuerpo.
12. HARPAGÓN
13. LA FLECHA
14. HARPAGÓN
15. LA FLECHA
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16. HARPAGÓN
17. LA FLECHA
18. HARPAGÓN
Vete a esperarlo en la calle, y no te quedes aquí plantado como una estaca, para
observar cuanto pase y aprovecharte de todo. No quiero tener ante mí sin cesar
un espía de mis negocios, un traidor cuyos malditos ojos asedian todos mis actos,
devoran lo que poseo y registran por todas partes para ver si hay algo que robar.
19. LA FLECHA
¿Cómo diantres queréis que se haga para robaros? ¿Sois hombre robable, cuando
encerráis todas las cosas y hacéis de centinela día y noche?
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25.- Sobre el conflicto que se presenta en este texto, es correcto afirmar que tiene
relación con:
A) El amor y la avaricia.
B) El amor imposible.
C) El amor y la familia.
D) El poder y la venganza.
E) El amor y la justicia.
26.- Respecto a lo que dice Cleanto en el párrafo seis: “he resuelto irme a otro país,
con esta amable persona, a gozar de la suerte que el Cielo quiera ofrecernos”, ¿qué
simboliza “el Cielo”?
A) La voluntad divina
B) La muerte
C) El amor
D) El deseo
E) La eternidad
27.- ¿Quién en esta obra cumple con las características del personaje tipo “el joven
enamorado”?
A) Harpagón
B) El criado de Cleanto
C) La Flecha
D) El hijo de La Flecha
E) Cleanto
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28.- A Mariana, es posible caracterizarla como una:
A) anciana, tierna y sabia.
B) joven, malvada y ruin.
C) anciana, pobre y enferma.
D) joven, dulce y bondadosa.
E) joven, humilde y enferma.
29.- ¿A qué problemática social se hace referencia por medio de la expresión “no están
muy bien de fortuna”, utilizada en el párrafo cuatro?
A) La pobreza
B) El hambre
C) La injusticia
D) El racismo
E) La discriminación
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