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MARIANO: BAPTISTA GUMUCIO YO Ful EL ORGULLO... VIDA Y PENSAMIENTO DE FRANZ TAMAYO SEGUNDA EDICION Distribuidores: EDITORIAL LOS AMIGOS DEL LIBRO La Paz — Cochabamba 1983 VIAJE ALREDEDOR DE UN MONOLITO PENSANTE Por Augusto Céspedes Con empeno de cateador minero, Mariano Baptista Gumucio se dedica a recoger muestras que él juzga valiosas en los parajes abandonados del periodismo boliviano. Me da la grata sorpresa de haber hallado en “El Diario” de junio de 1931 un articulo que es- cribi sobre Franz Tamayo. Al reelerlo ahora creo necesario, sin retocarlo, afiadir algunas glosas aclaratorias a ese retrato de aprendiz expresionista. Hasta ese ano Carlos Medinaceli, ni An- tonio Alborta Reyes o Fernando Diez de Medina, se habian ocupa- do todavia de reunir los fragmentos del polifacético maestro en un estudio completo. Yo intenté hacerle un retrato de cuerpo en- tero. Logré esbozarlo, con aciertos que hoy mismo suscribiria y con errores de perspectiva que reconozco. Mi iconoclasia juve- nil inspir6 cierto humorismo —no agresivo ni maligno— que bro- t6 al ver al poeta y pensador mezclarse con los proceres aldea- nos haciendo cabriolas en medio de la Diablada constitucionalista de aquél afio. Tamayo habia lanzado su reglamentacion del tira- nicidio!.. Tal PASTICHE ateniense estimulaba al chiste, por lo mismo que él, con otras BOUTADES, los presentaba con toda so- lemnidad. Pero también supe exaltar en prosa digna del modelo la sefiera fisonomia mental “del mas alto pensador que hayan dado los Andes”. Primer articulo de muchos que escribi —y aun una — 219 — carta abierta (que no hubo donde se pubiicara) que le dirigi des. de el destierro con motivo de la masacre de Villa Victoria en 1949— siempre desconcertado y fascinado por aquel incongruente protagonista del drama cultural boliviano. (Junio de 1977). 1. Tamayo en funcidn del gesto. En los parlamentos libres y democraticamente ele- gidos no puede arraigarse ninguna anormalidad. Los di- putados, medidos con el metro de la conciencia popu- lar, estan subordinados a la mas gris de las igualdades porque el clima democratico propicia solamente la ve- getacion de las medianias, en un riguroso término stan- dard. Estas graves reflexiones coinciden con la expe- riencia de la primera asamblea surgida de la revolucién democratica, la cual no ha podido ofrecer mayor nove- dad que el viejo Tamayo, un hombre cuya virtud consis- te en actualizarse mediante el recurso de la pose, re- curso pintoresco que atrae siempre la atencion de los espectadores. Don Franz Tamayo aforaba, desde el voluntario confinamiento a que se redujo, en medio de los ceba- dales de sus latifundios, un escenario para su teatro personal. La revolucion de junio se lo ofrecid, dandole motivo para que escribiese unos articulos elogiosos de la Constitucion y sus cadetes, Ilevandole a la Presiden cia de la Camara de Diputados y proporcionandole ade- mas temas para una conferencia que dice que dara. Desde esas posiciones Tamayo actuia con aprecia- ble éxito de boleteria. No llega a inquietar. Acaso In quietaria a un sofista analizador de teoremas del raz0- namiento o a un escolastico, cazador de las mariposas- — 220 — causas. O atemorizaria si tuviese en sus m za publica suficiente para poner en narios proyectos. Pero esta comprobado que la san re que vierte Tamayo es incolora y solamente Pensa Por eso es inofensivo. No inquieta: divierte, pero téngase en cuenta que si sabe ofrecer diversiones del mas tri- vial género circense, también las ofrece del mas eleva- do encantamiento intelectual. Su intelectualismo pesa sobre sus acciones como su Cabeza sobre su tronco: con gravitacion ineludible. Cuando don Franz Tamayo intenta rehuir ese aplastamiento, se desorbita como el insecto herido en un centro motor. Pertenece al reino de la inteligencia pura donde debid permanecer siem- pre, sin lanzarse a hacer criollas giras electorales por las aldeas de la politica. us manos la fuer- Practica sus sangui- Para