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Teseo y Ariadna Aquella noche, Egeo, el anciano rey de Atenas, parecia tan triste y tan preocupado que su hijo Teseo le pregunté: —jQué cara tienes, padre...! ;Acaso te aflige algiin problema? —jAy! Manana es el maldito dia en que debo, como cada ano, enviar siete doncellas y siete muchachos de nuestra ciudad al rey Minos, de Creta. Esos desdichados estan condenados... —,Condenados? ;Para expiar qué crimen deben, pues, morir? —;Morir? Es bastante peor: ;seran devorados por el Minotauro! Teseo reprimié un escalofrio. Tras haberse ausentado durante largo tiempo de Grecia, acababa de llegar a su patria; sin embargo, habia ofdo hablar del Minotauro. Ese monstruo, decian, poseia el cuerpo de un hombre y la cabeza de un toro; jse alimentaba de car- ne humana! —jPadre, impide esa infamia! ;Por qué dejas perpetuar esa odiosa costumbre? —Debo hacerlo —suspiré Egeo—. Mira, hijo mio, he per- dido tiempo atrds la guerra contra el rey de Creta. Y, desde en- tonces, le debo un tributo: cada ao, catorce jovenes atenienses sirven de alimento a su monstruo... Con el ardor de la juventud, Teseo exclamé: Escaneado con CamScanner 46 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros —En tal caso, jdéjame partir a esa isla! Acompafiaré a las fu- turas victimas. Enfrentaré al Minotauro, padre. Lo venceré. ;Y quedaras libre de esa horrible deuda! Con estas palabras, el viejo Egeo tembl6 y abrazé a su hijo. —jNunca! Tendria demasiado miedo de perderte. Una vez, el rey habia estado a punto de envenenar a Teseo sin saberlo; se trataba de una trampa de Medea, su segunda esposa, que odiaba a su hijastro. —No. jNo te dejaré partir! Ademas, el Minotauro tiene fama de invencible. Se esconde en el centro de un extrafio palacio: jel laberinto! Sus pasillos son tan numerosos y estan tan sabiamente entrelazados que aquellos que se arriesgan no descubren nunca la salida. Terminan dando con el monstruo... que los devora. Teseo era tan obstinado como intrépido. Insistié, se eno} luego, gracias a sus demostraciones de carifo y a su persuasién, lo- gr6 que el viejo rey Egeo, muerto de pena, terminara cediendo. A la mafiana, Tesco se dirigié con su padre al Pirco, el puerto de Atenas. Estaban acompafiados por jévenes para quienes seria el ultimo viaje. Los habitantes miraban pasar el cortejo; algunos gemj{an, otros mostraban el pufio a los emisarios del rey Minos que encabezaban la siniestra fila. Pronto, la tropa llegé a los muelles donde habia una galera de velas negras atracada. —Llevan el duelo —explicé el rey—. Ah... hijo mio... si re- gresas vencedor, no olvides cambiarlas por velas blancas. jAsi sa- bré que estas vivo antes de que atraques! Teseo se lo prometié; luego, abrazé a su padre y se unié a los atenienses en la nave. Una noche, durante el viaje, Poseid6n, el dios de los mares, se aparecié en suefios a Tesco. Sonrefa. Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 > — Valiente Teseo! —le dijo—. Tu valor es el de un dios. Es normal: eres mi hijo con el mismo titulo que eres el de Egeo'... Teseo oyé por primera vez el relato de su fabuloso nacimiento. —jAl despertar, sumérgete en el mar! —le recomendé Po- seid6n—. Encontrards allf un anillo de oro que el rey Minos ha perdido antaho. Teseo emergié del suefio. Ya era de dia. A lo lejos ya se divisa- ban las riberas de Creta. Entonces, ante sus compafieros estupefactos, Teseo se arrojé al agua. Cuando tocé el fondo, vio una joya que brillaba entre los caracoles. Se apoderé de ella, con el corazén palpitante. De modo que todo lo que le habia revelado Poseidén en suefos era verdad: jél era un semidiés! Este descubrimiento excité su coraje y reforz6 su voluntad. Cuando el navio tocé el puerto de Cnosos, Teseo divisé entre la multitud al soberano, rodeado de su corte. Fue a presentarse: —Te saludo, oh poderoso Minos. Soy Tesco, hijo de Egeo. —Espero que no hayas recorrido todo este camino para im- plorar mi clemencia —dijo el rey mientras contaba con cuidado a los catorce atenienses. —No. Solo tengo un anhelo: no abandonar a mis compafieros. Un murmullo recorrié el entorno del rey. Desconfiado, es- te examin al recién llegado. Reconociendo el anillo de oro que Teseo llevaba en el dedo, se pregunté, estupefacto, gracias a qué prodigio el hijo de Egeo habia podido encontrar esa joya. Des- confiado, refunfuié: —,Te gustaria enfrentar al Minotauro? En tal caso, deberds hacerlo con las manos vacias: deja tus armas. 1 La madre de Teseo habia sido tomada a la fuerza por Poscidén la noche de su boda. Escaneado con CamScanner 48 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros Entre quienes acompafiaban al rey se encontraba Ariadna, una de sus hijas. Impresionada por la temeridad del principe, pensé con espanto que pronto iba a pagarla con su vida. Teseo habia observado durante un largo tiempo a Ariadna. Ciertamente, era sensible a su belleza. Pero se sintié intrigado sobre todo por el trabajo de punto que llevaba en la mano. —Extrafio lugar para tejer —se dijo. Si, Ariadna tejia a menudo, cosa que le permitia reflexionar. Y sin sacarle los ojos de encima a Teseo, una loca idea germinaba en ella... —Vengan a comer y a descansar —decreté el rey Minos—. Manana seran conducidos al laberinto. Teseo se desperté de un sobresalto: jalguien habfa entrado en la habitacién donde estaba durmiendo! Escruté en la oscuridad y lamenté que le hubieran quitado su espada. Una silueta blanca se destacé en la sombra. Un ruido familiar de agujas le indicé la identidad del visitante: —No temas nada. Soy yo: Ariadna. La hija del rey fue hasta la cama, donde se sent6. Tomé la mano del muchacho. —jAh, Teseo —le imploré—, no te unas a tus comparieros! Si en- tras en el laberinto, jamas saldras de él. Y no quiero que mueras... Por los temblores de Ariadna, Teseo adivind qué sentimientos la habian empujado a llegar hasta él esa noche. Perturbado, murmuré: —Sin embargo, Ariadna, es necesario. Debo vencer al Minotauro. —Es un monstruo. Lo detesto. Y, sin embargo, es mi hermano... —j;Como? {Qué dices? —Ah, Teseo, déjame contarte una historia muy singula La muchacha se acercé al héroe para confiarle: —Mucho antes de mi nacimiento, mi padre, el rey Minos, cometié la imprudencia de engafar a Poseidén: le sacrificé un Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 49 miserable toro flaco y enfermo en vez de inmolarle el magnifi- co animal que el dios le habfa enviado. Poco después, mi padre se casé con la bella Pasifae, mi madre. Pero Poseidén rumia- ba su venganza. En recuerdo de la antigua afrenta que se habia cometido contra él, le hizo perder la cabeza a Pasffae y la indu- jo a enamorarse... jde un toro! jLa desdichada Ilegé, incluso, a mandar construir una carcasa de vaca con la cual se disfrazaba, para unirse al animal que amaba! —jQué horrible estratagema! —La continuacién, Tesco, la adivinas —concluyé Ariadna temblando—. Mi madre dio nacimiento al Minotauro. Mi padre no podia decidirse a matar a ese monstruo; pero quiso esconder- lo para siempre de la vista de todos. Convocé al mds habil de los arquitectos, Dédalo, que concibié el famoso laberinto... Impresionado por este relato, Teseo no sabia qué decir. —No creas —agregé Ariadna— que quiero salvar al Mino- tauro. jEse devorador de hombres merece mil veces la muerte! —Entonces, lo mataré. —Si llegaras a hacerlo, nunca encontrarias la salida del labe- rinto. Un largo silencio se produjo en la noche. De repente, la muchacha se acercé atin mas al joven y le dijo: —,Teseo? ;Si te facilitara el medio de encontrar la salida del laberinto, me llevarias de regreso contigo? El héroe no respondié. Por cierto, Ariadna era seductora, y la hija de un rey. Pero él habja ido hasta esa isla no para encontrar alli una esposa, sino para liberar a su pais de una terrible carga. —Conozco los habitos del Minotauro —insistié ella—. Sé cuales son sus debilidades y cémo podrias acabar con él. Pero esa victoria tiene un precio: jme sacas de aqui y me desposas! —De acuerdo. Acepto. Escaneado con CamScanner Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros Ariadna se sorprendié de que Teseo aceptara tan rapidamen- te. ;Estaba enamorado de ella? O se sometia a una simple tran- saccién? {Qué importaba! Le confié mil secretos que le permitirfan vencer a su hermano al dia siguiente. Y el ruido de su voz se mezclaba con el obstinado choque de sus agujas: Ariadna no habia dejado de tejer. Frente a la entrada del laberinto, Minos ordené a los atenienses: —jEntren! Es la hora. Mientras los catorce jévenes aterrorizados penetraban uno tras otro en el extrafio edificio, Ariadna murmuré a su protegido: — Tesco, toma este hilo y, sobre todo, no lo sueltes! Asi, que- daremos ligados uno con el otro. Tenia en la mano el ovillo de la labor que no la abandonaba jamas. El héroe tomé lo que ella le extendia: un hilo tenue, casi invisible. Si bien el rey Minos no adiviné su maniobra, compren- dié que a ese muchacho y a su hija les costaba mucho separarse. —Y bien, Teseo —se burlé—, acaso tienes miedo? Sin responder, el héroe entré a su vez en el corredor. Muy rapidamente, se unié a sus compaheros que vacilaban ante una bifurcacién. —jQué importa! —les dijo—. Tomen a la derecha. Desembocaron en un corredor sin salida, volvieron sobre sus pasos, tomaron el otro camino que los condujo a una nueva ra- mificacién de varios pasillos. —Vayamos por el del centro. Y no nos separemos. Pronto emergieron al aire libre; a los muros del laberinto habian seguido infranqueables bosquecillos. —Quién sabe? —murmuré uno de los atenienses—. ;Y si el destino nos ofreciera la posibilidad de no llegar al Minotauro... sino a la salida? Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 31 Ay, Teseo sabia que no serfa asi: ;Dédalo habia concebido el edificio de modo tal que se terminaba llegando siempre al centro! Fue exactamente lo que se produjo. Hacia la noche, cuando sus compaiieros se quejaban de la fatiga y del suefio, Teseo les ordené de pronto: —jDetengimonos! Escuchen. Y ademas... ;no oyen nada? Los muros les devolvian el eco de grufidos impacientes. Y en el aire flotaba un fuerte olor a carrofia. —Llegamos —murmuré Teseo—. El antro del monstruo esta cerca! Espérenme y, sobre todo, jno se muevan de aqui! Partié solo, con el hilo de Ariadna siempre en la mano. De repente, salié a una explanada circular parecida a una are- na. Allf habia un monstruo atin mds espantoso que todo lo que se habia imaginado: un gigante con cabeza de toro, cuyos brazos y piernas poseian miisculos nudosos como troncos de roble. Al ver entrar a Teseo, mugié un espantoso grito de satisfaccién vo- raz. Bajo las narinas, su boca abierta babeaba. Debajo de su ca- beza bovina y peluda, apuntaban unos cuernos afilados hacia la presa. Luego, se lanz6 hacia su futura victima golpeando la are- na con sus pezunas. El suelo estaba cubierto de osamentas. Teseo recogié la mas grande y la blandié. En el momento en que el monstruo iba a ensartarlo, se aparté para asestarle en el morro un golpe suficien- te para liquidar a un buey... ;pero no lo bastante violento para matar a un Minotauro! E! monstruo aullé de dolor. Sin dejarle tiempo de recupe- rarse, Teseo se aferré a los dos cuernos para saltar mejor enci- ma de los hombros peludos. Asi montado, apreté las piernas alrededor del cuello de su enemigo y, con toda su fuerza, jlas estrech6! Privado de respiracion, el monstruo, furioso, se deba- tid. {Ya no podja clavar los cuernos en ese adversario que hacia Escaneado con CamScanner 52 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros uno con él! Pataled, cayé y rodé por el suelo. A pesar de la are- na que se filtraba en sus orejas y en sus ojos, Teseo no soltaba prenda, tal como Ariadna se lo habia recomendado. Poco a poco, las fuerzas del Minotauro declinaron. Pronto, lan- 26 un espantoso mugido de rabia, tuvo un sobresalto... jy exhalé el tiltimo suspiro! Entonces, Teseo se aparté de la enorme cosa inerte. Su primer reflejo fue ir a recuperar el hilo de Ariadna. E] silencio insélito y prolongado atrajo a sus compajfieros. —Increifble... j Has vencido al Minotauro! jEstamos a salvo! Tesco reclamé su ayuda para arrancar los cuernos del monstruo. —Asi —explicé6—, Minos sabra que ya no queda tributo por reclamar. {De qué serviria? Por cierto, nos hemos salvado. Pero nos espera una muerte lenta: no encontraremos jamis la salida. —Si —afirmé Teseo mostrandoles el hilo—. ;Miren! Febriles, se pusieron en marcha. Gracias al hilo, volvian a desandar el largo y tortuoso trayecto que los habia conducido hasta el Minotauro. A Teseo le costaba calmar su impaciencia. Se preguntaba qué dios benévolo le habia dado esa idea genial a Ariadna. Pronto, el hilo se tensé: del otro lado, alguien tiraba con tanta prisa como él. Finalmente, luego de muchas horas, emergieron al aire libre. El héroe, extenuado, tiré los cuernos sanguinolentos del Mino- tauro al suelo, cerca de la entrada. —jTeseo... por fin! jLo has logrado! Loca de amor y de alegria, Ariadna se precipité hacia él. Se abrazaron. La hija de Minos eché una mirada enternecida al lo desordenado que Teseo, todavia, tenfa entre las enorme o manos. —A pesar de todo —le reproché sonriendo—, hubieras po- dido enrollarlo mejor... Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 53 E] alba se acercaba. Acompafiados por Ariadna, Teseo y sus compancros se escurrieron entre las calles de Cnosos y llegaron al puerto. —)Perforen el casco de todos los navios cretenses! —orden6. —;Por qué? —se interpuso Ariadna, asombrada. — Crees que tu padre no va a reaccionar? ;Que va a dejar escapar con su hija al que maté al hijo de su esposa? —Es verdad —admitié ella—. Y me pregunto qué castigo va a infligir a Dédalo, ya que su laberinto no protegié al Mino- tauro como lo esperaba mi padre’. Cuando el sol se levanté, Teseo tuvo un suefio extrafio: esta vez, fue otro dios, Baco, el que se le aparecié. —Es necesario —ordené—, que abandones a Ariadna en una isla. No se convertird en tu esposa. Tengo para ella otros proyec- tos mas gloriosos. —Sin embargo —balbuceé Teseo—, le he prometido... —Lo sé. Pero debes obedecer. O temer la cdlera de los dioses. Cuando Teseo se desperté, atin vacilaba. Pero al dia siguiente, la galera debié enfrentar una tormenta tan violenta que el héroe vio en ella un evidente signo divino. Grité al vigia: —jDebemos detenernos lo antes posible! lo lejos? — Si! Una isla a la vista... Debe ser Naxos. Atracaron alli y esperaron que los elementos se calmaran. La tormenta se apacigué durante la noche. A la madrugada, mientras Ariadna seguia durmiendo sobre la arena, Teseo reunié a sus hombres. Ordené partir lo antes posible. Sin la muchacha. —jAsi es! —dijo al ver la cara llena de reproches de sus com- paneros. zNo ves tierra a 2 Minos condenard a Dédalo y a su hijo [caro a quedar prisioneros en el famoso laberinto, Escaneado con CamScanner 4 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros Los dioses no actian sin motivo. Y Baco tenia buenas ra- zones para que Teseo abandonara a Ariadna: seducido por su belleza, queria convertirla en su esposa! Si, habia decidido que tendria con ella cuatro hijos y que, pronto, se instalaria con él en el Olimpo. Como sefial de alianza divina se habfa prometido, incluso, regalarle un diamante que daria nacimiento a una de las constelaciones mas bellas... Claro que Teseo ignoraba las intenciones de ese dios ena- morado y celoso. Singlando de nuevo hacia Atenas, se acusa- ba de ingratitud. Preocupado, olvidé la recomendacién que su padre le habia hecho... Apostado a lo alto del faro que se erigia en la entrada del Pireo, el guardia grité, con la mano como visera encima de los ojos: —jUna nave a la vista! Si... es la galera que vuelve de Creta. iRapido, vamos a advertir al rey! Menos de tres kilémetros separan a Atenas de su puerto. Loco de esperanza y de inquietud, el viejo rey Egeo acudié a los muelles. —Las velas? —pregunté alzando la cabeza hacia el guar- dia—. ;Puedes ver las velas y decirme cudl es su color? —Ay, gran rey, son negras. El viejo Egeo no quiso saber mas. Loco de dolor, se arrojé al mar y se ahogé. Cuando la galera atracé, acababan de conducir el cuerpo del viejo Egeo a la orilla. Teseo se precipité hacia él. Adiviné ensegu' da lo que habia ocurrido y se maldijo por su negligencia. —jPadre mio! jNo... estoy vivo! ;Vuelve en ti, por piedad! Pero era demasiado tarde: Egeo estaba muerto. La tristeza que invadié a Teseo le hizo olvidar de golpe su reciente victoria sobre el monstruo. Con amargura, el héroe pensé que acababa de per- der a una esposa y a un padre. Escaneado con CamScanner Escaneado con CamScanner 56 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros —jA partir de ahora, Teseo, eres rey! —dijeron los atenien- ses, inclindndose. El nuevo soberano se recogié sobre los restos de Egeo. Solem- nemente, decreté: —jQue este mar, a partir de ahora, lleve el nombre de mi pa- dre adorado! Y a partir de ese dia funesto, en que el vencedor del Mino- tauro regresé de Creta, el mar que bafia las costas de Grecia lleva el nombre de Egeo. Mientras tanto, Ariadna se habia despertado en la isla desier- ta. En el dia naciente, vio a lo lejos las velas oscuras de la galera que se alejaba. Incrédula, balbuceé: —jTeseo! ;Es posible que me abandones? Siguié el navio con los ojos hasta que se lo tragé el horizonte. Comprendid, entonces, que nunca volveria a ver a Teseo. Sola en la playa de Naxos, dio libre curso a su pena; gimié largamen- te sobre la ingratitud de los hombres. Luego, Ariadna reencontré sobre la arena su labor abandonada. Retom6 las agujas. Y en espera de que se realizara el prodigio- so destino que ella ignoraba, puso nuevamente manos a la obra. Tejia a la vez que lloraba. REA El poeta latino Catulo (siglo 1) y, mds tarde, Ovidio en sus Meta- morfosis relatan este mito. Escaneado con CamScanner Edipo Escucha... Escucha la terrible historia de aquel que los dioses, antes de su nacimiento, jhabjan condenado a matar a su padre y a casar- se con su madre! Asi es: todo comenzé en Tebas, la ciudad que gobernaba el rey Layo. Un dia, Yocasta, su joven esposa, le comunica que es- pera un hijo. Entonces, Layo se dirige al santuario de Delfos. 