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14 Las manos achilo se acercé a nosotros. Pero se quedé a un costa- do, concentrado en su bastén. A lo mejor sentia que habia ido demasiado lejos. Quién sabe por qué eso me dio valor a mi. —Yel padre de ustedes, ahora... ;dénde esta? Cachilo, violentamente, giré la cabeza hacia mi. In- creible: la mirada de Isaela lo detuvo. =No sabemos —dijo ella—. Se tuvo que ir de golpe, sin despedirse. Nosotros lo buscamos hasta Villagrande, pero nadie sabe nada. Yo los miraba asombrado. El rostro calmo y estatico de Isaela. La expresion hosca y disgustada de él. —No se fue un carajo —dijo Cachilo—. Los peones dicen que lo Ilevaron al sétano del ingenio... Y vaya a sa- ber con qué majias. —Callate —dijo ella. Increible otra vez: Cachilo vacilé yse callé la boca. Pero le costaba. Alz6 su baston y lo lan- 76 sobre la tierra. Los tres nos quedamos mirando cémo el palo vibraba en el aire. ~Yo recién hablé del Familiar —dije con cuidado. Isaela me mir6. Me sent{ tan incémodo como su her- mano, Un rato antes yo habia pensado que, alll el duefio de la situacién era Cachilo. Y el brazo que él habfa puesto sobre los hombros de ella, no solo me parecié protector. También cref ver una advertencia. “Ojo con mi herman’, — Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 48 Emilio Saad [ pensé que me decfa. Ahora todos los ojos eran de ell Unos ojos entre tiernos y desdefiosos, que parecian Mita nos a los dos como a dos criaturas. i —Esas son cosas que inventan los paisanos — dijg_ ¢Quién va a creer en eso? Un “Familiar que se come a |; gente”... Ami pap lo echaron porque se quejaba de Como andaban las cosas en el ingenio. Cachilo arrancé su bastén de la tierra. —El tata se hubiera despedido de nosotros, —¢Pero si te amenazan? —pregunté ella— dan tiempo ni para despedirte? Cachilo no respondié. Observaba la punta de sy bas. ton. Se aparté unos pasos y buscé una piedra para afilar mejor la punta. Yo me acerqué a Isaela: —A lo mejor puedo averiguar qué pas6 con el Padre de ustedes. Cachilo, afilando el bast6n, dijo sin mirarme: —zY quién te lo va a contar? jEl patron? —Le puedo preguntar al tio de mi papa, que es el con- tador del ingenio. El dejo caer la piedra y se acercé a nosotros: — Ese viejo de miércoles? Es otro negrero. —Callate —dijo Isaela. Y sus ojos brillaron, Hamedos, emocionados. ¢Se dan cuenta de que no sé contar? Y miren que leia Julio Verne y a Emilio Salgari. Hace poco dije que no ibaa hablar més de ojos y de miradas. Pero la vida también se compone de esas cosas. Cachilo se senté junto a su herma- na y volvié a tomarla del hombro. Me clavé la mirada de tal forma que yo di un paso atras. —Ojo con mi hermanita, portefio — dijo. —Lutis quiere ayudar —dijo ella. Mi nombre en su bo ca me endulzé la vida. - Sino te ean caren impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner —— —Esté bien —dijo Cachilo y desde abajo me tendié la mano—- Te agradezco, pibe, pero no va a servir de mu- ElFamiliar 49 oh. se ret, “Pibe”. Tomé su mano y le di un apretén, Anda a saber, “chango” —le dije. Y aprovechando el apretén, lo levanté del suelo. —Tenés fuerza, desgraciado. ~Y a mi tu cabezazo todavia me duele. —Soy tucumano — dijo él. Y se rieron los dos. Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 15 La tia Clotilde ~ C 6mo hacian para escribir esos grandes de la no. d vela? Me refiero a Mark Twain y Charles Dic- kens. Contaban una historia Ilena de sucesos y todo es- taba en su lugar y todo era clarito. Hasta un sonso como yo lo entendia. A lo mejor el secreto es la sintesis. Que todo aparezca rapido. Por ejemplo, el primer capitulo de las Aventuras de Huck. Dos 0 tres pantallazos para com- prender que la vida de ese pibe, con semejantes soltero- nas, era insostenible. La vida no puede ser esos discuti- bles y rigurosos codigos de educacién. La vida es lo que esta debajo de eso o detras. En las ansias de Huck y en su desconfianza. De manera que hay que pasar volando por esa superficie insfpida y meterse de Ileno en los senti- mientos mas vivos y menos recomendables. En el caso de Huck, esos sentimientos iban a Ievarlo ala fuga; a aven- turarse en un terreno desconocido y a contribuir a la li- beracién de un negro. Asi que hagamos sfntesis para llegar a la aventura. Cuando volvi a la casa del tio Joaquin escuché una con- versaci6n entre la tia Clotilde y mi madre. Seguin la tia, Joaquin estaba preocupado por la desaparicién de algu- nos peones. Por eso defendia con tanto ahinco los benefi- cios del ingenio. Le costaba admitir que el patrén tuviera algo que ver con eso. Nome engafio. La voz de la tia tem- blaba por momentos y su decir era vacilante. Sin’ embargo, ean caren impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 51 jaba claro que por esas preocupaciones el tio Joaquin habia llamado a papa. —Entonces se lo diré —coment6 mi madre, La tia dudaba. A ella, la charla del dia anterior la habia sorprendido, =Ya lo oiste quejarse del descontento de los peo- nes... Mama acoté (y yo recordé lo mismo) que el tio atribufa ese descontento a los “revoltosos”. La tia Clotilde asintié ysu voz se hizo mas pesarosa: —Joaquin dice que los peones que desaparecen son justamente los “revoltosos”. Mama y yo no entendiamos bien el accionar del tio Joaquin. Y, en todo caso, {por qué no confiaba plenamente en mi padre? —Algo pasé en estos dias —dijo la tfa Clotilde—. An- tes de que ustedes vinieran... ”(Qué?”, quisimos saber mami y yo. La tiano lo sabia. Pero, al menos, los dos supimos lo que queria ella. Habla con tu marido, querida. Deciselo. Yo no me atrevo a pasar sobre Joaquin. Me conmovi6 su tono atribulado y comprend{ mejor su intervencion de la noche anterior. También yo me senti atribulado al pensar en mis nuevos amigos y en la desa- paricién de su padre. Una voz a mis espaldas me hizo enderezar de golpe: — {Qué estés haciendo aqui? Yo estaba fuera de la casa, a un costado de la ventana dela sala, escuchando. —Nada, papé... Recién llegué. Voy a devolverle