108 THORIA DESDE FL SUR
se montaron a la ola lacaniana en la era de los post, aquellos a quienes
desconcierta la naturaleza fractal del sujeto humano, su polimorfismo
{y sus multiplicidades. Como si esta fuera tna invencién propia de los
paises centrales. Sila curoteoria hubiese conocido un poco mejor a Afti-
ca, pasada y presente, probabiemente hubiera podide producir mucho
tiempo antes una nocién mas compleja de la noci6n de persona humana
fundada en un espacio-tiempo multidimensional.
2. Liberalismo, policulturalismo
e id-ologia
Reflexiones sobre ciudadania
y diferencia
He aqui dos fragmentos de discursos del pasado sudafricano-
reciente,
nosottos los negros (la mayoria de nosotros) detestames la
etnicidad con todo nuestro ser (Desmond Tutu, 1981,® futuro
arzobispe de Ciudad del Cabo).
Paral clérigoanglicano, en los iltimos afios del apartheid, as identidades
culturales “nativas" eran poco mis que una excrecencia del racismo
colonial.
‘Tenemos la obligacién de identificar y definir las principales
cortientes de la tradicin [africana] y de incorporarlas a las
entidades politicas modernas y técnicamente avanzadas que
procuramos construir (Penuell Maduna, 1999,” Ministro de
Justicia y Desarrollo Constitucional)
Para el ministro de gabinete, los productos de esas mismas identidades
constituyen un elemento necesario para la construccién del estado-
nacién poscolonial.
cA qué se debe Ia diferencia? A veinte afios 0 més de historia de la
diferencia.
69 Fsta afirmacién, realizada por primers wee en un ariclo escrito paral
TInsikuzo Afroamericano, esti publicada en Tuta (1984: 121). Flasido mey
ida, Para dos elemplos recientes, éarae Lijphart (1905: 281) y Oomen
(2002; 3),
"70 “Revist Caltural Values", Zandile Nkutha, Phe Satan 17 de noviembre de
1992, p. 2. Maduna reliza eta afrmaciGn en un dscurso pronunciado en
1 conferencia sobre derecho consitucional. Entce su pablico se contaban
lideres de la Comunidad para et Destro Sudafrcano (mejor conceida por
su sigs en inglés, SADC).11a OEM COPAY HL AD
‘Ni Kymlickay Nortuan (2000: 1 estin en lo cierto,eldebatedelafilosofia
icama viene ocupdndose durante los tiltimos afios
tiones a las que tipicamente considera desconectadas una de
‘otra: por un lado, “Ios derechos de las minorias y el multiculturalismo”,
Y por oto, la naturaleza de la ciudadania democritica. Esto resulta poco
sorprendente tratdndose de un programa intelectual dedicado en buena
medida al estudio de la politica occidental; después de todo, el ascenso
tiunfal del capitalismo neoliberal, los nuevos patrones de migracién
masiva y el surgimiento de movimientos étnicos y religiosos supieron
poner en apuros al estado-nacién bajo su forma moderna. Pero zcual es
la relevancia de estas cuestiones fuera de los paises centrales?
Cun significativas resultan para la realpolitik cotidiana del resto
del planeta? En Jo inmediato, al menos, no parecerian especialmente
acuciantes para la Sudafiica post apartheid. OLOGIA. 111
mados por, ctras formas de autoridad. Esta autoridad, como veremos,
no se adapta ficilmente a la hegemonia del Estado liberal moderno, si
bien ese mismo Estado siempre la invocé como su lado oscuro reprimi-
do. Nos referimos al reino de las costumbres, de érdenes alternativos
de ley y justicia, del uso de la fuerza, de derechos y responsabilidades,
incluso de impuesto y tributo. EI ciudadano genérico de la Sudafrica
poscolonial tal vez sea el individuo portador de derechos que describe la
‘nueva Constituci6n; también, quizas, el individuo portador de derechos
~tipicamente urbano, cosmopolita— que da por supuesta buena parte
del discurso de los medios masivos de comunicacién. Por el contrario,
las nuevas organizaciones politicas de base étnica y los liderazgos tradi-
cionales" hablan en términos de stibditos y de un ser colectivo (véase
Madmani, 1996).
Para la mayoria de los sudafricanos es la coexistencia de estos dos tro-
pos, el ciudadano y el sibdito, la que configura su pertenencia nacional
en términos practicos. Pero esta coexistencia, a pesar de la Declara-
cién de Derechos, no siempre se reduce a un acomodamiento sencillo,
“flexible” (véase Ong, 1999): ¢s muy probable que la vida como ciuda-
dano nacional y la vida como sibdito étnico terminen eruzindose -a
menudo, de manera incluso contradictoria~ y haciendo de la nocién
de persona politica una experiencia fragmentada, fractal. Cuando esto
ocurre, la sociologia concreta de ciudadanfa de la “nueva” Sudafrica
enfrenta el reto mayor del pluralismo demucriitico: la ciudadania no
‘al como Ia concibe una filosofia politica pensada para un futuro nor-
‘mativo, sino la ciudadania tal como se presenta en la politica conereta
de un presente vivo.
