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Tú también puedes manifestarte

Daniela Arceo

Uno va caminando por la calle y se encuentra con la basura abandonada a la orilla


de la banqueta por algún valiente justiciero que ha decidido mostrarnos la
situación real de nuestro país. Si se es despistado puede que la manifestación
pase desapercibida. Pero detrás de lo que se nos ha hecho ver como un acto
vandálico o de irresponsabilidad social hay un movimiento consciente que nos
invita a la reflexión sobre el papel de nuestros gobernantes, nuestra propia
obligación ante la sociedad en que vivimos y las responsabilidades de los demás
que a veces se nos olvidan por atender a las propias, ya que todos sabemos que
ellos cumplen con sus deberes de ciudadano igual que yo.

Sin embargo, en algunas ocasiones –muy escasas y raras, por cierto– esa
envoltura de papitas o el ticket arrugado saltan a la vista recordándonos que la
vida no es para todos tan fácil, cómoda y placentera como pareciera desde la
ventanilla de la ruta. Hay gente que sufre en el aire acondicionado de los
vehículos-prisión que se ven en la necesidad de utilizar al no contar con
suficientes recursos para acceder al transporte público. Alguna vez vi a un pobre
hombre arrojar por la ventana de su coche un envoltorio de papel aluminio de un
chocolate que todavía degustaba. Después dio un tirón al botón que eleva el
cristal automáticamente fingiendo no haber visto nada. Engulló el resto de la
tableta y se chupó los dedos. Supe que quizá esa noche no tendría un platillo
saludable para alimentarse. Era su protesta.

Así puede analizarse el tipo de basura que la gente que está dispuesta a
hacer algo por mejorar nuestra situación está generando. Es una lástima que el
ayuntamiento se dé a la cobarde tarea de deshacerse de la evidencia de manera
casi inmediata. El otro día he querido salir a fotografiar un pañal abandonado a las
afueras de unas oficinas por alguna madre activista. Sin embargo, cuando regresé
con la cámara fotográfica al lugar de los hechos ya se lo habían llevado. Fueron
unos policías que lo vieron al patrullar el área e inmediatamente procedieron a
limpiar la zona, como es su costumbre.

Otro caso es el de los jóvenes altruistas que conocen los asuntos de


alcoholismo que entre los estudiosos son tan comunes. Un grupo de alumnos
destacados desde el nivel medio-superior hasta posgrado, incluso con la ayuda de
algunos profesionistas, han llevado a cabo una campaña ininterrumpida desde
hace ya varios años en la ciudad. Se dan a la tarea de recolectar latas de cerveza
de diversas marcas para colocarlas a manera de instalación artística en las
bancas y áreas verdes de los jardines las noches de los viernes, sábados e
incluso, cuando les es posible, los domingos. Esto ha resultado en la unión vecinal
que celebra el esfuerzo con anuncios alentadores e incluso en campañas de
concientización muy bien planeadas por las autoridades en el intento de detener el
abuso de esta sustancia en los menores de edad y la designación de un conductor
sobrio. Tal es el caso de la entrañable campaña de concientización con la que la
mayoría de los ciudadanos se sintieron identificados y que por su alto valor e
ingenio lingüístico enorgullece a la población y más en específico a sus eminentes
creadores: si tomas, dalas.

Los protectores de animales, por su lado, han hecho un gran aporte social
al colocar estratégicamente muestras de heces procedentes en su mayoría de
ejemplares caninos, en protesta ante la injusta domesticación que se hace de los
animales. Sostienen que si de por sí es difícil adaptar a los humanos a la vida
citadina, para los perros y gatos es inclusive inhumano. Este mismo colectivo es el
que expone cachorros en cajas de cartón ya sean perros o gatos como incentivo a
la práctica de la esterilización en los animales. En realidad ellos mismos recogen
por la noche a los huérfanos que no tuvieron suerte y los liberan en su hábitat
natural. Por lo que lo mejor que puede hacerse en estos casos es no recoger
ningún cachorro en la calle.

Es evidente que la sociedad mexicana está dispuesta a generar ese mítico


cambio con cuyo ideal ya se nace. Sin embargo, es difícil enfrentarse a las
campañas gubernamentales y de los monopolios que utilizan sus medios de
comunicación para ocultar los verdaderos motivos por los que la gente se está
manifestando. La voz de esta valiosa multitud es silenciada por un lado por la
publicidad que enmascara estos actos heroicos bajo el calificativo de
“problemática social” y por el otro por la falta de comunicación entre los distintos
grupos activistas que tienen un ideal en común: hacerlo despertar.

Es difícil conocer toda esta información si uno no se toma la molestia de


analizar las muestras de basura que se extienden por la ciudad. Por suerte una
asociación civil, a la que yo pertenezco, está contribuyendo además de sus
labores habituales de dejar la llave abierta en los baños públicos, a la difusión de
este tipo de actividades altruistas.

Si usted, lector, también quiere manifestarse, un primer paso para unirse al


esfuerzo de toda esta gente es dejar de lado el tinte peyorativo y no pensar más
del modo en que nos han querido hacer creer. No llamarle más “basura”, no
llamarle contaminación. Digámosle problemas de alcoholismo; maltrato animal;
descontento social. Activismo. O arte.

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