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LAS PRINCIPALES CORRIENTES ACTUALES DE LA HISTORIA ECONOMICA PATRICK OBRIEN ADICION ¥Y METODOS Ta nueva historia econgmica surgié en los Es- tados Unidos y en Gran Bretafia a comienzos de los afios sesenta. En cuanto historia, se preocupa de los grupos, no de los individuos; de los efec- tos, no de los motivos; y de la cuantificacion y no de los ejemplos. El sentido (o la «pretension») del adjetivo «nuevo» hay que buscerlo en la aplica- cin deliberada y explicita de la teoria economica neoclésica a problemas historicos. Tales aplicaci nes no estaben desde luego ausentes de la obra de los historiadores de la economia que escribie- ron antes de 1960. También ellos recurrieron a la teoria econémica siempre que les parecid isl. Pero no se consideraba que el corpus de teoria econd- mica asequible en aquel momento tuviese aplica- cin inmediata para la comprensién del cambio econémico a largo plazo. De hecho, muchos his- toriadores econémicos de esa época encontraron de muy poca ayuda la teorizacion abstracta acer: ca de las preferencias del consumidor, el compor- tamiento de las empresas bajo diferentes formas de mercado o las propiedades del equilibrio y de la teoria del crecimiento constante. Sus preocu- paciones, relativas al cambio econdmico e insti- tucional y a la distribucién de la riqueza y de la renta, abarcaban periodos mucho mas amplios de los contemplados por las teorias del equilibrio par- cial que se encontraban en los libros de texto so- bre economia. Sin rechazar en manera alguna la ciencia economica, los historiadores de mas edad eran partidarios del método del estudio monogré- fico. En gran parte trabajaban dentro de la tradi- cién inductiva de la escuela historica de econo- mia. Entre sus maestros figuraben: Schmoller y Sombart en Alemania; Thorold Rogers, Tawney y Clapham en Gran Bretafia; Bloch, Levasseur y Pirenne en Francia; Vicens Vives en Espafia, y Day, Grass, Usher e Innis en Estados Unidos. En tanto que historiadores, dudaron muy pocas ve- ces en cruzar las fronteras marcadas por las cien- cias sociales e insistieron en incorporar la politi- ca, el derecho, la guerta y las revoluciones, la cul- tura y los valores a sus explicaciones sobre el com portamiento econémico de grupos y paises. Tam- bien siguieron ocupandose de los efectos socia- les y politicos del cambio econdmico, y estudia- ron la politica economica y la organizacion como manifestaciones especificas de etapas histéricas. La cliometria, al surgir a comienzos de los afios, sesenta, representaba una vigorosa reafirmacion de la tradicién ricardiana. La historia econémica paso a definirse como «economia aplicaday. La historia econémica sin economia se consider6 «in: sosteniblen. Los métodos cliométricos, que se convirtieron en el distintivo de la préctica correc- ta de esta disciplina, derivaban de la economia incluian la especificacion de un modelo (adopta- do 0 disefiado como pertinente al problema his- t6rico que se investigaba), le bi:squeda de infor- macién y, finalmente, el contraste del modelo con la evidencia presentada, con el fin de ofrecer con- clusiones basadas en conjuntos de supuestos cui- dadosamente especificados. La cliometria se nutrié de los avances logrados por Ia teoria econémica desde la revolucion key- rnesiana; particularmente por la economia de la ma- cromedicién (contabilidad social, tablas input- output, calculos de productividad, etc.). Los his toriadores raramente se muestran reacios a hacer incursiones en las ciencias sociales en busca de conocimientos tedricos que les ayuden a realizar la ardua tarea de la explicacién historica. De ma- nera inevitable, la ampliacion de la moderna cien- cia econémica para abarcar problemas de inesta- bilidad ciclica, desarrollo, distribucién de la renta y teorfas de derechos de propiedad ha tenido in- fluencia sobre los métodos, el vocabulario, e in- cluso sobre las cuestiones que se plantea la his- toria econémica. Las disciplinas matrices estén destinadas a ser influyentes, en especial si recu- rren a unas lineas similares de investigacion para periodos mas modernos. Y, sin embargo, es precisamente esta influen- cia, este tomar prestados métodos y vocabulario| de la moderna teoria econémica, lo que provoca las criticas de los historiadores, que ven el des- pliegue de modelos (disef‘ados para entender o es- clarecer cuestiones contempordneas) como una desviacion potencialmente peligrosa del correcto método histérico, el cual de ordinario se entiende como una inmersién sin prejuicios previos en la informacién de que se dispone. Segiin un inves tigador eminente, los historiadores prefieren «asi milar un gran numero de hechos heterogeneos re- lacionados con el problema que les interesa; no aceptan 0 rechazan hechos de acuerdo con un contraste riguroso de adecuacién a una hipotesis; retienen en sus mentes un cimulo cada vez ma- yor de informacion (como si se tratara de un mon- ton de abono) del que, a su debido tiempo, bro- tan ideas y generalizaciones como consecuencia de su instinto, de su reflexion y de su intuicionn. Esta tendencia, ciertamente, no es la favorita de los clidmetras, cuyos métodos se caracterizan por aplicar a la historia, de manera explicita y con fre- cuencia altamente formalizada, Ia teoria econor ‘ca y los modelos economeétricos. Ellos defienden sus procedimientos argumentando que los mode- los no son més que conjuntos aprioristicos de ex- pectativas, necesarios para organizar las suposi- ciones hechas por investigadores, a fin de com- prender Ia diversidad del comportamiento huma- no y alcanzar asi generalizaciones aceptables y re- futables. Los historiadores de la escuela cliomé- trica afirman que les resulta dificil entender como los historiadores logran no perderse en océanos de documentacion. Tal como ellos lo ven, todas las explicaciones de los actos humanos (en particular las acciones de los grupos) descansan sobre el recurso a leyes expectativas generales acerca del comportamien- to normal de las personas. Esas leyes pueden ser especificas para el lugar y la época a que hacen referencia (por ejemplo, la estrategia de combate 384 adoptada por las escuadras de la marina espafio la en el siglo XVII) 0 tener una esfera de aplica- cién bastante més amplia (como las costumbres matrimoniales en las economias rurales al comien- zo de la Europa moderna). Los partidarios de la cliometria se inclinan a pensar que la diferencia entre los dos enfoques consiste en la utilizacién, Por una parte, de modelos explicitos y formaliza- dos, frente al uso, por parte de los historiadores tradicionales, de premisas implicitas y ad hoc. De hecho, no estan dispuestos a despreciar modelos sacados de las ciencias sociales contemporaneas bajo el pretexto de que tales esquemas no pue- den abarcar la magnifica diversidad de la experien- cia historica. 2Es que no es razonable, preguntan, adaptar los conocimientos modernos al estudio del pasado? Los representantes de la escuela cliométrica tampoco admiten (a pesar de las repetidas cri cas que acusan a este método de «pseudohisto- rian) el abandono de otro rasgo controvertido de su forma de trabajar, la «especulacién contrafac- tual». Desde su punto de vista, los supuestos con- trafactuales se hallan implicitos en todas las rela- ciones causales en historia. Al sugerir conexiones ccausales, los nuevos historiadores econémicos tie- nen presente la diferencia que, en una explicacion determinada, supone cualquier factor para el re- sultado de un proceso histérico. Lo que hacen, en definitiva equivale a comparar la situacién con y sin ese factor. Por ejemplo, la afirmacion de que la baja calidad de los empresarios franceses retras6 el crecimiento econémico de Francia implica que sile industria francesa hubiera sido dirigida por una élite empresarial distinta, la tasa de crecimiento de esa nacién desde 1789 a 1914 habria sido mu- cho mas notable. Practicamente, cualquier afirmacién historica condicional que trate de sopesar la importancia lativa de factores causales contiene un mecanis- mo contrafactual implicito. Pero, en cuanto me- canismo heuristico, el contrafactual sélo se pue- de utilizar de manera convincente cuando es po- sible concretar una alternativa plausible y elabo- rar y medir sus conexiones con el resto de la eco- nomia; es decir, los mecanismos contrafactuales parecen ttiles cuando se puede utilizar la teoria econémica para predecir resultados bajo condi nes alternativas. Sdlo entonces esté al alcance de los historiadores aistar y cuantificer la contribucion de una variable determinada. Esta limitacién al em- pleo de contrafactuales descarta su utilizacion para hacer reflexiones que serian infructuosas, aunque tal vez interesantes, sobre, por ejemplo, una Gran Bretafia sin comercio exterior, 0 sobre los Esta- dos Unidos sin esclavitud 0 sobre una Espafa sin importaciones de oro y plata del Nuevo Mundo, porque la amplitud de las implicaciones de una hi- potética remocién del comercio, de la esclavitud 0 de los metales preciosos de esas tres economias es, con mucho, demesiado amplia para que la teo- ria, 0 incluso la imaginacién, puedan abarcarla. Pe- ro no es ése el caso de otras cuestiones histor cas como la hipotética anulacién de la tarifa esta- dounidense sobre el acero importado en 1842, la paralizacién de las maquines de vapor de Gran Bre- tafia en 1801, o la