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Facultad de Artes - Departamento de Cine y TV

Historia Social y Económica Argentina (2015)

Apunte de cátedra introductorio a la unidad II - parte b1

UNIDAD II:

b) MODERNIZACIÓN Y RÉGIMEN OLIGARQUICO (1870/1916)


La integración argentina en el mercado mundial, condiciones internacionales y regionales. La
conformación del mercado nacional, el Estado y la nación. La elite del ochenta y el proyecto liberal.
Inversiones extranjeras. Expansión ferroviaria. Inmigración, colonización y crecimiento urbano. La
crisis de 1890. Cambios en la fisonomía social, económica y cultural de la Argentina en el período
1880-1916. El régimen oligárquico conservador, prácticas políticas y reforma del sistema electoral de
1912. La cuestión de la ciudadanía. El contexto cultural y la llegada del cine a la Argentina?.

Bibliografía:2
BERTONI, Lilia: "La elite del 80 y la construcción de la nacionalidad", en Ciencia Hoy, N°22, 1993.
BOIXADÓS, Cristina: La integración de Argentina al mercado mundial. Apunte de Cátedra.
BONAUDO, Marta (dir): Liberalismo, Estado y orden burgués (1852-1880), Nueva Historia Argentina,
T. IV, Sudamericana, 1999. Prólogo.
BOTANA, Natalio: El orden conservador, Sudamericana, Buenos Aires,1977. Introducción, cap. I y III.
BOTANA, Natalio: “La reforma política de 1912” en M. Giménez Zapiola (comp.), El régimen
oligárquico, Amorrortu, Bs. As., 1975.
DEVOTO, Fernando: "Migraciones europeas a la Argentina" en Ciencia Hoy, N°15, 1991.
ROMERO, Luis A.: Breve historia contemporánea de la Argentina, Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires, 1994, cap. 1.
SABATO, Hilda: La política en las calles. Entre el voto y la movilización popular, Sudamericana, Buenos
Aires,1998, pp 9-29 y 283-290.
SABATO, Hilda – CIBOTTI, Ema: “Inmigrantes y política: un problema pendiente”, en Historia História
em cadernos, Vol. IV, N°2 y Vol. V, N°1, 1985, Brasil, pp. 48-52 .
SCOBIE, James: "El impacto de las migraciones en la estructura urbana" en Boletín del Centro de
Investigaciones Históricas y Estéticas N°14, UCV, Caracas, 1972, pp. 75-89.
ZIMMERMANN, Eduardo A.: “La sociedad entre 1870 y 1914”, en Nueva Historia de la Nación
Argentina, T. IV, Academia Nacional de la Historia, Planeta, Buenos Aires, 2000, pp. 133-159.

Al introducirnos en la segunda parte de la Unidad II, veremos que algunos de los grandes
problemas de la primera parte ya se han resuelto: por ejemplo, la difícil relación entre Buenos
Aires y las provincias comienza a resolverse desde que la primera se integra definitivamente al
conjunto, tras la batalla de Pavón, en 1862. No quiere decir que desaparezcan los conflictos, pues
los habrá incluso hasta la capitalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880, pero cada vez más
el problema principal es el de la construcción y consolidación de estructuras estatales
(instituciones, leyes, etc.) de alcance ahora nacional. Paralelamente, se expande y fortalece una
economía agroexportadora integrada al mercado mundial (tema desarrollado en el apunte de

1
Elaborado por la Profesora Adscripta Lic. Ma. Victoria López.
2
Se presentan aquí los autores que abordan temas de historia política y social, es decir, Bonaudo (1999), Botana (1977
y 1975), Romero (1994) y Sábato (1998), resaltados con fondo gris. No se toman los autores trabajados en el Práctico
N° 1 (Bertoni, Devoto, Sábato-Cibotti y Zimmermann), ni los referidos a temas económicos (Boixadós y Scobie).

