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Más Allá de La Incógnita OVNI - Pablo Vergel
Más Allá de La Incógnita OVNI - Pablo Vergel
Pablo Vergel
Primera edición: noviembre 2018
ISBN: 978-84-16808-78-6
Impresión y encuadernación: Editorial Guante Blanco.
© Una colección dirigida por Óscar Fábrega
© Del texto: Pablo Vergel
© Maquetación: Editorial Guante Blanco.
© Diseño: Editorial Guante Blanco.
© Imagen de cubierta: Gustavo Doré: La divina comedia (El Cielo, canto XXXI)
Editorial Guante Blanco
www.editorialguanteblanco.com
info@editorialguanteblanco.com
Para Guillermo, mi enigma favorito.
Este libro es una revisión, reescritura y ampliación de la obra Incógnita OVNI: Metafísica de la
ruptura publicado on-line en 2012.
AGRADECIMIENTOS
No perdemos la manía
de tener esperanza.
Que el Dios de nuestra infancia
nos venga a enseñar
otro lugar más allá.
No da para más,
no da para más,
que aparezca un alien divino
y nos haga soñar.
Alien divino
GERMAN COPPINI
Quizá estamos ante un nuevo sistema de creencias,
camino de convertirse en un dogma religioso.
Si eso es así, del modo como esta religión está surgiendo, dentro de una
mente como la mía, sin ningún tipo de lealtad al fenómeno, sugiere que la
fe genuina podría
estar vinculada a un proceso fisiológico
WHITLEY STRIEBER (Comunión)
INTRODUCCIÓN
1.
Nunca he tenido problemas con la etiqueta de «ufólogo de salón».
BREVE ETIMOLOGÍA DE LO OVNI/ovni
2.
Ignacio Cabria propone usar la palabra ovni cuando nos queramos referir a un supuesto objeto
extraterrestre y OVNI como el acrónimo del significado literal de Objeto Volante No Identificado.
3.
Existe también cierta polémica etimológica si procede, o no, usar el anglicismo ufología —
derivado del acrónimo inglés Unknown Flying Object (UFO)—, o si bien deberíamos hablar de
Ovnilogía, que se entiende, al menos etimológicamente hablando, como el término legítimo a usar en
lengua castellana. Sea como fuere, hemos optado por recurrir al término más popular de ufología.
Esperamos que tanto la RAE como algunos ovnílogos no nos lo tengan en cuenta.
4.
En ese sentido, la propuesta de FANI: Fenómeno Aéreo No Identificado, usada en algunos países
de América del Sur, nos parece mucho más honesta. Valga también señalar el novedoso
«agnoptenología», neologismo acuñado por Félix Ares y Juan Carlos Imar y que se recoge en el
Diccionario Temático de Ufología.
1947: AÑO CERO
Se puede discutir, como afirman algunos autores, que los ovnis se están
manifestando desde el principio de los tiempos. Hay constancia de
observaciones inexplicables en los cielos en periódicos estadounidenses del
siglo XIX,5 en relatos medievales o incluso en textos sagrados de culturas
antiguas. Sin embargo, la ufología y el concepto de ovni como tal nacieron
en 1947 con el célebre avistamiento de Kenneth Arnold, que se convirtió en
la inauguración oficial de este fascinante asunto que aquí nos congrega.
Hasta ese momento no se había equiparado de manera pública y notoria un
encuentro inexplicable con la idea de seres extraterrestres pilotando naves
espaciales por nuestros cielos. Cualquier interpretación posterior de algún
incidente anterior a esa fecha será realizada de manera retrospectiva.
A partir de ese año empieza a gestarse, dentro de un contexto
sociopolítico muy determinado, una cultura y un folklore ovni en Estados
Unidos que no tardará en expandirse por buena parte del mundo. Algunos
dirán que fue un claro ejemplo de contaminación cultural, mientras que
otros achacarán su difusión a unos incipientes medios de comunicación
globales que hasta entonces no existían. Sea cual fuere la razón, 1947 marca
el inicio de una auténtica avalancha de testimonios de apariciones ovni. Lo
que en un principio eran fugaces observaciones de objetos no identificados
rápidamente comenzaron a evolucionar a auténticos encuentros con lo
imposible protagonizados por los tripulantes extraterrestres de estas naves.
Se abría así la Edad de Oro de la ufología.
Ahora bien, ¿qué se entiende por un incidente ovni? El paradigma de
avistamiento ovni se puede describir genéricamente a través de los
siguientes rasgos:
Bajo estas cuatro premisas se pueden agrupar los miles de casos ovni de
los que existen registros. Concedo que las premisas pueden parecer
generalistas, pero son los únicos principios relevantes que se pueden extraer
de las miríadas de testimonios. Por mucho que la divulgación del misterio y
el entretenimiento nos ofrezca una idea bastante definida de los encuentros
con estos visitantes, si se profundiza en la casuística, si descendemos a los
detalles, si nos olvidamos del estereotipo, se comprobará que las
variaciones y permutaciones son infinitas y que podemos encontrar todo
tipo de supuestas naves espaciales (platillos volantes, cigarros, triángulos,
luces) y de alienígenas (robots, criaturas animaloides, superhombres —y
supermujeres— de aspecto escandinavo, humanoides, amazonas); por no
hablar de su comportamiento, que solo se puede denominar, en la mayoría
de los casos, como incomprensible, absurdo o bizarro.
Por lo tanto, no existe en absoluto un único esquema coherente en todo
aquello que concierne al tipo de vehículos, al tipo de criaturas, a su
comportamiento o a sus intenciones. Da la impresión de que ese encuentro
—tipo realmente habite en nuestras cabezas y, curiosamente, desde esa
óptica sí que se puede apreciar una estructura general subyacente. En
siguientes capítulos tendremos la oportunidad de revisar ese concepto de
plantilla conceptual que nos sirve de marco de referencia para este tipo de
experiencias.
Respecto al tercer punto comentado —«ausencia de pruebas materiales
concluyentes de dichos encuentros»—, es conveniente hacer un inciso.
Desde hace décadas existen registros de testimonios de miles de casos, pero
hasta la fecha no se han obtenido pruebas incontrovertibles y concluyentes.
Esta ausencia de evidencias materiales siempre ha despertado la sospecha,
pero bien es cierto que la espontaneidad del fenómeno, unido a que hasta
hace bien poco casi nadie llevaba consigo un dispositivo como el teléfono
móvil, podía llevarnos a pensar que es plausible que no existieran pruebas
gráficas.
Sin embargo, a partir de la generalización del uso del móvil con cámara
de fotos, esta hipótesis se vuelve insostenible —es el dispositivo con mayor
penetración mundial, lo que permite que amplísimos porcentajes de la
población mundial puedan registrar cualquier acontecimiento en el que se
vean envueltos, como bien nos están demostrando algunos movimientos
sociales recientes que se han producido en países de todo el globo—. Es
muy difícil creer que de los numerosos avistamientos o encuentros cercanos
que se producen no haya quedado nunca constancia en ninguna cámara de
fotos o vídeo. Es cierto que cualquier búsqueda en una red como YouTube
podrá arrojar algunos resultados curiosos, pero un escrutinio serio de los
mismos les llevará a descartar la existencia de cualquier prueba fiable y,
para mayor consternación, de unos mínimos indicios de verosimilitud.
Esto nos lleva a una inevitable doble conclusión respecto a los supuestos
miles de casos ovni: El fenómeno genuino se produce con mucha menor
frecuencia de la que los numerosos testimonios sugieren y tiene una elevada
componente antropológica y psicosocial.
¿Qué es lo que hay detrás de los cientos de avistamientos y encuentros
que cada año se producen en todo el mundo? Ya les adelanto que el enigma
continúa sin ser desvelado. Lo que sí podemos afirmar con rotundidad es
que todas las hipótesis son fascinantes y merecen nuestra plena atención.
5.
La famosa oleada Airship de 1897, de la que se ocupó con detalle el conocido ufólogo gaditano
José Antonio Caravaca en su libro La última profecía de Julio Verne (EDAF).
LA HIPÓTESIS EXTRATERRESTRE
TUERCAS Y TORNILLOS
Como ya hemos comentado, por mucho que ufólogos y divulgadores se
desvivan en ahondar en la complejidad del fenómeno, hablar de ovnis en un
contexto no especializado ufológico es referirse casi en exclusiva a la
Hipótesis Extraterrestre (a partir de ahora HET). La psique colectiva, la
cultura popular va, sin duda, a la suya. La HET afirma que los miles de
avistamientos y encuentros ovni no son más que la constatación de que
estamos siendo visitados por seres extraterrestres del espacio exterior. Estos
serían los rasgos fundamentales de esta argumentación:
6.