la bi- cicleta a Bulacio. — Esta bien — dijo ¢l—. Después bafiate y cambiate de topa. Don Juan nos espera dentro de una hora en su casa. Quiere conocernos. Los tfos van a venir con nosotros. ee aes Ceameatan cordon impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner x 52. Emilio Saad Asentiimpresionado, jDon Juan! Mi padre me Mirab, atentamente. — {Qué te pas6 en la cara? —pregunts. Yo tardé en comprender. —Ah, un rasp6n. Me cai de la bicicleta. Yescapé antes de que siguiera preguntandome Por mi paseo. No queria mentir. En realidad, sentia que la verdad y las dudas me hundian el pecho como otro cabezazo, Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 16 La casa de don Juan oy aser ingenuo. Tal vez obvio. La casa de don Juan Ve. parecié un mausoleo. Pero enorme y lujoso: es- tamos hablando de alguien muy rico que elige ser ente- rrado con toda la pompa. Por lo tanto, esos muebles casi negros brillaban de lustre como los atatides de un velorio de categoria. Y las luces mortecinas parecian completar el cortejo. Pero don Juan no era como un muerto en vida, sino lo contrario: un vivo préximo a morir. Se adivinaba la cala- vera en su rostro magro. Y sus largas mangs, cuyos movi- mientos acompafiaban permanentemente sus palabras, podian exhibir, dedo por dedo, las falanges, falanginas y falangetas que ilustraban los libros de anatomia. Fue, de todos modos, cordial con mamd y mi tia, y sobrio con los sefiores. Nos ofrecié una fuente de masas | yuna taza de té a cada uno, La conversacion (si asi Puede Ilamarse) la llevé absolutamente él. Pregunt6 qué nos habia parecido Tucuman. Y luego el ingenio y los ca- aes, No eran las respuestas lo que le interesaba. Se imitaba a asentir cuando mis padres hablaban. Y luego Ae otra pregunta, que podia tener que ver con Buenos hee nuestro viaje en tren. Si debo ser sincero, cree: que aie, Pe igualmente cohibidos. Y en esto incluyo os. Yo, afortunadamente, fui ignorado durante casi la charla; hasta que senti que sus ojos, agudos como Geomeeinanicorsicarwe impulsado por lamScanner impulsado por (3 CamScanner ES 54 Emilio Saad * puntas de taladro, apuntaban sorpresivamente hacia mj, — Cuantos afios tenés? —me pregunté. Se lo dije y una sonrisa amarillenta le borroneé la boca—. Tres afios mis que mi hija —murmuré y agreg6, mirandome—: Dentrode diez aftos tendras veinticinco y ella veintidés. —Se dirigis al tio Joaquin—. A esa edad ya podrian casarse, gno? La sorpresa nos dlejé mudos a todos. La anica, claro, capaz de reaccionar, fue mi madre. — Casarse? —pregunto. Don Juan se pes . pie. Era tan alto como on —Sefiores —dijo—. Don Joaquin Pujol conoce mis gocios. Tanto como mi vida y mi muerte. a 5 = td débilmente el tio Joaquin. Don Ju have unos dias, hombre. No lego ® —Te lo he dicho hace unos fin de aiio. Los estudios son suficientemente roe aa no quiero frases de consuelo ni mentiras ne oy C dre mientras dejaba su taza de té sobre la mesa~- hombre pice doctor. Por suerte tengo una ms guien que pueda recibir todo esto que alguna mi abuelo. Mis padres se ss aio ietos. Don Juan se volvié hacia et 0. oe a —Don Joaquin, ahora que estamos ante su se —incliné la cabeza hacia mi padre, irénicamente—. ©" cir, este brillante abogado del cual usted me hablo. ae menzé a caminar lentamente por Ia sala. Tuve la impre sién de que gozaba con nuestra expectativa—. Bueno, ahora Ileg6 el momento de completar lo que Je dije hace una semana —movi6 sus huesudas manos—. Tengo una jheredera, pero es apenas una nifia. Alguien tendra que representarla al frente del ingenio y de mi fortuna. —Disculpe, don Juan, pero su hija tiene familia por la parte materna. tan impresionados como ifr Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 55 —Pardsitos. Su propia madre se Ca dinero. No quiero dejar a mi hija en manos de ninguno de ellos. Ni siquiera me gusta que pase alla sus vacaciones, Volvié hasta la mesa. Alz6 su taza de té y bebio un sorbo. ~Alcira precisa un tutor, Alguien que sepa manejar todo esto, y en quien yo pueda confiar Para decirle lo que hay que hacer para que el ingenio ylas Plantaciones sigan asi —mir6 al tio—. Ha hecho bien en traer a su sobrino abogado. El sabra asesorarlo cuando yo le Proponga... — bajé los ojos hacia la taza que sostenia en su mano—. Vea, don Joaquin, quiero que usted sea el tutor de mi hija y administre su herencia, mas alld de lo que reclame la familia de mi mujer. El tio Joaquin, que estaba sentado, parecié comprimir- se en el sofa. — Tutor? 2Yo? —Nadie mas capacitado que usted —dijo don Juan, y se volvié hacia mi padre—. ;Qué le parece, joven doctor? Mi padre se aclaré la Sarganta. Tras eso, fue otra vez el tipo tranquilo y firme que yo conocfa. —Bueno, técnicamente eso es posible hasta que la chi- ‘a Sea mayor de edad. —No creo que ni aun entonces Alcira esté en condi- siones de conducir este ingenio. Ni saber... lo que tiene que hacer, —2Y entonces? — pre, ité mi padre. ~Yentonces se coon Dom Joaquin cuidard que sea el matrimonio mas adecuado. Y el marido de mi hija Vvaaser el depositario de lo que hay que hacer en este ingenio. . irreprimible, tal vez indignada, dijo: — Usted recién se refirié a mi hijo. P ~Simplemente se trataba de un ejemplo para dor sO Conmigo por mi Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner a ™ 56 Emilio Soad Joaquin. El marido de Alcira debe ser alguien de absolut, i a él. s con exputiias de taladro se clavaron en mi padre. —Hay mucho en juego en esto, doctor. Y no solo dine. ro —volvié a sonreft, Ilevandose la taza ala boca~.y ese joven matrimonio debe tener descendencia. J Dejé la taza en la mesa y se qued6 de espaldas a Noso. tros, en silencio, Después se dio vuelta y nos enfrenté, Espero sus palabras, caballeros. El tio Joaquin se movi6 en el sofa, incémodo. Buscé log ojos de mi padre. ” — Qué opinas, Alberto? —Depende de vos. Si decidis ser el tutor, puedo ayy. darte profesionalmente. El tio lanzé una angustiosa mirada a don Juan. — Me permite pensarlo? —No. Quiero una respuesta ya. No olvide que