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Poco tiempo antes que se iniciaran las obras del Puerto, María Rosa había

llegado a la pequeña aldea de pescadores en la costa; en aquella época la


aldea era apenas un grupo de cabañas de madera y algunas casillas de chapa
oxidada cuya población sobrevivía apenas, gracias a la pesca diaria que tres o
cuatro botes de madera podían sacar aún de las aguas.

Lo había hecho siguiendo el consejo, casi una orden, de su abuelo materno,


muy amigo del caudillo político de la zona rural donde entonces vivían MR
junto a dos tías y los ocho hijos que la madre de María había engendrado a lo
largo de treinta y cinco años; no más de dos o tres de sus hermanos eran hijos
de un mismo padre.

MR no es la mayor y solo tiene medio hermanos entre los otros hijos de su


madre; de su padre nunca supo nada, no lo recuerda, no tiene imágenes suyas;
lo poco que sabe de él se lo ha contado su abuela antes de morir hace tres
años. También le enseñó a tomar caña desde que tenía cinco.

A la abuela sí la recuerda; era una mujer gorda y vieja que cuando se


emborrachaba, todas las noches, le gustaba cantar tangos. De su abuelo José
solo piensa que es un viejo baboso y borracho que gasta en el quilombo del
pueblo y en la cantina del turco el poco dinero que ganan ella junto a su madre
y hermanos plantando verduras que venden en el pueblo los más pequeños
dos veces por semana.

En aquella época vivían todos juntos, MR, sus siete hermanos, sus tías, el
abuelo y la madre en un rancho sin luz ni agua en las afueras del pueblo, al
borde del campo. Tenían una parcela pequeña que super explotaban
cosechando algunas verduras y criando animales de granja. Mas allá empezaba
el latifundio, una parte del cual pertenece a la familia del “dotor”, caudillo
político del partido en la zona; el partido del dotor gobierna el país desde hace
cincuenta años, siempre elegido en elecciones democráticas que, al decir del
dotor “se ganan, o se ganan”.

El caudillo había advertido al abuelo de María una noche de copas en el


almacén del turco cuando, ya medio mamado, le dijo:

. Mirá José, yo te aprecio mucho y por eso quiero darte una noticia de la que
vas a poder beneficiarte vos y tu familia… ¡Ahora no vayas a contárselo a
nadie! ...esta semana anduve por la capital, y me enteré que ¡al fin! ya está
todo arreglado con la empresa para empezar la construcción del Puerto de
aguas profundas... Es acá cerca… ya sabés donde, si se habló hasta por los
codos de esa obra en los últimos años… al final los gringos pusieron la teca y la
licitación sale… como un chifle sale… en fin! “bisnes ar bisnes” como dicen los
yanquis…; se reía el viejo dirigente mostrando sus dientes amarillos de tabaco
y los ojos vidriosos de caña.

- ¿Y a mí eso que me pinta dotor…? Le preguntó el viejo que era bastante lento
para estas cosas

- ¡Pero José! No seas bruto hombre… eso quiere decir que va a venir gente a
chorrete buscando trabajo; ese pueblo de mierda en la costa... de las cuatro
latas que es hoy, se va a quedar hecho toda una ciudad, más grande que esta
capaz… hay que llegar temprano ...entendes? Hay que madrugarlos a todos… y
yo te estoy ayudando. Con todos esos nietos que tenés va a haber más de uno
que sepa aprovecharlo, no seas zonzo… avivate hombre!

Agradeció el abuelo, aunque sin comprender todavía de qué manera iban sus
nietos a conseguir trabajo en una obra, si lo único que sabían era plantar la
tierra y criar los animales de que se alimentaban. Se fue esa noche a su casa
trastabillando y decidido a hablarlo con sus hijas... que ellas vieran como lo
aprovechaban;

El caudillo se fue del boliche bastante borracho también dando tumbos con el
coche entre los pozos del camino y contento consigo mismo; pensaba que de
esa manera estaba pagando a la madre de María Rosa los favores recibidos en
tantos años... y más: mañana temprano la va a mandar a buscar para que le
venga a hacer la limpieza en el apartamento del centro.
Al día siguiente, en efecto, manda un chofer a llamar a Rosa, la madre de María
Rosa; 'Decile que se venga esta tarde por el apartamento, que la preciso allá; y
venite rápido que tengo otros mandados para que me hagas; ¡dale!'

Cuando Rosa llega el ‘dotor’ ya está instalado hace rato, en sus ojos vidriosos
se nota que el vaso que tiene en la mano no es el primer whisky de esa tarde.

Vení Rosita, pasá nomás pasá... que suerte que pudiste venir che, la verdad
que te ando neceistando... que voy a decirte! Que haces...? No... vení pa'ca
nomás veni, echate aca al lado

El viejo está tumbado en la cama, con el vaso en la mano y la camisa


desprendida. Rosa, que lo conoce desde hace tiempo se rie y empieza a
desnudarse.

Eso! Asi me gusta, venga mi gata venga... despues se ocupa de la limpieza, pero
ahora preciso que te ocupes de este pobre hombre viejo; ríen los dos y Rosa
deja que el dotor le sobe con sus manos de dedos cuidados, sus caricias son
medio bárbaras y se le nota la urgencia entre las piernas, un bulto en el
pantalón que Rosa empieza a bajarle lo delata.

Mi padre me contó que estuvieron hablando anoche dotor... Ay dotor, no se


como pagarle si nos ayudas a conseguir trabajo;

Por ahora pagame como sabes, Rosita; despues hablamos...

Después de echarse un polvo la mujer se

Rosa, la madre de MR y el dotor en el apartamento el dia siguiente: Jose le


hablo temprano del ofrecimiento, Rosa agradecida no sabe como pagarle. El
dotor si; se la coje. Después la mujer hace la limpieza mientras él fuma un
cigarro desnudo en la cama, pregunta
¿Qué edad tiene tu hija la mayorcita Rosa?

Catorce tiene dotor ¿por qué pregunta?

Pienso que ella puede arreglarse rápido para conseguir trabajo en la costa
...sabes?

Y de que va a ser...? Si ella no sabe hacer nada

Habrá oportunidades para todos, Rosa, pensalo... mirá: la semana que viene
llegan dos ingenieros que se van a encargar de hacer un relevamiento, así se
llama eso de andar con instrumentos, cintas y planos, antes de empezar a traer
los obreros y las máquinas...

