Está en la página 1de 7

UNIDAD XIV

Los contratos en los que las ventajas o las pérdidas para al menos una de las partes, dependen de un
acontecimiento incierto.
Alea significa “incierto”, algo que puede producirse o no, algo que depende de la suerte o del azar. En
estos contratos, las ventajas o pérdidas que se puedan producir dependerán de un acontecimiento
incierto, que puede o no producirse. Ejemplo, que salga el número de mi billete de la lotería.
El alcance económico de la promesa hecha por el deudor de la renta es impreciso, depende de la
duración de la vida contemplada. Y el contrato será más o menos ventajoso, según esta persona viva
poco o mucho tiempo. Otro ejemplo de contrato aleatorio es la venta de cosa futura, cuando el
comprador toma sobre sí el riesgo de que la cosa no llegare a existir.

2.- Renta Vitalicia. Concepto y caracteres. Distinción con otros contratos: seguro de
vida, donación con cargo. Pensión de alimentos.
El contrato oneroso de renta vitalicia obliga a una de las partes a entregar a la otra un capital (dinero u
otros bienes muebles o inmuebles) a cambio de la cual ésta asume el compromiso de pagar una renta
(a la otra parte o a un tercero) durante la vida de una o más personas designadas en el contrato.
Nada se opone a que pueda constituirse una renta vitalicia gratuita, en cuyo caso deberán aplicarse
analógicamente las disposiciones de la donación.
Pueden constituirse una renta vitalicia gratuita, por ejemplo, en un testamento o en una donación con
cargo, imponiendo al beneficiario de la liberalidad (heredero, legatario, donatario) la obligación de pagar
esa renta vitalicia a un tercero.
El CCyC ha regulado exclusivamente el contrato oneroso de renta vitalicia, que es la forma típica y más
frecuente de constitución de estas obligaciones y así lo ha hecho en el art. 1599 que dispone: Contrato
oneroso de renta vitalicia es aquel por el cual alguien, a cambio de un capital o de otra prestación
mensurable en dinero, se obliga a pagar una renta en forma periódica a otro, durante la vida de una o
más personas humanas ya existentes, designadas en el contrato.
Caracteres
a) Es oneroso: Porque las ventajas que procuran a una parte le son concedidas a cambio de otra
prestación que ésta ha hecho o se obliga a efectuar.
b) B) Es bilateral: Ambas partes se obligan recíprocamente la una hacia la otra, en particular una se
obliga a entregar el capital y la otra la renta.
c) Es aleatorio: Porque las ventajas o desventajas que para las partes supone el contrato, dependen
de un acontecimiento incierto como lo es la duración de la vida de la persona humana designada en el
contrato.
d) Es de tracto sucesivo: Las obligaciones del deudor de la renta se prolongan en el tiempo y se
cumplen periódicamente.
e) Es consensual: Porque se perfecciona por el solo acuerdo de voluntades y porque a la luz del
nuevo código todos los contratos serían consensuales. Era un contrato real en el derogado CC, pues se
perfeccionaba con la entrega del capital.
f) Es formal: La ley exige la instrumentación por escritura pública.
g) Es nominado: Está especialmente regulado por los arts. 1599 y siguientes.
Distinción con otros contratos
Con el seguro de vida:
Ambos contratos son aleatorios y las ventajas o desventajas para las partes dependen de la mayor o
menor prolongación de la vida de una de las partes; en ambos casos hay un acto de previsión, por el
cual una de las partes quiere asegurarse para sí o para terceros, la entrega de una suma de dinero, o
de una renta. Pero las diferencias son netas:
- En el contrato de renta vitalicia el acreedor entrega un capital a cambio de una renta ad vitam.

- En el seguro de vida el asegurado entrega de por vida (o hasta cumplir cierto número de años) una
cierta cuota o prima, a cambio de lo cual el asegurador se compromete a pagar cierto capital a las
personas designadas en el contrato, cuando el asegurado fallezca (o a pagarlo al propio asegurado
después de transcurrido cierto número de años sin que se produzca su deceso).

Con la donación con cargo:

Renta Vitalicia Donación con cargo


Es un contrato oneroso. Es una liberalidad.