1
cátedra de Boixadós). Además, son años de un gran crecimiento urbano y de llegada masiva de
inmigrantes. Todos estos factores generan una complejización fundamental de la sociedad:
emergen nuevas clases sociales (las clases medias) con lo cual la sociedad ya no es “dual”, para
usar la expresión de Zimmermann (la “gente decente” por un lado, el “pueblo” por otro), sino una
más “moderna” y potencialmente conflictiva.

La llamada “elite del '80” o “generación del '80”, de orientación liberal en la economía y
conservadora en la política, será el agente de una fuerte modernización del estado y la sociedad,
conducida “desde arriba”. En el plano político, se constituirá el llamado “régimen oligárquico”,
cuyas prácticas políticas aseguraron el ejercicio del poder a esa elite hasta la reforma del sistema
electoral de 1912 (ley Sáenz Peña), que abrirá las posibilidades para nuevas prácticas y para la
emergencia de nuevos partidos y actores sociales en la arena pública.

Decíamos que algunos problemas parecían más cercanos a resolverse, mientras que otros
conservaban aún toda su carga de actualidad: la construcción de un imaginario nacional y de un
sentimiento de solidaridad compartido sigue siendo un problema pendiente, agudizado por la
llegada masiva de contingentes de población extranjera, que llega con sus costumbres, valores y
problemas propios (como se ve en el Práctico N° 1 de 2015).

Introducción a la Unidad II - parte b

El capítulo seleccionado de la Breve historia contemporánea de la Argentina de Romero propone


una síntesis de los procesos históricos del periodo que comprende esta parte de la Unidad II
(1870-1916), combinando aspectos políticos, económicos y sociales en una presentación de los
acontecimientos y desarrollos más importantes. Funciona como una puerta de entrada para la
historia de esta etapa, ya que integra todos esos aspectos.

Comienza describiendo el triunfo radical de 1916, que representa el ascenso de un partido


moderno al gobierno en elecciones donde se probó el voto universal, secreto y obligatorio. Eso era
producto de una reforma central del sistema electoral: la sanción de la ley Sáenz Peña, en 1912.
Con esa reforma, como decíamos, se modificaba un aspecto central del régimen político anterior,
que apuntaba a mantener el poder en manos de la clase política tradicional; con la reforma
accedieron al ejercicio de la ciudadanía nuevos sectores de población.

Para comprender esto que ocurre al final de la etapa, Romero revisa los procesos de las décadas
anteriores y describe un cambio profundo de la economía y la sociedad; sostiene que “la reforma
política pacífica se sustentaba en la profunda transformación de la economía y la sociedad”. Esa
honda transformación era producto de una serie de factores y elementos combinados, en los que
se basaba el increíble progreso material de la época:
- La construcción de un régimen político unificado y estable, con ciertos rasgos institucionales
peculiares. Este tema será abordado en profundidad por Botana, a quien Romero cita en su
trabajo.
- Una masiva llegada de inmigrantes europeos, especialmente italianos y españoles (ver aquí
también el material del Práctico N° 1). Romero también señala, en sintonía con el planteo de
Zimmermann, que muchos de los inmigrantes que permanecen en el país, o bien sus hijos y las
generaciones siguientes, van a conformar las emergentes clases medias, que tendrán aspiraciones
(políticas, sociales, etc.) diferentes a las ideadas por el régimen conservador.

2
- Políticas estatales orientadas a estimular el crecimiento económico: facilidades a los capitales
extranjeros para invertir en el país (ferrocarriles, infraestructura, finanzas); la llamada “Conquista
del Desierto” (1879-1880), que sumó grandes extensiones de tierra a la economía productiva
capitalista.
- Expansión de la agricultura cerealera, en gran medida por la demanda del mercado externo pero
también del interno, e incipiente expansión industrial.
- Estrecha relación con el mercado mundial y especialmente con Gran Bretaña, una relación que se
pensaba como “mutuamente beneficiosa”, pero sin embargo involucraba una gran dependencia
de las oscilaciones y crisis cíclicas del mercado mundial.