De esta forma, la pregunta por el sujeto politico poscolonial deja de
resultar meramente relevante para la construccién de la “nueva” Sudalfii-
cay se vuelve decisiva. Pero zqué luz arroja esta historia en curso sobre
los debates fileséficos acerca de la ciudadanfa y la diferencia sui géneris?
Como pudo dar forma a un discurso que es duramente prescriptivo y,
sin embargo, continta encuadrando el problema de la nocién de per-
sona politica en términos euromodernos? Es verdad, el progresismo ha
71 En oo trabajos (véanse, por ejemplo, 1987, 1992, 1998), procuranos
problematiar el eoncepto de tadieicn y, por extensn, cde lideraego
“tradicional. Agu deaplegatnon el iérming esietamene en reference al
so verndculo. “Lideraego tradicional se ha converido en Sudfrca en una
tiqueta genética para referise a cualquier forma de gobierno autcetono,
sfneano,112 TRoRIA DESDE EL SUR
convertido en un lugar comiin Ia idea de que el “multiculturalismo” debe
ser interrogado en su particularidad empirica, que toma formas labiles
y diversas, que las democracias liberales deben ~algunos dicen pueden—
ser capaces de adaptarse a ellos (Modood, 2000; Levy, 2000; Kymlicka
y Norman, 2000). Aun asi, por més que esto complique las cosas en un
sentido productivo, deja sin teorizar la cuestign mas dramatica de todas.
ia liberal encuentra una politica de
Ia diferencia que no puede abarcar ética o ideolégicamente dentro de su.
definiciOn del bien comiin, una politica de 1a diferencia que no se satis-
face con el reconocimiento, con Ia tolerancia, y ni siquiera la concesi6n
de ciertos derechos, una politica de la diferencia que recurre ala justicia
Jo la violencia en prosecucidn de sus fines, entre los que se cuentan los
términos mismos de su condicién de ciudadania? Una situaci6n que, no
hace falta recordarlo, se repite una y otra vez a lo largo y a lo ancho del
mundo en los primeros afios del nuevo siglo.
Este problema presupone otros: gpor qué la cuestion de Ia cindadania
ogra captar la atencién, tanto popular como académica, en este mo-
‘mento en particular en que el estado-nacién moderno y los modos de
representacién politica que este supone son objeto de un intenso de-
bate? Como ocurre con la “sociedad civil” (véase Comaroff y Comaroff,
1999b), que disfruta de un renacimiento similar desde fines de los aiios
‘ochenta, el modo en que este concepto se despliega suele ser tan vacuo
como su atractivo, De hecho, parece haber una relacién groseramente
proporcional entre su vacuidad y su capacidad de seducir a las masas.
ePor qué las discusiones acerca de identidades fractales y los términos de
pertenencia nacional terminan dirimiéndose cada vez mis en términos
judiciales? ;Serd posible encontrar aqui, y en otros espacios de confron-
tacién, antes que en ¢l ambito de la elaboracidn de teorias normativas y
de la prescripcién politica, la aparicién de soluciones pragiaticas a las
paradojas que plantea la ciudadania en organizaciones politicas funda-
das en diferencias endémicas ¢ irreductibles?
