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Las formas de vivir y experimentar la sexualidad humana son amplias y diversas. Para tener
prácticas sexuales seguras y placenteras es esencial acceder a información confiable que
nos permita tomar decisiones informadas. Así mismo, toda práctica sexual debe estar
basada en el consentimiento de las personas involucradas.
En este artículo hablaremos sobre las relaciones sexuales anales, un poco de su historia,
algunas recomendaciones para su práctica y los riesgos que conlleva.
En los anales de la historia, se han encontrado evidencia de que el sexo anal es una
práctica antigua. En América Latina se han encontrado esculturas de pequeñas figuras
humanas que mantienen relaciones sexuales vaginales, anales y orales. Estas figuras
pertenecían a sociedades prehispánicas que habitaban el continente americano antes de la
conquista y colonización de los españoles (1).
En lo que respecta a Europa, hay registro de prácticas sexuales anales en la Antigua Roma.
Si bien, los historiadores exponen que los romanos eran abiertos a diversas prácticas
sexuales, había restricciones para esta práctica según el estatus que tenía una persona en la
sociedad: recibir penetración anal por parte de otro hombre era visto como algo "femenino"
y, por ende, era rechazado (2).
En la Edad Media debido a la influencia de la iglesia católica esta práctica era condenada,
pues se consideraba que el sexo debía ser entre hombres y mujeres, y solo con fines
reproductivos. Sin embargo, se especula que los clérigos, que se suponían célibes, tenían
relaciones sexuales anales.
El ano: el orificio al final del tubo digestivo, por donde se evacua el material de
defecación. Está compuesto por capas de piel -con terminaciones nerviosas que la
hacen especialmente sensible- y por el intestino (3).
El recto: La última parte del tubo digestivo, recubierto internamente por mucosa y
ubicado antes del ano. Es una zona menos sensible (3).
El esfínter anal: un anillo muscular que mantiene cerrado el ano y es controlado
por el sistema nervioso autónomo, pero en parte también es posible contraerlo y
relajarlo a voluntad (3).
Luego de conocer las partes del cuerpo que se involucran directamente es preciso
mencionar algunas pautas para procurar una práctica sexual segura y placentera.
En las relaciones sexuales anales son mayores los riesgos de transmisión de VIH, en
comparación con las relaciones sexuales vaginales u orales (4).
Las zonas anal y rectal son particularmente propensas a tener fisuras y heridas, a través de
las cuales las enfermedades de transmisión sexual (ITS) se propagan más fácilmente. Es por
esto que el sexo anal supone un riesgo mayor al de cualquier otra actividad sexual. Por esto,
es importante usar condones en todo momento, desde el inicio hasta el final de la
penetración anal (4).