clausura de los ferrocarriles es- pafioles en 1878. En éstos, como en un gran nu- mero de otros problemas de historia economica, fos modelos contrafactuales se han utilizado con efectos revelacores a la hora de cuantificar la im- portancia de una determinada politica, innovacion © input en el proceso del crecimiento econémico. Una objecion mucho mas seria a la teoria eco- némica es la de que seduce a los investigadores para que busquen Gnicamente las pruebas que confirmen sus ideas preconcebidas. Por consi guiente, se le «imponen» a la historia unas gene- Talizaciones que le son ajenas, cuando lo mejor es acercarse a ella sin ningtin prejuicio. Sin duda al- guna, los historiadores econémicos que no saben més que un poco de teoria son tan peligrosos pa- ra la investigacion como los historiadores de an. tafio influidos por el partidismo politico. La clio- metria ha dado a luz, por supuesto, su parte ali- cuota de explicaciones superficiales y preconce- bidas, pero no se trata de un fallo intrinseco al mé- todo. Las mentes mejores y de mayor amplitud no s6lo estén dispuestas a recibir pruebas, sino toda una diversidad de teorfas y modelos poten- cialmente utiizables. Mas aun, la atencién dispen- sada en las discusiones académicas a la diversi- dad de teorias congruentes con un determinado Conjunto de datos tiende a corregir las interpreta- ciones superficiales y ha promovido, sin duda, la busqueda de nueva informacion con que poner a prueba ia validez de modelos alternativos. Los par- tidarios de ta cliometria tienden a verse a si mis- mos como gedlogos cuya teoria les impide vaga- bundear por todos los terrenos, pero sin perder por ello la disponibilidad y la flexibilidad suficien- | tes para ir en busca de lo inesperado. Sus son: deos han descubierto, ciertamente, algunos filo- nes muy apreciables de testimonios hist6ricos, La mayoria de los modelos utilizados en la nue- va historia econ6mica, en el pasado, han sido mo- delos de equilibrio parcial tomados de la econo- mia neoclésica y en los que se incluye de forma rigurosa el supuesto ceteris paribus. Esos mode- los permiten analizar un abanico restringido de efectos, como, por ejemplo, un cambio en polit ca fiscal, la sustitucion de trabajadores por ma- quinas 0 ta imposici6n de una tarifa. Los partida- rios de la escuela cliométtica tienen presente que los sistemas econémicos son entidades extraor- dinariamente complejas e interdependientes y que sus modelos ignoran con frecuencia consecuen- cias que se abren paso en la economia a lo largo del tiempo. Desgraciadamente, el esfuerzo inte- lectual que se requiere para abarcar tanto la teo- | tia (modelos de equilibrio general dinémico) co- mo la economettia, necesaria para medir el aba- nico completo de influencias secundarias, es for- midable. A pesar de algunos valerosos intentos de construir modelos muitisectoriales de cambio eco- nomico, la cliomettia sigue trabajando con la teo- ria del equilibrio parcial y prescinde, aunque a re- Gaadientes, de elaborar todas las conexiones con- cebibles entre sectores y segmentos de sistemas, ‘econémicos integrados que cambian alo largo del tiempo. Ciertamente, la teoria econémica adole- ce de limitaciones en la ayuda que puede propor- cionar a {a historia. E supuesto ceteris paribus y otros igualmente comunes que se utilizan en los modelos cliométricos (como mercados compet tivos, pleno empleo y libertad de informacién} sim- plifican deliberadamente la realidad y reducen el alcance de las explicaciones ofrecidas. Pero con tal de que esos supuestos sean explicitos y que las conclusiones se especifiquen cuidadosamen- te, el método puede ofrecer percepciones muy va- liosas. Los modelos han demostrado su utilidad. Sus puntos débiles parecen estar relacionados mas bien con una dependencia, en cierto modo res- trictiva, de la economia neoclésica, de manera que las preguntas y las respuestas pueden llegar a de- generar, convirtiendose en ejercicios facilmente pronosticables de economia aplicada. Los parti- darios de la cliometria tienden a olvidarse de la his- toria del pensamiento econdmico y necesitan que se les recuerde la tradicion clasica, la marxista, la institucional y otras de la ciencia economica. No 385 solo hay més economia que aquella que contie: nen los libros de texto mas recientes para gradua- dos, de teoria y econometria, sino que, como la escuela ligada a la revista Annales ha demostrado con tanta habilidad, los modelos de otras ciencias sociales (sociologia, antropologia, geogratia, in- cluso psicologia) pueden también ayudar a resol- ver las grandes cuestiones de la historia econé- mica. Afortunadamente para la cliometria, la cien- cia econémica moderna es una disciplina coloni- zadora y, a medida que dilata sus fronteras para incluir problemas que tradicionalmente quedaban dentro de los dominios del derecho, de la demo- gratia, de la politica y de la antropologia, va te- nniendo a su disposicion modelos de creciente com- plejidad y precision para el analisis de esos pro- blemas en su contexto historico. De modo que es- tos modelos, en intervalos de tiempo cada vez mas cortos, van llegando a las manos de los cliéme- tras que se interesan por temas como la evoluci6n de los derechos de propiedad, el cambio institu- cional, la fecundidad, las causas econémicas de la guerra y la formacion de {a politica publica. VIEJAS Y NUEVAS CUESTIONES La antigua historia econémica se ocupaba de icidad de problemas historicos. La metria esta dominada basicamente por el empe- fio de explicar el crecimiento econémico, es decir los cambios en la renta per capita y en la produc- tividad del trabajo a lo largo de diferentes ciclos, ya largo plazo. Esta obsesidn por el crecimiento econémico (y por su puesto, el estancamiento} es un producto de la segunda mitad del siglo vein- te, un periodo en el que los economistas (y otros) han orientado su atencién hacia los problemas de desarrollo en el tercer mundo y en las regiones mas atrasadas de Europa y de las Américas. Para dar cuenta de los fracasos, es necesario explicar los éxitos de un pasado inmediato en el que un pe- quefio grupo de paises (situados en Europa Oc dental, América del Norte, Australasia y Japén) ha avanzado con mayor rapidez que el resto del mundo. Esta aceleracion se ha producido, o bien Porque estas economias nacionales han emplea- do mas inputs para generar mas producto, o bien Porque han utilizado inputs de mejor calidad. En otras palabras, sus tasas mas elevadas de creci- miento son el resultado de més tierras, trabajo, capital, educacién y organizacion de tipo tradi nal, 0 de mejoras en la calidad de uno solo, o de un conjunto, de inputs utilizados en la produccién. Es evidente que también la antigua historia eco- némica se interesaba mucho por el crecimiento econémico y describia como los inputs y el cam- bio técnico se interrelacionaban para producir, por ejemplo, la aceleracién del producto nacional de Gran Bretafia a finales del siglo XVIII 0 un cam- bio semejante en Bélgica, Francia, Alemania y los Estados Unidos algunos decenios mas tarde. Con libros como Industrial Revolution, de Ashton, His- toire Economique de la France, de Henri See, Die Deutsche Volkwirtschaft, de Werner Sombart, 0 ‘American Economic History, de Faulkner, los es- tudiantes aprendieron a apreciar c6mo y dénde en- cajaban los diferentes elementos en el desarrollo econémico estadounidense, britanico, francés o aleman de los siglos XVIII y XIX. Pero las conclu- siones de los historiadores econémicos mas anti- guos, en el caso de que las ofrecieran, tendian a ser tan cautas como las publicadas por sus cole- gas de la historia general para explicar las gran- des lagunas en la politica nacional o en las rela- ciones internacionales. De esta manera, tal como ellos lo describian, el desarrollo econémico era el resultado de una multiplicidad de inputs, en inte- rreacci6n con el cambio técnico e institucional, que contribuian a la larga, con diferente intensidad, al impulso ascendente de una economia. La cliometria consideré los modos tradiciona- les de explicacién como simples descripciones, co- mo un sintoma del fracaso a la hora de sacar par- tido de las posibilidades de le economia y de la ‘econometria. La economia, mantienen, esta en condiciones de ayudar a los historiadores a deter minar con rigor el mecanismo mediante el cual cualquier input determinado opera sobre el pro- eso de crecimiento. La econometria, por su pat te, en especial con el analisis de regresion mult ple, puede ayudarles a cuantificar la contribucion de cada uno y, si es posible, de todos los inputs de los que depende el progreso econémico. Oui zé la diferencia més caracteristica entre el enfo- que tradicional y el moderno de este asunto con- sista en el esfuerzo continuado de este ultimo por ‘medir la importancia de inputs concretos en el cre- cimiento econdmico. Tanto si el tema en cuestion son los efectos de la legislacion imperial sobre la ‘América colonial, como si se trata de la importan- cia de la abundancia de tierra para el crecimiento de los Estados Unidos, 0 de la repercusi6n de la agricultura rural en el retraso de la economia fran- cesa, o de la influencia del Zoliverein sobre el pro- reso de la economia de Alemania, o de las reta- ciones entre la trata de esclavos y la revolucion industrial en Gran Bretafia, la nueva historia eco- némica trata de medir las