esta junto a su propio abogado, Por primera vez oi la voz de la tia Clotilde. —Joaquin, se trata de una nifia... El tio Joaquin miré de reojo a mi padre. Luego bajé la cabeza. — Esté bien. Si esto es legal, lo acepto. __ ~Latutoria es legal —dijo don Juan. Otra vez su som si amarillenta—. Y es lo primero que resolveremos. Mas adelante usted recibiré mis instrucciones. : = Eh... Yo conozco bastante el funcionamiento del it- ~ Claro. Por eso pensé en usted —dijo don Juan. 4 combinacién di i ; es © su sonrisa y sus esqueléticas manos que me espantaba—. Pero hay otras instrucciones mas. Mi padre se puso de pi ‘ uin ¥ palmes en el ho aoe € pie. Se acereé al tio Joaq ean caren impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 57 —Me tendrds a tu lado en todo, tio. Entonces soné la voz de mamé, airada y nerviosa. —;¥ el casamiento? La odiosa sonrisa amarilla se volvi6 hacia ella. —Seiiora, yo solo puse un ejemplo, Mama también se puso de pie. No era facil de con- yencer. Tal vez, simplemente, porque habia sido mencio- nado yo. —Su hija tiene derecho a casarse con quien ella quiera Aquellos ojos la taladraron hasta hacerla palidecer. =Mihija tendra miltiples derechos. Va a ser la duefia del ingenio mas grande de la provincia. Y yo quiero que don Joaquin la asesore para que lo siga siendo; y para que ella siga teniendo esos derechos. Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 17 Inquietud y busqueda sa noche tardé en dormirme. Tenia demasiadas co- sas en la cabeza. Mi viaje en bicicleta, mi encuentro con los hermanos, la charla de mama y tia Clotilde, la visita a la casa de don Juan. Quise pasar velozmente so- bre este recuerdo, Esa casa me daba horror. Y su duefio, sabiendo que estaba préximo a morir, me parecia senci- Ilamente un espectro. Pero debo ser sincero. No tengo que escatimar recuerdos. Sabitamente afloré una idea. Yo, de veinticinco afios, casado con una rica heredera. Cref ver un Rolls-Royce estacionado ante el Hotel Alvear de Buenos Aires. De él bajaba una mujer hermosa, posi- blemente parecida a Jean Harlow: tal vez con su mismo pelo platinado. Yo la esperaba vestido de esmoquin, en las puertas del hotel. Ridfculo, absurdo. Apreté los ojos. En la oscuridad centellante lo que surgié fue el rostro de Isaela. Su intensa mirada, su picara sonrisa. Abri los ojos y miré alrededor, La confortable habitacién en penum- bras, la tranquilidad de las coquetas cortinas. ;Yo seria capaz de casarme con una chica morochita y provincia- na? Imaginé las opiniones de mis compafieros de escue- la. No quise pensar en las palabras de mama. Me indigné con todos. Me indigné contra mi mismo. A mi alrededor habia misterio. A lo mejor habia horror. Me aferré a eso como a una piedra. Es increfble. Hasta pude sentir c6mo me tranquilizaba. Deberia haber sentido miedo en vez de Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 59 jaxitud. Intenté pensar algo pero ya era imposible. Me doar siguiente, mientras desayun4bamos, pa- me dijo que tampoco ese dia saldriamos de excursién. m nia Que atender unos asuntos con el tio Joaquin. Lo en- e if perfectamente. Tampoco se me escap6 su aire preo- cupado. Yo dije, pese a los ojos de mami, que volveria a ren bicicleta. Ya lanoche anterior habia mentido vaga- sobre mi paseo de la tarde. Mi padre me pidié que 1 confianza en mi me hacia sentir cul- tuviera cuidado. Si le conté que habfa hecho ami- pable. Casi sin pensarlo, Mi padre me pregunté quiénes eran. Le dije que se trataba de dos hermanos que vivian en la villa. Rapida- mente agregué que el padre de ambos trabajaba en el in- genio. Mama empezéa decir algo. Mi padre la detuvo. Me +¢ dijo que le parecia bien que yo tuviera amigos; pero tam- bien seria bueno que los trajera hasta la casa del tio Joa- juin. ‘ —Siempre que el tio lo permita — murmuré yo. Ignoro con cuanta malicia hablé. Papa se qued6 mirandome. Lue- go me palmeé el hombro. —A las doce y media quiero que estés aqui para al- morzar —dijo y se puso de pie. —Alberto... —dijo mamé, desolada. Mi padre se incliné y la besé en la mejilla. Tenia que ver al tio en su escritorio. Dijo que nunca habia pensado trabajar en vacaciones, —Y en definitiva, la que se queda sola soy yO —dijo mama. Unrato después yo pedaleaba por el camino de tierra, frente a las casas de los peones. El grupo de muchachos del dia anterior seguia en la puerta del almacén. O tal vez fueran otros. No me importo. Pasé ante sus miradas, sin Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner — 60 Emilio Saad incidentes. Mi amistad con Cachilo ya debja ser conocida. Y desde el dia anterior yo sabia que eso era un respaldo. Me detuve ante una casa de material con techo de chapas y golpeé las manos, Salié una anciana de andar muy lento. Con ambas manos sostenfa una especie de fuente en la que se zarandeaba una melaza. Me cohibio su rostro leno de arrugas y su baton descolorido. Apenas alcancé a saludar- la. Cachilo se asomé6 detras de ella. - —Estoy ayudando a mi abuela con el horno —dijo~- Anda ala arboleda y esperame. Lohice: el oie de alfalfa, el camino angosto y luego el frescor entre los Arboles. Otra vez, al fondo, ede algo se movia. —jlsaela! — grité y dejé caer la bicicleta sobre el ee Crucé de un salto el pequeiio arroyo y me interné entre Ge arboles de atrés. Sin embargopnada. Apenas el pia dep jaros sobre mi cabeza, Me detuve sonriente, mirando alre- dedor. La morochita jugaba a las escondidas. Avancé tam” bién yo, agazapado, de drbol en Arbol, atento al menor movimiento. Pero nada se movic ante mi. “Desgraciada’ - Pensé. Y me divertia. De modo que también yo me ocul detras de un arbol; y me quedé alli, quieto, conteniendo la Tespiracién. Entonces, cuando con mucho cuidado me asomé a mirar, senti que alguien me tomaba del brazo. Grité el nombre de Isaela antes de darme vuelta. Y cuando lo hice, me quedé helado. Ante m{ haba un hombre de barba negra, pelo hirsuto y ojos alucinados. — Qué hacés aqui? —bram6. ean caren impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 18 