Y que sabe la Maria de eso dotor? Vos estás loco... no les va a servir

¡Si serás... Rosa! sos como tu viejo carajo... los tipos van a quedarse en el
pueblo muchos días, van a alquilar alguna casa... pero no van a traer quien les
limpie y les cocine ¿verdad? ...tu hija puede hacerlo, o no?

Ah ve... eso sí, dice la mujer pensándolo

Por eso te digo Rosa... Hay que prepararse, anticipar, entendés? la chiquilina
después ya va a ser conocida, cuando se instalen las oficinas va a poder
trabajar ahí... y quien te dice, con el tiempo hasta de empleada de oficina
puede agarrar....

¡Como sos dotor! ...siempre pensando en los demás, gracias; le dice


sinceramente Rosa

No jodas mujer, tampoco es para tanto lo que hago... una ayudita nomas...
Mirá decile a la.... ¿cómo se llamaba?

María Rosa
Eso, decile a María Rosa que se venga mañana de tarde por acá, así la conozco
mejor y le cuento yo mismo; ¿te parece bien Rosa?

¡Claro dotor! ...y cómo no! Mañana mismo se la mando.


Al dia siguiente el viejo se coje a la hija, que era virgen, y le enseña lo que
puede hacer cuando vengan los ingenieros.

MR vuelve al rancho convertida en mujer; esta confusa, sabe bien lo que le ha


pasado, pero no se arrepiente ni siente vergüenza, por el contrario esta
orgullosa de ser una mujer ahora y convencida que la vida desde ahora va a ser
diferente, piensa en las otras chicas que ha visto ocasionalmente en el
mercado, en la ciudad cuando va a vender los productos de la chacra, en las
tiendas de ropa, los peinados, los pantalones ajustados y las remeras que le
dejen a la vista la panza; se palpa las tetas pequeñas, adolescentes y siente los
pezones excitados. Está sentada en el fondo de un ómnibus casi vacío camino a
su casa y siente que empieza a mojarse entre las piernas; las abre un poco, se
acuerda del doctor, de la boca caliente y húmeda, los bigotes que le hacían
cosquillas, la lengua lamiendo su chuchita... empieza a masturbarse mientras
sonríe mirando por la ventanilla el campo que se va obscureciendo.
A la semana siguiente llegan los ingenieros con personal de la empresa y
cumpliendo lo prometido el dotor hace que le contraten a MR para hacerles la
limpieza del sitio que alquilan y cocinarles si ellos quieren un par de veces a la
semana.

MR se muestra tímida y callada, mira con temor a los hombres jóvenes; dos
ingenieros recién recibidos que andarán por los veinticinco años.

Los tipos son simpáticos y divertidos, vienen con sus celulares y sus historias. Es
su primer trabajo lejos de la ciudad y suelen hablar con sus novias por los
aparatos mientras MR hace la limpieza de la casa.

A veces los ve trabajando en la computadora, conversando de cosas de la obra,


planificando el trabajo del día siguiente... se demora hasta tarde con sus tareas
para disfrutar de esa vida que está empezando a conocer y no se imaginaba.

Una tarde en que María Rosa está terminando sus tareas cuando el sol ya está
bajando, Martin le quita de las manos la esponja con la que está lavando la
loza y la obliga a sentarse con él y con Pablo en el living. Abren una cerveza
para ella y la invitan inocentemente a tomar; uno de ellos le pregunta

Cuantos años tenés MR? Podes tomar?

Tengo diesiete miente ella, pero no importa... estoy acostumbrada; mi abuela


Clara me enseñó a tomar caña...

A la pucha...! Dice Pablo sorprendido, entonces no te pregunto mas nada y rien


los tres juntos.

Suena el celular de Martin, es su novia que quiere conversar con él un rato, MR


pregunta a Pablo por la hora en voz baja,
Uy...! Me tengo que ir rajando, si no voy a perder el último ómnibus, chau chau
señor Pablo... chau señor Martín le grita al otro muchacho que se ha apartado
para hablar

Pablo la acompaña la puerta mientras le dice

Ya te dije Maria que aca no hay señores, ni ingenieros, somos Martin y Pablo

Cierto señor... perdon. Pablo. Chau, hasta el viernes.


Al día siguiente Rosa tiene que ir a hacerle la limpieza al apartamento del
dotor, se siente enferma, afiebrada, está co la regla y a veces eso le hace muy
mal. Pide a MR que se ocupe de eso y le dice como tiene que hacer para
recoger la llave.

Cuando llega al centro llama al dotor a la oficina para avisarle, este le dice que
pase por su despacho y le pida al portero la llave; él le va a decir que irán a
levantarla. Asi lo hace y MR parte hacia el apartamento, uno de los bulines que
tiene el dotor en la ciudad.

Cuando está haciendo su trabajo escucha que la puerta se abre y entra el viejo.
MR le sonríe con inocencia, aunque enseguida se acuerda de lo que pasó hace
pocos días allí y su sonrisa cambia... hay que describir bien ese cambio.

El viejo también se sonríe le saluda, inventa una excusa, juega con ella
pidiéndole permiso para tomarse un trago si no es molestia. Se ríen ambos.

María Rosa sigue un rato trapeando el baño, la sala, el dormitorio; ‘pone


sabanas limpias Maria, por favor’ le grita el viejo desde la sala. Hace la cama,
cuando va a salir del cuarto el viejo está en la puerta y la mira con ojos de
carnero degollado. MR sonríe, baja los ojos, el viejo empieza a sacarse la
corbata, se desprende la camisa. MR se ruboriza y sigue sonriendo hasta que el
tipo la abraza, empieza a besarla muy tiernamente, MR apenas se opone, solo
al principio; recuerda las sensaciones del día anterior y quiere volver a sentir
eso; salvo el momento de desflorarla, todo lo que paso antes le evoca
sensaciones fuertes, salvajes, deseables.

No sabe que es el deseo, pero lo esta viviendo con intensidad inaudita. Nunca
sintio algo asi en su corta vida. Se deja ir en un océano de sensaciones en
brazos del hombre, que esta muy excitado. La desnuda de espaldas en el birde
de la cama, se arrodilla entre sus muslos y lame su sexo hasta que la niña emite
un gemido largo.

Estan los dos desnudos acostados en la cama, el dotor le pide a María que le
sirva una copa y siqueres servite vos tambien... ya sos mujer al fin y al cabo, o
no? Lo hace un poco porque lo necesita y un poco para verla pararse desnuda;
es una adolescente tan tierna que siente ganas de llorar de placer.

