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Sentencia Responsabilidad Civil Cardenas Lalinde
Sentencia Responsabilidad Civil Cardenas Lalinde
Magistrado Ponente
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
ANTECEDENTES
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Administratión” de los Estados Unidos de Norteamérica en la
cuenta conjunta que ellos tenían en el Intercontinental Bank.
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“Tal espectáculo, sumado al dicho de su marido en el
sentido de que ‘lo habían dejado caer por descuido’ y que ‘no
podía mover los pies’ le causó enorme ira”, y debido a la
expresión de su enojo, el médico de turno revisó al paciente y
pudo percatarse del grave estado de salud en que se encontraba
como consecuencia de la caída, pues le diagnosticó que había
quedado “cuadrapléjico irreversible”, razón por la cual lo remitió a
la Unidad de Cuidados Intensivos de la misma Clínica.
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A su vez, la señora MARIA ELVA PALACIO MARIN
sufrió los siguientes daños: daño moral consistente en la tristeza y
el sufrimiento que le causaron la enfermedad y posterior
fallecimiento de su esposo, perjuicio estimado por la actora en
suma equivalente a mil quinientos gramos oro; lucro cesante
(daño material) debido a que por el deceso de su cónyuge, dejó
de causarse la pensión de jubilación que éste devengaba
mensualmente del Social Security de los Estados Unidos de
Norteamérica, de la cual vivía la demandante y constituía para
ella su único ingreso. Como el monto mensual de la pensión era
de US$ 842, equivalentes a $1050 por dólar, el total de este rubro
de la indemnización corresponde a $45.000.000,00, ya que
Cárdenas Lalinde, al momento de su muerte contaba 69 años de
edad, es decir, que tenía un promedio de vida probable de 9 años
más.
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desestimatoria de las pretensiones demandadas, decisión que el
Tribunal confirmó al resolver la apelación interpuesta por la parte
actora.
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tenían obligación de garantizar un “mínimo de seguridad al
paciente, brindarle la atención y la vigilancia que la prestación del
servicio requería, para lo cual el personal encargado de éste
debía ser cuidadoso y previsivo, tener conocimiento de las
medidas de prevención que debían tomarse y haberlas tomado en
forma correcta y oportuna, pues cualquier negligencia o
incumplimiento o cumplimiento tardío o deficiente podía hacerla
responsable de los perjuicios que por tal comportamiento llegara a
sufrir el paciente”.
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riesgo teórico del mareo, el técnico tomó las medidas normales de
cautela, como fueron acercarse al paciente, ayudarlo a sentarse
en la camilla y preguntarle cómo se sentía, sin que éste hubiera
manifestado alguna molestia o estar mareado, motivo por el cual,
en tales circunstancias, no era previsible que pudiera caerse y por
ello no pudo evitarlo; y que, en consecuencia, el deber razonable
de diligencia y cuidado, en relación con una caída que pudiera
originarse en un mareo, quedó cumplido en esa forma.
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posición, como ponerse de pie con rapidez, anomalía que se
presenta en algunos pacientes con alteraciones de los
mecanismos de regulación vascular o que están recibiendo algún
medicamento y que cuando se presenta, el paciente puede
manifestar debilidad y mareo e, inclusive, en casos severos,
puede presentar síncope.
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pudo impedir el accidente. Tampoco se pudo establecer
claramente en el proceso la causa de ese mareo, amén que con
el electrocardiograma que se le practicó después de la caída,
quedó descartado que tuviera origen cardíaco.
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sentado, preguntarle cómo se siente, cómo le pareció el examen.
Si manifiesta sentir algún malestar o tipo de mareo, se le deja
acostado mientras se recupera. Si dice sentirse bien, se le deja
sentado, mientras él se calza y el tecnólogo revisa las tomas en la
pantalla.
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en circunstancias que lo hacían imprevisible, ya que habiéndose
incorporado el paciente y habiendo afirmado que se sentía bien, e
incluso, que el examen había durado más de lo estimado, no era
previsible que le fuera a dar mareo, además que no se demostró
la existencia de algún motivo que exigiera un cuidado diferente al
que le brindó el tecnólogo que practicó el examen. Significa lo
anterior, que éste “sí fue diligente y cuidadoso en tomar correcta y
oportunamente las medidas necesarias para evitar el riesgo de
mareo por hipotensión que era lo previsible en dicho caso, dada la
edad avanzada del paciente y que gozaba de buena salud y no
tenía antecedentes de haber sufrido mareos, síncope o
enfermedad cardiovascular”, motivo por el cual no es procedente
deducir responsabilidad contra la demandada por los perjuicios
sufridos por la actora a causa de la caída del señor CÁRDENAS
LALINDE.