Cuando la renta vitalicia se establece en beneficio de un tercero, el contrato implica siempre, en las
relaciones entre el dador del capital y el beneficiario, una liberalidad a la que se aplican las reglas de los
actos a título gratuito, estableciéndolo así el art. 1600 que dispone que si el contrato (de renta vitalicia)
es a favor de un tercero, respecto de éste rigen las reglas de la donación, excepto que la prestación se
haya convenido en razón de otro negocio oneroso.
En el caso de que una persona entrega en propiedad un inmueble a otra con la condición de que ésta le
pase cierta renta de por vida. Si esa renta es superior al producido normal de la explotación del
inmueble, no cabe duda de que el contrato es de renta vitalicia; pero si es menor, hay más bien una
donación con cargo, aunque las partes la hayan calificado como renta vitalicia, porque el que recibe el
inmueble no asume ningún alea, ya que siempre el contrato le es beneficioso, cualquiera que sea la
duración de la vida de la otra parte.
Con la pensión de alimentos:
La distinción es clara cuando se trata de los alimentos nacidos por disposición legal ex lege, en este
supuesto no hay contrato.

Renta Vitalicia Pensión de alimentos


Ésta no se vincula con el estado de fortuna
La del
obligación del deudor se prolonga mientras
acreedor de la renta. subsiste la necesidad del alimentado.