2Conoces el santuario de Delfos? Imagina un templo rodeado de extrafas fumarolas... Alli, una vieja mujer sirve de intermediaria entre los dioses y los hombres. ;Es la pitonisa! Si, la pitonisa res- ponde a quienes la interrogan, les revela a veces su origen y mds a menudo su futuro. —Quiero saber —le pregunta entonces Layo—, qué glorio- so destino sera el de nuestro hijo. La pitonisa levanta al cielo una mirada alucinada. Masculla: —jTe nacerd un hijo que matard a su padre y que se casar4 con su madre! Layo, espantado, cree haber oido mal. Quisiera gritar: —jNo, es imposible, te equivocas! Pero la pitonisa no puede mentir. 3¥ qué humano, asf se trate del rey de Tebas, puede oponerse a la voluntad de los dioses? Escaneado con CamScanner 74 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros Desesperado, el rey regresa a Tebas. La verdad es demasiado horrible para que pueda darla a conocer e incluso revelarsela a su esposa. jEn secreto, se jura a si mismo hacer todo lo posible para que esa prediccién no se realice! Poco después, la reina Yocasta da a luz a su hijo. Es un lindo bebé, alegre y lleno de vida. —jCémo lo llamaremos? —pregunta a su esposo. Sin responder, el rey se aleja con el recién nacido. (Qué sen- tido tiene darle un nombre, si no debe vivir! Layo hace venir al capitan de su guardia. Le ordena: —Toma a este bebé. Llévalo lejos de aqui. Matalo. Luego, deja que los animales devoren su cadaver. preguntas! El capitan se inclina; con el bebé en brazos, deja el palacio. Es un soldado rudo. ;Matar? Es su oficio. Pero resulta que mientras su caballo recorre la llanura al galope, el nifio se pone a gemir y a llorar. {Tiene hambre? ;Tiene frio? ;Adivina el destino que le es- pera? Entonces, el capitan siente que su coraz6n se debilita, ace- lera la marcha y se dirige hacia el monte Citerén, al que sube. Llegado a la cima, se detiene. Alli, un viento frfo sopla sobre la vegetacién drida. El capitdn desenvaina su espada, los Ilantos del bebé recrudecen. Ese soldado intrépido no retrocederia, estando solo, ante un arma enemiga. Aqui se niega a realizar ese asesinato cobarde. Suspii —No. Decididamente, no puedo... ;Dejemos pues a las bes- tias ocuparse de esta desagradable tarea! Nadie se enterard. Agujerea los pies del bebé, arranca un junco, lo pasa a través de los agujeros que sangran y le ata asf los tobillos. Cuelga al ni- fo de una rama cabeza abajo. Luego, monta su caballo y regresa a Tebas sin darse vuelta. bedece sin hacer Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 8 Aquel dia, el pastor Forbante y sus compafieros hacen pastar a sus rebajios en las laderas del monte Citerén... Forbante esta lejos de su patria, Corinto. Si ha hecho un camino tan largo, es para encontrar, mas alla del istmo, una hierba mas densa y mas verde. Por supuesto, su atencién es atraida rapidamente por extrafios va- gidos y por los ladridos furiosos de sus perros. Acude y descubre, estupefacto, al bebé asi atado y colgado. — Pobre criatura! ;Quién te ha abandonado a tan triste destino? Invadido por la piedad, Forbante libera al nifio cuyos pies, perforados, estan muy hinchados. Y como sus gritos recrudecen, el pastor va a ordefar una de sus ovejas para darle leche al bebé hambriento. —;De quién puede ser? —pregunta a sus compaieros. —;Qué crees, Forbante? —exclaman los demas—. jEs un ni- fo abandonado! Sus padres han querido deshacerse de él. jHe aqui a Forbante a cargo de un huérfano! ;Qué hacer con él? Un mes mis tarde, cuando los pastores regresan a su patria, Forbante se lleva al bebé. Satisfecho con la leche de oveja, bal- bucea y sonrie. Al acercarse a Corinto, Forbante se cruza con su reina en perso- na. Ella se sorprende de ver a ese pastor con un recién nacido. —Si mis perros no lo hubieran descubierto, habria muerto —explica Forbante—. Pero no sé qué hacer con él... La reina de Corinto nunca pudo tener hijos, es estéril. Si convence a sus stibditos de que ese bebé es suyo, jel trono ten- dra un sucesor! —Y bien, yo lo educaré —le dijo la reina en voz muy baja—. jToma, Forbante, aqui tienes con qué indemnizar tu esfuerzo y pagar tu silencio! De regreso al palacio, le entrega el bebé a su marido, Polibo. Escaneado con CamScanner 6 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros —jLos dioses nos envian este bebé! —exclama el soberano, encantado—. Has hecho bien en comprarselo a Forbante. Hare- mos de él un principe. —;Cémo vamos a llamarlo? —Edipo —respondié Pélibo, ya que ese nombre significa “pies hinchados”. En el palacio de Corinto, Edipo crecia en el bien y en la be- lleza. A los dieciocho aftos, se convierte en un muchacho que posee todas las cualidades, aunque a veces es impulsivo y sober- bio, como suelen ser a menudo los principes. Sus padres estan muy orgullosos de él. Pero un malvado rumor circula por la ciudad: jel fururo rey de Corinto no seria el verdadero hijo de sus soberanos! Al pein- cipio, Edipo no presta atencién a esos cuentos. A la larga, fasti diado por su insistencia, interroga al viejo Pélibo. —jVeamos, Edipo, claro que eres nuestro hijo, tinico y querido! Pero la duda anida desde entonces en el alma de Edipo, como un gusano que roe lentamente un fruto. Un dia, el joven declara: —jVoy a interrogar a los ordculos! Quiero saber la verdad... Delfos queda tan solo a una semana de marcha y la distancia es rapidamente salvada. Admitido en el santuario, Edipo se encuentra frente a la pitonisa. Pero sin iluminar a Edipo acerca de su pasado, los dioses, por boca de la vieja mujer, le revelan su futuro: —Estas destinado a un porvenir del que no puedes escapar: terminards matando a tu padre y casdndote con tu madre... jEdipo esta espantado! ;Cémo impedir que horrores tales tengan lugar? —jNo regresaré nunca a Corinto! —decide—. No volveré a ver a mis padres. ;Pondré entre ellos y yo tal distancia que esas predicciones jamas podran realizarse! Esa misma noche, Edipo se pone en marcha. Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 Pero creyendo alejarse del lugar de su nacimiento, no hace mas que acercarse a él. Y al huir de sus padres adoptivos, va al encuentro de sus progenitores... Al dia siguiente, mientras entra en Beocia, Edipo penetra en el estrecho desfiladero que conduce a la ciudad de Daulide. De repente, ve ante si una comitiva: se trata de un carro rodeado por una escolta de soldados. —jA un lado! Pero resulta que Edipo es hijo de un rey. Y, por instinto, un principe no obedece. —Con calma —dice, sin apartarse—. Usted no sabe quién soy. Irritado por ese contratiempo, el anciano que esta sentado en el carro se levanta. Increpa al desconocido que se niega a ceder- le el paso. Ofendido por esa falta de educacion, Edipo responde con un insulto. —;Te atreves a oponerte a mi? —dice el anciano, desenvai- nando su espada—. No —agrega dirigiéndose a los soldados que quieren interponerse—, hagan avanzar el carro. ;Y déjenme darle una leccién a este mequetrefe! El convoy se pone en movimiento; y antes de que Edipo pueda hacerse a un lado, una rueda le pasa por encima del pie. Ahora bien, los pies de Edipo son fragiles. — Viejo maldito! —grita, esquivando el golpe que le esta- ba destinado. Con el canto de la mano, golpea la nuca de su atacante, que se derrumba en el suelo. Los soldados dan un salto, unos para soco- rrer a su amo, otros para lanzarse a perseguir al agresor. jPero Edipo ya esta lejos! Aprovechando la confusidn, se escurrié por las laderas del desfiladero. Ya esta, ha desaparecido... —jLa desgracia se ha abatido sobre nosotros! —exclama uno de los soldados—. jNuestro rey ha muerto! le ordenan. Escaneado con CamScanner 8 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros El anciano, en efecto, no volvera a levantarse: Edipo lo ha matado. Ignora que ese hombre se llama Layo, que se trata del rey de Tebas y que acaba de