Para la clase alta, era una preocupación “moldear y organizar”, en palabras de Romero, esa
sociedad en formación, y algunos de los mecanismos para hacerlo fueron leyes (como la del
Registro Civil y la de Matrimonio Civil) y especialmente la educación primaria, que se orientaba a
“argentinizar” a los hijos de los inmigrantes y a construir un sentimiento de solidaridad nacional,
además de dotar a futuros trabajadores de las herramientas básicas para el trabajo.

Sin embargo, el progreso económico y la efervescencia social tenían una contracara; existían
serios conflictos sociales que estallaron en torno al Centenario (1910) y que llevaron a los
intelectuales a definir un cierto “nacionalismo” que rescataba las raíces criollas pre inmigración y
era más o menos pesimista respecto de la sociedad y el país. Las mayores preocupaciones venían
de la emergencia de tensiones y demandas sociales, que en general se expresaron violentamente,
provenientes de diversos actores ante las consecuencias de las crisis económicas que, pese al
progreso general, no dejaban de afectarlos: en el campo, levantamientos de chacareros (tanto
propietarios como arrendatarios, aunque no juntos); en la ciudad, sectores populares donde se
mixturaban todas las nacionalidades y entre los que el anarquismo tenía creciente influencia; y
sectores medios, urbanos también, más atentos a las propuestas de socialistas y sindicalistas.
Estos nuevos actores adoptaron huelgas, levantamientos espontáneos y motines urbanos como
formas de protesta, que en ocasiones sufrió severa represión por parte del Estado.

El régimen oligárquico conservador

Botana (1977), en su clásico libro El orden conservador, estudia desde la perspectiva de la historia
política la construcción de un régimen político entre 1880 y 1916, régimen que tiene, para el
autor, una “unidad histórica” propia. Los hitos que lo delimitan son la capitalización de la ciudad
de Buenos Aires, por un lado, y el primer triunfo electoral del radicalismo, por otro.

Su idea principal es que la formación del Estado Nacional y del régimen en el que se apoyaba
fueron fenómenos relativamente tardíos (tras las guerras civiles y las “presidencias fundadoras” de
Mitre, Sarmiento y Avellaneda 3). Eso tuvo dos consecuencias: la constitución, finalmente, de un
orden nacional (ahora sí unificado) que subordinó los intentos de autonomía, y la aplicación de
una fórmula política “alberdiana”, es decir, inspirada en la obra de Juan Bautista Alberdi, autor de
las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (1852). Esa
obra, publicada inmediatamente después de la batalla de Caseros, sirvió de base para la
Constitución Nacional de 1853.

3
En el periodo anterior, que suele llamarse de las “presidencias fundantes” (Mitre, Sarmiento, Avellaneda), habían
sido tres los problemas básicos, según Botana: la integridad territorial; la identidad nacional y la organización de un
régimen político legítimo.

3
Por si no lo tienen presente, recordemos esquemáticamente qué proponía Alberdi para organizar el
país: lo ideal y deseable era una “república verdadera” (es decir, con todos los rasgos formales de
las repúblicas de los países europeos), pero eso, en su opinión, no era factible en la Argentina de
mediados del siglo XIX. Por eso, mientras tanto y hasta que hubiese otras condiciones, el modelo
era la “república posible”, que Alberdi definía como “una monarquía disfrazada de república”: un
sistema autoritario, con gran concentración de poderes en el presidente, que mantuviera a los
sectores populares y también a la elite bajo control; la eliminación de la arbitrariedad jurídica no
como ideal político sino como condición para el progreso económico, que sería consecuencia de la
plena apertura al mundo (darle garantías a los capitales extranjeros para que invirtiesen aquí).