MR vuelve con el trago y se sienta en el borde de la cama, con su mano libre el


dotor le acaricia las tetitas;

Viste esos telefonitos que usan los ingenieros dotor? Vos tambien tenes
verdad? Son muy caros?

Porque? queres uno?

Y pa que voy a querer yo dotor, con quien voy a hablar? La gente que conozco,
de eso no sabe nada...

...no no, creo que tenes razon Maria Rosa, te vendria bien tener uno; asi
podriamos comunicarnos contigo, yo... los ingenieros. Es cierto que la gente
que conoces no sabe nada de esas cosas; pero la que podes llegar a conocer si
sabe, y seria importante para vos. Sos una gurisa despabilada Maria. Me gusta
mucho que seas asi, no cambies nada..;. rien juntos y le promete ocuparse de
eso si la madre no se ofende claro; a ella le encarga decirle a Rosa que van a
recibir ese regalo.
Unos días después el dotor le manda a MR un celular nuevo en su cajita, a
través de Rosa que ha ido a limpiar el apartamento.

MR aprende con los ingenieros a usarlo, descubre un mundo que no se


imaginaba y los muchachos estan cada vez mas encantados con ella; todo lo
aprende rapido

Pucha que es lindo este aparato...! mirá la cantidad de cosas que puede hacer,
parate ahí.. MR aprendió a sacar fotos con el celular, sabe contestar y hacer
llamadas y de apoco va aprendiendo a mandar mensajes, aprende de
aplicaciones y de sitios, de internet y de un mundo que quedaba tan lejos que
apenas se animaba a imaginarlo.
El dotor la llama, le pide que vaya esa tarde por el apartamento con cualquier
excusa. MR está madurando a la velocidad de internet. Adivina las intenciones
y se arregla lo mejor que puede con la ropa que ha ido comprando con el
sueldo de los ingenieros, con lo que le queda despues de ayudar en su casa.

El viejo llega despues que ella y van directamente al asunto, mientras el viejo
fuma desnudo en la cama MR se levanta y trae dos tragos ‘Me parece muy bien
que me acompañes gurisa, no me gusta tomar solo’ Parada con el vaso en una
mano y el celular en la otra MR esta desnuda en el medio del cuarto, sabe que
al viejo lo calienta verla desnuda y lo mira con ojos sensuales, pasandose la
lengua por los labios y abriendo las piernas ‘no te queda bien esa pose gurisa,
donde aprendes esas cosas? Mira que estas buena! Esas tetitas estan creciendo
rapido y cada vez son mas firmes... veni, veni un poco al lado de este pobre
hombre viejo...’

MR se rie al tempo que levanta el celular y le hace una foto... es grotesco el


espectaculo, el cuerpo del dotor es viejo y gastado, gordo, fofo, un pliegue de la
panza le cubre hasta la ingle en la posición que se encuentra, el pene flácido es
mas corto que los testiculos peludos que cuelgan entre las piernas, cubiertos
por una mata de pelo blanco que escasea, lo mismo que en su pecho, cuatro
pelos blancos entre dos tetas que parecen haber amamantado a una docena de
crios; los ojos obscuros y relampagueantes ahora son lo unico que parece vvo
en ese cuerpo ridículo, gastado.

Que haces...!? Le grita el viejo levantándose de la cama, el espectáculo ahora


es peor, todo cuelga en ese cuerpo viejo y gastado, ni los ojos parecen tener
vida real

Maria sigue sacando fotos al tiempo que se rie... y se aleja un paso hacia atrás..
No se enoje dotor... no se enoje, estoy aprendiendo a usarlo nada mas...
Borra esas fotos maria borralas, es peligroso, no conviene hacer esa clase de
fotografias... veni, veni a acosarte un rato.

Peligroso porque? No quiero hacerte daño dotor, es un recuerdito nomas...


mira ya las borro... hace el gesto de borrar las fotos pero no lo hace. Lo mira
ahora mas seria... ‘aunque ya las subi a la nube, no se como borrarlas de ahí;
voy a preguntarle mañana a los muchachos que me ayuden a borrarlas’

El viejo no se da cuenta todavia que Maria esta jugando con él... ’ni se te ocurra
gurisa, borralas vos o dame a mi que yo lo hago’

Finalmente MR se pone seria para decirle ‘mira dotor, no voy a borrar nada
sabes? Ya aprendi muchas cosas con este celular que me diste, y te agradezco
mucho. Aprendo muchas cosas con vos, y me gustan todas no voy a negarte...
pero tambien aprendi por ahí que soy menor y hay cosas que no se hacen... a
mi no me importa, yo las hago porque me gusta, me gusta hacerlas con vos,
me gusta que me las hagas... ahora por ejemplo quiero que vengas a
chuparme, asi como estas, como un perrito veni’ maria ha dejado el vaso sobre
una mesa y se esta masturbando mientras e viejo esta cada vez mas excitado...
sin decir mas nada el dotor se acerca a ella que sonrie y se pasa la lengua por
los labios... ‘dale abuelo, dale...depues yo te la chupo, veni ahora conmigo’ y el
viejo se agacha entre las piernas de la niña con la boca muy abierta y la lengua
acaricia el cuerpo de Maria Rosa
Maria Rosa llega al apartamento de los ingenieros, pide la llave al portero y
sube a hacer la limpieza habitual. Ya se viste como una mujer, ha pasado un
año desde que conoce a los muchachos y les tiene confianza y ellos la respetan.
Usa un jean elastizado, ajustado al cuerpo que le marca las nalgas y de frente
se aprecia la división de los labios; mirándola uno pensaría que debe ser
incómodo usar ropa tan ajustada, pero nadie piensa en eso cuando le admira
las nalgas. La remera, que deja el ombligo a la vista y tiene un escote generoso
es apenas una franja de tela amarilla con una inscripción que nadie puede leer,
porque la firmeza de sus tetas y los pezones que se le marcan en la tela no deja
tiempo para distraer la vista en detalles. La línea que divide sus tetitas de
adolescente es generosa, sus senos aparecen un poco más separados de lo
común.

Cundo abre la puerta encuentra a Pablo trabajando en la computadora, en un


escritorio junto a la ventana, casi de frente a ella. Pablo, que no la había visto
todavía vestida de calle está acostumbrada a sus pantalones anchos gastados y
las camisas sueltas con que trabaja los dos días a la semana que sigue viniendo
desde hace un año. El muchacho se queda mirándola con cara de hipnotizado.

