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Una sociedad de burócratas

ABRAHAM GUILLÉN 27 MAR 1989

La clase media se triplicó entre 1950 y 1975, mientras que la población mundial se duplicó en
unos 40 años. En este sentido, una poderosa economía como la de Estados Unidos, que tenía el
39% de su población activa en la industria en 1946, ha descendido al 27,7% en 1986, subiendo
en ese mismo período la de servicios desde el 56,6% hasta el 69,6%, debido a una tendencia a
la burocratización, lo cual lentifica el crecimiento económico, disminuyendo a la vez la tasa de
ahorro y de inversión.

Así, en cifras concretas, de un total de 30 millones de empleos creados después de 1970 en


Estados Unidos, 29 millones lo fueron en el sector servicios -Gobierno, finanzas, comercio,
información-, donde el aumento, de la productividad es menor que, por ejemplo, en la industria
y en la agricultura.Después de finalizar la II Guerra Mundial, enormes masas de población laboral
fueron pasando a las industrias urbanas y, en mayor medida, a los servicios: comercio, bancos y
finanzas, empleados del Gobierno y de las empresas, personal militar, comunicaciones e
información, servicio doméstico, etcétera.

Se ha producido así, en la mayor parte de los países, y muy particularmente en las naciones
industrializadas, un enorme trasvase de población del campo a las ciudades y del sector primario
y secundario al terciario, que ha aumentado a ritmo acelerado.

Así, por ejemplo, en Francia y en Alemania, que en 1936, respectivamente, tenían el 35% y el
26% de su población activa en la agricultura, descendieron en 1986 al 7,3% y al 5,3%. Ello supone
un cambio socioeconómico y demográfico no registrado durante la primera y segunda
revoluciones industriales, en que fue más lento el proceso de transferencia de masas humanas
desde el campo hasta las ciudades y, por otra parte, desde la agricultura y la industria hasta los
servicios sociales, públicos, administrativos, domésticos, comerciales, financieros y distintas
clases de burocracia con comportamiento sociológico y político de clase media.

Increíblemente, la clase media ha crecido como la espuma: se ha triplicado en los 25 años


transcurridos entre 1950 y 1975, aumentando a razón de un 4,5% anual, mientras que la
población mundial lo haría al 1,7%, necesitando así para duplicarse no menos de 40 años.

Clase media

En cifras concretas, la clase media en el mundo era estimada en unos 600 millones en 1965, pero
a comienzos de la década de 1980 alcanzaba 1.800 millones, siendo así la mayor clase de todas
en cuanto a número.

Políticamente, esto supone que la importancia electoral de obreros y campesinos ha disminuido


entre la pre y la posguerra, sobre todo en países desarrollados industrialmente, donde el
aumento prodigioso de la productividad del trabajo en la industria y en la agricultura permitió
incrementar paralelamente la clase media profesional ocupada en los servicios. Ello, en política
y justas electorales, ha dado cierta estabilidad a las democracias parlamentarias de la sociedad
de consumo, menos condicionadas, ahora por los votos de los obreros y de los campesinos que
entre las dos guerras mundiales.

Sin embargo, el exceso de la clase media o de personal en los servicios -un trabajo que no deja
materializado ningún bien después de ser efectuado, donde la productividad es muy inferior a
la del trabajo en la industria y en la agricultura, y que se lleva en Estados Unidos cerca del 68%
del producto interior bruto (PIB)- tiende, en un futuro no muy lejano, a reducir el crecimiento
económico, debido a que en el consumo improductivo es mucho el ahorro y la inversión sobre
el PIB es muy reducida, entrando así en el marasmo económico.

En este orden de ideas, en Estados Unidos, a pesar de su gran adelanto tecnológico, la


productividad del trabajo es ahora menor del 1%, contra dos o tres veces más en Japón, donde
los servicios no ocupan el 69,3% del total de la población activa, como en aquel país, sino
únicamente el 57,1%.

Por consiguiente, la tasa de ahorro y de inversión en Japón y en Estados Unidos es,


respectivamente, muy desigual: 27,8% y 17,2%, 17,9% y 4,2%. A la larga, de seguir así el desigual
desarrollo económico entre estos dos países, los japoneses serán más y más ricos, mientras que
los ricos norteamericanos se irán empobreciendo respecto de su máximo de riqueza, obtenido
en los años siguientes a la terminación de la II Guerra Mundial.

Estados Unidos, que a finales del siglo pasado era un país con poco Estado burocrático y una
sociedad muy autoorganizada, alcanzó un prodigioso desarrollo económico, con altas tasas
anuales de ahorro e inversión; pero la burocratización y la militarización en la que ha caído
progresivamente desde la terminación de la II Guerra Mundial ha lentificado su crecimiento
económico, duplicado el total de las deudas sobre el valor del PIB y generado dos déficit gemelos
(el de la balanza de comercio y el del presupuesto de su Gobierno, cada vez más caro).

La inflación de la clase media -aumento de terciarios y cuaternarios- en Estados Unidos ha


proporcionado ocupación a 30 millones de personas desde comienzos de la década de 1970
(aumentando considerablemente en la época de Reagan); pero, de esa cantidad, sólo un millón
de personas se colocaron en producción de bienes.

Ello explicaría que la poderosa industria norteamericana, que ocupaba en 1946 el 39% de la
población activa, haya descendido en 1986 sólo al 27,7% de ella, revelando así que la economía
norteamericana está pasando de la producción a los servicios, importando enormes cantidades
de artículos manufacturados provenientes de Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong,
Alemania Occidental y de otros países industrializados. Ello endosó a Estados Unidos, en 1987,
un déficit en su balanza de comercio exterior de 160.300 millones de dólares.

El acrecentamiento desmedido de la clase media ocupada en actividades terciarias y


cuaternaria, por su lado bueno, consigue reducir la desocupación tecnológica endosada por la
reconversión industrial; pero si, por el lado malo, la productividad conseguida en la industria, en
la agricultura y en actividades productivas ha de ir, en gran parte, hacia el aumento de la
participación de los servicios en el reparto del PIB y en el incremento de su porcentaje en la-
población activa de un país, el remedio sería peor que la enfermedad que se trata de curar,
difiriendo así, pero no resolviendo, la crisis económica.
Mercados

Y como el mercado mundial domina los mercados nacionales, si en los nuevos países
industrializados de Asia y Japón trabajan muchas horas por semana sus obreros, con tasas de
productividad por hombre-hora muy similares a las de Estados Unidos y la CE, aunque cobrando
menor salario, entonces a muy corto plazo no van a poder enfrentarse a la competencia
comercial internacional europeos y norteamericanos. Ello explicaría el superávit del comercio
exterior de Japón con la CE y Estados Unidos, lo que, en esta perspectiva, tendría que producirles
desocupación en el sector industrial. Y dado que los norteamericanos tienen sobreocupación en
el sector servicios, que no aporta bienes, les plantea una acentuación de la crisis económica en
los umbrales del año 2000, con una agravación del proteccionismo para contrarrestar el
dumping de los nuevos países industriales.

En suma, que es paradójica una economía auspiciada por la revolución científico-tecnológica,


pero inerciada por el conservadurismo económico y social, por el burocratismo creciente del
Estado benefactor. Así pues, hace falta una nueva teoría económica que ponga en concordancia
la ciencia, la tecnología y la economía con el necesario cambio socioeconómico.

Abraham Guillén es especialista en economía internacional.

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