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‘Tiempo Emuapo Historia De America ¥ Espasa La cita de Cervantes que convierte a la historia en «madre de la verdad, émula del tiempo, depésito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenim», cita que Borges reproduce para ejemplificar la reescritura polémica de su «Pierre Menard, autor del Quijote», nos sirve para dar nom- bre a esta coleccidn de estudios histéricos de uno y orto lado del ‘Aclantico, en Ja seguridad de que son complementarias, que se pre- te las historias paralelas cisan, se estimulan y se explican mutuamé de América y Espafia. Consejo editorial dgAa coleccién: Walther B. Bernecker Ca (Universitie Erlangen-Niirnberg) Ele indez Sandoica (Universidad Complutense de Madrid) Rosa Maria Martinez de Codes (Universidad Complutense de Madrid) Jean Piel (Université Paris VID) Barbara Potthast (Universitit K ida Sabato (Universidad de Buenos Aires) Nigel Townson (Universidad Complutense de Madrid) George Reid Andrews AFRO-LATINOAMERICA 1800-2000 Traduccién: Oscar de la Torre Cueva IBEROAMERICANA - VERVUERT - 2007 nntre 1800 y 1900 los afrolatinoamericanos transformaron los sérminos de su participacién en la vida nacional, y al hacerlo ayudaron a construir las naciones y las sociedades del siglo xix. us luchas por la ciudadania y por el avance econémico y social conti- nuaron y se proyectaron al siglo Xx, pero en condiciones estructurales nuevas y diferentes. La primera de estas condiciones era econdmica: el «boom de las exportaciones» del cam! A medida que la Europa occiden- tal y Estados Unidos entraban en la Segunda Revolucién Industrial y us poblaciones vivian un proceso de creciente urbanizacién, sus demandas de primeras materias y productos alimenticios latinoameri canos también crecieron. Carne y cereales de Argentina y Uruguay; azticar del Caribe; café de Brasil, Colombia y Centroamérica; caucho de Brasil; petréleo de México y Venezuela... Estos y otros productos se consumian en los paises industrializados en cantidades mayores que nunca antes. Entre 1870 y 1912, el valor anual de las exportaciones latinoamericanas casi se quintuplicé, de 344 millones de délares a 1,6 billones de délares. En 1912, seis paises latinoamericanos —Argenti- na, Chile, Costa Rica, Cuba, Puerto Rico y Uruguay— exportaban as bienes per cApita que Estados Unidos! 4. Bulmer-Thomas, Economic History, 69,433. Sobre el boom dels exportai ver 45-154; Cores-Conde y Hunt, Latin American Economies Topik y Wells, Second Conquens Cardenas etal, Export Age 196 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 Un segundo cambio importante fue politico, y acontecié a conse- cuencia del boom exportador. Reforzados por los ingresos provenien- tes de los impuestos que gravaban el comercio de exportacién, los gobiernos nacionales fueron ahora capaces de poner fin a las guerras civiles y de imponer la autoridad central sobre sus sociedades. Aunque estos gobiernos ejercieran el poder mediante elecciones fraudulentas y controladas (como en Argentina y Colombia), con dictaduras (Vene~ zuela), 0 mediante una combinacién de ambas (en México), goberna- ron normalmente en nombre de unas elites nacionales enriquecidas y fortalecidas en el poder por el comercio exportador. Incluso en Bras donde el régimen monarquico habia proporcionado orden y estabil dad desde 1840, los plantadores de café quedaron descontentos con la abolicién. Buscando una mayor presencia en la politica nacional, en 1889 se ares para derrocat l ‘monarquia y reemplazarla con un nuevo régimen republicano, dor nado por los intereses de los hacendados. nos oficiales derechos de ciudadai emancipacién del periodo independentista, y algunos continuaron es anti-castas y de incluso invocando la igualdad racial como una de las virtudes cardina- les de la vida republicana, Pero a medida que el poder se desplaz6 de los movimientos «populares» de mediados de siglo a las elites expor- tadoras, los compromisos ofi también perdieron fuerza, socavados en sus bases por el tercer cambio impor- tante de la época del boom exportador: Ia llegada de un nuevo corpus de pensamiento racial Tegitimado por el prestigio y el poder de la cien- cia europea y norteamericana, Estos fueron los afios del racismo cientifico y del darwinismo s en Europa y Norteamérica, de la segregacién Jim Crow en el sur de Estados Unidos, y de los ’. ios del Apartheid en Sudafrjca®. En una época en que el loreciente comercio de exportacién estrechaba las rela~ ppenetren Is ideologia del BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 197 nes de América Latina con Europa y Estados Unidos, estas corrien: «es internacionales de pensamiento y prictica racista no podian pasar desapercibidas en Latinoam sas en afrontarel desafio de cmo transformar sus naciones «atrasadas> y subdesarrolladas en repitblicas modernas y «civilizadas», Esta trans- formacién, concluyeron, deberia ser més que simplemente politica 0 econémica, tenia que ser también racial. Para ser civilizada, América ina debia volverse blanca. En todos {ses de la regién los intelectuales, los politicos y las ado lucharon con el problema de la herencia racial la tenfan dudas de que la trayectoria hist6riea de los individuos, de las naciones y los pueblos estaba irremisiblemente determinada por sus origenes raciales. Los hallazgos de la ciencia europea no podian ser :zgos se solapaban con las inamo- cl rebatidos, méxime cuando esos hal ‘cémo crear las condi- ciones sociales y culturales necesarias para entrar en el concierto de las naciones «civilizadas» con un futuro de progreso*? La resptiesta latinoamericana a este dilema fue un esfuerzo visionario y finalmente quijotesco para transformarse a si mismas, partiendo de unas sociedades racialmente mixtas y predominante- mente no-blancas hasta ser - «Venezuela no tiene salvacion a menos que resuelva eémo alcanzar la condicisn de pais blanco. Esa cs a clave del intelectual venezolano Rufino Blanco Fombo- fenso, futuro», proclamaba nna en 1912, «Estamos a dos pasos de la selva por causa de nuestros negros e indios... una gran parte de nuestro pais es mulato, me Whi 198 AFRO-LATINOAM A, 1800-2000 nbo, con todos los defectos que [el fil6sofo britin Spencer reconocis en la hibridac neradora [blanca] a sus venas»! Las elites cubanas pensaban en términos casi idénticos. «Puede advertirse el peligro que existe para la raza blanca si se interrumpe la corriente [europea] inmigratoria», advertia el Diario de la Marina en 1900, «y la necesidad de impulsar éta en escala mucho mayor que has- 10 Herbert] iebemos transferir sangre rege- ivamente el dicho peligro». El joven intelectual Fernando Ortiz, que se distinguiria posteriormente por sus Investigaciones en historia y cultura afrocubana, empez6 su carrera con apasionados lamamientos a la inmigracién blanca. «La raza es acaso el aspecto més fundamental que debemos considerar en el inmi- sgrante>,afirmaba en 1906. ¥ dado que «la raza negra» haba resultado ser «mas delincuente que la blanca colocada en idéntica posicién social... la inmigracién blanca es la que debe favorecerse>. Esta inmi sgracién inyectard «en Ia sangre de nuestro pueblo los glébulos rojos que nos roba la anemia tropical, y [sembrard] entre nosotros los gér- , de progreso, de vida, en fin, que aparecen ser hoy patrimonio de los pueblos més frios». adores estatales de Sio Paulo tambi percibieron esta usar fondos del Estado para subsidiar la inmigracién europea, el legis- lador (y plantador cafetero) Bento de Paula e Souza afirmaba que «es preciso inocular sangre nueva en nuestras venas, porque la nuestra esté ya aguada», alo que sus oyentes respondiero: ansfusin de sangre mejor». Incluso algunos intelectuales afrobrasi- ', como Raimundo Nina Rodrigues y Francisco José de Oliveira Vianna, promovieron a nueva ortodoxia. Aun reconociendo que «conocemos hombres negros o de color de indudable merecimiento y irmativamente: «una acreedores de estima y de respetor, Rodrigues concluia que «ese hecho no ha de entorpecer el reconocimiento de ta hoy no se pudieron los negros constituir en pueblos ci Este era el motivo por el que el pais tenfa que ser reconstruido mediante la inmigracién curopea, un proceso que Oliveira Vianna sta verdad: que has- pados». 