Botana retoma esa distinción alberdiana entre república verdadera y posible, para proponer un
análisis del orden conservador en torno a dos variables: la fórmula prescriptiva (el “deber ser”) y la
fórmula operativa. Así, analiza cómo se construyó en la práctica ese orden político conservador
que, pese a grandes conflictos, logró mantenerse estable durante más de tres décadas. Los
principales mecanismos para hacerlo fueron, según Botana, el control de la sucesión en los cargos
de gobierno más altos, el sufragio fraudulento y una combinación de conservadurismo en lo
político con liberalismo en lo económico. Esa combinación fue eficaz al principio, pero sería luego
uno de sus principales problemas: la sociedad crecía y se renovaba pero la política no acompañaba
ese proceso.

Por su parte, otro texto de Botana (1975) analiza la reforma electoral que pone fin al régimen
oligárquico, representada por la Ley Sáenz Peña de 1912 que instauró el voto universal, secreto y
obligatorio (tal como lo conocemos hoy, excepto que sólo masculino). Identifica el contexto en el
que se resolvió para comprender que la reforma no fue la simple decisión de una elite que acepta
voluntariamente ceder parte del poder político a nuevos grupos y a partidos políticos, sino un
complejo producto de las condiciones históricas, especialmente la complejización social y
económica que describe Romero.
Especialmente, Botana plantea que deja de funcionar aquella fórmula operativa del régimen
conservador, cuando se quiebran las alianzas y se suceden los enfrentamientos:
“[se] quiebra en forma irreversible una fórmula operativa de asociación entre gobernantes,
dentro de un régimen que bloqueaba la participación popular […] El PAN no fue una
organización establecida para movilizar a la población, sino un instrumento que comunicó
a las oligarquías regionales entre sí, nacionalizándolas dentro de un conjunto de relaciones
de subordinación estrictamente acatadas” (p. 237).
Aparecen nuevos protagonistas políticos de mucha importancia: los partidos organizados ya no en
torno de alianzas personales y acuerdos sino alrededor de un programa; es lo que se conoce como
partidos “modernos”, a diferencia de las antiguas facciones, y “programáticos”. La Unión Cívica, de
la que luego se escindirá la Unión Cívica Radical, es uno de ellos. En sus inicios, estructuró todo su
mensaje en torno a la crítica al régimen conservador, especialmente sus aspectos más
fraudulentos y corruptos; una “ideología de intransigencia moral”, según Botana, aunada a una
política de abstención electoral (desde su fundación en 1890 y hasta 1912).

El triunfo del radicalismo muestra que la construcción y el ejercicio del poder no es sólo una cosa
de “los de arriba”; también “los de abajo” participan de esos procesos. Sábato (1998) investiga la
relación entre gobernantes y gobernados (en la ciudad de Buenos Aires entre 1862 y 1880) como
un aspecto clave de los principios de representatividad republicana y de soberanía popular, ambos
establecidos por la Constitución de 1853.
Tradicionalmente, la historia política consideraba que el vínculo más importante en esa relación

4
era el establecido por el voto, y se estudiaron las elecciones como la única forma de participación
política de amplios grupos sociales. Se suponía que los inmigrantes tenían escaso interés por
participar de las elecciones.
Sin embargo, esta autora propone que hay otras formas de participación que también son
políticas aunque excedan el acto de votar; concretamente, propone estudiar el movimiento
asociativo (asociaciones de ayuda mutua, recreativas, culturales, etc.), la prensa periódica y las
movilizaciones como formas de participación política de amplios sectores de la sociedad,
incluyendo inmigrantes, sectores populares y elites. Para Sábato, estas formas de participación
fueron, inclusive, “embriones democráticos”, ya que en muchas de ellas la democracia era un
principio rector.
Así, analiza tanto prácticas electorales como diversas formas de movilización, y encuentra un
mundo mucho más complejo en el que ambas se relacionan con la construcción de la ciudadanía
en el país. En este periodo, para la autora, se forma una esfera pública a la que concibe como una
instancia de mediación entre la sociedad civil y el Estado y de participación política.

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