Una crítica recurrente a la HET es la idea de que seres que vengan de otras galaxias se parezcan a
homínidos terrestres o puedan respirar nuestro aire o comunicarse con nosotros, aunque ciertas
teorías insinúan que hemos sido creados genéticamente por estas razas superiores, que son los
verdaderos dueños del planeta.
7.
Emisión de El último peldaño en Onda Regional de Murcia.
8.
https://es.wikipedia.org/wiki/Gnomo_de_Gerona
9.
Trickster: Embaucador, en inglés. Nombre que se le da a ciertas figuras que se repiten en multitud
de culturas, religiones y mitologías. Suele destacar por desafiar las normas y tratar de engañar con
tretas a los humanos con falsas promesas de todo tipo.
10.
Los servicios de inteligencia norteamericanos siempre sospecharon, no sin falta de razón, que
algunas asociaciones ufológicas contaban con topos e infiltrados soviéticos. Dado el contexto de la
época, no es nada descabellado.
11.
La película Prometheus (2012), de Ridley Scott, ha servido para popularizar enormemente esta
teoría.
12.
Se suele decir que el inicio de la filosofía radica en el paso del mito al logos, es decir, en el paso
de explicaciones o respuestas tradicionales y arbitrarias a explicaciones lógicas y racionales.
PARAUFOLOGÍAS
LA REVOLUCIÓN VALLÉE
Desde mi punto de vista, voy a sentirme muy decepcionado si los ovnis resultan que son simples
visitantes de otro planeta, ya que yo pienso que ellos son algo muchísimo más interesante.
JACQUES VALLÉE
LA HIPÓTESIS EXTRADIMENSIONAL
Si algo nos enseñan los ovnis es que no entendemos el Espacio y el
Tiempo.
JACQUES VALLÉE
La irrupción de las ideas de Einstein supuso una revolución conceptual que
obligó a revisar los principios de la física clásica de forma radical. Nuestro
universo, nuestra cosmovisión, fue transformada por un nuevo paradigma
donde conceptos inamovibles como el espacio y el tiempo pasaron a ser
relativizados. De acuerdo con esta teoría, la propia realidad presenta una
maleabilidad mucho mayor de la que podríamos pensar, ya que, incluso, se
empezó hace tiempo vislumbrar la posibilidad de existencia de unas
dimensiones nuevas que nosotros, como especie, no somos capaces ni
siquiera de intuir.
Subsiguientes desarrollos de las teorías de la física nos fueron
demostrando que el estudio de las partículas que componen la propia
materia llevaba a plantear nuevos retos que superan nuestro nivel de
percepción y comprensión. Podemos afirmar que, a un nivel subatómico, la
lógica cartesiana deja de funcionar, lo que lleva a la aparición de multitud
de incógnitas en torno al concepto de materia y, por extensión, al de la
propia existencia. Muchas de las elaboraciones teóricas que han hecho los
físicos de renombre hubieran sido consideradas herejías, artefactos
metafísicos o incluso ocultistas no hace mucho. Esto, sin duda, ha dado a
alas a ciertos sectores de la investigación paranormal, que han visto cierta
legitimación de sus disciplinas, aunque sea de manera remota e indirecta.
A tenor de esta consideración, me gustaría hacer una pequeña
puntualización. Muchos investigadores de lo paranormal suelen poner como
ejemplo estos trabajos de la física contemporánea más avanzada con el fin
de invocar cierta legitimidad a la diversas hipótesis que se vienen
manejando. Pero este es un enfoque demasiado simplista. Que la física
cuántica establezca que un electrón pueda estar simultáneamente en dos
lugares al mismo tiempo no avala necesariamente la idea de la bilocación
de una persona. Creo que es importante no establecer analogías interesadas
entre fenómenos que se producen a un nivel subatómico y la realidad
inmediata que conocemos amparada por la física clásica newtoniana.
Obviando aproximaciones como esta, la física cuántica abre como
posibilidad teórica la existencia de otras dimensiones que, al chocar con las
nuestras, bien podrían explicar algunos fenómenos considerados hasta
ahora como paranormales y de los que realmente no es posible que quede
constancia en nuestra realidad, ya que no pertenecen a nuestro plano de
existencia.
De hecho, cualquiera que haya estudiado el fenómeno ovni habrá
reparado en multitud de casos en los que las supuestas naves o sus
tripulantes se comportan de tal manera que es lógico plantear que desafían
abiertamente las leyes de nuestra realidad, algo que no pasaría si se tratase,
simplemente, de una tecnología ultraavanzada.
Una fábula que puede servirnos para entender el carácter anómalo que
se le presupone a la interacción entre dimensiones ajenas es Flatland, a
romance of many dimensions (Planilandia), de Edwin Abott,21 donde se
nos muestra un mundo contenido en dos dimensiones (largo y ancho) que
debe enfrentarse a la posibilidad de la existencia de una tercera dimensión
(profundidad), cuyas manifestaciones (materializaciones súbitas, desafío de
las leyes de su realidad...) son recibidas exactamente como lo son ciertas
hipótesis heterodoxas en nuestra sociedad. Irónicamente, el protagonista de
Planilandia, la figura geométrica de un cuadrado, único testigo de la
irrupción de la tercera dimensión, acaba abandonado a su suerte y siendo
tomado por loco. Un destino que ninguno de nosotros podría eludir si
afirmáramos ver materializarse seres de la nada.
Esta óptica puede servirnos para explicar el fenómeno ovni y otros
sucesos supuestamente paranormales, que serían fruto de interacciones con
entidades de otras dimensiones bautizadas de distinta forma a lo largo de la
historia: dioses de la antigüedad, apariciones marianas y, ahora, los
extraterrestres. Estos bruscos incidentes suelen constituir un trauma difícil
de asimilar para la mente humana, que opta por reinterpretarlos de una
manera acorde al contexto de su tiempo. Lo que se ha considerado de
manera gnóstica como visiones, revelaciones o experiencias trascendentes,
no serían más que fogonazos del otro lado que las mentes y las distintas
culturas humanas han intentado comprender. Esta podría ser la base del
génesis de las religiones o de mitologías como la asociada al fenómeno
ovni. Experiencias trascendentes que marcan el devenir de nuestras
conciencias colectivas. Este es un punto en el que profundizaremos más
adelante.
Especular que existe una dimensión paralela a la que el hombre se ha
venido viendo expuesto desde la noche de los tiempos es atractiva y existen
autores que se han detenido a reflexionar sobre la posibilidad de tal
escenario, pero debemos estar de acuerdo en que se trata de un ejercicio
meramente especulativo.
Otro lugar común de esta óptica dimensional y cuántica es replantear la
pregunta ¿de dónde vienen los ovnis? por ¿de cuándo vienen los ovnis? La
idea de que los ovnis, o las otras apariciones que hemos comentado, podrían
ser crononautas capaces de viajar en el tiempo gracias a los avances
tecnológicos parece plausible a priori. Eso podría explicar el carácter
humanoide de muchos de los encuentros, así como su carácter elusivo, ya
que no desearían interferir abiertamente en nuestro devenir.
Al repasar estos argumentos, uno se plantea la siguiente pregunta: ¿Es la
física cuántica la penúltima metamorfosis del fenómeno ovni para adaptarse
al paradigma científico actual como siempre ha hecho? Es decir, si a
mediados del siglo XX aparecían platillos volantes con escotillas, escalerillas
y luces extravagantes, ¿no debemos esperar que ahora los ovnis se acaben
camuflando en los últimos descubrimientos de la física cuántica? Los
avistamientos de ovnis evanescentes —los testimonios de hologramas en el
cielo son frecuentes— que se han venido dando en las últimas décadas
corroborarían esta idea.
13.
Zeitgeist es un concepto utilizado por el filósofo alemán G. F. W Hegel para definir un clima
cultural dominante correspondiente a una época determinada.
14.
De forma paralela a la nouvelle vague francesa, que revitalizó el cine, los investigadores
franceses también protagonizarían una renovación de la disciplina con nombres como Vallée, Michel,
Meheust, etcétera.
15.
Spielberg se inspiró en la figura de Vallée a un nivel superficial, pero ni el discurso de la película
ni el propio investigador hacen propias ninguna de las ideas esenciales del autor francés.
16.
Liminal: Concepto designado para denominar aquellas fases de transición entre distintas zonas o
estados.
17.
En filosofiìa, se considera que una hipoìtesis tiene un carácter ad hoc cuando es específicamente
elaborada para un fin preciso y, por tanto, no es generalizable ni utilizable para otros propósitos.
18.
Carl Sagan recoge muy bien la importancia de la falsabilidad de las hipótesis en su famosa
parábola del dragón en el garaje, donde reivindica la preferencia por la explicación más simple en
igualdad de condiciones, haciendo bueno el principio de economía de la navaja de Occam.
19.
Nombre popular dado al ser alado que se avistó en numerosos lugares de Virginia Occidental
(EE. UU.) en 1966.