asesinar a su padre. Transcurren los dfas y las semanas. Edipo se acerca a Tebas. En el camino, no se cruza mas que con viajeros enloquecidos. Detiene a uno de ellos que le explica: —Ah, joven extranjero, jno vayas mas lejos! Tebas esta inac- cesible: un monstruo llegado del monte Citerén monta guardia a las puertas de la ciudad. Impide a cualquiera salir 0 entrar. Lo llaman la Esfinge. — Tan temible es esa Esfinge? —Si: detiene a los viajeros y les propone un enigma. ;Si no saben responder, los mata y los devora sin piedad! ZY cémo recompensa a quienes resuelven sus enigmas? —jAy!, hasta ahora, jnadie consiguié hacerlo! Creonte, el nue- vo rey de Tebas, ha prometido la mano de su hermana Yocasta al que libre a Tebas de semejante flagelo. —;Creonte? Creia que Tebas estaba gobernada por Layo. —Nuiestro rey acaba de ser asesinado. El hermano de la reina Yocasta gobierna provisoriamente. Esta esperando que la sobera- na vuelva a casarse para ceder el trono a su nuevo esposo. En un relampago, Edipo vislumbra un porvenir inesperado: el pobre viajero que es puede convertirse en rey mafana mismo. —Enfrentaré a la Esfinge —dijo a su interlocutor—. Entraré en Tebas vencedor. O moriré... ;qué importa? Morir, piensa, jseria una buena manera de engafiar a los dioses! He aqui que Edipo se acerca a las puertas de la ciudad. No ve aningtn monstruo. ;La Esfinge quiere acaso salvarlo? —j(Detente, joven imprudente! La voz es imperativa, extrafia y ronca. Escaneado con CamScanner Escaneado con CamScanner 80 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros Edipo levanta la cabeza. jAlli, trepado sobre una roca, se al- za un animal fabuloso! Es una fiera provista de alas. Posee el busto, la cabeza y el rostro de una mujer. Una mujer de belle- za ponzonosa. Los brazos y las piernas tienen garras. Su cola es la de un dragén. —Ignoras que, para pasar, debes resolver un enigma? —Lo sé. Estoy listo. Te escucho. Edipo observa que la Esfinge hace equilibrio al borde de un barranco. ;Quién sabe si, precipitandose hacia ella, no podria hacerla caer? —Esta es mi pregunta —dice el monstruo mirando de arriba abajo al extranjero con una burla altanera—. ;Cual es el animal que camina en cuatro patas a la manana, en dos patas al medio- dia y en tres a la noche? Edipo reflexiona. Adivina que las palabras de este enigma tienen un sentido oculto: se trata de una metafora. Dirige a los dioses un ruego mudo y exclama de repente: —jEse animal es el hombre! El hombre que, en la infancia, anda en cuatro patas; el hombre que, adulto, camina sobre sus dos piernas, y el hombre que, ya viejo, se ayuda con un bastén. El rostro de la Esfinge expresa el asombro mds profundo. De pronto, el monstruo cae al vacio, y su interminable caida va acompaniada de un rayo de fuego. De lo alto de los muros de Tebas, los habitantes no se han perdido nada de este espectaculo. Increible: jun desconoci- do resolvié el enigma de la Esfinge y liberé a la ciudad de ese flagelo! Una inmensa ovacién sube de la ciudad. Abren las puertas y conducen triunfalmente al vencedor de la Esfinge al palacio. Asi es como Edipo se convierte en rey. La boda de Edipo y de Yocasta es celebrada con grandes fes- Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 81 tividades. La reina le parece a Edipo muy seductora y bella. Por cierto, ella es mayor que él, pero es todavia lo bastante joven co- mo para darle cuatro hijos: dos mujeres, Antigona e Ismene, y dos varones, Eteocles y Polinices. Durante mas de diez afios, el reino de los soberanos transcurre sin nubes. Una mafana, el adi- vino Tiresias pide una audiencia en el palacio. —Mi rey —le dice a Edipo—, jse ha declarado la peste en Tebas! Los presagios son funestos... Temo el porvenir. Tiresias es un sabio. Como la pitonisa, sabe leer el futuro. —jCallate, pajaro de mal agiiero! —le responde Yocasta. Pero Tiresias ha dicho la verdad: pasan los meses, los afios y la peste causa estragos. En los campos ya no crece cereal alguno. La hambruna se instala. El pueblo gime su infortunio y les pide a los soberanos que actin. —jLa célera de los dioses se cierne sobre nosotros! —decla- ra un dia Tiresias. —;De veras? —responde Edipo al adivino—. ;Y bien, ve a Delfos a interrogar los ordculos! Y regresa lo antes posible. En cuanto regresa, el adivino, muy palido, anuncia: —He aqui, segtin la pitonisa, la causa de nuestros males: el asesino de Layo jamds ha sido encontrado. jHay que identifi- carlo y castigarlo! —Que asi sea. Hagamos lo necesario para encontrar al cul- pable. ;Su castigo sera terrible! Quiero que se presenten aqui los testigos de aquel drama. Convocados, los soldados no reconocen a Edipo. Han pasa- do demasiados afios. A sus ojos, el asesino de Layo era un sim- ple extranjero que venia de Corinto. ;Muy rapidamente, la fecha y el lugar del crimen hacen comprender a Edipo que podria ser él mismo ese asesino! Aterrorizado, recuerda entonces el ordculo: “Martards a tu padre...”. ;Pero Layo no era su padre! “Te casards Escaneado con CamScanner 82 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros con tu madre...” Pero Yocasta no puede... De golpe, los rumo- res que corrian en Corinto sobre el origen de su nacimiento le vuelven a la memoria. Es imposible, pero quiere cerciorarse. Y si Yocasta fuera su madre, habria tenido un hijo veinte afios an- tes. La interroga. —jNo! —responde tan espantada como él—. No, jamas tuve otros hijos que los que hemos concebido, salvo... Edipo contiene la respiracién. Es necesario que Yocasta di- ga la verdad. —Salvo un bebé que Layo mandé degollar al nacer. ;No po- diamos dejarlo vivir! Un oraculo habia predicho... —Quién lo degollé? ;Lo maté realmente? ;Quiero saber! Yocasta convoca al capitdn a quien el rey Layo habia encarga- do la siniestra tarea. El viejo soldado baja los ojos y confiesa: —No pude matar al bebé. Le perforé los pies, lo colgué de un Arbol y lo abandoné en el monte Citerén... —jNo! —grita Edipo—. No! Edipo quiere reconstruir toda la verdad, sea cual fuere. El mis- mo dia, convoca a Tiresias y le ordena: —Ve a Corinto. Pide una audiencia con mi padre Pélibo... —P6libo —responde el adivino— no es tu padre. Ya lo has comprendido. Sin embargo, Tiresias obedece. De regreso, confirma: —No eres el hijo natural de los soberanos de Corinto, sino un nifo encontrado en el Citerén por un tal Forbante... El viejo pastor atin vive y es convocado al palacio. —jSi! —confiesa—. Yo encontré un bebé que la reina adopts. Alli, en un rincén de la sala del trono, Tiresias agacha la ca- beza. Edipo lo acusa con voz aterrorizada: —Tii sabias... ;Ta, el adivino, lo sabfas todo y no me habias dicho nada! Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 83 — Qué sentido tiene revelar lo que no se quiere oir? Era nece- sario que ti desearas la verdad. Y que la descubrieras ri mismo. Yocasta se levanta. Mira a Edipo, espantada. —Asi que has matado a tu padre. Y yo, tu mujer, soy tam- bién tu madre. Deja el palacio gritando a la vez su vergiienza y su dolor. —Si—murmura Edipo aterrado—. Soy dos veces culpable. jPobre Edipo! Se acusa de asesinato y de incesto. ;Pero cé- mo habria podido escapar al designio que los dioses le tenian reservado? ;Es responsable de esos crimenes inscriptos en su destino? Poco después, una joven envuelta en Ilantos entra en la sa- la del trono. Es Antigona. Antigona: jsu hija... y su hermana! Murmura, sollozando: —Yocasta acaba de ahorcarse, est4 muerta. Lleva en la mano el cinturén que debi6é haber utilizado la rei- na. Entonces, Edipo agarra la hebilla y, con la punta, traspasa sus ‘ojos y se los arranca. — Padre! —grita Antigona—. ;Qué has hecho? jAhora estas ciego! ;Por qué? —jEstaba ciego cuando tenia dos ojos, Antigona! ;Qué me importa ver ahora? Cuando creemos que decidimos nuestros pa- sos, son siempre los dioses los que nos estén guiando... —Y bien, desde ahora —murmura ella—, soy yo quien te guiara. Con los ojos ensangrentados, Edipo se aferra al brazo de An- tigona, quien jura que ya no lo abandonara. Y mientras se alejan del palacio, los habitantes de Tebas se retinen en las calles para ver pasar a su soberano destituido. Alli estan Polinices, Eteocles, Ismene. Y el hermano de la rei- na muerta. Escaneado con CamScanner a4 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros Creonte —murmura Edipo—. Te confio el trono y a mis tres hijos. —jAdénde irds, adénde iran? —pregunta Creonte. —A Colono... si su rey tiene a bien recibirnos. Adids. ;Que mi alejamiento disipe las desgracias de Tebas! Y bien, no: el anhelo de Edipo no sera realizado. No tardardn en llegar nuevos dramas que enlutardn a Tebas: los dos hijos de Edipo se mataran entre si por el poder, y Anti- gona