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Es así que la literatura fisiologista tenía sus días contados.

Y el remedio que parecía dar a


sus lectores con sus descripciones dejaría de tener efecto. En su lugar, la otra literatura que
daba una imagen más inquietante de la vida urbana florecería al encontrar su tiempo
adecuado. Esta literatura también estaba en conexión con la masa, pero la presentaba de
manera diferente. Tanto así que en ella lo perturbador parecía ser ese modo suyo de hacer
anónimos a todos los que formasen parte de ella. Hasta el punto de servir como protección
para el asocial. Fue así que incluso para el año de 1789 estaban dadas las condiciones para
que surgiera la narración de detectives.

De esta manera, en la aglomeración urbana de las gentes proletarizadas, pero aún más
específicamente en el callejeo urbano que solo era posible darse entre esa masa ingente de
gente, ya estaba dada la posibilidad de que cualquiera pudiese ser un malhechor que
aguardase el momento indicado para cometer su delito y por otro lado de que cualquiera
pudiese ser un detective a cargo de una vigilancia atenta. El flâneur parecía convertirse así
en una especie de detective, a su pesar, que se sueñaba casi como artista, pues a éste, según
Balzac, no lo hacía más que su velocidad de captación. Y esto era precisamente lo que tenía
de sobra el detective. El detective se ve pues convertido en ese personaje ajustado al tiempo
de la gran ciudad que no deja de perderse ningún detalle que se pase al vuelo. Así, la
sagacidad criminalista del detective encuentra su boceto en el flâneur, que siempre va en
busca de un crimen. De esta manera se ha constituido el género literario detectivesco. Pero
a su pesar, tal género ha cooperado en la construcción de la fantasmagoría de la vida
parisina. Pues de entrada el criminal no puede parecer justificado de ninguna manera y bajo
ninguna circunstancia a hacer lo que hace, mientras que sus perseguidores, por el contrario,
están justificados por medio de la glorificación de sus razones para la caza. De esta
literatura han sido Balzac, Dumas, Cooper, etc. La historia detectivesca propiamente dicha
hizo su entrada en Francia con Poe a través de la traducción de Baudelaire. De esta manera,
Poe penetró toda la obra de Baudelaire pero sin que este pudiese escribir jamás una obra de
aquel género.

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