4. Weight, Café con Lee, 72. 5. Dela Fuente, «Negros y electoress, 170; Chomsky, « 426, BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 199 documenté en un informe conocido e influyente en la época sobre «La Evolucién Racial», y que fue publicado como parte del censo nacional de 1920%, Sin embargo, la inmigracién era sélo el primer paso para blanquear y europeizar las sociedades latinoamericanas. No sélo tenfan que ser iblanqueadas racial y demogréficamente, también tenfan que ser blan- queadas cultural y estéticamente. Una forma que tom6 el blanquea- jento fue la transformacién fisica de las mayores ciudades de regi6n, cuyos centros urbanos fueron derribados y reconstruidos al estilo curopeo moderno. Las estrechas callejuelas coloniales fueron ” demolidas para construir enormes bulevares. Se instalaron infraes- tructuras modernas, como aleantarillados y canalizaciones de agua cortiente, redes eléctricas y lineas de tranvia y metro. Los edificios coloniales de uno y dos pisos fueron demolidos y reemplazados por edificios de varios pisos con locales comerciales y apartamentos, al estilo de los de Paris y Londres’. Las «reformas urbanas» de este tipo no solo se dirigian a moderni- zar las infraestructuras de las ciudades, también a transforma su com- posicién racial y de clase. Durante el siglo x1x, los trabajadores se habian hacinado en decadentes casas y mansiones de época colonial divididas en compartimentos, conocidas con diferentes nombres en los diferentes paises: conventillos en Argentina y Uruguay, cortigos y cabegas de porco en Brasil y solares en Cuba. Conforme el boom de las, exportaciones atrajo a n\imeros erecientes de migrantes alas ciudades de la regién, estos barrios pobres urbanos también crecieron. Su sobrepoblacién y las condiciones sanitarias infrahumanas generaron unas altas tasas de mortalidad urbana, delincuencia y brotes epidémi- cos ocasionales que amenazaron a toda la poblacién de las ciudades. A través de toda Latinoamérica, estos barrios fueron en su gran mayoria poblados por negros y mulatos. En Cuba y Brasil, en donde miles de ertos recién emancipados intentaron escapar de la reciente servi- dumbre desplazndose a las ciudades, esta tendencia fue realmente intensa. Varios estudios de los solares de La Habana establecieron que 6, Citas de Azevedo, Onda negra, 141, 14; Rodrigues, Africanos no Brash 4 Sobre Olivera Vianna, ver Needell, “History, Race» 7, Sobre las «reformas urbanas» de este periodo ver Meade, «Cioilizing» Rio; Seo bic, Buenor Aire 200 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 1 95% o mas de sus habitantes eran negros y mulatos*. En Rio de Janeiro, los inmigrantes negros procedentes de Bahia se establecieron en un vecindario del centro de la ciudad cercano a los muelles, que pronto respondié al nombre de «Pequedia Africa». A medida que ese vecindario se llené, otros migrantes bahianos construyeron la prime- de Rio, una comunidad de cabatas y chabolas provisionales ‘en una colina situada detras del Ministerio de Guerra. En el transcur- s0 del siglo xx, las favelas se diseminaron por toda la ciudad, y devi- nieron una forma comtin de hogar para los pobres, quienes, como en la época del cambio de siglo, eran predominantemente afrobrasile- fos’ Fue en gran parte para apartar la pobreza y la negritud del centro de la ciudad que el gobierno federal demolis y reconstruyé buena par- te del centro urbano de Rio a principios de la década de 1900, expul- sando a los habitantes de los cortigos a remotos y escuslidos barrios suburbanos alrededor de la linea de ferrocarril al norte de la ciudad Los residentes del centro urbano contraatacaron con la Revuelta de la Vacuna, una semana de disturbios urbanos en 1904. La caus: ta de la rebelidn fue una campafa gubernamental para vac la poblacién contra la viruela, en la que los funcionarios del gobierno centraban en los hogares de clase obrera, a menudo sin permiso, ¢ ino- culaban a todos los miembros de la familia. Las familias pobres reac- cionaron con furia contra esta agresiva casas, y protestaron también por la destruccidn de los barrios del cas- co urbano, que les habjan proporcionado viviendas asequibles cerca de sus lugares de trabajo. Muchas, quiza la mayoria de las personas que intervinieron en los disturbios, eran afrobrasilefios. Mientras se Hevaban a uno de los manifestantes a |, éste grité a la multitud que luchaba para «demostrar al gobierno que no puede pisotear al pueblo con su bota... jde vez en cuando es bueno que la negrada demuestre que sabe morir como un hombre!» 8. Dela Fuente, Nation for All 115. 9. Moura, Tia Ciata; Pino, Family and Fzvele, Ver tambiga la novela clisica sobre lavida de los barrios pobres en Rio de Janeiro durante este periodo, Azevedo, O corti= houb, Trabalho ar, y Cidade 0. Cita de Carvalho, Betalinados, ta dela Vacuna, ver 91-13% 5-120. BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 201 Las tropas federales y la poli dela Vacuna, y el gobierno siguié adelante con su programa de reno- vaci6n urbanistica, No obstante, en tiltimo extremo la capacidad de los gobiernos latinoamericanos de reconstruir sus centros urbanos estuvo imitada, Aunque algunos barrios pobres fueron desteuidos, la mayo rfa siguid en pie, constituyendo el foco no sélo de los problemas de la vida urbana, también de sus alegrias. En todas las ciudades de Afro- Latinoamérica, una de estas alegrias fue la creaci6n de una vibrante cul- tura popular basada en lo africano, que habia empezado a tomar forma durante la esclavitud y que ahora —como resultado de la libertad, las, rigraciones y la urbanizacién acelerada—florecis y dio a luz elemen- tos nuevos y creativos. Este florecimiento era sobretodo visible (y audible) en la mi danza. Incluso en Buenos Aires y Montevi- deo, donde la poblacién negra era sobrepasada de largo por el flujo de inmigrantes europeos, la miisica y los pasos del candombe —de raiz. afticana— se incorporaron a los nuevos estilos musicales, la milonga y cl tango, que dominaban los bares y las salas de baile. Y en Brasil y tuba, donde negros y mulatos formaban o bien la mayoria de la pobla- cin (caso del primero) o bien la minoria mas extensa (en la segunda, ver tabla 5.1), y a donde los africanos habian continuado Hegando en nimetos significativos hasta mediados del siglo x1x, la miisica y la dan- za popular siguieron siendo claramente de base africana. En Cuba, los dos géneros principales de esta mtsica eran la rumba y el son. Ambos fueron desarrollados por miisicos afrocubanos durante la primera mitad del siglo x1x, la rumba en las provincias occi dentales de La Habana y Matanzas, el son en la de Oriente. A finales del siglo x1x y principios del xx los miisicos de Oriente se desplaza- ron a La Habana, donde el son encontré una audiencia grande y receptiva en los barrios de trabajadores de la ciudad. Un proceso simi- lar tenia lugar simulténeamente en Rio de Janeiro, dond percusionistas provenientes de Bahia se unieron alos misicos cariocas (nacidos en Rio) para crear un estilo de misica y danza completamen- te nuevo, la samba. La samba brasiledia y la rumba cubana tienen ori- genes comunes en las religiones de origen africano: la rumba derivaba enseguida reprimieron la Revuelta miisicos y en parte de los ritmos y la masica de la santerfa y los abakud, y la sam- ba del candomblé bahiano mezclado con la macumba carioca. El 1 Natale, Buenos Aires Aranibar, Breve histori sas de negro. 