Estas preocupaciones, estas preguntas, constituyen el contexto de Io
.gGneas, la ciudadanfa siempre se presenta en tensién inmanente con el
policulturalismo; adviértase el término, que habremos de explicar més
adelante, Como resultado de ello, la ciudadania es un terreno en el que
distintas formas de subjetvidad Tractales, cada ver mas hreconciliables
cenire si, encarnadas en grupos de personas autodeterminados, pueden
dar rienda suelta a distintas posibilidades de accidn social en procura de
LIBERALISMO, POLICULTURALISMO E 1 OLOGIA 113
alcanzar sus intereses, ideales, pasiones y principios. Es en este terreno
que el sentido moderno de ideologia da paso a la icologfa, la bisqueda
de un bien oa menudo varios bienes colectivosa los que se tiene derecho
cn virtud de una identidad compartida, en el marco de un proceso que
cen general transforma en igual medida la organizecién politica liberal
moderna y el reino de las costumbres, El término ‘dologia no es nues-
tro: lo hemos tomado de un discurso piiblico originado en Sudéfrica. En
un reportaje periodistico,* Rapule Tabane y Ferial Haffajee sostienen
que ha llegado a su fin la Era de la Ideologia, uns era “de ideas com-
prometidas en un enfrentamiento genuino”, vencida por una mezcla de
condiciones hist6ricas mundiales y locales. En su lagar se advierte hoy
un tipo despolitizado de “politica mestiza”, en la cual las plataformas de
los distincos partidos politicos tienden a converger en puntos similares,
los lideres carismaticos cristalizan su popularidad 2n “marcas politicas
construidas a sn medida’, y las diferencias quedan confinadas a la imple-
‘mentacién de politicas yla distibueién de ventajas materiales, El restlta~
do de ello-y esto lo sostenemos nosotros, no Tabare y Haffajee- es que
la pertenencia politica, y las contradiceiones que implica, se convierten
por sobre todas las cosas en un lugar de udologia donde distintos tipos de
identidad luchan por expresarse en una politica de la vida cotidiana. A
partir de lo cual se originan nuevas formas pricticas de gobernanza,
‘Permitasenos una aclaracion final que reitera la tesis central de este
libro. Si bien aqui organizamos nuestro argumento en torno a Sudafrica
~, en términos generales, a las poscolonias-, lo que tenemos para decir
se aplica, cada vez mas, ala forma misma del estado-saci6n. Y por tanto a
Euronorteamérica. OLOGIA 14
a despecho de la Declaracién de Derechos, observ6; y era apenas un
cuestién de tiempo que comenzaran a aparecer casos que desafiaran
eurocentrismo en nombre de la diferencia cultural. Mientras tanto, estas
tensiones se manejaban dia tras dia de una manera pragmatica, haciendo
que la leyreal de la “nueva” Sudafrica fuera mucho mis compleja y
diversa de lo que varios juristasestaban dispuestos a reconocer**
Y pronto veremos cuin compleja era
No obstante, antes de abordar las tensiones pragmtias y coneretas
del dia a dfa entre la Constitucién y el reino de las costurmbres ¢s nece-
sario ofrecer unas escuetas observaciones genéricas acerca del estaclor
nacién poscolonial, ya que s6lo por medio de una contraposicidn entre
lo general y lo particular podremos entender los modos en que ~aligwal
{que en cualquier otra parte del mundo la ley del pafs y la vida cultur
de sus habitantes traban discusioies respecto de la soberana, a ciudad:
fa y los limites de la democracia liberal.
REFLEXIONES SOBRE LA POSCOLONIA
En cierta medida, a comienzo de los aiios noventa la idea de que “pe
colonialidad” significa cosas dispares para distintas personas parece
vertirse en un lugar comin (véanse Darian-Smith, 1996; McClintock,
1992): en ese contexto, algunos dicen que, si bien la idea de poscoloni
lidad denota temporalidad, hace referencia a algo mas que s6lo un ti
1po “después del colonialismo” (Prakash, 1995), que en su vor. positiva
evoca una “conciencia oposicional” subalterna (Klor De Alva, 1995: 245).
¢ incluso que “pone en primer plano una politica de {...] lucha” (Mish
y Hodge, 1991: 899). Cada una de estas afirmaciones fue discutila
su momento, pero 60 es harina de otro costal. Lo que nos intere
aqui es advertir que todos los esfuerzos por poner el énfesis en wn ti
de sensibilidad construida desde Ia perspectiva poscolonial most
siempre cierta tendencia a tratar el estado-nacién poscoloaial como u
clave te6rica 0 un cimiento sobre la cual erigir argumentos acetea del
pasado, la identidad, la ciudadania, la conciencia y muchas otras cosy
sin el lastre de los hechos establecidos por las historias, las economias
92 La jueza Mot goro también ha escrito sobre el tema; vase Mokgow (181)
sole sus concepeiones tempranas.124. TEORIA DESDE EL SUR
las sociedades concretas.” Claramente no estamos aqui para “teorizar”
sobre la poscolonialidad en si, aun sifuera posible hacerlo en abstracto.
Pero es preciso establecer algunos principios fundamentales para alcan-
zar cierta comprensi6n de las formas emergentes de gobierno, politica
y subjetividad popular en la Sudafrica post apartheid o en cualquier otro
lugar.
Estos principios tienen que yer, en buena medida, con el vineulo
entre Estado y nacién, nacién y Estado. Algunos de ellos, de manera
obligada, retoman cuestiones que ya hemos discutido con mayor detalle
en publicaciones anteriores (véanse por ejemplo, 2000a; 2000b).