20.
Y cuando habla de espectro no se refiere a una aparición fantasmal, aunque estoy convencido de
que no le hizo ascos al juego de palabras, sino al espectro de radiaciones. El autor siempre le dio una
enorme importancia a las manifestaciones de lo paranormal y su relación con las distintas frecuencias
de onda con las que algunas personas parecían poder sintonizar.
21.
Una variante de esta fábula fue usada por Carl Sagan en su serie Cosmos.
OVNI: METAFÍSICA DE LA RUPTURA
LA PERSPECTIVA ESCÉPTICA
Es bastante curioso observar que los más feroces comunicadores,
periodistas o escritores neoliberales del panorama mediático español han
tenido un pasado marxista o incluso antisistema. Personajes como Jiménez
Losantos o Pío Moa atacan de forma furibunda los planteamientos de la
izquierda política y cultural, pero si revisamos sus biografías podemos
comprobar que ambos participaron con entusiasmo en movimientos
subversivos de extrema izquierda.
Algo muy parecido ocurre con el ala más escéptica de la ufología.
Muchos de sus más entusiastas militantes fueron personas que en una etapa
temprana de su vida creyeron en la HET y dedicaron esfuerzos y energías a
investigar el fenómeno para luego abandonar el barco, renegar de sus
planteamientos y consagrarse en buena medida a su descrédito sistemático.
La escuela escéptica, neopositivista o negacionista (elijan la etiqueta con
la que se sientan más cómodos) también plantea su particular visión sobre
el fenómeno ovni, que podemos resumir en los siguientes puntos:
1) El fenómeno ovni, más allá de la observación literal de Objetos
Volantes No Identificados, no existe. Esta afirmación se basa en la
absoluta ausencia de evidencias que puedan sustentar cualquier hipótesis
que se han venido usando desde la ufología para apoyar en particular la
HET.
2) La HET es un mito moderno sustentado en ensoñaciones infantiloides
que ha gozado de gran difusión y éxito por su propia estructura
ideológica en un contexto como el del siglo XX, donde se consolida un
nuevo paradigma científico-técnico y los viejos mitos religiosos o
mágicos han caducado.
3) Otras hipótesis son meras elucubraciones que intentan suplantar de
manera pretenciosa y pseudofilosófica el fracaso de los planteamientos
de la HET.
4) La famosa casuística ovni se reduce a confusiones legítimas,
alucinaciones individuales e histerias colectivas y fraudes
malintencionados.
La escuela escéptica propone criticar los paradigmas de la ufología de
una manera activa. Si la postura oficial de los medios o de la comunidad
científica ha sido la absoluta indiferencia, los investigadores ufológicos
escépticos deciden investigar de manera experimental para demostrar que
otras hipótesis pueden y deben explicar los avistamientos o incidentes que
se denuncian. Esta actitud algo capciosa suele irritar a muchos ufólogos,
que no acaban de entender la agresividad con la que estos supuestos
escépticos embisten contra la ufología.
No se puede negar que ciertas actitudes de estos particulares ufólogos —
que detestan que les llamen ufólogos, aunque en la práctica lo son— no son
lo asépticas que se podría esperar. Es decir, ya no se aproximan al fenómeno
de una manera neutral, sino con afán de debunking22. Se suelen justificar en
que la sistemática combinación de poco rigor en las investigaciones y el
afán «misteriológico» de los investigadores-divulgadores no les ha dejado
otra opción. Así, su posicionamiento sistemático ante cualquier caso ovni
consiste en intentar desmontarlo o, por el contrario, obsesionarse por
explicarlo de una manera convencional hasta extremos surrealistas.
Esta postura queda reflejada de manera ejemplar en casos como el
Expediente Manises, donde un avistamiento ovni por parte de un piloto de
un avión comercial que se vio obligado realizar un aterrizaje de emergencia
en Valencia se ha intentado explicar como el fulgor de las chimeneas de una
central térmica en Escombreras (Cartagena, Murcia), a cientos de
kilómetros de distancia, en unas condiciones atmosféricas muy particulares.
Una hipótesis algo descabellada y controvertida, con la cual se puede estar
o no de acuerdo, pero que, en su defensa, se puede decir que, al menos,
ofrece una explicación y no se refugia en el tan socorrido «misterismo» a
ultranza que no aporta nada a la investigación. Intentar explicar, aunque sea
de manera disparatada, es siempre preferible a limitarse a reconstruir.
El problema surge cuando estos escépticos hacen gala de su proverbial
alergia ante la mera posibilidad de una anomalía y prefieren recurrir a una
explicación convencional, por muy disparatada que esta también pueda ser,
y considerarla como la solución definitiva y no otra hipótesis más a tener en
cuenta.
Sin embargo, y pese al tono ofensivo de los supuestos escépticos, la
ufología debe estar agradecida a la existencia de una combativa rama
escéptica que trata de falsear las hipótesis más insólitas, a veces de manera
bastante agresiva, y aportar explicaciones alternativas convencionales. Nada
de esto debe restar, todo suma. De hecho, en numerosas ocasiones, aquellos
casos que han pasado por el filtro escéptico suelen ser aquellos casos que
gozan de mayor credibilidad y se establecen como anomalías legítimas de
gran interés en su estudio.
Aun así, la ufología escéptica también tiene dificultades para explicar
cómo es posible que decenas de miles de personas de todo el mundo
afirmen haber sufrido experiencias ovni. Buena parte de estos casos se
pueden explicar de una manera escéptica: confusiones, alucinaciones,
fraudes, entre otras posibles respuestas. Pero ¿es sostenible esta
perspectiva? ¿Todo el mundo miente siempre? ¿Todo el mundo se equivoca
siempre? ¿Cómo se explica que ciertos patrones se hayan reproducido a lo
largo de la historia en distintos continentes sin aparente conexión alguna?
Repasemos algunas de las explicaciones más recurrentes para dar
respuesta a estas cuestiones:
FRAUDE
Los ovnis son un cubo de porquería;
Sus seguidores son todos unos desequilibrados.
Engañados por artistas del timo.
Y por allí desfilan todos los devotos.
Mientras yo sigo aquí escribiendo.
Mientras la porquería
me chorrea por las mejillas
como grandes riachuelos.
GRAY BARKER
Ya hemos comentado que uno de los caballos de batalla de esta línea de
pensamiento respecto a los ovnis es la idea de que la mayoría de los casos
son fraudes orquestados por gente desaprensiva o por personas con afán de
notoriedad.
Que el fraude existe en este mundillo es algo que ni el más acérrimo
ufólogo puede rebatir. Cualquier caso es digno de investigación y a priori
puede ser legítimo, pero se debe tener en cuenta que multitud de casos
emblemáticos, recopilados a lo largo de la historia de la ufología, han
resultado ser, de manera inequívoca, fraudes. Esto lo sabemos porque los
propios protagonistas lo han confesado. Sirva de ejemplo la figura de José
Luis Jordán Peña en el affaire Ummo, la declaración del militar chileno
Valdés, diciendo que su célebre incidente fue una broma que llegó
demasiado lejos, o las hazañas de Gray Barker, un investigador
estadounidense que, como demuestra el libro Shockingly close to the truth
(Estremecedoramente cerca de la verdad), de James Moseley, casi convirtió
el hoax en todo un arte, situándose mucho más cerca de las técnicas de
comunicación viral modernas que de la aburrida y paciente investigación
tradicional.
Como ya hemos comentado, tampoco parece sensato pensar que todos
los casos son fraudes por defecto. Cualquier caso es potencialmente
legítimo y al mismo tiempo un posible fraude. Sin embargo, en términos
estadísticos, sí que parece saludable partir de que muchos de los casos ovni
pueden ser fabricaciones. De nuevo, el mejor antídoto para evitar comprar
«mercancía en mal estado» es desplazar el peso de la prueba en las personas
y testigos que realizan afirmaciones extraordinarias, así como enfatizar la
evaluación de la credibilidad de los testigos en base a la consistencia de sus
declaraciones. No obstante, insistimos, desde el nuevo paradigma que
planteamos en este libro consideramos más operativo identificar estos
testimonios, a falta de validación de pruebas, como indistinguibles de
experiencias subjetivas.
LA HIPÓTESIS HIPNAGÓGICA/HIPNOPÓMBICA
La vida es sueño y los sueños, sueños son.
CALDERÓN DE LA BARCA
Si se analiza la abundante casuística ovni, se puede observar un recurrente
factor de irrealidad que, unido a unas circunstancias muy concretas, como la
nocturnidad o la soledad del testigo, ha llevado a algunos investigadores a
trazar paralelismos entre los testimonios ovni y algunos estados de
conciencia alterada o, directamente, oníricos. De hecho, no son raros los
testimonios de supuestas naves extraterrestres, o de los propios tripulantes,
materializándose o desmaterializándose de tal manera que solo podrían ser
explicados factores perceptivos, más que por el uso de una tecnología
avanzada capaz de vencer los límites de la física convencional.