El viejo Bagazo P ese al espanto, pude reaccionar. mi brazo y lo empujé. En seguii asustarme mucho. Fue como sacai Arranqué su mano de ida supe que no debia 1 rse de encima una rama seca. El tipo cayé sobre el Pasto soltando un insulto, ~Malo, chango, malo —dijo, mientras se frotaba una rodilla. Ahora el asustado Parecia é1. —gUsted es el viejo Bagazo? —pregunté. Veia sus ro- pas mugrientas y sentia un hedor a vino y suciedad que era més fuerte que los olores de la arboleda. —No se dicen esas cosas, chango. cir eso, chango... ¢Quién es Bagazo’ Vacilaba a punto de Ilorar, con una voz. constipada. Me dio risa. El, estuviera borracho o no, se dio cuenta. —Uno se ci y todos se le rien... —se incorporé des- Pacio y se senté en el pasto—. ;Y qué me importa que me digan Bagazo! Yo sé cosas que naides sabe... Yola conozco a la Viuda y lo segui al Palé-pala. —2Qué? — (Ha visto, chango, cémo usted no sabe? —lanzé una risa cascajienta—. Menos al Familiar, yo lo vide todo. Me quedé mirandolo, impresionado. —Tampoco lo vide a Zupay porque él es un gran se- for... Es el sefior de todo, chango... Y no va a dejar que uno lo vea asi nomads... Pero yo sé ande esta y no se lo via decir a naides. ... Bagazo... Por qué de- ? Palabra fea, chango... Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 62 Emilio Saad Subitamente se oyé una especie de silbido y el bastén afilado de Cachilo se clavé en Ja tierra, cerca del viejo. —No ande asustando a la gente, Bagazo. Me di vuelta. Cachilo, riéndose, se acercaba a noso- tros. Llevaba su boina ajustada a un lado de la cabeza, —jChango asesino! —gritd el viejo—. Un pocomasy | me matas. —Cayéa mas de un metro —dijo Cachilo y arrancé el baston del suelo. Luego se agaché y dejé un paquete al lado del viejo—. Dese el gusto. Son empanadas calientes. Velozmente el viejo abrié el paquete. Empezéacomer | y yome aparté. No era un espectdculo agradable. —Seguro que te anduvo contando bolazos —dijo Ca- chilo. Bagazo, con la boca llena, murmuré algo ininteligible. Cachilo le ordené que tragara antes de hablar. Después de un momento, la voz del viejo volvié a sonar mas clara. —Digo que soy leal con los amigos. —2Y de dhi? — pregunté Cachilo. —Que no le dije nada de tu tata. Cachilo se volvié, sosteniendo su bastén como una lanza. —Usted se calla, viejo. —TA bien, chango. Yo te rispeto — dijo Bagazo. De un vistazo adverti la malicia en sus ojos—. No le vid decir a cualquiera que a tu tata se lo llevé el Familiar. Vi la expresién de Cachilo y lo detuve de un brazo. —Para, che. El se solt6 de mi con rabia y empezé a caminar hacia el claro. Recién cuando estuvimos ante el arroyo, volvi @ hablar. —Me enteré de algunas cosas. Y le conté la conversacién de mi madre y tia Clotilde- a ean caren impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner ll —Eso ya lo sé. A los peones que molestan los echan o... | e —4O qué? —No sé —dijo Cachilo y salté el pequefio arroyo. — Don Juan se va a morir — dije. Ee dio vuelta y me mir6. Yo segui—. Antes de fin de afio, parece. Esta muy enfermo. Cachilo volvi6 a clavar el bast6n en el suelo. —Que reviente. —Y quiere que el tio de mi padre sea el tutor de su hija do. Antes de que yo pudiera agregar algo, of la voz del viejo Bagazo a mis espaldas: —Precisa alguien que le cuide al Familiar... Si un pa- trén no lo alimenta o si no tiene hijos, el Familiar se va. Me di vuelta. El viejo estaba apoyado en un arbol, con una empanada en Ia mano. ~Y si se va, se le cae el ingenio. Cachilo le dio la espalda: —No diga bolazos, viejo. Bagazo me sefialé a mi con la empanada. —Decile que no sea sonso. Decile que el tata alo mejor estd vivo. —Ya me cansé de oitlo, viejo —dijo Cachilo sin darse | vuelta. | El otro lo ignoré. Segufa sefialandome a mi. —Decile que hable con la Viuda. Ella sabe... Y ella le puede decir cémo entrar al ingenio sin que lo vean. — {Qué viuda? —pregunté yo. —La Viuda —dijo el viejo y apreté la empanada con- tra su pecho—. Te vas a un cruce de caminos a la noche, 5 bajo la luna, y ahi estala Viuda.., } — Asi de sencillo? Cachilo ladeé la cabeza y se quedé mirandome, cefiu- Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner od timilio Saad Bueno, 90 inte, Primero hay qu camente se endereza y ernitid tina serie prensibles, —gliso hay que ae — pregunt Cachilo, qui bia vuelto, sorprendido, Luego me hizo una sena a mi miraba sin comprender—. Es una frase en quechua —Vos repetis eso y aparece la Viuda dijo a sonriendo con delectaci6n—, Embozada y vestid; gro... Entonces le preguntas y ella sabe. —Queé va a saber —dijo Cachilo. Volvig baston y se metié en la arboleda, —jTenés miedo, chango? —grité el viejo. Cachilo se dio vuelta, furioso, con el bastén en alto. —Vuelva a su cueva o le tiro esto. El viejo se comprimis, asustado, —Ta bien, ta bien —dijo. Se metié la empanada en la boca y giré hacia los arboles del fondo, Lo viirse y caminé en direccién contraria. Cuando sal- té el arroyo, ya Cachilo estaba saliendo de la arboleda. Yo llegué hasta la bicicleta: la levanté y me subi a ella. Alean- cé a Cachilo en la mitad del campo de alfalfa. El camino angosto no me permitia ponerme a la par. Lo Ilamé y él se detuvo. —Yo te acompaio —le dije, poniendo un pie en el suelo. — iQue? — Avera la Viuda. Se dio vuelta y me miré extrafado, como midiéndome. — Vos estas loco. lo se pierde nada con probar, 7 edianoche? zEn pleno campo? —sesacé la boi- irandola, seriamente—. ;Vos sos capaz de MTL, ay he by ide ‘Us. sonidos incor n. ha- ue 1 Vigjg la de ny. a levantar su Geomeeinanicorsicarwe impulsado por | CamScanner impulsado por (3 CamScanner 19 A medianoche eabruman los pasos intermedios. Fs necesario con- tarlo todo? ,No es facil de adivinar? En la casa del tio Joaquin se comia, se hablaba de esto © aquello, Se pla- neaban excursiones por el norte de la provincia. 