LA DEMANDA DE CASACION
CARGO SEGUNDO
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1495, 1496, 1497, 1498, 1502, 1613, 1614, 1615 y 1616, 2236,
2237, 2240 y 2247 del Código Civil y del Código de Comercio los
artículos 824, 825, 864, 871, 981, 992, 1000, 1003, 1005. 1170 y
1171”.
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Para demostrar su acusación, reparó, primeramente,
en el testimonio del Dr. RAFAEL GUILLERMO VILLAVICENCIO
TIRADO, médico especializado en anestesiología y cuidados
intensivos, quien al respecto puntualizó que “ ... ‘el mareo se
presenta por una disminución del flujo sanguíneo en el cerebro,
particularmente en el oído interno y la respuesta individual es
como impredecible, eso quiere decir que hay una variabilidad
individual, entonces los síntomas no se presentan en la misma
forma ni en la misma intensidad y hay individuos que ajustan
mejor su presión arterial que otros.- cuando se presentan los
síntomas al cambiar de posición es de forma inmediata, sucede
en los próximos segundos’...” Y al ser preguntado sobre el tiempo
que es prudente esperar después de adoptarse la posición de
sentado, para descartar el mareo, respondió que “‘se debe
esperar por lo menos unos dos minutos’”
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efectos con los que se manifiesta ese cambio de presión arterial,
replicó que “...‘puede ocurrir algo de mareo o a situaciones
extremas como la pérdida del conocimiento’...”, los cuales, precisó
más adelante, “... ‘son inmediatos y pueden ser breves o
prolongados’...”.
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cambio de posición, es previsible la ocurrencia del mareo.
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podía ocurrir con excepción de quien practicó el examen y que
todos coincidieron en que todo el personal médico y paramédico
tiene que estar enterado del mareo como riesgo previsible de la
hipotensión postural que es consecuencia del cambio de posición
del cuerpo”.
CONSIDERACIONES
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Código Civil” (sentencia de 1 de febrero de 1993).
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determinada” del deudor por medio del cual éste se compromete a
evitar que el acreedor sufra cualquier accidente en el cumplimiento
del contrato que lesione su persona o sus bienes, salvo, claro está,
los originados en fuerza mayor, culpa exclusiva de la víctima o de
un tercero. En esta hipótesis, como es obvio, ocurrido el daño, se
presume la culpa del deudor, a quien incumbirá, por consiguiente,
para librarse de la subsecuente responsabilidad civil, demostrar
alguna de las anteriores causales de exoneración, relativas a la
ausencia de nexo causal. Esclarecedores ejemplos de una
obligación de seguridad de este talante, se encuentran en el
contrato de transporte (artículos 982, 1003 y 1880, entre otras, del
Código de Comercio) y en el de depósito mercantil (artículo 1171
ejusdem), en este último caso en cuanto dicha obligación está
estrechamente ligada con la de restituir.
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ellos; afloran entonces pautas tales como la aleatoriedad del fin
último perseguido por el acreedor, conforme a la cual suele
considerarse la obligación de seguridad como un mero deber
general de prudencia en aquellas hipótesis en las que la conducta
del deudor se orienta a la “satisfacción de un interés de obtención
incierta”, vale decir, cuando la consecución del desenlace deseado
por el acreedor no depende ordinariamente, ni de manera exclusiva
de la diligencia del deudor, pues puede acontecer que a pesar de
su esmerado empeño no se obtenga el desenlace querido por
aquél, por causa de la frecuente intervención de factores de distinta
estirpe que se escapan a su control. Contrariamente, si son
mínimas las circunstancias azarosas que pueden frustrar el
propósito anhelado por el acreedor, ese “riego despreciable”
permite atribuirle al deudor una obligación de seguridad
determinada o de resultado.
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puede concebirse como de mera prudencia y diligencia.