repercusiones de una variable, seleccionada para su estudio, sobre el ni vel de la renta nacional. En sus anélisis del capi- tal, del trabajo, de la tierra, de las instituciones, de las politicas, ¢ incluso en su estudio de los acon: tecimiontos politicos mas importantes, la escuela cliométrica centra habitualmente la investigacion en sus efectos positivos o negativos sobre la tasa de crecimiento de una nacién. El empefiarse con éxito en recoger informacion econémica sobre el pasado ha sido siempre ocu: pacién esencial tanto de la vieja como de la nue- va historia econémica. Los esfuerzos de la prime- ra se concentraban en «chechos clave de la vida ‘econémica, tales como precios, salarios, poble- cién, impuestos, exportaciones, importaciones, etc., mientras que la atencion de la escuela clio- meétrica se ha visto atraida por las demandas que les hacen sus teorias de indices de produccién, de estimaciones de formacién de capital y de renta nacional, de estadisticas monetarias, de cuadros input-output y de cuentas de la balanza de pagos totalmente articuladas. Esos datos son indispen- sables para situar en su contexto factores tales co- mo guerras, regiones, industrias y politicas guber- namentales. Carece por completo de base la cri- tica de que la nueva historia sélo ha utilizado fuen- tes secundarias, o de que ha permitido que las es- tadisticas publicadas determinaran el tipo de pre- guntas que se hacian. El banco de datos ha cre do de manera considerable y continua por la ne- cesidad de poner a prueba modelos y teorias competitivas. Mas aiin, este renovado impulso hacia la cuan- tificacion ha llevado a la tabulaci6n y al analisis estadistico de Conjuntos de documentos histori cos tales como archivos comerciales, registros pa rroquiales, deciaraciones de impuestos y protoco- los notariales, que han servido a su vez para es- clarecer aspectos escondidos, ilegales e insospe- chados del comportamiento de los individuos y del de los grupos. La informacién historica es, en po- tencie, mucho mas rica que las series truncadas de estadisticas oficiales utilizadas por nuestros co- legas de ciencia econdmica, quienes, al centrar- se sobre el corto plazo, limitan en gran medida sus. posibitidades de enfrentarse con éxito a los cam- bios estructurales que son esenciales en el desa- rrollo a largo plazo. La nueva historia economica no se ha visto en dificultades debido a la separa~ cién (ahora corriente en la ciencia econémica y en otras disciplinas sociales) entre los que reco- gen los datos y quienes los analizan. Esa separa- ci6n no solo impide el descubrimiento de hechos anémalos sino que también propende a que mu- chas preguntas no lleguen a formularse, ni se ma- ticen las conclusiones, dada la falta de una ver- dadera conciencia de la forma y de las deficien- cias de los datos subyacentes. Hasta hace muy poco, e! tremendo hincapié que se hacia en el crecimiento econémico llevaba a un descuido muy claro de importantes cuestiones hi toricas sobre cambios en la distribucion de la ren- ta y de la riqueza a largo plazo. Ese descuido se debia en parte a una tendencia estadounidense a considerar los problemas de distribucién como cuestiones tan solo de importancia ideolégica para el bienestar de la humanidad. Pero también se de- bia a que resultaba mas facil encontrar datos re- lacionados con inputs y outputs y desplegar mo- delos normalizados y «operativos» con los que atri- buir las fuentes del crecimiento del producto a va- iaciones en la cantidad y en la calidad de un aba: nico bastante restringido de factores. A medida que, en la actualidad, las funciones simplistas de macroproduccidn dejan paso a una vision mas am- plia y mas compleja de las causas del crecimiento a largo plazo, se advierte con claridad que las fuen- tes del crecimiento no pueden dividirse de forma Util en capital, trabajo y «progreso técnico», ya que este ultimo concepto es una especie de cajén de sastre que abarca nuevos conocimientos, formas de organizacion més eficientes y mejoras en la sa- lud, en la educacién y en la motivacion de la fuer za de trabajo. Los valores, las clases sociales, la politica y las instituciones no pueden quedar rele- ‘gados a un papel residual en las explicaciones del crecimiento econémico y del estancamiento. De esta manera, al redescubrir la nueva historia eco- némica que la formacion, cambio y decadencia de las instituciones colaboran con un sistema econd- mico para realizar economias de escala, reducen los costes de la informacién, diversifican los ries- ‘gos y absorben los efectos externos, el interés por el derecho, por la politica y por la distribucion de 387 la riqueza y del poder en la sociedad se han visto reforzados. Entre los historiadores europeos ese interés «clésico» nunca disminuyé de verdad Puesto que las instituciones piblicas y, en cierta medida, las privadas son una expresion de las re- glas para la asignacién de la riqueza y de la renta, se advierte ahora de manera més correcta que la preocupacién por la distribucién esta ligada al pro- blema del crecimiento. Los esfuerzos recientes pa- ra medir fa distribucién de la riqueza y de la renta a largo plazo no sélo son interesantes por dere- cho propio sino que en la actualidad se les ve co- mo parte de la investigacién general sobre las cau- sas de la riqueza de las naciones. LOGROS Y CONTROVERSIA EN LA NUEVA HISTORIA ECONOMICA Para resumir: la nueva historia econémica es economia aplicada. Sus métodos, y el enfoque que hace de los problemas histéricos, proceden de una | disciplina matriz. Su mayor preocupacién es ex plicar el crecimiento econémico a largo plazo, y pa- ra lograr ese objetivo los cliometras han reunido con asiduidad y han manejado habilmente impor- tantes fuentes de informacion econémica legadas por la historia. Existen dos criticas de cardcter ge- neral que parecen validas: la primera, que los mo- delos desplegados para explicar el pasado se han tomado casi en su totalidad de la tradicién neo- clasica de la ciencia economica. Quiz sea ésta la razén (con lo que pasamos a la segunda critica) de que los prejuicios ideologicos de la nueva his- toria resulten tan inconfundibles. Esos prejuicios no suponen una disminucién de fa validez cient fica de sus investigaciones ya publicadas, de la misma manera que tampoco los prejuicios de sig no contrario destruyen la calidad de la investiga- cién marxista. Con todo, es evidente que una ma- yoria de cliémetras estan en favor de los merca dos libres porque inculcan racionalidad. Y también esperan, aunque hagan matizaciones de menor im: Portancia, tasas mayores de crecimiento econd- mico y de bienestar humano como consecuencia de que los gobiernos permitan, practicamente sin interferencias, que los individuos busquen sus le- gitimos intereses propios. Los historiadores sensatos saben que las discu- siones sobre métodos son estériles: que hay mu- chas posibilidades de que las prescripciones so- bre lo adecuado 0 inadecuado de las cuestiones y de la practica histérica sean transgredidas por la mayoria de sus colegas y, finalmente, que la de- mostracién de la existencia de «prejuicios» a fa- vor 0 en contra de los mercados libres no influye sobre la calidad de la investigacién historica, Esos historiadores también son conscientes de que solo es posible evaluar adecuadamente la nueva his- toria econémica a partir de sus logros. Es eviden- te que la tarea de examinar la produccién de una nueva escuela historica con mas de dos decenios de existencia esta muy por encima de la posibili- dades de un solo articulo. Ademés esa tarea re- quiere puntos de comparacién con otras escue- las de historia econémica, como la francesa liga- daa la revista Annales, con la investigaci6n reali- zada dentro de la tradici6n marxista, o quiza, mas fructiferamente, con el cuerpo de investigaciones | publicadas por los autores que han seguido escri- biendo historia econémica de primera clase segun el viejo método inductivo. Quizé las aportaciones mas famosas de la nue- va historia econémica sean sus controvertidas rein- terpretaciones de la esclavitud en los Estados Uni- dos, la contribucién de los ferrocarriles al creci- miento econémico en Europa y en América del Norte, y el andlisis de la decadencia de la econo- mia britanica de 1873 a 1914 (el climaterio). Exis- ten, por supuesto, muchos ejemplos menos es- pectaculares en los que la cliometria tambien ha desafiado a las opiniones historicas ortodoxas. Pe: ro la investigacién y el debate que han engendra- do estas controversias particulares no sélo han me- jorado la comprension del pasado sino que ofre- cen ejemplos muy ilustrativos para saber como se enfocarian otros problemas de la historia y de la ciencia social. Las tres cuestiones (esclavitud, ferrocarriles y el climaterio) han provocado un debate muy pro- longado y en ocasiones acerbo. Algunos criticos interpretan este desacuerdo como una indicacion de que las generalizaciones derivadas de los mé: todos cliométricos son tan fragiles como las con- clusiones obtenidas mediante cualquier otro en- foque histérico. Pero ello no es asi. La cliometria agradece e incluso busca la controversia. Es cier- to, sin duda, que algunas polémicas generan mas calor que luz, 0 que surgen como una previsible repulsa a un agresivo tono revisionista. También hay otra caracteristica distintiva de la nueva es- cuela que ha estimulado la controversia: su aver- sién por la ambigiedad. Por ello, sus conclusio- nes Se enumeran normalmente en lenguaje sen- cillo, los desacuerdos con otras interpretaciones se explicitan y los hallazgos se presentan como hipétesis refutables que se derivan de modelos es- pecificas y de determinados conjuntos de datos. Pero, ademas, la nueva escuela ve la discusin no solamente como un sintoma de vigor, sino co- ‘mo un metodo intrinsecamente productivo de es- cribir la historia. El progreso hacia algun tipo de opinién generalmente aceptada se produce por- que el debate genera nuevas investigaciones que climinan gradualmente las zonas de desacuerdo. Y ello es asi porque a moderna explicacién hist6- rica muy pocas veces surge como obra de arte per- sonal, sino como producto de muchas mentes, ¥ a través de la confrontaci6n entre inteligencias dis- ciplinadas inmersas en el debate academico. Per- mitasenos ahora examinar dos controversias bien conocidas de la nueva historia econémica y tra- tar de ilustrar con ello algunos de los puntos, mas bien abstractos, que hemos analizado hasta el momento. 