7Verdad que no hace falta decirlo? Las historias no se cuentan asi. Hay que saltar de un hecho importante a otro. Releo lo anterior. Qué desazén, Ni siquiera yo lo creo, No es que me abrumen los pasos intermedios, Si mple- mente querria esquivar mis mentiras. En realidad, me duele reconocer que, en ese tiempo, yo me habia vuelto } capaz de disimular, engafiar y hacer cosas. que mis padres jamas hubieran imaginado. Todo ello en nombre de mis amigos. Aquella noche, por ejemplo, me quedé a oscuras en mi cuarto esperando que todos los habitantes de la casa estu- vieran dormidos. Después, no me costo saltar por la ventana, cruzar co- rriendo el jardin, abrir la verja y salir al camino. Un momento antes, en mi cuarto, habia tomado nota de la hora: las doce menos veinte. —Luis... La oscuridad esté Ilena de matices. La figura de Cachi- Jo era atin més negra que la del Arbol tras el cual se escon- dia. De pronto senti una risa y me sobresalté. Otra sombra se despegaba del drbol. Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 66 Emilio Saad \ EI miedo también esta leno de matices. Subita tuve mas temor que en toda mi carrera desde ja eee al camino. fang —Soy Isaela, Luis. Debi haber imaginado que Isaela acom hermano. Senti verguienza de mi temor y, moso calor en el pecho. —2Vos también venis? — pregunté tontamente, —Quiero ver cémo se pelan la frente, Adiviné su sonrisa y disfruté la frase como sj Pafiaria a sy ala vez, un ani. hubierg sido un elogio, Cachilo adelanté su bastén —un matiz mas Negro en la oscuridad — sefialando hacia el fondo del ¢amino. —Vamos. Miré hacia arriba, La luna se asomaba apenas entre unas nubes oscuras. —Puede ser que el cielo despeje — dijo Isaela. Habia seguido mi mirada. Cachilo, que caminaba frente a nosotros, dijo sin vol- ver la cabeza: —Mejor que siga oscuro. No quiero tener que verle la cara a la Viuda. Seguimos caminando en silencio. La direccién, dicta- da por Cachilo, era la contraria al caserio de los peones. Yo sentia una mezcla de entusiasmo y temor. Pero ya dije que | miedo tiene matices. Y esa noche los tres ibamos a cono- 10 de sus matices mas oscuros. Geomeeinanicorsicarwe impulsado por impulsado por (3 CamScanner 20 La Viuda qui hay un cruce de caminos — dijo Cachilo. -A Tos tres miramos hacia todos lados. Ahora la luna se dejaba ver. Los caminos se hacian mas claros y la vegeta- cién de los costados, negra, intensa, parecia querer abalan- sobre ellos. Miré de reojo a Isacla. Bajo la claridad de la luna distingui su sonrisa, tan linda como maliciosa. = ¥ ahora qué hay que hacer? — pregunto. Cachilo caminé hasta el medio del cruce. Lentamente giré mirando alrededor. Pese a la distancia y las sombras, percibi su fastidio. La picardia de su hermana lo afectaba mas que a mi. Sabitamente grité unas palabras incompren- sibles. Supuse que era aquello que el viejo Bagazo le habia ensefiado. —Qué bruto —dijo Isaela—. Ni siquiera sabe pronun- ciar bien. Yo no podia comprender que fuera capaz de burlarse. Sentia mi pecho como una pared de hielo. Ella siguid: —gQué se supone que vaa pasar? En mi interior yo rogaba que no pasara nada. Sin em- bargo, miraba hacia los costados con los ojos muy abier- tos, Isaela volvié a hablar: —zCémo van a creerle a ese viejo? A esa altura su descreimiento ya me habia hartado. Senti tanto furor como miedo y estuve a punto de decirle que se callara la boca. Pero entonces oi su gemido. Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 68 Emilio Saad arcun braze mientras Me volvi hacia ella y la vi al murmuraba: —Alla... Desde el fondo de uno de los camino: caba como si estuviera desprendiéndose de la oscuridad Cachilo retrocedié apretando el bastén atilado. —La Viuda... El se qued6 junto a nosotros, a un costado, mirando a la figura que se acercaba al cruce. Yo estaba para incapaz, creo, hasta de respirar. La figura que se acercaba —indudablemente una mu jer— estaba vestida de negro. Sus amplias polleras Hleya- ban hasta el suelo. Un mantén, también negro, le cubria la cabeza como si fuera una capucha. Se detuvo en el medio del cruce: absolutamente oscu- ray con la cara embozada. Junto a mi, senti el temblor de Isaela. —Es una mujer, nada mas —murmur6, pese a todo. Creo que esa empecinada desconfianza —seguramen- te falsa a esta altura— le dio valor a Cachilo. Se separé de nosotros y dijo con una voz fuerte que temblaba un po- co: — Donde esta mi tata? De golpe adverti que los arboles y el camino estaban en un absoluto silencio. Nada parecia existir alli, excepto nosotros. Hasta que la figura embozada se movid y sono su voz. Una voz sofocada y silbante, que parecia surgir de una boca desdentada: Esta vivo, todavia... Lo ayudan. Isaela lanzé una exclamacién ahogada y Cachilo se volvié hacia nosotros, confundido. No sé qué fuerza hizo | que yo me animara: lo: ora Geomeeinanicorsicarwe impulsado por | CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 69 ~ (Donde esta? —pregunte, La figura se Mened, Alz6 un br, parecié. a punto de descubrirse’| mente dijo: ~En un sdtano del ingenio... Se entra por atrds... por la puerta vegetal... —cref oir una especie de soplido, Tave lasensacién de que se reia—. Va a du rar dias ahi, mientras lo ayuden.... —volvid esa especie de soplido—. Pero esté el Familiar... Y¥ estando el Familiar... = @Qué? — pregunté Cachilo en un grito. La figura le dio la espalda y empez6 a and camino, 420 y, para mi horror, ‘a cara, No lo hizo. Simple- ar por el Bula su marcha y él corrié detras de ella. —jEspere! —repitié Cachilo y se puso a su lado. La figura se detuvo y se volvié ha: — (Me querés ver, changuito? —dijo. Se Hevé una ma- ho al manto que le cubria la cabeza Y parecié apartarlo un poco, Cachilo retrocedié lambaledndose. Luego se dio vuel- tay corrio hacia nosotros. Isacla le echo los brazos. Los hermanos se apretaron fuertemente, Yo aleance a oir la vor de Cachilo, baja, entrecortada, en medio de su agitada tespiracion: = Neo tiene car Ale lejos. la figura negra se hundia en la oseuridad. Geomeeinanicorsicarwe impulsada por impulsado por (3 CamScanner 21 Los hermanos y yo ueden imaginarse !a conmocién de los herm, P padre estaba vivo! Inmediatamente Cachilo ira buscarlo. Yo no dije nada. ;Quién se