Casos de gran relevancia mediática, como la espeluznante odisea de
Whitley Strieber recogida en su best seller autobiográfico Communion
(Comunión), han puesto el foco en esta línea de argumentación. En este
clásico de la ufología, por ejemplo, el autor nos relata sus experiencias en
primera persona interactuando con unas entidades no humanas. El libro fue
un éxito de ventas y convirtió el fenómeno de la abducción en objeto de
debate en todo el mundo —sin duda, gran parte del éxito se debió a una más
que inquietante portada que acabaría fijando un auténtico retrato robot
alienígena en el imaginario colectivo—.
El propio Strieber especula en su obra sobre la verdadera naturaleza de
la experiencia, aunque en posteriores libros se fue decantando por
explicaciones más cercanas a la ufología convencional, frente a la extrañeza
que rezumaba el relato original, en el que se mostraba mucho más cauto a la
hora de determinar si lo que le había ocurrido era una experiencia espiritual,
material o parapsicológica.
Que, en este caso, como en muchos otros, buena parte de los testimonios
se hayan obtenido a posteriori a través de hipnosis sería un refuerzo para la
hipótesis de que muchas de las experiencias ovni están demasiado
vinculadas a sueños, recuerdos y reconstrucciones bajo unas condiciones
muy concretas, algo que lleva, de forma inexorable, a que algunos hayan
planteado que buena parte de estas experiencias no son nada más que
reconstrucciones de experiencias oníricas. Por no decir que la odisea de
Strieber es un caso de «visitantes de dormitorio», en sentido literal. Sea
como fuere, este popular y conocido caso se puede extrapolar a muchos de
los testimonios de encuentros cercanos con ovnis. La gente relata unas
experiencias extrañas y absurdas que, generalmente, no son capaces de
explicar, por lo que suelen recurrir a reinterpretarlas bajo un paradigma
ufológico abiertamente especulativo.
Desde este punto de vista, algunos investigadores escépticos no han
dudado en afirmar que la gran mayoría de los encuentros cercanos serían
trastornos del sueño que derivan en alucinaciones hipnagógicas, visitantes
de dormitorio, parálisis del sueño23 o bien intensos sueños vívidos. Pero
¿puede explicar esta hipótesis los miles de testimonios por sí sola? No
mejor ni peor que otras hipótesis que hemos venido examinando hasta
ahora. Lo que sí que pone en evidencia, de nuevo, es que un encuentro ovni
comparte mucho con las dimensiones oníricas y simbólicas de nuestra
psique.
PERCEPCIONES
Ver es creer.
EXPRESIÓN POPULAR
La escuela escéptica ufológica suele tener en la percepción humana uno de
sus más socorridos caballos de batalla. ¿Puede considerarse el ser humano
como un testigo fiable? Numerosos estudios apuntan que nuestras
percepciones, su procesado y almacenamiento en la memoria puede que no
sean tan prístinos como podríamos pensar.
La percepción humana es fiable, pero tiene sus límites y, sobre todo,
tiene condicionantes emocionales, psicosociales o ambientales, que
provocan que muchas veces creamos observar cosas de manera imprecisa o
confusa.
En lo que a la ufología respecta, un testimonio per se no pueden
considerarse como prueba definitiva de nada; ni siquiera numerosos
testimonios pueden ser considerados como concluyentes Ciertas dinámicas
de sugestión, condicionamiento y contagio social ponen en evidencia que,
en muchas ocasiones, la gente afirma ver cosas que luego no se
corresponden con la realidad.
No obstante, algunos investigadores, como el argentino Gustavo
Fernández24, han apuntado de manera certera que si nuestra percepción es
tan defectuosa como los escépticos plantean, no se entiende que, a la vez,
pueda ejercer como árbitro de disputas legales o en la resolución de
crímenes. Es decir, si la percepción, si el testimonio, puede ser la base de
nuestro sistema legal y penal, ¿por qué se invalida en los casos ovni? Y la
respuesta no es sencilla, ni mucho menos reconfortante. Está demostrado a
través de diversos experimentos, como los realizados por la psicóloga
Elizabeth Loftus, que las experiencias humanas, sobre todo bajo
condiciones traumáticas, suelen mostrar distorsiones y sesgos que se
manifiestan en la reconstrucción del evento y en el almacenamiento en la
memoria de este. De hecho, es perfectamente posible que un individuo
acabe teniendo recuerdos fabricados de cosas no vividas necesariamente
como son rememoradas —esto es algo que también se ha puesto en
evidencia en ciertas reconstrucciones bajo hipnosis—.
Los testimonios son esenciales a la hora de determinar o reconstruir una
situación, pero deberemos tener en cuenta que nuestros sentidos y nuestras
memorias sobre estas experiencias no son tan fiables como deberíamos
esperar. Ver puede ser creer, pero nuestras creencias pueden estar totalmente
equivocadas y no formar parte necesariamente de una realidad objetiva. A
algunos les puede parecer inquietante la conclusión de que un testimonio en
un juicio puede tener la misma fiabilidad que el de un testigo de un
encuentro cercano ovni, pero esa es la realidad. No es de extrañar que en
ambos ámbitos se deba reivindicar la prueba material e incontrovertible
como el factor determinante al otorgar credibilidad, o no, a un testimonio.
EL FOLKLORE OVNI
Estos platillos volantes son, ni más ni menos, que los mitos eternos que
hoy, ante el miedo de la ciencia y la técnica no controladas vuelven a
manifestarse.
ALFONSO DI NOLA
Algunos investigadores han querido estudiar lo ovni desde una perspectiva
exclusivamente sociológica. A la sociología, al igual que al propio Jung, no
le importa la naturaleza última del fenómeno, sino que se centra más en la
ideología subyacente, en los mecanismos de difusión de esta y en cuál es la
funcionalidad de esta mitología.
La perspectiva folclorista da la espalda a cualquier debate sobre la
realidad del fenómeno y se centra en su comportamiento como mito. Los
ovnis son simplemente la actualización y contextualización cultural
contemporánea de fenómenos y dinámicas que están presentes de una
manera u otra en todas las culturas. No es que los antiguos dioses fueran
extraterrestres, como afirma Von Däniken, sino que los extraterrestres son
los nuevos dioses, los nuevos mitos.
Bajo esta perspectiva se puede analizar la evolución del fenómeno y,
como este ha ido mutando de acuerdo con el devenir de los tiempos,
podemos deducir que existe, sin duda, cierto grado de interacción con los
testigos y la sociedad que los acoge. Así, si los primeros extraterrestres que
se aparecían a los contactados parecían visiones optimistas de
superhombres del futuro, luego el arquetipo acabaría transmutando en los
célebres humanoides grises que diversos investigadores han acabado
identificando como una visión futura y apocalíptica de la raza humana:
cabezas hiperdesarrolladas, cuerpo atrofiado, aspecto enfermizo, problemas
de reproducción... A veces parece que estemos describiendo a lo que
nuestra cultura actual nos ofrece como representación de un ciudadano de
un futuro sombrío y poco optimista. Las descripciones de estos seres
parecen hablar más de nosotros mismos que de hipotéticas visitas de
planetas a millones de años luz de distancia.
La escuela marxista cultural suele vincular procesos sociales y culturales
con el establecimiento de ciertas dinámicas de dominación económica que
propician la generación y la difusión de ciertos fenómenos. En otras
palabras, el imperialismo económico genera imperialismo cultural. Bajo esa
perspectiva, se puede identificar a los ovnis como un subproducto más del
colonialismo cultural norteamericano. Es cierto que el fenómeno conocido
como ovni comenzó a ser interpretado de una manera particular a partir de
1947. Ese prisma sí que forma parte de la hegemonía cultural
norteamericana. Los ovnis se convierten entonces en sinónimo de
modernidad junto al rock and roll o el cine de Hollywood.
En la España de los años 50, por ejemplo, la irrupción de los ovnis se
consideraba como un signo de modernidad. En cuestión de pocos años, los
mitos mágicos tradicionales ibéricos, propios del medio rural, serían
arrinconados y gradualmente sustituidos por los ovnis y sus extravagantes
tripulantes.
Otro ejemplo sintomático sería el célebre caso del encuentro ovni de
Vorozneh, donde se le dio categoría de noticia de alcance mundial al relato
imposible de unos niños que afirmaron que un ovni aterrizó en un parque de
la mencionada ciudad. ¿Por qué una noticia menor como aquella acabó
abriendo telediarios por todo el mundo, incluido España? En cierta manera,
que la extinta Unión Soviética admitiera públicamente un caso ovni venía a
ratificar que la apertura del régimen comunista era ya irreversible. Y eso sí
que era noticia.