3.- Forma. La renta (art. 1602). Pluralidad de beneficiarios (art. 1603). Acciones del constituyente
y del beneficiario (art. 1604 y 1605). Resolución por falta de garantías y por enfermedad (arts.
1607 y 1608). Extinción de la renta (art. 1608).
Forma
Dispone el art. 1601 que el contrato oneroso de renta vitalicia debe celebrarse por escritura pública.
Pero nos preguntamos si esta formalidad es exigida por la ley con carácter solemne o simplemente ad
probationem. Si bien es cierto que el art. 1601 exige escritura pública, debemos recordar que el art. 969,
al hablar de contratos formales, dispone de una manera general que los contratos a los que se exige
una forma particular lo son solo para que éstos produzcan efectos propios sin sanción de nulidad, valen
como contratos en los que las partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Por ello
pensamos que hay que distinguir: si la renta es onerosa, la formalidad debe considerarse solo ad
probationem; pero si la renta es gratuita se le aplicarán las reglas de las donaciones para las
prestaciones periódicas o vitalicias, por lo que la escritura es una exigencia solemne, bajo estricta pena
de nulidad y, por tanto, ineludible.
la renta
El capital es elemento esencial del contrato, es entregado por el constituyente o acreedor y puede
consistir en una suma de dinero o en cualquier otra prestación mensurable en dinero, sean derechos,
bienes muebles o inmuebles. Dentro de este amplio concepto cabe entonces cualquier transferencia de
bienes o derechos susceptibles de valoración económica, tales como la nuda propiedad, el usufructo, la
transferencia de un fondo de comercio o de las acciones de una sociedad, la cesión de un crédito, de
una herencia, etc.
También la renta es un elemento esencial del contrato, la cual debe ser periódica y vitalicia. La misma
debe convenirse y abonarse en dinero, pero si se previera la prestación en otros bienes que no fueren
dinero, su importe deberá ser siempre pagado por su equivalente en dinero al momento de cada pago.
Ello importa que la determinación de la renta de otra manera que la de fijársela en dinero, no provoca la
nulidad del contrato, sino que autoriza al deudor a convertirla en dinero.
En el contrato debe establecerse el valor de cada cuota y la periodicidad con que se pague la renta. En
principio, la fijación de la renta es libre; en efecto, el art. 1602, párrafo 2°, establece que el contrato
debe establecer la periodicidad con que se pague la renta y el valor de cada cuota.
Cabe destacar que la norma transcripta nos plantea un posible supuesto de nulidad del contrato. Ella
continúa diciendo que …si no se establece el valor de las cuotas, se considera que son de igual valor
entre sí. Y nos preguntamos: si no se fijó el valor de las cuotas, ¿cómo será posible determinar el igual
valor entre sí?
La renta vitalicia es un derecho creditorio incorporado al patrimonio del acreedor o del beneficiario,
quienes pueden disponer libremente de él, transfiriéndolo a título oneroso o gratuito, sea por actos entre
vivos o por causa de muerte (art. 1603, in fine). Por lo tanto, debe entenderse que será nula toda
cláusula que prohíba al acreedor enajenar su derecho a la renta. También debe entenderse que si la
renta vitalicia tiene carácter de pensión alimentaria, debe considerarse entonces inembargable,
conforme con los principios aplicables a toda pensión de alimentos.
Pluralidad de beneficiarios
Puede ocurrir que el contrato de renta vitalicia designe más de un beneficiario al momento de celebrarse
el contrato, pudiendo en este caso hacerlo en forma sucesiva o simultánea. Cuando se constituye en
forma sucesiva, el segundo beneficiario recibirá la renta solo al fallecimiento del primero, el tercero a la
muerte del segundo, etc., en el orden designado en el contrato.
En el supuesto que los beneficiarios sean simultánea, si el contrato no establece la proporción en que
se repartirá la renta, ésta se dividirá entre ellos por partes iguales de conformidad a lo dispuesto por el
art. 1603. Si alguno de ellos muere, el derecho a la renta a su respecto o indique que entre los
beneficiarios se abre el derecho de acrecer.
En caso de varios beneficiarios, pero sin indicarse si éstos son simultáneos o sucesivos, debe
entenderse que son simultáneos y no sucesivos.
Acciones del constituyente y del beneficiario. Resolución por falta de garantías y por enfermedad.
Si el deudor de la renta no lo pagara puntualmente, el constituyente acreedor o el tercero beneficiario de
la renta, tienen derecho a demandar su pago forzoso mediante la pertinente demanda de cumplimiento
de contrato. Así lo dispone expresamente el art. 1605 respecto del tercer beneficiario pues queda
constituido en acreedor de la renta desde su aceptación y tendrá por ello acción directa contra el deudor
para obtener su pago. Entendemos que igual acción tendrá el constituyente acreedor aunque la norma
del art. 1604 nada diga al respecto y solo regule la resolución del contrato por falta de pago.
Veamos los efectos que acarrea la resolución del contrato. Si el contrato se resuelve por falta de pago
de la renta o por no haber dado las garantías comprometidas, el deudor tiene que devolver el capital a
quien se lo entregó o a los herederos de este último (art. 1604, párrafo 1° y 1607).
En estos casos puede ocurrir que durante el lapso en que la cosa ha estado en poder del deudor, se
haya perdido o deteriorado. Si ello ocurriera, el deudor estará obligado a restituir al acreedor una cosa
igual o a indemnizarle los daños.
Por nuestra parte pensamos (Borda) que lo que se resuelve es el contrato y no el dominio; en tal forma
que el acreedor que entregó la cosa, no readquiere un derecho real sino un creditorio, por el cual puede
accionar contra el deudor para demandarle la entrega de la cosa. Ello significa que los derechos
adquiridos por terceros se mantienen en pie no obstante la sentencia que hace lugar a la resolución.
Si el contrato se resolviera por la causal prevista en el art. 1608, el contrato se resuelve de pleno
derecho y las partes deben restituirse las prestaciones. ¿Qué ocurre si el capital dado se destruye o
deteriora en ese lapso? Entendemos que hay que diferenciar 2 supuestos: si ha mediado culpa del
deudor deberá indemnizar el daño causado; si, en cambio, ello ocurrió por caso fortuito o fuerza mayor,
el deudor estará exento de responsabilidad.
Extinción de la renta
El contrato se extingue por las siguientes causas:
1. Fallecimiento de aquel cuya vida determina la duración del contrato: Concluye naturalmente
el contrato oneroso de renta vitalicia por fallecimiento de la persona cuya vida ha sido tomada en cuenta
en el acuerdo.
Así dispone el art. 1606 que el derecho a la renta se extingue por el fallecimiento de la persona cuya
vida se ha tomado en consideración para la duración del contrato, por cualquier causa que sea dicho
fallecimiento. La prueba de que la persona ha muerto, compete al deudor de la renta.
Ordinariamente suele ser la vida del constituyente del contrato y acreedor de la renta la que se toma en
cuenta; pero si fuera una persona distinta (el propio deudor o un tercero), la muerte del constituyente o
acreedor de la renta no extingue su derecho, que pasa a sus herederos (conf. Art. 1603, in fine).
Las vidas contempladas en el contrato pueden ser las de varias personas (art. 1599). En este caso el
derecho del acreedor subsiste íntegramente hasta la muerte de la última persona designada,
debiéndose devengar la renta en su totalidad (art. 1606, párr. 1°, 2° parte), salvo que lo contrario se
haya establecido en el contrato.
El CCyC ha dispuesto expresamente que es nula la cláusula que autorice a sustituir la persona cuya
vida se toma en cuenta para la duración del contrato o a incorporar otra al mismo efecto (art. 1606, párr.
2°).