La nacién moderna ~como sefalara, entre otros, Benedict Anderson
(1993) es una comunidad imaginada, supuestamente definida por
su homogeneidad cultural y por un sentido amplio de “fraternidad
horizontal’. Es cominmente aceptado que este imaginario euvo més de
aspiracién que de logro, ya menudo su proceso de conformacién estuvo
signado por cl empleo de medios violentos. De Westfalia en adelante, la
organizacién politica europea fue siempre un work in progress: nunca un,
articulo singular y definido, sino uno que manifesté una gran cantidad
de variantes a lo largo del tiempo y el espacio. Mas ain, a pesar de su idea
de una sociedad integrada por personas portadoras de derechos ¢ iguales
ante Ia ley, durante su historia excluys a muchas de ellas de la politica y
del bien comin (y se mostr6, por lo general, hostil a la diferencia). No
obstamte, la ficcién de una unidad de esencia, afectos ¢ intereses con un,
propésito y una civitas en comiin sirvi6 de fundamento a la legitimidad
del Estado como tinico garante de los derechos individuales y el bienestar
comin de os ciudadanos. De alli la ligadura, Ia indivisibilidad de la
relacidn entre Estado y nacién.
Bastante se ha dicho en los tiltimos tiempos respecto de Ia supuesta cri-
sis de la organizacion politica moderna bajo el impacto del capitalismo
global: acerca de a limitacién de su soberania; acerca de su pérdida de
control sobre la economia politica, la produccién cultural y el flujo de
personas, monedas y mercancias; acerca de una disyuncidn cada vez ma-
yor entre Fstado y nacién (véase Appadurai, 1990). Ya sea que el estado-
nacién esté vivito y coleando, rengo 0 en proceso de metamorfosis -no-
sotros nos inclinamos por esta tiltima alternativa-, una cosa sies clara. La
98 Desde el primer borrador de este ensayo se ha escrito mucho mas sobre el
tema. Pedimmon al lector que perdone elanacronismo en igor de verdad, a
fect sustancalmente el desarrollo que sigue acontinuaci.
LIBERALISMO, POLICULTURALISMO F >OLOGIA 125,
anterior nocién, real o ficticia, de unas organizaciones politicas basadas
en la homogeneidad cultural y en un sentido de fraternidad horizontal
répidamente va cediendo paso a comunidades imaginadas de diferen-
Gia, multiculturalismo ¢ idologia. Esto es valido incluso en lugares tan
uadicionalmente reacios a la heterogeneidad como el Reino Unido, un
Estado que hoy, mis alld de los ocasionales enfrentamientos raciales en
las calles de los pueblos del norte, gusta de considerarse -que nos per-
done Beanetton- Unido en su tolerancia a los Colores y las Culturas, Y
también en lugares como Botsuana, de los que durante mucho tiempo se
pens6, si bien de manera inexacta, que eran relativamente homogéneos,
Desde luego que la incidencia cada vez mayor, desde 1989 en adelante,
de las luchas culturales y la etnopolitica propicié una gran variedad de
discusiones acaclémicas, No es necesario retomarlas aqui. A los efectos
pricticos, basta con que registremos el hecho.
Para la mayoria de los estados-nacién poscoloniales la politica de la
diferencia no es nada nuevo, Conviven con la heterogeneidad desde
sus inicios. Fruto de largas historias de colonizacién, estas organizacio~
nes politicas por lo general hicieron su ingreso en el nuevo orden mun-
dial cargando legados de diversidad éinica inventados 0 exacerbados
en nombre de ta gobernanza imperial. Los regémenes coloniales abo-
cados a la administracién del capitalismo racial nunca constituyeron
naciones en el sentido euromoderno del término, ni siquiera cuando.
revistieron a sus “posesiones" con las pompas y honores de la naciona-
lidad, A su paso por lo general dejaron no sélo una marcada ausencia
de infraestructura, sino también un legado de diferencia fragmentada.
Esto se ve exacerbado, desde fines del siglo pasado, por algunos de los
corolarios culturales y materiales del neoliberalismo: el desplazamiento
por el mundo de un niimero cada vez mayor de personas en busca de waba-
joy oportunidades comerciales; la mediatizaci6n transnacional de signos,
cstilos ¢ informacién; la aparicién de una comunidad electronica, la
reciente hegemonia del mercado y, con ello, la destilacién de la cul-
tura en la propiedad intelectual, una mercancia que es posible poser,
patentar o comercializar en provecho propio. En este mundo la liber-
tad queda reducida a la capacidad de elegir: elegir mercancias, modos
de vida y, sobre todo, identidades. A fin de cuentas la gran ironia, la
gran contradiccién existencial de nuestros tiempos, es que al parecer
hemos ingresado en una era en que la identidad se ha convertido en
una cuestién volitiva, una actividad de autoproduccién por medio det
consumo y, al mismo tiempo, una ineluctable cuestién de esencia, gené-
tica y biologia.126 THORIA DESDE EL SUR
Como esto deja entrever, as poscolonias muestran muchos rasgos en co-
:miin con Ia organizacién politica moderna a panir de la cual, en buena
‘medida, se vieron obligadas a modelarse. De hecho, cuando se tata de adap
tarse a las consecuencias del neoliberalismo global, parecen exagerar dichos
rasgos. Es porello que en el aspecto temporal parecieran haberse antiipadlo
a la historia actual del estado-nacién euromodemo, como sostiene el sub-
titulo de este libro. Aqui prestaremos atencién tinicamente a dos de estos
rasgos, que son a su vez corolarios de Ja fundacién de las poscolonias no
sobre la homogencidad sino sobre la diferencia, no sobre una profunda frax
temidad horizontal sino sobre un sisterna de dominio que, de manera for-
708a, hacia de los “nativos" lento sujetos portadores de identidad como ~para
determinados propésitoslimitados-individuos portadores de derechos.