Maria Rosa se da cuenta y sonríe con gracia;

¡Pablo! ¡Qué raro que estés acá a esta hora...! ¿Martín también está?

El muchacho responde medio entrecortadamente, no parece recuperarse del


deseo que la visión de esa mujer le ha producido... pero se corrige a si mismo;
“es una menor Pablo, no hagas macanas...”

No, no ...Martín tuvo que viajar ayer a la central de la empresa, lo llamaron


para consultarle por unos planos nuevos que están terminando... y yo me
quedé porque tenemos mucho trabajo atrasado, estoy tratando de ponerme al
día.

Ah...ok. Si te molesto puedo venir mañana, no quiero embromarte la tarde


haciendo ruido y distrayéndote de tu trabajo; dice sonriendo suspicaz

‘Cómo ha crecido esta gurisa’, piensa Pablo

No... no dale vos nomás, no me molesta el ruido y el apartamento te necesita


hoy.

Bueno... me alegro que me necesite. Voy a cambiarme.

‘Es una fábrica de insinuaciones, que la parió!, como ha crecido...'

María Rosa entra en el baño para cambiarse de ropa y sale con su habitual
indumentaria de trabajo;

Voy a empezar por la cocina Pablo, avisa al muchacho, así no te estorbo en la


sala.

Hace María, hace nomas tu trabajo, no me molestas.

Pablo la oye trajinar en la cocina, se escucha ruido de platos y agua corriendo,


sillas que se arrastran, la aspiradora, el agua corriendo... no vuelve a
concentrarse. No puede dejar de pensar en la imagen de María Rosa que le
quedó grabada cuando abrió la puerta. Mientras trata de dibujar en la
computadora un acordamiento entre dos curvas en el plano que está
manejando no puede dejar de ver los senos de María Rosa, la curva que los
divide, empinados y firmes como los bloques de cemento que forman los pilares
del muelle que ahora construyen en la costa. Los pilares hundidos en el agua, la
curva de sus senos, las nalgas resaltadas cuando pasó junto a él caminando
hacia el baño. El plano se le llena de imágenes de María, desnuda en el baño
mientras se cambia de ropa... la cocina, ruido de agua que corre, platos que se
entrechocan, la aspiradora, agua que corre... se da cuenta que tiene una
erección; duro como los pilares de cemento, firme como las tetitas de María
Rosa, duro, firme, suave, cálido...agua que corre en la cocina; aparece Maria
Rosa en la puerta de la sala;

Ya acabé acá Pablo, ¿puedo pasar a la sala?

Si...si dale, vení, vení mientras voy un ratito al baño...

Tiene ganas de salir disparando del apartamento para no empezar a buscarla,


sabe que es una menor y eso está mal, además de lo que puede costarle. Se
levanta con dificultad, todavía se nota que está empinada, y entra rápido en el
baño a lavarse la cara, refrescarse. ‘Tengo que sacarme de encima esos
pensamientos’ se moja la cara, las manos, se quita la camisa y se echa un
chorro de agua fría por la cabeza. Querría irse a la calle, pero tiene que
terminar ese trabajo y la verdad, no quiere irse; le fascina esta lucha que está
dándose en su interior. Y no acierta a adivinar el resultado...

¿Tenías calor Pablo? le pregunta ella cuando vuelve a la sala. Pablo ya no sabe
si la inocencia es real o se está riendo de su turbación.

Y si... hace rato que estoy con ese plano, tengo calor; ¿vos no? ¿querés tomar
algo?

Si quiero, pero deja nomas, yo te traigo... ¿cerveza?

Y bueno dale... una sola no va hacer que se me tuerzan las rayas; sonríen
ambos, vuelve con un vaso de agua fría y una cerveza que deja en la mesa
donde trabaja Pablo.

Se sienta a beber el agua mientras el muchacho vuelve a su trabajo; María lo


mira y sonríe. Hace rato se ha dado cuenta que Pablo está turbado y sabe que
ella es la causa. Es un muchacho tan lindo, piensa: ¿Como será? El único
hombre que ha visto desnudo hasta ahora es el doctor, y no es un gran
espectáculo.... piensa divertida. Pero en el celular ha visto cientos de fotos de
hombres jóvenes como Pablo y Martín, algunas fotos de desnudos también. Le
gustan esas imágenes, siente que mirando esos cuerpos se le despiertan las
ganas de conocerlos... Se para y continúa su tarea.

El agua fría ayudó al muchacho a concentrarse de nuevo en la obra; no ha


levantado la vista desde que se sentó otra vez a trabajar, María Rosa
entretanto ya va terminando con el dormitorio dejamdo como siempre para el
final el baño. Se asoma desde la puerta y le dice

Pablo, cuando termine con el baño me gustaría ducharme, ¿puedo? Hace tanto
calor hoy...

Claro María, hacé como si estuvieras en tu casa; le contesta apenas sacando la


vista de la pantalla.

Desde que María Rosa se encerró en el baño Pablo no ha podido volver al


trabajo; la imagen de María Rosa con su ropa ajustada ya se ha disipado en su
conciencia, pero no puede apartar la idea de la mujer niña que está ahora
quizás desnuda en el baño de su casa. Oye correr el agua, siempre el agua y la
imagina enjabonándose, chorreando agua sobre su cabeza; casi puede sentir el
aroma de su pelo húmedo, de su cuerpo limpio oliendo a jabón de lavanda, oye
el agua y no para de oírla corriendo sobre el cuerpo desnudo de María. Decide
que ya está, es demasiado, no va a poder aguantarse más; en cuanto vuelva
Martín le va a explicar todo, va a contarle que estuvo casi a punto de violarla,
que es una belleza, pero es peligrosa todavía para dos tipos como ellos, en
cualquier momento se meten en un lío y sería jugarse demasiado; recién
comienzan sus carreras y una cagada como esa los marcaría para siempre. Van
a tener que pedirle que no venga más, casi llora cuando piensa en eso, pero no
pueden arriesgarse a hacer una macana; en ese momento María Rosa abre la
puerta del baño y Pablo oye su voz diciéndole desde adentro:

Ya terminé Pablo, te seco esto y ya salgo; ¿está todo bien?

Si María, si... todo está bien.

