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Sékioz de Niafre
20 de junio de 2021
1. Helenización de Roma
En lo que respecta a las artes estáticas (arquitectura, escultura y pintura), «Las pri-
meras manifestaciones del arte romano nacen bajo el influjo del arte etrusco, enseguida
contagiado por el arte griego que los romanos conocieron en las colonias de la Magna
Grecia del Sur de Italia y que Roma conquistó en el proceso de unificación territorial de
la península, durante los siglos IV y III aC. La influencia griega se acrecienta cuando,
en el siglo II aC, Roma ocupa Macedonia y Grecia.».1
En cuanto a la literatura: «En muchos aspectos, los escritores de la República romana
y del Imperio romano eligieron evitar la innovación en favor de la imitación de los gran-
des autores griegos. Los comediógrafos Plauto (254-184) y Terencio (190-159) seguían
las huellas de Menandro (342-291), los Annales de Quintus Ennius (c. 179) y La Eneida
de Virgilio (c. 19 aC) emulaban la épica de Homero, Las metamorfosis del poeta Ovidio
(c. 8 dC) replicaba los mitos griegos, el historiador Tácito (55-120) imitaba a Tucídides
(460-400). Por supuesto, los romanos imprimieron su propio carácter a la civilización
que heredaron de los griegos. Pero la sátira, nacida con Gaius Lucilius (180-102), fue el
único género literario que los romanos identificaron como específicamente suyo.».
Mismamente, es la obra filosófica de Cicerón (46-44) la que hace lo propio con este
campo: «Sin contar a Lucrecio y su poema De rerum natura (c. 60 aC, sobre el epicureis-
mo), Cicerón se presenta como uno de los primeros autores romanos que escribe obras
de filosofía en latín. La expresión "Cicerón traductor de los griegos" muestra su éxito a
través de los términos filosóficos que inventó en latín a partir de las palabras griegas
y que conoció una gran fortuna en Occidente. Es él quien desarrolla un vocabulario
específico para explicar la filosofía griega.». Tanto es así, que su maestro de retorica
Apolonio le llega a decir: «a ti, oh Cicerón, te admiro y te alabo, pero duélome de la
suerte de Grecia, al ver que los únicos bienes y ornamentos que nos habían quedado
[a los griegos], la ilustración y la elocuencia, son también por ti ahora trasladados a
Roma.».
Y en efecto, Cicerón es precisamente una de las figuras clave en la dignificación del
latín como lengua de cultura y prestigio, antecediendo a la recién citada alta literatura
1 Salvo que diga lo contrario, las citas son siempre de la Wikipedia, a veces ligeramente adaptadas.
1
(entendiendo por baja a la comedia),2 y siendo su precedente más notable Catón el Viejo
(234-149): «[considerado] el primer escritor en prosa latina de importancia y el primer
autor de una íntegra historia de Italia en latín. Algunos historiadores han argumentado
que de no ser por el impacto que causaron sus escritos, el griego habría sustituido al
latín como lengua literaria en Roma.».3
2. Formación
No en balde, Cicerón se forma en Atenas a 79-77, a pesar del asedio que sufrió la ciu-
dad por parte de Sulla en el 86 durante la primera guerra mitridática:4 «El primer año
recibió las enseñanzas de Antíoco de Ascalón (académico ecléctico sucesor de Filón de
2 Esto no es del todo cierto: la épica, la tragedia y la comedia romana nacen con Gnaeus Naevius (270-
201), y Quintus Ennius (239-169) es considerado su padre en tanto que su métrica deviene la estándar.
Destacan además las tragedias de Pacuvius (220-130) y Lucius Accius (170-86).
Sin embargo, sí es cierto que la tradición toma el primer discurso de Cicerón (80 aC) como el inicio
de la edad de oro del latín, cf. Wikipedia Latin literature.