animaba de noche a los sétanos del ingenio? Alli, donde segura- mente esperaba el Familiar. Y esa puerta vegetal vaya a saberse qué cosa era. Otra vez —y no me extrafié— fue Isaela la més sensata. —Debemos pensar en un plan y averiguar donde est esa puerta —dijo. Cachilo se volvié furibundo, armado de su bastén co- mo de una lanza. —Y mientras nosotros pensamos el tata sigue ahi, en Ja guarida del Familiar. Isaela no se inmutd. —Loayudan —dijo. Vila vacilacion de Cachilo. Isaela siguié sin mirarlo—. Ya vamos a averiguar todo. Si pudo resistir hasta ahora, podemos esperar a pensar mejor y a que sea de dia. Cachilo, erizado, palido de furor, mascullé como si escupiera las palabras: —Desgraciada. A vos no te interesa lo que le pase al tata. Nos dio al espalda y caminé a trancos largos hacia el caserio. De un vistazo comprendi que Isaela estaba lloran- do. Rodeé su hombro con mi brazo, anos, Sy Propuso a entrar ean caren impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 71 —Calmate —le dije, Ella, con naturalidad, suavemente, recliné su rostro Horoso contra mi pecho. = Es dificil explicar ciertas sensaciones. Yo senti una es- pecie de felicidad en medio del miedo y la pena. —Tu papa esta bien y vamos a sacarlo de ahi. Me miré: esos enormes ojos que devoraban su rostro y que de algtin modo atrapaban el mio. —Maiiana —murmur6—, De dia. Yo nunca habia tenido el rostro de una chica tan cerca de mi. Senti un hormigueo en el est6mago. Y un ramalazo de recuerdos vino para perturbarme atin mas. En las pelf- culas, era ese el momento en el cual el muchacho besaba a su pareja, —jlsaela! Era Cachilo, que habia vuelto por nosotros. Nos obser- vaba cefiudo, rigide como un poste. Le hizo un gesto a su hermana. — Anda adelante. Yo ya te alcanzo. Ella se separ6 de mi pero dud6 en hacerle caso. —Tengo que hablar con él —dijo Cachilo. Me miraba de tal forma que yo desvié los ojos. Isaela se puso en marcha y pas6 junto a su hermano sin mirarlo, Cachilo se acercé a mi y me sefialé: —QOjo con lo que hacés —yo intenté decir algo pero no. me dej6é—. No vas a aprovechar lo de mi viejo para hacer- te el vivo. —éPero qué estds pensando? —pregunté. La voz me temblaba. —Yo no quiero portefios en mi familia —dijo él y se dio vuelta. Lo segui indeciso. —Quiero ayudar —dije. El sefalé hacia adelante como si no me hubiera ofdo, ean caren impulsado por | CamScanner impulsado por (3 CamScanner 72, Emilio Saat {esta el paredén de la casa de tu tio. Ni mi hey. amos tu ayuda. Me dio la espalda y caminé rapido hasta alcanzar 4 Jsaela. Los vi bordear el pared6n, pasar ante la verja de} tio Joaquin y luego desaparecer en la oscuridad. Recién entonces empecé a caminar yo. Ahora no tenia miedo, Sentia una mezcla de desaz6n y furia. Una respuesta atroz, me hab{a quedado en la garganta: “7Vos te pensds que yo me voy a meter con una negrita como tu hermana? Y no solo por lo que digan mi mam y mis compaiieros de Bue- nos Aires. Es por mi. Porque yo pienso igual que ellos.” Crucéa la vez veloz y sigiloso el jardin de la casa. Lue- go salté por la ventana oscura de mi cuarto y, también a oscuras, me desvesti y me acosté. Inesperadamente estaba satisfecho de mi, Era audaz, sabia manejarme en medio de cosas complicadas; y sabia ponerlas en su lugar. —Ah | mana ni yo prec Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 22 De paseo A I dia siguiente me desperté mas tarde que de costum- bre. Curiosamente mis recuerdos se habian converti- do en una pared, Detras de ella estaba mi aventura de medianoche y la presencia de esa mujer fantasmal. Si lo pensaba dos veces me moria de miedo. No lo pensaba. No pensaba en nada. Me senti un recién Ilegado a Tucuman, una provincia del norte argentino con paisanos morenos y muchos lugares para conocer. —Tu padre se fue con el tio Joaquin a una escribania de la capital — me conté mi madre mientras yo desayuna- ba—. Le dijo a Bulacio que nos Ileve también a nosotros —la miré y ella sonri6, Me parecié que estaba nerviosa—. Seguramente no nos vamos a encontrar. Ellos tienen cosas que hacer. Ademas la tia Clotilde quiere que conozcamos bien la ciudad. — Pero en qué coche vamos a ir? —Enel del tio —mi madre desvié los ojos —. Ellos se fueron en el coche de don Juan... con él. —2Es por lo de la tutoria? Mi madre asinti6 con la cabeza. Luego sonrié con una especie de frivolo asombro: —Parece que aqui las cosas legales son muy rapidas. Seguin dijo el tio Joaquin, los abogados de don Juan ya tienen todo preparado. Un rato después mama, tia Clotilde y yo estabamos Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner 74. Emilio Saad sentados en el amplio asiento trasero del coche de] tio. By Iacio conducfa mientras Clotilde se convertia en Nuestra guia de turismo. Apenas dejamos atrés los cafiaverg les nos fue sefialando lugares, caminos que se abrian Ycon. duciana tal pueblo, a tal ingenio. Una vez en la capital, el programa se volvié mondo. no. Calles, plazas, edificios. Pero no quiero ser injusio, Posiblemente yo no estaba de humor para conocer nada, Bajamos frente a la casa de gobierno y luego, caminando, llegamos hasta la Casa de la Independencia. Advert que no se venfa abajo como en los textos de historia. Al revés, Se veia blanca, sélida y limpita. Sin que yo me diera cuenta, vinieron a mi cabeza las palabras de Cachilo, “Tienen sus vidas ordenadas, con sus casas bien lindas”. | La tia Clotilde nos conté que la Casa original habia sido { destruida, Esta era solo una reproduccién. Vaya a saber ( por qué eso me indigno. La tia dijo que lo unico que se habia conservado intacto era el salén de “la jura”. Y este | se veia vacfo y desolado, nada mas que con los retratos | de los congresales en las paredes y el escritorio de Lapri- da al frente. | — {Qué esperabas? —me pregunté mama -—. Es solo un museo. Después de esa visita volvimos al coche. La tia Clo- tilde nos hizo llevar al parque Nueve de Julio. “Es uno de los més grandes de Sudamérica”, dijo. Vimos canteros } bien cuidados, glorietas llenas de flores y un