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Francisco de Aldana (1537-1578)

Reconocimiento de la vanidad del mundo

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,


tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,

tras tanto acá y allá, yendo y viniendo,


cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria


del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la vitoria


de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.

El ímpetu cruel de mi destino,


¡cómo me arroja miserablemente
de tierra en tierra, de una en otra gente,
cerrando a mi quietud siempre el camino!

¡Oh, si tras tanto mal grave y contino,


roto su velo mísero y doliente,
el alma, con un vuelo diligente,
volviese a la región de donde vino!

Iríame por el cielo en compañía


del alma de algún caro y dulce amigo,
con quien hice común acá mi suerte;

¡oh, qué montón de cosas le diría,


cuáles y cuántas, sin temer castigo
de fortuna, de amor, de tiempo y muerte!

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