10-34; Rossi, 202 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 resultado fue que ambos estilos tienen bastantes elementos comunes: su insistente ritmo 2/4; su forma de cantar llamando y respondiendo sobre una base de «baterias» de percusidns y Ia fluide? y la soltura de los danzantes en las rodillas, caderas y parte superior del cuerpo, com- binadas con un paso rpido e intrincado”. ‘También son similares en que las elites cubanas y brasilefias se opu- sron a estos estilos y los rechazaron, al ver en ellos laantitesis de la aci6n y el progreso europeos que intentaban imponer en sus sociedades, tan dificiles de gobernat: La civilizacion y la modernidad ‘orden, la racionalidad, la disciplina y el control. Para las elites finiseculares, se basaban en Haciéndose eco del racismo cientifico de la época, las elites y las autoridades del Esta~ do invocaron constantemente la supuesta dicotomia entre civilizacién europea y barbarie africana, y se posicionaron a favor de la supresign dela cultura popular de raigambre africana en todas sus manifest En Cuba, esa supresidn se encaminé en un principio a los cabildos afrocubanos, «cuyo objeto especial y caracteristico», lamentaba el gobierno en 1881, «consiste en recordar bales, disfraces y costumbres de las tribus salvajes africanas»"®, Se ordené a las organizaciones des- pojarse de sus nombres, parafernalia y rituales africanos, y reconsti- tuirse como asociaciones de socorro mutuo o clubes sociales. Incluso sobre el papel, este esfuerzo de transformar e chispanizar» alos cabil- dos fue sélo parcialmente exitoso. Muchos retuvieron sus nombres, sus miembros y su estructura africanos, afiadiendo simplemente el ido «Sociedad Recreativar o «Sociedad de Ayuda Mutua» a su nombre, Las autoridades espatiolas, en consecuencia, presionaron més con su campaia, prohibiendo primero que las sociedades negras pudieran bailar, tocar el ambor o desfilar puiblicamente en las festivi- dades religiosas (1884), ¢ intentando después romper los vinculos que durante largo tiempo habian mantenido los cabildos con las religiones, Sobre la ramba y el son, ver Moore, ling Blackest, 87-113, 166-190 Rumba, Sobre la samba, Moura, Tia Ciate; Vianna, Mystery of Samba; Sodeé, Sambar Gi Samba; Browning, Samba. Para un estudio comparativo de ‘estas formas musicales, ver Chasteen, 13. Montejo Acreches, Sociedades de Intracion, 43. Sobre los cabildos, ver capi wulo2, BLANQU AMIENTO, 1889-1930 203 de origen afticano (abakud, santerfa y palo monte). Durante la guerra de independencia de 1895-1898, més de 500 miembros de las logias abakué fueron arrestados y deportados a las cérceles de las colonias espanolas en Africa, donde muchos de ellos murieron'* Las autoridades brasile’ias emprendieron una guerra similar contra 3 que fue prohibida por el estaruto federal de 1890. En Rio la policia arresté a més de 600 capociristas sospechosos y los envié a la colonia penal de la Iejana isla de Fernando de Noronha. Las bandas organizadas de capoeira fueron eliminadas de la capital y de todas las ciudades brasileias, excepto Salvador, donde la represion ial continué hasta los afios veinte y treinta, De acuerdo al test ‘onio de algunos practicantes ancianos de este deporte la pol que capturaba a sus caballos y los arrastraba a tra vés de las calles galopando hasta el cuartel de policia. En consecuencia, recuerdan jocosamente, ellos practicaban cerca de las comisarias de policfa, para que silos arrestaban fueran arrastrados durante un trecho “Tas religiones de origen|africano también fueron objeto de la represién policial. Entre 1900 y 1920 los periddicos eubanos informa- ban de una serie de incidentes, en los que mujeres y nifios blancos fue- ron supuestamente abducidos y asesinados por miembros de los cul 108 afrocubanos, de quienes se decia que usaban su sangre para hacer ata- jaciones u otros rituales!*. No obstante, lo que preocupaba mas a sno eran las supuestas agresiones de las reli- giones africanas contra los blancos —las cuales resultaron ser casi ramente ilusiones, una vez. investigadas— sino la atraccién que los lancos sentian por ellas. Los sacerdotes y las sacerdotisas de la sante~ lo numerosos blancos a, el candomblé y la macumba siguieron si si enteramente sgtos y mulatos, pero sus seguidores inclu que buseaban consuelo espiritual y ayuda préctica en la vida cov ra, Como en el caso andlogo (para Fernando Ortiz) de los europeos asentados en Africa, «las supersticiones negras los atraen, les produ- cen una especie de vértigo y caen en ellas desde la altura de su ci of Li 16. Chaver Alvarez, Cr en Orti, Negros bros, 295-349. Ver ta algunos de estos a ‘Bronfman, «"En Plena Libertad», 204 APRO-LATINOAMERIGA, 1800-2009 vidad»™ ste era especialmente el caso de y vuelven ala primit Jos miembros de la clase obrera, afirmaba Ortiz, por sus lazos a menu~ do tenues con la civilizacién europea y su 5; Puccia, Hi ria do Ca 206 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 su carnaval», lamentaba un diario bahiano en 1903, «no podria dejar de colocarla a la par que Afri tomar duras medidas contr dolas al aio siguiente. El ali que no haya desaparecido completamente la pi baile y el toque de tambor africano, en todo caso ha disminuido mucho... Que esos geupos hayan desistido de aparecer este afio cons izaci6n... Nadie tiene derecho a des- las comparsas negras, y de la elite bahiana era palpable: «Aun- ima exhibicién del tituye un gran servicio a lac acreditar el lugar en donde vive reviviendo costumbres africanas»™. Las elites cubanas eran igualmente vehementes en su condena del carnaval de origen africano: Cada ait, durante el carnaval, somos testigos s que desacreditan a nuestra cultura y que le hacen a uno suponer que nuestra poblacién est in en conflicto con la civiliza- todavia impregnada de atavismos que es v= fepugnaate: hombres y mujeres, sin ningiin sen a, desflando tumultuosamente por las calles al son de nos coros y reproduciendo con sus se les permitiria desfilar en las calles sid ccanos» en casa y accedian a no bailar danzas africanas. Las comparsas negras intentaron evadir la legislacién usando pequeiios tambores ¥ ‘otros instrumentos de percusidn tomados prestados para la ocasi6n de bandas musicales militares, pero en 1916 el Ayuntamiento de la ciudad aument6 las restricciones, lo que hizo practicamente imposible desfi- lar para las comparsas. En 1925, el presidente Machado extendié a todo el pais la ordenanza de La Habana que prohibia los «tambores 0 instrumentos andlogos de la navuraleza africana» y las «contorsiones corporales que ofendan a la moralidad>*. 