definir ese compuesto proteico y diverso que es el hombre habria que considerar hasta qué punto es leal con su propia esencia Pero el hombre interior sélo puede apreciarse objetivamente, deduciéndolo a través de los actos, sean éstos consecuentes 0 no a su esencia. Entonces {como se puede asegurar cuales accidentes son auténticos del ser y cudles no hacen mas que encubrirlo o falsearlo? No queda mas recurso que partir de un supuesto metddico, apreciando como substanciales todas las expresiones libres, es decir aquellas que obedecen a fines inmediatos al sujeto mis- mo, y como artificiosas las que estan mixtificadas por su sujecién a influencias extranas. Por ejemplo, la accion politica en cuanto desnatu- raliza la espontaneidad del criterio, subordinandolo al éxito, permite calificar el grado de inestabilidad psi- quica del pensador. Tamayo ofrece una primera dificultad: se ha rodea- do de tantas paradojas que se hace previa una bomba analitica de gran potencia para apagar la flamigera cor- tina con que se ha envuelto y poder medir la exacta temperatura de su alma. Tamayo casi nunca ha fluido limpiamente. Su originalidad se ha empafiado con una — 221 — carta abierta (que no hubo dénde se pubiicara) que le dirigi des. de el destierro con motivo do la masacre de Villa Victoria en 1949— siempre desconcertado y fascinado por aquel incongruente protagonista del drama cultural boliviano. (Junio de 1977). 1. Tamayo en funcion del gesto. En los parlamentos libres y democraticamente ele- gidos no puede arraigarse ninguna anormalidad. Los di- putados, medidos con el metro de la conciencia popu- lar, estan subordinados a la mas gris de las igualdades porque el clima democratico propicia solamente la ve- getacién de las medianias, en un riguroso término stan- dard. Estas graves reflexiones coinciden con la expe- riencia de la primera asamblea surgida de la revoluci6n democratica, la cual no ha podido ofrecer mayor nove- dad que el viejo Tamayo, un hombre cuya virtud consis- te en actualizarse mediante el recurso de la pose, re- curso pintoresco que atrae siempre la atencién de los espectadores. Don Franz Tamayo aforaba, desde el voluntario confinamiento a que se redujo, en medio de los ceba- dales de sus latifundios, un escenario para su teatro personal. La revolucion de junio se lo ofrecid, dandole motivo para que escribiese unos articulos elogiosos de la Constitucion y sus cadetes, llevandole a la Presiden- cia de la Camara de Diputados y proporcionandole ade- mas temas para una conferencia que dice que dara. Desde esas posiciones Tamayo acta con aprecia- ble éxito de boleteria, No llega a inquietar. Acaso in- quietaria a un sofista analizador de teoremas del razo- namiento o a un escolastico, cazador de las mariposas- — 220 — sas. O atemorizaria si tuviese en sus manos |- om publica suficiente para poner en practica aie be narios proyectos. Pero esta comprobado que ta Bane - ue vierte Tamayo es incolora y solamente pensata, Por eso eS inofensivo. No inquieta: divierte, pero téngase en cuenta que SI sabe ofrecer diversiones del mas tri- vial género circense, también las ofrece del mas eleva. do encantamiento intelectual. Su intelectualismo pesa sobre sus acciones como su Cabeza sobre su tronco: con gravitacién ineludible. Cuando don Franz Tamayo intenta rehuir ese aplastamiento, se desorbita como el insecto herido en un centro motor. Pertenece al reino de la inteligencia pura donde debiéd permanecer siem- pre, sin lanzarse a hacer criollas giras electorales por las aldeas de la politica. Para definir ese compuesto proteico y diverso que es el hombre habria que considerar hasta qué punto es leal con su propia esencia Pero el hombre interior sélo puede apreciarse objetivamente, deduciéndolo a través de los actos, sean éstos consecuentes 0 no a su esencia. Entonces ,como se puede asegurar cudles accidentes son auténticos del ser y cuales no hacen mas que encubrirlo o falsearlo? No queda mas recurso que partir de un supuesto metddico, apreciando como substanciales todas las expresiones libres, es decir aquellas que obedecen a fines inmediatos al sujeto mis- mo, y como artificiosas las que estan mixtificadas por su sujecion a influencias extranas. Por ejemplo, la accién politica en cuanto desnatu: raliza la espontaneidad del criterio, subordinandolo al éxito, permite calificar el grado de inestabilidad psi- quica del pensador. 