3 Destacar también al enciclopédico Marcus Terentius Varro (116–27), del que beben Cicerón, Plinio el
Arquias de Antioquía, y filosofía con los griegos (refugiados de la guerra) Filón de Larisa (145-80,
escéptico, «the last undisputed head of the Academy», «[likely] the last Platonist geographically con-
nected to the Academy [c. 110–84]») y Diodoto (estoico).
2
Larisa, muy marcado por la doctrina aristotélica y estoica)5 y los epicúreos Zenón de
Sidón y Fedro; y el segundo, del estoico Posidonio de Apamea y del retórico Apolonio
Molón en Rodas. Participó además en los misterios eleusinos y trabó amistad con el his-
toriador y editor Ático, con quien mantendrá el contacto por correspondencia durante
el resto de su vida.».
Los años de su servicio militar (91-81),7 tras los cuales retomó sus estudios, coincidieron
con la Guerra de los Aliados (91-88), la primera guerra mitridática (90-85) y la primera
y segunda guerra civil de Sulla (88-87, 83-81).
Y su entrada a la vida pública (como letrado en el 79) coincidieron con la creciente
polarización entre Populares («los que favorecen al pueblo»), que surgen con los her-
manos Graco (133, 122), y los Optimates,8 que justo nacen para oponerse a ellos.9 De
hecho, tal era la tensión, que siente la necesidad (según Plutarco Vidas 3.2–5, y en contra
5 Desde Arcesilaus (c. 266–241), la Acamedia estaba fuertemente marcada por el escepticismo de Pirrón
(fusionando a Platón con él), y es justo Antíoco quien rompe con ello: «Around 90 BC, Philo’s stu-
dent Antiochus of Ascalon began teaching his own rival version of Platonism rejecting Skepticism and
advocating Stoicism, which began a new phase known as Middle Platonism.».
6 Iniciado por Antíoco, tiene a Plutarco (45-120) como máximo representante. Movimiento con el que
3
de Cicerón Brutus 313–314, 46 aC) de exiliarse a Grecia (79-77) tras su Pro Roscio Ame-
rino, en el que denunciaba la política de proscripciones del dictador Optimates Sulla
instaurada en el 82.10
Y ya como político (cuestor en el 75), cuando logra el consulado en el 63, el patricio
Popular Catilina planea un golpe de Estado que incluía su asesinato, y que Cicerón
desvela a tiempo, llevando (por aplicación de la ley marcial) a la pena de muerte (sin
juicio de por medio) de todos sus conspiradores.
10 Que no al propio Sulla, que era Optimates como Cicerón, cf. pasajes 6, 21–22, 131.
11 Para ser senador no había una restricción análoga: sin ir más lejos, Cicerón era plebeyo, constituyendo
el primer cónsul homo novus en 30 años.
12 Aunque pueda parecer absurdo, la edad mínima para militar en el PSOE es de 14, y de 16 para Nuevas
Generaciones del Partido Popular, cf. Wikipedia Categoría:Organizaciones políticas juveniles por país. Y a
modo de referencia, la activista Greta Thunberg saltó a la fama con 15, lo que podría haber explotado
para hacer carrera política.
4
4. Una ojeada a su ética
«esas aficiones, si se encaminan a imitar a los grandes hombres, demues-
tran talento, pero si sólo sirven para conocer indicios del pasado, simple
curiosidad.»
Cicerón De Finibus Bonorum et Malorum V.6
«es menester que se acepte de esta misma manera cada una de las afirma-
ciones que hacemos [dado que hablamos de cosas inciertas, contentándonos
con bosquejarlas]: es propio de un hombre instruido buscar la exactitud en
cada género sólo hasta donde lo permite la naturaleza del objeto.»13
Aristóteles Nicomáquea I.3, 1094b.24
Cicerón De Finibus Bonorum et Malorum V se centra en el supremo bien desde sec. 12,14
cuya importancia motivan en 15,15 y que reformula en términos de la hormé (apetito del
13 Posible origen para «It is the mark of an educated mind to be able to entertain a thought without accep-
ting it», atribuido a Aristóteles en Lowell L. Bennion Religion and the Pursuit of Truth 1959, cf. Jeremy
McGinniss Aristotle and accuracy 2009 (link).