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establecimiento contrae frente al enfermo una obligación de
seguridad que le impone la de evitar que le ocurran accidentes
con motivo o con ocasión del cumplimiento del contrato,
obligación que comprende también la de custodia y vigilancia si
se trata de establecimientos para enfermos con afecciones
mentales, pues en tal caso se busca la propia seguridad personal
…’ (G.J. T. CLXXX, Pág. 421), identificándose así un imperativo
de conducta que en el común de los casos, cuando el paciente no
ha desempeñado función activa alguna en la producción del daño,
constituye una obligación determinada o de resultado, mientras
que en la hipótesis contraria, o sea cuando ha mediado un papel
activo de la víctima en el proceso de causación del perjuicio, al
establecimiento deudor tan sólo le es exigible un quehacer
diligente y técnicamente apropiado, deber que se estima
satisfecho en tanto demuestre que el accidente acaecido no se
debió a negligencia, imprudencia o impericia de su parte. Todo
depende, pues, de los factores particulares que rodean cada
situación, factores circunstanciales que no son siempre iguales y
que, al fin de cuentas, son los llamados a fijar los deberes y
graduar la diligencia exigible, siguiendo un método que antiguas
legislaciones europeas formulaban diciendo que cuanto mayor
sea el deber de actuar con prudencia y pleno conocimiento de las
cosas, mayor será la obligación que se desprenda de las
consecuencias posibles de los hechos” (casación del 1° de
febrero de 1993).
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intervención activa en los actos que al efecto ejecuta el
establecimiento, a la vez que los accidentes que entonces ocurran
no pueden concebirse como acontecimientos cotidianos o
frecuentes que conduzcan a pensar que, no obstante el diligente
empeño del deudor, la seguridad del examinado constituya un alea
que escapa a su control, de frente a situaciones de esta índole, se
decía, es preciso inferir que la entidad asistencial asume de manera
determinada el compromiso de evitar que el paciente sufra
cualquier accidente, obligación de la cual solamente puede
exonerarse demostrando que el mismo obedeció a una causa
extraña.
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cardiacas, presión alta o colesterol elevado o de hipotensión
postural, dolencia esta última a cuyas manifestaciones y causas
aludió expresamente, habiendo reseñado que la misma guarda
relación con la vejez del paciente, motivo por el cual, cuando éste
es de edad avanzada, como lo era CÁRDENAS LALINDE, para
impedir las consecuencias nocivas de sus síntomas, quien realiza
el examen, una vez terminado el proceso, debe regresar la
camilla a la posición inicial y tener la precaución de ayudar al
paciente a incorporarse y, cuando se ha sentado, preguntarle
cómo se siente, cómo le pareció el examen. Si manifiesta sentir
algún malestar o tipo de mareo, se le deja acostado mientras se
recupera. Si dice sentirse bien, se le deja sentado, mientras él se
calza y el tecnólogo revisa las tomas en la pantalla.
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ello el tecnólogo estaba obligado a tomar las medidas de
precaución antes anotadas para impedir que al incorporarse
sufriera mareo o perdiera el equilibrio.
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atribuye, habida cuenta que no es cierto que el señor LUIS
CARLOS DE JESÚS CANO RESTREPO, quien practicó el
examen al fallecido CARDENAS LALINDE, hubiese tomado todas
las precauciones necesarias para impedirlo, pues es patente que
ni siquiera estaba enterado de que, por razón de la edad del
examinado, o cualquier otra predisposición originada en
enfermedades de base, podía sufrir, al incorporarse, el
desvanecimiento que, a la postre, padeció y que le produjo la
caída cuyas secuelas son bien conocidas, motivo por el cual, se
reitera, si desconocía que el paciente, por diversas causas, entre
ellas, la vejez podía sufrir mareos al levantarse, mal podía haber
adoptado las precauciones necesarias para prevenir sus
consecuencias; amén que, contrariando la prueba testimonial que
adelante se reseñará, consideró el sentenciador que preguntarle
durante breves instantes al paciente por su estado era suficiente
precaución contra las secuelas de la “hipotensión postural”.
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levantamos, lo pusimos en una camilla y lo llevamos al servicio de
urgencias”.
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posturas, era posible una baja de presión, respondió:
“probablemente, no estoy seguro”.
