Es un niño precoz, que a esa edad ya es capaz de reconocer letras y deletrear la cabecera de un periódico: HE…RAL...DO DE A…RA..GÓN También es capaz de contar al menos hasta diez. No en vano se sienta a la mesa con su hermana mayor cuando ésta hace los deberes. Un día sale de viaje. Con sus padres va a recorrer una larga distancia en tren para ir a visitar a sus abuelos. Está entusiasmado. No tiene idea de lo que el viaje significa. Son los años cincuenta. El Sangai es un tren “rápido” que hace el trayecto de Barcelona a La Coruña y viceversa en unas 36 horas. El tramo entre León y Zaragoza supone casi la mitad de ese tiempo, pero parece mucho más largo, ya que hay que hacer transbordo en Miranda de Ebro. Es muy temprano. Hace mucho frío. El niño duerme los cálidos brazos de su madre. En el mismo departamento, vagón de tercera con banco corrido de madera, viaja un gallego. Los gallegos forman parte de la esencia de este tren pues muchos trabajan y viven en Cataluña, pero tienen sus raíces en la Galicia interior, y van de vez en cuando para ver a la familia que se quedó allá, cargados de regalos y vuelven con unas enormes cestas llenas de comida para el viaje. A media mañana, el gallego abre el canasto repleto de manjares mientras ofrece a los compañeros de viaje: “…levo xamón, levo lacón, levo cabrito asado, levo queiso…” Luego, durante algún rato, el gallego juega con el niño. Le ha visto leer los titulares del periódico y completamente maravillado, quiere probar algo más de sus conocimientos. Le pregunta: -¿Sabes contar? -Sí -A ver, ¡muéstramelo! -¡Uno, dos, tres, cuatro,…, seis, siete, ocho, nueve y diez! El pequeño se lanza a contar a tal velocidad que necesita tomar aire a mitad del recorrido. El gallego se ríe y canta: -Te has dejado el cinco. -¡No! Y vuelve a comenzar. Uno, dos, tres, cuatro,…, seis,… -¡Te has dejado el cinco! -¡Que no!
Es noche cerrada cuando el niño y sus padres llegan a su destino. Al gallego le
quedan aún un buen número de horas para llegar al suyo, y dormita plácidamente acunado por el traqueteo continuo del vagón… Lorenzo Martínez Enero 2018
La puerta del departamento se abre bruscamente sacando al gallego de su sopor. Se
recorta la silueta de un hombre con gabardina que se dirige a él: - A ver; documentación!