El primero de estos corolarios guarda relacién directa con et proble-
‘ma de la reformulacién de la ciudadania. EI estallido de las potiticas de
iddentidad a partir de 1989, sobre todo en las poscolonias, no se limit6 ala
‘cucstion de la etnicidad. La diferencia se formula cada ver més también
‘en términos de género, sexualidad, generacién, raza, religion, estlos de
vida y clases sociales. Y en constelaciones de varias de estas cosas, a veces
aliadas de manera contingente y estratégica. Si bien en su gran mayorfa
Jos seres humanos todavia viven como ciuladanos de algtin estado-nacién,
tienden a considerarse ciudadanos de sus respectivos estados nacién solo
de manera condicional: la complejidad de sus personas puede inchuir ele-
‘mentos que ignoren las fronteras politicas y/o planteen demandas contra
1 bien comiin establecido en su interior. Como resultado de ello, en la
‘medida en que el yo se considera inmerso en una esencia colectiva, una
sustancia innata y un destino primordial, en casi en todos los rincones del
planeta surgen distintas luchas identitarias de uno w otro tipo. Mas ain, la
afirmacién del cardcter autéctono ~que postula como principio primero
los intereses, los derechos “naturales” y las relaciones morales vinculados a
tun determinado lugar de nacimiento-se ha convertido en un modo de ex:
clusion cada ver mas significativo en las distintas organizaciones politicas
nacionales. Esto guarda, a su vez, relacién directa con la medida en que se
considere que los extranjeros socavan la Seguridad de la Paria o la Salud
de la Nacidn, como bien aprendieron los estadounidenses luego det 11/9.
Esen nombre de estos principios, eupuestamente, que en el mundo neali-
beral el Estado se convierte en una empresa de metagestién en nombre
194 Pricticamente lo mismo se dijo antes de las eleciones partamentaias
‘del Reino Unido en 2001: “Con un marco macroeconémico bisiamente
LIBERALISM, POLICULTURALISMO E W-OLOGIA 127
de los sujetos que, mientras buscan por todos los medios ser ciudadanos
slobales de una econorhia planetaria de mercancias y Syjos culturales,
‘demandan también su lugar como accionistas de Ia organizacién-politica:
entendida-como-corporaci6n, Alli reside, entonces, la complejidad de esta
problematica; la naturaleza fractal de la nocién contemporinea de per=
sona politica, e1 hecho de que se revista y se recorte contra una politica
de identidad y diferencia, no necesariamente supone la negacién de una
pertenencia nacional sino apenas su coexistencia incémoda, irresuelta y
ambigua con otros modlos de ser-en-elmundo. Creemos que es esta am-
bigitedad inherente la que vuelve tan atractivo el cardcter aparentemente
concreio de conceptos como “ciudadania" y “comunidad”
Entre los mods de ser constitutivos del sujeto politico del siglo XX,
cen términos populares suele considerarse que los mas intensos son las
relaciones culturales. En muchas poscolonias son también los mas mar-
cados. La etnicidad, al igual que todas las identidades atribuidas, se re-
presenta a si misma como algo simulténeamente arraigado en la sangre
yen el sentimiento, en una comunidad de intereses y, por extensién, en
el derecho “natural”. Simese a esto el hecho de que la cultura es con-
siderada, y comienza a ser protegida, como una especie de propiedad
\electual (véase Coombe, 1998) ~mis atin, como una posesién colec-
tiva naturalmente registrada~ zy cual sera el resultado? EI despertar de
la Era de la Emicidad SA (Comaroff y Comaroff, 2011). Adviértase, al
respecto, que muchos grupos étnicos se han constituido formalmente
como sociedades de responsabilidad limitada, otros se han convertido
cen comerciantes que negocian con su herencia, su paisaje, sus saberes,
sus précticas religiosas y sus artefactos,y otros tantos interpusieron (y g%
nnaron) demandas por la reproduccién no remunerada de sus simbolos
sagrados y secalares. Ello quiere decir que, en la era de la ciudadania
divisible y condicional, este ipo particular de identidad se define sobre
todo por la capacicad de poscer y consumir,” que la politica es conside-
predterminado, el gobierno se wievefnalmente wna cust |. de
[estén microeconémic. [Los labors] sein legidor como adinstradores
de Seetor Pabico de Su Maiesad, sociedad pica de responsabilidad
limita”, Vease “Whatever Happened 0 Big Economic Faal
‘Oixoner (Londres), $ de junio de 2001, Seccin Business, p3.