Más allá de estas anécdotas, si hacemos un análisis histórico previo a
1947, se puede comprobar que los encuentros con lo insólito se han venido
repitiendo por todo el mundo, en épocas distintas y sin posibilidad material
de contacto cultural. ¿Cómo es posible que compartan un esquema y una
estructura común? Intentaremos abordarlo más adelante.
22.
Término anglosajón que se usa para señalar a aquellos investigadores que se dedican a desmontar
cualquier caso desde una perspectiva racional y convencional a ultranza, negando cualquier mínima
posibilidad de la existencia de elementos paranormales o insólitos.
23.
Quien quiera profundizar en este fenómeno pueden ver el documental La pesadilla (2015) de
Rodney Ascher.
24.
Investigador argentino que dirige la revista y el podcast Al filo de la realidad.
DIVULGACIÓN Y MISTERIOS
Como ya adelanté al inicio de este ensayo, tras haber repasado las distintas
perspectivas que se han planteado para abordar la incógnita ovni, me
gustaría aventurarme con una hipótesis que aspira a explicar la esencia del
fenómeno, aunque no cada uno de los infinitos casos relacionados. Se
antoja complicado que cualquier hipótesis pueda contener por sí misma el
amplio abanico de fenomenología que se asocia con la ufología.
Quiero aclarar que lo que propongo es una hipótesis sujeta a validación
y que nace predispuesta a ser rebatida. Ningún avance en la ciencia o en
ninguna disciplina se ha hecho sin resistencia, por lo que invito
abiertamente a que sea discutida. Eso solo podría significar que aporta algo
al estudio del fenómeno en un sentido u otro.
Antes, no obstante, me gustaría hacer un repaso a las conclusiones a las
que he llegado tras repasar las distintas perspectivas que existen sobre los
ovnis y las supuestas inteligencias que los controlan:
Una vez dicho esto, llega el momento de avanzar con una hipótesis en la
que se plantea que los seres humanos como especie poseemos una
predisposición cognitiva que, bajo determinadas condiciones, se activa y
propicia experiencias extraordinarias, las cuales han sido interpretadas
como encuentros con divinidades o entidades sobrenaturales a lo largo de la
historia.
Desde esta perspectiva, los ovnis, las hadas, las criaturas
criptozoológicas y las apariciones serían experiencias relacionadas con
estados no ordinarios de conciencia, en los que los individuos
experimentan, o creen experimentar, raptos de nuestra realidad causados por
la interacción con estas criaturas imposibles. Según este punto de vista, la
palabra abducción cobra un nuevo sentido como incidentes-ruptura donde
intervienen unas figuras humanoides que nos secuestran de nuestra realidad
y que nosotros, los humanos, interpretamos de acuerdo con los distintos
contextos culturales, simbólicos e históricos.
¿Podrían estos mecanismos cognitivos tener un rol adaptativo a nivel
evolutivo que ha propiciado un pensamiento simbólico, trascendente y
religioso, que a la vez ha contribuido a reforzar nuestros vínculos grupales y
a consolidar los acervos colectivos?
Antes de continuar, sería interesante ahondar en el rol de las religiones
desde una perspectiva antropológica, a fin de establecer ciertos paralelismos
que se dan entre ciertas interacciones con entidades divinas, entidades
sobrenaturales y los supuestos tripulantes de los ovnis.
RELIGIONES
AGENTES SOBRENATURALES
Uno de los rasgos fundamentales de la religión es la presencia continuada
de ciertos conceptos y entidades sobrenaturales. Estos conceptos se rigen
por ciertos criterios que hacen que no cualquier afirmación sobrenatural
pueda ser relevante o susceptible de generar un hecho religioso a su
alrededor. El análisis de Boyer demuestra que, efectivamente, hay algunos
conceptos que funcionan mucho mejor que otros. Y esto no es algo casual,
sino que obedece a una lógica interna relacionada con nuestras plantillas y
sistemas de inferencia.
De esta manera se explicaría que, bajo el contexto de interacciones
directas con entidades sobrenaturales, exista una tendencia que mostramos
y que nos lleva a hominizarlos o a asignarles formas animales, lo que
permite una comunicación comprensible. Es decir, es más fácil interactuar
con una entidad humanoide que con el Flying Spaghetti Monster del
pastafarismo (un concepto que ha tenido éxito de manera algo forzada
debido a su valor irónico, precisamente por su absurdez). Esto, como
veremos, puede tener dos lecturas: o bien los hombres transforman aquello
que les supera o trasciende en conceptos más asibles, o, por el contrario, en
un entorno de competencia memética,27 aquellas experiencias o relatos con
estas entidades antropomórficas tienen más éxito en su difusión.
A la hora de definir los rasgos esenciales de los conceptos
sobrenaturales relacionados con el hecho religioso, Boyer señala los
siguientes:
1) Provocan una violación de expectativas: desafían lo naturalmente
esperable, nuestras expectativas cotidianas.
2) Las representaciones implicadas tienen un elevado potencial de
inferencia. Es decir, es fácil asimilar su aspecto o comportamiento con
referentes conocidos y comprensibles.
3) Suelen proporcionar información con cierto grado de operatividad o
funcionalidad práctica.
Veamos algunos ejemplos de hechos sobrenaturales operativos desde la
óptica religiosa:
— Parientes fallecidos que vuelven de la tumba en sueños y nos
advierten de peligros.
— Seres rubios de dos metros con apariencia humana que nos informan
de un desastre inminente en la Tierra.
— Árboles que provocan con su sombra que las mujeres se queden
embarazadas.
Todas estas afirmaciones traicionan las expectativas que tenemos, por
ejemplo, de un pariente fallecido, de un árbol o de los seres humanos que
conocemos. Y en ese factor radica su fuerza; es lo que los convierte en
conceptos estimulantes y generadores de misterio, sumamente atractivos
para nuestras mentes y procesos cognitivos.
Otro factor que va a determinar el éxito, en términos de transmisión o
relevancia cultural, es que estas entidades ofrezcan un elevado potencial de
inferencia. Es decir, que sean cosas reconocibles a las que podemos inferir
atributos, comportamientos o incluso moralidad. Este grado facilita el
trabajo a nuestras plantillas mentales a la hora de procesar sus mensajes.
Imaginad, por otro lado, que similares afirmaciones fueran
protagonizadas por otras representaciones con un inferior potencial de
inferencia:
— Tu antiguo coche abandonado vuelve del desguace en sueños y te
advierte del apocalipsis.
— Un manojo de tentáculos palpitantes de dos metros levitando nos
informa de un diluvio ocurrido hace millones de años.
— Sombrillas de playa que provocan que las mujeres que se refugian
bajo ellas se queden embarazadas.
Posiblemente, nada de eso funcionaría de la misma manera que en los
casos anteriores. Serían conceptos sobrenaturales muy poco propicios para
cimentar cualquier religión, serían eventos absurdos que descartaríamos.
Pero esas condiciones no son necesarias y suficientes para generar un
hecho religioso Si lo que nos ofrecieran fuera muy banal o poco operativo,
tampoco tendrían los mimbres suficientes para cualificar como potenciales
agentes divinos o sobrenaturales. Pongamos unos ejemplos:
— Parientes fallecidos que vuelven de la tumba en sueños y nos dicen
que todos nos vamos a morir.
— Seres extraterrestres rubios de dos metros que nos saludan y se van.
— Árboles que escuchan los pensamientos de aquellos que descansan
bajo su sombra, pero nunca los comparten.
Los tres son hechos sobrenaturales pero, realmente, no aportan nada, no
son significativos o relevantes. No nos sirven tampoco para construir
religión a su alrededor.
Luego sí, efectivamente, lo sobrenatural forma parte de la religión, pero
no de cualquier manera. Deben ser conceptos sobrenaturales relevantes que
aporten ventajas prácticas a los individuos o sociedades, ya sean estas reales
o imaginadas; lo importante es la creencia en que lo sobrenatural nos ayude
a solventar problemas. En ese sentido, la religión, más allá de su
sobrenaturalidad, suele tener una funcionalidad o trata de responder a
ciertos problemas.
Es lo que Boyer denomina el «acceso a información estratégica». Es
importante que las divinidades sepan más que nosotros o que, al menos, así
lo creamos. Y esto es curioso, porque en ciertas tradiciones religiosas,
determinados dioses omnipotentes pueden no llegar a tener ninguna
importancia, mientras que otras entidades menores, relacionadas con ciertos
aspectos domésticos o cotidianos, tienen un gran ascendente sobre los
miembros de esa religión (símiles con el cristianismo y la presencia de Dios
y ciertas vírgenes y patrones llaman poderosamente la atención).