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cuaderno 3) sobre el tiempo que era prudente esperar luego de
adoptar el paciente la posición de sentado para descartar el
mareo, contestó: “se debe esperar por lo menos unos dos
minutos”. Más adelante precisó que, sufrido el mareo, el paciente
tarda entre cinco a diez minutos para recuperarse.
SENTENCIA SUSTITUTIVA
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esposo, junto con otros valores relativos al daño emergente y el
lucro cesante derivados de la muerte de su cónyuge.
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Relativamente a los perjuicios que se reclaman para
la sucesión de Luis Eduardo Cárdenas Lalinde, se tiene lo
siguiente:
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por sus propios medios y en buen estado de salud a la clínica, y
por un deplorable descuido se ve parapléjico, a la vez que, dadas
las múltiples consecuencias de su lesión, percibe cómo se le
escapa rápidamente la vida, estando plenamente consciente de
su estado.
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no haberlo reclamado en vida, transmitió ese derecho patrimonial a
sus herederos.
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en el libelo introductor, esto es US $842; empero, lo cierto es que
conforme a la comunicación proveniente del Departamento de
Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos -
Administración de Seguros Sociales- Oficina de Incapacidad y
Operaciones Internacionales (F.19 C.-1), cuya traducción
aparece a folio 30 del cuaderno No.3 del expediente, la cuantía de
la mesada pensional del señor Cárdenas Lalinde, ascendía
solamente a US $796, razón por la cual la Sala desatenderá, en
ese punto, el mencionado dictamen y en su lugar, procederá a
elaborar la correspondiente liquidación, siguiendo muy de cerca,
para tal efecto, los lineamientos que con el mismo fin se tuvieron
en cuenta en las sentencias proferidas el 30 de junio de 2005
(Exp. No.1998 – 00650 01), el 5 de octubre de 2004 (Exp.
No.6975) y el 7 de octubre de 1999 (Exp.No.5002).
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personales y los de su cónyuge, resulta prudente y equitativo
estimar que aquél dedicaba el 50% de su mesada para atender
las necesidades de la demandante, es decir, la suma de
$1.001.006,72. Y como al finar Luis Eduardo Cárdenas Lalinde
tenía una esperanza de vida de 13. 35 años (Resolución No.0497
del 20 de mayo de 1997, que modificó la Resolución No.0585 del
11 de abril de 1994, que obran a folios 1 al 8 del cuaderno No.3
del expediente), ello significa que María Elva Palacios Marín dejó
de percibir esa entrada hasta el 12 de noviembre de 2008.
Sn = (1+ i) a la n exponencial -1
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fórmula utilizada en el procedimiento elegido, tiene como bases,
de una parte, el monto indemnizable actualizado y, de otra, la
deducción de los intereses por el anticipo de capital, obtenido a su
vez mediante otra cuyo resultado reflejan las tablas financieras ya
nombradas, expresándolo mediante un índice fijado en exacta
correspondencia con el número de meses de duración del
perjuicio reflejado en esa unidad de tiempo, prescindiendo para
ello de las unidades decimales, mediante la aproximación o
reducción a la unidad entera más cercana. La multiplicación de
los dos indicados factores (monto indemnizable por el índice
referido de deducción de intereses del 6% anual, por el anticipo
de capital) arroja el monto buscado.
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3.5. De otro lado, no obra en el expediente,
relativamente al daño emergente reclamado en la demanda,
elemento de convicción alguno que demuestre fehacientemente
su existencia. Ciertamente, la fotocopia informal de la certificación
expedida por el Gerente de la Funeraria Betancur y Cía Ltda.,
sobre la cancelación por la actora de los servicios fúnebres de la
víctima, allegado con la demanda carece de valor probatorio,
habida cuenta que está desprovista de autenticidad, pues no fue
expedida con sujeción a lo dispuesto en el artículo 254 Ibídem.
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desprotección en las que ella quedó; desde luego que la
demandante, también persona de edad, estaba recién llegada al
país, frecuentaba un muy reducido círculo social y dependía
fundamentalmente en lo material y lo afectivo de su cónyuge.
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DECISIÓN
RESUELVE
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indemnización por los perjuicios morales que le fueron causados
directamente en los hechos aquí debatidos.
NOTIFÍQUESE.
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CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
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