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COMENTARIO CRÍTICO DEL TEXTO DE

PLATÓN: CRITÓN O DEL DEBER.

Critón insiste en su objetivo de hacerle huir; él se preocupa del juicio de todo el


mundo: nadie creerá que Sócrates haya rehusado evadirse de la prisión, todos
cree­rán que sus amigos no hicieron lo posi­ble para salvarlo y van a ser
despreciados. Además, ¿no tiene obliga­ciones para con sus hijos? ¿No es
hacerles traición negarse a huir? Empero Sócrates rechaza to­das estas
objeciones: no se debe hacer caso del juicio de la población, sino más bien del de
nuestra conciencia; además, las obligaciones para con el núcleo familiar poseen
una trascendencia secundaria ante las que el ser humano tiene para consigo
mismo y sus propios principios.

¿No ha aseverado constantemente Sócrates que la justi­cia es lo cual tiene más


costo en la vida del hombre? ¿No provocaría en tal caso un per­juicio al
ordenamiento de la patria? Ima­gina, en impacto, Sócrates que, al salir de la
prisión, las leyes le saldrían al encuentro, reprochándole haber preciado
destruirlas, destruyendo con ellas al estado. ¿No son acaso ellas, las leyes, las
que lo han realizado así es? ¿No les debería el respeto que se debería a los papás
que nos han educado? ¿No las había él aceptado de buen nivel, habiendo podido
irse a Atenas con todos sus bienes de no haber sido ellas de su agra­do? ¿No
tiene acaso para con ellas obliga­ciones más grandes que todos los otros
ciuda­danos, él que, como filósofo, se ha compla­cido en obedecerlas sin
beneficio e inclusive ha rehusado, en el proceso, hacerse conde­nar al destierro?
¿Podría él reanudar su tarea entre otros pueblos, predicando la observancia de la
ventaja y de la justicia, luego de haber despreciado las leyes de la patria,
anteriormente libremente aceptadas? ¿No se­ría esto vergonzoso? ¿No
provocaría un mal gravísimo a la patria y a él mismo, presentándose a los demás
pueblos como evasor de leyes y rebelde? Mejor es que se presen­te en el Hades
con la conciencia íntegra del ser humano virtuoso, y aun con la aureola de quien
fallece injustamente sentenciado, no por culpa de las leyes, sino por la envidia de
los hombres.

Aquello es lo cual Sócrates ima­gina le mencionarían las leyes patrias, y él no


pue­de dejar de obedecerlas. Critón debe convencerse además de la justicia de
esta con­ducta: entonces él, desistiendo de sus pro­posiciones, se entrega al
alumbrado juicio de Sócrates.

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