reloj gigan- te que parecia recostado sobre una loma de césped. No puedo negar que me asombrd: también el césped cubria Sus néimeros y sus agujas. Sin embargo, mi humor no Mejor6. Se retorcié sobre si mismo. Me volvi totalmente Necio. Di vuelta la cabeza y domi i al plitud del paisaje, — Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 75 —El parque Tres de Febrero de cho mas grande. Mami, con una pesarosa sonrisa le?), dijo: —Querido, este es solo el Parque de una provincia, Alli, en un restaurante proximo a un lago, almorza- mos. Yo no tenia apetito. Y a medida que avanzaba la tarde me iba sintiendo mas impaciente. —Después del almuerzo volvemos, ino? Clotilde y mi madre me miraron sorprendid. sabia que podia contar con mama: —En realidad, en una ciudad ta cho que ver —dijo. Tia Clotilde vacilé, Nos habl6 del Aconquija y de Vi- Ila Nougués. A mi, solo pensar que ese paseo podia durar hasta el atardecer me desesperaba. —Otro dia, mama — dije, cabizbajo, frente al postre. Tia Clotilde (jla pobre!) no insistié. Y mama —apo- yandome, creo— comenté que mi padre y el tio Joaquin ya deberfan estar en la casa, Hubo silencio durante el regreso. La tia Clotilde mi- raba por la ventanilla con aire mustio. No pude evitar mi culpa. Yo debia haberla decepcionado. Sin embargo, creo que, mas alla de eso, la tia tenia otras preocupaciones. Cuando menos lo esperabamos, dijo: . —Es extrafio todo, zno? Mi marido, tutor de esa ni- fa... — mama me miré sorprendida. La tia siguié—: Pen- sar que Joaquin queria que Alberto viniera por... —ad- verti la mirada de Bulacio, fija en ella, por el espejito re- trovisor. La tia, palidamente, le sonrié a mi madre—. Bueno, ya hablamos de eso. 7 —Si —dijo mamé en voz baja. La mirada de Bulacio seguia fija a través del espejito, Tuve la impresién (no me Buenos Aires es mu- (chabia que creer. —dije. Tia las. Pero yo nchica yano hay mu- Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner no lo ignoraba preguaten por que) de que fa tis extrano todo —repitio, cerrands Los ojos impulsado por impulsado por (3 CamScanner 23 Los amigos L legamos a la casa alrededor de las cuatro de la tarde, Cuando el coche se detuvo ante la verja, mama pre- guntd: — {Qué fue eso? Sefialaba uno de los drboles del jardin. —Nada —dije yo. Habia percibido a Cachilo escondi- i do detras del tronco, Adentro nos esperaban papa y el tio. Mi madre con- ¥ test6 por la tia y por mi las impresiones sobre nuestro pa- seo. Yo, en todo caso, hubiera querido preguntarles a ellos. Y creo que la tia y mama estaban esperando la oportuni- dad para hacerlo, Pero yo ademés estaba muy inquieto. Una especie de viento me corria por el pecho. Dije que, como era tem- prano, queria salir a dar una vuelta en bicicleta. Le esca- pabaa la mirada de mi padre y, cuando of su aprobacién, sentf una pequefia culpa. Pero no podia detenerme en eso. Corri a mi cuarto y me cambié de ropa. Mientras salfa, mama me recordé que no faltaba mucho para la merienda. . Crucé el jardin y me detuve al otro lado de la verja, con la bicicleta en la mano. Miré hacia los arboles del cos- tado. Nada. Con fastidio, arrastré la bicicleta hasta el ar- bol tras el cual habia visto a Cachilo. No estaba. Me quedé que bordeaban el paredén Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner pe Himilie desconcertado, mirando hacia todos lados, Desde el fo do, en la esquina del paredén, of un silbido, ae Me tomé mi tiempo. Subj a la bicicleta y pedatog le tamente la esquina. “ae Cachilo estaba a la vuelta del pare gentemente en él, —Hola —dijo sin mirarme. —Hola =contesté. Elempez6 a hacer dibujos en la tierra con la punt lada de su bastén. =Hace como una hora que te estoy esperando, -z7Ami? Me miré con aire retador. —Somos amigos, no? Me quedé mirandolo, impasible. Que le costara Gq chilo bajé la cabeza. —Dejando aparte lo de mi hermana, somos amigos, Yo sonrei. Pero estaba furioso. —2éY quién lo dice? Me miré entrecerrando los ojos, —Yo. ‘ No respondi. Di vuelta la bicicleta y volvi a subir a ella, dn, apoyado Nepii. ‘aati. ‘ae — {Qué hacés? — pregunt6. —Me esperan —dije. Y empecé a pedalear lentamente hacia la casa. —iChe, para! —grit6 él. Lo senti trotar detras de mi. Clavé los frenos, —No me interesa tu hermana —le dije mirando hacia adelante—, No es la clase de chica que a mi me guste. | iCallate! —dijo él, Su baston paso al lado de mi pie nay fuea clavarse junto a la rueda delantera de la bicicle ta. Me indign Geomeeinanicorsicarwe impulsado por (3 CamScanner impulsado por (3 CamScanner -_- EL Familiar 79 —Con una chica asi yo solamente pu Me lo veia venir. El se lanzo miteuty on Ge ou cicleta encima. Exactamente como habia hecho con ibe otros changos el dia que lo conoci. Cachilo también me vio venir, Dio un salto atrds mientras la bicicleta cafa estrepi- tosamente al suelo. Pero ahora quien estaba mas cerca de su bastén era yo. Lo desclavé del suelo. —jDame eso! — grité. Negué con la cabeza. Me divertia su furia. Le apunté con el bastén. —jEsto podré matar a alguien? El retrocedié. Creo que estaba asustado. —Sos un guacho. En Buenos Aires, un insulto asi hubiera hecho. que yo me lanzara enardecido. Aqui simplemente sonre( y dejé el bastén en el suelo con todo cuidado. Luego levanté la bicicleta. Estaba pronto a tirarla enci- ma de Cachilo si él se acercaba. No lo hizo. Se qued6 mi- randome, inmévil: —Necesito ayuda —dijo. —{Qué? —Necesito ayuda y no quiero que molestes mas a mi hermana. No respondi, Subi a la bicicleta dandole la espalda. El bastn seguia en el suelo, junto a mi. —No puedo hacerlo solo, Luis — oi que decia—. Hay que meterse en los sétanos del ingenio. _ Yo tenia un pie en el pedal y otro enel suelo. Volvi ha- Cla atras la cabeza. — Anda con tu hermana. —Ella es mujer y no puede... Y yo no puedo exponeria. Me parecié que su voz habia temblado. Y subitament temblé yo. De vergitenza. Sin mirarlo, dije: ean caren impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner _ 80 Emilio Saad \ —gQué querés? _Por lo menos ayudame a buscar