tendra un fin atroz... iYa conoces la tragica historia de Edipo! REE Aunque la figura de Edipo es mencionada por primera vez en La Odisea, de Homero, llega a su celebridad con las tragedias del drama- turgo Séfocles (siglo v a. C.). Escaneado con CamScanner La célera de Aquiles Diez afios... ;Pronto se cumpliran diez afios desde que los grie- gos, bajo el mando de Agamenén, iniciaron el sitio a la ciudad de ‘Troya! De todos los combatientes, Aquiles es el mas valiente. Nada mds normal: jsu padre desciende de Zeus en persona y su ma- dre, la diosa Tetis, tiene por antepasado al dios del océano! Pero esa noche, el valiente Aquiles regresa extenuado y desa- nimado: Troya parece imposible de tomar y, para colmo, la peste, que se ha declarado hace poco, ataca sin perdén a los griegos. Cuando entra en su tienda, ve a su mejor amigo, Patroclo, que lo esta esperando. —jAh, fiel Patroclo! —exclama abriendo sus brazos—. Ni si quiera te vi en el fuego de la batalla... Espera: voy a saludar a Bri- seida y soy todo tuyo. Briseida es una esclava troyana de la que Aquiles se apoderdé, después del asalto de la semana anterior, tras el reparto habitual del botin. La joven prisionera le habia lanzado una mirada supli- cante, y Aquiles sucumbis ante su encanto. Briseida misma no parecia Aquiles aparta la cortina, pero la habitacién de Briseida esta vacia. ;Acaso la bella esclava huyé? Imposible: Briseida lo ama, Aquiles pondria las manos en el fuego. ;Y, ademas, los griegos es- diferente a su nuevo amo. Escaneado con CamScanner 108 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros tan rodeando los muros de la ciudad! Confuso, Patroclo da un paso hacia su amigo: AY si, Briseida ha partido, Aquiles! Venia a avisarte. Agame- non, nuestro rey, ha ordenado que la tomaran... —;Cémo? Se ha atrevido? Empalidece y aprieta los pufios. Aquiles tiene grandes cua- lidades: es, lejos, el guerrero mas peleador y mas rapido. ;No lo han apodado Aquiles de pies ligeros? jSin su presencia, los griegos tendrian que haber abandonado el sitio cien veces y deberian haber regresado a su patria! Por otra parte, un ordcu- lo predijo que la guerra de Troya no podria ser ganada sin él... Pero tiene también algunos defectos: es impulsivo, colérico. Y muy, muy susceptible. —Déjame explicarte —dijo Patroclo en tono conciliador—. Te acuerdas de Criseida? —;Quieres hablar de la esclava con que Agamenén se qued6é cuando distribuimos el borin? —Ella misma. El padre de Criseida, un sacerdote, quiso recu- perar a su hija. A pesar del enorme rescate que ofrecié, Agame- nén se ha negado. —jHa hecho bien! —EI problema —prosiguio Patroclo suspirando—, es que ese sacerdote, para vengarse, ha suscitado sobre nosotros la célera de Apolo. jEsa es la razon de la peste que diezma a nuestras filas! Va a cesar, pues Agamenén entregé a Criseida a su padre esta maiia- na. Pero el rey quiso reemplazar a su esclava perdida. Y ordend que vinieran a buscar a Briseida. Lejos de calmar a Aquiles, esta explicacién aumenta su célera. Apartando a su amigo Patroclo, se precipita fuera de la tienda. Y en unos pocos pasos, alcanza el campamento del rey. Se encuen- tran alli todos los reyes de las islas y de las ciudades de Grecia. Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 109 Aquiles empuja a Menelao, a Ulises y a tres soldados que no se apartan lo bastante rdpido. —jAgamenén! —clama plantindose ante él con las piernas se- paradas—. jEsta vez es demasiado! ;Con qué derecho me quitas la esclava que he elegido para mi? ;Olvidas que ti lo has hecho antes que yo? ;Y que, ademas de Criseida, te has atribuido un botin diez veces mayor del que dejaste a tus més prestigiosos guerreros? Un anciano de larga barba blanca se interpone. Es Calcan- te, el adivino. —Aquiles —murmura—, yo recomendé al rey devolver a Cri- seida. Los oraculos son implacables: jera la nica manera de cal- mar a Apolo y de terminar con la peste que nos diezma! —No pongo en duda tu ordculo, Calcante —masculla Aquiles—. Pero por qué Agamenén me ha sacado a Briseida? Después de cada combate, siempre sucede lo mismo: jel rey se sirve primero, y asus anchas! {No deja mas que cosas sin valor a los que com- baten en la primera linea! Agamenén empalidece. Dominando su irritacién, saca pecho y lanza a su mejor soldado: zOlvidas, Aquiles, que le estas hablando a tu rey? —j(Un rey! Eres digno de eso, Agamendén, que no sabes mas que dar érdenes y apartarte de los combates? Es sobre todo des- pués de la batalla cuando te vemos, jpara el reparto del botin! —jMe estds insultando, Aquiles! —No. ;Tii me has ofendido robandome a Briseida! jExijo que me devyuelvas a esa esclava, me corresponde por derecho! —jDe ninguna manera! ;Acaso te atreverias a desafiar a tu rey, Aquiles? Agamenén no tiene tiempo de terminar la frase: Aquiles saca su espada... cuando se le aparece la diosa Atenea. —jCAlmate, ardiente Aquiles! —le murmura en tono conci- Escaneado con CamScanner no Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros liador—. Tienes otros medios para vengarte del rey sin matarlo, créeme. La visidn se desvanece. Aquiles, que es el tinico que ha visto a la diosa, guarda su espada. — (Bien! —decide con voz firme—. Quédate con Briseida. Pero sabe que, a partir de ahora, no me involucraré mas en los combates. Después de todo, ;qué me importa esa famosa Hele- na que Paris ha secuestrado a tu hermano? jLos troyanos nunca me han hecho nada a mi! Y delante de Menelao, esposo de Helena, que le arroja una mi- rada estupefacta a Agamendn, Aquiles gira los talones y se va. Una vez en su tienda, no puede contener las lagrimas. Si: Aquiles llora, tanto de despecho como de rabia. Pues a la pérdi- da de Briseida se suma la humillacién de haber sido desposeido de ella delante de todos sus compaiicros. {Eso no puede perdo- narselo al rey! Al dia siguiente, por la noche, Patroclo se dirige a visitar a Aqui- les que, en todo el dia, no se movié de su tienda: tiene mala cara. —Estoy extenuado —suspira el amigo de Aquiles desploman- dose sobre una silla—. Hoy perdimos muchos hombres. ;Tu valor nos ha hecho mucha falta! Cuando los troyanos constataron que tui no participabas en el combate, su ardor recrudecié, Aquiles no responde. Para que la ciudad de Troya sea tomada, todos saben que su presencia 0 su accién son indispensables. Es- pera que Agamenén, privado de su mejor guerrero, termine por devolverle a Briseida. ;Y quién sabe si hasta viene a suplicarle que se reintegre en el combate? Pero Aquiles se acuerda también de una prediccién funesta: el adivino Calcante le ha revelado a su madre que, si se dirigia a Tro- ya, jmoriria alli poco tiempo después que Héctor, hijo de Priamo y el mas célebre de los guerreros troyanos! Para desviar el destino, Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 n Tetis, la madre de Aquiles, usé miles de artimafas: para volverlo inmortal, hundié a su hijo en la laguna Estigia. Pero no pudo su- mergirlo totalmente y el talon por el cual lo sostenia quedé como el nico punto vulnerable de su cuerpo. Luego, Tetis disfraz6é a su hijo de mujer y lo envid a la isla de Esciro para protegerlo. Pero Ulises logré encontrar a Aquiles y conducirlo hasta Troya. —jAh, Patroclo! —suspira Aquiles—. ;Qué vine a hacer aqui? {Como me arrepiento de no haberme quedado en Tesalia! En mi patria habria podido Ilevar la vida tranquila de un boyero... A la semana siguiente, Patroclo entra lleno de alegria en la tienda de Aquiles para anunciarle: —jListo! jSe aproxima el fin de la guerra! jParis y Menelao van a enfrentarse mafana en un combate singular! jEl que gane se quedard con Helena, y el campamento del perdedor deberd so- meterse a las leyes del vencedor! —;Por qué no? —grufie Aquiles, tan sorprendido como de- cepcionado. En efecto, su chantaje queda asi malogrado. Si el oréculo ha dicho la verdad, jla derrota de los griegos es segura! Sin embar- go, a la noche siguiente, clamores, gritos y el ruido de las espadas empujan a Aquiles a dejar su tienda: ante los muros de Troya, los cjércitos enemigos se enfrentan con ensafamiento. —E] duelo fue postergado —explica Patroclo—. jEsos troya- nos traidores rompieron la tregua y la guerra ha recomenzado! En ese instante llega otro guerrero griego. Al reconocer a Uli- ses, Aquiles se levanta para saludarlo. —Entra, amigo mio —le dice—. Me disponia a cenar. ;An- tes de revelarme qué te trac aqui, ven a compartir un poco de carne y de vino! Aquiles admira a Ulises, pero aprendié a desconfiar de él, pues ese héroe, célebre por sus engafos, no vino con toda segu- Escaneado con CamScanner 12 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros ridad a hacerle una visita de cortesia. Una vez