14 «se trata de averiguar en qué consiste la vida feliz, y lo único que la filosofía debe mirar y perseguir es
saber si la felicidad está toda entera en poder del sabio [como dice Aristóteles Nicómaco I] o puede ser
debilitada o arruinada por la adversidad [como arguye Teofrasto]».
15 «resuelto este problema, en un sistema filosófico, queda resuelto todo», «si se ignora el supremo bien,
se ignora necesariamente un método de vida, de lo que se sigue un error tan grande que no se puede
saber en qué puerto hay que refugiarse.». Argumento que me recuerda al «No hay más que un pro-
blema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es
responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si
el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación.» de Camus El mito de Sísifo 1942 (en el
sentido de que «[no] saber en qué puerto refugiarse» suena mucho a suicidio, y de que la pregunta por
«si la vida vale o no vale la pena de vivirla» ya tiene implícita la pregunta por el cómo de Cicerón), o a
la ética como filosofía primera de Lévinas, y que responde al escepticismo epistemológico de Cicerón
que posibilita (en tanto que da pie a la exploración de la opinión del Otro) y motiva (en tanto que en
ética no podemos admitir la duda, de modo que todos los criterios éticos e identidades ajenas pasan a
tener un cierto grado de verdad) su eclecticismo ético.
Lo cual, a su vez, recuerda vagamente a Wittgenstein Tractatus 1921 (aforismos 7 y 6.54, que apelan
al ethos sobre el logos, a la acción sobre la palabra), que autodescribe en una carta a von Ficker como:
«Mi trabajo consiste de dos partes: La que está presentada aquí más todo lo que no escribí. Y precisa-
mente esta segunda parte es la importante. Puesto que en mi libro lo ético tiene sus límites dibujados
desde adentro [i.e., caracterizando por completo su complementario, el logos], por así decirlo; y estoy
convencido de que esta es la ÚNICA forma rigurosa [acorde al logos] de trazar ese límite. En pocas
palabras, creo que ahí donde muchos otros están hoy simplemente suponiendo, he logrado en mi libro
poner firmemente todo en su lugar al guardar silencio sobre ello.». Es decir, en tanto que hay muy poco
5
alma) en 16-17,16 identificando en 18 tres: el placer, la ausencia de dolor y los instintos
naturales17 .
Así, se establecen en 19-20 seis formas de vivir (o supremos bienes) en relación a esos
tres hormé: tres intrínsecas, en los que se persiguen indiferentemente de su consecu-
ción personal (i.e., como ideales en sí mismos), y que corresponderían al utilitarismo,
utilitarismo negativo18 y estoicismo (en relación al placer, ausencia de dolor, e instintos
naturales respectivamente), y tres extrínsecas (representadas por Aristipo, Jerónimo y
Carnéades resp.), que se persiguen sólo en función de su consecución.19 Y al añadir
en 21 estos hormé a la moralidad (como criterios éticos),20 toma como representantes
respectivos a: Califón y Dinómaco, Diodoro (alumno de Jerónimo), y los académicos
(como Carnéades mismo), peripatéticos y estoicos.
Tras esto, comenta en 23 las siguientes alternativas:
»En cuanto a la serenidad de Demócrito, que es la tranquilidad de espí-
ritu a la que llamó euthymía,21 ha tenido que ser excluida de esta discusión
porque esa tranquilidad de espíritu es en sí misma la vida feliz;22 y no pre-
guntamos cuál es, sino de dónde procede.23 Condenadas y rechazadas ya
las teorías de Pirrón, de Aristón y de Erilo,24 porque no pueden entrar en el
círculo que nos hemos trazado, no se ha pretendido en absoluto tomarlas en
consideración. Pues como toda esta cuestión de los fines o, por decirlo así,
de los extremos de los bienes y de los males, arranca de aquello que dijimos
sobre lo que podamos hablar con propiedad (lo que puede entenderse como a una suerte de escepti-
cismo), hemos de abandonar el por lo demás inútil logos (esta escalera) en pos del ethos, dándose una
inversión similar (si bien más silenciosa) a las anteriores.