7 odea Tamayo ofrece una primera dificultad. se har de tantas paradojas que se hace previa una bares analitica de gran potencia para apagar la flam|gere oo. tina con que se ha envuelto y poder medir la wae temperatura de su alma. Tamayo cast nuns ha eee limpiamente. Su originalidad se ha empafado co’ a — 221 — suma de actitudes que 61 supone esquilianas, y que son, a lo mas “marinéticas" 1 Pero esas actitudes nog dan la primera evidencia: el gesto. Tamayo desearia sinceramente actuar al aire libre, en el escenario grie- go o en el actual “tazon" de Hollywood, lugares don- de habria campo suficiente para Sus ademanes. Tam- bién su presencia habria resultado compatible con los tumultos de la Convencién Francesa © los de las asam- bleas fascistas, pero dentro de la perspectiva de esos escenarios acaso Don Francisco no hubiese parecido tan grande como en la Camara de Diputados de Boli- via. Aqui sus actitudes resaltan por lo pintoresco y ex- trafio, semejando las de un postillon maniatico que, en vez del silbido para conducir a la cuadriga de mu- las, emplease ceremoniales magicos. Pero véase que esas actitudes inarmonicas con relacion a los demas, son armonicas con relacién al autor. Hay en ellas una fuerza personal indudable, aunque tal fuerza se reduzca al nimio empeno de obtener la estupefaccién de un pt- blico municipal. El impetuoso Tamayo rasga el ambiente, antes que someterse a 6! como acontece con los gregarios, pero lo rasga de acuerdo con el gusto de los gregarios. Asi agrada y es a veces popular, aunque de cuando en cuan- do deserta de la plebe altoperuana y obra por su cuen- ta. Valoriza el gesto mas que la intencion revelando un temperamento objetivista propio de su indole pacefia al poner en su accién mimica un sentido independien- te de toda trascendencia politica’. De ahi viene que cada uno de sus gestos mantenga relacidn estricta con el espiritu que los engendra, pero no conserva encade- namiento unitario entre si, dando por resultado esa apa- riencia contractoria que dificulta la definicion de este enigma aymara Los puntos de partida para llegar al cogollo de es- te sujeto son diversos, por lo mismo que son acciden- tales. Hay que unificarlos, pues, en una integracion profunda: todas sus maniobras objetivas se condensan en un fondo comtn sobre el que esta proyectado el su- — 222 — Tamayo y Céspedes vistos por Juan Rodriguez Baldivieso, en f “Ultima Hora”, julio de 1977. — 223 — jeto de Tamayo en vrvatye Ce bre se ha encubierto como Cees el hom- la vista un prestidiaitador, pero esa caalde Gentes facultad de exteriorizacion evidencia. por si y multiple indudable valor teatral. ya que responde a aca un lidad interior capaz de alimentar BEriNaNentEIe RE oe: titudes sugestivas, que en otros hombres earaeurle de sugestion. jan de De poses. poses, Tamayo flend los contornos de su vida, vaciandose en ellas hasta sustituirse a si mismo con un ser numeroso y pedantesco, realizando un cas® pirandeliano en que el autor se pasa a su personaje de camouflage. El gesto entonces no es funcién del yo. sino que el yo es funcidn del gesto. Tamayo sabe cam- biar tan radicalmente que en ocasiones ya no es posi- ble distinguir donde ha concluido el hombre y donde ha empezado el fantoche. En raros momentos Tamayo se recobra y se recc- noce. Escenificador de tragicomedias, les ha dado un valor absoluto, incomprensible para la burguesia inte- lectual que pone en toda actividad un concepto prag- matico, teolégicamente solidario a necesidades vitales. Pero, compruébase por Tamayo que la mimica puede te- ner existencia desinteresada y substancial, como todo arte. Ahora bien, !a inestabilidad psiquica y racial de don Franz traiciona en algunas ocasiones: sus tentati- vas, transformando lo que tenia que ser gesto esqui liano en mueca simiesca, pero esto nada quita a la ori- ginalidad primaria de su estilo. 