terminada la ce- na, Ulises declara: —EI rey me envia ante ti para invitarte a retomar el combate... —jDe ninguna manera! —responde Aquiles, bostezando mientras se tira en su cama. —No seas obstinado. Agamenén por fin pide perdén: acep- ta devolverte a Briseida. A eso le suma diez talentos de oro, do- ce caballos, siete esclavos y se compromete, si Troya es tomada, a dejarte cargar de oro todas tus naves. ;Qué dices? —Demasiado tarde, Ulises, es iniitil: ya no quiero pelear. Uniendo el gesto a la palabra, Aquiles da la espalda a su visita. —Si—explica Patroclo, suspirando—, su célera no se ha cal- mado. Aquiles ha decidido poner mala cara. Algunos dias mds tarde, Patroclo tiene una cara tan triste que, al entrar en la tienda de Aquiles, este le pregunta: —;Tan malas son acaso las noticias? —jSi! No oyes los estertores de nuestros guerreros agonizando a algunos pasos de aqui? Ay, vamos a perder la guerra. Oh, Aquiles —agrega Patroclo sefialando, en un rincén de la tienda, la armadu- ray el casco de su amigo—, ;me autorizarfas a combatir hoy por- tando tus armas? —Por supuesto! Lo que es mio te pertenece. ;Pero por qué? —Asi vestido, sembraré el terror entre los troyanos: al ver tu armadura, creerdn que has retomado el combate. —Ve... jpero te ruego que seas prudente! —responde Aquiles, mientras abraza a su amigo. Durante la tarde, la larga siesta del héroe es interrumpida: un guerrero griego entra en su tienda. Esta exhausto y anega- do en lagrimas. —jAquiles! —gime—. jLa desgracia se abatié sobre nosotros! jPatroclo ha muerto! ;Héctor, el mas intrépido de los troyanos, lo Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 1 atravesé con su lanza! Incluso, lo ha despojado de tu armadura. Nuestros enemigos se disputan su cuerpo. Con estas palabras, Aquiles se levanta para gritar a los dioses su dolor. Se mesa los cabellos, rueda por el suelo y se cubre el ros- tro con tierra. Solloza a la vez que gime: —Patroclo, mi hermano, mi tinico amigo de verdad! Muerto. Patroclo ha muerto. El sufrimiento que experimenta Aquiles duplica su célera; desvia entonces su furor: —j(Maldito Héctor! ;Dénde esta? Ah, Patroclo, jjuro vengar- te! No asistiré a tus funerales sin antes haber matado a Héctor con mis propias manos! Loco de dolor, Aquiles se arma de prisa y se precipita fuera de su tienda. Marcha hacia los muros de la ciudad sitiada y lanza tres veces un grito tan furioso que los troyanos, estupefactos, tiemblan de espanto en las murallas. Los caballos mismos relinchan de te- rror. Muy rapidamente, los griegos aprovechan esta confusion: alcanzan a tomar el cuerpo de Patroclo mientras Aquiles se arroja sobre una docena de enemigos a los que ensarta. Cuando sucum- be el ntimero trece, oye, cerca de si, una voz que gime: —Polidoro. Aquiles se da vuelta hacia el troyano que se lamenta: jes Héc- tor en persona! Por un segundo, los dos campeones se enfrentan con la mira- da. Y la prediccién, una ultima vez, aflora en la cabeza de Aquiles: “Morirds poco después que Héctor”. Asi, vengando a Patroclo, Aquiles apurard su propio fin. No importa! ;Con un grito de fu- ror, ataca al asesino de su amigo, que huye! Tres veces los adversarios dan la vuelta a la ciudad, sin dete- nerse mas que para intercambiar terribles estocadas. Agotado, Héctor se detiene en seco. Arroja su lanza, que Aquiles evita. ;En- tonces este divisa la yugular en la armadura de su enemigo, ajusta ‘Acabas de matar a mi hermano Polidoro! Escaneado con CamScanner 4 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros su estocada y hunde alli su espada! Héctor, con la garganta atra- vesada, se derrumba y expira. Desoyendo los gritos de desesperacién de los troyanos que siguieron el combate desde las murallas de la ciudad, Aquiles despoja al cadaver de su armadura. Ata a Héctor por los pies a un carro, da un latigazo a los caballos y, tres veces, da la vuelta a la ciudad arrastrando el cuerpo por el polvo. Luego lo aban- dona en el suelo, cerca de su tienda. —jQue sea presa de los buitres y de los chacales! —ordena. Abandonado el cadaver sin sepultura, el alma del difunto no tendré nunca reposo. El héroe se vuelve entonces hacia el cuer- po de Patroclo que los griegos, mientras tanto, han colocado en una pira! fiinebre. —jAhora, vete, Patroclo! —murmura, conteniendo un sollo- zo—. jAlcanza en paz el reino de Hades! He aqui Troya privada de su mejor combatiente. Pero la venganza de Aquiles es amarga, pues tiene el gusto de su pro- pia muerte. Durante la noche, un ruido sospechoso hace saltar a Aquiles de su cama. No tiene tiempo de tomar su espada: unas manos temblo- rosas ya estén rodeando sus rodillas. ;A la luz de la luna, el héroe, estupefacto, reconoce a Priamo, padre de Héctor! ;Cémo logré este anciano dejar la sitiada Troya ¢ infiltrarse hasta aqui? —jAquiles! —gime Priamo—. Vengo a implorarte. Tenia cin- cuenta hijos. Casi todos han perecido en esta guerra interminable. iY has matado a Héctor, mi hijo preferido! Te lo suplico, devuél- veme su cuerpo. 1 Una pina era una hoguera donde se quemaban los cadaveres. Escaneado con CamScanner Escaneado con CamScanner 16 Homero, Hesiodo, Séfocles, Ovidio, Euripides y otros Frente a la desesperacién y al coraje de ese anciano que se atre- ve a arrojarse a los pies de su peor enemigo, Aquiles se encuen- tra desconcertado. —Te he traido regalos costosisimos —agrega Priamo, sollo- zando. —Levantate —responde el héroe, emocionado hasta las l4- grimas. Entonces, dejando su tienda, va a recoger el cadaver de Héc- tor para devolvérselo él mismo a su padre, y agrega: —Estds agotado, Priamo. Ven, pues, a beber y a comer. Qué- date aqui y duerme sin temor. Te prometo que regresards a Troya cuando el alba, con el cuerpo de tu hijo, sin ser molestado. La pira funeraria de Patroclo no llegard a ser encendida: al dia siguiente, después de la partida de Priamo, y mientras Aqui- les lanza un terrible asalto contra los muros de Troya, el raptor de Helena, Paris en persona, se desliza fuera de la ciudad, sin du- da gracias a los consejos de Apolo, su dios protector. Ve a Aqui- les que esta corriendo y, con su arco, despide una flecha que va a clavarse... jexactamente en el pie del guerrero! Aquiles, cuyo talén est perforado, cae. Arranca la flecha, ve que la sangre sigue fluyendo y comprende que su vida se va con ella. El oréculo ha dicho la verdad. —jPatroclo, me reuniré contigo! —grita antes de exhalar un tiltimo suspiro. Aquiles muere. Ahora que su destino se ha cumplido, Tro- ya podra caer, tal como el ordculo lo predijo. ;Pero cémo? ;Por medio de qué artimafa? Pues Aquiles ha muerto, y Troya sigue en pi Los griegos disputaron a los troyanos el cadaver del gran Aqui- les y lo condujeron a su tienda. La bella Briseida inundé de l4- grimas el cuerpo de un amo que no tuvo tiempo de querer. Ella Escaneado con CamScanner Mitos Clasificados 1 u7 misma encendié la pira sobre la que yacian los cadaveres de los dos fieles amigos. Como lo requeria la costumbre, corté las largas trenzas de su cabello para arrojarlas entre las llamas. Una vez que las cenizas de Aquiles, mezcladas con las de Pa- troclo, fueron recogidas, los griegos las encerraron en una misma urna, que enterraron en la cima de una colina. Hoy, los pasajeros de los navfos que atraviesan el antiguo He- lesponto pueden, todavia, ver esta colina’. La urna ya no exis- te y las cenizas, desde hace mucho tiempo, se han mezclado con las ruinas de Troya... Una ciudad que el poeta Homero Ilamaba Ilién, y que Ulises habria de tomar por medio de una asombro- sa artimafa. Este es el tema principal de La Miada. Siglos después, Aquiles y Ulises reaparecerdn en la célebre obra de Dante Alighieri, la Divina Comedia. 