16 «el arte de vivir es la prudencia [... y] el objeto y fin de la prudencia debe ser conveniente y acomodado
a la naturaleza, y tal que por sí mismo invite y atraiga el apetito del alma, que los griegos llaman hormé.
Pero qué es lo que así mueve y lo que desde el primer momento apetece la naturaleza, no está claro» (o
resumiendo, uno debe vivir acorde a su naturaleza, que emerge de su hormé). Enfoque que me recuerda
a Spinoza y su idea de que algo es bueno porque lo deseamos y no viceversa.
17 «que incluyen la incolumidad [cualidad o estado de no haber sufrido daños] y conservación de todos
los miembros, la salud, la integridad de los sentidos, la ausencia de dolor, las fuerzas, la hermosura y
las demás cosas de este género a las que se asemejan en las almas esos inicios que son como llamitas y
semillas de las virtudes.».
18 Los cuales obviamente no existían en su época, escribiendo «dos sin defensor».
19 Cicerón desdeña las vías del placer y ausencia del dolor alegando que «hemos nacido para cosas más
importantes».
20 «de cualquier modo que se establezca el supremo bien, si se le priva de la moralidad, ni los deberes ni
lidad, y negaba todo lo demás, incluso la virtud; Aristón de Quíos [estoico], discípulo de Zenón [de
Citio, fundador del estoicismo] y luego de Polemón [El Escolarca, cabeza de la Academia Antigua],
consideraba todo como indiferente, menos la virtud y el vicio, y comparaba la vida a una comedia,
en la que no importa lo que cada uno represente, con tal que lo represente bien; Erilo [aka Hérilos]
de Cartago, discípulo también de Zenón, sostenía que el supremo bien [telos] consistía en la ciencia
[episteme; mejor traducido, en mi opinión, como conocimiento].» Víctor-José Herrero Llorente en su
traducción para Gredos, Del supremo bien y del supremo mal.
6
que era conveniente y apropiado a la naturaleza, y lo primero que es ape-
tecido por sí mismo [aka hormé], todo esto lo suprimen los que pretenden
que entre las cosas en las que no existe moralidad o torpeza no hay motivo
alguno para preferir las unas a las otras y piensan que no hay ninguna di-
ferencia entre ellas;25 y Erilo, si realmente sostuvo que no hay más bien que
la ciencia, suprimió todo motivo de determinación racional y toda guía de
conducta recta.26
Tras su recapitulación, se enfoca en la hormé de los instintos naturales (que es la única
que considera que queda en pie, y que es característica de los estoicos y peripateticos),
que reexpone en 24 como:
«Todo animal se ama a sí mismo, y tan pronto como nace, procura conser-
varse,27 porque la primera inclinación que le da la naturaleza para proteger
su existencia es una tendencia a conservarse y a ponerse en las mejores con-
diciones posibles conforme a la naturaleza. Esta disposición, al principio, es
confusa e incierta, pues se limita a conservar su existencia sea cual fuere; pe-
ro no entiende ni lo que es ni lo que puede ni en qué consiste su naturaleza.
Pero, cuando adelanta un poco y comienza a comprender en qué medida le
afecta y le concierne cada cosa, empieza a progresar lentamente, a conocerse
a sí mismo y a comprender por qué tiene aquella apetencia28 ».
