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“Unidad Educativa Fiscomisional Sagrado Corazón de Jesús”

PROYECTO DEL PARCIAL

AÑO LECTIVO 2021 - 2022

1. Nombre completo del estudiante: Lesly Paredes


2. Teléfono celular de contacto: 0991552296
3. Curso/Grado: 2° Técnico “A”
4. Tema: Poesía
5. Nombre del profesor de asignatura: Natalia Sandoval
6. Asignatura: Lengua y Literatura
7. Quimestre - Primero
8. Parcial – I
María Encarnación Rosal, Beata

Vicenta Rosal nació el 26 de octubre de 1820 en Quetzaltenango, Guatemala. Coincide


su nacimiento con la fecha de supresión de la Orden de Belén. Dios regalaba a la Iglesia
con una hija que con el tiempo prolongaría el espíritu de la Orden, revitalizando la
Congregación Bethlemita y orientándola para un servicio evangelizador.

Sus padres, Manuel Encarnación Rosal y Gertrudis Leocadia Vásquez, se esmeraron en


darle una formación y cultura que respondían a las inquietudes de su hogar cristiano y a
la sociedad guatemalteca que les correspondió vivir. Vicenta recibió de sus padres y
hermanos una educación integral. En el aspecto religioso aprendió de sus padres y
hermanos mayores, la fe como vivencia, es decir la piedad filial con Dios, la orientación
amorosa a Cristo en el misterio de la Eucaristía, una profunda devoción a Nuestra
Señora y gran caridad para con los pobres y menesterosos a quienes ayudaba con
generosidad.

Gozaba de un temperamento alegre, jovial, un trato muy agradable que encantaba a


cuantos la conocían. También como toda joven de su edad, gozaba de galas y vanidad,
razón por la cual de vez en cuando recibía amonestaciones de su hermana mayor, quien
le recordaba que las promesas del Bautismo, debía cumplirlas lo mejor posible.
Observación que Vicenta aceptaba con modales corteses pero manifestaba con cierta
gracia que sí cambiaría de proceder pero después de los 20 años.
Vicenta entabló amistad con una joven hondureña, Manuela Arbizú, quien movida
sobrenaturalmente habló a Vicenta con gran entusiasmo sobre el ideal de servir a Dios
en la vida consagrada, y de manera inesperada hizo alusión a las monjas de Belén. El
nombre de Belén llamó mucho la atención a la joven. Recibidas las respuestas a sus
interrogantes sobre la vida que llevaban las monjas, consulta con sus padres y director
espiritual, y realiza el viaje a Guatemala con el fin de dar cumplimiento a sus deseos de
consagrarse a Dios. Llega al Beaterio de Belén el 1 de enero de 1838.
Recibe el hábito de la comunidad el 16 de julio de 1838, con la particularidad de que
este hábito fue impuesto por el último Bethlemita que allí vivía: Fray Martín de San
José. Hecho muy significativo para la Congregación: el último Bethlemita, entregando
el hábito a quien por designios de Dios, más tarde daría nuevo vigor y vida a la
espiritualidad de Belén. En el día de la toma de hábito, Vicenta cambió su nombre por el
de Encarnación. Hace sus votos el día de la Maternidad Divina, 26 de enero de 1840 y
en que la Orden celebraba a Nuestra Señora de Belén.

Dios que la lleva por los caminos de lucha interior, permite que se le conceda la
autorización para pasarse al Convento de las Catalinas, donde disfruta de la paz, el
silencio y la austeridad anhelados por su espíritu. Dios le hace ver que esa misma vida
que llevan en el convento a donde acaba de llegar, podrían tenerla en Belén y llevar la
comunidad por ella abandonada, a las alturas de una gran unión con Dios y servicio
apostólico. Después de unos fervorosos ejercicios espirituales, toma la decisión de
volverse a Belén.
Ya de nuevo en el Beaterio, se le confía inmediatamente la obra del Colegio y es allí
donde inicia su labor de cambiar, plantar y fortificar. Las cosas marchaban muy bien;
las gentes que disfrutaban del servicio apostólico del Beaterio manifestaban alegría y las
mismas hermanas de comunidad veían la transformación que se iba logrando. Aunque la
comunidad valora la labor apostólica de la Madre Encarnación, no todas las Hermanas
comparten sus criterios, pero respetan su dedicación y organización.

Luego fue nombrada Vicaria de la Comunidad, e inició la transformación interna del


convento. En 1855 fue elegida Priora del convento. Consciente de la misión que Dios le
confía, se entregó más de lleno a la oración, para pedir la sabiduría y prudencia
necesarias para su desempeño. Emprende la elaboración de las Constituciones que
debían regir su convento.

En medio de las dificultades se dedica más a la oración, y el Señor, pródigo en bondad,


responde generosamente a la fidelidad de su sierva, manifestándosele de manera
confidencial. Un día, la vigilia del Jueves Santo de 1857, próxima ya la hora del
amanecer, fue al coro de la Iglesia y comenzó a meditar sobre la traición de Judas y el
dolor que Cristo experimentó en la agonía de Getsemaní. Estando en oración –narra la
misma Madre- oí una voz interior que me decía: No celebran los Dolores de mi
Corazón.” Palabras que fueron para la Madre una llamada particular a honrar y
desagraviar el Corazón de Cristo por la maldad, ingratitud y pecados de los hombres.

Después, funda un Colegio en Quetzaltenango, pero debido a la persecución religiosa,


tuvieron que ir a Costa Rica, donde fundan dos colegios, uno en Cartago y otro en
Heredia. Todo era bienestar y gozo en el servicio del Señor hasta que también a éste
país llega la persecución religiosa. De Costa Rica se dirigieron a Pasto, Colombia.

La Madre Encarnación muere en Tulcán, Ecuador, el 24 de agosto de 1886. Su cuerpo


incorrupto se encuentra en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, Bethlemitas de
Pasto.
Madre Encarnación Rosal hoy escribo estos versos

Desde lo más profundo de mi corazón para expresar a ti

Mis versos de amor, hoy reconozco tu fortaleza y grandeza

Como mujer

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