5 Veasealrespecto la idea de MeMichael (1998: 118) seg la eval el“Extado
ludadano” fue remplazado por el “Estado de consumo”. Véase Heyeman
{1991 72), quien sostione que la dentidad, en todos los ives, se define
hoy pore consumo (séae también Vanderbilt, M7: 141}; no meramente
pporelconsumo de objetos, sino también pore consumo del pasado,
‘the128 TEORIA DESDE EL SUR
rada, cada vez mas, una cuestin de derechos individuales 0 colectivos;
que el ser social en general, ylos errores sociales en particular, se tradue
cen de manera creciente al lenguaje de los derechos.
Bajo esta luz resulta autoevidente que el término “multicultural (ismo)”
¢s insuficiente para describir la quisquillosa heterogeneidad de las pos-
colonias. Reducido casi a chiste por el uso popular, evoca escenas del
*pequefio mundo” de Disney, del compendio The Family of Man (La fax
milia del hombre, célebre exposicién de fotos de 1955], de calendarios
rituales respetuosos de la diversidad humana y demés iniciativas por
1 estilo; en sintesis, de una benigna indiferencia ante la diferencia. El
‘multicultural(ismo), ya sea como sustantivo 0 como adjetivo, no logra
dar cuenta de los dramaticos limites del pluralismo liberal; es decir que
sin importar las visiones ut6picas de ciertos fil6sofos humanistas, la to-
lerancia de las organizaciones politicas modernas frente @ las culturas
se queda corta ante los reclamos de poder politico auténomo 0 de so-
berania legal. En las poscolonias, donde Ia afirmacién de la etnicidad
, recuperade el 7 de julio de
2005. Este nimero comprende tnicamente aquellos paises que redactaron
‘Consituciones enteramemte nuevas (92) 0 que emprendieron una fuerte
revisin dels existentes (13).130 TEORIA DESDE EL SUR
‘ese tren alentaban a los ciudadanos a luchar por sus derechos y enmen-
dar perjuicios por la via legal.
Agqué se debe este fetichismo de 1a ley? En otra parte hemos discuti-
do la cuestiGn in extenso (Comaroff y Comaroff, 2006b; véase también el
capitulo 5 de este libro). De momento, baste decir que el lenguaje de la
legalidad ofrece a las personas que viven en estadosnacién policulturales
un medio supuestamente neutral donde plantear reclamos contra otras,
personas y contra el Estado, trabar relaciones contractuales, negociar va-
lores desiguales y enfrentar los inevitables conflictos surgidos de todas
estas situaciones. Con ello produce una impresidn de cierta consonancia
en el contraste, de la existencia de estindares universales que, como el
dinero, facilian la negociacidn de cuestiones inconmensurables a través
de fronteras que de otra manera resultarian intransitables. A ello debe
el plano juridico su capacidad, sobre todo bajo condiciones de desarti-
culacién étnica y social, de hacer de muchas cosas; una de ellas, tallar
realidades concretas a partir de frigiles ficciones. A ello debe, también,
su hegemonia, a pesar de que dificilmente pueda considerdrsela un ga-
rante de igualdad. En tanto instrumento de gobernanza, permite que el
Estado se represente a si mismo como el custodio de la civlidad contra el
desorden y, por tanto, como aquella estructura que tiene el mandato de
conjurar la comunidad moral por medio de un virtual monopolio sobre
la construcci6n del bien comin a partir de una diversidad de intereses
hostiles entre si (Harvey, 1998), Retomando la cuestin que discutimos
hace un momento, esto pone de manifiesto el auge de las nuevas Consti-
tuciones, redactadas durante la tiltima década. Cada una domestica a su
‘modo la lengua global de los derechos universales del hombre y el impe-
rio de la ley, un idioma que individualiza al ciudadano y procura trans-
‘mutar la diferencia en igualdad, tratando la identidad cultural como un
bien privado antes que como una posesién colectiva,
Cabrfa discutir si estas Constituciones, esta obsesiGn por los derechos
humanos ~de hecho, si el lenguaje de la legalidad misma-, aumentan el,
empoderamiento de aquellos que antes estaban desamparados. Después
de todo, no garantizan el derecho a la vida, sino tan sdlo los derechos a
poseer, significar, consumir, elegir. No obstante, la alquimia de la ley, al
9 Et tren estaba operado por Lgal i una compatia del Arculo 21 (es decir,
sin ines de cro), con una junta de directors representadvos de las
fociedadesjurdiea locales “entre otras, la Asociacisn de Abogados Negros
yl Asociacin Nacional de Abogados Democrticos-y de ls agencias de
‘efensa del consumidor. Recibla apoyo de la Unign Europea.