24, Bry ef aly «Negros ¢ brancoss, 252-256; son Rio de Janciro, ve il Control», 71-76; sobre Uruguay, BLANQUEAMIENTO, 1890-1930 27 ichaban para superar el abismo que separaba al mundo de la pobreza de la clase tra- bajadora del de la respetabilidad de la clase media, La cultura de ori- gen afticano se identificaba intensamente con ese mundo de favelas y barrios pobres en donde vivia la clase obrera, y de donde esta elite afrolatinoamericana intentaba escapar. La admisién en el mundo de la dia, por consiguiente, requerfa el rechazo total de esa cultura, asi como la adhesién incondicional a los modelos europeos de civili- zacién y progreso. Los miembros de las clases blancas media y alta temfan permanen- temente los efectos subversivos y «contaminantes» de la «africaniza- cin» de sus sociedades, pero al defender el determinismo racial de la época, siempre podian reclamar una especie de inmunidad heredada a la amenaza de la negritud. Los afrolatinoamericanos en proceso de ascensién social no podfan afirmar lo mismo. En sociedades que con- sideraban la raza un biolégico, su piel, su pelo y sus rasgos faciales representaban un vinculo ancestral con la cultura africana, Para cumplirlos requisitos de la admisidn en la sociedad civilizada y la clase media nacional, su rechazo a esa cultura tenia que ser incluso mas enfatico que el de sus pares blancos. La tensa relacidn de la clase media negra con la cultura de origen africano fue capturada vividamente por el periodista afrocubano Rafael Serra cuando formul6 la ominosa meréfora del «africanismo» como «enorme pulpo de incontables e inconmensurables tenticulos, [que] se extiende por completo y cada ver més, en todo nuestro cuer~ po social», Luchando para escapar de esos tentaculos, Serra insistfa en 3s0t70s, los que hemos nacido en (Cuba)... nada absolutamen- te le debemos al Africa», y rechazaba «todo lo que desdiga de lo que es cultura, de lo que es civismo, de lo gue es amor a lo bueno y a lo bello»?”, (Our Righiful Share, 13. Sig 904 al cual pertenecon ests 208 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 Este rechazo se extendia a todo lo que evocara el pasado esclavista, igualmente vergonzoso y contaminante. En su cobertura informativa de las celebraciones del carnaval de 1893, el periédico afrocubano La Igualdad atacaba a las comparsas negras cuyos miembros se vestian como esclavos de plantacidn, representando «los habitos y costum- bres de los dias afrentosos para nosotros... la época ominosa de la esclavitud y el periodo de atraso en que vivié nuestra raza. Nos ape- naba mucho este especticulo». Estos sentimientos tampoco se cir~ cunscribjan a Cuba. Poco después del carnaval de 1882 en Buenos Aires, el diario afroargentino La Broma describia «la manera vergon- zosa» en que los comediantes «se pintan la cara» y salen 2 la refinada calle Florida a representar canciones y bailes africanos «que hemos tenido la desgracia de tener que soportar este aio». En Montevideo, el periddico afrouruguayo La Conservacién protesté en 1871 contra las, religiones de base africana, ¢ hizo un llamamiento para «acabar de una vez por todas con estas farsas que no son religiones, estas practicas que 1no obedecen a ningtin principio légico y sirven tinicamente para indi- car los lugares de reunién donde el elemento negro se encuentran» Dejando de lado unas pocas excepciones, la prensa afrobrasilefia era undnime en su rechazo de lo africano y las practicas culturales basadas en ello, independientemente de que algunos escritores de manera individual o algunas publicaciones estuvieran 2 favor 0 en contra del objetivo del blanqueamiento nacional, mas controvertido. Los negros y los mulatos que lo defendian podian Iégicamente recha- zar cualquier conexidn entre los afrolatinoamericanos y Africa. «No pretendamos perpetuar nuestra raza», discurria el diario afrobrasilenio O Bandeirante en 1918, «sino infilerarnos en el seno de la raza privile- giada —la blanca— pues, repetimos, no somos africanos, sino pura~ mente brasilefios». Hablando desde una postura opuesta, de orgullo y autodeterminacién negro, O Getulino (1924) enfatizaba igualmente su rechazo de cualquier punto de contacto entre los afrobrasilefios y Africa: «Africa es para los africanos, compadre. Lo fue para tu bis cuyos huesos ya han vuelto a a terra y se han vuelto polvo.. Andrews, Afro-Argentines, 1k; Carvalho Neto, in Moore, Nationslzing Blackness, 69 BL NQUEAMIENTO, 1880-1930 209 Africa es para quien la quiera, pero no para nosotros, para los negros del Brasil, que en el Brasil nacieron, crecieron y se multiplicaron>®, ero aunque los afrolatinoamericanos que ascendieron soci te le dieron la espalda a Africa y se entregaron por completo a sus sociedades nativas, esas sociedades no siempre les devolvieron su centrega. El crecimiento econémico provocado por el auge exportador, las ideologias (y las praxis) raciales y el concepto de blanqueamiento se combinaron para producir una situacién tortuosa y contradietoria para los negeos y mulatos educados y ambiciosos. Una economia en proceso de expansién ofrecta oportunidades significativas para el avance econdmico y social, pero cuando intentaban aprovechar esas ‘oportunidades, los afrolatinoamericanos hallaban unas barreras racia- les que tomaron varias formas: rechazo a la admisin en restaurantes, teatros, barberias, hoteles y otros edificios puiblicos; rechazo de las (y en ocasiones de las pal jos; negativa de los clubes sociales a admitirlos; y, lo ss perjudicial de todo, discriminacién laboral abierta o velads™®. Ninguna de estas formas de discriminacién se aplicaba con la férrea determinacion de la segregacién estatal impuesta por Estados Unidos, lo cual llev6 a algunos visitantes afroamericanos (afrodescendientes, estadounidenses) de la época a concluir que América Latina estaba bre de prejuicios y discriminacién*, Pero fue precisamente por cul- pa de esa discriminacién y de esos prejuicios —ademés de por el sen- tido que compartian los afrolatinoamericanos de ser un grupo dife~ rente tanto de la clase media blanca como del proletariado negro— inscribir a sus que este periodo fue testigo de! florecimiento de las instituciones cul- turales y sociales de la clase media negra. De La Habana a Buenos Aires, los afrolatinoamericanos excluidos de las organizaciones soci sy civicas blancas se unieron para formar un universo par similares organizaciones. Estas inclufan clubes sociales de elite, como con 29, Andrews, Blacks and Whites, 16; Ferrara, Imprensa negra, 190; Graden, «So h Superstition Weigh, Cafe.com Leche, 70-71, 75. 