María recoge su pequeña mochila, guarda el celular y la toalla que usó en el


baño y saluda a Pablo;

Hasta el viernes Pablo, ¿me abris?

Ah...si; disculpá, dice el muchacho levantándose de la silla; estoy tan


concentrado en esto que no me doy cuenta de nada... el viernes venís de nuevo
entonces, ¿verdad?

Si, como siempre;

Cuando Pablo abre la puerta María Rosa pasa de costado junto a él rozándolo,
se ha vestido con la misma ropa que traía; las formas se dibujan diabólicas
para el muchacho, el perfume de su pelo mojado y la piel refrescada por el
agua suben como una bocanada de marihuana desde el cuerpo de la chiquilina

Cuando María Rosa está a punto de salir se da vuelta, queda de frente a Pablo
y apoya una mano en el pecho del muchacho, empinándose en los pies acerca
sus labios a los del chico y lo besa con ternura.

Gracias, Pablo...

Pablo reacciona como un resorte, el cuerpo de María Rosa está apoyado en el


suyo, siente su mano en el pecho, sus labios tibios apenas lo rozaron y una
erección indomable, que no puede esconderse, se produce bajo el pantalón
bermuda de Pablo; su cara se pone del color de un tomate y siente que un calor
insoportable se extiende por todo su cuerpo. María Rosa lo ha notado y se
aparta apenas, sonriendo

¿Qué te pasa Pablo?

Querría abrazarla, darle un beso largo, levantarla en el aire y con ella


enroscada a su cintura llevarla a la cama... pero se contiene, enrojece más la
cara y calla

Yo sé lo que te pasa Pablo, yo lo sé... me di cuenta desde que entre hoy


temprano; casi se te saltan los ojos de la cara, dice sonriendo siempre, es una
sonrisa sincera, divertida; no hay maldad en ella.

Pablo... escuchame bien: yo no soy ninguna nena, ya no lo soy, ¿entendes? Ya


me enseñaron muchas cosas de la vida... ¿por qué vamos a detenernos acá?
¿Por mi edad? no te preocupes, otros no se preocuparon de eso... vos también
me gustas, yo también quiero hacerlo con vos, vení vamos a entrar.

Pablo no puede hablar y la deja hacer; María Rosa lo empuja suavemente por
el pecho para que entre, se empina de nuevo para alcanzar su boca y empieza a
besarlo ahora como una mujer entera, con toda la sabiduría aprendida en una
escuela a la que nadie quiere faltar.

Con un pie empuja la puerta a sus espaldas y la cierra.


La madre de MR se ha ganado una reputación trabajando como empleada
doméstica y es recomendada entre la plana mayore de los ejecutivos que pasan
por la obra.

Todavía es una mujer joven y a pesar de los muchos embarazos conserva las
formas, la vida dura en la chacra la obligó a hacer ejercicios diarios... eso y el
hambre frecuente son los mejores modeladores de la silueta.

Ya anda por los cuarenta y cinco, usa el pelo corto y los fines de semana se viste
con ropa buena y sale de farra con amigas del barrio; desde que trabajan para
la empresa de los gringos ella y su familia han progresado. Se mudaron mas
cerca del centro y los hijos mas chicos estan yendo al liceo casi todos los dias,
los mayores no habian terminado la primaria.

En una de esas salidas nocturnas de sábado conoce a un ingeniero de la


empresa, un hombre mayor, casi sesenta, con familia, esposa y dos hijos
mayores de edad que viven en la Capital y nunca han venido a visitarlo.

La verdad es que les importa poco lo que él hace; mientras siga depositándoles
el jugoso sueldo en la cuenta del banco todos los meses no se necesita mas
nada.

De esa manera ha empezado a verse Ramon, en las noches que pasa solitario
en el obrador o en su casa alquilada cerca de la obra, en la playa. Siente que es
un cajero automático que escupe billetes a demanda, cuando se encuentra con
Rosa en un boliche de copas una de esas noches de sabado.

Aunque Rosa no es una mujer de letras, a Ramon esta noche eso no le interesa,
la invita un par de copas y hablando de la obra termina por invitarla a dar una
vuelta en el auto.
Parados en la obscuridad de la costa, mirando a lo lejos las luces de la obra,
que ya se está terminando, se ponen sentimentales. Ramón es medio torpe, a
pesar de la edad su experiencia con mujeres quedó truncada con el casamiento
hace veintiséis años, Rosa tiene que ayudarlo a soltarse. Le desprende el cinto y
el pantalón, baja el cierre y lentamente empieza a frotar su pene con una mano
sabia, de dedos ágiles pero pacientes, no se apura para nada... antes que
Ramón se vaya en una eyaculación rápida Rosa se mete el pene duro en la boca
y lo ayuda a que acabe.... Desde entonces Ramón está enamorado.

Decide cambiar de vida y en el siguiente viaje a la capital le anuncia a su mujer


las intenciones de dejarla; no quiere divorcio ni nada, no quiere la plata, solo
quiere la libertad de hacer lo que se le dé la gana. Y sus ganas hoy son coger
con Rosa hasta que se muera, aunque eso demore demasiado.

La mujer de Ramón si quiere el divorcio, un dia le dice con frialdad ‘despues de


tantos años, me alegro de dejar que otra se ocupe de vos cuando seas viejo’ y
sin tapujos le larga ‘voy a dedicarme a recorrer el mundo con tu plata; mañana
te mando un abogado’.

Rosa también ha ido aprendiendo algunas cosas, sabe que ahora que el tipo
está caliente es el momento de golpearlo y le pide que se divorcie y se case con
ella; ‘ella nunca tuvo un hombre y siente que ella lo merece y él se merece ser
ese hombre’ es el modo en que en su pobre lenguaje Rosa le expresa su deseo.

Ramón está cegado por la pasión, sin hacer cálculos ni pensar en herencias o
intereses económicos ni en alguna otra cosa que vaya más allá de satisfacer los
deseos de su cuerpo, acepta y hace las dos cosas; se divorcia de Clara y se casa
con Rosa en la misma semana.
A los quince días después de pasar una noche hasta el amanecer cogiendo
gracias al viagra y algunas líneas que Rosa ha traído a la casa de la playa,
Ramón sufre un infarto. A las dos horas confirman que está muerto.

Al principio Rosa está deshecha, pero al poco tiempo aparece el dotor otra vez
por la casa, ahora lo acompaña uno de sus hijos porque su estado no le permite
andar solo por la calle, tiene casi ochenta años.