4. LA ESCLAVITUD EN EL SUR DE E OS UNIDOS Cuando los nuevos historiadores econémicos ‘empezaron sus investigaciones sobre el viejo Sur, encontraron una historiografia que incluia roman: ticas apologias del sistema, pero que estaba do- minada basicamente por una tradicién que des: cribia la economia de la esclavitud como itracio- nal, cruel, improductiva, ineficaz e inviable a lar- go plazo. Los historiadores han criticado severa- mente a una generacion de hacendados, caren- tes por completo de vision, segun ellos, y que du: rante decenios, antes del estallido de la guerra de Secesion, estuvieron dispuestos a sacrificar sus intereses econémicos personales y el progreso ma- terial, a largo plazo, del Sur, con el fin de retener su hegemonia politica y su posicién social dentro de los Estados Unidos. Los cliémetras utilizaron observaciones econd- micas muy simples para socavar las versiones més desatinadas de la historiografia tradicional, y asi repararon, por ejemplo, en que no existian leyes ‘que obligaran a los blancos a poseer esclavos; en que los precios de los esclavos aumentaron de ma- nera constante por un factor de 3 entre 1800 y 1860, y en que al comienzo de la guerra de Sece- si6n un bracero de primera clase se vendia por, aproximadamente, el mismo precio que costaba una casa familiar de buen tamafio en 1980; en que los precios de los esclavos reflejaban los movimien 108 ciclicos en las exportaciones, aumentando mu- cho en los momentos de apogeo y disminuyendo en las épocas de descenso, en que habia merca- dos para el alquiler de esclavos, etc. En pocas pa- labras, los datos sobre precios indicaban que los esclavos eran propiedades que producian rentas. Los precios de los esclavos equivalian al valor pre- sente capitalizado de sus futuros ingresos netos. El precio de mercado del capital humano en el Sur vatiaba de formas totalmente previsibles de acuer- do con la edad, e! sexo y la destreza de los esclavos. Las observaciones simples no demostraban, sin embargo, que el sistema fuese, en general, pro- vechoso para quienes invertian en esclavos, y los cliémetras han hecho considerables esfuerzos para calcular las tasas de rendimiento para la inversion en esclavos. Sus andlisis de coste-beneficio (que suponen complejos y precisos ejercicios de eco- nomia aplicada) utiizan un impresionante abani- co de documentos de haciendas y protocolos no- tariales para calcular la productividad de la inver- sién en esclavos. Los beneficios de la posesion de esclavos abarcan el producto desu vida de traba- jo multiplicado por el precio de ese producto, mas el valor de los hijos nacidos de las esclavas. Los costes incluyen el precio de los alimentos, del alo- jamiento, de los cuidados médicos y de la super- vision, ademas del coste de mantener a los nitios hasta que su trabajo cubra los desembolsos de su crianza. Estos célculos se han ido afinando a lo largo de debates muy prolongados hasta que en la actualidad se ha alcanzado un consenso en cuanto al rendimiento de la inversion en esclavos, que suponia unas tasas positivas entre el 6 y el 10 %. La esclavitud era claramente provechosa. Durante el decenio de 1860 se continué invirtien- do capital en esclavos y, hacia 1860, alrededor del 60 % de los integrantes del 1 % de personas mas ricas de los Estados Unidos eran hacendados surefios. A la luz de las recientes investigaciones, tam: poco es posible sostener que la economia de los 389 esclavos en el Sur estuviera en peligro de venirse | esclavos de disfrutar de la vida de familia y de un abajo por razon de las contradicciones y de la ine- ficacia interna, supuestamente inherentes al des- pliegue del trabajo de los esclavos. Los nuevos his- toriadores econémicos han sacado a la luz, por el contratio, un sistema de produccién altamente racional, con una orientacién muy definida hacia el mercado y hacia los dictados del maximo ren- dimiento. De manera que los hacendados cambia- ban la combinacién de cosechas con mucha ha- bilidad en respuesta a las indicaciones de los pre- cios; distribuian de nuevo a los esolavos en tie- tras fértiles, convenientes para cosechas determi- nadas, algodén en especial; arrendaban a sus es- clavos a la economia urbana cuando eso les pa- recia provechoso y volvian a llevarlos a sus hacien- das cuando subian los precios del algodén. Ademés, los hacendados del Sur, en su forma de tratar a los esclavos, aparecen ahora en los es- critos de la escuela cliométrica no como aristécra- tas benévolos, ni como perversos explotadores, sino ms bien como una élite que calculaba la ma- nera de mantener lo mejor posible el valor de sus activos en capital humano, sin por ello dejar de conseguir 6ptimos rendimientos de trabajo. Y asi la dieta, el alojamiento y el cuidado médico que se proporcionaba a los esclavos se han cuanti cado como buenos segiin los niveles de la época. A.los esclavos se les permitia, e incluso se les alen- taba, a que desarrollaran una cultura familiar «con- gruente», al parecer, con los deseos de los hacen- dados de disponer de una fuerza de trabajo dil gente y décil. La mayoria de las asociaciones ma- trimoniales no se vieron truncadas (como han de- mostrado ahora los datos) por una venta forzosa. Por otra parte, la investigacion acerca de la fami- lia y la demografia ha puesto de manifiesto que los hogares de los negros eran del todo semejan- tes a los de los blancos surefios, y se caracteriza- ban por familias con padre y madre, y tasas muy bajas de nacimientos ilegitimos y de relaciones se- xuales fuera del matrimonio (esto ultimo ingenio- samente deducido de estadisticas que indican que si bien la edad promedio para la fertilidad se si- tuaba entre los 16 y los 18 afios, el promedio de la edad en que las esclavas daban a luz a su pri- mer hijo se hallaba entre los 20 y los 21 afios). Quizé la prueba mas reveladora de que los mos daban «cabida» (o quizé ellos mismos se adapta- ban de manera racional) a las aspiraciones de sus 390 adecuado nivel de vida sea la que ha proporcio- nado la investigacién cuantitativa al sefialar que la tasa de fecundidad entre esclavos era compa- rable a la de los blancos. Como también lo de- muestra el que la tasa natural de crecimiento de la poblacién de esclavos en el Sur de los Estados Unidos estuviera muy por encima de la de cual- quier otra sociedad de esclavos en el Nuevo Mundo. El problema para sus amos era como organizar y controlar una fuerza de trabajo sin libertad y hos- tien potencia, de manera que produjera al mé mo. Aunque los poderes de los hacendados eran mas 0 menos absolutos, descubrieron que resul- taba prudente y provechoso atender al bienestar material y moral de los esclavos y atenuar el pa- pel del castigo dentro del sistema del control del ‘trabajo empleado en las plantaciones. Asi, un ha- llazgo importante es que, a lo largo del afio, los esclavos trabajaban menos horas que los agricul- tores independientes. Quizé la nueva escuela his- torica ha ido demasiado lejos al acentuar nume- rosos ejemplos (descubiertos por ella) de incenti- vos positives al esfuerzo (como recompensas en dinero, vacaciones y progreso laboral a lo largo de un abanico de especializacion y posicion que iba desde los braceros hasta los artesanos cualifi- cados, pasando por el servicio doméstico), pero esos ejemplos refuerzan la idea de la racionalidad prestan apoyo a la hipétesis mas combativa lan- zada a la palestra por la nueva historia econémi- a, la de que el sistema de haciendas basado en la esclavitud era (en su momento de apogeo, an- tes de la guerra de Secesion) mas eficiente que el sistema de explotaciones agricolas sin esclavos ai norte y al sur de la linea Mason Dixon. Esta con- clusion, basada en un intento de medir la produc- tividad conseguida en granjas, sin esclavos y con ellos, en el Norte y en el Sur, sigue siendo hoy acaloradamente discutida. Sobre esta tesis no se ha logrado el consenso, a pesar de los esfuerzos para aquilatar los conceptos y a peser de una im- presionante acumulacién de nuevos datos. Pero la opinion clasica de que el trabajo de los escla- vos era inherente ¢ inevitablemente menos eficaz que el libre no se puede aplicar al Sur de los Este- dos Unidos, donde las haciendas no eran, sin du- da, menos eficientes que las granjas sin esclavos. Lo que sigue siendo discutible