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Madre primeriza

Las madres primerizas atraviesan unos primeros meses de inseguridad, ya que


experimentan una serie de cambios muy novedosos en sus vidas. Tanto su cuerpo
como su sistema emocional se ven alterados por la acción de las hormonas y el
cuidado del bebé.

El vínculo es el intenso apego afectivo que se desarrolla entre los padres y su bebé. Hace
que los padres deseen colmar a su pequeño de amor y cariño, protegerlo y cuidarlo. Es el
vínculo que hace que los padres se levanten a media la noche para alimentar a su bebé
hambriento y el que les hace estar pendientes de su amplia gama de llantos.

El dolor durante el trabajo de parto es ocasionado por las contracciones de los


músculos y la presión sobre el cuello uterino. Este dolor se puede sentir como un
cólico intenso en el abdomen, las ingles y la espalda, y también como una sensación
de malestar general.
Con esta cifra, una mujer puede llegar a sentir 57 DEL durante el parto (algo así como
lo equivalente a fracturarse 20 huesos a la vez). En el caso del hombre, una patada en
los testículos supone más de 9000 DEL de dolor.

Su cuerpo es tibio y la piel está cubierta de una sustancia grasa y blanquecina que se
llama vérnix caseosa (es producida por la piel del feto en la última etapa del embarazo
y sirve para proteger la piel). Presentan también una fina capa de vello en brazos,
piernas y espalda llamado lanugo.
Su aspecto: Los recién nacidos tienen circulación sanguínea lenta e inestable, por lo
que es común que su piel tome un color rojo oscuro y presenten las manos y los pies
azulados, sobre todo cuando las extremidades están frías.
Los bebés, desde el mismo momento en que nacen, son capaces de saber quién es
su mamá y su papá por su olor y su sonido. Reconocen sus voces por haberlas
escuchado dentro del útero materno, y no tienen duda de quién es su mamá cuando
esta les coge en brazos, aunque no diferencien aún su cara.

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