Le explica que ahora es rica, que la herencia de Ramón, de la parte de Ramón


que le dejó su exesposa es suficiente para que ella no trabaje más; le sobrará
con ocuparse de las rentas de cuatro propiedades que el ingeniero Ramon
Barboza había comprado en la zona a nombre de Rosa; ahora si llora Rosa,
agradecida pero sin llegar a comprender porque habrá hecho eso el ingeniero
Ramón.
MR ya es una mujer mayor y la obra del Puerto ya está casi terminada

Despues del dotor y los ingenieros MR hizo muchos trabajos. Con el tiempo se
convirtio tambien en una mujer bien plantada, juvenil, atractiva, a la que
siempre le fue facil voltear hombres venidos de lejos a trabajar en los puestos
de direccion de la obra. Fue ascendiendo en la consideracion de los sucesivos
mandos medios que terminaban recomendandola unos a otros.

Lleva una vida divertida y no le falta nada, el contacto con la familia es cada
vez más esporádico y lejano; salvo con alguno de los hermanos mas grandes,
un poco menores que ella misma que se han vuelto hombres fuertes, alguno
que llega a capataz de cuadrilla en la obra del Puerto ha ayudado a salvarla un
par de veces de las peleas que se arman en los boliches cercanos a la obra
donde sus amantes mamados hasta las patas a veces disputan por ella.

Se siente halagada con estas luchas y feliz con los regalos que los hombres le
dejan empieza a exigir de ellos.

Aprendio temprano que el verdadero poder en este mundo lo ejercen las


mujeres, y sabe emplearlo.
Para el reencuentro con Pablo:

MR está sentada en el jardín de su casa, mirando el mar; la playa está desierta,


las olas llegan mansas, algunas pocas gaviotas gritan disputando los peces que
sacan del agua. En momentos asi es cuando repasa su corta vida, acaba de
cumplir veintidos años, tiene su casa propia, una cuenta de ahorros en el
banco, no tiene compromisos con nadie, ni se plantea tenerlos en el futuro; le
gusta sentir esto, se siente poderosa. Los hombres en la obra la admiran, todos
quieren estar cerca los viernes cuando llegan en bandadas al bar Harbor’s; el
más refinado de la ciudad. Da un sorbo a la botella de cerveza que tiene en las
manos.

A lo lejos ve un par de figuras que se están aproximando, caminan por la playa


un trecho, se detienen, hacen algo en la arena y vuelven a caminar otro tramo.
Curiosa se levanta de la reposera y empieza a acercarse; ve que hacen
mediciones con uno de esos aparatos con tres patas; ahora que están más
cerca le parece reconocer a uno de ellos... ¡Claro, es Pablo!

Levanta la mano donde tiene todavía la botellita y le llama:

¡Eh... Pablo! ¿Sos vos de verdad? ¡Que alegría verte...!

María grita también Pablo que se acerca a abrazarla... María Rosa... cuanto
tiempo ha pasado! ¿Estas bien?

Bien Pablo bien, como siempre, pero mejor que antes...

Si.... eso lo veo, dice sonriendo con intención admirando la figura de María
Rosa, espectacular en su mini malla de baño... Como siempre María... Pero más
linda y más grande.

Gracias Pablito, gracias... contame algo, te fuiste... hace dos años verdad?
Si, hace dos años ya... Pero que alegría María Rosa, que contento me pone
encontrarte... contame de vos, que haces? estabas tomando sol por lo que veo

Si allí, en casa; compré esa casita frente a la playa y estaba descansando un


poco... no quieren pasar a tomar algo, refrescarse... hace mucho calor al sol.

Ahora no puedo María, esto que hacemos es urgente, tengo que terminarlo
hoy; pero esta noche si queres puedo venir y conversamos

¡Ay Pablito... lo siento mucho! de noche no voy a estar, pero si estas en el


obrador podemos conversar en el bar Harbor’s; voy a estar ahí con seguridad

Bueno dale... voy a tratar de llegar esta noche al bar, tengo muchas ganas de
conversar contigo

¿Decime... y Martin, vino con vos?

No, no... ¡Martín se fue para arriba mi querida! Lo llevaron los polacos a
trabajar con ellos en Europa, lo último que supe es que dirigía una obra en
Indonesia.

Que suerte, ¿verdad? Supongo que eso significa que le va bien, ¿no? ¿Y vos? Te
quedaste...

Si. Me ofrecieron también pero recién me había casado y mi esposa es


abogada, tiene un trabajo muy bueno acá y no puede dejarlo. Así que yo me
quedé, ya ves...

¡Así que te casaste! Cuantas novedades... Vení al boliche esta noche y contame
más, dale...; lo mira con intención y le dice con picardía: Así que el trío se ha
separado... me da un poco de pena, nos llevábamos tan bien... cuando fue?
Hace cuatro años, ¿verdad?
Riéndose Pablo le confirma: Si...Cuatro años; ya estas grande María, pero veo
que seguís siendo la misma, aunque has mejorado mucho el envase digamos...;
sonríe María Rosa halagada

Gracias, otra vez. Te espero dale, animate; se pone bueno los viernes ese lugar,
nos divertimos bastante.

Se dan un beso y mientras los hombres continúan su trabajo María vuelve


caminando desenvuelta a su casa; al llegar al jardín se da vuelta y saluda a
Pablo agitando un brazo en alto, él responde de la misma forma.
LA AGRESION

María Rosa vuelve un martes de limpiar el apartamento de los ingenieros;


viene pensando en Pablo, recuerda con que dulzura le trató la tarde que
hicieron el amor, piensa en el temor de Pablo y la vergüenza que sintió al
principio cuando no podía dejar de pensar que María Rosa apenas tiene
diecisiete años. ‘Es un buen muchacho Pablo’ piensa María sonriendo; ella tuvo
que esforzarse para que el chico se soltara y los dos pudieran gozar de sus
cuerpos jóvenes esa tarde.

Hace un mes que eso pasó y desde entonces no los ha visto, tampoco a Martín;
hace las tareas de la casa dos días a la semana y algunas veces encuentra una
nota pidiéndole algo en especial de la cocina; no puede reconocer por la letra si
las notas las escribe Martín o Pablo, a ella le gustaría que fuera Pablo; guarda
todas esas notitas como si fueran declaraciones de un enamorado.