Más allá del formato y esquema conceptual que, desde esta perspectiva,
hemos articulado, estos conceptos sobrenaturales acaban generando a su
alrededor una serie de prácticas con mayor o menor grado de complejidad
que conforma lo que entendemos por religión y que tienen el siguiente
impacto:
— Se asocian a emociones intensas.
— Proporcionan sentimientos morales.
— Dan forma a nuestras interacciones.
— Organizan grupos sociales y comunidades.
— Refuerzan rituales e interacciones.
Todo esto refuerza la adaptabilidad de nuestra especie. Nuestra
supervivencia depende de procesar adecuadamente la información
ambiental, de establecer modelos de cooperación y de cimentar una
coalición, una comunidad, que se rija por determinados principios morales.
Como seres humanos, dependemos del intercambio de información con
terceros y de esa acumulación de la información que llamamos la cultura.
En todo esto, la religión, y el modo en que nuestro cerebro funciona, acaban
teniendo mucho que decir, ya que, como hemos visto, supone un estímulo y
un refuerzo de estos vínculos.
ANTROPOMORFISMO Y HUMANOIDES
Es importante hacer un inciso en el tema del antropomorfismo imperante en
muchas de las representaciones de agentes sobrenaturales, ya que conecta
con el mayor protagonista de la fenomenología ovni y religiosa: los
humanoides.
Es cierto que existen religiones donde no aparecen figuras
antropocéntricas. La religión musulmana, de hecho, opera directamente
desde la imposibilidad de la representación de Lo Absoluto como muestra
ineludible de autoridad, pero no suele ser lo habitual. En la mayoría de
religiones, y si ampliamos el campo a toda la temática paranormal, suelen
aparecer entidades con anatomías humanoides: cabeza, un tronco y
extremidades.
La Biblia afirma que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
pero puede que fuera al revés. El hombre proyecta humanidad en todo lo
que observa. El antropomorfismo no es, desde esta perspectiva, fruto de
nuestras preferencias conscientes, sino de cómo funciona nuestro sistema
cognitivo28por obvios mecanismos de inferencia. Lo humano es nuestra
realidad, es lo que somos, por lo tanto, es comprensible que lo impregne
todo y que se relacione de manera más operativa con conceptos que
rezumen esa humanidad.
Uno de los rasgos fundamentales de los humanos, más allá de nuestra
anatomía, es nuestra voluntad: somos seres conscientes y volitivos capaces
de plantearnos y perseguir objetivos más allá de los instintos de acción-
reacción. Este atributo será el que, en pleno uso de nuestro
antropocentrismo, le acabamos endosando a algunos animales, fenómenos u
objetos inanimados. Todas esas entidades y conceptos (el sol, el mar, las
fieras, las montañas, las cuevas o las criaturas magónicas) a las que se le
asigna esa condición devienen en agentes sobrenaturales. Sus formas y
manifestaciones variarán según la religión, pero todas retendrán ese atributo
mental de comportarse siguiendo una voluntad.
En las distintas tradiciones religiosas y experiencias sobrenaturales
existe una amplia diversidad de manifestaciones: hadas, wadinjas, duendes,
espíritus, ancestros, pleyadianos, vírgenes y demás. No obstante, se puede
observar una predominancia del antropomorfismo, tanto en su aspecto
como en su comportamiento. Quizá el éxito de estas representaciones
«humanizadas», como hemos visto, está vinculado a cómo funcionan
nuestros procesos mentales y a que cierto tipo de relatos acaban encajando
mejor en nuestras plantillas, son más fáciles de asimilar y se convierten en
memes culturales que se transmiten con más éxito.
Estas plantillas acaban también teniendo cierta significancia cultural y
una lógica interna. En su libro, Aliens, Ghosts and Cults (Extratrerrestres,
Fantasmas y Sectas), Bill Ellis nos relata un caso de un fantasma que se
aparece en un Pizza Hut y como esa historia paranormal, siendo tan
anómala como otra cualquiera, no acaba por prosperar. ¿Por qué? Porque
los hechos sobrenaturales de carácter espiritista acaban siendo asociados a
un contexto cultural determinado. Si esa aparición fantasmal se hubiese
dado en un castillo escocés, sería una leyenda mucho más viable en
términos de competencia memética.
Este fenómeno de encajar relatos en determinados esquemas
prefabricados ha sido algo bastante habitual en la ufología. John Keel y
otros autores pusieron de manifiesto el llamado «sesgo del cazador de
platillos volantes». Desde los inicios del fenómeno, en muchos de los
relatos y experiencias de los testigos se omitieron y tergiversaron detalles
que se consideraron absurdos o no encajaban con el paradigma imperante
de la Hipótesis Extraterrestre. De este modo, muchos relatos fueron
convenientemente modificados para encajar con esa plantilla conceptual y,
asimismo, rebajar la alta extrañeza, lo cual permite generar una narrativa
más asequible y asimilable para la audiencia.
Es interesante volver al concepto de información estratégica. Los
llamados agentes sobrenaturales pueden gozar de diversos poderes
sobrenaturales: capacidad de volar, precognición, inmortalidad, atravesar
muros, convertirse en animales, entre otros muchos. Pero uno de los
atributos más relevantes de estos agentes es esa difusa idea ya mencionada
de que ellos saben más, tienen acceso a cierto tipo de información e incluso,
yendo más lejos, tienen la capacidad de vigilar nuestras acciones de una
manera que raya la omnisciencia.
Este atributo de la omnisciencia juega un rol muy significativo, ya que
el hacerse con una suerte de juez omnipresente bajo cualquier circunstancia
puede reforzar algunas comunidades morales al introducir la idea irracional
de que estamos siendo vigilados en todo momento y, por lo tanto, nuestras
acciones están sujetas a evaluación siempre, lo cual refuerza la idea de
coalición social, siempre vigilante de aquellos individuos que tratan de
aprovecharse con ciertos comportamientos parasíticos, oportunistas,
delictivos o que simplemente buscan el beneficio individual en detrimento
del colectivo.29 Los agentes con información estratégica desde esta
perspectiva refuerzan los principios morales.
La información estratégica es aquella que será relevante para los
individuos de ese grupo, por lo tanto, puede variar según el tipo de agente o
según los condicionantes sociales o culturales, aunque normalmente suele
estar relacionada con ciertas intuiciones morales.
Existen una serie de principios morales básicos asociados al estatus de
tabú —incesto, asesinato, etc.— que son inherentes a la naturaleza humana
y que no requieren necesariamente de la presencia de agentes
sobrenaturales para hacerse valer. Aunque suele ser bastante habitual que
estos agentes sobrenaturales se apropien de estos principios y los acaben
por reforzar, propiciando conductas de cooperación frente a actos que
violentan y desintegran los grupos.
En cierta manera, se puede afirmar que los agentes sobrenaturales y las
religiones parasitan o secuestran nuestras disposiciones y nuestras
intuiciones morales básicas.
Nuestros principios morales abstractos, a veces, son complejos de
enunciar o asumir. Al igual que los procesos mentales, forman parte de lo
que somos y nos cuesta mucho adquirir distancia. Sin embargo, al
encarnarlos, estos agentes poderosos con acceso a información estratégica
nos facilitan su guía moral e inferencia de una manera que es fácil, además,
de transmitir y que es rica en contenido. Todo esto acaba generando una
dinámica de creación de contextos (nuevas plantillas) donde se vuelven más
creíbles y relevantes.
Hay conceptos religiosos, sobrenaturales o ufológicos que estimulan
nuestros sistemas de inferencia más allá de su funcionalidad. Los usamos
porque son fáciles de procesar para nuestros cerebros. En cierta manera, las
religiones y todo lo que ello conlleva la organización de la vida social a
través de rituales primitivos y, en menor medida, modernos, acaban
generando unos espacios, unos huecos que son ocupados por este tipo de
contenidos, cuya viabilidad cultural y psicocognitiva es comparativamente
superior. No es tanto que las religiones generen esos lazos grupales
fundamentales para que prosperen las sociedades, sino que estas ideas, estos
memes, acaban ocupando esos espacios y estabilizándose a través de la
tradición religiosa y cultural.
VISIONES
A la hora de examinar la literatura sobre antropología y/o religiones, uno
suele topar con cierta tendencia a ignorar y no prestar ninguna atención a
los episodios sobrenaturales o visionarios que muchas veces se esconden
tras la génesis de las religiones y creencias. Se les asigna automáticamente
un carácter mítico y, como tales, se considera que no es necesario incidir
más en ellos.
Cualquier posible vertiente sobrenatural de cualquiera de estos sucesos
seminales es descartada ipso facto y no se analiza cómo se puede generar
una de esas experiencias a nivel psicológico o neurológico. Dichas
experiencias son etiquetadas como mito o leyenda y da la impresión de que,
como los chistes —el origen preciso de los chistes es un fenómeno muy
interesante desde un punto de vista de la creación difusión de contenidos
culturales— surgen espontáneamente.