2. Conclusión del contrato por resolución: El CCyC ha previsto diversas hipótesis de conclusión
del contrato de renta vitalicia por resolución.
En 1° lugar podemos encontrar que la falta de pago de la renta al constituyente (o sus herederos) da
derecho a éstos a demandar la resolución del contrato (art. 1604) y en tal caso la restitución del capital
constituyente.
En 2° lugar puede concluir el contrato por resolución del mismo fundado en que el deudor de la renta no
otorga las garantías a las que se ha comprometido o si la garantía dada disminuye y no cubre sus
obligaciones conforme lo acordado. El derecho a resolver corresponde al constituyente de la renta o en
su caso a sus herederos de conformidad a lo determinado por el art. 1607. Puede advertirse que la
atribución de responsabilidad de la resolución al deudor en ambos casos configura un factor objetivo y
una responsabilidad directa.
Finalmente se resuelve el contrato si la persona cuya vida se toma en consideración para la duración
del contrato, no es el deudor de la renta y dentro de los 30 días de celebrado el contrato fallece por
propia mano (suicidio) o por una enfermedad que padecía al momento de celebrarse el contrato. En
este supuesto el contrato de renta vitalicia se resuelve de pleno derecho y deben restituirse las
prestaciones (art. 1608). Debe señalarse que una enfermedad sobrevenida después o un accidente que
ocasionen la muerte, son ineficaces para provocar la resolución del acuerdo. No interesará entonces
que la muerte haya ocurrido por evolución natural de la enfermedad, o como consecuencia de una
operación a la que debió someterse el paciente.
¿Qué sucede en el supuesto en que el deudor de la renta ha dado muerte al constituyente acreedor
cuya vida ha sido tomada en cuenta para la duración del contrato? Pensamos que como el crimen ha
hecho cesar el cumplimiento del contrato por culpa del deudor, los herederos del acreedor pueden
reclamar los daños derivados de ese incumplimiento, a cuyo fin habrá que calcular las rentas que pudo
percibir el fallecido tomando en cuenta su vida probable, de acuerdo con las tablas de mortalidad; esa
indemnización debe pagarse globalmente en el momento de la sentencia. La cuestión sólo se plantea
en la hipótesis del homicidio intencional; si sólo ha mediado culpa del deudor (por ejemplo, muerte
ocurrida en un accidente de automóvil), el fallecimiento debe considerarse accidental y el deudor queda
liberado de seguir pagando la renta.

4.- Contrato de juego y apuesta. Concepto y caracteres.


Siendo los conceptos de juego y apuesta de los mas vulgares, resulta sorprendente la dificultad en que
se han encontrado los juristas para precisarlos en el plano del derecho.
a) Para algunos autores que siguen una idea insinuada ya en el derecho romano, el juego supone la
participación personal en los ejercicios de destreza física o mental, sobre cuyo resultado se arriesga una
postura; la apuesta, en cambio, recae sobre hechos o circunstancias que son extrañas a los
contratantes, como ocurre cuando los espectadores apuestan sobre el resultado de un partido de fútbol,
de un match de box o sobre si ocurrirá o no tal acontecimiento político, etc.
b) Para otros, la distinción debe fundarse esencialmente en el motivo que inspira a las partes: la
apuesta tiende a robustecer una afirmación, en tanto que el juego tiene por objeto una distracción o una
ganancia.
En verdad, se trata de una disputa estéril. En todo el mundo, juego y apuesta tienen un régimen jurídico
común, están sujetos a idénticas normas legales.
Y jurídicamente sólo merecen ser considerados como conceptos distintos los que se hallen enlazados a
efectos diferentes. No hay interés en precisar una diferencia que no tiene contenido ni vigencia efectiva.
Este último concepto es el que entendemos que ha recogido el CCyC en el art. 1609, dando solamente
la definición de “juego” (hay contrato de juego si dos o más partes compiten en una actividad de
destreza física o intelectual, aunque sea sólo parcialmente, obligándose a pagar un bien mensurable en
dinero a la que gane), pero regulando en las sucesivas normas los mismos efectos y consecuencias,
tanto para el “juego”, como para la “apuesta”.
No está de más señalar que los contratos de juego y apuesta son bilaterales, onerosos y aleatorios, en
tanto las ventajas dependen de un hecho futuro e incierto respecto del momento en que se los celebró.
El juego y su tratamiento legislativo
El problema legislativo que plantea el juego, es uno de los más complejos.
En sí mismo, jugar por dinero no es malo; es un medio frecuentísimo de distracción, de entretenimiento,
que lejos de ser dañoso, importa descanso, hace olvidar otras preocupaciones y, en tal sentido, es útil.
Es una cuestión de medida; y esto es precisamente lo que hace difícil la solución legislativa.
La ley sigue respecto del juego una política compleja, cuando no contradictoria, que exige hacer jugar
las normas del CCyC y las dictadas con carácter local por las legislaturas provinciales.