Está obscuro cuando el ómnibus va llegando cerca de su casa. María Rosa vive
en las afueras de la ciudad; en su barrio, de casitas humildes rodeadas de
pequeñas huertas las viviendas están bastante separadas unas de otras; no hay
iluminación de las calles, apenas caminos de tosca afirmada entre anchas
veredas donde crece el pasto. Para llegar a su casa María debe recorrer todavía
unos quinientos metros; no teme a la obscuridad, el barrio es de gente
tranquila, de trabajo y no hay mucho que robarles; siempre recorre esas
cuadras entre un concierto de ladridos que la van acompañando de casa en
casa mientras camina. Algunos vecinos han puesto luces en sus patios de
adelante para ayudar a los que llegan en la noche, pero los focos amarillentos
apenas quiebran la penumbra en esta noche fría y ventosa; el otoño está
empezando.
Cuando lleva caminados unos doscientos metros oye que se acerca un auto por
su espalda, se hace a un lado para no molesta al conductor, pero siente que
este se detiene un poco por detrás de donde ella está, ‘que raro...’ piensa la
chica.

Cuando empieza a girar la cabeza para ver de qué se trata oye como se abre la
puerta y en la obscuridad baja la figura de un hombre que empieza a caminar
hacia ella con pasos rápidos. María Rosa todavía no reacciona cuando el
hombre la alcanza, la toma por un brazo y le grita 'Dame todo lo que tenes
encima, pendeja de mierda! ¡Dámelo todo o te cago a palos acá mismo’!

María, aterrada, trata de defenderse, entonces el asaltante, bastante más alto


y mucho más fuerte que ella le golpea violentamente en la cara con el puño
cerrado al tiempo que agarra una de las cintas de la mochila y lucha por
arrancársela; María cae al suelo atontada por el golpe y desequilibrada con el
forcejeo. Entonces el hombre la emprende a patadas contra la muchacha que
no atina más que a cubrirse la cabeza con los brazos; golpea con el pie su
vientre, su espalda, las piernas, el pecho mientras tira de la mochila para
arrancársela y grita, 'Así vas a aprender pendeja de mierda, ¡te voy a matar a
patadas! ...dame ese bolso carajo!'

María siente que se desmaya cuando de pronto uno de los perros que se ha
escapado de la casa más cercana, un cimarrón grande y pesado, se abalanza
enfurecido sobre el ladrón y le muerde la pierna con la que golpeaba a la chica.
El desconocido da un aullido de dolor al sentir los dientes que se le clavan en el
tobillo y suelta la mochila que quiere llevarse.

En algunas casas se prenden luces y empiezan a oírse voces gritando ‘¿Qué


pasa ahí?! ¿Qué está pasando?!' un vecino se acerca a la carrera llamando al
perro ‘Soltalo Sultán, soltalo...!’ El asaltante consigue librarse del perro y corre
hacia el auto sin llevarse nada, se aleja rengueando, corrido por el perro furioso
que sigue ladrando y trata de volver a atacarlo; el desconocido entra al auto,
arranca y desparece de la vista a toda velocidad.

María Rosa, tirada en el suelo, casi desvanecida, con un ojo cerrado por los
golpes alcanza a ver la silueta de perfil del tipo cuando abre la puerta y se
enciende la luz interior del auto. Después se desmaya.

Cuando empieza a reaccionar trata de levantarse, pero uno de los vecinos que
se han acercado le pide que no se mueva, ‘Quedate quieta gurisa, no sabemos
si tenes algo roto.... podés hablar? Decime donde te duele más, soy enfermero,
hablame...' Ella insiste en querer levantarse, se aferra a la mochila y abre el ojo
sano para mirar al hombre que le habla ‘Puedo moverme, señor, puedo
moverme, solo estoy un poco mareada’ El hombre la ayuda a sentarse en el
suelo, coloca una mano en su nuca y empujando suavemente hacia abajo le
pide que haga fuerza contra su mano, ‘Eso te va a quitar el mareo, gurisa...
quedate tranquila, estas entre amigos ahora, respira hondo, empuja... así,
fuerte, eso es... pero mirá como te han dejado! ¡que hijos de puta!’

Uno de los vecinos trajo una linterna con la que el enfermero le alumbra al
tiempo que le palpa las piernas y los brazos buscando algún hueso que pudiera
estar roto, más tranquilo le dice 'Parece que no te rompiste nada, veni conmigo
hasta casa y descansa un rato, después vemos....’ se detiene al reconocerla
‘¡Pero si sos la hija de Rosa---! Qué barbaridad mi hija, mirá como te ha dejado
ese hijo de puta... a ver si podés pararte, apoyate en mi brazo, vamos hasta mi
casa y te lavas ahí, después te acompaño...’

María Rosa se viene recuperando de la paliza que recibió, por suerte no le


llevaron el celular y lo ha estado usando todo el tiempo en su casa; ve películas,
busca información, consulta páginas y de vez en cuando recibe algún mensaje.
Del dotor recibió varios que no contestó hasta que finalmente decide
bloquearlo; luego de pensarlo un poco se arrepiente; en lugar de eso va a hacer
lo que le enseñó Martin una tarde: puede hacer que no le aparezcan los avisos
de mensajes, sin dejar de recibirlos. La chiquilina está madurando cada vez más
rápido ahora, a pesar de la paliza recibida entiende mucho más de la vida en
general y de la suya en concreto, que, por otra parte, es la única que le importa
y eso lo tiene muy claro.

El viernes siguiente se siente con fuerzas para ir a trabajar a casa de los


muchachos; a pesar de los ruegos de su madre, que se ha ofrecido a
reemplazarla esa tarde, María Rosa decide ir ella misma a ocuparse. Pero hoy
se va a ir más temprano, vestida sencillamente, con un jean y una remera sin
escote, se ha abrigado con una campera liviana y usa unos anteojos obscuros
para disimular el hematoma en el ojo que todavía no se le ha curado.

Un poco dolorida aún sale de mañana temprano a tomar el ómnibus que la


lleve al centro. Allí, antes de irse a la casa de los muchachos entra en una
papelería donde hacen fotocopias y pide que le hagan copia de alguna de las
fotos que lleva en su celular. También compra algunos sobres de papel manila,
un cuaderno, una lapicera.

Después camina unas cuadras y entra en un estudio jurídico; hizo una cita con
el único abogado que conoce, el que hace unos años le ayudó a tramitar una
jubilación a su abuelo; en ese entonces ella acompañaba al viejo para hacer los
trámites.