es el margen exac. to de superioridad de que disfrutaban los hacen- dados. Aunque {a fuente de la mayor eficiencia ‘se ha localizado en la especializacion en uno u otro de los cuatro principales cultivos: azuicar, algodén, arroz y tabaco, junto con el sistema de cuadrillas ena organizaci6n del trabajo, el cual, a través de | una division extraordinariamente aquilatada y coor dinada, maximiza la intensidad del esfuerzo por cada hora aplicada al cultivo de esos productos. En las grandes haciendas un esclavo producia en 35 minutos tanto como un granjero libre en una hora. La combinacién de fuerza y de incentivos que se necesitaban para lograr este esfuerzo era caracteristica de la esclavitud, y ese modo de apro- vechamiento s6lo se derrumb6 como resultado de la guerra entre el Norte y el Sur. La investigacion cliométrica también ha calcu- lado que el coste real para los Estados Unidos de hacer la guerra para emancipar a los esclavos se situé muy por encima de la altemativa pacifica (aunque politicamente poco plausible) de compen- sar plenamente a los propietarios de esclavos por sus perdidos derechos de propiedad. Todos estos trabajos demuestran la vitalidad de la economia basada en la esclavitud hasta la gue- tra de Secesion. Pero todas estas complejas y pre- ‘cisas mediciones publicadas hasta el momento s0- bre los beneficios, eficacia técnica, precios y de- mografia de los esclavos son compatibles con la hipétesis mucho més amplia (y que ahora esté atrayendo investigacién) de que la economia de los esclavos en el Sur era incompatible a la larga con el moderno crecimiento econémico. Quienes defienden esta hipétesis mantienen que la vitali- dad aparente del Sur, inmediatamente antes de la guerra, descansaba sobre la circunstancia for- tuita de un aumento de la demanda de algodén por parte de las industrias textiles de la Europa Oc- cidental. Cuando la tasa de crecimiento de la de- manda disminuy6, después de 1860, la ineficacia intrinseca y la irracionalidad del sistema de las plan- taciones habria quedado inmediatamente al des- cubierto (al menos eso es lo que la argumenta- cién pronostica). Esta suposicion se ha visto re- forzada con la referencia al porcentaje muy peque- fio de bienes industriales en el conjunto de la pro- ducci6n del Sur y a las desigualdades en la dist bucion de la riqueza y de la renta, que dificulta- ban la aparicion de unos consumidores «media nos» para los productos de las manufacturas y ser- vicios urbanos, Otros cliémetras, impresionados por la raciona lidad y la adaptabilidad de! Sur de antes de la gue- tra, se muestran menos inclinados a aceptar la hi- potesis de que la rapida tasa de crecimiento en la renta per cépita conseguida antes de la guerra fuese efimera. La economia basada en el trabajo de los esclavos, sefialan, habia sido capaz de re- distribuir con éxito recursos a lo largo de dos si- los en respuesta a cambios en la demanda de azt: ar, tabaco, arroz y algodén. Aunque la deman: da mundial de algodén perdiera impulso después de 1860, siguié creciendo mas deprisa que las dis- ponibilidades de trabajo en el Sur. Mas aun, no hay raz6n para suponer que el potencial para me- joras en la productividad en las haciendas estu- viese agotado, 0 que el Sur fuera incapaz de con- seguir una parte mayor de la demanda mundial de algodén, rebajando los precios y provocando, por consiguiente, nuevos cambios en la demanda en perjuicio de otros productos textiles como la la- ra, la seda y los articulos de hilo. Esta particular fase del debate, que se ha lleva- do adelante mediante nuevas investigaciones so- bre la economia postbélica del Sur, parece estar tropezando con el tipo de infructuosas especula- ciones contrafactuales que se ha mencionado an- teriormente. No parece que haya ninguna mane- ra Util o decisiva de analizar la viabilidad, a largo plazo, de la esclavitud, o la posible senda de cre- cimiento del Sur estadounidense sin la esclavitud. La cliometria ha hecho mas que suficiente al de- mostrar que para lograr su derrumbamiento en 1860 fueron necesarias una cruzada moral y una guerra FERROCARRILES Una de las primeras, y quizé mas influyentes, controversias en la nueva historia econémica se centré en tomo al intento de cuantificar el papel de los ferrocarriles en el crecimiento econdmico de Europa y de América del Norte. Por supuesto, los historiadores econémicos de mas edad que se ‘ocuparon del transporte no s6lo proporcionaron detalles historicos, sino que también ayudaron a los estudiantes a entender cémo la espectacular revolucién de los transportes en los siglos XVIII y XIX rebajé los costes del traslado de mercan- clas a través de tiempo y espacio. 391 El progreso técnico, en forma de mejoras del fr me de las catreteras, de vias fluviales artificiales, vias férteas y, sobre todo, de la aplicacién de la energia del vapor a los transportes por ferrocarril y por agua redujeron los costes de combustible, de materias primas y de materiales de construc- cién para la industria y la agricultura, y permitie ron a granjeros e industriales vender sus produc- tos a los consumidores a precios mas bajos. La mayor extension de los mercados produjo la co mercializacién de la agricultura, impuls6 la espe- ializacion, alenté la competencia, difundid las in- novaciones, y creé la posibilidad de unidades de produccién en mayor escala y més eficientes. Ade- més, los nuevos sistemas de transporte hicieron demandas directas a varias industrias para el su- ministro de carbén, materiales de construccién, hierro, acero y productos de ingenieria; deman- das que podian acelerar la difusion de nuevas téc- nicas de produccién y promover economias de escala, Finalmente, la adopcién de nueva tecnologia en el sector del transporte trajo consigo un abanico de «salpicaduras tecnolégicas» que supusieron be- neficios econémicos (efectos externos) para la economia en su conjunto, ademés y por encima de las ventajas derivadas para los productores de la disponibilidad de transportes mas baratos. Por ejemplo, la fuerza de trabajo adquirié mayor mo: vilidad y parte de la tecnologia disefiada para el transporte de mercancias y pasajeros se pudo adaptar para usos distintos en otros sectores eco- némicos. De manera parecida, la formaci6n de tra- bajadores cualificados o directives, tanto en las, mismas empresas de transporte como en las com- pafifas que suministraban productos a ese sector, incrementaron la disponibilidad de fuerza de tra- bajo cualificada. Los nuevos sistemas de transpor- te exigieron capital en gran abundancia, lo que tra- jo consigo mejoras en las instituciones del mer- cado de capital, las cuales no sélo proporciona- lad a los fondos susceptibles de ser invertidos, sino que probablemente contribu- yeron a incrementar los ahorros extranjeros y na. cionales disponibles. Este breve resumen de las interconexiones en- tre el transporte y el resto de la economia (que est esbozado en la mayoria de las historias economi cas del transporte escritas antes del decenio de 11960) nos permitiré valorar la peculiar contribucion 392 de la nueva historia econémica de los ferrocarri- | les, que se ha preocupado sobre todo de cuanti- ficar la influencia de los ferrocarriles en el progre- 80 econémico durante el siglo XIX. Esa influencia podria medirse en teoria como la diferencia entre la tasa real de crecimiento del pro- ducto nacional bruto y una tasa de crecimiento contrafactual sostenible por una economia sin fe- rrocarriles. Por desgracia, los cliémetras no han medido la repercusi6n de los ferrocarriles sobre el crecimiento econémico. Lo que han hecho ha si- do ofrecer célculos de los ahorros sociales a par- tir de los ferrocarriles. Este método da por senta- do que la importancia de los ferrocartiles puede medirse calculando los costes del funcionamien- to de una economia sin una red férrea eficiente y plenamente operativa por espacio de un afio. Pa- Fa mantener un nivel constante de transporte sin tener acceso a los ferrocartiles, los agricultores & industriales incurririan evidentemente en gastos ‘extraordinarios ya que las mercancias enviadas he- ciendo uso de las mejores alternativas, exceptua do el ferrocarrl, por carreteras y vias fluviales, su- pondrian unas tarifas més altas por tonelada/ki- (metro, con recorridos, normalmente, mas tor- tuosos y largos; también aumentaria el tiempo transcurtido entre el envio y la entrega, y puede deducirse del transporte mediante carros y barcos un riesgo mayor de pérdida que por ferrocarril. Su- poniendo que puede calcularse ese incremento en los costes, los cliémetras han medido después los ahorros sociales 0 los beneficios marginales pro- ducides por una economia gracias al funciona nto de su sistema de ferrocarriles. Por supuesto, los datos que requieren estos ejer- cicios son formidables. Y ademas quedan sin re- solver serios problemas de ntimetos indices inhe- rentes al concepto mismo. Por ejemplo, cuales son las implicaciones de dar por sentado que las empresas continuarian enviando un volumen com- parable de mercancias con o sin ferrocartiles? Si las diferencias de tarifa entre modos de acarreo son cuantiosas y la consiguiente demanda de transporte es olastica a los precios, el volumen de fletes no es independiente de la introduccién de los ferrocartiles. Los célculos de ahorros sociales estén, ademds, muy relacionados con los supues- tos que se hagan acerca de