LIBERALISMO, POLICULTURALISMO F M-OLOGIA 131
igual que la de todos los fetiches, reside en un desplazamiento encanta
do.que resiste la desmitificaci6n: la nocién, no enteramente infundada,
de que los instrumentos legales disponen de medios para orquestar la
armonia social y de esta forma producir algo que antes no existia. Su
encanto también reside en su capacidad de oscurecer lamas brutal de las,
verdades: que el poder produce derechos, y no a la inversa; que la ley es
‘en si misma un producto de lo politico, y no un movimiento primario en.
Ia construccién de mundos sociales; que por sf sola no basta para conver-
lirel caos en orden o el Estado de naturaleza en una sociedad equitativa,
Péngase uno al lado del otro este fetichismo de la ley y el policultura-
lismo de la poscolonia, y el producto resultante quedara sobredetermi-
nado: una organizacién politica donde as batallas sobre la diferencia
en particular, las batallas sobre la autoridad para regir la vida cotidia~
na- tenderdn a plantearse en el plano juridico. A menudo, de hecho,
cen Ta escena teatral de los tribunales. Pero aqui seguramente se plantea
una encrucijada en nuestra historia sudafricana. En la medida en que
Jos enfrentamientos por el derecho a regir la vida cotidiana se dirimen
en el espacio juridico, y en que ese plano a su vez esti dominado por las
instituciones del Estado, qué posibilidad de éxito tienen los reclamos
planteados bajo el signo de la cultura y en el espiritu del policuleuralismo.
contra la Constitucién, contra las leyes de la nacién, contra el dominio
ideoldgico del ciudadano universal portador de derechos? Aqui se refor-
‘mula, en términos generales, la cuestién que planteamos antes. En un
mundo regulado por una jurisprudencia eurocéntrica zno deberiamos
esperar que cualquier afirmaci6n de afromodernidad, cualquier planteo
sobre la soberanfa del reino de las costumbres tenga pocas perspectivas
de imponerse? :No es plausible suponer que este timo no hard sino
desvanecerse motu proprio o bajo Ia presién de la precedente? La teoria
juridica estadounidense probablemente nos daria la raz6n, dada su ten-
dencia a alinear la ley con el poder del Estado. Otros, como quienes sos-
tienen que el multiculturalismo es hostil a la democracia, desearian con
todas sus fuerzas que tuviéramos raz6n.”" No obstante, segtin dijimos, la
99 Bate ipo de creas abarcan un amplio spectro polico que va de los radicals
“por ejemplo Dirt, 1990) alos consenadores. Una vision desde la derecha
Druin, View fom the Right’, Minewe Marin, The Guardian (Reino
‘Unido), 39:de mayo de 200, p. 7,10 plantea en lo siguientes teminar “Lo
‘que deems vis juntony en armoniacs una cultora comin tolerate y
barcadora. Pero la idea misma de ona cultura semejante ex “enunciada por
Jos muliculturalisas como una noc supremacist y rc”132 TEORIA DESDE EL SUR
cuestion no es tan sencilla. En principio, planteada en estos términos pre-
supone que la ley y la cultura o, para ser mas precisos, ¢] universalismo
Juridico liberal europeo y los llamamientos a la africanidad~coexisten en
tuna ecuacién de suma cero. Esta oposicién maniquea sin duda describe
el modo en que el asunto se plantea en el discurso popular sudafricano.
Pero la realidad es mucho mas compleja. El problema es entender como
se estin enfrentando en este momento las fuerzas verndculas de Africa
y las de la democracia liberal; de qué manera, en batallas abiertas y a
menudo estridentes, se transforman unas y otras modificando en con-
secuencia la forma y sustancia misma de la politica, la ciudadanfa y la
democracia poscolonial.
Para ello echaremos mano a un venerable dispositive antropoldgico: el
métado de caso extendido, Este caso es paradigmtico de los encuentros
que se producen en los intersticios del constitucionalismo poscolonial
entre el imperio de la ley y el reino de las costumbres, y guarda relacién
con una batalla, ocurrida en el norte de Sudafvica, sobre los supuestos
perjuicios de un rito funerario.
DE LAS COSTUMBRES DE LA MUERTE A LA MUERTE DE LAS COSTUMBRES
LA MOGAGA FRENTE A LA COMISION POR LOS DERECHOS HUMANOS
Qué ocurre cuando, al decir de un periodista andnimo local, se produce
un “choque frontal entre la nueva Constitucién Sudafticana y las antiguas
tradiciones, costumbres y culturas observadas por millones de Negros"?""
