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Soneto X – Garcilaso de la Vega Amor constante más allá de la muerte – De la brevedad engañosa de la vida – Luis

Francisco Quevedo Góngora


¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería, Cerrar podrá mis ojos la postrera Menos solicitó veloz saeta
Juntas estáis en la memoria mía, Sombra que me llevare el blanco día, Destinada señal, que mordió aguda;
y con ella en mi muerte conjuradas! Y podrá desatar esta alma mía Agonal carro en la arena muda
Hora, a su afán ansioso lisonjera; No coronó con más silencio meta,
¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas que en tanto bien por vos me vía, Mas no de esotra parte en la ribera Que presurosa corre, que secreta,
que me habiáis de ser en algún día Dejará la memoria, en donde ardía: A su fin nuestra edad. A quien lo duda
con tan grave dolor representadas? Nadar sabe mi llama el agua fría, (Fiera que sea de razón desnuda)
Y perder el respeto a ley severa. Cada sol repetido es un cometa.
Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes, Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
lleváme junto el mal que me dejastes; Venas, que humor a tanto fuego han dado, Peligro corres, Licio, si porfías
Médulas, que han gloriosamente ardido, En seguir sombras y abrazar engaños.
si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes Su cuerpo dejará, no su cuidado; Mal te perdonarán a ti las horas,
verme morir entre memorias tristes. Serán ceniza, mas tendrá sentido; Las horas que limando están los días,
Polvo serán, mas polvo enamorado. Los días que royendo están los años.

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