los costes reales o de oportunidad de los recursos «liberados» en la eco- nomia mediante la introduccién de los ferrocarri- les, Si el aumento en la productividad del trabajo en los transportes simplemente incrementa el pa- ro 0 fomenta la emigracin, en ese caso los be- neficios para determinadas economias nacionales (por ejemplo, Espaiia e Italia) quedan muy redu: cidos. Sin embargo, los calculos de los ahorros socia- les suponen una contribucién util y esclarecedo- ra de la historia del transporte. A pesar de todas sus imperfecciones te6ricas y empiricas, permiten a los historiadores disponer de pruebas acerca de ‘como los ferrocarriles fueron «vitales» o indispen- sables pata el progreso econémico. Dejando Es- pafia a un lado, las estimaciones sugieren que el cierre de una red de fertocarriles en pleno funcio- namiento en Europa y en Estados Unidos habria causado una caida de menos del 10 % del PNB en el siglo XIX. Sin embargo, una caida de una décima parte del PNB supone una cantidad muy grande. Los ferrocartiles eran sin duda alguna im. portantes. Su grado exacto de importancia solo puede evaluarse comparando los ahorros socia: les logrados por los ferrocarriles con los ahorros obtenidos por otros destacados ingredientes del proceso de crecimiento, como el acero, los tela- Fes mecénicos, los canales y las maquinas de va- por. El ejemplo de los ferrocarriles ya ha impulse- do la investigacion sobre otras innovaciones. Ademés, puede arrojarse mucha luz sobre ta im- portancia de los ferrocatriles si se considera el aumento de los ahorros sociales a lo largo del tier- po dentro de una economia, y también sus varia ciones en los distintos paises. Lo primero refleja las continuas mejoras en la productividad total de los factores lograda por los ferrocarriles y lo se- ‘gundo la importancia econémica a largo plazo para paises (como Espafia y Rusia) mal dotados de rios navegables y con el inconveniente de un suelo hos- tila la construcci6n de canales y pocas oportuni- dades para el comercio costero. Los nuevos da- tos ponen de manifiesto el hecho de que fueron eficacia, y los progresos tecnicos mas bien limitados conseguidos en el transporte por carretera los que, no solo aumentaron la im- portancia de los ferrocarriles a la larga, sino que hicieron sus servicios casi indispensables para una gran proporcién del crecimiento alcanzado, de he- ‘cho, por paises como Espafia y México antes de 1914. Los historiadores de la economia han recono- cido hace ya tiempo que los suministros a los fe- rrocarriles podian ejercer una influencia importante ‘en ol desarrollo a largo plazo de industrias con- cretas, entre otras las del hierro y el acero, car- bon, ladrillos, madera y maquinaria. Los célculos cliométricos de estos «efectos hacia atrasn de- muestran que no fueron nunca de grandes dimen- siones, se concentraron en ciclos particulares de produccién y su magnitud dependia en primer lu gar del grado en el que la demanda de bienes de capital necesarios para establecer una red se orien taba hacia inputs y equipo importados. Los anélsis de los cliémetras también se han dirigido, con efectos llamativos, a aquellos histo riadores nacionalistas que critican a los gobiernos de la €poca por su supuesto fallo al no haber em- prendido programas de sustitucién de importacio- nes, a fin de aumentar al maximo las conexiones potenciales entre la construccién de ferrocarriles y el desarrollo industrial. Estos andlisis han pues- to de manifiesto que las condiciones previas para una politica con éxito basada en la proteccién, sus- tituci6n de importaciones y construccién de ferro- cartiles, combinadas para fornentar tasas eleva das de crecimiento industrial, eran un nivel mini- mo en la produccién de hierro y en las técnicas de construccién capaces de una répida expansion para dar abasto a una demanda ciclica, y con re- pentinas concentraciones, de railes, locomotoras y material rodante. En el caso de no existir esa ca- pacidad, la proteccién sélo habria servido para re~ trasar la construccién y gravar a la red con car- gas ms elevadas del capital y, como consecuen- cia, obligar a los ferrocarriles @ cobrar precios mas altos por los servicios de transporte de mercan- clas y de pasajeros. Existen varios efectos de los ferrocarriles sobre el crecimiento econdmico que no ha sido posible cuantificar. Su construccion afiadid, sin duda, algo al volumen de gastos de inversion, alterando su calendario. Sus voraces demands de financiacion estimularon las mejoras en los mercados de capi- tal nacionales e internacionales. Modificaron los ‘esquemas de comercio y localizacion dentro de las regiones econémicas y en las relaciones de unas con otras. Los ferrocarriles tuvieron efectos pro- fundos y difusos sobre el desarrollo a largo plazo, al alterer la estructura de los precios relativos y de la relacién real de intercambio entre regiones | y sectores de las economias nacionales. | Quizé no llegaron a marcar en ningun sitio la diferencia entre desarrollo y estancamiento. Los nuevos y los viejos historiadores de la economia estén todavia muy lejos de medir su contribucion a las tasas de crecimiento de economias particu- lares. Aunque el enfoque de los ahorros sociales representa un gran paso hacia adelante, también ejemplifica las limitaciones del andlisis del equili- brio estatico que, simplemente, no puede abar- car las milltiples influencias de los ferrocartiles a lo largo del tiempo. Para medir tales efectos, el mecanismo contrafactual pertinente no es el cie~ tre por un afio, sino una eveluacion de todos los efectos que podrian seguirse tedricamente de la negativa a construir una red de ferrocatriles. En ese contexto, y con la ayuda de modelos de equi- librio general, podria en teoria cuantificarse el aba- nico completo de influencias ejercidas por los fe- rrocarriles sobre ahortos, inversion, esquemas de localizacién, mercados, gama de productos, pre- Cios relatives, progreso técnico, urbanizacion, po- fitica publica, formacion y movilidad de la fuerza de trabajo, etc. Pero bastaria con disefiar un mo- delo de equilibrio general para poner inmediata- mente de manifiesto hasta qué punto resultaria im- posible la tarea de cuantificacion. LA NUEVA HISTORIA ECONOMICA, LAS INSTITUCIONES Y EL ESTADO La nueva historia econémica ha estado domi- nada por el empefio de explicar el rendimiento de diferentes economias a lo largo de periodos pro- longados. El paradigma que los clismetras encuen- tran uniformemente util para sus fines es el mo- delo neoclisico. Ese modelo se ocupa basicamente de explicar con detalle cémo las respuestas de per- sonas privadas en busca de un maximo de bene- ficios a los cambios en los precios relativos pro- dujeron, hacia 1914, un alto nivel de vida en un pequefio grupo de paises. Por ejemplo, cuando la poblacién briténica aumenté en el siglo XVIII, los precios de los alimentos y las rentas de las tie- ras cultivables crecieron, lo que a su vez, y con el tiempo, impulsé la inversién en recuperacion de suelos, drenaje, abono con marga de las tierras y formas mejoradas de organizacién agraria (cer- cados). Después de Waterloo, cuando la produc- 394. cién de alimentos crecié més de prisa que la po- blaci6n, los precios agricolas disminuyeron y los salarios reales aumentaron. De manera similar, la difusién de nueva tecnologia —las segadoras me- cénicas en el Medio Oeste en el decenio de 1850, por ejemplo, o la maquinaria para hilar en Francia en el de 1820, o los procedimientos de produc- ci6n de coque en Alemania en el de 1860-- se ex- plica de manera plausible (mediante la teoria eco nomica y las técnicas estadisticas) como resulta do de adaptaciones a cambios en los precios re- lativos. Como hizo notar uno de sus fundadores: «Esto es, en buena parte, lo que da senti do a la nueva historia econémica: se trata de hacerle una prueba gigantesca a la hip6- tesis de la racionalidad econémica de un sis- ‘tema y del comportamiento de los individuos dentro de él. El resultado es que, a fin de cuentas, el mercado ha funcionado, de ver- dad, muy bien.» De esta manera, en términos muy generales, la explicacion ofrecida es que las tasas elevadas de crecimiento econdmico tuvieron lugar en socie- dades donde algo a lo que se le da el nombre de mercado (un término genérico) funcioné mejor. De hecho, y para ir un poco mas adelante, un es- tudio reciente, The Rise and Decline of Nations, esté elaborado en tomo a la hipétesis de que los, intentos con més o menos éxito de carteles, sin- dicatos y otros grupos de interés para reducir y frustrar las operaciones del mercado explican, en gran medida, el rendimiento relativo de las distin- tas economias durante la época de la postguerra. La teoria neoclasica, sin duda alguna, daba razon de mas cosas del pasado cuando los supuestos subyacentes incluidos en sus modelos de creci miento (por ejemplo: mercancias competitivas y mercado de factores, abundancia de suministros, de empresarios capaces de correr riesgos, coefi- cientes flexibles para la produccién, consumido- res dispuestos a experimentar y con sensibilidad allos precios, minima regulacién por parte del go- biero, flujos de informacién baratos y eficientes, etc.) estaban presentes en la sociedad que s¢ estudiaba. Por desgracia, la nueva historia econémica no se ha mostrado igualmente experta 0 convincen- tea la hora de analizar como tales condiciones