210 APRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 El Progreso (Santiago, Cuba), el Club Atenas (La Habana), La Perla Negra (Santo Domingo), Kosmos (So Paulo), y otros; menos presti- giosas, pero mas numerosas, eran las «sociedades recreativas» (Cuba, Uruguay) y los «clubes de baile» (Brasil); las asociaciones atl como Alianza Lima (Lima) y la Asociacién Atlética Sio Geraldo (Sio aban clubes de fatbol; y organizaciones civicas como la Federa- ci6n de los Hombres de Color y el Centro Civico Palmares en Brasil, rectorio Central de las Sociedades de Color en Cuba, En la frontera entre los niveles mas bajos de la clase media negra y los niveles més altos del proletariado negro existian las sociedades de ayuda mutua, como el Centro de Cocheros (La Habana), la Sociedad Protectora de los Desvalidos (Salvador), y La Protectora y el Centro Uruguay (Buenos Aires). Y en Argentina, Brasil, Cuba y Uruguay (y quiza también en otros paises, en donde quedan por hacer investiga ciones sobre las organizaciones negras de finales del siglo XIX y prin= cipios del xx), una activa prensa negea hacia de cronista de las acti dades de estos grupos”. Figura 4.1 La clase media negra: Buenos Aires, 1904 2rédito: Archivo General de la Nacién, Buenos Aires. les de elite eran probablemente las organizaciones les, porque eran las que mas podian atracr la atencién favora- 52. Sobre estas organiza Andrews, Blacks and W tc Arrechea, Sociedades de Instrc roria de los afrouruguayoe BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 a ble de las elites blancas y Ia gran prensa. La revista ilustrada Caras y Caretas, de Buenos Ai 12 de varios de estos clubes en 1905, «donde en vez del grotesco candombe o de la zemba... se danza en tra je moderno a la manera de Luis XV", Este era el elogio supremo: los, oamericanos habjan demostrado ser tan exitosos como los ceuro-latinoamericanos en producir un simulzero de cultura europea en, el Nuevo Mundo. ¥ de hecho, éste era precisamente su objetivo, tal y is prestigioso de todos los clubes sociales afrocubanos reco- rnocis implicitamente al escoger su nombre, Club Atenas. «Somos una stitucidn>, declaraban sus socios fundadores en 1917, «que refleja el ado de cultura, de elevaci6n espiritual, de inteligencia de los elemen- { como sus aspiraciones, en constante y pro- infor tos que representamos, gresivo avance>. Para estos individuos —comerciantes, abogados, periodistas, estudiantes, propietarios en general—el simbolo mas potente de a cultura y el progreso basados en lo europeo que ellos per~ seguian era la Grecia clasica™. ‘Algunos clubes sociales negros intentaron ignorar la realidad de la in y los prejuicios, construyendo (en palabras de Kos- discrimi ‘mos, un club de Si Paulo) «una nacién en miniatura, de la eual somos, bravos y ardientes patriotas>, «cual barco en el océano inmenso desli- zindose por aguas seguras»®. Sin embargo, sus miembros a menudo consideraron que la discriminacién era imposible de ignorat, y las 1 racial en teatros, restaurantes, . parques y otros espacios puiblicos aparecian frecuentemente idades y el discurso de los clubes sociales. Esto suc: negras, explicitamente dedicadas cias y protestas de discrimi en asc a menudo en las asociaciones cfvi a la mejora del grupo racial. En Brasil, Cuba y Uruguay, tres de los generaron finalmente partidos politicos negros. Por supuesto, la inmigracién —y los problemas que habi para la poblacién negea— fue una de las principales cuestiones con las, que lidiaron los tres partidos. Poco después de su fundacién en Sio ia anunciaba «una dura campa- a> que 33. Andrews, Affo-Arg 34.Dela ion for A 535, Andeews, Blacks and Whit pais durante los tiltimos 40 afios, y exhortaba al gobierno federal a «cerrar las puertas de Brasil [a los extranjeros] durante veinte mas afos» para dar a los afrobrasilesios la oportuni- dad de recuperarse del daito que la inmigraci6n europea le habia infli- gido™ < Seek Elfin de a replica y del gobierno monopartistaen 1930 dej6 el camino lire para la competi iay Rio Grande do Sul. El ejemplo del Frente incluso ¥ \s fronteras del pai indo la creacién del Partido Autéctono Negeo en Uruguay en 1937. El Frente y el Partido Autéc- tono llevaron a cabo intensas campafas por sus candidatos, pero en ambos casos el voto negro no se materializ6. O mejor dicho, cuando lo hizo, no fue a parar a los partidos negros, sino a los partidos esta- blevidos. A pesar de la acusaci6n del Partido Autéctono de que esos en la verdade- do momento de vorar, recuerda un antiguo ante, la raza [nega] erase [| Banco o colorado y no les inte, resaba otra cosa. Y es0 que nuestra raza hizo una propaganda masiva desde el interior a Montevideo, pero no hubo caso». De los 375.000 lo 87 fueron para el Partido Autéctono. Los resultados fueron ionantes en Brasil, donde los candidatos del Frente Negra en Si0 Paulo, Salvador y otros pueblos y ciudades recibieron sélo un punado de votos, y ninguno de ellos salié elegido”” Este fue negro de esta época, el Partido Independiente de Color (PIC) de Cuba. EI PIC fue el producto de medio siglo de movi entre afrocubanos: como soldados y of independencia, como miembros de los partidos p. tres guerras de 1s mayoritarios is de . ver Gaseue, «Partido Autdctono Andrews, Blacts and Whites, 180; Baclar, -Prente Negra, 83 BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 23 (moderados y autonomistas bajo el dominio espatiol, y liberales y conservadores después de la independencia), y en las «sociedades de color» que se unieron para formar el Directorio Central. Aunque el Directorio cerré sus puertas en 1894, las sociedades locales continua ron existiendo, y otras organizaciones se les unieron a principios del XX, a medida que la clase media negra continuaba su expansién™, ce nivel de organizaci6n, el tamafo relativamente grande de clase media afrocubana, y la promulgacién de un sufragio masculino realmente universal en la Cuba post-independentista hicieron de la poblacién afrocubana una fuerza politica que era necesario tener en cuenta, Prominentes politicos, incluyendo presidentes nacionales, cultivaron relaciones con las sociedades negras, y aparecieron regular- mente en sus actos. La prensa generalista, incluyendo la voz del con- servadurismo cubano, el Diario de la Marina de La Habana, publica~ ba columnas semanales en las que periodistas y colaboradores negros discutian cuestiones que afectaban a los afrocubanos”. los agravios seguian presentes. Los par- 0 independentista habian creido que éMarti,una Pero los resentimientos ticipantes negros en el movimi estaban forjando, en palabras del lider independentista Jos repablica racialmente igualitaria, «con todos y para el bien de todos», ofreciendo la participacién plena a blaneos y negros®. En lugar de lizar la mayorfa de los bene~ ficios de la independencia hacia los cubanos blancos, ¢ incluso hacia igrantes espafioles, més que hacia los negros. Como parte de su ia para «blanquear> a la poblacién racialmente mestiza de la activamente la inmigracién espaiiola, Una vez llegados a Cuba, los cspaioles recibieron un trato abiertamente preferente en la contrata- (el gobierno) como en el priva- 24 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 do. Los vereranos afrocubanos, incluyendo oficiales con distinguidas hojas de servicios en la causa independentista, se encontraron con que se quedaban fuera de los mejores puestos de trabajo en la administra én del Estado, mientras que habjan desempefiado ningsin pap: que incluso se opu sieron a ella, recibieron lucrativas posiciones y nombramientost" ‘Como en otras paises hispanoamericanos, los afrocubanos pol camente activos tendieron a iden Partido Libe da, una parte de veteranos y activistas hicieron un llamamiento para crear un partido politico nuevo y definido racialmente. Después de tuna serie de mitines piiblicos en pucblos y ciudades de toda la isla, el Partido Independiente de Color fue creado en La Habana, en 1908". El partido sélo lleg6 a presentarse a unas elecciones, las de 1908, y sus resultados fueron marginales. En las contiendas electorales para él Congreso, en las que