5.- Juegos de puro azar (prohibidos y no prohibidos): efectos (art. 1611). Facultades de los
jueces (art. 1610). Oferta pública (art. 1612). Juegos y apuestas regulados por el Estado (art.
1613).
Hay juegos que hacen nacer obligaciones exigibles o no exigibles.
El CCyC distingue entre las apuestas (o juegos) que brindan acción civil al vencedor para lograr su pago
y apuestas (o juegos de puro azar) que no brindan tal acción. Estas últimas pueden estar o no
prohibidas por la ley, y en ambos casos el código prohíbe acoger la demanda por cobro de la apuesta
(art. 1611, párr. 1°); pero si la deuda se ha pagado espontáneamente, y se trataba de un contrato no
prohibido, el pago es válido y el pagador no puede accionar por repetición, excepto que se trate de una
persona incapaz, con capacidad restringida o inhabilitada (art. 1611, párr. 2°).

En otras palabras:
Si se tratare de un juego de puro azar no prohibido, la ley se abstiene de intervenir en las relaciones
entre los jugadores; guarda una actitud de indiferencia. No acoge la acción por cobro de pesos, pero
tampoco admite, como regla, la demanda por repetición. Hay en esta política legislativa, una influencia
del concepto muy generalizado de que las deudas de juego son deudas de honor, precisamente porque
el que no quiere pagarlas no puede ser obligado a hacerlo; y resulta chocante al sentimiento popular la
conducta de quien, habiendo pagado su deuda de juego, pretende luego accionar por repetición. Al
margen del CCyC, debe admitirse también una categoría de juegos prohibidos por la ley penal. El
peligro social de la difusión de los juegos de azar obliga a prohibirlos bajo sanciones penales.
Distinción entre los juegos que originan una obligación civil (tutelados) y los que dan nacimiento a una
obligación civil no exigible (no prohibidos)
La norma del CCyC se limita a señalar que carecen de acción de cobro sobre la prestación prometida
en un juego de azar puro; por lo que una interpretación a contrario sensu indicaría que los juegos o
apuestas donde intervengan de alguna forma los participantes, ya sea mediante el uso de la fuerza o
del intelecto, sí tendrán el derecho a perseguir el cobro en sede judicial. El sentido de esta regulación,
ya desde antaño, ha sido estimular competencias que contribuyan al perfeccionamiento del cuerpo y del
intelecto de los participantes, y al propio tiempo alejen a los competidores de otras diversiones
malsanas. Por este motivo, sólo deben considerarse comprendidos en esta categoría los juegos en los
que participan los propios apostadores; en cambio, quedan fuera de ella y por consiguiente, no dan
lugar a una acción civil, las apuestas hechas sobre las competiciones de terceros, que aunque
dependen en buena medida de la habilidad personal de los jugadores, no benefician a los competidores.
Se admite también que las apuestas sobre carreras de caballo, automóvil, motocicleta, lancha, yates,
etc., tienen efectos civiles siempre que se hubieran concertado entre los propios competidores.
Pero no basta que se trate de juegos de destreza física para abrir la acción, en tanto, se requiere
además que el juego no se encuentre prohibido por leyes locales, por cuanto de estarlo, sería un
contrato con objeto ilícito, y no se le podría otorgar acción de cobro al ganador.
Cabe preguntarse si un juego en el que está excluida la destreza física, pero que ha sido autorizado y
reglamentado por las leyes locales, de acción civil para el cobro de las apuestas. El código ha optado
por la tesis afirmativa en el art. 1612, en tanto mediare oferta pública. Señala la norma que las apuestas
y sorteos ofrecidos al público confieren acción para su cumplimiento. Aclara la norma, además, que en
la oferta debe individualizarse quién es el oferente, éste es el responsable frente al participante o
apostador; caso contrario, será responsable quien emite la publicidad, lo que guarda coherencia con las
normas de protección del consumidor.
Juegos organizados por el Estado
Ruleta, loterías o por concesionarios de una autorización estatal (carreras de caballos).
No cabe duda de que en este caso las partes tienen acción recíproca para el cobro de sus créditos,
sería escandaloso que el Estado (o el concesionario) que se benefician con este singular privilegio,
pudieran negarse a pagar el premio; en cuanto a los apostadores, ellos pagan la apuesta por anticipado.
De todos modos, de tenerse presente que el art. 1613 dispone que los juegos, apuestas y sorteos
reglamentados por el Estado (nacional, provincial o municipal) se rigen por las normas administrativas
que los autoricen, y que son inaplicables las normas previstas en el capítulo referido a juegos y
apuestas en el CCyC

También podría gustarte