2. Tamayo “Flor de la raza” *. Esa originalidad se alteré con el talento que tine las raices mismas del mesticismo con un tinte de aris- tocracia. Debajo del gran talento de Don Franz las - clinaciones nativas reprimidas lo mas que han podido es buscar un escape y desviarse. manitestandose en formas correlativas a [as tendencias primigenias La aticion por los tejidos policromos con que se ornamen- — 225 — 0, desvia a los hombres 2 squivalente aficion por chillonas, coloridas y ex. ento subsiste. En Tamayo conviven me- €) eurepeo y organicamente el indio. Pa- Dts tipos con Frenz exhibe un repertorio nume- Ahore es problematico, sumamente problematico, zr cué| es profundamente Ia realidad del ser que n contredictorias maniobras: Las Oceénides y ticulos pro-Montes, los Rubayat y los elogios a Consideremos. desde luego, que los adema- *erros son las plasticas de una profunda acti- rior. Esto ya lo dijo Ortega y Gasset, y acaso al- Otro entes que é!. (Tamayo debe saberlo). Pues el] mundo inestable de versos, gesticulaciones, os y escéndalos que Tamayo ha construido en el ai- mo es mas gue e! homélogo del profundo conflicto su mestizaje étnico y espiritual. 3 Asi, se me imagina Tamayo en conjunto como un monolito de estilo auténtico, al que absurdamente se ‘¢ hen colgedo unos viejos trajes europeos. Con esta compzrecién banal procuro objetivar el conflicto de un zima eutdéctona, la limpieza de cuya pétrea desnudez ue enyuelta con policromias de plebeyo mal gusto. Pero antes, Tamayo entusiasmado de si mismo, descubrid que la integracién de su Yo se debia a la confluencia de dos espiritus occidentales, transmigra- dos hesta el altiplano por increible sino: Beethoven y Goethe. Si no es precisamente ninguno de los dos, hay que suponer que le falta poco: para ser Goethe, sola- mente la pigmentacién aria y el cladsico equilibrio fi- sonémico y profundo del dios, y se pareceria a Beetho- ven si ademas de tocar el piano —que dicen que lo to- ca muy bien— poseyese el poder creador representado en los rasgos del compositor de Bonn. Sin embargo, para darle gusto y afadiendo a la mezcla de los ante- — 226 — riores unas veinte partes de Ghoquehuanca y otras vei ge Soria Campero, todo ello vaciado én monolita se Hlegaria a obtener la sintesis quimica dei pope ie surdo que es Franz Tamayo. yran ab Hablé de la influencia tiahuanacota en este senor del radicalismo. Ciertamente esa influencia ‘consta eri su persona visible. La cabeza de Tamayo, labrada a ba- se de planos, imita las obras de los escultores primi- tivos cuya insuficiencia técnica —antes que una inten- J cion subconsciente— consiguid crear estilos esencia- les como el realizado en los litos de Tiahuanacu. De modo tal, distinguese Tamayo de los sefores Beetho- ven y Goethe por la misma diferencia de forma que existe entre los dioses apolineos y los fetiches papas, por ejemplo, los cuales, representando como aquellos un mismo intento simbdlico, fesultan nada mas que por la talla grosera, de inferior calidad. Pueblos clasicos adoraban a divinidades plasticamente perfectas, entre- tanto que sdlo las sociedades primitivas rendian culto a toscos idolillos *. Nosotros los bolivianos, que esta- mos en este Ultimo caso, ya que no podemos volver al culto del Inti, podriamos contentarnos provisionalmen- te con Tamayo, en espera de un dios mas equilibrado. Transemos y a falta de mejor imitacién, admitamos a Tamayo como al Goethe aimara. Dentro del primitivismo en que esta esculpida la cabeza de Tamayo hay una belleza fuerte y bravia co- mo una tormenta. Craneo enorme, nuca ancha, pelam- bre centrifuga, frente exaltada, pesada, cuya verticali- dad cae sobre los ojos adelantandose intencionalmen- te a todo el perfil, como un guardachoques, como un escudo. El ceo hinchado domina el panorama facial. todo