En el caso del enfientamiento entre la seiora Kedibone Elizabeth
‘Tumane, de la aldea de Mononono en la provincia del noroeste, y el jele
Nylala Pilane de los Bakgatla-Ba-Kgafela, bajo cuya autoridad tibal estaba
laaldea, la respuesta. esta pregunta fue un extenso combate legal, notorio
por las complejas estrategias (y las apelaciones alla cultura, la Constituci6n,
la democracia y los derechos) que desplegaron ambos bandos. La disputa
tuvo su origen en la negaci6n de la sefiora Tumane a cumplir con un rito
funerario, E] debate se planted respecto de una convencién tsuana que
obliga a la esposa que acaba de enviudar a esparcir una hierba, mogaga,
alli por donde camine en el espacio piiblico, En teoria la contaminacién
por muerte (sf; véase capitulo 1) afecta tanto a hombres como mujeres
100 “Clash of Custom, Constiution”, The Mail 31 de julio de 1998, p17
LIBERALISMO, POLICULTURALISMO E /-OLOGIA 133
(. Comarof, 1980: 613-644), pero esta profilaxis ritual se aptica cos
mayor severidad a las mujeres, a las que se supone mis pasibles de la.
contaminacién. En el pasado, el periodo de observancia de este rito solfa
ser de un afio; algunas autoridades tribales'" atin insisten en la necesidad
de regular su cumplimiento en nombre del bienestar cormunitatio, La
seiiora Tumane, miembro devoto del Movimiento Atalaya, producto
de la sintesis de elementos afticanos y el cristianismo de los Testigos de
Jehovd, consideré que la mogaga era contraria a los dictados de su fe.
Sostuvo que cuando intents salir de su casa luego del sepelio de su marido,
‘no se fo permitieron. Peor aiin, miembros de la comunidad local, que
consideraban que su comportamiento suponia una ruptura deliberada
con la tradicién, pedian su destierro. Tras el fracaso de distintos esfuerzos,
por solucionar la disputa, la sefiora Tumane se decidlié a demandae al jefe
Pilane y a su autoridad tribal. Con el apoyo de la Comisién Sudafricana
por los Derechos Humanos," planted que se estaba violando su libertad.
Antes de avanzar, es preciso traer a colaciGn varios antecedentes, Los
Fituales funerarios han sido cuestiOn de debate entre los tsuana desde
tiempos inmemoriales, Ya los primeros misioneros reconocieron que el
espacio de la muerte era entre ellos materia de una sensibilidad singular
(Comaroff y Comaroff, 1997; véase Durham y Klaits, 2000). Todavia lo
cs. Una investigacién realizada en 2000 sobre los registros de las cortes
tribales del noroeste advirtié la frecuencia de casos planteados contra
hhabitantes locales, en su mayoria inmigrantes de otras regiones, que se
hhabfan negado a cumplir con las debidas rutinas de duelo. Son cuestio-
nes de tuna importancia decisiva debido a que los ritos impuestos a quie-
nes han padecido la pérdida de un familiar ~Ia reclusién inicial de los,
espows supervivientes y luego el esparcimiento de mogaga pata enfiiar
la contaminacién de sus huellas~ tienen por propésito evitar que el con-
tagio de la muerte escape hacia afuera (J. Comaroff, 1974: 124 y ss.). En
su declaracién ante la Suprema Corte," la propia sefiora Tumane sos-
101 Lasautoridades ibales son cuerpos administrativos ofiiaente
reconecidas, conformados por losjefery sus consjers, Insta por el
réghmen del apathidcomo parte eel sistema de gobernanca “domes
fueron modeladas de manera expicia a partir de wna insitcion pol
alficana que todavia subse en muchas Areas rales,
102 La Comisibn Sudafricana por los Derechos Hummanor es una comisiGn
independiente esablecds por mandate de la Gonsitcién para investiga
cualquier supuesavolacon ass norms,
103 Cason 618/98, Suprema Corte de Suditica (Divs Prenincal de
ofuatsuaa),dectaracion jurada,p. 3194 TEORIA DESDE 1 SUR
tuyo que se trataba de una creencia ampliamente extendida. El impacto
‘ereciente del VIH/sida en el campo agudi26 estas angustias rituales: los
miembros de las pequetias comunidades suponen que la observancia in-
adecuada de las practicas de duelo desempené un papel fundamental en
‘el aumento de las tasas de mortalicad.
Desde esta perspectiva, el cumplimiento de os ritos funerarios pres:
ccriptos deja de ser una cuestién de decision personal 0 incluso de res-
‘peto por las costumbres. Se trata literalmente de un asunto de vida o
"muerte para la comunidad en su conjunto (y, por tanto, recae bajo la res-
ponsabilidad de las autoridades tradicionales). Pero no todas las perso-
nas del norzeste estn de acuerdo. Estas exigencias rituales encontraron