A ello le sigue (25-27) la afirmación de que cada especie tiene su propia naturaleza
(conato), que recuerda a Aristóteles Nicómaco I.7, y una defensa de que «cada uno se
ama a sí mismo por naturaleza» en 28-32, que me parece muy curiosa desde el punto
de vista de la psiquiatría actual:
«¿cómo es posible comprender ni imaginar que exista algún animal que
se odie a sí mismo? Sería una contradicción flagrante. Pues cuando aquella
tendencia del alma comience a atraer hacia sí deliberadamente algo que le
perjudique, por ser enemiga de sí misma, al hacer esto por su propia cau-
sa, se odiará y se amará al mismo tiempo, lo cual es imposible29 . Y nece-
sariamente, si alguien es enemigo de sí mismo, tendrá por malas las cosas
25 En referencia a la apatía y la indiferencia de Pirrón y Aristón, que rompen por completo con el fra-
ming de Cicerón, al no derivar ellos el supremo bien de una motivación/hormé, sino de la ausencia o
supresión de ésta (resultándole a Cicerón literalmente antinatural).
26 No me queda claro si se refiere a que el determinismo científico (y su negación del libre albedrío) quita
la agencia a los sujetos (i.e., su determinación racional), o si bien a que el conocimiento es impersonal
(suprimiendo toda motivación) y amoral (no sirviendo de guía de conducta). Sin embargo, apelando
a César Tomé López Ética normativa y evolución: de obra de Dios a ilusión 2013, o a la lectura spinozista
que hace César Tomé del determinismo de las neurociencias, no me parecen evidentes ninguna de las
dos. De hecho, teniendo en cuenta que en el estoicismo hay un énfasis importante en el estudio de la
physis, me choca su actitud, además de que la sed de conocimiento me parece una hormé análoga a las
otras tres.
27 Aka instinto de supervivencia o conato. De hecho, 24-27 recuerda a ratos al conato de Spinoza, del que
puede hacerse una lectura esencialista: «una cosa es natural para el caballo, otra para el buey» 26.
28 De nuevo, recuerda a cómo entiende Spinoza la libertad.
29 Y sin embargo, realidad de muchos.
7
que son buenas, y, al contrario, por buenas las que son malas, y huirá de lo
apetecible y apetecerá lo repulsivo; lo cual es indudablemente arruinar la
vida30 . Pues aunque haya quienes recurren a la soga [...] no hay que creer
que sean enemigos de sí mismos. A unos los mueve el dolor, a otros la pa-
sión; muchos también se dejan arrastrar por la cólera y, cuando se precipitan
conscientemente en los males, creen que buscan su mayor interés. [...] Por
tanto, cuantas veces se dice que alguien se ha tratado mal a sí mismo y que
es su propio adversario y enemigo y, en fin, que está harto de la vida, debe
entenderse que hay alguna causa oculta de tal naturaleza que precisamente
de ella puede deducirse que cada uno se ama a sí mismo.» 28-29
Es más, en 30 defiende que no sólo uno no se odia a sí mismo, sino que tampoco se es
indiferente. E incluso que la causa de ese amor es intrínseca, como ejemplifica:
Tras todas estas aclaraciones, entra de lleno en su platónica discusión del conato hu-
mano en 34:
39-40, donde piensa a las distintas especies en una jerarquía en cuya cima está el ser humano. Sin
embargo, teniendo en cuenta que existen especies con capacidades que nosotros no, sería más preciso
el framing de un árbol que se abre continuamente hacia una diversidad infinita.
34 En esta preponderacia podemos apreciar su platonismo.
8
maravillosa facultad de reflexión, de conocimiento, de ciencia y de todas las
virtudes.
e ilustra con un gracioso ejemplo el caso de la naturaleza del cuerpo humano en 35:
«si alguien anda sobre las manos o no hacia adelante, sino hacia atrás,
parece que huye abiertamente de sí mismo y que, despojando al hombre de
su humanidad, odia la naturaleza.».