Pero ¿es esta hipótesis consistente o es un brutal reduccionismo? ¿No
sería interesante plantear alternativas que traten de acercarse de manera
adecuada a la naturaleza de estas experiencias? Desde que el hombre es
hombre, la gente afirma ver cosas e interactuar con entidades que
comparten mensajes de cierta trascendencia. Un historiador que mire al
pasado se puede ver tentado por hacer una tabula rasa y afirmar que se trata
de simples leyendas. Pero lo cierto es que en la actualidad existen miles de
personas que han afirmado haber sufrido experiencias similares enmarcadas
en un contexto ufológico que son dignas de estudio antropológico. Entrar en
la naturaleza final de las mismas ya puede ser más complejo, pero el mundo
académico debe asumir que es una realidad tangible a tener en cuenta.
¿Qué les ocurre entonces a estas personas? Como ya hemos visto a lo
largo de este libro, parece difícil avalar con pruebas la idea de que entidades
no humanas estén interactuando con nosotros. Y si lo hacen, se sitúan a un
nivel ontológico inaccesible e indistinguible, de experiencias subjetivas.
También queremos descartar la idea de que la gente se inventa y fabrica
historias con el fin de generar y apuntalar religiones. Es decir, es evidente
que esto puede ocurrir y ha ocurrido, pero se ve un patrón transversal
cultural tanto geográfica como cronológicamente que invita a pensar que
hay algo más. Es decir, las experiencias subjetivas son difíciles de verificar.
Pero ese es el espacio en el que estamos construyendo nuestras hipótesis y,
en cierta manera, es lo que hace tan complicado levantar una teoría que
funcione. Nunca estamos seguros de lo que realmente ocurre en esos
cerebros atrapados en nuestras cabezas.
Nuestra hipótesis propone que estas rupturas son experiencias cerebrales
condicionadas por nuestro acervo cultural y simbólico.30Pero vayamos más
lejos entonces, ¿qué ocurre realmente en nuestro cerebro cuando alguien
afirma haber tenido una experiencia de este tipo en las que la persona
interactúa con entidades supuestamente no humanas? Veamos las distintas
posibilidades.
PERCEPCIONES
Que nuestra percepción no es un fiel notario de ese consenso que llamamos
realidad es evidente, aunque algunos se empeñen en lo contrario. Nuestros
sentidos, refinados durante millones de años a través de una sucesión y
evolución de distintas encarnaciones biológicas —que van más allá de
nuestra propia especie—, no son perfectos, ni falta que les hace. La
perfección en términos evolutivos es, en cierta manera, un concepto no solo
absurdo, sino contraproducente. La hiperadaptación puede llegar a suponer
un serio hándicap evolutivo si las condiciones ambientales cambian y,
queridos lectores, siempre lo hacen. Nuestros sentidos funcionan de una
manera que nos es útil, operativa y extremadamente adaptativa, pero lo que
percibimos no es un reflejo fehaciente de la realidad, ni falta que nos hace.
La percepción es una alucinación controlada que nos lleva a procesos de
reconstrucción mental de gran complejidad que todavía distamos de
entender. Nuestra realidad es, en cierta manera, una realidad virtual
procesada por nuestro software cognitivo. Que percibamos algo no es
sinónimo de que ese «algo» esté ahí presente de una manera tangible y
palpable. El tándem cerebro—sentidos es un prodigio evolutivo, pero dista
de ser perfecto. De hecho, repito, puede que en esa disfuncionalidad radique
parte de la clave de nuestro éxito como especie.
Sin embargo, las confusiones y los errores de percepción no nos bastan
para explicar las experiencias sobrenaturales más elaboradas. Debatir si una
luz en el cielo puede ser una u otra cosa en términos aeronáuticos, no es el
motivo de este ensayo. Es decir, hay incidentes relacionados con el
fenómeno ovni que se pueden explicar (otros muchos no) por una
percepción incorrecta o falta de adiestramiento. Algo parecido ocurre con
las apariciones fantasmales fugaces o los avistamientos de criaturas
criptozoológicas. Pero los encuentros cercanos o las interacciones con
entidades sobrenaturales más elaboradas donde se establece una
comunicación, un despliegue de emociones y una serie de sucesos
sostenidos en el tiempo, no pueden fundamentarse en percepciones
equivocadas. Estamos ante algo distinto.
ALUCINACIONES
Oliver Sacks fue un neurólogo y escritor británico fallecido en 2015 que
dedicó buena parte de su carrera a describir todo tipo de patologías y
trastornos neurológicos a fin de entender mejor los misterios de la mente. Él
mismo, de hecho, sufría prosopagnosia, o incapacidad parcial de reconocer
rostros. Uno de sus libros más celebrados no es otro que Hallucinations
(Alucinaciones), con el que trató de eliminar, en primer lugar, el estigma
asociado con estas, para pasar posteriormente a demostrar que la forma de
trabajar de nuestro cerebro hace que estas sean bastante más habituales de
lo que podemos pensar.
En ese sentido, trataba de exponer que muchas supuestas y patologías
raras (agnosia, acromatopsia, etcétera) no son más que curiosas fórmulas
alternativas de funcionar de ese complejo sistema formado por cerebro, el
sistema nervioso y nuestros sentidos, a las que los individuos pueden
adaptarse. Eso no quita, por supuesto, que algunas de las consecuencias
sean terribles.
Uno de los capítulos del libro está curiosamente dedicado a la epilepsia,
también llamada la «enfermedad sagrada». Algunos han llegado a afirmar,
incluso, que esa etiqueta tiene su origen en la extendida creencia de que este
desorden se debía a un desgarrador contacto directo con Dios. Y,
ciertamente, más allá de las crisis (intensos episodios de actividad neuronal
anormal que pueden derivar en fuertes convulsiones), lo cierto es que las
personas aquejadas por este trastorno neurológico también experimentan
una serie de efectos secundarios, en algunos casos, que pueden llegar a
tener ciertos paralelismos con estados alterados de conciencia.
Algunos autores como Richard Dawkins en The god delusion (El
espejismo de Dios) no dudan en vincular las experiencias personales
religiosas con trastornos tales como la esquizofrenia. Thomas Szasz va más
lejos y no deja asomo de duda: «Si hablas con Dios, estás rezando; si Dios
habla contigo, tienes esquizofrenia» (Szasz 1990, 130).
Resulta bastante polémico, en un mundo que le ha concedido tanta
importancia a la religión, afirmar que su génesis no es más que un trastorno
mental, pero lo cierto es que, hoy en día, un personaje tan importante y
trascendental como Saulo de Tarso, por poner un ejemplo, no hubiera sido
aclamado como un avatar de Dios, sino que hubiera sido diagnosticado
como un enfermo mental. Personajes más familiares del mundo contactista,
como puede ser Carlos Jesús31, corren una similar suerte y, sin embargo, no
nos rasgamos las vestiduras al poner en tela de juicio su complicado
equilibrio mental.
Sería tentador concluir que todas las experiencias religiosas o de
contacto son fruto exclusivamente de trastornos mentales (de nuevo, es
probable que expliquen un buen porcentaje de casos), pero sabemos por
experiencia que muchísimas personas que dicen haber experimentado este
tipo de experiencias no cualifican dentro de un diagnóstico médico y,
además, aunque así lo fuera, la estabilidad de las experiencias y ese patrón
que hemos comentado, esos contenidos que se repiten (entre los que cabe
destacar la irrupción de agentes con información estratégica con alto
contenido trascendental) apuntan de nuevo a que estamos ante otra cosa y
que ese grado de elaboración supera en cierta manera los síntomas
conocidos de ciertas afecciones. Aun así, no es descartable que existan
ciertas predisposiciones o ciertos grados de trastorno que pueden propiciar
cierto tipo de experiencias o compartir síntomas o efectos similares a los
descritos por la casuística religiosa (u ovni).
DROGAS Y DIOSES
Otra perspectiva que no podemos dejar de tener en cuenta es aquella que
relaciona el uso de sustancias psicoactivas y las experiencias visionarias. El
uso de drogas en culturas ancestrales está documentado con gran detalle (y
no pocas dosis de mitología también) y es una práctica relativamente
frecuente que tiene como objeto provocar y/o potenciar estos estados de
trance donde se supone que se establecen contacto con otro plano de
realidad o determinadas entidades, además de ayudar a reforzar los vínculos
grupales.
No son pocos los que han relacionado la espiritualidad, e incluso la
génesis de las religiones, con el uso de ciertas sustancias tales como los
hongos psilocibios o similares que, en efecto, son usados de manera regular,
incluso en la actualidad, en rituales de culturas prehispánicas de
Centroamérica y Sudamérica.