2 En la actualidad, es el estrecho de los Dardanelos, que une el mar Egeo con el_ mar de Marmara. Escaneado con CamScanner LOS HOMBRES Y LOS DIOSES Et Mito DE PROMETEO El don robado a los dioses Del matrimonio de Gea y Urano, primeros entre los dioses, nacieron los Titanes, entre quienes se cuentan Japeto y Crono. Japeto es el padre de Prometeo; Crono, de Zeus. Primos por par- te de su padre, el enfrentamiento de estos dioses serd crucial para la historia de los hombres. Los humanos fueron creados por los dioses inmortales' y, en un principio, vivian en total bienaventuranza, sin necesidad de trabajar para lograr su sustento. Pero ocurrié que, una vez, hombres y dioses se encontraron en Mecona, con la finalidad de separar los lotes. Prometeo, el hijo de Japeto, representaba a los mortales. Zeus, su primo, hijo de Crono y rey de los dioses, era el delegado de los habitantes del Olimpo. " Sostiene Ovidio en su Metamorfosis que fue Prometeo quien, siguiendo érdenes de los dioses, modelé a los hombres con arcilla. Escaneado con CamScanner uM Hesiodo - Ovidio - Euripides - Virgilio y otros Prometeo quiso engafar a Zeus para favorecer a los hombres. Para ello, tomé un buey y lo abrié. De un lado, puso la carne y las visceras —es decir, la parte comestible—, envueltas en el vientre del animal. Del otro lado, colocé los huesos pelados y los cubrié con toda la brillante grasa. Hecho el reparto, se lo ofrecié a Zeus. —Zeus, el mis ilustre y poderoso de los dioses inmortales —lo adulé Prometeo, el de corazén astuto-, elige, de las partes, la que te dicte el coraz6n. Zeus, gracias a su capacidad de anticipar los sucesos, se dio cuenta de la astucia tramada por su primo. Sin embargo, se dejé llevar por el ofrecimiento de Prometeo, como si lo que este habia dispuesto hubiese logrado engafiarlo, y tomé con sus dos manos la blanca grasa. Y aunque conocia la falsedad, al ver que bajo la brillante grasa solo habja huesos pelados, se irrité, y la cdlera le alcanzé6 el corazén. ~jHijo de Japeto, amigo mio! —le grité Zeus indignado-. jCrees que puedes vencerme a mi, que reino por encima de dio- ses y hombres! Si querias favorecer a los hombres con esta treta, solo lograste perjudicarlos. Ahora mismo les he de quitar el fue- go, y nunca jamds volveran a tenerlo. Asi hablé Zeus, y los hombres se quedaron sin el fuego. Pasé el tiempo. Prometeo veia suftir a los hombres. Sin fue- go para cocer los alimentos, sin fuego para protegerse del frio ni alumbrarse. Flacos, faltos de fuerzas para defenderse de las fieras, y de inteligencia para sobreponerse a ellas. Y antes de que la raza humana desapareciera de la Tierra, Prometeo, por segunda vez, desobedecié la orden del rey de los dioses. Subié hasta el Olimpo y le robé el fuego a Zeus. Lo escondid en el hueco de una caiia y lo llevé hasta la Tierra. Pero enseguida Zeus vio desde lejos el brillo del fuego, alld, entre los hombres. No se digné a quitarselo por segunda vez; en Escaneado con CamScanner 35 Los hombre cambio, les preparé un nuevo castigo. Un castigo sutil y encu- bierto, del que los hombres ya nunca mas podrian librarse. Las carcajadas de Zeus resonaron por el cielo mientras le gritaba a Prometeo, que permanecia en la tierra: —jJapetonida’, te alegras de que me has robado el fuego y lo- gtado engafiar mi inteligencia! Yo, a cambio del fuego, les daré un mal con el que todos se alegraran de coraz6n. Ya verds a los hombres acariciando con carifo su propia desgracia. Eso dijo Zeus, cuando ya habia decidido crear a la mujer para castigo de los hombres. EI nacimiento de Pandora En venganza por el robo del fuego cometido por Prometeo, Zeus decidid el nacimiento de la mujer. Le ordend a su hijo Hefesto, dios del fuego, mezclar tierra con agua, infundirle voz y vida humanas, y crear una linda y encantadora doncella. Le ordené también que la hiciera bella, con un rostro semejante al de las diosas. Una diadema de oro fue el obsequio de Hefesto a su nueva criatura, Luego Zeus la condujo ante Atenea y le pidié a la diosa que le ensefiara a tejer finos encajes. Palas Atenea la adorné con un vestido de blancura resplandeciente y rodeé sus sienes con coro- nas de hierba fresca trenzadas con flores. Afrodita la colmé de gracia y sensualidad irresistibles. Después, Zeus la llevé junto a Hermes, el dios mensajero. A él, le pidié que le diera a la mujer una mente cinica y un cardcter caprichoso. Zeus mismo puso en el coraz6n de la virgen la curiosidad, que pica y aguijonea los sentidos. ? Se llama Japetonida a los descendientes de Japeto. Escaneado con CamScanner % Hesiodo - Ovidio - Euripides - Virgilio y otros Cada dios que se acercé a la joven le dio un don, y por eso la llamaron Pandora, porque todos los dioses le habfan concedido un regalo. Pero todos los obsequios juntos eran para la perdicién de los hombres. Entonces Hermes, rapido mensajero, entregé el espinoso ¢ irresistible regalo a Epimeteo, hermano de Prometeo. Asi como Prometeo se distinguia por su astucia y su previ- sién, Epimeteo lo hacia por su torpeza. Y aunque su hermano, enemistado como estaba con Zeus, le habia advertido que no aceptara ningun regalo que viniera de parte del rey de los dio- ses, Epimeteo olvidé las recomendaciones y acepté a la bella e irresistible doncella. Y esta fue la calamidad que Zeus envidé a los mortales, ya que de ella desciende la estirpe de las mujeres. Conviven con los varones sin conformarse con la penuria. Para desgracia de los hombres hizo Zeus a las mujeres, siempre ocupadas en perni- ciosas tareas. Una jarra bien tapada Prometeo, que cuidaba de la estirpe de los hombres mas que de si mismo, habia aprisionado en una jarra todos los males que existen en el mundo. Con una enorme tapa, cerré aquella jarra y la guards, escondida, en la casa de su hermano Epimeteo. Ni los dolores, ni la fatiga, ni la vejez, ni las enfermedades que acarrean la muerte molestaron desde entonces a los hombres que vivian una vida libre de males. Prometeo, cuyo temor por el bienestar de los hombres nunca se aplacaba, habfa recomendado a su hermano: —Epimeteo, esconde esa jarra y no la abras jamis, ni dejes que nadie lo haga. Escaneado con CamScanner 37 Los hombre Durante afios, la jarra estuvo cerrada y escondida en la casa de Epimeteo. El dia en que él contrajo matrimonio con Pandora, Prometeo le repitié a su hermano el consejo. ~—Pandora —le dijo Epimeteo a su nueva esposa—, ahora eres ta la que gobierna mi casa. Puedes ocuparte de todo lo que en ella encuentres, salvo de esa jarra que me dio mi hermano, pues me pidid que jamés la abriera. —Cuéntame qué hay dentro de la jarra —le pidié Pando- ra, a quien Zeus le habia clavado la curiosidad en medio del pecho. -Ni yo mismo lo sé —respondié Epimeteo. Pandora no creyé en las palabras de su marido: mas bien pen- s6 que aquel le escondia un valioso secreto. Y aproveché la pri- mera ausencia de Epimeteo, para abrir la enorme tapa de la jarra. Al instante, todos los males que estaban encerrados en ella se es- parcieron por el mundo. Solo la Espera permanecié allf dentro, atrapada en los bordes de la jarra. Y no sabemos si el encierro de la Espera es un mal mas o el tinico bien que nos queda a los mortales. Prometeo encadenado Zeus no dejé a Prometeo sin castigo. Mandé a su hijo Hefes- to, escoltado por Bias, la Violencia, y por Cratos, el Poder, para que encadenaran a Prometeo. Con indestructibles cadenas, lo ataron a una roca, en las montafias del Caucaso. Alli lo dejaron, en esas inmensas soledades. Y envié Zeus un dguila que, cada dfa, se abalanzaba sobre el higado de Prometeo encadenado y lo devoraba. Por la noche, el higado se regeneraba. Mas, al dia siguiente, todo lo que el higa- do habja crecido, el ave de amplias alas lo volvia a devorar. Este Escaneado con CamScanner #8 Hesiodo - Ovidio - Euripides - Virgilio y otros castigo sufrié Prometeo por muchisimo tiempo, tanto que las vidas humanas son incapaces de medirlo. Hasta que un dia, He- racles*, hijo de Zeus y de madre mortal, lo liberé de sus cadenas y maté al dguila. Los relatos de este mito fueron tomados de distintas fuentes; Hestodo (Teogonia, Los trabajos y los dias), Apolodoro (Biblioteca) y Ovidio (Metamorfosis). > Heracles es el més célebre y popular de los héroes. Mas adelante presentamos el mito referido a él. Escaneado con CamScanner Pinamo y Tisne PIRAMO Y TISBE Vecinos en Babilonia Las murallas de adobe de Babilonia no pudieron guardar el secreto de Piramo y Tisbe. Eran los jévenes mas hermosos de Oriente y quisieron los dioses que sus casas fueran contiguas. Esa vecindad hizo que se conociesen. Piramo, al ver a su vecina con un ligero vestido de verano, cefido al cuerpo, cargando una cesta de frutas, se dijo: “No lo puedo creer. Parece la hija de un dios. ;Lstima que jamds se fijard en mf, que no soy mis que su vecino! Seguro que se casard con un principe de Ninive'””. Entretanto, Tisbe murmuraba para si: “;Esos musculos! No ha de haber en la Tierra otro muchacho semejante. (Qué pena ser su vecina! Ay, quisiera ser la hija de un jefe del ejército o la heredera a soberana de un reino lejano para que él se fijara en mil”. A pesar de esos pensamientos, sus bocas sonreian cada vez que se cruzaban, y cada dia, con algiin pretexto, los dos salian a las calles de picdras desparejas con el mismo motivo: ver al otro. Una tarde en que el cielo estaba oscureci¢ndose por nubarrones de lluvia, él se presenté: —Soy Piramo, vivo en el palacio de al lado. Tisbe se rid: —Yo soy Tisbe, la heredera de esta gran mansién —respondid, con un mohin gracioso. Desde entonces, sellaron su amor. Nada podria separarlos jamas. ‘Ninive, antigua ciudad situada a orillas del rio Tigris, fue capital del