los candidatos conservadores y liberales recauda re 20,000 y 50.000 votos, ningtin candidato del PIC recibié mas de 116”. A pesar de estos pobres resultados lectoral introducida por el senador afrocubano Martin Moria Delgado para desautorizar los partidos compuestos por miembros de tuna sola raza. Los mnaron al Congreso (y recono- ica cubana, al Departamento antico bros del partido fueron arrestados durante la primavera y el verano, hhasta que las elecciones de ese otofio hubieron pasado. itucional, Pero ninguna institucién ce: Frente a esta represi6r ron del partido. Los que se quedaron decidieron con determinac’ 4, Naranjo Orovio, “Trabsjo libres; De ls Fue los primeros afios de la independencia, de este tipo eran un rasgo comin de la compet este caso la respuesta del gobierno fue més que at arrestar y encarcelar alos miembros del partido, el gobierno campafia exter ia de sus lideres, a buena parte d que no BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 . La Habana, 1909. Ci Pittsbu Ja que se mat6 ala may y es de afr an conexién de ninggin tipo con el partido. a: el senador Martin Mortia Delgado y su 1: Coleccién de Alejandro de la Fuente, otros paises latinoamericanos en en Cuba las acciones armadas 216 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 @Por qué respondié el gobierno con una fuerza tan excesiva? Cier~ tamente, un motivo era el deseo del Partido Liberal, que gobernaba en ese momento, de deshacerse de una fuente potencial de competicién electoral in embargo, al reprimir al PIC de manera tan sangrienta, el partido probablemente se hizo a si mismo mas mal que bien. Durante el resto de la década de 1910 y la de 1920, los conservadores ca zaron la masacre de manera considerable, y denunciaron al anterior jempo que exhortaban al votante negeo: «acuérdate de la gran matanza de mayo [de 1912}. Es imposible saber con certeza si estos esléganes surtieron efecto, pero los liberales perdieron el poder en las elecciones del otofio de 1912, y no conseguirfan la presidencia de nuevo hasta 12 afios mis tarde“. El espectaculo de un movimiento politico armado negro reactivé miedos profundamente anclados en la sociedad cubana, miedos de shaitianizacién» y «africanizacién», ante la posibilidad de que las fuerzas rebeldes pudieran tomar la isla y convertila en una repiblica negra. Esos miedos tuvieron un peso especifico en la masacre, igual que en la ofensiva del gobierno contra la mésica y a religidn de origen africano, Pero debemos notar que las matanzas se limitaron casi exclu- sivamentea la provincia de Oriente, el érea principal en donde la rebe- ese a haber sido ideada originalmente para exten derse por toda la isla, Intentar explicar por qué la rebelién estallé solamente en esa provincia, y por qué la represién gubernamental fue tan extrema, hace que enfoquemos nuestra atencién hacia otra fuente de conflicto permanente durante los afios de la exportacién: las dispu- tas por la tierra TIERRA ‘A medida que los curopeos consumian cantidades cada vez mayo- res de aziicar bananas, cacao y otros productos de plantacién, los ingresos provenientes del comercio de exportacién fluyeron hacia Afro-Latinoamérica, proporcionando a los terratenientes el capital y los incentivos necesarios para expandir y desarrollar sus propiedades 44. Citas en Dela Fuente, Nation for All 84 30 27 BLANQUEAMIENTO, 1880- agrarias. Los campesinos negros con titulos legales de tenencia de sus tierras tuvieron alguna oportunidad de resistir las usurpaciones de los jacendados, e incluso de aprovechar cl incremento en la demanda de sus productos*, Pero los que habian ocupado tierras pil privadas abandonadas eran vulnerables. Las ganancias provenientes de la exportacién también enriquecie- ron a los gobiernos nacionales, y les permitieron crear las fuerzas armadas necesarias para restaurar el «orden» en el campo y poner fin a las guerras civiles del siglo x1X. Esta penetracién de la autoridad esta- tal en las éreas rurales dio alos hacendados los medios para reestable- cer el control sobre tierras que en anteriores etapas del siglo habian tenido que abandonar en beneficio de ocupantes espontineos y de arrendatarios. También permitié a los gobiernos nacionales reafirmar su control sobre las tierras de propiedad piiblica, de las que vastas por- ciones se habjan entregado a inversores privados mediante concesién 0, la distribucién de las tierras de titularidad estatal ‘odo golpe6 directamente a los campesinos indigenas venta. En M durante este p. y mestizos, dando lugar alas desposesiones masivas que prepararon cl terreno para la Revolucin Mexicana. En los paises de Afro-Latinoa- mérica, la privatizaci6n de las tierras de propiedad publica o comunal tuvo similares efectos negativos sobre un campesinado que de pronto se hall6 a si mismo expulsado de las propiedades agrarias que emplea~ ba para subsistix,y perdiendo las inversiones que habia hecho en cons- trucciones, arbustos cafeteros, arboles frutales y otros cultivos'*, Este proceso de cercado y privatizacién fue mayor y més intenso en Cuba, La isla ya era el centro de la produccién mundial azucarera durante el siglo XIX, pero ahora, entre 1890 y 1920, experiment6 una inyeccién masiva de capitales estadounidenses que dio como resulta- do la teorganizacin, modernizacion y expansién de la industria del ausicar Parte de esa reorganizacin cons 45, Ver por cemplo el caso de los la Republics Dominicana ode los pequefios praductores de banana de Is costa caribe fia de Colombia. Baud, Pestents and Tobsceo; San Miguel, Campesinos del Ciba LeGrand, «Li as, ver Knight, Mexican Revolt 277-328; LeGrand, Frontier Expar Vol 1,78 si0n, 33-6 218 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 nas, quienes cultivaban la cafia en sus propias tierras o en tierras arren- dadas de las plantaciones. Algunos campesinos negros, particular- mente los que habfan adquirido tierras en décadas anteriores de XIX, tomaron parte en la produccién como colonos. No obstante, en 1900 la composicién del colonato era mayoritariamente blanca, y lo fue mas a medida que pasaron los afios” Repelidos por el avance de las plantaciones, muchos afrocubanos especialmente los ex-esclavos recién liberados que no podian pro- clamar la propiedad de la tierra— emigraron de las zonas occidentales, de produccién azucarera de La Habana y Matanzas a Oriente, donde grandes zonas boscosas seguian estando sin cultivar y disponibles para quien quisiera ocuparlas. Pero las tierras baldias no s6lo atrajeron ‘los campesinos, también alas compaiias azucareras. A principios del siglo xx varias empresas de capital norteamericano empezaron a ope rar en la provincia, expulsando de nuevo a los pequefios propietarios de sus tierras. La consecuencia fue un estado de permanente tensi6n, violencia y pequeio bandolerismo en el medio rural de Oriente. Poco puede sorprender, teniendo en cuenta este hecho, que cuando el PIC Ilamé en 1912 ala accién armada para protestar por su prohibicién de participar en las elecciones de ese afio, la provincia se alzara en una Tampoco era del todo sorprendente, si tenemos en cuenta estos procesos en la provincia de Oriente, que el gobierno recurriera a una represién tan salvaje para acabar con la revuelta, Desde las comuni des cimarronas de principios del siglo x1x hasta las tres guerras de independencia, la provincia habia sido un centro nacional de resisten- mericanas, lo