esa puerta. Hoy gj vuelta por toda la parte de afuera del ingenio y no encon. tré nada. —{La puerta vegetal? Else acercé a mi. Tuvo cuidado de no ponerse de} lado en el cual estaba el bastén. —S{ —dijo. Yo subi del todo a la bicicleta y empecé a pedalear con, fuerza. Vifugazmente su desconcierto. Lo que hice fue dar un giro amplio y quedé otra vez al frente del ingenio que se vefa a la distancia. Me detuve. Varios metros mas atras estaban Cachilo de pie y su bastén en el suelo. —Levanté eso y vamos — dije volviendo la cabeza. — Me vas a ayudar? Me ref y volvi a pedalear. —Tucumano bruto. —jNo soy bruto! —grité él. Lo senti trotar a mi lado. De un vistazo comprendi que tenia el bastén en su mano. Lo sacudié a mi lado mientras gritaba—: jCon esto y una buena punterfa podés ensartar a cualquiera! Of que el bastén silbaba en el aire y fue a clavarse en un 4rbol que estaba muchos metros mds adelante. — {Qué brutazo! — dije. —Miré que te bajo de un golpe de la bicicleta. Me ref. —Ya lo quisiste hacer y no pudiste. Eltiré del manubrio y yo frené de golpe. —¢Por qué me dijiste bruto? —pregunté. —No hay puertas vegetales. Lo que puede haber so" vegetales que tapen puertas... Plantas, arbustos, ramas- Me miré alelado. —Portefio desgraciado... ;Cémo no hablaste antes? Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner ~ ElFamiliar 81 Vamos. Empecemos a buscar, Else rid con aire soberbio, —Y yo con mi bastén tiro abajo la planta que sea impulsado por impulsado por (3 CamScanner 24 La puerta C uando Ilegamos al comienzo del altisimo muro que rodeaba al ingenio, Cachilo me detuvo tomandome por el brazo. —Espera. Cruz6 el camino y se dirigié a un ombtt que estaba frente a nosotros. Su extrafio tronco, dificil de describis, parecia abierto en dos. Cachilo, literalmente, se metié den- tro de él. —Fijate, parece una casita. De un costado, oculto por una parte maciza y retorci- da del tronco, sacé una bolsa. — Qué llevas ahi? —le pregunté. —Un palo para hacer una antorcha, por si abajo esta demasiado oscuro... Y una tira de trapos. — Qué? _Si ese es un sétano, debe estar oscuro y puede ser como un laberinto. Vamos a ir dejando caer esta tira para saber por dénde volver. Lo miré admirado. El desvié los ojos: —Esto me dijo Isaela que lo haga. Rapido, antes de que yo comentara nat dijo que podia dejar la bicicleta en el espacio al tronco del ombiai. —Ponela aqui, para arriba. De afuera no se va a nada, da, Cachilo me bierto del notar Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 83 Lo hice. Era increible el espacio que se abria en medio de ese tronco. —Bueno —dijo él—. Ahora vamos a buscar la puerta. Miré hacia adelante. Visto desde alli, el ingenio pare- cia una ciudad amurallada. Y junto al muro habia plantas, algunas pegadas a él, sin contar las enredaderas que tre- paban hasta la cima. —La puerta tiene que estar escondida por ahi —dijo Cachilo. —¢Por ahi, donde? Ese muro parece infinito, —Vos deja que trabaje mi bastén —dijo él y, exten- diéndolo, empezé a hendir las plantas que tapaban el mu- ro. Asi, mientras él empujaba la punta de su bastén, fui- mos avanzando. Sortedbamos los tramos en los cuales el muro aparecia limpio de plantas 0 al menos mas visible. De todas formas, la tarea se hacia demasiado lenta, —Esto es interminable —dije. —Espera —dijo Cachilo—. Ahi adelante el terreno va bajando. Nos detuvimos, Unos arboles pequefios y abigarrados crecian en el declive y parecian amontonarse junto al mu- ro. Cachilo bajé hasta ellos. —Ayudame —dijo—. siquiera se ve la pared. Bajé también yo. Las ramas de los pequefios arboles cerraban el paso. Cachilo comenz6 a cortarlas con el filo de su bastén. Yo lo ayudé como pude, con mis manos. —Tiene que ser aqui — dijo Cachilo. —Si no se puede pasar, es inuitil que haya una puerta. Cachilo se volvié mirandome con sorna: —{Quién te dijo que es una puerta para entrar? Vacilé sorprendido. Antes de que pudiera Tesponder- le, él grité: Aqui hay tantas ramas que ni ean caren impulsado por | CamScanner impulsado por (3 CamScanner os 84 Emilio Saad —jMira! Sefialaba hacia abajo. El pasto estaba aplastado yen algunos sectores la tierra parecia barrida. —Alguien se arrastré por aqui —dijo Cachilo—, Ny hace falta abrirse camino entre los arboles. Hay que ir por abajo. Fue lo que hicimos. Nos tiramos en el suelo y repta- mos por el declive entre los troncos de los pequefios 4rbo- les. Tres, cuatro metros. —jAhf esta la puerta! Era verde y marron, igual que la arboleda, y se con- fundia con ella. Desde el suelo, yo dije: — ¢Pensaste que va a ser imposible abrirla? Vaya a sa- ber qué llave se precisa. Cachilo se incorpor6 despacio: ante la puerta cesaba la vegetacion y era posible ponerse de pie. ~ (Para qué te pensds que traje esto? —dijo, sacando unalambre doblado desu bolsa—, A mi no hay cerradura que me aguante. Cuando yo me puse de pie, él ya habia introducido el alambre en el ojo de la cerradura. Lo movié de un lado a otro, despacio, cautelosamente, —Ya... ya la tengo... —€scuchamos el le! i : ) nto ruido del cerrojo, abriéndose. Cachilo me mir6—. Una puerta vieja y escondida... pero una cerradura que no esta herrumbra- ‘6mucho, En id: ofmos una voz am Beptica que nos cubrias * “sPaldas, a través de la arboleda — {Qué pasa ahi? Hay alguien? Cachilo abrié la puerta de un tiron y se meti quedé en el umbral, indeciso, mirando esa hee’ Yo Me que estaba ante mi. messera Geomeeinanicorsicarwe impulsado por (3 CamScanner impulsado por (3 CamScanner El Familiar 85 —jQuién anda ahi? ‘Yo estaba paralizado. Ante mi, una boca oscura; a mis espaldas, uma voz. —jVeni! —dijo Cachilo y, asomandose, me tiré de un brazo. Tropecé entre sombras y cai sobre un piso de pie- dra. La claridad que venia desde afuera cesé subitamente. Cachilo habia cerrado la puerta. Mientras me ponia de pie y tanteaba la oscuridad, comprendi que yo conocia al dueno de aquella voz. Geomeeinanicorsicarwe impulsado por CamScanner impulsado por (3 CamScanner

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