Se encamina entonces hacia la discusión de las virtudes del alma, base de su ética (36-
38):
»Por otro lado, el alma y la parte principal del alma, a la que llamamos
inteligencia, posee muchas virtudes, pero pueden agruparse en dos géneros
principales; uno, el de las que se engendran en ella por su propia naturaleza,
y se llaman no voluntarias; el otro, el de las que dependen de la voluntad, y
suelen llamarse con más propiedad virtudes, las cuales constituyen el más
alto título de excelencia del alma. Al primer género pertenece la capacidad
de aprender, la memoria y casi todas las que se comprenden bajo el nom-
bre de ’talento’, a cuyos poseedores se les llama inteligentes.35 El segundo
género es el de las grandes y verdaderas virtudes que llamamos volunta-
rias, como la prudencia, la templanza, la fortaleza, la justicia y las demás
del mismo género.36
[...] de donde se sigue claramente que, pues nos amamos a nosotros mis-
mos y queremos que todas nuestras facultades espirituales y corporales
sean perfectas, también a ellas las amamos por sí mismas, y ellas son los
factores más importantes para la vida feliz.37 Pues quien aspira a la conser-
vación de sí mismo, necesariamente amará también las partes de su ser, y
le serán tanto más queridas cuanto más perfectas sean y más estimables en
35 Aquí, al igual que Aristóteles, considera que hay gente naturalmente capacitada o dotada para ciertas
cosas y gente que no, y podría discutirse si esto tiene alguna base o es puro elitismo discriminatorio.
36 De este modo, no importa si eres talentoso o no, pues siempre puedes ejercer sobre estas cuestiones y
devenir virtuoso, lo que de nuevo, podría tildarse de ingenuo (en la misma línea en la que se suele
atacar a la ética capitalista del esfuerzo).
La distinción recuerda (matices a parte) a Aristóteles Nicómaco II.1: «Y, claro, dado que la virtud es
doble —una intelectual y otra moral— la intelectual toma su origen e incremento del aprendizaje en
su mayor parte, por lo que necesita experiencia y tiempo; la moral, en cambio, se origina a partir de
la costumbre, por lo que incluso de la costumbre ha tomado el nombre con una pequeña variación
[éthos vs ethos]. De aquí resulta también evidente que ninguna de las virtudes morales se origina
en nosotros por naturaleza: en efecto, ninguna de las cosas que son por naturaleza se acostumbra a
otro comportamiento. Por ejemplo, la piedra, que se dirige por naturaleza hacia abajo, nunca podría
acostumbrarse a dirigirse hacia arriba ni aunque uno tratara de acostumbrarla tirándola miles de veces
hacia arriba; [...]. Por consiguiente, las virtudes no se originan ni por naturaleza ni contra naturaleza,»
y análogamente, las cosas que caen fuera de nuestro control no nos pueden hacer caer en deliberación
moral (en consonancia con el estoicismo).
37 De esto ya se hizo forshadowing en: «[los instintos naturales] se asemejan en las almas esos inicios que
9
su género.38 Porque la vida que apetecemos es la que abunda en todas las
virtudes tanto de alma como de cuerpo, y en esto reside necesariamente el
supremo bien, puesto que dicho bien debe ser el último término de las co-
sas apetecibles. Conocido esto, no se puede dudar que, pues los hombres
se aman a sí mismos y espontáneamente, también las partes del cuerpo, del
alma y de todas las cosas que conciernen al movimiento y estado de uno
y otra se aprecian por sus propios atractivos y se apetecen por sí mismas.
Establecidos estos principios, es fácil conjeturar que, de todas nuestras fa-
cultades, las más deseables son las que tienen más nobleza,39 de manera que
la virtud más deseable será la de las partes más nobles que se desee por sí
misma.
38 La verdad es que el argumento me parece muy curioso, como un axioma que crece a teorema, o de
nuevo, una semilla que florece: uno debe cultivarse en las virtudes por el amor a sí mismo.
39 Dejando de lado la ambigüedad de «más noble», volvemos de nuevo al sesgo platónico.
10