movilidad sometida a la frente invariable; la na- riz, los labios hendidos y las mandibulas en tension, reteniendo los gritos a punto de estallar, y los surcos terribles que proyectan de la periferia al centro reflejo de las sensaciones: todo se subordina a la frente, apun- talando el peso de este huracan cortado en pleno rum: bo. (Disculpese la figura excesiva atin para Tamayo). — 227 — udos que Habla Tamayo a gritos pequefios y igua genes. componen desiguales imag te aenos del orador actuan sobre sus museHe torturados y veloces, formando una geometria qu ue de cerca la maniobra de los tumultos interiores, i palabra es inferior a Ja expresion facial: si Tamayo hablara tan notablemente como gesticula. seria un ora- dor alucinante °. Cabeza grande, tronco pesado (como que es de pie- dra), extremidades cortas de paso rapido, saco largo y pantalones a la altura del tobillo, todo coronado no por la encina sino por un sombrero de paja que también sirve de molde para la fabricacion de quesos en su ha- cienda, constituyen en Tamayo elegancia y armonia si los comparamos con la desproporcion que existe entre la inteligencia y la obra escrita y hablada de este hom- bre. Ingresemos a ella, como !os mineros, dispuestos al encantamiento y dispuestos al desencanto. Entonces, !2s impre- 3. Tamayo pensador. La obra de Tamayo es una escalinata que comen- zando en la mas fangosa ribera del Choqueyapu se ele- va hasta detenerse frente al portico del Partenén. Hay en ella la prosa y el verso, la prosa fuerte, musculada y Osea como un atleta, y el verso con la meditacién y la gracia del “Pensieroso” de Miguel Angel. Y hay tam- bién discursos en honor de los Prohombres del pais y Proyectos como el de la Ley Capital, reglamentando el tiranicidio, principio de un derecho que Tamayo mues- tra a los sudamericanos como invento suyo, de mayor eficacia que la cafiaspirina, y que es, por otra parte, el justo complemento de la reglamentacién de las re- voluciones, original de don Rigoberto Paredes. 4 Said en medio de una obra deforme. A través e ella hay que andar cautelosamente, igual que a tra- vés de una habitacion Oscura, hasta encontrar el bo- ton de la luz. Oprima s clutided. Oprimamoslo. Entonces habra una gran — 228 — ae — a Tamayo y Céspedes, vistos por Rail Gil Valdez, en “Ultima Hora”, julio de 1977. — 229 — Esta claridad es la del mas alto pensador que ha an dado los Andes °. No puedo juzgarlo y simplemen- te lo describo. Hablo en serio: las almas elevadas tienen siempre una avida dehiscencia, una disposicién permanente pa- ra fecundarse con el pdlen que un antiguo viento lleva del arbol clasico hacia todas las zonas de la cultura. Tales almas se estiran hasta tocar,-hasta conformarse si- quiera en parte al esquema eterno. Algo hay de Tamayo, posiblemente la mirada, en contacto con el cielo grie- go. El monolito tiene la cara vuelta curiosamente hacia la contemplacién de aquel paisaje invariable. O si se quiere otra figura: las espiras de su alma, como las hojas de una planta acuatica, flotan siguiendo la direc- cién de las corrientes ocasionales, pero un garfio pro- fundo las une a la metafisica esencial. Sin embargo, en este arbitrario no cabia totalmente lo apolineo. =I es mas bien un incongruente fatstico. Variado y diverso, Tamayo se dedica a dificiles y complejos deportes mentales. Cuando este escritor en- cuaderna sus libérrimas expansiones intelectuales, su- giere y revela. El juicio vacila ante la definicién de su obra fragmentaria y desordenada: Tamayo, talento amor- fo, amenazado siempre por el absurdo y por el genio, Presionado por la dificultad de sus abstrusas ideolo- gias, cuando se ofrece al publico en palabras no se en- trega totalmente. Su obra, mas que espontaneidad, ma- nifiesta rebuscado afan de cegar con lamparas de mil bujias, los ojos de la muchedumbre intelectual. ;Es su pensamiento inextricable, es evidencia de_ineptitud Para realizarse sencillamente o es mas artificio inten- Cionado para deslumbrar a los “bobos”? En La Prometheida