para la eficaz operacion de los mercados han estado presentes en algunos momentos en determinados | los que definen incentives y normativas disuaso- paises, y en cambio no lo han estado en otros si- tios y en otras épocas. Los historiadores econdmicos que han leido a ‘Adam Smith son conscientes de que los merca- dos de bienes de consumo, de tierra, capital, tra- bajo y nueva tecnologia funcionan dentro de un marco de instrucciones para la organizacion y re- gulaci6n de la competencia y de la cooperacién entre las personas dedicadas a la actividad eco- némica. Una de las tradiciones centrales de la vieja historia econémica era precisamente el estudio de las leyes y de las instituciones que moldeaban y limitaban e! comportamiento econémico durante largos perfodos. Para los nuevos historiadores eco- némicos (inclinados a atribuir el crecimiento sos- tenido de las rentas per cépita a los beneficiosos efectos del mercado) la construccion y destruc Nn de las instituciones que apoyaron o dificul- taron el eficaz funcionamiento de los mercados es una condici6n critica (prioritaria de hecho) para el analisis del crecimiento econémico. Porque si bien los conocimiento basicos y los equipos de tec nologia disponibles marcan los limites para los po- sibles aumentos de produccién, las instituciones que impulsan o estorban las actividades de las per- sonas en busca de lucro determinan exactamen- te cuanto potencial productivo se hace realidad en un periodo determinado. Durante largos perio- dos de la historia de la humanidad se advierte co- mo el predominante e ineficaz marco de las insti- ‘tuciones ha mantenido las economias por debajo {con frecuencia, muy por debajo) de sus fronte- ras de posible produccién. Los nuevos historiado- res econémicos han llegado a darse cuenta de que si quieren que su disciplina no quede limitada en el tiempo (la época liberal de 1776 a 1873) y en el espacio (Europa Noroccidental y América del Norte) necesitan entender los cambios instituci nales y la diversidad de obstéculos instituciona- les que dificultaron el comportamiento compet tivo fuera de los estrechos limites historicos y cul- turales que han caracterizado su plan de investi- gaciones durante los dos dltimos decenios. Las reglas y los procedimientos de coaccién de interés inmediato y evidente para los historiado- res econémicos son los siguientes: aquellos que especifican y defienden los derechos de propie- dad (lo que, a su vez, determina la distribucion de la riqueza y de la renta dentro de un estado); rias para la actividad econémica; los que sefialan y hacen cumplir los acuerdos contractuales entre ‘empresas y consumidores, patronos y obreros, prestamistas y prestatarios, y ciudadanos y go- bernantes. Un momento de reflexion bastaria para conven- cemos de que los elevados costes de llevar a ca- bo transacciones econémicas en una sociedad sin un sistema de reglas, que sean claras y que se pue- dan hacer cumplir, dificultaria en gran manera el intercambio y la especializacion. Por poner un ejemplo, quienes se dedicaran ala compra y ven- ta de mercancias necesitarian ponerse de acuer- do sobre: la propiedad de los bienes de consumo objeto de la negociacion, un sistema de pesos y medidas, los criterios para definir las propiedades y calidades de los articulos comprados y ven« dos, los términos y el calendario del intercambio, una unidad monetaria para efectuar el pago, etc. En las economias simples, con tratos persona- lizados, no se requieren reglas explicitas para ta- les intercambios. La gente acata los codigos usua~ les y tradicionales de negociar. El comportamien- to oportunista se ve de ordinatio coartado por las relaciones reciprocas entre los participantes en las transacciones cara a cara. Pero la ampliacion de los mercados, la especializaci6n y la division del trabajo dependieron intimamente de reglas expli- citas y de mecanismos para evitar el engafio, te- ducir riesgos y obligar a cumplir los contratos. En términos generales, el crecimiento econdmico ha exigido un marco en continua evolucién de leyes, y de procedimientos para hacer cumplir las leyes, con que reducir los costes de las transacciones co- mo resultado de la difusion de los mercados de productos basicos y de factores mas alld de los confines de las comunidades locales. Mi anélisis lleva, de manera logica, a aceptar la critica (repetida con frecuencia por historiadores de la politica) de que la cliometria tiende a menos- preciar el papel del Estado en el crecimiento eco- némico. Durante demasiado tiempo la nueva his- toria econémica ha considerado como «dadas» las instituciones que sustentan el rendimiento econd- mico relativo de las diferentes economias. Y, por otra parte, esta disciplina ha producido algunas explicaciones ingenuas y deterministas del cam- bio institucional a lo largo del tiempo. Por ejem- 395 plo, la «nueva economia politica» analiza la histo: fia politica con un vocabulario que se estima es- clarecedor para las decisiones sobre inversion. Desde esta perspectiva, la reforma institucional emana de las actividades de grupos 0 coaliciones de intereses que advierten, y que consiguen, be- neficios netos como consecuencia del cambio de las reglas. Aunque el proceso de procurar la apro- bacién de un proyecto de ley por cabildeo y las actividades de los grupos de presi6n en la politica liberal puedan describirse de esta manera, al con- vertirio en teoria se nos aparece como algo vacuo y tautolégico. ¢Quién advirtié y calculé los cos. tes y los beneficios de la accion politica que llevo a las reformas de los derechos de propiedad? La historia politica, en especial la historia de las con- vulsiones més importantes que afectaron a las re- glas legales que fijaban la distribucién de los be- neficios del intercambio comercial, pone de ma- nifiesto la mezcla de motivos existente y las enor- mes incertidumbres acerca de costes y resultados. La metéfora coste-beneficio parece poseer un li- mitado poder explicativo cuando se traslada a la historia de los primeros tiempos de la Europa mo- derna, en el momento en que el marco institucio- nal para el funcionamiento de los mercadios de pro ductos basicos y de factores hizo su aparicion en algunas sociedades (Holanda ¢ Inglaterra) mucho antes que en otras (Espafia y Rusia). El audaz in- tento, en Rise of the West, de explicar las discre- pancias en el calendario y en los testimonios his- t6ricos parece muy hecho a la medida. Sus refe- rencias a anteriores tradiciones politicas, que per- mitieron a los grupos definir y cambiar los dere- chos de propiedad en favor propio, no hacen mas. que situar el problema cada vez mas atrés en el curso de la historia. Esta claro que resulta impor tante revivir y revisar las percepciones de los his- toriadores de la economia mas antiguos, que vie- ron al Estado como importante para el crecimien- to econdmico. Adam Smith no fue el primero en teconocer que los gobiernos entorpecian el creci miento econémico con la creacién y la obligato- riedad de sistemas ineficaces de reglas y de dere- chos de propiedad. Para la nueva historia econd- mica el problema general radica en que hay que compatar los marcos legales para la competencia y la Cooperaci6n econémica de manera paralela en distintos paises, en que hay que analizar las al teraciones en las leyes y en los derechos de pro- Piedad alo largo del tiempo, y en que hay que co- nectar sistematicamente las variaciones bien es- 396 pecificadas en e derecho con el crecimiento eco- nomico. La cliometria necesita ocuparse mas de las teorias sobre el Estado y del estudio de! com- portamiento politico y de la aplicacion coactiva de la ley. Aunque esta sugerencia se aplica de ma- nera especial a los comienzos del periodo contem- pordneo, cuando los gobernantes establecieron (0 no llegaron a establecer) las condiciones para la ampliacién de los mercados en los siglos XVIII y XIX, también encaja en nuestro propio siglo, que ha presenciado el auge de un tipo de gobiernos que reducen y regulan el funcionamiento de los mercados de productos basicos y de factores. Para el primer periodo, los historiadores de los antiguos regimenes han acurnulado muchos tes- timonios atles y su trabajo sugiere propuestas que merecen la consideracién de los historiadores de la economia. En primer lugar: los dirigentes apa- recen como basicamente interesados en conse- guir ingresos y ese interés pudo entrar con fre- cuencia en conflicto con la necesidad, vagamen- te advertida, de idear sistemas eficaces de reglas y derechos de propiedad para el crecimiento eco- nomico. Entre 1500 y 1800, la difusion de merca- dos fue frecuentemente impedida por la necesi- dad de asegurar una base imponible. Esta necesi- dad variaba en relacién directa y muy evidente con los costes de la seguridad interna y externa. Ta les costes pueden también relacionarse con la po- sici6n geopolitica del Estado y sus aspiraciones im- petiales y también con la fuerza de los grupos de poder en competencia dentro de la organizacion politica. A los rivales (la aristocracia y la Iglesia) se les compensaba frecuentemente con derechos de propiedad contraproductivos (monopolios) y con exenciones tributarias. Esas instituciones ine- ficaces sobrevivian con frecuencia siglo tras siglo porque los costes privados de organizar el cam- bio mediante desatio directo a la autoridad le ma podian ser extraordinariamente elevados