Imperio asirio en el apo: geo de st poder (c. 705-612 a.C.), en la actualidad en el norte de Irak, frente a la moderna cit dad de Mosul, 55 = Escaneado con CamScanner Mrros Ciasiricavos 3 A través de la pared Quisieron casarse de inmediato, y sus padres se opusieron, aunque ellos no pudieron oponerse al ardor de sus corazones cautivos. Tenian prohibido hablarse y mirarse, pero, por gestos y sefias, se decfan cuan- to debfan decirse porque el fuego puede ocultarse, pero no por eso deja de arder. La pared medianera entre ambas casas tenia un defecto de construc- cién que formé una grieta muy pequefia. Nadie reparé en el error durante muchos afios. Fue Piramo quien divisé la grieta en su cuarto. Acercé los labios y comenz6 a decir en susurros: —Tisbe... soy yo. ;Tisbe! Asi, llamé a su amada durante horas, hasta que ella acerté a pasar cerca de la grieta. Creyendo que un espiritu le hablaba, primero remblé de miedo y luego, de pasidn: —;En verdad eres tii? —Si, Tisbe. La pared esta rota, ;No ¢s increible? Ahora podremos hablarnos cuanto nos dé la gan i nadie lo sabré, mi amo —respondié Tisbe. Durante toda la tarde, se agitaron al ofr sus respiraciones, al cantar como nifios la misma cancién entre risas, pero muy pronto eso les resulté insuficiente. La gruesa pared les impedia acercar sus cuerpos. —jPared envidiosa! Por qué te interpones entre dos enamorados? ¢ quejaba Tisbe, para arrepentirse al instante—: Sin embargo, jte debemos que nuestra voz llegue a oidos amigos! Piramo suspiraba, envuelto en la pasién: —Si al menos pudiéramos unir nuestras bocas en un beso... jLa voz es dulce, pero necesito tocarte, querida Tisbe! Después de hablar asi, al anochecer debieron decirse adiés, y cada uno envid besos que no Ilegaron a los labios del amado. Durmieron sin calma, perdidos en suefios de murallas que los sepa- raban, infinitas como el tiempo. 56 = Escaneado con CamScanner Escaneado con CamScanner Mrros Ciasiricavos 3 El plan A la mafana siguiente, cuando los rayos del sol ya habian secado las hietbas mojadas por el rocfo, se reunieron con prisa, uno a cada lado de la pared. Sus palabras estaban tefidas de la impaciencia de sus cuerpos jovenes, del deseo de estar juntos, de correr por los campos tomados de la mano, de reir y jugar. sbe volvié a quejarse. —;Qué fastidio! —jAlgo debemos hacer! Tengo un plan —sugirié Piramo. Y le susurré a su amada el plan para engafiar a los guardianes que les impedian verse, sus propios padres. Durante la noche, se irfan de sus casas en el momento en que a cada uno le fuera posible. Ya en el exterior, se alejarian de los muros de la ciudad hacia los campos, camino al cementerio. En un sepulcro eleva- do al lado de una planta de moras blancas, junto a una fuente de agua, se encontrarian para unirse. Aprobaron el plan y no hicieron més que sentir impaciencia por cl fin del dia, por la lenta oscuridad de la noche. Fuga al cementerio Fue Tisbe, astuta, quien primero pudo escapar de su casa. El amor agudiz6 su osadia. Apenas giré el picaporte y cerré la puerta tras de si, caminé entre las tinieblas de la ciudad dormida con la cara cubierta por si se cruzaba con algtin conocido. Legs al sitio acordado, donde sélo existfan el silencio, el canto de los grillos y el reflejo de los frutos pali- dos a la luz de la Luna. Sentada bajo las ramas protectoras, advirtié que una leona se desli zaba hacia la fuente cercana para aliviar su sed. En el hocico, atin bri- llaba la sangre de su reciente cacerfa: acababa de matar un buey y que- ria calmar su sed... Trémula de espanto, Tisbe huyé a campo traviesa y en el camino perdié el velo que la cubria. Se refugié en la gruta de una montafa. 58 = Escaneado con CamScanner Pinamo y Tisne {Qué podia hacer? Durante un tiempo se mantuvo alli, paralizada, ;En qué dificil situacién se encontraba! La leona, luego de saciar su sed, encontré el velo y lo destrozé con la boca todavia ensangrentada, per- digndose, al fin, égil, por los campos. Entretanto, Piramo, angustiado por la demora, logré escapar de su casa y corrié presuroso hacia el cementerio. Sélo vio, en el polvo, a sus pies, las grandes huellas de un felino; no vio a Tisbe. Entonces, entre la hierba mojada por el rocfo temprano, encontré el velo destrozado, con rastros de sangre. All se encontraba la razén de su vida... devorada! Una bestia san- guinaria habia decidido dar fin a toda la felicidad a que podia aspirar. {Qué imprudente habia sido! Si asi lo querian los dioses, dos enamora- dos moririan esa triste noche. Pframo no deseaba la muerte, claro que no. Su corazén rebosaba de salud, su juventud estaba completa de suefos, pero en ese momento, la culpa lo asfixiaba. —Querida Tisbe, yo te hice perder, yo te suger{ que viniéramos a estos lugares donde sdlo hay miedo y horror. (Qué descuido! ;Tt, casi una nifia, en este cementerio, acechada por muertos y fieras hambrien- tas! :Dénde estan, leones malvados? ;Devoren mi cuerpo también! Su anhelo fatal, sin embargo, no se cumplié. En vano esperé el rugido asesino, la garra mortal, los filosos colmillos desgarrando su carne. La solitaria leona dormia, saciada y serena, en una oculta guarida, y Tisbe atin no se animaba a salir de la cueva. Si lo hubiera hecho antes de que Piramo, loco de culpa, decidiera darse él mismo lo que las fieras de la noche le negaban...! Se aferré al velo, buscé el drbol de moras, tomé uno de sus frutos maduros y lo comis. Luego, dijo: —Bebe ahora tii, drbol, mi sangre como ya bebiste la de mi amada Tisbe. Sacé una espada y, sin dudar, se la hundié hasta que el brazo, laxo, solté la empufiadura y cayé en el suelo. La sangre fue absorbida por la tierra y las sedientas raices del arbol se alimentaron de ella. En instan- tes, las moras se volvieron purpuras, tintas en sangre. 59 = Escaneado con CamScanner Mrros Ciasiricavos 3 Los frutos oscuros Tisbe, recuperando la osadfa, toms la decisidn. Salié de la cueva, regresé al silencioso campo donde yacian los muertos, deseando ver a Pframo para contarle la aventura por la que acababa de pasar. ;Ella, que apenas habia visto los jardines de su casa, habia estado a metros de una leona! Pensando en cémo se reirian de esto, se acercé al érbol, pero entonces dud recuerdo —,No quedaba aqui la morera? Esta tiene frutos oscuro: bien que eran blancos... Qué extrafio! Debo estar en otro sitio. El cercano sepulcro le indicaba que no estaba equivocada. Volvié a mirar los frutos, bajé los ojos, vio un bulto en la tierra, un bulto exani- me, un cuerpo atin tibio. Al instante, sus gritos atravesaban las rocas y las montafias y se precipitaban en los abismos, con un eco de lamentos sin fin: — Qué es esto? ;Piramo! ;Qué desgracia se abatié sobre ti! ;Piramo! jTe estoy llamando, estoy diciendo tu nombre! jLevanta tu cabeza! jNo puedes estar muerto, mi amor! Entonces, en un esfuerzo sobrehumano, los parpados de Piramo se abrieron, su hermosa cabeza se movié con un gesto indescifrable, un gesto que expresaba infinita sorpresa. Luego, para siempre, los ojos se cerraron. Tisbe suspiré, herida por esa mirada que anticipaba el fin. Miré alrededor, perdida, hasta que vio su velo roto, con manchas oscuras. Records el hocico de la leona, manchado también con sangre. Descubrié a un costado del muerto, la espada de marfil sin la vaina, htimeda todavia. i! —exclamé—. Tu mismo, amor, te has dado muerte! i Todo el silencio de la noche, todo el temblor de las estrellas, estre- mecié su cuerpo. —Tu propia mano y el amor por mi han sido la causa de tu perdi- cidn! ;Los dioses te han engafiado, pero yo no te dejaré! Buscé la espada, probé cerrar sus dedos en la empufiadura. —Soy la causa de tu fin, pero también soy quien te acompafara. Si 60 Escaneado con CamScanner Pinamo y Tisne con la muerte te arrancaron de mi, yo les diré a los dioses que no, que tampoco con la muerte te han arrancado de mi. Su mano, antes temblorosa, se hizo firme. Con fiera conviccién, hundié el marfil agudo en su cuerpo. Su sangre, con urgencia, alimen- t6 las mismas rafces. Antes de dejar la vida, ella ordend: —Arbol, ahora que cobijards dos cuerpos desgraciados, pero unidos, te pido que conserves para siempre los frutos negros en seal de luto, salpicados por dentro con nuestra sangre en memoria de nuestro amor. Las stiplicas finales de la enamorada fueron oidas por los dioses, quienes, piadosamente, cumplieron este tiltimo deseo. Mas tarde, devastados por el dolor, los padres de ambos les rindie- ron un homenaje y el destino que en vida les habian negado: guardaron sus cenizas en una misma urna. ° La fuente de estos dos relatos puede encontrarse en Metamortosis, de Ovidio. 61 = Escaneado con CamScanner

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