o las Ocednides hay forzado re- cargo de mitologia. Es mas que la obra de un poeta la de un erudito ritmico. Actua ahi, como en todas las de- ™és tentativas estéticas de Tamayo, el cerebral. Pero ese cerebral —nueva paradoja— compuso también con S6lo notas de ausencia la “Balada de Claribel", que junto a la famosa elegia de Jorge Manrique y el poema — 231 — numero 20 del contempordneo Pablo Neruda. puede for- mar el triptico de las més puras y saudadosas expre- siones de la melancolia castellana Mas alla los “Nuevos Rubayat”, estrofas graniti- cas, a veces tersas, pero casi siempre duras, a las que es preciso leer a golpe de cincel, rompiendo la aridez de los versos violentamente metrificados, para encon- trar por dentro la oculta sabiduria. Los versos de Ta- mayo tienen la forma métrica, pero esa forma no es in- mediato matiz de la inspiracion, sino recurso superfi- cial para decir un proverbio. Su verso no es el libre embellecimiento de la idea sino mas bien limitacion de su vuelo filosdfico. Estrofas forzadamente alineadas pa- recen la traduccién de otros poemas mas limpidos, tra- duccién en que la necesidad de la rima y el ritmo im- puso restricciones a la fluidez del idioma original, que en este caso seria el idioma interior de las meditacio- nes sin palabras. Todo el subjetivismo de Tamayo surge, en libros 0 en voces, maltrecho al exterior. Los versos en el cere- bro del autor se componen musicalmente, pero su im- potencia poética los despedaza de tal manera que al verterse sobre el papel resultan practicamente amor- fos y tropiezan, en menor grado que los de Unamuno, pero por idéntica causa, no en el entendimiento, sino en el oido. . Luego, los ensayos incompletos, las filosofias trun- cas. Impotencia de totalidad, que es lo mismo que im- potencia de unidad, de la que adolecen los tipos inter- medios, que ni enraizan como Nietzsche ni coronan co- mo Goethe. Oscila Tamayo sin poder captar su propio destino intelectual porque esta en conflicto consigo mismo, con su época y con su raza. Por eso, de los poemas de Tamayo, de la densa fronda repleta de in- quietudes, alcanzan hasta el lector sdlo rafagas del Sroma invisible. A momentos una instantanea aproxi- maci6n intuitiva permite vislumbrar, como desde la ventanilla de un tren, aquel panorama interior, volca- — 232 — nico iy i Dee oe erosivo, revuelto, en el que como tnica p a ’a armonia hay un charco sobre cuyas aguas ondula la gracia de una columna dérica. ;Qué mas? Libr ‘ : mayo Conte ates: gestos y discursos, brotan de Ta- de lo perfect ae magnos. Nacen sin los contornos frt @cto ni lo normal, saltando violentamente del Alma condenada a la incertidumbre, la de Tamayo perdié su signo, igual que la raza. Como a la raza le queda entonces el clamor, el grito. Tamayo es el alza- miento de los indios en marcha, es una horda de al- mas desorientadas que avanzan en montén, al trote, al son de los pututus sobre la Pampa gris, a 4.000 metros de altura sobre el mar. Acaso entre el clamor de los indios y de los pututus suene también la voz de un sis- tro. Hay que tener el ofdo muy fino para escucharle. Junio de 1931. NOTAS DE 1977 (1) Alusién a Philippo Marinetti, creador del futurismo italiano. (2) No es solamente pacefia. Sin la mimica de Tamayo, politicos de todas par- tes hicieron también teatro para disimular déficits ideclogicos. Algunos has- ta Noraban. (3) Recuérdese que Tamayo obsequid con ese lauro a Ismael Montes, candidato a la segunda Presidencia en 1913. . (4) Apreciacion superficial de mi seudocultura romantica. Después he visto que las figuras de la Oceania, el Africa y la América antigua son creacio- nes de un arte naturalmente simplificado, mas expresivo que la plastica formal greco-romana o renacentista. (5) Lo era, Hablaba tan brillantemente como escribia. (6) Y lo habria sido si no interfiere en su personalidad un eclecticismo ateneista, que por otra parte genunciaba huecos como el desconocimiento de Marx y Freud) ; — 233 —

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