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Los antecedentes del abordaje de las parafilias se realizaban con un enfoque

diagnóstico-terapéutico basado en el psicoanálisis para finales del siglo XIX. Sin embargo,
debido a las raíces que combinaban tanto factores biológicos como ambientales se aceptó
con mayor auge que las parafilias se trataba meramente de una condición médica, cuyo
primer tratamiento fue la castración quirúrgica en 1892 (Garcia, y Thibaut, 2011)

La castración quirúrgica se remonta a los años 1892 en Estados Unidos como una forma de
tratamiento para diversos tipos de impulsos sexuales que los hombres no podían controlar
(Shibley, et, al., 2006). Este tratamiento se empleaba para reducir drásticamente el impulso
sexual por medio de la extirpación de los testículos para que el cuerpo redujera su nivel de
testosterona.

Esto se explicaba debido a que diversos estudios demostraron un índice significativamente


alto en la testosterona de personas con parafilias, lo que implicaba que éstas personas
tienen períodos refractarios más cortos, hoy conocido como hipersexualidad.

Sin embargo, la historia de este tratamiento evolucionó al uso de fármacos para reducir las
hormonas y por ende, el deseo sexual. De la castración quirúrgica se desarrolló la
castración química, en la cual, básicamente se utilizan fármacos que reducen los niveles de
la producción de andrógenos en los testículos y el uso de antiandrógenos que bloquean el
efecto de la hormona en el cerebro (Shibley, et, al., 2006).

Posterior a esto, comenzó el uso de psicofármacos durante el decenio de 1990, estas


sustancias influyen en el funcionamiento psicológico y comportamental de los pacientes, ya
que, su acción se da en el sistema nervioso (Shibley, et, al., 2006). En realidad estas
sustancias no influyen directamente en el deseo sexual, sino, en la conducta
obsesivo-compulsiva.

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