que estaba en juego en esas rebeliones era algo mayor que nunca antes. Durante los afios del boom de las exportaciones, Estados Unidos envié repetidamente tropas a las naciones caribefias, 47. Scot, Slave Emancipation, 240-242; Bergad, arrendatatios negeo en 1899, eltivaban so cin de terra , Cuban Rural Society, 285. Los ela isl Is propor table en BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 219 icluyendo Cuba’ nes era la prote una rebelién campesina contra las compafifas azucareras de propied: norteamericana amenazaba obviamente esos intereses. La adi jon Gomez, en consecuencia, tuvo que reprimir la revuelta de diato y eliminar la amenaza de futuros levantamientos. Sin embargo, les en el poder, tampoco consiguis evitar que Estados Unidos intr viniera en los asuntos cubanos. Las comp: stificacin mis frecuente para esas interve n de intereses econémicos norteamericanos, inistra- Ia represién de 1912 fracas6 en mantener alos libe- Shtener su protecién. Los marines extadounidenses detembarearon en la provincia a la semana siguiente. La represién tampoco previno postetiores episodios: cinco aftos después, la revuelta liberal de 1917 desencadené una nueva ola de saqueos, ineendios y bandidaje por par- tede rebeldes campesinos Esta ver, tanto el simero de rebeldes implicados (10.000, de acuerdo con el c6nsul esta~ dounidense en la zona) como el nivel de destruccién provocada (190.000 toneladas de cafta de azaicar incendiadas en la parte norte dela provincia, y decenas de miles més en otras éreas) fueron mucho mayo- res que en 1912. En 1912 los marines se quedaron slo un mes; en 1917 lo harian durante cinco afios. Aun asi los campesinos rebeldes nun fueron del todo reprimidos, y continuaron operando en las montafas y bosques de la Sierra Maestra. Fue entre los descendientes de esos les, viviendo todavia en sus reductos de las montafias, donde sus primeros efectivos cuando 20 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 ss de propiedad sobre ninguna compafias azucareras extran- las, pero no posefan derechos form: parcela concreta®', Con la llegada del jeras (americanas, alemanas y cubanas) en las décadas de 1880 y 1890, este sistema de propiedad agraria empez6 a cambiar. Comprando los iduales en los terrenos comuneros, 0 pagando a los téc- niicos agricolas y a los funcionarios para anular los titulos de propie~ dad locales, las compaiias adquirieron grandes propiedades en la par- te oriental de la isla, expulsando a los campesinos de sus tierras y convirtiéndolos en trabajadores asalariados. En 1880, el escritor € intelectual dominicano Pedro Bon6 observaba que cuanto mas capital derechos extranjero entraba en las zonas azucareras, «mas pobre veo el negro de Sabana Grande y Monte Adentro, y si sigue ello, no est lejos el dia en que todos los pequefios propietarios que hasta hoy han sido ciudada- nos vendrin a ser peones 0, por mejor decir, servos, y Santo Domin- 0, una pequefa Cuba, o Puerto Rico, o Luisiana», Cuatro affos des- pués, declaraba que el proceso de expolio estaba virtualmente completo: teaslacidn a titulo cas gratuito anos de nuevos ocupantes encubiertos bajo el disfraz seria, puesto que se trata de dom partes los amos de fincas y centeales.. Aunque pobres y rudos, eran pro- pictarios,y hoy, mis pobres y embrutccidos, han venidoa parar en prole- tarios. ¢Qué Progreso acusa eso? Bajo presién permanente de las compafifas azucareras, en 1911 gobierno abolis por completo el sistema de propiedad comunal de la tierra, y obligé a que los terrenos comuneros fueran medidos y dividi dos en propiedades individuales que pudieran ser vendidas y compra- das libremente en el mercado. Esta medida fue luego confirmada por la Ley de Registro de Tierras de 1920, aprobada durante la ocupacién norteamericana del pats (1916-1924). Bajo esta ley, las tierras campesi- nas eran todavia més vulnerables a la compra o la expropiacién por S51. Hoetink, ions of Desp 52, Citado en Hoetink, Dominican People, Land Questions; Tusits, Foun 2,30, BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 a parte de las compaiiias azucareras, y el proceso de despojo siguié su Elerecimiento de ls exportaciones azucareras se experiment6 mas intensamente en Cuba, la Replica Dominicana y Puerto Rico, pero incluso en zonas secundarias en produccién de azticar, como el del Cauca en Colombia, la desposesién del campesinado negro fue ida. Durante los primeros 50 afios de independencia la guerra, la icin se combinaron para situar a los terratenientes del Cauca en una posicién de inusual debilidad frente a los que previamente fueron sus esclavos. Al negociar contra- tos de arriendo y con laborales mente por las haciendas y confrontaton las diferentes posiciones de los cerratenientes al respecto. Muchos afrocolombianos abandonaron el trabajo asalariado casi por completo, haciéndose pequeiios propie- tarios en tierras pertenccientes al Estado, o en tierras de hacienda sbandonadas. La toma del poder del Partido Conservador a nivel nacional en la ddécada de 1880, y cl incremento de capacidad de gobierno gracias al aumento de las gananeias del sector cafetero, provocaron un cambio gradual en la correlacién de poderes entre propietarios de tierras y campesinos. Los hacendados comenzaron a reafirmar el control sobre sus tierras, expulsando a los ocupantes ilegales y forzando al resto a aceptar nuevos contratos de trabajo. El caudillo liberal negro Cenecio Mina lideré la resistencia guerrllera contra las reocupaciones de tie- ras, pero la victoria conservadora en lailtima de las guerras civiles del siglo xix, la Guerra de los Mil Dias (1900-1903), acabé con la resis armada Liberal. A medida que el proceso de desposesién sea leraba, las comunidades camp. rra que habjan cultivado durante décadas*. La ola de cercados de los libertos circularon libre- ctof Intervention, 102-119; Tait, Foundation of De 1s campesinos negro dl Cauca mantienen amargos recuerdo de los Aesslojos de finales del 'y reeverdan que los hacendados liberlestomaron parte res. Um informanterecordsba en la década de 1970 pos del xx) er Benjam que oxo hacendad ‘Mera. Era negro y dos eran lo mismo. 22 APRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 tierras se intensified después de 1914, momento en que laf a de ferrocarril que unia Cali y la costa Pacifica, unida a la én del Canal de Panamé, abrié nuevas oportunidades para Sur, desde el Cauca hacia el valle del Ps a medida que la carretera Pan-Americana unia esa regién de pueblos negros y palengues al sis- nal de comunicaciones®, En Brasil, antaiio el centro del cultivo mundial azucarero y ahora superado por la produccin més capitalizada de cata de aziicar del Caribe, la desposesién procedié a un ritmo més lento. En ausencia de Jos recursos para invertir en formas productivas de mayor mecaniza~ cién, y ante la pérdida de la fuerza de trabajo esclavo en la abolicién (1888), los sacarécratas brasilefios alentaron a los ex-esclavos a perm: necer en las propiedades como aparceros, con la posibilidad de cult vvar sus parcelas y subsistir 0 comerciar con sus productos. En Rio de Janeiro, los aparceros que producian mate, frijoles y mandioca para la venta en la capital disfruraban de «un alto grado de autonomia en rela~ ‘na los administradores de la plantacién», y podian construir vidas y comunidades controladas en buena parte por condiciones er Nordest pobres, afios. Sin