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DERECHO

En lo que al Derecho se refiere, preferimos una noción que no intenta abarcar


explícitamente todas las acepciones conocidas de esta palabra, pero las
supone y puede conjugarse con ellas sin excluir sus sentidos ni sofocar la
variedad de sus intereses.

Se trata de una noción puramente operativa que sólo pretende resaltar la


naturaleza mediadora del Derecho, su carácter "entrelazante y heterónomo",
como dice Mario Alzamora Valdez. "Heterónomo" quiere decir aquí que el
Derecho no tiene una esencia original, que no se constituye autónomamente.
Es un compuesto de tres elementos que pertenecen a órdenes diferentes y sin
embargo se "entrelazan" alrededor de uno de ellos: las normas jurídicas. Las
cuales sirven de nexo entre conductas que se quieren regular (coactiva o
coercitivamente) y valores que se pretende alcanzar mediante esa regulación.

Esto significa que el Derecho surge cuando una voluntad política preexiste e
interviene desde el momento en que informa a la sociedad que se constituye y
se da un régimen, es decir, determina su orden3, teniendo en cuenta ciertos
fines considerados como valores. En suma, el Derecho puede ser considerado
como una relación entre conductas y valores, o, como veremos, entre ética y
política.

LA ÉTICA

Sólo importa en el ámbito de la cultura occidental y moderna, en que nos


situamos, partir de un postulado humanista antropocéntrico propio de esa
cultura, la dignidad del hombre, ser libre con capacidad de elegir, ser racional
con capacidad de construir conceptos generales, ser moral con habilitación
para escoger y asumir un ideal de vida, que puede ser presentado como
susceptible de ser universalizable, y ser comunicativo, capaz de diálogo con los
otros, y de transmisión oral o escrita de su propia semilla de creación. Este
ideal de la dignidad humana supone el mutuo reconocimiento de esa condición
entre los hombres. Representa la necesidad, en el modelo de vida social, de
igual libertad, de solidaridad, sin sacrificios desmedidos para contribuir a que la
primera sea posible, y de seguridad como marco imprescindible de convivencia
pacífica de saber a qué atenerse.

La noción de juego limpio en Rawls es consecuencia del reconocimiento de la


dignidad del otro como persona1 2, que necesita las mismas normas de
moralidad pública que uno necesita para sí, en su desarrollo como ser
autónomo e independiente, porque tiene la misma condición: sentimientos,
intereses, capacidad de comunicación y diálogo, de construcción de conceptos
generales, capacidad de elección y posibilidad de desarrollo moral. En este
contexto conviene descartar tanto las éticas que se centran en el valor
exclusivo del principio de universalización como aquellas que se basan
exclusivamente en el principio de autonomía.

POLITICA

se puede adoptar la definición clásica, según su objeto o finalidad ideal (la


noción platónica): el arte de gobernar dictando normas con fines de
construcción social o promoción de los intereses de una comunidad; noción
que, con otras formulaciones, pero idénticas a ésta en lo esencial, ha sido
aceptada hasta volverse de sentido común, o casi.

Sin embargo, con todo lo legítima que pueda ser esta definición, no agota el
fenómeno de la política realmente existente. No comprende, por ejemplo, la
actividad de los grupos que luchan competitivamente por el poder y los cargos
públicos; actividad que, según el analista norteamericano Anthony Downs, es
tan inseparable de la política democrática que, al lado de decir,
incidentalmente.

Acá se trata de consideraren la noción de política la actividad efectiva de los


partidos, de los políticos mismos y de su "objetivo principal" que, como dice
Downs, "consiste en ser elegidos". Es a partir de esta actividad que la política
ha sido definida en otras formas, por ejemplo, como "relación de fuerzas":
como "prolongación silenciosa de la guerra", "como perennización o
etemización del antagonismo" y algunas otras más duras o sarcásticas:

ÉTICA, DERECHO Y POLÍTICA

La ética valora los actos humanos como buenos o malos y permitidos o


prohibidos, según el único principio moral de validez universal no metafísico:
que el interés general ha de prevalecer sobre el interés particular. La ética
abarca, por tanto, la totalidad de la conducta humana: toda es mensurable
éticamente. El derecho, por el contrario, tiene un ámbito mucho más
restringido: el derecho es el mínimo de ética imprescindible para que todos
podamos vivir en sociedad; un mínimo que puede imponerse coactivamente. El
juicio ético, por consiguiente, se mantiene en el terreno de las ideas, sin que
pueda ejecutarse obligatoriamente en caso de no ser aceptado
voluntariamente, a diferencia del pronunciamiento jurídico, que sí puede ser
ejecutado coactivamente, de lo que resulta que no hay derecho sin una
violencia legítima que lo imponga.
Así las cosas, es evidente que un pronunciamiento judicial absolutorio exime al
encausado de responsabilidad jurídica --penal, civil o administrativa--, pero no
le libera de responsabilidad moral. De ahí que una resolución judicial pueda
exonerar a un político de una condena o, incluso, de someterse a juicio, pero
en modo alguno puede disolver las sospechas de que haya incurrido en una
conducta que, si bien no es contraria a derecho, sí infringe los mandatos de la
ética. Puede seguirse pensando, por ejemplo, que ha mentido y que ha
sobrepasado los límites que la moral pública permite, por lo que procederá
exigirle responsabilidades políticas.
Ahora bien, la exigencia de responsabilidad política es imposible, sino
contraproducente, cuando la paja en el ojo ajeno es denunciada por quien no la
ve en el ojo propio. En este caso, la escrupulosa e impostada exigencia de
responsabilidades, acompañada de filtraciones y parafernalia mediática, es otro
brutal atentado a la ética perpetrado por quienes suelen mostrarse a la opinión
pública como sus más ardientes defensores. Siempre se presume de lo que
más se carece, suele decirse. Pues eso.

ÉTICA Y DERECHO

La relación entre ética y derecho constituye un antiguo y animado tema de


filósofos y juristas; pero también de políticos y educadores. Se trata de un
asunto constante y relevante, que contribuye a desentrañar el sentido histórico
y actual de un sistema jurídico, y suele concurrir en su desarrollo. A menudo, la
reforma del derecho corresponde a una modificación en las convicciones éticas
y prevalecientes; entonces el proceso legislativo sirve como cauce o así se
entiende y se dice a un progreso moral: sea que lo recoja, sea que lo propicie.
En otra oportunidad me he ocupado en el estudio de las fuentes más notables
de la reforma jurídica, esto es, las razones verdaderas o supuestas, evidentes
o subterráneas de que haya cambios en el derecho. Primero, la evolución de la
vida en sociedad, que acarrea el desarrollo de las instituciones jurídicas, una
forma de vida codificada. En segundo término, la crisis, esto es, la insuficiencia,
impertinencia o inconsecuencia de la norma en su labor característica:
conducción de las relaciones sociales y solución de los conflictos;
administradora, pues, de la paz y de la contienda. Por último, la innovación
técnica, la ilusión reformadora, la imitación lógica o extralógica. El movimiento
en las convicciones éticas puede poner en marcha esas fuentes productoras de
reforma, sobre todo la primera y la segunda; una profunda crisis moral puede
exigir una profunda reforma jurídica.

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