De hecho, uno de los calificativos de estas sustancias, drogas
enteógenas, si recurrimos a la etimología, incluye el prefijo teo—, que hace
referencia a la experiencia de Dios y de lo sagrado.
El pensador y antropobotánico (sic) Terence McKenna iría más lejos
con su teoría del «simio fumado» recogida en el libro Food of the Gods (El
manjar de los dioses), en la que planteaba la posibilidad de que la
psilocibina, la sustancia activa de ciertos hongos alucinógenos, podría ser la
principal responsable del salto neuroevolutivo que condujo al pensamiento
abstracto, al lenguaje, a la cultura y, por descontado, a la religión.
En resumidas cuentas, el uso de drogas en rituales religiosos fue una
práctica común (y lo sigue siendo) y muy extendida que puede ayudarnos a
entender cómo se potencian o inducen ciertos estados, pero difícilmente nos
puede servir para explicar en exclusiva los episodios detrás de la génesis de
las religiones.
No obstante, la antropología se muestra mucho más tolerante con esta
hipótesis algo iconoclasta nos muestra a Dios, si me permiten la osadía,
como una intoxicación. Independientemente del alcance de las propuestas
de McKenna, lo cierto es que el uso de este tipo de sustancias está asociado
a todo tipo de rituales religiosos e iniciáticos, y, en cierto modo, son un
método seguro para alcanzar lo que desde nuestro punto de vista es el
concepto clave para relacionar estos encuentros con entidades: los estados
alterados de conciencia.
37.
Marx, Nietzsche, o Freud, los llamados «maestros de la sospecha», según Paul Ricoeur, o los
«filósofos de la duda», según Óscar Fábrega, que con sus aportaciones subrayan la insuficiencia del
sujeto y la conciencia como elemento fundamental de la filosofía moderna. Desde mi punto de vista,
Darwin también podría ser admitido sin problemas en esta herética comparsa.
38.
Maya: concepto original del hinduismo que viene a decir que la realidad o todo el universo
fenoménico es ilusorio.
CONCLUSIONES, MUCHAS PREGUNTAS,
ALGUNAS RESPUESTAS Y UN ANEXO
Por supuesto, desde aquí no vamos a plantear que haya que establecer
protocolos de seguimiento y monitorización de personas susceptibles de
tener algún tipo de vivencia insólita. Pero sí creemos que ayudar a
reconstruir de manera detallada a los protagonistas sus experiencias —y
esto es algo que tecnológicamente es mucho más viable que hace un par de
décadas debido a la creciente monitorización de los individuos por
dispositivos, cámaras, etc.— puede arrojar mucha luz y proporcionarnos
pistas en un sentido u otro. Es decir, bajo este nuevo paradigma sería mucho
más interesante volcarse en el testigo y en analizar los pormenores de su
experiencia y tratar de cruzarlos con otros testimonios de terceros o
registros de cámaras propias o de los sistemas de cámaras que abundan en
nuestro paisaje urbano. Justo lo que se hace cuando en el ámbito
periodístico, policial o judicial se quiere reconstruir un caso. Esto, por
supuesto, no se plantea contra la persona que ha tenido la vivencia, sino que
se plantea para tratar de desentrañar y ayudarle a redimensionar su
experiencia en un marco de la mayor objetividad posible.
Aquí, de nuevo, es importante invocar el peso de la estadística y el
estudio de la casuística. Es muy significativo que de tantos y tantos casos
que se tiene constancia, nunca se registre de manera nítida e incuestionable
un fenómeno anómalo: no hay grabaciones, no hay rastros materiales y no
suelen abundar testigos imparciales. Que la amplia mayoría de estas
experiencias se produzcan de manera aislada e individual parece bastante
elocuente. Como hemos comentado con anterioridad, es posible que estas
personas se vean afectadas por fenómenos que desafían nuestras leyes de
materialidad, temporalidad y causalidad, pero entonces nos tenemos que
resignar a quedar atrapados en un callejón sin salida metafísico. También,
que la única manera de rastrear esas «realidades daimónicas»39 sea a través
de la conciencia, nos empuja a considerar su naturaleza psicológica como
hipótesis prioritaria.
En consonancia con esta perspectiva, se podría llegar a evaluar si estas
personas que afirman haber vivido estas experiencias, han sufrido algún
tipo de trance mental que o bien puede ser identificado bajo observación
directa o bien pueda dejar algún tipo de rastro fisiológico. Sobre este tema
ya se ha trabajado. Sin ir más lejos, el propio Strieber en Comunión
reflexiona sobre esta posibilidad al analizar los numerosos casos que hay de
personas que tienen estas experiencias cuando conducen coches —el propio
Pons Prades o el caso fundacional de Betty and Barney Hill serían dos
clarísimos ejemplos; incluso se han llegado a relacionar encuentros ovni
con la llamada «hipnosis de carretera»—; y cómo es posible que, si
afirmamos que se tratan de estados extraordinarios de conciencia o incluso
trances, estas personas no sufran ningún tipo de accidente.
Es un punto interesante y en el que se debe profundizar. Muchos
investigadores también afirman que los incidentes y los encuentros a veces
parecen producirse al margen de la realidad circundante. En el libro de John
Keel Las profecías del Mothman se relatan multitud de extravagantes
encuentros en carretera donde nadie parece reparar en nada extraño. Son
eventos que parecen desarrollarse en campanas de irrealidad. O eso, o
tienen un componente de estado alterado de conciencia que necesariamente
no implica, como explica el curioso fenómeno de la «hipnosis de carretera»,
que se pierda el conocimiento o se deje de conducir con normalidad. Esto
quiere decir que, cuando hablamos de trance o de estado alterado de
conciencia, podemos hablar de algún tipo de experiencia sutil que se
desarrolla en la trastienda de nuestra mente y que luego, más adelante,
acabamos reconstruyendo mentalmente. Es posible que métodos como la
hipnosis sirvan para reconstruir y apuntalar este tipo de experiencias que
acaban siendo grabadas e impresas en nuestra mente como realidades
inapelables.
Se debe tratar con cautela la literalidad de los testimonios. Que alguien
afirme haber tenido una experiencia determinada no significa que la haya
tenido en las circunstancias que ella recuerda o evoca. Ya en el citado caso
del matrimonio Hill, Benjamin Simon, un psiquiatra que les trató a ambos,
concluye que la experiencia de Betty fue fruto de una reconstrucción
fabulada de posibles sueños. Eso necesariamente no significa que esa
misma noche tuviera la experiencia en cuestión, sino que a posteriori se
recuerda de esa manera.
Una vez se ha profundizado en la reconstrucción objetiva de la vivencia,
se deberá determinar su naturaleza. Es decir, si tiene fundamentos objetivos
o si, por el contrario, se ha de concluir que ha vivido algo indistinguible de
una experiencia subjetiva ya procede estudiar la experiencia dentro de un
marco de evaluación psicológica, así como una monitorización fisiológica
que trate de identificar indicadores que puedan servirnos para construir un
cuadro determinado asociado a estos presuntos estados extraordinarios de
conciencia.
Todo esto se establecería en un cuadro de seguimiento del sujeto donde
se tratarían de evidenciar aquellos elementos, tanto a priori como a
posteriori, que podrían ayudarnos a conformar cuadros de referencia a
niveles emocionales, cognitivos y fisiológicos. Es decir, que factores tales
como estados de ánimo, indicadores de estrés, conductas o síntomas
preceden, acompañan o suceden a estas experiencias. De nuevo, no se trata
de comprobar la cordura de nadie, sino a través del análisis sistemático de
una muestra significativa de casos ser capaces de articular cuáles son las
constantes que acompañan al fenómeno.
Por supuesto, y en función de nuestra hipótesis, el foco de las
evaluaciones a los individuos debería ser el desarrollo de nuevas creencias o
el refuerzo de ya existentes relacionadas con la espiritualidad o
transcendencia. Este tipo de vivencias son, al igual que las llamadas
experiencias cercanas a la muerte o ciertas prácticas iniciáticas, procesos de
transformación personal e incluso social.
Revisemos estos pasos que proponemos seguir:
1. Registro de la experiencia.
2. Reconstrucción independiente de la experiencia desde pruebas
objetivas —grabaciones de cámaras, rastreos de posicionamientos
GPS, etc.— o intersubjetivas —testimonios de terceros—, a fin de
validar su naturaleza y su grado de credibilidad.
3. Determinar si es una experiencia susceptible de ser estudiada bajo
nuestro marco de referencia como un estado extraordinario de
conciencia.
4. Evaluación de factores de riesgo, disparadores y contextos
psicológicos, sociales y culturales tanto a priori, como a
posteriori.
5. Establecer protocolo de seguimiento de la persona incidiendo en
las variables de trascendencia, espiritualidad y creencias.
39.
Daimonic Reality (Realidad Daimónica) es el título de una influyente obra de Patrick Harpur.
Bibliografía