embargo, incluso (0 esp aparceria representaba un medio de escapar de la desposesiGn a gran no tuvo lugar en el Nordeste hasta la segunda mitad del los mismos*. Las mas complicadas en las plantaciones azucareras del donde los mercados urbanos eran més pequefios y més icas que duraban Ja regién era azotada por sequias pe onémico, prote- gid hasta cierto punto a zonas azucareras de los rigores del mercado. La situacién era completamente diferente en las zonas de plantacién cafetera del sudeste, por entonces en pleno boom. Las zonas cafeteras de Sio Paulo eran una de las areas mas dind- micas de la produccién exportadora de Ami ina. A medida que sociedad, 141-18. SAB, y 343-350 pas racial de los paises en que operaban. De hho, desde el punto de vista de la mayoria de los empresarios esta- dounidenses, los latinoamericanos y los negros antillanos ocupaban posiciones igualmente bajas en la escala racial. Por otro lado, las islas trabajadores baratos y abundantes, muchos de los cua- contaban les ofrecfan la ventaja adicional de hablar inglés. Las compaffas azucareras estadounidenses que abrian nuevas plan: pezaton a importar miles de trabajadores, haitianos y jamaicanos en la década de 1910. Varios nacionalistas cuba nos protestaron amargamente por esta «africanizaciéne de la isa, pero el gobierno no pudo resistir las peticiones de las compaiiia, y autoriz6 Ia entrada de trabajadores negros®. Lo mismo acontecié en Venezuela y Panamé, donde hacia 1913 y 1914 entre 45.000 y 50.000 hombres esta ban en la némina de la Compaiia del Canal de Panama, en un pais de in de habitantes. De esos trabajadores, la gran taciones en el este de Cubs yyoria provenia de las Indias Occidentales®. También era éste el caso temporal nigrantes de Is Indias Occiden 3s 100.000 en Panam, de unos 50.000 en los 105; Connifl, Black Labor, 81 68. McCallough, Path Berween she Seas, 589. APRO-LA 69, Chomsky, Wes NOAMERICA, 1800-2000 Workers, 44-47 Caribe y Centr tar a las empresas y los fu tuviéramos ahi cerca de wertiré el litoral cenun Mar de Charol>. En 1930]a revista era at Rica, blanca 0 negra?» que la costa atkintica estuv Nada tengo como -a blanco, chino © negro... Este es un problema fa, aunque era raro que ior desde Limén. hispé- lanos volvian a Limén. Y cuando los funcionarios costarricenses negociaron las condiciones para las nuevas plantaciones costa pacifica en la década de 1930, insistieron a el uso de mano de obra negra en esas mano de obra procedente de las Indias Occidentales en otros pai se implement6. Algunos antillanos entrevistados en la década de fico en la década de 1930 y no haber hallado trabajo, porque «va contra la ley» La aversién contra los incluso més intensa en de inmigracién n términos absolutos como n ala poblacién nacional preexistente. Ademés, en lugar de haberse concentrado en una parte del pais remota y deshabitada, los garon a las dos principales ciudades de Panam (Ciudad de Panama y Colén), y consiguieron la mayor parte del empleo en la mas importante y jam as operaciones de ac que ios proporcionaba al pais, el Canal de P: El delegado de Panamé a la reunién de 1919 de la Or Internacional del ‘Trabajo protesté amargamente por la presencia de lanos que son intelectual y racialmente infe- zacion ngua diferente ala nuestras. Cinco afos des- pués, la obra de Orlando Alfaro El peligro antillano en la América Central apelaba a las otras atinoamericanas para ayudar a Panamé a prevenir la formacién «en el corazén de la América Latina» de «un nticleo poderoso de una raza extrafa, en casi todas sus mani festaciones». Dos afios después, en 1926, el Congreso panameho pro- hibi6 Ia inmigraciéa de negros que no hablaran espafol, y requi que la fuerza de trabajo de todas las empresas panamefias fuera nativa en un 75%, como minimo. Como Panamé no tenia autoridad en la 148,247. Es posible que BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 21 trabajadores de sus plantaciones. Frente a estos desaires, el timiento anti-antillano persis Jos Panamefios», una organi En 1933 se formé «Panama para ista cuyo fundador, el ex- jefe de policia de Ciudad de Panama Nicolés Ardito Barletta, citaba con aprobaci 10 nazi como un modelo para la forma en que los panamefios deberian tratar a los , correspondian ala experiencia vital de los traba~ jadores negros, blancos, nativos y extranjeros, y a su percepcién concre- tay real de los otros y de si mismos como seres diferentes. Estos contflic- 91, Chalhoub, Trabalho, ler, 88-8 kere, 99-100; Faust, Trabalho urbano, 33 92, Citas de Cordova, Clase tabajadona, 92: nal, Sobre la huelg de 1902, ver Corowa, 113 Early Industial Wor Polis, 180. 5, gatas en elo se rabsjadore, 92-95; Stubbs, Tabac BLANQUEAMIENTO, 1880-1930 m1 tos se agravaban més atin por los programas racializados de inmigraci6n, y las notorias preferenciasraciales de los empresarios, que estructuraban ia intensa compettividad en el mercado de trabajo de esos afios sobre jes raciales y étnicos. En estas condiciones, poco puede sorprendernos que las divisiones étnicas y raciales fueran un obstaculo importante para Jos trabajadores de la regidn en sus esfuerzos por organizarse™, Lo sorprendente es que trabajadores y lideres sindicales persistie- en sus intentos de superar ese obsticulo y acabar con las divisiones r érnicas y raciales para construir un movimiento obrero unificado y multirracial. El hecho de que, por ejemplo, algunos trabajadores afro- brasilefios y portugueses entraran en confflicto en el sindicato de tra~ bajadores portuarios de Rio en 1908 refleja sus intentos de unir fuer~ izaciGn tinica y multirracial. Y aunque este esfuerzo zas en una or en concreto fallé, otr0s fueron més exitosos. 2Por qué razones los trabajadores latinoamericanos fueron capaces de crear las alianzas multirraciales que resultaron tan dificiles de cons- truir en Estados Unidos y otros paises? Una razén fueron las leyes ¢ ‘ideologias de igual periodo independentista. Aunque su incumplimiento era tan com como su cumplimiento, estos precedentes exclusi6n o la segregaci6n racial algo legal y politicamente inacepta~ bie, incluso durante los afios del «blanqueamiento». Pese a que tal exclusidn y segregacién eran en realidad comunes en los efrculos de la clase media y de la elite, siempre fueron explicadas en términos de cla se, més que raciales. Dentro de la clase obrera tal explic posible, lo que hizo que, incluso en una época de la ideologfa supre- ‘macista blanca en el mundo atlintico, la tendencia predominante en los movimientos obreros de Latinoamérica fuera la de rechazar las no racial que habian sido forjadas durante el a i preferencias raciales de cualquier tipo ¢ intentar llevar a cabo una movilizacién m Je inclusiva’™, En realidad éste era un asunto de practicidad. Excepto en Argenti- ily, Zmposing Decency, 141-144 Labor, 223 20 AFRO-LATINOAMERICA, 1800-2000 ‘esperar ser exitoso a menos que incluyera a esa mayoria de la pobla- cin (o, en Cuba, la mayor minorfa) que era no-blanca y que desde siempre habia formado el grueso de la mano de obra de la region. La inmigracién europea masiva de los afios del boom de las exportaciones naba esa superioridad numé |gunas éreas de Afro-Latinoa- Pero especialmente en Brasil y Cuba, los activistas inmigran- tes pronto se dieron cuenta de que era un suicidio enfrentarse a empresarios que podian apoyarse en grandes

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