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Byung-Chul Han; El violento poder de lo global y el terrorismo; editorial Herder; 13 pp.

El presente texto es parte de la obra titulada “La expulsión de lo distinto” de su autor


Byung-Chul Han, filósofo surkoreano nacido en 1959, habiendo hechos estudios de filosofía
en Alemania, trabaja de profesor en universidades de este país. Ha publicado más de veinte
títulos de libros, entre los que destacan: La sociedad del cansancio, la sociedad de la
transparencia, la agonía de Eros, en el enjambre, entre otros.

El texto, materia de la presente reseña: “el violento poder de lo global y el terrorismo”,


describe la naturaleza violenta de la globalización de nuestro tiempo que a su vez genera, su
contrafuerte: el terrorismo, que resulta pernicioso para la población. Como salida a esa
situación, Han va en apoyo del filósofo Manuel Kanty, quien propusiera la paz perpetua, para
proponer una sociedad hospitalaria resultado de la razón universal.

La globalización para abrirse camino destruye las identidades, lo singular, lo peculiar de


los pueblos; surgió a través del uso de la violencia, se mantiene de la misma forma. Resultado
de ello es la configuración de una sociedad igualatoria, es decir, todo lo reduce a lo igual a lo
homogéneo. Al punto que las cosas pierden su sentido de ser.

Esta condición de violenta del poder de lo global, genera una contrafuerza, el terrorismo.
Ejemplo de ello son las cárceles (Guantánamo) para disciplinar y reprimir, lo que a su vez
genera delincuentes psicópatas.

Dice Han “El violento poder de lo global barre todas las singularidades que no se someten
al intercambio general. El terrorismo es el terror del singular enfrentándose al terror de lo
global. La muerte, que no se somete a ningún intercambio, es lo singular por antonomasia. Es
decir, el terrorismo tiene una doble dimensión, tanto de lo singular como de lo global, que
culmina con la muerte. El grupo musulmán Al Qaeda, que “supuestamente derrumbó las
torres gemealas en EE UU en el 2001” sería un típico ejemplo de lo que señala Han.

Hoy en día están de retorno los nacionalismos promovidos por la derecha, son reacciones a
lo dominio de lo global, resultan xenóbos, críticos del capitalismo. Lo mismo que los grupos
islámicos del terror que reaccionaron a la violencia de lo global.

La sociedad neoliberal para mantenerse genera el panóptico y el apóptico, es decir, una


sociedad del control y de la seguridad, lo que significa el disciplinamiento y la exclusión de
las personas enemigas del sistema.
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Han cita a Alexander Rustow, para sostener que, la sociedad al pelar solo a ley mercantil
neoliberal crea una sociedad deshumanizada, una sociedad sin sentido que siempre traerá
rebeldías o lo que llama convulsiones sociales, nacionalismo, terrorismos, etc. Para evitar
tales consecuencias el neoliberalismo debe completarse con una “política vital” que busque la
solidaridad y el civismo.

Si el neoliberalismo no se completa con esa “política vital”, surgirán masas inseguras que
actúan movidas por el miedo y la desesperación lo que se trueca en odio y terror. Así de esa
forma irán surgiendo movimientos terroristas. Ese es el modus operandi del neoliberalismo.

Han, constantemente reitera el carácter homogéneo que es el neoliberalismo o el


capitalismo, que le posibilita el intercambia entre iguales, en la peculiaridad violenta de lo
global. De la misma forma vuelve a insistir en la pérdida de las defensas inmunitarias de lo
singular por factores de circulación del capital. Acentúa la presencia de inmigrantes y
refugiados, que tenemos una percepción equívoca como distintos y extraños que genera
miedos en la imaginación, pero que en realidad son sólo una carga que trae resentimiento e
envidia.

La violencia del poder global se propaga como células cancerígenas en todos los tipos:
violencia viral, violencia virtual, violencia de las redes, etc. En su contraparte, las
inmunidades frente a estas violencias ocluyen la circulación de la información y
comunicación: “el me gusta” no es una reacción inmunológica, sino pos inmunológica.

El neoliberalismo, carece de ilustración, que le empuja a generar el terrorismo y el


nacionalismo. En ese sentido es necesario buscar un orden universal, una razón general, que
también vislumbre lo singular y que permita el diálogo, sostiene Han. La paz perpetua de
Kant es el estado de reconciliación basada en la razón universal

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