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Henry Bessemer 

(Charlton, Hertfordshire, Inglaterra, 19 de
enero de 1813-Londres 15 de marzo de 1898) fue un ingeniero, fundidor de
tipos de imprenta, pionero de la siderurgia moderna, e inventor del
proceso de refinado de acero que lleva su nombre (el Proceso Bessemer,
que se aplica en los Hornos Thomas-Bessemer de la siderurgia).
Desde su infancia mostró gran capacidad de trabajo e inventiva. Hizo su
fortuna mediante una fórmula secreta para fabricar “polvo de oro”, una
purpurina a base de polvo de latón y pintura que invadió el mercado y doró
media Inglaterra; marcos de cuadros, interiores de palacios e iglesias,
figuras de madera o escayola, carruajes, barcos, etc..
Durante la guerra de Crimea inventó un proyectil de artillería muy eficaz,
sin embargo los técnicos militares informaron que los cañones de hierro
fundido de la época no eran capaces de resistir la fuerza de este nuevo
proyectil.
Bessemer se centró en resolver el asunto y así, en 1855, patentó un
proceso de refino y reducción de hierro para producir acero en cantidades
industriales a bajo costo. El procedimiento consistía en soplar aire a
presión en el fondo de la cuchara donde se colaba el arrabio. El aire hace
reaccionar su oxígeno con el silicio, luego el carbono, seguidamente del
fósforo, los cuales son impurezas del hierro de la fundición. La reacción
del oxígeno y el silicio es altamente exotérmica, lo que hacía que el metal
se siguiera fundiendo sin necesidad de gastar más combustible. El aire se
inyecta a presión por la parte de abajo del recipiente que tiene forma de
una cuchara abierta, y se detiene hasta que surge una llama roja, la cual
indica la oxidación del hierro.
Con el tiempo la cuchara abierta fue sustituida por la cuchara ovoidal
abierta en la superficie superior, mecanismo aún se conoce como
convertidor Bessemer.
El impacto de este invento, en el contexto de la Revolución Industrial, fue
inmenso. Mientras nacía la industria pesada astilleros, ferrocarriles,
maquinaria fabril...) se logró una materia prima abundante y barata. El
acero que ahora se conseguía en grandes cantidades hizo factibles otros
logros. Gracias a Bessemer se pudo ver buques de acero mayores, mejores
y más baratos, puentes, mayores ferrocarriles, rascacielos, etc. Es decir
todo lo que caracterizó al siglo XIX como impulsor del siglo XX.

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