Está en la página 1de 1

1. El estudiante ingresa a la Universidad y lo matriculan en COE I (sin preguntarle).

2. El estudiante entra a la primera clase de COE I, y allí se entera de que es una clase de
lectura y escritura.
3. Desde la segunda clase, el profesor empieza a poner ejercicio de escritura que el
estudiante debe hacer durante la clase y luego editar en casa.
4. El estudiante entrega el trabajo para revisión y el profesor le dice que tiene muchos
errores de redacción.

Primera pregunta

El profesor empieza a dictar la primera clase del curso COE I, que antes era conocido como
Lectoescritura (lectotortura, le llamaban algunos). Los estudiantes ya se imaginan lo que va a
pasar: muchas presentaciones en Power Point, talleres, ejercicios en grupos, reseñas, resúmenes,
etc. Pero lo primero que les dice el profesor es que, para dictar este curso, acudió a la ayuda de un
amigo suyo, que es brasileño y escritor, más brasileño que escritor, un amigo que se llama Lalo, y
cuya principal característica es que le falta un tornillo. Entonces, el profesor acudió a él para
pedirle que le ayudara y le diera ideas para dar las clases. Frente a todo el grupo, el profesor
procede a leerles en voz alta la carta que escribió Lalo para contestarle .

Resulta que es una carta instructivo, en la que el amigo brasileño, Lalo, le dice al profesor de forma
muy detallada cada cosa que debe hacer: “Mira, Santiago, esto de enseñar es muy sencillo. Lo
primero que debes hacer es pedirle al estudiante de la cuarta fila a la izquierda que busque debajo
de su mesa. Allí encontrará un sobre con un mapa”. En efecto, el estudiante de la cuarta silla a la
izquierda busca debajo de su mesa y allí está pegado el sobre, y dentro del sobre hay un mapa de
la universidad, con unas pistas para buscar pequeños tesoros.

Es decir, los tesoros están regados por toda la universidad y los estudiantes —indica Lalo— deben
distribuirse en grupos de 3, 4 o 5, y buscarlos. Poco a poco, al hallar los tesoros, los estudiantes se
dan cuenta de que son decálogos, instructivos, reflexiones sobre el oficio de escribir, joyas de la
metaliteratura, la metanarrativa y la didáctica de la escritura. Al regresar al aula, deben compartir
esos tesoros entre ellos, contarse qué encontraron, y escribirle una carta a Lalo donde le cuenten
brevemente cómo les fue con la didáctica que él creó.

Cada clase, llega una nueva carta de Lalo, con más de sus ocurrencias, y a veces con fotos, con
pequeños obsequios, con juegos. Cada clase, los estudiantes llegan al aula con la expectativa de
¿qué se le va a ocurrir hoy a Lalo?

También podría gustarte