Se reúne por media hora con el abogado y sale del despacho cerrando el
cuaderno donde anotó algunas cosas, lo guarda en la mochila y cruza hasta un
café que está enfrente; allí pide una gaseosa y mientras la bebe en silencio
ordena los papeles que ha guardado, escribe algo en el cuaderno, arranca esa
página y la guarda en uno de los sobres junto con alguna de las fotos que fue
eligiendo despacio. Cierra el sobre y lo pone aparte; ahora repite la operación
que le resulta divertida, sonríe todo el tiempo mientras lo hace; todavía le duele
su cara y la sonrisa que le sale es una mueca torcida.

Media hora después se levanta de la mesa, vuelve a cruzar al estudio y entrega


en la recepción uno de los sobres, cerrado y rotulado con el nombre del
abogado que la recibió hace un rato.

Ahora se dirige caminando hasta otro edificio del centro que conoce bien, está
cerca, camina despacio disfrutando del aire frío de la mañana. Llega a las
oficinas del caudillo, ‘el dotor’ como todos le llaman; apenas entrar por la
puerta un conserje se le acerca amenazante ‘Qué buscás acá vos?' le pregunta
ofuscado.

Vengo a ver al dotor, avisale

No le voy a avisar nada a nadie, si no te vas ahora mismo te voy a sacar a


patadas, ¡pendeja malcriada...!

María Rosa se aleja un poco, saca el celular y manda un mensaje al viejo:


‘Decile a tu perro que me deje pasar o empiezo ya mismo a repartir tus fotos’.
Se abre una puerta al final de un pasillo y aparece el viejo, formal, de traje azul
y corbata celeste claro ‘Dejala que pase, dejala...’

Cuando el portero se hace a un lado para abrirle paso María nota que está
rengueando y se sonríe a pesar de la molestia en su cara.

Pasa, gurisa, pasa... sentate, que te trae por acá? pregunta el viejo solícito.

María Rosa no le habla ni se sienta, se queda de pie frente al escritorio


mientras el viejo va a sentarse en su sillón; la chica se ha sacado los lentes
obscuros y mira muy seria al viejo que le pregunta sorprendido:
¿Pero m’hija...! ¿Qué te ha pasado? ¿Quién te hizo eso en la cara...?

María no contesta, saca de la mochila el otro sobre que había preparado y se lo


extiende por encima del escritorio

¡Tomá!; le ordena con dureza

El dotor ahora está sorprendido en serio; la mira con curiosidad mientras abre
el sobre... a medida que va sacando las hojas su semblante va quedando
demudado, se pone pálido, la mira como si no pudiera creer lo que le está
pasando; son las fotos de la tarde en que María Rosa lo hizo sentir el ridículo
más grande de su vida. Furioso rompe las fotos en muchos pedazos y la tira
dentro de un cajón del escritorio. También hay un papel, una hoja de cuaderno
escrita a mano por María Rosa en el bar un rato antes.

¡Leé!; vuelve a ordenarle

Es una declaración, una denuncia; en ella María Rosa -usando un lenguaje


técnicamente impecable- cuenta a las autoridades como fue abusada
sexualmente de forma sistemática, violada y obligada a ejercer una suerte de
prostitución honoraria para servir al doctor fulano de tal entre las fechas tal y
cual, siendo por entonces menor de edad. Ofrece también presentar prueba
formal de los mensajes electrónicos recibidos que comprometen a la citada
persona en la situación denunciada.

El viejo se ha transfigurado, su cara bañada de sudor, los ojos llameantes, las


manos le tiemblan cuando intenta aflojarse el nudo de la corbata; le falta el
aire... al final hace ademán de levantarse, pero no puede, vuelve a caer
derrumbado en el sillón y grita 'Que hace pendeja? ¿Qué hacés? Qué querés
hacer con esto? Vos estas loca....
María Rosa lo interrumpe como si fuera una mujer con la experiencia de
cuarenta años:

No grites... no levantes la voz... callate! Un sobre igual a ese está en la oficina


de un abogado, por escrito tiene mi permiso para abrirlo si a mí me pasa algo,
entendes hijo de puta? El insulto suena inmenso en sus labios casi infantiles. Es
mejor que a partir de ahora te dediques a cuidarme, voy a dejar varios sobres
iguales con gente que conozco y sabrán que hacer con esos papeles si me pasa
algo, entendés viejo de mierda?! Estas terminado... es mejor que empieces a
cuidarme en lugar de mandar tu matón de cuarta a golpearme... te queda
claro? Y no me alces de nuevo la voz porque yo también puedo gritar y no te
conviene que entren tus perros y encuentren este regalo que te traigo... De
todas formas, tengo que agradecerte, ¿por el celular sabes? En internet se
aprenden muchas cosas con ese aparato...

El viejo está encogido en el sillón como un trapo mojado, sabe que no tiene
escapatoria. María Rosa se sienta ahora, y sigue:

Pero todavía no terminamos esta charla, ahora vamos a hablar de negocios...


cínicamente, como podría hacerlo una persona que la doblara en años le dice:

Hace unos días estuve por la costa... Allí, cerca de donde va a hacerse el Puerto,
en la playa que queda hacia el este vi una casita preciosa... ¡me encanto! Está
bien pegado a la playa, tiene techo de tejas, paredes blancas, muy linda... y
está en venta! Como me gustaría comprarla, pensé... Y ahora resulta que se me
acaba de ocurrir una idea: ¿Vos vas a ayudarme, verdad abuelo? Yo sé que sí,
vos podés, si te sobra la plata... El lunes cuando mi madre vaya a limpiarte el
departamento le das un sobre con veinte mil y quedamos a mano.... bueno, no
del todo. Pero por ahora digamos que es un empate.
María Rosa se levanta y siente que Pablo tiene razón cuando le dice que ha
madurado muy rápido, ya aprendió a hacer negocios y a cuidarse sola... desde
ahora sabrá siempre lo que quiere y lo conseguirá siempre de cualquier
manera.

Sonríe al despedirse y todavía le suelta una frase al viejo, que sigue demolido
en el sillón sin poder articular una palabra:

Te conviene más quemarlas si no queres que alguien te de una sorpresa... digo


yo, es un consejo nada más.

Al salir del edificio se vuelve a cruzar con el portero y cuando pasa a su lado le
dice muy bajito

Dice Sultán, el perro de mi vecino, que vuelvas pronto... se quedó con hambre.

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