y los beneficios privados (en cuanto distintos de los so ciales) problematicos. Sélo los cambios de ideo- logia y de creencias parecen tener el poder sufi- ciente para inspirar modificaciones fundamenta- les en los sistemas establecidos de reglas y dere- chos de propiedad. Bajo los antiguos re la reforma parece lenta, las creencias legitimado ras y el comportamiento de acuerdo con los habi- tos apoyan con gran fuerza el consenso conser- vador dominante, y eso que los economistas de- signan como «el problema de usar de los servi- cios sin pagarlos» produce apatia entre los gru- pos que podrian obtener provecho del cambio institucional Si pasamos a ocuparnos de la época de la se- gunda revolucién industrial (de 1880 en adelante) ‘comprobamos que los marcos institucionales pa- ra el funcionamiento de los mercados de produc- tos basicos, de capital y de trabajo han sido mo- dificados por sociedades anénimas, intermediarios financieros en gran escala y sindicatos industria- les. Estos desarrollos organizativos, pensados para aprovechar los beneficios de la nueva tecnologia {en especial, de la reduccion de los costes de trans- porte), llevaron directamente a que se exigiera una regulacion gubernamental para proteger a los con- sumidores, a los agricultores y a los trabajadores del poder de las grandes sociedades anonimas. En una época democratica 0 populista la gente se di- rige al Estado para que les proteja contra las gran- des empresas y los grandes sindicatos. Entonces se reducen 0 se vuelven a definir los derechos de propiedad para ocuparse con mayor detenimien- to de las necesidades sociales mas apremiantes. Ademas, se han formado grupos con el propési- to de utilizar el poder del gobierno, no solo como proteccién contra el abuso del poder de las gran- des empresas, sino también para conseguir ren. tas y otras recompensas que nacen de las tarifas, subsidios, barreras para entrar en un mercado y otros privilegios legales ideados para restringir la ‘competencia. La segunda revolucion industrial se produjo den- tro de un marco institucional de capitalismo de so- ciedades (la «mano visible») y del crecimiento de la intervencién del Estado. El capitalismo de so- ciedades ha estado caracterizado por burocracia de oligopolio, integracién vertical, control de em- pleo, coordinacion financiera e investigacion sis- ‘tematica para conseguir nueva tecnologia. Et ol gopolio estabiliza los precios y las participacio- nes en el mercado, facilita la inversion y planifi- cacion a largo plazo. La coordinaci6n y la vigilan- cia de los flujos de inputs y outputs dentro de em- presas integradas eran condiciones previas para alcanzar «volimenes globales de consumo de gran rapidez» que disminuian los costes. La integracion vertical hacia atras, hasta materias primas e inputs, y hacia adelante, hasta los canales de distribucién, permitia la utilizacion de la produccion en masa y de métodos de ventas adecuados. El control de gestion del proceso laboral facilitaba la incorpo- raci6n de nuevas tecnologias. La cooperacién en- tre empresas industriales e intermediarios finan- cieros fomentaba la movilidad del capital y acele- raba la expansi6n de inversiones en mayor esca- la, La investigacion organizada y el desarrollo (en particular, en las industrias basadas en la nueva ciencia) se han convertido en la fuente principal del cambio tecnolégico. La planificacion indicati va, y otras formas de coordinacién entre gobier- nos, intermediarios financieros y sociedades indus- itiales, han proporcionado el marco macroinstitu- cional para el funcionamiento, con mayor 0 me- nor éxito, de diferentes economias a lo largo del liltimo siglo. Los nuevos historiadores econdmicos, que se han mostrado muy hébiles para explicar el creci- miento durante los estadios iniciales de la indus- trializacién, han sido menos diestros en dar razo- nes pata los éxitos 0 los fracasos durante la se- gunda revolucién industrial. Quizé (y tal vez por su condicién de verdaderos historiadores) se pa- san demasiado tiempo lamentandose por el «mun- do que han perdido», el universo de los merca- dos competitivos, donde la fuerza heuristica de los modelos neoclasicos de crecimiento (y sus pro pias ventajas comparativas) alcanza la perfeccion. La teoria econémica no resulta tan util, ni mucho menos, cuando el comportamiento de los indivi- duos esta guiado por una mezcla de motivos ha- bituales, de razones de solidaridad al mismo tiem- po que de biisqueda del propio provecho, y cuan- do las instituciones jerarquicas, como son las em- presas comerciales, los sindicatos y el Estado, ejer cen un fuerte control sobre la actividad econémica. Por supuesto, el desarrollo de este marco mo: derno de instituciones ha traido consigo un gran numero de problemas y ha puesto algunas restric- ciones muy visibles al crecimiento econémico. Las organizaciones jerarquicas, como grandes empre- sas y ministerios, encuentran dificil y costoso me- dir y vigilar el comportamiento de los empleados que estin dedicados nominalmente a la produc- cién en equipo. La disminucién de los derechos, de propiedad liberales, mediante impuestos y re- gulacion, han debilitado los incentivos a los indi viduos para que aprovechen sus energias y sus ac- tivos con fines productivos. El persuasive poder actual del Estado crea oportunidades para que gru- os bien organizados de intereses particulares se 397 apoderen de rentas a expensas de la comunidad ‘en su conjunto, Los gobiernos se han vuelto a ma- nifestar como rapaces respecto a los ingresos, y esa necesidad de proteger la base imponible ge- nera derechos de propiedad ineficaces. Las buro- cracias se resisten a las innovaciones, levantan ba- Treras contra la competencia y recompensan la estabilidad. Sin embargo, los historiadores de la actividad econémica y juridica de la segunda revolucion in- dustrial parecen més inciinados que los «cliéme- tras tradicionales» a ver la innovaciéon institucio- nal realizada por las empresas y por el Estado co- ‘mo una fuerza primaria de adaptacion a los reque- rimientos de la tecnologia, basada en la ciencia, del Ultimo siglo. Se hace ver que las economias con éxito, Alemania, Japén y Francia, han sido capaces de innovar creando la mezcla adecuada de instituciones competitivas y de cooperaci6n que requiere un crecimiento rapido. Sus rivales menos afortunados, Gran Bretafia, Bélgica y Uiltimamente los Estados Unidos, se caracterizan por una adap- tacién institucional tardia e inepta. Las empresas briténicas se han mostrado incapaces de obtener el nivel necesario de control del mercado, de auto- ridad en las relaciones industriales y de organi cién de la gestion. A nivel politico, se ha produci- do el correspondiente fracaso (tanto en Gran Bre- tafia como en Estados Unidos) a la hora de esta- blecer la adecuada mezola de politicas para el cre- cimiento y para el bienestar social. ‘Abarcar todas las complejas interconexiones en- tre instituciones y crecimiento sera dificil; la me- dida de los efectos puede resultar casi imposible, y los modelos neoclésicos de crecimiento y el vo- cabulario de la teoria econdmica tendran una im- portancia cada vez menor. Si queremos entender la segunda revolucion industrial, hemos de recons- truir nuestros puentes con la historia y con el de- echo sin perder por ello las ventajas comparati- vas reales de la cliometria, que son precisamente ‘su rigor y su fidelidad a la cuantificacion. CONCLUSIONES En el breve periodo de dos decenios la cliome- ‘tria cuenta en su haber con considerables logros. Su enfoque ha demostrado la fuerza de los mo- delos explicitos, del razonamiento contrafactual 398 y de la cuantificacion cuidadosa para la explica- cién hist6rica. Nuevas y heterodoxas interpreta- ciones de un amplio abanico de cuestiones de la historia de los Estados Unidos y de Europa han estimulado una controversia fructifera y la busque- da de datos. Las limitaciones de la cliometria son (cosa bastante evidente) las limitaciones de la teo- tia del equilibrio parcial, ligada a conjuntos de su- puestos que parecen particularmente pertinentes para las economias de mercado del periodo libe- ral que va de 1776 a 1873. Para escapar de los con- fines de la teoria neoclasica, los cliémetras, mas afines a la cuantificacion (y quizé mas sutiles y re- finados) tratan de aplicar a la historia modelos de equilibrio general. Quiza otros se contenten con la autentica clarificacion que proporciona el des- ‘cubrir por qué las expectativas neoclasicas no fun- cionaron o funcionaron mal fuera de Europa No- roccidental y América de! Norte. Una nueva ten- dencia, que vuelve a una tradicion mas antigua de la historia econémica, trata de entender el cam- bio juridico y la conexién de las instituciones con el crecimiento econdmico. Quienes la practican, ya han reconooido las limitaciones de la teoria eco- nomica y han visto cuales son las fronteras de la | cuantificacion en la encrucijada de la primera y de | ta segunda revolucién industrial. BIBLIOGRAFIA SELECTA Ls producci¢n ya pubicada do a nuova historia cconémica es muy ccopise, yuna biblogratia ms © menos completa se publcars don tro de poco, editade por D. N. McCloskey (I. A continuscion se recoge una breve selescién de libros leon Buenas bibiografis) rela ‘lonados con este ensayo, 1. Metodos y estudios generals McCin.ano, P. 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